I
[Monólogo de Bia]
El amanecer tiñe el cielo de tonos cálidos mientras las primeras brisas de la mañana acarician mis plumas. El mundo parece tan grande, tan abierto, y a la vez, tan solitario. Pero no estoy asustada. Estoy decidida. Mi corazón me guía mientras me alejo del lugar donde todos creían que debía estar.
No podía quedarme. No cuando papá está solo, allá en casa. Suspirando mientras siento una mezcla de tristeza y determinación
No entiendo cómo mamá pudo pensar que él no debía venir. Papá siempre ha sido nuestro centro, nuestro protector, aunque a veces no lo vean. Sí, puede ser diferente, no como la tribu o como Roberto, pero es nuestro papá. Y dejarlo atrás, solo, como si no importara... eso no estuvo bien.
Sacudiendome ligeramente tratando de disipar el peso de mi pecho.
Mamá siempre dice que lo hace por nosotros, que sabe lo que es mejor. Pero esta vez se equivocó. Papá no arruina nada. Él nos completa.
Agitó mis alas mientras miro el horizonte haciendo que imagenes de mi padre se reflejaran en mi mente, donde pude ver los buenos momentos que pase con mi padre, momentos en donde me sentia comoda al lado de él.
Él me entiende. Quizás no siempre tiene las palabras perfectas, pero siempre escucha, siempre intenta. Y ahora está solo, porque mamá decidió que este viaje sería mejor sin él. Pero no es mejor.
Nada es mejor sin él.
Sé que mamá no lo entiende. Tal vez nunca lo hará. Pero tenía que hacer esto.
Tenía que volver con él.
No podía quedarme allá, fingiendo que todo estaba bien. Mamá me dijo que disfrutara el viaje, que me quedara con la tribu y mis hermanos, pero ¿cómo puedo disfrutar algo cuando sé que papá está allá, solo, sin nosotros?
Mis ojos se llenan de determinación, y una pequeña lágrima resbala por mi mejilla.
No sé si esto me meterá en problemas. Mamá estará furiosa, seguro. Pero no me importa. Papá siempre ha estado ahí para nosotros, y ahora es mi turno de estar para él.
Pronto te veré, papá. Y cuando lo haga, te diré que nunca estarás solo, no mientras yo pueda hacer algo al respecto.
Mamá no lo entenderá ahora, pero algún día lo hará. Algún día verá que no se puede decidir por el corazón de los demás. Mi corazón siempre estará contigo, papá.
Mi vuelo se estabiliza mientras la determinación llena cada fibra de mi ser. Las copas de los árboles familiares aparecen ante mi, y una pequeña sonrisa cruza por mi rostro al pensar que, pronto, volveré a estar junto a mi padre.
II
¿Dónde está?
Estuvimos casi 1 hora buscando por varios lugares para poder tener rastros de mi hija, pero no había dejado ninguno, ni siquiera entiendo cómo pudo irse sin que nadie se diera cuenta, la posibilidad de que se hubiera ido por la noche sigue siendo la que más suena en mi cabeza.
Pero si ella se hubiera escapado en la noche, ¿Cómo diablos es que no pude sentir que se estaba yendo? ¿Acaso el sueño fue demasiado que por eso no pude ni escuchar sus pasos?
- Querida, lo siento, pero no hay ninguna pista de donde esta.
Fue la voz de mi tía que hizo que me volviera a mirarla, pude notar que tenía cansancio, después de todo era la que más se preocupaba por ella, ya que prácticamente Bia pasaba mucho tiempo con ella.
- ¡Donde está mi hija! ¡No puede ser!
Grite mientras me agarraba la cabeza con mis alas, pues esta situación me está haciendo entrar en ansiedad.
Algo que nunca había experimentado nuevamente.
La última vez fue cuando me separe de mi padre en ese incendio y no pude encontrarlo.
- Tranquila Perla, ya verás que pronto la encontraremos.
Pude notar que mi tía trataba de suavizar mi ansiedad con sus palabras, pero lamentablemente sentía que esto no estaba funcionando, pues la verdad, no puedo calmarme al saber que mi hija anda por allí sola.
- Pero tía yo no...
Antes de que pudiera decir algo más, un grito de la nada hizo que nos sacara de la conversación a mi y mi tía.
- ¡Cómo que no encontraron nada!
Eran los gritos de mi padre, quién parece que les estaba gritando a los spix que mando para buscar a mi hija, por lo que salí volando hacia donde se encontraba él y pude notar su molestia.
- Lo sentimos señor, pero no hay rastro de ella.
- ¡No puede ser!
Mi padre agarró una pequeña piedra y la lanzó con todas sus fuerzas a otro lado, logrando golpear un árbol.
- No puede ser...
Ya no podía quedarme quieta, si ella no estaba cerca, el hecho de que pudo haber vuelto sola a la tribu era casi un hecho impredecible.
No podía quitarme de la cabeza nuestra conversación de anoche, por lo que no tuve más opción, creo saber ahora el motivo por el que se fue.
Sin contenerme más agarre mi cabeza con mis alas mientras lamentaba haber sido tan descuidada.
- Hija...
- ¡Perliux!
Roberto fue el primero en venir conmigo para levantarme cuidadosamente, haciendo que lo volviera a mirar con lágrimas y tristeza en mis ojos.
- Tranquila Perliux, se que esto puede ser demasiado abrumador para ti, pero ahora debemos de...
- Creo que si regreso a la tribu.
Ante mi comentario, la mayoría que estaba mi alrededor pensaron en mis palabras y se sorprendieron.
- ¿Pero por qué regresaría a la tribu sola?
Preguntó Roberto con preocupación y tratando de hayar lógica a mi respuesta.
- Es más que obvio Roberto.
Mire a los demás mientras me limpiaba las pocas lágrimas de mis ojos para revelar el motivo de mi hija en irse.
- Por Blu.
Ante mi respuesta, muchos se sorprendieron ante este hecho, seguramente porque no pensaron en ello, aunque creo que estuve equivocada.
- Tiene sentido. Bia quería a su padre en este viaje, pero si él no está, no quería seguir aquí y dejarlo solo.
Completo mi afirmación mientras ahora entendía el significado de su regreso a la tribu.
- ¿Por él regreso a la tribu?
Preguntó mi padre con un poco de frustración y enojo.
- Papá, mi hija ha pasado más tiempo con Blu antes, es lógico que ella lo extraña mucho y seguramente luego de negarle para regresar, ella tuvo que irse por su cuenta.
Tuve que reafirmarle por segunda vez el hecho a mi padre.
- Ya veo, entonces por eso regreso. Si es así, creo que lo mejor sería volver Eddie.
Fueron las palabras de Roberto quien se puso a mi lado.
Veo que el también piensa lo mismo, debemos regresar y tal vez por el camino la podamos encontrar.
Mi padre se encontraba en una lucha por decidir esto, después de todo, regresar a la tribu sin dar una buena explicación a los demás spix sería muy alarmante y más si supieran el motivo real.
- Papá, mi hija esta sola en regresar a la tribu, si no nos apresuramos, podríamos perderla, y no quiero eso.
Dije mientras me acercaba a él y lo tomaba por los hombros para hacerlo entrar en razón.
Mi padre me miró por unos segundos para luego mirar a los demás. Con un suspiro, tomo la decisión final.
- Esta bien, regresaremos a la tribu.
Ante lo dicho, no pude evitar sonreír para luego prepararme para el regreso.
- Roberto, reúne a todos los spix, debemos de avisarles que regresaremos.
- Claro Eddie.
Roberto salió volando en busca de todos los spix para comentar el retorno a la tribu.
Mi tía estaba a mi lado dándome un abrazo mientras veía a mis pequeños hacerlo igualmente, dándome a entender de que los tenía ahí para mí, haciendo que una sonrisa se plasmará en mi rostro.
- No te preocupes querida.
Eran las palabras suaves de mi tía para que no me sintiera tan frustrada y exaltada ante esta situación.
Roberto regresó al poco tiempo con los demás spix, que comenzaron a reunirse en el centro del claro. La expresión de confusión en sus rostros era evidente.
Habían pasado más de ocho días desde que dejaron la tribu para este viaje, y la noticia de un regreso tan repentino despertaba interrogantes entre todos.
Mi padre, se posó en una rama alta, donde tenía una vista clara de todos. Observó a cada uno de los presentes antes de carraspear para captar su atención.
Pude notar que su semblante intentaba transmitir autoridad, pero yo conocía a mi padre lo suficiente como para saber que estaba lidiando con una mezcla de frustración y preocupación.
-Amigos, lamento interrumpir este viaje tan pronto. Pero hemos decidido regresar a la tribu por razones... urgentes.
Dijo mi padre con una voz firme para tratar de ocultar su preocupación.
Un murmullo recorrió el grupo. Algunos spix se miraron entre sí, incrédulos, mientras otros inclinaban la cabeza, esperando que mi padre continuara.
-¿Razones urgentes?
Preguntó uno de los spix que estaban en medio de la multitud.
-¿Qué podría ser tan importante como para abandonar este viaje tan de repente?
Ante la pregunta, muchas otras aves comenzaron también a preguntarle lo mismo a mi padre, volteando a verlo para mirar como lograba calmarlos.
Dudó por un instante, mirando hacia mí de reojo. Sabía que estaba pensando en cómo evitar revelar la verdadera razón.
Finalmente, alzó una de sus alas como si con ese gesto buscara silenciar cualquier posible objeción.
-Hemos recibido noticias de que un grupo de humanos podría estar cerca de nuestra tribu.
Una mentira rápida para hacer que cientos de spix se alteraran y comenzaran a preocuparse de sus hogares, sinceramente es una buena mentira, pero que de seguro hará que el pánico esté presente en ellos.
-Aunque no hay confirmación, preferimos estar allí para proteger nuestro hogar si fuera necesario.
Dijo con un tono de voz firme para que los demás entendieran el punto.
Los murmullos se intensificaron. La mayoría asintió, aceptando la explicación, aunque algunos parecían escépticos.
Roberto, que estaba de pie junto a mí, le lanzó una rápida mirada a Eduardo, pero decidió no decir nada. Sabía que cuestionarlo en ese momento solo complicaría las cosas.
Mientras los demás se dispersaban para prepararse para el regreso, mi padre descendió de su posición y se acercó a mí.
-Espero que eso haya sido suficiente para calmar sus dudas
Murmuró en voz baja para que solo yo y los demás que estábamos con él pudiéramos oírlo.
- ¿Mentirles fue la mejor opción?
Le pregunté en voz baja, sin poder ocultar un tono de reproche.
-No teníamos otra opción, Perla. Si les decíamos la verdad, entrarían en pánico o empezarían a culparnos por haber permitido que esto sucediera.
No respondí. Sabía que, en cierto modo, tenía razón, pero eso no hacía que me sintiera mejor.
- Es lo mejor ahora Perla, debemos de partir de una vez.
Fue la voz de mi tía mientras me daba una sonrisa de confianza, por lo que solo asentí con determinación.
El viaje de regreso comenzó tan pronto como todos estuvieron listos. Volábamos en formación, con el sol poniéndose en el horizonte.
A mi lado, Roberto trataba de mantener el ánimo alto, aunque yo apenas podía concentrarme en sus intentos de conversación. Mi mente estaba en otro lugar, pensando en mi hija, en Bia, y en lo lejos que podría estar ahora mismo.
La preocupación se sentía como un peso constante en mi pecho. Cada batir de mis alas parecía más pesado que el anterior, pero me obligaba a seguir. No podía permitirme flaquear.
Mientras avanzábamos, no pude evitar pensar en las últimas palabras que Bia y yo habíamos intercambiado. Tal vez fui demasiado dura con ella, o tal vez no le di suficiente espacio para expresar cómo se sentía realmente.
Aunque también al no estar con su padre, hizo que sus acciones las tomará rápidamente para poder estar con él, supongo que ella no soportaba el hecho de que Blu y yo estuviéramos en esta situación, o tal vez...
- Perla, ¿estás bien?
La voz de Roberto me sacó de mis pensamientos. Lo miré y asentí, aunque sabía que no le había convencido.
- No te preocupes, la encontraremos.
Me dio una cálida sonrisa mientras seguíamos volando en dirección a la tribu. Quise creerle, pero algo dentro de mí me decía que encontrarla no sería tan fácil.
"Voy a encontrarte, hija," pensé, apretando las alas contra mi pecho. "No importa cuánto tiempo tome, no importa lo que tenga que hacer. Voy a traerte de vuelta."
Un leve susurro del viento me hizo pensar que, de algún modo, Bia también podía sentir mi promesa o al menos eso esperaba.
III
La compañía faltante
Estaba en la selva, pero algo no se sentía del todo real. Había una extraña quietud en el aire, una sensación de que algo faltaba. Al girarme para notar que era esa inquietud, pude notarlo claramente.
Perla estaba junto a nuestros hijos y Roberto, rodeados por la tribu. Había risas, celebración, y una energía que yo nunca había sentido como propia. Verla con Roberto hizo que los celos se apoderen de mí.
Me acerqué, queriendo unirme, pero algo invisible me detuvo. Era como si una pared de cristal me separara de ellos.
- ¡Perla!
Grité, con la esperanza de que me escuchara.
- ¡Estoy aquí!
Intenté de que me notara, pero ella no me miró. Estaba ocupada hablando con Roberto, quien sonreía de esa manera que siempre me había hecho sentir pequeño.
Entonces sucedió algo que jamás pensé presenciar con mis propios ojos. Perla se inclinó hacia él y lo besó.
Fue un beso lleno de amor, el tipo de gesto que yo había pensado que solo compartíamos ella y yo. No pude evitar sentir el estado de shock en estos momentos.
- ¿Qué está pasando?
Murmuré, sintiendo que mi corazón se rompía en mil pedazos. Pude notar como ella estaba disfrutando del beso y Roberto la tomaba de su cintura para acercarla más, mientras los niños sonreían.
- Hora de irnos Perliux.
- Claro Beto, vámonos.
Fueron sus palabras de ambos mientras se tomaban de las alas listos para emprender el vuelo.
Intenté avanzar, romper esa barrera que me retenía, pero cuanto más lo intentaba, más pesada se volvía. La desesperación me consumió mientras los veía alejarse.
Perla, Roberto y mis hijos desaparecían en la espesura de la selva, y yo no podía hacer nada para detenerlos.
- ¡No! ¡No pueden irse!
Fueron mis gritos mientras estaba golpeando la barrera con mis alas.
- ¡Soy yo quien siempre ha estado aquí para ustedes! ¡Soy yo quien los ama!
Pero mis palabras se perdieron en el vacío. Caí de rodillas, derrotado, mientras el mundo a mi alrededor se oscurecía. Me sentía pequeño, insignificante. Las lágrimas comenzaron a rodar por mi rostro, y un dolor profundo se apoderó de mí.
Me invadieron recuerdos de los momentos en que Perla parecía elegir a Roberto por encima de mí, de cómo su conexión con él floreció tras nuestra llegada a la tribu.
Recordé aquella discusión amarga en la fosa de la perdición, donde nuestras diferencias quedaron al descubierto, donde yo sentí que el abismo entre nosotros se hacía insalvable.
Sus palabras entonces, llenas de frustración, aún resonaban en mi mente: "Deberías dejar de pensar en ti mismo y pensar en nosotros".
Desde ese momento, algo cambió entre nosotros. Ella parecía buscar a Roberto cada vez más, tal vez porque él encajaba perfectamente en este mundo, mientras yo luchaba por encontrar mi lugar.
Vi cómo se alejaba, cómo su risa resonaba cuando estaba con él, y no conmigo. Esos momentos me dejaron un vacío, una sensación de que quizás estaba perdiéndola sin siquiera darme cuenta.
Pensar en ello me llenaba de dolor. Había intentado tanto ser el compañero que ella necesitaba, pero ... ¿de qué servía? Tal vez nunca fui suficiente.
- Tal vez fui solo una opción cómoda, el único que estaba ahí cuando no había nadie más. Roberto... Roberto es perfecto. Fuerte, carismático, todo lo que yo no soy.
Mis pensamientos se volvieron cada vez más oscuros mientras mi mente me torturaba con la idea de que nunca había sido suficiente.
He intentado tanto ser el compañero que ella merece, pero... ¿de qué sirve? Nunca he sido suficiente.
Siempre he sido el ave fuera de lugar, el que no pertenece. Quizás lo mejor para ella y para los niños es estar con alguien que realmente encaje en su mundo.
Mientras me hundía en mi propia tristeza, algo cambió. Una luz suave iluminó la oscuridad, y una figura conocida emergió de entre las sombras.
Era Esmeralda, la amiga que había conocido mientras luchábamos contra los taladores. Su presencia era cálida, reconfortante, y sus ojos brillaban con una mezcla de compasión y determinación.
Blu, Levántate.
Dijo con suavidad, extendiendo una de sus alas hacia mí, aunque no pude evitar estar confundido ante sus palabras.
- ¿Qué estás haciendo aquí? Esto... esto es solo un sueño.
Ella me miro con esa sonrisa que siempre me daba alegrías y asintió con la cabeza.
- Lo es, pero eso no significa que no sea real.
Sus palabras hicieron que me confundiera nuevamente.
- Estoy aquí porque necesitas recordar algo importante. Eres mucho más de lo que crees ser.
Esmeralda se acercó más, sus ojos clavados en los míos. No desvié la mirada en ningún momento, de alguna manera, sus ojos eran muy hipnotizantes.
- No lo entiendes, he fallado. Perla y los niños estarán mejor sin mí.
Eran palabras dolorosas que no quería decir, pero realmente eran la verdad absoluta.
- ¿De verdad crees eso?
Fueron sus palabras mientras me daba un abrazo, tomándome con la guardia baja.
- Blu, has luchado por ellos, los has protegido, has puesto tu corazón y alma en tu familia. Eso es lo que importa. Perla no te eligió porque eras la única opción; te eligió porque vio algo en ti que nadie más tiene.
Sus palabras tocaron algo profundo dentro de mí, pero la duda seguía atormentándome.
- Pero... ¿y si nunca soy suficiente? ¿Y si siempre seré solo una sombra comparado con alguien como Roberto?
Esmeralda colocó su ala sobre la mía y me miró con firmeza.
- Eres suficiente, Blu. Lo has sido desde el principio. La verdadera fuerza no está en ser perfecto; está en seguir adelante a pesar del miedo, en amar incluso cuando es difícil. Y eso es algo que haces cada día.
Con un gesto gentil, guió mi ala hacia la suya, como si me transfiriera parte de su energía.
- Ahora levántate. Este sueño no define lo que eres ni lo que tienes. Despierta y lucha por lo que amas.
Sentí una energía nueva recorriendo mi cuerpo, me levanté lentamente y el sueño comenzó a desvanecerse.
La oscuridad dio paso a la luz del amanecer, y abrí los ojos en el nido. Mi respiración era acelerada, pero pude notar a una persona enfrente de mi mientras tomaba mi cabeza y me daba caricias con delicadeza.
Junto a mí, Esmeralda estaba realmente allí, mirándome con una sonrisa cálida.
- Buenos días, dormilón
Dijo Esmeralda con un tono juguetón, o eso era lo que parecía, pues no se si en realidad estaba usando ese tono ahora.
- Buen día.
Me levante lentamente para respirar profundo, pues el sueño fue demasiado para mí, necesitaba respirar, mi corazón aún latía con fuerza.
- Te ves demasiado agitado Blu.
Esmeralda se acercó a mi mientras me miraba con mucha preocupación.
- Lo siento, es que tuve un sueño que me dolió un poco.
Ella ladeó la cabeza, sus ojos reflejaban curiosidad y empatía.
- ¿Quieres hablar de eso?
Preguntó, sentándose cerca de mí, al verla cerca suspiré, bajando la mirada.
—Fue un sueño extraño, uno que no me gustó para nada. Era como si... como si todo lo que temiera se hiciera realidad.
Ella se sorprendió un poco por mi tono incluso pude notar como me miraba triste y con mucha preocupación.
- Pero, al final, vi algo que me hizo sentir un poco mejor, como una luz en medio de toda esa oscuridad.
Esmeralda me sonrió suavemente.
- Bueno, al menos algo bueno salió de eso. Esa luz debe significar algo importante para ti.
Me quedé mirándola por un momento, dudando si debería decirle lo que realmente pensaba. Esa luz había sido ella, aunque no estaba seguro de cómo explicarlo sin sonar extraño. Finalmente, decidí dejarlo en el aire.
- Sí, creo que sí.
Respondí con una leve sonrisa. Esmeralda simplemente asintió, aparentemente sin darse cuenta de lo que quería decir realmente.
Se levantó con agilidad y extendió una de sus alas hacia mí.
- Ven, te traje algo para el desayuno. No podemos salvar el lugar con el estómago vacío, ¿no crees?
La seguí hasta un pequeño claro donde había colocado unas frutas frescas. El aroma dulce llenaba el aire, y mi estómago rugió en respuesta. Nos sentamos juntos, compartiendo el desayuno.
Mientras comíamos, la conversación fluyó de manera natural, hablando de cosas simples, de la selva, de los pájaros que volaban cerca, y de los pequeños avances que habíamos logrado en el santuario.
Para mí, era un momento de amistad reconfortante, un respiro necesario después del caos emocional del sueño.
Pero había algo en la mirada de Esmeralda, algo que parecía más profundo que simples palabras.
Sus ojos brillaban con una calidez que me hizo sentir que, por un instante, todo estaba bien.
- Blu, ¿te das cuenta de que estamos actuando como una pareja desayunando en su nido?
Ante el comentario de Esmeralda, me atragante un poco con la comida mientras la veia con sonrojo y nervios.
Pero pude notar como ella tenía una risa ligera que sonó más como una broma.
Me reí junto con ella, aunque no podía evitar notar cierta tensión en su tono, por un momento pensé como si sus palabras significaran algo más de lo que dejaba ver.
- Este es un buen desayuno.
Respondí, tratando de mantener el ambiente ligero y que dejara pasar esa broma de ella.
Ella asintió, sonriendo, pero sus ojos se desviaron por un momento, como si estuviera atrapada en sus propios pensamientos. Antes de que pudiera decir algo más, cambié de tema.
- Debemos seguir con los planes para restaurar el santuario. Hay mucho que hacer todavía.
Esmeralda volvió a mirarme, y su sonrisa se ensanchó.
- Tienes razón. Iré a buscar a Felipe y los demás. Necesitamos organizarnos.
Se levantó con elegancia, sacudiéndose ligeramente como si estuviera lista para enfrentar el día. Cuando comenzó a alejarse, se detuvo de repente y me miró por encima del hombro.
- Nos vemos, cariño.
Mis ojos se abrieron como platos mientras el calor subía rápidamente a mi rostro. ¿Había escuchado bien? ¿Me acababa de llamar "cariño"?
Estuve a punto de preguntar algo, pero Esmeralda, aparentemente dándose cuenta de lo que había dicho, se apresuró a irse, sus plumas agitándose mientras desaparecía entre la vegetación.
Me quedé ahí, completamente sorprendido y, para mi sorpresa, sonrojado. No sabía cómo interpretar lo que acababa de suceder, pero una parte de mí no podía evitar sentir algo cálido en el pecho.
Tal vez solo había sido un desliz, pero el tono en su voz me dejó pensando mientras el sol continuaba iluminando la selva.
IV
¿Sentimientos rápidos?
Volaba rápido, dejando que el aire fresco de la mañana enfriara el calor que sentía en mis mejillas.
No podía creerlo: "Cariño". Esa palabra salió de mis labios antes de que pudiera detenerla.
¿Por qué lo dije? Era lo único que rondaba en mi mente mientras intentaba apartar la vergüenza que me envolvía.
Había sido un descuido, sí, pero también algo que se sintió tan natural, tan correcto, que me asustaba. ¿Estaba yendo demasiado lejos? ¿Estaba leyendo cosas que no eran reales?
Aterricé en una rama alta, tratando de calmarme. Desde allí podía ver toda la selva, sus colores vivos y los sonidos reconfortantes que llenaban el aire. Inspiré profundamente, buscando consuelo en el paisaje, pero mis pensamientos no dejaban de regresar a Blu.
"Blu..."
Pensar en él hacía que mi corazón se sintiera diferente, más ligero y más inquieto a la vez. Todo comenzó de manera tan simple: ayudándonos mutuamente, compartiendo ideas para restaurar el santuario, pequeños momentos en los que sus palabras o su risa llenaban de calidez el ambiente. Pero hoy, ese momento, esa palabra que pronuncié, había cambiado algo dentro de mí.
Cerré los ojos y suspiré. Era cierto que había tenido sentimientos antes, en otro tiempo, pero esto era diferente. Blu era diferente. Su manera torpe pero genuina de ser, sino porque había algo en él que despertaba una conexión que no podía explicar. Algo que parecía tan simple, tan puro.
"¿Pero estoy siendo demasiado rápida?"
Reflexioné mientras apoyaba la cabeza en mi ala. Era posible, tal vez mis emociones me estaban jugando una mala pasada. No quería apresurarme, no quería malinterpretar lo que sentía o lo que él pudiera sentir. Pero al mismo tiempo, no podía negar lo real que se sentía.
- Quizás esto es lo que tenía que pasar.
Me dije finalmente. No era cuestión de apresurarme o no; era cuestión de aceptar lo que sentía y ver hacia dónde me llevaba.
Abrí los ojos y miré el horizonte. Sabía que, si realmente quería entender a Blu, y que él me entendiera a mí, necesitaría ser paciente.
Construir algo auténtico toma tiempo, pero estaba dispuesta a dar ese tiempo. Si el destino había decidido entrelazar nuestros caminos, entonces no podía resistirme a seguirlo.
Una pequeña sonrisa apareció en mi rostro. No sabía qué sucedería después, pero una cosa era segura: haría todo lo posible por conocerlo mejor, por entenderlo, por ayudarlo en su viaje. Y, quizás, en ese proceso, él también podría conocerme y entenderme.
Extendí mis alas nuevamente, lista para regresar con los demás. Antes de partir, me permití un momento para guardar en mi corazón el recuerdo de su expresión cuando dije "cariño". Quizás, solo quizás, no había sido un error.
Cuando llegué al claro donde Felipe y los demás solían reunirse, él fue el primero en notarme. Con su postura relajada y una sonrisa amplia, extendió las alas en un ademán de bienvenida.
- ¡Esmeralda! ¡Justo a tiempo!
Dijo, acercándose con su energía habitual.
- ¿Vienes para que sigamos con la restauración del santuario?
- Exactamente
Respondí con firmeza, aunque mi mente seguía dispersa. Estaba aquí por un propósito, y no iba a dejar que mis emociones me distrajeran.
Felipe me observó por unos segundos. Al principio pensé que estaba planeando algo relacionado con la restauración, pero su mirada se alargó, como si estuviera evaluándome.
- ¿Qué pasa?
Le pregunté finalmente, cruzando mis alas frente a mí. Su expresión traviesa comenzó a inquietarme.
- Nada, nada...
Respondó alzando las alas en un gesto inocente. Pero luego su sonrisa se ensanchó.
- Bueno, tal vez algo pequeño. ¿Tuviste algún momento... íntimo con Blu?
Sentí como si me hubieran lanzado un mango directamente al rostro. Mi pico se abrió ligeramente, y no porque tuviera algo inteligente que responder. Las palabras de Felipe habían golpeado justo donde menos lo esperaba.
- ¡Qué...! ¡Claro que no! ¡Qué cosas estás diciendo!
Exclamé, tratando de mantener la compostura, aunque mi cara seguramente ya estaba tan roja como una guayaba madura.
Felipe soltó una carcajada sonora.
- ¡Por todos los árboles de la selva! Mira cómo te has puesto. Esa reacción lo dice todo, Esmeralda.
- ¡Cierra el pico, Felipe!
Respondí, entrecerrando los ojos mientras buscaba algo con qué golpearlo. Una ramita cercana parecía buena opción, pero me contuve.
- Tranquila, tranquila.
Dijo, alzando una de sus alas para calmarme.
- Solo estoy bromeando. Pero en serio, se te nota algo distinta. Como si estuvieras... pensativa.
Suspiré profundamente, tratando de calmarme. No podía negarlo; había algo en Blu que me hacía sentir diferente, pero no quería que Felipe o cualquier otro lo malinterpretara.
—Deja de hacer comentarios innecesarios y mejor ve a buscar a los demás. Tenemos mucho trabajo que hacer.
Felipe me miró con una ceja alzada, pero finalmente asintió.
—De acuerdo, capitana. ¿Pero qué tal si primero pasamos por donde está...? Ya sabes quién.
Sus palabras me hicieron detenerme por un momento. Sentí un peso en el pecho, un recordatorio de la fragilidad de nuestras vidas en esta selva implacable. Miré al suelo, intentando procesar lo que acababa de decir. Había algo solemne en su tono, algo que rara vez mostraba.
- Sí, tienes razón. Sería bueno hacerlo antes de cualquier otra cosa
Dije finalmente, con un nudo en la garganta que traté de ignorar.
Felipe sonrió, aunque esta vez su expresión fue más tranquila, menos burlona.
- Perfecto. Entonces vamos por mi tribu y luego allí.
Luego de que el se fuera, mi pico se apretó ligeramente. Preferí concentrarme en el cielo que se extendía sobre nosotros.
Las nubes se movían con calma, como si la selva misma quisiera recordarme que el tiempo siempre sigue adelante, sin importar qué tan enredados se sientan nuestros pensamientos.
El vuelo hacia la tribu de Felipe fue tranquilo, aunque mi mente no paraba de divagar. Me preguntaba si realmente estaba lista para enfrentar lo que venía.
Había tanto que hacer, tantas emociones que mantener bajo control. Pero una cosa era clara: todos dependíamos unos de otros para salir adelante.
Cuando llegamos, la tribu ya estaba reunida en su pequeño asentamiento. Había aves de diferentes tamaños y colores, todas trabajando juntas, algunas recogiendo ramas, otras trayendo frutas. El aire estaba lleno de energía y propósito.
- ¡Escuchen, todos!
Exclamó Felipe, aterrizando con un elegante movimiento. Su voz captó la atención de inmediato
- Esmeralda ha venido para recordarnos que tenemos un trabajo importante que hacer. Vamos a organizarnos y a asegurarnos de que estamos listos.
Hubo murmullos de asentimiento mientras las aves comenzaban a movilizarse. Me sentí agradecida por la forma en que Felipe lideraba. Su carisma natural era algo que siempre admiré, aunque nunca lo admitiría en voz alta.
- Pero antes de eso, Esmeralda y yo iremos a un lugar importante. Los demás, prepárense. Regresaremos pronto.
Sus palabras dejaron a la tribu un poco confundida, pero no hicieron preguntas. Felipe era el tipo de líder que inspiraba confianza, incluso cuando no daba todos los detalles.
- Vamos
Me dijo, señalando hacia un camino estrecho que se adentraba en la selva. Asentí, siguiendo su paso.
Mientras volábamos hacia nuestro destino, el silencio entre nosotros se sentía pesado, cargado de cosas no dichas. Miré a Felipe de reojo, preguntándome qué estaría pensando.
Finalmente, llegamos a un claro pequeño, donde la luz del sol se filtraba a través de las hojas. Felipe aterrizó primero, y yo lo seguí, sintiendo un nudo en el estómago. Había algo solemne en este lugar, algo que no podía ignorar.
Nos quedamos en silencio por un momento, mirando el espacio frente a nosotros. Aunque no había palabras, la atmósfera lo decía todo. Era un lugar de respeto, de memoria, de algo que habíamos perdido y que nunca recuperaríamos.
Felipe rompió el silencio finalmente.
- Siempre pensé que este lugar sería diferente. Más vivo, más lleno de esperanza. Pero supongo que incluso en la naturaleza, las cosas cambian
Dijo, su tono más suave de lo que lo había oído antes.
No respondí de inmediato, dejando que sus palabras se asentaran. Finalmente, miré hacia el cielo, donde las nubes seguían moviéndose con calma.
- Tal vez no se trata de cómo es ahora, sino de lo que podemos hacer para honrar lo que fue
Respondí, más para mí misma que para él.
Felipe me miró, asintiendo ligeramente.
- Tal vez tengas razón, Esmeralda. Tal vez tengas razón.
Nos adentramos al lugar para poder hacer lo que venimos hacer.
V
Miedo y ansiedad
Desde el primer momento en que llegué aquí, en este rincón de la selva, nunca imaginé lo lejos que llegaríamos. Con la ayuda de Blu, Esmeralda y, por supuesto, Linda, hemos logrado hacer mucho más de lo que habíamos soñado.
El refugio, que antes era un simple santuario improvisado, ahora se ha convertido en un verdadero hogar para aquellos animales que perdieron todo. Animales que, como nosotros, huyeron de los taladores
Blu y Esmeralda, con sus habilidades de vuelo y sus conocimientos, han sido vitales para transportar a muchos de estos seres a lugares más seguros dentro del santuario.
Linda, con su paciencia infinita y su determinación, ha sido el corazón del proyecto, conectando a los animales con el espacio, buscando la mejor manera de hacerlos sentir en casa.
Juntos, hemos ido avanzando poco a poco, uno tras otro, con el mismo objetivo en mente: ayudar a los que no tienen dónde ir, los que ya no tienen hogar.
El progreso ha sido impresionante. Habíamos comenzado con una pequeña jaula y unas cuantas camas improvisadas.
Ahora, tenemos zonas de recuperación, áreas de alimentación adecuadas y, lo más importante, un sentimiento de seguridad, algo que parecía imposible de alcanzar al principio.
Cada uno de los animales parece estar encontrando su lugar aquí, y aunque aún queda mucho por hacer, el futuro parece más brillante que nunca.
Pero mientras me paseaba por la sala principal del santuario, admirando los avances y haciendo mentalmente una lista de todo lo que aún teníamos que mejorar, sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
No era frío, ni viento, ni nada físico. Era algo en el ambiente, una especie de... inquietud. Miré hacia las jaulas y las áreas de descanso. Todo parecía estar en orden, pero algo en el aire no me dejaba tranquilo.
Entonces, de repente, escuché pasos apresurados. La puerta se abrió con prisa y, antes de que pudiera girarme, Linda entró, su rostro pálido y con los ojos abiertos como si hubiera visto un fantasma.
La expresión en su rostro era tan distante de la calma que normalmente irradiaba, que el simple hecho de verla me hizo que el corazón me diera un vuelco.
- Tulio... Tulio, tenemos un problema. Un gran problema.
Su voz temblaba, casi nudo se formó en mi estómago al escuchar su tono. La preocupación se apoderó de mí al instante.
- Linda, ¿qué pasa?
Pregunté, acercándome a ella mientras trataba de calmarla con mi tono de voz.
Ella no respondió de inmediato. En lugar de eso, dio un paso hacia mí, sujetando con ambas manos una jaula pequeña, la cual estaba... rota. En el lateral, había un agujero evidente, lo suficientemente grande como para que algo pudiera escapar.
Mis ojos siguieron el agujero, y algo en mi interior comenzó a palpitar con una sensación que no había sentido en mucho tiempo. El miedo.
Linda respiró profundamente antes de hablar, casi como si tuviera que reunir fuerzas para continuar.
—La criatura... la criatura que estaba en esta jaula... se ha escapado.
Mis ojos se abrieron de par en par. Recordaba perfectamente esa criatura. Parecía una mezcla entre una araña y algo más, algo que no sabía cómo describir con precisión. Su tamaño era pequeño, era un insecto que nunca hubiera visto antes.
Su cuerpo estaba cubierto por una extraña capa de viscosidad, no como los de una araña, y sus patas... sus patas parecían capaces de moverse de una manera que no podía entender.
-¿Qué? ¿Cómo... cómo se escapó?
Linda levantó la mirada, y sus ojos reflejaban un miedo palpable. A pesar de su valentía, nunca había visto a Linda tan vulnerable. El terror estaba escrito en su rostro.
- No lo sé. Estaba tranquila, dentro de su jaula, como siempre... y luego, de repente, la vi. Vi el agujero, y la jaula estaba vacía. No hay rastro de ella, Tulio. No sé a dónde fue.
En ese momento, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. El pensamiento de que esa criatura, con su tamaño y su comportamiento extraño, estuviera suelta en el santuario era aterrador. Sabíamos muy poco sobre ella.
Había sido una de las especies que encontrábamos en la selva, víctimas del daño que causaban los taladores, pero nunca habíamos tenido tiempo de estudiar sus comportamientos con detalle. Ahora... ahora esa criatura estaba libre, y todo lo que sabíamos era lo que habíamos visto en los pocos momentos en los que la habíamos tenido atrapada.
Miré la jaula rota, y la sensación de miedo se multiplicó. Esa criatura... no era como las demás. Había algo en ella que no podía identificar, algo inquietante. Sus movimientos, su capacidad de desplazarse con una rapidez y destreza inimaginables. No era simplemente un animal que podíamos estudiar, como los demás. No... eso era algo más, algo peligroso.
Me volví hacia Linda, que parecía temblar, aún aferrada a la jaula. No podía dejarla sola. No debía. En este momento, ella necesitaba protección, y yo no iba a permitir que algo le ocurriera. No podíamos permitirlo.
- Escucha, Linda. No podemos perder la calma. Esto no es el momento de entrar en pánico. Tenemos que asegurarnos de que nadie más esté en peligro. Voy a protegerte, ¿de acuerdo?
Linda asintió lentamente, pero sus ojos seguían reflejando el miedo que yo también sentía. Miré a mi alrededor. No podíamos salir a buscar a la criatura afuera; no sabíamos si estaba aún en el santuario o si ya había escapado hacia el bosque.
Lo más sensato sería asegurarnos de que no hubiera más amenazas en el área, pero también de proteger a todos los animales y personas aquí dentro.
Sin decir una palabra más, tomé la linterna que había sobre una mesa cercana y la encendí. Con un gesto, le pedí a Linda que se quedara cerca.
No sabía qué tan rápido esa criatura podía moverse, pero no íbamos a arriesgar nada. Iba a asegurarme de que no pudiera hacerle daño a nadie.
Comencé a caminar por las instalaciones del santuario, revisando cada rincón. A cada paso, el ambiente parecía volverse más pesado, más cargado de una tensión que no entendía. El sonido de mis pasos resonaba en las paredes, amplificado por el silencio absoluto que nos rodeaba.
Nos habíamos enfrentado a muchas amenazas antes, pero esta... esta era diferente. Algo dentro de mí me decía que no podíamos subestimarla. No podíamos saber lo que realmente era capaz de hacer.
Linda caminaba detrás de mí, en silencio, mirando con preocupación cada sombra, cada esquina oscura, cada rincón del santuario como si la criatura pudiera saltar de un momento a otro. Yo tampoco podía dejar de mirar en todas direcciones, el miedo apoderándose de mis sentidos.
La criatura, sea lo que fuera, estaba allí, dentro del santuario. Y el peor escenario era que nosotros no sabíamos ni siquiera qué forma tenía cuando se movía con libertad. No podíamos permitirnos cometer errores.
Mientras recorríamos los pasillos, mi mente no dejaba de pensar en la criatura y en el peligro que representaba. Si aún estaba dentro del santuario... ¿cómo podríamos atraparla? ¿Y qué pasaría si ya estaba más cerca de los animales más vulnerables?
Un escalofrío recorrió mi espalda. No podíamos dejarla escapar. Teníamos que actuar rápido.
CONTINUARA...
Y así volvemos con todos chicos, espero que les guste, recuerden que los fanfics salen primero antes que los de Wattpad, ya que andaré dibujando la escena :3, nos vemos.
