Caballeros del Zodiaco:
Guardianes del Universo.
(Saint Seiya: Guardians)
Episodio 0: El Camino Hacia la Guerra Santa
Capítulo 0.10: Agonía.
"Comprendo la misión, aunque me aterra imaginar las consecuencias de entregarme totalmente a ella, ¿por qué donde queda el hombre y donde termina el patriarca? Temo que al entregarme a este papel yo terminé abandonándolo todo, a mi familia, a mis amigos… a mi hija…
Temo tanto que al haber aceptado esta misión mi destino sea convertirme en algo menos que un hombre, convertirme en una máquina al servicio de la guerra perdiendo todo de mí, mi ser, mi identidad… Mi alma. Tal y como pasó con Seiya.
Esta misión terminó arrebatándole todo eso y más, ¿qué tan lejos estamos dispuestos a llegar para cumplir con ese sueño? ¿Qué tanto estaremos dispuestos a sacrificar para darle fin a esta guerra infinita?
Hay un límite que como hombre no estoy dispuesto a aceptar, pero como patriarca sé que yo jamás tendré la oportunidad de evitar un sacrificio necesario, de poner el valor de una vida por la de cientos, yo… no soy tan fuerte como tú, eso va contra todas mis creencias y principios como hombre… así como ser Humano.
Yo no deseo que haya más sufrimiento, pero es necesario, hace tanto que lo comprendí… Para que otros vivan alguien más tiene que pasar por una agonía indescriptible, así como una penitencia imposible de soportar solo.
Mi verdad… tu verdad, se basa en esa idea, debemos soportar el peso del mundo sobre nuestros hombros, sin importar lo cruel o inhumano que sea, debemos persistir y perdurar, aunque nuestras vidas terminen de forma cruel o violenta, es nuestro destino, nuestra eterna penitencia entregarnos a esta tarea para evitarle este sufrimientos a nuestra descendencia.
Porque yo como hombre, como futuro padre no quiero permitir que mis hijos conozcan el dolor por el que fui obligado a pasar, no quiero que él o ella pase por esta misma agonía de tener el peso de todo el universo en mis hombros.
Harbinger, hablas de fuerza, hablas de entregarnos a la misión sin dudar de lo que ocurra o a quien… Pero no puedo dejar de pensar en mi hijo, en el producto de mis entrañas, por qué si esta vida termina cobrándose la suya como pago por mis pasadas transgresiones, mi vida llegará a su final en ese instante… porque prefiero pasar toda mi vida siendo un mártir, que a perder la única esperanza que me queda en ese universo, estoy dispuesto a morir y dejar al mundo desprotegido de mi guía a pasar toda mi vida arrepentido por no haber podido proteger a mi hija...
Mi último sueño como un hombre libre."
Todo comenzó con una explosión que retumbó por todo el santuario, seguido de un gran destello que cubrió toda la casa de Géminis, para culminar en miles y millones de pedazos de concreto y mármol cayendo pesadamente alrededor del santuario causando un poderosos estruendo al impactar contra el suelo, los cuales eran rápidamente suprimidos por la batalla que acontecía dentro del templo de géminis, dos de los caballeros de oro más poderosos del universo se batín en un duelo a muerte.
Uno para descubrir la verdad detrás de las mentiras de Saori y la otra para evitar que eso pasara, estaba prohibido pelear entre caballeros, sobre todo entre santos de Oro.
Pero a pesar de ello ambos se atacaban con furia utilizando sus mejores técnicas en contra de su adversario…
Pero en lugar de ser una batalla imponente era un conflicto de aflicción, ninguna de las dos partes estaba disfrutando de tratar de abatir a su compañero, nadie deseaba que esto terminase de esta forma, con ambos derramando la sangre del otro sobre el suelo.
Pero para alcanzar la verdad la sangre dorada debía correr por los suelos del santuario, la guerra de los mil días se le conocía de esta forma no por que durará mil días en el mundo real, se le llamaba de esta forma por qué los caballeros dorados luchaban encarnizadamente a la velocidad de la luz por tanto tiempo, el tiempo se movía tan lento que horas durante el combate que solo llegaban a ser simples segundos en la vida real que ambos podían sentir que estaban luchando durante mil días y mil noches incesantes de batalla y conflicto.
Ningúno llevaba la delantera en esta abrumadora muestra de poder dorado, si uno iba a caer sería ante la caída incesante de estrellas estallando al unísono de Géminis o frente a las infinitas flechas doradas de Sagitario.
Luchando entre sí por la supremacía de sus portadores, mientras Integra lanzaba ataques consecutivamente con la furia de una supernova Seiya no dejaba de moverse, esquivando en tiempo límite para responder lanzando golpes y flechas cósmicas que lograban superar la velocidad de la luz, atravesando los ataques de la santa de Géminis como si estos fuesen hechos de papel o de una tela lo bastante fina para que estos traspasaran sin ninguna dificultad.
La sinfonía de golpes que resonaban por todo el santuario era tan rápida que antes de que sonara el último golpe chocaban cinco más.
Alrededor de ellos el agua no caía, se mantenía estática en el aire bajo los estruendosos golpes del metal contra metal, creando una enorme esfera acuática alrededor de toda la casa de Géminis, dejando seco el interior durante el combate de ambos caballeros de oro, quienes no paraban de atacar o responder a una velocidad no invisible, inexistente para ojos mortales.
Convirtiendo este intercambio de ataques como sus técnicas en algo aún más imponente, culminando en un único choque de puños que ocasionó un enorme estruendo, al lado de un gigantesco resplandor que sacudió al santuario por completo.
Ambos caballeros retrocedieron, jadeando con fuerza después de haber luchado durante tantos días aunque apenas habían pasado unos simples segundos, poco tiempo más tarde una enorme capa de agua cubrió sus cuerpos, empapados de sudor y sangre, Integra se había resistido como lo haría una digna portadora de la armadura de Géminis.
Seiya podía reconocer su valía, su fuerza al igual que su enorme poder dorado, poder que no solo lo había frenado sino que ahora lo estaba poniendo en serios problemas, creía que Kiki había sido difícil.
Pero contra la legitima portadora del manto dorado de Géminis estaba conociendo un reto digno de los viejos tiempos, una actuación impecable para una mujer que conocía los secretos de una de las armaduras más poderosas de todas, capaz de atravesar la realidad con sus propios puños.
Debía admitirlo, integra era buena, no sabía si era mucho más fuerte que su hermana o si ambas estaban al mismo nivel, pero sus ataques eran más que para contenerlo, su objetivo se encontraba en neutralizarlo quizá si Seiya se lo estuviera tomando con la misma seriedad que ella este combate habría finalizado después de los primeros tres golpes.
Pero trataba de ser lo más cuidadoso posible, aún sí se le consideraba un traidor.
Él seguía siendo un caballero y su lucha no era para herir a sus compañeros sino para hallar la verdad sobre lo sucedido con su hermana Seika.
El caballero de Pegaso sentía un fuerte dolor que había atravesado su cuerpo, el costado derecho de su cuerpo ardía como los mil demonios, desde las aberturas su cuerpo comenzaba a sangrar, manchando el suelo de la casa de Géminis con su sangre.
Pero… esta herida no era nada a comparación de la que le había provocado a Integra en el pecho cruzando hasta su hombro derecho, la cual había comenzado a sangrar, probablemente tenía una fuerte contusión a parte de una fractura en el hombro junto a un par de costillas rotas.
Pero ni aun así ella iba a dejarse vencer tan fácilmente, aun así y con el inmenso dolor que estaba experimentando ella cayó al suelo arrodillada, jadeando fuertemente.
Seiya se Sentía honrado al luchar contra una guerrera tan fuerte como ella, pero se sentiría más honrado si no fuese de esta forma, si ella hubiera decidido evitar el conflicto y lo hubiera dejado pasar, ella tenía una larga vida por delante como para que la misma terminase justo aquí…
Había demostrado su fuerza y eso valía mucho para Seiya, tenían que parar antes de que alguien terminará muerto en esta pelea sin sentido.
―Integra… debes detenerte ahora mismo…― Seiya comenzó a hablar, en su tono se podía notar dolor pero no cansancio, estaba enfocado el su objetivo aunque aun así se le veía preocupado por el estado de salud de Integra, quien mostraba signos de agotamiento y dolor en su rostro.
―Esa herida que te provoqué, está sangrando, ¿no es así? ―Preguntó admirando como ella se sujetaba el brazo derecho tratando de evitar que Seiya la mirará, sus dedos goteaban mucha sangre, sangre que estaba manchando toda la superficie dorada de su guantelete, era una escena dolorosa de ver… pero más doloroso era tener que hacer esto para pasar por la casa de géminis y por el santuario habría querido evitar todo esto si hubiera podido, pero todo se había alineado para que al final Seiya terminase enfrentándose a sus compañeros dorados.
―No es fatal, pero si no la atiendes de inmediato terminará siéndolo… habrás muerto en vano. ― siguió avanzando lentamente hacia Integra, aunque en este momento fuesen enemigos, no hacía mucho habían sido compañeros, habían peleado por un mismo propósito, un mismo estandarte, no existía ninguna razón para que esto terminará con aún más sangre derramada, aún existía una forma de terminar esto de una forma serena para ambos y eso era si Integra lo dejaba seguir su camino hacia Saori.
―Apártate… no quiero seguir peleando contigo… me has demostrado tu valor y tu fuerza, eso debería ser suficiente para evitar una muerte innecesaria. ―Pedía listo para continuar, pero antes de dar un paso más la tierra se partió en dos frente a él Deteniendo su avance al instante y al divisar nuevamente hacia la Guardiana de Géminis, esta había levantado su brazo con los cinco dedos de su mano extendidos.
Había cortado el suelo con una onda de viento lo bastantemente fina como para hacer que el concreto bajo sus pies se partiera en una leve franja, marcada sobre el suelo de mármol.
Ella nuevamente se puso de Pie interponiéndose entre Seiya y la Salida de su templo.
―Por favor, apártate, tu vida vale mucho como para que termine de esta forma, solo hazte a un lado y déjame seguir mi camino. ―Pedía el caballero de Sagitario tratando de evitar más derramamiento de sangre, a este ritmo la iba a terminar matando, no por qué él quisiera hacerlo, pero por qué ella se interponía entre él y su búsqueda de respuestas.
―¿Por qué me tratas así? Como si fuese débil e insignificante. Esta vida es mía y yo decido como usarla… yo decido incluso el momento en el que se deba extinguir. ―La amazona de Geminis aparto su mano, con la palma totalmente manchada de carmesí, preparándose para pelear nuevamente. ―Al igual que mi hermana utilizaré esta preciosa vida como una herramienta para la paz, así que no me pidas rendirme. ―No le dolían los golpes o su hombro destrozado, le dolía que insultaran su orgullo como guerrera, su fuerza como santa de oro, podía permitir muchas cosas, excepto que no la considerasen una igual, que la mirasen hacia abajo sin reconocer su poder.
―Su voluntad y la mía se han vuelto una sola, se han vuelto una única fuerza. ―Exclamaba colocando su puño izquierdo en su pecho, sintiendo su fuerza y la de su querida hermana mayor recorriendo todo su ser.
―No me veas como un guerrero débil, veme como una igual… si quieres alcanzar la verdad deberás derrotarme utilizando el 100% de tu poder. ―Exclamó alzando su mano al cielo, convocando una vez más miles y millones de planetas que se fragmentaban ante su poderosa voluntad dorada.
―Lo hago Integra…― Respondió Levemente el caballero dorado de Sagitario, no quería llegar al extremo de terminar con una vida tan valiosa como la de Integra, una persona tan poderosa merecía que él luchase con todo su potencial combativo. ―Por esa misma razón no deseo que tu vida termine aquí. ―Seiya nuevamente bañó su puño de su cosmos dorado hasta el punto que todo su cuerpo fue envuelto en un aura dorada capaz de devastar todo a su paso.
―Pero mi hermana… es lo que me alienta a continuar a pesar de todo. ―Sus ojos se fijaron en Integra, quien se mantenía firme, con millones de planetas pequeños a su alrededor, listos para aniquilar a su enemigo con un solo golpe, un golpe que destrozaría todo en su rango de impacto sin lugar a dudas.
―Haré lo que tenga que hacer para llegar a ella…― Finalizó dejando finlmente las palabras de lado para resumir el combate entre caballeros de oro.
―Entonces Hazlo… pelea hasta que tu vida se extinga y tus huesos se vuelvan polvo ante la Explosión de un millar de Galaxias. ― Sin más dilación Integra Lanzó su ataque hacia Seiya, quien a su vez se abalanzó hacia ella corriendo directamente a su ataque, dispuesto a todo para cumplir con su promesa y volver a ver a la hermana que le habían arrebatado.
―Fragmentación del Infinito…―Susurró Seiya Lanzando su flecha dorada, dispersándose en miles y millones de flechas de Luz que se dirigieron directamente a Integra, quien a su vez lanzó su ataque hacia Seiya, con toda la intención de terminar esta pelea.
Poco sabía que esta batalla ya estaba perdida desde el momento que puso un pie fuera del santuario, en aquél instante que decidió hacer caso omiso a los consejos de sus compañeros y desde el momento que buscó la verdad, no habría victoria en la batalla.
Solo habría desesperación, tristeza y una agonía que jamás encontraría una conclusión, seguiría allí, ardiendo en su pecho, justo como la espada que le había atravesado el corazón.
"Debió haber sido Traumático, incomparable a cualquier otra cosa que debió experimentar e su vida, saber que tenía una hermana y que a su vez, ella estaba perdida en algúna parte del mundo, no solo eso, sino que… bueno.
Ella jamás volvería, pues ella está atrapada con nosotros, aquí… en esta era, tan alejada de su hermano, puedo comprender su dolor, su ira… no solo la comprendo sino que la comparto, conocer que tienes familia y perderla no poco después de saber que la tienes, viviendo con ese sentimiento nacido del fracaso por no haber podido estar allí para él.
Que al buscarlo por tanto tiempo por un accidente simplemente lo haya olvidado y después de tantos años recordarlo nuevamente, solo para ser secuestrada y llevada a una época que no conoces, a un mundo extraño y teniendo que vivir cada día de tu vida sabiendo que jamás estará junto a tu única familia nuevamente.
No solo es doloroso sino Cruel, pensar que a Saori pudo hacer esto, pero más que eso, que ella aceptó el trato con Cronos, comprendo por qué lo hizo, yo estuve allí y también deseaba salvar a Seiya…
Pero si hubiera sabido que al salvarlo lo estaba condenando al peor castigo que cualquier humano pudiera recibir, habría dejado que se fuera en paz, con sus memorias intactas evitándole más sufrimiento, acepto y reconozco el castigo que se me imponga por haber jugado con el destino de un hombre pero… Jamás fue con ese fin, jamás quise que esto sucediese.
Solo quería ver a mi amigo una vez más de vuelta en sus pies.
Pero supongo que aquél dicho tiene razón, el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.
Aún así de lo que más me arrepiento fue que mantuve el secreto hasta ese día que nos vimos por última vez, acepto la culpa, la reconozco y jamás la negaré, pero de saber que al hacer esto solo estaría lastimando a mi hermano… hubiese preferido despedirme antes que conocer el cruel ocaso de su vida.
La verdad es algo por lo que hemos luchado incansablemente, ese es nuestro lema para luchar, siempre la verdad destruirá a todo el mal.
Pero a veces la sinceridad no basta, se necesita algo más, se necesita algo en que creer, en que depositar nuestra fé… ¿por qué, que sucede cuando los hechos son tan dolorosos, tan horrible y tan crueles como para ser dichos? Pues se crea una nueva realidad en forma de una mentira que ayuda a hombres como Seiya a continuar adelante, a veces las falsedades pueden ser mejores que la realidad.
Por qué en este caso la verdad solo causa una tragedia, la verdad no agregaba nada…
Seiya jamás volvería a ver a su Hermana, Saori Habría perdido a su guerrero más leal y todo lo que había acontecido aquella noche no habría valido para nada, solo para reafirmar lo que ya se sabía, el soldado más valioso de todo el ejército ateniense lo había perdido todo…
Su título, su armadura, a su diosa… pero lo que más le dolía era haber perdido a su hermana, sin ella él no era nada, sin él santuario él no era nadie.
Solo un ser vacío que seguía sus instintos y nada más, sin un pasado en donde refugiarse, sin un futuro que anhelar, totalmente solo en el mundo, sin un hogar al que volver, sin una familia que lo esperará en algún lugar, Seiya ya no tenía nada…
Ya no era nada, solo la oscuridad y la muerte como su eterna acompañante ente este camino tan frío y lúgubre del que ningún humano había logrado escapar con vida.
Quizá esa es la mayor tragedia, el hombre que salvaba a todos… no pudo salvarse a sí mismo, el muchacho que le otorgaba sus sueños a los demás debió entregarse al sueño eterno aquél día antes de caer en la oscuridad de aquella triste noche."
Hubo un poderoso estruendo que sacudió todo el santuario, seguido de un alarido, un destello tan poderoso que se fue como llegó, en un instante, hubo fuego y sangre bañando todo el suelo del templo, Uno se mantuvo en pie… el otro cayó al suelo, después de un minuto entero de silencio siendo roto por las gotas de agua que caían incesantemente al suelo.
Se escucharon un par de pasos que resumían su camino…
En medio de la noche, repleta de oscuridad y relámpagos que destellaban a lo lejos una silueta solitaria avanzaba por el santuario… su armadura dorada se encontraba recubierta de grietas y de sangre, sangre que era limpiada por el agua que caía sobre ella, pero, aunque esta se desvaneciera, jamás podría limpiar los pecados que había cometido.
El Pegaso dorado caminaba por la senda dolorosa, totalmente herido, los ataques de Integra habían logrado romper su armadura, no solo eso, las alas doradas de sagitario que en el antaño rebosaban de brillo se encontraban rotas, la derecha había perdido la mayoría de sus plumas y la izquierda solo se sujetaba por pequeños pedazos de oro que aún seguían conectadas a la espalda de la armadura.
El santo dorado de Sagitario había logrado pasar la casa de géminis pero… ¿a qué costo? ¿Este era el precio por conocer la verdad? Desde que conoció a Miho, todo en su vida comenzó a ír en descenso… no, no fue desde ese momento.
Fue desde que comenzó a tener estos vacíos en su mente, desde que indagó en su pasado, desde que quiso encontrar las memorias perdidas, él había hecho muchas cosas horribles en su vida, pero nada más horrible que lo que estaba haciendo ahora por hallar a su hermana, él tratada de convencerse de que esto era necesario para cumplir con su objetivo.
Que lo que hacía era parte de encontrar la verdad, para encontrar a su querida hermana, con eso así finalmente tener lo que todo el mundo a excepción de él tenían.
Una familia, para poder ser finalmente un hombre y no la sombra de uno, deseaba poder sentir lo que los demás sentían, pero la única vez que se sentía con vida era en la batalla, era esa promesa de dejar todo eso atrás lo que lo impulsaba, sin importar que tan cruel o doloroso fuera, Seiya Seguía adelante, pues Seiya de Sagitario jamás había retrocedido, había luchado contra viento y marea contra la adversidad, siendo que en cada uno de esos enfrentamientos él había ganado.
Ya no era cuestión de rendirse o pelear, esto era cuestión de que tan lejos estaba dispuesto a llegar para cumplir con su objetivo.
Que tanto estaba dispuesto a sacrificar para encontrar a su hermana, que to dolor estaba dispuesto a soportar o infligir para encontrar respuestas y cuál sería el final de esta encrucijada del destino que había sido puesto en su contra, la respuesta como siempre no parecía ser alentadora, anunciando un final gris para una historia tan triste.
Pero si con eso lograba obtener lo que tanto anhelaba, entonces continuaría, por qué eso siempre fue lo que él hizo, lo que jamás dejó de hacer pese a las circunstancias, seguir avanzando más allá del valle de la sombra de la muerte, segado por su infinita voluntad de siempre luchar por sus ideales.
Una lucha que al igual que esta historia, no tendría un final agradable… lo único que este viaje presagiaba desde su comienzo era dolor, desesperación y agonía.
No mucho tiempo más tarde llegó hasta la casa de Virgo… Donde su siguiente y último adversario que resguardaba las 12 casas del Santuario lo esperaba pacientemente.
Sentado en el centro del templo, en pose de meditación, preparado para enfrentarse al caballero errante, que había perdido el camino claro.
Fudo no exponía ninguna expresión en su rostro, no demostraba nada más que una tranquilidad apabullante, pero si algo había aprendido Seiya en todos estos años es que cuando un caballero de Virgo permanecía inmóvil e imperturbable, era por qué una tormenta se avecinaba.
Ambos se quedaron frente a frente en silencio durante un largo rato, hasta que el mismo caballero de Virgo adoptó una postura de meditación.
Esto solo podía anunciar que un nuevo conflicto estaría por desatarse justo ahora.
―Que? ¿No hay ningún monologo, ningún sermón, ninguna reprimenda, ni siquiera intentarás persuadirme a evitar un conflicto contigo? ―Interrogaba Seiya, totalmente iracundo, ya ni siquiera parecía él mismo, rem verdad parecía solo otro enemigo que los caballeros de oro debían derrotar con el rostro y la armadura llenos de tierra y sangre.
―¿No habrá alguna reflexión o discusión? ¿En serio solo pelearás contra mí? ―Preguntó nuevamente recibiendo como respuesta el silencio indiferente de Fudo, quien alzó su rostro hacia Seiya, para apreciar su estado físico y mental.
―No hay razón para discutir, cuando ya has dejado en claro tus prioridades. ―Habló el caballero dorado de Virgo en una idiosincrasia firme e inquebrantable, él era un hombre que medía la verdadera justicia e injusticia, ahora no veía ninguna de las dos… solo a un hombre que estaba en su límite mental y físico tratando de mantenerse cuerdo con una promesa imposible de concretar.
―Es inútil hacerte entrar en razón, los crímenes y los pecados que has cometido te han convertido en un enemigo a los ojos del santuario y mío, así que no gastaré mi tiempo tratando de convencerte… te aniquilaré antes de que pises un pie fuera del templo de Virgo…― Las manos de Fudo chocaron, creando un poderoso estruendo que sacudió toda la casa de la virgen.
―¡Supremacía celestial… Sabiduría de los Iluminados! ¡Ommm! ―Un poderosa fuerza invisible chocó contra el caballero dorado de Sagitario, quien recibió el ataque de lleno, siendo levantado agresivamente del suelo, quien no opuso resistencia alguna al momento que comenzó a sentir como su cuerpo comenzaba desgarrarse centímetro a centímetro.
―¡Desaparece Seiya!
Sin embargo Seiya miró hacia Fudo, en un movimiento tan veloz para los ojos humanos, él extendió sus alas doradas destruyendo la técnica de Fudo en un instante.
―¡Rahhhhhh! ―Él aterrizó en el suelo preparado para luchar nuevamente, esta estaba siendo una larga noche, una noche que no conocería el final hasta que las respuestas fuesen dadas al hombre que estaba luchando hasta la muerte por conseguirlas.
―Tendrás que hacer algo más que eso para detenerme. ―Advirtió preparándose para atacar, canalizando su cosmos por todo su cuerpo, para poder liberarlo nuevamente en una ráfaga de golpes infinitos.
―¡Ohhhhhh AHHHHH! ¡Meteoros… de Pegaso! ―Exclamó liberando millones de golpes dorados que se dirigieron directamente hacia el santo dorado de Virgo.
Él era uno de los caballeros del santuario con más poder, esto se podía ver en la barrera de cosmos que él había creado para defenderse, provocando que los meteoros chocarán contra esta, desvaneciéndose en el aire a pocos centímetros de Fudo, pero aun así su poder no superaba totalmente al de Seiya, mientras más y más meteoros arremetían contra su barrera.
Fudo de Virgo trató de mantener su barrera en alto utilizando su concentración total, pero los meteoros aumentaban su impacto al mismo tiempo que su velocidad seguía y seguía incrementando, siendo imposible de contener por completo, debía haberlo imaginado, esta era la fuerza del asesino de dioses.
El santo dorado de Virgo se mantuvo a pesar de que el empuje de los golpes del caballero dorado de Sagitario empezaba a empujarlo, hasta que tuvo que interceder, utilizando sus propias manos para evitar que siguieran, pero era imposible, el poder de Seiya superaba su técnica suprema.
Fue entonces que un golpe logró golpearle en el rostro.
Momento en el que Seiya detuvo su ataque, admirando como de la frente del santo dorado de Virgo un pequeño hilo de sangre descendía lentamente hacia su nariz … aún con eso su expresión se mantenía tan tranquila y neutral como cuando el caballero de oro entró a su templo.
―Hmmm… veo que tu fuerza va más allá de mi técnica más poderosa. Entonces… No me dejas otra opción. ―Fudo mantuvo su postura de meditación, canalizando su cosmos dorado, haciendo que este mismo fluyera a través de todo su cuerpo… manifestándolo en miles y miles de imágenes de Buda, las cuales comenzaron a cubrir cada una de las paredes de la casa de Virgo en un instante, rodeando a Seiya por completo, quien ya se había preparado para confrontar esta Técnica desde que había entrado a la casa de Virgo
―El Tesoro del Cielo. ―Murmuró Juntando las palmas de sus manos frente a él abriendo sus ojos de dos clores diferentes poco a poco revelando el amarillo y violeta de sus iris convirtiendo su expresión pasiva en una casi demoniaca que intentaría sellar el destino del caballero de Sagitario de una vez por todas en la técnica más poderosa de la armadura de Virgo. ―¡Kan!
Seiya fue golpeado con toda la intensidad del ataque de Fudo, quien arremetió inmisericordemente, sintiendo de primera mano como uno a uno de sus sentidos comenzaba a desvanecerse, sabía que al ser golpeado por esta técnica no podía ni atacar y tampoco defenderse, solo existía una única forma de contrarrestarla y esa era superar al poder del santo de virgo antes de que el daño fuera irreversible.
Lo cual se traducía a, debía llevar su cosmos al octavo sentido cosa que iba a hacer en el estado de Guerrero Invencible, reuniendo una enorme cantidad de cosmos, cantidad que Fudo no creía que sería posible bajo el ataque de los tesoros del Cielo, debía haberlo imaginado, el hombre que había derrotado a varios dioses él solo no se dejaría someter con tal facilidad, seguiría luchando contra cielo mar y tierra para cumplir con su cometido…Ardiendo, como la estrella infinita que él era Logró contrarrestar la técnica de Fudo.
―Cometa… De Pegaso ¡DEFINITIVO! ― Para que con un poderoso golpe lograse contraponerse contra el santo dorado de virgo, logrando incluso romper el tesoro del cielo a su alrededor, tratando de impactar directamente a Fudo, quien en un arrebato de fuerza y determinación volvió a lanzar la técnica, pero esta vez para redirigir los golpes de Seiya.
Ningúno de los dos caería hasta probar la fuerza del otro en un combate cerrado, la mente contra el cuerpo, una pelea que sería el inicio del fin de la travesía de Seiya por las doce casas en búsqueda de la verdad por su hermana Seika.
Entonces… 200 años en el futuro.
Shun se veía… apagado por decirlo de alguna forma, después de aquella larga charla parecía que su espíritu se encontraba en un punto de quiebre, jamás imaginó escuchar cosas tan dolorosas como crueles por parte de Harbinger y la verdad es que… Una parte de sí mismo quería creer en que todo lo que había sucedido había tenido una razón… un propósito más allá de que todo en el destino de Seiya se había alineado para hacerle daño física y psicológicamente.
Pero al parecer no había nada más que eso, Seiya había pasado por el peor desafío de su vida, no se trataba de enfrentarse a sus compañeros o tratar de entender las acciones de Athena.
Sino, el tener que enfrentar con su propia humanidad.
Durante tanto tiempo él fue eso; una idea, un símbolo, una representación de lo que un héroe debía ser, sin debilidades físicas o mentales, noble, valeroso, fuerte y perfecto en todos los sentidos.
Pero cuando finalmente encontró una debilidad todo en su vida fue en picada, no fue agradable y pospuesto que no fue fácil de asimilar.
Sobre todo, para él que creía haber conocido la historia, que creía… que Artorias le había contado todo lo sucedido aquella noche… pero no era así, había cosas que el santuario o sus santos jamás contarían a detalle, cosas que era mejor jamás recordar y sepultar al lado de la cruenta historia de la época más oscura del santuario.
―¿Ocurre algo Shun? ―Preguntó Harbinger después del largo silencio del caballero de Virgo.
―No… creo que ya he sacado todo…―Shun murmuró después de limpiarse las lágrimas, en verdad… había destinos peores que la muerte, mucho peores que la muerte.
―¿Y esta es la carga que tendré que soportar todos los días de mi vida?
―Lo lamento… pero así es…―Respondió el antiguo caballero de Tauro, mirando en dirección a Shun, podía percibir su profunda tristeza, así como una enorme confusión… el caballero Andrómeda había soportado muchos castigos, mucho dolor y mucha muerte a lo largo de su vida… pero ese dolor no era solo sino el preludio a todas las personas que vería sufrir, a toda la gente que moriría bajo su comando.
A todos aquellos hombres y mujeres cuyos sueños terminarían ante sus órdenes, cuyas vidas verían un abrupto final bajo sus órdenes… amigos, compañeros, hermanos que se encontrarían con sus muertes con él siendo el autor de sus decesos.
Un dolor que ningún humano debería conocer, pero con el que Shun debía estar dispuesto a lidiar cada uno de los días que le quedarán de vida, hasta el día de unirse a ellos en la muerte.
―Lo acepto…―La respuesta del hombre de cabello esmeralda sorprendió a Harbinger más de lo que imaginaba, cualquiera en su posición dudaría e incluso temería tomar todas estas decisiones difíciles… Pero no Shun, él ya conocía el destino de su constelación, había entendido la razón de su existir hacía tantos años, él era el mártir del santuario y de Athena.
En él recaería cada decisión difícil, cada momento de inflexión y debilidad, era la carga que él debía contener… pues su propósito, su deber, era aún más importante que su propia vida mortal.
Un peso que solo podía ser dejado en los hombros de un hombre tan fuerte como Harbinger y un peso con el que Shun iba a aprender a Vivir.
―Acepto el destino que me ha sido conferido. Acepto las consecuencias, acepto la responsabilidad de este puesto… sé que no habrá un final agradable… pero haré lo posible para que terminar con esta guerra de una vez por todas, entregaré mi vida a ello si es necesario. ―El caballero de virgo habló, con la misma fuerza como determinación que su compañero Seiya lo había hecho hacía tantos años.
―Me alegra que finalmente estés preparado Shun… ha tardado mucho pero finalmente te veo listo para esto. ―Respondió el antiguo caballero de Tauro, sonriendo de que finalmente todos estos años de entrenamiento finalmente habían dado sus frutos Ante el advenimiento de la guerra santa ya no habría tiempo para dudar, rápidos, precisos y poderosos debían ser, pues el conflicto bélico más sangriento del santuario estaría a punto de comenzar
―¿Lo crees así Harbinger? ―Preguntaba Shun todavía indeciso, con tantas preguntas, con tanto que hacer y no sabía si disponía del tiempo suficiente para conseguirlo.
―Yo… no me siento muy diferente…―Murmuró bajando su mirada hacia sus manos, todavía tratando de asimilar que pronto él estaría al cargo de todo el santuario y que Harbinger se habría ido para siempre.
Era como lo que le había sucedido a Seiya, Shiryū y Hyoga, pero cuando lo de ellos fue casi instantáneo, Harbinger había sido lento, pero por supuesto que también sería doloroso… Perder a un amigo nunca era fácil, jamás sería fácil, pero debía comenzar a asimilarlo, pues esto sucedería de la misma forma por mucho tiempo más en el futuro.
―Oh pero lo eres, desde que llegaste hasta el día de hoy te has vuelo más sabio, más fuerte física y mentalmente. ―Declaraba viéndolo detenidamente, llevando consigo con orgullo la poderosa armadura dorada de Virgo como Fudo lo había hecho hacían muchos años atrás
―Creo que finalmente no necesitarás nada más de mí… y creo… que finalmente podre encontrar mi último descanso. ―Aclaró suspirando larga y pesadamente, percatándose de que, en efecto, este tiempo se habían ido en un instante, antes parecía que tenían todo el tiempo del mundo desde su llegada, pero ahora en estos instantes ya no le quedaba más.
Este era el final y lo sabía, lo había sabido desde hace tanto tiempo, pero… se sentía bien con esto, no sentía miedo o dudas, pues estaba dejando la obra de su vida en manos de alguien que sería capaz de cuidar del santuario de la misma forma que él lo había hecho durante tanto tiempo.
―No sé si estoy listo para decirte adiós Harbinger… No sé si yo…―Shun no quiso decir más, pues sabía que las lágrimas volverían a desbordar de sus ojos en cualquier instante, no estaba listo para despedirse, no aún.
―Tranquilo… aún me falta una última lección que darte…―Harbinger respondió colocando su mano sobre el hombro de Shun, otorgándole una paz y tranquilidad inigualables, ¿acaso… los caballeros que vinieran a él también se sentirían así con un pequeño gesto como ese?
―Ya puedes retirarte Shun… ahora déjame solo, quiero, tener un momento de contemplación antes de que llegué el día de mañana. ― El caballero de Virgo asintió, levantándose de su asiento y saliendo de la cámara de Harbinger, no sin antes hacer una respetuosa reverencia hacia el viejo maestro.
Shun… no quería decirle adiós a uno de sus amigos nuevamente, pero comprendía que tarde o temprano Harbinger ya no estaría más con ellos, había aprendido muchas cosas de él, muchos secretos, había comprendido tanto del puesto del patriarca que no sabía cómo empezar a agradecerle haberlo guiado por este camino durante todo este tiempo.
Él lo comprendía y lo aceptaba… había sido el pilar principal del santuario durante tantos, tantos años, 200 años sonaban como poco tiempo cuando él había pasado todos esos años dentro del portal espacio temporal, se sintieron como una brisa, o como el golpe de una marea.
Pero el antiguo caballero de Tauro había sentido el golpe de esos años directamente, era hora de dejarlo descansar para poder tomar su lugar como le correspondía.
Era duro… pero era justo, la mejor forma de agradecerle sería empleando todas sus enseñanzas para mantener un santuario unido contra los peligros del ocaso.
―Lo he logrado, querida Saori… Finalmente Shun estará listo para recibir el puesto del patriarca. ―Decía Mirando directamente a la ventana que se encontraba frente a su cama, para apreciar la hermosa luna Azul frente a él, brillando tenuemente para él ante las nubes que cubrían el cielo, parecía que iba a llover, pero no había caído ni una sola gota de agua del cielo en toda la noche.
―¿Hice bien mi papel? ¿Te he hecho sentir orgullosa? Solo dame una señal, no importa cuál sea…―Rogaba buscando a su diosa en la Luna y en las Estrellas, él se había equivocado, se había equivocado mucho en el pasado, pero cuando más necesitaba a alguien ella estaba allí, guiando cada uno de sus pasos hacia el camino verdadero, ciertamente sus ideologías chocaban… pero ella fue la única persona en todo el mundo que él llegó a respetar y Amar hasta su triste final.
―Solo necesito una señal de que hice todo bien… para poder irme en paz…―Cerró su único ojo pensando que en efecto, ella lo había abandonado definitivamente. Pero al sentir una luz tocando su rostro abrió su ojo, únicamente para encontrarse con la luna azul, tan resplandeciente y hermosa como era el astro vecino de Ninbus… quizás el viento había logrado moverlas, pero no había sido eso, por un instante sintió un tacto sobre su piel arrugada al igual como su pecho expuesto, el cual tenía una enorme cicatriz de batalla impresa, hecha aquella noche casi igual a esta, un calor que no podía provenir de nadie más que de su diosa del cosmos que ella emanaba, casi como si pudiera verla entre los destellos de luz azul la vio sonreírle levemente, para simplemente desaparecer al pestañear su ojo, lo cual lo hizo suspirar de alivio, eso era todo lo que él necesitaba de esta vida, una única respuesta, de la persona que le dio todo en la vida.
―Ahhh… me siento honrado, gracias, querida Saori…―Murmuraba aliviado, reposando su cabeza en su cama, para finalmente descansar entre sueños antes de que su descanso eterno comenzará.
―Pronto estaré nuevamente junto a ti, para charlar. Una, última… vez…― Shun escuchó a lo lejos, saliendo finalmente de la cámara del patriarca, mirando hacia el cielo, como una pronta ave que perdería sus alas, siendo encerrado eternamente en una prisión de oro y mármol.
Pero eso en lugar de entristecerlo lo alentaba, pues esa prisión se convertiría en el bastón de la esperanza de muchos de los caballeros que buscarían su sabiduría y su consuelo, pronto él sería la persona que le otorgaría consuelo a los demás en sus momentos más oscuros, el hombre que tomara las decisiones más importantes, el patriarca que llevaría a miles de soldados a la batalla.
Aun así permanecía un sentimiento de miedo en su interior, esto era lo correcto, la decisión acertada, su razón de encontrarse en este tiempo y en esta era… pero, ver morir a sus soldados, tener que pasar por la tortura de no poder estar cerca de su familia, tener que soportar el fallecimiento de los caballeros que darían todo por él como por Athena…
Era algo que no sabía cómo soportaría, pero ya habían pasado por el punto de no retorno hacía tanto tiempo, tenía que ser fuerte, tenía que soportar lo que nadie más podría soportar.
Con fé, fuerza y determinación al igual que Seiya.
Aunque su determinación terminó corrompiéndose, su voluntad era inquebrantable, si había algo que aprender de su historia es que la obsesión jamás llevaría a nada bueno, mientras que; sí enfocaba esa fuerza, coraje y valor en un único objetivo que beneficiara a todos debía ponerla en práctica, con el único propósito de acabar con las guerras santas , terminar el ciclo del odio y restablecer la paz en todo el universo, entre los dioses como en el mundo humano.
Un caballero como él debía comprender que el final llegaría tarde o temprano, pero hasta ese momento debía utilizar todas las piezas que estuvieran de su lado, tomar las decisiones correctas en los momentos indicados, jamás sacrificar a otros o a sí mismo en los momentos menos decisivos.
Él había comprendido eso hacía tantos años, un sacrificio debía conllevar a una recompensa, una ventaja que trajera consigo una ventaja en la batalla, lo había visto en miles de ocasiones diferentes.
Perdían algo valioso, pero siempre obtenían algo más de regreso, no todo en la vida tenía porqué ser cruel, incluso en el desconocimiento existía una belleza que muy pocos podían apreciar, una nueva alternativa, un nuevo tipo de triunfo.
Y ese era el poder reconstruir, crear algo nuevo, mientras las raíces siguiesen siendo fuertes siempre existiría una posibilidad de levantarse para comenzar de nuevo.
Con eso, comenzó a caminar hasta perderse en el horizonte de la noche, aunque al mirar una última vez al cielo, se encontró nuevamente con la luna y sonrió.
Realmente era una hermosa noche…
Agosto 20 del 2271
03:54 AM.
200 años Antes.
Anteriormente pasar por los 12 templos había sido un honor, una muestra ineludible por salvar a su diosa, la prueba de su infinita capacidad siendo solo un hombre, tal como un ser humano… pero ahora esto demostraba que cuando tenía una meta nada podía interponérsele, incluso si eso significaba traicionar todos los ideales de lealtad y nobleza que se le atribuían.
Incluso si eso significaba ir en contra de la diosa por la que tanto había sacrificado, por la que tanta sangre derramó, aquella por la que estuvo al borde de la muerte en más de una ocasión, esa mujer por la que tantos enemigos había vencido y asesinado.
Todo, por recuperar a la hermana que había perdido después de la batalla contra Hades.
Fudo había demostrado ser un adversario impresionante, al igual que Integra y Kiki lo habían sido, pero al igual que a ellos dos, Seiya lo había superado por un amplio margen de fortaleza como de determinación.
Los había derrotado a todos, ya nada se interponía entre él y los demás templos restantes, a excepción de una púnica persona, el hombre que custodiaba la cámara de Athena… el actual patriarca, Harbinger de Tauro…
Aun así no había encontrado ninguna satisfacción en tener que abrirse paso a golpes, en lo que solía ser su hogar, había querido evitarlo, realmente quería haberlo evitado, pero no le habían dejado ninguna opción, realmente lo único que le había quedado había sido luchar por obtener su tan preciada verdad…
Estaba cansado, solo le quedaban 2 horas, tanto la de Piscis como la de Acuario… esta última ya se estaba extinguiendo sus compañeros habían logrado retenerlo por casi 12 horas, admirable, Seiya no tenía más que respeto por esos hombres y mujeres que habían dado todo para detenerlo…
Pero lo hecho, hecho estaba, de nada servía arrepentirse habiendo avanzado tanto y llegado tan, tan lejos, él más que nadie quería que esta noche llegase a su final…
Ya no quería seguir hiriendo a sus compañeros, solo quería respuestas, eso era todo… lamentablemente ningúno había accedido a sus peticiones, todos le dieron la mismas dos opciones, retroceder o confrontarlos en combate, retroceder jamás había sido una opción, solo avanzar de frente hacia el destino a pesar del dolor o de las heridas…
Seiya ya no soportaba más, creía que podría soportar esto… pero era difícil teniendo en cuenta todo lo que había hecho para alcanzar la verdad, aun así solo quería que esto terminará, para poder regresar a casa, a su vida antes del santuario…
Pero eso no sucedería hasta que pudiera verla nuevamente, no dejaría de luchar… hasta poder verla una última vez y pedirle perdón por haberla dejado esperando durante, tanto, tanto tiempo.
Aunque su armadura de oro estuviese casi totalmente rota, sus alas doradas fuesen meros remanentes de la vieja gloria de su pasado y su piel estuviera tan manchada de sangre como de tierra, él se mantenía firme a pesar de haber recibido los ataques más poderosos de cada uno de los caballeros dorados que aún permanecían con vida, aunque… aún quedaba uno…
Uno que lo esperaba en la cima del santuario.
El hombre que había comandado toda esta contraofensiva hacia él.
El actual patriarca del santuario, Harbinger de Tauro.
Aunque al pasar por su templo no pudo evitar mirar el mensaje que un hombre había escrito en la pared, un mensaje que al verlo por primera vez lo había hecho llorar por el cómo un hombre había dado todo de sí mismo para salvar a su diosa recién nacida… el acto que un hombre que había dado todo de sí mismo para proteger lo más importante que tenía, algo incluso más grande que su propia existencia…
Pero al verlo ahora ya no le causaba ninguna emoción, ya no le daba ninguna sensación de anhelo o regocijo, solo le causaba una enorme indiferencia.
Un caballero como él que había dado todo de sí mismo para proteger a la diosa que ahora lo estaba traicionando, le había dado todo… solo faltaba su vida y aun así creía que no sería suficiente, jamás sería suficiente para un dios…
Creía que una mujer como ella merecía todos esos sacrificios, solo para darse cuenta que ningúno de esos sacrificios habían valido la pena ante la traición que ella había cometido hacia él, habría entregado su vida a ella si jamás hubiese sabido lo de su hermana, se habría detenido si tan solo ella se lo hubiera pedido.
Pero no lo hizo siendo estas las consecuencias de sus actos contra él y en contra de su hermana…
Un buen hombre había dicho alguna vez que siempre debían luchar por una causa justa, por una razón más allá de ellos, algo incluso más grande que sus vidas, pero… ¿qué ocurría cuando esa causa los terminaba traicionando? ¿Qué sucedía cuando esos ideales con los que creías firmemente terminan dándote la espalda, que pasaba cuando tus ideales chocaban irremediablemente con los ideales establecidos de esa causa?
Lo que sucedía es que ningúno puede mantenerse fiel al otro, siempre habrá un… algo en aquella que vaya en contra de todo lo que crees y profesas, una disonancia, discordia, inconveniencia o un suceso que cambie las reglas del juego a algo completamente diferente de lo que creías conocer, cuando ese momento suceda ya no habrá vuelta atrás, estarás tan metido en aquellas ideas que la única forma de escapar será traicionar todas esas creencias que seguiste durante años, lo que ese valeroso hombre jamás supo es que, la causa siempre te terminaba traicionando, de una forma u otra.
Las ideas cambian, la gente crece, los eventos desafortunados… refuerzan esa misma idea, nadie puede mantenerse fiel a una causa por mucho tiempo, a menos que te ciegues a ella y permitas que moldee cada aspecto de tu vida, convirtiéndote en solo una sombra de quién solías ser.
Para Seiya ese momento era este y frente a las puertas del Patriarca estaba totalmente listo para confrontar esa verdad, había luchado contra sus compañeros dorados, derrotando a todos los que se habían interpuesto en su camino.
Al igual que su primera vez luchando contra los 12 templos él se encontraba totalmente herido, manteniéndose de pie por pura fuerza de voluntad, a punto de enfrentarse a su último desafío…
Pero muy similar a aquella primera vez, su primer enfrentamiento sería el último… Tauro contra Pegaso, dio un paso al frente para visitar las puertas del destino, abriéndolas de par en par… Ante las sombras su imagen más bien parecía la de un espectro que había invadido el santuario, reforzado aún más por los relámpagos que azotaban el cielo, causando que esta se viera aún más intimidante de lo que ya era.
Este ya no era el soldado valiente que se había enfrentado a Saga…
Este era un invasor que haría lo que fuera para llegar hasta Athena.
Pero como en aquella ocasión un soldado valeroso se paraba frente a él, evitando que avanzara más allá de este punto, un hombre que en algún tiempo fue conocido como el más violento y ruin de todos, pero que ahora llevaba puesta la túnica del patriarca junto con el casco dorado que representaba al sumo pontífice del santuario.
Se podía notar que debajo de la tela había un hombre muy alto y fornido, la misma dejaba ver los enormes músculos del santo dorado, bajo su casco podía sentir una mirada desafiante, que no dudaría en abatirlo para evitar que se acercará a Athena, en el pasado a él no le hubiera importado dejar que la asesinarán, de hecho habría buscado enfrentarse a él directamente desde que comenzó su ataque al santuario.
Pero las cosas habían cambiado drásticamente, él ya no era el mismo bastardo de aquél entonces, ahora era un hombre enfocado en la sagrada misión que Athena le había conferido, mirando siempre hacia arriba al hombre que se encontraba delante con un enorme respeto y admiración, pero en estos precisos instantes no veía a esa persona, veía a un enemigo delante suyo.
Harbinger de Tauro solo tenía una forma de lidiar con los enemigos y esa era hacerlos caer ante el enorme poder de su cosmos dorado.
―Harbinger…―Murmuró Seiya frente al poderoso maestro del santuario quien lo miraba fijamente bajo el casco dorado del patriarca.
―Seiya…―Respondió el hombre alto y fornido mirando con atención al santo dorado de sagitario frente a su rostro, se veía mal Pero el fuego de su mirada no se había extinguido, todo lo contrario, ardía como mil soles estallándose para convertirse en un agujero oscuro donde la luz no podía escapar. ― ¿Sabes? Es irónico encontrarte en esta situación, si mal no recuerdo, tu eres el guerrero legendario… y yo un simple bravucón que se ganaba la vida quitándosela a otros…―Añadía admirando como las cosas se habían intercalado de una forma tan horrible que el santo dorado de tauro apenas podía creer como todo esto se había retorcido.
―Un tanto sorprendente como cambiaron los lugares ¿no crees? ―Preguntó sonriendo impacientemente, aunque mentiría si dijera que en el interior no sentía pena por lo que iba a suceder a continuación acompañado de una poderosa alegría que invadía su pecho.
No iba a negarlo, siempre quiso enfrentarse cara a cara contra el guerrero legendario… pero no así, no de esta forma y ciertamente no cuando había sido reconocido por él como por Athena para ser el gran patriarca del santuario.
Pero eso ya no importaba más, lo único que importaba ahora era detener a Seiya para evitar que llegara hasta Saori, y obtuviera aquellas respuestas tan dolorosas que no necesitaba recibir y que, si lo que ella había dicho era cierto, causarían un daño irreversible en el espacio tiempo como lo conocían.
―Sí… lo creo…―Seiya murmuró preparándose para volver a pelear, ir en contra del patriarca era igual a ir en contra de la mismísima Athena… pero a Seiya esto ya no era importante, solo deseaba una única cosa y aquello se encontraba detrás de esa enorme cortina.
―No lo extenderé más de lo debido, el hecho que estés aquí me dice que derrotaste a los demás…―Decía apreciando al caballero dorado de Sagitario quien no respondió ante sus palabras solo se le quedaba mirando, listo para su siguiente batalla, ya no le quedaba mucho tiempo, debía llegar hasta Athena antes de que la llama de Picis se extinguiera por completo.
―Sabes que preferiría evitar esto, pero ambos sabemos que esa no es ninguna opción, así que dime. ― Aclaraba deteniéndose un instante para ver en dirección a Seiya una última vez, no como un enemigo a pesar de todo lo que había hecho, sino como una migo que se había extraviado dolorosamente del camino verdadero.
―¿Accederás a entregar tu armadura o tendré que arrancártela yo mismo del cuerpo? ―Interrogaba Harbinger haciendo crujir sus nudillos alistándose él mismo para este combate, incluso si los demás tenían habilidades que superaban a las suyas, él recordaba perfectamente que había sido él quien destrozó la espada de Theogenesis, la misma que fue forjada a partir de los fragmentos de la creación, siendo él solo un humano había conseguido destruirla, aunque se seguía preguntando si es que acaso, entonces comprobaría de primera mano cuantos cuernos colosales Seiya era capaz de aguantar antes de quebrarlo por completo
―Entonces sabes que yo no me detendré, no hasta hablar con Saori, no hasta que ella me diga lo que le sucedió a mi hermana. ―Añadía enfocando su mirada sobre él, hasta este punto sabía que ninguna clase de amenaza o advertencia lo harían parar, nada haría que él se detuviera de alcanzar su objetivo, ni él ni los demás cosa que ya había dejado más que cláro.
―Así que si la quieres, tendrás que quitármela de mis fríos y muertos huesos.
―Esperaba a que lo dijeras…―Entonces Harbinger alzó su mano hacia su casco de patriarca de manera lenta perso segura. ―Entonces no necesitaré esto…―En un instante la oscura prenda que cubría su cuerpo fue rápidamente arrancada, revelando que por debajo había estado llevando la armadura de tauro, en su mano izquierda sujetaba el casco del patriarca y en la derecha el casco de su armadura, el cual levantó del mismo extremo, revelando el cuerno roto que ese hombre le había cortado hacía tantos años.
―¿Recuerdas esto Seiya? Kiki me contó que este es el cuerno que cortaste hace tantos años atrás, en ese tiempo eras joven, pero esto permaneció como un símbolo de honor por el primer hombre que logró cortar el cuerno de esta armadura. ―Con esas palabras hizo a un lado el enorme casco dorado y la túnica del sumo maestro, para entonces colocarse su yelmo de batalla.
―Ahora, seré yo quien quiebre la voluntad del guerrero invencible. ―Con un poderoso estruendo y una fuerte corriente de viento recorriendo toda la cámara del patriarca, Harbinger se cruzó de brazos listo para manifestar su técnica más poderosa, preparado para confrontar a Seiya quien ya estaba completamente preparado para el último duelo que acontecería esta noche.
El guerrero invencible contra el toro de un solo ojo, como se había dicho antes, la única forma de vencer sería darlo todo, tanto en fuerza como en determinación, este combate solo se ganaría con fuerza de voluntad y perseverancia.
No existiría ninguna victoria en el dialogo, pero tampoco en el combate… eso era algo que Seiya ignoraba, pero su hambre insaciable por ír más allá, por alcanzar la verdad lo había cegado.
No habría victoria en el conflicto, únicamente agonía…
―¿Pues entonces qué esperas? ―Seiya interrogó avivando una vez más su ardiente cosmos dorado, preparado para enfrentarse al toro de oro por segunda vez en su vida.
―¡Vamos a pelear, Harbinger!
―¡Vamos SEIYA! ―Exclamó Harbinger pisando fuerte quebrando el suelo bajo sus pies, listo para embestir al caballero se Sagitario con todo lo que tenía, justamente lo que tanto quería, enfrentarse al legendario Seiya de Sagitario.
Incluso si este suponía el fin para uno de los dos, ningúno lo habría querido de otra forma, ambos habían vivido bajo el ardiente fuego del combate y morirían bajo el combate.
No había otra manera en la que querrían que fuera, pues sería un honor caer frente al otro a pesar de que en este preciso momento fueran enemigos, ambos se respetaban para no contenerse en ningún momento, con eso.
Dar la pelea de sus vidas hasta el sangriento, doloroso y amargo final.
Como diosa de la tierra me responsabilizo del dolor que he causado, tanto directa como indirectamente, jamás quise hacerle daño a nadie, ni a mis eternos guerreros quienes siempre han dado todo por mí… como a aquél hombre al que en mi búsqueda de salvarle la vida terminé arrebatándole todo.
No trataré de escudarme y esconderme detrás de la mentira nuevamente para tratar de aligerar los hechos, yo lamento profundamente todo el daño que ocasioné… sé que no habrá forma de reparar lo ocasionado.
Pero deben creerme cuando les digo que nunca habría hecho esto si hubiera tenido otra opción, jamás habría causado este dolor si me hubieran otorgado la opción de sacrificarme a mí misma la habría tomado… pero nunca tuve esa opción, jamás me la dieron.
Ahora debo vivir con esta pena por el resto de mi vida hasta mis días finales.
Seiya… perdóname… todo lo que hice lo hice por amor, por el amor prohibido que jamás será correspondido, pero si para que encuentres la felicidad debes marcharte…
Entonces es tiempo de dejarte ir, mi querido Pegaso Dorado…
Los poderosos golpes resonaban por todo el templo del patriarca con la misma fuerza e intensidad que habían resonado en los pasillos del gran templo del patriarca, do voluntades férreas dando todo de sí mismos, este sería uno de los combates más legendarios del santuario si tan solo dos hombres que solían ser aliados no estuvieran tratando de Asesinarse mutuamente.
―Ahg… Maldita sea…―El santo dorado de Tauro retrocedió ante el poderoso golpe del caballero de Sagitario, dejando una enorme y profunda marca en el suelo bajo sus pies, era difícil hacerlo retroceder, era casi imposible que alguien lograra hacerlo retroceder… Pero esto reafirmaba que estaba luchando contra el hombre que había superado a los dioses, aun así este colocaba su cuerpo contra el salón de Athena como un poderoso escudo dorado.
―No te acerques Más Seiya… Si lo haces, no tendré más opción que asesinarte. ―Exclamaba cruzando nuevamente sus brazos, listo para soltar a la bestia si Seiya seguía insistiendo en acercarse más a él
― ¿Y que has estado haciendo todo este tiempo, ¡eh Harbinger!? ―Exclamaba Seiya eufórico, en verdad ya no parecía ese valeroso guerrero que había conocido no hace tanto, se encontraba atrapado en un lugar muy oscuro, lugar del que el maestro del santuario no estaba seguro si saldría de allí como el hombre que fue.
―He tratado de contenerte el tiempo suficiente, pero sé que será inútil si no me terminas matando yo lo terminaré haciendo, ahora puedo apreciar que no me queda otra opción… Más que destrozarte completamente. ―El santo dorado de Tauro cruzó sus brazos nuevamente, llevando su cosmos al límite justo como lo había hecho durante su batalla contra Titán, aún sí esto no lograba asesinar a Seiya… al menos lo dañaría mortal mente.
―¡Ohhhhh arde cosmos! ―Nuevamente el corazón de Seiya latía al máximo, podía reconocer esta cantidad de cosmos que el santo dorado de Tauro estaba utilizando, Seiya se preparaba pues conocía ese ataque, lo había visto solo una vez… pero una vez había sido suficiente para anticiparse a su ataque más poderoso hasta la fecha.
―Cuerno… ¡COLOSAL! ―Exclamó lanzando sus brazos hacia adelante en un enorme estallido de cosmos dorado, Seiya fue totalmente tragado por el resplandor dorado de Harbinger, destrozando eventualmente todo el frente del templo del patriarca, creando una enorme explosión de luz que obliteraba todo a su camino.
Pero antes de poder cantad victoria pudo sentir nuevamente el cosmos de Seiya… eso era imposible, la única forma de evitar el golpe del cuerno colosal era esquivar, pero Seiya no había esquivado, muy por el contrario estaba deteniendo la tecina con su brazo derecho, que a pesar del titánico poder que estaba conteniendo en su mano y de haber perdido todo el guantelete se seguía manteniendo en su posición, mientras que en su brazo derecho Seiya preparaba su contrataque.
―¡Rahhhh! Eso no es suficiente, ni siquiera estás cerca de superarme, ¡HARBINGER! ―Exclamaba resistiendo la enorme cantidad de poder cósmico que el santo de Tauro estaba manifestando, el ataque que había destrozado una espada Divina y que ahora atentaba en destruirlo, su brazo izquierdo estaba apunto de ceder, si no fuera que ocurrió justo a tiempo cuando la cantidad de cosmos almacenados en el brazo derecho de Seiya finalmente lanzó su ataque directamente hacia la técinca de Harbinger.
―¡Meteoros de Pegaso DEFINITIVOS! ― La colisión fue tan qué resonó estruendosamente por todo el valle conmocionando a la gente a los alrededores, quienes solo podían ver un poderoso resplandor proveniente de la cima del santuario.
―¡Ohhhhhhh! ― Seiya golpeó con fuerza el cuerno colosal del patriarca, ocasionando que este mismo empezara a ceder ante su poderoso empuje.
―¡Rahhhhhhhhh! ―La intensidad del ataque de Tauro solo era igualada por los eternos meteoros dorados de Seiya que rompían la barrera del sonido y de la luz, un choque tan frenético y tan estrepitoso que era casi imposible distinguir que estaba sucediendo en realidad.
―¡Cae Seiya! ―Gritó el caballero dorado de Tauro imponiendo su fuerza sobre la de Seiya, intensificando su ataque, esta era la viva prueba de que un combate entre dos caballeros de Oro, jamás podrían terminar de otra forma que en destrucción.
Para un caballero de bronce o plata que jamás hubiera alcanzado el mismo nivel que ellos solo podían sentir la muerte en cada instante de la batalla, llegando al extremo de que nada que estuviera vivo podría sobrevivir dentro de ese choque de colosal de voluntades.
Esta era la prueba más viva de que cuando dos guerreros dorados luchaban, solo podría haber un resultado.
Muerte.
Aunque en un instante, el cosmos de Seiya desapareció solo para reaparecer frente a él nuevamente en un destello de luz.
―Nunca…―Susurró frente al toro de oro, con su puño cubierto en las llamas incesantes de su cosmos, mismo que utilizó para provocarle un enorme orificio en el pecho de la armadura que lo hizo escupir sangre.
―¡Ahhh…!―El caballero de oro fue brutalmente lanzado hacia las escaleras que se dirigían hacia su trono, destrocándolas al instante de chocar… el guerrero de un solo miró hacia la herida expuesta, la cual comenzó a sangrar horriblemente, aquél ataque fue sorpresivo y fatal, dos combinaciones peligrosas en una batalla entre caballeros de oro.
―Kgh… Maldición… me atravesaste el pecho…―Murmuraba tratando de jalar aire hacia sus pulmones, pero era inútil, aquél impacto le había roto todas las costillas, si alguna de ellas atravesaba un órgano vital Tauro podría conocer su fin más rápido delo que anticipaba.
―Quédate abajo, esa es mi última advertencia…―Seiya remarcó sus palabras con una fulminante mirada asesina hacia abajo, el combate ya había finalizado, era hora de confrontar a Saori, portadora de respuestas y mentiras.
―Ya no tengo tiempo para esto, tengo que hablar con Athena para saber la verdad sobre mi hermana. ―Aunque al seguir avanzando pudo apreciar como él se levantaba lentamente, evitando que avanzará más por el templo.
―No lo harás… no te permitiré hacerlo, ¡sobre mi frío y tieso cadáver! ―Habló interponiéndose nuevamente entre él y su destino, Seiya ya estaba harto de esto, alzando su puño para darle el golpe de gracia para atravesarle nuevamente el pecho y esta vez golpear su corazón directamente.
Pero antes de que eso ocurriera, escuchó un sonido… no era el sonido de la piel y los huesos siendo desgarrados, aquello era el sonido inconfundible de un muro hecho de cristal dorado, rebotando en él haciendo que su cuerpo entero se estremeciera.
―¿Eh? ¿Muro de Cristal? ― Mirando a la superficie dorada transparente frente a él, el gran muro de Cristal, al sentir una presencia a sus espaldas, Seiya lanzó un ataque que fue tragado por un portal que se dirigía hacia otros mundos.
―Uh, ¿un portal a otra dimensión? ―Esas técnicas no podían ser de otro que de Kiki e Integra, pero justo al instante de intentar contrarrestar aquellas técnicas, la imagen de un dios apareció frente a él impidiéndole moverse.
―Y esa es la imagen… ¿de Buda? ―Interrogaba totalmente sorprendido por lo que veía, él estaba en genuino Shock, sintió el cosmos de cada uno desvanecerse por completo, pero… aquí seguían, interponiéndose en su camino nuevamente, su distracción fue lo suficientemente eficiente para que Harbinger aprovechará para inmovilizarlo, arrojándolo al suelo para sujetar su cabeza y cuerpo contra el duro piso de mármol.
―¡Detente Seiya! ―Exclamó una voz familiar, una voz… que reconoció perfectamente, misma que lo sujetó del brazo derecho para que ya no pudiera moverse más.
―No sigas más. ―Pedía una mujer joven, cansada y herida, materializando una esfera parecida a un a punto de estallar en un instante, convirtiéndose en una bomba de tiempo que cavaría con su vida en un instante.
―Tu locura debe parar ahora mismo. ―Añadía una voz impasible que sujetaba su brazo izquierdo incapacitándolo totalmente, ya no tenía a donde correr, ya no podía atacar o defenderse. Solo podía forcejear a pesar de estar totalmente sometido contra el suelo a punto de ser obliterado.
Aún así él hizo lo necesario para mirar a sus captores, Kiki, Integra y Fudo estaban allí, no en mejores condiciones que él o que el patriarca, mirándolo con miedo, con la misma desesperación que él, sujetando a lo que parecía ser un animal salvaje que los iba a asesinar a todos a la primera provocación, no sabía si era el shock o sus miradas de miedo lo que lo sorprendía, o sus armaduras doradas rotas y cubiertas de sangre, sino… que aún en mal estado.
Con heridas fatales en sus cuerpos seguían intentando detenerlo sin matarlo, aun cuando él había intentado hacer eso mismo.
―Están vivos… aunque me alegre… tanto no puedo permitir que sigan interviniendo conmigo.
―Debo de llegar hasta Saori, ¡tengo que hacerlo! ―Exclamaba Seiya sin un momento para detenerse, sin un instante para pensar, sin un segundo para recapacitar o para comprender bien lo que sucedía, pues sus pensamientos solo se encontraban en encontrar a aquella hermana que el tiempo le había arrebatado y que él estaba totalmente desesperado en encontrar.
―Ustedes jamás lo entenderían, ustedes jamás entenderían lo que se siente no tener propósito, de no ser real, de no poder sentir el mundo al igual que todos los demás… de no ser un humano. Solo una simple herramienta para la batalla…―Aullaba como un animal atrapado o herido, todos y cada uno de los guerreros presentes podrían sentir que él se encontraba en una profunda agonía, en un tormento aún más profundo del que ellos habían sentido en sus vidas.
―¡Ustedes no conocen la angustia que estoy sintiendo! ―él tenía razón… no entendían el suplicio por el que Seiya estaba pasando, pero aún si desearán entenderlo no podían dejarlo llegar hasta Athena, toda esta noche les había demostrado que él estaba dispuesto a todo para obtener la verdad, incluso si eso significaba herir a Saori Athena, cosa que ellos no le podían permitir.
―Puede que no sepamos lo que sientes… Pero no te permitiremos seguir así. ―Kiki Respondió tratando de mantener a Seiya en el suelo, a pesar de que sus propios brazos a duras penas obedecían sus órdenes.
―Debemos detenerte antes de que esto llegue demasiado lejos. ―Integra le rogaba, tratando de mantener estable su técnica para que la misma no destruyese a sus compañeros, pero si llegaban a eso, ella haría lo necesario para mantener a Salvo a Athena.
―Tus ofensas serán imperdonables si continuas de esta forma. ―Fudo continuaba, manteniendo su brazo en la misma posición, aunque se le notaba que incluso él ya no podría seguirlo manteniendo así durante más tiempo.
―Incluso si eso significa destruir cada parte de ti hasta que no quede nada. ―Harbinger finalizó presionando su cabeza contra el suelo, si no existía otra forma de hacer esto… entonces sería mejor terminar con su vida aquí mismo.
―¡Apartense! ―Gritaba iracundo, tratando de quitarse de encima a quienes lo retenían, como un animal encadenado, trataba de defenderse y golpear a sus agresores, pero el dolor de toda esa noche se había enfocado en sus extremidades, impidiéndole quitarlos de encima suyo.
―¡Déjenme pasar! ―Volvió a exclamar con impotencia.
―Solo quiero saber que le sucedió a mi hermana…―Susurró finalmente conociendo la derrota a manos de los guerreros más poderosos de todo el universo, habían hecho falta 4 guardianes dorados para retenerlo…
Pero solo una voz pudo finalmente sacarlo de ese abismo de locura en donde se había encontrado por tanto, tanto tiempo…
―Es suficiente…―Una voz obligó a todos a dirigir sus mirada hacia los escalones, allí frente a todos se encontraba la mismísima diosa de la guerra, quien entre lágrimas veía tal desgarradora escena, casi sintiendo como si su corazón fuese a romperse en cualquier instante.
―Harbinger, Fudo, Integra, Kiki…. Déjenlo en paz ahora mismo. ―Pedía a sus guerreros, quienes no podían acceder a esa petición aún si se trataba de su diosa, este hombre era peligroso, si no lidiaban con él se volvería aún más peligroso para ellos y para ella.
―Pero señorita Athena. ―Integra trató de contra refutar, pero…
―¡Dije que es suficiente! ya no más… por favor…―Exigía tratando de evitarle más dolor a Seiya, ya era más que suficiente, los caballeros debían luchar y proteger al mundo, no luchar entre sí, jamás debían luchar entre sí pues el resultado siempre era funesto, siempre había un derramamiento de sangre innecesario y los únicos que perdían eran ellos mismos.
―Se los ruego por favor, ya no quiero que mis caballeros sigan peleando entre sí, ya no quiero que haya más dolor, solo quiero que se detengan de una vez…―Rogaba arrodillada, ella jamás deseó que esto ocurriera de esta forma pero… ese era el precio a pagar por haber jugado con el destino de los humanos.
―Saori… sé que lo que he hecho es imperdonable, he ido en contra de ti, de mis compañeros de oro… de tus leyes y reglas… pero solo necesito que me respondas algo, donde está ella, ¿dónde está Seika? ―Seiya preguntaba totalmente inmovilizado en el suelo, sintiendo todo y nada en ese momento, la diosa se encontraba allí, la autora de todas sus claridades y desgracias, quien a su vez tenía todas las respuestas referentes a su hermana perdida: Seika.
―Sé que tú lo sabes, sé que lo has sabido todo este tiempo. ―Aunque se encontraba allí, Saori no podía quitar su expresión lastimera, mirando hacia abajo al hombre que había dado todo por ella, que había sacrificado cuerpo y alma por ella, solo que para un instante todo eso se le desmoronarán encima.―Por favor… dímelo, necesito saber que le ocurrió, que le sucedió…―Ella no pudo más y apartó la mirada de él, no podía verle a los ojos después de todo lo que le había hecho pasar, después de todo el sufrimiento que había tenido que soportar, solo para que en este instante la verdad se encontrará frente a él y ella dudase tanto de revelarla por el miedo de qué ocasionaría ello… pero debía reunir la fuerza suficiente para hacerlo… se lo debía.
―Así que te lo pido, no te quedes callada y dime… ¿qué le sucedió a mi hermana, que pasó con Seika? ―Interrogaba impacientemente, con su rostro aún contra el suelo, alzando sus ojos hacia ella quien ya no le devolvía la mirada, solo se dedicaba a guardar silencio y desviar su mirada como si eso pudiera arreglar algo, cosa que solo hizo enfurecer más al caballero dorado de Sagitario.
―¡Respóndeme Señorita Saori! ―El grito de desesperanza de Seiya fue lo que la hizo reaccionar, recordaba ese evento a la perfección, nunca podía encontrar un momento para no evitar pensarlo y sentirse culpable por ello… Aquél fue el día que su lado humano conoció la horrible verdad de ser una Diosa.
―Seiya… Lo lamento tanto. ―Rogó Saori arrodillándose frente a él reteniendo una expresión de total aflicción por lo que estaba a punto de contarle.
―Pero si te lo digo yo sé que esto te va a consumir… esto te va a destruir. ―Sus palabras causaron el mismo efecto que haber recibido un fuerte golpe directo al corazón, más que aquellos que había recibido toda esa noche… algo que sería el fin del guerrero invencible.
―¿Eh? ― Harbinger había dejado de presionar su cabeza contra el suelo solo para que Seiya alzará su mirada hacia ella totalmente confundido, ¿a que se refería con eso? No estaba seguro de querer saberlo… pero, necesitaba saber qué había sucedido con la persona que había buscado toda su vida.
―Ella… nunca regresará…―Con esas palabras… Seiya solo pudo imaginar lo peor, Shaina le había dicho algo parecido, pero jamás imaginó que fuese verdad, que el destino de ambos era nunca jamás volverse a encontrar…
Ella comenzó a contar desde el punto donde Shaina no estuvo presente durante los eventos que transcurrieron en el pasado, cuando él por poco había muerto por culpa de la espada de Hades, regresaron a la tierra, para intentar salvar su vida en el mundo de los humanos.
Por supuesto que Seika se encontraba allí, pero tan pronto ella intentó ayudar a su hermano, fue tragada por un agujero de Tiempo, una brecha creada exclusivamente para llevársela a ella.
Mismo que en un futuro Saori utilizaría para que junto con Shun trataran de destruir la Espada de Hades y así evitar que Seiya muriera en el presente de aquél entonces.
Ambos emprendieron un viaje al templo de la luna, tratando de pedir ayuda de la hermana mayor de Athena: Artemisa, quien les negó su ayuda, pues lo que Saori pedía era una locura y ella lo sabía de antemano, pero aun así no pudo evitar guiarlos a la tumba del titán del tiempo, para que él los guiará a donde deseaba ír, no sin antes advertirle que cambiar sucesos del pasado alterarían irremediablemente eventos del presente, los cuales dependiendo del actuar de ambos.
Causarían un daño irreversible o abrirían una nueva línea temporal, donde los sucesos del presente o el pasado nunca hubieran sucedido.
Ante la advertencia, Ambos se encaminaron hacia el tártaro, donde Cronos los recibió agresivamente al ser despertado de su siesta, Saori logró negociar con él a duras penas, casi siendo destruida por él, logrando concretar un trato.
Él los envió a ambos al pasado, con la única condición que debían completar su misión en 3 días. Aunque lograron llegar al Pasado Cronos los engañó llevándolos a la antigua Guerra Santa, convirtiendo a Saori en una Bebé, haciendo que Shun cuidará de ella, mientras en esa época, la guerra estaba en su punto máximo, ahí conocieron a un guerrero parecido a Seiya llamado Tenma, junto con la Athena de aquella época: Sasha.
Para su mala suerte, ante la llegada de Saori Sasha había caído en un sueño del cual no sabían si iba a despertar, por lo que debían ser rápidos para evitar que la realidad se desquebrajará, para regresar a su línea de tiempo original.
En búsqueda de ayudarlos a detener la guerra, los ayudaron a derrotar a los espectros, así como a destruir el Lienzo Perdido que el Cuerpo de Hades de esa generación estaba creando para acabar con la humanidad.
Mientras que Saori crecía apresuradamente una paradoja de tiempo ocurría en esa misma realidad, un caballero olvidado conocido como Odiseo de Ofiuco, el Treceavo Zodiaco Divino, comenzaba renacer en la tierra, algo que llamó la atención de Apolo que, ante aquel suceso, decidió bajar a la tierra para tratar de evitar el caos que en esos instantes parecía irreversible.
Cosa que obligó a Shiryū, Hyoga e Ikki a viajar hacia esa misma línea temporal para tratar de equilibrar la balanza a favor de ambas Atenas.
Luchando una gran batalla en el espacio y el tiempo para evitar que su intromisión en la línea temporal del pasado provocará un desastre en la realidad, un suceso que no solo destruiría el mundo, sino la realidad como la conocían, un suceso de proporciones apocalípticas que por poco obligó a los 12 Olímpicos a intervenir, incluyendo al padre de los cielos: Zeus.
Antes de la batalla final, Odiseo de Ofiuco logró abrir un portal de tiempo junto con la Inesperada llegada de Kairos el hermano de Cronos que se había hecho pasar como Yoma de Mefistófeles, quien a su vez el padre biológico de Tenma, gracias a una estrategia que había formulado con la ayuda de este mismo junto con el cosmos divino de Sasha y de Saori.
Esto para enviarla a ella, Shun, Ikki, Shiryū y Hyoga a su línea temporal, con el único fin de que la paradoja de tiempo pudiera arreglarse.
Pero contrario a lo que esperaban, eso envió a cada uno de regreso al punto determinado donde se decidieron ir a ayudar, separándo a Saori de los demás quien fue enviada de regreso con Cronos, quien le explicó que intentar cambiar el pasado, no solo afectará de una horrible manera al futuro, sino que crearía paradojas espaciotemporales que destruirían la realidad, creando bucles infinitos y realidades alternativas que afectarían no solo este mundo, sino otros cientos de miles.
Él había sido lo bastante claro de que ellos no podían hacer nada para evitar que el caballero Pegaso de esa era muriese.
Por lo que Athena en un intento desesperado de salvarle la vida a Seiya decidió entregar su vida a cambio de la de su caballero más leal, pero Cronos se negó diciendo que; no podía hacer eso, pues la vida de un Dios no era igual a la de un Humano.
Ella ya no podía hacer esa clase de intercambios debido a que ya se había hecho uno parecido en el pasado, por lo cual, el único destino que les quedaba era esperar a la muerte del Pegaso, el acuerdo de los 3 días había finalizado, Saori al quedarse sin opciones, desesperada por encontrar una forma de salvarle la vida a Seiya pidió hacer un nuevo trato, pero que él le proporcionará las herramientas necesarias para evitar su muerte y arreglar el desastre causado por su intrusión en esa línea temporal, una cosa que el Titán Cronos aceptó sugiriendo una última idea.
Para salvar la vida de un humano, debían dar a cambio la vida de otra humana.
El padre del tiempo entonces mostró una imagen del pasado, semanas antes, cuando la última guerra santa había terminado.
Proponiéndole a Athena que, si entregaba el alma de Seika y las Memorias de Seiya, él ayudaría a salvar la vida del Pegaso.
Cosa que no agradó a Saori a sabiendas que Seika era lo más importante para Seiya, además ella sabía que Cronos podía ser engañoso, implacable y despiadado más aún cuando él la había enviado al pasado, débil, desprotegida, teniendo que depender nuevamente de sus caballeros para seguir con vida.
Pero ante la falta de opciones, junto con la triste idea de que Seiya iba a morir, con todo el dolor de su corazón aceptó el trato de Cronos, únicamente porque sabía que Seika estaba condenada desde un inicio, aunque rechazará sabía que alterar el pasado o el presente traería consecuencias horribles en un futuro.
Ella entonces aceptó el trato, sacrificando el alma de Seika junto las Memorias de Seiya, para que así este último pudiera vivir nuevamente.
Pero su única condición de que ayudará a eliminar a Odiseo para con eso se pudiera evitar que Apolo sometiera el mundo a su juicio, Dejando el resto a que Sasha y Tenma pudieran acabar con Hades, quien estaría dando sus toques finales al crear el Lienzo Perdido,
Cronos a su vez aceptó, llevándose el cuerpo junto con el alma de Seika a su corriente espaciotemporal
Así fue que él comenzó a arreglar el desastre ocasionado por Saori y compañía, eliminando a Odiseo, asesinándolo de un solo golpe pero no sin antes arrancarle la esencia dorada a la armadura, la cual regresó a ser una armadura de plata, esencia que Cronos escondería en el santuario, más específicamente en las ruinas del templo de Ofiuco donde la colocaría, para que Shaina la encontrará 200 años más tarde y con ella, pudiese salvar la vida a Pegaso.
Terminando con su relato y ante aquella revelación, Seiya, finalmente comprendí que había sucedido, bajó la cabeza, totalmente derrotado.
No solo porque Saori, la mujer que él amaba lo hubiera traicionado de esa forma, sino que toda su vida fue una mentira de inicio a fin, todo por lo que él había luchado, todo el tiempo que había pasado protegiendo a Athena y específicamente a Saori.
El haber estado a su lado, al criar a Koga, el haberse sacrificado a ella tanto en cuerpo como alma, habían sido todo en vano, pues ella le había negado lo único que él realmente había anhelado.
Reunirse una vez más con su querida hermana…
― ¿Ella, está con Cronos? ―Al preguntar Saori solo asintió levemente con la cabeza, era cierto, su hermana mayor se encontraba con el titán del tiempo, en un lugar totalmente desconocido con un maldito desquiciado, haciendo lo que él quería con ella y con su alma.
―¿Se la entregaste a él? ―Interrogó en total Shock ante la revelación de Saori… quien solo pudo responder asintiendo nuevamente con la cabeza.
―Sí… lo hice, con el único fin de salvar tu vida Seiya. ―Respondió finalmente después de guardar silencio durante un largo rato, un caballero como él había luchado toda su vida para defender los principios e ideales de justicia y libertad que Saori nunca dejaba de hablar… y ahora… ahora esos ideales por los que tanto había peleado durante tantos años de su vida lo habían traicionado de un instante al otro.
―Debes comprenderme, no había otra forma de hacerlo. ―Ella trataba de razonarlo con él, habían viajado entre dimensiones, a través del espacio y tiempo, luchando 2 guerras en no más de 3 días y lo único que lograron fue crear un desastre que casi llevó al colapso de la realidad, solo para que al final la respuesta más indicada fuese sacrificar a una humana para salvar a un humano.
―No… no, no puede ser… no puedes estar hablando en serio, esto no puede estar pasando. ―Seiya Ladeó la cabeza en un desesperado intento de no aceptar aquella realidad, la Saori que él conocía jamás habría hecho algo tan cruel como eso, aunque…. Ya no sabía si en verdad la conocía o no… ya no estaba seguro de con quien se suponía que estaba hablando en esos instantes… ni siquiera estaba seguro si esa era la Athena por la que sacrificó todo para mantener a salvo,
―Testo no está bien tengo que ir a ella, ¡tengo que rescatarla! ―Exclamaba desesperado, obligando a los caballeros que lo retenían a aplicar aún más fuerza para evitar que hiriese a su diosa.
―Llévame a él llévame a Cronos, no importa que tenga que sacrificar tengo que recuperar a mi hermana. ―Él pedía tratando de convencerla, pero ese era el temor de los demás caballeros dorados, que este no fuese el fin, que su búsqueda llegaría hasta la prisión de los titanes.
Solo para que eso terminará de colmar la paciencia de los dioses del olimpo y con ello, una nueva guerra santa diese inicio, una a la que ni el santuario ni toda la humanidad unida estaría preparada para confrontar, apenas tenían los refuerzos necesarios en el santuario de Athena…
Esa sería una misión suicida, el caballero de Sagitario aunque sacrificará su alma ante el padre del tiempo, nada podría arreglar la catástrofe que significaría deshacer todos los esfuerzos que se habían hecho para evitar el colapso de la realidad como la conocían.
―No Seiya… no puedes… si lo haces, la ira de los 12 Olímpicos se desatará, nosotros no tenemos la suficiente fuerza para contrarrestarla, si lo haces condenarás a toda la humanidad ante el juicio de los dioses. ―Saori explicó de la misma forma que se lo había explicado a todos los caballeros que juraron solemnemente ocultarle la verdad al legendario héroe, la razón por la que ya no podían intervenir más en el pasado o el pedir ayuda a los titanes, de lo contrario la tierra se convertiría en un campo de batalla y la humanidad sería obliterada en su totalidad por las transgresiones cometidas anteriormente.
―Si decides ir, no solo pondrás en peligro al santuario, pondrás en peligro a toda la humanidad. ―Advertía de la forma más seria que jamás se había referido hacia él, ella lamentaba mucho el tener que negarle lo que su corazón más anhelaba… pero ya no había más opciones que obligarlo a rendirse o a matarlo.
―Lo siento, pero si vas a hacerlo… entonces tendremos que abatirte por bien de la humanidad. ―Finalizó dejando en la mente de Seiya un revoltijo de ideas inconexas que solo le hacían daño mientras más pensaba en todo lo que ella le había dicho… solo una cosa llegó a su mente, algo que había estado pensando desde que llegó al santuario.
Algo que sus amigos no dejaban de repetirle, ellos sabían de esto y sabían de antemano lo que había sucedido con su hermana, pero… ¿Saori los había hecho jurarle no decirle nada? ¿Ellos conocían todo esto incluyendo el trato que ella y Cronos habían acordado?
―¿Quien más sabía de esto, Shiryū, Hyoga, Ikki? ―Interrogó nuevamente abriendo sus ojos en sorpresa total, ella no respondió solo se dedicó a mirar a un lado avergonzada, revelándole todo en ese preciso instante, no solo sus compañeros en el santuario, sino esos amigos por los que habría dado su vida también lo habían traicionado… incluyendo a…
―Espera… Espera…¿Ikki Sabía de esto? Y Shun ¿Él también lo sabía? ¿Él sabía de esto? ―Nuevamente no hubo respuesta, pero eso no hizo sino confirmar sus sospechas, todos lo habían traicionado, sus amigos, su diosa, sus compañeros, todos le habían mentido, convirtiéndolo en un esclavo de su propio destino inmisericorde.
Él estaba en un evidente Shock por su falta de respuesta que terminó de confirmarlo todo, eso sumado a todo lo que ella le había narrado llenó por completo el vacío que habían dejado sus memorias perdidas, pero… la realización de lo que Saori había hecho y porqué no solo terminó de romper al hombre, sino que terminó con la poca fuerza de voluntad que le quedaba.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y con un aullido de dolor exclamó.
― ¿Cómo pudiste hacerme esto? Después de todo lo que pasamos, después de todas las cosas que vivimos, ¿¡COMO PUDISTE ESCONDERME ALGO ASÍ!?― Mirando al suelo totalmente herido, nada en esta vida o en las anteriores lo había hecho sentir tan despreciado, como que la persona a la que le había dado todo le hubiera arrebatado lo más importante para él… ahora todo tenía sentido, todo lo que le habían advertido era verdad, pero esta era la recompensa que obtenía por haber llegado al final de su búsqueda… Agonía… cruel, dura y dolorosa Agonía.
― Seiya debes entenderme… todo lo que hice lo hice por ti, lo hice para que tu pudieras vivir, debes creerme… jamás quise que esto sucediera de esta manera. ― Ella intentaba racionalizarlo, pero él no quería eso, quería su vida de vuelta, quería a su hermana de regreso, necesitaba sus memorias, cosas que él nunca más volvería a tener de regreso.
― Saori, yo te defendí, di mi vida por ti, yo jamás me cuestioné las razones por que hacerlo… jamás me pregunté quién fui antes de servirte a ti, pero esto… lo que tú me hiciste es imperdonable, me arrebataste a mi única familia. ―Declaraba alzando la cabeza hacia ella totalmente dolido, mientras que su ser se partía a la mitad, todo lo que conocía era mentira su verdad se había perdido para siempre y él había dejado de ser un hombre para convertirse en algo inferior a un hombre.
― Seiya… no había otra forma, tú mismo lo sabes, no puedes ganar algo sin sacrificar algo a cambio, si te queríamos salvar… algo de igual valor debía perderse, esta era la única forma para que pudieras seguir con vida. ― Contra argumentaba ella, pero Seiya… ya no podía escucharla, su espíritu había muerto, por primera vez en su larga vida como caballero dejó de luchar… Rindiéndose ante el cruel destino que nuevamente le escupía en la cara.
En todos estos años, la verdad era lo único que creía que lo liberaría, pero muy por el contrario, esto no hozo más que firmar su sentencia de muerte.
― Pero ella era mi vida, era la única familia que tenía, lo único que yo quería era recuperarla… y tú me la arrebataste, no me digas que fue para salvar mi vida por qué lo único que yo he sido desde que desperté es ser un esclavo de ti… de esta armadura― Decía con total desprecio, perdiendo la luz de su mirar junto con su esperanza de tener una vida normal y tranquila, sin poder completar la única promesa que tanto le importaba completar.
― Sin ella. Yo no tengo NADA, no soy nadie… no me digas que fue por salvar mi vida, por qué sin memorias o sin recuerdos de mi hermana o mi pasado solo soy, un esclavo del destino atado eternamente a ti…―Bajó su cabeza derrotado finalmente, la verdad había dolido más más que todos los golpes recibidos aquella noche, no era el único…
Saori también se sentía terrible por haberle hecho esto a su guardián más leal, mientras que los demás… sabían que eso sucedería, sabían que el precio a pagar por la verdad sería enorme.
Pero la verdad y la mentira eran como un sueño, siempre solían ser dulces, sobre visiones de un mundo perfecto donde todo iba bien y todo se mantenía estable, en armonía como todo debía ser…
Pero tarde o temprano había que despertar a la cruel realidad, de la que ningún ser vivo en el planeta podía escapar.
―Harbinger, Kiki, Fudo, Integra. Déjenlo ir…―Pidió gentilmente a sus guardianes, quienes seguían sujetando al caballero de sagitario en el suelo, ya no había razón para aprensarlo así, a pesar de todo… ella aún buscaba que este evento desafortunado encontrará un final en el que nadie más resultara herido.
―Pero Señorita Athena. ―Integra trató de decir algo, pero ella reafirmó su autoridad ante ellos rápidamente.
―¡Déjenlo ir! ―Alzó la voz finalmente a sus caballeros, estaba harta de esto…. Harta de que sus guerreros no acataran sus órdenes e hiciesen lo que ellos querían, ella no era una damisela en apuros o una mujer débil, era una diosa por eso debían empezar a tratarla como tal.
―Ya fue suficiente…―Declaro, viendo a sus caballeros dejando ir lentamente a Seiya, quien comenzó a levantarse lentamente, aunque ya no tenía ninguna razón para hacerlo en primer lugar, todo lo que él había anhelado había desaparecido en un solo instante, las lágrimas eran lo único que le quedaba al lado de su dolor, la única prueba de que él seguía siendo real, que la perdida que él estaba sintiendo era real… al menos eso era lo único real en su vida actualmente pues lo demás eran ilusiones y mentiras.
―Seiya, escúchame… sé cómo te sientes, sé que te sientes traicionado, pero créeme que todo fue para un justo fin, tienes que creerme. ―Le rogaba arrodillándose a su lado, utilizando su báculo como apoyo para descender a su nivel para así tratar de mirarlo a los ojos, los cuales se encontraban cubiertos por su mano derecha
―Puedo condonar esto, aún no es tarde… ―Mencionaba tratando de darle la oportunidad de seguir siendo el héroe de su propia leyenda, para que esta no terminase en una nota amarga, él se merecía algo mejor que ser recordado como otro traidor del santuario.
―¡Pero Señorita Saori…!
―¡Basta! ¡Ya basta!― Ella exclamó interrumpiendo a Harbinger, no quería escuchar más de ellos, solo necesitaba escuchar la respuesta de su Pegaso dorado.
―Si ya lo han olvidado yo soy Athena… yo tomo la última decisión…―Añadió mirando a los demás caballeros de Oro frente a ella esto ya había llegado demasiado lejos, habían medido sus fuerzas en su contra y todos habían sido derrotados, la batalla ya había finalizado, ír en contra de ella equivaldría lo mismo que ir en contra del santuario, siendo eso algo que Saori ya no iba a permitir más.
―Aún puedes volver a ser un caballero noble, aún puedes portar tu armadura con orgullo, pero por favor… quédate a mi lado… Te necesito Seiya…―Ella agregaba, únicamente para que al instante que Seiya apartará la mano de su rostro este se viera confundido, ¿ella le estaba diciendo eso en serio?
De verdad… ¿le estaba pidiendo eso? ¿Quedarse a su lado, después de todo lo que lo había hecho pasar? Solo le quedaba una respuesta para ello.
―No…
―¿No? ―Preguntó preocupada por la falta de emoción en su hablar.
―Ya no… ya no quiero hacer esto nunca más. ―Ladeó su cabeza negándose rotundamente a servirle nuevamente, estaba harto de todo, de las mentiras, de los secretos, de luchar. Estaba harto de todo eso, lo único que buscaba ahora era que lo dejasen en paz de una maldita vez
―Me lo arrebataste todo, finalmente descubrí que tenía una familia y me la quitaste, me quitaste las memorias de la única familia que jamás he tenido, yo creía que podría hacer las cosas bien, empezar de nuevo, había encontrado la razón por la que estaba vivo aún… ¿y aun así quieres que siga luchando por ti? Yo creí estar haciendo algo bueno… algo bueno para el universo. ―Aquello fue algo que rompió el corazón de Saori quien con una expresión de tristeza inigualable quería decirle que se estaba equivocando en todo lo que estaba diciendo
―Pero… lo estás haciendo Seiya, puedes comenzar de nuevo… podemos comenzar de nuevo…―Ella trató de poner su mano en el rostro de Seiya, pero él… la apartó de un manotazo, dejando claro lo que él sentía respecto a todo lo que dijo.
―Ya no más, nunca más…―Con eso él se levantó, colocando su mano en su pecho arrancándose la armadura del cuerpo, para en un acto de total resentimiento lanzar la piedra de su armadura al suelo frente a ella.
―Jamás me he sentido tan solo y tan traicionado desde que te conocí… habernos encontrado… fue lo peor que me ha pasado en esta vida. ―Esas fueron las últimas palabras que le dedicó, antes de darle la espalda caminar lentamente por donde había venido sin decir ni una palabra más, deseando jamás haber conocido el santuario o a ella.
Los demás lo vieron mientras se retiraba en total soledad, silenciosamente con esta lluvia que no paraba de caer, ocultando sus lágrimas siendo arrastradas al foso más profundo del dolor y el lamento.
―¿Que debemos hacer ahora Athena? ―Interrogó el patriarca, siendo asistido por los demás, todos se encontraban en deplorables condiciones, no sabían si debían enviar a un equipo para capturarlo y encerrarlo o para neutralizarlo.
―No te preocupes Harbinger… Seiya ya no posee la voluntad de seguir luchando, aunque lo intenté jamás llegará al tártaro sin una armadura… él… finalmente se rindió... ―Declaraba Saori cerrando sus ojos levemente.
―Él… ya es libre de sus cadenas. ―Su voz al igual que su postura serena se quebraron, comenzando a derramar lágrimas por lo acontecido, todo se estaba desmoronando frente a ella, justo como se lo había dicho a Aria… pero esta vez… no existiría consuelo, no habría una recompensa… únicamente dolor para ella y para Pegaso.
Solo existiría el dolor de haber perdido a la persona más importante de toda su vida.
―Señorita Saori…―Murmuró el santo dorado de Tauro arrodillándose a su lado.
―Estoy bien… Estoy bien Harbinger…―Claramente ella no se encontraba bien, pero ella la había asumido que eso sucedería eventualmente, tenía la esperanza de que él se mantuviera a su lado a pesar de todo pero… así tenía que ser, así debía ser, todo este tiempo
―Seiya… perdóname… por favor perdóname… yo nunca quise lastimarte, jamás quise lastimarte a ti o a tu hermana…―Le rogaba, deseando que su voz llegase a él, pero sus suplicas eran acalladas por el sonido de la lluvia cayendo incesantemente desde el cielo oscuro, en la noche más triste que el santuario había experimentado después de tantos años.
―Pero ya sabes cómo es… tarde o temprano, hay que decir adiós…
Con eso último la diosa Athena abrazó su báculo, descargando todo su desconsuelo… ella solo podía comparar esto con la sensación de haber perdido a todos y cada uno de sus caballeros de oro durante la última batalla contra Hades…
Desolada totalmente, sintiendo una tristeza que nada o nadie podría calmar jamás, hasta 200 años más tarde, cuando el destino los volviera a reunir, pero eso era lo único que a ella le quedaba, llorar por haber perdido al hombre que tanto había amado.
No muy lejos de allí.
Shaina avanzaba hacia el santuario, la conmoción creada durante la batalla del santuario había sido tremenda, pero súbitamente todo se había detenido, se preguntaba qué había sucedido… solo para ver a lo lejos a un hombre solitario.
Quien caminaba sin prestarle atención a nada o a nadie, ella se encontraba justo frente a él dispuesta a terminar lo que los demás habían comenzado aunque, a él ya no le importaba eso, de hecho ya no le importaba nada… todo lo que alguna vez anheló ya no existía, se había desvanecido en un instante, perdido para siempre más allá del tiempo.
Él ni siquiera se percató de ella repitiéndose una y otra vez no tenía pasado donde refugiarse o que no tenía un futuro que anhelar, no tenía nada, no era nadie… pasando de largo, dejando caer algo que tenía en su mano…
Shaina lo tomó entre sus manos, al observarlo detenidamente pudo percatarse que era una foto de él y de Seika cuando eran niños, ¿qué era lo que estaba haciendo?
¿Porqué de repente se sentía de esta forma? Tan apenada como felíz. Shaina miró la dirección del santuario, ella ya no podía regresar, había traicionado a su diosa, al igual que él… ya no tenía nada que perder, miró a la dirección de Seiya, quien a su vez caminaba como un muerto en vida sin dirección más que dirigirse hacia su muerte, con eso en mente suspiró…
Una nueva brecha se había abierto ante ella, una nueva posibilidad, algo que ella había deseado en secreto por mucho, mucho tiempo pero jamás creyó que se haría realidad, a veces… la verdad no bastaba, no era suficiente… aquellos que entregaban sus devociones debían obtener una recompensa, más aquellos quienes les habían arrebatado algo debían recibir algo más a cambio…
Ambos habían vivido muchas vidas, quizá era el momento de empezar a vivir esta…. En lugar de esperar a que el mundo volviese a arrebatarles algo más, un anhelo insaciable que los que solo conocían la felicidad jamás podrían conocer… Ella miró hacia Seiya antes que este mismo desapareciera entre la penumbra.
―Espera…. Espera, ¿a dónde vas? No te dirijas hacia esa terrible oscuridad. ―Pedía caminando lentamente hacia su dirección, esta vida era cruel… les arrebataba todo lo que querían, pero ella ya estaba harta de que le arrebatasen todo, ella quería algo más, ella quería lo que se le había sido arrebatado la primera vez que se puso esa máscara, estaba harta de ser una simple espectadora, finalmente quería tomar acción en esta trágica historia que era su vida y la de su amado pegaso.
―Déjame ir contigo, Seiya…―Murmuró, para finalmente dejar caer su máscara al suelo, acompañando a ese hombre perdido en la oscuridad, con la esperanza de poder guiarlo hacia la luz una vez más.
23 de Noviembre 2017.
El Episodio Zero aún no ha Terminado…
Bueno, este ha sido el episodio Zero más largo que he hecho hasta la fecha y con razón, ya que el evento de la traición de Seiya es uno de los más importantes, o por lo menos en esta Historia/Línea temporal, ya que muchos de los eventos presentes y pasados afectan irremediablemente el futuro tanto en como lo vemos y así como lo percibimos.
Por lo cual es una pasada si me lo preguntan a mí.
Solo quedan dos capítulos para finalizar el Episodio Zero y no puedo estar más feliz de decir que hemos llegado bastante lejos en esta serie de eventos desafortunados que terminaron afectando a los personajes que tanto amamos, pero no se preocupen aunque el episodio Zero finalice siempre habrá más historias que contar.
Más secretos por descubrir y una guerra por luchar.
Par avance, je remercie le soutien que mon adepte Shaina Cobra a montré tout au long de ce voyage en connaissant les événements spécifiques qui ont conduit à la guerre sainte du 23ème siècle.
Además del invitado del episodio anterior, sus comentarios hacen que este proyecto salga cada mes… o dependiendo de cuál historia sea, cada semana, aunque a decir verdad este episodio tardó aún más por cuestiones personales.
Pero mejor tarde que nunca, ¿no es así?
De cualquier forma, me alegra haber podido traerles esto.
Yo soy Eddy B. Despidiéndome.
Paz y prosperidad para todos.
Α/Ω
―Ya me voy, Seika. ―Habló un muchacho en ropajes de aprendíz, quien emprendería nuevamente su viaje hacia más allá del bosque en la periferia del gran santuario, ya tenía todo listo, tanto su equiupo de combate como las cosas que su maestro le había pedido para ese día…
Pero antes de salir ella lo detuvo colocando su mano sobre el hombro del joven aspirante a caballero dorado.
―Espera Sora, toma…―En sus manos ella tenía un pequeño recipiente de Plástico, envuelto en un pañuelo de color rojo, Sora al verlo, sonrió plenamente agradecido, sin lugar a dudas esperaba que fuese algo rico de comer.
―Espero que te guste preparé Onigiris para ti.
―¡Genial! ―Respondió el muchacho de 13 años mirando al recipiente en las manos de la muchacha, que le sonreía dulcemente, después de todo era agradable tener a este muchacho y a su hermano cerca. ―Gracias Seika, estoy seguro de que me dará fuerza para el entrenamiento del día de hoy. ―Respondía tomando su mochila, para meter el recipiente dentro, no podía esperar para poder probar su comida después de un largo y duro entrenamiento con su maestro: Artorias.
―Ah por cierto, hoy cuidarás también a Sein, ¿no?
―Por supuesto, me gusta pasar tiempo con él… es como… mi pequeño hermano menor. ―Murmuró esas últimas palabras con nostalgia palpable en su voz, aunque la sonrisa que esbozaba… le daba cierta esperanza con esos dos hermanos en el futuro.
―Oh… oh amigo… es cierto…―Fue en ese instante que Sora, sacó un pequeño sobre de papel con un remitente y destinatario que se dirigían directamente a la casa de Seika, por poco había olvidado que tenía eso en su mochila.
―Disculpa, con todas las cosas que tenía en la cabeza ayer se me olvidó entregarte esto. ―Le dijo alzando el sobre hacia ella, quien lo miró sorprendida… ¿una carta para ella?
―Uh… ¿qué es esto…? ¡ah es de Shun! ―Exclamó alegre al ver el nombre del remitente en el sobre, había tardado en enviarle una carta, pero quizá era mejor tarde que nunca.
―Sí disculpa no habértela entregado pero… viste como llegué a casa…―Declaró apenado, pero esos entrenamientos al lado de su mentor eran brutales… si no fuera por qué eran entrenamientos controlados lo más probable es que habría muerto desde hace mucho, mucho tiempo.
―Bueno será mejor que me retire, ¡nos vemos Seika! ―Añadió agitando su mano de un lado al otro abandonando los terrenos de la granja, ella lo miró mientras se marchaba por los campos abiertos de la gran propiedad… que ella esperaba que algún día se convirtiese en un enorme sembradío, ese era uno de sus sueños más preciados.
―Igualmente Sora…―Murmuró entrando a casa nuevamente para ver qué clase de cosas le contaría Shun en esta ocasión esperaba que fuese algo mínimamente más interesante de lo que estuviera pasando actualmente por esos lares…
Fecha: 23 de Agosto del 2271
Querida Seika… te envío esta carta a pesar de no haberte enviado nada la semana pasada, espero que te llegue. No estoy tan familiarizado de cómo funciona el correo en esta época… así que le pediré a Sora que te la envíe una vez que se retire de su entrenamiento con Artorias."
"Yo estoy bien, estas últimas semanas me he mantenido ocupado con mucho trabajo pues, estoy trabajando para convertirme en patriarca, a Harbinger no le queda mucho tiempo y Athena, aún no ha descendido a su estatua, lo que ha puesto a todos en alerta máxima.
"Todos mis compañeros han empezado a especular que quizá ella no descienda a su estatua, lo cual está obligando a pensar que quizá tengamos que buscarla por todo el universo, no sé cuánto tardemos en hallarla, pero es seguro que la encontraremos, nuestra orden depende de mantenerla siempre al cuidado de sus santos en todo momento."
"Eso además del conflicto en Ío que ha puesto el santuario en alerta, las dos facciones que se están disputando territorios del planeta han empezado a crear rumores de que hay alguien que ha instigado este conflicto, la zona está totalmente cubierta por un cosmos maligno, podemos presentirlo desde Ninbus, lo cual significa que pronto tendremos que empezar a intervenir para saber que sucede."
"Tengo buenas noticias, mi esposa ya tiene 8 meses de embarazo, desde el cuarto mes ya se le notaba su pancita, pero ahora es imposible de ignorarla, se ve tan adorable, no puedo esperar a que nazca nuestro bebé.
"Estoy totalmente seguro de que será niña, pero no lo sé, nunca se puede estar tan seguro ¿verdad? June también se le ve ansiosa y la comprendo, hemos estado deseando esto durante años, nuestro deseo finalmente se hará realidad."
"Son esas cosas que me aterran al imaginarlas, aunque paradójicamente me llenan de esperanza y anhelos, de que algún día pueda tener a mi bebé en brazos, ¿no es eso increíble?
Ikki ha estado ausente por un largo rato, pero un par de Saintias han venido a ayudarla, sobre todo porqué deseamos que este bebé tenga todo y nunca le falte nada, ni amor, ni una familia, quiero estar con él o ella siempre, jamás apartarme de su lado."
"Ya decidimos sus nombres, si es niño le llamaremos Johnathan o de lo contrario si es Niña su nombre será Dannyela, su segundo nombre serán nuestros nombres combinados; Shune Suena lindo, yo sé que lo será…
Aunque este sea un mundo diferente espero que pueda crecer, sonreír para ver este mundo sin miedo al mañana, le daría todo lo que él o ella me pidieran, todo lo que… yo jamás pude tener.
Pero suficiente de mí, espero saber de ti también muy pronto, sobre todo desde que supe que cuidabas del hermano menor de Sora mientras él entrenaba, estos niños… son un legado que debemos cuidar y preservar, espero que algún día mi hijo y ese pequeño puedan ser buenos amigos, me encantaría verlos algún día así… ¿Seinma me parece que se llamaba?"
"Un nombre curioso, casi suena a Seiya o a Tenma…"
"Pero eso es un tema a parte, más allá de todo lo que te he contado no ha pasado nada nuevo o extravagante a pesar de todo aquí seguimos, espero que te estés adaptando al futuro y a esos dos muchachos.
Yo aún no puedo adaptarme a muchas cosas, pero lo he intentado, sí que lo he intentado, disculpa por el largo silencio, sé que no ha sido fácil para ti, creo que para ningúno de nosotros lo ha sido, aun así mis mejores deseos para ti, quizás muy pronto no tenga tiempo para enviar más cartas pero mientras pueda hacerlo siempre veré por ti para asegurarme de que todo esté bien en casa."
"Aunque a decir verdad todo esto me causa terror, no quiero amargarte con detalles pero… la guerra santa se acerca a pasos agigantados, pronto los errores del pasado nos alcanzarán a todos… pero mientras viva, jamás dejaré que eso vuelva a afectar tu vida, haré lo posible para detener los planes de ese maldito dios… Incluso si eso me lleva a mi muerte.
Disculpa que el tono de la carta haya cambiado de repente.
El mañana se ve desesperanzador, no dudes que nosotros estaremos allí para defenderlo aunque nos cueste la vida a todos..
Hay que seguir luchando por él hasta nuestros últimos alientos."
"Te deseo salud y buena fortuna querida amiga… nos veremos pronto."
"Atte: Shun de Andrómeda."
Continuará…
