Esa Granger ya está muert* nomás no le han avisado
Hermione Granger estaba segura de que su vida había terminado.
Después de la debacle en la clase de pociones donde Snape la había atrapado dormida, y no sólo dormida si no en medio de un innombrable sueño con él como protagonista, no había levantado la cabeza.
Había ocultado el rostro en las manos desde que salió corriendo de clase de pociones pegada a Harry y Ron y ahora mismo su cabeza golpeaba rítmicamente contra la mesa de estudio en la sala común de Gryffindor.
-Hola Herms ¿Qué sucede?
Ginny, ajena a todo llegó justo en ese momento de su clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, ignorando las señas desesperadas de Ron (al que parecía que un hombre invisible estaba ahorcando) y de Harry, se sentó junto a su amiga, poniendo una mano amable sobre su espalda.
Hermione emitió un sonido mezcla de hipido y llanto, dejando de golpear si cabeza contra la mesa, giro su rostro a la pelirroja.
-¡Santa Morgana! ¿Qué le hicieron par de imbéciles? ¡Ya decía yo que un día la iban a volver loca con sus estupideces!
Ginny se levantó, sacando su varita del bolsillo de la túnica y empezó a lanzar hechizos de moco-murciélago a Harry y Ron que corrieron desesperados, dejando a la castaña de mirada perdida golpeándose la cabeza contra la mesa.
-¡Lo juró lo juró! ¡No tuvimos nada que ver!
Gritó Harry corriendo de regreso
-¡Siii! ¡No fuimos nosotros, fue el murciélago de las mazmorraaaas! gritó Ron mientras un moco-murciélago le dio de lleno, derribándolo sobre unos de los sofás.
-¿Qué?
-Fue Snape -confirmó Harry sentándose junto a Hermione- la atrapó dormida en la clase teórica y desde entonces esta como ida.
-¡Por la vieja varita de Dumbledore! ¿Qué castigo le dio?
-Una redacción -contestó la castaña con voz como de ultratumba- oh Merlín!
-¡Pero si eso es para ti pan comido!
En respuesta la castaña sólo continuó estampando la frente contra la mesa.
Camino a enfrentar su destino, Hermione Granger se desplazaba como un fantasma condenado a muerte. Sólo su férrea voluntad de ser la mejor estudiante la obligaba a presentarse en la oscura guarida de su profesor de pociones.
En su mano llevaba un largo pergamino enrollado con la más magistral redacción novelística, que describía un falso estudio sobre los pensaderos con el que, en la mas absoluta falacia, se había obsesionando durante las vacaciones post-guerra pre-Hogwarts. Mismo que hizo a toda máquina mientras se inventaba a toda máquina argumentos para averiguar que tanto de su sueño había visto Snape.
Llegó a la puerta del despacho, su temido destino, y se estaba dando unos segundos extras de valor antes de tocar la puerta cuando escuchó voces.
-Si! si! Severus justó ahí!
Acompañado de un rítmico golpeteo.
La voz de mujer, porque sonaba inconfundiblemente femenina, siguió profiriendo una letanía similar de expresiones de aprobación. Mientras la castaña, perdiendo toda valentía, se quedaba paralizada.
-Calla despreciable marisabidilla, ¡Silencius!
El grito indudable de su profesor terminó con la retahíla de expresiones femeninas. Pero entonces el resto de sonidos resultaron audibles para la castaña: el golpeteo que parecía aumentar de velocidad, un golpeteo alternativo similar a palmadas y otro que evocaba a algo húmedo. Y por encima de todos, el sonido más perturbador. Un gruñido bajo, proveniente de los sueños o pesadillas de la castaña.
Ese fiero sonido que recordaba cada que tenía oportunidad y tiempo a solas.
Si en el mundo mágico había un mas allá para ella, esperaba que ese sonido estuviera en su paraíso, porque ya le había dado infiernos de desesperación.
Podía escuchar claramente como su profesor gruñía por el esfuerzo ante cada golpeteo.
El delirio se apoderó entonces de la mente de Hermione Granger, sumergiéndola en la sensación de estar soñando o fantaseando. Casi sin procesar la acción, sujetó el pomo de la puerta y la abrió, lentamente y sólo un poco, sólo lo suficiente para observar a las dos figuras en el iluminado interior.
Era el colmo.
Cómo había llegado él a este estado tan deplorable y humillante, qué oscura fuerza kármica lo tenía metido hasta el cuello en semejante humillación.
Bueno, en realidad si sabía. Lo había sabido hace unos años. Pero había escalado en forma exponencial y ahora estaba exponencialmente explotando en su cara.
Todo comenzó cuando ese anciano metomentodo lo había obligado a darle clases de Oclumancia al despreciable Potter. La petición era natural y en realidad, Severus lo había estado esperando durante un tiempo y preguntándose cuánto más debería esperar para iniciar con las clases. El mocoso las necesitaba con urgencia, pero el pocionista tuvo que esperar hasta quinto curso para recibir el visto bueno de anciano. La indicación de darle las clases estaba bien, lo malo fue la frase con la que el maldito Dumbledore lo despidió antes de enviarle a Potter.
-Ah, Severus? Ten cuidado, yo que tú, para evitar accidentes retiraba de mi cabeza todos esos recuerdos traviesos que pudieran darle ideas a un chico lleno de hormonas. Tú sabes, él no necesita saber como se ve una bruja desnuda, después de todo, no sabemos si el pobre chico crecerá lo suficiente para aprovechar ese conocimiento.
Snape sacó de su cabeza su peor recuerdo (Lily muerta) y cada plática con el anciano donde la mencionaba. Luego, gastó un considerable tiempo sacando de su cabeza cada escapada, cada fantasía, desde su primera paja hasta esa furcia pelirroja a la que había mordido en esa fiesta donde Narcisa atrapó a Lucius y casi lo castra por tener una bruja en las rodillas. Sí, esa ridícula mordida que le había dado el mote de Murciélago de las Mazmorras.
No conforme con eso, también había sacado los recuerdos de ese nefasto grupo de bullys que lo había maltratado, en su adolescencia. Y ¿por qué no? también sacó su espantosa infancia.
Severus nunca se había sentido tan ligero, mentalmente hablando, con una sensación de ingravidez. Imaginó que sus recuerdos eran una pesada ancla que lo ataban al millón de responsabilidades que la culpa le brindó. La sensación era verdaderamente embriagante. Luego, el chico Potter había visto esas primeras memorias. Afortunadamente el experto oclumante en que se había convertido, logró expulsarlo después de ver a sus bullys. El odio que lo recorrió por semejante intromisión, seguramente se debió al hecho de tener esos recuerdos separados de su mente, aislando esos sentimientos de responsabilidad sobre el molesto muchacho, al que echó de su despacho sin contemplaciones.
Volvió entonces a su pensadero, a recuperar recuerdo a recuerdo, sin imaginar que alguien había entrado al pensadero momentos después.
Snape se movía como una maquina perfecta, empujando desde atrás a una bruja de alborotado pelo castaño, que se encontraba casi totalmente inclinada sobre la mesa del despacho del profesor, ofreciéndole a este acceso total a su trasero desnudo.
No había mucho más visible de la bruja, solo los redondos músculos glúteos, la ropa levantada hasta la cintura y el alborotado cabello.
La perturbada estudiante de 8vo curso ingresó al despacho, vigilando con ansiedad que su profesor no se diera la vuelta, caminando sin hacer ruido sobre la alfombra hasta la cortina, dónde parcialmente se ocultó.
Siguió cada movimiento rudo del pocionista, que vestido en su totalidad, manejaba a su antojo el cuerpo de Sybill Trelawney quien sólo se estremecía de mudo placer y arañaba, ahora la mesa, ahora la espalda del hombre.
Hermione no había esperado, jamás en todos estos años, ver otra vez de lejos todo ese despliegue de fuerza viril aplicado concienzudamente a un cuerpo femenino diferente al suyo. Bueno, diferente es un decir, ya que ahora que lo pensaba, su propio cabello podía rivalizar con el de la adivina a la que su profesor parecía estar sodomizando en este momento.
Inmediatamente, la golpeó la realidad y la conciencia de todo lo que estaba mal: espiar a su profesor, entrar sin permiso a su despacho, espiar los recuerdos de su profesor, mentir en su redacción de castigo, espiar a su profesor en los pasillos del colegio, inventar información irrelevante falseando estudios mágicos, espiar a su profesor teniendo sexo sucio y rudo con una mujer (que malditamente no era ella) en evidente éxtasis, y maldecir absolutamente a todo el colegio por no ser ella la destinataria de todo eso.
Se ocultó mejor tras la cortina cuando cambiaron a una postura donde ambos profesores se encaraban, y sin fijarse realmente sus manos dejaron caer el pergamino ya retorcido para apoderarse de sus propios senos cuando vio al profesor inclinarse para morder sobre la ropa, los de Trelawney y luego para meterse dentro de su falda cuando ambos llegaban a un muy evidente clímax.
El pocionista lanzó un hechizo no verbal limpiando instantáneamente su cuerpo, el de la bruja frente a él y el piso, antes de cerrar la única prenda que tenía abierta. Sybill acarició su garganta usando su propia varita, recuperando la voz, para decirle mientras se acomodaba el vestido.
-Fue una maravillosa última vez, Severus.
El hombre giró el rostro para desviar el beso de despedida que la adivina de dio y que terminó aterrizando en su mejilla.
-Nos vemos luego, espero no haber retrasado los castigos que debes aplicar.
-No te preocupes Sybill, dudo que se presente el alumno castigado hoy.
La acompañó hasta la puerta que cerró inmediatamente tras la espalda de la adivina.
"Piensa Granger, maldita sea, cómo basiliscos vamos a salir de esta", se recriminaba la castaña, escondida aún tras la cortina mientras el hombre parecía reflexionar junto a la puerta.
Entonces, como un enorme balde de agua fría, cayó sobre Hermione Granger la arrastrada voz del Murciélago de las Mazmorras:
-Piensa quedarse ahí maldita sabelotodo insufrible o piensa a salir a recibir su castigo
Hola a todas, maravillosas lectoras. Recibí unos mensajes hace días, de un par de maravillosas lectoras anónimas sobre este y otros fics en pausa y finalizados, que me dieron la inspiración para concluirlos todos. Siéntense libres de comentar, pedir explicaciones y de este fic, esperar un epílogo más.
Saludos a todas y un fuerte abrazo. Festejemos mi regreso desde la tierra de los muertos.
