Digimon y sus personajes NO ME PERTENECEN. Solo hago esto por diversión y para su entretenimiento.
3 años después…
Taichi conducía por las calles. Se le había hecho tarde para ir por su hija y se sentía realmente culpable. Su hija debía tener unos 45 minutos sin hacer nada, y para empeorar todos los males, se encontraba atrapado en el trafico. Golpeó el volante frustrado; a este paso, ¡no iba a llegar nunca! Un sonido familiar lo alertó y entre una montaña de papeles, pudo localizar su celular. Miró quien lo llamaba y suspiró.
─ ¡Amor! ¿Como estas? ─ dijo alegremente, tratando de no sonar sospechoso.
─ ¡Taichi Yagami, ¿no has ido a buscar a nuestra hija?! ─ Tai alejó el teléfono de su oreja. Podría escuchar claramente los gritos de su esposa al otro lado de la línea. ¿Cómo se enteraba de estas cosas?
─ ¿Cómo te enteraste? ─ preguntó aun confundido.
─ La directora del pre-escolar acaba de llamarme; mi teléfono es el numero de emergencia ─ explicó ella ─ y me dijo que Camila es la única niña a la que no han ido a buscar.
─ Lo lamento tanto, Cielo, ya estoy de camino ─ trató de excusarse ─ se me hizo tarde y ahora, estoy atrapado en el trafico.
─ No me interesa, Tai; no puedo ir a recogerla, estoy con Ty en una reunión de padres, así que, tú debes hacerlo─ decretó Sora. Cuando Tai iba a contestarle, escuchó como su esposa colgaba el teléfono.
Dejó su celular en el asiento del copiloto y tocó el claxon varias veces; llegaría tan tarde…
Una pequeña niña de no más de tres años, se balanceaba suavemente en uno de los columpios en ese amplio patio de juegos. Sus ojos color chocolate, se veían pensativos, su pelo largo, se encontraba peinado en una sencilla cola de caballo, con algunos flequillos que enmarcaban su infantil rostro. Se encontraba vestida en una falda-pantalón blanca, con una blusa de estampado de estrellas.
─Camila…─ llamó una de las maestras del pre-escolar─ si quieres podemos…
─No ─ respondió simplemente ─ Mi papi me prometió que vendría a buscarme y él nunca rompe una promesa ─ la maestra no sabía si enternecerse o frustrarse; realmente era una niña muy decidida. Vislumbró una figura en la entrada de la escuela y lo reconoció de inmediato. Tai le hizo una seña para que mantuviera en silencio y se acercó sigilosamente a la niña y, cuando estuve detrás de ella, comenzó a hacerle cosquillas. La niña empezó a reír; sabía muy bien quien era ─ ¡Papi! ─ La menor de los Yagami saltó del columpio y se lanzó a los brazos de Tai, quien la cargó sin dudarlo.
─ Hola, mi cielo.
─Hola, señor Yagami ─ habló la maestra con un tono poco amistoso.
─ Hola; lamento tanto la demora, todo se me complicó y hasta ahora, fue que pude llegar.
─ Le dije que mi papi vendría por mi ─ afirmó orgullosa la niña. La educadora solo suspiró derrotada.
─ No hay problema…solo procure que no vuelva a pasar ─ tomó la mochila de la niña y se la pasó a Tai ─ Nos vemos el lunes, pequeña Camila.
─ ¡Sí! ─exclamó la niña feliz. Taichi puso a la niña en el suelo y se arrodilló a su altura.
─ También te debo una disculpa, cielito, por mi tardanza; no quería hacerte esperar ─ Camila revolvió el pelo de su papa.
─ No me molesta. Tú me prometiste que me vendrías a buscar y tú nunca rompes una promesa ─ Tai solo puso sonreír.
─Me alegra escuchar eso ─ respondió sinceramente ─ ¿Tienes hambre, mi niña? ─ la niña asintió ─ En dado caso, vamos a comer algo.
─ ¡Papi, esto estuvo delicioso! ─ exclamó la niña feliz.
─ ¿Más delicioso que la comida de mamá? ─ preguntó en broma. La niña lo miró horrorizada.
─ ¡Jamás! ¡La comida de mamá es la mejor de tooooodo el mundo! ─ dijo abriendo sus brazos exageradamente, simulando el mundo al que se refería. Tai sonrió.
─ Tienes razón; es la mejor del mundo ─dijo despeinando el pelo de su hija, como momentos atrás ella había hecho con él ─ ¿Quieres ir por un helado? ─ la niña asintió animadamente. Taichi pidió la cuenta, la pago y salió con su hija del local. Abrió la puerta trasera de su auto y aseguró a su hija ahí, para luego, entrar a su asiento y comenzó a conducir.
Era viernes, por lo tanto, ni él ni su hija tenían compromisos al día siguiente; podrían disfrutar con total libertad de una tarde padre e hija.
─ Papi, ¿A dónde vamos por el helado? ─ preguntó la niña inocentemente desde el asiento trasero.
─Al parque; ahí compraremos uno y jugaremos un rato, ¿Qué te parece?
─ ¡Me parece súper! ─exclamó. Él solo sonrió.
Estos últimos tres años habían sido un verdadero desafío para Taichi y Sora. La condición que aquejaba a su hija seguía siendo un misterio. A lo largo de estos tres años, la niña había sufridos ataques frecuentes de lo que los médicos creían era asma, muchas de ellas graves. Su ceguera temporal tampoco había desaparecido, en realidad, solo empeoró. Había sufrido tantos quebrantos de salud que ni la cuenta podía llevar bien. Y lo que más le asombraba de todo era la fortaleza que Camila mostraba hacia ellas. No había enfermedad que la desanimara o que le hiciera borrar esa hermosa sonrisa que poseía; ¡era ella la que los animaba a no preocuparse! Era una niña increíble.
Antes de que lo notara, ya habían llegado al parque. Bajó del auto, ayudó a su hija a salir del mismo y la tomó de la mano para dirigirse al carrito de helado, donde le compró su sabor favorito: fresa. Luego de eso, compró una pequeña cometa y comenzó a volarla con ella. Estaba tan contenta e ilusionada; le encantaba ver a su cielito así. Luego de una tarde de diversión, padre e hija, decidieron que ya era tiempo de volver a casa.
─ Muy bien; iré por la cometa y volveré por ti; quédate aquí ─ la niña asintió. Tai enrolló la cometa para hacerla más portátil, luego se acercó a su hija y le extendió la mano ─ Vamos a casa ─ Caminaron hasta el auto, donde el diplomático acomodó la cometa en el baúl del auto y le abrió la puerta a su hija, pero algo no estaba bien ─ ¿Hija? ─la niña no le respondió. Tenía la mirada fija en el espacio y no se movía. Taichi ya estaba temiendo lo peor. Se acercó a ella y, cuando iba a tomarla en brazos, la niña se desplomó. Tai entró en pánico. Tomó a su inconsciente hija en brazos y la colocó en el asiento trasero. Encendió el auto y manejó de forma temeraria por las calles; lo único que le importaba era llegar al hospital. Se estacionó en la puerta de la sala de emergencia y corrió con su hija en brazos hasta el interior; ¡Dios, se estaba poniendo azul! ─ ¡Ayúdenme, por favor!¡Mi hija!─ gritó desesperado. Todo se le hizo confuso; sintió como se la arrebataban de sus brazos, como las enfermeras la acomodaban en una camilla, como los médicos decían que no estaba respirando…
Lagrimas comenzaban a brotar de su rostro. Simplemente no podía creerlo, todo estaba bien y de repente, ya no; era inconcebible. Sacó su celular y le marcó a Sora; ella debía estar ahí.
─ ¡Tai! ─ Sora se lanzó a los brazos de su esposo, totalmente alterada. Cuando Tai la llamó, dejó a su hijo en la casa de uno de sus compañeros de escuela, para alejarlo de todo el problema ─ ¿Qué pasó?
─ No se…todo fue tan rápido ─ respondió. Permanecieron abrazados, dándose apoyo uno al otro, hasta que sintieron a alguien acercarse a ellos.
─ ¿Ustedes son los padres de Camila Yagami? ─ preguntó un hombre de unos cuarenta y tantos de edad, vestido con una bata blanca.
─ Sí ─ se apresuró a responder Sora─ ¿Cómo está? ¿Qué tiene?
─Ahora está en cuidados intensivos para mantenerla monitoreada; cuando llegó aquí no estaba respirando ─ explicó tranquilamente el doctor ─ y el diagnostico: asma.
─ ¡¿Asma?!¡¿Es en serio?! ─ gritó furioso el ex-digielegido del valor. Sora jaló a Tai del brazo hasta que llegaron al estacionamiento.
─ Tienes que tranquilizarte…─ dijo Sora de manera calmada.
─ ¡¿Cómo quieres que me calme cuando estos…ineptos…siguen dándonos diagnósticos equivocados?! ─ expresó totalmente colérico ─ Tú y yo sabemos que es algo más grave que el asma y que si no hacemos algo, nuestra hija podría…─no pudo terminar la frase; un nudo en la garganta se lo impidió. El simple hecho de imaginárselo lo ponía mal.
─ ¿Crees que no lo sé? ─ susurró tratando de no romper en llanto─ pero…no se que mas hacer. Hemos visitado cientos de médicos y nadie nos puede explicar que tiene ─ miró a Tai con la mirada llorosa ─ me duele no poder ayudarla; ¡me siento tan impotente! ─ Sora no pudo más y se quebró, Taichi, de inmediato, la abrazó, llorando junto a ella. Sentían que este episodio era una señal de alerta de que, si no hacían algo pronto, podrían perderla.
─ Tenemos que ser fuertes, ¿sí? ─ separó a Sora de su cuerpo y tomó su rostro entre sus manos─ No nos rendiremos y salvaremos a nuestra hija ─ Sora se sintió revitalizada al escucharlo decir eso; en verdad Tai era su fortaleza ─ Ahora, ve a hacerle compañía; debo hacer una llamada ─ Sora asintió ─ Te amo, cielo ─ la chica sonrió. Se acercó a él y lo besó tiernamente.
─ Y yo a ti─ luego de eso, Sora entró nuevamente al hospital.
Taichi sacó su celular y buscó en la agenda el número de la persona que podría ser la última esperanza para ellos. Cuando lo encontró, no dudó ni por un segundo en marcar, pero nadie respondió, por lo que optó por dejarle un correo de voz.
─ Hola Joe, es Taichi. Sé que hace tiempo que no hablo contigo, pero de verdad, necesito que me ayudes. Es algo de vida o muerte, y no, no estoy exagerando. Devuélveme la llamada lo antes posible, por favor.
Necesitaba encontrar respuestas y estaba seguro que Joe, lo ayudaría a llegar a ellas.
I am back! Hola todo mundo, aquí les traigo un nuevo capítulo, espero que sea de su agrado. Gracias netokastillo y FanfictionCreator99 por sus reviews; me animaron mucho. Ya saben, déjenme reviews y díganme que les pareció. Sin más que decir,
Bye!
