Sinopsis:

Tras conseguir por fin encontrar el horario de sus clases en Durmstrang, Draco nos sorprende a todos, y a sí mismo.

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"Si no hay esfuerzo, no hay progreso".

-Frederick Douglass


Draco entró y salió de la conciencia toda aquella noche, sin permitirse nunca quedarse profundamente dormido, seguro de que eso le llevaría a soñar. A esa pesadilla y a una docena más. Aunque Theo no estuviera cerca, preferiría sufrir un año de insomnio antes que dejar que Granger volviera a oírle desmoronarse. Nunca más.

Así que se quedó despierto y escuchó sus pesadillas. Oía sus gritos, que eran casi imperceptiblemente suaves y amortiguados por una almohada de plumas. Pero aún flotaban por la habitación, llevados a sus oídos en docenas de susurros fantasmales.

No podía entender sus palabras; no sabía por qué intentaba entenderlas... pero lo hacía. Durante toda la noche estuvo escuchando a Granger. Los dos ojos cansados fijos en el techo lleno de telarañas, un brazo doblado detrás de la cabeza, la mente recorriendo mil posibilidades y contando cada ruido. Siempre contando.

Al principio, los débiles y patéticos sonidos le produjeron una sensación de satisfacción. Después de que Granger le hubiera pillado en el suelo del baño, aquello parecía justicia poética. Como empatar en el campo de Quidditch después de tres días perdiendo... porque esto confirmaba que ella también se había hecho añicos, aunque él ya había visto las señales. Estaba escrito en su cara mucho antes de los moratones.

Así que Draco permaneció tumbado así durante horas: escuchando a escondidas el silencioso tormento de la Sangre sucia e interesándose por él. Sin pensar en hacer nada en respuesta... Por supuesto que no. Ni en mil vidas se desviviría por Hermione Granger... aunque supiera cómo hacerlo... que no lo sabía.

Sin embargo, al final debió de quedarse dormido, porque cuando volvió a despertarse Granger había desaparecido. Se había desvanecido en el aire oscuro como si nunca hubiera estado allí, como un espectro pasajero. No había ningún resplandeciente encantamiento protector alrededor de su cama, que yacía vacía, y su abarrotada mochila había desaparecido.

Draco se acercó a la mesilla de noche y tocó con dos dedos la esfera de cristal que descansaba allí, como había visto hacer a Granger la noche anterior. En respuesta, brilló tenuemente.

Parpadeó.

Era imposible saber la hora en la cámara sin ventanas, pero debía de estar a punto de amanecer si Granger se había marchado. Día tres de los ciento sesenta que quedaban en este infierno. Llevaba la cuenta.

Se incorporó, estirando la rigidez de sus articulaciones. A juzgar por su fuerte dolor de cabeza, que nunca parecía desaparecer del todo, no debía de haber dormido más de una hora. Dos como mucho. Teniendo todo en cuenta, incluso eso le parecía un pequeño milagro. Nunca había llegado al punto de soñar, habiendo tomado lo que era básicamente una glorificada siesta gatuna. Ni sueños ni pesadillas. Ni gritos... al menos no de él.

Mientras lanzaba un encantamiento y se recostaba lánguidamente en la cama para ver cómo sus uniformes rojo sangre se colgaban en el armario, no perdía de vista el umbral de la puerta. Curioso por si Theo o Granger regresaban. Indeciso sobre cuál era la peor opción.

Pero ninguno de los dos apareció, y ahora un trozo de pergamino enrollado llamó la atención de Draco. Extendió la mano para cogerlo de la mesilla, un pergamino que Theo debió de dejar allí antes de que le hundiera el pecho y le robara la cama.

Draco frunció el ceño al ver la lista de asignaturas y su propio nombre al principio. Se dio cuenta de que ese debía de ser el horario de clase que le faltaba: el que nunca leía.

Desplegó el pergamino y lo estudió con vago interés.

Instituto Durmstrang de Artes Antiguas

HORARIO DE OTOÑO

DRACO L. MALFOY

Duelo Marcial: Un curso de combate de nivel básico centrado en el desarrollo de la magia sin varita y habilidades con las armas. Profesor Taigan Kuytek. Terrenos de la Fortaleza del Este. L Mi V (Mañana)

Pociones: El estudio avanzado de la elaboración, alquimia y conservación de pociones. Profesor Remirio Ellingsbow. Sala G de las Mazmorras. Ma J (Mañana)

Magia de Sangre: Un curso exploratorio sobre las artes oscuras, la adivinación de la sangre, las maldiciones y la nigromancia. Profesora Katya Ivanov. Sala H de la planta principal. L V (Tarde)

Psicometría Mental: La práctica del escudo mental y la invasión a través de la Oclumancia y la Legeremancia, Profesora Elizabeth Dornberger, El Despacho de la Directora. Mi (Tarde)

Criptozoología: El manejo de bestias y criaturas demoníacas. Profesor Marius Sanguini. Atrio de la tercera planta. Ma J (Noche)

—Su puta madre, —se lamentó Draco, tirando el pergamino sobre el edredón y frotándose la frente.

No entrar en una casa convencional como Vulpelara le parecía aún más desastroso. Había pensado que la mayoría de las asignaturas coincidirían con Hogwarts, o que al menos tendría cierto control sobre sus selecciones. Aparentemente esa no era la situación. Aparentemente no podía limitarse a seguir a los Wolverines y a los Ucilenas en sus clases, que no coincidían del todo. Aparentemente tenía que cursar cuatro asignaturas nuevas además de Pociones. Aparentemente ya se había perdido sus primeras clases de Magia de Sangre y Criptozoología. Nada de esto eran buenas noticias, ya que cada clase sonaba tan estrafalaria como agotadora.

Draco volvió a acomodarse en las almohadas mientras contemplaba la posibilidad de no asistir a ninguna clase. Estaba tentado de dormir toda la mañana y tal vez toda la tarde.

Pero al cerrar los ojos, recordó la advertencia de Ivanov y se le heló la sangre. Como si un Dementor encapuchado hubiera atravesado la puerta.

Cogió su horario de clases y se levantó.

Por una vez, la sala común estaba ocupada por estudiantes, todos haciendo sus tareas de última hora en los bancos de piedra. Una multitud de caras inexpresivas observaba a Draco cuando salía del pasillo de los dormitorios. Nunca se acostumbraría a lo bizarros que parecían todos en Soscrofa. Como si, al igual que Ivanov, existieran sin emociones.

Nadie se movió ni dijo nada cuando Draco entró en la sala común. Se limitaron a mirar, y él hizo lo mismo; sin hablar para que no reconocieran la suya como la voz que había gritado dos noches antes.

Su mandíbula se tensó y cruzó la cámara rápidamente, sin mirarles a los ojos. Pero antes de salir, una chica de su edad le bloqueó el paso.

Era esbelta y de extremidades largas, con el pelo negro y suelto que le caía por encima de la cintura como un velo funerario. Nadie la habría llamado guapa. No, era llamativa de una forma tan sobrecogedora como atractiva. También tenía la sensación de que ya se conocían.

La chica ofreció su mano, hablando con una voz profunda pero femenina.

—Renée. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, Draco Malfoy. Diez años, creo, cuando éramos muy pequeños.

Draco frunció el ceño mientras le estrechaba la mano, esforzándose por situar aquella cara entre sus borrosos recuerdos, que últimamente le parecían aún más confusos... entonces, de repente, reconoció su nombre.

—Renée Dolohov, ¿verdad? Tu padre es...

—Prefiero no hablar más de él, —interrumpió Renée, y él pudo detectar su firmeza. Estaba en la forma en que sus ojos verde jade se habían entrecerrado, los ojos que debía de haber heredado de Antonin Dolohov. Lo último que había oído era que Dolohov, uno de los seguidores más fieles del Señor Tenebroso, había sido condenado aMuerte en Vida. A que le extirparan el alma.

La idea hizo que Draco se sintiera mal. Comprendía que Renée decidiera no hablar de su historia familiar.

Y ahora también recordaba las visitas infantiles de Renée a Wiltshire. Tardes en las que su madre, una mujer malhumorada que probablemente hacía tiempo que había muerto, la llevaba a jugar. Tal vez jugar no fuera la palabra adecuada para lo que hacían durante aquellas visitas, ya que se limitaban a sentarse torpemente frente a los establos de los caballos mientras los adultos tomaban el té en el jardín. Había tantas de esas amistades superficiales y forzadas dentro de sus círculos sociales que todo se difuminaba. Además, los Dolohov nunca habían destacado por ser particularmente especiales.

Renée pareció terminar su propia evaluación, reflexionando:

—Pareces diferente, Draco. Más alto, pero demasiado delgado para tu estatura. Se nota que no has estado comiendo.

La brusquedad perturbó a Draco. La presunción en sus palabras. Actuar como si realmente lo conociera solo porque pasaron unas horas aburridas juntos hace más de una década. ¿No era posible que normalmente pareciera un Inferius privado de sueño? ¿Cómo podía saber que no había envejecido terriblemente? ¿Que no tenía ese aspecto por defecto?

Ella no lo sabía.

Puso los ojos en blanco y empujó a Renée hacia el arco de entrada.

No le siguió.

Aquella breve interacción bastó para quitarle el apetito a Draco, de modo que solo permaneció en el Gran Salón el tiempo suficiente para encontrar la cesta de pan más cercana y coger una tostada, una de las pocas cosas que le sentaban bien a su revuelto estómago.

Mientras comía y deambulaba por los pasillos, estudió de nuevo su horario, suspirando al darse cuenta de que, al ser miércoles, su siguiente clase era Duelo Marcial nada menos que con Granger.

Tal vez, solo tal vez, se había escapado temprano de la habitación para practicar... o algo igual de espantoso. Para lanzar esos desagradables cuchillitos mientras imaginaba su cara en un muñeco de entrenamiento.

Draco se sintió asqueado por la idea. Tuvo la mala suerte de que estuvieran emparejados para lo que parecía todo este trimestre.

—¡Malfoy!

Se tensó, girándose muy lentamente.

Afortunadamente, no era Granger, sino cierto grupo de Slytherins convertidos en Wolverines. Los tres se dirigían a su clase conjunta de combate. Blaise se acercó a toda velocidad para agarrar con cariño el hombro de Draco. Las vendas del sonriente hombre seguían allí, y parecía emocionado ante la perspectiva de una revancha contra su propio compañero... para vengarse. Estaba haciendo crujir los diez nudillos. Goyle, por su parte, tenía una expresión de dolor, parecía tan asqueado como Draco por su inminente lección.

Pansy no le miró a los ojos.

Draco también la ignoró. No era la primera vez que discutían, y probablemente tampoco sería la última. Ni siquiera era la primera vez que ella le proponía un compromiso.

—Lo del lunes fue una casualidad. No estaba preparado y Beowulf Munter no sabrá lo que le espera esta ronda, —dijo Blaise, poniéndose a su lado. Haciendo una pausa para crujirse el cuello de lado a lado, continuó—: Entre clase y clase fui a la biblioteca, que resulta que hace que la Sección Prohibida de Hogwarts parezca un parque infantil. He encontrado unos cuantos maleficios que voy a probar con ese simio. Estuve a punto de probarlos anoche cuando se estaba duchando, pero decidí jugar limpio.

Draco frunció el ceño.

—Me perdí el comienzo de la clase y no recibí las instrucciones completas de Kuytek. ¿Realmente no hay reglas cuando peleamos? ¿Nada está fuera de los límites?

—La única regla es no matarse unos a otros.

Esta vez, Pansy había contestado, aunque mantenía la mirada fija en sus pies en movimiento.

Goyle gruñó nerviosamente en señal de acuerdo.

Jodidamente encantador.

Salieron por la puerta principal, en dirección al campo donde habían tenido su lección anterior. Fue una caminata helada a través de los terrenos este de la Fortaleza. El aire era el más frío de toda la semana y la nieve se había endurecido hasta formar una capa de hielo peligrosamente resbaladiza.

El camino de grava bajo los zapatos de Draco parecía un río helado y temía verse obligado a desnudarse hasta la camiseta interior, todo por el pretexto de obtener una educación... o una buena forma física... o cualquiera que fuese el maldito objetivo del Duelo Marcial.

Sobre todo, no le apetecía nada pelearse con Granger. Estar a diez metros de ella toda la noche había estado...bien... pero ese milagro solo ocurría bajo amenaza de suspensión. Así que debería pedir otro compañero de entrenamiento. A Kuytek parecía gustarle tanto como odiaba a Granger, y probablemente no se negaría; incluso podría entender por qué sin necesidad de oír la razón.

Pero docenas de Wolverines ya se habían reunido alrededor del instructor de Duelo Marcial, que les estaba haciendo realizar una serie de estiramientos sobre el césped helado. Blaise encontró un sitio libre en la parte de atrás y todos se apresuraron a quitarse sombreros, túnicas y capas exteriores. Vio que Pansy, al igual que las demás alumnas, llevaba un par de shorts debajo de la falda carmesí. Tenía sentido, ya que estaban peleando, pero él no se había dado cuenta el lunes. No se había dado cuenta de muchas cosas.

Sin embargo, Draco no pudo pasar por alto a su compañera de entrenamiento, que, al típico estilo Granger, se había colocado al frente de la clase: con las piernas extendidas, aflojando sus magullados tendones mientras mantenía un contacto visual directo con Kuytek. Probablemente para demostrarle su supuesto propósito de elegir Durmstrang. Un propósito que él no creyó ni por un segundo. Porque incluso si esa era su estúpida motivación, lo único que conseguía todoesoera enfurecer más a Kuytek.

De hecho, el asiático miraba a Granger con una ferocidad casi desquiciada. Era incómodo estar cerca. Como si el resto de los presentes fuesen meros espectadores de un enfrentamiento entre instructor y alumna, esperando a ver quién rompía primero. Algunos de los Wolverines más cercanos se reían nerviosamente en voz baja.

Después de otros diez minutos de estiramientos agresivos que, de alguna manera, hicieron que los músculos de Draco se tensaran más, Kuytek dio una palmada y anunció:

—Nuestra primera clase fue una oportunidad para que evaluara vuestras habilidades individuales, que fueron, como era de esperar, poco impresionantes. Hoy empezamos el combate de verdad.

Kuytek dio un paso adelante. Su cabeza lisa y encerada brillaba como una Snitch dorada a la luz del sol.

—Por muy gratificante que pueda ser el trabajo ofensivo, comprender cómo contener a tu oponente es igualmente importante. A estas alturas, todos deberían estar familiarizados con Levicorpus, Desmaius y otros hechizos mundanos. Así que lo que vamos a practicar es cómo terminar el combate usando solo magia sin varita. Preparándonos para una situación en la que solo tengan su cerebro y necesiten ser creativos.

Los ojos de Kuytek volvieron a Granger, que se mantenía erguida. Extendió la palma de la mano y ordenó:

—Deme su varita, Sangre sucia. Parte de la demostración.

Granger se puso rígida y pareció pensárselo, pero accedió a regañadientes. Sin embargo, su mirada permaneció fija en la varita confiscada mientras Kuytek se alejaba.

Kuytek volvió a hablar, sonando inmensamente complacido.

—Los muggles son impotentes sin armas. Quítale un arma a un policía y se vuelve inútil. Débiles. Nosotros no somos como ellos. Somos superiores en todos los sentidos de la palabra, y no debemos limitarnos solo a ciertos tipos de hechizos. La magia es más que un palo de madera. Es solo una única salida entre cientos. Aunque pierda su varita, no ha perdido su cerebro.

Kuytek giró hacia el sur, hacia el bosque de pinos cercano, con las ramas desnudas por la helada de septiembre. Sonriendo, echó un brazo hacia atrás, con la varita de Granger apretada entre dos dedos, y apuntó hacia el bosque como un dardo largo de madera.

Cerró un ojo, apuntó y luego lanzó.

FUUUSSHH

La varita salió disparada por el aire hacia la arboleda a una velocidad increíble y desapareció de la vista.

Varios Wolverines empezaron a reírse y Kuytek se unió a ellos.

—Esta chica de aquí, —dijo Kuytek, mirando a Granger—, acaba de perder su arma, lo que significa que debe encontrar un nuevo método para luchar. O eso, o admitir que no es mejor que un muggle. Admitir que es inferior al resto de nosotros.

Draco podía ver la ira que irradiaba de los rígidos hombros de la Sangre sucia en oleadas. Veía sus puños apretados a veinte metros de distancia. Sin embargo, no interrumpió a Kuytek, que había empezado a caminar entre las filas de estudiantes mientras les indicaba el ejercicio inicial.

Sin embargo, ahora Draco solo escuchaba parcialmente. El calor que había sentido al estirarse se lo había llevado el aire gélido y estaba temblando en su camiseta negra. Sus ojos se desviaron hacia el sol, que era una silueta tenue cerca del horizonte, más bajo que cuando llegó a la isla. A finales de octubre, el sol desaparecería por completo al entrar en los cuatro meses de oscuridad total conocidos como Noche Polar.

Draco exhaló, viendo su aliento cristalizarse en hielo.

Aunque los fundadores de Durmstrang fueran perseguidos por un continente lleno de imbéciles medievales, fue una tontería construir una escuela en el maldito Polo Norte. Los estúpidos, sádicos, putos...

—Malfoy. Deja de murmurar a las nubes como un loco y presta atención.

Un golpe de algo duro contra su estómago hizo que Draco mirara hacia abajo.

—Sí, sí, bien. Cálmate de una puta vez.

Blaise estaba pinchando a Draco en el estómago con un dedo, obligándole a volver a la realidad. Kuytek estaba ahora en el extremo opuesto del campo de nieve, demostrando una variante del hechizo Incarcerous utilizando complicados signos manuales en lugar de una varita. Mientras la clase observaba, de las palmas de las manos de Kuytek se formaron gruesas cuerdas que se enrollaron alrededor de una desafortunada pareja de estudiantes voluntarios, atando a los dos hombres entre sí con más fuerza que troncos amarrados. Cayeron rodando por la nieve.

Draco entrecerró los ojos. Al parecer se había perdido muchas cosas en solo unos minutos.

Acercándose, Blaise susurró:

—¿Qué te pasa últimamente? Desde el viaje en tren, tu cerebro dejó de funcionar. —Frunció el ceño—. Y se supone que soy yo el que tiene una conmoción cerebral de grado médico, ¿cuál es el problema?

—No hay ningún problema. Solo estoy jodidamente congelado.

Blaise lo miró con escepticismo.

—Faltan menos de dos meses para que el Departamento de Seguridad Mágica venga a comprobar cómo vamos. ¿O es que te has olvidado, pequeño criminal de guerra? ¿La visita de prueba donde nos entrevistarán a nosotros y a nuestros profesores? No es una broma, Malfoy. Si se enteran de cómo has estado...

—Sí. Sé cómo funciona todo, —espetó Draco—. No hace falta que recites todo el maldito panfleto del Ministerio.

—Eres como un aspirante a enfermo mental. Como si tu objetivo fuera ser internado. Cambia ese uniforme por una camisa de fuerza. Supongo que San Mungo es más limpio que la cárcel, pero no es una gran mejora, —respondió Blaise, suspirando.

Los dos tenéis que concentraros, —siseó Pansy—. Kuytek acaba de decirnos que nos dividamos en parejas para practicar. Así que en marcha.

Entonces Pansy se dio la vuelta y acechó a una chica que debía de ser su compañera de duelo, una chica fornida que era básicamente la versión femenina de Wolf y que, en comparación, hacía que Granger pareciese esquelética. Mientras tanto, sangre fresca manchaba la gasa de la parte posterior de la cabeza de Blaise, que se dirigía a su propio duelo contra Wolf. ¿Qué demonios les daban de comer a esos Wolverines?

Draco se pasó una mano rígida por el pelo revuelto, despeinándolo aún más mientras pensaba. Tal vez no debería quejarse de su situación. Quizá Granger no estaba tan mal. Al menos era lo bastante bajita para arreglárselas.

No.

Desterró esa insípida idea tan rápido como apareció. Cualquiera era mejor que la Sangre sucia.

Y pronto, Draco se dirigió hacia el profesor Kuytek. Su mente repasaba una lista de los argumentos más convincentes para cambiar de pareja.

1. Granger era una chica. Él era un hombre. Por lo tanto, era físicamente más fuerte en todos los sentidos. Dejando a un lado la magia, eran una pareja desequilibrada porque él siempre la superaría en el combate cuerpo a cuerpo. Obligarlos a luchar durante todo un trimestre era injusto para ambos, pero especialmente para él, ya que no podía esperarse que aprendiera nada contra un oponente con huesos de pájaro.

2. Ya eran compañeros de casa, de habitación y antiguos compañeros de Hogwarts. ¿No era eso suficiente para merecer algo de variedad? Integrarse en Durmstrang era imposible si se les empujaba juntos a cada paso. Era beneficioso confraternizar con el resto de la población estudiantil.

3. Hace dieciséis semanas, intentaban asesinarse mutuamente en una guerra que apenas había terminado. De vez en cuando, le costaba recordar ese hecho, y Granger también podría. Si se dejaban llevar y uno de ellos moría, sería culpa de la administración de Durmstrang. La gente se enteraría y habría indignación pública.

4. Siempre había tenido un olfato agudo, y Granger olía demasiado a flores. Probablemente rociaba su cuerpo con perfume barato para enmascarar el hedor natural muggle. Era atroz.

Omitiría este último punto, aunque era cierto.

Dispuesto a defender su caso, Draco se acercó al instructor de combate, que estaba ocupado liberando a los dos estudiantes voluntarios de sus ataduras. Tenían la cara azul y jadeaban.

—Profesor Kuytek, ¿podemos hablar en privado? —preguntó Draco cortésmente.

Kuytek miró por encima del hombro y sonrió al ver a Draco.

—Claro. Deme un segundo.

Con un chasquido de los gruesos dedos del hombre, las cuerdas desaparecieron. Los estudiantes se tambalean por la nieve, con aspecto muy traumatizado por la terrible experiencia.

Haciendo un gesto a Draco para que lo siguiera, Kuytek empezó a caminar entre las filas de Wolverines, la mayoría de los cuales parecían incapaces de usar la magia sin varita. Miraban fijamente las palmas vacías, deseando que se materializaran las cuerdas y maldiciendo con frustración cuando no lo hacían. No lograban capturar más que copos de nieve que caían.

—Que sea rápido, Malfoy, —entonó Kuytek—. La clase habrá terminado antes de que se de cuenta, y espero ver más progresos que en la lección del lunes. Ya sabe... ¿esa en la que cayó encima de su compañera como una foca seductora?

La imagen pareció divertir a Kuytek, que soltó una risita.

Draco frunció el ceño. Le costó un esfuerzo hercúleo resistirse a escupir algo sarcástico. En lugar de eso, se aclaró la garganta y aclaró:

—En realidad, he venido a hablarle de eso, profesor. He venido a pedirle un nuevo compañero. Verá, Granger y yo no somos compatibles por varias razones. Primero...

—Bien. Como quiera.

El apresurado acuerdo pilló a Draco por sorpresa. Parpadeó varias veces y luego dijo:

—Perfecto. Entonces no hay problema. Gracias por entenderlo.

Kuytek se desentendió.

—Considerando lo que ella es, no puedo reprocharle que quiera a alguien más. Además, Nott decidió faltar a clase hoy, así que puede tener su compañero para el trimestre. Estoy seguro de que no le gustará el cambio, pero es su problema.

Ahora Kuytek se volvió para mirar a Granger, sentada al otro lado del campo, con las piernas cruzadas y completamente sola en un mar de estudiantes batiéndose en duelo. Incluso desde aquella distancia, Draco pudo darse cuenta de que había conseguido lanzar un Incarcerous sin su varita. Mientras la observaba, gruesas cuerdas surgieron de la palma de su mano, enroscándose como serpientes alrededor de ambos tobillos descoloridos, que a la luz del día se veían aún más espantosos; aún más magullados. Un amasijo de negros, azules y amarillos.

Un fuego se encendió tras los ojos felinos de Kuytek cuando observó su piel manchada, y dijo:

—En realidad, hoy lucharé yo mismo contra la Sangre sucia. No puedo dejar que ustedes, mocosos, se diviertan. A ver qué puedo añadir a esa obra maestra.

La sonrisa de Kuytek se ensanchó mientras enseñaba los dientes.

Y por alguna razón desconocida, eso inquietaba a Draco: el hecho de que Kuytek tuviera como objetivo a una estudiante ya herida le parecía demasiado infantil. Demasiado mezquino. No es que le importara un bledo la Sangre sucia, porque no le importaba. Solo era una reacción inesperada por parte de un profesor.

Ahora Draco estaba hablando, casi sin creerse las palabras que salían de su boca.

—Pensándolo bien, por hoy me quedaré como compañero de la Sangre... con ella. Mejor no molestar a las parejas asignadas y alterar nuestro progreso. Tampoco sería justo para Nott y su compañero. Olvide que se lo he pedido.

Entonces Draco se fue. Se alejó antes de que pudiera ver la expresión atónita de Kuytek.

Sin mirar atrás, atravesó rápidamente el campo. Serpenteó entre una multitud de alumnos exasperados, algunos de los cuales habían abandonado cualquier intento de hacer el ejercicio previsto y luchaban entre sí en la nieve. Otros habían escondido sus varitas en las mangas de la camisa y estaban haciendo trampas.

Entonces Draco se cernió sobre ella. Proyectando una sombra sobre su espalda arqueada, haciendo que los moratones parecieran aún más oscuros. Había tantos...

Levantó la vista del montón de cuerdas, que ahora le llegaban a la cintura. Sus miradas se cruzaron y ella le hizo un pequeño gesto con la cabeza.

—¿Listo para el segundo asalto?

A su pesar, Draco esbozó una mueca, o tal vez una sonrisa. Pero no podía ser una sonrisa.

—Por supuesto que sí, Granger.

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Nota de la autora:

Este último año me he estado introduciendo más en la maravillosa comunidad de fan fiction, así que vengo con algunas notas de capítulos :)

En primer lugar, un enorme agradecimiento a la ridículamente talentosa emmilliaart por sus preciosas ilustraciones. He tenido a estos personajes en la cabeza durante meses y ella les ha dado vida. Ha captado todos los detalles, desde el pelo despeinado de Draco hasta la intensidad de la expresión de Hermione. También me encanta su visión de la caída en picado a través de la aurora boreal sobre Durmstrang: una caída en la que Draco hace todo lo posible por perderse por completo, mientras Hermione intenta sacarlo de esa oscuridad. Estoy obsesionada.

En segundo lugar, quiero llamar la atención sobre dos lectoras increíbles que han estado conmigo desde These Selfish Vows y que ahora tienen sus propias novelas en desarrollo. Son historias totalmente únicas y diferentes que recomiendo encarecidamente que le echéis un vistazo si estáis interesados:

Divine Minds por Brighty101 (una mirada de cerca detrás de la cortina de la familia Malfoy que comienza en el quinto año de Draco).

Dangerous Breed por Rose_tortora16 (una historia muy oscura de matrimonio forzado).

En tercer lugar, ahora estoy activa en Instagram (heavenlydewwrites). No dudéis en seguirme para más actualizaciones coloridas sobre la publicación de esta historia y las demás.

Por último, gracias por formar parte del viaje de YOTL. Lo mejor está por llegar.

HeavenlyDew