Prólogo
Voldemort caminaba lentamente de un rincón a otro de la mazmorra, se mantenía en un segundo plano del acto principal, aunque en realidad sabía que él era el director de la obra.
-Observa con atención Marius. - comenzó el señor oscuro - No es más que un animal estúpido, sucio, irracional…
Sus frías palabras hacían mella en la conciencia de Marius, que observando expectante al animal asustado a su merced, sentía una sed brutal de sangre y muerte.
-No es más que un ser despreciable sometido a nuestros deseos. - dijo Marius - Un ser inmundo.
-Exacto, siempre lo has sabido. - afirmó Voldemort - Incluso en los momentos en que la compasión y la lastima te nublaban el juicio.
-Si…
-Ya sabes lo que debes hacer, hijo.
Marius observó al animal. Se mantenía acurrucado contra el rincón de la fría celda, con los ojos fijos en el fondo de la habitación. Marius detectó ese brillo de esperanza en esos ojos, ese brillo del que su padre le había hablado tantas veces, le causaba tal aversión, que la rabia y el odio no tardaron en quemarle el pecho.
-Adelante… - susurró Voldemort ansioso.
Marius no dudó, y en un rápido movimiento sacó su varita lanzando toda su ira contenida en el hechizo. La criatura en el suelo convulsionó y se retorció, y de su boca salieron gemidos contenidos, que al segundo hechizo fueron gritos, al tercer hechizo súplicas, al cuarto alaridos, y al quinto nada.
Fuera de la celda, subiendo unas escaleras, alguien oía los gritos, alguien urdía un plan, porque definitivamente, necesitaban un plan.
