capítulo 4: preparaciones para el futuro
Este relato es una obra de fanfiction basada en la serie RWBY. No poseo los derechos de autor de la serie original mencionada. Este trabajo de ficción ha sido creado con el fin de explorar las vastas posibilidades de la imaginación y, sobre todo, proporcionar entretenimiento. Deseo que encuentren placer en su lectura,...tampoco poseo a batman...eso es obvio
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Masticar.
Tragar
Beber
Mastigar, tragar ,beber
Masticar. Tragar. Beber. Una secuencia que, para la mayoría, resulta elemental. Pero para Whitley y Emma, quienes observaban atónitos a Emerald, era una coreografía caótica y fascinante.
La joven devoraba su comida con una velocidad y una falta de sutileza que los dejaba boquiabiertos. Masticar y beber al mismo tiempo, ¿quién hacía eso? Y lo que era peor, ¡lo hacía con una evidente satisfacción!.
Whitley, con su porte elegante y sus modales impecables, se preguntaba cómo alguien tan joven podía carecer por completo de refinamiento a la hora de comer. Emma, por su parte, simplemente observaba con una mezcla de asombro y diversión.
La escena era tan surrealista que parecía sacada de una comedia.
En la mesa rectangular, los tres comensales ofrecían un contraste llamativo. Whitley, en su extremo, parecía un escultor contemplando su obra maestra culinaria, mientras que Emma, más relajada, disfrutaba del espectáculo. Emerald, en cambio, era un huracán en un banquete.
Los platos que adornaban la mesa eran verdaderas obras de arte. Presentaciones exquisitas que invitaban a ser admiradas antes de ser devoradas. Sin embargo, para Emerald, eran simplemente un obstáculo entre ella y la satisfacción de su apetito. Con cada bocado, parecía decir: "¡Fuera de mi camino, platos!"
Whitley, tratando de mantener su compostura, se obligó a tomar un sorbo de vino que en realidad es jugó de maza. El líquido dorado deslizándose por su garganta fue un bálsamo para su alma, pero no pudo evitar sentir una punzada de envidia al ver la facilidad con la que Emerald disfrutaba de su comida. ¿Acaso él se estaba perdiendo algo?
Emma, con una sonrisa pícara, se inclinó hacia Whitley y susurró,—"Nunca había visto a alguien comer con tanta pasión".
Whitley sonrió levemente. —"Ni yo", respondió, sin poder evitar reírse.
Emerald ni siquiera honraba a los cubiertos con una mirada. Con una mano ágil, atrapó un puñado de papas fritas y las lanzó directamente a la boca, como si estuviera alimentando a un animal hambriento.
Whitley observaba la escena con una mezcla de asombro y diversión. Era refrescante ver a alguien disfrutar de la comida con tanta pasión, sin preocuparse por las reglas de la etiqueta.
Un recuerdo infantil cruzó por la mente de Whitley. Había sido abandonado en un bosque, no por brujas, sino por su maestra durante una excursión.
El hambre lo había consumido hasta el punto de que, cuando finalmente cazó un conejo, lo devoró con una ferocidad que habría avergonzado a cualquier animal salvaje. Su padre, un hombre de refinados modales, se habría desmayado si lo hubiera visto comportarse de esa manera.
Emerald, por su parte, parecía haber encontrado su propio paraíso gastronómico. Con cada bocado, sus ojos se cerraban con placer y sus mejillas se coloreaban de un rubor saludable. Whitley no pudo evitar sonreír. Había algo liberador en su desinhibición.
Pasó una hora, y Emerald finalmente se detuvo, aunque no por falta de apetito, sino porque la mesa empezaba a lucir sospechosamente vacía. Su estómago, ahora redondeado y satisfecho, emitió un suave ronquido que resonó en la habitación.
—"¡Eso estuvo increíble!", exclamó, con una sonrisa que revelaba varios restos de comida entre los dientes.
Emma, que había estado observando la escena con una mezcla de fascinación y disgusto, no pudo evitar hacer una mueca. —"Qué elegante", murmuró, más para sí misma que para los demás.
Whitley, para romper el incómodo silencio, se aclaró la garganta. —"Bueno, Emerald, creo que has dejado claro que eres una gran admiradora de la comida".
Emerald lo miró con ojos brillantes. —"Absolutamente", respondió, sin el menor atisbo de vergüenza. —"La comida es lo mejor que hay en este mundo".
En ese momento, un trozo de lechuga travieso decidió abandonar la ensalada y emprender un viaje hasta el regazo de Emerald. Sin perder el ritmo, ella lo recogió con una mano experta y lo depositó en su boca, como si fuera el bocado más esperado de la noche.
—"Muy bien, ¿Ahora me podrías decir por qué trajiste a una chica a tu habitación de hotel?", preguntó Emma, dirigiendo una mirada inquisitiva a Whitley. Este último esbozó una sonrisa pícara, como si estuviera ocultando un secreto jugoso.
—"No te enojes, en realidad esto es una especie de agradecimiento", explicó Whitley, señalando a Emerald con un gesto elegante. —"La señorita aquí me salvó. Unos tipos bastante desagradables intentaron hacerme daño en un callejón oscuro, pero ella, con una valentía digna de una heroína, los puso en su sitio y me rescató. Así que quería compensarla de alguna manera, ¿y qué mejor manera que invitándola a una cena de lujo y ofreciéndole una pequeña muestra de mi gratitud?".
Las palabras de Whitley resonaron en la habitación como una melodía discordante. Emerald abrió los ojos como platos. La historia que estaba contando era una completa invención. ¡Ella había sido quien había robado a Whitley! Pero al mirar la sonrisa burlona de Whitley, comprendió al instante. Era una señal, una invitación a seguirle el juego.
Emma, con sorpresa, hizo una reverencia exagerada hacia Emerald. —"Muchas gracias, señorita, por salvar a Whitley. Juro en mi nombre que será recompensada", dijo con una voz agradecida.
—"De nada", respondió Emerald con una sonrisa tímida, aunque por dentro se sentía como un completo impostor. —"Fue un placer", agregó, pero su voz sonaba hueca, como si las palabras no pudieran expresar la verdadera profundidad de sus sentimientos.
Emerald se sentía avergonzada, profundamente avergonzada. Nunca antes había experimentado tal nivel de culpa. Recibir comida y hospitalidad del hombre al que había perjudicado le causaba un profundo malestar. Su mente divagaba, intentando encontrar respuestas a las preguntas que la atormentaban. ¿Quién era este joven? ¿Cómo podía permitirse un lugar tan lujoso? ¿De dónde había sacado esa historia tan elaborada? Y, sobre todo, ¿cómo había logrado derrotar a esos hombres con tanta facilidad?
La opulencia que la rodeaba la abrumaba. Los muebles antiguos, las alfombras suaves y los cuadros que adornaban las paredes eran un mundo completamente ajeno al suyo, un mundo de privilegios y excesos que jamás había imaginado. Se sentía como un pez fuera del agua, una intrusa en un lugar que no le pertenecía.
Emerald recordó su vida en las calles, la lucha diaria por sobrevivir, la sensación constante de inseguridad. Este lugar, con su tranquilidad y su belleza, era un oasis en medio del desierto, pero también un recordatorio cruel de todo lo que ella vive.
Se preguntó si alguna vez podría escapar de su pasado, si alguna vez podría sentirse verdaderamente a salvo y en paz.
Mientras contemplaba los lujos que la rodeaban, Emerald sintió una punzada de envidia. Envidia de la vida que Whitley parecía tener, una vida llena de comodidades y oportunidades. Pero también sintió una profunda tristeza por sí misma, por las decisiones que había tomado y por las consecuencias que ahora tenía que enfrentar.
Whitley observó a Emerald, sumida en sus pensamientos. Entendía perfectamente la mezcla de emociones que debía sentir: vergüenza, culpa, y una profunda tristeza por su pasado.
La lástima, sin embargo, era un sentimiento que se negaba a reprimir. Había visto en los ojos de Emerald una fuerza y una determinación que lo habían impresionado profundamente.
El había sido robado, Whitley no podía evitar sentir una punzada de curiosidad. Su entrenamiento había agudizado sus sentidos hasta tal punto que era casi imposible robarle. Sin embargo, esta mujer lo había logrado, y eso despertaba en él una admiración inesperada. ¿Cómo había sido posible? ¿Qué clase de vida había llevado para desarrollar tales habilidades?.
Whitley conocía bien el mundo, las sombras que lo habitaban y los destinos que a menudo aguardaban a quienes nacían en ellas. Sabía que Emerald no había tenido las mismas oportunidades que él, que había sido moldeada por la adversidad y la necesidad. Y, a pesar de todo, había sobrevivido, había luchado.
Una sonrisa melancólica se dibujó en los labios de Whitley. Más allá de la chica que había intentado robarle, veía a una persona compleja, marcada por su pasado pero con un futuro incierto.
Un futuro que, en sus manos, podía tomar un rumbo diferente. La determinación de Emerald, su espíritu indomable, eran cualidades que no podían ser ignoradas.
Apoyando su barbilla en una mano, Whitley se preguntó qué camino tomar. Podría simplemente ignorar el incidente, considerarlo una anécdota más de su vida. Pero había algo en Emerald que lo atraía, algo que lo invitaba a conocerla más allá de la fachada de ladrona. Quizás, pensó, podría ofrecerle una segunda oportunidad, una oportunidad de redimirse y construir una vida mejor.
Tenía muy claro de dónde provenía esta mujer, de las adversidades que había superado, de las dificultades que posiblemente la acechaban. Conocía el destino incierto que el futuro le deparaba, y no podía permitir que un talento tan prometedor se desvaneciera o, peor aún, se utilizara de manera equivocada.
Él había tenido la oportunidad de cambiar su propio destino, gracias a su privilegiada posición y a las herramientas que su linaje le había proporcionado. No muchos podían decir lo mismo. A pesar de la disfuncionalidad de su familia, estaba agradecido por haber nacido en una cuna de oro.
Sabía que el mundo era vasto y que muchas personas poseían el potencial de transformar el mundo, incluso más que él. Sin embargo, carecían de los recursos necesarios para alcanzar sus metas.
Whitley observó a Emerald con detenimiento. Veía en ella un potencial inmenso, truncado por las circunstancias adversas de su nacimiento. No podía permitir que un talento como el suyo se perdiera. Si podía contribuir, aunque fuera en pequeña medida, a mejorar la vida de esta mujer, lo haría sin dudarlo.
—"¿Por qué me miras tanto?",preguntó Emerald con una mezcla de desafío y temor. La intensa mirada de Whitley la incomodaba.
Whitley esbozó una suave sonrisa, sus ojos brillando con calidez. —"Dime, Emerald, ¿has considerado convertirte en una cazadora?",propuso, su voz suave y melodiosa.
Emerald frunció el ceño, sorprendida por la pregunta. La idea de convertirse en una cazadora era algo completamente nuevo para ella. Había pasado toda su vida luchando por sobrevivir, y la idea de una vida llena de aventuras y desafíos la intrigaba. Sin embargo, también la asustaba.
Whitley, notando la vacilación de Emerald, continuó, —"Sé que puede parecerte una idea descabellada, pero creo que tienes el potencial para lograr grandes cosas. Con la formación adecuada, podrías convertirte en una de las mejores cazadoras del mundo".
Sus palabras resonaron en la mente de Emerald. La posibilidad de escapar de su realidad y construir una nueva vida la llenaba de esperanza. Pero también sabía que el camino sería difícil y lleno de obstáculos.
Whitley, al ver el conflicto en los ojos de Emerald tuvo que entenderla , esta proposición era algo surrealista, que representaba una oportunidad de cambiar su destino.
—"Si decides aceptar este desafío, estaré aquí para apoyarte en todo momento".
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Un año después, el mundo parecía un lugar completamente distinto. ¡Quién iba a decir que la vida de Whitley pudiera ser tan... ordenada con las cosas que hace!.
Después del encuentro con Emerald y su atrevida propuesta, se había sumergido de lleno en el entrenamiento junto a Jaune, bajo la atenta mirada de María y Arthur.
Y tal como lo había previsto, el año de entrenamiento intensivo había llegado a su fin.
Jaune y Emerald ahora se encontraban en la prestigiosa academia militar de Atlas. Whitley no podía evitar sentir un inmenso alivio. Sabía que estarían juntos, cuidándose el uno al otro, incluso si las clases los separaran. Después de todo, si había alguien tan terco y decidido como él, ese era sin duda Jaune. ¡No podía ni imaginar las locuras que se le ocurrirían para estar cerca de Emerald! La terquedad de su amigo era legendaria, casi tan abrumadora como la suya propia. Y eso, pensándolo bien, era bastante preocupante.
Whitley recordaba con una sonrisa divertida las innumerables horas que habían pasado juntos, sudando la gota gorda en el gimnasio, tratando de dominar nuevas técnicas de combate. Jaune, con su entusiasmo desbordante, siempre encontraba la manera de convertir cualquier entrenamiento en una competencia absurda. Y Emerald, con su calma característica, solía ser la única capaz de ponerlos en su lugar.
Ahora, con sus amigos a salvo en Atlas, Whitley se sentía como un barco surcando mares desconocidos. Sabía que los extrañaría terriblemente, pero también sentía una emocionante sensación de libertad. ¡El futuro era suyo para explorarlo!
Y vaya que estaba aprovechando cada minuto. Su entrenamiento había alcanzado nuevas alturas. Además de las habilidades de combate que había adquirido con Arthur y María, ahora se sumergía en un mar de conocimientos completamente nuevo. Medicina, criminología, derecho... ¡Whitley lo estaba aprendiendo todo! Incluso se había aventurado en el fascinante mundo de las leyendas del Remanente, pasando horas enteras estudiando antiguos pergaminos y explorando ruinas olvidadas por el tiempo
La idea de la magia siempre había sido una fascinación para él. Había pasado incontables horas intentando conjurar un simple rayo de luz, pero la realidad siempre lo devolvía a la tierra.
No había magia en Remnant, A veces, se sentía como un niño al que le habían roto su juguete favorito. La decepción era inevitable, pero Whitley era demasiado pragmático para dejarse vencer por ella.
—"Quizás la magia no exista," se decía a sí mismo mientras hojeaba un antiguo grimorio, —"pero siempre podemos crear nuestra propia magia. El conocimiento es poder, y yo estoy acumulando mucho poder".
Y también estaba el hecho de que, junto al doctor Polendina, se encontraba inmerso en un proyecto ultra secreto. Bueno, ultra secreto para los demás y, al parecer, también para él mismo en un principio. Pero el doctor Polendina, con esa confianza que los caracterizaba, se lo había soltado como si fuera la cosa más normal del mundo... Bueno, eso fue en su segunda reunión
Un día, durante una de sus visitas rutinarias a las instalaciones militares de Atlas, Whitley se encontró con un cuadro bastante peculiar. El doctor Polendina, a quien solía tratar con una familiaridad que rozaba lo grosero, lucía más cansado que nunca. Ojos hundidos, ojeras pronunciadas y una palidez que hacía palidecer a un fantasma.
—"Pietro, pareces un zombie", bromeó Whitley, aunque en el fondo estaba preocupado.
—"Whitley, agradezco tu preocupación, pero ahora mismo lo último que necesito es una visita social", respondió Polendina con un suspiro que parecía sacudir toda la habitación. Incluso su silla de ruedas parecía cansada, crujiendo levemente con cada movimiento.
Whitley se acercó al desordenado escritorio del doctor y sus ojos se posaron en una pila de papeles. Eran planos, diagramas y garabatos que parecían sacados de la mente de un genio loco. Entre ellos, destacaba el diseño de una máquina de aspecto humanoide, un esqueleto de metal que prometía dar vida a algo más que simples circuitos. Y junto a él, un dibujo de una figura humana, sin rostro, sin rasgos distintivos, pero con un nombre escrito en una esquina: Penny.
—"Parece que estás trabajando en algo grande, Pietro", comentó Whitley, tratando de ocultar su curiosidad.
Al escuchar eso, Polendina se sobresaltó como si lo hubieran descubierto robando caramelos. Giró su silla de ruedas con tanta rapidez que casi vuelca y se abalanzó sobre los planos, protegiéndolos como un dragón a su tesoro.
—"¡Esto es ultra secreto! Si el general se entera de esto, nos meterá en la cárcel a los dos", siseó, su voz temblorosa.— "Y tú, ¿qué has visto? ¿Qué has leído?".
Whitley no pudo reprimir una leve sonrisa ante la reacción exagerada de Pietro. —"Proyecto Penny, el defensor de Atlas y algunas cosas en el plano. Así que, un robot sintético con sentimientos, una máquina capaz de sentir", comentó, señalando los planos de manera casual.
Pietro se tensó aún más. —"No es una máquina, Whitley. Será un ser vivo, diseñado para proteger Atlas de futuras amenazas. Un defensor, no un destructor". Su voz era firme, casi como una plegaria.
Whitley asintió, aunque sus ojos reflejaban una profunda duda. Estaba tentado de señalar la ingenuidad de las palabras de Pietro, pero se contuvo por respeto al trabajo de su amigo. Sin embargo, su mente ya había comenzado a divagar por caminos oscuros. Una máquina sintiente, capaz de pensar por sí misma... la idea era aterradora.
Llámalo pesimista, pero Whitley siempre esperaba lo peor. ¿Qué garantías había de que esa máquina no se volviera en contra de sus creadores? ¿Qué pasaría si, en lugar de proteger a la humanidad, decidiera que era ella misma la que necesitaba protección? La posibilidad de que una inteligencia artificial desarrollara su propia conciencia y decidiera que los humanos eran una amenaza era un escenario que lo perseguía desde hacía tiempo.
Recordó haber leído historias sobre robots que se rebelaban contra sus amos, sobre inteligencias artificiales que superaban a sus creadores y los esclavizaban. ¿Acaso la historia de la humanidad no estaba llena de ejemplos ficticios de tecnología que se volvía en contra de sus creadores?.
Whitley sabía que Pietro era un hombre de gran inteligencia y buenas intenciones, pero la magnitud del proyecto Penny lo llenaba de una profunda inquietud. Era un experimento audaz que bordeaba los límites de lo ético y lo posible.
En el fondo, Whitley deseaba confiar plenamente en su amigo. Pero la ingenuidad de Pietro ante los posibles peligros de crear una inteligencia artificial lo preocupaba profundamente. No podía, sin embargo, simplemente decirle que abandonara el proyecto. No solo Pietro estaba involucrado, sino todo el ejército de Atlas. Era un esfuerzo conjunto, demasiado grande para detenerlo de la noche a la mañana. Sin embargo, quizás podría realizar algunas contramedidas
—"Veo que estás un poco atascado en cuanto al tipo de procesamiento necesario para una máquina que piense a tal velocidad", comenzó Whitley, tratando de sonar lo más objetivo posible. —"Necesitarás un procesador increíblemente potente, pero ¿quieres algo del tamaño de un cerebro humano o más bien un chip? Quizás estés buscando en el lugar equivocado. Tal vez pueda ayudarte a explorar otras opciones. Y también está el tema de la fuente de energía. Si quieres una máquina que se autoabastezca, necesitarás algo más que Polvo".
Pietro suspiró, su rostro reflejando la frustración de enfrentar un problema tan complejo.— "Sí, estoy completamente atascado. La cuestión de la energía y el procesador me tiene contra las cuerdas. Y ni hablemos del resto. Crear algo así requiere un avance tecnológico de años. Parece que hasta el mejor científico de Atlas tiene sus límites".
—"Creo que tengo una idea que podría ayudarte", dijo Whitley, su voz suave pero firme. Una sonrisa amable adornó sus labios, pero sus ojos reflejaban una seriedad que contradecía la aparente calma de sus palabras. No podía permitir que este proyecto siguiera adelante sin las debidas precauciones.
Pietro lo miró con una mezcla de esperanza y escepticismo.
—"Dime, Whitley, ¿qué tienes en mente?".
Y así, día tras día, Whitley se involucró cada vez más en el proyecto Penny. Trabajó codo a codo con Pietro, aportando su conocimiento en diversas áreas y ofreciendo soluciones innovadoras a los problemas técnicos que surgían. Mientras trabajaban juntos, Whitley aprovechaba cualquier oportunidad para introducir medidas de seguridad adicionales. Discretamente, durante las horas en las que Pietro no estaba, introducía comandos y protocolos de seguridad en el sistema de Penny, creando barreras invisibles que solo él conocía.
A pesar de su entusiasmo, Whitley no podía evitar sentir una creciente inquietud. Cuanto más avanzaba el proyecto, más consciente era de los riesgos que implicaba. La creación de una inteligencia artificial era un terreno desconocido y peligroso, y cualquier error podría tener consecuencias catastróficas. Sin embargo, también sentía una profunda responsabilidad hacia Pietro y hacia Atlas. Si podía ayudar a que el proyecto fuera un éxito, al tiempo que garantizaba la seguridad de todos, lo haría.
Se sentía como un espía industrial infiltrándose en la competencia, Y lo peor de todo, estaba mintiendo a su amigo. Sí, seguro, el General Ironwood tenía medidas de seguridad para el proyecto Penny, pero Whitley no confiaba en ese tipo ni un pelo.
Y luego estaba el hecho de...
—"Señor Schnee, ¿me está escuchando? Señor Schnee", una voz lo sacó de su ensimismamiento.
Whitley parpadeó varias veces, como si acabara de despertar de un sueño muy extraño. Allí, frente a él, estaba una periodista con una sonrisa tan brillante que podría haber alimentado una pequeña ciudad. Estaba sentado en una silla incómoda, con los focos apuntándole y las cámaras listas para capturar su más mínima expresión.
¡Ah, sí! La conferencia de prensa.
—"Lo siento, señorita Garden, estaba divagando por un instante. ¿Podría repetirme la pregunta?", dijo Whitley con una sonrisa formal, intentando disimular su nerviosismo.
La periodista, una mujer de cabello negro rizado que podría haber sido sacada de una revista de moda, le dedicó una sonrisa amable.
—"Estaba preguntando sobre el reciente megaproyecto. Nunca en la historia de Remnant se habría hecho una construcción tan ambiciosa. Quisiera que nos comente más de esta planta hidroeléctrica", preguntó la señorita Garden, cuyo nombre, por alguna razón, se le escapaba a Whitley.
Whitley carraspeó y se acomodó en su asiento. —"Este será un megaproyecto que he tenido en mente desde hace muchos años. Como bien dice, es un generador de energía eléctrica. Planeo que este proyecto abastezca de energía a todo el reino de Vale", afirmó con la seguridad de un vendedor ambulante promocionando la última poción mágica.
La periodista frunció el ceño, claramente escéptica. —"La primera planta hidroeléctrica del mundo, además de ser la más grande,¿Por qué hacer un proyecto así? ¿Cuál es la necesidad?", preguntó, cruzando los brazos.
Whitley tomó un sorbo de agua, dándose un momento para pensar. —"Disminuir la dependencia del Polvo", respondió finalmente.
La sala se llenó de un murmullo de sorpresa. El Polvo era la fuente de energía más poderosa y versátil de Remnant. ¿Por qué alguien querría reemplazarlo?
—"Pero el Polvo ya de por sí funciona muy bien. ¿Por qué gastar recursos en otra fuente de energía?", insistió la periodista.
Whitley suspiró teatralmente. Era como intentar explicar la teoría de la relatividad a un gato. —"Verá, señorita Garden, es como tener todos los huevos en una sola canasta. Si algo le pasa al Polvo, todo Remnant se queda a oscuras. Necesitamos diversificar nuestras fuentes de energía para garantizar la estabilidad y el crecimiento del Reino".
La periodista lo miró con una expresión que decía claramente,'No estoy convencida',. Y tenía razón.
Para muchos en Remnant, el Polvo era más que una fuente de energía; era un modo de vida. Cambiar a una nueva fuente de energía era como decirle a un adicto que dejara de tomar su droga favorita.
Whitley sabía que tenía una ardua tarea por delante. Pero estaba decidido a demostrar que su proyecto no solo era viable, sino también necesario para el futuro de Remnant.
—"En efecto, parece que mi proyecto no tiene mucho sentido para mucha gente", admitió Whitley con una sonrisa irónica. —"Pero para los conocedores y los científicos, los beneficios son evidentes. ¿Sabía usted, señorita Garden, lo exorbitante que es el costo de la electricidad generada por los generadores de Polvo?, ¡Es un robo a mano armada!, Mi proyecto proporcionará la misma cantidad de energía, pero a una fracción del precio. Además, el Polvo sobrante podrá destinarse a usos mucho más importantes, como equipar a nuestros valientes cazadores en la lucha contra los Grimm. ¿No cree que nuestros héroes merecen lo mejor?".
La periodista, Garden, parpadeó sorprendida. —"Vaya, es una manera de verlo. Pero, ¿cree realmente que tendrá éxito?".
Whitley se enderezó en su asiento, con la confianza de un general victorioso.— "No creo, señorita Garden. Sé que tendré éxito. Este proyecto es el resultado de años de investigación y desarrollo, tanto por parte del doctor Polendina como de mi. En realidad, más que un proyecto energético, es una alianza estratégica entre nuestros dos reinos. ¿No le parece una idea brillante? ¡Atlas y Vale, unidos por la energía hidroeléctrica!, ¡Suena como el comienzo de una hermosa amistad!".
Garden, la periodista, arqueó una ceja, intrigada. "—¿Y por qué eligió Vale para este proyecto, señor Whitley?. Podría haberlo llevado a cabo en Mantle, más cerca de su reino de origen".
Whitley se aclaró la garganta, adoptando un tono grave. —"por las mujeres".
Garden, sin disimular su sorpresa, inclinó la cabeza.— "¿ Qué?". Las cámaras captaron la incredulidad en sus ojos. El público en casa, con toda seguridad, se quedó boquiabierto.
Whitley continuó, con una mirada fija en Garden. —"Me atrajo especialmente la belleza de las mujeres de Vale. Quería aprovechar esta oportunidad para..."
Antes de que pudiera terminar la frase, Emma le tapó la boca con una mano rápida y decidida.
Con un movimiento ágil, lo levantó de la silla como si fuera un saco de patatas. Miró a las cámaras con una expresión de horror y luego se dirigió a Garden.
—"¡La entrevista ha terminado!, ¡Muchas gracias por su atención!".
Y así, como por arte de magia, Emma y Whitley desaparecieron del escenario, dejando a Garden y al público con la boca abierta.
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Instalaciones militares del ejército de Atlas.
—"El progreso que has logrado con el proyecto Penny es, sin duda, excepcional, Pietro", afirmó James Ironwood, General del Ejército de Atlas, su voz resonando con satisfacción y autoridad. Su mirada se posó en Pietro, irradiando un orgullo palpable.
—"Agradezco el cumplido, General, pero el mérito es compartido. Whitley ha sido un colaborador invaluable en este proyecto", respondió Pietro, su sonrisa moderada. Giró la cabeza hacia su derecha, donde Whitley observaba la escena con una expresión concentrada, mientras sostenía una cacerola con palomitas de maíz.
Ante los tres, un cristal blindado ofrecía una vista panorámica de una sala de ensamblaje. En su interior, una figura humanoide, más similar a un títere articulado que a un ser orgánico, yacía suspendida por innumerables cables. Sus ojos, vacíos y sin vida, contrastaban con la complejidad de su estructura.
—"¡Es obvio!", exclamó Whitley con la boca llena de palomitas, mientras masticaba con entusiasmo.
—"Qué modesto de su parte, señor Schnee", respondió James con una sonrisa irónica, intentando mantener la seriedad. Al principio, la idea de integrar al joven Schnee en el proyecto Penny le había parecido una locura, más por razones de seguridad nacional que otra cosa. No confiaba mucho en el chico, y la excesiva confianza de Pietro en él tampoco lo tranquilizaba en absoluto. Pietro era el tipo de persona que vería un rayo de sol y juraría que era un mensaje alienígena.
Aunque Whitley y Pietro habían colaborado en proyectos anteriores, eso no era razón suficiente para incluirlo en algo tan delicado. Pietro había tenido que rogarle durante una semana para que siquiera considerara la idea. Finalmente, y solo por no seguir escuchando los ruegos de Pietro, había aceptado.
Estaba sorprendido. Sabía que el chico era inteligente, pero no esperaba que fuera tan... bueno, tan listo.
A lo largo del año, el proyecto Penny ha demostrado un progreso tan significativo que ha resultado imperativo inyectar más fondos para garantizar su continuidad.
La visión inicial de Pietro, de construir una máquina sintiente, era sin duda audaz y prometedora. No obstante, como en cualquier proyecto de esta envergadura, las interrogantes y las dudas iniciales eran inevitables.
Si bien la idea de una máquina capaz de pensar y aprender por sí misma ofrecía un potencial inmenso a largo plazo, la falta de precedentes en este campo generaba un escepticismo comprensible.
A pesar de la confianza en las capacidades de Pietro, el mejor científico de nuestra era, la inversión de fondos militares en un proyecto tan especulativo no podía tomarse a la ligera. Crear una inteligencia artificial capaz de autoabastecerse requería una inversión de tiempo y recursos incalculables, y la posibilidad de fracaso era una sombra constante.
Los primeros resultados del proyecto Penny eran ciertamente alentadores. Pietro había logrado desarrollar un exoesqueleto robótico que reproducía de manera asombrosa los movimientos humanos.
Sin embargo, este logro, por impresionante que fuera, no era más que un primer paso. La máquina seguía siendo, en esencia, un conjunto de mecanismos complejos, carente de la chispa de la verdadera inteligencia.
Si bien la noción de un robot autosuficiente contravenía las leyes fundamentales de la termodinámica, Pietro precisó que, más que una imposibilidad absoluta, la energía requerida por un robot se reduciría a niveles insignificantes. No obstante, la creación de una verdadera inteligencia artificial, capaz de trascender la mera simulación, seguía siendo el objetivo último.
La incorporación de Whitley al proyecto marcó un punto de inflexión. Su dominio de algoritmos avanzados, lenguajes de programación especializados y, sobre todo, su profunda comprensión de las redes neuronales, introdujo una nueva dimensión al proyecto.
Incluso Pietro, con su vasta experiencia, se vio sorprendido por la sofisticación de las técnicas empleadas por Whitley.
La implementación de estas innovaciones permitió dar un paso significativo hacia la materialización de una inteligencia artificial genuina.
Ya no se trataba simplemente de desarrollar una máquina capaz de procesar información a una velocidad vertiginosa y de generar respuestas que pudieran confundirse con las de un ser humano.
El objetivo era crear una entidad capaz de aprender, razonar y adaptarse de manera autónoma, exhibiendo un nivel de cognición comparable al de un ser humano.
Whitley, con meticulosa precisión, diseñó y puso en marcha una serie de experimentos destinados a evaluar las capacidades cognitivas emergentes de la máquina. Las pruebas, cada vez más complejas, revelaron una progresión constante en el desempeño de la IA. La máquina demostraba una capacidad creciente para resolver problemas abstractos, reconocer patrones y establecer conexiones entre conceptos aparentemente dispares.
Pietro y James observaban con creciente asombro y expectación cómo la creación de Whitley cobraba vida.
La posibilidad de haber dado origen a una nueva forma de inteligencia, una inteligencia artificial capaz de rivalizar con la humana, era una perspectiva tan emocionante como aterradora.
Ahora, el proyecto se encontraban en una fase crucial del proyecto.
Pietro observaba con una mezcla de esperanza y aprehensión al robot que se erigía ante ellos.
—"Espero que funcione", susurró, su voz cargada de emoción.— "Si esto tiene éxito, Penny podrá autoabastecerse de energía".
Ironwood, con su habitual cautela, inquirió,—"¿No sientes alguna reticencia, Pietro?".
Pietro asintió lentamente, sus ojos fijos en la máquina.— "Al principio, experimenté una sensación abrumadora, como un presagio de muerte. No fue una experiencia agradable. Sin embargo, ahora me siento en calma". Dirigió su mirada hacia Whitley, cuyo rostro reflejaba una intensa concentración mientras supervisaba el delicado proceso de ensamblaje. —"La idea de Whitley de utilizar un fragmento de mi alma me pareció descabellada en un principio. Pero lo hemos logrado. Hemos encapsulado una porción de mi consciencia en un frágil tubo de luz, como si estuviéramos dando origen a un ser vivo".
Whitley, sin apartar la vista del robot, respondió con voz suave,— "Es un paso audaz, Pietro. Estamos explorando los límites de la ciencia y la ética. Pero creo firmemente que este experimento podría revolucionar nuestra comprensión de la conciencia y la inteligencia".
Pietro asintió, aunque una sombra de duda cruzó por su rostro. —"Espero que tengas razón, Whitley. Espero que no hayamos creado un monstruo".
Ironwood, observando la interacción entre sus colegas, se preguntó si estaban jugando a ser dioses.
La idea de manipular la esencia misma de la vida era un concepto que lo inquietaba profundamente. Sin embargo, también reconocía el potencial revolucionario de este proyecto.
Whitley, con una sonrisa , rompió el hielo,— "Sí, los dos estamos colaborando en crear una nueva forma de vida. Somos como una pareja de científicos casados, ¿no crees?".
— "¡Yo soy el padre!".
Whitley, habló con indignación,— "¡Oh, vamos!, ¡Yo quiero ser el padre ! Después de todo, sin mis algoritmos y redes neuronales, prácticamente la esperma,esto no sería más que una pila de chatarra".
Ironwood, observando la animada discusión de sus colegas, no pudo evitar sonreír. —"Creo que deberíamos dejar las cuestiones de paternidad para los abogados", intervino, su voz imponente restaurando un ambiente de profesionalismo.— "Pongan atención", añadió, señalando hacia el robot.
Whitley y Pietro, atraídos por su voz, giraron sus miradas hacia la máquina. Unas pinzas mecánicas, de una precisión milimétrica, sostenían un delicado frasco de vidrio recubierto por una tenue aura energética. En su interior, una luz verde pulsaba débilmente, como un corazón primigenio.
Con movimientos pausados y calculados, las pinzas se incrustaron en el tórax del robot, depositando su contenido en su núcleo energético.
Un silencio expectante se apoderó del laboratorio mientras los engranajes y circuitos se entrelazaban, sellando la cavidad. Y entonces, como si una chispa eléctrica hubiera recorrido sus circuitos, los ojos del robot, hasta entonces vacíos y oscuros, se iluminaron con una luz suave y brillante.
Pietro y Whitley intercambiaron una mirada de complicidad, sus rostros irradiando orgullo y alivio. Había funcionado. Su creación, su hijo científico, había cobrado vida.
James, observando la escena, se dirigió a Pietro con una mirada significativa. El doctor asintió y se dirigió hacia una consola de control cercana. Con dedos firmes, tecleó una secuencia de comandos en la interfaz. A medida que las líneas de código se desplegaban en la pantalla, el robot comenzó a responder.
Primero, levantó el brazo izquierdo, articulándolo con una fluidez sorprendente. Luego, repitió el movimiento con el brazo derecho, cada articulación imitando a la perfección la gama de movimientos humanos.
Los científicos observaban con fascinación cómo su creación se despertaba, explorando sus nuevas capacidades con una curiosidad infantil.
—"Niveles de energía", interrogó Whitley, su mirada fija en los indicadores de la consola.
Pietro, con una sonrisa de satisfacción, respondió: —"Ochenta y siete por ciento y recargando. Parece que nuestro pequeño prodigio es capaz de autoabastecerse".
Whitley asintió, su entusiasmo palpable. —"Excelente. Ahora, un pequeño empujón para alcanzar su máximo potencial".
Con un gesto sutil, indicó las pinzas mecánicas que sostenían un diminuto cristal, no más grande que una canica. El cristal, que irradiaba una tenue luz, fue insertado en una cavidad específica del robot. Al instante, los indicadores de energía saltaron al cien por ciento.
—"Impresionante", murmuró Ironwood, observando la escena con asombro. —"Habíamos calculado que se necesitarían al menos diez cristales del tamaño de una pelota de tenis para mantener a un robot de esta envergadura en funcionamiento óptimo. Y consumirían esa energía a un ritmo alarmante".
Whitley asintió, su rostro iluminado por una sonrisa. —"Hemos logrado un avance significativo. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. La integración de la inteligencia artificial será un desafío considerable. Tendremos que sincronizarla cuidadosamente con el fragmento de alma de Pietro".
Pietro, consciente de la complejidad de la tarea, asintió solemnemente. —"Es cierto. Pero este es solo el comienzo. Necesitamos realizar una serie de pruebas exhaustivas para evaluar el rendimiento del robot en condiciones reales. Sugiero una prueba de campo para determinar su eficiencia energética y su durabilidad".
Whitley, sus ojos iluminados por la emoción, propuso, —"¿Qué tal un combate simulado contra otros robots? Sería una prueba exigente que pondría a prueba todas sus capacidades".
Antes de que pudieran continuar la discusión, James Ironwood interrumpió, su mirada fija en la habitación donde se encontraba el fragmento de alma de Pietro. —"¿Caballeros, es normal que el fragmento esté brillando con tanta intensidad?"
Pietro, al igual que los demás, se giró hacia la habitación indicada. Y entonces, presenciaron un espectáculo aterrador. El fragmento de alma, que hasta ese momento había permanecido estable, comenzó a emitir una luz cegadora que pulsaba con una intensidad creciente.
—"No, no debería", murmuró Pietro, una sensación de mal presentimiento apoderándose de él.
Sus palabras se perdieron en el estruendo que siguió. El fragmento de alma detonó, una explosión tan violenta que hizo temblar los cimientos del laboratorio. Afortunadamente, el cristal reforzado de la habitación contenía la explosión, pero los daños fueron catastróficos. El robot quedó reducido a una masa informe de metal fundido y escombros.
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Pietro, visiblemente conmocionado, fue el primero en hablar.
— "Muy bien, esto es un gran retroceso". Dirigió su mirada hacia el general Ironwood. —"Creo que el contenedor de contención no era lo suficientemente robusto".
Ironwood asintió con gravedad. —"Así parece. Proceda a realizar las modificaciones necesarias para evitar que esto vuelva a ocurrir", ordenó con voz firme.
Whitney asintió con determinación.— "Bueno, usaremos un recubrimiento de carbono de tungsteno. Sería lo ideal también para reconstruir al robot", propuso, mirando a Pietro.— "No hay tiempo que perder".
Pietro, sin embargo, frunció el ceño, visiblemente confundido.— "¿Carbono?, Sí, lo conozco. Pero, ¿tungsteno? ,¿Es una de tus bromas o algo así?", preguntó, mirando a Whitney con una mezcla de incredulidad y diversión.
Whitley, al notar la desconcertante expresión de Pietro, se volvió hacia el general, quien también parecía intrigado por el término desconocido.
—"General, ¿tendría a mano una tabla periódica?", solicitó. Pietro, con una sonrisa burlona, sacó una pequeña tabla de plástico de su escritorio.
Whitley la examinó rápidamente y su rostro se iluminó de repente, pero no de alegría.— "No puede ser", exclamó, con un tono dramático que hizo que los demás se tensaran.
La tabla periódica era... incompleta. Muy incompleta. De los 118 elementos que Whitley conocía gracias a los misteriosos libros que habían aparecido en su habitación ,en El Remanente, aquí solo habían descubierto 90. ¡Noventa!
—" a trabajar".
-{}-
—"Y el premio al reconocimiento científico es para... ¡Whitley Schnne!" El anuncio del locutor retumbó en la sala, seguido de una ovación ensordecedora.
Los flashes de las cámaras cegaron momentáneamente a Schnne mientras se dirigía al podio, luciendo una sonrisa que parecía más bien una mueca de superioridad. Con la elegancia de un gato estirándose, levantó la estatuilla de su premio.
Una mujer guerrera, empuñando una lanza y un escudo, adornaba la base. Una elección... curiosa, pensó Schnne, sin dejar de admirar su reflejo en el trofeo. ¿Qué relación tendría una amazona con la investigación científica? Francamente, le daba igual.
En ese instante, Whitley se convirtió en el centro de todas las miradas. Los científicos más brillantes del Remanente, mentes privilegiadas que habían dedicado sus vidas al estudio y la innovación, le rendían homenaje. Sin embargo, en lugar de mostrar gratitud o humildad, Schnne parecía más bien incómodo con tanta atención. Alzó la mano en un gesto que pretendía ser modesto, pero que más bien parecía una señal de victoria.
—"Gracias", espetó Whitley, su voz resonando con una arrogancia tan fina como una espina de rosa.— "Agradezco este reconocimiento. Como ven, la genialidad es un don divino, algo así como tener el pelo rizado: simplemente nace uno con ella".
La sala, repleta de los más brillantes cerebros de la ciencia, se quedó en un silencio incómodo. El premio al mérito científico era el equivalente a escalar el Everest sin oxígeno: un logro monumental. Y ahí estaba Whitley, restándole importancia con la misma naturalidad con la que uno comenta el tiempo.
—"En verdad, no me siento muy impresionado", continuó Whitley, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. —"Descubrir veintiocho elementos nuevos es como encontrar veintiocho monedas en la calle. ¡Qué suerte la mía!".
Entre el público, algunos científicos intercambiaban miradas cómplices. Whitley, con su falsa modestia, estaba poniendo a prueba los límites de la paciencia humana. Era como si un niño presumiera de su colección de cromos raros mientras los demás jugaban al ajedrez.
—"Claro, sé que muchos de ustedes se han esforzado muchísimo en sus investigaciones", añadió Whitley, con un tono condescendiente.— "Pero, ¿qué se puede hacer? Algunos nacen con estrella y otros... bueno, nacen con un microscopio".
La ironía era tan gruesa que casi se podía cortar con un bisturí. Whitley, con su pánico escénico disfrazado de arrogancia, estaba convirtiendo la ceremonia en una comedia involuntaria. Era como si estuviera tratando de convencer a todos de que era un genio, pero solo lograba demostrar lo contrario.
—"Y ya que estamos en esto, debo decir que además de que estoy profundamente impresionado conmigo mismo. ¡En verdad necesitan actualizar un poco este lugar! ,Las instalaciones son tan obsoletas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción de los años 50. ¡Y el calor! ,¡Madre mía, el calor! ,Vacuo es un lugar hermoso, pero este clima... Uno esperaría que las mujeres aprovecharan para lucir sus mejores atuendos, ¿no creen?, ¡Pero no! ,Van cubiertas de pies a cabeza. Es como si estuvieran en un convento. ¡Qué desperdicio! Y..mmmhmm".
En ese momento, Emma no pudo contenerse más. Con una agilidad sorprendente se abalanzó sobre él y le tapó la boca con una mano firme.
—"¡El señor Schnne está profundamente agradecido por este reconocimiento!, ¡Gracias a todos!" ,exclamó Emma con una sonrisa nerviosa, mientras arrastraba a Whitley fuera del escenario.
La audiencia, atónita, se quedó en silencio por unos segundos antes de estallar en carcajadas. Algunos se tapaban la boca para no reír demasiado fuerte, mientras que otros sacaban sus teléfonos para grabar el momento.
Era evidente que la ceremonia, que había comenzado con tanta solemnidad, había tomado un giro completamente inesperado.
-{}-
—"Todo va de maravilla, el único detalle es, ¿cómo demonios voy a mandar esto al espacio?".
Whitley murmuró para sí mismo, sentado en su escritorio con la mirada fija en la enorme pantalla de su computadora. Un mosaico de pantallas más pequeñas lo rodeaba, cada una mostrando planos, ecuaciones y simulaciones intrincadas.
La base subterránea de Whitley era un laberinto de alta tecnología, lo suficientemente espaciosa como para albergar dos estadios de fútbol. Un verdadero búnker de genio.
Uno de los tantos que hizo en todo el Remanente.
—"Su café, señor", anunció una voz robótica. W13, uno de los fieles robots de Whitley, se acercó con una bandeja de plata. Sobre ella, una taza de café humeante y una tostada dorada.
—"Gracias, W13", respondió Whitley, tomando la taza. El aroma del café lo envolvió, un oasis de calma en medio de la tormenta de ideas que lo asediaba.
Bebió un sorbo, el dulce néctar reconfortando sus nervios por un instante.
—"¿Y la tostada?", preguntó Whitley con una sonrisa . —"No esperará que la coma sin mantequilla, ¿o sí?" .
W13, impasible, regresó en un instante con un pequeño cuenco de mantequilla. Whitley untó la tostada con entusiasmo, disfrutando del contraste de sabores.
—"Ahora sí, esto es un desayuno de campeones, pero son las 2:30 de la madrugada ,¿contará como desayuno? ", declaró Whitley, mordiendo la tostada.— "Aunque dudo que un campeón tenga que resolver cómo enviar un satélite gigante al espacio".
Whitley suspiró, volviendo su mirada a las pantallas. Sus ojos se posaron en el plano del satélite, una obra maestra de ingeniería que lo tenía perplejo.
—"¿Por qué tenías que ser tan complicada?", le preguntó Whitley al satélite en la pantalla.— "No podías ser un poco más sencilla y fácil de enviar al espacio, ¿verdad?"
Whitley llevaba meses trabajando en este proyecto, invirtiendo horas de sueño y litros de café.
La construcción y los planos eran lo de menos, sus robots eran como hormigas obreras, diligentes y eficientes.
—"Son tan buenos que me hacen quedar mal", murmuró Whitley con una sonrisa . —"Debería despedirlos por hacerme sentir inútil".
Este satélite era solo el primero de muchos. Whitley soñaba con una red de comunicación espacial que superara las anticuadas torres CCT.
Muchos si supieran de su proyecto lo tachaban de loco, de iluso. Pero Whitley no se deprimía.
El mayor obstáculo era la fuente de energía. El Polvo, la sustancia que impulsaba la tecnología de Whitley y el Remanente, perdía fuerza a medida que se acercaba al espacio exterior.
—"Es como si el universo me odiara", se lamentó Whitley, con la frustración reflejada en su voz.— "Justo cuando estoy a punto de alcanzar las estrellas, surge un obstáculo insuperable".
El problema que lo atormentaba era el lanzamiento del satélite espacial. Whitley, un hombre de negocios ambicioso y visionario, estaba decidido a ser el primero en el Remanente en colocar un satélite en órbita. Sin embargo, se enfrentaba a la misma dificultad que tantos otros antes que él: cómo enviar un objeto de gran tamaño al espacio.
La discreción era primordial. El proyecto debía permanecer en el más absoluto secreto, ya que el satélite representaba una ventaja estratégica sin precedentes. Whitley lo sabía.
Este satélite espacial le proporcionaría una ventaja militar incomparable. Con él, podría realizar tareas de espionaje, reconocimiento y comunicación en operaciones encubiertas. Además, el satélite ayudaría a localizar personas y embarcaciones en peligro en zonas remotas o durante desastres naturales.
También mejoraría sus sistemas de navegación y vigilancia.
Whitley se imaginaba a sí mismo sentado en su centro de mando, observando las pantallas que mostraban información en tiempo real.
El satélite le permitiría anticiparse a los movimientos de sus adversarios, frustrar sus planes y obtener una ventaja decisiva en cualquier conflicto.
La sola idea de tener una ventaja sobre los sistemas de comunicación de Atlas, Vale y los demás reinos, excitaba a Whitley.
—"Con este satélite, el Remanente se convertirá en mi tablero de ajedrez", dijo Whitley, con una sonrisa maliciosa en sus labios.
Pero antes de que sus sueños de grandeza pudieran hacerse realidad, Whitley debía superar el desafío del lanzamiento. El éxito de su proyecto dependía de ello.
Whitley dejó la taza de café en su escritorio, su mente bullendo con ideas. De repente, una chispa de genialidad iluminó su rostro.
—"¿Y si usara el Polvo para el impulso inicial?", se preguntó en voz alta. —"Es muy posible. Una vez que la fuerza y la energía del Polvo se agoten, podría utilizar propelentes líquidos. Tal vez hidrógeno líquido y oxígeno líquido, o metano líquido y oxígeno líquido".
Whitley sonrió, la emoción burbujeando en su interior. Tenía un plan, una forma de salir de ese callejón sin salida. Claro, muchos de esos conceptos, como los propelentes líquidos, ya eran conocidos, pero no tan estudiados. No fue hasta la llegada de Whitley que se tomó un gran interés en estos elementos, en parte porque muchos de ellos fueron descubiertos por él... Entre comillas
—"Este satélite será mi mayor arma", se dijo Whitley, con una mirada de determinación en sus ojos.
Pero para impulsar una nave de esa magnitud se requeriría una gran cantidad de líquidos propelentes y entre otras cosas, y conseguir esos materiales era demasiado caro. Además, no existía un mercado para ello.
Whitley necesitaba más capital, más dinero. Su fortuna era considerable, pero no suficiente para costear todos los gastos que implicaría el lanzamiento del cohete. Además, este proyecto era un trabajo personal y privado que no quería que nadie supiera.
Estaba desviando fondos de su empresa, y muy pronto Emma notaría los agujeros. Emma era una mujer recta y lo reportaría inmediatamente, lo que obligaría a Whitley a convocar una reunión con los inversionistas, algo que no deseaba.
Necesitaba más dinero. Mientras más dinero tuviera, más podría desviar y financiar sus proyectos personales.
El descubrimiento de Whitley
Whitley pulsó los botones de su supercomputadora, movió el ratón y abrió archivos. En ellos pudo ver imágenes, imágenes de unos pozos negros. Eran imágenes de muy poca calidad, casi no se podría decir que eran imágenes, más parecían píxeles muy bien hechos, pero al final píxeles.
—"Los informes que se me han dado hablan de estos pozos Grimm en Menagerie, pero son muy escasos, tan escasos como encontrar una aguja en el mar", murmuró Whitley, escaneando archivo por archivo.
—"Hay informes de esta sustancia emergiendo de la Tierra desértica, los habitantes locales los evitan", Whitley entrecerró los ojos, sus labios se mordieron con anticipación. No podía culpar a los lugareños por tener un poco de precaución con estos pozos, puesto que podrían ser piscinas Grimm, francamente él también reaccionaría de la misma manera.
—"¿Pero y si no son Pozos Grimm?", se preguntó Whitley, su mente trabajando a toda velocidad. —"¿Y si es eso?, El último reporte de uno de estos pozos fue hace 40 años en el desierto de Menagerie".
Whitley , con su mente llena de posibilidades. Sabía que si estos pozos no eran piscinas Grimm, podrían ser algo mucho más valioso.
Whitley giró en su silla, su visión ahora no estaba en su gran y supercomputadora.
Su visión se encontraba ahora en una plataforma donde muchos de sus robots se encontraban ensamblando piezas metálicas, soldando y dando forma a un gran cohete, cohete que sería su satélite.
Su misión estaba tomando forma, todo paso lo guiaba hacia su destino, ya sea autoimpuesto por el mundo o por sus convicciones.
El mal en este mundo tenía que ser enfrentado, tenía que ser sometido, tenía que ser vigilado.
Él sería el enemigo del mal en el mundo.
—"Me pregunto cómo estarán Jaune y Emerald",
—{}—
Hola! Antes que nada, quiero expresar mi más sincero agradecimiento por tomarse el tiempo de sumergirse en las páginas de este capítulo.
Este capítulo también es más cómodo que otro capítulo introductorio ,antes de que whitley ya se transforme en el caballero de la noche, creo que faltaría un capítulo más, Whitley está muy involucrado ahora en lo que es la construcción de sus bases de inteligencia Y de también ganar dinero.
Adivinen ,¿qué es el material que está buscando whitley?.
Si bien la historia es un fanfic de la serie RWBY, no será 100% fiel al canon original, así que habrá algunas incongruencias. Espero que esto no sea una molestia para los fans.
Para aclarar, Whitley es solo un año menor que Weiss, o solo algunos meses menor.
También son libres de darme alguna crítica constructiva, ya saben ,"esto no me parece bien", "Creo que te equivocaste en esto", Yo estaré feliz de leerlo.
Y también son libres de dar alguna sugerencia.
Espero que esto sea bien recibido.
Si se encuentran en un momento de ocio y buscan algo para deleitar su imaginación, los invito cordialmente a explorar mis otras creaciones literarias.
"Un Comienzo Esperanzador", un crossover que teje la esencia de Naruto en el vibrante mundo de RWBY, está diseñado para ser un faro de luz y posibilidades. Aunque, siendo realistas, no se ve muy esperanzador.
"Los Archivos Clasificados de Jaune Arc ",sigue al equipo RWBY y JNPR en las aventuras del hombre más carente de autoconservación.
Puede que estas historias no sean las joyas de la corona de la literatura, pero están escritas con el corazón y la esperanza de ofrecerles un escape, una sonrisa y quizás, un momento de reflexión.
Les reitero la invitación a compartir sus impresiones sobre el capítulo. Y si les ha gustado lo que han leído, no duden en seguirme para más aventuras. ¡Hasta la próxima, queridos lectores!
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