I

Sakura celebraría sus primeros cien días con su novio actual esa noche, leyó en internet que era típico de las parejas cenar en un lugar elegante, por lo que hizo una reservación en el restaurante de moda de la ciudad con un mes de anticipación. Además del reloj que Yue le dijo en repetidas ocasiones que estaba deseando comprar, tenía preparado otro regalo.

Se sonrojó con el solo pensamiento. Muchos blogs sugerían que esta era la ocasión ideal para llevar la relación a un plano más profundo.

—¿Esta lista para ordenar, señorita?

Sakura se sobresaltó cubriéndose el rostro con el menú, era la segunda vez que le preguntaban, su novio llevaba un retraso de media hora. Era obligatorio el consumo o le pedirían que desocupara la mesa.

—Veamos… —siendo honesta lo único que le atraía de ese sitio eran sus postres, aprovecharía para realizar una investigación de campo—, elijo el mousse de pistacho.

—¿El servicio será solo para una persona? —le cuestionó la camarera, fijando su mirada a la silla vacía frente a ella.

—Ordenaremos el resto después, mi novio vendrá pronto —aseguró.

Sakura revisó su teléfono, Yue todavía no leía sus mensajes. Era comprensible, su proceso para conseguir empleo duró más de un año, era cruel verlo tan triste después de fracasar en una entrevista tras otra, así que se estaba esforzando mucho quedándose en la oficina hasta tarde y asistiendo a cenas con sus superiores para adaptarse a su nuevo ambiente.

El postre era hermoso, una esfera compacta de chocolate blanco que al ser rociada con un jarabe de pistacho caliente se abrió como los pétalos de una flor, la primera cucharada se derritió en su boca, no era solo lindo, sino también delicioso. El restaurante merecía la fama que presumía.

Empujó su plato vacío observando a los comensales que charlaban disfrutando de sus platillos principales, ella recién se graduaba como chef repostero y aun no definía qué rumbo tomar. Podía aplicar para la cocina de un negocio establecido o re diseñar el propio.

Su madre y ella dirigían una pequeña cafetería en su vecindario, desde que Sakura se integró de lleno al negocio, las ventas mejoraron en un doscientos por ciento. Al principio lidiaban solas con el despacho y el servicio de mesas, el trimestre anterior emplearon a dos jóvenes a tiempo parcial y estaban considerando la idea de colocar la propuesta para un par más.

Aunque sakura no se sentía del todo satisfecha con su formación culinaria, su sueño era viajar para conquistar diferentes sabores. El problema era el dinero, pese a que su madre le aumentó el sueldo al repuntar las ganancias, no fue capaz de ahorrar demasiado, como Yue era un desempleado cuando comenzaron a salir, ella asumía todos los gastos.

Incluso le hizo varios prestamos, a él le desagradaba la idea de repetir trajes en las entrevistas, decía que era de mala suerte. Sakura terminaba compadeciéndose lo suficiente como para complacerle sus caprichos.

Suspiró pasada una hora.

—¿Puedo ofrecerle algo más, señorita? –La camarera le preguntó casi con compasión. Era evidente que le habían dejado plantada.

—Estoy lista para cancelar la cuenta –respondió Sakura, guardando en su bolso la cajita que contenía el reloj que iba a obsequiarle a Yue.

Su mesa se encontraba junto a la ventana, pero no fue la espectacular imagen de la ciudad lo que Sakura observó antes de levantarse, fue su reflejo. Ella no encajaba con los estándares de belleza en su país, excedía por varias libras su peso ideal. Nunca se acomplejó demasiado sobre ello, disfrutaba comer y experimentar con los sabores sin remordimiento hasta que comenzó a tener citas.

Por las prisas se le olvidó su abrigo, faltaba solo un mes para la navidad, lo que aumentaban las posibilidades de una ventisca. El vaho que salió de su boca al suspirar se evaporó igual de rápido que sus ánimos, vagó un rato en la calle considerando ir en taxi a casa. Aunque eso la pondría en evidencia frente a Nadeshiko, por ningún motivo quería mortificarla con los desastres de su vida amorosa.

Estuvo a punto de sentarse a llorar en una solitaria banca del parque cuando se percató de que un joven de cabello platinado se acercaba corriendo a ella.

Era Yue.

—Sakura, lo siento –jadeó, doblándose para recuperar el aliento—, mi teléfono se quedó sin batería, mi jefe me entretuvo con la revisión de unos informes.

—No te preocupes, estoy feliz de poder verte –sonrió ella, acercándose a abrazarlo. Sin embargo Yue permaneció rígido bajo su toque, al no sentirse correspondida, Sakura se alejó con los ojos escociéndole por las ganas de llorar, algo no andaba bien entre ellos en los últimos días.

—Tuve suerte de encontrarte aquí, necesitaba hablar contigo a solas.

Por el tono en que lo dijo, lo deducía.

Él iba a dejarla.

Sakura retrocedió desviando su mirada del rostro de Yue a la gigantesca estructura metálica que usurpaba el campo abierto del parque. Dentro de poco iba a convertirse en un majestuoso árbol navideño, el cual ya no podría apreciar con su persona especial.

—¿Comiste algo en el restaurante?

—¿Eh?

¿Yue deseaba saber algo tan simple como eso?

—Contesta, es importante —imperó con un gesto adusto.

—Tuve que hacerlo, me dio mucha pena estar ocupando un espacio que se reserva con tanta anticipación.

La expresión de Yue se tornó aun más sombría.

—Lo ves, ese es el problema. Habíamos acordado que no comerías de noche para que consigas bajar de peso. Siempre es lo mismo contigo, ¿cómo crees que vas a terminar si sigues probando cada cosa que horneas? Estoy seguro de que has aumentado de peso en comparación al día en que te conocí, antes me parecías linda, pero ahora mi manera de verte ha cambiado, ya no me gustas, Sakura.

Sakura hizo un rápido recordatorio del número que marcó su báscula de baño esa mañana: 64 kilos, uno menos que la semana anterior. Desde que su relación con Yue dio inicio se pesaba cada lunes, si bien sus progresos no eran notorios, había perdido un total de tres kilos después de comenzar con su dieta.

Su estatura era de 160 centímetros, y según las normas de salud, su peso ideal era de 43 kilos y un máximo de 50. No existía poder divino que le ayudase a alcanzar esa medida en un abrir y cerrar de ojos. Las exigencias de Yue resonaban en su cabeza día y noche, a tal grado que estaba cayéndosele el cabello por el estrés.

—En pocos días será la fiesta navideña de la empresa y tengo que dejar una buena impresión con mis superiores, la verdad es que… —Los ojos grises de Yue la escrutaron haciendo una pausa en su abdomen y caderas. Sakura se abrazó sintiéndose expuesta—, no quiero que me acompañes. Me avergüenza mucho que me vean contigo.

A Sakura le temblaron los labios y las lágrimas rodaron por sus mejillas de manera inevitable.

—¿Por qué tienes que ser tan cruel? Yo no me avergoncé de salir con un sujeto desempleado que vive a costa de sus padres —se dio cuenta de que se estaba clavando las uñas en los brazos en un intento de reprimir su enojo. Aun así, no lo logró.

Se mordió la lenga arrepintiéndose de haber dejado salir esas palabras. Yue no era culpable de su mala suerte, no como ella, que admitía que llevaba toda una vida comiendo demás.

—Mírate tú, tan hipócrita —espetó Yue con la indignación escurriéndole por los poros—. Ambos sabemos que me aceptaste por mi buen aspecto, si me hubiera presentando ante ti como un tipo pobre, desempleado y regordete, nunca habrías puesto tus ojos en mí. Eso me hace mejor persona que tú, ¿cierto? Fui bondadoso en prestarte un poco de atención y si no me acosté contigo fue porque mis malos gustos tienen un límite.

Sakura se sorbió la nariz enjuagándose las lágrimas. No iba a tolerar un insulto más. Ella era valiosa. Lo era. Antes de salir de su casa no tenía ninguna duda, sin embargo, ahora sentía que su interior se desmoronaba.

—Devuélveme mi dinero —masculló, urgida por concluir la discusión—, que sea de inmediato. Así podremos seguir por caminos separados cuanto antes.

—¿Dinero? No recuerdo haberte pedido ningún préstamo.

—¡Por supuesto que lo hiciste! Cada vez que íbamos a comprar ropa para tus entrevistas olvidabas tu billetera y yo pagaba. Además te di efectivo en varias ocasiones para tus gastos personales, prometiste pagármelo después de conseguir empleo.

—¡Creí que eran regalos! ¿Quién demonios saldría con una mujer fea si no es por interés? Mis besos deben ser más valiosos para ti que el dinero, dudo mucho que otro imbécil se atreva a tocarte.

La estafa no fue suficiente, Yue también tuvo que ridiculizarla.

En el jardín de niños sus compañeros le apodaban cerdita, muchos de ellos se negaban a participar en sus juegos por temor a que les contagiara su sobrepeso. En la escuela secundaria los chicos le daban las notas más bajas en clasificación de belleza y en la preparatoria fue el paño de lágrimas del chico que le gustaba porque él tenía un enamoramiento imposible por su mejor amiga, a quien gustaban las mujeres.

Sakura jugaba un papel secundario en su propia vida, no encajaba en el perfil protagónico.

—¿Sakura, eres tú? ¡No puedo creerlo!

Yue y Sakura voltearon a buscar la fuente de esa voz. Un hombre joven estaba de pie a pocos metros de ellos, masticando con descaro los vestigios de su yakitori. Su otra mano era ocupada por una lata de cerveza.

—¿Quién diablos eres? —vociferó Yue, mirando con desdén al exótico desconocido.

El chico lo ignoró, reservando su atención para Sakura. Él lamió el palillo de su brocheta quitando hasta el último resto de salsa, Sakura se sonrojó de forma automática. ¡No conocía a nadie así de sínico y con tan pocos modales! Los aretes en sus orejas relumbraban bajo la luz de las farolas, sería tal vez… ¿un ladrón?

Las manos de Sakura fueron a aferrarse a su bolso. El chico notó su acción, emitiendo una carcajada poco elegante.

—Tu olvido me duele —señaló él, dando un paso adelante—. Syaoran Li, fuimos vecinos años atrás. No has cambiado en lo absoluto, recuerdo que estuve muy enamorado de ti, solíamos jugar en mi habitación, el día antes de mi mudanza nos casamos, ¿lo recuerdas? Intercambiamos anillos de dulce y nos besamos.

¡¿Ehhh?!

Sakura elevó un grito imaginario. ¡Eso nunca sucedió! Ese hombre deliraba.

—¡Qué carajos! —gruñó Yue, interponiéndose en medio de la antigua pareja de casados—. Lárgate, idiota. No te das cuenta que estamos en medio de algo importante.

—Lárgate tú. Escuché claramente que ya no deseas estar con ella, así que despéjale el camino a los que sí queremos —Syaoran Li se paró en puntillas, echándole una coqueta sonrisa a Sakura por encima de la cabeza de Yue, un hecho peculiar, puesto que los dos eran igual de altos—. ¿Qué dices, Sakura? ¿Retomamos la relación donde la dejamos? Podríamos consumar nuestra noche de bodas hoy mismo.

Yue jadeó exteriorizando su descontento, no se iría sin desvelar el trasfondo de esa situación. Se giró a tomar del brazo a Sakura, quien gimió por la fuerza que él ejerció.

—¿Quieres verme la cara de estúpido? Esto no es una mera casualidad, me has estado engañando con él todo este tiempo, ¿no?

A Sakura se le resbaló la cartera de las manos con el tirón de Yue, le estaba provocando dolor.

Syaoran intervino, se bebió lo que restaba de su cerveza y aplastó la lata, arrojándola al basurero. Milagrosamente encestó. Sostuvo el palillo de su extinto Yakitori entre los dientes y fue directo a darle un puñetazo en el estómago a Yue, quien cayó al suelo contrayéndose de dolor.

Conteniéndose las ganas de rematarlo con una patada, Syaoran se quitó el abrigo, poniéndoselo en los hombros a una angustiada Sakura.

—¿Estás bien?

Sakura no hizo otra cosa que tartamudear. Syaoran tenía al menos cuatro perforaciones en cada oreja, pero eso no era lo peor. La piel de su brazo izquierdo estaba revestida por una manga de tatuajes que le llegaban al tercio medio del antebrazo.

—Maldito, vas a arrepentirte por esto —tosió Yue, sentándose con dificultad, con los brazos agazapados alrededor de su abdomen. Sus intenciones de contraatacar murieron al apreciar los tatuajes del amante de Sakura.

¡Ella estaba saliendo con un Yakuza!

Sakura estaba tan aterrada como Yue, pensó en gritar por ayuda sin embargo ellos tres eran los únicos seres vivientes en el parque. Cuando menos se lo esperó, Yue se arrastró por el piso, efectuando una astuta retirada, abandonándola a su suerte.

—¡Espera! —exclamó Sakura, no quería quedarse sola.

El mafioso que se identificó como Syaoran Li, se deshizo en una carcajada.

—Gracias al cielo te libraste de ese pedazo de cobarde. Alguien que antepone su seguridad y no la de su mujer, no merece llamarse hombre —Syaoran se sacó el palillo de madera de la boca, acercando el rostro peligrosamente al de ella. Sakura debía admitir que se trataba de un apuesto maleante, se le formaban hoyuelos cada vez que sonreía—. ¿Te gustó mi actuación? Dime que sí fui de ayuda, no podré dormir si piensas lo contrario.

—¿A-actuación?

Syaoran asintió. Los salvajes mechones de su cabello se movieron con el viento y aunque Sakura había dejado de sentir los dedos de las manos por el frío, un vapor que nació de su pecho se dispersó a zonas indecentes con la cercanía de él. ¿Acaso el peligro la excitaba? Qué vergüenza.

—Inventé toda esa historia. Discúlpame por ser tan entrometido, no domino bien mis impulsos, descansaba en aquella banca desde antes que ustedes dos aparecieran. Al principio pensé en irme en silencio para darles un poco de privacidad, pero —Sakura notó por primera vez la banca a la que Syaoran se refería, estuvo tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera se percató de que un tercero los observaba—, al escuchar la sarta de estupideces que ese tipo te dijo, me enojé mucho.

Era cierto. Syaoran hizo que ella olvidara por un instante que Yue le abandonó por su sobrepeso. El abrigo de Syaoran encajaba muy bien con su figura, él era un hombre musculoso, no fue así con el abrigo que Yue intentó prestarle la semana pasada, le apretaba de los brazos y no le cerraba del pecho.

Se apenó tanto que lloró encima de su almohada toda la noche. Ver que sus muslos eran más gruesos que los de su novio la apenaba cuando se sentaban lado a lado en el autobús. A veces ni siquiera se sentaba porque no quería incomodar a la persona que compartiría el asiento con ella. En Asia todo era compacto, diminuto, hasta la ropa de talla grande era una estafa.

—No llores —Si Syaoran no le hubiese pedido eso, Sakura ni siquiera habría sido consiente de sus gemidos abatidos. Le limpió las mejillas con sus manos desnudas, deteniéndose un momento en sus pómulos pecosos—, ustedes los asiáticos tienen una distorsión aberrante en cuanto a las medidas, para mí luces muy bien. ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta en mi motocicleta? Podría llevarte a tu casa.

—¿Ustedes los asiáticos? —repitió incrédula Sakura—, pero tú también eres…

—Mis rasgos lo son, sí. Pero no me considero un asiático como tal. Nací y crecí en los Estados Unidos, digamos que solo estoy de visita en este país —Syaoran estiró el brazo, la manga corta de su camiseta se enorgullecía de presumir esa piel entintada, viéndolos de cerca, no eran los diseños tradicionales de los Yakuza, los trazos fueron realizados con un estilo distinto—. Sé lo que pueden insinuar este tipo de tatuajes para ustedes, me quité la chaqueta a propósito. Era la forma más efectiva de deshacernos de tu ex.

—Tu pronunciación es magnífica —elogió Sakura.

Syaoran soltó una risita.

—No es lo único magnifico que mi lengua es capaz de hacer —guiñó.

Sakura se sonrojó. ¿Le estaba coqueteando?

—Gracias por tu ayuda. Me sentiré mejor si camino a casa. Me servirá para asimilar mi ruptura —se despidió, quitándose el abrigo.

—Por favor, consérvalo —Syaoran no lo recibió de vuelta—. Una chica tan linda como tú no puede resfriarse.

Sakura forzó una sonrisa, él solo estaba siendo amable, era casi una obligación que lo fuera. Él presenció su humillante separación y era tan caballeroso que no agravaría su estado mental con un comentario grosero.

Apresuró la velocidad de sus pasos a medida que se alejaba de él, llegó a su casa jadeando con severas dificultades para respirar. No quería que su madre le preguntara nada respecto a su regreso prematuro, así que decidió ir y pasar la noche con su amiga Tomoyo.


Si netflix puede poner sus películas navideñas en noviembre yo también puedo subir mi fanfic navideño jajaj ya que conociendome, de seguro lo iré terminando a finales de año. Bueno no sé si se quedará en esta clasificación o de pronto lo paso a M. Todo depende de cómo se porte este syaoran. Y por cierto, me basé en las tablas de peso de japón.