Pues es 7/7 y la tradición continua. Honestamente, no pensé que podría actualizar nada este año, pero lo logree de alguna forma. Como algunos ya saben por mi Instagram, estoy trabajando en publicar novelas de mi autoría, eso consume muchísimo tiempo, sin contar el trabajo que financia todo. Me disculpo por la tardanza, pero no me es posible actualizar como me gustaría, pero con Dios y salud, seguiré actualizando como pueda. Muchas gracias por la comprensión, espero poder seguir cumpliendo más años con ustedes por aquí y que, cuando mis novelas salgan, puedan disfrutarlos tanto como los fics. Un abrazo.
Digimon y sus personajes NO ME PERTENECEN. Solo hago esto por diversión y para su entretenimiento.
Al amanecer, la familia Yagami llegó al despacho de Koushiro. La pequeña hija del matrimonio entraba y salía del mundo de los sueños entre los brazos de su padre mientras Sora se acercaba al amigo de ambos para observar de primera mano el mapa del lugar que estarían visitando. Junto al señor Gennai, había logrado establecer cierta conexión entre el extraño mundo, el suyo y el digimundo de una manera más estable como para poder tener comunicación entre todos y poder evolucionar de ser necesario, por lo menos, en los puntos bajo de la distorsión. Tenían fe de que, llegado el momento, el emblema de Hikari pudiera accionarse y ayudarlos a salir de la situación. Joe empacaba equipamiento médico en su confiable bolso. Hikari llegó poco después y se enfrascó en una conversación con los digimons, acerca del plan de acción y quién hará qué cosa durante todo el trayecto. Él solo podía aferrarse a su pequeño cielo en brazos. Apretó sutilmente el agarre sobre ella, besando su pelo.
A lo largo de su vida, Taichi siempre fue el líder que protegía a los demás, el comandante en cuanto al bienestar grupal. Nunca pudo soportar ver a sus allegados en problemas, sin poder remediarlo. Tal vez por eso, el secuestro de Sora años atrás en el digimundo, le afectó tanto, tal vez por eso era tan sobreprotector con Hikari. A medida que crecía, el sentimiento original seguía presente, pero su perspectiva había evolucionado. Quería pensar que eran vestigios de madurez. En ese aspecto, reunió el valor que debió tener desde el principio en cuanto a sus sentimientos por su actual esposa y lo consideraba una de las mejores decisiones de su vida, aunque de las más atemorizantes.
Sora lo conocía y estaba al tanto de cómo era. Aceptó salir con él, sabiendo a lo que se atenía. Aun así, temía arruinarlo en el proceso de cambio entre la amistad y el noviazgo. No sabía cómo eran los tiempos de cada etapa, que tenía que hacer y como aún no tenía empleo, se sentía avergonzado de no poder sacarla a lugares como le gustaría, ni regalarle cosas porque sí. La realidad es que Sora se la puso muy fácil, siendo su nada complicado ser que le caracterizaba y amaba, nunca exigió más allá que tenerlo a su lado y de manera implícita, sentirse amada. Sora siempre daba amor, pero nunca se sintió con la confianza de recibirlo y él tenía su sospecha que tenía que ver con su relación con sus padres. Él, viniendo de una familia llena de amor, nunca entendió el tema hasta que salió con ella. Tuvieron sus peleas, al punto de que "rompieron" una que otra vez, pero no dejaron que las tonterías de Taichi y el mal genio de Sora se interpusiera en aquello que valía la pena para ellos.
Cosas tan sencillas como tomarla de la mano, le costaba a la joven pelirroja al principio, los besos tornaban su rostro al color de su cabello. Fue un proceso mientras ambos se adentraron en ese mar que les encantaba. El ámbito íntimo fue un mundo totalmente nuevo para ellos. Habían salido por años antes de dar ese paso. En honor a la verdad, fue paciente por ella, pues para él, era imposible no pensar en ella de esa manera. La amaba, era y seguía siendo a sus ojos, la mujer más hermosa y sexy de todas. El acto no se había consumado, pero no podía decir que sus interacciones hayan sido inocentes del todo hasta ese momento. La vista no había tenido el privilegio de apreciar sus cuerpos en todo su esplendor, pero el tacto había hecho exploraciones de rutina. Él quiso que fuese especial, un momento trascendental, pero su situación económica no le permitió conseguir un sitio que le ayudara con sus planes. Terminó ocurriendo durante su viaje de último año, de la manera más fluida e inesperada posible. No tuvo que forzar el momento, mucho menos propiciarlo. Fue un momento espontáneo en la habitación provisional de la pelirroja durante el viaje. Comenzó con una simple conversación, un beso que supo a poco para ambos, otra serie de besos que escalaron a otros más atrevidos y antes de que se diera cuenta, estaban sumergidos en una vorágine inexperta de placer que irían perfeccionando con el tiempo.
Ese día, cuando la hizo suya, supo que no tenía escapatoria de ningún tipo, al menos si ella no lo dejaba por algún motivo que no podía pensar en ese momento. Como vaticinó desde sus años más tiernos, Sora fue hecha para él y haría hasta lo imposible para ser el hombre hecho para ella. La vida adulta supuso la primera gran prueba para la relación. Las responsabilidades y los estudios eran estresantes, las primeras causas de tensión y peleas. No era igual estar en el ambiente controlado de no responsabilidades a ser adultos. Aun así, lo hicieron funcionar y su relación maduró, hasta el punto de que se casaron, como vaticinó que pasaría desde el inicio. Ser una pareja recién graduada y casada, no fue sencillo. Costó una gran cantidad de esfuerzo, sudor y lágrimas poder ingresar en sus respectivos campos y lograr la estabilidad que necesitaban para iniciar la familia que tanto querían. Muchos no le creían cuando decía que en todos los intentos que hicieron por concebir, no podía evitar pensar demasiado. Por supuesto que disfrutó el proceso, pero al terminar y ser consciente de lo que podría estar pasando en el vientre de su esposa, sentía miedo.
¿Cómo no estarlo cuando una vida podría estar por gestarse? Sus inseguridades se dispararon como nunca en su vida. Quería ser padre, pero dudaba de su capacidad de serlo en esos momentos. Era exactamente lo que sentía mientras sostenía a uno de sus más grandes tesoros en sus brazos. A la niña de sus ojos que no pudo proteger años atrás durante su nacimiento. La misma que llevaba toda su existencia batallando por su vida porque no pudo protegerla de algo que su propio emblema provocó. En esos momentos, estaba a punto de aventurarse en lo que podría afectar a su familia de manera irremediable. Podría perderla a ella, a su hijo no―nacido, a su esposa, a su hermana o uno de sus mejores amigos. Solo quería que todos volviesen a salvo y si debía haber un sacrificio, que fuese él.
― ¿Papá? ― el llamado tan cerca lo sacó de sus pensamientos. Bajó la vista hacia los idénticos ojos que le devolvieron la mirada.
―Hola, mi princesa. ― saludó en una suave voz.
―Algo malo va a pasar, ¿verdad? ― su pregunta lo paralizó.
― ¿Por qué lo preguntas?
―Se siente así. ― fue su simple respuesta. Era probable que cuando estuvieran en el momento, no pudiera hacer mucho, pero con ella en sus brazos, sí podría ser el protector de lo que le aquejaba.
―Si eso fuese verdad, sabes que papá nunca dejaría que algo te pasara. Patearé el trasero de cualquiera que te haga pasar un mal rato. ― sonrió, Taichi pudo ver un poco de alivio en ella. ―Para eso está papá, para proteger a su reina, ¿bien? ― sus pequeños brazos se aferraron más a él. ― Cuando volvamos, ¿te parece que vayamos por pizza? Por tu favorita. ― su carita se iluminó de inmediato mientras asentía con entusiasmo.
― Abriré la puerta en unos minutos. ― la voz de Koushiro hizo que ambos giraron hacia él. Taichi simuló el gran suspiro que le embargó ante el anuncio. Sora se acercó a ellos, con el chaleco salvavidas que habían traído para la pequeña. Taichi la colocó en el suelo, Sora se arrodilló frente a ella para colocárselo y brindarles palabras conciliadoras que ella no creía en el momento, pero le sonreía a su hija, asegurando que la amaba con locura y que pronto estarían de vuelta en casa. Quería creerlo también.
Por el fuerte agarre que sostenía la niña a las manos de sus padres, no se sentía segura. ¿Qué niño estaría feliz en un lugar tan sombrío y oscuro como aquel? Tomó un par de minutos desde que llegaron para que Sora pudiese tranquilizarla lo suficiente para avanzar. Estaban a mitad de camino, llegando a la cúspide que necesitarían escalar para llegar al centro de todo. Como la distorsión estará activa cuando estén llegando al espacio marcado en el mapa, Koushiro abrirá la puerta en el lugar para que puedan escapar. El resto de antiguos niños elegidos que quedaban en el mundo real, estaban repartidos en lugares específicos para reaccionar, si algo salía mal o digimons salvajes hicieran acto de presencia.
En el mar oscuro, Taichi estaba más que pendiente a sus alrededores. Comenzaban a adentrarse en los lugares más incómodos. Se adelantó en el grupo y sirvió de soporte para ayudar a todos los demás a pasar. Sora levantó a la niña para que terminara el recorrido y fuese recibida por Hikari del otro lado. Concentró su atención en su esposa, le extendió la mano y tomándose su tiempo, la ayudó a escalar. En condiciones normales, esto no supondría nada para ella, pero es evidente que le cuesta seguir el paso.
―Oye. ― llamó cuando la tuvo de frente. ― No es el momento de hacerse fuerte, si necesitas parar…
―Estoy bien.
―Sora…
―No tenemos tiempo, Taichi. Puedo descansar cuando todo termine. ― no teniendo la voluntad de discutir, la ayudó a bajar hacia los demás. La vio tomar la mano de la niña en automático. Suspirando, se unió y continuaron el camino que ya no era liso, era rocoso y dificultaba bastante el movimiento. Gomamon terminó en la espalda de Joe ante el espacio retador. Agumon, Gatomon y Biyomon formaban una especie de triángulo alrededor del grupo, Hikari trataba de distraer a su sobrina con algún tipo de platica, tratando de que la seriedad y preocupación en el ambiente no le afectara tanto. Funcionó durante gran parte del trayecto. Al final del mismo, vieron el mar. Sobre él, encontraron una pequeña fisura en el cielo de color amarillo. La distorsión se estaba formando.
―Está ocurriendo. ― anunció la portadora del emblema de la luz. Gatomon, Agumon y Biyomon se apresuraron en conseguir unos troncos en la arboleda cercana. Joe observó a Gomamon, este entendiendo el mensaje, evolucionó a Ikakumon, gracias a la neutralización que generaba el emblema de Hikari. Joe le entregó a Taichi una soga que trajo consigo y ataron a Ikakumon para el viaje. Sora, Joe y la pequeña Yagami irían sobre la espalda del digimon mientras los demás, se subieron a los troncos. A medida que avanzaban entre las aguas, la anticipación subía.
―Mamá, no me siento bien…―el susurro hizo que tanto la madre como el médico giraran hacia la pequeña. Joe se acomodó para observar de frente. A la distancia, el padre Yagami observaba con ansiedad a millón por hora.
― ¿Qué está pasando?
―Dijo que no se sentía bien. ― respondió Gatomon, habiendo captado el mensaje. El joven Yagami, sin importarle mojarse antes de tiempo, saltó del tronco y trepó por Ikakumon, acomodándose como pudo al llegar a su esposa.
― ¿Qué sientes, amor?
―Mi cabeza duele.
― ¿Qué está pasando? ― volvió a preguntar el padre.
―Parece estar relacionado a la distorsión. Mientras más nos acercamos, más reacciona la infección en ella.
―Eso es bueno, ¿no? ― preguntó Sora, aferrando a la pequeña a su pecho.
―No estoy seguro. La distorsión aun no llega a su cumbre y me preocupa que, si nos seguimos acercando antes de tiempo, cause estragos en ella. Temo un paro cardiorrespiratorio. ― sacó su D3 y le escribió a Koushiro, preguntando qué deberían hacer por la naturaleza del virus y lo mostrado por la niña en el punto que se encontraban. Mientras el médico mantenía una conversación con Koushiro, el matrimonio Yagami contenía la tensión de la situación mientras no podían hacer nada más que observar como su niña apretaba los ojos ante la molestia. ― Dice que, según los cálculos, estará ocurriendo en unos 15 minutos. Por la distancia en que nos detecta, dice que sigamos avanzando.
― ¿Así nada más? ¿Y si empeora? ― preguntó Taichi.
―Tampoco me gusta la idea, pero no podemos perder la oportunidad. ― Ikakumon reanudó el paso. ― Según las instrucciones de Koushiro, en cuanto la distorsión sea evidente, saltaremos al agua, cerca de la fuente para que puedan adentrarse en el campo de influencia y activar los emblemas.
No les gustaba el cambio en los planes que de por sí era riesgoso desde el inicio. Tendrán que sumergirse en un torbellino de energía con su hija y sumergirse por unos segundos mientras activaba el poder de sus emblemas al mismo tiempo. Era suficientemente malo que Sora tuviese que nadar y sumergirse dado su estado, sin contar que tendrían que lograr que su hija aguantara unos segundos debajo del agua en lo que todo el suceso ocurría. Koushiro y Gennai aseguraban que era cuestión de unos pocos segundos, pero para los padres, se tornarían eternos.
La situación de la niña empeoraba a medida que se acercaban al lugar donde el espectro amarillo era más denso y notorio que al principio. Las aguas comenzaron a agitarse, al igual que el comportamiento de la niña quien se quejó de manera más insistente del dolor de cabeza. Cuando comenzó a llorar, pidiéndole entre lágrimas a sus padres, algún tipo de ayuda para aliviar la agonía, fue desgarrador. Sora protegía a la niña lo mejor que podía entre sus brazos, sabiendo que no podría hacer más por los momentos. Estaban a metros de la tempestad, todo era un caos y los ruidos del ambiente se combinaban con el llanto de la niña. Los digimons se colocaron alerta, los adultos por igual, especialmente, cuando la niña comenzó a toser.
― ¡Duele! ― dijo entre la tos, agarrándose esta vez el pecho con una de las manos. La otra seguía aferrada a su cabeza.
―No podemos decirle que se sumerja, ¡le falta el aire! ― exclamó la pelirroja, sin intentar.
―Joe. ― llamo Taichi. El médico le observó seriamente. ― Como te dije cuando te contacté: confío en ti. ― A pesar de todo el caos y lo complicada que se había vuelto la situación, el castaño sabía que Joe nunca pondría en peligro el bienestar de cualquiera de sus pacientes, menos el de su sobrina. Confiaría ciegamente en lo que decidiera. El médico asintió.
―Tenemos que seguir con el plan. Tengamos fe. ― el tenía miedo, terror, pero si había una oportunidad de salvar a su hija, por imposible que se viera la situación, tenía que cooperar. Le dirigió una mirada decidida a su esposa, que, sin tener más opción, asintió, notablemente indecisa, pero con el mismo espíritu de salvar a su hija. Era la única opción, les gustase o no.
2 años y no sé ni por qué, pero ya se reanudó la línea de esta historia, por lo que, espero actualizar más seguido. Muchas gracias a krimtz, Daniela-liceth, brujita-27 y Marce por los reviews en el capítulo anterior. No los he podido responder, pero los leí, y me ayudaron un paquetón. Espero que no se me haya escapado nada pues solo pude revisar una sola vez. Ojalá y les guste.
Cuídense,
Bye!
