Caballeros del Zodiaco:
Guardianes del Universo.
(Saint Seiya: Guardians)

Episodio 0: El Camino Hacia la Guerra Santa

Capítulo 0.5: Aprendiz del Herrero.

"Si debo ser honesta… este viaje ha sido el más grande de mi vida, desde que empecé como una niña ruidosa y algo torpe a una de las guerreras más fuertes del universo, un viaje que hice desde que desperté por primera vez en este mundo hasta aquí y ahora cuando todas las enseñanzas de mi maestro han tenido sentido al final del día, donde yo me he alzado como una de los 12.
No quiero decir que el camino fue fácil pues no lo fue y estuvo lejos de serlo, pero las mejores lecciones no se aprenden sin un poco de dolor, pero por ese dolor es que ahora estoy aquí, porque me aferré a las enseñanzas de mi maestro.
Este viaje ha sido el más grande de mi vida, me gustaría decir que comencé a entenderlo cuando ya era adulta o cuando recibí mi armadura… pero la verdad es que todo comenzó un día… con un viaje a nuestra tierra natal a Jamír
"

El día había comenzado tranquilamente en Grecia, aunque se vivían momentos de paz era claro que estos momentos no durarían por toda la eternidad, lo que hacía única a la raza humana era su constante búsqueda de conflictos, quizá la próxima amenaza que pusiera al mundo nuevamente en crisis, un golpe de estado, un conflicto armado, una nueva enfermedad que pusiera al mundo en pausa o simplemente esperar al siguiente dios que quisiera acabar con la humanidad por enésima vez.
Bien se decía que esperar lo peor no era lo más recomendable para disfrutar de una paz momentánea.
Pero para los caballeros de Athena esperar a que la amenaza apareciera a las puertas de sus hogares era el pan de cada día para ellos, siendo los defensores de la paz en el mundo, ellos siempre estaban a la espera de la siguiente amenaza que atentará con acabar con la tranquilidad que se vivía en estas épocas.

Ese era el deber que se les había encomendado desde la era del mito hasta la época actual.
Como era costumbre cada año maestro y aprendiz se preparaban para un peregrinaje a su tierra natal de Jamir.
Kiki y Raki se habían preparado con antelación para viajar miles de Kilómetros a las tierras tibetanas, hogar de los Lemurianos.

Muchos de ellos eran de familias que vivían en las montañas, otros vivían como pequeños grupos nómadas y algunos más se mezclaban con gente de otras partes de india o china, pero cada año ellos hacían el recorrido hacia sus tierras, para rezarle a los dioses y celebrar la Vesakha, oportunidad que ellos tomaban para regresar a su tierra natal.
Y aprender más de los secretos de la herrería y reparación de armaduras, era un recorrido que solía tardar meses, pero para los caballeros esto solo tardaría un par de semanas, además que con los medios de transporte más convencionales de la época este tiempo se vería reducido a un par de días o a una semana completa.

Ya tenían todas sus herramientas y materiales guardados en sus estuches y mochilas para el viaje, ahora solo se encontraban caminando por las calles de Laos, cargando con ellos sus esperanzas y sueños para un mejor futuro.

― Maestro Kiki, me dijo que me enseñaría algo muy importante el día de hoy, pero hoy mismo es el viaje de peregrinación, ¿para que me pidió que me despertará tan temprano si solo vamos a ese aburrido castillo? ― Preguntó la jovencita cargando consigo una pequeña mochila, mientras que por su parte Kiki cargaba consigo una enorme mochila que contenía dentro la caja de pandora de la armadura dorada de Aries y otra de un tamaño más compacto por encima de la misma.

―Jeh, tranquila Raki, todo a su tiempo, quizá para ti sea un viejo y olvidado castillo en medio de la nada, pero para nosotros los herreros de Aries es más que eso, ese castillo aún conserva conocimientos y enseñanzas de la era del mito, así que no desesperes… de cualquier forma la lección que voy a enseñarte hoy tiene que ver con esta frase― Aclaró acariciando levemente la cabeza de su joven estudiante quien cerró los ojos al sentir la mano de su mentor acariciando su cabello rojizo, para entonces abrir sus ojos y mirar hacia él curiosamente.
―"Lo importante de un viaje no es el destino, sino el viaje en sí mismo y los amigos que hacemos en el camino". Esa frase tendrá más sentido mientras crezcas y más gente conozcas a lo largo de tu vida.

―No lo sé señor Kiki no le encuentro mucho sentido a esa frase. ―Murmuró la jovencita admirando la sonrisa de su maestro, quien solo río levemente, para continuar su camino por las calles de la ciudad.

―Tranquila, yo también solía ser joven e ingenuo, pero la ventaja de crecer es que la experiencia te vuelve más fuerte y sabio. ―Decía tranquilamente llamando enormemente la atención de su alumna, por un instante no pudo reconocer al hombre que estaba frente a ella casi parecía ser otra persona, un hombre de cabello morado y ojos verdes. Pero al aclarar su mirada pudo comprobar que se seguía tratando de el mismo hombre que él solía conocer.

El actual caballero de Aries: Kiki, su maestro y segundo padre, pero las palabras de un maestro resonaban en su alumno…
¿Era acaso que eso de la experiencia la convertiría a ella en alguien más fuerte y sabia al igual que su maestro o el maestro de su maestro? Ella era aún muy joven, tenía mucho que ver como aprender.
Kiki ya se encontraba cerca del tercer escalón de la vida, ya había visto y hecho muchas cosas, pero aún le quedaba más que hacer antes de colgar la capa y cederle el título a su aprendiz.

Tenían un largo recorrido delante de ellos, pero como él lo había dicho: Lo importante de un viaje no era el destino en sí mismo, sino el viaje y los amigos que harían en el camino para alcanzarlo.

Y así comenzó su viaje por toda la región europea, pasando por los grandes monumentos de la historia humana prontamente por las regiones de Asia, al caminar por las ciudades y urbes de cada nación podían apreciar un paisaje distinto a otro, era cierto que el paisaje de Grecia no sería igual al de Bulgaria, que la arquitectura de Bulgaria no sería igual a la de Rumania y que los bellos paisajes de Rumania no serían iguales a los de Transilvania.
Este era un viaje no solo de peregrinación a sus tierras, era un recorrido por el viejo mundo, para descubrir sus maravillas así como la cultura de cada país mientras viajaban hacia el este, la cultura era un tesoro de cada nación que debía ser reconocido y respetado, el deber de un maestro era enseñarle a su aprendiz que sin importar que nación o país fuese, ellos debían respetar al mismo y a su gente, pues al pisar una tierra diferente a la que ya conocían debían mostrar respeto a la misma y a sus habitantes, pues en este mundo la mejor manera de entenderse era entablando dialogo pacifico con la gente nativa de estas tierras.

Así ellos demostraban el respeto en su viaje a Jamir, ellos esperaban la misma cortesía de la gente que les daba el paso hacia su hogar en las montañas tibetanas.
Kiki había aprendido de la cortesía y caballerosidad de su maestro, ahora se había vuelto más meditabundo, tranquilo, centrado, adoptando el porte y la elegancia que solían caracterizar al anterior caballero de Aries. Su maestro y amigo: Mu de Aries.

Mientras que Raki era la imagen viva de cuando él era más pequeño, inexperta, inocente, alegre, vivaz y con energía que parecía eterna, dejando resplandecer su bella sonrisa a donde quiera que ella fuera, claro que mucho había cambiado desde sus primeros días siendo la futura santa de Aries.
Pero como Kiki le había dicho, aún tenía mucho que aprender por suerte él se quedaría allí junto a ella, hasta que ese día tan nefasto llegara, no era propio de un mentor pensar el día que iba a dejar a su alumno solo ante un mundo fío y cruel… Pero si era completamente honesto consigo mismo, él había tenido que experimentar la soledad de esa forma, no quería que Raki sufriera de la misma forma que él tuvo que hacerlo…
Por esa razón quería estar aquí, para enseñarle a Raki el camino que había tenido que recorrer solo, con ella ahora podían recorrerlo juntos.
Como él y el maestro Mu lo habían hecho hace tantos años atrás.

"El Señor Kiki me enseñó todo lo que sé… no sé qué habría hecho sin él, sin su sabiduría, lo quería más que como a un amigo, era mi hermano mayor, mi padre. Sin él no sé dónde habría terminado yo, me enseñó más que a reparar armaduras, me enseñó a vivir, lo aprecio tanto por que durante el tiempo que pasamos juntos él siempre me trató como a su familia.
Jamás pude agradecerle por haberme enseñado tanto durante tanto tiempo, pero sé que donde quiera que esté sabe lo agradecida que estoy por haberme guiado, por él me convertí en la guerrera dorada de Aries y gracias a él pude llegar hasta donde estoy, incluso pude convertirme en madre al dar a luz a un hermoso varón, incluso después de su partida, él siempre guio mis pasos y por esa razón lo admiro tanto. Siempre que necesito consejo o guía recuerdo sus palabras. Y eso me sigue impulsando a seguir adelante.
"

Raki y Kiki viajaban en la parte trasera de una camioneta junto con otras personas mientras cruzaban el oriente, era como una caravana que transportaba gente de un lugar a otro, con ellos habían varias mujeres hermosas de diferentes edades que utilizaban vestimentas extravagantes y coloridas con velos, collares y brazaletes hechos de bronce o plata, los cuales adornaban sus pieles bronceadas además de que sus cabellos poseían colores más claros entre rosado y blanco, ellos también eran viajeros de una tierra distante, nómadas y libres como el viento.
Mientras ellas cantaban Kiki sonreía al verlas tocar una sinfonía enérgica como tranquila y todas seguían el ritmo.

Raki por su parte no entendía nada de lo que decían y aunque parecía divertido, ella no entendía que hacían con estas personas.
―¿Maestro Kiki que hacemos aquí no sería más rápido si pudiéramos teletransportarnos directamente a Jamir? ―Preguntó la jovencita curiosa hacia su maestro, quien comenzó a reír levemente.

―Lo sería, ¿pero que habría de divertido en ello? Además como ya te lo dije lo importante de un viaje no es el destino sino…

―El viaje y los amigos sí, pero, si podemos movernos a la velocidad de la luz y aparecer donde nos plazca no entiendo ¿por qué hacer el camino más largo? ―Preguntaba nuevamente alzando sus ojos hacia él quien solo pudo responder tomando un sorbo de agua de su cantimplora para dársela a Raki.

―Es cierto que podemos viajar a donde queramos cuando queramos, es cierto que podemos movernos más allá de las barreras del sonido o de la luz, pero… aunque pudiéramos llegar antes que otros, ¿de verdad te gustaría llegar a ese viejo castillo tu sola? ―Le preguntó mirando a su aprendiz que bajó la vista a la cantimplora entre sus manos con pena.

―La verdad es que no…

―Por supuesto que no, es por eso que viajamos en compañía por que el camino es más ameno cuando hay gente al lado de nosotros, y además…― Fue entonces que Kiki tomó un pandero para unirse a la canción.
―Por qué en el castillo no podremos disfrutar de una música tan bonita como esta.

Raki entonces sonrió quizá esto no estuviera tan mal, viajar con su maestro y con estas agradables personas hacia Jamír sería divertido, quizá a eso se refería el maestro Kiki con los amigos que se hacía en el camino durante un viaje.
Sería una experiencia agradable.
Pero quizá lo mejor era el paisaje, como el gran desierto se convertía en eternas planicies montañosas era tan bello, una vista que no se podía ver desde el santuario, pero sí al avanzar nuevamente era tan bello, tan hermoso…
Y eso era lo que hacía a Raki feliz, podía comprender a lo que Kiki se refería, no era el destino sino el viaje.

Llegada la noche tuvieron que detenerse para descansar, alrededor de la fogata la música y el baile seguía, junto con comida y agua para ellos y sus invitados, quienes disfrutaban de la compañía del caballero dorado de Aries y de Raki quien bailaba al lado de las mujeres alrededor de la fogata, era una hermosa noche para compartir.

―Así que… ¿Se dirigen al Este a las montañas tibetanas? ―Preguntó un hombre anciano de espesa barba blanca, quien vestía un atuendo más casual a las mujeres, ese hombre era quien había estado conduciendo el vehículo y junto a él apareció otra mujer, una mujer anciana que a diferencia del hombre poseía un velo sobre su cabeza y un anillo de oro en su dedo anular.

―Sí, estamos en un viaje de peregrinación de nuestra gente, estamos volviendo a nuestra tierra como todos los años, es una costumbre de nuestro pueblo. ¿Y ustedes a donde se dirigen?

―Oh ¿nosotros? Nosotros no vamos a ninguna parte, vivimos una vida nómada, no pertenecemos a ninguna tierra o a algún país… y si lo hicimos alguna vez se perdió en el tiempo o en la memoria de nuestra gente―Respondió la mujer anciana sonriéndole al joven caballero.
―Pero siempre nos dirigimos a un lugar donde podamos sentirnos tranquilos, somos gente humilde que se gana la vida de manera humilde, nuestra vida es el baile y nosotros vamos a donde nos guía el viento.

―Suena como una vida interesante. ―Murmuró Kiki sonriéndole a la pareja de ancianos.

―Lo es. Somos libres de las ataduras de una nación o un país y nuestras hijas han adoptado este modo de vida como suyo, son libres y con ello pueden hacer lo que deseen, pues eso es lo maravilloso de la libertad, que es un derecho de todos. ―Decía el anciano abrazando a su esposa quien compartía los mismos ideales de la libertad que él.

―Comprendo, mi pueblo también es nómada, pero regresamos todos los años a la tierra de Jamír, algunos prefieren quedarse y otros prefieren migrar a otras partes del mundo, pero en estas épocas del año nos gusta regresar, regresar a la tierra donde nacimos y somos originarios. Es una tradición que pasa de generación en generación. ―Explicaba el caballero de Aries a la pareja feliz quienes comprendían a lo que se refería.

Tuvieran o no una tierra a la cual pertenecer, ellos podían entender lo que era regresar a un lugar que sentían como su hogar.
Fue entonces que dirigieron su mirada hacia las chicas que bailaban alrededor de la fogata, para ver a la pequeña pelirroja que bailaba enérgicamente junto con las demás chicas, una imagen que hizo sonreír al joven caballero de Aries.

―¿Y eso que lleva ahí también es parte de su tradición señor Kiki? ―Preguntó señalando a la mochila que guardaba la caja de pandora de Aries, algo a lo que él respondió afirmativamente, asintiendo levemente

―Se ve tan linda cuando sonríe, si no es mucha molestia ¿podría preguntarle algo señor Kiki? ―Interrogó nuevamente la anciana obligando al joven guerrero a verla de vuelta.

― ¿Uh… sí, que sucede?

― ¿Que le ocurrió a su madre a la madre de su hija? ―Al preguntar eso Kiki se sorprendió, ella no era su hija, pero… la quería como si fuera una.

―Bueno en realidad… no soy su padre. ―Respondió Kiki dejando a ambos confundidos, ¿entonces por qué razón dos personas que se parecían tanto una a otra estarían juntos sino?

― ¿Y que es de usted?

La mera pregunta hizo que Kiki se preguntara lo mismo, era cierto que Raki era más que solo una aprendiz para ella, era una parte importante de él como persona y como ser humano, no era solo su estudiante o la futura Santa dorada de Aries.
Ella significaba algo más, significaba lo mismo que había significado para él el señor Mu. Por eso sonrió con tranquilidad para mirar hacia la pareja feliz.
―Es mi familia.― Dicho eso la pareja de ancianos le sonrió a Kiki, quien se podía ver en su expresión tranquila y serena de lo orgulloso que estaba al decir esas palabras, podían notar que él era un buen hombre, una buena persona y eso era más que evidente.

Fue allí que él miró nuevamente a la dirección donde estaba su aprendiz que reía y jugaba junto a las demás chicas, hasta darse cuenta que su maestro la veía ella lo saludó enérgicamente, y él la saludó de vuelta. Para entonces desviar sus ojos hacia el cielo estrellado, verdaderamente lo era, en el santuario siempre podía ver las estrellas, pero esa noche junto a toda esta gente podía ver nuevamente un cielo como el que no había visto en años

Estaban casi a su alcance, podía sentir como si pudiera tocarlas, el corazón de la gente, el de su alumna y el de de él resonaban en una sola melodía, una melodía de paz y fraternidad, ya estaba cerca de su hogar, podía sentirlo, en su piel y en sus huesos, eso era reconfortante.

Un paisaje que podía ver de nuevo y enamorarse por enésima vez del mismo, estos eran los verdaderos placeres de la vida, un viaje de autodescubrimiento. como de aprendizaje, acampar en medio de la nada con comida caliente, la compañía de gente agradable y un cielo repleto de estrellas, ¿que más quería en esta vida para sentirse pleno?
Prácticamente nada, puede que no fuera el hombre más adinerado del mundo pero se sentía como el hombre más rico del mundo, pues su razón de ser estaba aquí.
Su deber como caballero lo recompensaba una vez más con una noche tranquila con el sonido de la música resonando por los hermosos valles, cuando era niño veía a su maestro tan tranquilo como templado, siempre se preguntó ¿por qué él era así? ¿Por qué solo cuando era hora de luchar el carnero dorado abandonaba su semblante imperturbable?
¿Qué era lo que veía desde su posición? Ahora podía verlo con sus propios ojos, podía sentirlo en su piel y Raki que estaba justamente en el mismo lugar que él había estado.

Se hacía esas mismas preguntas y si ella estuviera en su posición, ¿sería capaz de ver el mismo paisaje que él?

Cuando el sonido de la música comenzó a mermar y el fuego comenzó a apagarse, solo quedó el silencio y tanto Kiki como Raki quedaron solos cuando todos los demás se habían ido a dormir, en la oscuridad de la noche, ellos dos se quedaron mirando las estrellas y conversando sobre… nada realmente solo disfrutaban de un pequeño momento juntos bajo la cobija de estrellas que se encontraba encima de ellos.

―¿… alguna vez te lo conté? ¿La razón por la que hacemos esto, la razón por la que la gente de Jamír fue elegida para este trabajo eterno? ―Le interrogó el santo de Aries bajando la mirada hacia su alumna, quien descansaba a su lado.

―No… nunca me lo contaste maestro Kiki. ―Murmuró la joven tratando alzando sus ojos hacia el rostro de su mentor con curiosidad, quien había estado mirando las estrellas para que en ese mismo instante bajara sus ojos hacia Raki sonriéndole levemente.

―Nosotros fuimos elegidos por encomienda de la diosa Athena, ella nos pidió que aprendiéramos el secreto de Hefestos para forjar y reparar, muchos de los Lemurianos no saben que pueden convertirse en herreros de armaduras, pero todos tienen el potencial de lograrlo, lo malo es que se debe tener una voluntad fuerte y un fuerte sentido de la responsabilidad, pues los caballeros dependen de los herreros. Pocos de nuestra gente son aptos para este trabajo, por eso yo te elegí a ti pues vi en ti y en tu habilidad lo mismo que mi maestro, un enorme potencial. ―Explicaba acariciando su cabello rojizo con delicadeza, mientras que ella solo escuchaba atentamente a las palabras de su maestro, él siempre parecía estar tranquilo pero esta vez sus palabras estaban llenas de un sentimiento de añoranza, como si estuviera recordando los días pasados, recordando el ayer en una era que jamás había visto o conocido, pero que su maestro sí recordaba con especial afecto.
―Sus armaduras dependen de que las protecciones que cubren sus cuerpos sean lo suficientemente fuertes para las batallas más duras, al golpear el mazo y el cincel debemos poner nuestro corazón y alma en nuestra tarea, pues el hacerlo es una cuestión de vida o muerte.

― ¿Y por eso se convirtió en caballero Señor Kiki? ―Interrogó ella recargándose sobre él para escucharlo mejor.

―Jeh, no todos tenemos las mismas oportunidades de convertirnos en herreros, más no es necesario convertirnos en caballeros, podemos seguir ayudando aún sin portar una armadura. ―Respondió explicando nuevamente sus razones, Raki por supuesto que no comprendía, si no era necesario llevar una armadura entonces porqué estaba siendo entrenada para ser una herrera y una guerrera al mismo tiempo.
―No, la realidad es que lo hice para honrar a mi maestro, aunque de cualquier forma ser un caballero no está tan mal, cuidar a otros, cuidar de la gente y del mundo, tiene su recompensa: los caballeros de Aries nos hemos dedicado a reparar armaduras, pero se tienen registros de Herreros de armaduras que han nacido en otras constelaciones como las de Cáncer, Virgo e incluso Libra, la razón es que muchos de nosotros nacemos bajo la constelación de Aries, pero de vez en cuando un herrero que nace en otra constelación tiene la oportunidad de ascender al nivel de un caballero dorado de esa misma constelación. ―Explicaba causando aún más interés en la pequeña Raki, quien comenzó a sonreír con emoción.

― ¿Entonces yo puedo seguir siendo una Herrera y adoptar una armadura de las doce casas? ―Preguntó solo para recibir como respuesta una suave palmada sobre su cabeza, acariciando sus mechones rojizos al instante.

―Je jeh, eso habría sido posible en otra vida, pero naciste bajo la constelación de Aries al igual que yo, lo cual te permitirá vestir esta armadura algún día en el futuro. ―Aclaro el santo dorado de Aries.

―Pero… si yo me convierto en la guerrera dorada de Aries… ¿qué ocurrirá con usted maestro Kiki? ―Preguntó la joven preocupada, no quería apartarse de su maestro, quería estar a su lado eternamente.

―No te preocupes por eso Raki, como te lo he dicho… aún me queda mucho por enseñarte, el día que… ya no pueda enseñarte nada tú serás quien tome el manto de Aries, aunque sin importar que pase en el futuro yo siempre estaré a tu lado, para guiarte siempre.

―¿Lo promete maestro Kiki?

―Lo prometo… trata de Dormir Raki, ahorra tus fuerzas para el día de mañana.

―Está bien… hasta mañana maestro Kiki. ―Dijo recostando su cabeza en las piernas de su mentor para conciliar el sueño

―Descansa Raki…―Dijo cubriéndola con una manta y posando su mano sobre su hombro, para que ella sintiera que su maestro siempre estaría a su lado para protegerla, para estar junto a ella.

Esta hermosa vida era realmente espectacular, la misma le había arrebatado a su maestro… pero la misma le había dado a una alumna cariñosa y gentil, un alma pura que vino a sanar la herida que le dejó la partida de su mentor.

Kiki era el hombre más rico del mundo, no tenía miles de dólares o mansiones alrededor del mundo, no tenía una empresa a su nombre o un edificio… pero él tenía a una niña que lo quería incondicionalmente, ¿qué más podía desear? ¿Qué más podría pedirle a este mundo?
Nada que no tuviera con ella, porque el mundo era más brillante a su lado y eso era todo lo que necesitaba para seguir haciendo de este un mundo uno aún más brillante.

"Siempre me pregunté eso, si al momento de obtener la armadura automáticamente te convertías en la mejor versión de ti y no es verdad, ser la mejor versión de ti mismo es un trabajo de años incluso cuando recibí esta armadura pensaba que me faltaba mucho por aprender aún pero uno nunca sabe cuándo deberás estar preparado para tomar acción, mi maestro adoptó esta armadura mucho antes, me lo ha dicho incontables ocasiones aún no puedo concebir como él logró convertirse en caballero al haber perdido a su maestro a tan temprana edad.
Pero él me dijo que tuvo en mente siempre todo lo que su maestro le enseñó y lo aplicó a su vida diaria, no te vuelves más sabio por tener una armadura dorada, son los errores, lo que aprendes en el camino de la vida lo que te vuelve mejor.
Kiki me lo dijo: cuándo te entregas a una causa noble, cuando entregas tu corazón, alma y cuerpo a la gente, cuando peleas sin importar el costo, al final de la batalla puedes ver tu esfuerzo y sacrifico recompensado, es cuando todo vale la pena y el paisaje se vuelve claro a la vista. La paz es un objetivo por el que todos luchamos… ahora puedo ver a lo que se refería más claro que nunca.
"

Finalmente habían llegado al pie de las montañas, donde el camino se dividió en dos para Kiki, Raki y las personas que los habían llevado hasta allí , quienes se despedían de ellos a lo lejos desde su vehículo, Raki se despedía de sus amigas y de los señores, prometiéndoles que algún día se volverían a ver.
Mientras que Kiki agradecía la hospitalidad y el haberlos llevado hasta su hogar.

―¡Eri, Eramis, Elartha, Enid, Erika, nos veremos pronto cuídense mucho! ―Decía Raki sacudiendo su brazo de un lado al otro, despidiéndose de sus amigas.

―Cuídense ustedes también muchachos, espero encontrarnos de nuevo algún día pronto. ―Decía el padre de la familia iniciando nuevamente su camioneta, para seguir por su camino con su querida familia.

―Igualmente señores Salguero, cuídense en su camino hacia el Este― Kiki respondía viéndolos marchar por su camino mientras que ellos se movían por el suyo directamente hacia las montañas que guiaban hacia su hogar, al Tíbet o específicamente al lugar que se encontraba entre esas montañas.

Jamír, la tierra de los herreros de Athena, tierra donde ellos habían nacido ellos estaban listos para recorrer el largo camino que los dirigiría a su hogar, como todos los Lemurianos lo habían hecho alguna vez.
Una tierra árida pero hermosa sin duda, era su hogar y por más estéril de vida que esta fuera siempre sería la tierra donde ellos habían nacido, un lugar que los llamaba a volver siempre, el viaje estaba lejos de concluir por eso debían apurar el paso para encontrarse con el viejo castillo allí, el camino podría ser confuso y peligroso para alguien que quisiera entrar para dañar a sus pobladores, pero por eso Jamír era peligroso, los forasteros perdidos morían si no eran lo suficientemente fuertes o determinados para encontrar sus secretos.

La realidad era que ellos conocían los caminos de Jamír como la palma de sus manos, ellos al igual que toda su gente conocían sus tierras, habían nacido en ella y el camino era sencillo por esa misma razón, pues para caminar por tu hogar no necesitabas un mapa, solo saber a donde querías ír y no tardarían en llegar.
En el camino vieron a otras personas de su gente, quienes los reconocían y saludaban alegremente, su amada gente convivía en armonía en estas tierras, orgullosos de haber nacido aquí, cualquier otra persona diría que era un infierno en la tierra, con días que parecían durar una eternidad o noches tan frías que podrían helar el alma de cualquiera, pero a ellos no les importaba.

Este era su hogar y su gente, no cambiarían eso por nada del mundo.

El camino se hizo corto en muy poco tiempo, entre la gente que venía para peregrinar y los locales que los saludaban finalmente llegaron a un puente de roca que daba a un acantilado, y más adelante se encontraba el lugar al que habían venido desde tan lejos, los secretos milenarios de la herrería.
Desde el primero hasta el último gran maestro, todos los secretos se ocultaban en ese castillo custodiado por una trampa natural diseñada para evitar que ladrones entraran y robaran los conocimientos de millones de vidas, mucho antes de la era del mito.

Raki seguía de cerca a su maestro, tratando de no apartar la vista del camino, aunque al mirar a bajo podía ver esqueletos y cuervos en el fondo del acantilado, atravesados por miles y millones de rocas puntiagudas.
Un final algo cruel para los intrusos, ella no quería decir que era un final merecido pues no lo era… pero incluso cuando podía asumir que eran tipos malos… sentía pena por ellos, pues fuesen personas malas o no seguían siendo humanos, humanos que habían caído en la tentación del hurto y puede que no hubieran sido buenas personas en vida…
Pero humanos al fin y al cabo, que mal que sus defectos habían sobrepasado a sus virtudes y habían tenido que pagar caro por ello.

Una vez llegaron Kiki miró la torre que había sido un hogar para él por mucho tiempo, recordando específicamente el día que Shiryū había llegado a la torre y él lo había atacado por qué había creído que era un enemigo.
¿Cuánto tiempo había pasado desde aquella ocasión? Toda una vida eso era seguro. Ambos entraron a la torre inspeccionando sus alrededores y en efecto, todo seguía justo donde lo habían dejado, los libros, pergaminos y materiales de reconstrucción seguían allí, justo donde los habían dejado.
Además de algunas piezas de armaduras que habían recolectado, después de todo, muchos de los que habían muerto en su cruzada por llegar allí habían sido caballeros, como ellos…
A diferencia que sus caminos se habían desviado.

Mientras que los de ellos seguían firmes, siempre frente ante el futuro.

Al entrar Raki finalmente suspiró estaba agotada después de haber tenido que caminar por mucho tiempo, realmente quería descansar y Kiki también.
Ya se encontraban en casa, habría mucho tiempo para hacer aquello por lo que habían venido aquí un momento de paz no les haría daño a ningúno de los dos, cosa que Kiki aprovecharía para buscar los libros que le ayudarían a él y a su joven aprendiz, Kiki miraba ese libro con añoranza, pues después de la muerte de Mu.
Ese libro había sido su único apoyo para seguir el camino del herrero desde que su maestro había fallecido, Mu quizá hubiera muerto, pero le dejó a Kiki todo su conocimiento, tanto los libros de los viejos maestros así como su diario en donde había hecho diferentes anotaciones y guía de lo importante al momento de reparar un ropaje sagrado, fuera de oro, plata o bronce.

Incluso en la muerte… él lo seguía guiando y ahora toda esta información le serviría a Raki, aunque sabía que a su querida aprendiz los libros no eran de su agrado algún día ella podría apreciar toda la información valiosa que en ellos se ocultaba.
Después de todo mentes más brillantes habían logrado cosas increíbles y lo habían registrado todo en las páginas de cada uno de estos libros, formulas, recetas incluso una guía detallada de cómo funcionaba el procedimiento alquímico al reconstruir cada uno de los ropajes sagrados que la diosa Athena les había entregado a los humanos.
Información recopilada desde hace siglos que no se encontraba ni siquiera en la biblioteca sagrada del santuario, esto era exclusivamente para los herreros de Jamír.

Gente que había dedicado sus vidas a reparar las armaduras del ejercito ateniense, un tesoro milenario que había sido protegido desde la época donde los sabios gemelos habían ganado la guerra santa en la era del mito.

Poco después en el centro de la habitación principal de la torre, el suelo estaba decorado con una manta de color café oscuro, encima de ella se encontraba un enorme frasco lleno de polvo de estrellas, a su lado se encontraba una muestra de oricalco puro, necesario para restaurar en su totalidad una armadura.
En el centro se encontraba vestigios de una armadura vieja y desvencijada, sus guanteletes estaban hechos polvo, la tiara era un pedazo de metal deshecho, las botas eran meros remanentes de metal oxidado y la pechera era menos que una pila de piezas sin una forma definida.
Y justamente al lado de ese montón de metal despedazado se encontraba un mazo y un cincel.

Raki no comprendía que era todo eso, hasta que Kiki puso su mano en su hombro bajando su mirada hacia ella, para entonces mirar hacia los objetos que había puesto justo en el centro de la habitación.

―Bien Raki… esta será tu lección más importante, deberás restaurar una armadura completamente desde cero, tienes todos los materiales para una reconstrucción completa, solo necesitas seguir al pie de la letra cada uno de los pasos para repararla con éxito. ―Explicaba Kiki dándole un pequeño empujón hacia adelante para que su alumna se acercara lentamente hacia el centro, donde se encontraban los restos de aquella armadura y al ver a su lado izquierdo pudo notar algo más, un trozo de papel y al abrirlo pudo encontrarse con el esquema de la armadura la cual representaba.

―Maestro Kiki, no sé si esté preparada para esto… yo no…―Titubeaba la jovencita al mirar las herramientas doradas que se encontraban al lado de la armadura, ella apenas sabía cómo reparar pequeñas quebraduras o abolladuras en las armaduras de bronce, pero una total reconstrucción de una armadura en un estado tan deplorable se le escapaba de las manos.

―No te preocupes, no es difícil, solo debes concentrarte en lo que quieres hacer y podrás hacerlo sin problemas. ―Trataba de decirle sujetando las manos de su alumna con delicadeza, mirándola a los ojos para entonces mirar a la armadura deshecha en el suelo, guiando a Raki directamente hacia ella.
―Tienes todos los materiales que necesitas justo aquí, y si necesitas mi ayuda yo estaré a tu lado, solo sigue mis instrucciones podrás devolverle la vida y el brillo a esta armadura oxidada. ― Añadió otorgándole toda su confianza a su alumna quien miró los remanentes de la armadura en el suelo.

Ella se llenó de determinación y asintió tomando a su vez el frasco de polvo de estrellas y el oricalco para comenzar con la restauración, había visto a su maestro hacer esto en más de una ocasión, y si era verdad que era sencillo entonces pondría todo su corazón en esta tarea impuesta por su mentor.

―Está bien maestro Kiki… confío en usted. ―Dijo finalmente tomando las herramientas doradas, haciendo resonar su cosmos con el de la armadura destrozada frente a ella, colocando el cincel sobre la protección de la coraza y el martillo sobre la base del mismo, y entonces comenzó, primero con pequeños golpes y entonces con golpes aún más fuertes sobre la base de la herramienta, concentrando todo su cosmos en reparar la armadura.

―Así, así es, golpea con fuerza y precisión el cincel, recuerda que el polvo de estrellas no funciona sin el oricalcos, y el oricalcos no puede alcanzar todo su esplendor sin el polvo de estrellas, pero ambos jamás podrán transmutarse correctamente sin el poder de tu cosmos, si creas un balance perfecto entre esos tres elementos podrás devolverle la fuerza y el brillo a una armadura como esta. ―Decía admirando las chispas que ella creaba con cada golpe que daba con las herramientas sobre el metal, el cual con cada golpe se podía sentir nuevamente el cosmos de la armadura floreciendo cada vez más y más.
―Recuerda siempre guiarte por la constelación y la figura que representa la armadura, visualiza los guanteletes, las botas, rodilleras, la coraza y el protector de la cabeza, visualiza su forma e imagen y devuélveselas a su estado original. ―Explicaba mostrándole el esquema de la armadura, con cada golpe ella podía entender cada vez más como funcionaba el proceso alquímico, realmente podía sentirlo, su cosmos estaba haciendo que el polvo de estrellas y el oricalco se fusionarán con la armadura.

Ambos veían como la misma comenzaba a recuperar su forma, como el óxido comenzaba a caerse, el polvo que antes era parte de la armadura comenzaba a tomar forma, tanto las rodilleras como las botas, el peto y los guanteletes volvían a brillar con fuerza, ante la luz del sol.
Raki estaba enfocada en crear una armadura hermosa, como las del antaño, incluso antes del cataclismo de Marte y Athena.
Devolverles su forma original, devolverles el alma cada vez los golpes comenzaron a ser menos que antes, y el cosmos de Raki junto con el de la armadura brillaban cada vez más.

Kiki por su parte seguía prestándole atención a su alumna, ella parecía natural haciendo esto, y finalmente se detuvo, la armadura brilló con fuerza, adoptando una vez más su forma en modo objeto y al revelarse Raki miró sorprendida como su trabajo daba frutos.
Una bella imagen de una hermosa ave se alzó ante ella, batiendo sus alas levemente, adoptando una pose meditativa.

Cuando la luz se hizo tan intensa que era insoportable para los ojos Raki se obligó a desviar su mirada, para que justo al instante de disiparse ella devolviera sus ojos, únicamente para sorprenderse enormemente con el resultado, era una hermosa armadura de plata, las botas rodilleras que daban paso a las protecciones de los muslos, que en conjunto formaban una imagen sublime de las patas que representaban al animal, tan suaves y refinadas que eran bellas a la vista.

Los guanteletes junto con brazales que formaban la cabeza y el cuello del mismo habían sido moldeados con una forma y figuras perfectamente ensambladas, haciendo un gran soporte para la tiara, la cual tenía una forma afilada como hermosa, la cabeza era sujetada por un bello collar de plata que se conectaba directamente a la pechera junto con las alas daban la imagen de la Gruya.

Raki estaba felíz, apenas podía contener su emoción, realmente había reparado una armadura de plata por sí sola.

―Lo… lo logré Maestro Kiki, ¡de verdad lo logré! ―Exclamó la muchachita con emoción llendo a abrazar con fuerza a su mentor Kiki estaba realmente orgulloso de ella, por esa razón compartía el momento de felicidad que su alumna apenas podía contener

―Bien Hecho… Raki. ―Le decía Kiki genuinamente orgulloso de su Alumna, estaba aprendiendo demasiado rápido y con ello sus miedos comenzaban a desvanecerse, ella se convertiría en una gran Santa de Aries algún día.

Lo sabía era su alumna de cualquier forma.
Horas después ambos se encontraban en la cima de la torre descansando, viendo como el sol se posaba en el horizonte con varias armaduras de plata y bronce recién reparadas, brillando y resonando con fuerza, habían trabajado muy bien, por eso se merecían un descanso.
Y mientras veían a la puesta de sol ambos conversaban específicamente sobre su historia y sus tradiciones, pero más sobre sus antepasados, los hombres y mujeres que habían pisado esta tierra antes de que ellos fuesen unos meros pensamientos.

―Este castillo tiene mucho valor, más que los libros y la información invaluable que conserva, también tiene mucha historia, después de todo los ancestros de mi mentor y míos solían vivir aquí. ―Explicaba Kiki a su querida alumna, quien se encontraba a su lado mirando la puesta de sol junto a su querido mentor.

―De verdad maestro Kiki? ―Interrogó la pequeña desviando su mirada a su lado, jugando con sus pies que se balanceaban de adelante hacia atrás chocando con la pared exterior del edificio.

―Sí, no sé mucho sobre mis padres, pero sé que eran descendientes de un tal; Yato y una tal Yuzuriha, o algo así me dijo el maestro Mu. ―Mencionó tratando de recordar lo que su maestro le había comentado al respecto años atrás en este mismo castillo.
―Él por su parte fue educado por el antiguo patriarca Shion de Aries, siendo el tátara, tátara nieto de un hombre llamado Atla. ―Comentaba sonriéndole al atardecer, sintiendo la fría briza que comenzaba a tomar posesión de las montañas, las noches solían ser frías en estas partes de las montañas, pero para él era una brisa agradable, le daba un sentimiento de pertenencia a su hogar.
―A su vez el maestro Shion fue entrenado por Sage y Hakurey dos grandes maestros de la era del mito, nunca supe más al respecto de ellos dos pero, siempre he dicho que es bueno saber de dónde provenimos, pues al entenderlo avanzar al futuro se vuelve sencillo en cierto modo

―Yo… apenas recuerdo a mi papá y mamá, era muy pequeña cuando los perdí, pero, donde quiera que se encuentren espero que sepan que me encuentro bien. ―Murmuró la pequeña con algo de pena, por el desconocimiento de su propio linaje, ella no sabía mucho de donde había venido, pero la hacía creer que ella también venía de todo este linaje de guerreros de la tierra de Jamír.
―Y que… usted ha estado cuidando de mí todo este tiempo.

Kiki Sonrió acariciando la cabeza de su alumna con cariño, mirándola con ternura.
―Estoy seguro que donde quiera que ellos estén están felices por ti y se encuentran muy orgullosos de ti, eso lo sé… porque yo lo estoy.―Le dijo haciendo sonreír nuevamente a su alumna, quien sin titubear mucho abrazó a su mentor con fuerza, deseando que este día jamás terminará.

―Lo quiero maestro Kiki.

―Yo también Raki… yo también. ―Murmuró genuinamente dichoso de poder oír y decirle esas palabras a su alumna, El futuro parecía llegar con la promesa de un mañana brillante, tanto para Kiki como para Raki.

Aunque, el mismo era incierto, la sombra de la noche se acercaba y con ello una oscuridad tan penetrante que podría doblegar el alma de cualquiera, el futuro era incierto, y eso se notaba con la enorme sombra que esta se cernía sobre todo el mundo.
Pero mientras más penetrante fuese la oscuridad, más intensa era la luz.
Kiki no le temía a ese futuro que quizá jamás conocería, no mientras ella estuviera a su lado, ella era su último sueño, su última esperanza, por eso la protegía y siempre la mantenía a su lado, porque, como caballero, su ideal era transmitirle toda su sabiduría para seguir criándola como suya.

Las visiones de su muerte dejaban de pesarle al imaginarse a su sucesora siguiendo adelante por el futuro, cuando pensaba en esa posibilidad, toda preocupación se desvanecía… y podía sentir como su fuerza afloraba, la fuerza que le permitía levantarse cada día y disfrutarlo como si fuera el último.

Los terrores de la noche jamás podrían doblegarlo, pues todas sus esperanzas estaban apostadas en ella, y en ese futuro que Athena les había prometido a cada uno de sus soldados.
Un futuro rebosante de luz.

"Kiki fue un gran hombre, una gran persona… incluso en su lecho de muerte se preocupó de que yo tuviera todo lo necesario para seguir adelante luego de que él partiera de este mundo. No quiero mentirte con respecto a esto, el día que murió fue un golpe duro para mí, sentía que había sido arrojada al vacío sin guía o dirección, pero ahora que lo veo en retrospectiva, él siempre hizo todo para evitarme perder el camino correcto.

Si pudiera decirle algo después de todo este tiempo, sería: gracias y que me disculpe por no haber estado allí cuando más me necesitó, pero que gracias a él pude formar una familia y que gracias a él, ahora sé que si llego a morir, al menos Shiki sabrá que siempre estaré junto a él, que nosotros estaremos con él, guiándolo aún después de la muerte, nuestras voces seguirán aquí, en este mundo tan cruel, pero indudablemente hermoso".

Raki había terminado de explicar, después de haber revelado todo hasta ese punto se sentía más tranquila, más relajada, como si se hubiera quitado un enorme peso de encima.
Shun había escuchado atentamente su historia sin interrumpirla ni por un segundo, ella necesitaba expresarse y él no era nadie para evitárselo.

―Entiendo, debió haber sido difícil tener que dejarlo ír. ―Comentó Shun sentado al lado de la santa dorada de Aries, quien suspiró levemente por la mención del caballero de virgo.

―lo fue, pero sus enseñanzas me han ayudado en todo aspecto de mi vida, como mujer, como guerrera, como madre se lo debo todo a él y ahora con Harbinger… me es complicado tener que despedirme de nuevo de alguien que fue un gran guía para mí. ―Añadió la mujer de cabellos rojizos limpiándose una pequeña lágrima que había salido de sus ojos.
―Pero, contigo aquí yo sé que podremos ganar la futura guerra santa, con todo lo que te he dicho sé que tu sabes, que ninguna enseñanza tiene poco o más valor, todo lo que aprendemos en este gran viaje llamado vida es importante.

―Jeh, sí tienes razón… es solo que. ―Entonces Shun bajó la mirada al suelo. ―Me es difícil asimilar que pronto él no estará aquí… siento que cada día su fin se acerca, y con cada día que pasa… El ejercito de Hades se acerca para acabar con nosotros. ―Entonces los ojos de Shun se posaron en el horizonte, directamente hacia las sombras del bosque.
―Sé que no lo permitiremos… pero ¿y si yo no era el indicado? ¿Y si lo que necesitamos es a Harbinger y no a mí?

Raki en lugar de sentirse enojada comprendía perfectamente a lo que Shun se refería, ella había pasado por una situación similar hace mucho tiempo.
―Yo también creí eso, pero… un día dejé de preocuparme por ello, dejé de… pensar que el mundo necesitaba a Kiki y no a mí ahí entendí que todo está en la mente, desde los miedos hasta las inseguridades. Lo importante es no perder nuestro camino y seguir adelante por aquellos que están aquí… y por los que vendrán. ―la santa de Jamír sonriéndole a Shun, quien se sintió aliviado por las palabras de la santa de Aries, ella realmente sabía cómo poner a otros de buen humor.
―Y… Si aún te sientes inseguro por el futuro y más específicamente por tu hijita, trata de no preocuparte, por ellos estamos luchando para hacer del universo un lugar mejor, no importan los sacrificios que tengamos que hacer, mientras sigamos peleando por un mundo mejor donde ellos puedan ser libres, la batalla siempre tendrá un significado.

Shun asintió levemente, colocando su mano sobre el hombro de su compañera, realmente necesitaba hablar de esto con alguien y que mejor, que con alguien que entendía su temor como madre.
―Sí tienes toda la razón. ―Murmuró suspirando levemente, aunque aún tenía una pregunta muy importante que hacerle.
―Y… Dime, ¿que le ocurrió al padre de Shiki?

―Oh ¿él? Él… sigue por allí, en algún lugar del universo seguramente…―Murmuraba Raki rascándose la barbilla apenada de tener que recordar a esa persona.

―¿No están juntos? ―Interrogó Shun arqueando una ceja, sorprendido por lo dicho por Raki.

―No, digo, nos amamos alguna vez pero, él tenía ideas muy diferentes a las mías, él quería seguir explorando el universo y yo quería quedarme a pelear al lado de mis hermanos y hermanas. ―Respondió la santa de Aries bajando la mirada al suelo, aunque seguía sonriendo tranquilamente, no sentía repudio por el padre de su hijo pero, no sentía el mismo afecto por él.
―Al final no funcionó pero, no puedo odiarlo, es el padre de mi hijo aunque tampoco es mi persona favorita del universo, aunque de vez en cuando viene a visitarme a mí y a Shiki, es lindo de su parte, aunque no nos amemos más, seguimos siendo familia.

―Oh… lamento escuchar eso Raki. ―Susurró Shun lastimeramente, aunque al instante ella ladeó la cabeza.

―No lo hagas, él hace su vida y yo la mía. ―Recalcó Raki tranquilamente, incluso su tono de voz parecía imperturbable, era la imagen viva de los caballeros del carnero dorado.
―Lo único que me sigue alegrando de él es que nunca se olvida de nosotros, dice que aún quiere volver a intentarlo pero, es él o el santuario… y yo ya hice mi elección hace muchos años.

―Sí… pero… temo que Jume y yo terminemos de la misma forma…― Murmuró Shun, pero Raki negó con la cabeza rotundamente a esa afirmación.

―Ustedes jamás se separarán, ustedes dos ya están dentro de todo esto, cláro sería difícil si el estilo de vida de uno chocara con el del otro, pero no es así, ambos son caballeros de Athena ambos luchan por un mismo fin. ―Lo trataba de convencer con sus palabras, pues aunque fuese mucho más joven que él el tiempo que había pasado junto a su mentor la había hecho mucho más sabia.
―Créeme su lazo jamás se romperá, pues son más fuertes que cualquier clase de diferencia o duda.

Shun… simplemente sonrió, eso era todo lo que él necesitaba saber, satisfecho por la conversación se levantó de su asiento ayudando a Raki a levantarse de igual forma.
―Sin duda alguna… eres la imagen viva de Mu y Kiki, Raki.

―Aprecio el alago, pero… yo no soy Mu o Kiki. ―Añadía tranquilamente sonriéndole a su compañero, quien también podía notarlo en su mirada y al bajar sus ojos a sus manos pudo ver un enorme libro que ella sujetaba, entregándoselo al instante que él estaba a punto de retirarse.
―Soy mi propia mujer, mi propia persona y prefiero que me vean de esa forma.

―Me parece perfecto.―Le dijo Shun aceptando el libro con gratitud, esto era justamente lo que necesitaba, Raki siendo la erudito del santuario siempre se encontraba cerca de la biblioteca del santuario, donde se habían archivado cada uno de los conocimientos de los viejos maestros, él sabía que este libro en particular iba a ayudarlo en su viaje, justo como lo había hecho con ella alguna vez.
―Nos veremos luego Raki, cuídate.

―Igualmente maestro Shun y recuerde… no es el destino sino el viaje y los amigos que hacemos en el camino. ― Finalizó viendo como el santo de Virgo asentía, únicamente para darle la espalda y seguir por su camino hacia su templo.

Era cierto que en su viaje había conocido amigos que había considerado sus hermanos, pero esos amigos habían muerto hace tantos años, lo que no significaba que en este tiempo no siguiera teniendo amigos, Raki, Harbinger, Artorias, Erina, su hermano, June…
Aún tenía personas que lo querían y apreciaban, que estaban dispuestos a tenderle una mano para hablarle y entenderlo ante cualquier de sus dudas y preguntas, Shun sería el siguiente patriarca, no porque Saori lo hubiera dicho, sino por qué era el más humano de sus caballeros.
Tenía dudas pero también sueños, tenía desventajas pero poseía muchas virtudes, una de esas era que se acercaba a la gente para hablar y entenderse.

Un puesto digno para un hombre que había vivido con dignidad y virtud.
Un dios entre hombres, Shun de Andrómeda: El Hombre más Cercano a Dios.
Raki sería una de sus seguidoras más leales, después de todo ella era devota al santuario y al patriarca, entrenada desde pequeña para ser una de las guerreras más poderosas de Athena, había nacido para esto, para ser el escudo definitivo del santuario.

Ella devolvía sus ojos directamente hacia el horizonte, más allá de este inmenso bosque, donde la civilización prosperaba en el planeta Ninbus, el nuevo hogar tanto de la humanidad como de los caballeros, no lo había olvidado, aún tenía en mente la razón por la que luchaban, la razón por la que su eterna batalla seguía para proteger a esas personas queridas para ella.
―¡Mami! ―Exclamó una vocecilla a sus espaldas, al instante Raki la reconoció sonriendo cariñosamente, para mirar a su pequeño quien corría directamente a ella para abrazarla, Raki sin más demora lo tomó en sus brazos, cargándolo con apego acercándolo a su corazón.

Shiki… él era su mundo, su vida y al verlo recordaba aún más la razón por la que hacía esto, por la cual luchaba con tanta pasión, recordaba a su maestro, recordaba los buenos tiempos de antaño, aquellos que le daban la fuerza que ella necesitaba llamando así el título que devotamente Harbinger y la gente del pueblo le habían otorgado.
Raki: El Cordero de Dios.

Bellas memorias, que se conectan a través de un pasado y la memoria, una guerrera orgullosa miraba al por venir con una sonrisa, sujetando a la criatura más hermosa que hubiera visto en su vida.
Fuera cual fuera ese peligro al que debían enfrentarse lo harían, pues si la amenaza venía a ellos, ellos la aniquilarían, por el futuro, por sus hijos… y los hijos de sus hijos.
Hasta que ningún niño tuviera que perder nuevamente a su familia por esta maldita guerra entre Dioses y Humanos.

―Maestro Kiki…―Raki lo llamó a su mentor, ambos habían regresado al santuario después de un par de días en Jamír, ya se encontraban listos para seguir cuidando del santuario y del mundo con él. ―Yo… creo que entiendo finalmente lo que me dijo del viaje y los amigos… pero no comprendo cómo eso me servirá en cada aspecto de mi vida.

Kiki río levemente mirando a su alumna a su lado, ella seguía siendo muy joven tarde o temprano lo entendería.
―No te preocupes Raki, todo empezará a cobrar sentido a medida que Crezcas. ―Respondió el caballero de Aries tranquilamente, él cargaba con todas las armaduras reparadas a excepción de una la cual era la que Raki llevaba cargando.
―Y supongo que estás emocionada por el siguiente paso de tu entrenamiento, ¿no es así?

―Jejeh, sí, lo estoy maestro Kiki. Pero estoy confundida con respecto a eso, ¿me enseñará a cómo luchar o… a cómo defenderme? ―Interrogó nuevamente alzando sus ojos hacia el caballero de Aries quien la miraba con una pequeña sonrisita dibujada en sus labios.

―Bueno, quizá te enseñe las dos cosas, de cualquier manera, ya posees una armadura mucho más adecuada a tu nivel―Insinuó obligando a la joven a mirarlo hacia arriba, no entendía a lo que se refería hasta que al analizar sus palabras detenidamente se sorprendió enormemente, ¿quería decir entonces que él le había dado la armadura de la Gruya?

―Maestro Kiki, ¿realmente cree que estoy lista para el nivel de Plata?

―No lo creo, lo he visto con mis propios ojos. ―Respondió Kiki colocando su mano sobre el hombro de su alumna.
―Tienes el poder y la fuerza para empuñar una armadura de plata, tu cosmos… ha crecido en poco tiempo Raki, je jeh, sigue así y pronto no necesitarás de mí.

―No diga eso maestro Kiki, por favor. Cada vez que habla así no puedo evitar sentir como si usted se estuviera despidiendo por alguna razón.

―Jeh… no te preocupes, ya sabes que me gusta jugar contigo, además ahora que ya sabes reparar completamente una armadura quiero enfocarme en tu entrenamiento como amazona o Saintia, sin importar que papel elijas estoy seguro de que… ¿eh? ―Kiki no pudo continuar cuando desde las escaleras que dirigían a su casa podía ver a Seiya, con su ropa de civil y con la caja de pandora de sagitario colgando de su espalda, era inusual verlo así, más que él abandonará su casa sin motivo alguno.
―Seiya ¿ocurre algo? ―Preguntó confuso del porqué el caballero más leal a Athena abandonaría el templo de sagitario.

―No en realidad, solo que en estas últimas semanas he sentido como si algo dentro de mi faltara, no sé realmente que es, pero estaré lejos del santuario un tiempo, hasta que pueda encontrar aquello que me hace tanta falta. ―Explicó desviando sus ojos café al suelo, sin importar cuanto tratara de recordar esos fragmentos de su pasado perdido, le era imposible lograrlo.
Todo era oscuridad dentro de su mente… oscuridad que sabía que solo se disiparía buscando la verdad.

―¿Estarás bien lejos, Seiya?

―Sí, a Koga le Sirvió estar lejos por un tiempo, sé que a mí también cuiden del santuario y de la señorita Saori mientras yo no estoy, ¿entendido? ―Pidió colocando su mano sobre el hombro del santo de Aries, sonaba un tanto preocupante, no tenían suficientes refuerzos en el santuario y que uno de los caballeros más poderosos de Athena quisiera ír a buscar sus memorias perdidas sonaba verdaderamente preocupante, pero incluso sí él se interponía en su camino lo más probable es que todo terminaría mal.

Seiya había acabado con dioses, nadie podría realmente detenerlo cuando tenía un objetivo en mente, por lo que si Athena estaba de acuerdo con esto entonces no había razón para detenerlo.
Él era el Héroe de Héroes después de todo.

―Entendido, buena suerte a donde quiera que vayas amigo mío. ―Respondió Kiki asintiendo levemente, dejando que el caballero dorado de Sagitario siguiera su camino, el Santo dorado de Aries no negaba que esta acción le preocupaba demasiado, por algo todos habían hecho un voto de silencio con respecto a él y a su pasado.

Incluso Shun e Ikki, quienes ya no se encontraban más en este tiempo habían jurado jamás mencionar una sola palabra sobre Seika, Seiya no era iluso, ya no más, cualquier cosa que le hiciera dudar sobre el porqué querían evitarle saber más sobre su vida anterior a ser un caballero de oro era preocupante.
Más sabiendo que él llegaría hasta el final solo para descubrir que se ocultaba detrás de esa profunda oscuridad dentro de su mente, un caballero como él… no se rendiría hasta descubrir la verdad.

Y si la descubría la pregunta no era como lo haría, sino que es lo que haría una vez tuviera conocimientos de ese pasado que se habían esforzado tanto en ocultar.
Por la misma razón que si se atrevían a alterar el flujo el tiempo una vez más, la justicia divina de los cielos caería en el santuario con toda la ira de los 12 olímpicos.

―¿A dónde va el Maestro Seiya, Maestro Kiki? ―Interrogó Raki Confundida y preocupada al igual que su maestro, quien no podía apartar la mirada del caballero dorado de Sagitario, quien caminaba solitariamente por un camino gris.

―No lo sé Raki, pero a donde sea que él se dirija, espero que le vaya bien… aunque no puedo evitar sentir un mal presentimiento sobre esto. ―Respondió suspirando pesadamente, nefastos augurios se volvían a cernir sobre ellos, con la promesa de convertir a un gran héroe en una poderosa amenaza.

Los caballeros tenían prohibido pelear unos con otros, específicamente los dorados, Kiki esperaba que este presentimiento ignominioso fuera solo eso una simple idea, un simple malentendido, deseaba equivocarse y que todo fuese un mal sueño.
Pero… con tantas visiones de un mañana incierto, no estaba demás dudar de aquél que podría derrotar al santuario por sí solo.

Mientras tanto en la villa de Athena Saori miraba con preocupación al horizonte, mientras la figura de Seiya se ocultaba cada vez más en lo profundo de la oscuridad, su guerrero más leal, su guardián más devoto a ella y a su causa había estado teniendo sueños y visiones de un pasado que se le fue borrado de su mente.
Aún podía recordar la conversación que habían tenido no unas horas antes… él necesitaba esto, necesitaba reencontrarse a sí mismo, negárselo solo habría creado sospechas, Seiya era listo, ya no era el niño descuidado y un poco torpe que solía ser.

Ahora era un hombre… No era un perro con cadenas atado eternamente al santuario y a ella, era una persona con pensamientos propios, sueños y dudas, dudas que él buscaba desesperadamente responder.

Saori sabía que él jamás encontraría nada con respecto a Seika, ella había desaparecido de la historia, esa era la verdad que todos conocían incluyendo sus amigos, ¿pero si aún quedaban rastros de ella en el mundo? ¿Qué es lo que ella haría? La organización de Graude había sido desmantelada y Tatsumi solo cuidaba de los pocos fondos que aún quedaban de aquella organización, no podrían iniciar una operación de búsqueda y destrucción de archivos o fotografías comprometedoras, existían muchos riesgos en permitirle al hombre más fuerte del mundo andar a sus anchas en un mundo tan complejo.

Saori se sentía como una Hipócrita, siempre hablando de la verdad, la libertad y la justicia, cuando todo eso era justamente lo que le había arrebatado a Seiya.
Le había mentido, creando una realidad dentro de su mente para protegerlo, le había arrebatado su libertad de elegir para tenerlo a su lado siempre y no le había hecho justicia al tener que separarlo de su hermana por siempre.
Pero no pudo evitarlo, él era feliz viviendo una mentira a tener que afrontar una dolorosa verdad.
Porque ella entendía que a veces la verdad podía ser tan dolorosa, tan cruel que solo el dulce abrigo de una mentira podía darle paz a una mente a la que le habían arrebatado su pasado.

Era una diosa… pero aún tenía un corazón humano y por eso le dolía imaginar que un día Seiya descubriría lo que ella le había hecho y que, por eso, su guerrero más fiel se apartara de su lado.

―Shaina… Ven a mí. ―Pidió la diosa, únicamente para escuchar como ella aterrizaba a sus espaldas, arrodillándose ante su diosa al instante.

―¿Que necesita señorita Athena? ―Preguntó la amazona sin levantar su mirada hacia Athena, demostrando el profundo respeto que aún le tenía.

Al instante que Shaina hizo la pregunta Saori se volteó a ella, con una expresión de culpa acercándose lentamente a su guerrera de Plata
―No es secreto… que siento una enorme preocupación por Seiya, desde hace tiempo que ha estado muy distante, él no es así y me preocupa mucho que este viaje le revele la verdad en cuanto a su hermana. ―Reveló la mujer de cabello purpura y ojos cian hacia su amazona más leal, maestra de Koga y guarda espaldas personal de Athena, Shaina podía intuir de que se trataba, pero necesitaba aclarar esas dudas con su diosa.
―Shaina… te pido que vigiles de cerca de Seiya mientras él esté lejos. ―Al pedirle eso la amazona de la cobra carraspeó su garganta, ¿era en serio que Saori le estaba pidiendo vigilar al caballero de Sagitario? ¿Por qué razón le pediría algo tan personal como eso?

―¿Señorita Athena? ―Preguntó la cobra confundida, apuntando sus ojos esmeraldas hacia su ama.

―Shaina, entiendo que tú y Seiya han tenido un pasado conflictivo, pero necesito de ti en este momento, la mente de Seiya se encuentra en un lugar muy oscuro en estos momentos, es menester evitar que él descubra una verdad dolorosa. ―Decía con un genuino rastro de temor en su voz y en su mirada, no era ningún secreto que Saori aún sentía algo por él, pero a su vez sentía miedo porque él se volviera en su contra sí es que la verdad salía la luz, le aterraba tener que pensar que Seiya, su Pegaso Dorado, se apartaría de su lado e intentaría matarla por conocer su pasado, no temía por ella… sino por lo que sus caballeros le harían si se le pasaba por la mente traicionarla.
―No quiero saber que ocurrirá cuando el hombre más fuerte del universo sepa una verdad tan dolorosa como esa, sé que fue por su bien pero, sí él descubriera que para salvar su vida tuvimos que sacrificar la de su hermana… no sé qué sucedería o que haría él y temo lo peor. ―Explicó dándole su mano a Shaina para levantarse, ella por su parte asintió levemente.

Aunque Shaina también temía por Seiya, sabía que él no haría algo tan drástico como traicionar al santuario o a Saori… pero si lo hacía temía tener que imaginar el peor escenario posible, en ese caso ella tendría que asesinarlo para proteger a Athena.
Aún si sus sentimientos hacia él… aún seguían ardiendo con total intensidad, primero era una amazona y después era una mujer, en esta vida solo se podía luchar en una sola dirección, los sentimientos que se tuvieran de por medio… no importaban en lo absoluto, solo existía proteger a Athena y el Santuario, cualquier otra cosa que interviniera con ese ideal debía ser eliminado.

La vida de un caballero se resumía en dos simples opciones, lealtad o Muerte.

―Entendido, lo vigilaré de cerca señorita Athena. ― Susurró caminando en la dirección donde Seiya Se había dirigido, pero antes de Retirarse, escuchó por última vez la voz de su diosa.

―Y Shaina… gracias, sé que puedo confiar en ti. ―Reafirmó obligando a su amazona a mirarla nuevamente, esas palabras causaban un enorme sentimiento de orgullo en la amazona de la cobra, por supuesto que Saori confiaba en ella para salvar a Seiya de sí mismo.

Shaina ya lo había salvado de la muerte más de una vez… por eso apreciaba que Saori tuviera tanta fe sobre ella, para que, en dado caso que Seiya se desviará de su camino, ella estaría allí para ayudarlo a enderezarlo hacia la dirección correcta, una vez más.

Continuará en; Caballeros del Zodiaco: Guardianes del Universo.
(Saint Seiya: Guardians.)
Capítulo 13: Mi Querido Pegaso.

§

El caballero de Sagitario se encontraba completamente solo en su casa, había tenido muchas cosas que pensar toda la semana, los día se hacían eternos en el santuario, con el recordatorio constante de que una guerra se acercaba a paso lento pero seguro.
Caballeros iban y venían, algunos regresaban con vida mientras que otros… Solo se perdían en la historia como en las batallas que acontecían día con día, usualmente eran caballeros de bronce o plata, pero no por eso eran menos seres humanos, todos habían tenido sueños o aspiraciones, algo por lo que vivir, luchar y morir.

Sora había estado pensando en eso sobre todo por su hermano, más específicamente por las palabras de Seishin, el camino correcto no siempre era lo que uno deseaba, lo que uno quería.
Sino lo que los demás necesitaban porque la realidad era que sin importar que tan doloroso fuera, las necesidades de miles superaban a las de una sola persona.
Lo había entendido muy temprano en su vida, cuando su padre se sacrificó heroicamente para salvar a la humanidad, pero su dilema no estaba en como salvaría a toda la humanidad del oscuro presagio del futuro, todos los dorados estaban enfocados en esa única misión, incluyéndolo a él, no, su dilema se encontraba en: ¿cómo lograría salvar a la única persona por la que valía la pena sacrificar su alma?

No podía seguir apartándolo… y por supuesto que no podía seguir tratándolo como lo había estado haciendo, no era el hermano más amoroso del mundo y él lo reconocía… pero si al menos pudiera ayudarlo a sobrevivir… si tan solo pudiera darle algo para que su pelea fuese menos arriesgada, así podría ayudarlo y más pronto que él pudiera entregarle ese algo que le ayudará a sobrevivir, podría pensar en la mejor manera de ayudarlo a salir de esta vida.

Y tenía una idea de que podría darle para que su batalla fuera más amena, aunque no sabía sí él estaría listo para conocer aquella técnica.

Al escuchar pasos por su casa, desvió su mirada hacia la entrada de su casa, allí se encontraban los cinco herederos incluyendo a su hermano menor, aunque en la alineación había un sexto muchacho, un joven de cabello gris cuyo único ojo descubierto era de color azul.
Los cinco parecían incomodos, incluso indecisos, no entendía por qué, pero Seinma era el único que desviaba la mirada de él tratando de no hacer contacto visual, hasta que sus ojos se toparon con Sora, lo cual lo obligó a poner la mirada al frente.

Siendo que no eran enemigos Sora los dejó pasar, aunque no entendía quién era el chico nuevo… pero podía asumir que él era el heredero que faltaba.
Una vez que Seinma pasó a Sora volvió a desviar la mirada, lo comprendía… por esa razón suspiró pesadamente, tenía que hacer esto bien… al menos solo una vez.

―Oye Seinma…―Sora lo llamó obligando al muchacho a detenerse, Seinma miró a sus espaldas confundido, que era lo que su hermano quería, sus compañeros también lo miraron curioso.

Por su lado Seinma les dijo que siguieran sin él, se sentía curioso de que era lo que su hermano quería decirle esta vez, quizá sería otro regaño… quizá nuevamente tendrían una conversación que terminará con ellos discutiendo sobre un enorme desacuerdo… Pero estaba dispuesto a arriesgarse si con eso podía tener una conversación real con su propio hermano por primera vez.

―¿Sí, que sucede Sora? ―Preguntó el muchacho acercándose al santo dorado de sagitario, sus miradas finalmente se cruzaron en lo que pareció una eternidad.

Incluso Sora podía sentir que Seinma no estaba conforme con estar solo con él… pero, esta vez no quería ser duro con él, solo quería tener una pequeña charla con su hermano de sangre.
―Yo… uh… supe que tu y tu equipo lograron derrotar a Arkhamira y… pasar su primer desafío. ―Decía rascándose la nuca, tratando de encontrar desesperadamente las palabras correctas para seguir la conversación… a veces menos era más, así que eso sería lo que él haría.
―Bien hecho…

Dicho eso Seinma cambió su expresión incomoda a una de genuina sorpresa, poco a poco una sonrisa sincera se dibujó en su rostro.
―Uh… gra-gracias hermano…―Murmuró haciendo que sus ojos brillaran de alegría.

Sora por primera vez sentía que podía solventar las cosas, que podría hacer bien en esta ocasión, puede que él lo hubiera abandonado por años, pero aún lo quería, era duro, pero era para tratar de hacerlo fuerte o al menos eso era lo que él trataba de convencerse mentalmente.

―Escucha, aún te falta mucho por aprender y sigo en contra de que te hayas convertido en un caballero, pero… sé que algún día serás un gran hombre… un gran ser humano. ―Aclaraba dándole a su hermano un ligero alivio, quizá Sora no era tan malo como parecía… y quizá habría esperanzas para Kobu, Seinma quería creer en eso con todo su corazón, pues él siempre decía que todos merecían una segunda oportunidad.
―Bueno… eso es todo, anda ve con tus amigos. ―Sin más Seinma asintió, no era necesario decir gracias o disculparse, lo mejor era empezar con el pie derecho, con eeso comenzó a retirarse

Borrón y cuenta nueva no parecía difícil, aunque no se agradaran en un inicio, seguían siendo hermanos, familia, el legado que un gran guerrero dejó atrás con la esperanza de que ellos se entendieran y apoyaran sin importar cuales fueran sus diferencias, eran hijos de Sebastian…
Un hombre que había dado todo de sí… por un mañana mejor para la humanidad y para sus hijos.

―Y Sora… ―Fue entonces que él se detuvo para decirle una última cosa a él. ―Me… gustaría saber más de ti hermano.

Sora no sabía si sentirse sorprendido o feliz, pero Seinma quería dar un primer paso en la dirección correcta para mejorar su relación como familia, lo cual le daba esperanzas a Sora, quizá esto no estaría tan mal como lo imagino, era solo que aún no estaba preparado para ser lo que él necesitaba.

Quizá cuando esta guerra terminará y pudieran vivir tiempos más alegres juntos, ya habría otra ocasión.
―Sí… quizá un día de estos Sein…― Dicho esto Seinma asintió levemente, retirándose de la casa de sagitario dirigiéndose directamente a la cámara del patriarca. Aún no, quizá en un futuro, pero aún no…

Seinma tenía un largo camino por recorrer, aún no estaba listo podía verlo, tendría que esperar un tiempo hasta que viera los frutos de su trabajo, solo así podría enseñarle esa técnica.
La técnica que su padre había desarrollado para vencer a cualquier oponente sin importar lo poderoso que este fuera, una técnica capaz de derrotar a cualquier enemigo con un solo golpe, una técnica que había pasado de sus manos a las manos de su hijo mayor.
Su legado viviente… y su orgullo.

Ahora él poseía esa técnica con la cual había llegado a dominar el octavo sentido y estaba en él enseñársela a su hermano menor, como hijos de Sebastián de Leo era su deber aprender esta técnica para así heredársela a sus sucesores.
Para que la memoria de su padre siguiera viviendo en ellos y en sus hijos… y en los hijos de sus hijos.

Hasta que el último de ellos finalmente encontrara lo que su padre, sus abuelos y tátara abuelos habían buscado desesperadamente por siglos, por lo que cada uno de ellos había luchado, derramado sangre y agonizado hasta desfallecer, lo único que ellos querían y anhelaban…. era la paz.

El Episodio Zero Aún no ha terminado.

Ceci est pour toi ShainaCobra, j'espère que tu l'apprécieras autant que j'ai aimé l'écrire, ce merci est pour toi, d'un humble serviteur, merci beaucoup pour tout ton soutien.

Y un agradecimiento enorme a mis viewers, nos estaremos viendo en un próximo capítulo de.
Caballeros del Zodiaco: Guardianes (Episodio Zero)