Relato 2- El zorro dormilón y el mono pelirrojo.
Resumen: Hanamichi Sakuragi y Kaede Rukawa van tarde a la escuela y solo hay una manera de llegar casi a tiempo. Todo dependerá del orgullo del pelirrojo para tomar una decisión.
Hanamichi Sakuragi salió disparado de su casa, como de costumbre ya iba demasiado tarde y temía no llegar a tiempo a la escuela, por lo que aceleró el paso de a poco hasta convertir sus zancadas en una carrera contra el tiempo. Ya tenía demasiado con las reprimendas que el capitán Akagi le daba y en definitiva no quería que el profesor Anzai decidiera de repente no meterlo al juego por otra de sus irresponsables impuntualidades.
—¡El gorila se enojará de nuevo conmigo! —exclamó para sí mismo a la vez que intentaba con todas sus fuerzas sacar lo mejor de su ser y correr mucho más rápido.
Era absurdo esperar llegar a las 9:00 de la mañana cuando ya se había pasado por casi treinta minutos, pero no se daría por vencido.
No tenía un reloj de mano ni de bolsillo como para comprobar el avance de los minutos, por lo que solo se limitó a seguir corriendo sin pensar en nada más, confiando en el destino.
«¡Casi estoy ahí! ¡Podré perderme la primera hora de la clase de economía, pero nunca el inicio del partido o Haruko-san se decepcionará de mí!», pensó con angustia, preocupándose más por ella que por su atemorizante hermano mayor.
Aceleró el paso sin mirar atrás. Tan solo unos minutos más y llegaría a la estación.
No obstante, sus tiempos medidos se vieron afectados cuando en un descuido se giró en alguna de las curvas del barrio y un torpe que estaba todavía medio dormido yendo en bicicleta se estrelló contra él, arrojándolo al suelo violentamente.
El pelirrojo se reincorporó en el suelo con una expresión que denotaba dolor y un profundo enojo. Y el chico de la bicicleta se había levantado ya con la mayor calma del mundo, peinándose el cabello revuelto.
—¡Hey! ¡Tú! ¡¿Qué demonios te pasa?! ¿¡No puedes fijarte por dónde vas, grandísimo animal!? —exclamó Hanamichi a la vez que se levantaba prontamente del suelo y sacudía el polvo de su mochila.
«¡Maldición! No tengo tiempo para pelear», se dijo para sus adentros dispuesto a esfumarse en ese mismo instante. Aunque, su atención fue devuelta al chico cuando con una voz somnolienta y apagada dijo:
—No te vi, imbécil.
En ese instante Hanamichi Sakuragi se acercó e inspeccionó la odiosa cara del chico. ¡Se trataba de Kaede Rukawa! El color se le subió a la cara con tan solo cruzar miradas con él.
El hecho de ir tarde a clases lo tenía sacado de sus casillas y ahora encontrándose con el muchacho que tanto detestaba no tenía manera de lidiar con la desesperación que sentía. Tan solo apretó sus puños tanto como pudo, reprimiendo su ira, y se dio la vuelta tras sacudirse el polvo del uniforme.
—No tengo tiempo para pelear contigo. ¡Hazte a un lado, que me bloqueas el paso!
—¿Y si no quiero?
—¡Canalla!
Hanamichi estaba harto de verlo todo el tiempo frente a él sin poder evitar que se robara las miradas femeninas y masculinas en los partidos y en los pasillos de la preparatoria. ¡Estaba harto de tener que verlo todos los días!
Hizo su mayor esfuerzo para no soltarle un puñetazo ahí mismo y tan solo le dio un empujón que le ayudó a abrirse paso y seguir corriendo, dejando al pelinegro atrás. Poco o nada le importaban las razones del chico para no apresurarse tanto como él lo hacía.
Rukawa frunció el entrecejo y resopló con molestia. Ver al pelirrojo alejarse con tanta prisa solo hizo que su corazón de tentara por un momento y deseara ser un poco amable, arriesgándose a que dicha amabilidad fuera rechazada con rudeza.
—¿Tantas ganas de llegar tarde tienes? —dijo con su voz apagada de siempre, cosa que despertó la curiosidad del otro pues no lo pudo oír muy bien.
—¿¡Qué balbuceas a mis espaldas!?
—Sube.
Hanamichi estaba harto de que hablara sin fuerzas, por lo que se regresó unos pasos y lo encaró poniéndose en frente suyo como amenaza. Pecho con pecho.
—¡Odio que no me hablen claro, zorro!
—Si tú no oyes bien no es mi problema.
—¡Mhm! ¡Serás...!
—Sube —repitió.
Hanamichi abrió mucho sus ojos, negándose a haber escuchado aquella propuesta. ¡Ni loco aceptaría compartir un lugar en aquella bicicleta con el chico más popular de toda la escuela! ¡Era su rival! Sabía que no debería dejar de lado su honor y en cambio rechazar la oferta.
Aunque, por otro lado, los minutos mientras pensaba pasaban y no solo llegaría tarde, sino que estaba retrasando a Rukawa. Era obvio que, si se negaba, el pelinegro llegaría primero que él de todas formas.
Hanamichi se cruzó de brazos mientras el rostro, justo como su cabello, se tornaba de color carmín.
—No te creas demasiado… —exclamó Hanamichi mientras desviaba la mirada una y otra vez de la bicicleta a la calle y de la calle a la bicicleta. Se cruzó de brazos y fingiendo desinterés se subió en el espacio libre justo detrás del otro.
—Sostente bien, que te caerás.
—Solo cállate y conduce, ¡vamos tarde!
Sin decir otra cosa Rukawa comenzó el recorrido a un ritmo considerablemente veloz, aunque esta vez tendría cuidado de no estrellarse de nuevo con alguna persona, auto o poste. La prioridad era llegar a tiempo. Y, además, la posibilidad de llevar al pelirrojo y lograr serle útil solo elevaba sus expectativas de que quizá en algún futuro no muy lejano pudieran llegar a ser amigos. «Solo ódiame un poquito menos, Sakuragi».
Sentir al chico detrás suyo le hacía sentir completo de alguna u otra forma. Sin poder dar explicaciones concretas del por qué, Hanamichi Sakuragi era el único chico de la escuela con el que se sentía en confianza para poder intercambiar algunas palabras, aunque casi siempre terminaran en alguna discusión. Es que, ¿a quién engañaba? Al igual que el pelirrojo, él mismo tenía un carácter muy fuerte y no podía dejarse insultar tan fácil. El choque era inevitable.
El silencio del vecindario seguía en acompañamiento y ninguno de los dos se veía con la intención de comenzar una conversación. Rukawa tan solo se puso a pensar en la curiosa situación; el peligroso chico que se había hecho de fama en Wako justo detrás suyo como si nada en una mañana cualquiera… Era gracioso cuando se meditaba bien.
Y, sin poder deshacerse de sus malas costumbres volvió a distraerse entre sus ensoñaciones y una piedra en el camino, literalmente, hizo que la bicicleta se tambaleara violentamente, a lo que Hanamichi reaccionó por mero instinto abrazándose del torso del torpe ciclista.
De no haber sido por aquella reacción seguro habría salido volando y habría acabado tendido en el pavimento.
—¡Maldito Rukawa! ¿¡Acaso quieres matarnos a los dos!? ¡¿Uh?! —exclamó enojado mientras lo sacudía a modo de reprimenda.
—Te dije que te sostuvieras, estúpido.
—¡Eres tan torpe! Sigue pedaleando, ya casi estamos ahí.
—Te pones muy exigente. Soy yo quien te está llevando, tengo mi ritmo.
—Y encima vas medio dormido… —se quejó otra vez. Siguió esperando a que el chico reanudara el recorrido y volvió a enojarse cuando se dio cuenta de que Rukawa no movía ni un solo músculo—. ¡¿Qué tanto esperas?!
—Sostente de mí. No sabes si podrías caerte de verdad la próxima vez.
—¡¿Uh?!
—No pienso echarme a los hombros tu irresponsabilidad al no querer protegerte a ti mismo. Si te lastimas la espalda o una pierna tendrás problemas en los partidos y el entrenador Anzai te reemplazará.
—Rukawa…
—Que tampoco es que sea tan difícil reemplazarte —dijo por lo bajo.
—¡Te dije que no balbucees, maldita sea!
—Sostente —repitió.
Sin tener otro remedio Hanamichi se abrazó a la espalda de Rukawa, rodeándolo fuertemente de la cintura con sus brazos, sin poder evitar que su rostro quedara cerca de la nuca del pelinegro. Su cabello oscuro, suave y brillante tenía el aroma de champú de lavandas.
Hanamichi Sakuragi estaba con el rostro colorado como un tomate, la sola idea de que alguien los viera de esa manera solo hacía que enloqueciera mentalmente. Incluso sintió que comenzaba a acalorarse por lo ridícula de su situación.
Por otro lado, aquella sensación solo despertó sentimientos en Rukawa. Jamás había estado tan cerca del pelirrojo, salvo por algún golpe limpio compartido o algún torpe roce de manos efímero. Dejó que los brazos del muchacho rodeándole le dieran calidez a su corazón.
Kaede Rukawa siguió con un ritmo más acelerado que anteriormente, aunque muy en el fondo de su ser deseaba que la posibilidad de pasear tranquilamente de aquella manera existiera. Quisiera ganar unos minutos más así.
Finalmente a la lejanía vislumbraron la preparatoria Shohoku.
—Ya casi estamos ahí —hizo saber Rukawa, esperando propinarle algo de paz al agitado corazón ajeno. Era evidente que se moría de vergüenza, las manos del pelirrojo temblaban.
—¡Al fin! —exclamó Hanamichi—. ¡Me bajaré aquí inmediatamente!
Antes de llegar a una vista aceptable de la escuela, Hanamichi Sakuragi abandonó su lugar en la bicicleta del otro y se puso de pie con rapidez. De ninguna manera podía permitir que nadie lo viera aferrado a la espalda del otro y mucho menos llegando juntos a clases.
Sin embargo, pese a su enemistad con el chico sabía perfectamente que no era un maleducado, por lo que pensándolo por breves segundos, antes de salir corriendo se giró a Rukawa para decirle:
—G-Gracias…
Hanamichi con el rostro colorado y el corazón agitado. El pelo se le había revuelto a causa del viento feroz de aquella mañana.
Rukawa no tardó en responder sin problemas.
—De nada.
Y entonces el pelirrojo se dio la vuelta para acelerar el paso otra vez. No obstante, a pesar de los esfuerzos, ambos perdieron la primera clase. Sería difícil explicarle al profesor Anzai y a todo el equipo que llegarían tarde al entrenamiento debido a que deberían reponer la clase perdida. El imaginar el rostro enfurecido del capitán Akagi hizo que a ambos les diera un vuelco en el estómago.
De haberlo sabido, podrían haber llegado con la mayor calma del mundo cada uno por su lado y no recurrir a métodos tan arriesgados para el orgullo de ambos. Pero adivinar el destino es imposible.
Nota: Estoy emocionada porque el 25 de este mes se estrenará la película "The First Slam Dunk" en Netflix Latinoamérica. ¡Espero que todos podamos disfrutarla y verla una y otra vez! :)
