–Tenemos que terminar.
Debía ser un mal sueño, aunque no recordaba cuándo se había ido a dormir pero en realidad no le hallaba otra explicación a lo que estaba escuchando.
–¿Podrías repetirlo? –preguntó Reigen tartamudeando un poco, con los nervios crispando por todo su cuerpo.
Mob lo miraba fijamente, no dudaba en lo que decía, su comportamiento era muy diferente al que tuvo el día que se le confesó. Recordaba que lloraba ligeramente con el rostro sonrojado, ¿cómo no iba a hacerlo cuando lo rechazo tajante? Quiso reconfortarlo al instante pero él no era la persona apropiada, lo dejó irse a casa.
Pero la determinación en su mirada para ser eventualmente aceptado no desapareció, Reigen actuó de forma inapropiada, dejándose llevar por los coqueteos, por las muestras de afecto. Se dejó arrastrar por su querido alumno a este mundo de amor y tristeza.
Esa mirada de determinación era la que Shigeo ahora mismo le dedicaba, por más que deseaba negarlo sabía que estaba hablando en serio, sin una sola pizca de duda.
–No quiero seguir siendo más tu novio.
Reigen quedó paralizado, la única prueba de que aún seguía respirando era el vaho de su aliento bajo esa noche nevada de invierno. Se supondría que después de hacer las compras para la cena navideña del día siguiente, irían a ver una obra de teatro que Reigen estaba ansiando y luego a hacer una caminata a su hogar.
¿Era esta la razón por la que Shigeo decidió primero ir al parque? ¿Acaso no quería hacerlo en otro sitio que no le resultara familiar?
No sabía que estaba al borde de las lágrimas hasta que volvió a hablar.
–¿P-por qué?
El llanto que se esforzaba en contener no pareció afectar al azabache en absoluto, él continuó dirigiendo esa dura expresión hacia él.
–Lo que dijiste hace tiempo… antes de que empezáramos a salir, era verdad.
¿Lo que dijo? ¿Qué fue lo que dijo? En ese entonces había dicho muchas cosas con tal de hacer que Shigeo dejara de seguirlo, ¿a que se refería exactamente?
¿Se dio cuenta de que era muy viejo para él? ¿Ahora le había dado asco porque era un fraude? ¿Odiaba sus modales?
La respuesta llegó a él, tan clara y como una bofetada en la cara mientras la traición atravesaba su pecho dejando un dolor que se incrustaba a su alrededor.
–Co-Conociste a alguien…
Al menos Shigeo tenía la decencia de parecer avergonzado, no por sus acciones sino por la herida que sabía que le estaba causando a Reigen. Escondio sus manos enguantadas en el largo abrigo negro que el mismo Reigen le habia regalado el pasado año en visperas de celebracion navideña.
–Nos hemos estado viendo hace tiempo –Escondió su rostro sonrojado en la bufanda que Reigen le cedió cuando aún era un adolescente, lo miró con arrepentimiento–. Lo lamento tanto Arataka, no quería que fuera así.
Reigen rió, sonaba patético, como un animal herido. Se talló los ojos con la manga de su viejo rompevientos que le compró su madre y se dio la media vuelta, no dejaría que Shigeo viera sus lágrimas, no quería hacerlo sentir más mal de lo que sabía que debía sentirse.
Sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo prendió, sabía que le molestaba a Shigeo que fumara cerca suyo pero maldición, necesitaba con urgencia pudrirse los pulmones. El humo que exhalo formó un camino hacia el cielo, esparciéndose en el aire y perdiéndose con el viento, deseaba demasiado poder hacer lo mismo.
–Supongo que desde el inicio tenía razón.
Pudo finalmente suprimir el impulso de soltarse a llorar, aunque fuera por unos cuantos minutos pero lo aprovecharía con tal de poder expresar algo decente para el azabache.
Volteo a mirarlo, encontrándose con un hombre que parecía tímido, incluso avergonzado pero sin una pizca de duda en su lenguaje corporal. Apretaba los puños como cuando era joven y se armaba de valor para decir algo, para tomar acción, quizás ahora Shigeo estaba haciendo eso para recibir los reproches que tuvieran que salir de la boca de Reigen.
–¿Es joven? –pregunto dando otra calada a su cigarro, consumiendo con rapidez el tabaco en su interior, incluso sintió que le picaban los ojos.
–Lo es, la conocí en la universidad.
No quería preguntar desde cuando pasó, no quería pudrir esos momentos de lo que él pensó que disfrutaba de una relación maravillosa, con el desengaño de la cruel realidad.
–Seguro debe ser muy hermosa.
Shigeo no dijo nada, solo lo miraba expectante, quizá quería ver sus lágrimas pero Reigen no se disponía a soltar ninguna frente a él.
–¿Estás bien?
¿Qué clase de pregunta era esa? Claro que no, pero Reigen no iba a responder que sentía su corazón hecho trizas y que esos pedazos le estaban perforando el cuerpo de dentro hacia afuera. En cambio solo terminó su cigarrillo en la tercera calada.
–Creo que iré a la casa de mi familia por un tiempo.
Fue lo que respondió, Shigeo no dijo nada, no protestó en absoluto. Sabía que era lo mejor para ambos, luego le pediría a alguien más que pasara por sus cosas a su apartamento pero eso claramente no se lo iba a contar a Shigeo.
Después de todo, no quería encontrarse con él y su nueva pareja en el espacio que solía ser privado para ellos dos, otra imagen distante que no deseaba manchar.
A partir de ese momento, camino en completa soledad, dejando el rastro solitario de sus huellas en la nieve.
No miro a donde andaba, pero se detuvo cuando se topó con un árbol, a su alrededor no había nadie.
Su fachada tranquila se rompió en pedazos mientras un líquido traslucido calentaba su rostro.
Era un estúpido.
