El domingo tuve una terrible confusión con los capítulos, apenas pude subir el capítulo anterior, que era el correspondiente a esta semana. Por favor, ve un capítulo atrás si aun no lo has leído o te perderás del bautizo de Myneira y un par de inconvenientes bastante graciosos.
La Revolución de Mestionora
Desplantes musicales
La siguiente vez que Myneira se sintió molesta y frustrada por todas las exigencias de Ferdinand o por el hecho de no poder deambular tranquila por los pasillos del Templo cuando salía de la habitación que ocupaba como Jefa del Orfanato, se aseguró de practicar una canción bastante específica en el piano.
Ni tres días después de sacar toda la canción y tararear la letra que aún estaba traduciendo, Ferdinand se apareció en la sala de música para preguntarle por su nueva composición. Sin duda, Rosina estaba tan extasiada que no tardó en hablarle de ello porque esta no era una pieza de música clásica como las otras que estuvo "componiendo" para el enorme instrumento del que se estaban construyendo uno para Bonifatius, otro para Heidemarie y uno más para el Archiduque.
–¿Quiere escucharla, Sumo Obispo?
–¡Por supuesto! –dijo el jovencito sin sospechar nada.
Myneira simuló empezar a tocar, deteniéndose luego de unas cuantas notas para mirarlo con toda la inocencia que pudo.
–¿Le gustaría sentarse a mi lado para ver qué teclas toco?
La idea pareció ser del agrado de Ferdinand y pronto estuvo sentado en una silla junto a ella.
Myneira sonrió. Era hora de vengarse por sus mejillas, algunas reprimenda injustificadas y el excedente de trabajo que el mocoso a cargo del Templo se negaba a dejar en manos de los eruditos del castillo con una buena tomada de pelo, cortesía de la serie de Tsubasa Chronicles del estudio Clamp.
La niña dejó que sus dedos volarán por las teclas, jugando con la dulce y triste balada antes de tomar aire y comenzar a cantar la traducción en qué estuvo trabajando.
Bésame, yo duermo en silencio
Sola estoy en nieve y hielo
Soñaré, convocándote
Eres mi amor
La reacción fue inmediata una vez que el hombre regresó en línea tras el shock inicial.
Lord Ferdinand la sostenía de la mano con una cara amarga y descalificante en tanto ella tenía problemas para aguantar la risa.
Cómo Urano, nunca le dio problemas a su madre al llegar a la adolescencia. Todo eran libros. Libros y las quejas usuales de "¿Por qué disminuyes mi tiempo de lectura con esto, mamá? ¡No me interesa esta actividad en lo absoluto!" pero ella siempre cedía y su madre siempre la sacaba antes de que pudieran terminar los proyectos más largos, como si luego de medio curso se rindiera ante su falta de interés.
Sabía que su vecina tenía la suerte de una madre normal. Podían escucharla a ella y a su esposo amonestado a Shuu cada vez que el chico se escapaba de casa para meterse de manera ilegal a los arcades y los había visto resoplar y mirarlo con fastidio cada vez que el muy idiota decía algo inadecuado durante sus reuniones.
"¡A veces no puedo evitar querer molestarlos! ¿Sabes?" le confesó su amigo una vez, luego de escaparse de casa para colarse a su habitación, arrebatarle lo que estaba leyendo y darle en cambio un par de mangas shoujo "Es como si necesitara tomarle el pelo a ese par de ancianos que tengo por padres para que se relajen un poco. ¡Son tan anticuados!"
Y de pronto, por primera vez, se sentía identificada con lo que decía su amigo.
–¿Por qué insistes con canciones desvergonzadas? –le murmuró con las orejas tan rojas que parecían artificiales, fastidiado y sin comprender–. Primero eran abrazos y tomarse de las manos, ahora besos, hielo y… ¡¿nieve?! ¿Es que Elvira y Heidemarie no te aclararon las cosas cuando las visitaste la última vez?
–¡Oh, si! Me dieron una parte de mi… ¿Cómo llamaron a eso? ¿Educación de dama? Educación sexual sería más adecuado…
–¡Myneira!
–Ustedes son una bola de aguafiestas, en serio.
–¡Myneira! –elevó su tono en volumen a uno de advertencia… demasiado tentador.
–¿Qué debería cantar entonces? ¿Toca mi boca con la tuya en lo que pintas mi piel con tu mana porque me siento sola como Geduldh en el hielo de Ewigeliebe? ¿Lléname con tu semilla luego de hacerme…?
–¡Se acabó! –dijo el muchacho, soltando la mano de la niña y poniéndose en pie con algo más que las orejas rojas y cubriendo sus ojos, avergonzado, caminando a la salida y deteniéndose junto a Rosina–. Envíame las partituras de la melodía para que componga una canción adecuada con ella y dile a Jenny que le dé una campanada entera de clases en poesía y nobles eufemismos a esa descarada.
Ferdinand se fue y Rossina se cubrió el rostro con sorpresa a lo que Myneira solo sonrió demasiado satisfecha.
'¡Así que menos tiempo de lectura y más tiempo de estudios! Muy bien. Puedo hacerlo mejor.'
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Pronto llegó el momento de ser puesta en su último jureve. Tal y como Heidemarie y el Sumo Obispo sospechaban, no duró ahí las dos semanas y el examen final arrojó que ya no tenía un solo cúmulo en su sistema. Se sentía feliz. De nuevo era una persona saludable.
Por supuesto, su familia plebeya no tardó mucho en festejar su condición actual.
Todavía se cansaba si hacía demasiado esfuerzo, pero ya no le daban esas fiebres tremendas, además, Heidemarie y Eckhart le obsequiaron una pulsera nueva para ayudarla con su maná, mostrándole la otra parte de dicha herramienta para niños. La especie de farol de vidrio y oro era mucho más grande ahora y que contenía piedras fey nuevas que, estaba más que segura, no volverían a ser ámbar, sino amarillo pastel. Quizás lo más curioso de todo fue que ni su hermana, ni su padre de bautizo dijeran una sola palabra al respecto. Decidió hacer cómo que nada pasaba, igual que ellos.
Por supuesto, no todo era felicidad y festejos.
Tal y como aseguró con el jefe del gremio de lauderos, pronto tuvo un prototipo de un arpa y una guitarra, mismas que enseñaría a tocar a Rossina y a los niños del orfanato hasta encontrar a alguien adecuado para especializarse en ellos. Ella solo sabía lo más básico porque recordaba haber leído algunos instructivos sobre instrumentos de cuerda cuando su hija menor se interesó en ellos.
Su restaurante en la zona norte de la Ciudad Baja seguía en preparaciones, pero al menos sus chefs y algunos chefs nuevos ya podían manejar la mayor parte de las recetas que les había dado, pizza incluida. Que su abuelo Bonifatius se ofreciera como su socio comercial para abrir otro en el Barrio Noble no le sorprendió demasiado.
El hombre estaba en serio enamorado de sus platillos, al igual que su esposa, la única de las dos esposas que seguía con vida. Luego del bautizo, Heidemarie y Eckhart tuvieron que prometer que pasarían al menos un día de cada mes en la finca de Bonifatius para que la niña conviviera con la pareja como lo hacía con los otros Linkberg.
Así fue como conoció a su tío Traugott, quién estaba a un año de su propio bautizo y que parecía fascinado con las historias de viejas hazañas narradas por el retirado y viejo Lord Comandante.
–Vaya que tienen mucha energía en esa casa –comentó una tarde mientras compartía el almuerzo con Lord Ferdinand.
–Mucha energía es poco decir. Escuché que Bonifatius rompió un templo por accidente durante su tiempo en la Academia Real.
Eso picó la atención de Myneira, quién pidió que su "adorado bisabuelo" le contara sobre el incidente la siguiente vez que lo visitó. El hombre no tardó nada en contarle, aún si la historia le suponía que su esposa le diera un sonoro golpe en la espalda que solo lo hizo reír.
–¡Bonifatius, destrozar los Templos no es algo de lo que jactarse!
–¡Mujer, no seas así! ¡Myneira quería escuchar la historia! –respondió el hombre todavía sonriendo en una actitud casi tan tonta como la que ponía con ella–. ¿Debo negarme si nuestra hermosa bisnieta nos pide una historia?
Hermelinda suspiró derrotada, dándole otro sonoro golpe a su esposo antes de dar una señal para que su asistente moviera la silla en qué estaba sentada para acercarla a Myneira, de modo que pudiera darle algunas caricias en el cabello sin dejar de sonreírle.
–No es necesario que te aburras con las historias absurdas de ese viejo bobo, Myneira. ¿Por qué no nos hablas un poco más de ese restaurante que vas a poner con él?
La bisabuela Hermelinda le agradaba bastante, lo suficiente para lamentar que no existieran las sillas de ruedas electrónicas ahí. Le daba pena que una mujer de su edad estuviera incapacitada para caminar, así que su siguiente invento fue una silla de ruedas que pudiera moverse con maná.
En momentos como ese, agradecía que Lord Ferdinand fuera un científico loco como Tetsuo porque apenas mencionó que sería perfecto que Hermelinda pudiera mover las llantas con maná, el muchacho se dedicó a experimentar con diversos círculos mágicos.
–¿Era esto lo que tenías en mente, Myneira? –preguntó el Sumo Obispo mostrándole una silla de madera y metal con dos grandes ruedas atrás, dos más pequeñas al frente, un par de estribos donde descansar los pies y círculos grabados en los reposabrazos.
–¿Cómo funciona?
Ferdinand se sentó entonces, poniendo sus dedos en los círculos y explicando como pasar el maná para dar dirección y movimiento. Myneira caminó hacia él con una enorme sonrisa, preguntándole algo respecto a los círculos para que él se agachara a mostrarle y ella pudiera poner una mano entre sus cabellos, despeinándolo como habría hecho con cualquiera de sus nietos.
–¡Buen trabajo, Ferdinand! Te has esforzado como un buen chico.
Ferdinand se enderezó de inmediato con sus orejas rojas y los ojos muy abiertos.
–¿Qué crees que estás haciendo?
–Felicito al muchachito que ha hecho un muy buen trabajo, tal como haría una buena abuela.
–¡Tú no eres mi abuela y yo no soy un muchachito!
–¡Claro, claro! –respondió ella como si él tuviera siete años y ella fuera la adulta ahí–, eres todo un hombre, Lord Ferdinand.
–¡Myneira!
–Si, si –respondió ella suprimiendo una risita traviesa, encorvándose un poco y caminando con las manos a la espalda–, ya no soy una anciana. Perdón por tratarte como a un mocoso problemático, mis mejillas clamaban venganza.
Acto seguido, sus mejillas lamentaron la broma, sin embargo, las orejas de Ferdinand ya no volvieron a la normalidad durante la siguiente campanada.
Para cuando llegó el Festival de la Cosecha, Myneira fue enviada a Haldenzel junto al erudito personal de Lord Ferdinand, el mismo tipo raro que la estuvo estalkeando antes. La silla estuvo lista para ese momento y la bisabuela Hermelinda más que agradecida por recuperar un poco de movilidad.
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El invierno estaba a una semana de distancia y con ello su debut.
Su vestido para tal evento estaba listo. Diseñado por Elvira y Heidemarie que parecían extasiadas por poder jugar con ella a las muñecas, de nuevo. La tela teñida por su madre y el vestido cargado de flores de hilo tejidas por su hermana hacían que esperara con ansias el momento de cargar todo ese afecto filial sobre su pequeño cuerpo que ya era casi del tamaño de un niño normal de siete años.
Según sabía, el día de su debut, el Aub aprovecharían para anunciar su adopción por parte del abuelo Bonifatius y la abuela Hermelinda. Luego de obsequiarle la silla a Hermelinda no hubo forma de rechazar el ofrecimiento de la anciana para adoptarla y protegerla de esos "trombes olvidados por los dioses" que abundaban por Ehrenfest, según la pareja de jubilados.
Myneira comprendía que, debido a su nuevo estatus, Ferdinand debía ser mucho más estrictos con ella dado que pasaría de ser como la hija de un empresario reconocido a una princesa. Aun así, no se explicaba que Ferdinand estuviera tan gruñón. El chico necesitaba saber que ella también estaba molesta porque se le despreciara de ese modo en lugar de alabarla por su buen trabajo y su esfuerzo continuo como empresaria, directora del orfanato, Suma Sacerdotisa y alumna.
Así fue como redobló sus esfuerzos por componer una canción.
Estaba más que segura de que no la cantaría completa. De todos modos, se aseguró de prepararla entera, con nobles eufemismos para que el chico que tenía como tutor notara el excelente trabajo que Jenny había hecho con ella a lo largo de la última temporada y media.
Cuando Ferdinand entró a tomar la comida con ella, tal y como ya era costumbre, conversaron un poco, con él más enfurruñado de lo que esperaba. Luego puso su plan en marcha.
–Compuse una canción, Sumo Obispo ¿Le gustaría oírla luego de asegurarse de que la canción que ofrendaré a Leidenshaft está bien trabajada?
–¡Por supuesto! Tengo un poco de tiempo.
'¡Ay, Ferdinand, Ferdinand! Para ser tan inteligente y tener una memoria eidética, me sorprende que ni siquiera sospechas lo que voy a hacer.'
Procedió entonces a instalarse e interpretar lo que cantaría para su debut, luego sacó una herramienta antiescuchas de rango específico y la activó, contenta cuando notó que alcanzaba a cubrir a Ferdinand también.
–¿De dónde sacaste eso?
–La bisabuela Hermelinda fue muy amable de dármela para que mis secretos comerciales no vayan desparramándose por ahí cuando hablo con mis socios o discuto las ideas contigo después de la comida –explicó ella, dejándolo creer que esta era una canción para venderse.
Sin más preámbulos, se acomodó bien el harspiel y comenzó con la introducción de su composición, sintiéndose orgullosa porque esta melodía, esta letra, no eran algo que hubiera escuchado antes. Era suya, de verdad suya y eso le encantaba.
La niña sonrió visualizando a Tetsuo antes de enfermar, arrogante como un pavo real y envuelto en su curiosidad usual mientras le comentaba sobre el último proyecto de investigación que planeaba llevar a cabo con el hijo de ambos. No tenía nadie más a quien dedicársela aún.
Con la imagen en mente y una gran sonrisa, la chica comenzó a tocar la introducción en el harspiel, tomando aire para comenzar a cantar.
Tíñeme con tus colores
Quiero recibir junto a ti el invierno.
Píntame con tus caricias
Y enciende conmigo
El fuego de Beischmacht.
Deja que bese tus labios
Mientras Bluanfah baila por nosotros
Toma
Ya
Éste raffel.
Estaba a la mitad de un arpegio algo complejo y más que gratificante cuando sintió como le retiraban el harspiel de entre las manos.
Miró arriba con inocencia fingida, encontrando un adorable sonrojo cruzando el rostro de Ferdinand de oreja a oreja así como una mueca amarga en su boca.
–¿Qué significa esa… esa canción desvergonzada?
Sonrió como si nada, ignorando por completo sus ganas de dejar escapar una carcajada por un trabajo tan bien hecho. El hombre debió hacer corto circuito nada más empezar la canción porque la dejó cantar más de lo que esperaba.
–Es una canción romántica con nobles eufemismos, por supuesto. Cuando morí, se escuchaban cosas más crudas en muchas canciones que no tenían nada de romántico, si debo ser sincera. Esto sería considerado… tierno en mi mundo de sueños, Sumo Obispo.
–¡Es más que desvergonzado! ¡Es libidinoso y perverso!
–¡Pero metí a Bluanfah para hacer hincapié en que no es una petición nacida de la lujuria sino del amor!
–¡Y aun así es más que descarado y retorcido!
Lo observó con cuidado. El mocoso debía sentirse tan incómodo como cuando ella y Tetsuo asistieron con sus hijos de dieciocho y veintiún años al cine a ver una película en la que mostraban desnudos y una pareja haciendo el amor a medias… muy desconcertante, pero sus hijos ya eran adultos según la ley.
Solo sonrió sin darle importancia al asunto.
–Supongo que tendré que reservarla para mi futuro Dios Oscuro, ¿o me equivoco?
Ferdinand soltó un suspiro exagerado. El jovencito se mostraba tan compuesto y en control que verlo sin saber qué hacer con ella resultaba refrescante en ocasiones.
–¿Por qué me torturas de este modo? ¡Sabías que me iba a parecer… perversa e incómoda!
–¡Upsy! –se mofó un poco al verse descubierta–. Has estado tan gruñón que pensé que tomarte el pelo sería una manera divertida para que te relajes.
–Tengo a mi cargo una niña de supuestamente siete años cantando sobre el invierno, ¡¿cómo es que eso me va a relajar?!
–No lo sé, pero me siento contenta de que se entendieran bien los eufemismos –dijo ella con la misma arrogancia con que Tetsuo se habría burlado de ella en el pasado–. Será mejor que encuentres un pasatiempo o algo que te ayude a relajarte, Ferdinand, o en lugar de componer más canciones desvergonzadas, me pondré a traer y traducir la música romántica y la de flirteo que sonaba en mi país en mi mundo de sueños… y te obligaré a escucharlas, por supuesto.
Lo vio tragar con dificultad, observándola incrédulo.
'¿No es una ternura cuando está abochornado? Quizás por eso no se ha casado todavía, dudo que otras chicas aparte de Rosina y yo lo hayan visto así… debería invitar a Wilma a ver esto la próxima vez que le juegue una broma. Quiero ver cómo reacciona una chica normal.'
–¡Tú, en serio…! –se quejó él, haciéndola sonreír aún más.
–Bueno, sé que tengo siete años, supuestamente, pero recuerda que viví lo suficiente para ser una abuela, así que no dudes en contarme si algo te preocupa. Los problemas son más pequeños cuando se comparten.
El Sumo Obispo solo soltó un largo suspiro cansado, apretando su hombro en lugar de su mejilla antes de despedirse y retirarse.
Al día siguiente, durante sus horas de trabajo de escritorio, Ferdinand la llevó a su habitación oculta para enfrascarse en una acalorada discusión sobre como esperaba que ella se comportara en la sala de juegos o lo que implicaba para el Archiduque que ninguno de sus hijos fuera a alcanzar la edad del bautizo los próximos tres años.
–¡¿Quieres que lo jure por la Diosa de la Luz?! No pondré a nadie en ridículo por hablar del invierno, mantendré una sonrisa noble en mi rostro todo el tiempo e incluso calmaré al abuelo si se exalta demasiado.
–También trata de mantenerte lo más alejada que puedas del Archiduque… y de su madre, llevará un velo en la cabeza. Siempre lleva uno.
Ambos suspiraron con algo de fastidio. Myneira estaba considerando lo último, notando al chico luciendo más exhausto de lo usual.
No estaba segura de que lo tenía tan agobiado, si la preocupación de que ella no se comportara o tener que enfrentar a la tal Verónica, de cuyas fechorías le habían estado informando sus padres nobles y sus próximos padres de adopción.
–Ferdinand.
–¿Dime?
Myneira sonrió al darse cuenta de que era hora de salir a terminar con el trabajo de escritorio del castillo, todavía preocupada por el pobre muchacho que debía cargar con ella, el Templo y la contabilidad del castillo.
–Gracias por ser mi amigo y mi guardián. De verdad me alegra que me salvaras dos veces.
No alcanzó a escuchar la respuesta, notando las orejas de Ferdinand sonrojadas y viéndola con los ojos muy abiertos, incrédulo por alguna razón.
–Por cierto, entiendo que el Archiduque es el que manda y que ambos se llevan muy bien, pero ya no aceptes más trabajo del castillo. "A Dios lo que es de Dios y al Hombre lo que es del Hombre". Recuérdalo la próxima vez que nos quieran colgar con más trabajo extra. Nos van a dejar sin tiempo para dormir o tocar el piano si esto sigue así.
No tuvo que decir más, solo bajar con cuidado de la banca donde ya era usual que se sentara para tomarle la mano y apretarla un poco, sonriéndole cuando al fin volteó a verla. Ferdinand asintió y ella se fue a terminar con su trabajo del día y sus asignaciones.
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–¡Es una pena que no estaremos ahí para verte, Myne! –suspiró su madre cepillándole el cabello en tanto Kamil gateaba frente a ellas, con Tuuri terminando de servir la comida y su padre levantando los juguetes que su hermano menor iba dejando a su paso.
–Es verdad. ¡Vas a verte como una princesa con el vestido y el adorno nuevos! Mi preciosa hijita será una visión.
Su padre tomó a Kamil en brazos y pronto todos estuvieron sentados a la mesa, charlando de forma animada, cenando la deliciosa comida que su madre y su hermana mejoraron de e las recetas que les había dado y apenas Kamil se durmió y su padre lo acostó a dormir, todos la tomaron de la mano, mirándola con algo de aprehensión y sonrisas nerviosas.
–Así que… no podremos verte en todo el invierno, ¿eh? –dijo su padre tratando de sonar calmado y fallando de forma miserable.
–El Sumo Obispo prometió avisarles cuando esté en el Templo por medio de Fran o de Luca.
–¿Estarás quedándote en la finca de los nobles que te adoptaron, Myne?
En realidad, no lo sabía. No estaba muy segura de nada. Dentro de lo poco que logró sonsacarle a Ferdinand esa semana, tendría que quedarse en el Castillo, sin embargo, ni él ni los Linkberg se sentían seguros dejándola ahí, así que la estarían llevando a alguna de las fincas por la noche, poco antes de la hora de cenar y la devolverían poco después del desayuno. Cuando fuera la hora del Ritual de Dedicación, sin embargo, volvería al Templo, que tan antes volvería, eso lo decidiría el clima, así que bien podría estar quedándose en el Templo un mes y medio o solo dos semanas. Pero no podía decirle esto a sus padres.
–Me quedaré en el Castillo con los otros nobles, parece que debo quedarme en una… sala de juegos o algo así para conocer a otros niños de mi edad y aprender más cosas. Dependiendo del clima será el tiempo que regrese al Templo. Lamento mucho que no podré verlos ni a ti, ni a Kamil, mamá.
–Está bien, Myne. No te preocupes –la calmó su madre sonriendo de un modo más sincero–. El Sumo… Obispo ha cuidado muy bien de ti y ha cumplido con todo lo que ofreció. Es cierto que es difícil cuando tienes que irte de casa tanto tiempo, pero hemos podido apreciar como creces y sanas. Te has vuelto mucho más enérgica e incluso tienes un mejor semblante. Te estás esforzando mucho, Myne, así que, lo he estado pensando. Voy a prepararme mucho este invierno y durante la primavera para la certificación de beruf.
Tanto ella como su hermana se mostraron sorprendidas y emocionadas. Myne se puso de pie sobre su silla en tanto Tuuri bajaba corriendo para abrazar a su madre. Ambas la felicitaron luego de que Myne recordara que no debía pararse en las sillas y bajara de ella para abrazar a su madre también. Su padre comenzó a reír, tomando a su madre del mentón para depositar un pequeño beso en su frente y felicitarla en un medio abrazo, pidiendo luego a las dos niñas que guardarán silencio un momento.
–Su madre no es la única que ha tomado la decisión de prepararse para dar el siguiente paso –comentó Gunther y las dos hermanas se tomaron de las manos sin dejar de mirarlo–. Estaré practicando mucho mi lectura y escritura, entrenaré un poco más todos los días y pediré permiso para ser transferido a la puerta norte.
En medio de la emoción general y el orgullo que debían sentir todos, pronto los cuatro acabaron inmersos en un abrazo familiar.
Cuando los ánimos bajaron un poco, Myne se alejó un par de pasos, mirando a sus padres con afecto y curiosidad.
–Mamá, papá… ¿puedo preguntar porque todos estos cambios?
–¿No lo adivinas, Myne? –preguntó Tuuri con las pequeñas risillas de su madre de fondo–. Mamá tratará de poner un taller de teñido en el norte y papá busca un puesto más cerca del Templo, uno donde pueda ganar más dinero. Así será más fácil que podamos vernos.
Su corazón latía con fuerza y una sensación cálida y reconfortante la cubrió.
Ella también lo habría hecho. Se habría esforzado mucho para mudarse si de ese modo garantizaba estar con sus hijos, viéndolos saludables y creciendo luego de luchar por sus vidas.
–Aunque, no solo nosotros nos mudaremos, Myne.
Las palabras de su padre le llamaron la atención. El hombre seguía sonriendo de forma apacible ahora, tomándola en brazos y sentadilla en una de sus piernas para poder acomodarle su cabello y acariciar su rostro.
–La madre de Lutz se ha vuelto muy buena haciendo velas aromáticas, ¿sabes? Sasha y Ralph de verdad han mejorado mucho en el grabado de velas. La madre de Lutz planea prepararse para tomar la certificación beruf. En verano buscaremos un lugar donde colocar ambos talleres con ayuda del señor Benno, de ese modo será más sencillo para todos.
Sus ojos se iluminaron entonces. Sus esfuerzos comenzaban a dar frutos, pronto las dos familias que la vieron padecer su enfermedad tendrían una vida mejor. Su hermanito Kamil crecería en la zona norte o bien en la zona central y ella podría pasar más tiempo con todos.
Estaba demasiado emocionada y la vida en el Templo en definitiva debía haberla influido más de lo que esperaba, porque justo después de abrazarlos, todavía sentada en las piernas de su padre recitó una oración dando las gracias a los dioses pidiéndoles fuerza, perseverancia y fortuna, misma que salió de su anillo como una bendición. Cientos de hermosas luces bañaron a sus padres, a su hermana y, estaba segura, a la familia de Lutz. De eso último no estuvo segura porque el hermano Fran y la hermana Hanna estaban esperando por ella en la puerta al día siguiente, a eso de la segunda campanada y media. Era hora de partir para terminar de afinar las preparaciones para su debut, su adopción por parte del abuelo Bonifatius y para conocer la famosa sala de juegos.
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Notas de la Autora:
De antemano pido disculpas porque SI QUE HUBO errores la primera vez que publiqué este capítulo... empezando por el hecho de que... perdón, perdón, perdón, me confundí y me salté un capítulo, el cual ya está colocado en su lugar. Por lo mismo, este capítulo no tenía ni siquiera la revisión previa a la final, así que tenía errores, cómo el ehcho de que Myneira estuviera viendo por primera vez la otra parte de su herramienta para niños (ya sabemos que la conocía) o que ahora deben prepararla como candidata a archiduquesa (que me enteré en Discord hace un par de semanas que no es posible si Bonifatius es quien la adopta), errores que ya están corregidos.
De nuevo una disculpa. Semana larga. Domingo aun más largo porque teníamos festejo en casa, con gente ajena a la familia y yo soy super lenta para todo lo de la casa, así que todavía teníamos hasta sellador de paredes por aqui, ya se imaginarán.
En todo caso, espero que disfruten este involuntario 2x1 en capítulos. Les deseo a todos un feliz inicio de semana.
