La vida en una nueva ciudad no era para nada emocionante.
¿Aunque podría llamar "nueva ciudad" a su ciudad natal? No había estado aquí en años y ahora todo le parecía familiarmente ajeno, las mismas casas aún se encontraban firmes sobre sus cimientos desde el último día que había visitado el lugar, pero eran solo un poco diferentes. Ahora nadie tenía antenas sobre los tejados y los viejos comercios locales estaban siendo desplazados por tiendas industrializadas. No había necesidad de recalcar que su tranquilo hogar en ciudad Menta ahora era una atracción turística por su parsimonia, al menos eso percibió cuando recordó no haber visto tantos extranjeros la última vez.
No importaba, en realidad era indiferente a todo eso, solo estaba buscando excusas para distraerse mientras contaba cabelleras blondas y de un castaño muy claro entre las calles.
Ya habían pasado unos meses desde que se mudo nuevamente a su ciudad natal. Su ubicación actual no estaba cerca de la casa de sus padres para su alivio pero si a un par de estaciones en tren de distancia. Claramente los preocupó cuando se presentó a la cena navideña sin previo aviso a finales del año pasado, pero su semblante y el hecho de que estaba solo los hizo entender de inmediato que había ocurrido. Extrañamente su padre no le reprochó nada mientras su madre lo mimaba, fue su hermana la que hizo las preguntas incómodas cuando estaban solos en su vieja recámara.
–¿Te peleaste con Shigeo?
–No –respondió seco, aún su corazón palpitaba con la herida fresca en aquel entonces–. Terminamos.
Su hermana pareció sorprendida, no llevaba mucho tiempo que su familia había conocido a Shigeo cuando fueron a visitarlo de improviso y los pillaron a ambos portándose como una pareja de recién casados en la cocina de su apartamento. Recordaba que su padre había estado furioso, quizás no le dijo nada negativo sobre su soledad actual porque en verdad esperaba que esa relación fracasara. En cambio su madre y hermana se mostraron fascinadas por Shigeo, elogiando lo bien parecido que era y que seguro él era la razón para que Reigen mejorará como persona.
¿En aquel entonces ya lo estaba engañando?
No, no quería pensar en eso.
–Lo lamento tanto hermano.
–No te preocupes, Ayaka. Creo que solo estaba destinado a pasar, era demasiado bueno para ser verdad.
Su hermana no dijo nada, pero lo conocía muy bien, así que supo que cuando abrazó sus rodillas, no tardaría mucho tiempo en empezar a llorar. Solo se acercó a consolar al patético desastre en el que se había convertido.
Ahora se encontraba mirando el apagado cielo nocturno desde el balcón de su apartamento, opacado por las luces de la ciudad que no dejaban vislumbrar ni una sola estrella.
Cerró la ventana una vez que se encontró satisfecho y se dirigió al cómodo sofá largo, dispuesto a descansar un rato del ajetreado día que tuvo. Su nuevo trabajo era igual de lujoso que su nuevo frío hogar, después de planear una posible mudanza durante la cena navideña, su hermana lo recomendó casi de inmediato en una importante firma de abogados. Tenía mucho tiempo que no ejercía su título universitario, en realidad no lo hizo jamás con formalidad, solo cuando tuvo que cumplir con sus prácticas universitarias.
–Te irá bien, supiste defenderte de esos reporteros el otra vez –dijo su hermana con confianza, Reigen se quería morir pero aceptó el trabajo ante la inminente necesidad de apartarse de su antigua vida lo más rápido posible.
Pero a pesar de todo, en realidad si le estaba yendo bien. Ahí nadie lo conocía así que sus pulidas habilidades de negociación brillaban excepcionalmente, recordaba que cuando se graduó de la universidad estaba muy decepcionado de su carrera por lo que prefirió vender dispensadores y bidones de agua en lugar de ejercer, luego todo fue historia.
Sin embargo, ahora se volvió muy importante en su trabajo en tan poco tiempo que incluso podía declinar aceptar ciertos casos que lo incomodaban: asesinatos, violaciones e infidelidades estaban en la lista. Prefería mantenerse dentro de los crímenes de guante blanco.
Su salario era lo suficientemente decente para pagar un apartamento en una zona urbanizada, no tenía muchos lujos pero era suficiente para estar orgulloso.
Esa vida ajetreada no se comparaba en la que llevaba antes, con él rociando sal a la gente desesperada por un alivio, dando masajes a los crédulos de posesiones físicas. Se divertía mucho en ese trabajo, por más inusual que fuera ahí sintió que estaba completamente realizado, ahora pensaba en él como un loco por abrir un negocio así.
Pero ahí conoció a personas maravillosas, valoraba a todos y cada uno de ellos a su manera, aun conservaba sus números telefónicos por si acaso sin atreverse a borrar ninguno en mucho tiempo.
Recordó la forma en la que Serizawa se impactó por la noticia de que cerrarian pronto, claro que lo tenía que indemnizar así como a Tome quien había sido una muchacha lo suficientemente terca como para faltar a su oficina con el pasar de los años. Afortunadamente Shigeo ya no trabajaba más en ese lugar, así que no tendría que darle algo.
–¿Por qué tan de repente? –preguntó Serizawa una vez que pudo procesar el anuncio de Reigen, este suspiró.
–No es que no me guste este negocio –dijo manteniendo la voz apagada, se acomodó el cuello de la camisa mientras desvió la mirada–. Solo que quiero cambiar de ambiente, siento que me estoy estancando aquí.
Mentir era su especialidad, pero Serizawa se había vuelto perspicaz con el pasar de los años así que lo adivinó todo, al igual que Tome quien se había mantenido al margen durante todo este tiempo.
–Lo haces por Shigeo.
Miró al techo de la oficina, intentando mantener sus lágrimas bajo control, no estaba listo para hablar del tema con nadie y mucho menos con sus empleados, que también eran amigos de Mob.
–Lo lamento, pero no puedo permanecer mucho tiempo por aquí –dijo sentándose en su sitio, se sentía tan patético admitiendo la verdad–. Odiaría encontrarme con él en la calle con su nueva pareja, ya saben, simplemente creo que no podría soportarlo.
Se llevó ambas manos al rostro, respiró profundamente y exhaló con la misma intensidad. Miró a sus dos empleados, ahora parecían sentir compasión y lástima hacia él y su situación. Tome se puso de pie de repente.
–En ese caso no dejaré que cierres –Se señaló a sí misma con ímpetu–. ¡Déjame este negocio a mi!
Decir que aceptó al instante lo avergonzaba, le tenía mucho cariño a su negocio anterior como para cerrarlo por un mal de amores y aunque Tome aún era muy joven, confiaba en ella y no la dejaría sola, solo aceptó la oferta cuando Serizawa intervino y admitió tener el mismo deseo.
Ellos dos sabían cómo encargarse de las cosas, de eso estaba seguro.
Ahora la vida monótona de la que huyó hace años atrás, donde tenía un jefe que lo presionaba a morir pero un sueldo suficiente para vivir un poco bien lo estaba alcanzando de nuevo.
Tomó su chaqueta y buscó sus llaves, salió corriendo del edificio hasta llegar a un puente, atravesando la zona residencial y llegando a la zona rural. Ahí no había nadie, nadie escucharía ni lamentaría.
Se detuvo agitado en medio de un puente, mirando las aguas del río bajo sus pies, estaba calmado, imperturbable. No iba a hacer una locura pero tenía que despejarse, tenía que salir de esa locura que ahora era su aburrida vida.
Se miró a través del reflejo a bastantes metros de distancia, la pobre iluminación lo obligó a mantener su mirada fija en las oscuras aguas y sin quererlo, también notó otra presencia en el reflejo.
Rápidamente volteó al otro lado del puente, una figura femenina poco intimidante estaba parada ahí, destacando su abrigo blanco y la sombrilla amarilla sin propósito alguno que estaba cargando. Le pareció un poco tierna pero eso no le hizo bajar la guardia, se concentró más en ella notando que debajo de ese paraguas se escondía una larga cabellera azul platinado, su piel era blanquecina y en sus ojos había cierta picardía. De no ser porque ya conocía cómo se veían los espíritus, habría pensado que se trataba de uno.
–¿Y entonces… –dijo ella en un tono melodioso pero con una voz inusualmente ronca para tratarse de una muchacha–. …vas a saltar?
