Capítulo 25
* * * P.V.G * * *
Me cuesta abrir los ojos, sobre todo el izquierdo que es el que se llevó la peor parte anoche, pero después de un rato logro despertar y enfocar la vista.
Airi no está en la cama, y es que debe ser ya algo tarde por la cantidad de luz que entra por la pequeña ventana del cuarto, así que paso a levantarme despacio y tengo que detenerme ante el intenso dolor en mis costillas. Joder, esto es una puta mierda.
Cuando estoy de pie por fin el dolor se calma un poco, y paso a ponerme los pantalones, maldiciendo por lo bajo al volver a sufrirlo, yendo al baño donde me quedo frente al lavabo y me lavo la cara.
En cuanto me miro al espejo descubro con sorpresa que me duele menos de lo que debería viendo el panorama; apenas puedo abrir el ojo izquierdo, que está muy hinchado y casi negro, tengo un gran corte en la mejilla derecha, que también está hinchada y amoratada, y el labio inferior roto.
Suspiro y dejo de mirar mi reflejo, sintiendo que no soporto verme más. Me encuentro en la mierda. Mi cabeza no deja de pensar en la última escena con mi padre, en nuestra anterior pelea, y en las cosas que dije… en como ha terminado todo sin ponerle un final.
He hecho demasiadas cosas mal con todo el asunto de la mafia, y por consecuencia con él también lo hice, pero ya nunca podré remediarlo y tendré que vivir con esta sensación de culpabilidad, de sentirme un gilipollas que siempre la caga.
Tengo que tragarme la rabia para no liarme a golpes con el mobiliario del baño, a la vez que siento que mis ojos se humedecen, pero no dejo que las lágrimas puedas formarse del todo, e inspiro con fuerza. No puedo mostrar debilidad, no puedo dejar que la tristeza me venza, o todo terminará por desmoronarse.
Me seco la cara y salgo del baño, echándole huevos para recorrer el corto pasillo y llegar al salón donde Airi está sentada en frente de la pequeña mesa, estudiando. En cuanto me ve deja el libro de lado, poniéndose en pie mientras trata de sonreír un poco.
No puede engañarme, su mirada horrorizada al ver mi aspecto lo dice todo. Está asustada y preocupada por mí, como siempre, aunque ahora tiene motivos. No quiero dejarla ver lo jodido que estoy de ánimo, aunque no sé cómo coño voy a fingir después de lo anoche.
-Genji. –Susurra sin saber qué decir, mirando mi costado amoratado y posando sus fríos dedos en él con cuidado. –Deberíamos ir al hospital, no tiene buena pinta.
-Estoy bien, no es para tanto.
Me dirijo a coger mi tabaco de la chaqueta, que sigue donde la dejé anoche, y vislumbro de refilón como ella se muerde el labio sin saber qué hacer o decir. Está tratando de tener todo el cuidado posible para no alterarme. En cuanto prendo el cigarro habla a mi espalda.
-Te he dejado algo preparado para que desayunes. Está en la encimera.
-Gracias, pero no tengo mucha hambre, Airi.
-Aún así deberías comer, aunque sea un poco, por favor. –Agrega con delicadeza, y un deje de súplica que hace que me gire para mirarla.
-Siento lo que pasó ayer, en el hospital.
Veo como su cara se relaja un poco al oírme decir aquello, y se acerca despacio para retirarme un mechón de pelo que tapa uno de mis ojos, hablando con dulzura.
-No pasa nada. Ya conoces a Tamao, es muy duro. –Dice sonriendo, y viendo como bajo la mirada un segundo algo avergonzado, ella vuelve a hablar al saber qué pasa. –Genji, sé que nunca me harías daño. Todo está bien, ¿vale?
Asiento serio y agarro la mano que acaricia mi mejilla, llevándomela al pecho para después abrazarla lentamente. Airi enseguida me responde con ternura, y tras separarnos se acerca despacio a mis labios y me besa de una forma que me hace estremecer, con tanto amor y cariño que por un segundo hace que me sienta mejor.
-Te quiero, y voy a quererte siempre. –Me dice cuando se separa lo suficiente como para mirarme a los ojos, y veo que lo dice totalmente en serio.
-Y yo.
Y siento que es así, sorprendiéndome al sentir todo lo que siento por ella, algo que nunca pude imaginar que me ocurriría. Airi me ha cambiado la vida, y me ha dado más de lo que me dejo a mí mismo reconocer por el miedo que me da decir en voz alta que tengo debilidades y miedos, que necesito a otros más de lo que me gustaría.
Esta vez soy yo quien inicia el beso, este más pasional, dejando que el gesto hable por mí. Sé que ella entiende lo que quiero decirle y lo que siento, no hace falta que le hable nunca, porque me conoce demasiado bien.
Nos separamos cuando mi móvil suena, y sin mucho entusiasmo descuelgo sin mirar si quiera el número, escuchando al otro lado una voz de hombre que no conozco.
-¿Sí?
-Buenas tardes, ¿es usted el señor Takiya? ¿Genji Takiya?
-Sí, ¿quién es?
-Mi nombre es Goro Kishitani. Soy notario y trabajé para su padre durante muchos años. Siento mucho su pérdida. Me pongo en contacto con usted para la lectura del testamento del señor Takiya. Me indicó que no dejara pasar mucho para ello tras su muerte. Puedo desplazarme y adaptarme al horario que le venga mejor.
-No es necesario, iré yo a verlo. Si quiere podría ser hoy.
-Bien, estupendo. Le pasaré por mensaje la dirección de mi oficina. Le espero a las 6.
-Gracias, adiós. –Agrego colgando, haciendo que Airi hable.
-¿Qué pasa?
-Nada. Era el notario de mi padre, para lo del testamento.
-¿Quieres que te acompañe?
-No hace falta. –Respondo para después volver a coger el cigarro del cenicero, fumando y guardando el móvil. –Tengo que irme para pasar por casa antes de ir donde ese tío, y luego tengo que ir a trabajar.
Airi me sigue por el pasillo, donde recupero la ropa que me falta y comienzo a vestirme, pasando a echarme el pelo hacia atrás con la mano para quitármelo de la cara y colocarlo un poco antes de ir al salón y ponerme la chaqueta. Airi aún no ha dicho nada, pero no hace falta, sé que no le parece buena idea nada de esto.
-Bueno, me voy. –Me despido acercándome para besarla, pero no me deja girarme para agarrar el pomo de la puerta para mirarme fijamente.
-¿Estás bien?
-Sí.
-Prométeme que no vas a hacer nada imprudente, por favor.
-Tranquila. –Susurro tras no poder resistir aquella mirada suplicante y temerosa, besándola fugazmente y diciéndole que la quiero antes de irme.
Compruebo el piso y la planta de la oficina del notario antes de meterme en el edificio, guardando el teléfono tras silenciarlo.
Cuando me meto en el ascensor y pulso el botón de la 5 planta me miro al espejo, y no puedo evitar pensar que el hombre va a flipar cuando me vea la cara, aunque habiendo trabajado para mi padre habrá visto cosas raras ya.
Llamo a la puerta y no tarda en abrir el tal Goro, un hombre de baja estatura, gafas y pelo muy corto de sonrisa afable que me dice que pase en cuanto me ve, dedicándome una reverencia.
-Siéntese, por favor señor Takiya. ¿Le gustaría tomar algo?
-No, gracias. Si no le importa, tengo algo de prisa. –Digo sentándome frente al escritorio detrás del cual él se sienta, rebuscando en uno de los cajones y sacando un gran sobre.
El hombre empieza con su retahíla jurídica diciendo que procede a leer el testamento de Hideo Takiya, y en cuanto va al grano me asombro al escucharle decir que mi padre me ha dejado todo: la casa, el dinero limpio, y las inversiones en negocios.
-Además el señor Takiya dejó esta carta para usted, para que la leyera en la intimidad. Después de firmar esto habremos acabado.
Cojo el sobre que me entrega mientras arqueo una ceja ante la sorpresa, levantándome después y respondiendo a su reverencia para despedirme, saliendo del despacho tras volver a darme su pésame.
En cuanto me meto en el ascensor abro la carta y me pongo a leerla con gran curiosidad. Es un texto breve, pero va directo al grano. Se nota que es suyo.
"Genji, si estás leyendo esto yo estaré muerto, seguramente por culpa de Kuroki y nuestra guerra. Era algo que terminaría pasando.
Sé que no quieres tener nada que ver con el negocio, y me enorgullece saber que prefieres vivir sin recurrir al camino fácil, porque si quisieras podrías tener mi puesto y todo su poder sin que nadie rechistara.
Quiero que sepas que la sucesión de mi puesto en los Ryuseikay no está clara, y eso podría ser malo para ti de cara a Kuroki. Deberás tener cuidado, pero quiero que sepas que el clan te ayudará en lo que haga falta sin pedirte nada a cambio. Esos hombres son de mi confianza, te ayudarán siempre, porque son leales a mí y me deben mucho, no dudes en recurrir a ellos; No te involucrará con la Yakuza, hijo.
Siento haber fracasado en tantas cosas, pero sé que sabrás perdonarme. Vuela alto, cuervo."
