—Lumos Solem! —exclamó Hermione, levantando su varita. La luz brillante iluminó el pasillo oscuro, haciendo retroceder al Lazo del Diablo que había comenzado a extenderse hacia sus pies. El aire estaba húmedo y cargado, impregnado con el aroma de tierra y plantas.
—¿Puedes recordarme cómo es que terminamos aquí? —preguntó Theo con tono seco mientras esquivaba las retorcidas vides que intentaban alcanzarlo.
—Mencionaste haber visto algo raro en el mapa —respondió Hermione, lanzándole una mirada fugaz mientras agitaba su varita—. ¡Así es como terminamos aquí! ¡Cuidado! ¡Incendio!
Una llamarada escapó de la punta de su varita, quemando parte del Lazo del Diablo que había envuelto una roca cercana. Hermione frunció el ceño mientras avanzaba.
—¡Quien diría que habría tanto Lazo del Diablo en un lugar como este!
—Un pasadizo abandonado entre los jardines y los invernaderos parece perfecto para una planta de estas —comentó Theo, limpiándose la manga tras haber cortado otra vid—. Aunque, honestamente, esperaba algo menos… mortal.
Hermione bufó.
—Espero que no estés sugiriendo que todo esto se debió a mí idea.
Theo alzó las cejas con una expresión inocente.
—Yo solo dije que el mapa mostraba algo aquí. Tú decidiste que valía la pena investigarlo.
Hermione chasqueó la lengua, pero no respondió. Avanzaron en silencio por el pasillo, sus varitas lanzando luz intermitente mientras esquivaban las trampas vegetales. Finalmente, llegaron a un tramo despejado donde la humedad comenzaba a disiparse. Theo se detuvo y se inclinó para inspeccionar unas marcas en la pared.
—Aquí —dijo, señalando con su varita—. Esto parece un grabado… algo antiguo.
Hermione se acercó, curiosa. Las marcas eran runas desgastadas, apenas visibles bajo la luz.
—Runas protomágicas —murmuró, sus dedos rozando la superficie—. Esto podría indicar una conexión con el Bosque Prohibido. Quizá una ruta de escape o un acceso…
Theo la miró con un destello de interés en los ojos.
—Eso explicaba por qué McGonagall nunca mencionó este pasillo. Podría haber sido sellado para evitar que los estudiantes llegaran a… ya sabes, cosas peligrosas.
—Como centauros enfadados o arañas gigantes —respondió Hermione con sarcasmo. Theo dejó escapar una breve risa.
—Exacto. Entonces, Granger, ¿cuál es el siguiente paso? ¿Rompes el sello y entras, o esperas a Malfoy para que haga un comentario mordaz sobre nuestra ineptitud?
—¿Qué es, específicamente, lo que consideraría Malfoy ineptitud?
—Venir aquí sin él, sin duda.
Hermione lo miró, entre divertida y exasperada.
—Vamos a documentarlo y regresar. No hay necesidad de arriesgarnos si no sabemos lo que significa.
Theo alzó las manos en señal de rendición.
—Está bien. Pero cuando esto termine, vas a tener que admitir que te arrastraste por una tubería como el resto de nosotras las serpientes.
Hermione sacudió la cabeza y comenzó a tomar notas a la luz de la varita de Theo. Mientras lo hacía, pensó en cuánto había cambiado su vida en solo unas semanas. Theo, Draco y ella podían no ser el trío más convencional, pero sus continuas investigaciones (no del todo fructíferas, pero sí bastante acontecidas), le habían dado una chispa que había temido jamás recuperar. Si bien la urgencia de este desafío no pesaba tanto como el de la guerra, tenía que admitir que era agradable contar con un par de cerebros más. Sus amigos se habían caracterizado por arriesgarse al tomar decisiones impulsivas; los dos Slytherin, en cambio, actuaban con cautela y planificaban mucho más.
Cuando regresaron a la superficie, la luz del amanecer comenzaba a asomarse sobre los jardines. Theo se detuvo antes de separarse, mirándola con una sonrisa.
—Deberíamos dividirnos aquí. La torre de Gryffindor está en dirección opuesta a mi sala común.
—Tienes razón —respondió Hermione, ajustando su capa.
Theo le hizo un gesto ligero con la cabeza antes de desaparecer por el corredor. Hermione siguió su camino hacia su sala común, el cansancio pesando sobre sus hombros.
Al llegar, cerró la puerta tras ella y dejó caer su mochila. Se dirigió a su escritorio, donde sacó el Mapa del Merodeador. Lo desplegó sobre la superficie y pasó los dedos por el pergamino, recordando el momento en que lo recibió.
FLASHBACK
Cuando Harry apareció en la oficina de McGonagall, Hermione sintió que el tiempo retrocedía. Sus ojos verdes la miraron con tristeza, y antes de que pudiera decir algo, él la abrazó. Fue un abrazo fuerte, pero incómodo, lleno de emociones no expresadas.
—Hola Harry —dijo Hermione en voz baja, separándose apenas para mirarlo a los ojos.
Harry suspiró y se pasó una mano por el cabello desordenado.
—Te debo una disculpa, Hermione. Una de tamaño monumental.
Hermione lo observó en silencio, esperando.
—La guerra recién había terminado, todo era caótico. Nos ofrecieron entrenar como Aurores y… no lo pensamos. Cuando decidiste quedarte en Hogwarts, cuando rechazaste el puesto en el Ministerio, Ron no lo entendió. Te criticó demasiado, y yo… —Harry hizo una pausa, bajando la mirada—. Yo no hice nada. Me quedé entre la espada y la pared, y cuando pediste ayuda para buscar a tus padres, no estuve allí para ti.
Hermione sintió que su garganta se cerraba. Recordar esos momentos era doloroso. Honestamente no le había sorprendido la actitud resentida de Ron, él siempre había aspirado al reconocimiento, y por qué no decirlo, le gustaba estar en el centro de la atención, pero ese no era el camino para ella y él nunca lo entendió.
—Cuando estábamos buscando los horrocruxes tú te quedaste cuando Ron se fue. Y cuando tu me necesitaste yo te dejé sola.
La nostalgia llenó el aire. Hermione quería entender, pero perdonar era otra cosa, podía empatizar con Harry, con el trago amargo de elegir entre sus dos mejores amigos, con el entusiasmo de ser Auror y devolver algo a quiénes habían peleado en la guerra. Pero ella también había hecho sacrificios.
—Me acompañó Luna. Quién me ayudó a encontrar a mis padres, fue ella —dijo al fin, rompiendo el silencio.
Harry alzó la mirada, sorprendido.
—¿Luna?
—Sí. Estaba con los Weasley cuando fui a pedírselo a Ginny y ella se ofreció. Me sorprendí tanto como tú.
Harry no sabía qué decir, y tras un momento, sacó algo de su bolsillo.
—Hablando de ella, vi a Luna en casa de los Weasley antes de venir. Me dijo que te entregara esto.
Hermione tomó el Mapa del Merodeador, parpadeando sorprendida.
—No pregunté por qué —dijo Harry—, pero por lo que entendí lo necesitas más que yo.
—El mapa...—murmuró mientras lo observaba.
—No tengo derecho a preguntar que incentivo tendría para romper las reglas en esta ocasión. Pero lo que sea eso, ten cuidado, por favor.
Hermione lo miró con gratitud y, por primera vez en mucho tiempo, le sonrió. Se despidieron con un abrazo nostálgico, aunque ambos eran conscientes de que la herida seguía abierta. Harry se marchó luego de ello, y mientras las llamas de la chimenea se apagaban Hermione supo que necesitaría mucho más tiempo para sanar.
FIN FLASHBACK
—Travesura realizada—conjuró Hermione volviendo su atención al Mapa.
