16/02/2010
― Inuyasha Taisho ―la maestra dijo mientras chasqueaba los dedos frente a mí― Mira aquí para la foto, muchacho. Estás demasiado distraído.
Y entonces oí el flash de la cámara antes de que todo el curso empezara a gritar de alegría.
Tuve que sacudir un poco la cabeza para salir del trance en el cual caí. Aterricé de vuelta en la cruel realidad. Estábamos tomando la última foto del curso de preparatoria, aquí se terminaban los recuerdos de juventud para todos.
Se supone que era un momento alegre, algo que quedaría en nuestras memorias… pero yo no podía sonreír; no cuando veía a Kikyo tan feliz en los brazos de Suikotsu cuando una noche antes la tuve en mis brazos… debajo de las sábanas de su cama, mientras me decía cuanto me amaba.
¿Por qué demonios tuve que enamorarme de ella? Fuimos amigos mucho tiempo, yo lo sabía… sabía que nunca podría estar a la altura de su familia. Ella era rica, educada y de buena familia, éramos como polos opuestos.
¿Y yo? Yo soy un bastardo. Mi padre pagó mi educación y me dio su apellido, pero siempre sería el bastardo hijo de la amante. Mi madre murió cuando yo era pequeño y me vi obligado a vivir solo desde muy joven ya que mi madrastra no me tenía mucha estima.
Estoy en esta prestigiosa escuela, pero no soy parte de este mundo.
Yo lo sabía desde que tuve razón, pero no me dolía recordarlo hasta que Kikyo y yo empezamos a tener sentimientos por el otro. Su corazón y su cuerpo eran míos, pero ella no era capaz de romper el compromiso que tenía desde niña con Suikotsu por mí.
No podía perder su lugar en este pueblo. Era la hija del gobernador de Sengoku y debía continuar con el honor de su familia, y un bastardo no podía entrar en la línea de ese prestigioso linaje.
Maldita sea… ¡Yo lo sabía! Pero ¿porqué tuvo que mentirme? ¿porqué me llamó anoche diciendo que lo haría, que dejaría a Suikotsu y anunciaría su compromiso conmigo? ¿porqué dejo que la hiciera mía si hoy me quitaría todo en un suspiro?
Ella solo quería despedirse de mí.
Luego de la graduación, cuando todo finalice… ella se iría a la cuidad para casarse con Suikotsu.
― ¡Inuyasha!
una voz conocida me grito directamente en los oídos. Era Kagome, mi Kagome que sonreía angelicalmente mientras se lanzaba en mis brazos con confianza plena.
― Eh, enana… ―musité mientras la abrazaba.
Soy una basura como lo es Kikyo. Yo también engañé a Kagome anoche.
― Ya deja esa cara de funeral, hoy es un día feliz ―ella hizo un pequeño pucherito para luego tocar la punta de mi nariz con sus finos dedos― ¿No estás feliz? Iremos a la universidad muy pronto, juntos… ¡Como soñamos!
Ella lucía tan… inocente.
Y lo era.
Su padre era socio comercial del mío. Nos conocimos hace dos años… ella vino a la ciudad luego de que su padre muriera y ella heredara una gran fortuna, pero quedara sola en el mundo.
Pero antes de que el padre de Kagome muriera, mi padre tuvo una gran idea. Tal vez Kagome podría ser una opción para mí… y nos comprometió sin dudarlo.
Cuando ella quedó huérfana, hizo los preparativos en pocas semanas para que ella viniera a vivir conmigo a mi departamento y nos dijo que el pagaría la boda una vez que nos sintamos preparados.
Kagome era una chica fantástica.
Ella llegó y ordenó mi vida; bueno… ella y Kaede, su nana. Apenas éramos dos chiquillos de dieciséis años, y aunque mi padre no se preocupara de mí demasiado y me diera un departamento para no molestar en su hogar; Kagome tuvo un padre que la amaba y una nana que quedó como su madre para cuidar de ella.
Kagome me daba lecciones de vida todos los días, cada día era un regaño nuevo… al principio fui un poco reacio al compromiso y a ella; pero luego de un tiempo me sentí en familia por primera vez.
No entendía como Kagome me veía desde el principio como su verdadero amor. Ella me veía con mucho cariño desde el principio, a veces cuando llegaba la noche solíamos sentarnos a hablar de lo que soñábamos… y ella siempre decía que soñaba con amarme para siempre.
Desde que ella entró a mi vida empecé a distanciarme de Kikyo. Ella era solo una amiga, aunque a veces recordaba que… en el pasado nos confesamos amor. Sin embargo, Kagome me hizo ver que podía tener una familia, no me hacia sentir que era inferior ni hacía que deseara cambiar quien soy. Ella me amaba tal cual.
Supongo que a veces los hombres somos estúpidos.
Ayer cuando Kikyo me llamó en medio de la noche para decirme que me amaba y que dejaría todo por mí… yo caí en la traición de mi corazón hacia mi razón.
Ahora no sé cómo mirar a Kagome mientras me habla de nuestro futuro y lo emocionada que estaba por ello. Sus ojos miel brillaban con el destello de la ilusión, la inocencia y dulzura que siempre había tenido eran armas poderosas ante mi corazón.
No pude decirle la verdad.
― Si, Kagome ―la abracé y besé su frente― Iremos lejos y seremos felices.
Ella saltó en medio de nuestro abrazo para darme un beso en la comisura de los labios. Me sorprendí… ella nunca me había besado, era demasiado inocente. Estaba sonrojada y me miraba con cierto temor.
Yo sonreí y le devolví un beso corto en sus labios.
― Te amo ―ella dijo mientras sus mejillas se tornaban de rosado a carmesí― Estoy feliz de que seamos compañeros para siempre.
Nunca podría merecer a Kagome…―me dije a mí mismo― pero aún así tomé su corazón y su amor para reparar el mío.
Al día siguiente nos fuimos del pueblo Sengoku para nunca más volver. Yo decidí que esa sería la última vez que pensaría siquiera en Kikyo, en Seshomaru o en este pueblo que solo me había dado rechazo.
Me embarqué en una nueva aventura teniendo de compañera a una mujer que me adoraba… y que sin dudar tenía una parte de mi corazón.
