Fragilidad
Capítulo 3
De cara al abismo
Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto, esta historia es de mi total autoría no está permitida su publicación en otros sitios sin previa autorización. -Azulen-
Summary: ¿Amor? - bufó sarcásticamente- Lo que quiero es que te largues y me dejes en paz… -siseó con rabia contenida - ¿Es… realmente eso lo que deseas? ¿Serás feliz ahora Sasuke? ¿Dejarás que el odio te envenene el corazón?
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El aire cálido de la secadora filtrándose entre sus hebras rosadas le resultaba reconfortante, y por un instante se sintió casi afortunada.
Envuelta en su grueso pijama, con un malestar creciente extendiéndose por su cuerpo, comprendió que caminar empapada y descubierta en pleno otoño no había sido su idea más brillante, la fatiga le pesaba y estaba segura de que su cuerpo no resistiría sin pagar el precio de un resfriado monumental.
Con los cabellos ya secos y la resignación anidando en su pecho, se acurrucó bajo el edredón azul cielo, sintiendo el mortificante dolor de cabeza crecer bajo sus sienes, dejó escapar un suspiro largo y apesadumbrado conteniendo un quejido adolorido.
El tímido rayo de sol de la mañana había sucumbido nuevamente al furioso embate del viento y la lluvia que golpeaban el techo y las ventanas con insistencia, pero las inclemencias del clima no podían importarle menos, la tormenta rugía afuera, mientras las gotas alimentaban la tierra y su ritmo incesante la arrullaba casi como una nana, se hundió más en la calidez del edredón, permitiéndose disfrutar del instante de paz con su mente sosegada y somnolienta.
A pesar de todo, no pudo evitar sentir la punzada de una verdad que dolía como una espina enterrada, Sasuke había regresado, aunque fuera contra su voluntad, y aun así... la soledad se aferraba a ella con la misma fuerza que el frío al final del día, recordándole el mal que hacía romper promesas propias, le había jurado sentirse sola si se iba, jamás pensó que quizás llegaría a sentirse aún peor si se quedaba, acurrucada sobre su costado vio el reloj de la mesita cambiar silenciosamente de numeración anunciando la una de la tarde.
Hace días que no tenía hambre.
Se preguntó entonces: ¿Que podría estar haciendo Sasuke?
•••
Su estómago rugió, rompiendo el silencio con una urgencia que lo devolvió al presente.
Con un suspiro cansado, salió de la bañera sintiéndose menos tenso y estiró la mano para alcanzar la toalla, el vapor cálido envolvía la habitación, pero no lograba disipar la sensación helada que le recorría el pecho, tres horas se le habían escurrido como arena entre los dedos, haciendo que se sientan como treinta años mientras sus pensamientos fluían sin rumbo, perdidos en las sombras de su propia mente.
Detestaba admitirlo, pero una imagen había dominado sus pensamientos, como una herida persistente, el recuerdo del rostro sereno de Sakura bajo la tormenta se clavaba en su memoria como marcándose con fuego, la lluvia había trazado caminos sobre su piel nívea combinándose con sus gruesas lágrimas y sus cabellos rosados caían como una cascada tras su cabeza inclinada hacia el cielo como un ángel anhelante por volver al hogar, su ropa empapada se aferraba a cada delicada curvatura de su cuerpo como una segunda piel, un tesoro sin abrir revelado por completo y sin vergüenza bajo la furia del temporal.
Desnuda en cuerpo y alma.
La imagen lo consumía con una mezcla peligrosa de anhelo y resistencia, había algo salvajemente hermoso en su paz desafiando la tormenta, en cómo la lluvia se fundía con ella absorbiéndola como si no hubiera diferencia entre los elementos y su carne, le hacía sentir expuesto, vulnerable y eso lo enfurecía tanto como lo fascinaba… mordió sus labios frustrado por aquella furia ciega que le abrasaba el alma y se asentaba en su bajo vientre llenándole de emociones desconocidas que su mente se negaba a indagar.
Tensó la mandíbula al envolver la toalla alrededor de su cadera, como si con aquel gesto pudiera expulsar la sensación que crecía en su interior, odiaba cuánto la recordaba, odiaba que incluso cerrando los ojos todavía pudiera verla con una claridad hiriente, como si la tormenta no fuera sino dentro de él, abrazándola, absorbiéndola, guardándola dentro de sí donde no había refugio ni escapatoria, azotado por el recuerdo de la triste sonrisa que deseaba sacar de su cabeza.
Porque odiaba profundamente su vulnerabilidad ante Sakura Haruno.
Abrió la nevera con movimientos mecánicos, sacando lo necesario para preparar algo sencillo, un par de emparedados serían suficientes para calmar el hambre de su cuerpo, su alma, sin embargo, era otra historia.
Odiaba haber dudado por ella.
Ni siquiera consideró la idea de intentar escapar otra vez. Sabía perfectamente lo que sucedería al primer movimiento sospechoso: Los cuatro ANBU que lo vigilaban le cortarían el cuello sin dudarlo.
Estaba seguro de que ganas no les faltaban.
El sello maldito, incompleto pero pulsante ardió en su cuello como una advertencia, apretó la mandíbula, conteniendo una mueca de dolor, por primera vez en ese tiempo, una pregunta inquietante se arrastró hasta el borde de su conciencia:
¿Realmente valía la pena?
El poder, el precio... la promesa, recordar la oferta de aquel hombre le provocaba escalofríos que no tenía el valor de admitir.
No era solo el poder lo que había encontrado aterrador, sino el reflejo de sí mismo dispuesto a tomarlo.
Con una mordida al emparedado, intentó ignorar el peso de sus pensamientos y encendió la televisión, buscando cualquier cosa con que llenar el vacío, pero el silencio seguía ahí, sofocante, resonando con esa voz femenina que se colaba sin permiso en sus pensamientos, llenándole con sus promesas y reflexiones, llenándose con las palabras de aquella que su pecho no podía borrar.
Yo… ¡Te amo tanto que no puedo soportarlo! Si tú y yo estuviéramos juntos… viviríamos felices, encontraríamos la felicidad…
La voz era un susurro, un eco persistente y burlón en la base de su mente, la pregunta final llegó como un golpe suave pero letal, un puñal de sinceridad desnuda:
¿Qué es la felicidad?
La pregunta flotó, sin respuesta, mientras el murmullo de la televisión se perdía tras el peso de sus pensamientos fracasando en su intento por encontrar en ella una distracción.
-Por favor, quédate ¡Te lo ruego! Cualquier cosa que me pidas, lo haría... por favor, quédate conmigo...y si no puede ser...Llévame contigo a donde vayas…
-Eres tan molesta… Sakura, gracias...
Volvió a morderse los labios, igual que aquella noche, cuando el peso de su decisión lo había dejado paralizado momentáneamente, en su memoria, aún podía sentir el calor frágil de su cuerpo contra el suyo, las lágrimas rodando por su rostro sumido en la inconsciencia, recordar la suavidad quebrada de sus suspiros en medio del llanto lo inundaba de culpa y arrepentimiento, emociones a las que se resistía con toda la fuerza que le quedaba.
Porque quería odiar a Sakura Haruno.
Porque solo odiándola mantendría el enfoque en donde le era debido.
No podía ceder, no cuando el hecho de lastimarla le arrancaba pedazos de sí mismo, era una de las pocas personas que aún le importaban… pero eso no bastaba para hacerle olvidar su venganza… su razón de ser…
Estaba atrapado en Konoha, la aldea convertida en una prisión sin barrotes donde los ANBU eran sombras silenciosas y las calles laberintos sin salida, pero el verdadero carcelero era él mismo sintiéndose encadenado a su única razón de seguir respirando, otro camino se le había ofrecido pero jamás podría vivir tranquilo si elegía rendirse a las tentaciones de un mañana mejor…
Orillado a olvidar la vida que ella le había ofrecido, quizás, una llena de noches sin pesadillas y amaneceres tranquilos, de manos enlazadas, sin armas, ni sombras, no, no era algo que pudiera permitirse, con o sin Orochimaru tenía que perseguir su objetivo, la felicidad era un lujo para otros, para quienes no habían encarado el abismo y perdido contra él.
Fortalecerse.
Ese era su único camino, la oscuridad que lo consumía no era un destino a evitar, sino una herramienta que moldearía con sus propias manos. Amor, paz, redención… eran palabras vacías que solo encubrían debilidad, ofrecidas por personas que jamás comprenderían el dolor de perderlo absolutamente todo, sin fuerza, no había justicia y su familia merecía justicia.
El recuerdo de sus lágrimas seguía grabado en su pecho como una marca invisible, la tentación de rendirse al calor de su afecto, de dejar que la luz de sus ojos como jades lo salvara, asomaba como un rayo frágil entre las sombras que lo envolvían.
Pero rendirse a aquellos sentimientos significaba abandonar la venganza y él no tenía otra razón para respirar, nadie le estaba impidiendo que tomara algún día la vida de quien se lo arrebató todo, simplemente tendría que quedarse en Konoha, un precio razonable.
Su corazón se encogió nuevamente, sus irises temblando con los recuerdos de momentos importantes vividos junto al equipo siete, solo pudo pensar en que no tenía la fuerza de voluntad suficiente para vivir por ella, pero de alguna forma si no era lo suficientemente fuerte para vengar a quienes amaba, no tenía otra opción más que morir con ellos, por ellos.
•••
-Tsunade-sama… por favor, permítame ser su aprendiz...
La voz de la integrante femenina del equipo siete resonó como una súplica cargada de una fuerza naciente no solo de su voluntad, sino del peso de sus dolorosas vivencias, se inclinó profundamente, su reverencia un gesto de humilde devoción ante la mujer símbolo de poder y respeto que lideraba su aldea.
Sus palabras, aunque suaves, se deslizaron con la certeza de quien ha elegido un propósito vital sin titubear.
Los ojos ambarinos de Tsunade brillaron, un destello de interés avivado por la chispa de determinación que había percibido pocas veces en almas como la suya forjadas en el fuego del dolor y el sacrificio, inhaló, una pausa pesada y deliberada llenó el aire con la Sannin meditando su decisión.
-Levanta la cabeza, niña, déjame verte.
Como el agua que ondea ante la caída de una sola gota, Sakura se irguió frente a ella con un movimiento fluido y sereno, su mirada jade, clara y vibrante llena de transparente inocencia y valor chocó contra los ojos expertos de Tsunade, su mirada sin reservas, un espejo de todo lo que era y todo lo que aspiraba a ser, vio en aquella niña de aspecto delicado y cuidado como una muñeca de porcelana el reflejo de su propia alma, una princesa destronada, de sedosos cabellos rosas y verdes ojos de ensueño.
Tsunade dejó que una sonrisa ladina se deslizara en sus labios, satisfecha con la resolución que veía en sus jades, no era una sonrisa indulgente, tampoco maligna, si no la de un maestro que ha descubierto un diamante en bruto.
-Esa es una buena mirada- murmuró, sus palabras casi un sello de destino, un destello de alivio y satisfacción reflejándose en la niña de ojos verdes inocentes- Empezaremos mañana, prepárate para entrenar seriamente, no quiero verte a menos que estés lista para morir.
El corazón de Sakura tamborileó en su pecho intimidada por la fría advertencia, pero su voz no vaciló.
-Hai.
Tsunade la observó un instante más, familiarizada con el dolor de la perdida y la sangre, evaluando con la calma de quien entiende que el verdadero potencial no reside en el poder bruto, sino en la fuerza que el corazón es capaz de soportar.
- ¿Cuál es tu motivación? - preguntó su tono afilado como un kunai- ¿Por qué un ninja médico?
Sakura respiró hondo, sus palabras naciendo del centro de su alma y volvió su rostro en apariencia sereno nuevamente hacia la mujer de juventud antinatural con la mano aún temblorosa sosteniendo el pomo de la puerta principal.
-Porque tengo una promesa que cumplir… - su voz se suavizó sin perder fuerza- y vidas amadas que proteger.
Por un momento, un eco de comprensión cruzó los ojos de Tsunade fijos en el circulo blanco bordado en la espalda de su vestido rojo, sin ser de un clan reconocido, sin talento y sin historia, solo una mirada determinada y un alma que ardía con la voluntad del fuego, una sombra familiar trazada por recuerdos antiguos hizo resonar en su pecho conmovido aquel juramento idéntico al que ella misma se había hecho años atrás sin poder cumplir.
Era un lazo invisible que la conectaba con la niña frente a ella.
-Gracias, Tsunade-sama.
Un sobresalto atravesó la postura rígida de Sakura y la Hokage no tardó en detectar la dirección de su mirada alarmada, desde el umbral, unos ojos negros como la noche le devolvieron la mirada con una calma que ocultaba tensión latente, fijos en el interior de la oficina ignoraron deliberadamente la presencia de quien sostenía la puerta.
- ¿Qué te trae por aquí? - la voz de Tsunade se deslizó con un deje burlón- ¿También vienes a pedirme que te entrene? - ladeó la cabeza, sus palabras acompañadas de una sonrisa maliciosa.
Los ojos jade de Sakura se ampliaron con sorpresa sintiéndose expuesta y sus mejillas ardieron de inmediato con un carmín que se expandió hasta sus orejas, su incomodidad ante la revelación solo avivó el disfrute de su maestra.
No sabía que iba a ser un secreto.
La mirada de Sasuke viajó desde la mujer sentada tras el elegante escritorio hasta la figura de su compañera de equipo, quien permanecía inmóvil a unos pasos de la puerta, su sorpresa era tenue, una sombra que cruzó sus rasgos antes de disiparse.
-No -respondió con su tono habitual, áspero y directo- Me dijeron que necesito un permiso firmado para usar la sala de entrenamiento ANBU.
Tsunade levantó una ceja, el humor chispeando en su expresión como quien ha escuchado un chiste muy bueno.
-Sí… y también necesitas ser un ANBU para usarla- Se cruzó de brazos haciendo énfasis en el rango necesario con una mirada mordaz al chiquillo que de pie frente a ella luchaba por reprimir la irritación que lo embargaba- ¿Sabes que podrías morir ahí?
-No me importa.
El ambiente se cubrió de tensión, el aire pesado con las palabras suspendidas entre ellos, la respuesta de Sasuke fue firme, sin espacio para dudas ni titubeos, como la hoja de una espada cortando el viento.
-Por favor- intervino Sakura suavemente, con una delicadeza que contrastaba con la dureza del momento- Concédale el permiso, maestra, no hay mejor lugar para que Sasuke-kun entrene su sharingan, permítale recibir entrenamiento ANBU.
Su voz aunque temblorosa era un susurro lleno de determinación, como una raíz que se aferra al suelo aún bajo tormentas. Sasuke le lanzó una mirada irritada, fría y afilada como el acero, no necesitaba que alguien hablara por él, mucho menos ella.
Estaba harto de que se inmiscuyera en sus asuntos.
Con qué derecho abogaba por él.
Tsunade suspiró, dejando escapar una risa baja y casi cansada.
-Si lo pones así… - se encogió de hombros con estudiada despreocupación- supongo que puedo hacer una excepción, quizá entonces entenderás que Konoha tiene mucho más que ofrecerte de lo que crees, Sasuke, después de todo, fue esta aldea la que forjó a tu hermano.
La afirmación le provocó apretar los puños con dureza, conteniendo la rabia y sus ganas de hacer arder a la bruja de mirada burlona que lo contemplaba altiva desde su escritorio rodeada de aquel irritante aire de superioridad que le otorgaba su rango, reafirmando su poder sobre él, sobre ellos.
Se giró hacia su escritorio y extrajo un talonario observándolo brevemente, su mano se movió con eficiencia, cada trazo del permiso acompañada de una mirada significativa hacia Sakura.
-Un chico sin rango, entrenando con el equipo más avanzado… -canturreó con evidente diversión- ¡Las cosas que me haces hacer, Sakura! - la picó entretenida con el creciente sonrojo de su más reciente pupila- solo espero que puedas seguirles el ritmo- masculló burlona sosteniendo la hoja en sus manos sin ofrecérsela.
Sasuke frunció el ceño, la irritación creciendo en su interior como una llama que nunca se apagaba del todo. Sakura, sin embargo, solo bajó la cabeza en un leve gesto de agradecimiento, sus mejillas aún ardiendo de vergüenza y orgullo reprimido.
Antes de que la puerta se cerrara tras la pelirrosa, su voz resonó una vez más:
Te quiero aquí a primera hora.
El Uchiha observó su espalda desaparecer sin una despedida, su ausencia dejando un vacío que no terminaba de entender.
La pregunta inevitable flotó, casi tangible.
-¿Cuándo podré recuperarlo? -inquirió, su tono frío y desprovisto de emociones.
Tsunade levantó la mirada con calma, los ojos de Sasuke fijos en el papel verde firmado con el que ella jugueteaba en su mano.
- ¿El qué?
-Mi rango ninja- los ojos de Sasuke apagados desde el momento en el que se decidió a partir en búsqueda de su propio destino se posaron oscuros reflejando solo su determinación- Quiero tomar el examen chunin.
La sonrisa divertida de Tsunade se desvaneció en cuanto la presencia de Sakura desapareció del todo de la mansión, ciñéndose su mirada sobre Sasuke, indescifrable.
-Ya te lo dije- su voz era firme, pero no carente de una pizca de compasión- te lo devolveré cuando lo considere apropiado.
- ¿Y cuándo será eso?
La respuesta sentó a Sasuke como un puñetazo en la boca del estómago.
-Quizá cuando tu lealtad deje de estar en duda- pausó observando al pequeño Uchiha mirándole ceñudo- dices que quieres tomar el examen chunin, pero para eso necesitas un equipo de tres, por lo que puedo notar evades a tus compañeros de equipo como a la peste, y no sostienes amistad con nadie más ¿Cómo podría aceptar tu solicitud para convertirte en chunin? ¿Qué garantía tengo de que no tratarás de escapar durante el examen?
Sasuke apretó la mandíbula, el chasquido de su lengua resonando en el aire tenso e irritado por ser confrontado por su realidad.
-Quizá cuando aprendas a mirar hacia adelante- añadió Tsunade, su tono ahora lleno de una paciencia forjada a base de experiencias- Nadie te está impidiendo vengarte de tu hermano, Sasuke, es un renegado y un problema para esta aldea, pero llegará el momento en que atrapar y ejecutar a Itachi Uchiha se convierta en una misión oficial exclusivamente diseñada para ti, hasta entonces… solo se paciente y prepárate para luchar con tu honor intacto.
Las palabras se hundieron en su mente como piedras lanzadas a un lago turbulento haciéndole reprimir sus verdaderos deseos por explotar en gritos de frustración.
-¡¿Por qué todos actúan como si supieran más que yo?!- explotó finalmente dejando su rabia fluir por el espacio con los nudillos blancos y la mirada iracunda.
Los ojos ambarinos de Tsunade se suavizaron comprensivos, la dureza templada por una compasión nacida de heridas bien conocidas.
-Porque he visto caer a muchos como tú… uno tras otro, persiguiendo ambiciosamente poder, gloria, venganza, o cegados por simple arrogancia, sé lo que es perder a alguien que amas, Sasuke, el camino shinobi está lleno de muerte y dolor, evitar que almas puras como la tuya se pierdan por ese camino es precisamente el trabajo de quienes ya lo hemos andado.
El pelinegro inspiró buscando serenarse, sus ojos ardientes de ira lentamente llenándose de apagada melancolía, cabizbajo ocultando su gesto de los ojos sabios de Tsunade escuchó el cajón del escritorio cerrarse y su imponente presencia alzarse frente a él a paso lento.
-No eres un mal chico - dijo con una dulzura inesperada posando una cálida mano maternal sobre sus revueltos cabellos- solo estás perdido y encontrarás en ti mismo el sendero para hacer lo correcto.
En su mano una tarjeta negra con un sello dorado le era extendida, elevó su mirada oscura hacia ella encontrándose con una sonrisa ladina esta vez sin rastro de malicia.
-La llave maestra para todas las salas de entrenamiento ANBU, úsala a tu conveniencia, pero recuerda… -sus ojos se estrecharon con advertencia- Hay ojos en todas partes, Sasuke, no intentes nada extraño si vas a entrar a la boca del lobo.
La tarjeta descansó fría y pesada en sus manos, sus ojos oscuros apenas parpadearon mientras recorrían el elegante sello dorado que denotaba su nuevo inmerecido privilegio.
El aire pareció espesarse a su alrededor, apretó la mandíbula, sus dedos envolviendo la tarjeta con más fuerza de la necesaria.
-Gracias- masculló casi imperceptible.
Tsunade ladeó la cabeza, un brillo astuto centelló en su mirada observándole de pie más que contrariado.
-Y por cierto… si realmente quieres probarte en el examen chunin, un buen comienzo sería reparar tu relación con tus compañeros de equipo ¿no lo crees? - su tono adquirió un matiz casi burlón, pero había verdad bajo las palabras, lo atravesó con una mirada indescifrable, como si pudiera ver a través de su vulnerabilidad- Haré de Sakura una kunoichi de verdad, una digna de su rango y tú… seguramente querrás un ninja médico en tu equipo de tres- sonrió con malicia contenida una risa baja vibrando en su pecho cuando el chico frente a ella casi tembló de rabia- en el hipotético caso de que, tras pasar por mis manos, aún le queden fuerzas para recordar tu existencia- sentenció a propósito con crueldad.
Sasuke se mantuvo rígido, una máscara impasible cubriendo el torbellino en su interior, sin mediar respuesta, giró sobre sus talones retirándose de la oficina, el peso de la tarjeta negra aun palpando frío contra su piel.
Al cruzar el umbral, el corredor se extendió frente a él, largo y vacío, una metáfora que le golpeó con fuerza insospechada, algo en su pecho se contrajo, una tensión familiar y dolorosa que había aprendido a enterrar se detuvo pegando su espalda a la fría pared de madera descansado su cabeza atormentada sobre la dura superficie, una parte de si buscó la figura que sabía que no estaría allí.
Nadie le esperaba, no había una voz impaciente lista para interrogarle, ni un par de ojos verdes llenos de preocupación para hacerle compañía mientras se hundía en el dolor, anheló secretamente el toque de sus cálidos brazos, y el refugio de su pecho consolándole.
Solo la soledad.
Solo el silencio.
Ella estaba cumpliendo su promesa, palabra por palabra, dejándole "ser feliz".
Te vi irte… te vi caer y te vi perderte en tu propio odio ansiando poder… y aun así… aun así te amo y seguiré amándote porque lo que siento por ti no tiene que ver con lo que has hecho, ni con lo que planeas hacer y pase lo que pase no quiero ver cómo te destruyes a ti mismo… cegándote de odio…
El aire a su alrededor se espesó como antesala de una tormenta y las nubes, bajas y pesadas, parecían arrastrarse sobre la aldea ennegreciéndolo todo a su paso, reflejo tangible de la oscuridad que le azotaba.
¿Sabes lo que quiero Sakura? Lo que quiero es que te largues y me dejes en paz.
Dolor.
Quiero que desaparezcas de mi vida, no me vuelvas a hablar, no respires cerca de mí.
Odio.
Aléjate para siempre y no te acerques a mí por tu voluntad.
Arrepentido, se tragó sus palabras y apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas arañaron las palmas, el dolor era pequeño, insignificante, pero lo suficiente para despertarle de su ensoñación.
¿Es eso lo que quieres?
Ya veo… -con una larga mirada cargada de bondad y un ultimo apretón a su mano pronunció- está bien, mi único deseo es que estés tranquilo.
Aquella última sonrisa derrotada lo atormentaba, una imagen difuminada y persistente que se clavaba en su memoria como un eco imposible de silenciar.
Observó en su mente su silueta desvanecerse, la delicada curva de su espalda volviéndose cada vez más pequeña hasta desaparecer tras las puertas de la habitación del hospital, su brazo se extendió hacia la nada, un gesto instintivo que nunca llegó a completarse, el único grito de su lastimado corazón expresando el deseo de mantenerla a su lado, en ese instante, una certeza amarga le atravesó el pecho pues había dejado escapar su única luz, arrancándola de sí mismo con sus propias manos.
Porque sentía destruir todo lo que tocaba.
El peso invisible que lo había encadenado durante tanto tiempo comenzó a resquebrajarse como cadenas en una pared vieja, el camino marcado con sangre que había seguido ciegamente empezaba a perder poder sobre él por primera vez.
-No voy a hacerlo todo como tú quieres... —murmuró con veneno en la voz, apenas un susurro dirigido al fantasma de Itachi que le perseguía día y noche.
No más.
Apretó el paso, la lluvia contenida en las nubes comenzando a caer, fina y fría deslizándose sobre su piel, amenazando con convertirse en un huracán, se estremeció, pero no miró hacia atrás, la oscuridad que había definido su destino no sería su único camino.
Si debía enfrentarse al futuro, lo haría con su propio juicio, con sus propias elecciones y a su manera, por primera vez, se permitió imaginar un sendero distinto al que Itachi le había condenado a recorrer.
Si, obtendría venganza, pero ya no a cualquier precio.
Una risa suave, familiar llegó a sus oídos como un murmullo del viento, serpenteando entre la lluvia que amenazaba con caer, se instaló en su pecho como un recuerdo doliente, sus ojos onix se elevaron, tensos, buscando el origen de aquella melodía que solo ella podía crear, y la vio…
La sonrisa de Sakura brillaba como hace días no la veía hacer, iluminando con ternura los ojos jade que se fijaban en el chico frente a ella con gratitud y admiración, apoyado torpemente en una muleta, Rock Lee gesticulaba con exageración, su devoción por ella desbordándose en cada palabra.
Y casi podía comprenderlo, si, le parecía tan patético en sus formas, pero no por ello menos justo, pues era Sakura más que digna de aquella adoración que le era expresada…
-S-Sakura-san, por favor… ¡Deja que te invite una comida! A-acepta mi agradecimiento, te lo pido- Hizo una reverencia tan profunda que casi perdió el equilibrio.
Ella rió nuevamente, una risa ligera y viva que parecía acariciar el aire divertida con las exageraciones típicas de la intensa personalidad del chico.
-Lee-san, no tienes que agradecerme con nada- su voz, suave y nerviosa, intentaba desarmar la insistencia del joven- somos amigos- sonrió sinceramente.
-Insisto, por favor - el entusiasmo y la adoración vibraban en cada sílaba, sus ojos destilando un amor que casi consiguió asquearle.
-Está bien, vamos, antes de que comience a llover ¿Te apetece un yogur? —sonrió ella con dulzura- No hay nada que agradecer, de verdad.
- ¡Por supuesto que sí! - La voz de Lee se alzó con fervor- Tus flores me dieron fuerzas para recuperarme, por ti seguiré siendo un ninja. ¡Te protegeré con mi vida!
Ella negó con un suspiro lleno de paciencia, una sonrisa sincera curvando sus labios.
-No hice nada especial- murmuró, y el rubor que pintó las mejillas del chico se profundizó cuando su brazo se deslizó suavemente por su espalda, guiándolo con cuidado- No debiste haber luchado tan pronto después de una operación tan delicada… -le reprendió con voz suave y afectuosa.
Desde las sombras del camino, Sasuke los observó al pie de la puerta de la mansión del Hokage, preso de una emoción desconocida que se apoderó de sus sentidos.
Ella era cálida, amable, el refugio de tantos.
Ahora de todos menos de él.
Esa idea, tan pequeña y punzante, lo atravesó con una intensidad inesperada.
Lo sabía.
Sabía que alguien como Sakura merecía dar su calidez a aquellos que podían devolverla, pero jamás imaginó que doliera tanto verla ofrecer su luz a otros.
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Notas de la autora:
Aish :c mi pobre bebé Sasuke…
Empezamos a ver un poco más de resolución en el carácter tan bruto de Sasuke, supongo que es normal se lo repiten mil veces que puede tomar otro camino y etc Sasuke hará las cosas a su modo es algo que extraje del canon de la historia pues en la primera parte Sasuke se niega a obtener poder matando a Naruto y llega a esa misma conclusión, de que no harás las cosas como Itachi se las haya impuesto y recorrerá su propio camino.
Vamos a ver a que lo lleva todo esto.
Y no, lo ultimo definitivamente no es un momento LeeSaku es simplemente Sakura siendo Sakura, ella se caracteriza por ser un personaje muy solidario y gentil, tiene un carácter volátil, es gritona y golpea como bestia, pero no deja de ser una persona dulce, al principio parece serlo solo con Sasuke pero a lo largo de la historia dentro del mismo Naruto chiquito se le ve tener interacciones de este tipo con otros personajes y en general siendo una chica bastante gentil con los demás.
Nota 2: Les dejo este regalito por aquí y me desaparezco el resto de la semana! xD
¡Gracias por leer!
Con cariño,
Azulen.
