Capítulo VI
Fuego Sagrado
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"Quien te ayude a calmar tus tormentas, merece estar ahí en los días de mucho sol." -
Paulo Cohelo
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Caminaba lentamente, rumbo al altar, con su fino vestido blanco entallado al cuerpo, bordado con piedras brillantes y su largo cabello dorado recogido. Lucía hermosa, radiante, como una princesa. Como la verdadera princesa que era. Él la esperaba ansioso, con un elegante smocking y camisa blancos.
Se sentía tan feliz con sólo verla a ella feliz. Observaba junto a las demás damas de honor, con un elegante vestido rojo. Después de dar el sí, se pusieron sus anillos y sellaron el compromiso con un beso de amor verdadero.
En ese momento, el cielo se puso negro y cargado. Un rayo cayó entre los recién casados y, en ese mismo lugar, la tierra se rajó dejándolos uno a cada lado. Segundos después, el sol se apagó por completo, dejándolos en completa oscuridad. Entonces, un remolino de viento, como un tornado, la envolvió a ella, levantándola por los aires. Él estiró sus brazos hacia ella, intentando agarrarla, al mismo tiempo que gritaba su nombre. Ella también estiró sus brazos, en un vano intento por tomar a su amado.
-Ustedes dos no debían unirse. - dijo una voz que ella no supo de dónde provino. Observó con horror como la grieta en el suelo se extendía más y más, creando un profundo precipicio. Al abrirse, hacia temblar los suelos como un eterno terremoto que iba destruyendo todo a su paso.
Él corrió tras su amada, pero cuanto más corría, ella más se alejaba. Intentó ir tras la pareja, pero el suelo se movió a sus pies, haciéndola caer de rodillas. Observó como el joven caía en la grieta que seguía extendiéndose por el suelo.
Con horror, tomó su rostro con ambas manos, la destrucción había alcanzado toda la ciudad…
-¡USAGI!
·٠• Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ •٠
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-¡Nooo!- de un salto se sentó en su cama. Su corazón latía con fuerza. Gruesas gotas de sudor caían por su frente. Jadeaba asustada.
Otra vez ese sueño, otra vez el temor y el dolor. Se levantó, se dirigió al baño y lavó su rostro. Aún tenía un nudo en la garganta. Había perdido la cuenta de cuántas veces había tenido ese mismo sueño. No, sabía perfectamente que no era sólo un sueño. Sus sueños jamás eran sólo sueños. ¿Qué debía hacer? Tal vez había hecho mal en no hablarle a Minako sobre esos sueños. Pero ella ya tenía bastante con todo el peso del liderazgo sobre su espalda, con la responsabilidad de mantenerlas unidas y fuertes ¿para qué preocuparla más de lo que ya estaba?
Unos fuertes golpes en la puerta del baño la hicieron sobresaltarse. Aún estaba temblando.
-¡Reí! ¿Estás bien Reí? - se escuchó al otro lado de la puerta. Era la voz de Yuichiro y se oía alarmado. - ¡Abre la puerta Reí! - Cómo pudo, con las piernas temblorosas, se acercó para quitar el cerrojo. Él ingresó, se detuvo unos segundos en sus ojos, enseguida lo supo. La abrazó con fuerza. - ¿Estas bien? - preguntó, aun sin soltarla. Podía sentirla temblar mientras la tenía entre sus brazos. - ¿Has vuelto a soñar? - preguntó, mientras se separaba de ella.
-Estoy bien... sólo fue una pesadilla. - Yuichiro sonrió y luego corrió algunos mechones que caían sobre su rostro. Sabía que no había sido sólo una pesadilla, jamás lo era. Sabía que ella intentaba minimizar lo que le pasaba para no preocuparlo.
-Ven, te prepararé un té para que te tranquilices un poco. - dijo con dulzura. Hacía tiempo que había aprendido a respetar sus silencios y estar ahí para ella. Reí solía ser muy reservada, y él prefería no avasallarla con preguntas.
Los primeros luces del día comenzaban a asomarse en la metrópoli, era una mañana demasiado calurosa para ser marzo, aunque no paraba de llover. Le esperaba un largo día y arrancarlo de ese modo no ayudaba. Dio un sorbo a su taza de té, mientras Yuichiro encendía el televisor. Desde aquel fatídico accidente, esos sueños, en los que alguna fuerza del mal quería hacerle daño a Usagi, eran cada vez más frecuentes. A veces incluso, soñaba con que el mundo sería destruido. No le había dicho nada a sus amigas al respecto, el único que sabía de esos sueños era Yuichiro.
Él se sentó al frente de ella y tomó su mano. La miró con dulzura. Estaba preocupado por ella. Siempre se preocupaba por ella. Con el correr del tiempo, Rei había podido ser sincera con él. Él conocía todos sus secretos. Sabía de sus poderes, de su otro yo, de su misión de proteger al mundo, de su deber de cuidar de Usagi. Y, también, de ese futuro como guardiana del Milenio de Plata que resurgiría en Tokio de Cristal. Aun así, había permanecido a su lado, le había propuesto matrimonio a pesar de no saber que sería de esa relación una vez que Usagi asuma el trono.
-Sabes que puedes confiar en mí. - dijo con dulzura. Ella sonrió y, luego, le dio un tierno beso en los labios.
-Lo sé... No te preocupes...- Yuichiro retiró su mano de la de ella y volvió a tomar el control remoto. Hizo zapping buscando algún canal de noticias que esté dando el pronóstico del tiempo. Pero se detuvo en un canal de noticias internacionales al llamarle la atención las imágenes que estaban pasando.
Rei levantó la vista al escuchar de que hablaban los reporteros. El graf del noticiero hablaba de una ola de asesinatos extraños en la ciudad de Oxford. Los reporteros detallaban asombrados el estado de los cuerpos encontrados en las calles. Su corazón se paralizó, al mismo tiempo que un escalofrío recorría su cuerpo. En ese momento, la imagen de uno de sus sueños vino a su mente. En él había visto una extraña criatura, sin una forma definida, que absorbía la energía de los seres humanos, la cual la hacía crecer más y más. No podía tratarse de una casualidad. Ella mejor que nadie sabía que las casualidades no existían. Y era eso lo que más la atormentaba. ¿Por qué allí? ¿Por qué en Oxford? Había tantas ciudades en el mundo, ¿tenía que ser justamente la ciudad en la que estaba su amiga? Sus nervios se incrementaron al ver las imágenes de la Universidad en la pantalla. Al parecer, allí habían comenzado esos extraños sucesos, allí había tenido lugar el primer asesinato.
Rei se levantó de prisa, como si hubiera tenido un resorte en el trasero.
-Rei...
-Necesito llamar a Ami...- dijo, alejándose sin más. Yuichuiro la observó partir. Suspiró. Pensó en ir tras ella, pero decidió que era mejor dejarla sola. Además, tenía mucho trabajo en el templo y no podía seguir holgazaneando. Apagó la televisión y se dispuso a abrir al público. Aunque, a decir verdad, con tantos días seguidos de lluvia, no eran muchos los que llegaban a orar o a tratar de conocer su suerte.
Una vez vestido con su kimono y sus getas, salió a la entrada del templo, para empezar con un nuevo día de arduo trabajo. Últimamente el templo se había vuelto muy popular, cada día era visitado por cientos de personas. Observó el cielo amenazante. Llovía. No era una lluvia copiosa, pero si molestaba bastante. ¿Volvería a ver el sol algún día? Estiró sus brazos, para quitarse la pereza y se dispuso a comenzar con su trabajo.
Entonces, le llamó la atención la presencia de un hombre que se encontraba junto al árbol sagrado, atando en sus ramas un omikuji. Era un hombre alto, de cabellos rubios y cortos. Iba bien vestido, pantalón de gabardina negro y camisa blanca. Un tapado impermeable de color gris completaba su atuendo. Yuichiro lo observó con cierto recelo. No era sólo el hecho de que le pareciera bastante extraño que una persona vaya a un templo a conocer su fortuna cuando no paraba de llover. Además, había algo en ese hombre, algo que no le agradaba en absoluto. Sentía una poderosa energía que emanaba de él.
Lo observó, en silencio. Él pareció sentir el peso de su mirada en su nuca. Volteó a verlo. Por un instante, sus miradas se entrecruzaron y pareció que de ellas salían chispas. El aire se sentía tan tenso que hasta podría cortarse con tijeras.
-Tú eres… ¿El nuevo sacerdote del templo? - preguntó el rubio, mientras la llovizna caía copiosamente.
-Así es… Dime, ¿Qué se te ofrece? - dijo con amabilidad.
-Estoy buscando quien realice… un rito de purificación. - dijo con templanza y un tono de voz seco y frío. Yuichiro lo observó detenidamente. Parecía un hombre de mucho mundo, su atuendo se veía fino y caro, cabello cuidadosamente cortado, rostro rasurado. No parecía el tipo de hombre que suele pedir ayuda espiritual. Sonrió con amabilidad.
-Claro que si… puede pasar al templo y contarme más…- respondió, señalando con ambas manos la entrada al lugar. Un nuevo silencio se produjo.
-Yuichiro…- la voz de la sacerdotisa interrumpió la conversación. Yuichiro volteó a ver a su amada. Reí salió del templo, con su cartera al hombro y un paraguas en su mano. Llevaba un traje compuesto por minifalda y saco negros, y una remera roja debajo. Lucia radiante, al parecer, se sentía mejor. Se acercó a él sin notar la presencia de aquel extraño y le dio un tierno beso en los labios. El hombre la observó con cierto recelo. Sintió como su sangre hervía del coraje. – Voy al periódico, no sé a qué hora vuelvo. - dijo sin más y, se retiró del lugar rumbo a las escaleras del templo, al tiempo que abría su paraguas. Por el rabillo de su ojo, notó la presencia de aquel hombre, que no le quitaba la mirada de encima. Unos pasos más adelante, con su paraguas ya abierto, atinó a voltear, aunque sin detener su paso.
El hombre posó sus ojos azules en los de ella. Su corazón se estremeció, se le erizó la piel. Sus mejillas se sonrojaron sin razón aparente.
-¿Jedaite?- pensó para sí misma. Él sonrió, como si hubiera escuchado sus pensamientos. ¿Qué locura estaba pensando? No podía ser él. Él estaba muerto. Beryl lo había asesinado hacía tiempo.
Volvió a mirar al frente, siguiendo su camino, mientras él la observaba sin parpadear. Ella estaba más hermosa de lo que recordaba. Emanaba esa energía tan poderosa, tan especial. Yuichiro frunció el ceño. La manera en la que él observaba a su amada lo molestó bastante. Sintió deseos de echarlo del templo. Pero por respeto a su maestro no lo haría. Cómo buen sacerdote, su deber era tratar con amabilidad a todos los que asistieran a su templo.
-¿Es la nieta del antiguo sacerdote verdad? – preguntó, volviendo a mirarlo.
-Ella es la sacerdotisa del templo… y también es mí prometida. - respondió con cierta molestia, a manera de "marcar territorio." El hombre sintió que algo se rompía dentro de él. ¿Sería acaso su corazón? - ¿Entramos?
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"Asesinatos en Oxford" tecleó en la computadora, el buscador devolvió cientos de resultados, la mayoría, publicaciones recientes de periódicos online. Clickeó sobre el primero de los resultados y comenzó a leer la noticia. Los pormenores de los asesinatos hicieron que la piel se le estremezca.
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-Todo está bien, no te preocupes. - la dulce voz de su amiga se escuchaba al otro lado del teléfono.
-¿Estás segura? En las noticias dijeron que los asesinatos comenzaron en la universidad.
-Si, es cierto… las clases están suspendidas desde entonces… pero fuera de eso, en nada ha afectado nuestras vidas.
-Pero… los asesinatos...
-Dicen que siguen encontrando cuerpos… pero los asesinatos ocurren durante la noche… casi no salgo del campus, ni siquiera durante el día… no tienes por qué preocuparte. - la voz de su amiga se oía serena y muy dulce, como siempre. Sin embargo, presentía que ella estaba omitiendo detalles. Seguramente para no preocuparla
-Por favor, ten mucho cuidado, Ami… tengo un mal presentimiento…
-¿Has… sentido… algo? - preguntó, dudosa. Reí notó cierto nerviosismo en sus palabras. Al parecer, algo más estaba pasando, algo que ella no le estaba contando, por eso su interés en saber si había tenido alguna visión.
-He sentido muchas cosas… pero mis visiones son confusas y borrosas, ni siquiera estoy segura de que significan.
- Ya veo… No te preocupes, quizás no sea nada…
-Debo colgar, Ami, por favor, mantenme al tanto…
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-Acaso estos sucesos… ¿tendrán relación con mis sueños? – se preguntó a sí misma.
-Hino…- la voz de la jefa de editoras la hizo sobresaltar. - No estás aquí para leer noticias.
-Yo… lo siento… bueno… es que…-titubeó nerviosa. - Estaba investigando… sobre los asesinatos en Oxford… quizás podamos cubrir la noticia… enviar a un corresponsal y…
-No lo creo… Es un tema que concierne sólo a ellos… en nada nos afecta. Nuestro periódico trata temas locales, ese tipo de noticias no nos interesan… Pero, quizás, podrías escribir una editorial sobre tu templo.
-¿Mí templo?
-He oído que tu templo se ha vuelto muy popular entre los jóvenes. Tú y tu prometido han hecho un gran trabajo haciendo que los jóvenes se interesen por la religión. - Reí hizo una mueca de disgusto. La razón por la que su templo era tan popular entre los jóvenes era por sus habilidades para adivinar el futuro y leer el tarot. No era algo de lo que estar orgullosa.
-De acuerdo…- dijo, con cierto desagrado. Después de todo, solo era una pasante, estaba allí para aprender, no para discutir con su jefa que era más conveniente publicar en el periódico.
Volvió a echar una mirada al monitor. Necesitaba saber más acerca de esos sucesos, pero los medios no contaban mucho. El tema estaba siendo investigado por la policía, así que estaba envuelto en un total hermetismo. Suspiró. Cerró el navegador, disponiéndose a escribir la nota que le pidió la editora. Al hacerlo quedó al descubierto su escritorio, en el que tenía una foto con sus amigas. Esa había sido la última vez que habían estado juntas, las cinco, el día que le habían hecho una fiesta de despedida a Ami. Observó a su amiga de odangos dorados y las ganas de llorar aparecieron.
-Usagi-cham
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Barría el patio del templo, después de un arduo día de trabajo. El Sol se ponía detrás del árbol sagrado, mientras los cuervos revoloteaban a su alrededor.
-Rei-cham. - la voz de su amiga la hizo sobresaltarse. Estaba de espalda a las escalinatas, así que no la vio venir.
Terminaron arrodilladas en la mesa de la sala, compartiendo una taza de té y galletas, hablando de temas triviales. Pero ella notó cierta tristeza en el rostro de su amiga
-¿Estás bien, Usagi?- ella sonrió. - Tú no has venido hasta aquí a tomar el té… ¿cierto? - Usagi bajó la mirada, mientras pellizcaba su pollera con sus manos, nerviosa. Cerrando los ojos con fuerza, intentó contener las lágrimas.
-No llores, Usagi… ¿por qué lloras?
-Rei… ¿acaso has tenido algún sueño últimamente… alguna visión…? – Reí abrió los ojos, sorprendida.
-¿Por qué lo dices? ¿A qué le tienes miedo? - Usagi secó sus lágrimas con el dorsal de su mano y sonrió. Por la reacción de Reí, pudo notar que ella no había sentido nada.
-No… es sólo que… estoy un poco nerviosa con todo esto…- se excusó. - El momento se acerca, Reí… no sé si estoy lista…
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-Usagi… te preocupaba el momento de asumir al trono… Pero… ¿acaso había algo más? - Meneó su cabeza, intentando alejar esos pensamientos tristes. Debía concentrarse en su trabajo.
Para el final del día, había logrado terminar con su editorial. Antes de retirarse, se encargó de imprimirlo, ponerlo en una carpeta y dejarlo sobre el escritorio de la jefa de editores. Suspiró. Escribir ese tipo de cosas no era lo que había tenido en mente cuando había decidido estudiar periodismo. Aunque, a decir verdad, tampoco estaba muy segura de que el periodismo de edición sea lo que realmente amaba. Lo que a ella le gustaba era escribir poesías o canciones, quizás escribir alguna novela romántica.
Se detuvo en el hall del edificio, al observar la lluvia caer. No había parado en todo el día. Salió a la vereda y abrió su paraguas. Entonces, notó la presencia del joven, apoyado contra el tronco de un árbol que lo mantenía al resguardo de la lluvia. Al menos en parte.
-Yuichiro... ¿qué haces aquí?
-Estaba preocupado por ti... Sé que has estado bajo mucho estrés... Por eso, pensé en pasar por ti. - dijo, mostrándole dos entradas para el cine. - ¿Qué dices? - Rei sonrió, se acercó a él y le dio un beso en los labios.
-El día esta ideal para una cita romántica. - dijo, cubriéndolo con su paraguas. Él le sonrió. Entonces, ambos caminaron bajo la lluvia, rumbo al cine.
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¡Buenas! ¡Aquí estoy de nuevo! ¡Qué lindo es saber que siguen del otro lado! Aquí, Rei y sus dos ¿amores? ¿Quién creen que debería ser la pareja de Rei? La verdad estoy en duda, ¡opinen! Yuichiro me gusta mucho, creo que ama a Rei con sinceridad, y se ha esforzado mucho por ser correspondido, ¿no creen? Bueno, en el animé claro, y aunque mi historia se basa en el manga y allí ni siquiera existió. Pero, bueno, convengamos que el manga iba muy rápido, directo al grano jaja, y en el medio, pudieron haber pasado muchas cosas que no se vieron (el clásico rellenito de los 90)
Por cierto, quisiera hacer un par de aclaraciones para quienes no conozcan demasiado de cultura japonesa:
Geta es el nombre japonés para las tradicionales "ojotas" con base de madera que acompañan a los kimonos.
Omikuji son los pequeños papeles dorados y enrollados que predicen la fortuna. Ya saben, esos que se obtienen al azar, generalmente agitando un recipiente rectangular, obteniendo así una varilla de bambú con el numero de la caja que deben escoger, ahí obtienes tu onikuji. La tradición dice que si te toca una mala fortuna debes atarlo a un árbol dentro del templo. ¿Qué tan mala habrá sido su premonición?
¡Nos leemos en el próximo capítulo! El que estará dedicado a mi querida Minako. ¡Besos para todos!
