Y aquí vamos de nuevo. Espero les guste.
ET LUX IN TENEBRIS LUCET
(Y la luz brilla en las tinieblas)
Hermione removió la olla de chocolate algo distraída, era extraño estar allí a mitad de la noche sin la compañía de Draco. Y eso era tonto, tenían menos de una semana juntos y ella lo extrañaba tanto que sentía que una parte suya estaba en Canadá con Draco.
Crookshanks se enredó en sus piernas y le maulló.
—¡Ah! Crooks, al fin te veo amigo —rió y se inclinó a acariciarle.
Minutos después la joven se acomodaba en el sofá, con el gato a su lado, un libro en su regazo y su anhelada taza de chocolate junto a ella en una mesa.
—¿Herms? —la llamó Harry con voz ronca en tanto terminaba de bajar las escaleras.
—Harry… ¿no puedes dormir?
—No puedo acostumbrarme a dormir en otro lugar que no sea Grimmauld Place, despertar en un lugar casi desconocido es como mirar el techo de la tienda de campaña —se dejó caer junto a ella, ganándose un gruñido de parte de Crookshanks— ¿Tú tampoco puedes dormir?
—Al inicio tenía muchas pesadillas, quedarme en mi habitación lo hacía peor así que empecé a venir aquí y a hablar con Draco, o a leer un libro, tomar café o avanzar con los trabajos —sonrió casi sin quererlo—. Fue cuando empezamos a acercarnos, de alguna manera… estaba compartiendo mis miedos con él y él conmigo.
—¿Malfoy? —cuestionó con burla, como si fuera totalmente descabellado.
—Harry, su casa fue el refugio de los mortífagos, él fue obligado a ser uno. Todos aquí tenemos muchos miedos y pesadillas, y cada uno lidia con eso a su manera, y también juntos. Te preguntas por qué todos parecemos tan unidos —inquirió—. Porque estuvimos cerca de perder la vida y de perder a seres queridos. Sea un Ravenclaw o un Slytherin, como a ti y a Ron aún les gusta pensar, todos tenemos traumas y demonios. Respirar cerca de la muerte nos hace iguales. Y cuando llegamos aquí, nadie fuera de estas puertas lo entendía, ¿y qué hicieron los demás?, utilizaron nuestros miedos para herirnos, como si no tuviéramos ya suficientes cicatrices —sintió un nudo en la garganta al recordar esos primeros días, cuando todo aún era reciente—. Claro, los ánimos entre nosotros no eran los mejores, y eso es mucho qué decir. Sin embargo, dejamos eso de lado para defendernos, hacernos más fuertes y destacar. Nuevamente, juntos, los diecinueve.
—¿Y Malfoy, qué? Solo… ¿ayudó? ¿te confesó sus sentimientos y se enamoraron?
Hermione sintió una profunda ola de ira, era imposible no cuestionarse cuándo su amigo se había vuelto tan insensato. O bueno, generalmente era así pero esperaba que entendiera un poco más el panorama, solo que olvidaba la influencia de Ronald.
—No, nos peleamos e insultamos al inicio. Sin embargo, pasaron algunas cosas que me hicieron ver que él es más que el chico que nos fastidiaba y un mortífago. ¿Qué vi? Vi al chico que aún reconociéndonos no nos entregó. Vi al chico que haría cualquier cosa por sus amigos y su madre. Vi al chico al que golpearon por defenderme. Vi al chico que se quedó conmigo en el pueblo para ayudar a un niño extraviado. Con todas esas cosas y más, dejé de ver a Malfoy y empecé a pensar en él como Draco —se quedó en silencio, esperando alguna señal de que Harry había comprendido—. Ambos son importantes para mi y no te pido que te vuelvas su mejor amigo, solo quiero que dejes de creer que es una mala persona.
Finalmente, su amigo tocó su mano con un suspiro.
—¿Él te trata bien, Herms?
—Él es un poco como yo, ¿sabes? Nos importa estudiar y nuestros amigos. Me gustan nuestras conversaciones, de esa manera me enamoré de él; cuando nos sentimos como las únicas personas del mundo. Él me entiende, me hace sentir feliz, segura, viva y me reta —con ganas de cerrar el tema, quiso darle un último empujón para abrirle la mente—. Solo intenta alejarlo de la idea del Slytherin, por favor. Draco, así como Blaise, Theo, Pansy, Daphne y Tracey, son más que esmeralda y plata.
El joven se quitó las gafas con un asentimiento pensativo.
—Lo intentaré.
Hermione no se resistió por más tiempo y le dio un fuerte abrazo.
—Hice chocolate caliente, ¿quieres?
Blaise había elegido un café mágico a unas cuadras de su hotel. El café tenía una atmósfera relajada, con una iluminación suave y mesas de madera antigua, cada una decorada con velas flotantes y pequeños detalles encantados, como flores que cambian de color según el estado de ánimo de quien las observa.
Al principio de la noche hablaron sobre el reciente partido, las clases o lo que esperaban de sus futuros rivales. Ginny, siempre directa, no tardó en mencionar las diferencias entre ambos, algo que Blaise aceptó con una media sonrisa, admitiendo que el pasado era algo que no podía cambiar, pero que estaba dispuesto a dejar atrás. Conforme avanzó la noche, se dieron cuenta que todavía tenían muchas cosas en común.
La conversación fluyó más libremente, y ambos comenzaron a reírse de las cosas más triviales. Blaise mantuvo su sentido del humor, mientras que Ginny lo deslumbró con su ingenio rápido. El moreno se dió cuenta de que extrañaba verla reírse sin tapujos. A medida que la cita se acercaba a su fin, ninguno de los dos tenía prisa por irse.
Finalmente, decidieron dar un paseo por las calles iluminadas de Canadá de regreso a su hotel.
Al despedirse, Blaise, siempre el caballero, le tomó la mano a Ginny y la besó suavemente, un gesto que era tan antiguo como elegante. La chica sonrió, no del todo sorprendida, pero sí intrigada. Antes de que él se vaya, ella le lanzó una mirada desafiante, diciéndole que no le será tan fácil ganarse el derecho a ser su novio.
Draco abrió los ojos encontrándose en Suecia nuevamente. Blaise hizo un comentario respecto al viaje en traslador pero no le prestó atención. El auror de Londres que los había acompañado en el viaje les devolvió sus varitas y les dió otras indicaciones que el rubio tampoco registró.
Estaba sumergido en un tipo de oscuridad. Todo estaba bien… hasta esa mañana, cuando uno de los elfos le llevó la carta.
Sentía que estaba caminando a través de la niebla, aún así nada importaba, se sentía impotente, al mismo tiempo que sentía que nada le importaba. Entonces oyó a su novia decir su nombre con entusiasmo y encontrarse atrapado en sus brazos para recordarse que ella importaba, y mucho.
—¿Draco? ¿Pasa algo? —lo miró con preocupación.
—No… yo… ¿podemos ir a mi habitación?
—Sí, claro —la joven giró hacia los demás—. Felicidades chicos.
Subieron juntos, Hermione cada vez más preocupada. El rubio lucía perdido, casi devastado. Cerró la puerta tan pronto como estuvieron dentro y Draco se dejó caer sobre su cama.
—Draco ¿puedes decirme qué está pasando? —dijo en tono más serio.
Él dejó escapar un largo suspiro, que no hizo nada por deshacer el nudo en su garganta.
—Esta mañana llegó una carta de mi madre, su salud ha empeorado, los medimagos le dan poca esperanza —comunicó con voz queda—. No hay nada más que puedan hacer, es cuestión de tiempo.
—Oh, amor.
La chica no le prestó atención a la última palabra y se apresuró a tomar su mano en un fuerte apretón.
—Sé que es difícil no estar con ella pero haremos lo posible para que puedas verla —aseguró, ahora acariciando su cabello con el fin de conseguir alguna reacción de su parte—. Estoy aquí, contigo. No te cierres, por favor.
Un instante después Draco se inclinó hacia su toque, todavía inquieto aunque ya no se percibía perdido. Si ella tenía razón, podía pasar los últimos días de vida de Narcissa a su lado.
En su última visita hablaron mucho y su madre le pidió que entendiera que eran sus decisiones las que la llevaban por ese amargo final, que tal vez estar lejos después de la guerra lo ayudaría a sobreponerse al dolor, después de todo el único deseo de Narcissa era que su hijo fuera feliz.
No obstante, perder a su madre era difícil, por más que ella lo hubiese preparado y le hubiera hecho prometer seguir adelante.
Él simplemente quería esconderse y fingir que nada de esto estaba pasando, en los meses anteriores era fácil siendo ignorante al tiempo cada vez más limitado que tenía su madre. Se había centrado en el equipo, en Hermione y las clases, porque si bien Narcissa físicamente era un reflejo del pasado, por dentro seguía siendo sagaz, astuta, orgullosa, protectora y todo lo que la convertía en su madre. Aún cuando los crípticos mensajes de sus cartas comenzaron a tener sentido, pensar que la persona que más quería en el mundo iba a morir se mantuvo como una idea abstracta hasta ese día.
—¿Por qué no intentas descansar? Iré abajo un segundo a traer mis cosas —dejando un beso en su mejilla se puso de pie.
Al llegar al primer nivel las miradas de los amigos de Draco cayeron rápidamente sobre Hermione.
Pansy la tomó del brazo y la llevó al patio trasero, Theo y Blaise las siguieron.
—¿Está bien? Blaise dice que está actuando extraño.
Si alguien en el mundo pensó por un segundo que Pansy odiaría que Hermione se convirtiese en la novia de Draco, estaba equivocado. Incrédula sí, pero estaba más preocupada en cuestionar sus motivos ocultos y sus verdaderas intenciones que en odiarla o criticar su cabello.
—Se trata de Narcissa, no quedan muchas esperanzas—respondió Granger en voz baja.
El tiempo pareció congelarse, para Pansy y los chicos la noticia fue tan imprevista como para Draco, y a Hermione le dolió el corazón aún más.
—Encontraré una manera para que todos ustedes puedan verla.
—¿Cómo? Ya no tienes más favores que cobrarle al ministro, Granger —exclamó Pansy con furia.
Por suerte Hermione no tomó a mal su respuesta.
—Se les olvida que tenemos bajo el mismo techo al Elegido, estás en lo cierto Parkinson, no tengo más favores pero Harry sí, y varios.
Pansy vio a Potter hablar con su mellizo pelirrojo. Ese par parecía inseparable, más incluso que la goma de mascar que ella puso en el cabello de Bulstrode en tercer año.
Se había sentido tan bien burlarse de él unos días atrás, sin embargo no creía que esa pequeña broma podría disminuir sus probabilidades de conseguir ayuda para Draco. Aún así, ella era Pansy Parkinson, no podía disculparse con alguien como Potter. Ya era lo suficientemente difícil admitir que le debía un par de disculpas, y eso de por sí magullaba su orgullo.
¿Qué podía hacer entonces? ¿Seducirlo?
No.
Era un plan estúpido considerando la manera en la que él miraba a Ginny.
Su nana solía decir " hablando se entienden los magos, Pansy". Así que esperó hasta que Potter se despegue de su amigo.
—Pans, ¿crees que nos ayude? —le susurró Theo sentándose junto a ella.
La ausencia de sus padres a lo largo de su infancia afectó muchísimo a Theo. Su padre no era más que un idiota abusivo que se caso con una joven bruja veinte años menor tan pronto como ella se hizo mayor de edad según los estándares mágicos, y la asesinó cuando ella se enamoró de un mortífago joven que solía ir a la finca Nott. Theodore Sr. nunca superó tal traición y descargó toda su furia en elfos, mujeres y su hijo, cuyo único pecado era el de parecerse a su madre.
Al ser amigos desde niños, y con Pansy y Draco siendo la cabeza de su pequeño grupo de serpientes, Theo se apegó a ellos como figuras parentales. Y fue casi natural, tanto Pansy como Draco eran más maduros y más razonables, controlaban a Blaise, se hacían cargo en situaciones difíciles, tomaban la culpa en sus travesuras y defendían con uñas y dientes a los suyos.
De modo que, en su papel de hermana-madre, Pansy apretó la mano de Theo.
—Lo solucionaremos, ¿de acuerdo? No importa cómo pero estaremos con Cissy hasta el final —aseguró mirándolo fijamente para que confiara en ella.
—No quiero que ella se vaya. —los hombros de Theo se hundieron.
Un poco más allá, Pansy vió a la rubia novia de su amigo lanzándoles miradas interrogantes.
—Nadie quiere eso Theo pero es inevitable, solo debemos ser fuertes para ella y Draco. Ahora ve con Lovegood, ayúdala a buscar a sus criaturas raras mientras yo veo cómo convencer a Potter —intentó sonreírle con ánimo.
Luego se encontró sola nuevamente, y el tonto de Weasley no se iba. Se concentró en revisar la última revista de moda de París que uno de los elfos de su casa le traía ocasionalmente. Lo leyó dos veces, y Weasley no se iba.
¿Por qué demonios no se iba?
Buscó en su bolsa la muestra de telas que Daphne le había llevado de Londres, y trató de identificar cuáles eran usadas en sus modelos favoritos de la revista, tardó casi media hora, y Weasley no se iba.
Se tomó unos minutos para analizar a Potter. Viéndolo bien no era tan feo, tenía pómulos y ojos bonitos, excepto por su nariz algo torcida, gracias a Draco. Aunque no era tan grotesco, le daba un toque duro, que daba cuenta de los años pasados desde su tiempo como escolares, haciéndolo ver menos como el Niño que vivió y más como el Salvador del mundo mágico. Además era de complexión atlética, que le hizo preguntarse a Pansy qué hacía en su entrenamiento como auror para desarrollar esos músculos. No obstante, su cabello y su forma de vestir dejaban mucho que desear.
Quizás, solo quizás, había sido muy dura al burlarse de Cho Chang por salir en él.
La chica no tardó en buscar su libreta de bosquejos y comenzó a dibujar nuevas opciones de vestuario para Potter. En solo treinta minutos, había completado un cambio de estilo total, y Weasley no se iba.
Dejó caer la cabeza sobre sus brazos.
—¿Me estás dibujando?
Pansy estuvo cerca de sobresaltarse ante el repentino acercamiento. Levantó la cabeza lentamente, Potter había salido de su rango de visión y Weasley también, al fin.
¿Se había quedado dormida?
—Deberías agradecerme, te estoy haciendo un cambio de estilo —cerró su libreta y giró completamente en dirección a Harry—. Entonces, ¿dónde está tu grano pelirrojo?
El joven mago puso sus ojos en blanco.
—Y luego nosotros somos los inmaduros —bufó, comenzando a retirarse.
—Son inmaduros —afirmó— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde Hogwarts? ¿Tres años? Es increíble que sigan pensando en Slytherins' y Gryffindors', creo que incluso nosotros no lo hicimos considerando lo mal que nos llevábamos al inicio —él estuvo cerca de responder y Pansy lo detuvo con una mano—. No necesito que lo digas, sigo teniendo características de Slytherin, me siento orgullosa de serlo pero este es el mundo real.
Lo vió fruncir el ceño, como si le costara entender, y probablemente era así.
—De todas maneras, ¿Granger habló contigo? —preguntó de forma directa.
Harry casi sonrió, ahí estaba. Parkinson se había pasado toda la noche mirándolo, claramente con un propósito.
—¿De eso se trata? Sí, Hermione me dijo… —se quedó con la palabra en la boca cuando la chica le tomó del brazó y lo llevó a la zona más alejada en la cocina.
—No es necesario que lo anuncies a todo el mundo, Potter. ¿Conoces la palabra "sutileza" o lanzar tantos Expelliarmus te dañó el cerebro?
Harry apretó los puños.
—Mira Parkinson, no quiero pelear ni contigo ni con nadie. Puede ser que no he madurado pero tú no has dejado de ser tan… tan… despreciable.
Pansy sonrió descaradamente.
—¿Ah sí? ¿Te parezco despreciable? Tú me pareces un idiota, un pobre desgraciado que se aprovecha de su insulsa fama porque le resulta conveniente, no aparentes ser tan honorable Potter, eres todo lo contrario. Vas por ahí fingiendo que tienes un corazón noble cuando no eres más que un egoísta. No eres valiente Potter, eres temerario e imprudente, no te paras un segundo a pensar las consecuencias de tus heroícos actos. Te crees bueno, cuando tuviste la intención de asesinar a alguien que solo estaba tratando de salvar a su familia.
—¡Malfoy me lanzó un cruciatus! ¡Yo no sabía lo que el hechizo hacía!
—Fuiste tan estúpido como para lanzar un hechizo del que no conoces los efectos —se burló—. ¿Sabes qué? Déjalo, no te necesitamos.
Pasó junto a él empujándole el hombro, iba enojada, más enojada de lo que había estado en años.
¡Qué tonta! Esperando la ayuda de un bueno para nada como Potter, ella era Pansy Parkinson, venía de una familia poderosa. Puede que la guerra cambiara muchas cosas, sin embargo Pansy era manipuladora, la mejor.
Harry pateó el gabinete más cercano.
¿Qué diablos le pasaba a Parkinson?
Ella no lo conocía, no tenía derecho a decir todas esas cosas sobre él.
Regresó a la sala de estar y se sentó al lado de Ron, quien jugaba ajedrez con Neville, algo aburrido.
—¿Por qué te fuiste con Parkinson? —se inclinó a preguntarle.
—Quería hablar conmigo sobre lo que Hermione me pidió, y terminó mal —contuvo el impulso de golpear algo nuevamente.
El pelirrojo movió una pieza.
—Sigue siendo una perra, ¿no? Ósea, está caliente, como el infierno, pero sigue siendo la mascota de Malfoy.
Harry quedó absortó en el comentario de Ron, ¿Parkinson era caliente?. Bueno, desde el incidente en el pasillo le había estado prestando más atención. Era esbelta y tenía bonitas piernas. Además estaba su largo cabello negro que brillaba con cada movimiento suyo, y luego estaba su carácter. Tan horrible como en Hogwarts.
Hermione le había dicho que viera más en ella, por el contrario, Harry no creía que hubiera más en ella que su cara bonita. Era una chica superficial, le gustaban los chismes y creía tener la última palabra.
—Jaque mate —se jactó Ron y Neville solo sonrió con resignación—. ¿Los vas a ayudar?
—Se lo prometí a Hermione, ya le envié una carta a Kings. Es imposible retractarme ahora por más que me moleste Parkinson.
Ron lo miró con el rostro ya colorado.
—¿Cómo puedes ayudarlos? Ellos son solo serpientes repugnantes, mortífagos, hijos de mortífagos —le reclamó, por suerte cuidando su tono para que la conversación se mantuviese sólo entre los dos.
—Lo hice por Hermione y por Narcissa Malfoy —se pasó la mano por el cabello.
—Hermione…—resopló Ron—. A ella la engatusó Malfoy, quien sabe como. Y ya salvaste a Narcissa Malfoy de podrirse en Azkaban, no le debes nada.
Tal vez su amigo tenía razón. Sin embargo, Harry había actuado desde el corazón, pensando que si tenía la oportunidad de ver a su madre antes de que esta muera, la aprovecharía hasta el último segundo. Si tenía en sus manos ese poder, tenía que ayudar. Así sea a favor de Malfoy.
Hermione acarició el cabello de Draco mientras trataba de concentrarse en su libro de Orden y Justicia Internacional.
—¿Weasley aprovechó mi ausencia para acercarse?
La castaña se asustó ante la inesperada pregunta, su novio había estado en silencio por horas. Por lo menos no había buscado un cigarrillo.
—Draco… —susurró en tono cansino.
—¿Lo hizo? —insistió.
—Ha sido más amable desde que te fuiste, tal vez vino aquí con esperanzas. A pesar de ello, es absurdo preocuparse por eso ahora. Te quiero, a ti y nadie más.
Dándose por satisfecho, por el momento, el rubio volvió a cerrar los ojos.
30 de septiembre del 2000
—¿Pansy Parkinson?
La aludida asintió y levantó la ceja de manera interrogante, aún apoyada en la puerta.
—Tú no eres Herbert Burke —dijo sin lugar a réplica.
—Soy Herbert Burke III —respondió el invitado con una sonrisa coqueta.
—Eso tiene sentido, adelante por favor.
Pansy había planeado todo, incluso organizar esa reunión cuando todos estaban fuera de la residencia.
—No tengo mucho tiempo, ¿está al tanto de nuestro caso?
—Señorita Parkinson, primero debo asegurar si lo que prometió sigue en pie.
—Por supuesto, usted tendrá su asiento en el Wizengamot, solo asegúrese que los términos de nuestro juicio sean mejores —afirmó tendiéndole un pergamino.
Luego pasaron cerca de una hora discutiendo los términos de su negociación. Tal vez estaba exiliada de Gran Bretaña por los pecados de su padre, pero estaba lejos de perder el poder y las conexiones que ser una Parkinson le otorgaba.
Lo único que podía lamentar era el no haber actuado antes.
Draco trató de continuar con su vida en Elysian en tanto Pansy, Hermione y él mismo buscaban una manera, que no implique terminar en Azkaban, para ver a su madre.
En esos días había aprendido a apreciar más que nunca la magia de los elfos. Ya que ellos eran el medio más rápido por el cual podía estar al tanto de la situación de Narcissa.
Fuera de la constante supervisión de Hermione, fumaba mucho. Le daba una sensación de calma momentánea, hasta que colocaba entre sus labios el siguiente cigarrillo.
Además de ello, no había nada que lo alejara de su estado emocional cada vez más inestable.
¿Podría ser feliz algún día?
La respuesta más fácil era no. Porque los últimos sucesos demostraron eso. Porque cuando por fin tenía a la chica que quería, la otra mujer que más le importaba estaba perdiendo la vida.
Y aunque Hermione decía que ya no tenía que seguir luchando por sobrevivir, que debía disfrutar su vida como en algún momento lo hizo, como cuando todo aún tenía colores y no era gris, blanco y negro; él sabía, en el fondo, que no podía "solo vivir" porque si se descuidaba, si daba un paso en falso, todo se echaría a perder. El fracaso era tan familiar para él como la magia. El fracaso había estado presente en su vida constantemente. Fracasó en ser amigo del "Elegido", fracasó en ser el mejor estudiante de Hogwarts, fracasó en ser mortífago, fracasó en proteger a sus amigos, fracasaría en proteger a su madre.
No obstante, aunque creyera que su vida se teñía de negro una vez más, tenía una luz brillante que le impedía caer aún más profundo. Una luz tan brillante, desinteresada y hermosa.
También conocida como Hermione Granger.
Solo por ella sería capaz de enfrentar sus propios demonios. Porque ella no merecía cargar con un mago cobarde y sin rumbo, marcado por Lucius Malfoy. Ella merecía un hombre mejor, y Draco no se detendría hasta convertirse en ese hombre.
Del mismo modo que Draco cumpliría la promesa hecha a su madre. No sería como su padre, lo único que tendría de él sería el apellido. El resto sería distinto. Su misión de vida, su familia y su legado.
Eso era lo que se merecía un bastardo como él. Que nadie lo recuerde más allá de sus errores.
—Harry, Hermione ¿puedo confiar en ustedes? —quiso saber Kingsley.
—¿Por qué yo no? Yo también estoy entrenando para auror.
El ministro de magia cambió su aire jovial y se irguió para mostrar autoridad.
—Por lo que veo, señor Weasley, usted está muy involucrado emocionalmente y no es capaz de ser racional.
Ron no hizo más que exaltarse. Con la piel a punto de ebullición, nadie se sorprendería si comenzaba a salir humo de sus orejas.
—Pero Hermione…
—Ronald solo traerá complicaciones en su ánimo actual —lo interrumpió Hermione para después mirarlo con enojo que provocó que el pelirrojo se encogiera—. ¿Podemos proceder?
—Solo un momento —Kingsley se acercó a Pansy quien esperaba impacientemente junto a sus amigos—. Señorita Parkinson, sé lo que está siendo y aunque eso va en contra de los términos de su juicio, la directora McGonagall está intervieniendo a su favor. Mi mejor consejo es que no se meta en problemas, es lo único que puede hacer para que las probabilidades sean mayores.
Tras ello, el Ministro le entregó a Harry y Hermione un traslador respectivamente.
—A ustedes dos, luchamos hombro a hombro, no obstante esta es la última vez que uso mi poder por temas personales. Hermione, por más que salvaste mi vida y nunca podré dejar de agradecerte, no busques una tercera oportunidad para que ignore mis responsabilidades.
La miró con escrutinio durante largos segundos. Y cuando encontró lo que estaba buscando, asintió antes de hacer una aparición, seguramente de regreso al Ministerio.
—Draco, Pansy vengan conmigo. Theo y Blaise, ustedes tomarán el traslador de Harry —indicó Hermione.
—Eres una maldita mentirosa, Hermione. Tú no deberías ir, probablemente dejes escapar a tu noviecito.
Todos giraron al mismo tío hacia Ron.
—Cállate Weasley.
La castaña tomó al brazo de Draco antes de que este se lance contra Ronald.
—Omitir no es mentir, Ron. Tenemos que irnos, ahora.
Cinco minutos más tarde estaban en los jardines de Malfoy Manor. Blaise, Pansy, Theo y Draco, los cuales corrieron a través de las puertas más próximas para buscar a Narcisa.
—Gracias por hacer esto por ellos, Harry. No quería ponerte en un mal lugar con Kingsley —le sonrió con disculpa, mientras se sentaban juntos en una de las bancas de granito que rodeaba un rosal.
—Eres mi amiga, Mione, enviar una carta es lo menos que puedo hacer por ti. Eres como mi hermana y aunque dudo de tus elecciones de novio, querer ayudarlo solo demuestra que sigues teniendo una gran corazón —pasó un abrazo por sobre sus hombros.
—¿Puedo decirte algo, Harry?
—Por supuesto.
—Tengo miedo de lo que vaya a pasar con Draco una vez que Narcisa no esté aquí —dijo en voz baja—. No nos llevábamos bien al inicio pero… notaba, entonces, que se escondía en su habitación por días, no hablaba con sus amigos y lucía tan atormentado que tengo miedo que me aleje y se esconda incluso de sí mismo. Ahora me parece tan lejano, cree que no lo noto pero sigue fumando, tal vez incluso más que antes, y se queda en silencio cuando hasta hace unos pocos días me solía decir qué pasaba en su mente.
Harry besó su frente mientras se tomaba unos instantes para considerar su respuesta.
—¿Recuerdas cómo estaba cuando murió Sirius? Sé que es distinto a lo de Malfoy pero Sirius era la única familia que tenía e iba a ir a vivir con él y cuando murió todos esos planes se convirtieron en sueños imposibles. Me hizo preguntarme muchas veces si algún día podría tener algo que Voldemort no me arrebatara. Si valía la pena o qué demonios estaba mal conmigo para perder todo lo que quería. La cabeza se te llena de tantos pensamientos oscuros, Mione, y te arrastran con ellos —suspiró—. Malfoy tiene a sus amigos y a ti, solo tómale la mano y hazle saber que estás allí, como hiciste conmigo. Si te quiere como dice, sabrá regresar. Y algo que he aprendido es que no te puedes perder si tienes algo por qué luchar.
Se quedaron en silencio, sumidos en los recuerdos y las posibilidades. Hasta que un elfo apareció frente a ellos para llevarlos donde el joven Malfoy, que los esperaba mientras él medimago llegaba.
—El hecho de que no estés temblando, me dice que ya has estado aquí antes, y no me refiero solo a ese día. ¿Cómo puedes estar tan tranquila? —le preguntó Harry a su amiga.
—Vine hace poco más de un mes. Narcisa me dijo que ha remodelado el lugar donde… no he estado allí pero para mi cerebro es suficiente saber que ese lugar ya no existe tal y como en mis pesadillas —intentó sonreír—Hasta donde me dejaron saber, este es un ala completamente distinta. Y sinceramente Harry, no me puedo permitir estar asustada por una habitación de las cientas que hay esta mansión, ni Bellatrix ni su cuchillo merecen tener ese poder sobre mí, menos un lugar.
Los elfos habían dispuesto varios aperitivos en el salón de dibujo de la mansión, donde ya les esperaban el resto de las serpientes. Blaise intentó generar un tema de conversación ligero que duró unos minutos. Incluso él mismo carecía de su habitual humor, y la presencia de Potter no ayudaba a mejorar su ánimo.
Entonces llegó el medimago, algo mayor pero definitivamente no era un anciano. Draco buscó con los ojos a Hermione antes de acercarse a él y pedir un informe detallado de la salud de su madre.
—Mis aprendices han desarrollado una poción para revitalizar su magia.
—¿Su magia? —preguntó Hermione apretando la mano de rubio.
—Sí, su núcleo mágico es el que se está agotando. No su corazón, o sus pulmones, un día su magia dirá; Narcisa, no puedo hacer más. Y tendremos que despedirnos de ella —explicó pacientemente.
—¿Cuánto tiempo le da eso?
—Señor Malfoy, no se alarme todavía. Aunque no sabemos si su madre tiene días, semanas o incluso años, por ahora ha respondido muy bien a la poción. La dosis es corta, cuando su magia se vaya agotando, requerirá más pociones y esa será nuestra señal.
Señal para confirmar que después de todos los intentos médicos, no había más que hacer por Narcisa.
La Sanadora personal de Narcisa, apareció por el pasillo.
—Ella despertó, quiere verlo señor Malfoy —miró a Hermione—. ¿Usted es la señorita Granger? También quiere verla.
Lo primero que notó Hermione al llegar a la habitación fue que Narcisa lucía igual que la última vez que la había visto, tan solo un poco más delgada. De todas maneras, sus ojos aún tenían un brillo de astucia y su sonrisa era cálida.
—Veo que al fin tomaste una decisión, Draco—sonrió hacia sus manos unidas y la chica se sonrojó.
Draco la soltó únicamente para abrazar a su madre y susurrar algo que Hermione no oyó.
—He estado tan preocupado, madre. No soportaba la idea de que algo te pase sin estar aquí.
—Oh, Dragón. Sigo aquí, haré lo posible para quedarme tanto como pueda.
La joven se movió incómoda.
—Hermione, ven a sentarte conmigo. Bienvenida a los Malfoy, por supuesto —tocó, las mejillas de la chica cuando esta se sentó junto a ella.
—Madre, deja de incomodarla —Draco se pasó la mano por el rostro, algo avergonzado, con todos los sentimientos negativos ya olvidados.
Lamentablemente el permiso les daba solo un día fuera de las limitaciones de su condena. Porque era eso, una condena, una cruel determinación de la injusticia.
Compartieron una cena, Narcisa le agradeció a Harry su ayuda y él argumentó que le debía mucho más. Compartieron también conversaciones y recuerdos, un vago soporte, un mientras tanto, un consuelo para Draco, Blaise, Pansy y Theo.
Y en silencio, Hermione rogó que esa no fuera una despedida.
Al regresar Harry tuvo una discusión con Ron, razón por la cual subió a su habitación cuando no había un solo alma despierta.
O eso creyó.
Fue suficiente un pequeño brillo de la luna a través de la ventana para notar a la pareja al otro lado del pasillo en el tercer piso. Fue suficiente para notar que ella tenía el cabello rojo como el fuego. Tan suficiente como para darse cuenta que Ginny y Zabini estaban allí, a metros de él, besándose con vehemencia, tan juntos que parecían uno.
Y esa revelación dejó a Harry sin aliento.
N/A: En primer lugar muchas gracias a Pauli Jean Malfoy y hadramine por sus reviews, amé cada uno. Segundo, no se suponía que el capítulo fuera así, se suponía que Harry y Ron conocerían el Japan, y que pasara el tiempo hasta llegar a Noruega. Pero en algún punto surgió el cambio. Me gustaron las reflexiones del capítulo, espero que a ustedes también. Y el tercer punto, ¿qué les parece ese cierre? Harry al fin sabe sobre Ginny y Blaise, ¿qué pasará? No se pierdan el siguiente capítulo de Decisiones Deliberadas (parece publicidad de novela jajaja).
Besos, y no olviden los reviews por favor, que estamos cerca de llegar a los cincuenta.
