Disclaimer
Varios de los personajes aquí mencionados y derechos sobre los mismos pertenecen Naoko Takeuchi y hacen parte de su obra de Sailor moon.
El "amor auténtico" no muere nunca.
(Espectro en el espejo)
Primer acto.
El universo espiritual, a pesar de ser un completo misterio es uno de los temas que más respeto y temor puede generar en las personas, a lo largo y ancho del mundo se escuchan historias de espíritus, apariciones, ángeles; demonios y demás entidades. Muchas de estas historias también involucran ciertos artefactos como aquellas que hablan acerca del poder que tienen los espejos cuando de querer hacer contacto con el mundo de los espíritus se trata y de que en muchas ocasiones las entidades del más allá son capaces de llegar a nuestro plano a través de estos, y no siempre con las mejores intenciones.
La moraleja al parecer suele ser la misma. «Deja en paz todo aquello que no comprendes». Es por esto que se aconseja no llevar a cabo ningún tipo de juego o ritual que pueda provocar a los seres del plano espiritual ya que nunca se sabe con lo que uno se puede llegar a encontrar.
Tal es el caso de Serena, una joven universitaria conocida por su buen carácter y pasión por la vida, y que de un momento a otro no solo comenzó a tener problemas en su comportamiento afectando sus estudios y relación con sus allegados. Se convirtió en una chica extraña habiendo desarrollado un miedo irracional por los espejos y temerosa de quedarse sola en cualquier momento por lo que casi siempre se la veía en algún lugar público.
Con regularidad, su compañera de habitación en el campus no se quedaba a dormir. Serena optaba por pasar la noche en alguna fiesta o reunión de estudiantes, quizás en algún cine o bar de la ciudad acompañada o no por su pareja, solo para estar siempre rodeada de personas.
Su situación no mejoraría con el tiempo, Serena cada vez más paranoica e inestable, decía ver cosas que realmente no estaban allí y evitaba ver de forma directa cualquier objeto que pudiera reflejar algo por mínimo que fuera.
Poco antes de su penoso final, habría sido necesario llamar al personal médico del campus debido a la preocupante crisis nerviosa que ella presentaba. El medico de turno, al no poder razonar con ella y temiendo que pudiera hacerse daño, no tuvo más opción sedarla por la fuerza con la muy necesaria ayuda del personal de enfermería entre otros allí presentes y un poderoso tranquilizante administrado por vía intramuscular a través de una inyección.
Una vez los medicamentos surtieron efecto, Serena habría sido trasladada a la enfermería a espera algún familiar y la ambulancia que finalmente la llevaría una instalación más acorde con su estado.
La policía, al revisar las cámaras del lugar encontraron que Serena, a pesar de estar sedada; lograría escabullirse. Parecía estar escondiéndose de alguien o quizás algo, el problema es que tampoco quiso pedir ayuda a ningún médico, enfermera o persona que allí trabajase, como si creyera que de cualquier forma no podrían dársela.
Fue relativamente sencillo seguir cada uno de todos sus movimientos, notar que la confundida joven parecía estar viendo algo que solo ella podía percibir, algo que realmente la aterraba en intentaba escapar de ello cambiando abruptamente la dirección en que caminaba sin ir realmente a ningún lugar en particular. Era como si ese algo apareciera de improviso ante sus ojos. Los investigadores lejos estaban de saber que se trataba de aquel ente que alguna vez ella se atrevió a llamar y del que había estado huyendo durante hacia exactamente un año, ellos conocían solo de asuntos tangibles y pruebas con las que corroborar una historia. Sin embargo, la historia del trágico deceso de Serena Tsukino se quedaría en el más oscuro de los misterios, perdido en una interminable cantidad de archivos y documentos policiales.
Ella no solo lograba ver a aquel ente maligno, también escuchaba su constante susurro llamándola, pero jamás había sido tan vívido. Serena sabía lo que estaba por suceder, aquel ente solo la guiaba hasta su muerte y nadie podría impedirlo ni saber cómo habría pasado.
Bajó por una escalera de servicio la cual daba a una zona de almacenaje, las cámaras de dicho sótano dejaron de funcionar justo en el momento en que Serena entraría a un descuidado pasillo en medio del cual se hallaba colgado un enorme y viejo espejo.
El lugar en el que más tarde encontrarían su cuerpo terriblemente lacerado por algún tipo de objeto cortopunzante, uno que en realidad nunca fue encontrado al igual que el responsable de aquel terrible homicidio. El único detalle que la policía encontró fue un extraño mensaje borrosamente visible en aquel espejo del que apenas se destacaban algunas palabras. «Soy aquella de quien un día clamaste su nombre, ahora lo sabes… no has debido llamarme». El informe del forense, por el tipo de laceraciones y su profundidad, decía que las heridas probablemente habían sido hechas con algún tipo de tijeras u objeto similar.
Lo poco que se filtraría de la sonada investigación, asustaría en sobremanera a varias de las amigas de Serena, las mismas que estuvieron con ella aquella noche en que ella aseguró haber llevado a cabo aquel extraño ritual, mismo del que creyeron en principio no había sido más que una pérdida de tiempo, en especial cuando la misma Serena habría salido decepcionada del resultado sin aparentemente haber tenido éxito alguno en su invocación.
Todas recordaron inmediatamente la noche en que estuvieron contando historias de tinte paranormal y en medio de las cuales apareció la historia de Michiru, la peor de todas, aquella que tras ser escuchada fue tomada por la mayoría de las jóvenes como una gran patraña. Aun así, Serena, habría sido la única que acepto llevar a cabo el ritual del que se hablaba en aquella historia el cual debía hacerse en medio de lamas perfecta oscuridad y soledad absoluta.
Pasaban ya de las doce treinta, así que se las arreglarían para que Serena pudiese bajar al desolado sótano del edificio principal, allí, en uno de los rincones más apartados, se hallaba un enorme y viejo espejo que encajaba a la perfección con el aspecto lúgubre del lugar, lo único que debían hacer era apagar las pocas luces que por seguridad se mantenían siempre encendidas y el sitio quedaría completamente en tinieblas.
En efecto Serena llevaría a cabo el ritual y para probarlo usaría la cámara de su móvil garbando así todo lo que hacía. Allí estaba ella en completa oscuridad… encendió una vela, se paró frente al espejo y lentamente llamaría a Michiru nueve veces y esperó por algunos minutos; pero tal y como como había imaginado, nada ocurrió, al menos no en aquel momento.
La noche terminaría así. Inclusive después de haber tenido que escapar de la seguridad del campus, quienes tras percatarse de que las luces del aquel sótano habían sido apagadas, se apersonaron al lugar para saber que sucedía, las jóvenes obtuvieron una pequeña dosis de oscuro entretenimiento, risas y adrenalina, seguido de algo de alcohol y una que otra pastilla recreativa. Una noche tranquila e inofensiva en comparación con otras… solo que, al día siguiente; todo cambiaria para una de ellas.
Serena apareció entre sus cómplices de la facultad, afirmando qué, en la mañana al levantarse, como siempre se dirigió al cuarto de baño y así llevar a cabo la acostumbrada rutina matinal de cada día, excepto que esta vez, algo no parecía andar del todo bien. El lugar se hallaba inusualmente solitario, el agua caliente de las duchas corría sin que nadie las estuviese usando y el vapor saturaba el ambiente al punto de no lograr ver con claridad a más de un par de pies de distancia. Cerró entonces las llaves del agua y cuando regresó tras escuchar un extraño sonido, encontró un mensaje escrito en uno de los grandes espejos, uno que parecía una especie de advertencia «Soy Michiru, no debiste haberme llamado».
En principio creería era una broma por parte de una de sus pesadas amigas, solo que tan pronto como llego a ese pensamiento apareció la figura macabra de esta mujer pálida cubierta de sangre y una mirada infinitamente demoniaca. Desde ese día, Serena cambiaria su comportamiento hasta finalmente llegar a su trágico deceso.
De Michiru se dicen variadas historias, algunos aseguran que era una chica la cual sostenía un noviazgo con otra jovencita y a cuya madre disgusto tanto la relación que terminaría acabando con la vida de quien, según ella, había corrompido a su preciosa hija. Deliberadamente, la insidiosa mujer invitaría a la incauta jovencita a pasar la noche en su casa, puso veneno en una bebida y sin titubear, se aseguró de que la chica bebiera hasta la última gota yéndose a dormir en una habitación en la que reposaba un enorme espejo. En cuanto aquella substancia surtió efecto, aquel espejo atraparía el espíritu de la chica que con el pasar del tiempo se convertiría en un ser maligno y vengativo debido al mal que se la había causado.
Otros cuentan que se trataba de una joven a la que le gustaba invocar espíritus, llegando a contactar con un demonio que atraparía su alma en los espejos dotándola de una gran ira y maldad, condenándola a cosechar almas incautas como ofrenda a este ser maligno.
Ustedes saben bien que nada de esto explica el porqué del ritual de invocación a Michiru, el tiempo de espera para el temible desenlace ni tampoco las heridas encontradas en las victimas que se cree han sido atrapados por este iracundo espíritu. La historia que quizás explica mejor quién era esta joven, la conocen ya, una historia de sangre desamor y venganza que seguirá cobrando victimas en un círculo infinito de sangre, hasta que aquel error sea enmendado.
Serena mantenía cierta relación clandestina con una alumna de posgrado cuyos estudios eran cubiertos por una comunidad católico romana fundamentalista y más que conservadora. Haruka fue testigo del declive de Serena y ahora estaba segura de entender las últimas palabras que ella le diría.
Más que un delirio eran una advertencia. «La conoces, lo sabes bien, ella no descansara hasta dar contigo, solo tú puedes ayudarme». Luego del fallecimiento de su pareja sentimental, Haruka no encontraría la paz, el creciente e irracional temor a los espejos y constantes pesadillas la seguían a cada segundo. Sus notas caerían precipitadamente y pronto le advirtieron de su expulsión a causa de ello y de su errático comportamiento.
El constante recuerdo de una vida que jamás vivió la acosaba sin descanso, ¿Acaso era cierto que aquellos que dejaban algo pendiente por resolver antes de su encuentro con la muerte, estaban condenados a volver hasta redimir sus faltas? Quizás Haruka no había podido trascender al siguiente plano, regresando a este mundo por algo que había hecho y que debía reparar. Se negó a creer que lo que estuviese sucediendo en verdad fuera a causa de aquella joven novicia de la que, según sus sueños, al parecer ella se había burlado hacía ya tantos años.
Luego de un desagradable sueño despertaría empapada en sudor, y una incómoda sensación de opresión en el pecho la dejaba casi sin poder respirar. Salió de su habitación para tomar aire. Después creería que quizás una generosa ducha le ayudaría nuevamente a conciliar el sueño.
Tras casi una hora de estar allí bajo el agua no parecía sentirse mejor, regresó a su habitación en donde su compañera de cuarto dormía tranquilamente, parecía no haberse dado cuenta siquiera de que Haruka había estado fuera por un largo rato. Mas que un pensamiento, Haruka habría jurado que escucho una vos que le decía lo sencillo que podía ser arrancarle la vida a aquella joven sin mayor esfuerzo. Ese era el tipo de pensamientos que la habían estado asaltando cada vez más a menudo y cuando menos se lo esperaba.
No quiso regresar a la cama, más que por su insomnio sintió la necesidad de salir nuevamente.
A esa hora, los pasillos patios y jardines del campus estaban tétricamente solos y en silencio, todo mundo parecía estar descansando luego de un largo día de estudios y deberes a medio terminar. Una especie de extraña niebla comenzaba a cubrirlo todo, la inexplicable opresión de su pecho no desaparecía y la desagradable sensación de no estar sola la sobrecogía.
Pasaron semanas sin que nada se supiera de Haruka o de su inusual desaparición, lo cierto es que había regresado a aquel convento que alguna vez fue tan lejano y borroso en su memoria, un lugar en el que a pesar de no haber estado nunca, recordaba con temible e inexplicable claridad.
Parecía haber caminado por días hasta allí en una especie de trance, sin pedir ayuda alguna, sin haber comido o bebido nada y con la misma ropa que usaba aquella última noche en que abandonó el campus, ya raída y bastante sucia. A pesar de su lamentable estado una de las monjas de más antigüedad en el claustro, la reconocería o cuando menos le resultaría más que familiar. No podía tratarse de la misma persona que había conocido hacía tanto tiempo, ciertamente era demasiado joven para serlo. Pronto Haruka fue acogida por las hermanas quienes la cuidarían hasta que finalmente pareció salir de su letargo.
Resultó que Haruka era familiar de una misionera no ordenada por la iglesia, que colaboraba muy activamente con asuntos del vaticano hacía ya bastantes años. El nombre de Haruka, se debía al cariño que su padre tenía por la que fue su tía abuela Haruka Tenou, quien a pesar de tener una vida poco común nunca pudo realizarse como la persona que deseaba y de hecho con el pasar de los años parecía ser cada vez más infeliz debido a las extrañas alucinaciones que sufría. Aquella mujer fallecería tristemente tras suicidarse poco antes de que la hija de su sobrino nieto Harol Tenou naciera, por lo que él decidiría dar el nombre de Haruka a su hija para honrar de alguna manera la vida de su querida familiar.
Lejos de poder explicar lo que le había sucedido, sin la menor idea de cómo fue a parar en aquel lugar, Haruka preguntaría por aquella novicia de quien comenzaba a creer era responsable de trágico final de Serena y los extraños sucesos que inexplicablemente acaecían en su vida.
Algo realmente inquietante se ocultaba entre los muros del convento, las monjas habían aprendido a no mirar por demasiado tiempo nada que pudiera producir reflejo alguno. Pronto la joven de ojos esmeralda comenzaría a escuchar susurros dentro de las paredes y como alguien respiraba cerca de su cuello.
Cierta noche, despertaría extrañamente en la misma habitación en que solía dormir cuando al parecer conoció a Michiru en aquella lejana e improbable vida pasada y sin dejar de pensar en qué pudo haber sido de ella, pues para las monjas, la joven novicia simplemente había abandonado el convento y con él; su vocación. Recordó dulcemente entre sueños las encantadoras noches en su habitación hasta aquella ultima en la que Elsa las descubriría y ella huiría temerosa de las consecuencias de sus actos. Supo entonces el fatídico resultado de lo sucedido en una vida que aparentemente no le pertenecía.
Haruka entraría nuevamente en aquella especie de trance justo a la misma hora en que solía escabullirse a la habitación de Michiru en aquel lejano pasado, la misma hora en que había desaparecido del campus de la universidad. Los vívidos recuerdos que venían a ella en forma de alucinaciones la traerían de vuelta a la antigua habitación de Michiru.
Increíblemente aquel viejo espejo aún estaba allí, intacto e invulnerable al tiempo, esperando a su regreso. Su propio reflejo se desvanecería mostrando a cambio la terrible tragedia de Michiru y su brutal muerte. Después, vería la temible figura de la novicia detrás de ella cubierta de sangre y con las tijeras aún clavadas en su pecho, Haruka daría vuelta para comprobar lo que veía, pero no hallaría nada, de nuevo, observa el reflejo y Michiru sigue allí, de hecho, comienza a acercarse a ella con esa misma mirada llena de odio y sonriendo macabramente mientras comenzaba a blandir aquellas oxidadas tijeras sacadas de su propia carne. La sangre parece brotar aún de ella como una suerte de negro y espeso alquitrán.
La sombría figura inexplicablemente surgió de ese espejo con la clara intención de enterrar esas mismas las tijeras esta vez en el pecho de Haruka, pero de algún modo la joven lograría escapar, la herida en su pecho no es tan profunda como ha debido ser. Tendría que haber muerto, por lo que se sabe, nadie ha sobrevivido al macabro encuentro con Michiru, quizás porque ella realmente nunca llevo a cabo el necesario ritual de invocación, y recuerda la visión en aquel reflejo en el que pudo ver el lugar exacto en que Elsa oculto su cadáver.
Corrió al jardín y cavando por horas con sus propias manos sin detenerse a pensarlo un segundo, finalmente encontraría los restos de lo que quedaba de Michiru cubiertos aun por algunos girones de tela manchados de un color marrón, sangre vieja sin duda y unas enormes y oxidadas tijeras en medio de lo que quedaba de sus costillas, muy seguramente allí alguna vez estuvo su corazón perforado despiadadamente por ellas. Haruka quiso retirarlas, pero en cuanto su mano toco su frio acero una especie de corriente corrió por su cuerpo dejándola inconsciente en medio del crudo e invernal frio de la madrugada.
Temprano en la mañana, las religiosas encontrarían a Haruka y junto a ella, el macabro hallazgo. Luego de atender la fea y potencialmente mortal herida en su pecho harían lo posible por que la joven pudiese recuperarse.
Días más tarde conscientes de que de haber penetrado las costillas la herida habría llegado a su corazón, las monjas preguntarían insistentemente a Haruka acerca de lo que le había sucedido, como es que sabía de aquel impío sepulcro y aseguraba que se trataba de Michiru Kaioh. ¿Acaso la fallecida Haruka Tenou confesó el tan horrible crimen a su familia antes de morir y ahora su joven y muy lejana parienta venía para enmendar su pecado? Haruka no tuvo mayor respuesta, simplemente aseguró haber tenido sueños durante mucho tiempo. Sueños que le mostraban aquel horror del pasado.
Tras haberse confesado con el párroco que con frecuencia visitaba a las monjas, este junto a la superiora del claustro decidirían no dar parte a la policía, considerando que no tenía sentido alguno hacerlo después de tanto tiempo, esto no traería paz a la joven fallecida y sabiendo que probablemente la causante de su muerte, era la novicia que se había quitado la vida un año después de la desaparición de Michiru.
Las monjas del convento, darían cristiana sepultura a aquel cuerpo con la esperanza de que su espíritu encontrara finalmente la paz, sin embargo, había alguien convencida de que no sería así.
Michiru no encontraría la paz, no deseaba hacerlo, ella no se detendría hasta que aquel error fuese redimido y mientras haya incautos clamando su nombre en medio de las tinieblas ella siempre podrá volver.
«Donde quiera que mire veré su imagen, donde quiera que esté, ella estará conmigo, donde quiera que vaya, en esta vida o en otra… ella, vendrá por mi…»
«El amor auténtico no muere nunca»
— (Espectro en el espejo) —
Reciban todos un cálido saludo.
Espero no haber decepcionado, la verdad es que esto estuvo guardado por mucho tiempo entre mis borradores y no quise que se quedara allí.
Me gustaría saber sus opiniones y/o si les gustaría leer un poco más de esto. Sí, aún hay algo más flotando por ahí respecto a este ser maligno y su perversa obsesión. Y no sé, quizás guste un poco más o de plano mucho menos... Como sea, sus reseñas me animarían también a desarrollar otros proyectos.
De momento, no me queda más que decir… Gracias a todos, por su amable lectura.
