La Revolución de Mestionora

Los Caballeros Mágicos

El verano le trajo su sexto cumpleaños y dio paso al otoño. La temporada estaba recién comenzando.

Era una suerte que tuviera la fuerza suficiente para poder ir más adentro en el bosque con los otros niños al fin. Si bien no la dejaban internarse tanto, entrar al bosque como los demás y tratar de recolectar comida para ayudar en casa y observar los árboles y arbustos era algo de lo más relajante, sin olvidar que siempre podía ayudar con algunas ramas para el taller de papel. Lutz cargaba la mayor parte.

Estaba segura de que el aire fresco y limpio le haría mucho bien a su cuerpo enfermizo y debilitado. Además, algo que aprendió a lo largo de sus viajes con Tetsuo fue a observar. Siempre que llegues a un lugar nuevo y desconocido debes observar a tu alrededor para disfrutar mejor de la experiencia y tener una idea de cómo actuar… en este caso, también le daba una idea de los recursos que tenía a su alcance.

Sabía que la gente de este mundo podía usar tiza y pizarra; madera, pergamino y tinta para escribir. Recordaba bastante de las explicaciones y cosas que observó durante sus visitas a los museos a causa de su especial interés en la historia de la escritura. Dependiendo el tipo de recursos naturales era el tipo de proceso que se podía utilizar para crear papel y, además, el papel tendría diferentes características en base a los productos utilizados. El papiro egipcio no era del todo igual al papel de arroz, por ejemplo. Recordaba que, en su mundo, el papel venía en una basta variedad para diferentes usos.

Papel de seda, crepé, lustre, de impresión. Papel especial para dibujo con acuarelas, con pasteles o con carboncillos. Papel corrugado, cartulinas, papel cáscara de huevo. Papel de regalo, papel encerado, y tantos otros.

—¿De verdad tenemos que experimentar con más árboles? —le preguntó Lutz, recolectando las ramas caídas del árbol con que prepararon sus primeras hojas de papel y el rústico folder tintado con pasto y decorado con pétalos de flores.

—Podríamos encontrar algún árbol que sea más útil para hacer los folders o algún otro tipo de papel que pueda servir para más cosas como cocinar.

—¿Papel para cocinar?

—¡Por supuesto! —sonrió ella al recordar los múltiples cursos de cocina que tomó a lo largo de su vida, primero con su madre, luego para mejorar la alimentación que ella y su esposo llevaban en casa, después para ofrecerle comida deliciosa a sus hijos y, por último, repostería para tener más actividades, además de lectura, para pasar el rato con sus nietos.

Lutz parecía intrigado por eso último, asintiendo un poco y luego golpeando la palma de su mano con su puño, decidido a seguirla una vez más.

—Bien, si aún no estás cansada, creo que podríamos avanzar un poco más esta vez. Recuerdo haber visto algunos árboles y arbustos diferentes a los de esta zona más adentro. ¡Vamos!

La niña sonrió y juntos comenzaron a caminar un poco más. Ella con su canasta para recolectar frutos y él con la enorme cesta en que trasportaba la madera a su espalda.

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—¡Tenías razón, Lutz! ¡Hay muchos tipos de árboles y plantas distintos aquí!

Estaba encantada. Solo pensar en toda la variedad de papeles que podrían obtener y verificar la mejor forma de utilizarlos para mejorar algunas cosas entre su gente la hizo sonreír y correr de un lado para otro, tocando las plantas para verificar su rugosidad y la elasticidad de sus troncos, mirando sus hojas y el tipo de semillas que pudieran tener, olvidando su canasta cerca del lugar por el que habían ingresado a esa zona.

—¡Este tiene hojas moradas! Y es tan flexible que quizás sea más sencillo de procesar… Y este, ¡ouch! Este no, tiene espinas, no me gustaría cortarme de nuevo… ¡Este de aquí huele tan bien! Parece eucalipto, podríamos producir aceites esenciales para tratar algunas enfermedades de invierno y… ¿qué es eso?

—¿Qué es qué? —preguntó Lutz luego de reír un poco por su reacción.

En realidad, ella no debió ponerse a correr como una niña pequeña en una juguetería o una tienda de dulces. No debió acercarse a tocarlo todo. Quizás si se hubiera contenido lo suficiente para que su amigo la acompañara y le dijera que era qué, no se habría puesto en riesgo de un modo tan estúpido.

—¡Luuutz! ¡Ayúdame!

Estaba llorando aterrorizada e incrédula. Primero pensó que algún animalito estaría moviendo la pequeña rama café oscuro de apariencia flexible, sin embargo, apenas tocar la planta esta no solo comenzó a moverse de forma violenta, sino que además se enredó en su mano, jalándola con fuerza antes de comenzar a envolverla y crecer, cubriendo la pequeña herida que se hiciera un momento atrás, como si intentara devorarla.

—¡Lutz!

El niño empalideció apenas verla, dejando caer su carga y sacando su cuchillo para tratar de ayudarla, pero era imposible. Apenas cortaba una rama, otras dos salían como si se tratara de la temible hidra de la mitología griega.

El arbusto comenzó a hacerse más grande poco a poco y sus ramas más gruesas y fuertes. La falda de su vestido se rompió en ese momento y algunas lágrimas suyas cayeron sobre la maldita planta, la cual creció de modo violento.

—¡Lutz!

Su amigo cayó de espaldas en ese momento. El cuchillo olvidado entre las ramas que lo habían golpeado, lanzándolo como el sauce boxeador de Harry Potter al auto volador de la familia Weasly. El cálido recuerdo de estar recostada leyendo ese libro con sus hijos y luego con sus nietos dejó de tener ese tinte nostálgico y cálido para tornarse en uno aterrador. De pronto empatizaba bastante con el elegido y su amigo atolondrado.

—¡Myne, no puedo sacarte de ahí! ¡Es un trombe!

—¡Lutz! ¡Lutz, esta cosa me está lastimando mucho! —lloró sin poderlo evitar.

—Trata de no moverte… ¡y no llores! El trombe parece estar comiendo tus lágrimas. ¡Iré a buscar ayuda! —le gritó el rubio en lo que se ponía de pie y retrocedía, girando del todo para correr en dirección a la puerta por la que habían entrado.

—¿Cómo que no llore? ¡Lutz! ¡Lutz! ¡Aghhhhh!

Era imposible no llorar ni forcejear con la maldita planta que no dejaba de enrollarse en sus brazos y piernas, apretándola con más fuerza. Su cuerpo no aguantaría demasiado. El dolor y el temor eran demasiado grandes para contener las lágrimas. Lutz debía tener razón porque algunas de las ramitas no tardaron nada en comenzar a reptar por sus mejillas y su cuello, como si se tratara de los tentáculos de un pulpo y no de un arbusto.

Trató de relajarse. Quizás la planta funcionaba como el Lazo del Diablo que salía en Harry Potter… o eso quiso pensar.

Acababa de lograr relajarse y contener las lágrimas antes de que las aterradoras ramas se acercaran más a sus ojos y pudieran sacárselos cuando su padre llegó junto con otros soldados, mirándola horrorizado.

—¡Myne!

—¡Papá! ¡Ayuda!

Su miedo era tanto que el calor comenzó a apoderarse de ella, forzando su camino fuera de la caja de contención, debilitándola. Lo peor es que la extraña planta había escogido justo ese momento para moverse con más voracidad, evitando sus ojos por muy poco antes de envolverla aun más y crecer, dejándola cada vez más y más lejos de su padre y los soldados que intentaban liberarla.

—¡Myne!¡Myne! ¡Resiste hija! ¡Myne!

Estaba exhausta. La planta logró alargar el pequeño corte en su dedo, expandiéndolo un poco a lo largo y pegándose ahí, rozándola en otras partes de su cuerpo y rompiendo así la tela que la cubría. Para de colmos el calor se estaba volviendo insoportable. Sentía la cabeza demasiado pesada y nublada.

Lo último que escuchó fue a su padre llamándola histérico. Lo último que vio fue una rama baja latigueando lejos a los soldados y una extraña luz roja saliendo de una especie de cajita que alguien había golpeado con una especie de piedra amarilla. Después de eso no pudo permanecer más tiempo despierta. La presión a su alrededor por el agarre de ese trombe y el calor eran más de lo que podía aguantar.

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'¿Voy a morir de nuevo? ¿No es un poco injusto? Apenas estaba logrando que mis pequeños cambios beneficiaran a mis vecinos y a mi familia. Ni siquiera pude llegar a mi bautizo… Espero que Lutz no se culpe. Quizás él… no… no quiero morir aún. No de nuevo. ¡Es demasiado pronto!... Tetsuo, me pregunto si podré encontrarte si muero ahora y renazco en otro lugar… De verdad me gustaría enamorarme de ti de nuevo… sin que nadie nos fuerce esta vez… de verdad me gustaría ser más útil al resto de las personas esta vez…'

—¡Cuidado con la niña! ¡No dejen que las ramas los alcancen!

¿Había renacido de nuevo? No, claro que no. No hay ramas durante los partos… o quizás había renacido, estado a punto de morir de nuevo al caer sobre algún árbol y su consciencia como Urano estaba despertando otra vez. Apenas estaba comprendiendo las reglas de Ehrenfest y ahora tendría que empezar de nuevo…

—¿Cómo pudo crecer tan rápido ese trombe?

Esa voz era la misma que escuchó hacía un momento… solo que ya no estaba ladrando indicaciones, por el contrario, parecía más cercana y contemplativa.

Su cabeza se movió. El cuerpo le cosquilleaba. Ya no tenía tanta presión como un rato atrás. Sus pulmones se llenaron de aire y la sensación de estar cocinándose por dentro y congelándose por fuera dio paso al dolor. Le dolía todo el cuerpo a causa del fuerte agarre de la extraña y malévola planta.

—¡Déjenme pasar! ¡Es mi hija! —escuchó la voz de su padre gritando desde la distancia—. ¡Myne!

Fue en ese momento que se dio cuenta de algo… alguien la estaba cargando. O al menos eso creía porque podía sentir con claridad el contorno de dos brazos debajo suyo y algo sólido y frío a un lado. ¿Una armadura? Debía ser así. Recordó entonces la ropa de su padre y la armadura era más cuero duro que placas metálicas.

Intentó abrir los ojos, pero era incapaz de enfocar nada de manera correcta, así que los volvió a cerrar, exhausta.

—¡Díganle al soldado que voy a examinar a la niña! —escuchó que ordenaba esa voz gruesa y severa, reverberando en la oreja que tenía pegada contra la cosa dura y fría en que estaba apoyada.

—¡Ja! —gritaron un par de voces cercanas y luego escuchó el sonido de pasos alejándose, así como voces y su padre gritando.

Algo frío, grande y rugoso se posó en su frente. Apenas dejó de sentirle llegó a la conclusión de que era la mano de un adulto. Debían estarle tomando la temperatura. También sintió que le sostenían la muñeca con delicadeza, un par de dedos presionando con gentileza un poco por debajo de su mano siguiendo la forma de su pulgar… ¿Le estarían tomando el pulso?

Un suspiro de alivio salió sin permiso de su garganta cuando sintió que le acomodaban el cabello que tenía pegado a su frente, además de una tela limpiando el sudor ocasionado por la fiebre y la fatiga. No mucho después comenzó a sentir el escozor de su dedo, haciéndola sisear, manotear un poco y arrugar el ceño.

—Estate quieta, ya casi he terminado de revisarte.

Abrió los ojos por mera curiosidad ante el tono serio y contemplativo con que le estaba hablando la persona que ladraba órdenes. Era un tono demasiado familiar. Su corazón se saltó un latido para luego acelerarse ante las posibilidades y el recuerdo de un rostro concentrado y atractivo con algunas arrugas alrededor de los ojos y la boca llegó a ella de inmediato.

—¿Tetsuo? —murmuró antes de abrir los ojos, demasiado cansada para sonreír.

—¿Dijiste algo?

Cuando abrió los ojos y pudo enfocar se sintió perdida y desconcertada… además de un poco abochornada e hipnotizada.

Ahí donde esperaba ver cabello corto y negro en un peinado prolijo hacia un lado se encontró con una larga cabellera azul celeste trenzada a un lado. La piel pálida con un ligero toque amarillento era más rosada de lo que esperaba con solo un par de arrugas en el ceño que ahora se encontraba fruncido. Donde esperaba ver un par de ojos café se encontró en cambio con ojos dorado pálido que ocultaban la misma intensa curiosidad que esperaba encontrar ahí… No tenía idea de quien era este hombre… no, este joven, ataviado en una armadura brillante de cuyos hombros caía una capa azul.

Sonrió al darse cuenta de que por un momento esperaba encontrarse entre los brazos de su amado Tetsuo. Debía ser el miedo todavía en su sistema. La reciente experiencia debió ser tan traumática que su deseo la hizo confundir a un desconocido con el amor de su vida para sentirse segura y un poco en control.

—¿Te sientes mejor ahora? —inquirió el caballero… porque debía ser un caballero.

—Si, gracias. Solo estoy cansada y, tssss. Mi dedo. La planta esa se coló en un pequeño corte en mi dedo y lo rasgó más.

Los ojos oro pálido que la examinaban con curiosidad volaron a donde debían estar sus manos, seguida por la mano desnuda que la estuvo examinando sin duda alguna.

Sintió como este chico asió con cuidado la mano en que le tomó el pulso para revisarla y luego la otra, asintiendo una vez antes de recitar unas palabras que no terminó de comprender. Parecía que estuviera cantando con una voz tenora digna de la ópera de Berlín… sonrió con tristeza. Su Tetsuo no cantaba. Las pocas veces que lo escuchó tuvo que aguantar la risa porque el hombre no tenía idea de como entonar correctamente y no quería que dejara de arrullar al nieto que su hija dejó a su cuidado una muy lejana noche de primavera. Este hombre, en cambio, parecía saber a la perfección como manejar sus cuerdas bocales para cantar… y de pronto su dedo ya no le escocía.

—Demasiado pálida —murmuró el joven de nuevo de una forma pensativa, dándole de nuevo la falsa idea de estar con su esposo—. Dime, niña. ¿Tienes el devorador?

Arrugó la boca. No comprendía la pregunta, sin contar con que estaba demasiado cansada, pero el muchacho parecía en verdad preocupado ahora.

—¿Qué? ¿Cuál devorador? ¿qué es eso? —susurró como pudo, sintiendo la garganta lastimada por haber estado gritando por ayuda.

—Entiendo. ¿Me permitirías verificar algo?

—¿Qué?... supongo.

Esta vez pudo observar como la mano frente a ella pasaba rodeando su cuello, internándose detrás de sus cabellos para apoyar los dedos sobre su nuca. Una sensación un poco desagradable, como un ligero toque de electricidad recorrió su cuello y sus extremidades con tanta rapidez, que por un momento pensó que lo había imaginado.

El chico suspiró, mirando atrás y luego a ella.

—Parece que te drenó demasiado. Eso explica el crecimiento inusual.

Los ojos del caballero parecieron posarse en ella, sin embargo, la mirada era distante. La mano con que fue examinada no tardó nada en dar un par de golpecitos en la sien del muchacho y unas tremendas ganas de llorar la invadieron de pronto porque su Tetsuo hacia algo bastante similar cuando necesitaba entrar rápido en concentración profunda para resolver algún problema o tomar una decisión complicada.

—Voy a darte algo muy, muy valioso, así que asegúrate de beber un pequeño sorbo. Te hará sentir mejor, lo prometo.

Ella asintió, tragándose sus lágrimas y mirando al chico con insistencia para convencerse de que ese no era su esposo, sino solo un desconocido.

Lo notó sacando algo similar a un tubo de ensayo, destapándolo con cuidado con una sola mano antes de acercarlo a su boca, mirándola de tal modo que parecía enfadado.

—Un pequeño sorbo, niña. Tu familia no podría pagar el contenido completo ni siquiera trabajando cinco años seguidos.

De pronto no quería beberla, sin embargo, estaba demasiado cansada y el muchacho era bastante insistente, pegando la boca del tubo a la boca de ella y sacudiéndola un poco para que abriera los labios, sintiendo de inmediato un sabor tan repulsivo, que casi salta. Su cuerpo entero se estremeció y la necesidad de escupir se apoderó de ella. Recordó lo que el chico dijo sobre el coste de aquella medicina y se tapó la boca, obligándose a tragar el pequeño sorbo depositado en su lengua contra su voluntad. Lágrimas de dolor por sus papilas gustativas torturadas con el amargor extremo y la acidez mortal de aquella cosa bajaron por sus mejillas y el chico volvió a tapar aquella cosa, guardándola con presteza sin dejar de mirarla.

—Está listo —anunció el muchacho antes de voltear y comenzar a caminar con ella todavía en brazos.

Myne no pudo evitar levantar su mano y examinarla conforme pasaba el terrible sabor en su boca. No tenía nada en su dedo, ni corte ni cicatriz, ni siquiera una pequeña mancha de sangre que le confirmara que no imaginó que una planta vampiro intentó chuparle la sangre.

—¡Myne! —escuchó que gritaba su padre.

—¡Myne! ¡Myne, ¿estás bien?! —exclamó ahora la voz de Lutz y pronto sintió como el chico la pasaba a los brazos de su padre.

De repente se encontró atrapada en un cálido abrazo tembloroso y lleno de alivio y de demasiada presión. Un quejido escapó de entre sus labios y su padre relajó un poco la fuerza de su agarre, dándole suficiente espacio para voltear.

Hasta ese momento se dio cuenta de que estaban rodeados.

—¡Muchas gracias por salvar a mi hija, Lord Comandante! —se apresuró a decir su padre, poniendo una rodilla al suelo y bajando la cabeza sin soltarla.

Estaba confundida cuando notó que los otros soldados, su hermana, Lutz y los hermanos de este se ponían también de rodillas, cruzando sus brazos sobre el pecho en deferencia con la cabeza baja, entonces miró de nuevo al joven que la había salvado.

'¿Lord Comandante? No debe tener más allá de veinte años. ¡Es demasiado joven!'

El famoso Lord Comandante dejó escapar un suspiro antes de hacer una indicación para que se levantaran, mirar a Lutz y agacharse para hablar con él. Su amigo no tardó nada en explicar lo sucedido, omitiendo la parte de que estaban revisando las plantas para poder hacer papel, por supuesto.

Pronto fue su turno de hablar. Su padre la ayudó a tenerse en pie un momento y ella explicó lo mismo que había dicho Lutz, además de lo que había experimentado. La pequeña rama atrapándola, hurgando hasta abrir más la herida en su dedo y creciendo demasiado pronto.

El peliazul miró atrás y ella lo imitó.

Ahí, en el medio de todo estaba un árbol que antes había sido café oscuro y ahora estaba negro, tan negro como el carbón y convirtiéndose en lo que parecía ceniza.

El chico que daba las órdenes a todos los caballeros asintió entonces, colocándose su casco sobre la cabeza para luego sacar una piedra de una pequeña jaula que colgaba sobre su cadera.

Myne se maravilló cuando notó que todos los caballeros ahí usaban piedras que se convertían en animales con alas, animales parecidos a las esculturas de un carrusel europeo y luego los montaban. El animal que pareció salir de la piedra en manos del joven se convirtió en un enorme león demasiado realista, incluso las alas parecían ser tan exactas como las esculturas griegas que vio en un museo del mediterráneo una vida atrás.

Sintiendo que sus fuerzas volvían poco a poco, la niña dio un paso adelante, sintiendo que el corazón se saldría de su pecho por la sorpresa.

—¡Muchas gracias por salvarme, Lord Comandante! ¡Mi nombre es Myne!

El muchacho volteó entonces a verla con una diminuta sonrisa amable, una sonrisa casi inexistente y el ceño relajado por primera vez. Él solo asintió antes de que su boca volviera a ser una línea recta y luego lo vio montar sobre lomos de su león con alas. La cosa más bizarra y maravillosa del mundo pasó en ese momento. Todos y cada uno de los caballeros montando a lomos de las esculturas de carrusel comenzaron a elevarse en el aire, alejándose de ellos, dejándola sorprendida.

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Apenas una semana después del incidente pudo volver a salir con rumbo al bosque. Estuvo enferma el día que quedó atrapada en ese extraño árbol devorador de sangre y lágrimas además de debilitada el resto del tiempo y con su familia demasiado preocupada como para dejarla salir otra vez. Era como si la hubieran castigado por su imprudencia.

Estaba bien, podía comprenderlo. Ella también habría evitado que sus hijos salieran si hubiera habido árboles devoradores en Japón, así que no se quejó, solo esperó con paciencia y prometió no volver a tocar ninguna planta sin que Lutz le autorizara primero. No tenía más remedio. Necesitaba aprender de una manera más segura para poder expandir su pequeño taller de papel mejorar el rinsham y crear aceites esenciales, su nueva meta a corto plazo.

Menos de un mes más tarde Benno la citó a ella y a Lutz para darles una terrible noticia. El archiduque había muerto.

—¿El archiduque? —preguntó Lutz de inmediato.

—¿Y eso como nos afecta a nosotros? ¿No tiene un heredero o algo así? —consultó ella sin terminar de comprender el alboroto.

—El archiduque tiene un hijo que deberá tomar el lugar de Aub durante el transcurso de esta semana con demasiada prisa y ese es un problema para todos.

Entonces les explicó que Gustav, el Jefe del Gremio de Comerciantes tuvo una junta con todos la tarde anterior para informarles del "toque de queda" comercial.

Nadie podía entrar o salir del ducado o siquiera de la ciudad más que para entregar pedidos cuya fecha de entrega fuera urgente y solo con una carta del cliente noble como aval. Esta medida se tomaba debido a que nadie sabía cómo se moverían ahora los nobles o que cambios en la política comercial haría el nuevo archiduque. Peor aún. Ehrenfest casi no tenía tratados comerciales con los otros ducados, salvo por Ahrensbach, su vecino, así que la economía interna podría tardar hasta el invierno para volver a moverse entre los territorios agrícolas y la ciudad baja con la misma fluidez que antes.

—El nuevo archiduque podría solicitar informes de todos los gremios y todos los comerciantes para verificar qué y cómo se está moviendo el mercado. También podría imponer alguna ley para tener un mejor balance de qué se vende y a donde llega o cambiar las regulaciones de comercio interno. De momento solo se podrán hacer transacciones dentro de la ciudad, pero no con nuestros vecinos. Avisen en sus casas y prepárense, es posible que tengamos escases durante viento alto.

Viento alto era el nombre que recibía el último mes del otoño, aunque nadie supiera explicarle exactamente porqué. En total existían las mismas cuatro estaciones que en la Tierra y cada una tenía tres meses, sin embargo, por cada temporada el primer mes recibía el nombre de un elemento y bajo, luego el elemento medio y al último el elemento alto. Agua para primavera, fuego para verano, viento para otoño y tierra para el invierno. Al menos no tenía que memorizar doce nombres más además de los nombres de los días… incluso las semanas tenían nombre.

—Gracias, señor Benno.

—Le informaremos a nuestros padres para que comiencen a prepararse.

Si bien hubo algo de escases el resto de la temporada, eso no se debió a que se detuviera el comercio interno, el cual se reactivó apenas dos semanas después, sino a lo poco que se cosechó ese año.

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Notas de la Autora:

Antes de que alguien ponga el grito en el cielo porque Ferdinand es Lord Comandante y no Sumo Sacerdote en este momento... hago la aclaración, los plebeyos de Ehrenfest, los que NO viven en el Templo están 3 años más adelantados que en canon, lo que significa que la diferencia de edad entre Ferdinand y Myne es de solo 10 años en este momento.

Terminado el aviso parroquial, espero que hayan disfrutado con este capítulo. Siempre se agradecen TODOS los comentarios, así que no dejen de subirlos.