Capitulo 15: Los Potter
Sirius se entretuvo todo el viaje mirando al exterior. Al principio iban entre montañas, después lagunas y al final el mar. Y les alcanzó la noche. Goldstein colocó su respaldo en vertical cuando el sol empezó a esconderse y suspiró al mirar por la ventanilla. Volvió a tomar el control del vehículo y redujo la velocidad al tiempo que descendían. Sirius estaba más feliz que una perdiz. Aquello había sido un descubrimiento increíble para él, las escobas habían perdido toda su magia al lado de aquel coche. Aterrizaron frente a la cancela de casa de los Potter justo cuando Fleamont y Jean salían por ella.
-Buenas noches. - saludó el profesor Goldstein bajando del vehículo.
-Buenas noches, profesor - saludo Jean alegremente.
-¡Vaya! - exclamó el señor Potter observando el coche y olvidando toda cortesía - Dijiste que era bonito, pero es una maravilla de maquina. - y viendo al menor bajar del coche, añadió - Buenas noches Sirius, espero que hayas tenido buen vuelo.
-Ha sido genial - dijo el Black con emoción.
-Jajajajaja - rió Fleamont - Entra ya, los chicos están que se suben por las paredes.
-Si, señor. - y girando hacia el otro adulto añadió - Buenas noches, profesor, gracias por traerme, ha sido un placer montar en su coche.
-Jajajajajaja - rió el hombre rubio ante las palabras del chico - No hay de qué, señor Black.
Sirius corrió hacia la casa lleno de emoción y alegría. Aún se notaba volar en ese asiento de cuero y se le sumaban, además, las ganas de ver a James y de estar esos días alejado de su familia. En ese momento era todo perfecto. Entró a la casa y le recibieron James y Harry con sonrisas y buenas palabras. La señora Potter le obligó a cenar mientras James le contaba todo lo que había planeado para esos días. Después se prepararon para dormir ya que,según la señora Potter, ya era muy tarde y tenían muchos días por delante. Harry, James y él fueron hasta la habitación de James y le mostraron a Sirius donde dormiría.
-Tu dormiras en mi cama, Sirius - le explicó Harry sonriente - en esa cama duerme James. Jean y yo dormiremos en la habitación de al lado, así que estar tranquilos que, si necesitáis lo que sea, solo hace falta que lo digáis un poco alto para que yo os oiga.
-Cuando haces eso me das escalofríos - dijo James.
-Perfecto entonces - dijo Harry sonriendo maliciosamente - Buenas noches.
-Buenas noches - se despidió Sirius.
-Harry ha querido decir que si hacemos ruido se enterará y nos delatará - le explicó James hablando bajito.
-Vale - contestó Sirius igual de bajito y aguantando la risa.
Se metieron en sus camas y Sirius respiró profundamente, relajado. El tacto de las sábanas limpias, la suavidad de la almohada y el agradable olor, le hicieron quedarse dormido sin esfuerzo.
El primer día en casa de los Potter marcó el imparable ritmo al que viviría Sirius durante el mes de Agosto.
James se despertó con sobrada energía y sacó a su amigo de la cama cuando por la ventana solo entraba la claridad de un inminente amanecer. Se vistieron y salieron sigilosamente de la casa. Harry y Jean ya volaban sobre el jardín pasándose la quaffle y Sirius no pudo evitar una exclamación de sorpresa al ver la amplitud de los terrenos de la casa. Se extendían, verdes y despejados con una ligera pendiente hasta una loma. En su punto más elevado, tres aros de quidditch se alzaban relucientes.
-Bonitos ¿eh? Fueron el regalo de cumpleaños de Harry - explicó James - son iguales a los de Hogwarts.
-Son geniales -afirmó Sirius - yo no tengo escoba.
-Puedes coger la mía - dijo Harry volando cerca de ellos - Se me ha quedado pequeña y ahora uso la de mamá.
-Gracias, Harry. - contestó el Black con una punzada en el pecho.
Las palabras "mamá" y "papá" estaban prohibidas en su familia. Se consideraban una falta de respeto. Las muestras de afecto tampoco eran aceptadas, solo su tío abuelo Arcturus les había mostrado afecto en alguna ocasión a él y a Regulus.
-¡Sirius! - le gritó James volando sobre su cabeza - ¡Sube! Te enseño la casa desde arriba.
Dió una suave patada al suelo y se elevó siguiendo al joven de los Potter. Se elevaron por encima de los aros y James no se detuvo. Sirius nunca había subido tan alto con una escoba, ya que las que utilizaban en Hogwarts tenían limitadores, tanto de velocidad como de altura. Pero su amigo no paraba de subir. Cuando se empezó a notar un frio calante se detuvieron. El cielo estaba teñido de amanecer y el sol se asomaba por el horizonte reflejándose sobre el mar. Entonces Sirius se dió cuenta de algo y giró sobre sí mismo para comprobarlo. Mirara hacia donde mirara, el horizonte era mar. Estaban en una isla.
-¿Ves la casa? - preguntó James.
-Si - contestó Sirius mirando hacia abajo.
-Ahora mismo estamos en el lado Sureste. -empezó James animadamente - Y el pueblo está hacia el noroeste. Si coges el camino que sale de la cancela delantera llegas en unos veinte minutos a pie. Y hasta la otra punta de la isla tardas unas tres horas, más o menos. Un día haremos la ruta por la costa. Y iremos al pueblo también. - James respiró hondo y suspiró - Me alegra que hayas venido. Al final el verano se hace bastante largo aquí. Somos los únicos niños ahora.
-¿No hay más niños?¿Por qué? - preguntó Sirius.
-Se han ido - contestó James en tono serio - solo quedan tres familias más en la isla: Los Swallow, Los Bark y Los Switch. Llegamos a ser más de 20 familias, incluso había escuela, pero hace un par de años que empezaron a irse.
-¿Venís a jugar o qué? -gritó Harry volando a su alrededor. - Empezais vosotros - añadió pasándole la quaffle a James y descendiendo en picado.
Entonces James miró a Sirius sonriendo y le dijo, qual entrenador de quidditch:
-Es un dos contra dos. ¿Te has fijado que hay un arco de enredaderas donde acaban las jardineras? Salimos de allí, es como si fuera el medio campo, para poder marcar tenemos que pasar bajo el arco y que la quaffle pase por todo el equipo sin que nos la quiten. Harry es rápido pero muy limpio jugando, así que no suele hacer contacto físico. Herms tampoco, pero es muy escurridiza y puede quitártela sin que la veas acercarse.
-Entendido - contestó Sirius contagiándose del entusiasmo de su amigo.
El Black hizo todo lo posible por estar a la altura de los tres Potter, pero las horas de práctica que lo separaban de ellos eran extremadamente palpables. Y aún así, en ningún momento le hicieron sentir mal. No hubo malas palabras, ni quejas, ni burlas, ni presiones. Harry y Jean ganaron con ventaja, pero ninguno de los tres Potter parecía prestar atención a los puntos.
Estuvieron jugando hasta que Euphemia les llamó para que fueran a desayunar. Dejaron las escobas, el material y las protecciones en la caseta y se dirigieron hacia la casa. Cuando entraron, por la puerta que daba a la cocina, Fleamont acababa de poner sobre la mesa un plato cargado de pan tostado. Se sentaron y comieron todos juntos mientras charlaban.
-¿Cómo has dormido, Sirius? - preguntó el señor Potter removiendo su café.
-Muy bien - contestó el ojigris. - El desayuno es estupendo, señor Potter.
-Gracias - exclamó alegre - se podría decir que es mi segundo oficio, no hay mucha diferencia entre hacer pociones y cocinar. Por cierto, necesito que vayáis a la costa a recoger coclearia.
-Pero si fuimos la semana pasada - protestó James - y recogimos como dos kilos.
-Lo sé, - respondió el señor Potter indiferente - pero se me ha acabado. Podeis aprovechar y le enseñáis a Sirius los límites de los terrenos.
-Pero pensábamos ir a la playa - volvió a protestar James.
-Hay tiempo, James - intervino Jean - Podemos ir a la playa después de comer, así también viene Harry.
-Si vais por la tarde yo también voy - añadió la señora Potter.
-¡Maravilloso! - expresó el señor Potter dando una palmada y levantándose de la mesa no sin antes agarrar un par de tostadas - Estaré en el laboratorio.
Y sin dar tiempo a réplicas salió por la puerta del jardín.
-¿Hoy qué planes tienes, mamá? - preguntó Jean - ¿Tienes que ir al hospital?
-Si - contestó Euphemia - pero solo tres horas. Para comer estoy aquí.
-¿Qué quieres comer? - preguntó Harry.
-Mmmm… - pensó la adulta mirando al techo - ¿Qué tal el guiso de zanahorias que hiciste hace dos semanas?
-Si, por favor- exclamó James quizá con demasiado entusiasmo - Esta delicioso.
-Está bien - concedió el hermano mayor - Herms ¿Podrías traerme las zanahorias y patatas antes de irte con ellos?
-Claro - contestó Jean dándole un trozo de jamón a Grelot, que se encontraba a su pies - Luego os alcanzo, James.
-Vale - contestó el aludido.
Mientras acababan de desayunar y hablaban de cosas varias, Sirius intentó fijarse en la Kneazle a los pies de Jean. Quería comprobar si era la misma Grelot que conocía de niño. Tenía pocas esperanzas de que sobreviviera a la explosión, pero… ¿y si hubiera escapado? De aspecto parecía la misma, claro que él tampoco había visto de cerca a más Kneazles. Tenía que encontrar el momento de acercarse más, acariciarla, preguntarle y, con suerte, que le contestara.
-Llevaros los cestos grandes - aconsejó la madre Potter levantándose - si cogeis poco papá os hará ir otra vez.
-Si, mamá. - contestó James con algo de reticencia agarrando a Sirius del brazo.
Salieron por la cocina y caminaron hasta la parte sur de la casa. Allí tenían un cercado, del tamaño del campo de quidditch de Hogwarts, rodeando un cuidado huerto. A la derecha había una caseta de madera, cubierta casi en su totalidad por hierbas trepadoras. En su interior había todo tipo de herramientas, cestos, cajas y muchas otras cosas que Sirius no había visto nunca.
-Cogeremos estos y los llenaremos - explicó James - a ver si conseguimos que no nos lo vuelva a pedir en lo que queda de verano.
-¿Para qué quiere tanta coclearia? - preguntó Sirius con curiosidad.
-Creo que está creando alguna poción nueva, es la quinta vez que nos pide coclearia este verano, y no crece tan rápido, así que tenemos que ir cada vez más lejos. La última vez llenamos un cesto de estos, - dijo pensativo James mirando los otros cestos - si llenamos tres con suerte no tenemos que volver a hacerlo.
Agarraron tres cestos de los grandes y salieron del cobertizo. Empezaron a andar en dirección a las anillas de quidditch donde habían estado jugando esa misma mañana. Pasaron bajo ellas y, tras unos 10 minutos a pie, llegaron a la costa. El borde de la isla era escarpado y alto, se oían las olas romper contra la piedra y el aire olía a salitre.
-La semana pasada fuimos hacia el Este - comentó James - hoy vamos al Oeste.
El Potter dejó el tercer cesto en el suelo y se agachó para recoger unas cuantas piedras.
-¿Qué haces? - preguntó Sirius confundido.
-Le dejo una señal a Herms para que sepa hacia donde hemos ido.
Cuando tuvo suficientes piedras, formó con ellas una flecha dirección Oeste, a la derecha del tercer cesto. A Sirius le pareció muy rudimentario a la par que interesante, ya que nunca se le habría ocurrido hacerlo así. Tomaron rumbo oeste hasta que empezaron a ver las coclearias. Entonces comenzaron a recolectar la planta en sus cestos mientras avanzaban.
Sirius nunca había hecho algo así. Al principio se notó torpe cortando los tallos, no como James, que lo hacía con naturalidad. Le costó más de 20 coclearias pillarle el tranquillo, pero después le empezó a resultar gratificante. Ver como los cestos se llenaban, sentir sus dedos ásperos por la savia, la mezcla de olores en el aire, el sonido de las olas rompiendo en la costa, el viento fresco revolviendole el pelo, el calor del sol sobre la piel de sus brazos, el calor… empezó a tener calor.
-Que calor hace hoy - dijo James a unos metros de distancia caminando hacia los cestos.
El Potter se quitó la camiseta dejando su torso al desnudo y, tras tirar la prenda al lado de los cestos, se volvió a buscar más Coclearia. Sirius observó toda la escena. Nunca se había fijado en el cuerpo de su amigo y en ese momento, con el mar de fondo, le pareció perfecto. Era delgado y atlético, debido seguramente a los entrenamientos de Quidditch. Al recoger las plantas se le marcaban los músculos de los brazos y la espalda. Tenía la piel intacta, con un ligero toque moreno. Su postura al caminar era erguida…
-¡Eh! - le gritó James sacándole de sus cavilaciones - ¿Estás bien Sirius? Te has quedado en babia.
-Sí si, - contestó algo nervioso - …es… es que la vista es muy bonita.- improvisó señalando al horizonte tras su amigo.
-Ah, si, jaja - se rió el Potter girándose hacia el mar - Supongo que en Londres no tienes vistas así.
-No… ni de lejos. - contestó Sirius viendo como James volvía a la tarea.
Él no podía ver el mar desde su casa, ni la montaña, ni siquiera la hierba. Tampoco tenía unos padres cariñosos que preparasen el desayuno. Ni siquiera podía decir que sus padres fueran buenos en algún aspecto. No tenía escoba, ni jardín, ni mascota. Ni siquiera él mismo podía equipararse con James. Su cuerpo era pálido y flaco, no era debilucho pero tampoco fuerte. Tenía algunas marcas, recuerdos imborrables de su funesta familia. La respiración se le había ido acelerando junto al hilo de pensamientos al mismo tiempo que una mezcla de emociones le calentaban la cara. Se sentía intruso y envidioso. ¿Porque James lo tenía todo y él no? Sintió un arranque de ira y agarró la cesta con la intención de golpear con ella a James en la espalda. Pero entonces un gran perro negro apareció frente a él y de un gruñido le hizo volver a poner los pies en la tierra. Cuando Sirius bajó el cesto y relajó los músculos, el perro habló con voz profunda y amable.
-James te quiere, Sirius. Es tu mejor amigo. Tienes que corresponderle de la misma manera. Date la vuelta y sigue recogiendo esas flores blancas antes de que se de cuenta de lo que ibas a hacer.
Sirius se giró rápidamente y dió unos cuantos pasos rápidos hasta llegar a un grupo de Coclearias. Se agachó para recogerlas y algunas lágrimas se le deslizaron por la cara, pero rápidamente se las secó con la manga de la camiseta. Hacía dos años que Hocicos no se le aparecía de aquella manera.
Flashback
Salía del despacho de su padre, Orion Black, cuando vió a Regulus en las escaleras. A Sirius le dolía todo el cuerpo y tenía la mente nublada. Pasó al lado de su hermano y, esforzándose por no mirarle, empezó a subir las escaleras. Le costaba caminar y hasta respirar, solo quería llegar a su habitación y ahogarse en la bañera. Pero Regulus se coló bajo su brazo y le agarró de la cintura, sosteniendo su peso, para ayudarle a subir. Sirius se dejó ayudar, pero su mente empezó a pensar a toda velocidad.
"Todo es culpa de Regulus. Si no le hubiera defendido padre no se habría ensañado conmigo. Él siempre se libra. Regulus el perfecto, desde que nació. ¿Por qué a mí siempre me han tratado diferente? porque a él no le tratan igual? Quizás si no hubiera nacido a mi no me tratarían así. Ahora me ayuda, pero quizás ha roto ese jarrón a posta para que padre se enfade, sabe que a él nunca le castigan, que siempre me las cargo yo. Se merece un castigo también. Si ahora lo empujara escaleras abajo le daría una lección. Da igual si yo me caigo detrás, peor no puedo estar."
-¡Basta! - gritó el gran perro negro apareciendo a su lado - Tu hermano no ha hecho nada. Ha sido un accidente.
"Tú que sabes". Pensó Sirius para no llamar la atención de su hermano, sabiendo que el perro podía leer sus pensamientos y que al perro solo podía verlo él.
-Te conozco Sirius. - dijo subiendo también por la escalera - Sé que eres bueno. Que no tienes nada que ver con tus padres. Que tienes bondad en tu corazón. Y sé también que Regulus se parece más a ti que al resto de la familia. Debes cuidarle.
"Es su culpa que padre se haya enfadado".
-¿Desde cuándo Orion necesita excusas?. - preguntó el perro retóricamente - ¿O la última vez le diste algún motivo para encerrarte abajo? - ante el silencio de Sirius, el perro siguió hablando - Metetelo en la cabeza chico, Regulus es la única familia que te va a quedar, pero solo si le ayudas y lo mantienes a tu lado.
Fin del Flashback
Cuando era más pequeño, Hocicos, el gran perro negro, le acompañaba a todas partes, advirtiendole de los peligros, dándole consejos, parandole los pies cuando iba a hacer una estupidez, diciendole en quien confiar y en quien no. Aprendió muy pronto que nadie más lo veía y que si le contestaba en voz alta delante de alguien se buscaba problemas. Por lo que nadie sabía de su existencia. Tras la explosión en la escuela dejó de aparecerse una temporada y desde entonces solo se le aparecía en ocasiones como aquellas.
Cuando tuvieron los dos cestos llenos apareció Jean con el tercero. Rápidamente lo llenaron y, cargando un cesto cada uno, volvieron hacia la casa.
Grelot no se bajó de los hombros de la niña en ningún momento y Sirius empezó a pensar que sería complicado encontrarse a solas con el animal. "La ocasión se presentará, solo se paciente", retumbó la voz de hocicos en su cabeza.
-Mamá me ha dicho - empezó Jean sacando a Sirius de sus pensamientos - que te llevemos con Priscilla para que te haga un bañador. Así que cuando dejemos esto en el laboratorio vamos directos.
-Mamá me había dicho que probara uno de los míos - contestó James.
-Ya, pero dice que si Sirius vendrá todos los veranos mejor que tenga uno a medida.
-¿Todos los veranos? - dijo Sirius entre feliz y contrariado.
-Bueno, si quieres claro. - contestó Jean cautelosamente.
-No pienses que todos los días son así - argumentó James - la mayoría no tenemos que ir a recolectar nada, es que a mi padre le ha dado por inventarse una poción justo este año. Verás que después de esta tarde querrás volver todos los veranos.
-¡Si! - dijo Sirius para despejar las dudas que su pregunta podía haber suscitado - Si me invitais yo vendré siempre que pueda, siempre que vuestros padres estén de acuerdo.
-Bien - zanjó Jean - solo hace falta enseñarte a nadar.
-¿Qué? - dijeron Sirius y James al mismo tiempo dejando de andar.
-¿No sabes nadar? - preguntó el Potter sorprendido mirando a Sirius.
-Bueno… - empezó el Black avergonzado.
-No le hagas caso, Sirius - le dijo ella - Es que James no se entera de que la mayoría de familias de magos no se parecen en nada a la nuestra. - explicó - En las familias mágicas tradicionales nunca ha existido la costumbre de enseñar a los hijos a nadar, es algo muy muggle. "Para qué aprender a nadar pudiendo volar." - dijo levantando los dedos para hacer las comillas - Así que no te sorprendas tanto hermanito. Remus tampoco sabe.
-Pues no me había dado cuenta. - se justificó James - Además, la primera semana de curso fuimos a nadar y no dijisteis nada. - recriminó dirigiéndose a Sirius.
-Es que aun no nos conocíamos demasiado - justificó Sirius - y como tampoco volvimos a ir al lago, no surgió la conversación.
-Y como eres tan despistado… - añadió Jean riendo burlonamente - no te diste cuenta de que las pocas veces que propusiste volver al lago siempre había algo mucho más emocionante que hacer.
-Eso es porque mis amigos - contraatacó el hermano - són muy inteligentes.
-Gracias - dijo Sirius con orgullo - se lo diré a Remus.
-Qué astuto eres - añadió la chica guiñandole un ojo a James.
Entre risas llegaron a la casa y se acercaron al laboratorio, que no era más que una casita de madera a unos 30 metros al Este de la casa, para dejar la coclearia. Tras pasar por la cocina y abrir apetito con el rico aroma del estofado de Harry, salieron por la puerta principal camino a Priscilla. Como le había dicho James, no se veía a nadie por el pueblo y Priscilla ni siquiera era una tienda, era una gran nave llena de telas, hilos y tijeras volando de un sitio a otro. Una fábrica de túnicas con todas las de la ley.
-¡Buenos días, Priscilla! - gritó Jean desde la puerta a una anciana con túnica verde y sombrero puntiagudo - ¡creo que le ha avisado mi madre que veníamos!.
-Si, si - contestó la bruja acercándose a ellos - ha pasado esta mañana temprano. ¿Este es el Black? - preguntó señalando con su varita al chico.
-Encantado de conocerla, Señora - dijo Sirius educadamente - Soy Sirius Bl…
-¡¿Qué dices?!- le cortó - !tendrás que subir la voz, que soy dura de oído!
-¡Que es un placer conocerla, señora! - repitió el chico subiendo el volumen.
-¡No hacen falta esos modales tan estirados en mi tienda, menos cuando voy a tomarte medidas, jajaja! - se rió la mujer dándole un golpecito en el hombro. - ¡Vamos pasa, que te haremos un neopreno!
-¿Un neopreno? - preguntó Sirius a James mientras atravesaban la fábrica.
-Así llaman los muggles a los trajes de baño que llevamos. - le contestó - Són diseño exclusivo de Priscilla/ y no muchos magos lo piden, así que ha expandido el mercado al mundo muggle.
La modista les llevó hasta el fondo de la fábrica y, con un movimiento de varita, una cinta métrica voló hasta él y comenzó a tomarle medidas.
-¡Priscilla! - llamó Jean - ¡¿Ya tienes las nuevas telas de quidditch?!
-¡Si! - contestó sin dejar de mover la varita - ¡Están en el almacén uno si quieres echarles un ojo!
-¡Gracias! - agradeció la chica antes de alejarse.
La bruja parecía no hacer gran cosa, pero trabajaba a una velocidad pasmosa. En lo que tardó en volver Jean, ya tenía el traje casi acabado, solo tuvieron que esperar unos minutos más para que lo rematara y lo hechizara.
-¿Los que vende a los muggles también los hechiza? - preguntó Sirius a los hermanos.
-No - contestó James - Usa magia para fabricar el tejido, pero la tela en sí, no es mágica. Solo hechiza cuando es para magos o brujas.
-¿Y qué hechizos le está poniendo?
-Uno calefactor, uno de autoreparación y de crecimiento adaptado. - explicó James - El agua del océano es bastante fría y aún tenemos que crecer. ¿Quieres que también te ponga uno de flotabilidad?
-No. - respondió Sirius entre agradecido y avergonzado - Quiero aprender a nadar.
Sirius se arrepintió de sus palabras al ver la zona de baño de los Potter. No era como el lago de Hogwarts. Esas aguas azules formaban grandes olas que rompían contra la orilla sin piedad. Los tres hermanos Potter entraron al agua sin pensarlo y empezaron a saltar, cual sardinas, sobre las olas. Se puso algo nervioso y su traicionero estómago le dió unas cuantas vueltas al exquisito estofado de zanahorias de Harry.
-Yo entro contigo - dijo Euphemia cogiéndole de la mano - No dejaré que te pase nada, ¿de acuerdo?
Sirius asintió, sonrojándose por el contacto de la mano de la señora Potter, y se dejó guiar. Entraron en las frías aguas y se adentraron hasta donde rompían las olas. Entonces la mujer le levantó por la cintura, con una sorprendente fuerza, para pasar sobre esa zona y llegar donde las olas eran más suaves. Euphemia lo soltó lentamente para que apoyara los pies en la arena.
-Aquí das pié - le dijo - las olas como mucho te llegarán al cuello así que no te preocupes por ellas. Lo primero que hay que aprender, incluso antes de nadar, es a controlar la respiración. Coje aire, mantenlo y mete la cabeza en el agua, cuando necesites respirar sacas la cabeza.
Ese fue el primero de muchos ejercicios que Euphemia le hizo realizar durante los días siguientes hasta que cogió soltura en el agua. Sirius los siguió todos al pié de la letra con éxito, y tenía que reconocer que aquellos trajes de baño eran increíbles.
Con el pasar de los días, Sirius fue adaptándose a la rutina de los Potter y acostumbrándose a sus particularidades. Cada miembro de la familia tenía las suyas. Harry gustaba de cocinar y siempre que llegaba al huerto respiraba hondo un par de veces antes de ponerse a recoger verduras. Jean tomaba leche todas las noches y siempre tenía a Grelot encima y, cuando no era posible porque estuvieran nadando o volando en escoba, la kneazle desaparecía. James, cada mañana, al coger la escoba, volaba muy alto y oteaba el horizonte. También solía quejarse por las tareas, aunque siempre las hacía con gusto. La señora Potter, si llegaba tarde de trabajar, se asomaba a las habitaciones para comprobar que estuvieran en sus camas. El señor Potter siempre, después de comer su desayuno, salía corriendo del comedor cuando les encargaba una tarea, y se pasaba el día en el laboratorio haciendo pociones.
Esa mañana, Fleamont no esperó a acabarse el desayuno, sinó que puso el desayuno en una bandeja y, cuando estaba en la puerta al jardín, les encomendó una tarea especial. Tendrían que recoger plumas y cascarones de frailecillo, una especie de pájaro que anidaba en la isla.
-Tendremos que subir al desván - dijo James con fastidio - y nos llevará toda la mañana.
-Vamos James - animó Jean - hoy me descuelgo yo.
-De acuerdo - contestó el chico sin perder el tono de fastidio.
-Además hace buen tiempo, - añadió ella - si quieres cogemos la cuerda larga y recojo unos abulones ya que vamos.
-¡A por los frailecillos! - dijo James con ímpetu levantándose de la mesa - Acompáñame a por el material Sirius.
Los dos chicos subieron al desván y Sirius se sorprendió de lo limpio y ordenado que estaba, tanto, que ni parecía un desván. El Potter le entregó una bolsa de tela y empezó a pasarle cosas para que las fuera guardando.
-Necesitaremos los cascos, la cuerda más larga - enumeraba James al coger cada cosa - los arneses medianos, el ocho, tres mosquetones, las bolsas pequeñas y lo más importante - terminó de enumerar rebuscando en un gran cesto de mimbre - la red y el cuchillo para abulones.
-¿Qué son? - preguntó Sirius intrigado por el interés de su amigo - ¿Y todo esto para que és?
-Los abulones son como unas almejas, pero que solo tienen una concha, por lo general están a bastante profundidad pero aquí tenemos una especie que crece en las rocas cerca de los nidos de frailecillos. - explicó mientras bajaban del desván - y todo esto es para poder acercarnos a los nidos, son pájaros muy sensibles a la magia. Si te acercas usando una escoba o levitando te atacan.
Al volver a la cocina, Jean les esperaba con el neopreno puesto y Grelot sobre los hombros. Recorrieron la costa durante un buen rato hasta que se empezaron a escuchar una mezcla de ronroneos ascendentes y a ver algunos pájaros volando sobre el acantilado. Se detuvieron cuando aquel sonido estaba en su punto más intenso y, al empezar a sacar el material de escalada, Grelot bajó de un salto al suelo y empezó a caminar alejándose de la costa. Los hermanos se colocaron arnés y casco. Sirius miraba con atención los movimientos seguros de los dos, como si fuera algo que hicieran cada día. Le maravilló la calma que transmitían pese a que se iban a colgar de una cuerda del grosor de un dedo por un acantilado y, para empeorarlo, sin magia. Entonces Jean se acercó al acantilado y James arrastró una punta de la cuerda hasta la Kneazle, que se había estirado en la hierba.
-Sirius - le llamó Jean - acercate.
El chico se acercó hasta donde estaba la chica, en el borde del acantilado, y entonces pudo ver de dónde venía aquel sonido extraño. Cerca de las rocas y sobre el mar volaban unos pajaros negros y blancos con picos anaranjados que emitian ese ronroneo ascendente tan peculiar.
-Estos son los frailecillos - explicó Jean a su lado - Anidan en los huecos del acantilado y comen peces pequeños. Aunque no parecen nada mágico a simple vista, las cáscaras de los huevos, las plumas, los huesos y el pico se pueden usar para elaborar pociones. Mi padre lleva tiempo usándolos y le dan muy buenos resultados.
-¿Vas a bajar por ahí? - preguntó el Black notablemente nervioso al ver lo escarpado de las rocas y la altura de caída hasta el agua.
-Tranquilo, - dijo la chica sonriendo - lo hemos hecho muchas veces y James es muy bueno asegurando la cuerda.
James se acercó a ellos y le pasó una punta de la cuerda. Ella la pasó por su arnés e hizo un nudo más complejo de lo que Sirius había visto nunca. Pegó un par de tirones fuertes para apretarlo y dijo:
-Lista. Comprueba James. - ordenó - pásame la bolsa Sirius.
James comprobó varias veces todas las cuerdas y las piezas metálicas que tenía en su arnés mientras Sirius le daba la bolsa de tela a Jean.
-Todo correcto. - confirmó James.
Nada más decir eso, los dos hermanos se posicionaron en el borde del acantilado y Jean se inclinó de espaldas dejándose sostener por James, que fue soltando cuerda para que descendiera al abismo. Al poco se oyó un silbido y James dejó de dar cuerda. Tras observar un rato, Sirius comprendió que un silbido significaba parar, dos silbidos bajar, y uno largo subir.
-Sirius - le llamó James - perdona que tengamos que hacer esto hoy. Espero que los abulones te gusten tanto como a mi. Siéntate si quieres, tenemos para un rato.
Sirius aceptó la oferta pero justo antes de sentarse se acordó de la Kneazle. Ahora podía hablar con ella a solas. Sin pensárselo mucho se alejó de James en dirección a la felina, que estaba estirada a unos 6 metros de distancia, al lado del anclaje que evitaba que sus amigos se cayeran al mar. Se sentó a un metro de ella y, sabiéndose cómplice de los frailecillos y de las olas, le preguntó sin atreverse a mirarla:
-¿Eres la Grelot que conocí de niño?
Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho y temía la respuesta. Pero miró hacia ella para que le respondiera y se topó con esa mirada intensa y directa. Por un instante le pareció ver vacilación en los ojos de la Kneazle, que parecían estar escrutando su alma hasta los resquicios. Entonces, sin desviar la mirada en ningún momento, se levantó y caminó hacia él. Se puso sobre su regazo y se estiró panza arriba mirándole a los ojos. Tras unos segundos de intenso contacto visual, Grelot asintió y estiró las patas para que él le acariciara la barriga. Tras comprender la respuesta, la agarró del tórax y la llevó hasta su pecho, abrazándola. "Es ella", pensó, "sobrevivió". Miles de preguntas se agolparon en su mente: ¿cómo había conseguido salir? ¿cómo acabó viviendo con los Potter? ¿porque no le había dicho nada antes? ¿le había reconocido? Pero la felina se le restregó contra el cuello y el pecho. Sirius apartó de su mente las preguntas y dejó que su cuerpo y su mente se relajaran bañados por ese sentimiento de felicidad y afecto que Grelot le transmitía. Se estiró hacia atrás, sobre la hierba, sin dejar de abrazarla. Cerró los ojos, respiró hondo y…
-Sirius - llamó James - ¡eh! Sirius, despierta. Ya hemos acabado.
El Black se incorporó, se había quedado dormido. James se había acercado a despertarle mientras, al fondo, Jean recogía la cuerda. Al mirar a la chica, vió a Grelot a los pies de ella, apoyando una pata sobre su pierna, como pidiéndole que la cogiera. Jean simplemente se agachó un poco y la Kneazle se subió a su hombro de un grácil salto. Entonces una certeza golpeó su mente. Si Grelot había podido sobrevivir a aquella explosión, quizás Hermione también. Si Hermione estuviera viva, Grelot estaría con ella. Pero estaba con Jean, así que no era posible que sobreviviera. Pero… ¿y si Jean… era en realidad Hermione? ¿Eso era posible? Emprendieron el camino de vuelta a la casa y, mientras caminaban, Sirius trajo a su mente el recuerdo de aquel día para intentar buscar alguna posibilidad de que su amiga pudiera haber escapado de allí a tiempo.
Flashback
Sirius corría por el bosque siguiendo a hocicos, con Hermione y Grelot tras él. Estaban huyendo de la escuela con la idea de llegar a casa de una familia de magos que, según Hocicos, les darían cobijo y les protegerían. Pero la huida fue arruinada por Duba, la elfa doméstica que "cuidaba" de su amiga.
-Están saliendo de los terrenos de la escuela, deben regresar inmediatamente - chilló la elfina apareciendo justo delante de Sirius.
-Espera Duba - dijo Sirius improvisando - Solo queremos explorar un poco, en seguida estaremos de vuelta.
-Vuelvan ya - volvió a gritar la elfina - o me veré obligada a dar la alarma.
-Vamos Duba - empezó Hermione intentando persuadirla - El Lord está aquí, no creo que al amo Marius le haga mucha gracia que le molestes, justamente hoy, solo por un paseo por el bosque.
La elfina les miró intensamente, casi podía oírse su cerebro intentando tomar una decisión.
-Dense la vuelta - ordenó apretando los dientes.
Pero Sirius no estaba dispuesto a hacerle ningún caso y, con todas sus fuerzas, pateó a la elfina y estiró de la mano a Hermione para que siguieran corriendo. La Elfina cayó al suelo con un quejido y rápidamente la perdieron de vista tras los árboles. Pero la esperanza les duró poco, porque a los pocos pasos Marius y su invitado se materializaron frente a ellos cortándoles el paso. Sirius intentó frenar y esquivarlos pero la enorme mano de Marius le agarró del cuello levantándole del suelo. Intentó liberarse del agarre pero ni siquiera con sus dos manos podía rodear la muñeca de aquella bestia. Empezó a notar que le faltaba el aire cuando vió como Hermione estiraba del brazo del mago pidiendo que le soltara.
-¡Sueltale! ¡Le estás ahogando!
-Mejor - espetó Marius - Seguro que la idea de escaparos fue suya. ¿A que si? El pequeño Black siempre dando problemas.
Sirius empezó a notar una fuerte presión en el rostro y ardor en los pulmones.
-¡La idea fue mía! - mintió la niña - ¡Sueltale! ¡Él no ha hecho nada!
-No importa - se burló el adulto cerrando con fuerza la mano alrededor de su cuello - Para que queremos un Black rebelde teniendo a Regulus.
Sirius empezó a sentir que le faltaban las fuerzas para resistirse.
-¡No! - gritó Hermione estirando del fuerte brazo que estrangulaba a Sirius - ¡Para! ¡Para!
Oyó un leve zumbido seguido de un crujido áspero, y cayó al suelo de espaldas. Abrió los ojos y vió a su amiga, muy cerca, estirando de un brazo cercenado, sin cuerpo y sangrante, que aún se aferraba a su cuello. Consiguió soltarlo y el aire volvió a llenar sus pulmones provocándole un dolor punzante en la garganta.
-Creo que te he dado demasiadas oportunidades - oyó decir al Lord con voz siseante - No es prudente dejarte con vida si lo único que haces es ponerte en nuestra contra.
-Grelot - susurró Hermione mirando a Sirius a los ojos - llévatelo a un sitio seguro.
Un fulgor esmeralda iluminó a su amiga y, en un parpadeo, Sirius apareció en el salón principal de la escuela. Miró a su alrededor. Estaba solo. Intentó gritar por ayuda pero su dolorida garganta no emitía ningún sonido. La Kneazle tampoco estaba con él. Se levantó del suelo y corrió, como pudo, hacia el jardín, al cruzar el comedor vió que todos los demás niños estaban allí. Pasó de largo y llegó a la puerta acristalada que daba a la parte trasera. Al tirar del pomo la puerta no se abrió, alguien la había cerrado con llave. Miró hacia fuera y vió a Grelot corriendo hacia el bosque, del que salía una columna de humo negro. Intentó abrir la puerta pero le fue imposible. Al perder de vista a la felina entre los árboles, un flash de luz le cegó, y un segundo después el suelo se sacudió con un ensordecedor estruendo.
Cuando el humo se disipó, y justo antes de que una auror desconocida levantara a Sirius del suelo para sacarlo de la casa, pudo ver que el jardín y el bosque habían sido reemplazados por un enorme socavón.
Fin del Flashback
No era posible sobrevivir a eso. Grelot podía aparecerse y seguramente lo hizo a tiempo, pero ella no.
-Dejemos aquí el equipo. - dijo James cuando llegaron al jardín - ¿Te encuentras bien Sirius? No has dicho nada en todo el camino. - preguntó serio cuando ella se había alejado.
-Si, si - contestó rápidamente - Es que aun estoy algo dormido. Jeje - rió para quitarle importancia.
-Ah, perdona que hemos tardado mucho.
-No pasa nada - siguió diciendo Sirius alegremente - además, si tu dices que esos abu-noseque son tan buenos seguro están exquisitos.
-Siiii - sonrió James - están deliciosos y se pueden comer pocas veces. Además hoy cocina Harry.
-¿Cómo cocina tan bien?
-Mi padre le insistía mucho de pequeño para que aprendiera pociones - explicó mientras caminaban - Pero, aunque se le dan muy bien, no le gustan nada. Así que cuando podía, se escapaba para cocinar con mamá y le decía a papá que al final cocinar y hacer pociones era casi lo mismo. Al final le gustó cocinar y hasta convenció a papá de que cocinara.
Jean picó a la puerta del laboratorio y entraron sin esperar respuesta. Cuán inesperada fue su sorpresa cuando vieron al profesor Goldstein, varita en mano, removiendo un caldero.
-Buenos días, profesor - saludó la niña educadamente.
-¡Ey! Chicos - saludó el señor Potter apareciendo por una puerta lateral - Gracias por recoger los ingredientes.
James le entregó la bolsa sin decir nada y Sirius notó la tensión en el ambiente.
-Buenos días, profesor - saludó Sirius intentando tapar la actitud de su amigo.
-Buenos días - respondió este sonriendo sin desviar la mirada de James.
-Avisad a Harry que ponga un plato más para comer. - pidió Fleamont.
-En seguida - contestó Sirius agarrando a su amigo del brazo para que salieran.
Nada más pasar la puerta, James empezó a caminar aceleradamente con la cara contraída de ira y mascullando maldiciones. Entendía la aversión que su amigo sentía hacia el profesor, pero desde el viaje en coche había dejado de compartir ese sentimiento. Seguía teniendo recelo por la aún misteriosa lista que encontraron en su despacho, pero no le parecía una persona desagradable. Entraron en la cocina y James, sin decir nada, empezó a poner la mesa. Sirius lo dejó tranquilo, sabía que cuando su amigo se ponía así era mejor dejar que se distrajera con cualquier cosa que quisiera hacer antes de decirle nada.
-Sirius ven - le llamó Harry desde el fregadero de la cocina - nunca habías visto abulones ¿verdad? Mira, tienen una sola concha y para cocinarlos se la quitamos, ya que normalmente están bastante sucias. - explicaba el chico mostrándole el proceso - Hoy los voy a hacer a la feira, pero como hay que comerlos rápido los dejaremos preparados y los cocinaremos cuando estemos todos a la mesa.
-Somos uno más a comer - le susurró Sirius para que James no lo escuchara.
-¿Quien? - preguntó Harry igual de bajito.
-El profesor Goldstein - siguió el Black sin alzar la voz.
-Oh - exclamó Harry alegre - no sabía que venía.
-Está con tu padre preparando pociones. - siguió susurrando.
-Entonces puede que por fin la termine - dijo Harry volviendo a pelar los abulones - Le oí decir ayer que casi la tenía lista, que solo faltaba estabilizarla, para que se conservara en buenas condiciones más de un mes.
-¡Ya he llegado! - se oyó decir a la señora Potter desde el salón.
-¡Bienvenida mamá! - dijeron los dos hermanos al unísono.
-Bienvenida señora Potter - añadió Sirius.
-¡Uy! - dijo la mujer al entrar al comedor - ¿habéis recogido abulones?¿Cómo los vas a preparar?
-A la feira - contestó Harry con orgullo.
-Buena elección, empieza a prepararlos que me muero de hambre. - aprobó la madre - James, ve a buscar a papá por favor.
-Estoy ocupado. - contestó el aludido secamente.
-Ya voy yo señora Potter - intervino rápido Sirius para evitar que su amigo tuviera que volver a encontrarse con el profesor antes de lo necesario.
-Gracias, Sirius - dijo la mujer con una sonrisa - que no te de largas, que empezamos sin él y si luego se queda sin abulones no se podrá quejar.
Sirius asintió y salió de la casa camino al laboratorio. Cuando llegó a la puerta y acercó los nudillos para golpearla, la voz amortiguada de Jean en el interior le detuvo.
-No puedo decírselo - decía la chica.
-Yo estoy con Fleamont - contestó el profesor - cuanto antes mejor, si esperas a que se den cuenta se tomarán muy mal que no se lo dijeras antes.
-Y más cuando se enteren de que se lo dijiste antes a Lily - añadió Fleamont.
-Pero Sirius… - siguió la chica.
-Vamos - cortó el profesor - es muy buen chico, tanto que ni parece un Black.
-¿Y si se lo cuenta a alguien en su casa? - alegó Jean.
-No lo hará - dijo el señor Potter - es consciente de cómo es su familia y las repercusiones que tendría. Además, ahora es el momento perfecto, si pasara cualquier cosa nosotros estamos aquí.
-Piensatelo - dijo Goldstein - aún tienes dos semanas antes de volver a Hogwarts.
Se hizo un silencio y Sirius, con mil pensamientos agolpándose en su cabeza, golpeó la puerta y la abrió intentando disimular.
-Siento molestar - dijo educadamente - la señora Potter ha llegado y dice que comemos ya. Y que si no vienen se quedarán sin abulones.
Los dos hombres y Jean dejaron lo que estaban haciendo y fueron hacia Sirius.
-Gracias por avisar - dijo Fleamont indicando que salieran - Euphemia nunca bromea con la comida y es muy capaz de comerse todos los abulones ella sola.
Los cuatro salieron del laboratorio y caminaron hacia la casa. Al llegar al comedor Harry estaba colocando la bandeja con el plato especial del día en la mesa.
La comida fue tranquila, amenizada por la conversación de los adultos sobre diversos temas a los que Sirius prestó escasa atención.Los abulones le parecieron deliciosos, aunque un poco eclipsados por su mente inquieta. ¿Qué era aquello que Jean no quería decirle? La posibilidad de que fuera su amiga de la infancia cogía fuerza en su mente, aunque intentaba buscar otras cosas. Pero cuanto más lo pensaba, más crédito le daba a esa posibilidad, y más esperanza tenía de que así fuera. James y Jean no dijeron nada en toda la comida más allá de felicitar por lo buena que estaba, y Harry participó de la conversación de los mayores.
Una vez vacíos los platos, y tras retirarse de la mesa adecuadamente, subieron al cuarto a ponerse los trajes de baño dispuestos a ir, como casi cada día, a la playa. James y él salieron al jardín y esperaron, algo más de lo habitual, hasta que bajó Harry.
-Hoy solo somos tres - dijo el mayor al acercarse.
-¿Y Herms y mamá? - preguntó James con disgusto.
-Tienen que encargarse de algo.
-¿De que? - volvió a preguntar su amigo con insistencia.
-Cosas de madre e hija. - dijo Harry encabezando la marcha hacia la playa.
-¿Como que cosas de madre e hija? - insistió James.
-Luego se lo preguntas si quieres y que ellas te lo cuenten.
-¿Tú no me lo puedes decir?
-No seas pesado James - atajó el mayor.
En ese momento, si las miradas matasen, los Potter se habrían quedado sin primogénito, pero James no siguió insistiendo. Llegaron a la playa y tras un rato en el agua las malas caras habían desaparecido. Sirius ya se defendía a la perfección en el agua y, tras jugar a pasar la quaffle un rato, Harry les propuso saltar desde el risco. No era la primera vez que lo proponía, y Euphemia siempre le decía que no, pero hoy no estaba allí para cortarle alas a sus descabelladas ideas. Dicho risco se encontraba a, lo que Sirius percibió como, una altura considerablemente peligrosa. Harry fué primero mientras ellos dos esperaban en el agua cerca del lugar de zambullido. Subió por unas rocas a la derecha de la cala y se asomó a un saliente. Les observó con una gran sonrisa y dió unos pasos atrás para coger impulso. Entonces saltó y giró sobre sí mismo en el aire antes de entrar, bien vertical, en el agua. Jame le vitoreó por la hazaña en cuanto sacó la cabeza del agua.
-¡Me toca! - exclamó James nadando hacia las rocas.
-Oye Sirius - le llamó Harry - No tienes porque hacerlo, nosotros porque somos un poco temerarios y tenemos que aprovechar que no ha venido mamá. Pero bueno, en el caso de que quieras saltar, es muy importante que entres en el agua como un palo, con los brazos bien pegados al cuerpo, sinó podrías hacerte daño.
Realmente Sirius no se había planteado no saltar, es más, tenía ganas de saltar, aquello parecía demasiado divertido. De todas formas agradeció la consideración que Harry había tenido, la misma que Euphemia, Fleamont, Jean y James.
-Gracias, Harry - dijo de corazón.
-No tienes que agradecerme nada - contestó el Potter sonriendo - solo no quiero que te hagas daño.
-¡Que voy! - gritó James desde el risco.
Saltó dando una vuelta en el aire, con bastante menos estilo que Harry, y cayó al agua tieso y recto como un palo. Sacó la cabeza del agua acompañado de los vítores de Harry y Sirius.
-Voy yo - dijo Sirius con entusiasmo.
-Te acompaño - se añadió James - así te enseño por donde se sube mejor.
Le guió todo el camino hasta el risco y cuando llegaron le dijo lo mismo que Harry.
-Si no caes de palo te puedes hacer daño, asi que como es tu primera vez te pido que no hagas como nosotros - decía su amigo con seriedad - Solo salta y hazte palo.
-Me parece razonable. - contestó Sirius divertido.
-Bien, yo te espero abajo. - concluyó James corriendo al risco y saltando de nuevo.
Sirius se asomó y esperó a que James llegara junto a Harry para evitar caerle encima. Dió unos pasos atrás para tomar impulso pero cuando iba a empezar a correr Hocicos apareció frente a él.
-Esto es una locura - le dijo el gran perro - acabas de aprender a nadar.
A Sirius ese comentario le irritó.
-Y lo hago magníficamente - contestó desafiante.
-Te puedes hacer daño.
-No más que volando en escoba. - dijo jocosamente.
Y sin esperar a que le contestara, recorrió rápidamente el camino hasta el borde del risco y saltó.
Entró en el agua como Harry y James le habían dicho, se hundió unos metros y rápidamente buceó hasta la superficie. Los dos Potter le vitorearon mientras nadaban hacia él.
-¿Qué te ha parecido? - preguntó James sonriendo.
-Increíble - contestó Sirius pletórico - ¿Lo repetimos?
Cuando Harry les dijo que era hora de volver, Sirius ya había perdido la cuenta de las veces que habían saltado. Y aun después de la cena y de meterse en la cama, seguía con esa sensación de felicidad en el cuerpo. Se durmió sin darse cuenta y se despertó al día siguiente muy animado. Y aunque James no estuvo de demasiado buen humor esa mañana, debido a que Jean no fue a jugar quidditch con ellos, ni tampoco a jugar gobstones después, a él no le bajó el ánimo. Después de comer, mientras recogían la mesa, Harry les propuso un plan diferente:
-¿Qué os parece si hoy hacemos el camino de la costa?
-Me parece bien - dijo Sirius con entusiasmo dejando un manojo de cubiertos en el fregadero.
-A mi también - se unió James - Her…
-Jean - llamó la señora Potter desde el comedor - Te espero en la biblioteca.
-Enseguida voy mamá - contestó la aludida dejando una pila de platos sobre la encimera - Pasarlo bien. - se despidió sonriendo.
James suspiró y encantó la vajilla sucia para que se limpiara sola.
El camino de la costa daba la vuelta a toda la isla y mientras andaban Sirius se fijaba en los detalles del paisaje. En su mayoría el perímetro de la isla eran acantilados, a excepción de tres zonas: una pequeña playa de arena gruesa donde se encontraba el puerto, en ese momento sin barcos, una ensenada de cantos rodados, y la playa tras la casa de los Potter. Harry iba contando anécdotas divertidas mientras andaban y James, que parecía por fin haberse deshecho de su mal humor, añadía detalles y nombres de sitios, rocas y acantilados. Se pararon un par de veces a ver saltar ballenas en el horizonte y cuando llegaron de nuevo a la casa, ya atardecía.
Tras darse una ducha bajaron a cenar. Esa noche cocinaron Euphemia y Jean, y, como siempre, la cena estuvo deliciosa. A Sirius no dejaba de sorprenderle cómo podían cocinar tan bien, ya que siempre había creído que los elfos tenían una magia especial para cocinar que los magos y brujas no poseían. Claro que tampoco había pensado nunca sobre cómo cocinaban los muggles.
Con el estómago lleno, Sirius se dispuso a levantarse para recoger, ya que todos habían terminado, pero el señor Potter le detuvo.
-Espera Sirius - dijo el hombre - tenemos que deciros algo.
-Mañana vendrá una compañera vuestra de Hogwarts - añadió la señora Potter sonriendo - y se quedará con nosotros unos días, igual que Frank y Marlene. Así que tendréis que volver a bajar la cama del desván a vuestro cuarto. - dijo mirando a los tres chicos.
-Sin problema - dijo Harry girándose hacia James y Sirius - la bajamos después de desayunar y practicais el hechizo levitador.
-¿Es Lily? - preguntó Sirius con curiosidad
-Si, - contestó Jean alegre - Iremos a buscarla mañana y llegaremos para…
-No estoy de acuerdo - interrumpió James seriamente.
-¿Qué? - dijo Fleamont confundido - ¿Por qué?
-Explicate James - pidió Euphemia.
-Porque no quiero que venga - espetó su amigo subiendo el tono y levantándose de la mesa con violencia, tanta, que tiró su silla al suelo.
Entonces hubo un silencio tenso, en el que Sirius pudo escuchar la respiración acelerada de su amigo.
-Acompáñame Sirius - pidió Harry levantándose de la mesa - por favor.
Sirius obedeció sin decir nada y salió con Harry al jardín. Se sentaron en un banco desde donde se podían ver las ventanas del comedor pero no oír lo que decían.
-Perdona, Sirius - empezó el Potter - James aún está aprendiendo a gestionar sus emociones.
-Tranquilo, lo entiendo - contestó sereno - a mi a veces también me pasa. Aunque no comprendo esa aversión que tiene con Lily, ella realmente no le ha hecho nada.
-Es por Herms - explicó Harry - Siempre han sido inseparables y siempre han estado juntos, y James, desde bien pequeño, ha tomado un papel de caballero protector. Nadie sabe porqué la verdad, ella siempre gana en los duelos y sabe defenderse mejor que nadie.
-¿Hacéis duelos? - preguntó sorprendido.
-Si, desde que compramos la varita. - se enorgulleció Harry - Papá y Mamá dicen que es importante.
-¿Me podríais enseñar? - dijo Sirius con marcado interés.
-Les podemos preguntar mañana. Con el problema de Lily van a tardar un rato. Los celos son una emoción complicada.
-¿Los celos?
-Si, es lo que decía. - referenció Harry - Siempre han estado juntos, y solos,desde que yo entré en Hogwarts. Creo que James pensaba que eso seguiría así, que seguirán haciendo las mismas cosas siempre juntos, ni siquiera se planteó que cayeran en casas separadas. Y menos mal que están los dos en Gryffindor. - explicó - Y como no ha sido como él pensaba, y además ella pasa mucho tiempo con Lily, ha gestionado el desapego de Herms convirtiéndolo en celos contra Lily. Así simplifica las cosas y tiene contra quien desfogarse.
-¿Con Goldstein le pasa lo mismo? - preguntó, entendiendo la explicación de Harry.
-Seguramente. Pero no te preocupes - dijo poniendo la mano sobre el hombro de Sirius - Mis padres son unos expertos en estas situaciones. Quizás tarden, pero lo solucionarán.
Poco a poco se fueron quedando sin luz y si no fuera por los farolillos del jardín se habrian quedado a oscuras.
-¿Quieres ver algo guay, Sirius? - preguntó Harry - Hoy es luna nueva, con esta oscuridad se pueden ver las noctilucas en la costa.
-No se que son las noctilucas, - dijo Sirius encogiéndose de hombros - pero vamos.
Caminaron hasta la costa utilizando sus varitas para iluminarse, y al llegar se sentaron a observar el mar y apagaron las luces. Sirius pensó que realmente aquella noche era muy oscura.
-Ahora no podemos ver nada - dijo Harry - pero cuando se nos acostumbren los ojos alucinarás. Tampoco hemos mirado ninguna noche las estrellas.
-A esta hora creo que ya estamos en la cama, normalmente - comentó Sirius siendo asaltado por un bostezo.
-Pues hoy las veremos un rato. Al menos hasta que James se relaje.
-¿Le castigarán?
-No. Solo nos castigan cuando rompemos alguna norma deliberadamente, o cuando hacemos daño a alguien. James quizás no ha utilizado las mejores formas para expresarse, pero tampoco ha hecho nada malo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Sirius junto al pensamiento de que en su casa si que le habrían castigado. Y sintió vergüenza. Y luego rabia.
-A ti… - dijo Harry cautelosamente - en tu casa… si que te habrían castigado. ¿Verdad?
Sirius no contestó. Solo bajó la vista a su regazo, aunque no podía ver prácticamente nada.
-A Alice… - continuó el mayor de los Potter - la castigan a veces.
-¿La chica de segundo? - quisó confirmar Sirius.
-Si. Es la prima de Marlene y a veces viene a estudiar con nosotros. Os la presentaré, seguro que se lleva muy bien con las chicas. ¡Mira, ya se puede ver! - exclamó Harry.
Sirius miró hacia el agua y vio como las olas brillaban en tonos azules.
-Guau - exclamó Sirius con fascinación - que bonito.
-Mira al cielo - dijo Harry.
Sirius obedeció y quedó atónito de la cantidad de estrellas que había en ese cielo. Ni siquiera desde Hogwarts en las clases de astronomía se veían tantas. Parecía que a alguien se le había rebentado un saco lleno de ellas y se le habían vertido todas en ese cielo. Entonces vio una estrella fugaz.
-¡He visto una estrella fugaz! - dijo con emoción desbocada.
-Pide un deseo, mi madre dice que se cumplen.
-Este lugar es realmente mágico. - dijo en una gran exhalación tumbandose.
-Jajajaja - rió Harry feliz - aún no sabes cuanto.
Se quedaron un rato más mirando las estrellas y las resplandecientes olas hasta que llegó Euphemia y les dijo que era momento de ir a la cama. James ya se había acostado cuando Sirius entró en la habitación intentando no hacer ruido. Y retuvo sus ganas de preguntarle si estaba bien, ya que no sabía cuán dormido podía estar.
Al día siguiente James estuvo menos alegre de lo habitual durante todo el día, y Sirius le pilló mirando al vacío pensativamente unas cuantas veces. Jugaron a quidditch con Harry, bajaron la cama del desván, recogieron fruta del huerto, fueron a la playa y, tras la ducha, llegó Lily. Se la veía muy contenta de estar allí, los señores Potter le preguntaron muchas cosas durante la cena y, tras recoger la mesa, Jean y ella subieron rápidamente a la habitación. Harry, en cambio, les propuso ir de nuevo a mirar las estrellas y tanto él como James aceptaron la propuesta.
Estirados en la hierba, envueltos por la oscuridad y el ronroneo del mar, Sirius por fin se decidió a preguntarle cómo estaba, pero Harry se le adelantó:
-¿Cómo fue ayer?
-Le grité a Herms, - suspiró con notada culpabilidad - pero me hizo un mami. Y bueno, al final pues me relajé, y me explicó porque la invitaba tan de repente. En realidad tardamos más por eso que por la discusión. ¿Tu lo sabías?
-Me lo imaginé. - contestó Harry - Pero yo ya sabia eso de las chicas, vosotros no.
-Me lo podrías haber dicho - recriminó James a su hermano.
-Pensé que ella te lo explicaría mejor.
-¿De qué estáis hablando? - preguntó Sirius sin poder aguantarse más.
-Venga James, - retó Harry - a ver que aprendiste ayer.
-Pues a ver - empezó James claramente nervioso - Las mujeres se quedan embarazadas y tienen hijos, y para tener hijos hacen un óvulo cada 28 días. Entonces tienen ese óvulo en el vientre esos 28 días, y si no se fecunda pues se tiene que descartar, y ese óvulo descartado es la menstruación. Y les duele y sangran.
-¿Ahora entiendes porque estaba tanto con mamá? - preguntó el mayor.
-Si, le estaba enseñando hechizos para el dolor y la sangre.
-Y Lily ha venido para aprenderlos también, porque sus padres son muggles y no le pueden ayudar. - añadió Harry - Esos 28 días coinciden con los ciclos de la luna, así que todas las brujas suelen menstruar sobre los mismos días, más o menos.
-¿Y les duele mucho? - preguntó Sirius con curiosidad.
-A algunas más que a otras - contestó Harry.
-¡Aquí estáis! - dijo Fleamont caminando hasta ellos con una bandeja con picoteo y bebidas - Tengo que hablar con vosotros.
-Creo que va a ser vuestra primera charla de mayores. - dijo Harry - Lumos. - hechizó sentándose y formando un círculo con el señor Potter y los dos jóvenes.
-Exactamente - confirmó Fleamont - Tenemos que hablar de cosas importantes.
-¿Y qué hay más importantes que nuestras chicas? - cortó Harry imitando la voz de su padre - Nada en este mundo.
-Bien, veo que mis enseñanzas son fuertes en ti, hijo. - dijo Fleamont con tono divertido apretando el hombro de su hijo mayor. - Pero empecemos por nosotros. Seguro que habéis notado cambios en vuestro cuerpo y que no sabéis si son normales o no. Solemos tener tendencia a compararnos con los demás, pero que sepáis que las comparaciones no se suelen interpretar del modo adecuado.
Fleamont habló durante largo rato sobre la adolescencia, las relaciones, la responsabilidad, el sexo y un largo etcetra. James y Sirius pudieron preguntar todo lo que quisieron, e incluso Harry resolvió algunas dudas. Hasta que el cielo empezó a clarear. No se habían dado cuenta y ya amanecía, habían estado toda la noche sin parar de hablar, claro que las bebidas y el picoteo habían ayudado a que el tiempo corriera.
-Creo que las chicas no tardaran en salir a jugar a quidditch - dijo Fleamont - hoy jugaré con vosotros. Estas charlas hacen que vuelva a sentirme joven.
Dicho y hecho, cuando llegaron de regreso a la casa, Jean y Lily ya se ponían las protecciones junto al cobertizo.
-Hoy seremos tres contra tres - anunció Fleamont a modo de saludo matutino.
-¡Vaya! Si que habéis madrugado - saludó Jean.
-Buenos días señor Potter- dijo Lily abrochándose el casco - Chicos.
-Buenos días, Lily - contestó Harry sonriendo.
-Entonces… - dijo el adulto con entusiasmo - ¿Voy con vosotras, chicas?
Fleamont jugaba muy bien, al igual que sus hijos, y Lily fue toda una sorpresa. Sumado a que los chicos no habían dormido nada, y que James evitaba el contacto con la pelirroja a toda costa, la paliza numérica fue escandalosa. Pero no hubo burlas, ni malas palabras. Esa actitud tan deportiva fascinaba a Sirius. Tras el partido y el desayuno, las chicas fueron con el señor Potter al laboratorio, la señora Potter se fue a San Mungo, y los tres chicos fueron a descansar bajo el sauce. Poco tardaron en dejar que Morfeo les arrastrara, durmiendo en sus brazos hasta que las chicas los despertaron para comer. Y, para gusto de los tres, ellas habían traído picnic.
-Nos ha contado Papá que anoche no dormisteis - explicó Jean.
-Y después se ha retirado a dormir un poco. - añadió Lily.
-Y como mamá hoy llega tarde… - siguió Harry deduciendo por donde iba la explicación.
-Hemos pensado en comer fuera. - acabó Lily mirando sonriente a Harry.
-Una idea maravillosa - felicitó Harry levantándose para ayudarlas a poner el manto en la hierba.
Una vez todos sentados en círculo Jean empezó a sacar del cesto sándwiches, fruta, pastelitos, limonada y agua. Comieron amenamente y cuando terminaron, Lily empezó a mirar significativamente a Jean. Sirius, que se percató de ello, pasaba su vista de una a otra a ver si descifraba de que iba el tema.
-Tenemos que deciros algo - empezó la pelirroja con mucha diplomacia - Importante, y que nos afecta a todos. Lo hemos estado hablando - explicó mirando a Jean - y bueno, al principio no estábamos muy convencidas de contaroslo, pero creemos que lo entendereis y que dejareis los prejuicios a un lado. Yo confío en vuestro buen juicio.
-Pero es un secreto demasiado importante - añadió Jean muy seria - que no podréis contar a nadie.
-Como es tan importante - siguió Lily - Si lo queréis saber tendréis que hacer un juramento.
A la cabeza de Sirius volvió la idea de que Jean fuera en realidad Hermione, pero que claramente tenía que ocultarse de los psicópatas Riddle. Pero, ¿lo sabía Lily… y no James o Harry? Eso era extraño. Sin darle muchas vueltas dijo:
-Yo haré el juramento.
-Yo también - añadió rápidamente James.
-Claramente yo no me quedo fuera - siguió Harry.
-Bien. - dijo Jean secamente - formemos un círculo mano muñeca en sentido horario.
Todos se juntaron y siguieron las indicaciones de la bruja castaña, agarrando con su mano derecha la muñecas derecha de la persona de la izquierda. Formado el círculo, Jean apoyó la punta de su varita en su propia mano y empezó a recitar el hechizo, deteniéndose a cada frase para que el resto la repitiera.
"Ahora y en lo venidero,
juro solemnemente,
que no revelaré,
a persona o criatura alguna,
nada de lo dicho hoy,
por cualquiera de los presentes,
sobre esta manta.
Que la peor de las vergüenzas,
caiga sobre mi,
si quebranto este solemne juramento."
Unos hilos plateados provenientes de la varita de Jean, rodearon las manos de todos y, tras un resplandor, se fundieron en su piel.
-Bien, - sentenció la Potter mirando a Lily - ya podemos explicarlo.
Lily suspiró profundo y a Sirius casi se le sale el corazón por la boca cuando, mientras la pelirroja se preparaba para hablar, su mirada se cruzó con la de Jean. La de ella era escrutadora, la de él expectante, pero Lily desvió la atención del chico hacia ella cuando dijo:
-Remus es un hombre lobo.
Hubo un silencio reflexivo, hasta que James dijo:
-Vaya… No me había dado cuenta. ¿Cómo lo sabéis vosotras?
-Coincidimos en la enfermería un par de veces - explicó la castaña - y pensando, nos dimos cuenta que siempre enfermaba o visitaba a su familia en luna llena.
-¿Y cómo lo controlan? - preguntó James confuso - Quiero decir, tengo entendido que transformados son muy peligrosos y violentos.
-Supongo que Dumbledore lo encerrará en algún sitio - hipotetizó Harry - el castillo es enorme y seguro tiene muchos más pasadizos secretos de los que conocemos.
-Papá y Goldstein están intentando crear una poción que le ayude en sus transformaciones. - dijo Jean.
-Por eso este verano nos ha estado pidiendo tantos ingredientes - relacionó James - Le tendremos que decir que lo sabemos.
-Si, pero cuando volvamos a Hogwarts y en un sitio donde no pueda oírnos nadie. - añadió Jean mirando a Sirius con el ceño fruncido.
El Black, que había ido pasando la mirada de uno a otro mientras hablaban, sentía decepción y esperanza al mismo tiempo de que esa no fuera la única confesión que las chicas querían hacer. Pero la mirada de la castaña denotaba desconfianza y alerta, cosa que le confundía. ¿A qué venía esa mirada?¿Sabía lo que pensaba y no quería que dijera nada?
-¿Sirius? - le llamó Lily - ¿Qué opinas?
-¿De que? - preguntó confundido y nervioso.
-De Remus - dijo Jean con impaciencia.
-Ah, bien, sin problema - dijo pasando la mirada de una a otra.
-¿Seguro? - insistió la castaña con desconfianza.
-Claro - respondió desviando la mirada hacia sus manos.
-No puedes decírselo a nadie - añadió Jean insistente.
-¿Por qué iba a hacerlo? - preguntó Sirius poniéndose a la defensiva.
-Tampoco en casa - siguió insistiendo la chica con tono exigente.
-¿Me tomas por tonto? - reprochó subiendo un poco el tono.
-Tranquilo - intervino Lily apaciguadora - esque como no decías nada creo que Jean lo ha interpretado mal. ¿No? - preguntó mirando a su amiga
Pero la castaña seguía con cara de desconfianza.
-Has dudado - le acusó.
-No he dudado - negó Sirius con un nudo oprimiendo su garganta - solo… - empezó a justificarse, pero bajó la cabeza al notar que se le cortaba la voz.
-¿Qué? - espetó Jean con dureza - Si te supone un problema mejor que lo digas ahora.
-Jean - intercedió Harry con suavidad - creo que te estas pasando.
Sirius sintió que el pecho le explotaba y la cara le ardía. Levantó la cabeza para enfrentarse a la chica, pero Hocicos se interpuso entre los dos.
-Corre, alejate. - dijo el gran perro negro.
Y en esa ocasión Sirius obedeció automáticamente. Se levantó y empezó a correr tan rápido como pudo en dirección a la costa. El nudo en la garganta hacía que le costara respirar, pero no se detuvo, si se daba la vuelta quizá haría algo de lo que se arrepentiría después. Cuando divisaba el acantilado se dió cuenta de que, sin pretenderlo, había llegado justo encima del risco desde donde saltaba con James y Harry, y unas profundas ganas de saltar le invadieron. En un recodo de su mente una voz le dijo que aquello estaba más alto, incluso puede que más lejos, que debería parar a comprobarlo. Pero su cuerpo no paró de correr, la necesidad de alejarse de sus amigos era más fuerte que la prudencia. Cuando llegó al borde, saltó. Por suerte, el impulso fue suficiente para no golpearse con el saliente desde donde saltaban normalmente y recordó colocarse recto para entrar en el agua. Notó cómo se hundía más que las otras veces y como el frío del agua le calaba los huesos. Realmente estaba muy fría. Relajó el cuerpo, aguantando la respiración, y abrió los ojos. El azul oscuro del horizonte marino le pareció el más bonito que había visto. Miró hacia sus pies, pero no se veía el fondo, solo más azul. Se dió la vuelta y vió que el fondo de la playa donde se bañaban acababa abruptamente y, bajo ella, solo había más agua, como si la isla flotara. Entonces algo tiró de él hacia arriba obligándole a salir a la superficie. Al sacar la cabeza fuera del agua vió que era James quien tiraba de su camisa, y no le soltó hasta que llegaron a la orilla. Salieron del agua jadeantes y se dejaron caer sobre la arena. Cuando sus respiraciones recuperaron la normalidad, James se incorporó apoyando los brazos sobre las rodillas. Sirius lo imitó mirando al horizonte.
-Me has asustado - dijo James extremadamente serio.
-Lo siento - se disculpó Sirius con pesar mirándose los pies.
-Si tienes dudas con Remus podemos hablarlo. - ofreció el Potter afablemente.
-No tengo dudas con Remus - contestó Sirius adaptando su tono al de James - es mi amigo. Además, en un año estando todos los días con él ni nos hemos dado cuenta, ni hemos tenido ningún problema.
-Entonces no entiendo porque Herms ha sido tan dura contigo.- dijo más para sí mismo que para Sirius - Normalmente soy yo quien acusa y presiona sin razón. Ella es más prudente.
-Quizás… - empezó Sirius en un suspiro recordando el consejo de Dumbledore - ha sido porque sí que tengo dudas con otra cosa, y me ha malinterpretado.
-¿Con que? - preguntó el Potter mirándole con curiosidad.
Sirius miró a James y tragó saliva. Vió que el también tragaba saliva y, aferrándose a las palabras del director de Hogwarts, preguntó:
-Jean no es tu hermana¿Verdad?
A su amigo se le desencajó el rostro y abrió tanto los ojos de la sorpresa que Sirius temió que se le salieran. Pero rápidamente se recompuso obligándose a recuperar el semblante serio.
-¿Por qué crees eso?
-Creo que fui con ella a la escuela cuando éramos pequeños. - explicó notando como la tensión acumulada por la duda se liberaba gracias a la reacción de James - No lo sospeché hasta que pude confirmar que Grelot era la misma que yo conocía. Pensaba que era eso lo que nos iba a decir y supongo que mi reacción a lo de Remus ha sido rara.
El rostro de su amigo delataba la lucha interna que estaba teniendo. Finalmente dijo:
-¿Se lo has dicho a alguien?
-No. Eres el único.
-Bien. No puedes decírselo a nadie.
-Tranquilo, soy una tumba. - pero la imagen del director le volvió a la mente - ¿Dumbledore lo sabe?
-Si - contestó James con abatimiento - También McGonagall, Hagrid, Poppy… pero nunca hablamos de ello, para no dejar demasiadas evidencias.
-Entonces no hablaré de ello, nunca más. - dijo sonriente - solo con haberlo confirmado me basta.
-¿Por qué te alegras tanto? - preguntó James contrariado - No es precisamente un tema divertido - dijo bajando la mirada al suelo.
-Me alegra que esté viva.
James le lanzó una mirada confusa y preocupada. A la que Sirius contestó con una breve aclaración:
-Éramos muy amigos en aquella época, y creía que ella y Grelot habían muerto. Me alegra que no fuera así y que ahora estén con vosotros. Aquí parecen felices.
Mantuvieron el silencio unos minutos y Sirius disfrutó del momento, acompañado de su mejor amigo, en aquella playa, rodeado del rumor de las olas y sabiendo por fin que Hermione no había muerto en aquella explosión, que había encontrado una buena familia y que volvían a ser amigos.
-¿Puedes contarme… - empezó James dubitativo - ¿Donde vivió antes de venir aquí?
-¿No te lo ha contado? - se sorprendió Sirius.
-No se si podría - alegó James.
-Bueno, es que no fue fácil - justificó el Black - Yo podía hablar con mi abuelo y con Hocicos. Quizás con el tiempo te lo explique.
-No me refería a eso - interrumpió el Potter lanzando una piedra al agua - Creo que no lo recuerda.
-Ah… entonces no se acordará de mí tampoco.
-No lo sé- suspiró James - Cuando llegó no dormía bien, tenía pesadillas y se despertaba gritando y llorando. Una noche rompió la ventana de su cuarto y mamá se encerró con ella en la biblioteca tres días enteros. Después ella cambió. Alguna vez se escapaba al jardín y tenía alguna mala noche, pero nada que ver. Creo que mamá le borró la memoria para que no soñara con ese sitio.
Sirius suspiró, tragó saliva y tomó fuerza para cumplir la petición de James.
-Vivía en una academia de magia, con el profesor. - empezó a relatar Sirius - La casa era muy bonita por fuera pero las clases eran infernales. Ella era la mejor, igual que ahora, pero el profesor siempre le exigía mucho más que al resto. Una vez, se negó a realizar un ejercicio y la encerró en el sótano. Creo que estuvo como una semana ahí metida.
-¡EH! - gritó Harry desde el acantilado - ¡Deberíais volver, las chicas están confabulando!
Los dos menores se levantaron de la arena y se sacudieron la ropa.
-¿Seguimos otro día? - preguntó James.
- Claro - contestó Sirius.
-Ahora lo mejor sería pedir perdón, y no decir nada de lo que hemos hablado ahora. - empezó a planear James mientras volvían - Di que al principio te has asustado un poco al saberlo y ya está. Yo te cubro.
-Gracias, James.
-De nada, hermano.
Tras unos pocos días, Lily volvió a su casa y Harry habló con los señores Potter sobre el deseo de Sirius de aprender a batirse en duelo. Los dos estuvieron de acuerdo y acordaron que practicarían por las tardes, cuando Euphemia volviera del trabajo, antes de la cena.
Las primeras dos tardes no se batieron en duelo, sinó que practicaron hechizos contra unos peleles de madera. Sirius aprendió Expeliarmus, Protego, Tarantalegra y Depulso. Demostró tener gran habilidad para los hechizos y al tercer día se batieron en duelo reglamentario. Como era de esperar, Sirius no ganó ningún duelo, pero disfrutaba tanto batiéndose como viendo a los demás batirse.
Entre duelos y playa, llegó la última semana de Agosto. A cuatro días de la vuelta a Hogwarts Sirius escribió a Regulus, diciéndole que se verían en el tren y preguntándole cómo estaba. Como era de esperar, no recibió respuesta.
A tres días de la vuelta a Hogwarts llenaron sus baúles y tuvieron la última sesión de duelos. Sirius consiguió ganar a Harry y Fleamont le felicitó ya que, según él, había mejorado mucho su técnica.
A dos días de la vuelta a Hogwarts jugaron por última vez al quidditch, pero en esa ocasión solo estuvieron los chicos, ya que Jean no había pasado buena noche.
-Siempre que hay que volver a Hogwarts le pasa - explicó James - se pone nerviosa.
-Creo que la entiendo - dijo Sirius - ¿Vamos a otear?
James asintió con una sonrisa retadora y los dos, qual cohetes, salieron disparados hacia arriba. Se detuvieron al notar el cambio de temperatura del ambiente y, como era costumbre, observaron el vasto horizonte. Pero ese día no eran los únicos allí arriba. Sirius divisó, a lo lejos, una figura humana cubierta por una capa negra. Se le heló la sangre.
-James - llamó con voz temblorosa - mira, allí, hay alguien.
Su amigo, al verlo, salió volando hacia el desconocido a toda velocidad. Y Sirius no atinó a nada más que a seguirle. Cuando el encapuchado los vió, emprendió la huida. Le persiguieron sobre el mar hasta un acumulo de nubes donde, tras unos cuantos giros, consiguió darles esquinazo. Tras buscar un rato, sin éxito, volvieron a la isla.
-¿Quién era? - preguntó Sirius mientras volvían.
-No lo sé - contestó James con enfado - pero ya es la tercera vez que lo veo rondando. La próxima vez lo atraparé.
Como las vacaciones tocaban a su fin, Sirius se olvidó bastante rápido del encapuchado y disfrutó de las últimas horas en casa de los Potter. El día 31 de Agosto dejaron la isla, y Sirius recibió la última sorpresa de su visita a los Potter, un viaje en barco.
La experiencia de viajar por mar le resultó muy incómoda. Pero por suerte, tras un par de horas de viaje, utilizaron un traslador para llegar al caldero chorreante. Allí tenían reservada dos habitaciones para pasar la noche, ya que los dos adultos partían de viaje esa misma tarde y no podrían acompañarlos a la estación. No les quisieron decir donde iban, pero los tres hermanos Potter tampoco parecieron extrañados de que no se lo dijeran. Sirius supuso, que no era la primera vez. Una vez solos y con unos cuantos sikles en el bolsillo, fueron a pasear por el callejón Diagon. Cómo James y Sirius se entretenían demasiado en la tienda de quidditch, Harry y Jean se adelantaron a Flourish y Blotts.
Cuando los dos chicos salieron por fin de la atestada tienda de quidditch, se acercaron a la librería sin la intención de entrar. Pero como Harry y Jean tardaban en salir y James tenía hambre, entraron a buscarles tras una breve espera.
-Tu mira arriba, Sirius - organizó James - yo miraré abajo.
El Black así lo hizo, pero nada más subir las escaleras el ambiente de la tienda cambió. La luz se tornó azulada, la gente desapareció, el sonido de las voces fué sustituido por un silencio que helaba la sangre. Al no ser la primera vez que el chico vivía esa situación, mantuvo la calma y miró alrededor. Al fondo del pasillo superior vió una tenue luz, como de varita. Al acercarse encontró, otra vez, a la chica de pelo rizado. Rebuscaba entre libros varita en mano y Sirius se acercó sin parpadear, temiendo que si lo hacía, se acabara aquella visión. La chica hizo un gesto como lanzando algo con rabia y se sentó en el rincón, encogiéndose. Empezó a llorar con desesperación y se agarró las rodillas contra el pecho. Sirius quiso acercarse más y consolarla, pero la visión se interrumpió y al volver a la realidad una fuerza la hizo caer de espaldas.
-¿Qué hace, señor Black? - preguntó con fastidio el profesor Goldstein.
-¿Qué? - preguntó el chico confundido.
-Una disculpa sería más acertada, después de tirarme los libros al suelo. - dijo con desprecio el rubio.
-Si, perdón, disculpe profesor, no le he visto - dijo atropelladamente el chico recogiendo rápidamente los libros de su profesor del suelo.
El profesor bufó cogiendo los libros y se dirigió a las escaleras con diligencia. Cuando Sirius lo vió desaparecer escaleras abajo, volvió a mirar hacia el rincón. Pensó que si se concentraba quizá podría volver a ver a la chica, pero James interrumpió su intento.
-Sirius vamos, que ya han acabado.
Finalmente volvieron al caldero chorreante con intención de cenar e irse a la cama pero, al pasar la puerta del local, Jean les propuso que les subieran la comida a la habitación y pasar la noche todos juntos jugando naipes explosivos. James y él aceptaron sin dudarlo, Harry fue un poco más reticente pero al final cedió. El plan de la chica fue a las mil maravillas pero, cuando la claridad del inminente amanecer empezó a asomar por la ventana, los tres chicos ya no aguantaron más cabezadas y bostezos y acabaron por dormirse justo donde estaban, en el suelo rodeados de cojines.
Sirius despertó primero por culpa de una borla del cojín incrustándose en su oreja. Se dió la vuelta y abrió un poco los ojos, Harry y James estaban a su lado, dormidos. Jean, por el contrario, estaba sentada contra la ventana, con la mirada perdida en la calle y Grelot durmiendo en su regazo. Buscó el reloj de la habitación y comprobó que aún eran las 8 de la mañana, no había prisa. Se quedó allí estirado mirando a Jean. La chica no apartaba la vista de la ventana, en alguna ocasión parecía que veía algo interesante y lo seguía, pero luego volvía a la misma posición. De repente sonó el reloj y Harry y James se despertaron sobresaltados. Sirius fingió que también acababa de despertarse y maldijo al día en un gruñido. Mientras se cambiaban, aseaban y desayunaban se arrepentía de haber descansado tan poco aquella noche. Llegaron al andén arrastrando las pocas fuerzas que les quedaban y, nada más llegar al compartimento Sirius cayó dormido.
~Lain9.0
