Caballeros del Zodiaco:
Guardianes del Universo.
(Saint Seiya: Guardians)
Episodio 0: El Camino Hacia la Guerra Santa
Capítulo 1.0 Epilogo: El Preludio de una Leyenda.
Allí entre un pequeño campo de hierba una bebé de cabello anaranjado y ojos esmeraldas gateaba felizmente hacia un muchachito de cabello oscuro de brillo anaranjado y ojos azules, quien sonreía alegremente ante el pequeño juego de atrapadas que estaban teniendo.
Era divertido, especialmente para la bebé quien estaba tan determinada en atrapar al muchachito quien alegremente escapaba de ella riendo mientras lo hacía.
Un intercambio tan adorable que hacía que la mujer que los cuidaba a su lado riera también con ellos pese a que al mirar al muchachito y sabiendo de quien era sintiera un poco de rechazo, lo cual… no evitaba que se sintiera feliz por qué ambos estuvieran compartiendo su primer lazo como primos, como "Hermanos" Como la familia que ahora eran ellos dos.
Apenas eran niños, uno de 3 años y una pequeña de apenas 7 meses de edad. Era una bendición poder tenerlos a ambos justo aquí ante sus padres quienes veían en una considerable distancia como la orgullosa madre jugaba con su hija y con su sobrino.
Mientras que a lo lejos dos hombres que se conocían de toda la vida miraban a sus hijos atentamente, mientras charlaban debajo de la sombra de un árbol, como aquél que Ikki solía golpear cuando era niño.
―No sé si me gusta que este demasiado cerca de ella. ―Murmuraba mirando al jovencito que jugaba alegremente con su sobrina, desde que nació sintió que un rayo de luz había inundado su mundo de dolor y tinieblas, el cual era eclipsado por… la presencia de ese niño que seguía inquietándolo, sobre todo conociendo el hecho de que ese niño tenía sus genes.
No entendía como era que Shun lo había logrado asimilar el cómo había nacido, Ikki aún no podía hacerlo, pero, quería hacerlo pues, aunque quisiera o no.
Johnathan… era su hijo, el hijo que jamás creyó que iba a tener… Pero que ahora estaba frente a él, era real… y estaba jugando con la hija de su hermano menor.
―¿Porqué lo dices Ikki? ―Preguntó Shun mirando a su hermano a su lado, John… era un niño sano, no tenía ningún defecto de nacimiento, ningún daño físico o mental, era un niño normal a pesar de todo a pesar de cómo fue que él fue concebido, Shun se sentía feliz de ver a sus hijos interactuando alegremente y en paz. Sobre todo porque su esperanza era verlos así siempre, sin la amenaza constante de la guerra o la muerte.
―¿Aún… tienes esa idea? Solo míralo Ikki, es solo un niño. ―Le pedía apuntando hacia los jovencitos, quienes eran una imagen fiel y digna de los niños que ellos habían sido, ahora eran una familia, Shun lo único que deseaba era que siguiesen siendo una familia.
―Es tu hijo, sé que… es difícil para ti razonarlo pero, John es tu hijo Ikki. ―Las palabras de Shun… dolían más que los golpes… pues eran más fuertes, contundentes y realistas que cualquier ataque que hubiese recibido en su vida.
Aun así, le era imposible tratar de razonarlo, así como así, ese muchacho era producto de su carne y su sangre, aunque intentase negarlo, era así ese niño era su hijo y debía empezar a aceptarlo por más complicado que fuese asumirlo.
―Lo sé… él no tuvo la culpa de haber nacido como lo hizo. ―Murmuró Ikki bajando la mirada, estaba cansado… después de todo esas últimas semanas habían sido muy movidas, apenas había tenido un momento para descansar o mínimamente para asimilarlo totalmente, él no era un hombre que se definiera por su prominente capacidad de mostrar sus emociones, o mínimamente el permitirse verse tan vulnerable… pero al hablar con su hermano sabía que a él no podía ocultarle nada por más que quisiera.
―Quizá tengas razón, quizá lo mejor sea mantenerlo en secreto. Al menos hasta que tenga la edad suficiente para comprender como vino a este mundo. ―Afirmó Ikki manteniendo una expresión contemplativa, admirando a la esposa de su hermano abrazar a su bebé, para que en un momento determinado mirase al niño a su lado tomándolo de la mejilla, admirando bien su rostro.
Incluso si era difícil, debía admitir que ese muchachito tenía una mirada parecida a la de su padre, pero a diferencia de él, el brillo que poseían sus ojos era puro, de una inocencia que no había sido mancillada por la cruel y cruda realidad de la vida.
Incluso parecía imposible que él fuese el hijo de ese hombre, pero June aún con los sentimientos negativos y el rechazo que le provocaba el hermano de su esposo, debía admitir que su hijo era adorable, quizá… en algún futuro no muy lejano sería todo lo contrario a su padre.
Ojalá fuese así, pues no deseaba que este muchachito terminase de la misma forma que su padre, solo, odiando todo y a todos, pero a la persona que más odiase fuese a sí mismo…
¿Que clase de vida sería esa? Más para alguien tan dulce como lo era el pequeño Johnny…
no quería que él sufriera solo y aislado, no le deseaba eso a nadie más de su familia.
―Suena bien…―Murmuró Shun suspirando larga y pesadamente, desviando sus ojos hacia su esposa, aun estando tan cerca la sentía tan lejos de sí mismo… Era una tortura haber tenido que aceptar este puesto, era una tortura estar tan cerca y a la vez tan lejos de su amada familia, tan lejos de la preciada felicidad que por tanto tiempo anheló disfrutar con ella.
―¿Y qué tal tú y June? ―La pregunta hizo que nuevamente suspirará, June posó su mirada sobre su esposo, hacía tanto tiempo que no habían hablado, hacía tanto tiempo que no habían tenido un momento solo para ellos dos, esta era la primera vez después de varias semanas que podía estar con ellas, la vez anterior parecía tan lejana, como el día que Harbinger finalmente había ascendido a los cielos… desde que su pequeña hija nació.
Tan lejos, demasiado como para que él pudiese soportarlo.
―Ella… está bien, nos hemos distanciado un poco pero ella comprende porqué… es lo mejor para ambos. ―Shun se había vuelto fuerte, esto lo habría hecho llorar de impotencia no hacía mucho y si era honesto consigo mismo aún le entristecía que al haber conseguido su sueño, apenas pudiese ver a su esposa y a su hija, que teniéndolas tan cerca siempre estaba lejos de ellas, tratando de hacer un mundo mejor para ambas.
―Ella me contó su visión del futuro, no fue como lo esperaba.
―¿Y qué te contó? ―Preguntó Ikki posando su mirada sobre Shun, quien rememoraba lo que ella había dicho, lo que había visto en su premonición cuando vio dentro de la armadura de la copa, aturdiéndolo y abrumándolo por partes iguales, dándole a su misión un enfoque más preciso en lo que quería evitar que sucediese en el futuro, quería… proteger a su hija a cualquier costo que fuera necesario.
―Danny y Johnathan serán nuestros sucesores…―La respuesta fue más difícil de asimilarlo de lo que creía, entonces… era verdad, sus hijos estaban maldecidos con repetir la misma tragedia una y otra vez, así como los hijos de sus hijos por el resto de la eternidad, ningúno estaría a salvo… no al menos que la guerra entre humanos y dioses finalizará con una victoria sobre los dioses… o con la extinción de la humanidad.
―No quería creerlo pero, al parecer es verdad… ellos no estarán a salvo, nadie lo estará si no hacemos algo al respecto, yo… tengo que hacer algo para evitarle ese destino a nuestros hijos. ―Anunciaba mirando bajando su mirada, apretando con fuerza sus puños, lo único que quería en esta vida era proteger a su hija, todas sus vidas les habían negado algo, una familia, amor, a su hermano, su decisión, su libertad… lo único que él deseaba era poder defender a esa persona que suponía ahora todo su mundo al lado de su amada esposa.
Su último sueño como un hombre libre.
―¿Y que harás? ―Interrogó Ikki obligándolo a alzar sus ojos hacia su hermano, quien lo miraba con una expresión inquieta, temiendo que en sus palabras algo siniestro comenzará a maquinarse en la mente de Shun para evitar que sus hijos cayeran ante ese obscuro destino.
―Entrenaremos a una generación para tomar nuestros mantos y los de nuestros amigos, los ayudaremos a conseguir las armaduras de Andrómeda, Fénix, Pegaso, Dragón y Cisne…―Reveló dando a entender que utilizarían las vidas de otros niños y niñas para adoptar las armaduras que ellos habían poseído anteriormente, con la esperanza de que eso fuese suficiente para burlar al destino y con eso mantener a salvo a sus hijos.
―Evitaré a toda costa que nuestros hijos sean atrapados en esta guerra sin fin... Destino o no, no importa, haré lo que sea para… evitar que ellos sufran lo mismo que nosotros sufrimos. ―Aquellas no eran las palabras que su hermano utilizaría para referirse a otros, él jamás utilizaría la vida de otras personas para salvar a unos cuantos, pero… había estado lejos por tanto tiempo como para percatarse que el entrenamiento de Harbinger había logrado plasmar ideas que iban totalmente en contra de lo que Su hermano, había creído hace tanto tiempo.
―¿Y si no puedes lograrlo hermano? ―Nuevamente interrogó Ikki incrédulo de que su hermano realmente hubiese sugerido algo como eso, no era propio de él decir o hacer tales cosas, pero… lo comprendía, él estaba pensando primero en su esposa y en su hija, nada más le importaba. Solo quería proteger a su familia, incluso a costa de sacrificar a otros niños… para mantener a los suyos a salvo del conflicto, todo… por evitar que la tragedia vivida por él y su hermano fuera repetida por sus hijos.
―¿Y si lo único que nos queda es entregarnos al inevitable destino? ―Shun no quería pensar en eso, Harbinger le había dicho muchas cosas, entre ellas el despojarse de todo tipo de lazo, para evitar que eso lo llevara a la obsesión y a la locura, como había sucedido con Seiya.
Tenía razón de cierto modo, si el guerrero definitivo había caído ante su deseo de encontrar a su hermana, solo quedaba imaginar que sucedería si el gran patriarca se obsesionaba con tratar de salvar a su hija, el resultado era algo que nadie deseaba imaginar, ni siquiera el propio Shun…
Por qué de ser ese el caso, una historia parecida al del usurpador Saga volvería a repetirse, estando frente a la batalla más importante de todas, con sus fuerzas aun recobrándose de los anteriores conflictos y con pocos caballeros de oro custodiando las 12 casas Shun debía empezar a dejar de pensar como un padre y más como un estratega.
Por mucho que eso hiriera por dentro al más noble de los santos de bronce de la era anterior.
―Harbinger me dijo algo así, que a veces hay que sacrificar algo incluso si eso va en contra de nuestros ideales, incluso si va en contra de quienes somos… Incluso si eso nos termina destruyendo por dentro. ―Rememoró haciendo hincapié en esa última frase, como el supremo dirigente del santuario ahora cada orden que él diera sería seguida hasta sus últimas consecuencias, incluso si esas consecuencias llevaban a funestos resultados, provocando la muerte de miles sino que de billones de soldados a su mando.
―Pero aún no estoy listo para dejar ir mi humanidad así como así, al menos aún no…― Estaba dispuesto a tratar de engañar a su destino, aún si estaba listo para sacrificarlo todo… no estaba listo para sacrificar a su propia hija, un padre jamás debería optar por algo así, incluso si eso significaba salvar al universo de la amenaza que suponía el ataque de Hades hacia la humanidad.
―Lo lamento Shun, si hubiera sabido que esto significaba ser patriarca yo…―Ikki se detuvo, Shun tuvo la oportunidad de vivir una vida tranquila, de ser el hombre que él quería ser, de tener una familia, un hogar y una vida tranquila lejos del conflicto… pero gracias a Saori ahora solo eso quedaba, un sueño que nunca se haría realidad.
―Yo habría tomado tu lugar, tu no deberías pasar por todo esto tú solo. ―Ikki añadía arrepentido, si tan solo hubiera tomado nuevamente el destino de Shun en sus manos, él habría vivido una vida plena en el pasado, con su esposa e hija, pero ahora se encontraba atrapado en este futuro tan cruel, en donde el enemigo que había tratado de poseer su cuerpo se encaminaba a orquestar el mayor baño de sangre que la historia jamás había registrado.
―No te preocupes Ikki, lo lograré…―Replicó el hombre de cabello y ojos esmeraldas con convicción, no había llegado tan lejos para rendirse simplemente, él había entrenado durante largos días y noches para ser el emisario de Athena, su mano derecha así como su general más fuerte, todo para asegurar la supervivencia de la raza humana, si no podía lograr eso todo lo que Harbinger le había enseñado no habría valido de nada y su muerte habría sido en vano…
―Por qué no sé qué voy a hacer si no puedo alejar a mi hija de esta vida llena de dolor y penas. ― Su amigo había dado todo de sí mismo para mantener el santuario unido hasta el final, era momento de dejarlo descansar y ser él quien tomará la batuta que él había dejado, incluso si no era lo mejor, Andrómeda haría todo para mantener su promesa de terminar de una vez con la guerra santa.
―Ahhh… solo espero que logre funcionar. ―Murmuró colocando su mano sobre su rostro, no encontraba ningún placer en buscar jóvenes para que se encargarán del destino cruel que él y sus hijos debían afrontar… pero eso solo reafirmaba que seguía siendo humano.
Un humano tan frágil al igual que su moralidad, un humano que no buscaba sacrificar a otros por egoísmo, o por qué le gustará el sufrimiento ajeno, sino por qué se sentía mal de pensar en otros como piezas de un tablero de ajedrez y no como gente, con sueños, penas y anhelos al igual que él, los cuales morirían ante su comando.
Pues la crueldad existía incluso en menospreciar la vida de un igual, cuando todas las vidas eran igual de valiosas.
Ikki posó su mano en el hombro de su hermano, sintiendo una enorme culpa recorriendo su ser.
En verdad estaba dispuesto a llegar tan lejos, únicamente para servir a su propósito encomendado por Athena.
―Yo sé que lo lograrás Shun. ―Habló depositando toda su confianza en su hermano menor, quien apartó su mano de su propio rostro, para mirar a su lado, a su querido hermano mayor.
―Gracias Ikki…―Respondió Shun sonriéndole a su hermano, incluso ante el obscuro porvenir, se alegraba de que su hermano mayor aún se encontrara a su lado para enfrentar al ocaso latente que se aproximaba a ellos. Lenta y silenciosamente.
―A propósito, escuché que estás entrenando a un futuro caballero de Oro. ―La mención hizo sonreír a Shun, sabía que su hermano iba a sacar el tema a colación, pero no esperaba que lo hiciera después de hablar de algo tan duro, quizá solo quería mejorar el humor del momento.
Un gran avance considerando que estaba hablando con Ikki, conocía a su hermano a la perfección y él no era una persona que dejase ver sus emociones de manera tan clara como ahora, quizá… ese tiempo lejos de él y June le había servido para abrirse más a su querido hermano menor.
Más aún con el nacimiento de su hijo, el cual… aún se sentía con muchas dudas respecto a qué clase de relación debía tener con él o cómo lidiar con el hecho de que ahora tenía un hijo.
―Oh, sí… escuchaste de eso…―Mencionó cambiando su expresión afligida a una más afable, recordando a ese chiquillo de cabello oscuro y ojos rojos que había llegado al santuario un día y desde entonces, Shun lo acogió bajo su ala. Con la esperanza de que algún día se convirtiera en un honorable guerrero de oro.
―Bueno, su nombre es Jackumori Tezuka, es un muchacho impetuoso y explosivo pero tiene un buen corazón, hace casi un año que empezamos con su entrenamiento. ― Desde que lo dijo Ikki se percató de algo importante, aquél muchacho era un niño molesto que siempre buscaba una pelea, incluso los mentores estaban hartos de él hasta el punto de evitarlo a toda costa pues su presencia solo significaba problemas.
―¿Jackumori? ¿No es ese mocoso impertinente que siempre está metiéndose en problemas? ―Interrogó Ikki sorprendido de que fuese su propio hermano, aquél que hubiese acogido a esa molestia con pies bajo su tutela.
―Ese mismo. ―Respondió Alegremente Shun posando su mirada sobre su hermano mayor, quien lo veía con cierta duda, no esperaba que fuese él de entre todos quien eligiese a ese muchacho para ser su aprendiz, esperaba que entrenase a alguien con un temple más apaciguado como era natural de los caballeros de Virgo.
―La cosa es que… vi mucho potencial en él, a pesar de su temperamento―Aclaraba sonriendo levemente recordando a ese muchachito de mirada desafiante, que siempre estaba a la espera de un siguiente oponente para derrotar, fuese un aprendiz de bajo o alto nivel, no importaba.
Lo único que le gustaba en esta vida era combatir y nada más… no encontraba ninguna otra pasión que no fuese en batalla.
―¿Y porqué acogerías a alguien tan conflictivo hermano? ―Interrogaba nuevamente el hombre de cabello y ojos azulados, genuinamente curioso por lo que Shun le había estado diciendo, algo que el gran patriarca simplemente respondió con una pequeña risa.
―No lo sé, supongo que… me recordaba a cierta persona. ―Murmuró viendo a su hermano reír levemente, sabiendo a quien se estaba refiriendo con eso, sin duda Shun aún mantenía su humor con vida a pesar de todas las desdichas que estaba pasando actualmente.
―¿Y conozco a esa persona? ―Inquirió viendo reír a su hermano menor, claro que Ikki y esa persona se conocían perfectamente pues ambos eran la misma persona con la que Shun estaba hablando.
―Imagino que sí. ―Murmuró Shun devolviendo su mirada hacia su familia, aun pensando en el muchacho que estaba entrenando, como otro de sus hijos él debería estar aquí, pero como siempre él iba por su rumbo, jamás podía tenerlo quieto por mucho tiempo, aunque… quizá si él llegaba a convertirse en caballero esa actitud cambiaría, ¿quién podría imaginarlo?
―De alguna forma, siento que no fui yo quien lo eligió a él, sino que él me eligió a mí, no sé como explicarlo, pero…―Al pensar en Jacko rápidamente le llegó a la mente algo más, una idea que había rondado en su mente por mucho tiempo, la posibilidad de entrenar a un segundo aprendiz.
―Siento que ese muchacho es más especial de lo que queremos ver a simple vista. ― Ahora como gran patriarca debía dejar a alguien a cargo de la armadura de Virgo, Jack era bueno luchando, pero le faltaba la paciencia y el temple que un caballero como el de Virgo debía poseer, pero… quizá cuando terminase el entrenamiento de Jacko entrenaría a otro aprendiz para entregarle la armadura que por su puesto en el santuario ya no podía seguir llevando. Quizá algún día per no sería hoy, hoy… solo quería pasar tiempo con su esposa, su hija, su sobrino y su hermano mayor.
―hum… si tu lo dices hermano…―Ikki murmuró mirando hacia la dirección de June, la esposa de su hermano menor, quien tomaba de la mano a su Hijo al igual que cargaba a su sobrina en brazos dirigiéndose a ellos dos.―Creo que yo también comenzaré a entrenar a mi sucesor, quizá, tal vez…―Murmuró viéndola directamente a ella, con sus profundos ojos azules y su cabellera dorada dirigiéndose con sus hijos hacia ellos.
―Solo quiero, disfrutar de este momento con mi familia antes de volver a esa pesadilla. ― mujer que había despertado en él viejas heridas así como viejas pasiones que creía habían muerto con esmeralda… pero para su suerte o para su desgracia descubrió que aún seguía siendo humano, aún seguía siendo de carne y hueso, por más que intentará negarlo y encerrarse en su propio mundo lleno de dolor e ira… aún era débil ante la carne y los deseos de su herido corazón.
―Solo quiero… disfrutar de esta ilusión, de ser feliz, con esta familia tan bella que me tocó tener. ―el hombre cabello y ojos azules cerró sus parpados, a medida que ella avanzaba era suficiente castigo ya, toda su vida había herido a personas, a otras personas que jamás significaron nada para él, todo para hacer que experimentaran el mismo dolor que él… pero jamás esperó lastimar los a ellos dos, a su familia… a la única familia que tenía en este mundo y haberlas herido, había sido igual o más doloroso que haber visto morir a su primer amor la primera vez.
―Quiero creer que incluso un maldito como yo, puede ser feliz. ―Él finalmente abrió los ojos mirando hacia el suelo al sentir como la mano de su hermano se posaba sobre su hombro, ya era demasiado tarde para arrepentirse, lo único que debía hacer era seguir adelante con lo que tenía, lamentarse y sufrir… ya no servía de nada, aún era demasiado joven como para seguir viviendo arrepentido de sus actos.
―A pesar de todo el dolor que he causado en mi camino, después de todas las personas a las que le he hecho mal, solo quiero creer que esto es real y no solo un sueño.
Shun sonrió, a pesar de todo, él seguía a su lado… Debió imaginar que su hermano sería la única persona que jamás se daría por vencido con él, nunca lo hizo y jamás lo haría, nunca ante el incierto presente y el ignominioso futuro.
―Lo sé, yo también deseo creer que esto jamás desaparecerá Ikki. ―Comprendió Shun dándole un empujón hacia adelante, para que ambos volvieran a donde pertenecían, a su hogar de donde jamás debieron apartarse. ―Vamos, nuestra familia nos espera. ―Dijo caminando hacia su esposa junto a su hermano.
Anhelando de que este día junto a su amada familia jamás finalizará, deseando que la guerra jamás diera comienzo, aspirando que al igual que Ikki este sueño jamás conociese su fin, pero los buenos tiempos no solían durar nada y los malos tendían a permanecer, ambos habían visto los horrores que se ocultaban detrás de la promesa de una guerra sin final, sin ganadores, donde el baño de sangre era constante.
Donde los caballeros daban sus vidas a la orden del combate solo para terminar igual que los demás, como hojas arrojadas hacia el fuego sus vidas se consumían y ardían para finalmente apagarse en un lúgubre silencio, así eran todas las guerras.
Todas las que habían luchado y ahora sus hijos tendrían que afrontar esa desgracia que los había acosado desde tiempos inmemoriales, pero Shun estaba más que decidido a no permitir esa clase de castigo a sus hijos.
No lo permitiría, incluso si significaba engañar al destino lo haría, todo por qué… por qué era una promesa que se había hecho a sí mismo como a Ikki, los padres no tenían por qué ver a sus hijos morir, aquello iba contra las reglas del universo.
Haría hasta lo imposible por tratar de engañar al destino incluso si eso significaba sacrificar las vidas de otros para cumplir con esa promesa, solo para ver la hermosa sonrisa de su bebé una vez más, incluso si eso era lo último que iba a ver antes de morir.
Pues él prefería que fuese ella quien lo enterrase, antes de que él estuviese en ese lugar viendo a esa pequeña niña siendo sepultada, había soportado muchas cosas crueles en su vida, pero jamás estaría dispuesto a aceptar eso.
Ni como hombre y mucho menos como padre.
Pero como Ikki sabía… engañar al destino era imposible, él lo había intentado y había fracasado, Shun no sería diferente, pero aun así deseaba que él tuviera más suerte donde él había fracasado, si tan solo, él pudiera conseguir al menos engañar a la suerte… Todo saldría bien para ambos.
"Aún sí solo se vuelve un recuerdo triste de días felices, ¿por qué no disfrutar de él?" Pensaba Shun abrazando a su amada esposa y a su hija, teniendo una gran esperanza en el futuro, un futuro que quizá jamás vería, pero del que esperaba tanto y tantas cosas.
Una esperanza sumida en una oscuridad infinita, que el tiempo nunca encontraría clemencia.
"¿Por qué no sentirlo?" El tiempo se movía, hacia la siguiente guerra, contra los generales del cruel Ares, quienes habían reclamado el arma de su señor en su nombre para su pronta resurrección durante la guerra santa contra Hades, costándose la vida de tantos caballeros como de sus Berserkers, batallas donde muy pocos lograron salir con vida para vivir y luchar otro día más.
"¿Por qué no disfrutarlo?" El tiempo nuevamente revelaba la gran traición de Artorias, quien había masacrado a un enorme grupo de niños, para entonces ponerse frente a Shun, apuntando su arco y flecha de oro enfrentándose a encarándolo antes de que los caballeros dorados de Libra, Virgo y Escorpio llegaran a detenerlo.
"Veremos al pasado y lo recordaremos con anhelo, para que ese recuerdo se vuelva en una realidad duradera, en el tiempo que nos quede de vivir y mientras aún podamos seguir aquí." Entonces un día Shun recibió la llegada de la nueva Athena al santuario, una pequeña niña de cabello castaño claro, con una patilla de color violeta oscuro y ojos color cian, quien se veía demacrada, desnutrida y triste, era casi imposible una pequeña que había sido encontrada en esta clase de condiciones fuese la futura defensora de la humanidad, defensora que había sido abandonada por la misma.
"¿Por qué no?" Y allí en la visión de ese futuro Inevitable un muchachito se encontraba con ella con esa pequeña niña que sería la diosa del mundo humano y del universo que ellos habían logrado conquistar… después de 200 años, el Pegaso volvía a ver a su diosa, para dar inicio a una nueva historia, una nueva leyenda y con ella la misma tragedia que habían repetido por 2200 años.
Una guerra sin victoria, un conflicto sin final, en un universo infinito de infinitas posibilidades e infinitas batallas que nunca conocerían un final.
Pero por ahora regresando al presente, Shun solo deseaba pasar tiempo con su familia, aun conociendo que el día de mañana todo esto finalizaría abruptamente solo deseaba disfrutar de esto… ante las sombras de la guerra infinita.
"¿Por qué no?" Pensaba Shun tratando de olvidar sus problemas, de olvidar ese oscuro futuro, solo quería estar aquí, en donde su amada familia lo necesitaba, en donde era feliz, alejado de esa promesa de conflicto solo quería descanzar y disfrutar de este hermoso sueño, de este recuerdo triste de días felices. "Después de todo… seguimos siendo humanos"
Nadie podía engañar al Destino, ni siquiera él… pero le dejarían muy en claro que tratar de engañar al destino tendría consecuencias graves.
Por ahora podría disfrutar de su pequeño momento de felicidad, antes de caer en la profunda desesperación.
12 de Abril del 2271
Entonces…
Fecha: 17 de Junio del 2021
Hora: 10:00 P.m
Lugar: Campos de Piamonte, Milán Italia.
Guiados por un sentimiento de anhelo incesante, Shaina y Seiya habían juntado sus vidas, de una forma que ambos habían anhelado durante años, pero los giros del destino como siempre fueron crueles con ambos, las cosas como siempre no terminaron bien, ambos separaron sus caminos, no sin antes de su unión naciese algo nuevo…
Algo que ambos jamás creyeron que tendrían en la vida, una pequeña niña, entre aquellos giros y tuercas del destino Shaina calló doliente por una extraña enfermedad, una enfermedad que se llevó su fuerza al lado de su vitalidad.
Shaina… había regresado a su tierra de origen encontrando en el antiguo consultorio de Shun un hogar para alejarse, tanto del Santuario como de Seiya, pero a su vez estaba siempre cerca de ellos, al desaparecer totalmente del radar su situación fue empeorando poco a poco, hasta el punto que en una carta le reveló a Koga su ubicación en Italia.
Pues los mejores escondites siempre eran a plena vista, donde nadie podría sospechar nada.
Fue un escondite… demasiado bueno para ser verdad, pero ahora moribunda y débil Shaina sabía que debía anticiparse a todo antes de que llegará el suspiro final, debía resguardar a su hija depositando su confianza ciega en su alumno: Koga de Pegaso.
El hijo adoptivo de Saori Kido, la mujer… que le había arrebatado casi todo, pero en él era la única persona en todo este mundo en la que podía confiar pese a todo, él nunca le había fallado y no comenzaría a hacerlo ahora, no cuando tanto lo necesitaba.
Mientras que Koga solo podía tratar de ayudarla en lo posible, Shaina había sido su mentora durante sus primeros días de vida, así como una segunda madre para él, había sido dura y cruel, pero había encontrado justicia en su actuar.
A pesar de todo, Shaina le había enseñado todo acerca de cómo ser un caballero y ahora era su deber estar para ella y para su pequeña hija, después de todo… ella era como una pequeña hermana para él.
Como tal Koga debía hacerse responsable a pesar de todo, seguían siendo familia.
―Y así es como canalizas tu cosmos, ¿recuerdas como lo hiciste verdad? ―Le preguntaba el muchacho de cabello rojizo sonriendo tranquilamente a su lado, a la pequeña niña de cabello castaño y ojos verdes que le acompañaba, mientras él llevaba en sus brazos cosas y comida necesaria para esa tarde.
Habían entrenado arduamente todo el día, y ahora regresaban a casa para disfrutar de una bien merecida cena.
―Sí, solo tengo que concentrarlo en mis brazos, debo pensar en lo que quiero hacer y cómo hacerlo, y cuando lo haga debo manifestarla en un ataque de luz. ―Declaraba la jovencita orgullosa de lo que había logrado, debía admitirlo ella tenía talento, no por nada era la hija de un antiguo caballero de oro y quizá el más poderoso como de la amazona de plata más fuerte del santuario.
―Es tan divertido. ¿Por qué mamá nunca me enseñó a hacerlo y a ti sí? ―Le preguntó un tanto celosa y haciendo un pequeño puchero infantil mientras caminaba sobre una pequeña cerca de piedra tratando de mantener el balance, Koga solo respondió riendo levemente, era una chiquilla muy dulce, pero cuando estaba peleando podía ser tan agresiva como su madre, sin contar que podía llegar a tener una actitud un tanto explosiva, sin duda alguna era la viva imagen de sus padres cuando eran jóvenes.
―Bueno por qué en esos tiempos ella me estaba entrenando a mí y tú… bueno tú aún no habías nacido. ―Koga respondió finalmente suspirando de alegría, después de todo había sido un buen día, dadas las instrucciones de su mentora. Koga ahora tenía que supervisar su entrenamiento justo como ella se lo había pedido y no era que lo hiciera mal, era bastante talentosa para ser tan pequeña, a su edad ni siquiera sabía utilizar el cosmos era otra de esas cosas por las que sentir envidia por ella.
―Además… tu eres su hija, es obvio que ella iba a darte un entrenamiento menos duro, si sabes a lo que me refiero. ―Añadía tratando de bromear con ella, quien bajó de la cerca ante la risa que le provocó ese comentario, sobre todo por sus ocurrencias sabiendo lo dura que solía ser su mamá cuando aún tenía la vitalidad que la caracterizaba.
―Pero créeme que de haber estado allí tú también habrías recibido un par de las palizas que me daba para despertar mi cosmos. ―Eso si sonaba como Shaina, cosa que hizo reír aún más a la jovencita que lo acompañaba, siendo tan estridente como solo la voz de una niñita podía serlo.
―Ay, aún duele cuando pienso en ello…―Agregaba sobándose el hombro, sintiendo un leve golpe en el hombro por parte de su hermana menor.
―Je jeh eres un poco tonto hermano Koga. ―Sheik le dijo burlonamente a él, riendo dulcemente… no era igual que Aria, pero no tenía que ser como ella, ambas eran muy diferentes una a la otra, mientras que aria siempre era tranquila y humilde, Sheik siempre estaba llena de energías y júbilo, en verdad era hija de su mentora como del anterior santo de Sagitario.
―Hey no soy tonto, Sheik… solo soy… bueno digamos intento suavizar las cosas de como en verdad fueron, además me encanta la tranquilidad de por aquí. ―Mencionaba Koga mirando a su alrededor, Piamonte era un lugar tranquilo, Shun siempre había sabido escoger buenos lugares para ayudar a la gente y comprendía porqué quería iniciar una vida aquí, ojalá en un futuro tanto Yuna como él pudieran establecerse en un lugar tan bonito como ese, al llegar a casa Koga abrió la puerta del hogar.
―¡Maestra Shaina ya regresa…! oh Athena…― El humor cambió súbitamente al ver a la mentora y madre de la jovencita tirada en el suelo, en un charco de agua, vidrios rotos y sangre él dejó a un lado lo que cargaba para ír por ella.
―¡Mamá! ― Exclamaba Sheik preocupada, ¿que había sucedido? La habían dejado un par de horas, ahora estaba totalmente tendida en el suelo inmóvil y sangrando desde sus brazos. ―Mamá, ¿estás bien, mamá?
―Maestra Shaina, ¡Maestra Shaina! ―Koga se acercó a levantarla, teniendo extremo cuidado con de hacerlo por los cristales al hacerlo pudo ver que ella aún estaba consiente, con ambos ojos abiertos, pero… apenas tenía la fuerza para gemir de dolor.
―Estoy bien… estoy bien…―Murmuraba con apenas la fuerza para mantenerse consiente, Koga miró a sus brazos, eran cortadas leves, no eran tan profundas como algunas que él había tenido, pero por la cantidad de sangre en el suelo podía asumir que aquello había sucedido hacía unos cuantos minutos, estando ella en esa posición sin poder moverse por miedo a hacerse más daño o peor… por qué sus brazos ya no pudieran resistir el peso de su propio cuerpo.
―Solo… solo quería bajar por un vaso de agua… y mi cuerpo me traicionó. ―Koga sabía que lo que a ella le molestaba no eran los vidrios que se habían incrustado en su piel o la pérdida de sangre, era… que su fuerza se hubiera desvanecido de un día a otro, era injusto… era totalmente una desgracia que le causaba ira e impotencia a Koga por igual.
―No puedo hacer ni eso, no puedo ir por un maldito vaso de agua… parece un mal chiste…―Koga entonces la tomó en brazos, para cargarla nuevamente a su habitación.
―Tranquila… no te sobreesfuerces. ―Pedía el caballero Pegaso tratando de calmarla, arriba podría ayudarla a curar sus heridas, pero no aquí, ese lugar era un auténtico desastre y sabía que su mentora no quería pasar un segundo más en ese lugar.
―Vamos Sheik, cuidado al caminar….―Pido a su hermana pequeña por los afilados cristales que aún estaban desperdigados en el suelo, llevando el cuerpo de su mentora hacia su habitación.
Poco más tarde, después de quitar los fragmentos alojados en sus brazos y piernas para finalmente vendar sus extremidades Koga pudo darse un momento para reposar, no había visto a su mentora en tal estado desde… bueno, desde la primera vez que se enfrentó a Marte…
Esperaba nunca más tener que ver a su maestra de esta forma pero, al parecer el destino tenía otros planes…
Que mal que él tenía que verla nuevamente así, convaleciente y débil por la enfermedad que la estaba matando poco a poco… Al finalizar, la pequeña Sheik miró a la mesa de noche para ver el frasco de píldoras aún medio lleno, ella no podía comprender como su madre no las estaba tomando
―No lo comprendo, mamá ¿por qué no has tomado tus medicinas…? Ellas deberían estarte ayudando…―Hablaba la pequeña de cabello castaño y ojos verdes, tomando el frasco entre sus manos para dárselos a su mamá en un acto desesperado por ayudarla.
―No, no lo hacen… ni siquiera están retrasando los efectos de la maldición…―Murmuraba débilmente, mirando a su hija desde su cama, totalmente postrada apreciaba los intentos de ella por salvarle la vida… pero lamentablemente ningún tipo de medicina humana podría hacer algo por ella ahora.
―Mi cosmos es lo único que me ha mantenido con vida durante este tiempo, pero ya se está agotando, al igual que mi fuerza. ―Ella añadió levantando su brazo, el cual había perdido casi toda su resplandeciente musculatura, para quedar solo sus débiles huesos… que destino tan cruel había sido este.
―No sé cuánto tiempo me quede. Solo sé que no es mucho…―Agotada ella apretó su puño con la poca fuerza que le quedaba, no quería morir de esta forma, era extremadamente humillante para una guerrera que había sobrevivido 5 de las guerras más importantes de la humanidad y aún le quedaban más para luchar, el problema era… ese… su fuerza la había abandonado.
―Pero… el doctor dijo que.
―Ese doctor no sabe nada de lo que me sucede…. y si lo supiera crearía una cura milagrosa para contrarrestar la maldición…―Interrumpió rápidamente Shaina, apreciaba los esfuerzos de su hija por querer salvarle la vida, pero no había nada que se pudiera hacer… nada que ella pudiera hacer, esta no era una simple enfermedad… era una condena a la que se había sometido el día que aceptó la armadura maldecida.
―Maestra Shaina, aún hay tiempo… aún puedo… aún puedo ir con la señorita Saori ella sabrá que hacer, ella…
―¡No…!―Exclamó con la poca fuerza que había en sus pulmones, haciéndose daño al instante comenzando a toser lentamente, para finalmente comenzar a respirar lenta y pausadamente.
―No Koga… yo ya he tomado mi decisión…―Respondió tan orgullosa como siempre, aceptando su muerte antes de recaer en los brazos de esa mujer nuevamente.
―Además… si ella hace algo no solo será mi fin, sino el fin de la humanidad como la conocemos. ―Koga no comprendía porqué le decía eso, pero sí entendía que debía ser grave para poner en peligro a la humanidad nuevamente, ¿que estaba escondiendo Shaina?
―De… ¿de quién están hablando? ―Preguntó Sheik preocupada de lo que su madre le decía, poner en peligro a la humanidad, ¿Porqué? De que se trataba, pero lo que más dudas le casaba era…―¿Quién es Saori? ―Interrogó viendo tanto a su madre como a su hermano, ambos quedaron en silencio, aunque le estaban enseñando sobre el combate y cosmos… no le habían hablado de los dioses, la guerra o las 88 armaduras del zodiaco… tenían una larga charla pendiente con ella, pero ahora… no era el momento adecuado…
―Fue una gran amiga… pero al mismo tiempo fue la mayor causante de nuestros problemas…―Suspiró recordando a su diosa, aún… recordaba la época en la que se había quedado junto a ella como su guardaespaldas, mientras entrenaba a Koga… Parecían milenios desde que eso había sucedido.
―Debes considerarlo al menos, ella puede ayudarte, ella… sabrá que hacer. ―Refutó el santo de Pegaso con la esperanza de que así ella pudiera salvar su vida, recuperar su salud y resumir su vida tranquilamente con su hija, pero como la orgullosa guerrera que era… sabía que no lo haría.
Pero necesitaba insistir pues lo último que él quería era enterrar a otra persona valiosa para él.
―No Koga… no sacrificaré otra vida con tal de salvar la mía…―Reveló intrigando al caballero de Pegaso, ¿sacrificar la vida de una persona? ¿A que se refería con eso?
―No haré… lo mismo que hizo ella…
―¿Eh? ¿A qué se refiere maestra Shaina? ―Interrogó una vez más obligándola a suspirar, nunca había contado esta historia y esperaba no hacerlo, pero… el final de su vida estaba cada día más próximo… era mejor comenzar a contar lo que sucedió hace 20 años para prevenir a otros de lo que le estaba sucediendo a ella.
―No se los dije, nunca se lo conté a nadie, ni siquiera con Seiya lo hice… pero, yo hablé con Cronos… Me habló sobre los peligros que había si se volvía a invocar el poder de esa armadura y las repercusiones que habría en el mundo si lo hacía, lo que Zeus haría, él me Entregó la armadura dorada de Ofiuco…―Comenzó su explicación contando desde aquél momento, donde llamada hacia las ruinas de Ofiuco su mente fue invadida por el titán del tiempo, quien le advirtió del profundo odio que los dioses le tenían a esa armadura de oro en específico.
―Con ella logré salvar la vida de Seiya, pero él me advirtió que la armadura, no… su esencia estaba maldecida por el dios del sol Apolo. ―Reiteró esa última frase recordando lo que vio en esa visión, a los dos hombres que habían portado esa armadura de oro y su desenlace final a manos de Zeus y del dios del Sol, siendo castigados con el sueño eterno de la muerte por ofender a los dioses. ―Cualquiera que la utilizará, solo tendría 21 años de vida restantes antes de que esta golpeará con fuerza al usuario, llevándolo a su muerte…―Al instante los recuerdos volvieron a invadirla, donde 6 de esos 5 años realmente pudo vivirlos en paz y armonía con el hombre que había utilizado esa misma armadura para salvarle la vida.
―21 años… ese fue el tiempo que Odysseus y Aclepio vivieron hasta sus respectivos fallecimientos… ―Cantidad de tiempo que a la que ella fue sometida desde los 17 años y desde entonces habí vivido su vida, sabiendo que tenía todos y cada uno de sus días contados, desde el primer instante que se puso la armadura de oro maldita, hasta este momento, donde estaba agonizando cada día por seguir con vida.―Me advirtió… que si utilizaba esa armadura, mi vida se acortaría hasta los 37 años… pero yo… yo acepté eso, porque quería salvarle la vida al hombre que amaba…―Pensó recordando a Seiya, quien gracias a ella había vuelto a vivir, todo a costa de perder toda una vida, teniendo solo 21 años antes de que la maldición la golpeará en su momento de mayor virtud. ―Pero ahora… que el tiempo se me ha terminado, me hubiera… gustado disfrutar más esta vida que se me fue otorgada, pero siento que la malgasté totalmente, ahora que finalmente soy feliz… sé que voy a morir y que no hay nada que pueda hacer para evitarlo…―Anunciaba consiente de su oscuro destino, un destino que no le deseaba a nadie… ni siquiera a su peor enemigo, no había nada más cruel que ver como tu fuerza minimizaba hasta solo ser un marchito recuerdo de lo que alguna vez fue.
―Pero no me arrepiento de nada, todas las decisiones que tomé fueron mías hasta el final… todo lo que hice lo hice yo y nadie más… con eso puedo estar tranquila... hasta el final… ―Pero justo cuando terminó su relato, fue que comenzó a toser violentamente, escupiendo sangre en el proceso.
―¡Mamá! ― Exclamó la muchachita preocupada por su mamá, al ver como escupía sangre con cada tosido, causándole un terrible dolor interno a la veterana amazona.
―Espera traeré agua. ―Koga se apresuró a salir del cuarto, para tratar de conseguir agua para su mentora.
―Mamá, no te mueras mami debes seguir luchando. ―Rogaba la jovencita tratando de tranquilizar a su madre, aunque de poco a poco Shaina volvió a respirar con normalidad, recuperando su aliento andes de que la falta de oxígeno la hiciera desmayarse… o en su estado que terminase lo que la maldición comenzó.
―Ah… ahhh… ¿luchar? Toda mi vida he estado luchando… desde que era niña hasta ahora he luchado. ―Comentaba cansada, apenas teniendo la suficiente fuerza para jalar oxigeno hacia sus pulmones. ―No hay día que no haya dejado de hacerlo… y la primera vez que dejé de luchar, cosas buenas me sucedieron, pude enamorarme finalmente, pude vivir el sueño de una familia, pude… alcanzar las estrellas por un tiempo, claro hubo infortunios en el camino, pero hasta entonces seguí luchando. ― Comentaba sonriendo débilmente, cada día de su vida había sido una lucha incesante por sobrevivir un día más, cada día había sido un combate contra el destino y la vida… cada día había sido una batalla incesante por tratar de sobrevivir un día más, pero la llama de su vida se estaba extinguiendo poco a poco, hasta el punto que el día de mañana podría apagarse definitivamente mientras dormía.
―La pelea no ha terminado… aún sigue aquí pero… ya estoy muy cansada. ―Anunciaba nostálgicamente, mirando al suelo en total desesperación.―Esta vida te lo arrebata todo, incluso aquello que más amas…―Añadió apretando las cobijas entre sus dedos, impotente conociendo el destino que le aguardaba en el Hades… ella no tenía miedo, había esperado ese momento desde que era una niña, a lo que en verdad le tenía miedo… era lo que tenía que perder una vez llegase ese momento, a esa pequeña que ahora significaba todo para ella.
―Por eso tengo tanto miedo de dormir y no despertar, por qué… no quiero que lo mismo te suceda a ti, Seika…
La pequeña Seika miraba con pena a su madre, ella tampoco quería morir y dejarla a la deriva en este mundo cruel… en el que sabía que ella afrontaría tantos retos como dificultades, sin poder estar ella a su lado, que cruel que una madre tuviera que despedirse así de su hija.
Una crueldad de la que los dioses eran totalmente indiferentes, ellos habían sido benévolos dejándole vivir un tiempo más…
Pero habían sido lo suficientemente crueles para arrebatarle todo así como así de las manos.
―Mami…―Seika murmuró abrazando el débil cuerpo de su mamá, tratando de ser lo más cuidadosa posible para no infringirle más dolor del que ella ya estaba sintiendo con cada respiración.
―Pero debes ser fuerte… cuando yo no esté, debes luchar hasta el final. ―Le decía mirando detenidamente a esos bellos ojos esmeraldas que le había heredado a su pequeña hija.
―Escúchame bien… esta vida es difícil, injusta, te quita y te quita hasta que te deja sin nada… pero escúchame Seika… jamás permitas que este mundo te arrebate la voluntad de vivir. ―Suplicaba viendo como su pequeña asentía levemente, a pesar de estar en la situación en la que estaba, ella era su primera prioridad, lo demás no le importaba en nada.
―Es cruel y despiadada pero jamás debes dejar que gane… debes pelear hasta el final, hasta tu último aliento, incluso si crees que vas a morir, incluso si sientes que ya no puedes soportar más, debes seguir luchando, disculpa el lenguaje hija mía, pero debes demostrarle a esa maldita perra de lo que estás hecha y derrotarla en su propio juego, que nada ni nadie te detenga, hasta lograr lo que deseas…―Añadió levantando su mano para acariciar el rostro de su niña una vez más, era doloroso verla así, no se imaginaba lo traumático que debía ser para Seika esto, pero si hubiera sido por ella se habría quedado a su lado por toda la eternidad.
―Debes ser fuerte, por mí…―le pedía a su hija conociendo lo duro que sería una vez que ella no estuviera, aún si estaba rodeada por gente que la cuidara y procurará, sabía que después de su muerte, el mundo sería un lugar aún más duro, frío, oscuro y solitario para ella.
―Si mami…―Asentía Seika levemente con su cabeza tratando de limpiarse las lágrimas.
En ese preciso momento Koga llegó con un vaso cristalino en sus manos.
―Maestra Shaina…― Entonces él se acercó no para dárselo, sino para tomar su cabeza y levantarla, ayudando a beber para evitar otro infortunado accidente como el ocurrido minutos atrás.
Shaina comenzó a beber lenta y pausadamente, aclarando su seca y adolorida garganta, cuando finalizó Koga dio un paso para atrás depositando suavemente la cabeza de su mentora nuevamente sobre la almohada.
―Ahhh, gracias Koga…―Susurró tranquila después de recibir el líquido que su cuerpo tanto necesitaba después del daño de su garganta y de sus brazos.
―Koga… pronto ya no podré seguir aquí… te encargo lo mejor de mí…―Miró hacia arriba encontrando con los ojos de su alumno, quien asentía tranquilamente, aunque la tristeza era imborrable en su expresión.
―Claro… lo haré Maestra Shaina…―Respondió finalmente suspirando lenta y pesadamente, cualquier cosa que estuviese sucediendo en el mundo no le interesaba en nada, prefería estar aquí, en donde más lo necesitaban que haciendo cualquier otra cosa por ellas dos.
Shaina podía ver en la expresión de su alumno la aflicción que esto le estaba causando, tanto a él como a su pequeña hija.
―Créeme que si hubiera habido otra opción, me habría quedado con ustedes siempre…― Jamás quiso causarles este tipo de sufrimiento, a ningúno de los dos, pero ella había perdido el control de su vida y de su muerte hacía tanto, que lo único que deseaba es que no se mortificaran por esto. ―Pero ya sabes cómo es Koga, ya sabes cómo es la vida de un caballero…―Argumentó recordándole a él los peores fracasos de su vida como caballero de Athena.
―Sí… lo sé…―Murmuró rememorando a sus hermanos y hermanas caídos, a aquellos hombres y mujeres esplendidos que dieron sus vidas por una misma causa, por un mismo credo, pero recordando con especial cariño y agonía a una de ellas, a su querida hermana Aria de quien aún se sentía culpable por no haber podido protegerla cuando Marte la asesinó cruelmente.
―Yo no he hecho más que despedirme desde que me volví una amazona. ―Mencionó reviviendo a aquellos fantasmas que aún seguían atormentándola en las noches. Recordando a todos esos compañeros que habían perecido o desaparecido durante las eternas batallas del santuario.
―Pero ya sabes cómo es…―El rostro de cada uno había sido grabado a fuego en su memoria, siendo imposible para ella olvidarlos.
―Tarde o temprano hay que decir adiós…― De aquellos hombres y mujeres solo quedaban Tumbas, Koga no lo soportó más y comenzó a derramar lágrimas, teniendo que utilizar su propio brazo para cubrir su ojos, esto… era demasiado duro como para poder soportarlo, al igual que la pequeña Seika, quien solo abrazaba a su madre deseando jamás tener que despedirse de la misma forma que ella lo decía.
―No lloren… sean fuertes, ustedes dos… son mi legado… son mi vida… son lo que nunca pude lograr con Cassius…―Aunque siendo la orgullosa amazona que era no pedía su lástima o sus lágrimas, no las quería, pues ambos eran la prueba viviente de quien ella era, de que su pasado más oscuro había sido eclipsado por todo lo bueno que pudo lograr como maestra, como madre, sus más grandes logros en la vida, que le habían otorgado la oportunidad de redimirse ante sus faltas más graves de su oscuro pasado.
―Ustedes son mi orgullo y mi alegría, sé que nada podrá pararlos, por qué si lo hacen tendré que darle una paliza a los dos.
De haber sabido que este era su desenlace jamás se habría puesto ese recubrimiento de oro, jamás habría aceptado la propuesta de Cronos… si jamás le hubiera salvado la vida a Seiya a costa de la suya…
Pero al pensar esto estaba siendo egoísta también pues… desde el primer instante que posó sus ojos sobre su hija cayó totalmente rendida a ella, esos 5 años… habían sido todo para Shaina, y jamás los cambiaría por nada de este mundo, recuperar su salud era poco comparándola con las experiencias que había sentido en ese tiempo, esos 5 años comparados a toda su vida eran más valiosos que cada momento que pasó como amazona de Ofiuco.
―Je jeh… sí, solo tú podrías hacernos entrar en razón. ―Murmuraba esbozando una sonrisa intranquila, aunque ella mantenía el humor, lo hacía únicamente para evitar que ambos muchachos se desmoronaran… era una situación muy difícil de afrontar.
Aún frente al oscuro rostro de la muerte, ella seguía siendo la más fuerte tanto en mente como en sus convicciones, aún en su estado seguía demostrando su fortaleza.
La fuerza de determinar su propio destino, a pesar de que no fuera el mejor, ella jamás dejaría a sus alumnos o en dado caso a su hija caer ante la profunda desesperación.
―Tranquila, todo estará bien…―Pedía acariciando el cabello de su hija, quien al sentir su dulce tacto ella alzó su mirada respondiendo afirmativamente meneando su cabeza de arriba hacia abajo.
―¿Le enseñaste a utilizar su cosmos como te lo pedí Koga? ―Preguntó alzando su mirada hacia su alumno quien limpiándose los parpados asintió con la cabeza.
―Sí… tiene talento, jamás vi a alguien con tanto talento como ella. ―Murmuraba dándole un pequeño empujón, mejorando un poco su estado de ánimo, aunque no lo suficiente para despegarse de su mamá.
―Je jeh, sí… esa es mi niña. ―Mencionaba acariciando la cabeza de Seika, estaba orgullosa… de los dos, este pequeño tiempo juntos había fortalecido su lazo, hermanos de diferentes madres e hijos del mismo padre, ambos potros estaban encontrando una familia uno en otro, justo como ella quería que fuese. ―Me siento tan honrada de que sea así, a pesar de todo lo malo que he hecho, me siento honrada de haber tenido a una hija tan excepcional con un hermano mayor tan gentil y bondadoso. ― Les dijo a ambos con el cariño que solo una madre podía tenerle a sus hijos.
―Vamos, vayan a comer, un largo entrenamiento merece una buena cena…
Era verdad… con toda la conmoción a ambos se les había olvidado lo hambrientos que estaban, ambos habían entrenado duramente ese día, se merecían una buena cena pero Seika aún se sentía insegura de ír a cenar… o quedarse más tiempo a su lado.
―¿Estarás bien mamá? ―interrogó insegura de dejarla totalmente sola de nuevo.
―Tranquila Sheik… todo va a estar bien…―Le dijo a su pequeña, acariciando su rostro, para entonces darle un tierno beso en la frente, que dicha… y que infortunio que ahora que todo iba bien, el final de su vida estuviera tan cerca.
―Koga…―Shaina miró a su alumno, tratando de que él diese fin a esta situación que solo la lastimaba más.
―Sí… Vamos Sheik, hay… hay que preparar la cena hermanita…―Pidió tomando su mano para que ambos fuesen a comer, Koga comprendía que Shaina no buscaba que su hija se preocupase más de lo debido no quería que ella sufriera, pero era inevitable…
Como su única familia Seika se había aferrado a su mamá, al igual que Shaina se había aferrado a su hija, ellas se tenían la una a la otra hasta la llegada de Koga, no era justo que la maldición de ofiuco la estuviese matando poco a poco.
―Sí hermano, vamos…―Murmuró Seika tomando la mano de Koga, limpiándose el rostro para finalmente seguirlo fuera de la habitación de Su madre, quien finalmente pudo suspirar aliviada.
Era una verdadera tortura física y psicológica, un castigo injusto quizá, pero los dioses no poseían una moral como la de los humanos, para ellos era un castigo merecido para aquellos humanos que jugueteaban con lo prohibido, lo cual… no hacía esto aún menos cruel, el castigo de una vida llena de maldad y envidia no equivalía el precio de una muerte lenta y dolorosa. El arrepentimiento era tan humano como el dolor o el amor.
Seres eternos como lo eran los dioses no entendían tales conceptos, la agonía les era indiferentes.
Lo único real para ellos era la lealtad, ¿pero lealtad a quién?
Cuando todos habían traicionado a la humanidad de una u otra forma, cosa que no eximía a los humanos de la culpa por tantas tragedias y muertes, pero… aunque fuese obra de los dioses o del destino, nada de esto era justo… nada de esto era merecido.
Pero aun así aquí estaban, afrontando las consecuencias de un conflicto del que jamás desearon ser parte, simplemente estuvieron en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Los dioses eran Crueles, por eso los humanos lo eran aún más.
Compensando el profundo odio que su creadores les tenían.
Aunque entre toda esa crueldad aún existía la belleza y el amor del que muchos aún se aferraban con fuerza, un anhelo… en el que pocos realmente podían vivir, pero lo hacían por qué al fin y al cabo seguían siendo humanos, seguían siendo seres vivos, consientes que desean amar y ser amados.
Poco después de hacer la cena, Koga fue al teléfono de la Sala para llamar a alguien, necesitaba hablar con alguien después de todo lo ocurrido ese día, necesitaba escuchar la voz de esa persona al menos una vez más antes de que el día de mañana llegase, antes de que su temor más grande se hiciese realidad.
―Hey Yu… soy yo Koga…―Decía recargándose sobre la pared en donde colgaba el teléfono, ella respondió preocupada después de todo no era común que él saliera y no regresase por mucho tiempo a casa.―Lo sé, lo sé… sé que he estado lejos por casi dos semanas… no, no estoy cerca solo… solo ayudaba a alguien. ―Comentaba dándole tiempo a Yuna de hablar y responderle de vuelta, ella se sentía aliviada, pero había algo en la voz de Koga que no la dejaba tranquila. Un… algo que lo mantenía atenta a sus emociones expresadas a través del teléfono.
―Ya sé, escucha, estoy bien ya voy a regresar a casa solo…. Hay un par de cosas que tengo que ocuparme aquí… No puedo decirte aún… ―Poco a poco la voz del caballero Pegaso comenzó a romperse, preocupando nuevamente a Yuna, quien no comprendía que estaba sucediendo con Koga. ―Tranquila estoy bien estoy… estoy bien amor yo solo…―Koga pausó un momento para limpiarse los ojos, no quería romperse pero… estaba pasando por otro momento duro en su vida, y apenas podía soportarlo sin la compañía de su querida águila.
―Sí, tranquila todo está bien… todo está bien…―Trataba de decirle intentando tranquilizarse a él mismo, odiaba tener que preocuparla pero las cosas no estaban yendo bien, solo quería volver a casa a sentir los brazos de su prometida reconfortándolo, pero aún no… no hasta cumplir con el deber por el que había sido traído hasta aquí.
―Te diré todo cuando regrese a casa ¿de acuerdo? Bien… bien nos vemos, cuídate mucho por favor. ―Le pidió colgando la llamada, no quería ser tan críptico y por supuesto que no buscaba preocupar a Yuna, pero esto… esto era demasiado, no se había sentido tan importente, tan falto de fuerza y poder como cuando luchó en las anteriores guerras santas al ver morir a tantas personas que él quería y admiraba.
No estaban en guerra… pero aun así no era menos difícil afrontar una situación tan desgarradora como esta, no se imaginaba como era para ella, aunque… no esperaba que a su lado ella hubiese escuchado su conversación.
―¿Hermano Koga? ―interrogó tímidamente al verlo tan triste y desolado, Koga trató de recomponerse rápidamente para evitarle otro momento emocionalmente triste a la pequeña de ojos esmeraldas.―¿Que sucede?
―No sucede nada… No te preocupes Sheik, todo está bien…―Respondió sonriéndole tranquilamente ante sus interrogantes, tratando de mantenerse lo más tranquilo y simpático para ella, aunque sabía que quizá no funcionaría… necesitaba ser fuerte por ella, por Shaina.
―Mamá se va a morir, ¿verdad? ―Fue la pregunta tan cargada de emoción y sentimiento lo que hizo que Koga mirara sorprendida a la pequeña frente a él, ella lo había dicho como si fuese algo normal, como si esto fuese algo que pasaba todo el tiempo, pero no lo era., ningún niño tenía que pasar por algo así en su vida y… aquí estaba ella, tratando de bajar su mirada al suelo tratando de ocultar las lágrimas que caían por su rostro.
―No, no estoy seguro de que podremos hacer algo estoy seguro de que…
―Koga… los hermanos no mienten…―Ella refutó reconociéndolo, de hecho parecía que ella ya estaba llegando a esos términos, lo cual no evitaba que fuese algo tan horrible como para que su mente apenas fuese capaz de racionalizarlo como era debido.
―¿Mamá se va a morir? ―Koga no tenía el corazón para decirle que… en efecto Shaina iba a morir, pero si le volvía a mentir no quería avivar la esperanza solo para ser golpeada nuevamente por la cruda realidad.
No podía hacer eso, no otra vez…
―Sí… discúlpame…―Murmuró viendo como el rostro de Seika se arrugaba, obligándose a ocultarlo abrazando a su hermano con fuerza.
―Hermanito Koga…―Seika sollozaba en el hombro del caballero Pegaso, con tanta amargura que le rompía el corazón a él, era injusto, era total y completamente injusto que una niña como ella tuviera que perder a su madre , era injusto… al igual que la muerte de Aria, pero… así de cruel era el Destino que acompañaba a los caballeros, un destino tan, tan cruel que no tenía misericordia con ninguno.
―¿Qué será de mí cuando mamá muera, a donde iré? ―Koga entonces se separó para verla a sus ojos, que se encontraban rojos por el llanto.
―No te preocupes… Yo nunca te abandonaré. ―Respondió el muchacho de cabello rojizo tratando de aguantarse las ganas de llorar al igual que ella, aunque ya no era un pequeño niño… verla así lo destrozaba.
―Jamás lo haré…―Recalcó limpiando las lágrimas de su rostro ayudándola a tranquilizarse.
―Hermanito Koga, tengo miedo… ―Murmuraba con su barbilla temblando, amenazando nuevamente con volver a romper en llanto en cualquier instante.
―Lo sé…―Respondió él asintiendo con la cabeza, él también tenía miedo por lo que le fuese a suceder a ella, o si la maldición a la que había sido expuesta Shaina era hereditaria, pero tal y como se lo prometió a Aria, se lo prometía a ella.
―Pero tranquila, aquí estoy yo, no iré a ninguna parte, además recuerda lo que te dijo tu mamá, debes ser fuerte…―Le pedía viendo como ella asentía levemente, esta no era una situación que una niña tan dulce como ella tuviera que afrontar sola, él se quedaría a su lado incluso cuando ya no lo necesitará más estaría a su lado aún entre toda esta intimidante oscuridad. No permitiría que su hermana volviera a perderse así, nunca más… nunca más.
―Vamos se enfría la cena. ―Pidió ayudándola a volver a la cocina, dándose cuenta muy tarde que Seika había tenido que lidiar con esto sola por mucho tiempo, que horrible debió haber sido.
Pero ahora se encontraba aquí, se sentía tan culpable de haber tardado tanto pero finalmente se encontraba en este lugar, donde ahora más que nunca lo necesitaban, fue así que ambos caminaron juntos nuevamente hacia la cocina, ante la caída de la oscura noche, a la espera de un nuevo día.
Α/Ω
Los golpes resonaban con brutalidad, la audiencia alababa y abucheaba por igual, dos hombres luchaban en un cuadrilátero aunque decir que luchaban resultaba gracioso cuando lo que en realidad sucedía era una masacre en el ring, el otro boxeador estaba recibiendo una paliza por parte del otro hombre que lanzaba sus ataques tan rápido como un meteoro.
Destrozándole el rostro al oponente sin ningún ápice de misericordia, solo descargaba su ira en el combate, tres golpes más y el otro ya estaba en el suelo ante las puertas de la muerte siendo atendido, mientras que el otro solo que le quedaba mirando jadeando de cansancio al ver a su rival abatido en el suelo.
Estas peleas eran para apostar a que él perdería, pero como cuando él peleaba, nunca perdía… no en realidad… solo buscaba una excusa para volver a pelear, para sentir algo, lo que fuera… pero nadie era tan fuerte como él, nadie… que no llevase una armadura de oro.
Poco después el dueño del recinto hablaba con él seriamente, después de haberle hecho perder mucho dinero nuevamente.
―Muchacho, a nadie quiere pagar en una pelea donde siempre ganas, ya te lo he dicho. ―Hablaba cansado de siempre ser él quien tuviera que hablar con él, no solo apestaba a sudor, sino a alcohol, además en su mirada solo podía ver un abismo que nunca antes había visto en la expresión de un hombre, alguien que solo vivía por el impulso de hacerlo y nada más.
―Si tanto te molesta, consígueme oponentes más fuertes. ―Respondió el hombre de cabello castaño desalineado y con infinitas cicatrices adornando su aún joven cuerpo, pero después de tantas peleas… parecían las de un perro que había sido pateado una y otra vez por la vida.
―Es que no hay nadie más fuerte que tú. ―A pesar del nombre que lo precedía, no parecía nada al noble animal mitológico por el que se le apodaba, el hombre sin más demora sacó un sobre blanco con dinero dentro.
―Este será tu último pago.
―Hummm, entonces supongo que esto es un adiós…―Le dijo alzando su mano hacia él, pero antes de agarrarlo el viejo alzó su brazo denegándole su pago.
―Si sigues así… sabes que acabarás muerto, ¿no? ―Preguntó con seriedad, durante las peleas se dejaba golpear brutalmente, nunca caía… pero aun cuando ganaba se le veía una mirada y expresión de insatisfacción, de alguien que hubiera esperado más de su oponente… o de que aquella pelea hubiese significado su última.
―¿Y qué importa? ―Le preguntó a él arrebatándole el dinero de las manos, listo para retirarse de este bar de mala muerte, ni siquiera tenía porqué seguir aquí, solo estaba aquí por el dinero y por las bebidas.
―Ya lo he perdido todo…―Comentó pelea solo para alejarse a comprar el vicio que aún lo mantenía cuerdo y con vida, caminando solitariamente hacia la senda oscura de la muerte…
Aquél hombre pasó por varios espejos, algunos sucios, otros demacrados y otros más pintarrajeados, pero hubo uno en el que se detuvo a Mirarse.
Él era un hombre de frondosa barba, con esa mirada perdida, esa barba y con el cabello mucho más desalineado él parecía irreconocible… con tanta sangre en su rostro y cuerpo que era casi irreconocible, pero seguía siendo él, el Héroe de Héroes, el Pegaso de Oro, Guardián de Athena. Seiya el héroe caído en desgracia.
―¡Ahhhh! ―Seinma despertó después de aquél sueño tan horroroso, pudo sentirlo todo, la desesperación, la ira, la tristeza, el coraje, el dolor… todo, todo tan vivido y real, tan cruel y tan desesperanzador, todo junto con la amargura de la adultez, la traición de quien más amaba, el abandono de su familia y la perdida de alguien que tanto deseaba encontrar, pero lo peor de todo es que todo había sido real… todo se había sentido en carne propia… solo eso podía sentir, la obscuridad del corazón humano apoderándose de sus sueños y su inocencia.
―¿Que? ¿Que fue eso? ―Se preguntaba sujetándose el rostro para sentir las lágrimas, aunque al instante el dolor del cuerpo le pasó factura al nuevamente, por un momento se había olvidado de donde estaba, al mirar a fuera, entre los pilares, pudo ver a Alfa, la luna azul que resplandecía en el cielo nocturo.
Incluso había olvidado la razón de estar aquí, hasta que ver a su cuerpo vendado recordó… él había pasado las 12 pruebas doradas y ahora debía encontrarse en los aposentos del patriarca, al mirar a su alrededor pudo ver a muchos compañeros en el mismo estado que él, sus heridas habían sido tratadas, sus cuerpos habían sido vendados y ahora la mayoría se encontraba en un profundo sueño del que su grito de terror y desesperación no pudo despertarlo.
O al menos no a aquellos que había afrontado la prueba, pues un jovencito de melena castaña se aceró a él preocupado por lo que sea que le hubiera sucedido.
―Sein, ¿estás bien?―Interrogó el pequeño santo de caballo menor: Kiva, quien ante su alarido llegó a ver que sucedía con Seinma, pensaba que era el dolor lo que lo había despertado pero… no había sido algo aún más doloroso.
―Sí Ki, estoy bien…―Respondió el Joven caballero de Pegaso, sujetándose el brazo derecho, aún le dolía mucho, el dolor muscular era peor que el dolor interno, se estaba regenerando bien… no lo suficientemente rápido para evitarle más sufrimiento pero… se estaba recuperando, eso ya era un logro.
―¿Qué pasó? ¿Qué te sucedió? ―Preguntó el jovencito preocupado, viendo a su compañero a los ojos, Seinma que por su parte solo podía recordar lo que ese hombre había sentido… lo que él había vivido, ¿qué era lo que estos recuerdos querían decirle y por qué?
―No lo sé pero… solo sé qué. ―Al mirar nuevamente a sus manos se reaseguraba de que todo lo vivido en esa memoria había sido solo eso… un recuerdo, pero no por eso menos real, su pasado intentaba transmitirle algo, intentaba advertirle algo… para evitar un futuro igual de doloroso que ese pasado que había experimentado por segunda vez, en los recuerdos de su vida anterior a esta.
―Fue como vivir una larga pesadilla. ―Afirmó alzando sus ojos hacia la luna azul…
Continuará en; Caballeros del Zodiaco: Guardianes del Universo.
(Saint Seiya: Guardians.)
Capítulo 17: Batallas de Bronce y Plata, Segunda Fase.
En el Desierto un Viajero de Amor, desesperado quería morir…
Muy agotado ya iba a parar pero un colibrí le cantó.
Cuando su canción él escuchó al instante se sintió feliz.
Su Bello canto energía le dio y el amor para vivir.
Dejaría atrás toda su vida.
Su pasado, presente y su futuro.
Quiere ahora seguir su camino.
Amaneció desesperado pero ahora se encuentra pleno de amor.
Nunca dejará su vida, pues no tiene esperanza sin dolor.
Quiere ahora seguir su camino, él se fue y el colibrí se fue cantando, no volverá…
Fin del Episodio Zero.
Aquí finalmente lo tienen, la última parte del Episodio Zero, es… una enorme dicha dedicarles esto a todos ustedes, mi gente que me sigue, me comenta y que me lee, es una gran dicha poder entregarles esto a ustedes, mis amigos… Mi familia.
El episodio Zero en sí no trataba de ser una historia más compleja, solo ser un añadido para la historia de Guardians, algo que le integraría más lore a la historia, que intentaría conectar los eventos del pasado con los eventos del presente y futuros para crear una harmonía entre ambos, para así hacer una historia en la que todos los eventos se conecten de manera natural.
El fin del episodio es eso, continuar y responder preguntas, pero a su vez hacer más preguntas, la historia cuenta una cosa, pero los hechos cuentan otra, es el cómo se transmite la información entre generaciones, como esta es entendida y se adapta, como los mitos se vuelven realidad y las leyendas cobran vida a través de los eventos que llevaron tanto a una parte como a otra a sus conclusiones.
Además también fue una forma de meter esos flashbacks que nunca supe dónde colocar en la serie regular, sirvió para contar las historias que quería contar y los eventos que tanto deseaba mostrar de cómo se llevó de un punto a otro, obviamente este libro es un Spoiler pero a su vez no… es complicado de decir si tomamos en cuenta que a mí me encanta dejar algunos detalles como un secreto.
Pero como siempre digo el Episodio Zero no ha Terminado, pues aún hay muchas historias que contar, muchos secretos por descubrir, guerras por luchar como por contar y una tragedia por resolver.
Aún quedaron muchos cabos sueltos, como el que sucederá con Seiya, Seika, Shaina y Sheik, que pasará con Shun, cuando fue la traición de Artorias y Porqué, por qué los Generales de Ares resurgieron, porqué muchos caballeros murieron en esa guerra y porqué los planes de Shun Fracasaron.
Eso y más será respondido, quizá no sea hoy, quizá no sea mañana, pero muy pronto… pues la respuesta del mañana se encuentra en el pasado, la brecha que se abrió tiene miles de posibilidades, millones de soluciones y fracasos.
Solo el pasado podrá contestar las preguntas del presente que lograrán arreglar el futuro, pero solo si son lo suficientemente atentos para ver qué ocurre.
Pues la historia no trata de como sucedió, donde sucederá y cuál será su final.
Je ne peux pas exprimer combien son soutien a compté pour moi pendant ces jours éternels de pandémie, cela a été un grand plaisir, comme un honneur d'avoir fait cette histoire grâce à ses commentaires et son soutien... Mais il est temps de la laisser partir et de passer à un autre sujet qui est important à traiter et qui est la dernière guerre contre le Dieu Hadès, le tournoi galactique et la guerre secrète qui est menée pour Cronus.
Du fond de mon cœur, ceci est pour toi, je te le dédie pour avoir été ma plus grande inspiration en ces jours sombres.
A mi Invitado o Invitada, (Que no sé qué seas compita discúlpame si me equivoco carnal) Le agradezco por sus últimos comentarios en los últimos episodios, me hubiera gustado saber que opinabas de los demás, pero… supongo que tus razones habrás tenido, pero aquí está, ya finalizó, llegó el fin del episodio Zero, pero eso no significa que aún no haya historias por contar, no, eso significa que hay miles de historias aún por contar.
Eventos puntuales de los guardianes, como de los caballeros del pasado, presentes y futuros.
Leyendas que aún no se han contado, todas almacenadas cariñosamente en una USB en forma de Gato para recordarlas, plasmarlas y contarlas.
Que dicha, ¿no te parece? Un saludo y un abrazo de mi parte, de mí pa ti. Ojalá pueda conocer tus opiniones sobre la serie regular, que es donde muchas cosas que no se cuentan aquí se revelan allí.
Ahora… ¿que sigue si todo ha terminado?
Creo yo tener una muy buena idea de donde comenzar, pero eso será para otro día, quizá cuando finamente tenga las piezas correctas, puestas en el lugar adecuado, hasta entonces solo hay que esperar a nuestra querida amiga Rihannon para que dé comienzo la siguiente parte de esta historia sobre el pasado jamás contado de los Guardianes.
Pero por ahora… que dé Inicio las batallas por decidir quién será el Guerrero Supremo en el Torneo Galáctico.
Sin más que decir me despido.
Yo soy Eddy B y nos vemos hasta la próxima.
Hasta siempre.
Próximamente… Los Pecados del Padre. §
