Caballeros del Zodiaco:
Guardianes del Universo.
(Saint Seiya: Guardians)
Episodio 0: El Camino Hacia la Guerra Santa.
Capítulo 0.2: La Guerra que se Avecina.
El viaje fue corto, o aún más de lo que fue el viaje de teletransporte, por las ventanillas los caballeros pudieron ver que el paisaje del mundo cambiaba de una sociedad futurista a una comarca aún más tradicional, a lo lejos vieron una gran montaña rodeada de un denso bosque.
Ese era el destino que los esperaba, apenas llegar a la periferia del bosque, la nave descendió en un punto desconocido del lugar.
Apenas bajar de la nave, los caballeros pudieron admirar que el inmenso bosque que se extendía a lo largo y ancho del terreno, los caballeros bajaron de la nave ante el liderazgo de Artorias a penas las compuertas se abrieron.
Después de bajar, uno de los soldados de la nave se quedó hablando con el joven Artorias.
―Esto es lo más lejos que podemos llegar caballeros. Les deseo suerte cruzando el bosque. ― Dijo el soldado desde la plataforma de la compuerta.
― Gracias equipo Falcon, buena suerte de regreso a la ciudad. ― Respondió el caballero de Sagitario admirando como las compuertas comenzaban a cerrarse y la nave se elevaba lentamente, dando un giro en el aire a dirección suroeste y tan rápido como llegó se fue.
―Bien… síganos, el camino no es difícil. ― Pidió mientras que los santos del pasado acataban la instrucción.
El grupo de caballeros se adentró al bosque, donde podían sentir un poderoso cosmos rodeándolos, Shun reconocía este tipo de cosmos, lo había sentido antes en la casa de Géminis, más temprano que tarde lo entendió, el bosque no era real, era una ilusión creada para evitar que exploradores incautos quisieran entrar sin permiso al santuario.
Solo seguían el liderato de Artorias, quien los guiaba entre el laberinto de árboles y al salir, los caballeros se encontraron finalmente con algo que los maravilló, el gran santuario de Athena.
Se veía casi igual al que existía aún en la tierra, cada casa estaba construida sobre la montaña de la esperanza. Y cada una resguardada por un guardián Dorado… O así debía ser, desde la última crisis los caballeros dorados habían sufrido bajas significativas, no había muchos caballeros cuidando de las 12 casas, solo estaban aquellos que aún no habían sido asesinados.
Y aquellos que había sobrevivido a la última gran batalla por el destino de toda la humanidad. Al caminar hacia la primera casa la cual Simbolizaba a Aries, pudieron ver la silueta de un carnero custodiando la casa, no había que ser un genio para saber que aquello era otra ilusión, al llegar a ella el carnero de oro se transformó, en una mujer de cabello rojizo y lunares donde debían ír sus cejas.
Ella tenía unos profundos ojos azules, y al ver a los recién llegados sonrió con gentileza, aunque hubiera pasado tanto tiempo jamás podría olvidar a las personas por las que tanto tiempo estuvo esperando, con una sonrisa se acercó a ellos dejando que su larga capa blanca bailara con el viento. Y con una voz tranquila pero firme habló.
―Bienvenidos. Los hemos estado esperando por un largo tiempo. ―Dijo la mujer sorprendiendo enormemente a Shun, Ikki y June, cuando la vieron por última vez era una pequeña niña y ahora era toda una mujer adulta, aunque la edad parecía haber sido benévola con ella, no parecía que le había afectado en lo absoluto, seguía viéndose como una mujer joven, hermosa e indudablemente poderosa.
―Raki… ¿Eres tú? ―Shun preguntó sorprendido al ver a la mujer quien vestía la armadura de oro del carnero. Ella al acercarse a los viajeros del tiempo hizo una respetuosa reverencia.
―Sabía que nos reencontraríamos tarde o temprano, pero desde que supe que Artorias iría a buscarlos a la tierra sabía que sería más pronto que nunca. ―Respondió la mujer con un semblante tranquilo. ―Es un honor volver a verlos en esta nueva era, de verdad. El tiempo nos ha recompensado nuestra paciencia con un ameno reencuentro.
― Igualmente, es un honor poder estar aquí Raki. ― Shun respondió sonriéndole de vuelta a la amazona de oro, pero fue ahí que al ampliar su mirada pudo ver una pequeña silueta al lado de la santa de oro, tímidamente se ocultó por detrás de la capa blanca que la santa de Aries, un pequeño niño se cubría con el manto blanco de la santa del Carnero dorado, esperando a ser protegido de los extraños que habían llegado al santuario.
―Ah… ese debe ser tu aprendiz ¿no? ―Mencionó señalando al pequeño que se ocultaba a espaldas de la amazona, ella entonces miró a sus espaldas y sonrió, el pequeño al igual que la guerrera de oro presentaba un cabello rojizo, ojos azules y por supuesto, los lunares que reemplazaban las cejas en su frente, ella con mucho cariño se volteó hacia el pequeño y lo levantó del suelo, con mucho afecto acercó su frente a su rostro y con tranquilidad le colocó un suave beso.
―Discúlpenme, no los introduje apropiadamente. ―Respondió Raki acercándose nuevamente a los caballeros del pasado con una sonrisa, cargando afectuosamente al pequeño entre sus brazos. ―Su nombre es Shiki y es mi hijo…
Cuando ella dijo eso, los caballeros del pasado se vieron los unos a los otros sorprendidos, aunque no era algo anormal ver a un caballero con el producto de sus entrañas, les sorprendía de enorme manera, no importaba cuanto lo repitieran, hacía un par de días habían visto a Raki como una niña pequeña.
Ahora no solo era la santa de Aries, era madre y posiblemente una de las guerreras más poderosas de todo el santuario, quizás su cosmos ya se encontraba a la par de Mu, Kiki o Shion.
No importaba cuantas veces regresaran al mismo punto, para ellos había sido un viaje corto, solo un instante de un punto A a un punto B en el tiempo, pero para todos los demás, había sido toda una vida en ese instante, mientras viajaban entre las infinitas líneas del espacio y tiempo, apenas habían logrado asimilar un par de esas cosas, pero si eran completamente honestos.
Este nuevo universo no terminaría de sorprenderlos jamás, e intentar asimilar todo en el poco tiempo que habían llegado a esta nueva era haría que les explotara la cabeza, por la misma razón debían tomarse las cosas con calma, así les costaría menos asimilar todo de la manera correcta.
Apenas conocieron al hijo de Raki, esta los teletransportó hacia las puertas del santuario del patriarca.
Shun, Ikki y June se miraron los unos a los otros, mientras que las puertas de la cámara se abrían frente a ellos, en un momento los tres esperaban a que se les concediera el acceso a la Cámara, pero fueron los mismos caballeros dorados quienes entraron primero y después de esto, los caballeros del pasado los siguieron sin esperar mucho más, apenas entrar, Artorias, Raki y Aldebarán se arrodillaron de lado a lado para darles paso a los enviados de la Athena del pasado.
Y Ahí en el trono del patriarca, una figura imponente y poderosa se hacía presente, al verla los caballeros de Athena del pasado no dudaron en presentar sus respetos arrodillándose ante él, aunque fue el mismo patriarca del santuario quien se levantó al ver nuevamente a los santos recién llegados.
―Ha pasado mucho tiempo, Ikki, June, Shun. ―Habló tranquilamente la voz vieja y cansada del patriarca, aunque aun así, seguía escuchándose poderosa y fuerte como la última vez que lo vieron.
―Es… un gusto volver a verlos después de tantos años…― Decía avanzando directamente hacia los caballeros del pasado y más específicamente hacia el caballero de Andrómeda.
―Han pasado varios años… muchas cosas… he visto… miles de caballeros ír y venir, he visto a miles de guerreros nacer, crecer y morir…― Al decir eso el patriarca se arrodilló frente a Shun.
―He vivido tanto tiempo, he visto tantas cosas y he… tenido que lidiar con la muerte de muchos amigos…― Fue entonces que el patriarca tomó su casco de oro y al hacerlo el santo de Andrómeda levanto la mirada, y aquella marca en su rostro era inconfundible. Una cicatriz que iba desde su ceja, cruzando su ojo izquierdo hasta su mentón, su cabello lila había sido reemplazado por un tinte blanco, sus ojos azules habían tomado una tonalidad gris y en todo su rostro podía verse eso… las marcas de la edad impregnadas en toda su piel.
―Y ahora que están aquí, finalmente… Sé que todo este tiempo de espera ha valido la pena… Finalmente, podré descansar tranquilo sabiendo que el futuro estará seguro en sus manos. ― Dijo finalmente colocando el casco del patriarca frente a Shun el cual sorprendido, lo tomó entre sus manos, viendo su propio reflejo sobre la piel dorada del que se componía, durante mucho tiempo lo único que él quería era poder ayudar a otros y ahora… Ese casco parecía todo lo que él había deseado, ser el símbolo de la esperanza para la humanidad, poder ayudar a otros en necesidad y sobre todo… Poder combatir a las fuerzas del mal que quisieran azotar al universo.
Shun miró nuevamente a Harbinger y este lo miró con su único ojo.
―¿Estás Listo?
La pregunta del actual patriarca hizo que el joven destinado a ser el patriarca siguiera mirando el casco entre sus manos, podía sentir su peso, podía sentir la gran carga que significaba ser el hombre más cercano a ser un dios y aun así… seguir siendo solo un hombre, con dudas, con problemas, apenas habían llegado a este nuevo universo…
Necesitaban tiempo para asimilarlo todo, Shun había sido un caballero de Athena por un largo tiempo, había peleado innumerables batallas por el destino de toda la humanidad, había visto morir a Aliados y enemigos por igual, pero aún así, aún después de haber aceptado su destino, no se sentía preparado para algo tan grande como lo que significaba ser el gran patriarca, aún no había logrado asimilarlo todo, necesitaba tiempo…
Pero fue ahí cuando Harbinger le puso una mano sobre el hombro y con tranquilidad habló.
―Lo sé… aún no te sientes preparado…― Hablaba el anciano con un tono sublime en su voz. ―Lo entiendo al inicio yo también me sentía así, sentía que este puesto era más de lo que yo podría soportar… Y más aún, creía que jamás podría llegar a alcanzar un puesto como este…―Decía mientras bajaba su mirada hacia el casco del gran patriarca.
― Yo Harbinger, quien vivió como un bastardo la mayor parte de su joven vida, convertido en el hombre más respetado del santuario… Y sobre todo una voz de la esperanza para aquellos que la escuchan. ― Fue así que el caballero de Andrómeda levantó nuevamente su rostro para ver al viejo patriarca.
― No estuve solo… Athena, los caballeros Dorados e incluso el caballero Pegaso del pasado, Seiya me guiaron hasta ser lo que soy ahora. Y por eso, yo te guiaré… hasta que estés listo para ocupar mi lugar.
Con esas palabras Shun suspiró, para entonces asentir con la cabeza.
Después de unas horas Artorias había hablado con el patriarca, habían recuperado las armaduras doradas faltantes, pero aún faltaba la de Virgo, aunque sabían que la misma aún se encontraba con su portadora, la nave colonizadora al igual que muchas otras se había retrasado en llegar del viaje desde la tierra hasta Ninbus6, además de decirle que la tierra seguía intacta y con más vida que nunca.
Los humanos que aún vivían ahí habían sobrevivido en comunas nómadas, algunos otros trataban de reconstruir la civilización, tratando de vivir en armonía con la tierra y la naturaleza, para evitar cometer los mismos errores que llevaron a la humanidad a su gran colapso.
Harbinger se sentía aliviado al saber el reporte de Artorias, y mantenía la esperanza de que algún día la humanidad pudiera volver a su hogar, solo si ellos aprendían de sus errores y reconocían la gran catástrofe que fue el abandono de la tierra...
Alejarse quizás había sido una buena opción, pero tendrían que mantener un ojo sobre el planeta madre, de cualquier forma, este sería nuevamente asediado por los dioses algún día y debían seguir protegiéndolo aún sí estaban a años luz de distancia.
Más tarde ese día Harbinger y Shun paseaban por las casas del Zodiaco, la mayoría se encontraba vacía, solo la casas de Capricornio, Acuario, Sagitario, Tauro y Aries eran resguardadas por sus respectivos guardianes.
Y las demás esperaban a que aquellos que tuvieran el cosmos, el valor y la fuerza para portar las sagradas armaduras doradas se presentaran ante el santuario.
Mientras charlaban el anciano patriarca del santuario respondía a las preguntas que Shun aún tenía acongojándolo en su interior.
Para Saori, Harbinger había sido su mano derecha después de tanto tiempo sin un patriarca real en el Santuario, él había estado a su lado durante los primeros años que Shun, Ikki y June fueron al futuro, esperándolos por muchos años.
Estuvo ahí cuando Seiya supo la verdad sobre su querida hermana Seika, en su caída, su deserción, su redención y acenso a ser nuevamente el caballero de Sagitario.
Estuvo ahí para ver a la heredera del Pegaso reclamar la vieja armadura de su padre.
También estuvo ahí cuando los caballeros de Athena se enfrentaron contra el dios Ares, batalla en donde miles de caballeros murieron tratando de detener la tercera guerra mundial ocasionada por el mismo, guerra donde Shiryū y Seiya perecieron.
Y Donde la hija de este último sacrificó su cuerpo y su alma sellando al dios de la guerra en su lanza.
Había visto a la humanidad crear las primeras naves con la tecnología necesaria para viajar a velocidad luz despegar para buscar un nuevo hogar ante la amenaza constante de los dioses por ponerle un alto a los humanos.
Así como vio a las primeras naves colonizadoras despegar en busca de nueva esperanza.
Vio a miles de compañeros, amigos, y personas que llegó a considerar hermanos morir ante las hordas incesantes de guerreros divinos comandados por los dioses. Él coordinó la estrategia de defensa perfecta.
Lamentablemente siempre tenían a Athena con ellos… Y cuando finalmente falleció, Apolo llegó para sentenciar a toda la humanidad.
Harbinger tuvo que idear una estrategia de retirada para evitar la muerte de miles de inocentes, aún sí eso significaba abandonar el planeta, fue idea de uno de sus caballeros más poderosos y de la misma Kaya Kido, sabían que no podrían salvar a toda la humanidad, pero los que fueran suficientes serían enviados a las estrellas para ser la esperanza de un futuro mejor para toda la raza humana, y sus guardianes irían con ellos, todo gracias al gran sacrificio del caballero de Leo.
Quien desafió él solo al dios del Sol, solo para darles tiempo a toda la raza humana de escapar del planeta antes de que el fuego lo consumiera todo.
Había estado en eras oscuras, eras de luz, había visto de todo y hecho de todo… Y sin importar cuantas veces lo viera frente a sus ojos, la muerte de sus amigos y seres cercanos lo dañaban más que nunca… Perder a guerreros tan poderosos como fieles a Athena lo herían profundamente, gente con sueños y esperanza, con familias y aspiraciones, muriendo para proteger lo que más amaban.
Los admiraba, así como una parte de sí mismo moría con ellos.
Después de todas las pérdidas que el santuario había tenido, se preguntaba como es que aún no había muerto… Y la respuesta era más que simple, él había estado esperando a Shun, para guiarlo, enseñarle lo que significaba el puesto del patriarca y así cuando terminará, poder descansar tranquilo finalmente.
Siempre creyó que cuando su final llegará sería un final violento, asesinado como un vil perro o como una alimaña… Jamás creyó que moriría siendo el hombre más respetado entre los santos de Atenea.
El destino era tan azaroso y misterioso que incluso ahora creyendo haber visto todo lo que la vida tenía que ofrecer, se sorprendía aún más de las cosas que sucedían a su alrededor.
― Entonces… Hyoga se perdió en la historia, Shiryū murió defendiendo los 5 picos en china, Koga murió al lado de Yuna… Haruto se sacrificó para detener el avance de los Espartanos de Ares, Soma fue asesinados en combate por los generales del mismo, Kiki se sacrificó para detener a las Satélites y los Ángeles de irrumpir en el santuario, y Saori murió rodeada de sus santos ― Dijo después de un corto silencio. Las palabras que Harbinger le había dicho lo habían herido profundamente, más de lo que le hubiera gustado admitir, sabía que sus amigos ya habían fallecido hace tiempo… Pero saber los desenlaces de cada una de sus historias realmente lo hizo sentir mal.
― Creo… que necesito sentarme un momento. ― Agregó el caballero Andrómeda sentándose sobre uno de los escalones que llevaban a la casa de Picis, antes de llegar al enorme jardín de rosas venenosas que custodiaba la entrada de la casa del patriarca.
. ―Entiendo que debe ser difícil tratar de asimilarlo, no es fácil y menos cuando para ustedes solo debieron haber pasado segundos entre el viaje entre espacio y tiempo. ―Mencionaba el viejo patriarca posándose al lado del joven caballero de Andrómeda.
―Lo es… no apenas ayer los había visto a todos por última vez y ahora… ahora se han ido para siempre, sé que han pasado siglos desde todo eso… pero es demasiado difícil de simplemente aceptarlo ¿sabes? ― Shun reafirmo mientras se agarraba la frente, le pesaba mucho saber que sus amigos ya no estaban y más aún que no pudo estar a sus lados para pelear aquellas bestiales batallas que casi pusieron en juego a toda la humanidad.
―Lo sé, yo estuve ahí cuando Ares, Artemisa y Apolo trataron de aniquilarnos, peleé junto a ellos y presencié cosas que aún hoy me cuestiono si fueron reales o fueron artífices de ilusiones macabras puestas en mi mente. ― El viejo patriarca decía admirando el horizonte con un semblante tranquilo.
―y Saori Athena… yo estuve ahí con ella afrontando todas esas crisis, fui su consejero, su defensor, su mano derecha, su voz y por supuesto… su amigo.
Fue entonces que al escuchar nuevamente el nombre de Saori, Shun recordó lo que Artorias le había dicho en la nave en camino al planeta.
―Harbinger… no te contamos algo al llegar aquí. ― El caballero de Andrómeda tomó un momento de silencio para entonces mirar de frente al viejo patriarca.
―Cuando… llegamos del viaje temporal, encontramos a alguien en las corrientes del tiempo, era Seika, la hermana perdida de Seiya, la trajimos con nosotros, pero… decidimos dejarla en las instalaciones de las empresas Kido. ― Ante las palabras de Shun el patriarca se vio consternado más no sorprendido por lo que él le había mencionado, pero por alguna razón entendía a donde se dirigía Shun con lo que decía.
―Artorias… nos dijo que Saori sabía que ella se había encontrado ahí, que ella y Cronos hicieron una especie de trato para salvar la vida de Seiya… pero lo que no termina de tener sentido… es como ella pudo desaparecer en el pasado y cuando nosotros viajamos al pasado ella le entregó el cuerpo y el alma de Seika para salvar a Seiya.
Harbinger miró a Shun en silencio por unos momentos que se extendieron a un minuto completo, él suspiró pesadamente y decidió tomar la palabra.
― Hay cosas que están fuera de nuestro racionamiento Shun… Es cierto… yo estuve ahí cuando Seiya se reveló contra Athena al descubrir que sus memorias habían sido borradas…― Mencionaba el patriarca con un cierto hilo de culpa en su voz.
―Yo… supe de primera mano lo que sucedió, cuando ustedes viajaron al pasado hacia la guerra santa del siglo 18, causaron un desastre espacio temporal que casi aniquila todo el universo, algo que casi desgarra la frágil línea de la realidad. En su desesperación, el Pegaso y la Athena de aquella época tuvieron que ayudarlos a cerrar el portal del tiempo para evitar que el universo colapsará.
» Y entre las corrientes de tiempo Cronos arrastró a Athena hacia las puertas del tártaro, donde ustedes ya no podían saber qué clase de cosas Athena y Cronos habían charlado. ― Entonces Harbinger miró a Shun con firmeza.
―Ella me dijo, que cuando habló por segunda vez con Cronos… él la obligó a tomar una difícil decisión, dejar morir a Seiya para que así las líneas del tiempo presentes, pasadas y futuras volvieran a su curso natural… o Sacrificar la vida de una humana para salvar la vida de otro humano… un alma por otra.
» Si Saori accedía a una de las dos propuestas de Cronos, el tiempo volvería a fluir con naturalidad, pero a costa de la vida de Seiya o Seika.
Si Seiya moría, el curso de la historia del pasado se reestablecería a la hora cero al jamás haber existido la intervención de la Athena de la era heroica, de sus caballeros, o tan siquiera la presencia de Saori y tu Shun ante las puertas del tártaro…
» Y si Saori accedía a sacrificar a Seika, Cronos se encargaría de arreglar las líneas corrompidas por la intervención temporal, arreglaría la paradoja y evitaría la inminente muerte de Pegaso, utilizando todo su poder sobre todas las líneas alteradas, para así acabar con las anomalías que se habían generado desde la llegada de nuestra señorita Athena al pasado.
Ambos sabemos la decisión que ella tomó al final.
―Pero… esa es la parte que no comprendo…―Mencionó Shun en un tono consternado. ―El tiempo solo se puede dirigir hacia una sola dirección, hacia adelante, jamás se puede ir hacia atrás pues la intervención de guerreros del pasado en una línea temporal que no les corresponde terminaría ocasionando una paradoja. ―Decía Shun con un tono de voz preocupado.
―Seika desapareció mucho antes de que Saori y yo fuéramos al pasado. Si Ella desapareció antes de que si quiera se nos hubiera ocurrido hablar con Cronos… ¿cómo es que después él la hizo decidir por el alma de Seiya o Seika?
Harbinger ante las palabras del santo de Andrómeda bajó la mirada con desconcierto, pero entonces volvió a mirar al próximo patriarca del santuario con la misma mirada seria de antes.
―Cómo te dije… puede que haya cosas que aún no entendemos. ―Le dijo en un tono neutral mientras se levantaba.
―Los dioses y los humanos estamos en niveles muy diferentes, aunque queramos no podemos saber cómo funciona muchas cosas que nosotros podemos creer como reales, los únicos que sabían la verdadera naturaleza de ese trato Son Cronos… y Saori. Hasta este punto la única forma de saber la verdad es viajar hacia el tártaro por respuestas, respuestas que… por supuesto no vamos a obtener, o al menos no sin pagar un gran precio por el conocimiento de los dioses… y nuestra señorita Athena hace ya mucho tiempo que no se encuentra entre nosotros. ― Decía subiendo escaleras arriba hacia la gran cámara del patriarca.
― Ahora solo falta esperar a la llegada de la próxima Athena, si jugamos bien nuestras cartas… y en este tiempo aprendes sobre todo lo que debes saber para ser el siguiente patriarca, la siguiente Athena será una diosa a la altura de lo que se espera, podremos darle batalla a Hades y acabaremos con la guerra santa de una vez por…― Fue ahí que Harbinger comenzó a toser violentamente alarmando enormemente Shun, quien se apresuró a ayudarlo lo más rápido que pudo. Harbinger entonces miró a su mano, solo para ver una espesa mancha de sangre sobre su palma.
― Dioses… ¿estás bien? ―Preguntó el joven santo de andrómeda preocupado por la salúd del patriarca, a lo cual este lo miró de regreso.
―Ah… sí… estaré bien…―Comentó en un tonó tranquilo, pero con una preocupación palpable en su tono.
―Ahhh… Día a día se me acaba el tiempo… deberemos ser rápidos Shun… los santos del futuro, los caballeros del santuario… y Athena… todos dependen de nosotros y de todo el conocimiento que te pueda dar antes de mi partida, ¿comprendes mi querido amigo?
Ante la pregunta, el caballero Andrómeda asintió con la cabeza, con determinación y sobre todo, con firmeza.
―Sí… lo comprendo Harbinger…― Respondió con convicción mientras lo ayudaba a subir los escalones.
―Bien… Llama a Raki… dile que nos traiga la Armadura de la copa, necesito ver cuál será el siguiente paso a seguir antes de comenzar con tu entrenamiento. ― Agregó mientras comenzaba su camino a la cámara del patriarca solo.
― ¿Estás seguro de que estarás bien por tu cuenta? ―Preguntó el santo de Andrómeda aún preocupado por la salud del viejo patriarca.
― Je jeh… Tranquilo amigo mío… he sobrevivido todo este tiempo sin problemas, una simple enfermedad no me va a matar ahora… de cualquier forma ya deberías saber que nosotros los caballeros de Athena no nos vamos al otro lado sin dar una buena pelea primero. ― Harbinger finalizó mientras seguía su camino hacia los aposentos del patriarca.
Y mientras tanto en Empresas Kido.
Seika se encontraba en una habitación acogedora, al lado su Nieta Kaya le presentaba el lugar con cierto interés en su comodidad. Esperaba que ella encontrará un hogar en las instalaciones.
Los análisis de ADN, las pruebas y los patrones geneticos no mentían, en efecto era su abuela Seika, quien su abuelo Seiya jamás dejó de buscar.
No desconfiaba en las palabras de Artorias o Shun, pero… ella había desaparecido hacía siglos… Y ahora estaba aquí, en su edificio, y en esa misma habitación donde las dos se encontraban estaba adornada con ventanas tan grandes y amplias con las que se podía ver toda la ciudad, una alfombra de terciopelo, muebles hechos de materiales finos y costosos, al fondo había un baño, con regadera, inodoro, un tocador lleno de medicinas, cremas, cosas necesarias para el cuidado de la piel y la salud, y allí justo en el centro de la habitación una enorme cama con sabanas tan suaves como la seda, almohadas blancas, y varios conjuntos de ropa puestos sobre ella.
Kaya. ―Espero que te guste… no sabíamos si algo más humilde te gustaría o si, te gustaría algo más lujoso, esta es una de nuestras mejores habitaciones del edificio y esperaba que te gustara. ― Mencionaba mientras Seika entraba a la habitación, con pena en su mirada e inseguridad en su caminar.
― En la cama te dejamos un cambio de ropa… no sabíamos que sería lo que más te gustaría usar, así que te trajimos varios conjuntos para que decidas como te sentirías más cómoda, no… sé lo que utilizaban en 1980… pero esto debe ser suficientemente cercano a lo que… creo que te gustaba, espero realmente que te sientas en casa Abuelita Seika. ― Decía con un tono de voz tranquilo, mientras la joven se acercaba a tomar una de las camisas que estaban puestas sobre la cama, esta era de color rosado con bordes rojizos y con una pequeña estrella bordada sobre el pecho del lado derecho.
―Si no te gustan, puedo hacer que te consigan algo más agradable para ti.
―Están bien…―Seika un tanto desanimada. ―Gracias… Kaya.
La directora suspiró apenada por las respuestas de la joven Seika, no tenían esa chispa de vida, esa llama juvenil en su cuerpo, era más como un sollozo apagado, un sollozo que ya había menguado pero que seguía allí, silencioso pero que aún dolía con mucha fuerza.
―Bueno… te dejo sola para que puedas vestirte. ―Dijo Kaya mientras cruzaba el umbral de las puertas automáticas, aunque Seika la detuvo antes de que se fuera.
―Espera…―Dijo con un tono tranquilo en su voz.
―¿Sí? ¿Qué sucede abuelita Seika? ― Kaya volvió a preguntar entrando a la habitación donde la joven la llamaba con pena.
―¿Tu… eres mi única familia viva? ― Preguntó la joven de ojos café alzando su mirada triste hacia la directora de las empresas Kido y ella al escuchar la pregunta de la joven de cabellos castaños suspiró, para entonces dirigirse a su abuela con un paso tranquilo pero firme
―Bueno, no en realidad, yo… tenía un hermano…―Respondió en un tono melancólico mientras se acercaba a la joven de piel blanca.
―Él… murió hace tiempo, pero sabía que tuvo una esposa y un hijo, no sabemos dónde están, la nave colonizadora se perdió en el espacio junto a muchas otras, pero esperamos que lleguen pronto, esos sistemas de navegación estelar los desarrollamos nosotros, después de todo… ya habíamos logramos localizar 120 de las 200 que despegaron de la tierra. ―Dijo con una sonrisa mientras se sentaba en la cama al lado de Seika.
―y bueno… tengo una hija. ―Dijo mientras sacaba un dispositivo de uno de los bolsillos de su traje mostrando una pantalla holográfica con una pequeña niña sonriendo hacia la cámara.
― ¿Ella es tu hija? ―Preguntó Seika con interés en sus palabras, y la misma directora asintió con la cabeza.
― Sí… casi no paso mucho tiempo con ella, mis obligaciones con la empresa… y además que ella estudia en una escuela privada, casi no tenemos tiempo juntas, pero cuando lo tenemos, intento disfrutarlo lo mayor posible. ― Decía Kaya suspirando pesadamente. ―Ojalá pudieras conocerla un día de estos, es una niña muy inteligente, aunque… un tanto distraída en momentos.
― Quizás algún día…― Respondió la joven para devolverle su dispositivo a Kaya. Con eso dicho, la directora de la empresa se levantó con una sonrisa.
―Yo sé que sí… Después de todo mi padre siempre me dijo que la familia lo era todo. ―Mencionó la mujer mayor con una sonrisa, dirigiéndose a la salida. Aunque la joven aun así no dudó en preguntar.
―¿Cómo se llamaban? ― Seika preguntó apresuradamente, aunque rápidamente se sintió apenada por la pregunta. ―Di-digo… ¿cómo se llamaban, tu… tu padre y tu hermano?
Kaya quedó en silencio nuevamente, mientras pensaba en aquellos dos hombres tan importantes para ella y su vida… Jamás podría si quiera olvidarlos.
―El nombre de mi padre era Koga el de mi madre era Yuna… y mi hermano se llamaba Sebastián. ―Con eso dicho, hizo una reverencia hacia su joven abuelita, y con eso se dispuso a salir de la habitación para dejar que Seika tomara un baño y se cambiara de ropa.
Finalmente, Seika volvía a estar sola, y no dejaba de pensar en las palabras de Kaya… Sentirse como en casa, hacía años que ella no se sentía en casa… y de hecho… había olvidado lo que era sentirse en un hogar.
Ella había sido huérfana desde que su hermano apenas tenía la edad para caminar… o tan siquiera hablar, su hermano era su hogar… El único lugar al que ella podía volver y sentirse en su hogar…
Seiya era eso… y sin él sentía que esta vida ya no valía la pena, claro, aún tenía a Kaya, a su hija… y probablemente a los hijos de su hermano.
Pero solo pensar en eso, esa idea de que su hermano había vivido y disfrutado de su vida… y que ella no pudo tan siquiera hacer eso, no pudo estar allí para verlo crecer, para ver a su primer hijo nacer, no pudo estar ahí para él cuando más lo necesitó… todo lo que pudo hacer fue escuchar su historia, verla a través de una ventana imaginaria, sin poder ser partícipe de la misma, solo una simple espectadora desde un lejano futuro, escuchando la historia de un hombre que no dejó de pelear hasta su último suspiro.
Y que murió sin jamás encontrar nuevamente a su querida hermana Seika.
Hermana que seguía viva… y que seguía esperando a despertar de un largo sueño que ya había durado lo suficiente, pero este sueño ya no era más un sueño, era real… Todo era real, pues en un sueño el dolor no podía serlo… jamás debía serlo, porque si no ese sueño se convertía en una pesadilla vuelta realidad.
Seika se secó las lágrimas, le dolía pensar que todos los que había conocido alguna vez ya estaban muertos y aunque aún tenía a la familia de su querido hermano se sentía tan… distanciada de ella.
En su ausencia había tenido sobrinos, esos sobrinos habían tenido hijos y esos hijos habían tenido a sus propios hijos. Y sus vidas se resumían en una historia de la que ella jamás pudo ser parte, había tenido un sobrino, un nieto y un tátara nieto en cuestión de segundos.
Y así como habían llegado a su vida se esfumaron.
Y no sabía cuánto tiempo le quedaba a Kaya… Y no sabía cuánto tiempo compartiría con Asami o con ese muchacho.
Lo único que era completamente cierto era que estaba sola y quizás jamás podría volver a sentirse en casa nuevamente.
Y su única esperanza era que al menos Shun cumpliría con su promesa, aunque a estas alturas si lo hacía o no… realmente no le importaba, su vida ya no tenía sentido y lo único que sentía era una profunda tristeza, un profundo rencor con el cruel destino que la obligaba a seguir con vida y una profunda ira por la empresa que le había arrebatado todo.
Había destinos mucho más crueles que la muerte, mucho más crueles que la muerte.
Todos se habían ido y ahora solo quedaba ella y una profunda herida que quizá jamás sanaría, y mientras el agua caía en su cuerpo desnudo, solo dejaba que sus lágrimas se perdieran en aquél mar infinito de emociones y sensaciones que deseó jamás haber conocido.
Y entonces en el Santuario.
Shun, Ikki y June, veían la armadura de la copa colocada justo frente al patriarca Harbinger, fue así que un par de jóvenes guerreras se acercaron, ambas portaban armaduras, del Pavorreal y Casiopea, en sus manos llevaban cuencos llenos de agua, procedente del río cercano a la montaña, la cual procedieron a verter sobre la armadura frente al patriarca.
La armadura en la mitología griega representaba el receptáculo donde Atenea saciaba su sed después de una batalla, la misma podía revitalizar a los caballero afligidos en combate, ofreciéndoles un alivio de las brutales batallas que se vivían, y sus aguas eran una especie de ventana al futuro, ya que al observador la superficie del líquido en la armadura se muestran augurios para quien se refleja en el líquido del cloth.
Al vaciar sus cuencos, las guerreras se hicieron a un lado, fue entonces que el patriarca avanzó hacia las aguas, para ver su propio futuro en él… La visión que tuvo… lo llenó de esperanza, pues en las aguas pudo verse a sí mismo, entregándole a Shun el casco y la túnica del patriarca en su lecho de muerte.
Algo que realmente esperaba ver, en un futuro no muy lejano, Shun terminaría su entrenamiento con Harbinger.
Y estaría más que preparado para liderar el santuario junto a su hermano Ikki y a la joven June.
―Bien… el futuro nos sonríe con su predicción. ―Habló el patriarca con serenidad alzando su mirada hacia el santo de Andrómeda.
―Ahora… da un paso al frente Shun. ―Le pidió viendo como el santo frente a él avanzaba lentamente hacia la armadura, fue ahí que Shun bajó la mirada.
Las aguas parecían mecerse levemente con el movimiento natural del poco viento que se filtraba del exterior, pero al ver mejor pudo obtener su revelación.
Lo que vio en su reflejo era… A sí mismo, pero con una túnica que le cubría el cuerpo, mientras se colocaba el casco del patriarca frente a varios caballeros de oro arrodillados frente a él.
― ¿Qué es lo que ves Shun? ―Preguntó el patriarca, mientras el santo de Andrómeda seguía mirando.
―Me… me veo a mí mismo… portando el atuendo del patriarca. ―Respondió el caballero en un tonó un tanto desconcertado, ¿aquello era realmente una visión del futuro? ¿O alguna ilusión de la misma armadura? No lo sabía, pero mientras más veía podía notar cosas aún más sorprendentes.
― Bien, sigue mirando, ¿qué más puedes ver? ― Harbinger volvió a interrogar mientras más imágenes le llegaban al mismo santo de ojos esmeraldas.
― Veo… yo… veo…― Fue así que entre las aguas Shun pudo divisar a 5 guerreros, cada uno portando las armaduras de Pegaso, Andrómeda, Fénix, Dragón y Cisne, todos resguardando a una joven al fondo quien llevaba el cetro de Niké y un escudo en sus manos. ―Puedo ver a 5 jóvenes caballeros, portando nuestras armaduras… y a la siguiente reencarnación de Athena.
― ¿y qué más? ―Preguntaba el viejo patriarca con aún más interés en las palabras del santo de Andrómeda.
Shun entonces pudo ver una enorme sombra que se cernía frente a todos ellos, una presencia de ojos rojos como la sangre, llenos de odio y rencor por la humanidad dispuesto a destruirlo todo y a todos.
No necesitaba que se lo dijeran… esa sombra oscura era el mismo Hades, el rey del inframundo junto a un ejército de espectros sedientos de sangre, en sus pesadillas lo veía nuevamente, queriendo nuevamente arrebatarle su cuerpo para concretar su plan de genocidio masivo contra la humanidad. Aquellos ojos comenzaron a brillar con tanto poder e intensidad que Shun lo sintió en su cuerpo.
Y una voz se hizo presente en su visión.
"Mío para siempre." Aquello lo hizo romper su concentración sobresaltándolo, él se hizo para atrás ante las palabras del rey del inframundo, casi cayó al suelo por la misma razón, sentía su frente perlada por el sudor y sus manos temblaban por el miedo, aquella visión casi se sintió real.
― ¿Hermano, estás bien? ―Preguntó Ikki yendo a asistir a Shun quien se agarró la frente ante un repentino dolor de cabeza, aquella visión fuera una realidad o una ilusión macabra, realmente lo hizo sentir fatal.
―Sí… pero… lo que vi…―Fue entonces que miró hacia el gran líder del santuario preocupado por lo que presenció.
―¿Qué fue lo que viste Shun? ― Preguntó el anciano patriarca con seriedad en su voz.
― Hades realmente volverá… y… está preparando un ejército de la oscuridad, estoy más que seguro que esta vez no se va a rendir hasta destruirnos a todos. ― Agregó mientras recuperaba el aliento, pero su amada June se apresuró a ayudarlo a recuperarse.
Harbinger escuchó atentamente y con eso suspiró, debían preparase para la siguiente gran guerra santa, el dios del inframundo volvería para tomar su merecida venganza contra aquellos que osaron desafiarlo para destruir su cuerpo, con él toda la muerte, destrucción, horrores y devastación le seguirían.
―Entiendo…― Dijo en un tono ignominioso ante el advenimiento de la oscuridad, debían estar preparados, pues la llegada de una nueva guerra santa solo podía significar una cosa, miles de personas iban a perecer ante las hordas incesantes del inframundo y no se detendrían hasta que s rey fuera asesinado.
Cortar la cabeza de la serpiente para que el resto del cuerpo muriera con él.
―Ikki… ahora tú acércate a la armadura de la copa.
―Hummm, no necesito saber mi destino. ―Respondió el caballero Fénix haciendo un alarde de arrogancia.
― Además, el conocimiento es un arma de doble filo. Si sabemos que ocurrirá en el futuro, cuando las cosas sucedan ya nada nos sorprenderá, prefiero quedarme con lo que ya nos dijo Shun.
―Ikki…― El caballero de Andrómeda entonces tomó el brazo de su hermano con fuerza.
―Por favor, si queremos una oportunidad de acabar con Hades… necesitamos ver todas las alternativas. ―Pidió aferrándose con fuerza a su hermano. ―Por favor… Ikki…
El caballero del Fénix fijó su mirada azulada hacia los ojos esmeraldas de su hermano, él era orgulloso, le gustaba pelear solo y no le gustaba que nadie le dijera que hacer, pero incluso él sabía que pelear sin una estrategia era un juego de tontos. Si quería servirle a su hermano tanto estratégicamente como en todo tipo de contra medidas en la guerra santa de Hades, debía dar solo un vistazo hacia ese futuro incierto.
Fue así que él suspiró con fuerza, para acercarse hacia la armadura de la copa con el único motivo de ver que se ocultaba entre las aguas del destino…
Y fue ahí, donde pudo verse a sí mismo, pero no era él… Era un muchacho de cabello café oscuro el cual brillaba con una luz naranja, sus ojos eran azulas al igual que los suyos… él portaba la armadura del Fénix… Y a su lado estaba él, pero realmente él, rodeándolo con su brazo, tal como si ese muchacho fuera… Su hijo.
Aquella revelación lo hizo jadear de sorpresa, ¿acaso ese era… su hijo? No podía ser… pero tenía su rostro, sus ojos… Y aunque su cabello era diferente al suyo podía ver en aquél muchacho al hombre que alguna vez fue, y el hombre en el que alguna vez quiso convertirse antes de ser enviado a la isla de la reina muerte.
Ikki dio un paso atrás y desvió la mirada de su reflejo.
― ¿Qué fue lo que viste? ―Preguntó Harbinger con seriedad en su mirada y su voz.
Pero el caballero de Fénix, simplemente no respondió, aquél muchacho que vio lo dejó completamente en shock… Su esperanza de tener un heredero había desaparecido el día que esmeralda falleció, ella era su esperanza… su amor, su felicidad.
Y desde su horrible muerte a manos de su maestro esa esperanza de volver a amar había desaparecido, pero si ese muchacho era su hijo, quizás habría una nueva esperanza de volver a amar.
Ya habían pasado tantos años… Tantas cosas y aun así no sabía si podría volver a enamorarse alguna vez, pero si la armadura de la copa mentía y ese no era su hijo, entonces debía saber quién era ese chico cuyo rostro y ojos se asemejaban a los suyos.
― Solo me vi a mí y a mi hermano… peleando juntos como una unidad. ― Ikki mintió mientras veía a Harbinger y a su hermano. ―Él sería el patriarca del santuario… y yo su fiel sombra cuidando de él y de la siguiente Athena.
Al decir aquellas palabras todos se miraron los unos a los otros, realmente impresionados por la revelación de Ikki de Fénix, una sombra en el santuario, él se quedaba al lado de su hermano, el alcance de ambos sería casi omnipresente, se podrían evitar traiciones más sucesos como los de Saga y Kanon… o Aspros y Deuteros… O Medea, Amor y Marte irrumpiendo en el Santuario.
Necesitaban a alguien leal a la verdad y la justicia cuidando al santuario de la sombras y que actuara mucho antes de que estas fuerzas oscuras intentarán apoderarse del mismo.
Los caballeros de Atenea debían tener ambas fuerzas para seguir peleando por un santuario unido. Los únicos que ganaban cuando los caballeros peleaban entre ellos eran los espectros de Hades.
Cuando la última guerra santa terminó los caballeros apenas tenían a los guerreros suficientes para defender el santuario y a la misma diosa Athena.
Debían evitar otro suceso como el de Saga y Kanon, así el universo estaría protegido de las fuerzas del mal fuera y dentro del santuario.
Shun, aunque no dijo nada, sabía su hermano había mentido, a él jamás se le había dado bien las mentiras, sabía que ocultaba algo más, pero prefería que se lo dijera a él, antes de que si quiera se lo dijera a los demás.
―Entiendo… Señorita June, ahora tú acércate a la armadura de la copa. ― Harbinger le pidió a la amazona tranquilamente, mientras que la joven comenzaba a acercarse a la armadura, para ver su reflejo sobre el agua.
Al posar su mirada sobre las claras aguas, no supo al inicio lo que veía, solo se veía a si misma… portando un vestido rosa con varias flores bordadas sobre la frágil tela, podía ver además… la luz del sol bañando al mar con su luz dorada, no entendía su visión, hasta que al bajar su mirada a sus brazos pudo verla…
La criatura más hermosa que pudo haber visto en su vida, en sus brazos sostenía lo que parecía ser una bebé, y para sus ojos ella era hermosa tenía un color de cabello anaranjado y los ojos esmeraldas de su padre con rayos azules en todo su iris..
Estas eran visiones del futuro… un futuro que fuera real o falso, June quería ser parte del mismo… pero en toda su visión no veía a Shun por ningún lugar, solo era ella y su bebé en lo que parecía ser una isla… Y más temprano que tarde lo supo, esa era la promesa que Shun le había hecho hacía mucho tiempo, la nueva isla Andrómeda y detrás de ella, un hermoso templo construido en la misma isla, la cual no parecía para nada como su antiguo lugar de entrenamiento, más bien… Un lugar lleno de vida y de color.
Ese era su sueño más preciado, pero aun así, aun viendo el lugar donde ella estaba y con la pequeña personita que iba a ser su hija, no paraba de preguntarse ¿en dónde quedaba Shun?
A menos que… su responsabilidad como el patriarca del santuario lo hubiera alejado de ellas… No sabía que podía ser en realidad… Pero ese futuro le daba esperanzas, pues esa pequeña que estaba en sus brazos reflejaba el amor que ambos compartían y que era tan fuerte y tan puro como para darle vida a su descendiente directa.
June por mera curiosidad siguió mirando a la armadura, específicamente a la bebé en sus brazos… y de un momento a otro ella se había convertido en una jovencita, además que junto a ella un grupo de jóvenes, todos ellos portaban las armaduras del Zodiaco, Andrómeda, Fénix, Pegaso, Dragón, Cisne.
Y aquella imagen le reveló algo importante, aquellos jóvenes eran los siguientes caballeros que definirían la batalla por el destino de la humanidad. Y su hija estaba entre ellos.
El caballero del Fénix era un joven de una musculatura prominente de una altura prominente, parecía el mayor del grupo, él tenía piel bronceada, su cabello era de color oscuro con un brillo anaranjado y ojos azules… él… casi se parecía a Ikki, pero la diferencia era más que evidente, el cabello, su expresión, incluso la cicatriz que Ikki tenía en la frente no estaba, era un muchacho completamente diferente al caballero del Fénix actual, se preguntaba si ese era un muchacho con un gran parecido… o en su defecto… su hijo.
El caballero de Pegaso era un Joven de cabello castaño oscuro, el cual se levantaba hacia arriba, sus ojos eran de un profundo color café, pero ante la luz del sol se volvían de un rojo penetrante, casi como si ellos transmitieran una llama única, su piel era bronceada pálida, su complexión era fuerte aunque no tanto como la del joven caballero fénix, era más delgado y su rostro era… muy diferente al de Seiya, tenía una expresión tranquila y serena aunque se notaba una extraña similitud con el anterior caballero de Pegaso.
Se preguntaba si era algún tipo de coincidencia con el santo del Pegaso anterior, o si él era algún tipo de descendiente.
No podía ser… la única descendiente de Seiya era la tal Kaya Kido… y ella no parecía haber tenido ningún descendiente por lo que sabía.
Aunque las similitudes fueran demasiado… grandes, quizás él era algún tipo de heredero.
Al pensar en esa palabra tenía sentido que se parecieran y además que tuvieran puestas las armaduras de los anteriores caballeros que las portaban… ellos serían sus herederos.
Fue así que siguió mirando en las aguas para enfocarse en el siguiente joven.
El caballero del Dragón era distinto a los demás, su rostro tenía la peculiaridad de portar unas gruesas gafas. Su largo cabello era de color oscuro, pero brillaba con una extraña luz verdosa, sus ojos se componían de un profundo color verde aguamarina y sus rasgos orientales era imposibles de ignorar.
Se parecía mucho a Shiryū a excepción de las gafas, ella estaba más que segura de que él sí podía ser un descendiente directo del caballero del dragón, de cualquier forma, tenía una buena razón para creerlo, pues Shun le había mostrado fotos de él cuando eran jóvenes, además de fotos del joven Ryūhō, los tres se parecían mucho, aunque la gran diferencia se encontraba en esos lentes de mica gruesa que tenía cubriendo sus lindos ojos aguamarina.
Y por último estaba el caballero del Cisne, su piel era pálida, pero tenía contrastes que no la hacían ver completamente blanca como la nieve, sus ojos eran de una tonalidad y formas muy suaves, con una intensa tonalidad entre azul marino y azul cielo los cuales penetraban el alma de quien los veía, sus facciones eran suaves y delicadas, casi talladas en mármol, incluso su barbilla partida tenía ese mismo toque, su cabello era dorado y se daba a notar con el brillo que este adquiría con la luz del sol, pero fue ahí que pudo ver algo que no encajaba con esa perfección que reflejaba su aspecto sofisticado y era una horrible marca en su lado izquierdo, en su mejilla, parte de su ojo y del rostro, había una marca de quemadura, la cual casi arruinaba ese porte elegante y casi perfecto.
Él no se parecía nada a Hyoga… Pero había algo en su mirada y en esa marca que la hacían creer que ese chico había experimentado cosas horribles a una temprana edad, aunque al verlo detenidamente pudo notarlo.
Una marca sobre su mejilla justo en la parte quemada de su rostro, era una marca de color azul, y esta parecía ser… un Cisne, un Cisne de color azul y no era el único, el joven parecido a Ikki tenía un Fénix anaranjado en su hombro izquierdo, el joven castaño tenía un Pegaso rojo en su antebrazo derecho, el joven oriental tenía un Dragón verde en el cuello de su espalda… Y su hija poseía dos marcas diferentes pero iguales en el lomo de sus manos.
No había ninguna duda, esos eran los Herederos de las armaduras y esas marcas confirmaban lo mismo. Pero al seguir viendo más al agua de la armadura pudo ver una sexta silueta, un último muchacho que se veía oscurecido por una enorme sombra, apenas podía distinguirlo, pero poddía reconocer un par de cosas de él, su armadura era parecida a la del joven pegaso pero con la única diferencia de que esta brillaba con una tonalidadazulada o violeta, no lo sabía por la penetrante oscuridad que lo rodeaba, podía distinguir que su cabello estaba levantado hacia atrás y sus ojos brillaban en la oscuridad de un fuerte color amarillo y al bajar su mirada hacia sus brazos este tenía la misma marca que los demás, aunque diferente a la del resto, apenas podía distinguirla pero sabía que era una marca igual a la de los jóvenes herederos…
Pero fue justo cuando quiso saber más de la identidad de este intrigante muchacho que sintió una mano sobre su hombro y al voltear, pudo ver al patriarca Harbinger el cual negó con la cabeza después de la prolongada exposición de June hacia el futuro.
―Si miras tanto tiempo a las aguas de la armadura, todas las visiones que hayas tenido se volverán en tu contra. ―Advirtió el patriarca después del largo silencio de June.
―Cuando Athena me mostro por primera vez la habilidad de la armadura… me dijo que la prolongada exposición de la visión futura, llenará tu cabeza con información que no deberías saber aún… al saber lo que ocurrirá, terminarás haciendo cosas que alteren ese futuro y la mismas terminaran mostrándote diferentes futuros, uno distinto al otro por el conocimiento que adquieras de la armadura, lo que significa que si se conoce más del futuro, este se alterará una y otra vez hasta crear una visión borrosa e indefinida del mismo y eso será peligroso para todos nosotros, ¿comprendes señorita June?
―Sí lo comprendo… aunque…― Fue entonces que la amazona del camaleón los miró a todos seriamente. ―Lo que la armadura de la copa me mostró fue que, en el futuro, habrá 5 guerreros poderosos quienes… Heredarán las armaduras de Pegaso, Andrómeda, Fénix, Dragón y Cisne, y estoy completamente segura de que esos herederos serán muy importantes para la batalla del futuro. ― Mencionó mirando a todos a su alrededor.
―Ahora que lo mencionas… en mi visión también pude ver a 5 caballeros vistiendo nuestras armaduras. ―Complementó el caballero de Andrómeda e Ikki al igual que los demás había visto a un joven portando su armadura, algo les decía que en efecto esos 5 jóvenes serían importantes para la batalla final contra los espectros del mismo señor del inframundo.
―Si tuvimos la misma revelación… eso quiere decir que ellos serán importantes para un futuro cercano.
― ¡Así es! Aunque tengo el presentimiento de que deberemos encontrarlos uno a uno. ―Explicó June haciendo un ademán con sus manos mientras hablaba.
―Ellos… parecían venir de distintas partes del mundo… o universo, cada uno, incluso me atrevería a decir que eran nuestros descendientes o algo, así pues, aunque algunos se parecían a ustedes se veían completamente distintos, más jóvenes y con diferencias completamente notables.
―Hummm… entonces 5 herederos, ¿eh? ―Susurró mientras posaba una de sus manos en su barbilla. Pensando específicamente en el joven que había visto en su visión.
―Entiendo… entonces habrá que buscarlos.
June. ―Sí pero… no creo que ni siquiera hayan nacido aún. ―Comentó la joven rubia elevando su mirada azul hacia su cuñado. ―Tendremos que esperar, al menos unos años, en mi visión ellos eran jóvenes de no más de 12 a 15 años, así que… tendremos que esperar hasta que aparezca el primer heredero o…
―Que nazca…― Complementó el santo de Andrómeda, suspirando fuertemente al entender lo que debían hacer.
―Me ha quedado claro nuestra misión. ―Dijo el patriarca con fuerza para que todos los presentes escucharan.
―Desde hoy, vamos a dedicar todo nuestro tiempo a guiar a Shun para convertirse en el siguiente patriarca, buscaremos a Athena y a esos 5 herederos para entrenarlos y llevar la batalla al dios del inframundo. ―Remarcó sus palabras con un fuerte eco que resonó en toda la cámara.
―Tenemos mucho trabajo por hacer… y todo el tiempo que podamos disponer antes de que dé inicio la guerra santa
Con esas palabras Shun, Ikki, June y los caballeros dorados presentes asintieron el uno al otro, estaba listos para iniciar con la misión que se les había encomendado, los caballeros del pasado y del futuro unirían sus fuerzas para pelear una vez más contra Hades.
Y darle un final definitivo a este conflicto entre dioses que había durado más que suficiente.
Encore une fois, je remercie mon adepte: ShainaCobra pour ses critiques, ils m'encouragent beaucoup à continuer à écrire sur les Chevaliers du Zodiaque et leurs éternels gardiens.
