- . My Hero Academia 180 grados. -

30 . Donde Deku y Uraraka se fugan de la escuela por un día


Así que… ¿esto era lo que se sentía saltarse las clases?, pensó Izuku mientras caminaba junto a Uraraka por las calles del centro, sintiéndose un poco como un criminal en fuga, imaginando que en cualquier momento alguien lo estaría buscando. El nerviosismo le hacia sentirse tenso. Tal vez Uraraka había tenido razón aquella vez que hablaron sobre universos paralelos. Definitivamente, él no tenía madera para ser un villano, si así se sentía hacer algo incorrecto. Ni pensar de aquellos que abandonaban la escuela.

Izuku lanzó una rápida mirada a Uraraka, quien caminaba a su lado con una expresión aparentemente tranquila y relajada, completamente en paz con su travesura. A diferencia de él, parecía disfrutar del día libre que le había propuesto. El contraste entre ambos lo hizo sonreír un poco.

Esto no es tan grave, se dijo, intentando calmar su mente mientras recordaba cómo habían planificado todo para evitar cualquier problema. Porque, tomando en cuenta la desaparición de Hagakure, lo que menos deseaba es que de pronto pensaran que ellos también habían sido secuestrados.

Estaba más que claro que tanto su secundaria como la de Uraraka estaban lejos de ser de elite, por lo que las posibilidades de que llamaran a sus padres por una sola ausencia eran bastante nulas, pero para evitar algún tipo de malentendido sobre su ausencia, Uraraka había avisado a Tsuyu y a otra amiga de su escuela sobre su plan de tomarse el día. Izuku, por su parte, se lo contó a Todoroki y Kachan. La respuesta de este último fue predecible: —¡Como si me importara lo que haces con la cara de mochi! — le había gruñido Kachan, con ese tono entre desdén y molestia que siempre usaba. Mientras que Todoroki sólo le había dicho tuviera cuidado y que estuviera al pendiente del celular por cualquier cosa.

En fin. Ahora estaban allí, bajo un suave sol matutino que acariciaba las aceras, con Uraraka caminando ligera a su lado.

—¿Es por aquí? —preguntó ella, señalando una pequeña calle con una sonrisa en los labios.

Izuku asintió.

—Sí, justo por ahí. ¿Ya has comido estos crepes antes?

—No. Esta sería la primera vez —admitió con una bonita sonrisa.

Escuchar eso de alguna forma hizo que Midoriya sintiera un extraño pero agradable calor en su corazón, pensando que, si era posible, quería compartir muchas "primeras veces" con Uraraka de ahora en adelante. Sintió sus mejillas arder un poco, pero intentó sonreír de manera natural. Y todo parecía perfecto hasta que llegaron al pequeño puesto.

—¡Esta cerrado! — exclamó Izuku al ver el pequeño puesto con las cortinas abajo.

—O tal vez abren un poco más tarde— intentó ser positiva Uraraka— Podríamos volver después de pasear un poco.

—Si, puede ser...—se desanimó Izuku aunque de pronto pareció tener una nueva idea —¡Ya se que seria mejor que los crepes!

Por alguna razón que Izuku no entendió, Uraraka ocultó las manos en su espalda y retrocedió un poco, con los ojos muy abiertos y expectante.

—¿Y… y qué es? —preguntó con un leve rubor en las mejillas.

—¡Ya lo verás! —Izuku le sonrió, más confiado ahora.

...


Sin darse cuenta de cómo, ambos ya estaban dentro de una pequeña cafetería acogedora, donde, por ahora, eran los únicos clientes. Cierto era que el local estaba un poco oculto entre otros negocios que llamaban más la atención

Uraraka cerró los ojos por un momento, disfrutando del aroma a café y pasteles recién hechos que flotaba en el aire.

—Huele delicioso —comentó, mientras Izuku la observaba. Había algo en cómo disfrutaba de las pequeñas cosas que lo hacía sentir… especial.

—¡Aquí venden los mejores rollos de canela que he probado en mi vida! —dijo Izuku, con un entusiasmo que no pudo ocultar.

Un muchacho corpulento pero con una expresión amable y labios gruesos como una rosquilla, se acercó a su mesa llevando dos rollos de canela, recién sacados del horno.

—Muchas gracias por decirlo— dijo el joven, colocando los platos sobre la mesa—Solo por ello permítame ofrecerle los primeros rollos del día como cortesía.

—Vaya, muchas gracias, pero...—intentó rechazar Midoriya, aunque de pronto fue interrumpido cuando Uraraka se puso de pie casi de un brinco y con los ojos brillando como estrellas.

—¿En serio? ¿¡De cortesía!? —exclamó emocionada, intentando corroborar.

El muchacho asintió con una sonrisa divertida.

—Sí, claro. Solo díganle a la cajera que van de parte de Sato y recomienden el lugar con más personas.

—¡Muchas gracias, Sato! ¡Prometo recomendar este lugar a todas mis amigas por el resto de mi vida! —dijo Uraraka con gran efusividad.

Izuku y Satou se miraron por un momento antes de sonreír.

El chico se retiró, dejándolos solos. Uraraka se sentó de nuevo, tomando un pequeño tenedor y llevándose un trozo de su rollo de canela a la boca. Su reacción fue inmediata.

—¡Está delicioso! —dijo con los ojos cerrados, sosteniéndose la mejilla y una expresión de dicha pura—. ¡Es suave por dentro, esponjoso, y el glaseado es perfecto!

Izuku sonrió, feliz de verla disfrutar tanto.

—¡Buen provecho!— le dijo antes de probar su propio rollo. Al dar el primer bocado, su cuerpo se relajó con la calidez del dulce recién horneado. Una sensación de bienestar lo invadió, y no pudo evitar cerrar los ojos también, disfrutando.

Uraraka lo observaba ahora, y de repente la idea graciosa: "¡Canibalismo!" cruzó su mente mientras veía a Izuku, tan dulce y amable, devorando su rollo de canela con evidente satisfacción en una segunda y tercera mordida.

Él notó su mirada y, al levantar la vista, sus ojos se encontraron. Ochako se sonrojó ligeramente al verle sonreír, sorprendida de haber sido atrapada observándolo, pero pronto le devolvió la sonrisa.

Sin embargo, más allá de lo evidente, Izuku reflexionó que detrás de sus aparentes sonrisas, tal vez ambos estaban pretendiendo un poco tanta felicidad, antes de tener que hablar de todo aquello que les preocupaba. Uraraka por su parte también meditó algo similar detrás de su sonrisa.

...


—¿Cómo es que no conocí este lugar antes? —exclamó Uraraka, visiblemente encantada, cuando salieron de la pequeña cafetería— ¡Y lo mejor fue que no nos cobraron los rollos de canela! Pero… ¿estás seguro que no quieres que te dé mi parte por el chocolate caliente?

Izuku negó con la cabeza, ofreciendo una sonrisa cálida.

—Me alegra que te haya gustado —dijo, un tanto modesto—. Pero esto solo ha sido nuestra primera parada del día.

Uraraka lo miró con una mezcla de sorpresa y emoción.

—¡¿La primera?!

De nuevo, sin saber exactamente cómo, ya se encontraban en la entrada del zoológico. Los sonidos de animales y el bullicio de la gente llenaban el aire, creando un ambiente alegre y relajado. Ambos caminaron entre las diferentes secciones del zoológico, riéndose y haciendo el tonto frente a los animales y estatuas, posando en fotos ridículas y disfrutando de la experiencia como si fueran niños de nuevo.

—Este lugar está en muy buenas condiciones —comentó Izuku, observando con detenimiento las áreas verdes y lo bien cuidado que estaba todo.

A la mitad del recorrido, se cruzaron con una excursión escolar. Un grupo de niños de guardería caminaba en fila, liderados por su maestra, y tanto Izuku como Uraraka no pudieron evitar girar y sonreír con ternura al verlos.

—¿También te gustan los niños, Deku?! —preguntó Uraraka, con ese entusiasmo cálido que siempre la acompañaba.

—¡Claro! —respondió Izuku con sinceridad—. Aunque… no estoy seguro de que yo les guste mucho a ellos.

Uraraka lo miró con curiosidad.

—¿Por qué no?

Izuku recordó brevemente su interacción con Kota, aquel niño que había intentado ayudar, pero que al final había terminado dándole un golpe bajo.

—Tal vez… no he comprendido bien como tratarlos todavia —admitió con una risa nerviosa.

Pero antes de que Uraraka pudiera responder algo, ambos vieron a la distancia, a dos niños heteromorfos abriendo la puerta de la pequeña granja interactiva, donde había varios animales sueltos.

—¡Sean libres! —gritó uno de los niños con cara de tigre. Y como si los animales le hubieran entendido, comenzaron a correr descontrolados, dirigiéndose directamente hacia su grupo de la guardería.

—¡Cuidado! —gritó Izuku, reaccionando al instante. Corrió hacia los pequeños, con Uraraka a su lado, y ambos lograron cargar a dos niños cada uno, apartándolos del camino de los animales que, de no ser por ellos, podrían haberlos arrollado.

—¡Borreguito! —dijo alegremente una de las niñas mientras le jalaba el cabello a Izuku, quien supuso que así se sentiría un borreguito al ser trasquilado. Sin embargo ese pensamiento quedo atrás cuando la otra niña que cargaba Uraraka, señaló con el dedo.

—¡Miren a Kosei! ¡Es muy valiente!

Uraraka y Deku giraron al mismo tiempo para ver a un pequeño niño, de pie frente a una cabra, que parecía listo para embestirlo.

—¡Quítate de ahí! —gritó Izuku, tratando de avanzar entre los animales que seguían moviendose en todas direcciones.

La cabra comenzó a correr hacia el niño, pero justo cuando parecía que lo embestiría, una larga cinta apareció de la nada y lo jaló por la cintura, apartándolo del peligro.

—Eso estuvo cerca —dijo un joven de cabello oscuro, con cintas retrayéndose hacia sus codos, quien parecía haber usado su quirk para salvar al niño.

—¡Yo podía con él! ¡Ya tengo mi quirk! —se quejó el pequeño Kosei, frunciendo el ceño mientras intentaba golpear suavemente al chico de las cintas en la cara.

—Sí, pero… —el muchacho intentó explicarle, aunque parecía un poco torpe para tratar con niños.

Izuku no pudo evitar sonreír ante la escena. "Parece que no soy el único que tiene dificultades para llevarse bien con los niños", pensó, viendo cómo el chico con cintas suspiraba, claramente fuera de su zona de confort.

Mientras tanto, otro muchacho que parecía ser empleado del zoológico, con un quirk que parecía permitirle comunicarse con los animales, logró reunir a los que habían escapado y devolverlos a sus corrales. La situación parecía controlada, y la maestra de los niños apareció, agradeciendo a todos los que habían ayudado.

—¡Muchas gracias por salvar a los niños! —dijo la mujer, mirando con severidad a los dos pequeños que habían causado el caos—. ¿Qué estaban pensando al abrir ese corral?

—¡Yo no hice nada malo! ¡Mi papá me dijo que los animales no deben estar encerrados! —respondió el niño con cara de tigre, inflando el pecho como si estuviera defendiendo una causa noble.

—Entiendo, pero quizá malinterpretaste lo que te dijo tu papá —respondió la maestra con paciencia. Luego se giró hacia el resto de los niños, con una sonrisa más suave—. ¡Quiero que los miren bien, niños! Esta tarde los dibujarán como agradecimiento por haberlos salvado. Ellos fueron sus héroes el día de hoy.

El entusiasmo de los niños fue inmediato, sus voces llenando el aire.

—¡Yo quiero dibujar al borreguito verde! —exclamó la niña que había tirado del cabello de Izuku, señalándolo con emoción—. ¡Y le pondré tenis rojos!

Los ojos de Izuku se iluminaron, pensando en cómo lo representarían, aunque fuera en una versión antropomórfica.

—¡Ella parece una gatita contenta! —dijo otra niña, mirando a Uraraka, quien no pudo evitar soltar la risa.

—¡Y él parece un changuito! —gritó un niño, señalando al chico de las cintas.

Sero, quien ahora estaba a su lado, se tocó instintivamente las orejas al escuchar el comentario, suspirando con resignación.

...


Izuku se despidió de los niños que se alejaban alegres hacia la siguiente sección del zoológico, sus pequeñas voces llenando el aire de alegría. Mientras los veía alejarse, dejó escapar una risa suave.

—Es la primera vez que me llaman borreguito. Normalmente me llaman brócoli por el cabello —comentó, con una mezcla de gracia y resignación.

Uraraka, caminando a su lado, no pudo evitar reír. La imagen de Izuku con cabeza de brócoli apareció en su mente, y tuvo que contener la carcajada.

—¡Por supuesto! —dijo, sus ojos brillando de diversión mientras cubría su boca con una mano—. ¿Cómo es que no se me había ocurrido antes? Aunque supongo que los niños tampoco lo pensaron porque… a casi nadie le gusta esa verdura.

—Puede ser —admitió Izuku, rascándose la cabeza como si intentara comprender su propia apariencia a través de los ojos de un niño—. Aunque, si me dieran a elegir, creo que preferiría ser un conejo.

Uraraka lo miró con sorpresa.

—¿En serio? ¿Un conejo? —repitió, desconcertada, pero luego una idea cruzó su mente—. ¡Ah! ¡Es porque eres el conejillo de indias de Hatsume! ¡Lo dijiste el otro día!

Izuku se apresuró a negar con las manos formando una cruz.

—¡Sí lo dije, pero no es por eso, Uraraka! —exclamó con su rostro enrojeciendo levemente—. Es que… recientemente me he vuelto algo fan de la héroe Mirko, principalmente por su estilo de lucha, que consiste en usar las piernas y también por su sonrisa. De hecho, debo reconocer que…

Uraraka lo observaba expectante sobre lo que iba a decir.

—He practicado frente al espejo imitar su sonrisa. Creo que tiene el equilibrio perfecto entre dar confianza a las personas que rescata, y al mismo tiempo es lo suficientemente feroz para enfrentar a los villanos.

—¿Mirko, eh? — Uraraka lo miró con curiosidad, procesando su confesión con una mezcla de diversión y tal vez sólo un ligero indicio de celos por Mirko.

Aunque la imagen mental de Deku practicando la feroz sonrisa de Mirko frente al espejo era, cuanto menos, entrañable.

— ¿En serio te gusta su sonrisa? —dijo, todavía intrigada—. ¡De hecho, ahora que lo pienso… se parece un poco a la de Bakugo cuando pelea!

Izuku se quedó inmóvil por un momento, sorprendido por la comparación. Parpadeó varias veces, como si la idea apenas estuviera tomando forma en su mente.

—¡Ahora que lo dices, es cierto! —admitió, riendo con incredulidad—. No me había dado cuenta.

— ¿Sabes? Creí que en varios sentidos seguías apuntando a ser más como All Might— comentó Uraraka.

—Bueno... antes sí, era así. Era un gran fan. De hecho, creo que aún puedo imitarlo— Izuku bajó la cabeza, revolviendo su cabello con una expresión concentrada antes de alzar la mirada y soltar su imitación —¡Ya estoy aquí!

Al instante Uraraka escupió de la risa — ¡Estas igualito!

—Jajaja, gracias —rió Izuku, volviendo su expresión a la normalidad.

Su tono se volvió más reflexivo al continuar:

—¿Sabes? Estos meses entrenando con el señor Yagi me han hecho darme cuenta de algo. Aunque siempre he tomado notas de los héroes que observaba, ya fuera en la calle o por internet, durante mucho tiempo me obsesioné con la idea de que si llegaba a desarrollar algún estilo de pelea, definitivamente quería que fuera como el de All Might. Pero ahora... veo que ese estilo no era el más adecuado para mí —Izuku se detuvo un segundo, mirando a Uraraka, quien lo escuchaba atentamente—. No es que no pueda pelear con los puños, como lo hace él, pero siento que usar las piernas se ha vuelto natural para mí. Además, me he lastimado menos al entrenar de esa forma. Quiero pensar que ya no estoy atado a ese fanatismo de antes y, de alguna manera, he podido adoptar pequeñas cosas de otros héroes para mejorar.

— Ese un excelente auto análisis, Deku! Siempre me sorprendes! — lo felicito Uraraka.

Izuku sonrió un poco, algo apenado.

— Aunque es un hecho que no he dejado de admirarlo bastante, debo admitir que aún sigo teniendo sentimientos encontrados respecto a All Might. Aunque siempre le estaré eternamente agradecido por salvarme la vida.

—¿Salvarte... la vida? —repitió Uraraka confundida.

—Ah...

Izuku se dio cuenta de su error al instante. Rayos... aún no le he contado eso! Un torbellino de pensamientos le atravesó la mente. ¿Debería contarle ahora? Por un lado, si había alguien en el mundo con quien quisiera hablar de lo que pasó ese día, era Uraraka. Pero, no quería cargarla con más preocupaciones, especialmente después de todo lo de Hagakure y Himiko Toga. Además, habían tomado el día para animarla, no para que ella se preocupara por él.

Tal vez percibiendo su conflicto interno, Uraraka le tomó la mano con suavidad y le sonrió con ternura.

—No tienes que contarme nada que no quieras —le dijo, su voz calmada y llena de comprensión.

Al instante Izuku sintió un gran alivio.

—Gracias, Uraraka —respondió Izuku, apretando su mano ligeramente—. Quiero contarte, pero es... complicado.

—Esta bien, entonces cuando estés listo —resolvió ella con un leve tirón mientras seguían su camino tomados de la mano.

Mientras continuaron sus pasos tomaron un ritmo cómodo, casi sincronizado. El sol acariciaba suavemente sus rostros, y el aire olía a pasto recién cortado, mezclado con el ligero sonido del agua chapoteando.

Llegaron al estanque de las carpas, y Uraraka soltó una risita al ver cómo los peces abrían y cerraban sus bocas al acercarse. Izuku consiguió algo de comida para alimentarlas, y ambos se quedaron observando en silencio por un largo rato hasta que la comida se terminó.

De repente, ambos rompieron el silencio al mismo tiempo:

—Uraraka… / Deku…

Se miraron, sorprendidos por la coincidencia, y una suave brisa agitó sus cabellos, provocando un rubor en ambos.

—Tú primero —dijo Izuku, con una sonrisa nerviosa.

Uraraka se acomodo el cabello detrás de la oreja antes de hablar.

—Antes que nada... quiero agradecerte, Deku— Uraraka sonrió viendo su reflejo en el estanque, ahora que las carpas se habían dispersado — Se que lo de tomarnos el día hoy es debido a que Tsu y tu siguen preocupados por mi, por lo que ha pasado recientemente. Y aunque quisiera decirte de nuevo que todo esta bien, tal vez me he estado reservando algunas cosas que aun no les he contado.

—Sé que has estado intentando ser fuerte como siempre, Uraraka —empezó Izuku—, pero también sé que esto te está afectando más de lo que dejas ver. Y no tienes que pretender que todo está bien. No conmigo. Yo tampoco quiero obligarte a contarme nada que tu no desee compartir, pero quiero que sepas que estoy aquí. De verdad lo estoy.

Uraraka parpadeó, claramente conmovida. Sus ojos se suavizaron, y durante unos segundos, pareció buscar las palabras correctas. Finalmente, se inclinó sobre el barandal, exhalando lentamente.

—En relación a lo de Hagakure... no puedo dejar de pensar en cómo la dejamos atrás —dijo con la voz seria—. ¿Y si Toga esta haciendo esto por mi? ¿Y si fue culpa mía por no insistirle a Ojiro que la buscáramos?

—No es tu culpa —respondió Izuku con firmeza, dando un paso más cerca— Nadie pudo haber anticipado lo que pasaría.

Las palabras de Izuku parecieron calmarla un poco, pero aún así, Uraraka suspiró, la carga seguía ahí.

—Creo que lo se, pero al final es difícil no sentirme algo responsable... —murmuró—. Y no es solo eso... hay otras cosas que también me preocupan.

—¿Otras cosas? — preguntó Izuku, interesado, notando el peso detrás de sus palabras.

—Después de la fiesta de Aoyama... hablé con mis padres sobre algo más —dijo ella, vacilante.

Izuku mantuvo su atención, sus ojos verdes reflejando preocupación sincera.

Uraraka hizo una pausa, como si necesitara reunir coraje antes de continuar. Sus labios se curvaron en una sonrisa triste. Miró más adelante hacia el estanque, observando cómo las carpas nadaban perezosamente bajo la luz del sol, mientras el viento seguía jugando con su cabello. Empezó a recordar su conversación de aquella noche:

Había cerrado la puerta de la entrada de su casa tras de ella.

—Ochako, sientate, hay algo de lo que debemos hablar —pidió su madre, y Ochako obedeció, aunque con una mirada preocupada.

Sus padres también tomaron asiento en la sala, intercambiando una mirada que solo incrementó la inquietud de Ochako. Entonces, su padre rompió el silencio.

—Vimos que hace un momento te encontraste con Kai Chisaki —dijo su padre, con una voz cautelosa—. ¿Acaso te dijo algo?

Ochako frunció el ceño, recordando el encuentro.

—No —respondió Ochako, negando con la cabeza—. En realidad, él me dijo que ustedes me contarían de qué habían hablado.

Sus padres se miraron nuevamente, y Ochako pudo ver cómo su madre asentía, dándole permiso a su padre para continuar.

—Hay algo que sabemos hace tiempo y que no habíamos querido contarte, principalmente para no preocuparte, Ochako —empezó a decir su padre, su voz llena de seriedad—. Pero ahora creo que es muy importante que lo sepas. El hombre que salvaste con su auto y su hija es el líder de una organización llamada Shie Hassaikai, que actualmente está siendo investigada por la policía por distribución de drogas ilegales en Japón.

Ochako se quedó sin palabras. Había visto a ese hombre como alguien educado, incluso amable, cuando le mostró el regalo para su hija. Nada en ese momento le hizo pensar que era un hombre peligroso. Pero ahora, al escuchar la revelación, una sensación de frío recorrió su espalda. Si de verdad era un líder yakuza, y habían intentado matarlo, entonces todo había sido una de esas riñas entre criminales. ¿Habría puesto a su familia en peligro al intervenir?

Su padre pareció captar la preocupación en su rostro.

—Con esto no queremos decir que estuvo mal haber salvado el auto en el que iba Kai Chisaki —aclaró su padre rápidamente—. Estamos muy orgullosos de ti, Ochako.

—Gracias, papá —respondió Ochako, aunque con un sentimiento de inquietud. Una pregunta surgió en su mente—. ¿Y por qué razón vino él aquí el día de hoy?

Su padre tomó un respiro profundo antes de contestar.

—Bueno, parece que Chisaki se enteró de la situación económica de nuestra familia y se ofreció a prestarnos dinero para ayudar a la empresa.

El estómago de Ochako se revolvió. Algo en la oferta de Chisaki no le sonaba bien. ¿Por qué querría ayudarles? ¿Y a qué costo? Su madre, notando su incomodidad, intervino para tranquilizarla.

—No te preocupes, Ochako. Por mucho que tu padre ame la arquitectura, después de escuchar la oferta de Kai Chisaki, decidió declinarla —explicó su madre, intentando aliviar la tensión en la sala.

—¡Qué alivio! —suspiró Ochako, sintiendo que un peso se levantaba de sus hombros.

—Aunque... —continuó su padre, frotándose la nuca nerviosamente—. Pareció algo insistente en el hecho de querer saldar su deuda con nosotros de alguna forma. Supongo que así es como hacen las cosas los yakuzas, pero la verdad fue algo aterrador por un momento.

Ochako miró a su padre con una mezcla de admiración y preocupación. Sabía cuánto significaba la empresa para él, y cuánto le costaba rechazar la oferta de un nuevo préstamo, si se había esforzado en obtener uno los últimos meses con los bancos.

—¡A pesar de todo, tu padre demostró ser muy firme! —intentó animar la señora Uraraka, sonriendo a su hija.

—¡Qué admirable... y qué miedo! —opinó Ochako, intentando mantener un tono ligero, aunque la preocupación seguía presente en su voz.

El señor Uraraka suspiró, sintiendo el peso de la decisión que había tomado.

—No puedo negar que me costó un poco declinar su oferta. Como ha dicho tu madre, amo la arquitectura y tenía muchos proyectos en mente. La oferta de Kai Chisaki era más que generosa y nos hubiera ayudado mucho con la situación actual de la empresa, pero es mejor declarar la bancarrota que no poder dormir en las noches pensando que le debemos a los yakuzas y que su dinero viene de drogas.

—¿Declarar... la bancarrota? —murmuró Ochako, sintiendo un nudo en la garganta. Durante un tiempo, había creído que la situación estaba mejorando, especialmente con sus esfuerzos para reparar el puente que había dañado la reputación de la empresa de su familia.

De nuevo, su padre pareció leer sus pensamientos.

—No quiero que pienses ni por un segundo que lo que han hecho tú y tus amigos ha sido en vano —intentó tranquilizarla su padre—. La situación mejoró gracias a su ayuda, y recibimos algunas propuestas de proyectos, pero... la empresa ya contaba con grandes deudas que venía arrastrando desde antes de que todo esto pasara.

En la mente del señor Uraraka aparecieron los rostros contentos de sus trabajadores, aquellos que habían sido leales a la empresa a pesar de las dificultades.

—Amablemente, algunos de nuestros trabajadores se ofrecieron a seguir trabajando, aunque no pudiéramos hacer el pago puntual de sus salarios, pero eso claramente sería poner en riesgo la estabilidad económica de otras familias —dijo el señor Uraraka, su voz quebrándose mientras las primeras lágrimas comenzaron a caer por su rostro.

Ochako sintió un nudo en el pecho al ver a su padre así. No pudo contenerse más y corrió a abrazarlo.

—¡Papá! —lloró Ochako, sintiendo las lágrimas brotar mientras se aferraba a él.

—No llores, hija —murmuró su padre, abrazándola con fuerza—. Ya sabíamos que esto podía ocurrir. Al menos estamos a tiempo de poder saldar todas nuestras deudas y salir adelante.

Ochako se separó ligeramente, con los ojos llenos de lágrimas pero con determinación en su voz.

—¡Pero... y si al terminar la secundaria trabajo en la empresa a tiempo completo! —sugirió con lagrimas en los ojos.

El señor Uraraka la abrazó con ternura, acariciando su cabello.

—Nunca te pediría que renuncies a tu sueño para cumplir el mío, Ochako —le dijo suavemente, pero con firmeza— Tu tienes que seguir tu propio camino.

Los tres miembros de la familia Uraraka se abrazaron entre lagrimas, compartiendo un momento de vulnerabilidad y fuerza.


Al terminar de escuchar su historia, Midoriya sintió una terrible urgencia en su pecho. Sin pensarlo demasiado, dio un paso más y, antes de que pudiera detenerse, la tomó de la mano y la envolvió a Uraraka en una especie de abrazo. Fue un gesto torpe, pero lleno de calidez y sinceridad. Al principio, ella se tensó, sorprendida, pero luego se dejó llevar, hundiendo el rostro en su hombro mientras sollozaba suavemente.

—No estás sola en esto —le susurró—. Yo estoy aquí.

El silencio que siguió fue reconfortante y el suave murmullo del viento con hojas los envolvía. Por un momento, fue como si parte del peso que cargaban se disipara. Uraraka tomó aire profundamente, pero siguió sollozando y respirando en el cuello de Izuku, sujetándose fuertemente a su mano, retrayendo el pulgar para no hacerlo flotar.

—Gracias, Deku —dijo muy bajito —Yo también... estoy aquí para ti.

Izuku asintió, intentando esbozar una sonrisa aunque sin poder evitar torcer un poco su expresión. El nudo en su estómago no desaparecía del todo, pero al menos sabía que había logrado compartir parte del dolor de Uraraka. Ambos se quedaron en silencio por un momento, observando como las carpas regresaban, atraídos por las hojas que caían al agua.


El parque al que habían llegado al salir del zoológico, los envolvía en una atmósfera de paz, con el viento meciendo suavemente con las hojas de los árboles, creando sombras que danzaban a su alrededor. Izuku y Uraraka caminaban lado a lado, el suelo cubierto de césped fresco. El sol filtrado a través de las copas de los árboles les acariciaba la piel, y ambos revisaron sus celulares solo para comprobar que todo seguía bien con el resto del mundo.

Uraraka continuo contándole un poco más sobre su situación familiar. Le explico que su familia llevaba varias generaciones dedicándose a la construcción, sin embargo con la muerte de sus abuelos paternos, sus padres tuvieron que hipotecar la casa para salvar el negocio en varias ocasiones. Su padre no había parado de endeudarse, para evitar despedir a sus empleados. Algunos también llevaban más de una generación trabajando para su familia. Sin embargo esa situación también se había hecho insostenible por el constante estrés que tenían que enfrentar sus padres por las constantes deudas.

—Aun así... debe estar siendo especialmente difícil para tu padre— meditó Izuku después de un breve silencio — Renunciar a su sueño por el bienestar de su familia. Creo que es un padre admirable.

— ¡Verdad que si! — se animó un poco Uraraka ofreciéndole una nueva sonrisa a la que Izuku contestó de la misma forma.

Aprovechando un carrito de helados que pasaba en ese momento, compraron un par de nieves de limón. El sabor ácido y refrescante contrastaba con el cálido día, y poco a poco, cualquier pesadez en sus corazones pareció disiparse. Pronto se encontraron riendo de pequeñas cosas, sintiéndose más ligeros con cada paso que daban.

El parque los guió hasta un lago cristalino, donde el agua reflejaba el cielo despejado y las copas de los árboles. A lo lejos, algunos niños arrojaban piedras, intentando hacerlas rebotar en la superficie del agua, hasta que se cansaron y se marcharon después de unos breves intentos. Inspirados por la escena, Izuku y Uraraka decidieron intentarlo también. Ambos se inclinaron a recoger algunas piedras planas del borde del lago, listas para lanzarlas.

El resultado de su primer intento no pudo haber sido más opuesto. Mientras Uraraka había hecho trampa y usado su don para hacer flotar su piedrita hasta perderse en el infinito, la piedrita de Izuku llegó realmente lejos pero sin dar ningún salto en el agua.

De nuevo Uraraka no pudo evitar soltar la risa.

— ¡Pensé que habría mejorado aunque sea un poco desde que tenia cuatro años!—se quejó un poco Izuku.

— No mejoraras si no practicas, sin importar el tiempo que pase. El secreto esta en la muñeca. Mira —dijo colocándose en su espalda y sujetándole la muñeca para enseñarle el movimiento de mano que debía realizar con la técnica adecuada, repitiéndolo en dos ocasiones— ¡Así! ¡Así!

Por algún motivo, que al principio no pudo determinar con precisión, Izuku de repente se volvió terriblemente consiente de la cercanía que estaban compartiendo. Tal vez... era un poco el hecho de que sentía el suave y cálido pecho de Uraraka presionarse contra su espalda. Por supuesto, no quería ser descortés con la explicación que le estaba dando Uraraka sobre como arrojar piedritas, información que sin duda hubiera sido invaluable cuando era más pequeño y que podría haberlo ayudado a evitar las burlas de Kachan y sus amigos. Pero ahora, en el presente, no pudo evitar girarse para mirarla directamente al perder por completo la concentración. Ella pareció al principio un poco sorprendida, pero cuando sus ojos se encontraron pareció adivinar su intención, incluso un poco antes de que él mismo la supiera. La mano de Izuku que aún era sujetada por la muñeca, soltó el resto de las piedritas y se inclinó con un leve sonrojo hasta tener su rostro muy cerca al de ella.

—Deku...— murmuró Uraraka, casi sin aliento, pero suficiente para que Izuku supiera que compartían el mismo deseo. Con suavidad, la rodeó con su brazo y la acercó más hacia él, sus labios encontrándose en un beso lento y cálido, que los envolvió por completo.

En un acto instintivo, Uraraka terminó pegando su pecho más a Deku, con una sensación que logró ambos entreabrieran los ojos ligeramente para mirarse, aunque sin separase ni un poco. Volvieron a cerrar los ojos, sintiendo como el sol de medio día les calentaba los cuerpos al permanecer inmóviles.

Uraraka ahora tenia las manos en los hombros de Izuku, pero pronto sintió la necesidad de reacomodarlas en su espalda para acercarlo un poco más.

Un pequeño sonido que escapó de la boca de ambos los hizo abrir los ojos de nuevo y cuando sus miradas se cruzaron de nuevo, la intensidad del momento los dejó sin palabras, y simplemente se dejaron llevar por el calor que sentían.

El viento jugaba con sus cabellos mientras el lago seguía reflejandolos junto con la tranquilidad del cielo.

Una gran nube apareció de pronto, cubriendo el sol, pero la calidez que compartían no disminuyó.

...


La lluvia caía con fuerza sobre el edificio de Izuku cuando abrió la puerta de su casa y observo la oscuridad de su recibidor.

— ¿Estas... seguro que esto esta bien, Deku?— pregunto Uraraka nerviosa, asomadose en el umbral antes de atreverse a entrar.

Izuku asintió, aunque su propia inseguridad vibraba en el aire—. C-claro, Uraraka. Después de todo... ya has estado aquí antes, ¿recuerdas? —intentó tranquilizarla, pero al mismo tiempo, sintiendo la rigidez de sus propios pasos mientras se adentraba en el recibidor—. Viniste a visitarme... cuando nos conocimos.

—Siento... como si ya hubiera pasado mucho tiempo de eso— comentó Uraraka entrado finalmente y cerrando la puerta tras de ella con cuidado.

Izuku, sin saber cómo responder, se apresuró hacia el armario más cercano. Extrajo un par de toallas y le ofreció una a Uraraka, quien la aceptó con una sonrisa tímida.

—Gracias —dijo mientras comenzaba a secarse el cabello

Izuku la observó, sus ojos captando el suave movimiento de sus manos, y una sensación cálida, casi familiar, se instaló en su pecho.

—¿Quieres... tomar una ducha?

La pregunta salió de sus labios sin pensar, y en cuanto las palabras abandonaron la boca de Izuku, el color subió rápidamente a sus mejillas.

—Quiero decir... no los dos... no juntos por supuesto...¡Oh, no, claro que no! O sea, yo no... —Izuku agitó las manos, intentando corregirse, sus palabras torpes y atropelladas.

Uraraka rió, un sonido suave que llenó la sala, disipando cualquier tensión que pudiera haber surgido.

—Tranquilo, Deku —dijo con una sonrisa que iluminaba la penumbra de la sala—, entiendo lo que quieres decir, pero no. Estoy bien.

Izuku pensó que Uraraka siempre estaba ahí para ayudarlo, incluso en esas simples cosas como no hacerlo sentir incomodo con sus torpes palabras.

Uraraka se acercó a él, tomando una de las toallas con la que él mismo apenas había comenzado a secarse. Sin decir nada, comenzó a secarle el cabello con delicadeza. Sus dedos se movían entre los mechones de su cabello con una suavidad que lo hizo estremecer ligeramente. A través de ese gesto, Izuku pudo sentir el cariño y la calidez que siempre le había demostrado, pero que ahora, en medio de la tormenta, parecían envolverse de una manera más íntima.

—Ahora tu cabello parece... algas marinas —bromeó Uraraka con una sonrisa bonita, pero sus palabras se apagaron cuando notó la expresión en el rostro de Izuku. Su mirada, fija en ella, era más profunda de lo que estaba acostumbrada, más intensa.

Izuku se había quedado inmóvil, cautivado de nuevo por la cercanía. Podía sentir el calor de sus manos, un toque que lo desconcertaba y lo tranquilizaba al mismo tiempo.

—Aunque... te ves... muy lindo así... —murmuró Uraraka, su voz temblando ligeramente.

Justo en ese instante, un relámpago iluminó la habitación con un destello breve pero intenso, y fue como si ese rayo de luz rompiera la última barrera entre ellos. Sin pensar, sus manos la rodearon con firmeza por la cintura, atrayéndola hacia él con una decisión inesperada.

Izuku la miró, sus ojos buscando alguna señal en los suyos antes de cerrar la distancia entre ambos. Sus labios se encontraron en un beso que casi de inmediato se tornó más profundo, explorándose mutuamente con un deseo de cercanía que había estado contenida por varios meses.

—Uraraka... —murmuró Izuku contra sus labios, su voz apenas un susurro, como si nombrarla hiciera el momento aún más real y cargado de una mezcla de emociones que le quemaba el pecho.

—Deku... —respondió ella, con una mezcla de dulzura y deseo.

La intensidad de ese primer beso los dejó sin aliento, y cuando se separaron solo lo suficiente para respirar, sus miradas seguían fijas la una en la otra, como si temieran que si se soltaran, el momento desaparecería.

Pero no lo hizo. Se volvieron a besar, esta vez con más urgencia, como si cada beso fuera una confirmación de lo que ambos habían sentido durante tanto tiempo. Uraraka dio un pequeño paso hacia atrás, su espalda encontrando la pared mientras las manos de Izuku se afianzaban con más fuerza en su cintura, como si necesitara asegurarse de que no se iría a ninguna parte.

...


Ambas chaquetas escolares descansaban ahora sobre el respaldo de dos sillas del comedor, esperando secararse lentamente. El ambiente en la habitación aún estaba impregnado por la humedad de la tormenta exterior, y aunque las ventanas estaban cerradas, el eco de la lluvia seguía retumbando en sus mentes, acompañando la sensación de incertidumbre que había quedado en el aire.

—L-lo siento, Uraraka. No debí haberme acercado así. N-no sé qué me pasó... —balbuceó Izuku, sus orejas ardiendo en un tono carmesí mientras buscaba algo que prestarle en el armario de su habitación, después de que Uraraka le dijera que tenia un poco de frio debido al descenso en la temperatura.

Uraraka, aunque también apenada detrás de la puerta, rió suavemente, intentando aliviar la tensión—. No te preocupes, Deku. Además... fuimos los dos nos dejamos llevar un poco por la atmósfera de la tormenta, ¿no crees? —dijo con una sonrisa, antes de empujar suavemente la puerta de la habitación de Izuku — ¿Se puede?

—¡Ah! ¡No, no, no, no! —Izuku extendió las manos en un intento desesperado de detenerla, pero ya era demasiado tarde.

—Esto es... — Uraraka entró y se encontró con algo que no esperaba: una habitación de estilo japonés, minimalista y refinada.

Izuku soltó un suspiro resignado antes de sonreír tímidamente—. Todoroki... hace poco él se ofreció a remodelar mi habitación como agradecimiento por dejarlo quedarse en mi casa por un tiempo. Me dijo que lo tendría listo en un día, y por eso pensé que haría solo algunos pequeños cambios, pero... bueno, resultó así —sus labios se curvaron en una sonrisa nerviosa—. Mi mamá casi se desmaya cuando lo vio. Me da un poco de pena porque... siento que contrasta bastante con el resto de la casa.

—Te entiendo— dijo Uraraka aun sorprendida y con los ojos muy abiertos —Se nota que Todoroki tiene potencial para ser un excelente contratista. Y también que te aprecia mucho, Deku.

Izuku, con una sonrisa algo más relajada ahora, sacó del armario una sudadera verde agua con su nombre bordado en el pecho.

—¿Esta está bien? —preguntó, ofreciéndosela.

—Sí, muchas gracias —respondió ella, aceptando la chaqueta con una sonrisa genuina.

Mientras se colocaba la sudadera, la suave tela acarició su piel, brindándole una sensación de calidez inmediata. Pero, en cuanto el ambiente se volvió cómodo de nuevo, la tensión entre ambos resurgió. Un silencio denso y cargado de algo más se formó entre ellos, similar al que había llenado la sala momentos antes. Ambos se miraron un segundo demasiado largo, la conexión latente en el aire, pero esta vez estaban en la intimidad de la habitación de Izuku, lo que solo intensificaba la sensación.

Buscando desviar la situación, Uraraka intentó romper el momento con una pequeña broma — Mira ¡Ahora soy como Deku! ¡Plus Ultra! —exclamó, alzando un brazo exageradamente.

Pero en ese instante, un recuerdo la golpeó con la fuerza de una ola. La imagen de Himiko Toga apareció en su mente, recordándola en un día en el centro comercial. Jugaban en la sección de ropa para hombre, probándose trajes de todo tipo. La risa de Toga aún resonaba en sus oídos, y podía ver claramente cómo salía de una cortina del probador con un traje azul marino, lanzando un golpe al aire al frente y diciendo "Soy Saito" con una sonrisa juguetona. Aquella escena, tan inocente pero cargada de emociones complejas, la dejó un poco aturdida.

—¿Uraraka? ¿Estás bien? —Izuku, notando la súbita pérdida en su expresión, se acercó preocupado.

Ella parpadeó, sacudiendo la cabeza rápidamente—. Sí, sí... estoy bien. Solo... me perdí un momento. No te preocupes.

Pero el recuerdo seguía ahí, en su mente. Himiko, con sus emociones contradictorias, seguía siendo un enigma para ella, alguien que había intentado comprender pero que siempre se le escapaba. Sin embargo, no era el momento de pensar en eso, no ahora.

Izuku, viendo su leve desconcierto, intentó animarla y no hacerla sentir incomoda —. Ehm, bueno... ¿te gustan los huevos fritos?

Uraraka no pudo evitar reír ante la pregunta repentina e inesperada. La risa, aunque breve, rompió la tensión acumulada, trayendo una nueva frescura al ambiente.

—Sí, Deku, me encanta el huevo frito —respondió con una sonrisa más relajada, agradeciendo que él, sin darse cuenta, siempre sabía cómo devolverle un poco de tranquilidad.

—Genial. Entonces... te prepararé unos —dijo Izuku con determinación, como si esa simple acción fuera su manera de protegerla de todo lo que la inquietaba, incluso si no sabía exactamente qué era.

Y mientras Izuku se movía hacia la cocina, Uraraka lo observó, sintiendo cómo su presencia, su calidez y su torpeza sincera siempre la envolvían en un grato sentimiento de paz.

Una vez en la cocina, Izuku se apresuró a poner una tetera con agua para hacer té verde.

—¡Aaaa! —gritó de pronto Uraraka, sorprendiendo a Izuku.

—¿Q-qué pasa? ¡¿Viste algún insecto o algo?! —preguntó con nerviosismo, sus ojos buscando frenéticamente en todas direcciones, apresurándose con el insecticida en mano, listo para actuar.

— No, no es eso ¿Por qué tendría que ser un insecto?—dijo con una sonrisa divertida—. Solo acabo de recordar que no regresamos por los crepes que querías que probara.

Izuku, visiblemente aliviado, dejó caer los hombros y soltó un suspiro—. Oh, eso. No me des esos sustos, por favor, Uraraka —respondió mientras guardaba el insecticida y se tocaba el pecho, aún recuperándose del susto—. Supongo que tendrá que ser para la próxima.

Uraraka, medito sobre eso y aunque al hablar lo hizo con un tono optimista, había una nota de preocupación en su voz—. Deku, tú... ¿has pensado si en verdad tendremos tiempo de salir una vez que entremos en la UA? Por lo que he escuchado, el nuevo director, Aizawa, es bastante estricto. Empiezo a creer que tendremos muy poco tiempo libre. Y será así por los próximos tres años. Y después, bueno, el hecho de ser héroes profesionales no parece que nos vaya a dejar mucho tiempo.

Izuku dejó la sartén que sostenía en la mano por un momento, reflexionando sobre las palabras de Uraraka—. Sí —dijo con un tono más serio—, yo también he pensado lo mismo. Pero creo que por eso fue una buena decisión tomarnos este día, ahora que todavía podemos —sonrió con ternura, y Uraraka, sin poder evitarlo, sintió sus mejillas calentarse. Se giró ligeramente, esperando que Izuku no notara su repentino sonrojo.

—¿Es posible que tu madre regrese pronto? —preguntó Uraraka con cierta preocupación, mirando a la puerta de la entrada y luego el reloj de la cocina que marcaba la una y media de la tarde—. Tal vez se moleste si nos encuentra aquí. No creo que esta sea una hora normal para decir que salimos de la escuela y llegamos hasta aquí.

Izuku, mientras rompía unos huevos en la sartén y cubría el contenido con una tapa, respondió—. No te preocupes. Hoy trabaja hasta tarde.

—No sabia que tu mamá trabajaba, Deku. Aunque supongo que es lo más normal— comentó Uraraka.

—En realidad, mi mamá heredó hace algunos años una propiedad y algo de dinero de su familia, lo cual ha sido una gran ayuda. Gracias a algunas inversiones seguras, hemos salido adelante. Aunque, de vez en cuando, mi mamá toma trabajos de medio tiempo para tener un ingreso extra y también para mantenerse activa.

—Ya veo —Uraraka asintió, comprendiendo la situación—. Qué suerte haber heredado dinero y no deudas, como en mi familia —comentó con una sonrisa algo incomoda.

—S-si — Izuku sonrió, aunque no supo bien cómo continuar la conversación, así que se distrajo abriendo el refrigerador para sacar la mayonesa y la catsup—. También tenemos algunos emparedados de carne que me dio el señor Yagi. Dijo que tienen el contenido calórico perfecto para antes de entrenar —ofreció, intentando ser hospitalario.

—No, muchas gracias. Estoy intentando comer menos carne —rechazó Uraraka amablemente.

Izuku asintió y continuó preparando la mesa—. Creo que así es mejor. El otro día encontré un cabello en uno de ellos... creo que al señor Yagi se le está cayendo el pelo por el estrés. Incluso tuvo un accidente hace poco, pero no quiso darme muchos detalles. Aunque confío en que no está metido en nada peligroso.

Uraraka, mientras elegía entre la mayonesa y la salsa de tomate, sonrió cálidamente—. Es un poco misterioso, pero si te ha ayudado tanto, seguro es una buena persona.

—Si. En verdad... me siento muy afortunado por todas las personas que me han ayudado los últimos diez meses— al decirlo Izuku a su lado, le sostuvo la mano a Uraraka. Ambos se quedaron quietos, sus ojos conectando por un instante que pareció alargarse, una sensación de nerviosismo y algo más llenando el espacio entre ellos. Pero antes de que pudieran acercarse más, el silbido agudo de la tetera rompió la tensión.

—¡Ah! ¡El agua! —dijo Izuku, casi dando un brinco al levantarse rápidamente para apagar la estufa—. Eso me recuerda... ¡también tenemos taiyakis congelados! ¿Quieres algunos?

—S-sí, por favor —respondió Uraraka, también un poco nerviosa por la cercanía anterior— Me encantan las cosas dulces.

Izuku colocó los taiyakis en el microondas, tratando de calmarse con el sonido suave del aparato llenaba la cocina. Mientras observaba los taiyakis, no pudo evitar que sus pensamientos se agolparan en su mente.

"Tengo que dejar de intentar besarla a cada oportunidad... Antes de que piense algo raro sobre mí. Especialmente porque estamos solos en casa."

El sonido del microondas lo devolvió a la realidad. Giró con el plato de taiyakis en mano, esbozando una sonrisa que esperaba que fuera relajada y natural—. Estos me los dio un amigo del señor Yagi. Creo que te parecería alguien muy gracioso, Uraraka.

— Si tu lo dices. Hay que comerlos cuando están calientes —Uraraka tomó uno de los taiyakis, y al primer mordisco su expresión cambió rápidamente—. ¡Está frío!

Izuku la miró sorprendido —¿Qué? Pero, no puede ser. Si use el modo para descongelar.

Uraraka observó el plato largo en el microondas y luego, con una sonrisa comprensiva, explicó—. Lo que pasa es que pusiste un plato enorme adentro. Al ser tan grande, no gira y se calienta solo de un lado —dijo, señalando el horno y con una risa suave bromeó —. Se nota que tu mamá hace todo por ti.

—¡No, no, no pienses eso! —Izuku se apresuró a justificar, visiblemente apenado—. Te aseguro que antes no giraba. Debe ser que mi mamá cambió el horno recientemente, y no me había dado cuenta.

—Tranquilo. Sólo bromeaba —Uraraka rió suavemente y lo ayudó a acomodar los taiyakis en un plato más pequeño—. Así es como deben colocarse. Dicen que en el centro del plato la comida no se calienta bien.

— Muchas gracias, Uraraka. Hoy es la segunda vez que me enseñas algo nuevo — rió un poco avergonzado y no pudo evitar recordar que en realidad a la mitad de la explicación sobre como tirar piedritas se había desconcentrado besándola. Se cubrió la boca para intentar ocultar un nuevo sonrojo.

—Pero tú también me enseñaste esa linda cafetería y escuchaste mis problemas. Yo soy la que debería estar más agradecida, Deku —respondió Uraraka mientras seguian observado los taiyakis en el microondas.


Después de terminar de comer, ambos se ayudaron mutuamente a lavar los platos. Sin decir gran cosa, se colocaron uno al lado del otro, Izuku secando mientras Uraraka lavaba, cada movimiento en una sincronía involuntaria pero perfecta. En cierto momento sus dedos se rozaron, y ese breve contacto hizo parpadear a Izuku, sintiendo un calor familiar extenderse por su cuerpo.

'Es tan... raro, pero a la vez tan familiar'— pensó Izuku, con una sonrisa tímida curvándose en sus labios— 'Parece como si fuéramos un matrimonio joven. Y no me molesta en absoluto' — el rubor tiñó ligeramente sus mejillas al pensarlo.

De pronto, la voz de Uraraka lo sacó de su ensoñación.

—Deku... sabes? —dijo, sin apartar la vista del lavabo mientras terminaba de lavar la última cuchara. El leve rubor en su rostro la hacía parecer aún más adorable bajo la tenue luz de la cocina— Aún... tengo algo de frío.


Antes de que Izuku pudiera procesar del todo lo que estaba sucediendo, Uraraka extendió su mano hacia él, y con más suavidad de la que él jamás pensó posible, entrelazaron sus dedos. Izuku la siguió, casi hipnotizado por la sensación que nacía en su estómago y recorría su pecho hasta llegar a sus manos, que temblaban ligeramente, pero no se soltaron de las de ella. A medida que cruzaban el pasillo hacia su habitación, los latidos de su corazón parecían resonar con más fuerza en sus oídos.

Al entrar en la habitación, se percató de que la lluvia que antes golpeaba con insistencia contra la ventana se había reducido a una brisa suave y húmeda, un eco lejano que envolvía el ambiente. Uraraka, sin soltar su mano, levantó su colcha, se deslizó debajo de ella y, con una sonrisa pequeña y tímida, lo invitó a recostarse junto a ella. Izuku tragó saliva, queriendo decir algo, cualquier cosa, pero las palabras se agolparon en su garganta. Se recostó y la sensación de la colcha al cubrirlo, junto con el calor que emanaba de Uraraka a su lado, era tan reconfortante como aterradora.

Mirándola de perfil, ella lo observaba con esos ojos brillantes y una leve sonrisa que lo desarmaba por completo. La mano de Uraraka se levantó, apenas rozando su mejilla. El toque fue tan suave que le robó el aliento.

—A-así estamos mejor, ¿no? —preguntó ella, su voz casi un susurro, con un sonrojo apenas visible bajo la luz tenue que iluminaba la habitación.

Izuku, con el corazón latiendo desbocado, asintió lentamente, sin apartar la mirada de ella.

—Sí... así está perfecto —murmuró, apenas encontrando su voz.

El nerviosismo seguía presente, pero también algo más... algo que lo hacía querer estar más cerca, sentir más de esos pequeños momentos de calidez. Estiró una mano temblorosa, casi sin pensar, y la colocó sobre su mejilla, acariciándola ligeramente.

Y en ese instante, el mundo exterior desapareció de su mente. No había más ruido de lluvia, ni viento, ni frío. Solo estaban ellos dos, en la intimidad de la habitación, con sus corazones latiendo al unísono. Cada beso, cada roce de sus manos, los acercaba más, como si estuvieran aprendiendo a hacer algo nuevo juntos.


Notas de la autora.-

Listo el capitulo treinta! Sus comentarios siempre son bienvenidos! Muchas gracias por leer, seguir y darle like. Siempre me hace sonreír.