Caballeros del Zodiaco:
Guardianes del Universo.
(Saint Seiya: Guardians)
Episodio 0: El Camino Hacia la Guerra Santa
Capítulo 0.11: Más Allá del Cielo y el Infierno.
Fecha: 24 de Agosto del 2271
Hora 10:30 pm.
Lugar: Gran Santuario, la Villa de Athena.
Era una hermosa noche tan bella como las estrellas que adornaban el firmamento, el viento soplaba levemente, era una bella noche…. Pero no tan hermosa como la celestial lluvia de estrellas que acontecía encima de ellos.
Muchos pensarían que era algo maravilloso y magnifico, y lo era en cierta medida… eso no era sino el preludio a el mayor conflicto bélico que el santuario había conocido desde su creación, desde que Athena bajó de los cielos a enfrentase a uno de sus peores enemigos hasta la fecha, la guerra santa contra Hades iba a dar comienzo.
Pero esta lluvia de estrellas no eran las 108 almas demoniacas quienes serían sus contrincantes durante el conflicto, o la vida de miles y miles de caballeros que se habían sacrificado valerosamente en batalla, no…
Esta hermosa lluvia de estrellas solo podían significar una cosa, la diosa Athena estaba descendiendo al planeta, aunque estaban esperando a su llegada… pero todo parecía apuntar que la diosa no descendería a su estatua como lo había hecho durante tantos siglos, sino que está vez descendería a la tierra como una humana común y corriente, a la espera de ser descubierta por sus guardianes…
Tanto Shun, Harbinger y los pocos caballeros dorados del Santuario habían esperado esto… pero al parecer no sucedería, al menos no hoy, Athena no volvería a su santuario hasta que el momento fuera adecuado.
En cierta medida Harbinger deseaba verla… por lo menos una última vez antes de ír al otro mundo, pero parecía ser que su final habría llegado sin siquiera conocer a la siguiente Athena…
Pero no sentía remordimientos o arrepentimientos, esta vida la había vivido al máximo. Había luchado hasta el final, incluso si no era hoy, sería mañana o el día después de ese.
Pero él no estaría aquí para verlo… muy por el contrario, alguien más si estaría aquí… para ella y se encontraba justo a su lado.
Harbinger pidió a los demás que se retirarán para poder hablar una última vez a solas con Shun, entre despedidas y rezos de que el alma del patriarca encontrará la paz más allá del umbral de lo desconocido.
Un final adecuado para un hombre que había pasado de no tenerlo nada a tenerlo todo.
Raki fue la última en despedirse, con un abrazo y un último beso al hombre que había supuesto un tercer padre para ella, era duro decir adiós… pero tarde o temprano tenía que hacerlo, era doloroso, pero más doloroso habría sido que, como Kiki jamás hubiera tenido la oportunidad de hacerlo.
―Tenía la esperanza… de que sería hoy el día que me la vería por primera y última vez …―Murmuraba el antiguo santo dorado de Tauro postrado en su cama que había sido llevada ante la estatua de Athena con la esperanza de verla llegar al mundo, un hombre que estaba siendo testigo de sus últimos momentos en el mundo de los vivos antes de que su alma fuese llevada al hades, donde sus compañeros lo habían esperado durante mucho tiempo.
―Pero parece que no será así…―Añadió cerrando su único ojo, sabía que el final estaba cerca… pero jamás pudo imaginar lo cerca que la muerte estaría, sobre todo sin haber conocido a la sucesora de su diosa. A la emisaria que traería el balance al universo o el caos dependiendo de cómo fuese educada.
―No te preocupes Harbinger… Yo estaré aquí cuando suceda. ―Respondió el caballero de Virgo a su lado, escuchando las llamas de los cálices a sus lados siendo golpeados suavemente por el viento de la montaña, siendo este el conforte que el santo dorado tenía bajo la infinita lluvia de estrellas que cruzaban por encima de ellos dos.
―Oh… pero ya sucedió Shun. ―Declaraba Harbinger apuntando hacia el cielo, donde las estrellas viajaban a velocidades impresionantes, una de ellas debía ser ella, la guardiana del cielo y de la tierra, proveedora de seguridades y de caridades, la diosa de la justicia y de la guerra.―Las estrellas han hablado nuestra Diosa ya ha descendido… pero no como usualmente lo haría, sino… nacida como una niña humana, parece que tendremos que optar por el plan B. ―Shun esperaba no tener que poner el plan B en marcha, pero suponía que era el trabajo del patriarca esperar lo inesperado, sobre todo siendo la cabeza de todo el santuario de Athena.
―Yo… lo comprendo…―Murmuraba el santo de virgo suspirando levemente, la búsqueda incesante comenzaría, no eran suficientes en el santuario, apenas tenían los caballeros de oro suficientes para proteger los secretos que ocultaban los 12 templos, enviar a una escuadra de caballeros sería una tarea demandante y peligrosa teniendo en cuenta el vasto universo donde se encontraban y los planetas que se debían recorrer por completo para encontrar a una sola persona.
Un riesgo que como patriarca… debía estar dispuesto a aceptar, todo para asegurar la protección de la siguiente Athena, que se suponía que guiaría la batalla en contra de los enemigos jurados de la humanidad, la diosa que le daría fin a la eterna batalla entre dioses y humanos.
―No te preocupes Shun, dejo todo en tus manos. ―Declaró mirando con una sonrisa al caballero de Virgo, quien asentía levemente, aceptando el reconocimiento del que pronto sería su predecesor, heredando él su puesto como la responsabilidad de cuidar a todos los que se encontrarán en el santuario.
―Pero antes de entregarme a mi último sueño debo hablar contigo una última vez… esta será… mi última lección, así que siéntate por favor…―Pidió señalando a su lado… esta sería la última vez que hablarían y quería aprovecharla antes de que el suspiro final llegará.
―Muy bien, hablemos entonces…―Respondió el antiguo caballero de Andrómeda sentándose al lado de su amigo, en pose de meditación, dispuesto a escuchar todo lo que él estuviera dispuesto a contarle.
―¿Cuál es mi última lección, Harbinger? ―Interrogó viéndolo detenidamente en silencio.
El Santo más poderoso entre los santos se detuvo un instante, alzando su mirada al cielo rememorando aquella antigua leyenda que Saori le contó en más de una ocasión durante esas solitarias noches, después de haber perdido a su amado Pegaso.
―Detenme si ya has escuchado esta historia antes: En el principio de la historia como la conocemos solo existía Gea, creadora de todo lo que conocemos, ella era la tierra y la primera madre de los primeros dioses, quien a su vez dio a luz a quien sería su rey, el nombre de aquél ser sería Urano. ―Comenzó a contar desde el inicio de la creación, cuando la humanidad no era más que un pensamiento y la realidad solo una ilusión, en un mundo sin vida, sin cielos u océanos, solo una mancha oscura vagando ciegamente en un universo apenas nacido de la colosal explosión que dio un inicio a la historia más larga conocida por todo tipo de vida inteligente existente.
―Él creó las montañas y las nubes, él dio origen a la aparición de los primeros seres que comenzaron a habitar en la tierra. ―Siguió contando tratando de rememorar cada una de las palabras que Saori había utilizado en cada una de las ocasiones que ella le contó esta historia aún escrita en la memoria de su alma divina.
― De él y su esposa Gea nacieron los demás dioses incluyendo a quien terminaría derrotándolo: Cronos. ―Shun asintió, él conocía perfectamente esa historia, fue la primera que Albiore le contó cuando llegó a la isla Andrómeda, jamás podría olvidar un relato tan importante para la historia, como aterrador para su joven mente de 6 años.
El hecho de recordar a un tirano que odiaba a sus hijos y no solo eso, sino que dio vida a su asesino y el próximo dictador en la línea de sucesión que hizo actos tan monstruosos como devorar a sus hijos apenas nacieron era algo que jamás sería capaz de olvidar.
Esa historia le causaba pesadillas de niño… más ahora de adulto, aunque podía convivir con ellos, lo cierto era que… se le complicaba imaginar aquellos sucesos conociendo el hecho de que todo y absolutamente todo había sido real.
―Recuerdo perfectamente esa historia, Albiore me la contaba cuando entrenaba en la isla Andrómeda. ―Respondió Shun rememorando su primera noche en su lugar de entrenamiento, olvidado y abandonado desde hacía tantos años ya, aquella isla debía ser menos que un remanente del hogar en donde había vivido tantas cosas.
―Parecen siglos de eso, aunque en realidad… hayan pasado siglos. ―Murmuró ante la ironía del tiempo que había pasado desde la última vez que pensó en aquella islilla donde su historia como caballero había dado inicio.
―Sí, entonces él te debió haber contado los inicios de la creación, el permito, del gran titano maquia y el cómo se repartieron el mundo entre los dioses. ―Harbinger asumió intuyendo que a pesar de su respuesta segura y contundente, él no conociese hasta el mínimo detalle de esos mitos. Mitos basados en una realidad que la humanidad había olvidado.
―Sí él me contó toda la historia, no hay un detalle que no sepa de aquella historia…―Añadió creyendo que conocía toda la historia detrás de la creación del mundo, de la creación de la humanidad, del legado de Athena y de sus eternos guardianes puestos a servirle en batalla.
― ¿Pero te contó? ¿por qué razón fueron creadas las 12 armaduras doradas? ―Ante la interrogante Shun se vio confundido, ¿a qué se refería con eso del propósito del porqué fueron creadas las 12 armaduras doradas?
―No, pero la historia que nos cuentan siempre es la misma. ―Reiteró Shun rememorando a su vez el mito de la primera guerra santa, , billones de años antes de que él o alguno de los caballeros que conoció en su era o en la era pasada si quiera hubiesen existido
―Athena descendió de los cielos ante la amenaza de la primera guerra santa y el entregó a los humanos las armaduras para luchar por ella y defender al mundo de sus enemigos, como lo eran Hades, Ares, Poseidón, Eris, e incluso a otros dioses que han intentado tomar la tierra por la fuerza.
―Eso es correcto, ¿pero sabes porqué fueron creadas? ¿O por quienes fueron creadas y con qué propósito? ―Interrogó confundiendo enormemente a Shun, él tenía que el propósito de las 12 armaduras junto con las76 armaduras restantes era defender al mundo y a Athena… más no la razón del porqué habían sido creadas en primer lugar.
―Yo… no estoy muy seguro de esa respuesta…―Respondió inseguro de a qué era lo que se refería el anterior caballero de Tauro, quien es y sería el primero como el último de su peculiar estirpe.
―Déjame contarte una historia la historia de cómo fueron creadas las 12 armaduras del Zodiaco. ―Comenzó alzando su mirada hacia las estrellas, buscando entre ellas la historia que la humanidad había olvidado, trayendo esas memorias olvidadas de vuelta a la vida.
―Déjame contarte… el inicio de nuestra misión como caballeros de Athena…―Con ello… su narración comenzó en el lugar donde todo comenzó, cuando el olímpico del trueno hirió de muerte al titán del tiempo.
Después de la derrota de Cronos, Zeus se hizo con el poder de la tierra, no sin antes recibir una advertencia de su padre; el titán primordial, antes de ser desterrado eternamente en el tártaro, el primer Titán le advirtió a su hijo que al igual que su padre antes de él, él se convertiría en un tirano, justo como Urano y Cronos lo habían hecho no sin antes declarar que uno de sus hijos se revelaría ante él, desafiándolo para consecuentemente derrotarlo.
Zeus en aquél entonces no era un dios tiránico jurando solemnemente jamás convertirse en algo parecido a su propio padre, dividiendo el reino que se le había sido otorgado en tres partes, para él como para sus hermanos, demostrando su determinación ante el juramento que le había hecho a su padre durante su caída.
A Poseidón le regaló el océano junto con sus abismos marinos, creando los 7 templos que representaban a su vez cada una de las regiones del mar, los cuales eran sostenidos por sus respectivos pilares, a Hades el inframundo el cual fue reformado, creando consigo sus 9 prisiones, donde las almas de los difuntos ruines enfrentarían a su segunda muerte.
Aunque él no era un tirano como lo había dicho su padre, más sin embargo era un rey orgulloso.
Algo que hizo a Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón a que tomase precauciones, antes de que el orgullo se corrompiera en absolutismo.
Siendo su hermano Poseidón el más insistente entre los pocos dioses que permanecían hasta ese momento.
Zeus era un ser de gran poder, sabiduría pero también de un poderoso carisma, llegando a ser padre de la mayoría de los dioses que habitaban el olimpo, pero la amenaza del poder obligó a sus demás hermanos a encarar a Zeus al no tomar en serio las amenazas de Cronos.
El gran padre celestial de los cielos tuvo que actuar ante la amenaza inminente de ser derrocado por uno de sus hijos, devorando a la Titanide Metis quien en al momento estaba embarazada de una niña, para evitar que la profecía de Cronos se cumpliera…
Lo que no esperaba fue que un día al despertase de una larga siesta sintiese horrible dolor de cabeza, obligándolo a pedir ayuda a Hefestos, que ante su llamada de auxilio le abrió la frente para extraer aquello que le causaba tanto dolor, de la hendidura hecha en la cabeza fue así que nació Atenea, hija de Zeus y la Titánide Metis,
Quien al instante de nacer llevaba puesta consigo una sagrada armadura, hecha de metales preciosos, algo que jamás se había visto en toda la historia del olimpo.
Aquella fue la primera de las armaduras divinas jamás creadas.
Otorgándole a Zeus junto a los demás olímpicos la respuesta a la gran pregunta.
Para detener la ira injustificada de los dioses, 12 armaduras debían ser creadas con el único propósito de contrarrestar el poder divino de quienes las habían creado.
Los 12 Olímpicos forjarían armaduras capaces de dar a los hombres de carne y huesos el poder para rasgar los cielos de un puñetazo y destrozar la tierra de un puntapié.
Otorgándoles un regalo adicional, las 12 protecciones de oro recibirían un rayo de la luz del sol, que, al ser puestas juntas, reflejarían la luz del astro rey incluso en lo más profundo de los abismos marinos o del inframundo, donde la luz era solo un mito.
La primera armadura fue creada por Hefestos, dios del fuego y de la forja, quien le dio vida a la armadura de Aries tomando como inspiración en el trabajo de Poseidón quien al paralelo estaba creando sus Escamas Shogun, depositando en esta misma todos los conocimientos para reparar las armaduras en caso de que estas quedaran desechas, aparte de otorgarle a una raza de humanos los conocimientos de devolverle la vida a estas mismas utilizando su sangre o los mismos materiales que utilizó, repartidos por todo el mundo.
Hera creó la armadura de Tauro, bendiciéndola con una fuerza descomunal como la del Toro de Creta que le servía, otorgándole a aquellos que la portarán la fuerza física que lograse sobrepasar la de Hércules, el semidiós que ella puso a prueba al descubrir la traición de su esposo Zeus.
Deméter trato de construir dos armaduras similares que no pudieron ser terminadas, ambas fueron unidas en una sola, creando así la poderosa armadura de Géminis.
La primera mitad fue creada a partir del amor y alegría que sentía al estar junto a su hija Perséfone, quien tras su partida al inframundo por su maridaje con Hades, la segunda mitad fue creada con ira y tristeza que ella sentía por aquel evento, además de darles el misterioso poder de controlar la realidad a voluntad.
Hades dios del inframundo creó la armadura de Cáncer, concediéndole el poder de extraer espíritus y manipularlos a su conveniencia, despojándolos de sus carcazas terrenales, siendo en esta la que vertió parte de su odio y rencor por la humanidad, heredera del mundo que él deseaba tener.
Al descubrir la maldad que había sido puesta en la armadura de Cáncer dada por el Rey del inframundo, el gran Zeus decidió forjar la armadura dorada que pudiese contrarrestarla además de elegir a la bestia más poderosa que representase su imponencia al igual que su poder en el reino animal como lo era el león.
Creando la armadura de Leo en donde integró parte del poder de su Keravnos, no solo para darle al portador una defensa por la traición de su hermano Hades, sino que para ser un contrataque directo en caso de que los Titanes regresarán a reclamar el mundo que les habían arrebatado de las manos.
Hestia, la diosa virgen a su vez forjó la armadura de Virgo, bañándola de su compasión al igual que de su sabiduría. Aquella armadura era tan bella que fue la más querida por los dioses, siendo la única que permitía a su portador comunicarse con ellos directamente, para escucharlos hablar, entender el mundo o el universo a su alrededor, con el objetivo de otorgarle a su portador una elevación espiritual y mental más allá de los límites.
Ares forjó la armadura de Libra, junto con cada una de las 12 armas que la acompañaban, para Ares, la guerra y las armas lo eran todo, aquella armadura sería la que pudiese balancear y definir cualquier batalla o combate, siendo una de las más poderosas debido a sus agregados, adaptándose a cualquier situación o a su portador dependiendo de que fuera lo que se necesitara durante el conflicto.
Artemisa tuvo mucho cuidado al momento de forjar su armadura, la protección dorada de Escorpio, moldeándola en honor al escorpión quien la salvó alguna vez del cruel cazador Orión, el único animal que peleó por ella hiriendo de muerte al semidiós, quien a su vez terminó pisoteándolo hasta la muerte, Artemisa a su vez vertió en ella un gran valor junto con una de las responsabilidades más importantes para los dioses, la lealtad de quien portase esta armadura debía ser incondicional.
Ninguno de los dioses presentes durante la creación de las armaduras doradas había pensado en cosas como la lealtad o en el honor, inspirados por la diosa de la Luna, esperaban que Atenea, la diosa de la justicia, la guerra y la sabiduría, creara la novena armadura zodiacal.
Atenea forjó la armadura de Sagitario otorgándole dos regalos, uno era su sangre divina y la segunda sería la Flecha de la Diosa, haciéndola la más poderosa de todas las armaduras, la cual sería portada por un gran héroe conocido como Herón un semidiós que le otorgaría sus alas doradas.
Quien gracias a sus actos valerosos en el mundo se le sería entregado el arco de Artemisa, un arma que junto a su flecha serían capaz de herir incluso a los dioses.
Hermes fue el siguiente, forjando la armadura de Capricornio, inspirado por la creación de Atenea, en la misma armadura conjuró su lealtad. Haciendo que quien quiera que portase esta armadura fuese el caballero más leal de todos, con una determinación tan firme y poderosa como una afilada espada de oro.
Cosa que inspiraría al mismísimo Poseidón, quien después de terminar su trabajo creando las escamas, crearía la armadura de Acuario, en ella colocó no solo colocó su propio poder sobre los vientos congelados, perdiendo parcialmente los secretos de la ventisca y el hielo, sino que también le dio una personalidad tanto fría como cruel, para que su portador siempre fuese un hombre que le diese muerte a sus enemigos sin ningún miramiento o ápice de remordimientos.
Afrodita fue la última en forjar su armadura, con la gran esperanza de que fuese la más hermosa de entre las 12 que se habían creado, forjando en ella su vanidad al igual que su eterna belleza, las cuales eran tan intoxicantes como un poderoso veneno, el cual sería capaz de paralizar como el arrancarle sus sentidos a cualquier enemigo que se posara frente a ella, dando a luz la armadura de Piscis que a su vez vio nacer a un hermoso campo de rosas rojas que se alzaron ante su creación.
Al finalizar la creación de los 12 Zodiacos Divinos, los dioses que las crearon trataron de tomar posesión de cada una de estas armaduras.
Pero cada una poseía un poder que podía contrarrestar cada una sus habilidades.
Durante el conflicto las armaduras fueron lanzadas a la tierra, mientras que los dioses luchaban en los cielos para apoderarse de cada una de ellas, llevando su combate hacia la tierra creando un conflicto que destruyó toda la ciudad griega que después sería conocida como Atenas.
La diosa de la guerra bajó para ver lo ocurrido, viendo la muerte y destrucción que el conflicto entre dioses había provocado, en su desesperación, la diosa virgen lloró sobre la ciudad y los cadáveres de la gente que había sido asesinada por ellos, entendiendo lo crueles que los dioses podían ser con los humanos.
Arrepentidos por lo sucedido, los dioses le entregaron las Armaduras Doradas a Atenea.
Atenea fue la encargada de cuidar de estas 12 armaduras, para evitar el conflicto entre dioses gracias a su gran sentido de justicia como a su enorme bondad, gracias a esto la ciudad se alzó nuevamente en honor a la diosa que había detenido el conflicto entre dioses, siendo condecorada con su nombre, ciudad que gracias a la bondad de esta misma, logró prosperar, alzando los 12 templos en honor a las armaduras de oro.
Con ello se vio el nacimiento las 12 Casas del zodiaco, erigidas en el orden que cada una de ellas fue creadas, construyendo a su vez el reloj de fuego.
El cual se encargaría de expulsar a todos los invasores que intentarán robarlas o hacerle daño a la diosa que las comandaba.
Después Poseidón crearía las 7 Escamas Shogun que sus generales utilizarían durante la primera guerra santa, tomando como inspiración, la forma de las bestias y animales mitológicos que solían rondar las aguas de los mares, el propósito de las mismas era ser la contra parte de las armaduras de oro como una medida de contención si en algún momento eran utilizadas en su contra.
De la misma forma que se crearían las Sapuri, hechas de gemas extraídas de los fosos más profundos del inframundo, con el único objetivo de ser la contraparte natural de las armaduras doradas, quienes hasta el momento eran y seguían siendo los máximos símbolos de honor y poder hasta ese entonces.
Durante la crisis de Hades y la primera guerra santa en contra de Poseidón se crearían otras armaduras 76 armaduras, forjadas a partir de las constelaciones formadas en las estrellas, imbuyendo en cada una el poder, la convicción y las habilidades de cada uno de aquellos quienes las precedieron.
Creando vestimentas divinas más fuertes que otras, con los espíritus de aquellos grandes héroes que habrían luchado hasta el final, entre ellos el Pegaso que había acompañado a Athena durante la primera guerra santa contra Hades.
Aunque… después del conflicto una armadura más fue creada, una Treceava armadura dorada fue forjada en secreto por Apolo: Dios rey del Sol.
Esta había sido forjada con los rayos dorados del sol como un regalo para su primogénito, quien tenía el poder de comunicarse con las serpientes y tenerlas bajo su control.
Asclepio fue un semidiós que tenía el poder de resucitar a los muertos, cosa que terminó ofendiendo al dios Hades porque este hombre le arrebatase las almas que entraban en su reino, él exigió a que Zeus lo asesinará por violar el orden natural de las cosas, castigándolo con un relámpago que terminó dándole fin a su vida, para que consecuentemente esta fuese despojada del resplandor dorado con el que había sido imbuido convirtiéndola así en una simple armadura de plata.
Pero la esencia dorada era tan poderosa como para ser destruida por lo que fue sellada en la ciudad de Atenas, esperando el momento exacto para resucitar y convertir al portador de la armadura en un esclavo de su voluntad, como del alma dorada maldita.
Mucho después apareció un caballero conocido como Odysseus quien en su tiempo fue un poderoso guerrero poseedor de un enorme cosmos, eso combinado a sus habilidades en la medicina podía curar a aquellos que se encontrarán en las puertas de la muerte, más pronto que tarde se descubrió que él era la resurrección de Aclepio, hijo de Apolo, siéndole otorgada esta armadura, con la que él invocaría la esencia dorada enterrada bajo la ciudad de Atenas, despertando al semidiós que había sido castigado por Zeus pero que sería neutralizado por Apolo ante la amenaza del Olímpico del Relámpago, colocando en la esencia de oro una maldición imposible de curar causándole una lenta y dolorosa muerte, maldición llevaría al portador de la armadura que despertase la esencia dorada a su temprana muerte, bajo la amenaza de que si su hijo retornaba, habría graves consecuencias para él como para toda la humanidad.
La esencia de la armadura fue ocultada bajo las ruinas del templo de Odysseus, esencia que después de que los enviados al pasado retornarán, fue encerrada en el cofre donde las almas de Thanatos e Hypnos habían sido selladas durante 200 años, sellada a la espera… de que jamás sea abierta hasta que sea el momento indicado.
Al finalizar su relato Shun quedó mirando a un pequeño cofre entre sus manos, el cual poseía un antiguo pergamino con el nombre de Athena escrito en griego, sellando en ella el poder verdadero de la armadura divina de Ofiuco.
―Entonces… ¿la esencia dorada de la armadura de Ofiuco se encuentra encerrada en esta caja? ―Interrogó Shun sorprendido de lo que Harbinger le estaba otorgando, no solo estaba abrumado por el cómo y porqué fueron creadas las 12 armaduras doradas, sino de la décimo tercera armadura que utilizarían para la batalla contra el dios Hades.
―Eso es verdad… esperando al momento de ser liberada nuevamente. ―Añadía el antiguo caballero dorado de Tauro, respirando, suspirando levemente, tratando de mantenerse consiente aunque el sueño cada vez se hacía más y más insoportable, aquella era la muerte a la que había dejado esperando durante tanto tiempo a que reclamará su alma.
―No supimos sobre la maldición de la armadura de Ofiuco hasta muchos años más tarde, cuando trajo la desgracia a la última portadora de la armadura de ofiuco… lo que consecuentemente la llevó a su muerte… ―Anunciaba desvelando el funesto final que había sufrido la amazona que había llevado la esencia dorada, entristeciendo enormemente al caballero Shun de Andrómeda, él conoció la historia… pero jamás creyó que había sido la armadura quien había supuesto el abrupto final de su compañera de Cobra.
―No puedo creerlo… pobre Shaina, ella no se merecía esto, nadie se lo merece…―Murmuraba imaginando lo doloroso que había sido para ella el morir lentamente por una maldición puesta en el resplandor dorado de la armadura de Ofiuco. La desesperación de saber que pronto iba a morir y que nadie en este mundo sería capaz de salvarla.
―Por eso debes asegurarte de jamás utilizar la esencia dorada de Ofiuco a menos de ser total y completamente Necesario o que el enemigo nos empuje a la desesperación total. ―Advertía con total severidad, el pago por poseer la armadura dorada de ofiuco era la muerte, muy pocos podían atreverse a portarla conociendo el funesto desenlace… y para ser francos, muy pocos podían ser merecedores de portar la armadura de Ofiuco, una de las armaduras más poderosas de las 88 que existían.
―Está en tus manos ahora… si sacrificar a una persona por el bien común o mantener la esencia dorada de la armadura oculta para que no dañe a nadie más. ―Indicó con la esperanza de que, si se utilizaba nuevamente, debían hacerlo bajo extrema precaución y si la desesperación los llevaba a sacrificar al próximo poseedor de la armadura de ofiuco para proteger al universo de la amenaza latente que eran Hades y los dioses que vinieran después de él.
―Bien, la mantendré segura Harbinger. ―Respondió Shun colocándola a su lado, esperaba que esto fuera todo, aún no quería decir adiós… pero sabía que tarde o temprano tendrían que hacerlo.
Las estrellas se lo decían… muy pronto la suya se apagaría en esta bella y peligrosa lluvia estelar que anunciaba el fin de los tiempos.
―Hay otra cosa que tengo que darte…―Declaró alzando otro cofre, este mucho más pequeño y de madera, algo que… sorprendió enormemente la santo de Andrómeda, pensaba que el resto de la noche seguirían charlando, llenando sus mentes de conocimiento y reflexión pero no… parecía que existía algo más que Shun debía conocer.
―¿Recuerdas las cosas que te hablé cuando te dije sobre qué nuestra diosa es una divinidad humana al contarte la historia de Saori y Seiya? ―Le preguntó otorgándole el pequeño cofre de madera misterioso que ocultaba algo totalmente insólito para Shun.
―Incluso Siendo nuestra única aliada en esta eterna guerra contra dioses y humanos… siempre hay que tener un plan de emergencia si todo sale mal, si es que ese futuro prometido se vuelve un futuro imperfecto incluso si la diosa que nos prometió paz se termina convirtiendo en una tirana. ―Al ponerlo en las manos del caballero de Virgo este se vio confundido por las palabras que oraba, ¿a que se refería con eso de que la siguiente Athena se convertiría en una Tirana? ¿Que ocultaba ese cofre? Miles de preguntas venían a su mente… y la única forma de corroborarlas era abriéndolo.
―Incluso si va en contra de lo que creemos, debemos asegurar el futuro, incluso si eso significa perdernos en el camino. ―Shun al abrirlo quedó sin palabras, no podía creer lo que veía, lo tenía en sus manos, lo admiraba en toda su extensión, pero aun así no podía creerlo… sus manos temblaban al acercarse a la cubierta interior de terciopelo y al tocar la superficie dorada sus dudas se disiparon totalmente.
¿Qué hacía Harbinger con un objeto tan despreciable? ¿Por qué se lo estaba entregando justo en estos momentos y de esta forma? ¿Que estaba sucediendo?
―¿Esto es…?―Fue entonces que Shun lo alzó con total temor de ofender al patriarca presente pero en lugar de hacerlo, Harbinger la miró con atención, aquella era la daga dorada que trató de darle un abrupto fin a la vida de la pequeña Athena que Saga trató de asesinar hacía tantos años atrás.
―Así es… La espada de Khrysos, el arma que Saga trató de utilizar para asesinar a una recién Nacida Athena. ―Respondió el patriarca de un solo ojo, mirando al caballero de Virgo que miraba al arma entre sus manos sintiendo un enorme rechazo y temor.
Algo como esto debía permanecer olvidado y perdido, pero… ahora se encontraba frente a él como si nada le hubiera sucedido.
―¿Por qué me entregas un objeto tan despreciable… y así? ―Preguntaba Shun totalmente confundido, ¿cual era la razón por la que Harbinger le estaba otorgando así, de esta forma tan repentina? Se suponía que Saturno había destruido después de que Seiya se trató de enfrentar a él, pero ahora… ahora la tenía en sus manos sujetando su empuñadura, reflejándose en la hoja dorada del arma, sintiendo un enorme revoltijo en el estómago al tener algo tan poderoso… y al mismo tiempo tan peligroso.
―Creí… que esta espada había sido destruida, ¿porqué… me das esto? ―Interrogó el santo de Virgo confundido y asustado por lo que tenía en sus manos, un arma tan cruel como imponente no debería ser dejada en manos de cualquiera… aunque Harbinger no estaba haciendo exactamente eso.
―Nosotros también creímos que había desaparecido, pero… un día Saori y yo la encontramos debajo del Trono del patriarca como si esta jamás hubiese sido retirada. ―Respondió mirando directamente al arma dorada que Shun tenía entre sus manos, ese objeto debía ser tratado con mucho cuidado, pues era la única arma en el universo que podía asesinar a un dios.
―Además porqué como patriarca, debes adelantarte a cualquier tipo de amenaza que se presente, incluso si esta viene de donde menos nos esperamos. ―Declaró señalando a la espada dorada en manos de Shun, de alguna forma Harbinger tenía razón aunque no le gustaba las insinuaciones que estaba dando… como si la llegada de una nueva Athena significara el fin del mundo o el apocalipsis, que no era decir pero… el deber de los caballeros era proteger a Athena y a la humanidad… ¿pero que sucedería si debían protegerlos de sí mismos?
―Esta arma quizá te sea útil en más de una forma en el futuro, sé que es el arma que intentó terminar con la vida de nuestra diosa…―Era cierto, no quería pensar en el suceso o evento que le obligaría a tomar cartas en el asunto y utilizarla en un futuro no muy lejano.
―Pero algo me dice que en el futuro, podremos igualar las posibilidades si nuestros enemigos nos comienzan a superar. ―Pero por otro lado, Harbinger tenía razón, si el propósito de esta daga no estaba dirigida a Athena, ¿entonces esta arma servía para darle final a Hades para bien? Era una muy, muy buena pregunta quizá el día de mañana lo descubrirían, tarde o temprano.
―El cofre y la espada… serán dos planes finales si todo comienza a ir mal, no las utilices a menos que sean necesarios. ―Remarcó sus palabras recalcando la seriedad de mantener ambos alejados a menos de que no hubiera otra alternativa, dos planes finales que debían utilizarse con la paciencia y precisión de un procedimiento quirúrgico si aún querían tener un mañana para luchar.
―Lo comprendo Harbinger…―Asentía Shun comprendiendo la seriedad en la que estos dos objetos debían ser manejados y utilizados por bien del santuario.
―Una última cosa… ―El anciano miró hacia la estatua, confundiendo al santo de Virgo por su acción. ―Artorias… sal por favor. ― Al instante el caballero de cabello oscuro y ojos azules salió de detrás de la gran estatua de Athena, esto sorprendió aún más a Shun al verlo, ¿había estado escuchando toda su conversación hasta ese momento? Era sumamente extraño ya que no había podido percibir su cosmos o su presencia.
Era bueno para escabullirse sin que nadie lo notase, quizá… demasiado bueno.
―¿Si, mi maestro? ―Preguntó el caballero de cabello oscuro arrodillándose frente al viejo patriarca quien lo miraba como quien mira a un buen amigo.
―De ahora en adelante… Deberás ser la mano derecha de Shun, cumple con todas sus órdenes… hasta la última de ellas. ―Pedía mirando a su amigo quien desde hacía un largo rato había estado escuchando la conversación de ambos, pero no había decidido actuar o decir algo al respecto, pues como la mano derecha del patriarca siempre debía ser atento y escuchar, las cosas que Artorias no debía de saber hasta este punto hacían pensar a Shun si él no sería un mejor patriarca que el designado por Saori Athena.
―Él será el próximo gran maestro del santuario y todo lo que Shun diga se hará al pie de la letra. ―Declaró admirando al caballero de Sagitario quien asintió levemente ante la última orden que su maestro le estaba otorgando.
―Comprendido, maestro Harbinger. ―Asintió haciendo una leve reverencia a su mentor y amigo, si no fuera su deber quedarse en el mundo de los vivos un tiempo más, acompañaría a Harbinger a su destino final, estaba harto de decirle adiós a las personas que habían significado una familia para él… pero, así las cosas, debían ser.
―Gracias… querido amigo…―Respondió el viejo patriarca posando su mano sobre el hombro del santo dorado de Sagitario, quien le sonreía tranquilamente a pesar de tener conocimiento que esta sería la última vez que se verían en esta vida.
―Shun confía en Artorias, él ha sido ha sido un gran amigo desde que lo conocí cuando tan solo era un niño…―Nuevamente resumió depositando en él y en el próximo patriarca todas las esperanzas que tenía del futuro, ambos serían claves para los eventos que acontecerían pronto en un mañana desconocido, en un mundo que necesitaría de ambos y de que tan bien pudieran mover sus piezas para alcanzar esta victoria en esta cruel guerra.
―Siempre estará a tu lado, confía en él, siempre que tengas dudas… cuenta con él, mantente a su lado, confía en su juicio… él nunca me ha fallado y sé que no te fallará a ti. ―Declaraba llenando de orgullo a Artorias, que él dijera eso significaba mucho para él, sobre todo teniendo al hombre que serviría y lucharía de ahora en más.
―Es el más leal de los nuestros… he confiado en él todo lo que te confío a ti, ahora este puesto es tuyo… para que tomes siempre las decisiones acertadas, defiende nuestro mundo, nuestro legado y nuestro futuro…
―Lo Comprendo…―Shun nuevamente asintió cerrando sus ojos esmeraldas levemente, sintiendo el viento rozar su piel con suavidad, declarando la ora más funesta, las 12:00 el momento había llegado… ya no se podía dejar esperando más tiempo a Hades.
―Si todo fracasa… recuerda lo que te he otorgado, solo tú puedes tomar la decisión más acertada. ―Anunció levantando sus brazos quienes aún poseían una gran fortaleza, pero ya habían pasado muchos años desde esos tiempos dorados, ahora marchitados y arrugados se levantaban hacia su cabeza para alcanzar el casco dorado.
―En los momentos de mayor incertidumbre, tú debes perdurar… a pesar de que la batalla se vuelva tan sangrienta que te sea incapaz de soportar… Debes seguir luchando… por la humanidad… y por el Futuro…―Finalmente Harbinger se quitó el casco del patriarca, dejando ver su cabello blanco, su expresión alegre pero marchitada. Para finalmente entregárselos a su debido portador.
―Lo dejo en tus manos… Shun…―Dijo viendo como el hombre frente a él lo tomaba entre sus manos, aceptando su destino con una sonrisa triste en su expresión.
―No te defraudaré Harbinger…―Asentía el nuevo patriarca, la primera vez sentía tanto miedo, pero ahora estaba totalmente seguro que donde quiera que Harbinger fuera él seguiría allí, en su mente y recuerdos guiando cada uno de sus pasos hacia la absoluta verdad del universo.
―Yo sé que no… nuestros sueños y esperanzas residen en tus hombros. ―Declaraba apuntando su único ojo a Shun, para finalmente dirigirla hacia el cielo infinito, donde sus compañeros se encontraban, donde pronto él descansaría junto a ellos, Seiya, Kiki, Fudo, Integra, Koga, Yuna, Haruto, Edén, Sheik y… por supuesto, su amada Athena.
―Jamás pensé que un bastardo como yo terminaría así, muriendo pacíficamente, como el hombre más sabio e importante del santuario, aun así no puedo evitar preguntarme ¿lo habré hecho bien, mi papel en esta historia fue el indicado? ―Se interrogaba en sus momentos finales, buscando la respuesta entre las estrellas, entre el infinito cosmos, había vivido una vida llena de altos y bajos, había luchado contra los demonios y llorado junto a los ángeles, había sido cruel pero también bondadoso, ¿esto significaba ser humano? No se sentía tan mal… de hecho se sentía bien… correspondido y pacífico.
―Incuso sabiendo que este es el final que he anhelado toda mi vida… siento que ya no quiero morir. ―Murmuró riendo levemente, haciendo que Shun y Artorias rieran con él levemente, incluso ante las puestas de la muerte, él seguía manteniendo ese humor tan natural que solo él podía expresar.
―Sé que te recibirán con los brazos abiertos cuando llegues, Harbinger…―El santo de virgo asintió posando su mano sobre el pecho del viejo patriarca quien asintió levemente.
―Gracias Shun. ―Murmuró respirando pausadamente, no sentía frío solo una cálida sensación que recorría todo su cuerpo, desde su espina dorsal hasta sus manos, ¿esto era morir? Muchos la habían descrito como fría e inquietante, pero teniendo a su lado a dos personas importantes para él… solo podía tener una certeza, lo que sea que lo esperará detrás de esa oscuridad fuese Hades o fuese algo peor, la enfrentaría y le rompería los huesos. O de lo contrario… si eran sus compañeros y amigos, reiría nuevamente al lado de ellos recordarían tiempos felices y vigilarían a todos desde el eterno hogar de las estrellas. ―Al final de todo… fue una buena vida, solo me pregunto, ¿si alguien como yo merece el descanso eterno? ―Se preguntaba dejando caer su última lágrima, cerrando su ojo lentamente hasta sellarlo por completo.
―Quizá jamás obtendré la respuesta a esa pregunta, aunque, aun así, es una hermosa noche…―Finalizó entrando dócilmente hacia esa noche quieta, dejando que la vejez ardiera cuando se cierra el día, rabiando contra la agonía de la luz, como un sabio que comprende que la tiniebla es justa.
Pues en sus palabras jamás ensartaron relámpagos, no dejándose entrar a aquella noche quieta, como los buenos que ante la última quietud lloran ante aquel hermoso brillo, que con sus actos frágiles pudieron danzar en esa bahía verde.
Entrando Dócilmente en esa noche Quieta…
―Sí, una noche muy bella…―Murmuró Shun mirando hacia el cielo, dejando que sus ojos esmeraldas dejaran escapar una última lágrima, sintiendo una poderosa ráfaga de viento cruzar por todo el lugar, al abrirlos… el fuego de los cálices se había extinguido, una última estrella voló hacia la constelación de Tauro… y a su lado solo quedó una túnica vacía…
―Hasta pronto… amigo mío…―Murmuró aparentando la suave tela de la túnica oscura en sus manos, orando por que el alma del Gran Patriarca pudiera descansar finalmente en paz.
Hubo silencio, que era interrumpido por los sonidos de la noche, ambos caballeros dorados guardaron un minuto de silencio, nunca era fácil, jamás era fácil, pero los azotes del tiempo no perdonaban ni siquiera a los hombres más fuertes y valientes.
Su tiempo ya había terminado, pero había dejado a dos de sus mejores hombres a cargo del trabajo de su vida…
― ¿Ahora que… maestro Shun? ¿Cuál es el plan? ―Preguntó Artorias rompiendo el largo silencio, obligando al santo de Virgo a mirarlo fijamente.
Shun no estaba muy seguro, pero sentía que eso era parte de estar al frente, ahora él tenía que guiarlos a todo, él suspiró y se repuso, manteniendo una expresión tranquila y sólida, aún posando sus ojos en el casco dorado entre sus manos, pocos segundos después miró a Artorias con determinación, posando su mano sobre su hombro con total determinación en continuar donde Harbinger lo había dejado.
― Primero tendremos que encontrar a Athena, buscaremos por todo el universo si es necesario, Artorias… cuando finalmente lo hagamos habrá que prepararnos para la guerra, reuniremos a los caballeros de oro como los de bronce elegidos, aumentaremos nuestra fuerza, desafiaremos a la noche y ganaremos juntos, como un santuario unido. ―Declaró viendo como su compañero de Oro asentía, serían los primeros pasos hacia la dirección correcta, pero serían pasos seguros, firmes, ya no había espacio para dudar, solo para avanzar y seguir avanzando hasta conseguir la victoria definitiva… ese era el momento de actuar, por esa razón Shun le dio vuelta al casco para ponerlo en su cabeza hasta que este mismo encajara a la perfección, preparado para confrontar a las tinieblas.
―Finalicemos la batalla…―Con esa declaración de guerra, dio inicio a una nueva era, un nuevo patriarca se alzaba y su nombre era: Shun de Virgo, el Hombre Más Cercano a Dios.
El destino se había completado, el enviado del pasado se había convertido en lo más cercano a un dios en la tierra, con esto ahora podrían llevar la batalla directamente hacia ellos, a los fosos más profundos y crueles del inframundo, así pues, que diese inicio a la Última Gran Guerra Santa.
Fecha: 17 de Mayo del 2018
Hora: 05:00 P.m
Lugar: Stein am Rheim, Suiza
Su búsqueda los llevo a un pequeño pueblo con mucha vida, así como un gran encanto, allí entre el campo verde pudieron divisarlos, en una casita modesta rodeada de árboles y pastizales, él… parecía feliz, parecía pues en su rostro aún se notaba una expresión desoladora o apagada, aunque pese a eso realmente se veía feliz.
Por su lado ella, Koga jamás creyó haber visto a su mentora más feliz en esta vida, ella siempre era dura pero ahora parecía que estaba pasando los mejores momentos de su vida al lado de Seiya, Pues eso era lo que esa sonrisa le decía, era extraño haberlos encontrado a ambos en el mismo país, en el mismo lugar y sitio…
Por lo que podían ver, las cosas iban bien, se habían establecido en los alrededores parecía que llevaban una vida tranquila, una enorme diferencia de lo que ambos habían vivido durante la gran guerra contra Pallas o Marte.
―Creo que los encontré…―Decía el caballero de Pegaso, mirando desde la distancia a esas dos personas que habían traicionado al santuario y por la que él y sus amigos ahora se encontraban aquí, después de largos meses de búsqueda finalmente los tenía al alcance de su mano.
Pero ahora que se encontraban aquí, después de haber recorrido una gran distancia y haber rastreado como perros durante meses, Koga simplemente ya no sabía que era lo que tenía que hacer, si dar el aviso… o retirarse y dejarlos ser, con sus nuevas vidas lejos de esta vida llena de infortunios y tragedias.
― ¿Son ellos? ¿Estás seguro Koga? ―Preguntó la voz de una chica a través de un comunicador en su oreja, el cual lo contactaba con otras dos personas.
―Sí…―Murmuró desde la colina desde donde apreciaba a su maestra y al hombre que siempre había visto hacia arriba en admiración, ahora eran personas totalmente diferentes, viviendo vidas completamente alejadas de la infinita guerra contra dioses.
―Huh… uno pensaría que teniendo el consultorio de Shun irían allí para iniciar una nueva vida juntos. ―Murmuraba Soma entre las callejuelas del pueblo, cubierto por una capucha para no ser reconocido fácilmente en búsqueda de la ubicación exacta de Koga y Yuna.
―Quizá sea así… pero creo que lo que buscaban era algo que no fuera tan obvio. ―La joven águila por su parte se encontraba entre los tejados de las casas investigando por su cuenta, tratando de hayar la ubicación de Koga desde las alturas, desde que se separaron para cubrir más terreno no lo había visto o percibido, pero sabía que él no se encontraba remotamente cerca.
―Creo que buscaban ocultarse, pero… aquí se encuentran. ―Añadió apuntando sus ojos hacia la dirección de una colina lejana, donde el inconfundible cabello rojizo brillaba en la distancia.
― ¿Deberíamos informar al santuario? ―Interrogó Soma a lo lejos, la misión consistía en buscar e informar al santuario del paradero actual de los dos caballeros forajidos, nada más y nada menos, al haberlos encontrados justamente en un lugar que jamás esperaron encontrarlos juntos.
Koga dudó, ¿Qué sucedería si decían al santuario? ¿O que cosa harían los caballeros dorados con los desertores se encontraban aquí…? En un pueblo tan pacifico como este.
El santo de Pegaso miró a su mentora era la primera vez que la veía tan feliz, quizá era la primera y última vez que la vería así, de esta forma, tan plena, tan llena de vida… incluso si era una misión que le había encomendado su madre, ¿estaría dispuesto a darle fin… solo por seguir ordenes?
―No lo creo… creo, creo que lo mejor será dejarlos en paz…―No quería admitirlo, pero, este era el tipo de Paz que Koga quería conocer al lado de Yuna pero que por una u otra situación sabía que jamás podrían hacerlo. Sus vidas estaban demasiado lejos de esta bella ilusión frente a él.
Una ilusión de Paz… que quizá ellos jamás conocerían, no, a menos de que estuviesen dispuestos a entregar sus identidades como caballeros para volverse lo que jamás dejaron de ser: Humanos.
Seres consientes con sentimientos que anhelaban disfrutar esos pequeños momentos que parecían ser tan prohibidos para ellos como guerreros de Athena, pero que anhelaban con cada parte de sus mancillados y golpeados cuerpos.
―Y… ¿qué le diremos al patriarca? ¿Qué le diremos a la señorita Saori? ―Interrogó Soma encogiéndose de hombros, no le gustaba la idea de haber pasado meses buscándolos solo para que ahora el líder de su equipo denegará el comunicarle esto a su diosa/madre.
―No se preocupen, Soma, Yuna… Yo hablaré con ella…―Respondió Koga suspirando levemente, admirando a ambos entrar a aquella pequeña casita, a pesar de no tener mucho ambos se veían alegres, algo que no quería arruinar nuevamente con su intromisión o la del santuario.
― ¿Seguro? Hemos estado buscándolos por meses, no creo que se mantengan tranquilos si volvemos con las manos vacías amigo. ―Contra argumentaba el santo de león menor, él conocía a Harbinger y solía ser muy duro de vez en cuando, pero… quizá él comprendería si Koga hablaba directamente con él, solo podía esperar que eso pasara y no que enviarán a otro equipo de caballeros con intenciones no tan nobles como ellos.
―Lo sé pero…―Koga no pudo evitar mirar hacia esa pequeña casita cerca del campo abierto, incluso parecían esas cosas que habían en Grecia en los campos de entrenamientos donde algunos aprendices y mentores solían vivir, era pequeño pero suficiente como para que una pequeña familia pudiera florecer quizá eso era mucho mejor… que toda una vida de conflictos interminables y muerte sin fin.
―Creo que esto es lo mejor, es lo más sano que podemos hacer por ellos. ―Koga dijo finalmente suspirando, tanto Yuna como Soma no parecían convencidos, pero confiaban en el juicio de su líder, sobre todo su prometida, quien no podía evitar mirarlo desde lo lejos, mientras que él solo se dedicaba a mirar a un punto más allá de las colinas, no podía imaginar lo que estaba sintiendo pero si podía imaginarse su expresión, una expresión que había visto tantas veces, el anhelo de una vida que jamás conoció y que quizá jamás conocerían, de la que solo podían soñar al respecto, una vida que no podían permitirse, al menos no por el momento.
―Me alegro por ustedes dos, Seiya… maestra Shaina, que Suerte…―Murmuró suspirando nuevamente dibujando una sonrisa tranquila en su expresión, para que con un leve gesto comenzará a retirarse lejos de allí.
Incluso si Harbinger le pedía explicaciones y un reporte completo Koga estaba dispuesto a mentir con tal de que los dejaran en paz, ambos habían vivido miles de vidas, pasado por muchas cosas, habían sido sometidos como derrotados a la fuerza, se merecían esto… era lo mínimo que ambos se merecían después de haber pasado y vivido tantos infortunios
Koga, entendía ese dolor, no le importaba ser sancionado o enfrentar un juicio por encubrir a dos desertores, había pasado eventos peores que eso, teniendo de sobra para contar como para recordar… eventos que marcaron su piel y su vida de mala manera, aún tenía las cicatrices de cada uno de esos eventos infortunados.
Había sido una larga búsqueda que llegaba a una por así decirlo, anticlimática conclusión, pero todos sabían que era lo mejor, el anhelo era un sueño peligroso del que ninguno buscaba despertar, te embriagaba de ideas desenfocándote de los objetivos claros delante.
Aunque disfrutarlo, por lo menos por un tiempo más… no podría herir a nadie.
¿O sí?
Al regresar al santuario fueron invadidos por preguntas, preguntas que fueron respondidas con cierto aire de confusión y duda, pero todo culminó en que durante casi medio año no habían logrado nada que los guiará a ellos dos, se habían perdido en el mundo, en búsqueda de sus propias identidades, no había mucho que decir hasta este punto…
Solo que donde quiera que estuvieran, no estaban conspirando para ir al tártaros para tratar de convencer a Cronos de que a Seiya se le fuese devuelta la hermana que le habían arrebatado.
Después de dar su informe sin pistas concluyentes, Saori pidió una audiencia privada con su hijo adoptado, llevándolo hacia la villa de Athena, frente a la enorme estatua que representaba su sagrada armadura divina.
―Entonces… ¿sus 8 meses de búsqueda no los llevó a nada Koga? ―Interrogó Saori, Koga… había negado haber encontrado algo, pero ella sabía que su muchacho no regresaría con las manos vacías, él siempre regresaba con algo incluso si era una cosa pequeña.
―Bueno, la verdad es que logramos encontrar algo…―Comenzó a murmurar el joven caballero de Pegaso, llamando totalmente la atención de Saori, quien posó sus ojos azules sobre su muchacho, su pequeño Pegaso de bronce, aunque ya no era un niño una madre solo podía ver a su hijo con la misma alegría y afecto que la primera vez.
― ¿Ah sí? ¿Que encontraron? ―Nuevamente inquirió la diosa Athena sonriéndole tranquilamente al muchacho frente a ella con una expresión de sorpresa, esperaba que fuesen buenas noticias… de lo contrario no sabía que esperar de Koga por haberle ocultado información a Harbinger y a los demás caballeros Dorados.
Koga pensó por un momento, pero no necesitó mucho para percatarse que con quien hablaba era la persona con la que más confianza tenía en el mundo aparte de Yuna y Soma, persona que era su diosa y por quien daría su vida sin ningún ápice de duda.
―Al Sur de Stein am Rheim, los encontramos a ambos, ellos están bien… no se ven heridos o con intenciones e ir hacia Cronos. ―Se sinceró el muchacho de cabello rojizo siendo directo con quien había tenido un lazo familiar más cercano que con su mentora o con el mismo Seiya.
―Ambos se mantienen alejados de… bueno, todo esto. ―Declaró despejando las dudas de su diosa, quien simplemente desvió su mirada hacia el inmenso valle frente al santuario, no iba a mentir… confiaba en Shaina.
Confiaba en la amazona que le ayudó a criar a Koga y confiaba en que ella guiaría a Seiya, que le ayudaría a recuperar ese tiempo perdido para que finalmente recuperase la libertad que había extraviado en el punto más alto de su vida como hombre.
A pesar de que al igual que su caballero de Sagitario ella la había traicionado, no guardaba ningún rencor, profesionalmente había sido una confidente, así una amiga… su guardaespaldas más confiable y a la que había puesto a cargo de su cuidado personal, por lo que ella no tenía ninguna razón para dudar de ella, ni siquiera por el pasado oscuro que ella cargaba en sus hombros
―Entiendo…―Murmuró ella suspirando levemente, después de todo no era secreto que después de todos estos meses Saori aún no había logrado recuperarse de la deserción de su caballero más leal por no decir, el más poderoso, después de todo ella sabía que esto iba a suceder, había prolongado lo inevitable por mucho tiempo, pero era hora de aceptarlo. Debía dejarlo ír aunque le doliera en lo más profundo de su alma inmortal. Aunque aun así solo una duda perduraba.
―Koga…―Saori volvió a hablar después de un largo silencio que llegó a intranquilizar al niño que había adoptado.
―¿Uh? ―Murmuró apreciando desde su perfil las expresiones faciales de su madre adoptiva,, se le veía angustiada, pero más que eso se le veía inquieta por algo que rondaba en su mente,
―¿Seiya… es feliz? ―Interrogó reteniendo aquella expresión de desconocimiento y preocupación, aunque Koga no la veía directamente podía sentir que en su expresión había una enorme inquietud, sabía que él nunca más volvería, pero quería estar totalmente segura de que dejarlo ir había sido lo mejor para él, lo mejor para un hombre que lo había perdido todo y que merecía la segunda oportunidad que la vida, el destino o ella le habían negado por tanto tiempo.
―Bueno no estoy muy seguro de ello, pero… Yo lo vi feliz. ―Respondió Koga siendo lo más honesto con su diosa de lo que había sido con Harbinger o con los demás caballeros, él lo entendía igual de bien que su madre, quizá lo mejor para todos sería que simplemente ambos fuesen dejados tranquilos. Siendo francos era lo que ellos se merecían, lo mejor que podían otorgarles…
―Él se veía bien y Shaina también, ambos se veían felices. ―Con esa respuesta Saori finalmente pudo suspirar tranquila, esbozando una sonrisa pasiva aquello era todo o que necesitaba, no necesitaba detalles o de las cosas que se dedicaban actualmente, solo deseaba saber si él era feliz… si ambos llevaban una vida tranquila y pacífica, lo demás quedaba demás.
―Bien, solo eso quería saber, gracias Koga ya puedes retirarte. ―Le dijo suavemente al muchacho quien asintió levemente, haciendo una leve reverencia antes de retirarse, podía notar que las noticias habían puesto de buen humor a su madre, eso había sido inesperado pero cualquiera que haya sido la razón, Koga se sentía despejado con el hecho de que su madre estuviese tranquila.
―Seiya, finalmente eres libre… que envidia, me hubiera encantado darte todo eso y más pero, no pude hacerlo…―Murmuraba Saori, sonriendo él y por Shaina, ambos se lo merecían, habían vivido miles de vidas, era tiempo dejar que vivieran esta, libres de la opresión del santuario y por supuesto, libres de la guerra eterna que suponía ser un caballero de su anciano estandarte.
―Pero ahora esta es tu segunda oportunidad en esta vida, no deseo más que felicidad y amor en tu vida, hasta que nos veamos nuevamente, cuando seamos personas diferentes en un mundo totalmente distinto. ―Murmuraba sintiendo el viento acariciando su cabello violeta, sintiéndose de alguna forma libre, libre de las dudas y remordimientos, e la pena que la había desolado desde que su héroe se fue… ahora, sabiendo que era feliz con una persona que amaba, la había liberado en más de un sentido, la verdad los había liberado a ambos y ahora el futuro les sonreía finalmente, ya no había más miedo solo una enorme seguridad de que fuese lo que fuese a suceder, lo aceptarían con los brazos abiertos.
―Hasta que volvamos a vernos… cuando pasen otros 200 años.
Declaró en un suspiro de alegría, incluso si nunca volvían a verse en esta vida, en la siguiente volverían a reencontrarse, quizá para concretar lo que jamás pudieron lograr en esta, esa era la esperanza que ella tenía sobre ese futuro que jamás vería con estos ojos, pero que en los ojos de su siguiente vida sería capaz de presenciar.
Anhelaba ese reencuentro, aún si físicamente no estaría allí para verlo, sus almas se volverían a reencontrar, tal y como lo habían hecho durante el paso de la eternidad.
En la siguiente era, en el siguiente siglo…
Para enfrentase una última vez al peor enemigo que había enfrentado la humanidad, aquél que juraron haber destruido, el enemigo que casi los había llevado a su extinción.
El enemigo que habían conseguido herir de gravedad… el Dios que ahora se encontraba postrado en su trono reconstruyendo el reino que ellos creían haber destruido, con la promesa de volver a desafiarlos una vez más 200 años en el futuro para reclamar su tan anhelada venganza.
El Episodio Zero Aún No… Oh… Es Verdad.
Esta Historia Nunca Encontrará Una Conclusión… ¿No es así? ¿Ustedes Creen Ser Libres? ¿Qué Han Logrado Sobrepasar Al Destino? No… Todos Son Esclavos Atados Al Destino, A Mí Destino.
Solo Están Prolongando Lo Inevitable, La Guerra Que Se Aproxima en el Horizonte, ¿No Es Así?
Dos Bandos, Dos Enemigos Jurados, Uno Caerá Y El Otro Prevalecerá, Pero Esa Es Solo Otra Ilusión Creada Por Mí, Una Victoria Que Estoy Dispuesto A Permitir Para Otorgarme Más Y Más Poder.
Soy El Asesino Más Famoso Del Universo, Siempre Estoy Presente Como El Viento Pero Nunca Me Podrás Ver Llegar.
Soy Despiadado E Impredecible, Siempre Podrás Evitarme, Pero Jamás Podrás Escapar Pues Soy Inevitable, He Visto Imperios Alzarse Y Caer Ante Mí, He Visto A Reyes Y Reinas Sucumbir Ante Mi Perpetuo Movimiento, Podrán Tratar De Evitarme Incluso De Negarme, Pero Cuando El Momento Llega Yo Estaré Presente Ante El Final De La Vida.
Entre la infinita obscuridad del vacío cósmico, entre los destellos distantes de las estrellas, un eco se hacía presente, más allá de los confines olvidados por la humanidad.
Más allá del infinito cielo, más allá de las eternas nebulosas, en lo profundo del vacío estelar, donde la luz era un mito y donde las tinieblas lo dominaban todo, un ente permanecía, silencioso pero presente, como la eternidad o como el tiempo mismo.
―Es Tan Fácil Jugar Con El Destino De Los Humanos. ― El eco se movía a través de infinitos lagos de realidad, los cuales chocaban unos con otros en el viento, simulando miles y millones de realidades, miles de mundos donde lo que acontecía en uno afectaba irremediablemente los demás, estrellas infinitas en infinitas posibilidades.
―Solo Mueve Una Pieza Por Aquí, Mueve Esta Pieza Por Acá... Quita Una Pieza De Este Lugar Y Colócala En Esta Otra Dirección, Únicamente Para Observar Como El Caos Se Desenvuelve…― Hablaba mirando en uno de esos lagos a aquella humana que Athena le había conferido, colocándola justo en el instante que una nueva guerra iniciaría, solo para que consecuentemente ella criara al niño humano que sería clave para consumar sus planes.
―Es Casi Como Un Pequeño Juego, Tan Solo Hay Que Mover Un Solo vestigio Para Abrir Toda Una Nueva Línea Temporal, Es Tan fácil Como Quitar A Una Pequeña Humana, Engañar A Una Diosa Y Reparar A Un Humano Roto. ― Señalaba mirando los eventos de esa exacta línea temporal, cada evento, cada suceso, cada momento desafortunado que estaban llevando a él y a todos los que habían sido atrapados en el tártaro a su pronta liberación, esperando pacientemente a que cada una de las piezas jugaran su papel para simplemente desecharlas y que otras sirvieran para sus propósitos.
Pues para ellos eran los dioses y los humanos, piezas que fácilmente podían manipular a su conveniencia, en un juego sin recompensa, en un eterno laberinto sin final que terminaría llevándose a todos a un lugar peor que el mismísimo infierno, en donde las almas gemían de dolor por su segunda muerte, donde los gritos de los espíritus que no encontraban el descanso solo podían lamentarse por toda la eternidad.
En una batalla que nunca jamás finalizaría, hasta que toda la existencia le perteneciera nuevamente a él como a sus hermanos y hermanas, pero hasta que eso sucediese solo debía permanecer inmóvil, apreciando el espectáculo macabro que era la vida deleitándose del sufrimiento y el dolor de cada una de estas piezas tanto frágiles como fáciles de manipular.
―Todos Son Piezas Para Mí, Desechables, Fáciles De Corromper, Tan Fáciles De Engañar, tan Fáciles de Dispensar. ―Allí en lo profundo de la tumba de los Titanes había una figura enorme que hablaba, que susurraba, causando que las aguas a su alrededor se movieran violentamente por la imponencia de su propia voz.
―Pero Al Final Son Solo Eso, Piezas De mi Enorme Tablero De Ajedrez, Como Yo Lo Digo Y Cuando Yo Lo Ordeno…―Allí en el fondo de ese abismo de estrellas , constelaciones y galaxias se encontraba un único objeto, era un enorme Reloj de Arena hecho de los materiales más preciosos existidos y por existir, Platino en las partes donde el reloj simulaba sus columnas, los anillos que cubrían las tapas hechas de Oro puro, metal que estaba compuesto mayormente, la Plata más fina que recubría todo el cuerpo, el cual se encontraba tallado en miles y millones símbolos remarcados en bronce, runas en todo el armazón que se movía constantemente marcando todas las líneas del tiempo y con un cristal transparente hecho con un material divino que haría palidecer los ropajes divinos de los dioses, el cual dejaba ver en su interior la arena que se componía de infinitos diamantes que caían hasta el fondo sin control
―Bailando Torpemente Por Mi Reinado, Dando Vueltas Y Vueltas Hacia Ninguna Dirección. ―Aquella era la prisión de los titanes, quienes habían permanecido dormidos tras su derrota, quienes aunque desprendidos de sus cuerpos inmortales, aún permanecían consientes, en especial el padre del tiempo y de los dioses primigenios, el titán principal… el rey tirano.
―Tan Fácil, Tan Divertido Y Lo Mejor Es Que No Oponen Resistencia Alguna, Todo Va De Acuerdo Al Plan…― Pero allí reflejado en su interior encontraba una silueta, una silueta oscura que ansiaba despertar para llevarse a todos con él, para tomar venganza y recuperar aquello que se le había sido robado, aquello que era suyo por derecho divino, pues su palabra era única sin aceptar palabra de ningún dios que no fuese él.
―Todo Va De Acuerdo Al Plan. ― Dentro de ese reloj de arena, la silueta de un ser se alzaba, empuñando una enorme guadaña con sus 5 brazos, el arma con la que había aniquilado a su propio padre: Urano y con la que le daría muerte a los hijos que lo habían traicionado, para quedarse con su reino.
Continuará…
Y con esto solo queda un último capítulo del episodio Zero, espero que lo hayan disfrutado tanto como yo al hacerlo.
Es… un logro poder finalizar un libro conociendo mi mala racha creando Historias sin terminarlas, pero aquí estamos, en el penúltimo episodio antes de continuar con la historia principal, es un honor otorgarles esto pues son noches eternas de desvelo en las que no puedo dormir hasta terminar una simple escena.
No porque yo lo quiera, sino porque la inspiración me llega cuando es de noche lo cual… es complicado por decirlo de alguna forma amigable.
Espero que les haya gustado, yo quedé complacido por el resultado.
Un gran saludo a mi Invitado por haber comentado los episodios anteriores, sobre todo porque el feedback me da mucha inspiración para seguir escribiendo, gracias a eso el episodio Zero está encontrando su conclusión y gracias a eso Guardianes también encontrará su conclusión en un futuro que esperemos no sea tan lejano.
porque esto va para largo, hasta que el plan sea concretado.
Encore un énorme salut et un gros câlin à mon adepte, Shaina Cobra car grâce à vous spécifiquement, cette histoire se terminera bientôt, mais ne doutez pas que chaque instant que j'ai passé à écrire cette histoire je l'ai apprécié, c'était difficile et extrêmement difficile pour relier les événements passés et futurs, mais si je n'avais pas pris cette histoire aussi au sérieux que je le fais, je n'aurais jamais trouvé le point culminant parfait.
Même s'il ne reste qu'un chapitre, il y aura toujours des histoires à raconter, des secrets à découvrir et une guerre à mener.
Nuevamente les agradezco a todos, pero quiero pedirles algo, ¿les gusta este contenido? ¿Lo disfrutan? ¿Desean más? Pues ya saben qué hacer.
Comenten, denle a favoritos, síganlo y compártanlo, que eso me anima, huy como no tienen idea muchachos, yo amo hacer esto para ustedes, de verdad es mi pasión otorgarles esto en estos días tan grises que se viven en el mundo.
¿Porqué? Por qué esta es una carta de amor para mí hacia ustedes al igual que es una carta de amor a la serie que más he amado y a la que tanto tiempo y dinero le he invertido.
Como siempre digo, el Episodio Zero Aún no ha terminado, hasta que se extinga la última llama y se hayan pronunciado todas las palabras.
Hasta la Próxima.
Eddy B.
