Se sentía estúpido.
De todos los momentos en los que había podido dudar de su decisión, justo comenzaba en este momento cuando la vendedora en el aparador había desaparecido detrás de las elegantes cortinas, buscando el pedido que recién había escogido.
Toda la confianza que había reunido se estaba haciendo pedazos, pocas veces en su vida había sentido este impulso de salir corriendo del lugar, incluso años atrás se mantuvo firme frente a peleas fuera de su alcance y comprensión, frente a poderes inexplicables y frente a admitir la verdad sobre sí mismo. Y ahora sentía que esa determinación se había consumido en los dos años desde que se alejó de aquella vida.
Sentía que se había acomodado demasiado bien a su nuevo ritmo de vida adquirido hace dos años, un trabajo ajetreado desde la mañana hasta la tarde, caminatas en el parque seguidas por una película o una cena por la noche. Un beso de despedida en la estación de tren y de regreso a casa.
Hacer lo que estaba a punto de hacer era cometer un delito contra esa rutina, sería matarla de un tajo para comenzar con otra realidad, una nueva forma de vivir, no se sentía seguro para ese cambio.
Serizawa, a quien no había visto hace meses y ahora estaba a su lado, complacido de acompañarlo, pareció notar su cambio de estado de ánimo.
–¿Pasa algo, Reigen?
El rubio, quien se había acostumbrado a mostrarse más sincero en este tiempo, negó y miró fijamente el aparador donde se exhibian piezas y conjuntos lujosos como si fueran dulces.
–No estoy seguro de esto –dijo con la voz temblorosa, se aferró a su corbata azul platinado como si fuera un ancla de seguridad–. ¿Qué pasa si lo arruino? No creo ser lo suficientemente fuerte como para vivir con otro fracaso.
Serizawa lo miró con compasión, Reigen no quería que se sintiera incómodo o algo por el estilo, solo que no pudo evitar externar sus dudas y miedos, se sentía patético.
–¿Sabes que? Olvida lo que dije –dijo apretando los puños, un mal hábito que desearía olvidar–. Saldrá bien, ¿no es así?
La vendedora llegó con el artículo solicitado, el precio le dolió a Reigen pero al final lo pagó sin protesta alguna. Guardó la compra con mucho cuidado en un bolsillo discreto en el pecho de su abrigo, haciendo espacio en el lugar donde habitualmente llevaba sus cigarrillos tuvo que tomar el último y prenderlo una vez que salieron del local.
–No era mi intención que no dejaras de mirarme fijamente –le dijo a Serizawa, quien se sobresaltó al verse descubierto.
–Lo lamento mucho Reigen –dijo el azabache, caminaron un poco más por las calles asoleadas de la ciudad por el verano venidero, una época fresca y perfecta para el descanso, las actividades al aire libre y para que las repentinas rafagas de aire apagaran sus cigarrillos a ciertas horas del dia.
–¿Y cómo ha estado todo por allá? –preguntó Reigen, intentando no sonar tan interesado en su pregunta, solo que no había evitado sentir curiosidad.
–Bien, el negocio prospera como siempre –dijo Serizawa, Reigen se rió un poco ante la afirmación de que su antiguo negocio "prosperaba" cuando él lo manejaba–. Tome ha estado estudiando mucho en su carrera de negocio, creo que quiere expandirnos más de lo que imagine.
Eso último lo soltó con cierto nerviosismo, Reigen soltó una carcajada.
–Esa chica es tan impulsiva como siempre –dijo finalmente tirando su cigarrillo al bote de basura que encontró en medio de su caminata–. No dejes que el trabajo la consuma, eso es malo para su salud.
–Por supuesto que no lo hago –dijo Serizawa alarmado–. Ella tiene la misma idea, sale con sus amigos de la universidad a menudo, incluso con algunos de la secundaria como Shi…
Se calló en un momento, miró con sumo arrepentimiento a un Reigen que no parecía estar ni un poco perturbado, pero claramente sabía de quién estaba hablando.
–No te tienes que preocupar más por mi Serizawa –dijo con tranquilidad, metió su mano al abrigo y sacó de ahí la más reciente de sus adquisiciones–. Ya lo he superado.
Abrió la caja deteniendo su andar y el de Serizawa, miró con cariño al par que encajaba perfectamente.
–Hablar sobre eso aun duele aunque es cada vez menos, pero a pesar de eso estoy dispuesto a avanzar con todas las consecuencias que acarrea esta nueva vida.
–Yuna parece ser la adecuada para ti –dijo Serizawa, luciendo más tranquilo, Reigen sonrió y cerró la caja.
–Lo es, ella es la indicada.
Continuaron con su andar, recapitulando la vez en que esta nueva historia comenzó.
Yuna fue el nombre del supuesto espíritu con el que Reigen se encontró en el puente, resultó ser una persona sordomuda que estaba intentando que Reigen no se lanzara al río pero pensó que si sonreía y hablaba con su voz poco practicada, lograría simpatizar con el (que bicho más raro, pensó el Reigen de ese entonces). Ella lo llevó a su hogar en la zona rural, le dio de comer y no dejó que se fuera, pensando en que intentaría algo si ella no estaba ahí.
Después de una larga explicación la chica cedió y lo dejó irse (Reigen agradeció infinitamente que ella pudiera leer los labios o hubiera llegado tarde a su trabajo), con la condición de que lo mantendria vigilado un tiempo .
Un tiempo lo suficientemente largo para que surgiera una nueva relación entre ambos.
Reigen no supo bien cómo pasó, pero sí supo bien que la naturalidad de las eventualidades coincidían con el sentir de su corazón. Se acomplejo un tiempo pensando que era simple despecho lo que sucedía entre él y esa mujer, pero al final supo que no era nada de eso, era diferente.
Sintió ese mismo complejo cuando Serizawa lo visitó antes, hace unos meses y entre pláticas, Serizawa tuvo que responder mensajes de su teléfono celular, dejando expuesto por unos breves segundos una foto que lo había dejado reflexionando por un rato.
Era Shigeo, con una enorme sonrisa en el rostro mientras cargaba a una niña pequeña, su semblante era tan afable como el del azabache cuando era más joven. El parecido era excepcional y supo de inmediato la conexión entre ambos.
Reigen se paralizó un momento y fingió que no vio nada, Serizawa de todas formas parecía no haberlo notado. Pero aquella imagen lo dejó pensando por semanas.
Era obvio que Mob lo había superado hace mucho, incluso antes de que terminaran su relación, pero ver que ya no pensaba en él ni un solo momento y que ahora se enfocaba en tener una familia fue como recibir una cubetada de agua fría directo en el rostro.
Finalmente fue consciente de que ya no había nada que lo conectará a Shigeo, no tenía que sentirse mal por lo que hacía bajo las sombras de la duda, no tenía que seguir sintiéndose culpable por sus propias emociones ni por abrir de nuevo su corazón.
Tal vez aún tenía algo de esperanza, una cruel esperanza de que aún significaba algo en la vida de Shigeo y que tal vez, solo tal vez, volverían a amarse como antes.
Pero eso no iba a ocurrir, debía dejar de soñar como un niño y enfrentarse con un salto a la realidad.
El simple recuerdo le dio valor, sonrió cuando sintió la elegante caja con los anillos de compromiso contra su pecho, cerca de su corazón.
Sonrió cuando despidió a Serizawa en la estación de tren, quien le deseaba lo mejor para su futuro compromiso por una última vez.
