Capítulo 1: El arte de conquistar.
¿Qué significa la palabra "conquistar"? Según sus múltiples definiciones, se entiende como el acto de buscar y ganar algo deseado. En el ámbito amoroso, este término se asocia con obtener la atención o el afecto de una persona anhelada, y quizá, lograr algún tipo de conexión íntima. Sin embargo, el camino hacia la conquista no es sencillo: está lleno de etapas que pueden llevar al éxito o al más rotundo fracaso con tan solo un paso en falso. Por supuesto, todo esto debe ser consensuado por ambas partes.
La mayoría de los seres humanos maneja este concepto, ya sea de manera consciente o no. En algún momento de la vida, todos buscamos lo mismo, ya sea por gusto o por necesidad biológica. Y si hay un momento en que somos más vulnerables a conquistar y ser conquistados, ese es, sin duda, durante la temida adolescencia.
La adolescencia es una etapa caótica, donde las hormonas parecen volverse locas. Se trata de un período de maduración cognitiva, física, social y emocional. Es el momento en que el cuerpo comienza a prepararse para experiencias antes desconocidas, y el despertar sexual se vuelve evidente.
En esta alocada etapa comienza nuestra historia, una que ha quedado grabada en la memoria de quienes la vivieron o presenciaron. Una historia que involucra a tres jóvenes, todos ellos en el último año de secundaria. Bueno, para ser sinceros, solo dos de ellos eran realmente apuestos; el tercero… no tanto. Esta es la historia de cómo estos tres chicos enfrentaron los efectos inevitables de la adolescencia en su búsqueda de la ansiada CONQUISTA.
Lunes 2 de abril de 2012
Era una fresca mañana de primavera en Ciudad Satán. El tráfico avanzaba con calma, los adultos se dirigían a sus respectivos trabajos, y estudiantes de diferentes escuelas caminaban por las calles a temprana hora. Todo parecía normal, pero para muchos, ese día tenía un sabor amargo: era el primer día de clases a nivel nacional, y con él, las vacaciones se desvanecían como un sueño lejano.
En la Orange Star High School (OSHS), tres alumnos ingresaban juntos al gran edificio educacional. Caminaban hacia los casilleros para dejar sus pertenencias y empezar la jornada. Los tres tenían diecisiete años y estaban en su último curso. ¡Por fin se terminaría la tortura! Después de ese año, les esperaba la universidad, un lugar que imaginaban lleno de aventuras y, por supuesto, de hermosas jovencitas dispuestas a experimentar.
Como era tradición en el primer día de clases, los tres amigos se sentaron en una banca que daba al patio central del recinto. ¿El tema de conversación? Las conquistas del semestre pasado y los romances de verano. Porque, no nos engañemos, a los chicos (no a todos, pero a muchos) les gusta presumir de cuántas personas han tenido bajo su hechizo. Mantener el ego alto es, aparentemente, una prioridad.
—La última vez que vi a Sara fue hace dos semanas —comentó Krilin mientras ajustaba su corbata institucional—. La verdad, me dio lástima cuando la terminé.
Krilin Kame era un joven de estatura baja, calvo y con seis lunares característicos en su cabeza, lo que le daba un aire de practicante de artes marciales. Aunque carecía de cabello, sus gruesas cejas negras y sus ojos pequeños y algo rasgados compensaban esa carencia. A pesar de su apariencia peculiar, su rostro infantil y su actitud despierta lograban derretir corazones.
—¿Por qué te dio lástima? —preguntó Goku entre bocados de un paquete de papas fritas.
Son Goku era todo lo contrario a Krilin. Alto, con un cuerpo atlético gracias a los deportes que practicaba, y una melena negra en puntas que seguía las tendencias del momento. Su actitud relajada y despreocupada lo convertía en un chico entrañable, aunque su inocencia le jugaba malas pasadas en el amor.
—Es obvio, amigo mío. —Krilin esbozó una sonrisa teatral—. Porque se enamoró perdidamente de mí. Debieron ver su cara cuando le dije que quería terminar. Pero bueno, ¡logré mi meta de diez chicas en seis meses! —concluyó con una expresión de orgullo desbordante.
Un tercer miembro del grupo, que había permanecido en silencio hasta ese momento, chasqueó la lengua con visible aburrimiento.
—Por mi parte, ya perdí la cuenta hace rato —comentó con indiferencia.
—¡Engreído! —protestó Krilin, dándole un leve golpe en el hombro—. ¡Siempre tienes suerte con las chicas, Vegeta, pero tampoco exageres!
Vegeta Ouji, el tercero del grupo era el epítome del "chico malo". Dueño de unos profundos ojos negros y una cabellera que desafiaba la gravedad, tenía una presencia magnética que dejaba huella en todas partes. Con solo metro sesenta y cinco de estatura, su físico bien trabajado y su piel bronceada lo convertían en el "bombón" de la escuela. Vegeta era todo lo que sus amigos no eran: confiado, ególatra y, según las encuestas del colegio, el chico más sexy del OSHS durante cuatro años consecutivos.
—No es mi culpa que las chicas vengan a mí —respondió con una sonrisa ladeada, disfrutando del revuelo que causaba su comentario—. Además, Krilin, ya te dije que el rapado no es atractivo. Pareces una bola de billar.
—¡Habla el enano! —se quejó Krilin, visiblemente molesto.
—Dejen de contar dinero frente a los pobres —interrumpió Goku, frunciendo el ceño—. Ustedes hablando de conquistas, y yo aquí… todo "forever alone". No sé cómo lo hacen.
Pues sí, a pesar de que el pelinegro era bien parecido, no lograba conectar por completo con el género femenino. Su aire despistado siempre le jugaba en contra cuando ya casi lo conseguía.
—Eso es porque… a ver, ¿cómo lo digo? —Krilin buscaba en su vocabulario mental la palabra más adecuada para no herir a su compañero de aventuras—. Eres… especial… ¡Sí! ¡Eres especial!
—¿Especial? —reprochó Goku, notablemente molesto—. ¿Me quieres ver la cara de idiota?
—No hay necesidad de eso, Kakaroto. —Vegeta abrazó a su amigo por la espalda, llamándolo por el nombre falso que siempre usaba en sus redes sociales para intentar ligar cuando quería conseguir novia—. Nosotros ya lo sabíamos desde antes.
—¡Exacto! —concordó Krilin, aunque luego meditó las palabras de Vegeta—. ¡OYE!
Ambos comenzaron a reírse a carcajadas ante la ingenuidad de su musculoso amigo. El problema con Goku, dejando de lado su despistado actuar, era su incomodidad con las mujeres: o era demasiado tímido o, en el caso opuesto, tan extrovertido que terminaba por ahuyentarlas. Con un poco de suerte, no le ponían una demanda con orden de restricción.
—Goku, ¡sin bullying no hay amistad! —le informó Krilin, secándose una lágrima tras el ataque de risa que habían provocado a costa de su amigo—. Es la ley de la vida, compadre.
—Malditos insensibles… —murmuraba el afectado entre dientes, deseando haber guardado silencio para evitar la dosis de burlas por parte de sus mejores amigos.
—Bueno, para ayudar a superar el trauma psicológico que te hemos causado, Kakaroto… —Vegeta se acercó a él con una sonrisa maliciosa—. Te ayudaremos con tu dilema.
—¿Hablas en serio, Vegeta? —preguntó Goku, emocionado y esperanzado.
—Claro que sí, insecto. —Respondió sin rodeos—. Si es que te interesa, claro. —Arrastró las palabras, disfrutando la reacción del chico.
—¡Claro que me gustaría! —pegó un pequeño brinco en su lugar, intentando recuperar la compostura para agregar con algo de humildad—. Es decir, si tienen tiempo.
—Está decidido. —Vegeta hizo un ademán para que los muchachos lo siguieran hasta la pileta en el centro de la escuela—. Con Krilin te enseñaremos: El arte de conquistar.
—¿Cuándo empezamos? —Los ojos oscuros de Goku irradiaban felicidad y emoción.
—Desde hoy mismo. —Respondió Vegeta con una sonrisa arrogante, frotándose las manos ante lo que prometía ser una entretenida jornada.
En otro punto de la OSHS, una chica rubia caminaba de un lado a otro, visiblemente furiosa, buscando algo o alguien. A su lado estaba su amiga, una joven de cabello turquesa que la seguía con tranquilidad, bebiendo un néctar de naranja sin preocuparse.
—¿En dónde demonios se habrá metido? —reclamó la rubia, claramente irritada—. Me dijo que estaría en la cafetería y no hay señales de ella.
—De seguro fue a conocer la biblioteca —contestó la chica turquesa, restándole importancia a la preocupación de su amiga—. Tú sabes cómo es Milk.
—Siempre tomas las cosas tan a la ligera, Bulma. —Reprochó su amiga, aún molesta—. Recuerda que ella no conoce la escuela, igual que nosotras.
Bulma Briefs, una astuta muchacha de diecisiete años era dueña de una belleza exótica que llamaba la atención del género masculino. Sus peculiares ojos y cabellos turquesa, que parecían aclararse con el tiempo, la hacían destacar. Tal vez, algún día, su cabello llegaría a ser celeste. Su piel lisa y pálida le daba un aire sofisticado, casi de realeza. De físico esbelto y proporcionado, gracias a su genética y sus sesiones de gimnasio, era además notablemente inteligente. Su fascinación por la tecnología la convertía en una gran promesa en la industria familiar, aunque aún no decidía si sería científica o ingeniera en un futuro. Pese a su carisma y astucia, era caprichosa, orgullosa y coqueta, utilizando sus encantos femeninos para obtener lo que quería. Sin duda, una chica letalmente prometedora.
—Yo ya ubiqué lo más importante: cafetería, tocador para damas, salón de clases y… —Bulma interrumpió su lista al divisar a un grupo de chicos atractivos—. ¡Ah! Algunos chicos lindos. —Les saludó con una sonrisa y un gesto coqueto.
—Tú no cambias. —Resopló su amiga rubia, aún molesta—. Siempre es lo mismo donde estudiemos.
—Y tú nunca te relajas, A-18. —Respondió Bulma con una sonrisa—. Dale una oportunidad a esta escuela; terminará gustándote, ya verás. Quizá hasta encuentres a alguien especial. —Le dio un leve codazo con una sonrisa pícara.
Akane Dissocho, más conocida como A-18, tenía la misma edad que Bulma y era la seriedad en persona. Hermosa, con cabello rubio hasta los hombros, ojos azules y tez blanca, siempre llevaba el lado derecho del cabello detrás de la oreja. Su contextura delgada y sus atributos aún en desarrollo prometían una figura envidiable, según muchos. Sarcástica pero amable con quienes se ganaban su confianza, era curiosa y algo infantil. Aunque tenaz y astuta, las relaciones amorosas no eran su prioridad. Detestaba su verdadero nombre, por lo que exigía ser llamada A-18. Nunca explicaba el motivo, y nadie se atrevía a preguntar.
—Quizás me agrade el lugar, pero, a diferencia de ti, vengo a estudiar, no a fijarme en chicos. —A-18 dejó claro su punto de vista con firmeza, marcando el terreno y mostrando que no tenía paciencia para los juegos de conquista.
—Bueno, será mejor que vayamos a buscar a Milk, A-18. —Bulma suspiró, dándose por vencida, y se aferró al brazo de su amiga. Aunque le había lanzado un comentario que rozaba lo descarado, Bulma decidió dejarlo pasar. En el fondo, sabía que no se equivocaba del todo. —No vaya a ser que se meta en problemas.
—Tienes razón, hay que ir por ella. —A-18 asintió, visiblemente aliviada de que su amiga finalmente se interesara en la búsqueda de Milk. —Aunque Milk no es de meterse en problemas, ya que es bastante pacífica, tampoco hay que tentar a la suerte.
Los tres adolescentes estaban agachados tras unos arbustos del patio sur, como si fueran soldados en una peligrosa misión de guerra. En este campo de batalla, las "bajas" eran frecuentes, y algunos soldados caídos terminaban ridiculizados en redes sociales. Ellos tenían claro que no podían engrosar la lista de la temida "Friendzone".
Dos de ellos sostenían binoculares, observando con detenimiento mientras trazaban la primera estrategia para ayudar a su tímido y despistado amigo. Goku debía empezar con un objetivo adecuado, ni demasiado difícil ni inalcanzable.
—¿Y bien? —preguntó Goku, visiblemente nervioso mientras se frotaba las manos sudorosas. Aunque estaban ocultos tras los arbustos, sus pies, más grandes que los de los demás, se asomaban del escondite, un detalle que él ignoraba por completo. —¿Cuál es el primer paso?
—Primero, debes localizar a tu objetivo. —respondió Vegeta con seriedad, recorriendo el perímetro con sus binoculares. Luego señaló hacia una dirección específica—. ¿Qué te parece la chica que está fuera de la biblioteca?
—¿Cuál de todas? —preguntó Goku mientras ajustaba sus propios binoculares para mirar hacia donde Vegeta indicaba—. Hay varias ahí, por si no lo has notado.
—Vaya que eres lento, Kakaroto. —Vegeta agarró la cabeza del pelinegro con ambas manos, dirigiendo su mirada hacia el objetivo que había localizado. Una sonrisa arrogante cruzó su rostro—. ¿Y bien? ¿Qué te parece?
—¡Está guapísima! —exclamó Goku con una voz demasiado alta debido a la emoción. Su efusividad le costó un coscorrón simultáneo de sus compañeros, quienes lo miraron con evidente irritación. Alertar a la "presa" sobre su posición era lo último que querían. A pesar del dolor en ambos costados de su cabeza, Goku no podía evitar ruborizarse al observar a la pelinegra que estaba sentada en una banca frente a la biblioteca. Ella leía tranquilamente un libro, con su cabello recogido en un moño naranja que hacía resaltar sus delicadas facciones—. Es prácticamente la mujer de mis sueños.
—Bueno, ve con calma. —Vegeta suspiró pesadamente, visiblemente frustrado por lo rápido que Goku caía bajo los simples encantos femeninos—. La idea es que practiques la conquista, no que te enamores a primera vista.
—¿Y cómo demonios hago eso? —preguntó Goku, completamente desconcertado.
—Es sencillo. —Vegeta tomó la palabra con un aire de autosuficiencia, como si fuera un experto en el tema—. Acércate a ella casualmente y pregúntale algo, como la hora o...
—¿Por qué no intentas algo novedoso? —interrumpió Krilin con tono aburrido, ganándose de inmediato una mirada fulminante de su malhumorado compañero.
—¿A qué te refieres, insecto? —espetó Vegeta, claramente irritado por la interrupción—. ¡Mis técnicas nunca fallan! —añadió con énfasis, mientras cruzaba los brazos.
—¡Es que eso ya está más que trillado! —replicó Krilin, como si la obviedad fuera abrumadora—. ¿Cómo puedes seguir confiando en eso?
—Si insinúas que estoy fuera de onda, ¡estás muy equivocado! —respondió Vegeta con el ceño fruncido, mientras su paciencia comenzaba a agotarse. Por su parte, Goku observaba el intercambio con incomodidad, sin saber en qué momento intervenir para detener la creciente guerra de egos.
—Por mi parte, tengo una técnica nueva que siempre funciona. —Krilin sonrió con satisfacción—. No es algo que mis antepasados practicaran, créanme.
—En ese caso, dejaré que Krilin me guíe esta vez, Vegeta. —Goku alzó las manos, interrumpiendo antes de que las cosas se salieran de control—. Luego te tocará a ti, y así se turnan.
—Como quieras. —Vegeta se encogió de hombros, fingiendo indiferencia—. Tú te lo pierdes.
—Bien, como decía, querido amigo... —prosiguió Krilin, visiblemente satisfecho de haber ganado la atención de Goku y, de paso, una pequeña victoria sobre Vegeta—. Esta técnica se llama "MOVIE PHRASE".
—¿"MOVIE PHRASE"? —repitieron al unísono los dos pelinegros. Mientras Goku lo hacía con genuina emoción, Vegeta mantenía una expresión escéptica.
—¡Sí, lo que acaban de escuchar, mensos! —bufó Krilin con un leve rodar de ojos—. Escucha, Goku: te acercas a esa chica y le sueltas una frase romántica de alguna película. Ya sabes, las mujeres adoran cosas cursis. —Declaró como si fuera una ley universal.
—Está bien, haré lo que pueda. —dijo Goku, tratando de animarse mientras salía de su escondite. Sin embargo, a medida que avanzaba, una pregunta comenzó a rondar en su mente—. "¿Qué frase de película debería usar en esta ocasión?"
Mientras caminaba hacia la chica, Goku intentó recordar algo impactante y romántico. Fue entonces cuando le vino a la memoria la última película que había visto con su exnovia Fátima en el cine. A ella le encantaba "Tres Metros Sobre el Cielo". Recordó la escena en la que el protagonista, montado en su motocicleta, le gritaba algo a una chica, logrando que ella se enamorara perdidamente de él.
Decidido a replicar ese momento épico, Goku apresuró el paso hacia la hermosa joven, confiado en que la estrategia funcionaría.
—Aquí entre nosotros, mentecato, ¿crees que sea buena idea? —preguntó Vegeta, todavía oculto junto al calvo, sin apartar la vista del pelinegro que estaba a punto de llegar a su objetivo—. Es que eso de la "frase de película" no me convence.
—¡Claro que sí! Está cien por ciento comprobado. —respondió Krilin con una sonrisa confiada—. Además, ¿qué podría salir mal? ¡Es solo una chica!
A unos metros, Goku se detuvo a menos de dos metros de la joven, quien seguía absorta en su lectura, completamente ajena a lo que ocurría a su alrededor.
—"Bien... es ahora o nunca" —pensó, armándose de valor. Luego, levantó la voz para captar toda su atención—. ¡Oye, tú! Sí, tú... ¡FEA!
La chica levantó la mirada lentamente, aun procesando las palabras que acababa de escuchar.
—¿Me hablas a mí? —preguntó en un susurro, con sus ojos oscuros clavados en él, incrédula ante lo que acababa de oír.
—Sí, a ti, fea. —repitió Goku con una voz que intentaba sonar seductora. En su mente, estaba convencido de que aquello funcionaría: "Ahora se acercará, me besará y se dará cuenta de que soy el amor de su vida."
Pero la realidad estaba muy lejos de sus expectativas.
—Respuesta equivocada. —dijo la joven, con un tono frío y contundente. Cerró los ojos por un momento y, al abrirlos, mostró una expresión decidida que hizo retroceder al pelinegro.
Su ceño fruncido y la mirada asesina que le dirigió dejaron a Goku completamente perplejo. ¿Acaso había fallado la estrategia?
—No logro verla por ningún lado, Bulma. —repetía por milésima vez la rubia, sintiéndose cada vez más inquieta—. Tengo un nudo en el estómago que me dice que algo no anda bien.
—Yo tampoco. —respondió Bulma, aunque con menos preocupación que su amiga, mientras escaneaba los alrededores en busca de alguna señal. Hasta ese momento, parecía que la búsqueda no daría frutos en ese lado de la escuela. Sin embargo, algo llamó su atención—. Oye, parece que hay una pelea por allá. —dijo, señalando hacia el fondo del patio sur.
—¿En serio? —Lanzó una rápida mirada hacia donde su amiga indicaba y abrió la boca, horrorizada por lo que veía—. ¡Oh, por Dios! ¡ES MILK!
—¿BROMEAS? ¡Pues vamos a ayudarla!
Sin pensarlo dos veces, ambas jóvenes corrieron a toda velocidad hacia el lugar donde se aglomeraba un gran número de estudiantes, quienes vitoreaban la violenta escena. Lo que nunca imaginaron era el motivo que había llevado a su amiga a involucrarse en semejante situación.
