Ls Revolución de Mestionora
Negociación
"Toma todo lo que puedas, cuando puedas y donde puedas", fue lo primero que le enseñó el señor Benno y lo que llevaba en mente aquel día.
Era el momento de negociar con el Sumo Sacerdote. Era hora de asegurar que le servirían una enorme rebanada del pastel porque si iba a negociar con su vida, más le valía sacarle el máximo provecho posible.
Sus padres la miraron de nuevo y ella solo les sonrió echando un último vistazo a la canasta con obsequios para el Sumo Sacerdote.
–Myne, ¿estás segura de querer darle todo esto? –preguntó su madre un poco preocupada, mirando también el interior de la cesta.
Papel vegetal, tinta y un folder con hojas parecidas a las de mapple para que el tipo curioso pudiera hacer y guardar sus anotaciones, además de un par de lápices con una goma de borrar. Dos muestras de rinsham con escencia a maderas y a cítricos para que pudiera probarlos. Una bolsita con galletas y algunos diminutos hotcakes con bayas. Un pastel de libra de los que había refinado y mejorado la cocinera de su socia en el ámbito de cocina y un par de velas con flores esculpidas por Sasha, además de la propia canasta con asas móviles.
–Si, mamá. Si se da cuenta de que le conviene más mantenerme viva y en contacto continuo con ustedes me dará mas libertades, además él solía ser un noble. Podría encontrar a alguien que nos ayude a vender mis productos en el barrio de los nobles.
Tenía poco que había descubierto que la mejor manera de conseguir más dinero era vendiendo productos premium a gente con influencia y en ese mundo, ¿quién podría tener más influencia y dinero que los nobles?
–Myne –dijo su padre entonces, deteniéndose para mirarla a los ojos antes de entrar en los terrenos del templo–. No quiero entregarte a los nobles, pero tampoco quiero que mueras. Si no estás segura o te das cuenta de que ésta decisión solo te hará sufrir, puedes decírmelo. Yo me encargaré de llevarte de vuelta a casa.
–Pero… pintaste el Templo como un lugar espantoso para los huérfanos, papá… si veo que es inútil y que nada de lo que diga o haga tendrá peso alguno, te tomaré la palabra.
–Ya verás, no dejaré que nadie haga menos a mi preciosa hija. Cómo nuevo capitán de la puerta Este, te protegeré con mi vida si es necesario.
Sonrió. Tenía unos padres excelentes en esta vida que la hacían pensar que no lo hizo tan mal cuando fue su turno. Esperaba no olvidarlo y hacerlo tan bien como ellos cuando volviera a ser madre.
–Gracias, papá. Si esto sale bien y logro volverme una adulta, espero casarme con alguien igual a ti. Dispuesto a protegerme a mi y a mi familia. Alguien dispuesto a darlo todo por que seamos felices.
Su padre la abrazó entonces con ojos llorosos y demasiado emocionado. Estaba bien. Sentía que este hombre la estaba compensando por su falta de un padre en su vida anterior sin dejar de darle el afecto que le tocaba en esta.
–Myne, deberías decir que quieres casarte conmigo, no con un hombre como yo.
–¡Pero, papá! Si me caso contigo, ¿dónde quedaría mamá? –bromeó ella, sintiendo como los tres se relajaban a través de la risa antes de seguir adelante, entregando la tablilla que indicaba su cita con el Sumo Sacerdote.
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No era la recámara donde habló con el Sumo Sacerdote y lo agradecía. Estaba segura de que su padre se infartaría tres veces, golpeando al Sumo Sacerdote entre un infarto y el otro si los recibían en una habitación que les diera una idea equivocada… porque esperaba que de verdad nadie intentara pasarse de listo con ella y usarla de entretenimiento para adultos.
Esta era… una habitación para conferencias o algo así.
Tenía algunas imágenes de los dioses alrededor, amplias ventanas para dejar que la luz natural inundara el lugar, una mesa de madera con un par de sillones a cada lado y una chimenea además de cuatro farolas similares a los quinqués pendiendo de las paredes. El espacio excedente era suficiente para que varias personas caminaran alrededor sin problemas.
Apenas sentarse los tres, el sacerdote gris al cual reconoció como Fran ingresó a la sala con un carrito de servicio y comenzó las preparaciones del té.
Myne frunció un poco el ceño al notar un platón con varios dulces que, imaginó, estaban tan insípidos como los que le ofrecieran cinco días atrás.
¿Quizás debería presentar los dulces que ella había llevado para que notaran la diferencia? Bueno, Tetsuo siempre decía que era mejor tener varias muestras presentes para hacer comparaciones, así que aprovecharía las muestras que le iban a proporcionar de forma tan amable.
El Sumo Sacerdote ingresó y Myne se apresuró a recitar el saludo que le enseñara Freida durante esa semana para prepararla. Cuando terminó de intercambiar sus saludos, tomó asiento igual que sus padres, quienes la estaban siguiendo en ese momento.
–Sumo Sacerdote, antes de comenzar con nuestra reunión, quisiera entregarle estos obsequios como una tardía muestra de agradecimiento por haberme rescatado de ese trombe hace tres temporadas. Le estoy muy agradecida.
El hombre la miró con sorpresa, haciéndole una seña a Fran, quién se apresuró a recibir las cosas y revisarlas por alguna razón. Ella solo lo ignoró y comenzó a explicar cada uno de los obsequios, su uso y con quién estaba asociada para presentar dichos productos, así como una parte del proceso de producción.
Fran no tardó mucho en tomar un plato donde colocar las galletas y los pequeños hotcakes, dejando que la tela con la que estaban envueltos fungiera como un improvisado mantel para los platos, además de sacar y acomodar con mucho cuidado el pastel.
Una vez terminada esta explicación de los presentes, Fran se apresuró a servir las tazas con té humeante de un aroma floral que le recordó un poco al té de manzanilla.
El Sumo Sacerdote habló entonces del té, pasando su dedo alrededor de la taza antes de dar un pequeño sorbo y repetir el proceso con los dulces que Fran acababa de colocar en la mesa. No mucho después, el asistente colocó pequeños platos y sirvió uno de los dulces del templo en el plato del Sumo Sacerdote, quién procedió a pasar de manera delicada y demostrativa su dedo sobre la superficie de la golosina antes de tomarla y dar una mordida pequeña sin dejar de observarlos.
–Oh, vaya. Imagino que debo hacer lo mismo con las galletas y el pastel que he traído, ¿verdad?
El Sumo Sacerdote la observó complacido con una sonrisa diminuta, así que ella miró al asistente, el cual se apresuró a servirle una muestra de cada cosa y una delgadísima rebanada de pastel. Myne imitó lo que había visto y entonces el Sumo Sacerdote le solicitó a su asistente que le sirviera un poco de cada cosa también.
Ver el asombro en sus ojos o notar como se llevaba la mano a la boca con un aire contemplativo para luego encargarle a su asistente que le sirviera más, la hizo sonreír bastante. Los dulces insípidos no eran rival para los que habían preparado ellos con antelación.
–Veo que los obsequios son de su agrado, Sumo Sacerdote.
No pudo evitar regodearse, sintiéndose orgullosa antes de mirar a sus padres y sonreír al verlos sorprendidos por un segundo o dos, devolviendo su atención a su anfitrión en turno.
–Esto es… muy interesante. La textura de cada uno de estos postres es distinta, pero ninguna es desagradable. Por no hablar de los sabores. No son demasiado dulces y en realidad hacen parecer los dulces normales como algo insípido. Habría que trabajar un poco más en la presentación para que sean adecuados para una socialización noble… ¿Le pusiste té a estás galletas?
–Admito que no pude usar un té de mejor calidad, pero espero que sea de su agrado.
Una tras otra, las galletas y los pequeños hotcakes desaparecieron del plato del Sumo Sacerdote. El pastel de libra también quedó reducido a la mitad. Por muy delgadas que Fran cortara las rebanadas, el Sumo Sacerdote no dejaba de pedirle más.
Cuando el joven que los había citado pareció recordar el motivo de que estuvieran ahí reunidos, se limpió el rostro con bastante elegancia, aclarando su garganta con un poco de té, agradeciendo por los dulces y haciéndole otro ademán a su asistente.
Pronto un aparato extraño se colocó en la mesa y tanto Myne como sus padres miraron sorprendidos como una barrera de un color tenue en forma de cubo salía de ahí bajo el toque del Sumo Sacerdote envolviéndolos como si se tratara de una carpa u otra habitación. La chica no tardó mucho en calmarse, recordando que Gustav y Benno le habían hablado de esos aparatos, otro indicativo de que este hombre solía ser un noble.
–Myne, me cuesta trabajo creer que seas la autora intelectual de esta comida o de estos objetos.
–Mi hija es una niña enfermiza y algo débil, pero lo compensa con su inteligencia, milord. Aprendió a leer, escribir y hacer cuentas en las oficinas de los soldados de la puerta sur en apenas un mes durante el año pasado.
–También mejoró mucho las comidas que hacemos en casa. Al principio eran pequeñas sugerencias en platos que ya había comido antes. Cuando le permití comenzar a ayudar en la cocina comenzó a inventar platillos también, como estos que le hemos traído. Por no hablar del tratamiento para el cabello.
Myne miró a sus padres sin dejar de sonreír. Ellos le devolvieron la mirada y la sonrisa. Parecían muy orgullosos de poder presumirla un poco frente a un noble.
–Parece que su hija ha sido muy bendecida, señor Gunther.
–Mis hijas son mi orgullo, milord. Ambas son hermosas y talentosas, cada una a su manera.
Tenía ganas de tomarle el pelo a su padre, pero se contuvo pellizcando con fuerza una de sus rodillas por sobre la ropa. Las cosas iban bien, mejor tomar control de sus impulsos infantiles antes de estropear el asunto.
–Eso puedo verlo. Imagino que Myne ya les explicó la situación.
–Así es –confirmó Effa–. Cómo padres, nos duele saber que le queda tan poco tiempo entre nosotros. Hemos hecho todo lo que podemos para alargar su estancia, milord y en verdad, estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio necesario por ella, pero…
–No estamos dispuestos a abandonarla en el Templo –rugió su padre con tanta calma como podía manejar.
Myne observo al Sumo Sacerdote asentir, considerando las palabras dadas y observando los regalos junto a él antes de mirarla a ella.
–Lo entiendo. Es por eso que le he ofrecido a Myne asistir al templo como una aprendiz de doncella azul a cambio de que acepte una adopción en una familia noble de mi entera confianza para que puedan ayudarla a sostener sus gastos.
Sus padres escuchaban todo con seriedad, mirándola a ella y luego a él. Su madre se veía un poco asustada. Su mano no tardó en rodearle la espalda para apoyarse en su hombro de un modo protector. El Sumo Sacerdote no pareció perder ese detalle y luego prosiguió hablando.
–Entiendo su reticencia a dejarla aquí como una huérfana. Las doncellas grises deben trabajar muy duro para poder estar en el Templo, donde se les forma como asistentes. Las doncellas azules, en cambio, tienen más libertades. Por lo general solo donan su mana a las herramientas divinas para nutrir a la tierra y asegurar que las cosechas sean mejores. En el caso de Myne, tengo entendido que es buena en trabajo burocrático, así que espero que sea de ayuda en el templo en ese ámbito. También recibirá una educación aquí mismo, claro que nada de eso es gratis. Ya sean asistentes, ropas nuevas o instructores, Myne requeriría de alguien que pueda ser su soporte económico como doncella azul.
Ese era el momento. La niña se cruzó de brazos, dejando escapar una pequeña risa orgullosa similar a la que Shuu solía hacer cuando él sabía algo que ella no o alguien había activado una carta trampa durante sus torneos de cartas, atrayendo la atención del Sumo Sacerdote y provocando que su madre se riera un poco, divertida.
–Cómo le he dicho, Sumo Sacerdote, los obsequios que le he traído los he creado y empezado a vender junto a mis socios comerciales. Soy dueña del taller encargado de crear los aditamentos de escritura que le he obsequiado, además, por cada botella de rinsham, cesta y flor de hilo vendida, tengo un convenio firmado con la Compañía Gilberta para que se me dé una parte pequeña de la ganancia. En cuanto a los dulces que le he presentado, me he embarcado en un pequeño proyecto con la nieta del jefe del gremio de comerciantes para abrir un restaurante especial en la zona norte de la Ciudad Baja. Por el momento solo estamos vendiendo estos dulces, sin embargo, es solo un sondeo para estar seguras de cuales postres servir una vez abierto nuestro restaurante… de más está decir que también obtengo ganancias de este otro proyecto.
Los ojos del Sumo Sacerdote parecían brillar cargados de interés, no por la traducción en monedas de lo que acababa de decir sino por… curiosidad científica.
–Ya veo. ¿Debo entender que eres económicamente independiente?
–Y pronto lo seré todavía más, Sumo Sacerdote. Tengo planeado introducir tantas ideas revolucionarias como sea posible para mejorar la vida de la gente en la ciudad baja, lo cual incluye a mis padres y a mi hermana. Por supuesto, ningún proyecto puede llevarse a cabo sin suficiente capital, de ahí la importancia de mis socios comerciales y las regalías que obtengo por cada venta.
Parecía que lo tenía en la palma de su mano, sin embargo, no estaba del todo segura. El chico estaba de verdad interesado en tenerla ahí… pero estar interesado y estar comprometido con algo eran dos cosas muy diferentes.
–Entiendo. Tienes mucho que ofrecer al Templo con o sin el respaldo de una familia noble.
–Debe comprender, Sumo Sacerdote, que no hay nada más importante para mí que mi familia. Teniéndolos a ellos no hay meta que no pueda alcanzar, ni obstáculo que no pueda superar. Ellos son mi fuerza.
Lo observó dándose golpecitos en la sien. Si se quedaba en el templo tendría que acostumbrarse a que por mucho que este hombre repitiera ese gesto… no era su esposo.
–Como le ofrecí a Myne, en caso de que acepte podrá ir y venir entre el Templo y la Ciudad Baja. Se le tratará como un caso especial y estará bajo mi supervisión directa.
–¿Podría ser más específico sobre las libertades que tendría mi hija para ir y venir, Milord? –solicitó su madre–. Le agradecería saber con exactitud cuál es su idea al respecto.
El Sumo Sacerdote dio un sorbo a su té, comió un poco más de pastel y se reacomodó en su lugar. Myne imaginaba que estaba ordenando sus ideas y escogiendo sus palabras.
–Su hija tendrá que estar aquí desde la tercera hasta la sexta campanada exceptuando el invierno en que preferiría que la dejaran aquí. Si su condición es tan mala como han venido diciendo, estarán de acuerdo en que no podemos arriesgarnos a qué se enferme a causa del frío y la nieve o salga herida durante la tempestad provocada por el Señor del Invierno. Por supuesto, ustedes tendrían permiso para venir a verla durante esa temporada.
–¿No sería mejor dejarla quedarse en casa durante el invierno y traerla solo cuando el clima lo permita? –preguntó su padre con preocupación.
–Temo que no. El invierno es la temporada en que se hace la recolección de mana por medio de una ceremonia ritual que toma algunas semanas. Si ella no pudiera estar presente por enfermedad o por el clima, su estancia como aprendiz de sacerdotisa no tendría caso alguno. Es por esto que el Templo le proveerá de aposentos adecuados y un chef personal que se encargue de mantenerla alimentada.
–Ya veo. ¿Qué hay del recorrido que tendría que hacer a diario para venir? –cuestionó Gunther de nuevo–. Mi hija apenas consiguió la resistencia necesaria para cruzar la ciudad entera, me preocupa que tenga que hacerlo dos veces todos los días. Si se esfuerza demasiado en el templo, podría colapsar de camino a casa.
–Se le asignará un asistente adulto que pueda escoltarla de ida y vuelta. Alguien que pueda traerla en brazos de ser necesario y que se asegure de dejarla en su casa.
Su padre pareció aliviado con eso, su madre, sin embargo, no había olvidado lo más preocupante del trato.
–Milord, con respecto a la adopción de la que habló…
El Sumo Sacerdote sonrió con confianza, llevando su taza a sus labios, mirándola a ella y luego a su madre, retomando su expresión estoica y seria de inmediato.
–Ella seguiría viviendo con ustedes, por supuesto, aunque algunos días se quedaría aquí en el templo y otros iría al barrio noble para socializar con su nueva familia y aprender. Tengo la intención de ennoblecer a su hija para que pueda ser un apoyo al ducado y la forma más efectiva de hacerlo es esta. Cómo noble, Myne tendrá derecho a asistir a la Academia Real con los hijos de otros nobles alrededor de todo Yurgensmith durante el invierno cuando cumpla diez de manera oficial. Recibirá también un schtappe y aprenderá a usar su maná… eso que ustedes llaman calor, para hacer magia. Su vida mejoraría considerablemente y se alargaría de manera exponencial.
–¿Podrá formar su propia familia? –preguntó su madre, haciéndola voltear, preguntándose si su madre conocía su deseo o era solo la preocupación de una mujer plebeya por el futuro de su hija enferma.
El Sumo Sacerdote asintió.
–Podrá casarse con un noble y tener sus propios hijos o seguir dando peso a sus proyectos e industrias. Incluso podrá formar una familia y mantenerse activa como erudita prosiguiendo con sus innovaciones desde lo alto. No tendrían que preocuparse por su futuro y ella podrá elegir su camino.
Su padre la miraba ahora con asombro y esperanza.
–¿Podría ser una caballero? –murmuró su padre extasiado, provocando que los ojos del Sumo Sacerdote brillarán como los ojos de un zorro astuto.
–Si su salud y su cuerpo lo permiten y si ese es su deseo, podría serlo.
Su padre la miraba con orgullo y admiración ahora. Podía comprenderlo. Ella tendría la oportunidad que él no tuvo. Podría alcanzar cualquier sueño que se planteara en lugar de conformarse con lo más parecido. El Sumo Sacerdote debió leer también a su padre porque comenzó a sonreír divertido antes de ladear la cabeza y simular que estaba pensando.
–Los nobles que la adoptarían son una erudita especialista en sanación y botánica en tanto su pareja es un caballero de la orden, salido de una familia de caballeros. Cómo verán, su hija ganaría una sanadora y un guardián además de la posibilidad de alcanzar sus metas con sus propias manos.
'¡Muy astuto, Sumo Sacerdote! ¡Muy astuto! Puedo ver lo que haces y yo también puedo jugar.'
–Entonces, solo para estar seguros –inició ella ahora, apoyando su índice en su barbilla y mirando a la mesa antes de dirigir su vista a su anfitrión–, no voy a perder el contacto con mi familia, tampoco se me obligará a hacer trabajo pesado aquí mismo, evitarán que explote por una sobrecarga de mana y me darán la posibilidad de llegar aún más lejos.
–Así es.
–¿Podré seguir perteneciendo al gremio de comerciantes como jefa de taller, Sumo Sacerdote?
–Dado que te volverás una sierva de los Dioses, no sería lo más adecuado, sin embargo, no veo porque no. Podemos negociar al respecto de manera posterior. Es seguro que el Sumo Obispo evitará poner objeciones si se maneja de manera adecuada.
–Es comprensible. Sobre la vida en el Templo, sé que tienen sus reglas y que deberé ceñirme a ellas, sin embargo, tal y como le expliqué, mi sueño es mejorar vidas. ¿Se me permitirá hacer algunas mejoras aquí también?
Lo vio dudar. Quería saber que podría ayudar a los huérfanos si era necesario. Quería estar segura de que la escucharían si tenía quejas o sugerencias dentro del templo para seguir adelante en paz.
–Pregunto esto porque… además de que podría dar trabajo a los huérfanos en mi taller para que colaboren con una parte de su propia manutención, hace poco me embarqué en un nuevo proyecto con el gremio de carpinteros, herreros y el de lauderos. No conozco muchos instrumentos de música, solo he visto tambores, flautas y un instrumento de cuerdas algo grande y pesado que suelen tocar los juglares y los trovadores cuando visitan la ciudad baja. Pensé que sería interesante crear un instrumento al que he decidido llamar piano. Debería estar listo para probarse la próxima temporada. Es un instrumento algo grande, pero creo que haría maravillas en el arte, Sumo Sacerdote. Temo que no podría probarlo o tocar las canciones que a veces se me ocurren en él si no pudiera traer uno cuando esté terminado.
Apenas tomar su taza de té para llevarla a sus labios sin dejar de mirar a su objetivo, Myne lo notó. Había ganado.
Sus padres hicieron parecer al templo como un lugar terrible, en especial para los niños, y si había niños en apuros quería salvar a tantos como fuera posible, después de todo, los niños son el futuro de cualquier nación.
–Cualquier… mejora o cambio que desees proponer para el templo, deberás discutirla primero conmigo para que podamos encontrar el modo más pacífico de hacer la transición necesaria en caso de que sea posible. Los sacerdotes y las doncellas no están acostumbrados a ejercer o vivir la violencia en este lugar y eso incluye cambios. Así que, si acudes a mí para hablar, pondré de mi parte para ayudarte.
Sonrió sin más, mirando a uno y otro lado para recibir las sonrisas orgullosas de sus padres y sus mimos afectuosos, recordando que en este sitio la gente no se daba la mano para sellar un trato.
–En ese caso –dijo su padre ahora–, queremos conocer a las personas que van a adoptarla y saber que preparar si la otra familia acepta estos términos.
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–¿Desde cuándo estás diseñando instrumentos de música, Myne?
Era normal que su madre preguntara ahora que estaban a medio camino a casa. Si bien Myne solía comentar con su familia sobre las cosas que se le ocurría hacer, en ningún momento dijo nada sobre estar metida en la música.
–Ahm… creo que desde esta tarde, jejeje.
–¡¿Qué?! –su padre se detuvo en ese momento, gritando tan fuerte que Myne notó como todos los transeúntes se detenían a mirarlos con curiosidad.
Su padre pareció notarlo también, riendo un poco para disimular antes de seguir caminando unos segundos después, mirándola a los ojos sin dejar de cargarla, como exigiendo una explicación.
–El día de los bautizos, cuando me llevaron a descansar, tenía demasiadas ganas de hacer pis… pero no había ningún orinal cerca y el asistente que nos sirvió el té me dijo que no saliera de ahí, así que empecé a tararear algo de música para distraerme conforme se me ocurría y… el Sumo Sacerdote entró mientras estaba con eso. Parecía muy interesado.
–Myne, ¿eso que tiene que ver con todo esto de crear instrumentos de música? –la redireccionó su madre para volver al punto.
–Bueno… es que el Sumo Sacerdote no parecía muy dispuesto a cumplir todas nuestras exigencias, necesitaba algo más para convencerlo de que puedo ser un activo bastante útil… así que opté por mostrarme también como una persona con ideas interesantes para él. En cierto punto parecía más que interesado, pero reticente a aceptar todo y…
–¿Myne, mentiste con lo del instrumento? –preguntó su padre en tono huraño.
–¡Yo no iba a ceder con mis exigencias y él estaba listo para poner algunos peros!
–¿Estás segura de eso? Yo no lo vi cambiar de expresión en ningún momento, de hecho… estaba tan serio que dudé que pudiera sentirse interesado de modo alguno. –comentó su madre.
–¿Qué? Pero estoy bastante segura de que lo vi sonreír con un gesto diminuto y mostrar curiosidad, también estaba divirtiéndose cuando habló sobre caballería para convencer a papá, estoy segura.
Sus padres la miraron con sorpresa y ella trató de hacer memoria de los gestos. Eran en verdad diminutos, pero estaban ahí, claros como la luz del día. Luego recordó que conocía una persona difícil de leer.
Tetsuo, su esposo, solía mostrar solo aburrimiento, arrogancia, concentración y enfado. Así ocultaba cuando se estaba divirtiendo, cuando la estaba pasando mal y quería ayuda, cuando estaba avergonzado… y cuando quería divertirse con ella en la alcoba. El rostro de su esposo era mucho más fácil de leer, era cierto, pero tras algunas décadas viviendo con él aprendió a leer en su rostro los gestos más diminutos, esos que su esposo no tenía forma de enmascarar… y parecían los mismos que el Sumo Sacerdote tampoco podía esconder tras ese rostro serio al extremo.
–Y si no tienes ese famoso instrumento enorme del que estabas alardeando, ¿cuál es el plan ahora? –inquirió su madre, haciéndola sonreír con suficiencia.
–Preparar los planos hoy mismo y solicitar al señor Benno que me prepare una reunión con los tres gremios que he mencionado para hacer el encargo. Si fueras tan amable de dejarme donde la Compañía Gilberta, papá, me harías un enorme favor. Un piano va a tomar más de tres meses, en especial siendo el primero que se fabrica y seguro que ese Sumo Sacerdote decide acompañarme en algún momento para inspeccionar el proceso de construcción.
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Tres días después conoció a quien sería su hermana ficticia y futura "madre" bautismal además de al futuro esposo de la misma.
Heidemarie Tochter Liljaliv era una hermosa chica cuyos lacios cabellos en tono borgoña permanecían sueltosc con un par de bonitas trenzas que nacían detrás de sus orejas para encontrarse detrás de su cabeza y mantenerlo todo a raya, enmarcando un par de brillantes ojos verdes cercanos al ocre. Sus movimientos mostraban una elegancia refinada y algo fría, al menos al inicio, provocando que Myne se preguntara si era su forma natural de conducirse o era una conducta aprendida tras algún tipo de entrenamiento.
Por otro lado, un gallardo y joven caballero de cabello verde y ojos azules de nombre Eckhart Sohn Linkberg esperaba en el diván de la sala de té donde hablarían ese día en una sala algo más grande que la anterior y con más gente. Por los atuendos de las otras peersonas en la sala y el hecho de estar de pie detrás del diván y fuera del alcance de la barrera antiescuchas, Myne supuso que estos eran más asistentes, aunque no sacerdotes ni doncellas.
El Sumo Sacerdote estaba también ahí en ese momento, de modo que no tuvieron que esperar.
Luego de intercambiar saludos y escuchar los nombres de los dos individuos, su madre entregó la cesta con obsequios a Fran. Su padre la ayudó a sentarse en una orilla del diván junto al Sumo Sacerdote, quién se ubicaba en una silla a la cabecera de la mesa.
Era una táctica un poco sucia disfrazada de humilde amabilidad, pero era mejor dar un pequeño, delicioso e interesante soborno a su futura familia noble que no hacerlo. Las cosas gratis solían poner de buen humor a toda la gente, incluso a los que nadaban en dinero.
–Así que, Myne –abrió la charla su futura hermana mayor luego de relajarse con un par de galletas y un pequeño bocado de struddle de pomme–. Lord Ferd… El Sumo Sacerdote insiste en que hacerte pasar por mi hermana sería muy beneficioso para todos aquí. Él no suele exagerar las cosas y aun así, pienso que tal vez Grammarature le ha jugado una broma.
–Gramara… ¿quién?
La chica miró a sus padres que parecían tan confundidos como ella y luego al Sumo Sacerdote. El hombre soltó un suspiro apenas notorio y procedió a traducir.
–Lady Heidemarie insiste en que he comprendido mal tus palabras, Myne. En cuanto a Grammarature, es la diosa de las palabras.
'¿Diosa de las palabras? ¿Cómo Toth, el dios egipcio de la escritura? De pronto este mundo me parece mucho más reconfortante.'
–Comprendo. Los nobles tienen una forma… interesante de expresarse –dijo sonriendo antes de llevar un pequeño pedazo de su propio struddle a su boca–. Sin embargo, dudo que el Sumo Sacerdote haya comprendido mal o hecho exageraciones. Para comprobarlo, estoy dispuesta a explicar sobre mi taller y los proyectos que tengo en asociación con otros comerciantes si con eso se queda más tranquila, Lady Heidemarie.
La joven asintió satisfecha y Myne procedió a comentar sobre los obsequios llevados, explicando parte de los procesos para crear uno u otro, permitiendo que sus padres hicieran pequeños paréntesis con comentarios respecto a la recepción de productos en la ciudad o la forma en que los había incluido en uno u otro proyecto.
Para el final de la explicación, tanto Lady Heidemarie como Lord Eckhart parecían más que impresionados y tranquilos. Ambos tuvieron una amena y agradable charla con sus padres sobre lo que esperaba cada quien en la relación entre ambas familias o los planes que los nobles tenían para atenderla y encontrar momentos para que ella pudiera ver a su familia biológica.
Mientras eso pasaba, el Sumo Sacerdote le pasó una especie de cascabel con discreción diciéndole que tratara de canalizar un poco de mana en el objeto, entonces, sin dejar de observar cómo se llevaba a cabo la conversación entre sus padres y la joven pareja, lo escuchó hablar fuerte y claro.
–¿Crees que podrías hablarme un poco más de ese… nuevo instrumento al que has denominado piano?
Suprimir una sonrisa arrogante como las de Tetsuo fue difícil. Al parecer, el Sumo Sacerdote no solo era un fuerte y hábil combatiente, sino que también guardaba interés por la música.
–Es grande, muy grande. Se toca presionando teclas del grueso de los dedos de un adulto, las cuales van unidas a pequeños martillos de madera que golpean cuerdas enormes de metal o bien de otros materiales dentro de la caja de resonancia. También le incluí unos pedales en la parte de abajo para modular el volumen y la reverberación. Si gusta, puede acompañarme a revisar el progreso del mismo en mi próxima inspección.
El Sumo Sacerdote pareció considerarlo, llevando un último bocado de struddle y haciendo un gesto a Fran, quién le sirvió más de inmediato con una sonrisa luminosa que dejó a Myne un poco perpleja.
–Nunca he inspeccionado la creación de instrumentos de música. Sospecho que será interesante. ¿Cómo se te ocurrió?
Respingó ante ello. No estaba segura de cómo se tomaría un adulto la información de qué tenía memorias de otro mundo, así que optó por la explicación que solía dar en los talleres.
–Lo vi en un sueño y eso me inspiró.
La mirada cargada de curiosidad y sospecha que el chico le estaba dirigiendo la puso algo nerviosa. Que él intentara ocultar todo eso bebiendo su té era casi como las gafas de Clark Kent. Inútil al menos para ella.
–Ya veo. ¿Qué hay del resto de tus invenciones?
Ella sonrió sintiéndose un poco acorralada. Una suerte que Lutz le había preguntado cómo iba a explicar todos sus "inventos" a un adulto que ahora era un sacerdote, pero había sido el Comandante de los Caballeros y a dos nobles más.
–¿Para qué es está cosa?
–Es una herramienta mágica para prevenir que los demás nos escuchen.
Miró al resto de los "invitados" a la fiesta de té y asintió despacio, notando que nadie parecía recordar que estaban ahí.
–Dado que mi nueva familia me va a interrogar en algún momento y no quiero volver a dar la explicación, ¿le importaría preguntarme sin esta cosa?
–Por supuesto.
El cascabel desapareció de su mano como por arte de magia, o mejor dicho, de prestidigitación y el Sumo Sacerdote esperó una pausa adecuada para volver a preguntar. Myne sonrió. Estaba más que preparada para responder con la atención de todos sobre ella.
–Cómo mis padres han explicado, solía ser tan frágil y enfermiza que ni siquiera podía salir de la cama. Cuando tenía cinco años me di cuenta de que me sentía mejor cuando podía estar aseada, así que encontré un modo de hacer este producto de aquí para mejorar mi higiene. Después me percaté de que la comida olía diferente según el modo de prepararla, así que empecé a experimentar con ayuda de mi madre y mi hermana. Las horquillas para el cabello se deben a que no lograba mantenerlo fuera de mi rostro del modo tradicional y noté que mi madre usa una aguja para mantener ordenados los hilos con que cose. Las flores de hilo nacieron luego de jugar con algunos hilos y soñar que hacía flores hermosas con ellos. A veces recibo inspiración en mis sueños. Las asas que se mueven en esa canasta son resultado de ello. También el papel.
–¡Inspiración divina! –musitó Fran sin que nadie lo contradijera.
–¡Ahora me pregunto de cuántos dioses has conseguido ser bendecida, pequeña?
–¿Cuántos dioses? ¿No eran solo siete u ocho?
La joven pareja que la adoptaría se volteó a ver entre sí, desconcertados, luego miraron al Sumo Sacerdote, el cual estaba más que tranquilo ante su ignorancia y después a ellos.
–Tendré mucho trabajo enseñándole los nobles eufemismos y los dioses, según parece –se quejó Heidemarie en voz baja antes de mirarla a ella en particular–. Además de eso, necesitarás un nombre noble, Myne.
–¿Qué tiene de malo el mío?
–Tu nombre es tan pequeño como tú en este momento –comenzó a explicar Eckhart–. Los nombres de las mujeres nobles suelen ser más largos. Te escogeremos uno. ¿Alguna sugerencia?
Lo consideró un momento, mirando a sus padres y sintiendo que estaba entrando a algún programa de testigos protegidos como los que aparecían en algunas películas norte americanas.
–Me gustaría conservar mi nombre dentro del nombre nuevo, por favor. Es el nombre que mis padres me han dado, después de todo.
Sus padres le sonrieron y el Sumo Sacerdote asintió como si fuera la cosa más lógica.
–Una decisión prudente. Si llegaras a encontrarte con algún conocido de la ciudad baja en el futuro y este te llamara por tu nombre, podría cubrirse como un apodo o algo así.
Ella asintió tratando de pensar en nombres para ella, a punto de sugerir uno cuando Heidemarie hizo un sonido curioso, llamando la atención de todos que la notaron con una enorme sonrisa.
–¿Qué tal Myneira? Era el nombre de la difunta madre de nuestra difunta madre. Es un nombre fuerte que habla de protección y ayuda. Nosotros te brindaremos protección y tú podrás cumplir tu sueño de brindar ayuda al ducado. ¿Qué opinas, hermanita?
Sonaba un poco extraño, pero la historia que venía detrás le gustaba mucho. Le permitía conservar su antiguo nombre y recordarle su propósito y el de la adopción.
Miró a sus padres entonces, solo para darse cuenta de que ellos también sonreían complacidos.
–En ese caso, hermana mayor Heidemarie, futuro hermano Eckhart, es un placer presentarme de nuevo. Mi nombre es Myneira Tochter Liljaliv. Cuento con ustedes, estoy a su cuidado.
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Notas de la Autora:
Myneira = Myne Mía, Eira Protección o Ayuda. Myneira Tochter Liljaliv
Debo decir que me estoy divirtiendo con esto… ¿por qué? Bueno, llegaremos a eso de manera eventual, pero en sí… me emociona tener una Myne que no será nada borde con sus sentimientos como la del canon y ustedes no saben cuánto he fantaseado con eso.
