¡Aquí vamos con la segunda actualización de esta historia!
Como son dos actualizaciones seguidas, no hay mucho que agregar. Si tienes alguna duda, comentario, o lo que sea, no dudes en consultármelo. Siempre respondo todas las reviews, obviamente si es que tienen algo a lo que le deba respuesta.
Una vez aclarado ese asunto, es momento de comenzar.
¡Disfruta!
El ruido de los barrotes resonó con fuerza una vez que la celda se cerró.
"Tu sentencia será llevada a cabo mañana a primera hora del día." Sara giró la llave, haciendo que el sonido característico del metal rechinara. "Asegúrate que se mantenga en su lugar. Los grilletes deberían hacer todo el trabajo, pero no debemos tomar este enemigo a la ligera." La comandante le ordenó al carcelero, ganándose una pose militar por parte de este.
"¡No se preocupe, no saldrá de aquí hasta que se ejecute su sentencia!" Exclamó el hombre con absoluta seriedad.
El viajero se acercó a los barrotes, observando como Sara asentía ante las palabras del hombre para luego marcharse.
"¿Tú estás de acuerdo con esto?" Sara se detuvo justo antes de doblar la esquina. "¿Piensas que Inazuma logrará prosperar aislándose del mundo y castigando a todos aquellos que son bendecidos por los Dioses?" Sara volteó su rostro para mirarlo de reojo.
"Lo que diga la Todapoderosa Narukami es correcto, no importa que tan conflictivo parezca. Ella es incapaz de equivocarse." La comandante demostró la gran fe que tenían en la Shogun Raiden.
Aunque Aether fue capaz de distinguir algo más.
Las cejas fruncidas de la mujer y su rostro solemne intentaban encubrirlo, pero estaba seguro que había una pizca de dudas en sus ojos.
"¿Entonces ella no fue el principal problema de que se desatara toda esta guerra nacional? ¿Ella no fue quien les impidió a los habitantes de Watatsumi aceptar sus propias creencias y cultura? O quizás me esté equivocando, y el concepto de Eternidad que ella busca es una guerra eterna, porque esto nunca va a acabar si el Shogunato sigue actuando de esta manera por culpa de tu preciada líder…"
"¡Silencio, prisionero!" El carcelero golpeó la lanza contra las rejas con fuerza, obligando al rubio a callarse. "¡Nadie te dio el permiso de hablar! ¡Ni mucho menos de despotricar y decir falacias sobre la Todapoderosa Narukami, la Shogun-sama!" El hombre rápidamente hizo una señal de reverencia hacia Sara. "Lamento que haya tenido que escuchar los delirios de este hombre, mi comandante." El sujeto colocó una mano sobre su pecho en un gesto militar para mostrar su respeto.
Sara se quedó en silencio por varios segundos, algo que confundió al carcelero.
"¿Señora comandante?"
La voz de su subordinado hizo que ella despertara de sus propios dilemas, entregándole un rápido asentimiento al hombre, aunque Aether distinguió al instante que había sido un gesto descuidado por parte de ella, quien siempre se mostraba tan firme y segura.
"No te preocupes, solo vigílalo." Fueron las últimas palabras de la mujer una vez que abandonó el lugar, recibiendo una última postura militar por parte del hombre.
"¿Oyes eso?" El carcelero le preguntó al viajero con una mirada dura.
"¿Oír qué?" El rubio no pudo evitar alzar una ceja.
"Exacto. Aquí tenemos a docenas de prisioneros y nadie hace ni un misero sonido. Si te portas bien, puede que obtengas tu último desayuno antes de morir." Aclaró el guardia con seriedad.
"¿Y como se supone que voy a comer si no pueden quitarme los grilletes?" Preguntó Aether con los ojos en blanco, haciendo que el carcelero se sonrojara de vergüenza.
"Bueno…probablemente… ¡No hagas preguntas estúpidas y cierra la boca de una vez, prisionero!" Aether no pudo evitar poner una expresión bastante peculiar tras el grito del hombre, quien no pudo evitar sentirse insultado al percatarse que la mirada indicaba que lo veía como un idiota.
"El único que esta siendo ruidoso aquí eres tú…"
INICIO DE ARCO-CAPÍTULO 1: ¡LA DESTRUCCIÓN DE NARUKAMI!
El carcelero hizo una última rutina nocturna mientras daba un gran bostezo. Su mirada se enfocó en la celda más cercana a su despacho, viendo como cierto rubio yacía en el fondo de la celda, apoyado contra la pared mientras permanecía con los ojos cerrados.
"Hace una hora que está así. Supongo que está dormido…" Pensó el hombre, para luego dar otro bostezo. "Supongo que no importa mucho si me tomo una pequeña siesta." Concluyó, entrando en su despacho.
El carcelero colocó las llaves y los pies sobre la manera. Fue sorprendente ver como comenzó a roncar en el mismo momento que se acomodó en la silla.
Había muchos que desearían conciliar el sueño así de rápido. Quizás entre ellos estaba Aether, quien en realidad no había dormido nada durante toda la noche.
"No importa cuanto lo intente, los grilletes también me impiden invocar cosas." El viajero abrió sus ojos con una mirada agotada. "Teniendo en cuenta eso, solo queda esperar por la solución…"
Sus palabras parecieron casi una invocación, ya que un hada flotante cruzó su visión por un corto segundo.
Paimon fue hacia atrás tras descubrir a Aether, sus pequeñas manos se aferraron con fuerza sobre los barrotes mientras que sus ojos llorosos indicaban lo feliz que estaba.
"Antes que digas algo, no grites." Paimon se cubrió la boca al instante tras escuchar las palabras apresuradas de su mejor amigo.
"Escucha, Paimon, me gustaría saber cómo encontraste este lugar tan rápido, pero ahora estoy un poco apurado. Necesito tu ayuda para quitarme los grilletes." El viajero se acercó y se dio media vuelta, haciendo alusión a sus manos atadas. "Es lo único que me detiene para salir de aquí."
"La señorita Yae me ayudó con la localización. Fue un poco fácil entrar, ya que el calabozo del Tenshukaku no está muy custodiado." Susurró Paimon, sin poder ocultar su sonrisa al ver que su compañero de viaje se encontraba bien. "Volviendo al tema principal, ¿cómo puedo ayudarte?" La sonrisa de Paimon cambió a una expresión preocupada ya que no sabía si realmente podría ayudarlo ella sola.
"Es simple. Solo debes ser silenciosa y arrebatar las llaves del carcelero que se encuentra allí." Aether hizo una leve señal con su cabeza para indicarle el camino, algo que Paimon notó.
"Parece peligroso…" Declaró la no hada con ligeras dudas. "Pero Paimon no va a dejar que Aether se quede encerrado injustamente." Las dudas se convirtieron en convicción tras esas palabras.
"Gracias, Paimon." El viajero le agradeció con una sonrisa genuina que su amiga no dudó en responder.
"Así que el Tenshukaku no está muy vigilado…" Pensó Aether, observando como Paimon se acercaba flotando a su objetivo. "Eso solo significa que no hay mucho personal para los prisioneros. Lo más seguro es que Kokomi y los demás ya hayan tomado parte de Narukami y ahora el Shogunato está más centrado en custodiar la ciudad." Tras sacar esa pequeña conclusión, observó como Paimon desaparecía frente a una pared sin dejar rastro.
Paimon apareció del otro lado, observando como el carcelero estaba roncando sin parar. Su atención se desvió a las llaves que estaban sobre la mesa.
La cosa flotante se acercó lentamente hacia su objetivo. Sus nervios estallaron al escuchar como el carcelero hizo un ronquido bastante raro mientras reacomodaba sus piernas, haciendo que las llaves cayeran al suelo.
"Hmmm…si comandante, justo ahí…" El hombre susurró en sus sueños con una sonrisa tonta en su rostro.
Paimon dejó ir un silencioso suspiro que no sabía que estaba ocultando, para luego tomar las llaves con sumo cuidado.
Aether no pudo hacer otra cosa más que sonreírle al ver como ella apareció frente a él con el juego de llaves en sus manos.
"¡Sabía que podías hacerlo!" Susurró con gran energía, ganándose una risita por parte de su amiga.
"Hum, creo que tenemos un pequeño problema." La felicidad de Paimon cambió por completo al notar algo muy esencial cuando Aether se dio media vuelta para que le quitara los grilletes.
"¿Qué sucede?" El viajero se mostró un tanto impaciente tras su pregunta.
"¿Cuál de todas es?" El rostro del rubio se puso blanco al ver que había alrededor de unas cien llaves para escoger.
"Bueno…nunca le rogué a un Dios, pero creo que este sería un buen momento." Pensó el viajero en voz alta.
Los segundos pasaron a una gran velocidad, y la torpeza habitual de Paimon tampoco ayudaba a acelerar las cosas.
De pronto, los minutos se convirtieron en horas, por lo que el peligro inminente se acercaba más y más.
"Uh, creo que esta llave también ya la había usado antes…" Declaró Paimon con cierto nerviosismo.
"No importa, solo inténtalo." Comentó Aether, quien se veía muy impaciente ante la situación.
Sorpresivamente, Paimon observó con los ojos bien abiertos como la llave giraba y el grillete hacia un pequeño "click".
El sonido de la libertad estaba presente, y Aether no tardó en recuperar todas esas energías que aparentemente se habían ido por culpa de su impaciencia.
"¡Aether…!" La felicidad de Paimon no duró mucho tiempo, ya que la puerta metálica fue golpeada, indicando que alguien se estaba acercando.
"¡Rápido Paimon, las llaves!" Susurró el rubio muy exaltado, y ella comprendió de inmediato lo que quería decir.
Paimon se desapareció y apareció en el despacho del carcelero.
El pobre hombre se atragantó con su propio ronquido cuando las llaves golpearon su rostro con fuerza, haciendo que se tropezara de la silla.
Ni bien se recompuso, el carcelero observó las llaves y la nada misma con mucha confusión.
"¿Pero que carajo?" Fue lo único que se le ocurrió decir ante tal situación bizarra.
"¡Rápido, a la tetera!" Aether invocó la Relajatetera justo frente a ella.
"¡Pero…!"
"¡No te preocupes, tengo otros planes!" El rubio la interrumpió, y sabiendo que no había tiempo para dudar, Paimon se dejó absorber por la Relajatetera.
El carcelero abrió la puerta de su despacho y se cruzó de forma inmediata con Sara, quien recién había doblado la esquina.
"Vengo a llevarme al prisionero." Ella fue corta y concisa, ganándose un rápido asentimiento por parte del hombre.
El carcelero sacó otro juego de llaves más normal mientras buscaba entre las llaves de las cárceles, hasta que finalmente llegó frente al rubio.
"No intentes nada estúpido, muchacho." Comentó el carcelero con seriedad en el momento de abrir la reja.
"Relájate, hombre. No es como si pudiera hacer algo de todos modos." Le respondió Aether con una media sonrisa, haciendo que el carcelero mirara hacia otro lado sin antes entregarle un "¡hmp!".
"Andando." Como siempre, Sara se mostró super cortante en todo.
Aether se dejó arrastrar por la mujer, quien lo llevaba de sus manos para que no hiciera ningún movimiento brusco.
"¿No es incómodo caminar con los brazos de esa forma? Tienes las manos al revés y las cadenas están ejerciendo mucha más presión de la necesaria." Como estaba detrás de él, no pudo darse cuenta como una leve sonrisa aparecía en el rostro del viajero.
Después de todo, era imposible que Sara sospechara de algo cuando él estaba ocultando la pequeña abertura de ambos grilletes con esa postura.
"En realidad, es más cómodo de lo que parece."
El paso por el subterráneo y por los calabozos fue decorado con un silencio absoluto. Otros dos guardias se sumaron a Sara para escoltarlo.
Las puertas del Tenshukaku se abrieron lentamente, obligando al viajero a mirar hacia otro lado por la recepción de luz tan repentina, debido a que el amanecer estaba en pleno apogeo.
"Vamos." Sara lo empujó un poco, haciendo que Aether reanudara su caminata.
Pronto pudo distinguir como había otros dos cuerpos que habían sido colgados de una soga. La única que aún no tenía un dueño era la horca que se encontraba en el medio, y era más que evidente a quien permanecía.
Aether observó de reojo a Signora, quien tan solo sonrió con holgura al ver como el rubio se dirigía a su muerte.
Finalmente, él se detuvo y su mirada se enfocó en la mujer que estaba frente a él.
"Aquí le traigo al último prisionero." Sara hizo una reverencia antes de dejar al viajero frente a frente con la Shogun, quien lo miraba con sus clásicos ojos vacíos.
"Si haces esto sencillo, no será tan doloroso." Declaró la marioneta sin una pizca de emoción, para luego volver su mirada al frente.
Aether dio un par de pasos para ponerse frente a las escaleras y a la horca, observando que había una gran multitud abajo. La gran mayoría pertenecía al ejercito del Shogunato, pero también había muchos civiles entre ellos.
"¿Esto no te parece divertido?" Signora se posicionó al lado de Sara, quien apenas le dirigió una mirada.
"No soy fan de las ejecuciones." Ella afirmó sin rodeos, ganándose una sonrisa un tanto rara por parte de la Fatui.
"Si, yo también creo que hay cosas aún más divertidas." Sara la miró con algo de confusión tras escuchar sus palabras.
El momento tenso se puso aún peor en el momento que una gran cantidad de pasos apresurados se presentaban en la Ciudad de Inazuma.
La marioneta dio varios pasos hacia el frente hasta estar junto a Aether, viendo como una gran cantidad de soldados enemigos tomaban el puente que guiaba al Tenshukaku. Esas mismas tropas que se posicionaron en la entrada de su residencia y apuntaron sus armas contra ella.
El Shogunato se dio la media vuelta al instante y apuntó sus armas hacia los rebeldes, impidiéndoles el paso.
"¡Camarada!" Beidou no pudo evitar apretar los dientes al ver como su amigo rubio estaba apunto de ser ejecutado por la Arconte de la región.
"No hay necesidad de derramar más sangre." Kokomi dio un paso hacia el frente, y todos los guerreros del Shogunato le apuntaron con sus lanzas.
"Los Kamisato…" Sara no pudo evitar fruncir el ceño al ver que Ayaka y Ayato se encontraban entre las filas enemigas.
"Ustedes son los que comenzaron el derramamiento de sangre." La voz de la Shogun Raiden se alzó sobre todos los murmullos, haciendo que un silencio abrumador se presentara en todo el sitio. "Buscan cambiar las creencias y cultura infundada en esta región. La ambición y el cambio que hay en cada uno solo les perjudica a ustedes mismos. Deben dejar de buscar ese cambio, deben dejar de lado sus ambiciones. Esos sentimientos solo harán que cada uno de ustedes sea destruido. Esos sentimientos no sirven, los cambios no sirven, sus ambiciones son inútiles." La mirada de la Shogun se endureció visiblemente tras sus palabras.
"Dejen de resistirse y acepten la Eternidad."
"¿Qué clase de Eternidad nos espera si ni siquiera podemos tomar nuestras propias decisiones?" Kazuha dio un paso al frente, su ceño fruncido reflejaba a la perfección lo en desacuerdo que estaba con la Arconte.
La Shogun observó en silencio al joven. Su expresión apática era imposible de reflejar lo que realmente estaba pensando.
Pero desde luego que no era nada bueno.
"En ese caso, ustedes son enemigos de la Eternidad." El comentario solemne de la Shogun hizo que los civiles comenzaran a marcharse a sus viviendas con claro miedo por lo que estaba aconteciendo.
Aether frunció el ceño y apretó con fuerza sus manos. Nadie se percató como los grilletes estaban siendo recubiertos por el elemento geo.
"Y esto es lo que les espera a todos aquellos que deseen destruir mi reino." La Shogun fijó su mirada en Aether.
Los guardias que lo estaban escoltando entendieron el mensaje, pero justo antes de que alguien pudiera decir o hacer algo…
"¿Qué es eso?"
Las palabras tan conmocionadas de Sara resonaron entre todos, haciendo que la guerra inminente se detuviera de forma abrupta.
Todos siguieron la mirada de la mujer, e incluso la marioneta se vio afectada por lo que estaba presenciando.
"El humo viene de la Montaña Yougou…" Declaró Gorou con los ojos bien abiertos.
"¿Allí no se encontraba el Gran Santuario Narukami?" Beidou dijo las palabras claves, haciendo que todos se pusieran aún más tensos.
"Yae…" La marioneta demostró una preocupación y aflicción nunca antes vista en ella.
Antes de que alguien pudiera reaccionar o acusarse mutuamente, una sonrisa salvaje emergió del rostro de Signora.
Todos observaron con los ojos bien abiertos como Sara era tomaba del cuello por la Fatui sin previo aviso.
"En lo personal, creo que esto es mucho más divertido." Declaró Signora, ensanchando aun más su sonrisa. "Si alguien se mueve, aunque sea un musculo, ella se muere." La amenaza no fue en vano, ya que el elemento cryo se presentó a su alrededor, creando un aura sofocante.
Todos observaron hacia diferentes partes de las murallas, viendo como otros Fatuis hacían acto de presencia.
Aether fue capaz de reconocer a dos de ellos, por lo que no pudo evitar apretar los dientes.
"¿Tres Heraldos de los Fatui en un mismo lugar? Esto tiene que ser una broma…" Pensó Aether con los dientes apretados.
"Es un gusto verte de nuevo, mi rival. Me hubiera gustado reencontrarnos en un mejor momento." Tartaglia llevó toda su atención al viajero, poco le importaba el hecho de que el ejército del Shogunato y los rebeldes comenzaban a unir sus filas lentamente al sentirse muy presionados.
"Acabemos rápido con esto. Este lugar me genera mucha repulsión." Scaramuccia no mostró el mismo interés que su compañero Fatui.
"¡Ei!" Toda la atención fue completamente desviada a aquel grito que sorprendió a la misma Shogun.
Después de todo, era imposible no reconocer ese tono de voz.
Yae apareció en el puente que guiaba al Tenshukaku. Su cuerpo estaba gravemente lastimado, por lo que era increíble pensar que ella aún pudiera estar consciente.
"¡Suma Sacerdotisa…!"
"¡No hay tiempo, ella ya viene!" Yae interrumpió el grito de los soldados, demostrando una faceta que nunca antes se había visto en ella.
La Yokai usualmente relajada y traviesa se veía muy alarmada, e incluso asustada.
"Oh, es increíble que haya logrado escapar de ella…" Pensó Signora en voz alta, bajando un poco la guardia por todo el espectáculo que estaba frente a sus ojos.
Eso no fue un hecho que Aether pasó por desapercibido, por lo que no dudó ni un segundo en actuar.
Sus grilletes se rompieron en mil pedazos, y antes de que alguien se pudiera dar cuenta, un gran pilar geo estaba sobre Signora, quien no pudo evitar pestañear con gran incredulidad.
La Fatui salió volando y atravesó uno de los muros por el fuerte impacto. Sara fue liberada, aunque no pudo evitar rodar por el piso ante el ataque tan repentino.
"¡Yae!" Aether actuó de inmediato cuando fue en su ayuda, viendo como la Yokai se abría paso entre el ejercito de ambos bandos hasta estar al inicio de las escaleras.
Nadie impidió que el viajero se acercara a la mujer, ya que todos notaron lo preocupado que estaba por ella.
Yae cayó de rodillas, resintiéndose de sus heridas.
Aether quiso reconfortarla con un toque, pero rápidamente se detuvo al pensar que eso le causaría más dolor.
"No te preocupes. Estoy bien, querido." Comentó Yae con una débil y forzada sonrisa, algo que el viajero no pasó por alto.
"¿Cómo puedes decir que estás bien? Apenas puedes moverte." Comentó el joven con una mezcla de seriedad y preocupación. "Gordi tratará tus heridas en un segundo, no te preocupes por lo demás." Aether invocó la tetera frente a ella.
"Yo lo resolveré."
Esas palabras inspiraron confianza en Yae, aunque sabía que era imposible que él tuviera suficiente nivel para afrontar lo que se venía.
"Muy bien. Dejo todo en tus manos…" Yae desvió su mirada en su mejor amiga antes de desaparecer. "También confió en ti, Ei."
Esas palabras finales hicieron que la marioneta se preocupara bastante por todo lo que estaba pasando.
"Maldito enano, ¿cómo diablos te liberaste?" Signora hizo acto de presencia una vez más cuando pasó a través del boquete que ella misma había hecho.
"¡Sabía que mi rival no podía ser capturado tan fácilmente!" Exclamó Nobile con una risa elevada al final, logrando que su compañero Fatui lo mirara con disgusto.
"Estamos en una misión importante, no en un camping, idiota." Scaramuccia no escatimó en sus pensamientos, logrando que Tartaglia lo mirara con aburrimiento.
"Por eso es que no le caes bien a nadie…" Comentó el Fatui con desdén.
"Ya basta."
La discusión entre ambos Heraldos se detuvo prácticamente al segundo tras escuchar esa voz.
Incluso Signora se puso seria.
Aether fijó su mirada hacia un punto en concreto, al igual que la Shogun Raiden y Sara.
Los dos ejércitos no dijeron ni una palaba ni tampoco intentaron anda. Simplemente comenzaron a moverse para abrir paso a la misteriosa mujer que se acercaba a paso lento con el sonido distintivo de los tacones.
Su figura fue más y más visible, hasta el punto que se vio sus ojos celestes, su rostro sereno pero solemne, y ese largo cabello blanco que llegaba hasta su cintura. Un gran flequillo recorría la mitad de su rostro, dándole una imagen bastante peculiar.
Aunque sin duda lo más peculiar era ver como su cabello blanco tan puro también poseía diferentes reflejos celestes apagados que iban desde la base de su cuello hasta su cintura.
El brillo y diseño peculiar de su figura y el traje polar blanco que llevaba dejaba a entender que era una mujer realmente importante, y, por ende, también era muy peligrosa.
"La Gnosis no estaba en el santuario." Afirmó la mujer, ignorando por completo al viajero mientras subía las escaleras lentamente.
"¿Tu atacaste el santuario?" La marioneta frunció el ceño tras su pregunta.
La mujer ni siquiera se dignó a responderle, lo único que hizo fue seguir subiendo las escaleras.
El nivel de tensión y la atmosfera sofocante subió a niveles impensados a medida que ella se acercaba lentamente a la Arconte, hasta el punto que estaban frente a frente.
"Dame la Gnosis ahora, y prometo que tu gente no tendrá que sufrir en vano." La mujer ni siquiera se tomó la molestia de responderle, haciendo que el ceño de la marioneta se frunciera aún más.
"La traición de los Fatui es más que obvia. No les debo absolutamente nada, ni mucho menos algo que me pertenece a mi y a esta región." Aclaró la marioneta al mismo tiempo que su cuerpo comenzaba a expulsar rayos.
Un fuerte torrente repentino de electro agitó toda la zona. La pequeña explosión destrozó gran parte de las escaleras.
Una vez que el temblor cesó, todos abrieron sus ojos y observaron con gran sorpresa todo lo acontecido.
Incluso la Shogun mostró su sorpresa al ver que la mujer estaba al comienzo de las escaleras. Lo que realmente llamó su interés fue notar que apenas la había lastimado un poco, siendo que cualquier otra persona hubiera recibido mucho más daño, e incluso debería haber muerto.
La mujer quitó sus manos de su rostro lentamente, revelando una expresión dura y apática.
"Ya veo…" Comentó, y Aether no pudo evitar ensanchar sus ojos con gran incredulidad al ver como los reflejos celestes de la mujer comenzaban a brillar.
Que su cabello brillara solo significaba una cosa…
"No digas que no te lo advertí." Concluyó en el momento que comenzó a levitar, y el viajero se vio obligado a dar varios pasos hacia atrás al notar como el suelo se estaba congelando.
Un catalizador de hielo apareció frente a ella a medida que el viento gélido comenzaba a profundizarse más y más. Todos se quedaron completamente estupefactos ante lo que estaban presenciando, en especial la Shogun, aunque su expresión volvió a la estoica de siempre en tan solo un segundo.
"Ese poder…" Pensó Aether una vez que estuvo a una distancia segura. "No tengo dudas, ella es una Arconte."
La marioneta frunció el ceño al mismo tiempo que invocaba la katana desde su escote, haciendo que un aura sofocante golpeara todo el sitio.
Todos dieron un paso hacia atrás y se cubrieron como pudieron en el momento que el aura y el poder de las dos Deidades chocaron con fuerza, generando una gran ventisca de rayos y hielo por doquier.
De todos modos, todos podían observar con facilidad como el poder de la Shogun estaba rompiendo la presión que ejercía la otra Arconte a un ritmo muy elevado, dejando bien en claro quien era la más fuerte de ambas.
"Esto es malo. Zarina piensa usar eso…" Comentó Scaramuccia con cierto recelo, para luego marcharse lo más lejos posible.
"Pero, si lo usa, los habitantes…" Nobile no pudo evitar mostrarse bastante alarmado ante lo que estaba a punto de acontecer, algo que fue captado por Aether.
"Sé que no puedo derrotarte bajo mis propios medios…" Comentó la Emperatriz de Hielo con una mirada oscura.
"Por eso mismo les pido que respondan mi llamado."
Raiden observó con ligero asombro como tres Gnosis fueron invocadas frente a la Arconte Cryo.
"¿Las Gnosis?" El viajero mostró una gran confusión ante lo presenciado, al igual que la gran mayoría de los presentes.
"La Gnosis posee un poder oculto que no ha despertado hace mucho tiempo. Creo que en tus manos podría volver a funcionar como es debido."
Las palabras de Yae golpearon su mente, haciendo que sus ojos pestañearan en completo shock.
"Por favor, respondan a mis deseos y ambiciones."
Zarina cerró sus ojos, haciendo que las Gnosis comenzaran a brillar.
"Respondan a mis sentimientos y ayúdenme a acabar con todos aquellos que osan interponerse en mi camino."
El asombro de la marioneta se transformó en un completa incredulidad de un segundo al otro.
Zarina abrió sus ojos, formulando su sentencia final.
"Destrúyelos."
"¡KAZUHA!"
Una enorme explosión se alzó por toda la ciudad.
La tormenta de nieve y polvo se arremolinó con gran fuerza sobre la electricidad y los escombros que salieron volando en todas direcciones, dejando bien en claro cuál elemento había salido ganador de la contienda.
Los gritos de docenas y docenas de personas se escucharon incluso más alto que el ruido de la destrucción masiva que recaía sobre toda la ciudad.
Diferentes escombros gigantescos del elemento geo cayeron por fuera de la ciudad. Incluso uno de ellos se incrustó en mitad del Tenshukaku, dejándolo a un simple suspiro de ser partido en dos.
El polvo y el residuo de los elementos restantes comenzó a dispersarse realmente rápido gracias a la fuerte corriente de viento que se había generado en el lugar.
El primero en verse fue Kazuha, quien se encontraba con su espada extendida hacia el frente mientras respiraba con gran agitación. El joven cayó de rodillas casi al instante debido al cansancio extremo que le había causado crear un torrente de anemo tan poderoso.
El siguiente en hacer acto de presencia fue Aether, quien se encontraba con sus manos clavadas en el suelo, y al frente suya se encontraba una gran muralla de geo que dividía por completo el campo de batalla.
O así es como debería ser, ya que gran parte de la muralla había sido destruida por la fuerte explosión de hielo que se dirigió en todas direcciones.
El viajero llevó su mirada a Kazuha, y su expresión tensa abandonó un poco su rostro al ver como una gran cantidad de soldados y sus amigos aparecían entre el polvo con solo algunos rasguños.
"Tienes buenos reflejos." Comentó Aether, sacando una sonrisa en Kazuha.
"No hubiera hecho nada si no gritabas mi nombre."
"Gracias, pero creo que nadie tenía la posibilidad de sobrevivir si no hubiera sido por ella." Aether volvió a su rostro serio para observar a las escaleras.
El polvo cedió lentamente en los rincones del lugar.
La imagen que apareció a continuación era realmente desalentadora.
El quejido y llanto de muchas personas se escuchaban sin parar entre todas las viviendas y comercios completamente destruidos de Inazuma.
Ni siquiera las casas más lejanas de la ciudad habían logrado sobrevivir a tal destructivo ataque.
Y entre toda esa destrucción y lamento, una figura se arrastraba por el suelo.
Los sobrevivientes del Shogunato y todos los demás observaron en completo shock como la Shogun Raiden se arrastraba con numerosas heridas sangrantes alrededor de todo su cuerpo.
"Sho-shogun-sama…" Sara apenas fue capaz de decir dos palabras, ya que su mente se hundió en el vacío infinito de la inconciencia.
Raiden dejó de arrastrarse una vez que observó a su querida y amada ciudad.
Su región…
Su hogar…
Todo estaba completamente destruido.
Y para rematar, el sonido del Tenshukaku partiéndose en dos terminó de confirmar la destrucción completa de Inazuma.
"No solo usaste todo tu poder para contener gran parte de mi ataque, sino que también sacrificaste la marioneta sabiendo que sería incapaz de soportar el ataque. No creo que muchos Arcontes estén tan dispuestos a utilizar su propio cuerpo para intentar salvar a su pueblo." Zarina se detuvo justo en frente de ella.
Su mirada no mostraba arrogancia, ni gusto en hacer lo que hizo.
Más bien, Zarina sentía que únicamente hacia su trabajo.
"Eso es muy admirable."
Aunque su enemiga Arconte la elogió, Ei ni siquiera prestó atención a sus palabras.
De hecho, no escuchó nada.
Lo único que hacia era observar la enorme destrucción que se cernía sobre su pueblo.
Sobre su preciosa Eternidad.
Todo se había derrumbado.
Zarina no pudo evitar entrecerrar sus ojos al ver como las lagrimas comenzaban a rodar por las mejillas de Ei sin que hiciera ningún sonido.
Era una llanto completamente silencioso y devastador.
"Te lo advertí, pero tú quisiste hacerlo de la manera difícil." Declaró la Arconte con disgusto cuando pisó con fuerza su espalda, haciendo que Ei se quejara del dolor.
"¿Dónde escondes la Gnosis?" Zarina volvió a preguntar, pero no recibió ninguna respuesta de Ei, quien solo estaba llorando en silencio sin parar.
"¿No hay respuestas?" Su mirada se enfocó en su figura, o más concretamente, en su pecho.
"¿Eso significa que aún sigue dentro de tu cuerpo?" La Arconte volvió a invocar su catalizador. "En ese caso, voy a tener que extraerla."
En resumidas cuentas, era una muerte segura.
Pero justo antes de que Zarina hiciera algún otro movimiento, alguien acudió a su ayuda.
"¡Oye!"
El grito repentino hizo que la Arconte detuviera su acción, fijando su mirada en el único guerrero que había reaccionado adecuadamente después de toda la destrucción causada.
"¿Acaso tienes algo que decirme?" Preguntó la mujer con una leve sonrisa mientras aún tenía el catalizador sobre la espalda de Ei.
El viajero sonrió, para luego mostrarle su mano.
Los ojos de Zarina se ensancharon un poco al notar que Aether tenía la Gnosis entre sus manos.
"¿Esto es lo que buscas?"
¡FINAL DEL CAPÍTULO!
¡Espero que lo hayan disfrutado!
Probablemente haya algunas preguntas. Todas deberían resolverse en el próximo capítulo.
Los misterios de las Gnosis también se irán resolviendo rápidamente. Como en el juego, tengo pensado que esas piezas sean la parte fundamental de la trama.
¡Muchas gracias por leer!
