Las intensas miradas que se dedicaban aumentaban la tensión del momento y de sus propios cuerpos creando una extraña atmósfera que Regina no era capaz de descifrar. Por momentos se sentía mucho más que atraída por el magnetismo de la azul mirada. Era una sensación que le resultaba familiar y que sabía hacía dónde la invitaba.

Rompió el contacto visual en cuanto fue consciente de esos pensamientos. Sin embargo, su traicionera mirada fue a parar justo a los rosados labios del que alguna vez fuera el Príncipe Encantador. Esos malditos y antojables labios que descubrió tenían la gracia de hacerla vibrar de deseo como ningún otro lo había logrado nunca. Se preguntó brevemente si se debía a él placer que conllevaba la oscuridad y que conocía tan bien o si en realidad sentía deseo por él.

Alzó la mirada alarmada al sentir un dedo acariciando la comisura de sus labios. Se encontró con los ojos oscurecidos de David y una fascinante sonrisa llena de encanto que era tan propia de él y que, irónica e inevitablemente, causaba estragos en su cuerpo. Era consciente que eso era parte del retorcido juego donde claramente quería hacerle creer que era él, solo él y no el Oscuro quien se esforzaba por seducirla. Le pareció bastante cruel puesto que David jamás se fijaría en ella de esa forma.

Y ahí estaba otra vez, esa maldita punzada que se le clavaba en el corazón cada vez que se sentía insuficiente.

—Lamentable tener que recurrir a un argumento tan patético como ese.

Tomó la mano de David que continuaba sosteniendo su mandíbula y se la apartó con brusquedad. El Oscuro sonrió engreído. Regina le sostuvo una fría mirada con la que intentaba enfriar su propio cuerpo y pensamientos.

—Si mal no recuerdo, anoche pediste que te hiciera venir. Gemiste mi nombre. Lo hiciste con ganas y te viniste como estoy seguro jamás lo habías hecho en tu vida —murmuró con la mirada fija en los apetitosos labios rojos. Luego, subió la mirada hasta los ojos de ella que se notaba contrariada y un tanto anhelante. Sin embargo, lo que Regina dijo le indicó que sus esfuerzos no eran suficientes.

—Claro. Me follaste con los dedos y llegué al orgasmo. Increíble desempeño —habló con fingido entusiasmo para luego adoptar un tono sombrío y amenazante—. No olvides que alguna vez fui la Reina Malvada. Necesitas algo mejor, Encantador.

Dio media vuelta y caminó decidida hacia la puerta con la intención de abandonar la habitación, pero jamás lo consiguió. Se vio sujeta nuevamente con cuerdas mágicas que le impedían avanzar. Torció los ojos y resopló. El Oscuro era obstinado, pero ella lo era aún más. Invocó su magia para liberarse, pero le fue imposible cuando el cuerpo caliente se pegó al suyo por la espalda. Una mano la tomó del cuello y la otra se internó bajo su negra falda.

—¿Por qué te vas tan rápido, Majestad? ¿Acaso te asusta la verdad?

Entrecerró los ojos involuntariamente al sentir el cálido aliento contra su oído mezclado con la seductora voz. Se estremeció de placer cuando los dedos encontraron su palpitante centro por sobre su ropa interior.

—Ardiente y mojada —anunció con orgullo.

Para Regina fue inevitable gemir. David no solo jugaba con su intimidad, procurando rozar de vez en cuando su duro clítoris, sino que jadeaba excitado contra su oído, aumentando el ardiente deseo que tenía por tenerlo dentro. Y entonces fue cuando se percató que la oscura semilla de la duda había sido plantada con éxito pues en ese momento ansiaba con todas sus ganas saber si en verdad era bueno para follar. Arrugó el entrecejo con angustia porque el solo pensamiento provocó un aumento en sus ganas al igual que la humedad entre sus piernas.

—¿Alguna vez te habías mojado tanto? —preguntó el Oscuro, totalmente fascinado por la forma en que el cuerpo de Regina respondía a sus caricias. No tenía idea en qué pensaba la hermosa mujer, pero seguro estaba que tenía todo qué ver con él.

"No"... La respuesta retumbó en la mente de Regina, misma que se negó a admitir en voz alta. Fue cuando decidió que no iba a ceder ante la tentación del Oscuro. Podría estar caliente, pero no era motivo para saltar a la cama con él. Usó su magia para liberarse de las ataduras. David no puso resistencia dejándola ir cuando se alejó sin volver la mirada atrás.

Siguió de largo por los pasillos hasta la escalera, descendiendo sin esperar. Llegó hasta la mesita donde tenía las bebidas. Sirvió un poco de sidra que de inmediato bebió en un intento de sosegarse. Se movió un poco hasta quedar frente al redondo espejo, el mismo que una vez rompiera con una copa luego que David la rechazara aquella noche cuando aún estaban bajo la maldición.

Cerró los ojos al pasar un trago con el absurdo pensamiento de que sería más fácil si David la tomaba sin preguntar para no tener que enfrentar esa batalla consigo misma de dejarse o no arrastrar por la oscuridad.

—Deja de cuestionarte si es correcto o no.

La voz la hizo abrir los ojos de golpe. Él estaba parado tras ella, semejando una imagen que había visto con anterioridad, cuando Rumpelstiltskin trataba de convencerla de buscar su venganza, golpeando su orgullo, clavando estacas en su agonizante corazón, empujando con afiladas palabras con el fin de arrojarla al oscuro abismo del que no hubo salvación. Rompiéndola tanto que terminó siendo su marioneta.

Un sobresalto atacó su cuerpo cuando David posó una mano en uno de sus brazos. Fijó la mirada ahí y después buscó la de él en el reflejo del espejo.

—Esta vez no se trata de venganza —dijo él. Quizá habitaba el cuerpo de David, pero no era la primera vez que seducía a Regina. Aquella vez fue con el fin de buscar destrucción, ahora la historia era muy distinta.

—Henry jamás me lo perdonaría. —Su respiración se encontraba levemente agitada. Inexplicablemente se encontraba ansiando palabras de aliento de ese oscuro ser.

—Creo que a él le gustaría mucho que tú encontraras por fin la felicidad.

Eso fue lo que la hizo no perder la cordura. El tono de voz del Oscuro fue el mismo que Rumpelstiltskin usara muchas veces para intentar convencerla y no volvería a caer. No era la misma joven desesperada del bosque encantado.

—¿Y es contigo con quien la voy a encontrar? —dijo, esbozando una sonrisa burlesca, evidenciando que no le creía en absoluto. Sin embargo, no hizo mayor esfuerzo por apartarse y tampoco lo echó de su casa como sabía debía hacerlo.

—Regina. Regina —tarareó acariciándole con los dedos el brazo a todo lo largo—. Quieres esto tanto como yo —aseguró pegando la nariz al negro cabello. Ambos cerraron los ojos cuando él inhaló profundo—. ¿No estás cansada de ser siempre la que pierde en el amor?

El corazón se le apretó. David le hablaba como su antiguo mentor y eso la lastimaba porque con seguridad solo buscaba manipularla con la finalidad de usarla, y de eso, sí que estaba cansada.

—Tú también mereces ser feliz. Que cuiden de ti.

Los hermosos ojos marrones brillaban con anhelo. Regina se miró a sí misma en el espejo siendo testigo de lo agitada y afectada que se veía. Fue cuando recordó que ese era solo un juego, que por alguna razón el Oscuro quería sexo con ella y que esa podía ser la clave para saber sus intenciones.

—¿Es sexo todo lo que quieres?

Esa pregunta logró sacar a David de sus oscuros pensamientos. Su mente era un vórtice indescifrable que vagaba entre su antiguo yo y su nueva identidad. Clavó su mirada en la de Regina antes de hablar.

—Te quiero a ti —Estrechó los ojos con sospecha al notar que Regina lo veía con desconfianza. La tomó con ambas manos de los brazos, se acercó al oído izquierdo de ella y dijo lo que sabía eran la clave para conseguir lo que quería—: Una vez que te entregues a mí, te lo diré todo.

Regina, que había cerrado los ojos, asintió. Una nube de humo negro los envolvió y los hizo aparecer en la sala. Ella sentada en el amplió sillón con él entre medio de sus piernas, esbozando una engreída sonrisa. Por Dios, sí que era increíblemente apuesto. Contuvo el aliento porque las varoniles manos se posaron sobre sus muslos y se colaron por debajo de su negro vestido.

—Quiero ver con mis propios ojos qué tan mojada te pusiste.

Regina mordió sus labios para no gemir. Él agarró la ropa interior y tiró con lentitud, disfrutando del pequeño debate interno que percibía en ella. Sonrió triunfante al ver la mancha húmeda en la entrepierna de la delicada prenda.

—Joder, Majestad. Mira lo excitada que te pusiste por otro hombre mientras hablabas con quien el polvo de hadas dijo que debía ser tu alma gemela.

Sintió sus mejillas arder, apretó los ojos y aferró la orilla del sillón sin oponerse a que el Oscuro le sacara la prenda por completo. Pasó saliva, auto convenciéndose que era lo correcto, que esa era la única forma de salvar a David y eso era lo único que todos querían, ¿cierto?

Desde luego que David no iba a darle tiempo para pensar bien las cosas. Se abalanzó sobre ella para besarla apasionadamente.

Fue un beso intenso al que Regina respondió con urgencia por el solo impulso del mismo deseo que despertaba en ella. Lo deseaba tanto que no parecía real. Nunca en su vida había necesitado tanto del toque, los besos y el pene de alguien. Y sí, maldita sea, sí. Tenía razón. Robin no lograba despertar ese deseo tan ardiente en ella y su desempeño en la cama resultó ser bastante cuestionable.

Dejó la jadeante boca y sin darle tiempo a nada enterró el rostro en la dulce intimidad. Emanaba fuego del precioso sexo que olía a puro deseo. Se lo besó un par de veces, Regina jadeó en cada una de ellas e inhaló entrecortado cuando la lengua separó sus pliegues haciéndola estremecer porque sí, estuvo deseando a David con todo su ser en el bosque. Fue una tortura sentirlo y no tenerlo. Un tembloroso gemido irrumpió en el cómodo silencio de la amplia mansión. El Oscuro metía la lengua dentro de su vagina intentando alcanzar lo más profundo de ella.

La escena parecía irreal. David, el nuevo Oscuro, entre sus piernas abiertas, follándola con la lengua, apretando sus muslos, manteniéndola cerca, evitando con ello que se alejara, aunque fuera un poco. En realidad, eso no era lo que Regina deseaba. Ella quería sentirlo dentro, profundo, acaparando cada rincón de su palpitante interior. Razón por la cual se empujó contra él, ondulando apenas las caderas, buscando más placer, dejándose llevar por el deseo compulsivo que poco a poco la consumía. Los rosados labios se cerraron alrededor de su hinchado clítoris. La vigorosa succión le arrancó un largo gemido lleno de ardor. Contrajo el cuerpo acercando su entrepierna más al Oscuro que se esmeró en la labor de llevarla al punto de no retorno. Mismo que Regina alcanzó apretando entre sus manos el rubio cabello, echó la cabeza hacia atrás y gimió con todas sus fuerzas mientras era azotado por las vibrantes oleadas de placer que lograron dejar su atormentada mente en blanco.

Al recobrar el aliento advirtió que no se encontraba más en el sillón de su sala. Estaba de vuelta en la oscuridad de su habitación, completamente sola. Las piernas aún le temblaban por el orgasmo, el corazón le palpitaba con fuerza y su respiración seguía siendo tan agitada que jalaba aire por la boca.

—Oscuro —Lo llamó. Su voz reflejando la reciente y placentera actividad.

Fue iluminada por una luz tenue que apareció sobre ella. De entre las sombras apareció David entrando al área alumbrada, completamente desnudo, luciendo con orgullo un pene rígido, turgente y bien proporcionado.

Una tenue luz se posó sobre ella como un foco reflector. De la penumbra apareció David entrando al área iluminada. Completamente desnudo, luciendo con orgullo su turgente miembro, mismo que tuvo contra su estómago cuando él se apoderó de sus labios en un demandante beso al que ella respondió casi con la misma intensidad.

Justo ahí, en medio de ese fogoso beso, fue que David supo que la tenía y por nada del mundo la dejaría escapar esta vez. La besó con más intensidad, con fuerza, un beso hambriento que demandó todo de ella. Regina se perdió en el maravilloso beso que se sintió como un oasis en medio del desierto. El deseo por él se mantuvo latente desde el instante en que vio a Robin y ahora se avivaba como el fuego. Las traviesas manos del Oscuro recorrieron su cuerpo, metiéndose por debajo de su vestido negro hasta apoderarse de su desnudo trasero. Gimió en medio del beso cuando las manos apretaron sus nalgas y meció las caderas, pidiendo más.

Lo deseaba tanto que no parecía real. Jamás en su vida había necesitado tanto del toque, los besos y de tener sexo con alguien. Y es que sí, maldita sea, sí. Tenía razón. Robin no lograba despertar en ella ese deseo ardiente y no su desempeño al momento de follar dejaba mucho qué desear.

A pesar de las ganas que tenía su mente no parecía desconectarse por completo. Iba a mil por hora, analizando riesgos y ventajas de acceder a las demandas del Oscuro. Su corazón respondía latiendo con fuerza ante la necesidad de arriesgarlo todo para salvar a David con el peligro de ser arrastrada por la oscuridad de nuevo.

No. Esta vez sería diferente. Ahora no buscaba venganza sino salvar al hombre que sin importarle nada la salvó de ser consumida por la maldición del Oscuro. Su madre había decidido por ella en el pasado, Rumpelstiltskin lo hizo también y ahora esta decisión estaba en sus manos.

Posó su mirada en los ojos azules de David. Esos ojos que solían ser de un azul tan claro como el cielo y que ahora eran oscuros como las profundidades del mar.

Eso pareció ser suficiente para el Oscuro, pues la magia oscura los envolvió y se vio sobre su sillón cleopatra, a la orilla del mismo, piernas abiertas, sostenidas de los muslos y manos por ataduras mágicas que restringían su movimiento tal como la noche anterior. No entendía por qué eran necesarias cuando claramente estaba dispuesta a que eso sucediera, pero la pregunta se esfumó por completo al sentir el caliente, pesado e hinchado pene frotando a lo largo de su palpitante y húmeda intimidad. Regina estremeció de pies a cabeza sin poner resistencia, mostrando con ello lo mucho que deseaba ese encuentro sexual, aunque no lo expresara con palabras.

¿Era suficiente para el Oscuro? No. Deseaba apoderarse del cuerpo, la mente y el alma de Regina. Poseerla de formas inimaginables y a la vez posibles gracias a su magia. Esa magia que lo liberaba de toda regla, que lo exoneraba de hacer lo prohibido y que le permitía jugar sucio. Después de todo, ¿quién le iba a reprochar algo? Era ahora el Oscuro.

—Si ese imbécil te pudiera ver así. Ser testigo de lo ansiosa que estás porque te entierre mi pene a pesar de que él y el polvo de hadas insisten en que es el hombre de tu vida.

Esa grave y profunda voz causaron estragos en Regina quien en vez de horrorizarse ante lo que decía, se calentó más. Tanto que más humedad brotó de su vagina, mojando más el palpitante pene que seguía meciéndose adelante y hacia atrás sobre su centro. Era como si su cuerpo se excitara con el pensamiento de que eso pudiera suceder.

—Solo hazlo —demandó sin aliento, totalmente consumida por la ardiente lujuria que el Oscuro había despertado en ella.

El gemido que Regina emitió cuando el grueso, duro y ardiente mástil se enterró en ella fue música para los oídos de David quien sonrió satisfecho al escucharla y al sentir la increíble estrechez que lo apretaba tanto casi al punto de doler un poco. Le dio un pequeño momento para acostumbrarse porque en el bello rostro había plasmada una mueca de incomodidad.

Usó su magia para llevarlos a ambos al centro del sillón y desnudar a Regina. Sonrió al fijar su atención en los lindos pezones endurecidos. Envolvió con sus labios el izquierdo y chupó con fuerza ganándose un jadeó ahogado. Aferró la estrecha cintura con ambas manos y comenzó a moverse, bombeando el interior de la reina con fuerza y rapidez porque no podía hacerlo de otra manera. Era una urgencia indescriptible por poseerla lo que dominaba sus impulsos.

—Joder, Regina. Tu vagina es perfecta. Tan apretada, tan caliente y mojada —dijo contra el cuello de la bella mujer que se dejaba poseer por él en ese momento—. ¿Sientes eso? ¿Lo bien que mi pene te llena? —preguntó lujurioso sin dejar de poseerla como tanto lo había soñado. La sintió contraerse sobre su miembro y eso lo emocionó tanto que perdió el control—. ¿Vas a venirte? —preguntó. Regina asintió con rapidez mientras se mordía el labio inferior en un vago intento por aguantarse las ganas de gritar—. Sí vente. Vente sobre mi pene. Quiero sentirte, reinita para luego llenarte de mi semen.

Fue incapaz de responder, pero sus ojos se llenaron de lágrimas por el inexplicable placer que la empujaba con cada dura embestida del Oscuro hacia el abismo, hacia las puertas del ansiado clímax, hacia el precipicio de donde sabía no habría retorno. Los dedos de David presionaron apenas su clítoris y no hubo marcha atrás.

Gimió fuerte y agudo cuando estalló en millones de pedazos alrededor del grosor del Oscuro quien gruñó excitado, embistió frenético y se dejó ir, bombeando su caliente semen dentro del apretado canal que lo succionaba con fuerza. Al sentir la ardiente semilla del Oscuro bañando las paredes de su interior cualquier pensamiento coherente abandonó a Regina. Fue como su mente se doblegara y dejara de funcionar para dejar que la dicha del orgasmo lo acaparara todo, inundando su ser.

Las ataduras mágicas la liberaron y se abrazó con brazos y piernas al ardiente cuerpo de David quien se seguía derramado en su interior, llenándola tal cual dijo que lo haría. Las varoniles manos le tomaron el sudoroso rostro, los hambrientos labios demandaron un beso de ella que gustosa otorgó. Sintió magia alrededor de ellos y lo siguiente que supo fue que estaba recostada en su cama con David sobre ella, aun en su interior.

Ambos jadeaban con fuerza buscando aliento, los pulgares del Oscuro acariciaron la sudorosa frente de la reina quien lo miraba indecisa, con las bellas mejillas encendidas. Hizo hacia atrás las caderas para salir de ella donde hundió sus dedos para empaparlos de la mezcla de fluidos de ambos. Los sacó y con ellos masajeó el apretado anillo de músculos de Regina quien se sobresaltó al sentir lo que hacía.

—¿Jamás te han tomado por el culo, Majestad? —Sonrió cuando la vio asentir y entonces decidió empujar con uno de sus dedos—. ¿Suele gustarte?

—David —lo llamó, llevando ambas manos hasta la muñeca de la mano que el Oscuro usaba para meterle un dedo en el trasero, mismo que se abría paso dentro de su recto con algo de dificultad.

—Sssh. No deseo hablar en este momento, reinita. Lo único que quiero de ti es que me pidas que te folle sin piedad, que te entregues a mí —dijo empezando a meter y sacar ese dedo, buscando ensancharla para que pudiera recibirlo por ese estrecho agujero.

Cualquier pensamiento racional abandonó a Regina y no sabía si era por el deseo de ser poseída por David en todas las formas posibles o si era la seducción de la maldita oscuridad lo que estaba logrando atraparla. Gimió bajito, con la mirada fija en la de David cuando otro dedo se unió al primero. Ahora eran dos los que la follaban con firmeza enviando oleadas placenteras a todo su cuerpo. Cerró los ojos, dejándose llevar, aferrando las colchas bajo ella con ambas manos, abriendo más sus piernas, empujando hacia él, demostrando lo mucho que también quería eso.

Los dedos abandonaron su interior, David la tomó haciendo que sus cuerpos giraran dejándola encima de él. La sostuvo por la cintura, colocó la entrada a su cuerpo sobre el caliente glande y la jaló, entrando en ella de una. Lloriqueó bajito, no lo pudo evitar, el pene de David era bastante proporcionado y costaba trabajo a pesar de haber estado dentro de ella recientemente.

Empezó a moverla sin esperar nada. Regina le encajó las uñas en el pecho y lo acompañó en la erótica danza que ambos protagonizaban.

Gimió con fuerza, echando la cabeza hacia atrás cuando el Oscuro volvió a meterle un dedo por detrás.

David, totalmente hipnotizado por la belleza de Regina se alzó, ella de inmediato se apoyó en sus hombros y él aferró el negro cabello con la mano libre, jalando un poco para besarle con ardor la mandíbula, paseando sus dientes, gimiendo en el bello rostro.

—Eso es, Regina. Deja que el placer te consuma. Déjate poseer y entrégate a mí.

La reina sollozó de placer porque justo después de escucharlo llegó al orgasmo, convulsionado sobre la gruesa erección que dio un tirón dentro de ella. David sacó su dedo del trasero y su miembro de Regina para colocarlo contra la apretada entrada.

—Majestad, relájate.

Cerró los ojos mientras se adentraba en el apretado recto de Regina quien gemía bajito y le encajaba las uñas en los hombros.

—Espera —pidió ella porque era demasiado. Se sentía demasiado. Tragó pesado, arrugó el entrecejo y jadeó.

—No puedo —susurró en el oído de Regina sin dejar de empujar—. No sabes lo mucho que he esperado para poder estar así contigo.

No era ninguna mentira. Y es que quizá ahora era el Oscuro, pero muy dentro de su ser no dejaba de ser David, el mismo que sin pensar ofreció su alma en sacrificio para salvar a Regina de una muerte inminente a manos de la oscuridad que era la que ahora le permitía hacer realidad el sueño de poder estar con ella.

La sintió estremecer cuando estuvo dentro de ella por completo. Le besó la mandíbula ondulando las caderas, adorando los gemiditos que la reina soltaba, de los deliciosos apretones que le daba a su hinchado pene que sacó un poco para volver a meter, repitiendo la acción hasta que sintió que Regina se acostumbraba a tenerlo dentro.

—Mmmh, Regina. Te sientes tan estrecha, tan bien… Tan mía.

Urgido por comprobar que le gustaba que la tomara de esa forma, la recostó sobre la cama quedando sobre ella. La embistió con fuerza, encantado con ver los hermosos senos rebotando al ritmo que imponía, del bello rostro contorsionado en una mueca de placer, pero lo que lo hizo tener urgencia por poseerla, fue ver el hermoso centro empapado, brotando lubricación.

—Jodeeeer —siseó con ardor pasando un dedo ahí—. Te encanta que te follen por el culo. —-Se inclinó sobre ella y la embistió con fuerza, escuchando los necesitados gemidos y lloriqueos de placer. La tomó con ambas manos del bello rostro.

—Oh, Diossss —gimió agudo, apretando los ojos, abriendo la boca con sorpresa por el increíble placer que sentía. Volvió a mirarlo, le tomó por las muñecas con sus manos, se estremeció de pies a cabeza y comenzó a venirse.

Se agitó con fuerza debajo de él. El orgasmo no solo fue potente sino tembloroso por lo que Regina perdió control de su cuerpo, retorciéndose, intentando huir, pero al mismo tiempo empujando hacia él, cabalgando su duro pene, ordeñando con tanto vigor que se vino, bombeando su ardiente semilla dentro de Regina quien no dejaba de gemir desesperada, ni de temblar presa del placer. Siguió embistiendo despacio para ayudarla a obtener el mayor placer posible.

La mente de Regina había dejado de funcionar o al menos, eso era lo que ella percibía. Se encontraba tan estimulada sexualmente que no existía nada más en ese momento que la maravillosa sensación de estar llena de la semilla del Oscuro. Cerró los ojos, dejándose llevar, entregándose al placentero abismo que sin sospechar sería su completa perdición.

Y ahí, en medio de la oscuridad de la habitación de Regina, los ojos de David destellaron con un brillo inusual lleno de maldad y de satisfacción pues sabía bien que pronto conseguiría lo que deseaba.