Capítulo 8

* * * P.V.G * * *

Llevaremos sentados en esta cafetería como veinticinco minutos, y siento que ha pasado una puta hora entera. Entiendo perfectamente todo lo que Airi me ha estado contando, y esos sentimientos que tanto Serizawa como ella tienen respecto a su padre. El tipo es un capullo engreído de malas pulgas.

El señor Serizawa no ha dejado de escudriñarme a cara de perro desde que llegué, aunque ciertamente el incidente de la moto no ha ayudado y es mi culpa, pero el tío no se corta un pelo con sus miradas inquisitivas ni con las cosas que dice, insinuando sutilmente que debo ser un gamberro maleante, cosa que debe venirme de familia, porque según dice, los negocios poco comunes son lo que tiene.

A pesar de todo eso, no dejo que sus fríos ojos ni tono arrogante me achante ni una pizca. Me recuerda mucho a Tamao en aquella primera época cuando nos odiábamos. Ciertamente tienen un gran aire en el rostro y la complexión, pero esa mirada cabreada la comparten totalmente.

Sin embargo, la madre es todo lo contrario. Amable, dulce y muy políticamente correcta, siempre intentando calmar los ánimos tras las palabras de su marido. Cada vez que sonríe de forma falsa, aunque muy convincentemente para aliviar tensión, veo a Airi en ella. Ninguno de los hermanos podría negar que aquella pareja son sus padres.

Airi se esfuerza en aparentar normalidad, pero lo cierto es que se la nota crispada, alerta ante cualquier cosa que su pare pueda decir.

-¿Cuánto tiempo lleváis juntos? –Pregunta el hombre tras un breve silencio, haciendo que Airi pase a responder con tono neutro.

-Casi tres años. Los harán en febrero.

-Entonces esto es algo serio. Tendréis que pensar en vuestro futuro juntos.

-Papá, por favor. –Habla ella mirándolo severamente para que no vaya por ese camino.

-No he dicho nada malo.

-Kyosuke, es pronto para pensar en esas cosas, deja a los chicos. Se nota que se quieren. Y Genji es un buen muchacho. –Agrega la madre de Airi para relajar la tensión, sonriéndome. Yo inclino la cabeza levemente para darle las gracias, sintiéndome algo incómodo.

-¿Y qué tal te va funcionando el bar? –me pregunta tras un nuevo silencio, dejando su taza de café sobre la mesa con mucha templanza, mirándome fijamente-. Airi dice que es un local concurrido con clientela fija.

-Sí, así es. Da un buen dinero, y seguirá así. Tengo previsto mejorar la cifra con nuevas ofertas aprovechando las sesiones de música en directo.

Él asiente, pero no me creo que de verdad esté pensando nada bueno, y lo corroboro cuando habla de nuevo, haciendo que Airi suspire con cansancio.

-Para dirigir un negocio así se necesita paciencia, chico. Quizás te resulte un poco complicado mantener tu clientela si resuelves los problemas recurriendo a la violencia con facilidad.

-No se preocupe, señor Serizawa; estoy trabajando en ello. –Le respondo con ironía y un deje de chulería que pilla al instante, apuñalándome con la mirada antes de sonreír falsamente. No voy a dejar que se burle de mí, Yo también puedo jugar a su juego, y si me corto, es por Airi.

El sonido del teléfono del hombre nos distrae de la tensión, y puedo darme cuenta de cómo Airi se relaja al escuchar lo que dice. Al parecer sus movidas de curro se adelantan y tiene que irse antes.

-Era mi cliente. Parece que nuestra cena para cerrar el acuerdo se adelanta, así que tengo que marcharme antes de lo previsto. Lo siento.

Todos nos levantamos para despedirnos, haciendo una cortés reverencia. Kyosuke se acerca a mí tras despedirse de su hija con un beso en la mejilla, estrechándome la mano.

-Encantado de haberte conocido, Genji. Suerte con tu negocio, chico.

-Gracias, igualmente, señor. –Le respondo con el mismo tono ácido, aguantando su mirada desafiante.

Al terminar las despedidas Airi y yo los vemos alejarse hasta que se marcan, entonces ella suspira aliviada, dejándose caer en la silla.

-Benditas reuniones de trabajo... por fin se ha acabado esta tortura. Lo siento, Genji. Ya te dije que es un gilipollas, aunque me ha sorprendido que hayas aguantado tan bien.

-Con lo del motorista hemos tenido suficiente. Se supone que no tenemos que darle la razón, ¿no?

Ella asiente con una sonrisa, susurrándome después que me quiere antes de besarme.

* * *P.V.S * * *

Llaman a la puerta de casa y arrugo el entrecejo automáticamente, ya que nadie suele venir nunca, pero dejo a un lado el manga que estoy leyendo y me levanto del suelo para ir a abrir. ¿Quién será a la hora de la cena?

Mi rostro se compunge en una mueca de extrañeza y desconfianza cuando veo a mi madre en el umbral, mirándome nerviosamente con la cabeza algo gacha.

-Hola, Tamao. ¿Podemos hablar, hijo? Por favor.

Tras sus últimas palabras de súplica asiento, aunque no muy seguro de aquello, haciéndome a un lado para que entre en la casa. Ella se descalza en silencio y me sigue hasta el salón, rechazando mi oferta cuando le digo si quiere tomar algo.

-¿No está Kenta en casa? –Pregunta cuando estamos sentados. Parece bastante nerviosa.

-No. Ha quedado con unos compañeros de trabajo para cenar. ¿Qué haces aquí?

Mi pregunta directa hace que baje la mirada y jugueteé con sus manos sobre las rodillas, tomando impulso para hablar con aquel hilo de voz suave.

-Mañana por la tarde volvemos a Nagoya, y no quería irme sin intentar hablar contigo antes.

-Está bien, te escucho. –Respondo tras pensarlo un minuto, viendo como suspira con alivio al aceptar. Entonces vuelve a mirarme y habla con suma sinceridad tras darme las gracias por dejarla contar su historia.

-Lo siento mucho, Tamao. Siento lo que pasó ayer y siento lo que ocurrió hace años. Sé que me odias por no hacer frente a tu padre, por no defenderos ante él como debiera, teniendo en cuenta que sé que no tiene razón en sus palabras ni métodos normalmente, pero yo no soy valiente como vosotros, hijo; A mí me criaron en otro mundo, y ahora es demasiado tarde para cambiar. Sólo puedo hacer esto, intentar que me perdonéis por todos mis errores. Tú y tu hermana sois lo único que me importa y os he fallado, por eso sé que merezco el dolor con el que convivo, pero no quiero que vosotros lo sintáis.

Sus ojos vierten lágrimas gruesas y dolorosas, salidas de lo más profundo de su ser, y tras una breve pausa se inclina hacia delante hasta tocar el suelo con la cabeza, susurrándome con toda la firmeza que puede que la perdone

Tengo que esforzarme por tragar saliva para lubricar mi garganta, cerrada a cal y canto tras semejante escena, la cual realmente ha removido algo en mí. Siento que he esperado aquello toda la vida. Aquella sinceridad, que me dieran la razón sobre lo que a veces parecía un acto egoísta que me ha quitado el sueño más de una vez; ver que ella me quiere pese a mi parte de culpa.

-No te he odiado nunca, mamá. Al principio nunca pensé en la parte que te tocaba en todo esto, en la encrucijada en la que estás por culpa de ese marido de mierda que tienes. Fue más fácil pensar que no te importaba lo suficiente, para simplemente ignorarte y no sumar tus remordimientos a los que ya tenía por abandonar así a Airi. Pero con el tiempo, y gracias a Airi en gran parte, me he puesto en tu situación y me he dado cuenta de que todos tenemos nuestra parte de culpa, de que he sido injusto contigo, y no mereces que te siga castigando más de esa forma. El verdadero culpable es papá.

-No es un mal hombre, hijo. Pero ha sido educado de una forma equivocada, y su orgullo no le permite retroceder. –Agrega con pesar, pero yo no siento eso.

-Eso no es una excusa. No podemos consentirlo. Deberías dejarlo y ser feliz. Él no te merece.

-Las cosas no son tan sencillas, hijo. –Agrega con la primera sonrisa de la tarde. –De todos modos, eso no importa, ya no me importa, Tamao. ¿Me cogerás el teléfono a partir de ahora?

-Sí. Se acabaron las guerras.

Ella llora con alegría, acercándose rápido a abrazarme mientras me da las gracias y me dice lo mucho que me quiere, y me sorprendo cuando siento mi corazón palpitar con fuerza al poder devolverle el gesto, con unas inmensas ganas. No obstante, nos separamos cuando llaman a mi móvil; es Tokio.

Me excuso con mi madre y descuelgo, carraspeando antes de hablar.

-Tokio, dime.

-Hola, Tamao. Soy Satsuki, la madre de Tokio. Tokio ha sufrido un ataque y está en el hospital. Me dijo que si ocurría algo te llamara.

Soy incapaz de responder al susurro trémulo de la mujer, mientras mi mente se oscurece y la felicidad se apaga dentro de mí.