Ni los personajes, ni la historia me pertenecen, solo me divierto adaptandola para que llegue a mas personas.

hoy como regalo de cumpleaños de mi para ustedes les dejo una nueva actualización.

31

Mamá:

Te echo de menos.

¿Cuándo nos veremos?

Me quedo contemplando el texto. Han pasado dos días desde que Jacob descubrió que estoy embarazada. Sé que ha llegado el momento de decírselo a mi madre. No me preocupa contarle lo del embarazo; lo que me inquieta es tener que hablarle de mi situación con Jacob.

Yo: Yo también te echo de menos. Iré a verte mañana al salir del trabajo. ¿Podrías hacer lasaña?

Cuando salgo del chat, me entra un nuevo mensaje.

Alice: Sube a cenar con nosotros. Es noche de pizza casera.

Llevo unos días sin ir al piso de Alice, desde que Jacob volvió a casa. No sé dónde está viviendo él, pero me imagino que se alojará en casa de su hermana y lo último que me apetece es compartir mesa con él.

Yo: ¿Quién estará?

Alice: Bella... Nunca te haría eso. Trabaja hasta mañana a las ocho de la mañana. Solo estaremos los tres.

Qué bien me conoce. Le respondo diciéndole que iré en cuanto acabe en la floristería.

—¿Qué comen los bebés a esta edad?

Estamos sentados a la mesa. Cuando he llegado, Sammy estaba durmiendo, pero la he despertado para poder tenerla un rato en brazos. A Alice no le ha importado. Me ha dicho que así no se despertaría cuando ella se fuera a la cama.

—Leche materna —responde Jasper, con la boca llena—. Pero a veces meto el dedo en el refresco y se lo pongo en la boca para que lo pruebe.

—¡Jasper! —grita Alice—. Más te vale estar de broma.

—Por supuesto, es broma —replica, aunque no acaba de convencerme.

—Y ¿cuándo empiezan a tomar comida de bebé? —insisto.

Creo que debo saber estas cosas antes de dar a luz.

—Sobre los cuatro meses —responde Alice, bostezando.

Suelta el tenedor y se echa hacia atrás en la silla, frotándose los ojos.

—¿Quieres que me la lleve a casa para que podáis dormir una noche del tirón?

Alice responde:

—No, no hace falta.

Al mismo tiempo Jasper dice:

—Sería increíble.

Me echo a reír.

—Hablo en serio. Vivo aquí mismo y mañana no trabajo. Aunque no me deje pegar ojo en toda la noche, puedo dormir mañana.

Alice parece estar planteándoselo.

—Podría dejar el móvil encendido, por si me necesitas.

Bajo la vista hacia Sammy y sonrío.

—¿Has oído eso? ¡Te vienes a dormir a casa de la tía Bella!

Con todo lo que Alice está metiendo en la bolsa de los pañales, cualquiera pensaría que me llevo a Sammy de viaje por todo el país.

—Ella ya te dirá cuando tiene hambre. No uses el microondas para calentar la leche. Pon el biberón en...

—Lo sé —la interrumpo—. Le he preparado unos cincuenta biberones desde que nació.

Alice asiente, se acerca a la cama y deja la bolsa a mi lado. Jasper está en el salón, dándole el último biberón del día a Sammy, por eso Alice se tumba a mi lado mientras esperamos. Se apoya la cabeza en una mano y me pregunta:

—¿Sabes lo que significa esto?

—No. ¿Qué?

—Esta noche hay sexo de postre. Llevo cuatro meses en dique seco.

Arrugo la nariz.

—No necesitaba saberlo.

Ella se echa a reír y se cae sobre la almohada, pero enseguida se incorpora.

—Mierda —dice—. Debería depilarme las piernas. Creo que también han pasado cuatro meses desde la última vez que lo hice.

Me echo a reír, pero contengo el aliento al notar algo. Llevándome la mano al vientre, exclamo:

—¡Ay, Dios! ¡Acabo de notar algo!

—¿En serio?

Alice me apoya la mano en el vientre y las dos permanecemos en silencio durante los siguientes cinco minutos, esperando que se repita. Y lo hace, pero de forma tan débil que es casi imposible advertirlo. Me echo a reír cuando se mueve.

—No he notado nada —protesta Alice, haciendo una mueca—. Supongo que pasarán semanas antes de que se aprecie desde fuera. ¿Es la primera vez que lo has notado?

—Sí, tenía miedo de estar criando al bebé más perezoso de la historia.

Mantengo las manos apoyadas en el vientre, esperando que se mueva una vez más. Permanecemos sentadas en silencio unos minutos y no puedo evitar desear que las circunstancias fueran distintas. Es Jacob quien debería estar aquí, a mi lado, con la mano en mi vientre, no Alice.

Estoy a punto de venirme abajo y Alice debe de notarlo, porque apoya una mano sobre la mía y la aprieta. Cuando la miro, veo que ya no sonríe.

—Bella. Hace días que quiero decirte algo.

Ay, Dios. No me gusta su tono de voz.

—¿Qué me quieres decir?

Ella suspira y se obliga a sonreír, pero la suya es una sonrisa triste.

—Sé que estás triste por no tener a mi hermano a tu lado durante el embarazo. No sé hasta qué punto él participará en la crianza del pequeño, pero quiero que sepas que esta va a ser la mejor experiencia de tu vida. Vas a ser una madre increíble, Bella. Este pequeño tiene mucha suerte. Mucha.

Me alegro de estar a solas con Alice ahora mismo, porque sus palabras me hacen reír, llorar y moquear como una adolescente llena de hormonas. La abrazo y le doy las gracias. Sus palabras han impedido que me viniera abajo y me han devuelto la alegría que estaba sintiendo hace unos minutos.

Ella sonríe y me dice:

—Y ahora llévate a mi bebé para que pueda hacer cochinadas con mi marido asquerosamente rico.

Doy vueltas hasta el borde de la cama y me levanto.

—Tú sí que sabes cómo quitarle hierro a las cosas. Creo que es tu punto fuerte.

Ella sonríe.

—Para eso estamos. Venga, largo de aquí.

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y el bebe sigue creciendo y entiendo el miedo de Bella, como continuará?