Hola, aquí otra vez. Espero que les guste este capítulo.
QUI INVENIT AMICUM INVENIT THESAURUM
(Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro)
Sábado 23 de Diciembre del 2000
—¿Estás segura, Daphne? ¿No la viste? —insistió Ron sentando a su lado—. ¡Es que no lo puedo creer!, la perdí de vista un segundo, ¡un segundo! y parece que la tierra se la tragó. ¿No la viste ese día?
Sí, ese día y todos los días de mi vida. Pensó mirando a través de la ventana del tren.
Cuando era una niña ella amaba a Astoria, era su hermana menor, alguien a quien debía cuidar. De entre sus amigos ella era la única que tenía una hermana y se sentía especial. Entonces, Astoria creció y comenzó a quitarle todo. Desde su habitación y su elfo personal hasta el cariño de sus padres.
Tan pronto como Astoria llegó a Hogwarts, las comparaciones se extendieron de su casa a la sala común de Slytherin. Astoria era pequeña, delicada, femenina, con un rostro hermoso, mientras que Daphne había heredado la altura de su padre y su afición por los deportes, y eso no era atractivo, según su madre. Le gustaba el maquillaje y la ropa pero también soñaba con volar tan alto y rápido como Draco y Blaise. En tanto a Astoria le gustaba asistir y organizar galas, Daphne detestaba cada segundo que se veía obligada a estar en un baile.
Astoria era la preferida y su madre nunca dejaba que Daphne lo olvidara. Mientras su hermana era feliz aprendiendo a organizar bailes y galas, o a bordar y cómo decorar la habitación infantil de su futura mansión, Daphne leía libros de medimagia, historia, pociones y matemáticas a escondidas, ganándose infinitos regaños por parte de su madre.
Sin dejar de lado el tema de los chicos; una vez que superó el drama con Blaise, Daphne se enamoró hasta los tuétanos, como le gustaba decir a Tracey, de Adrian Pucey. De hecho, fue él quien finalmente le enseñó todo lo que sabía sobre Quidditch. Con Blaise, Astoria no había tenido la edad suficiente para pensar en seducirlo, sin embargo hizo lo posible por quedarse con Adrian. Consiguiéndolo durante una fiesta, sin arriesgar su pureza porque sus padres la matarían si lo hiciera, y aburriéndose de él menos de cinco días después.
Daphne tenía el corazón tan destrozado que cuando Adrian la persiguió durante días para que volviera a ser su amiga e invitarla a una cita, ella lo rechazó. Así que él también terminó aburriéndose de sus desplantes y pasó a la siguiente chica. ¿Qué podía esperar del mayor mujeriego de Slytherin?
Durante la guerra, Daphne protestó hasta que la dejaron quedarse en Hogwarts, y Astoria fue a Beauxbatons, dejándola respirar al fin. Pero como ella nunca dejaría que Daphne fuera feliz, y tuviera algo solo para ella, le hizo un berrinche a su padre para poder ir a Elysian.
Y ahora esto; quitándole al primer chico por el que se interesaba en años. No había manera que Astoria supiera que a ella le gustaba Ron, y aún así se las arreglaba para arruinarlo. Porque, a pesar de no ser su tipo, si Astoria le había dejado besarla fue porque Weasley era un héroe de guera famoso. Si fuera por su hermana pequeña, estaría con Harry Potter si así consiguiera escalar socialmente y tener una vida privilegiada, aún si él no era de su agrado.
Todo el espectáculo de besarlo y desaparecer tenía el sello de Astoria. Solo ella tenía ese tipo de ideas para volver locos a los magos, como lo había hecho con Ronald.
Ronald, oh, Ronald.
Daphne pensó que siendo el amigo de Granger, habiendo tenido un rol importante en la derrota del Lord Tenebroso, sería más sensato. Le dió el crédito que no se merecía, porque un chico que se "enamoraba" y besaba con la primera bruja que se le cruzara en el camino no era alguien que valía la pena, ¿cierto?. Tal vez en parte fue culpa de Daphne por ver señales donde no las había, Ronald solamente estaba siendo amable y ella interpretó todo mal, no sería la primera vez.
—Daphne, ¿estás ahí? Te estaba hablando —dijo él, sin cesar su parloteo.
Ella sacudió la cabeza ligeramente, regresando al tren.
—Si te estaba escuchando —intentó sonreír —No, Ronald, no la vi.
—Tenía el cabello casi negro y ojos verdes, como la esmeralda…
—Ron, déjala en paz —dijo Granger apareciendo a su lado. Desde que empezó el viaje había estado sentada junto a Draco sosteniendo su mano y con su extraño gato en el regazo—. Ya le has preguntado tantas veces lo mismo que seguramente tiene una terrible jaqueca, ¿Daphne, quieres venir a dar una vuelta por el tren conmigo y Ginny?
La rubia quiso esconderse, era más que obvio que en algún momento Granger se había dado cuenta de lo que sentía por su exnovio y ahora quería advertirle. No obstante, salir del compartimiento era mejor que escuchar a Ron hablar de su hermana.
—Claro —respondió, tomando su bolso de debajo del asiento y poniéndose de pie—. No vi a la chica de la que me hablas, Ronald, pero agradecería que dejarás de preguntarme. Hasta luego —dijo en tono educado, sintiéndose orgullosa de su control emocional.
—¿Pansy, vamos? —preguntó una vez más Granger—. Draco, quédate con Crookshanks, regresamos.
Draco y el gato la miraron casi horrorizados mientras ella cerraba la puerta.
—¿Qué se supone que hacemos aquí afuera? —inquirió Pansy con los brazos cruzados.
—No lo sé, pero quiero ir al servicio —dijo Ginny comenzando a caminar.
Las demás se encogieron de hombros y la siguieron.
Al llegar, Daphne se quedó con Granger y Pansy en afuera de los baños de chicas, sintiéndose un poco nerviosa.
—No le hagas caso a Ronald, Daphne, es un tonto. Verás que no encontrará a la chica de la habla y la olvidará en un dos por tres —le dijo Granger—. Gracias por ser amable con él de todas maneras, es mi amigo pero he olvidado la cuenta de las veces en las que perdí la paciencia con él.
—¿Por qué estamos hablando del Rey Comadreja? —dijo la pelinegra en tono aburrido, luego hizo un gesto de sorpresa—. Espera, espera, ¿te gusta él, Daph? —énfasis en él con una mueca de asco.
Daphne se deslizó hasta el suelo sintiéndose cada vez más avergonzada. Trató de recomponerse antes de que ninguna de las dos haga otra pregunta.
—No lo sé, sí… ¿creo? —se cubrió el rostro con las manos—Creo que me gusta, simplemente yo no a él.
La novia de Draco se sentó a su lado y colocó una mano en su hombro.
—Si deseas puedes contárnoslo, te podemos ayudar —le dijo con una sonrisa que la tranquilizó.
—¿De qué hablan?
Ginny salió del baño limpiándose las manos mojadas en los lados de sus pantalones.
—Del estúpido de tu hermano —respondió Pansy, dándose por vencida y sentándose en el suelo.
La pelirroja no tardó en hacer lo mismo.
—¿De cuál de todos? Tengo seis de ellos —bromeó—Aunque no todos son estúpidos, así que debo suponer que hablan de Ronnie.
—Está bien —suspiró Daphne—. Pienso que solo estaba siendo amable conmigo y malinterpreté todo.
—Genial, charla la de chicas, nunca he tenido una —Ginny se acomodó para que entre todas formaran un círculo— Las conversaciones entre Hermione y yo no cuentan como charla de chicas.
—Weasley si te callas, ayudaría mucho a Daphne.
—Eso es todo me gusta, yo no le gusto y fin. Es lo mismo que pasó con Adrián. Mi mente se hizo ideas.
—Yo también creí que le gustabas —dijo Hermione—. Te seguía con las miradas a todas partes. ¿Le preguntaste?
Daphne se ruborizó.
—¿Qué? ¡No! Solo lo supuse, si le gustara no se habría vuelto loco con la primera chica que vio en una fiesta.
—¿La que no deja de buscar? —Ginny levantó una ceja— No le hagas caso a Ron, siempre ha sido un idiota, si habría una Orden de Merlín por ser idiota, Ron tendría la Orden de Primera Clase. Si Herms dice que le gustas, créeme porque ella es buena observadora. Lo que pasa es que vio a una chica bonita y se volvió un completo ciego. Para empezar, cuéntanos más sobre eso. ¿Fue en la fiesta de Durmstrang, no?
La rubia apretó los puños, al recordar ese día.
—Sí, Draco y Blaise me pidieron ir a la fiesta de Durmstrang y llevar un presente. Le pregunté a Susan si quería acompañarme, entonces apareció Ron y lo invité a venir. Saludamos a algunos conocidos y cuando buscábamos a los chicos de Durmstrang, Ron desapareció. No es difícil perderlo de vista con ese cabello llamativo, ¿cierto? Y lo encontré en menos de un minuto, a pesar de toda la gente que estaba allí. Se había ido a la barra con una chica, y en menos de diez minutos, la estaba besando.
—¿Y luego ella huyó como cenicienta y ahora la está buscando? —preguntó Hermione entre incrédula y enojada—. Eso es muy Ronald de su parte.
—Como ceni… ¿qué?
—Es una historia muggle, Gin. No importa —Hermione le quitó importancia y miró a Daphne— Como decía, Ron es muy fácil de impresionar. Es mi mejor amigo, él y Harry me salvaron de un troll cuando teníamos once años y si bien tiene sus momentos buenos, también tiene los malos. En Hogwarts, me hizo llorar más veces que Draco y sus comentarios dolían más porque es mi amigo. No dejes que te haga sentir mal.
—Lo que dice Mione es cierto. Ronnie puede ser gentil y leal, pero… con las chicas es un desastre. Y desde la guerra su manera de lidiar con lo que pasó fueron las fiestas y las chicas que se le empezaron a lanzar porque es un héroe de guerra —puso los ojos en blanco—. No es como si Ron fuera a quejarse, ama la atención, ama que lo adoren. Tal vez eso hizo la chica, él habló de sus aventuras salvando al mundo mágico y ella dijo "Wow", "¿En serio?", "Oh, Ron, eres tan valiente" —simuló un tono de voz meloso y agitó las pestañas, logrando que Daphne riera—. Luego procedieron a compartir saliva.
—Iugh, Weasley, no quiero oír hablar de la baba de tu hermano o con quién la comparte. Estoy sintiendo lástima por la desafortunada bruja —Pansy fingió un escalofrío.
—La chica era mi hermana, Astoria.
Todas miraron con incredulidad a Daphne, atónitas, casi congeladas.
—No me jodas.
Hermione y Pansy asintieron al comentario de Ginny. Tras otro largo silencio, Parkinson le mandó a Daphne una mirada tan mortal que ella supo que lo que estaba por decir no le iba a gustar. O sería cruel, o sería una verdad amarga.
—El problema no es Astoria, eres tú —dijo tajantemente—. Sí, la odio. Es una perra, cruel, insoportable y frívola, pero solo porque tú dejas que sea una perra, cruel, insoportable y frívola. Le permites todo porque es tu hermana pequeña y te convences a tí misma que ella es más bonita y que por eso todos la prefieren. Además, crees todo lo que tu insulsa madre te dice, no me voy a disculpar por llamarla así —cruzó los brazos enojada—. Astoria es bonita, hasta un ciego se daría cuenta de eso, sin embargo, tú Daph eres preciosa. Parece que no tuvieras un espejo, te puedo regalar uno si quieres. Todos estos años te has convencido de que Astoria merece más que tu, y solo es una arpía. No es más que un cara linda, solo sabe jugar sucio y aparentar ser frágil. Tú eres genial, eres inteligente, sabes jugar Quidditch, vences a cualquiera en ajedrez, eres amable y cuando lo quieres eres calculadora y sagaz —empujó su pecho con un dedo— Pero créelo; de lo contrario, dejarás que Astoria y cualquiera continúe pisoteándote.
Daphne no se perdió la pequeña sonrisa que adornaba el rostro Pansy, ni el brillo de advertencia en sus ojos.
—No conozco a tu hermana. Aún así Pansy tiene razón. Y te tengo envidia, de buena manera. Eres hermosa, Daphne. Eres alta, tu cabello es prácticamente dorado. Eres todas las cosas que dijo Pansy —Granger tomó su mano—. Tienes todo el derecho a sentirte desconfiada o poco segura, y depende de tí cambiarlo o no. Simplemente, no dejes que nadie te haga sentir menos, ni siquiera tu hermana.
—Además, los magos de ahora no quieren chicas como Astoria, eso es tan de la época de Grindelwald —continuó Pansy—. Solo aquellos inseguros que necesitan alguien para proteger y sentirse más hombres quieren a alguien como ella. Mira a Draco, fue criado para casarse con alguien como Astoria, no obstante, sale con una chica que lo golpeó y que es más capaz de defenderse por sí sola. En otras palabras, no lo necesita.
—Exacto, gracias —Hermione asintió en dirección a Parkinson—. Mira a Pansy, no parece frágil o alguien que necesita que la cuide, y tiene a varios chicos interesados. Igual con Ginny, puede ser grosera y maldecir a alguien sin piedad. Y tú, eres maravillosa y si Ron o cualquier chico no lo sabe apreciar, no valen la pena.
Daphne se quedó pensando en sus palabras hasta que otra duda pasó por su mente.
—¿Eso es lo que pasó con ustedes? ¿No valía la pena?
—No fue eso —rió Hermione—. Todo era muy reciente y Ron pedía más de lo que podía darle. En ese entonces una relación era lo que menos quería —bajó la mirada hacia sus manos—. La guerra nos cambió tanto, que ya no sentía lo mismo por él —tomó aliento— Al final fue lo preferible, Ron no estaba en su mejor momento ni yo tampoco, menos aún cuando se opuso a la idea de que estudie en Elysian —puso los ojos en blanco—Como si habría necesitado su permiso.
Pansy chasqueó los dedos, como sacándola de su ensoñación.
—De acuerdo, como estámos siendo sinceras. Perdí mi virginidad con Adrian Pucey, lo lamento Daph, te lo debía decir.
Todas las demás se sorprendieron en distintos grados, lo peor era que la Pansy fue tan malditamente directa como siempre, ni siquiera tomó aliento o preparó a alguien antes de revelar algo como eso.
—¿Qué… ¿Cómo… —la rubia levantó la mano deteniendo a su amiga—. No me respondas, no quiero oírlo. Simplemente… ¿cuándo pasó eso?
—En quinto año, con la jugarreta de mi padre. Pensé, ¿si no tiene lo que prometió, ya no puede negociar con eso, cierto? —empujó un mechón de cabello fuera de su rostro—. Luego ganamos un partido de Quidditch, estaba tomada y… siendo honesta recuerdo poco, cuando desperté al día siguiente estaba en la cama de ese idiota.
—Alto, esperen. Necesito que me expliquen cómo es que Adrian Pucey tiene que ver en esta conversación —Ginny las detuvo agitando las manos frente a sus rostros—. No es que no me interese, Pucey era.. más que caliente.
—Cuando era prefecta no había patrulla en la que no encontrara a una chica llorando por él o buscando la sala común de Slyherin para seguirlo —dijo Hermione casi con sorna.
—Era atractivo, detestable pero atractivo —continuó Pansy.
Ella y Daphne se miraron, parecía que tuvieran una conversación en silencio, antes de que la rubia tome la palabra.
—Me gustaba Adrian —se sonrojó levemente— Éramos amigos o algo parecido hasta que se involucró con Daphne. Ahora, Pansy, eso no importa. En ese tiempo yo salía con Blaise, no me interesaba Adrian ni nada menos en quinto año. Lo que me molesta es que me mintiera, yo le pregunté si alguna vez tuvo algo con mis amigas y me dijo que no.
—Conociendo su fama de precoz, no me sorprendería que incluso se haya acostado con Millicent.
Hermione trató de sofocar una risa con la palma de su mano, aunque terminó contagiando a Ginny que reía a carcajadas, y en un segundo las cuatro chicas estaban riendo sin parar.
—¿Hay algo que debamos saber antes de llegar? —le preguntó Draco, mirándola de reojo.
La noche estaba cayendo y con la gente haciendo sus compras navideñas de última hora, Hermione esperaba que llegar a su casa tomaría una hora más por lo menos. Casi se arrepentía de haber decidido tomar un taxi en lugar de aparecer, luego veía la torre de equipaje que sus acompañantes traían consigo y el arrepentimiento volaba cual copo de nieve.
Agitó la mano hacia el conductor para excluirlo de la conversación con un Muffliato.
—Traten de no usar tanta magia alrededor de mis padres, se ponen algo nerviosos. Si hay algo que puedan hacer sin necesidad de una varita, háganlo, por favor —tomó la mano de Draco, aferrándose a él y su presencia—. Oblivié a mis padres en la guerra. Cambié sus identidades, los envié a Australia, hice que olvidaran el hecho de que tenían una hija. Cuando todo terminó, los busqué y tras varias sesiones en San Mungo pudieron recuperar sus recuerdos—trató de sonreír a pesar de estar temblando— Es por eso que son cautelosos con la magia.
Draco carraspeó a su lado, llamándole la atención a sus amigos para que actúen de manera normal y no tan sorprendidos.
—Granger, los salvaste.
—No, Draco, yo…
—Los salvaste, en serio —la interrumpió Theo— Mi padre y Yaxley estaban encargados de… de… ir por tus padres —su voz era tranquila como siempre—. No los encontraron, el Señor Oscuro fue a mi casa a castigar a mi padre por el fracaso. Esa noche fui casi… si no fuera por lo débil que me creía mi padre para la causa, habría recibido la marca esa noche —observó fijamente a Hermione—. Salvaste a tus padres, no veo razón por la que deberías sentirte culpable.
La chica sintió parte de su aflicción aligerarse con las palabras de Theo, no eran muy distintas de lo que ella intentaba decirse a sí misma. Que había sido lo mejor, que sus padres habrían sido torturados y asesinados de la manera más cruel posible si ella no actuaba en el momento. Agradecía a Theo, pero la culpa seguía allí. En el fondo de su alma estaban los recuerdos de su padre estremeciéndose cuando la veía con la varita en la mano y su madre tomando respiraciones controladas cuando Hermione hablaba de la magia. Guardaba en lo más profundo lo destrozada que la hacía sentir la idea de que ellos le tuvieran miedo, fuera conscientes o no que ella era incapaz de hacerles daño.
—Gracias, Theo —colocó una mano en su hombro—. Siempre necesito oír eso.
—Señorita, el tráfico nos va a retrasar, ¿le molesta si tomo un atajo? —preguntó el conductor mirándolos por el retrovisor.
—Adelante, sería mejor llegar lo antes posible —cuando el chofer quedó conforme, Hermione volvió a poner el hechizo—. Cada uno tendrá su habitación, son libres de hacer, comer e ir a donde quieran. Por otro lado, no tenemos familia cerca y todas las navidades hemos sido solo nosotros tres, así que están entusiasmados con la idea de tener invitados estos días, van a haber momentos en los que su entusiasmo será abrumador, pero no pierdan la cabeza. ¿Me olvido de algo? —pensó por un par de segundos—. Mamá es amable y mi padre es un poco más tranquilo que ella. Probablemente antes de dormir les entreguen cepillos, pasta de dientes e hilo dental. Ellos son buenas personas, son muy pacientes y afectuosos, si se sienten incómodos no duden en hacérselo saber, ellos entenderán.
Resultaba que Hermione tenía razón, los Granger estaban más que entusiasmados con la idea de tener invitados. Su bienvenida fue abrumadora, llevándolos por un recorrido por su casa y mostrándoles sus habitaciones. La casa era grande, tras regresar de Australia no pudieron recuperar su antigua propiedad y la cercanía con el mar y un poco más de aire libre, les hizo querer buscar más opciones que su antiguo vecindario.
—Tuvimos pacientes hasta muy tarde, quería prepararles una buena cena luego de tan agobiante viaje —comentaba la señora Granger, sacudiendo las manos al punto de casi marear a los chicos—. Así que compramos pizza para ustedes —puso tres cajas grandes sobre la mesa.
—Muchachos, disculpen a mi esposa por ser tan desbordante de energía. No nos hemos presentado adecuadamente —dijo el padre de Hermione desplegando las cajas de pizza con una sonrisa—. Soy Henry Granger, mi esposa es Jean. Ambos somos dentistas, probablemente Hermione ya les dijo eso. ¿Tienen dentistas en su mundo? Porque veo que tienen una excelente salud bucal, no he visto dentaduras tan blancas como las suyas desde las maquetas en la universidad. Bah, vamos primero con las presentaciones.
Draco estaba temblando ligeramente. Desde el momento en el que dejó Suecia había estado algo alterado. En su subconsciente estaba arraigada la idea de estar cometiendo un crimen al salir de Elysian, por más libre que lo declararan los pergaminos y el Wizengamot. Y sus habilidades en oclumancia no ayudaban, luego de su colapso era inestable, un minuto estaba bien y al siguiente todo era un caos en su mente. Sin embargo, allí estaba. Fuera de su zona de confort, en el mundo muggle, en una casa extraña, conociendo a los padres de su novia. Con Blaise al lado burlándose de su desgracia y su probable muerte.
—Pansy Parkinson, señor Granger —decía su amiga con su practicada sonrisa diplomática—. Fuimos al colegio con Gran… Hermione.
—Dime Henry, linda. ¿También estabas en Gryffindor, como mi hija?
Pansy le pellizcó el brazo a Blaise antes que comience a reír.
—No, nosotros estábamos en Slytherin. Son casas rivales, señor… perdón, Henry —Pansy continuó hablando por todo con sus impecables modales—. Nos clasifican por ciertos criterios, obviamente Hermione y yo tenemos personalidades diferentes.
—Interesante, ¿y tú jovencito? —Henry puso su atención en Theo.
—Mi nombre es Theodore Nott, todos me llaman Theo, señores Granger. Gracias por permitirnos hospedarnos en su casa —dijo firmemente, haciendo un claro énfasis en Theo. Draco sabía cuánto odiaba su nombre de pila.
—Y yo soy Blaise Zabini, fue muy amable por parte de Hermione no dejarnos solos y abandonados en Suecia por navidad, gracias señores Granger y Hermione —al terminar esbozó su mejor sonrisa.
El padre de Hermione aplaudió en el aire.
—¡Ah! Tú eres Blaise, el chico al que le gusta Michael Jackson, tienes un gran gusto musical, hijo. ¿Sabías que en unos días dará un concierto en el Wembley?
—¡Papá! —Hermione golpeó su hombro a manera de broma—. Arruinaste mi regalo de Navidad.
—¿Qué? ¿Voy a ver a Michael Jackson? —Blaise se cubrió los labios con una a mano en un tonto intento de acallar su grito—¡Ahggggggg!
Los Granger se miraron entre ellos sorprendidos y casi riendo.
Pansy y Theo negaron con la cabeza mirando con reprobación al moreno.
—Blaise, nunca dije que el regalo fuera a ser para ti —dijo Hermione guiñandole un ojo a Draco.
El chico se quedó boquiabierto mientras los demás reían por la audacia de Hermione.
—¿Tú, cariño? —interrogó Jane—. Me gusta tu cabello por cierto.
Draco fortaleció sus muros, exhalando al final.
—Malfoy, Draco Malfoy —Hermione apretó su muslo bajo la mesa.
—Oh, he oído de ti —dijo Jane.
Estoy muerto
—Te ayudamos a comprar materiales, creo que Hermione nos ha hablado de ti antes pero no puedo recordar bien.
Su esposo le rodeó el hombro con un brazo y se inclinó a besar su sien, aprovechando la cercanía para susurrarle algo.
Draco pudo sentir el comienzo de una migraña. Era completamente seguro que Hermione les había contado a sus padres todas y cada una de las burlas, maldiciones y todo lo que le hizo pasar en Hogwarts debido a su origen.
Estaba más que muerto, estaba jodido.
—Él y yo competíamos constantemente en Hogwarts, fue lamentable que siempre se quedara en el segundo lugar.
Sus padres se relajaron y dejaron su charla privada.
—Nuestra Hermione siempre ha sido brillante, me recuerda a Matilda. Una bruja muy inteligente —dijo su padre con un brillo orgulloso en sus ojos.
—¿Matilda? —preguntó Blaise, recuperándose de su anterior desilusión.
—Es un libro, hace poco hicieron una película, trata de una niña inteligente, que ama leer y tiene poderes mágicos. Sus padres son mediocres y la directora de su escuela es cruel —explicó Henry brevemente.
— ¿Qué es una película?
—¿No hay películas en su mundo? Ya sé lo que haremos mañana —sonrió Henry.
—Mamá, papá…
Ay no, se lo iba a decir.
Draco sabía que Hermione estaba por contarles sobre su relación.
Tenía miedo, aún así no la dejaría hacer eso por su cuenta.
—Señores Granger… —le dió una patada por lo bajo a Blaise al oír su insoportable risa—. Estoy saliendo con su hija.
Henry tensó la mandíbula, y todos dejaron de comer en ese instante.
—Doctor Granger, para ti —dijo en tono severo—. ¿Sales con mi hija?
—Señor… perdón, Doctor. Sé que debí pedir su permiso primero, es lo que se suele hacer, discúlpeme, si usted desea…
Henry comenzó a reír a carcajadas, sujetándose el estómago. Hermione dejó caer el rostro sobre la mesa, y Draco solo se quedó parpadeando y tratando de entender qué demonios estaba pasando.
—¿En qué siglo vives, muchacho? —preguntó Henry limpiándose las pequeñas lágrimas que se colaban por la esquina de sus ojos tras su risa— ¿Pedir mi permiso? Conozco a mi hija, ella es capaz de tomar sus propias decisiones, si ella te ha elegido sus razones tendrá y no voy a cuestionarla —se limpió las manos con una servilleta y se la tendió a Draco—. Serás bienvenido en está casa y en nuestra familia. Y solo era una broma, llamame Henry.
Draco aceptó su saludo, recibiendo un fuerte y firme apretón. Era una combinación de sentimientos, era extraño y a la vez una sensación cálida. Le resultaba tan distinto a sus costumbres, Hermione no sería tan abiertamente recibida en su familia, Lucius cuestionaría una y otra vez sus decisiones y trataría de disuadirlo. Henry Granger no había dudado un solo segundo, sin importarle su familia, su dinero, su pasado ni mucho menos la marca en su brazo.
Blaise estaba eufórico la mañana de Navidad y el día después, el boxing day, tanto que casi olvidaba que estaba por conocer a los Weasley. A pesar de eso, no podía dejar de lado la emoción casi nerviosa del concierto que le esperaba ese día por la noche, luego de regresar de donde sea que quedara la casa de su novia.
Es decir, estaba temeroso por conocer finalmente a los padres y hermanos de Ginevra, ellos habían adoptado como uno de los suyos a Potter, y Blaise quería ser tan bienvenido como Draco con los Granger. Aunque en un inicio estaba por darle un infarto, ahora pensar en que al regresar iría a conocer a su cantante favorito, casi opacaba el resto de emociones.
Estaba de buen humor durante el desayuno, y cuando ayudó a Jane a secar los platos y guardarlos. Incluso cuando tomó un baño y se vistió, o cuando George Weasley le tendió la mano cubierta de un guante con pequeñas púas.
Y su alegría disminuyó un poco cuando encontró a Potter en la residencia Weasley, o como ellos la llamaban, la Madriguera.
—Señor y señora Weasley, agradezco profundamente su invitación. Es un placer conocerlos —dijo con toda la confianza que lo hacía un Zabini—. Traje esta botella de vino, proviene de los viñedos de mi familia.
La señora Weasley era una persona muy sonriente, con carácter fuerte y fácil de impresionar, se ruborizó completamente cuando Blaise besó el dorso de su mano como saludo. Luego el señor Weasley pasó a preguntarle sobre su experiencia viviendo con los Granger y sus descubrimientos del mundo muggle, fue más práctico que pasar tiempo con la comadreja y el que fue elegido para tener la cara rajada; así que le explicó su propia afición por la música y las películas muggles.
Cuando vió la mesa del comedor, disimuló su gesto de impresión, esto era demasiada comida. Las únicas veces en las que había visto tanta comida era en cenas y bailes de gala. Todo lo que estaba en la mesa podría alimentar a por lo menos cien personas, era mucha comida, y luego decían que los Weasley eran pobres. La gente pobre no podía ser capaz de pagar tanta comida, o tal vez habían aprendido ciertos trucos en vista de la cantidad de personas que vivían allí y debían ser alimentadas.
—¿Por qué no comes, Zabini? —le susurró Ginny que peleó con Ron para sentarse junto a él.
—Estoy pensando por dónde comenzar —respondió sonriendo.
Molly tomó un plato y comenzó a llenarlo con piernas de pollo, puré, verduras y una generosa porción de arroz, para molestia de Ronald.
—Adelante, querido, prueba esto. Si necesitas más puedes tomar lo que quieras —le tendió el plato y un tenedor.
Blaise se paralizó en ese momento, un escalofrío recorrió su cuerpo y se afligió al instante. Querido. Narcissa le decía así.
Casi sin ser consciente de sus movimientos aceptó el plato y se disculpó antes de ponerse de pie y salir de la casa.
La navidad sin ella fue muy difícil. Ver a Granger con sus padres era un doloroso anhelo de lo que nunca tuvo y lo mucho que le hacía falta la madre que Narcissa era para él. Luego escuchar a la señora Weasley llamándolo con ese apodo era como un eco y un recordatorio de que nunca más volvería a oír esas palabras o la voz de Narcissa. Y tenía miedo. Miedo a olvidarla, olvidar el brillo de sus ojos, el toque suave de su mano o el tono de su voz.
La extrañaba, y la nueva libertad no tenía ni sentido ni razón sin ella.
—Blaise, ¿qué pasó?
Ginny le tocó el hombro, haciendo que girara hacia ella. Lo miraba con preocupación, tocando sus mejillas… ¿había llorado?
—¿Hicieron algo que te molestó?, Blaise háblame.
—No, no hicieron nada —apoyó el rostro en su mano—. Tu madre me dijo querido, solo Narcissa me decía así, por un minuto creí que estaba escuchando su voz. Y me asusté al pensar que estoy comenzando a olvidarla.
Ella lo rodeó con sus brazos, estirándose un poco para besar su sien.
—Blaise, ¿has oído hablar de la magia? Cuando sientas que la estás olvidando puedes ver sus fotografías, ¿sabías que en el mundo mágico las fotografías tienen movimiento? —bromeó obteniendo una sonrisa como respuesta—. Y cuando necesites recordar su voz puedes usar un pensadero. Además, mientras recuerdes lo que te enseñó, las cualidades que la hacían la persona que era y a la que querías, no la vas a olvidar.
Cuando me necesites estaré allí.
—Gracias, Ginevra. Perdón si causé un revuelo allí dentro —se aclaró la garganta al sentir su voz ronca.
—No pasa nada, ellos están acostumbrados, es lo que pasa con ser una familia grande. Si quieres nos podemos ir.
—¿Y dejar a Potter como el favorito de tu familia? De ninguna manera, tenemos que regresar.
Blaise no la sostuvo contra su pecho un par de minutos más, reconfortándose con su olor. Después siguió a Ginevra dentro y antes de cerrar la puerta miró hacia el cielo, totalmente despejado a pesar del invierno, y una sonrisa comenzó a formarse en su rostro, en tanto apretaba la desgastada carta que guardaba con recelo en el bolsillo de su chaqueta.
Tu sonrisa es un tesoro...
31 de Diciembre de 2000
—Narcissa Malfoy
—Fred
—Tonks
—Lavander
—Colin Creevey
Harry pasó la mirada por sus compañeros. La noche había sido extraña, es decir, la convivencia con ellos era extraña, desde el primer momento se dió cuenta de lo unidos que eran, y lo que pasó después con los Malfoy lo hizo más evidente. Sin embargo ese día, como el último del año, todos parecían más sincronizados.
El viaje a Noruega fue agotador aunque eso no los detuvo, con solo un día para hacer los preparativos de fin de año, tan pronto como llegaron se pusieron a organizarse. Sin necesidad de palabra, un grupo se hizo dueño de la cocina y otro fue a hacer compras, otros hacían hechizos. De tal modo que pocos minutos antes de la medianoche, hicieron todas las tradiciones posibles, haciéndolo partícipe a él en vista de que no tenía una novia a la que besar cuando sonaran las doce campanadas.
Eso no fue suficiente, porque luego se reunieron en un círculo, tomándose de las manos y comenzaron a recordar a las personas que habían perdido.
Notó a Hermione mirándolo fijamente mientras hablaba.
—Sirus Black.
Se le encogió el pecho, sabiendo que era su turno.
—James y Lily Potter.
—Cedric.
—Charity Burbage.
—Marlene Mckinnon
—Dumbledore.
Y sorprendiéndose una vez más, todos se abrazaron y cantaron Auld Lang Syne. Fue imposible no llorar, las gafas se le resbalaban por el puente de la nariz, y no importaba, se negaba a soltar a quien sea que estaba a su lado aferrándose a él, como si compartiera su dolor.
(¿Deberíamos olvidar las viejas amistades)
(...y nunca recordarlas?)
(¿Deberíamos olvidar las viejas amistades)
(...y los viejos tiempos?)
(Por los viejos tiempos, querido mío)
(Por los viejos tiempos)
(Compartiremos una copa de amabilidad)
(Por los viejos tiempos)
Harry pensó que Dumbledore y McGonagall estarían orgullosos, y los tantos otros caídos también. En este mundo, con estas personas jóvenes recordándolos, más allá de su propio dolor y sus heridas, su sacrificio nunca sería olvidado.
N/A: Espero que hayan disfrutado este capítulo, muchas gracias por la espera y por leer. ¿Me dejan un review?
Besoooos, en el siguiente capítulo la razón por la que empecé la historia: San Valentín.
