16/02/2024
Empecé mi nueva vida con mucho éxito. Casi resultaba como algo de magia y pactos por dinero y fama; ya que, cuando puse un pie fuera del pueblo maldito detrás del pozo todo cambió para bien.
Kagome y yo nos casamos, tal y como mi padre prometió, pagó una gran boda y ella pudo heredar todo el dinero de su padre cuando cumplió su mayoría de edad. Kaede vivía con nosotros y mi esposa se veía feliz mientras estudiaba para la carrera de chef.
Yo en cambio, me dediqué a estudiar artes y letras en la universidad. Creí que terminaría enseñando la materia en algún campus, pero contrario a ello y por cosas del destino decidí escribir un libro y tuvo mucho éxito.
Se podría decir que apenas empezando con mi carrera de escritor ya despegué a las grandes ligas. Los dos primeros tomos de esta historia fueron best seller y fueron muy elogiados por la crítica en general.
Gracias a eso, pude al fin dejar de depender del dinero de mi padre y mantener a mi familia mientras cultivaba una pequeña pero importante fortuna para mi futuro. Podría decirse que era mágico, porque en realidad estas historias que narré en el libro eran fragmentos de los sueños que tenía ciertas noches.
Al principio lo sentí como un castigo, ya que cuando nos mudamos con Kagome a la ciudad yo empecé a tener pesadillas todas las noches; sudaba frío y escuchaba como una voz susurraba en mi oído con un tono escalofriante. Me contaba historias que yo vivía como mías. No eran nada agradables, y era estremecedor sentir en carne propia el temor de aquella persona.
Esa persona era Midoriko, una mujer hermosa de cabellera negra como la noche. Al principio la veía en mis sueños como una sacerdotisa de la era feudal del japón. Tenía un gran poder espiritual y muchos monstruos la querían derrotar, pero no era posible vencer su poderío; protegía una tierra que pareciera ser idílica, una aldea al costado de un río cristalino.
Al principio los sueños eran sobre ella viviendo en tranquilidad, eso hasta que una noche soñé como un hombre se acercaba a ella y le miraba a los ojos profundamente, como si la conociera de una vida pasada. Midoriko no era realmente invencible, y sus barreras cayeron cuando se enamoró de aquel misterioso caballero; y este parecía amarla… pero al final solo fue interés.
Él era un demonio disfrazado, era un poderoso yokai que dominaba su energía de tal manera que la sacerdotisa no pudo descubrir su naturaleza hasta que ya fue muy tarde… su corazón fue invadido por los sentimientos que ella no debería de sentir, y mucho menos por un ser como este. Y una tarde, ella en los brazos de quién creía que la amaba… se rodeó de sus brazos y se estiró para tener un beso de los labios de él, pero consiguió solo una repentina puñalada en el vientre. Fue así como Midoriko dejó este mundo… no sin antes maldecir a este hombre que mostró su verdadero rostro cuando ella soltaba su último suspiro.
Él creyó que la había vencido, pero el alma de ella… poderosa y rencorosa fue expulsada de su cuerpo para volverse una luz que flotó sobre ambos. Midoriko, con sus últimas fuerzas, decidió cristalizar su alma para algún día poder volver a ver a su amado traicionero. Definitivamente el demonio no lo entendió al principio. Vi en mis visiones como se regodeaba con los demás demonios de haberla arrebatado de la vida, enseñando la perla con orgullo; pero en las noches lloraba. En realidad él también se había enamorado, y hasta su último día aquel recuerdo lo atormentó.
Los demonios invadieron el edén que Midoriko protegía, los humanos se mezclaron con los demonios y se creó una aldea de monstruos híbridos en donde él era el rey… el gran demonio Naraku. Naraku quería disfrutar de su victoria, pero al pasar los años la oía por las noches, la perla parecía hablarle y maldecirlo hasta que no pudo soportarlo. Una noche el gran demonio se quitó la vida.
Al pasar los años… vi cómo todos aquellos que poseían la perla se volvían en desgracia y muerte. La llamaban Shikon.
Yo vivía en agonía, noches enteras sin dormir y oyendo las voces en mi cabeza. Incluso sentí por un momento que me estaba volviendo loco; pero entonces decidí escribir estos sueños. Luego de esto… pareciera ser que las voces se calmaban, y podía descansar en medio de las visiones.
Kagome era la única que lo sabía. Me apoyó en todo… y cuando leyó los relatos creyó que sería una buena idea publicar los capítulos en alguna plataforma. Lo hicimos juntos, pero sin muchas esperanzas de que tuviera repercusión.
Sólo era un experimento, pero todo fue escalando muy rápido. Las plataformas explotaron de visitas, y pronto una editorial se puso en contacto. Así fue como empezamos esta locura, junto con Kagome vimos cómo esta historia se volvía un best seller y así también el segundo libro de lo que parecía ser mi primera saga.
En medio de tanta abrumadora felicidad, Kagome descubrió que estaba embarazada. Fue la mejor noticia que me pudo haber dado nunca, y cuando conocí a nuestra pequeña Moroha… solo podía estar agradecido con la vida por tanta alegría dada.
Ahora, catorce años después de dejar el pueblo de Sengoku, soy un hombre feliz. Moroha cumplirá los diez años pronto, Kagome está esperando a nuestro segundo hijo y su vientre está empezando a abultarse en su cuarto mes de gestación.
Todo va bien, excepto por un factor que me quitaba la paz en las últimas semanas: debía continuar la saga con la tercera entrega. Mi editor, Miroku, a quien apreciaba a veces, no paraba de llamar; ya tenía dos meses de retraso para entregar el primer borrador. El problema era que no había vuelto a soñar con Midoriko, no tenía idea de cómo terminar la historia; trataba de imaginar lo que seguía o dejar que las palabras fluyeran solas, pero era simplemente imposible.
― Querido… deja ya ese ordenador, debemos ir al cierre artístico de Moroha ― mi esposa irrumpió en mi oficina y en mis pensamientos con una voz aterciopelada.
Me giré para observar a Kagome quien tenía la cabeza sobresaliendo de la puerta mientras se ocultaba detrás de ella. Estaba sonriendo con dulzura pero firmeza.
― Cariño… debo terminar el borrador, Miroku no para de llamar.
Ella frunció el ceño.
― No fuiste a ningún acto de Moroha en los últimos meses. Le prometiste que lo harías.
― No siempre se podrá. Tendremos un montón de actos en los próximos años con Moroha, pero mi carrera se terminará si no entrego este borrador para mañana.
La mirada de Kagome reflejó decepción, suspiró y bajó la cabeza un poco para luego murmurar:
― Kaede y yo iremos al acto escolar. Te dejamos comida en la estufa.
― Gracias por entenderme, preciosa
Me levanté de mi lugar para caminar hacia la puerta, allí la abrí para abrazarla por detrás. Llevaba un vestido de seda precioso, tenía descubierto un poco de sus hombros y deposité un beso en su cuello.
― Sólo… que no se haga costumbre. Moroha merece nuestra atención, es difícil para ella ya no contar contigo en sus momentos importantes ― ella susurró mientras correspondía a mi abrazo― está en una edad difícil, ya sabes, muchas cosas cambiaron para ella.
Rodé los ojos. Tener un hermano no podía ser un problema demasiado grande, pero Kagome siempre era tan empática, en especial con Moroha, no quería contrariarla. Acaricié su vientre con ternura y le susurré al oído.
― Este será el último libro, luego, Sra Taisho ― mordí el lóbulo de su oreja y ella se estremeció― Tendré tanto tiempo que no podrás lidiar conmigo.
Kag se estremeció y soltó un pequeño gemido para luego apartarse de mí riendo.
― Lo tomo como una promesa, Sr. Taisho ― ella se apartó para acomodar su vestido― ¿No has vuelto a soñar con Midoriko?
Negué con la cabeza.
― Será un problema si no se ocurre como continuar la historia…
― Es extraño, hasta ahora toda la historia de Midoriko ha estado en tus sueños. Debes estar muy estresado y por eso no ha vuelto a tí.
A veces olvidaba que Kagome veía a Midoriko como un espíritu que se revelaba en mis sueños, como alguna especie de cuento de hadas feudal. La adoraba, así tan soñadora como era, pero simplemente no podía considerar la idea de manera seria.
― ¿Volver? Hablas como si Midoriko fuera un ente o algo parecido― me reí.
― Tal vez lo sea, y cuenta su historia a través de tus escritos… tiene sentido para mí.
Arqueé las cejas y le hice una cara burlona.
― No creo en los cuentos de hadas, Kagome. Es sólo mi imaginación, aunque si tienes razón, tal vez debería de pedir unas vacaciones para descansar y ver si así vuelve a mi la inspiración.
Kagome se alejó hasta la puerta de salida y la abrió, Kaede estaba allí afuera esperándola con una mirada serena, hizo un ademán saludandome que respondí de la misma manera.
― No creo que la historia de Midoriko sea un cuento de hadas, más bien uno de terror― ella corrió hasta mí y me dio un beso ― Nosotras ya nos vamos, por favor come algo.
Y dicho esto cerró la puerta principal detrás de ella.
Apenas se fue me senté y seguí tratando de hilar mis ideas.
Midoriko― pensé― si realmente eres algún tipo de espíritu, déjame terminar de escribir tu historia.
