Capítulo 6 25 sep.
* * *P.V.A * * *
Miro el reloj de mi muñeca mientras tamborileo con los dedos sobre la pequeña mesa de mi salón, pero aquello me estresa más, con lo que me llevo el índice derecho a la boca para morderme la uña al ver que ya son las seis de la tarde. Me encantaría fumar, pero como sé que mi padre odia el humo del tabaco, me he cortado; a fin de cuentas, es mi invitado.
Doy un respingo cuando llaman a la puerta, y rápidamente me pongo en pie para ir a abrir a mis padres, no sin antes inspirar profundamente mientras pido suerte y energía al universo para la noche que se avecina.
Sin pensar más me lanzó a abrir la puerta, encontrándome con la sonrisa comedida de mi madre, y la mirada dura y fría de mi padre. Mantiene su típico rostro serio e inexpresivo, a pesar de que hace algo más de un año desde la última vez que nos vimos.
-Adelante, pasad. Bienvenidos. –Los invito a pasar haciendo una reverencia breve, apartándome de la puerta para que entren. Mi madre es la primera en hablar, acercándose para abrazarme con cariño.
-Airi, cuánto me alegro de verte, hija. ¿Cómo estás?
-Estoy bien, gracias. ¿Cómo va todo por Nagoya? ¿Habéis tenido un bien viaje?
-Ha sido algo pesado, pero hemos podido descansar en el hotel un poco. –Responde mi padre mientras se acerca a abrazarme fugazmente, con aquella falta de sentimiento suya.
Les ofrezco que se sienten mientras saco té para todos, escuchando los comentarios de mi madre sobre el piso, ya que en realidad lo imaginaba más pequeño. Mi padre entonces cambia de tema y me pregunta por el nuevo curso que inicié hace pocas semanas, cerciorándose de que sigo volcada en mi carrera.
Cuando le digo que, aunque va poniéndose más duro puedo llevarlo bastante bien, asiente con aprobación sin cambiar su semblante serio, donde descubro nuevas arrugas desde la última vez que lo vi, al igual que en el de mi madre, quien está perdiendo la tersura de su rostro delicado y claro. Me entristece saber que aquello se debe en gran parte a los disgustos.
Me sorprende igualmente ver que ella está más delgada, y que mi padre sigue manteniendo su complexión robusta. Es como mi hermano, bajo y ancho de hombros, y es increíble ver que tienen la misma mirada penetrante cuando están serios.
Vuelvo a la tierra cuando mi madre vuelve a hablar, haciéndome la pregunta que más temo.
-¿Sigues con tu novio? Genji, ¿verdad? Espero que lo podamos conocer por fin. –Agrega cuando asiento con una media sonrisa forzada
-¿A qué se dedicaba? –Interviene mi padre sin mirarme, llevándose el té a los labios parsimoniosamente, a lo que mi madre habla.
-¿No era mecánico?
-Sí, pero lo ha dejado porque ahora es propietario de un bar que su padre le ha regalado por su cumpleaños. –Comento sin darle mucho interés, pero veo como mi padre alza las cejas, pasando a entrometerse, cómo no.
-Vaya... debe ganar un buen sueldo entonces. ¿A qué se dedica el señor Takiya?
-Es empresario. Tiene muchas cosas entre manos; acciones y eso.
Trato de salir del paso como puedo, manteniendo mis nervios a raya, pero veo que mi padre no se lo traga. De todas formas, estoy convencida de que ya ha hecho sus investigaciones sobre la familia de Genji, y si no, lo hará muy pronto a la vista de su contestación.
-Vamos, que se dedica a la mafia.
-Kyosuke... –Agrega mi madre con tono serio, antes de que empiece a irse al garete la diplomacia, pero mi padre es incorregible y habla de nuevo con severidad.
-No, Tsuki, la franqueza es necesaria para saber a qué atenernos. Así si tu hija acaba casada con un delincuente y eso la lleva a la cárcel, no tendrás que sorprenderte, y no te romperá el corazón tanto.
-Genji no tiene nada que ver con la mafia ni con su padre. Su negocio es totalmente legal. –Salto con enfado, mientras le sostengo la mirada.
Antes de que nos enzarcemos en una pelea verbal, mi madre alza la voz levemente para mediar, hablando con tono dulce y relajado, aunque no logra ocultar la tensión que realmente siente.
-Por favor, no discutáis. Tengamos la fiesta en paz, hace mucho que no nos vemos.
-Sí, quizás deberíamos reservar fuerzas para cuando estemos en casa del tío Kenta. –Digo irónicamente, haciendo que mi padre me fulmine con la mirada un segundo, a la par que mi madre habla de nuevo.
-Airi, tranquila. Sólo nos preocupamos por ti, hija.
-No es muy educado venir a mi casa a juzgar a mi novio sin conocerlo de nada.
-Lo juzgaré cuando me lo presentes y pueda ver si de veras es trigo limpio.
Fijo mis ojos desafiantes en los de mi padre al escucharlo decir eso, y el orgullo que llevamos en los genes habla sólo, alzándose sin permiso.
-Muy bien, lo harás y tendrás que tragarte esas palabras y disculparte por creer ser tan observador.
Él asiente sin perder su altivez, mientras mi madre vuelve a intentar calmar los ánimos entre nosotros, diciendo que deberíamos ponernos en marcha a casa de Kenta, haciendo que nos movilicemos sin mediar palabra. En medio de aquel silencio mientras recojo los vasos y mi enfado se deshincha, me voy arrepintiendo de haberle dicho que le presentaré a Genji, temiendo que aquello no podrá acabar bien de ningún modo.
* * *P.V.S * * *
Llaman a la puerta y apago el cigarro, poniéndome en pie y dirigiéndome al pasillo mientras mi tío sale de la cocina y avanza hacia el mismo lugar, rebasándome y palmeando mi hombro con ánimo.
-Vamos allá. –Comenta tras sonreírme levemente, disponiéndose a abrir. Me siento estúpidamente nervioso y en guardia.
La primera en entrar es mi hermana, que saluda a mi tío con afecto, pasando a dirigirme una mirada que no sé cómo interpretar. No obstante, no puedo detenerme en eso cuando empiezan los saludos.
-Tsuki, me alegro de verte tan bien. –Saluda Kenta a mi madre, pasando después a tenderle la mano a mi padre, quien lo mira serio, pero acepta su mano mientras habla, y lo cierto es que me sorprende enormemente oír lo que dice.
-Hermano, me alegra verte después de tanto tiempo. Gracias por abrirme las puertas de tu casa a pesar de lo ocurrido entre nosotros, y gracias por cuidar de mi hijo.
Mi tío le devuelve la inclinación mientras le dice que no pasa nada, y entonces mis padres se dirigen a mí. Mi madre está a punto de llorar, escudriñándome con un brillo especial en los ojos, pero mi padre me contempla serio, con los labios ligeramente apretados. Para mí no habrá palabras agradables.
-Tamao, hijo... Cómo me alegro de verte, estás guapísimo. –Logra murmurar mi madre mientras llora, encaminándose hasta mí sin atreverse a tocarme. Verla tan emocionada realmente me impacta, pero soy incapaz de moverme, y sólo puedo decir que yo también me alegro, inclinándome levemente antes de que ella me abrace al final.
-Está bien, mamá. Hablaremos más tarde. –Susurro para que sólo me escuche ella mientras nos abrazamos, separándonos veloces. Kenta trata de consolarla silenciosamente a la vez que mi padre se pone frente a mí y me tiende la mano.
-Tamao.
Yo estrecho su mano sin decir nada, ya que nuestras miradas son suficientes para saber que esa es toda la cortesía que puede haber entre nosotros, y como el resto también lo sabe, Kenta propone ir a cenar sin más dilación. Nada quiere tentar a la suerte, así que nos dirigimos al salón donde está todo listo.
La cena está discurriendo tranquila, aunque la tensión puede palparse en el aire. No obstante, mis padres y Kenta hablan sobre el trabajo, sobre lo que ha cambiado Nagoya en este tiempo, y demás trivialidades para aplacar la sensación.
Por otro lado, Airi no abre la boca, algo que me extraña bastante y me hace pensar que ha debido suceder algo con mi padre. Es obvio viendo como se concentra en su plato tratando de no cruzar la mirada con él, manteniendo aquella cara seria de mal humor.
-Así que Tamao y tú trabajáis en el puerto, ¿no? –Escucho decir a mi madre, cuando mi padre interviene diciendo si pescar se me da bien. Entonces intervengo sin alzar la mirada de mi cuenco, manteniéndome sereno.
-Arreglo motores de barco, no soy pescador.
-¿Qué tal el salario? Aunque si vives aún con tu tío, supongo que no debe ser muy boyante.
-No está mal. De todos modos, Kenta no tiene inconveniente en que viva con él. Compartimos gastos. –Le respondo mientras siento como la tensión en el resto aumenta. Mi tío lo intenta subsanar diciendo que nos llevamos muy bien y soy muy trabajador.
-Eso no es razón como para no esforzarse más en la vida. –Mi padre hace una parada tras soltar su rollo moralista, haciendo que empiece a cabrearme. -Si hubieras estudiado en vez de acabar en ese instituto de gangsters, ahora podrías tener un trabajo más decente que el de simple mecánico.
Mi madre y mi tío intentan intervenir, pero yo me adelanto con firmeza, mirándolo fijamente.
-Algunos no necesitamos tener a gente chupándonos el culo para sentir que hemos triunfado en la vida. Prefiero tener el poco dinero y estudios que tengo, a vivir amargado como tú, jodiendo a la gente de mi alrededor para sentirme mejor con mi mierda de vida frustrada.
-Por supuesto, y si no siempre puedes huir y hacerte el gallito como hiciste hace años, eludiendo tus responsabilidades para con tu familia, y dejando que te mantengan otros que nada te deben. –Alza la voz con enfado, dejando de lado la comida.
-¡Tú eres el que ha eludido las responsabilidades con su familia! –Le respondo con indignación, golpeando la mesa con el puño. -¡Te jactas de ser un hombre respetable y preocupado por la familia, pero lo único que te preocupa eres tú y la reputación de tu apellido, lo que sintamos o queramos los demás te la suda!
-¡Todo lo que he hecho ha sido por el bien tuyo y el de tu hermana, ingrato! ¡He intentado que no fracaséis en la vida, educándoos para que os esforcéis! –Grita con potencia, visiblemente cabreado.
-¡Déjate de cinismo y gilipolleces! –añado de igual forma-. Todos aquí saben cómo eres. Nosotros nunca te hemos importado. Si has estado tocándonos las narices siempre ha sido para protegerte de lo que los demás podían pensar de nuestra familia de mierda. Lo único que te importa es el orgullo y la reputación de tu nombre, y si no fuera así, habrías venido antes a esta casa, a intentar arreglar las cosas conmigo por haber intentado que hiciera las cosas como tú querías, sin importarte si yo era o no feliz. Si te importaran tus hijos no te empeñarías en marcarles el camino a seguir, y te preocuparías de que hiciéramos lo que de verdad queremos para que fuéramos felices.
-¡Es muy fácil hablar cuando no has luchado ni sufrido por nada en la vida! ¡Si fueras un hombre, habrías entendido algo de la vida, y no seguirías comportándote como el niñato malcriado y débil que muestras ser!
Mi juicio se nubla por completo y soy incapaz de aguantar más, levantando de golpe para ir hacia él con afán de golpearlo con el puño, pero todos se levantan rápido para frenarme.
Mi padre se pone en pie igualmente para plantarme cara mientras mi madre le suplica que pare de hablar, a la vez que Kenta y Airi me agarran y tratan de tranquilizarme
¿Quién podía creerse que esto iba a salir bien?
