IV

Sakura se contuvo de deslizar sus manos bajo la ropa de Syaoran durante el trayecto por mera salud mental, cuando finalmente llegaron al estacionamiento subterráneo del edificio departamental, lamentó desprenderse de su espalda, de su aroma y de su tentadora cercanía.

Recordó con un ligero rubor cómo la mano de él le acarició la rodilla en el primer alto después de incorporarse al tráfico, preguntándole en un acogedor grito si se sentía asustada, Sakura le abrazó con fuerza respondiendo que estaba viviendo una experiencia genial. Él era prudente manejando, pero la sensación del aire frío golpeándola sin piedad y la adrenalina al sobrepasar un autobús o un camión de carga le hicieron olvidar su recato.

El olor de la gasolina rebosando en el tanque todavía invadía sus fosas nasales cuando Syaoran la tomó de la mano, dirigiéndola a prisa al ascensor.

—Andando, quiero devolverte a tu casa a una hora decente. No hay tiempo qué perder.

—Sí, claro, estabas tardando mucho en demostrar tu interés por dejarle una buena impresión a mi madre —renegó, soltándose de su agarre. El espejo del elevador sugirió que lo único que ellos dos tenían en común eran sus peinados desechos por el peso del casco, de resto, desencajaban por completo—. Seré directa, no te autorizo a salir con ella.

Syaoran soltó una risita, recargando su brazo alrededor de los hombros de Sakura.

—Hace rato que no me celaban, se siente lindo.

—¡No son celos por ti! Rechazo la idea de que mi madre tenga un novio de mi edad, eso es todo.

—¿Y qué te hizo pensar que yo tengo ese tipo de intensiones con ella?

—Tus ojos brillaron como estrellas al pedirme que te la presentara.

—Solo porque me emocionó conocer a alguien de tu familia, admito que es bastante guapa, sin embargo, en este momento, estoy concentrado en otros intereses —La mano escurridiza que antes rodeaba el brazo de Sakura estaba ahora atrás de su cuello, eso la obligó a darle una nueva mirada a Syaoran, quien le sonreía con sus malditos hoyuelos marcados—. ¿Qué hay de ti, te sientes segura visitando la casa de un hombre que apenas conoces a solas?

Sakura jadeó, ¿trataba de intimidarla? No reconocería que en el fondo confiaba en él por portarse como un caballero desde la noche en que se conocieron, le seguiría el juego.

—Deberías temer por tu propia seguridad —Ella se movió más rápido que las botoneras digitales que iluminaban su ascenso, acorralando a Syaoran contra la pared aterciopelada del cubículo, porque sí, ese sitio era más elegante de lo que esperaba—. Soy una mujer sedienta de venganza contra los hombres, ¿recuerdas? Estudié cocina, y soy una experta realizando acrobacias con los cuchillos, si alguien corre peligro, déjame decirte que esa persona, eres tú, Li.

El aroma dulce flotó en el aire alborotando las papilas gustativas de Syaoran, quien reaccionó cubriéndose la boca con la mano, no quería ponerse a babear enfrente de ella. Las gráciles manos de Sakura le apresaban los hombros con una fuerza sorprendente y su cuerpo se pegaba al suyo.

Un sonrojo nació en sus mejillas. ¡Ninguna mujer le había tratado de esa manera! Él perdió la guerra desviando su mirada de ese torrente esmeralda que lo atraía, Sakura se paró en puntillas para decirle todo eso al oído y ahora solo sentía el golpeteo constante de su respiración. Algo adicional a su corazón comenzaría a palpitar si ella no se apartaba rápido.

—No pondré resistencia —murmuró él, con la esperanza de que aquello dejase de ser solo un juego.

—Qué fácil eres —Sakura susurró con decepción, acariciando la cadena del arete que conectaba la parte superior de la oreja con el lóbulo—. No es divertido si la presa se rinde antes de la caza.

Syaoran se encontraba al borde del desmayo cuando Sakura comenzó a reírse con autentica diversión, ese sonido armónico era como un baldazo de agua tibia después de cruzar la ciudad en medio de una despiadada tormenta. Se suponía que él era el encargado de consolar ese tierno corazón herido, no obstante, era Sakura la que lo reiniciaba con sus inusuales encuentros y sus pláticas picantes.

Un carraspeo ajeno al escenario reventó la mágica burbuja que habían creado, Sakura guardó silencio precipitándose al otro extremo del ascensor. A Syaoran le dieron ganas de matar al sujeto que les interrumpió.

—Tomé prestado uno de tus trajes, espero que no te moleste.

Sakura adoptó la postura de un soldadito de plomo con cara de póquer, ¡fue atrapada encimándosele a un hombre en un sitio público! ¡Qué vergüenza! Su madre, su padre y todos sus antepasados se decepcionarían de saberlo.

—Maldita sea, pensaba usarlo mañana —se quejó Syaoran, saliendo del ascensor.

—Lo llevaré temprano a la lavandería.

—Quédatelo, daremos una mala impresión si la gente descubre que nos prestamos la ropa —De mala gana se sacó la llave del apartamento, haciéndole un gesto con la cabeza a Sakura para que lo siguiera—. Andando, Sakura, no te molestes en saludar, solo ignóralo.

Sakura tampoco tenía intenciones de conversar, se vio obligada a hacerlo porque el hombre le cerró el paso.

—Buenas noches, lamento la molestia. Soy Sakura Kinomoto —se presentó, asumió que ese par eran bastante cercanos ya que ella nunca le prestaría su ropa a un simple vecino.

—Keiya Takakura, encantado —Con esa reverencia, Sakura notó que Keiya era tan alto y atractivo como Syaoran aunque su cabello negro iba mejor recortado y sus orejas solo presumían dos perforaciones con unos aretes discretos de zafiros—. Es la primera vez que Syaoran trae una visita a casa, ¿también trabajas en el barrio? Tu cara es preciosa…

Keiya alargó el brazo con la intención de acariciar la mejilla de Sakura, fue inesperado que Syaoran lo evitara interponiéndose entre ellos.

—Sakura es mi amiga, no la toques.

Keiya sonrió, continuando su camino sin objeciones.

—Supongo que vas a pasar la noche aquí —caviló dirigiéndose a Sakura mientras pulsaba el botón que le ofreció un nuevo vistazo del ascensor vacío—. Hablemos mañana, prometo prepararles el desayuno.

Syaoran refunfuñó algo ininteligible azotando la puerta después de arrastrar a Sakura, a quien no le quedó oportunidad de negar nada. ¡Keiya asumió que ella estaba ahí para acostarse con Syaoran! Un escalofrío le recorrió el cuerpo al no encontrar del todo despreciable la idea.

—Keiya es el dueño de este lugar y también mi compañero en la universidad. Mi beca incluía un alojamiento en una residencia estudiantil pero, ¿has visto el tamaño de esas habitaciones? Desarrollé claustrofobia desde el primer día —resopló Syaoran, estremeciéndose por ese recuerdo tan fresco—. Y como sabrás, es difícil conseguir un buen alquiler siendo extranjero, es por eso que vivimos juntos.

A Sakura se le deslizó el maletín del hombro al encontrarse de cara con la realidad. ¡Era un piso completo para ellos solos! ¿Cómo diablos costeaban algo así? La sala de estar constaba de un par de sillones y una pantalla que era casi tan larga como la pared, en el extremo opuesto varias máquinas multiestaciones se agrupaban junto al estante que exhibía las mancuernas y los discos de las barras. Era un gimnasio bastante completo y aún así, sobraba mucho espacio.

La cocina se ubicaba a un costado del recibidor con una isla de granito y un desayunador con dos sillas, los accesorios y el horno eran envidiables. ¿Los padres de Syaoran serían millonarios? ¿Por qué un hombre que era capaz de sustentar esos lujos estaba interesado en trabajar en su pequeña cafetería?

—Te mostraré mi habitación —dijo Syaoran, tomándola otra vez de la mano, si es que a ese acto podía llamársele así. Las puntas de sus dedos se enganchaban unas con otras apenas tocándose, se iba haciendo algo natural caminar así.

Yue siempre iba dos pasos delante de ella, ya fuese una cita o una salida casual, la dejaba atrás todo el tiempo. Eso en lugar de ponerla triste, la enfureció. ¿Tan rápido superó su etapa de corazón roto? Quizás nunca estuvo tan enamorada como pensó, gracias a Syaoran se daba cuenta de ello.

—Mis padres son chinos, emigraron a Norteamérica después de terminar sus estudios —contó con entusiasmo, adentrándola en su espacio íntimo. Sakura se impresionó por el contraste entre su aspecto de chico malo y el orden impecable de la recámara—. En raras ocasiones fuimos de visita a su país de origen para visitar a mis abuelos, me llevo mejor con la cultura desinhibida en la que crecí. Papá y mamá son bastante estrictos, soy un dolor de cabeza para ellos, en cambio mi hermana es una recatada señorita que se dedica a la danza clásica para satisfacerlos.

Era la primera vez de Sakura en la habitación de un chico, nunca estuvo en la de su novio ni en la de su primo Touya, a quien acogieron como pupilo en su casa al comenzar la preparatoria. Syaoran fue corriendo a esconder una caja de cigarrillos olvidada encima de su cama, era lindo verlo nervioso.

—Les disgustaron las perforaciones pero nunca me reprendieron por ello, me echaron de casa y dejaron de hablarme después de hacerme mi primer tatuaje. Creyeron que al retirarme su apoyo reflexionaría y regresaría a suplicar perdón, así que, me las arreglo por mi cuenta desde los dieciocho. Están tan enojados conmigo que tengo que encontrarme a escondidas con mi hermanita.

—Lo siento —Fue lo único que se le ocurrió decir.

Syaoran se sentó en la cama, palmeando el espacio junto a él. Sakura obedeció como se le indicaba y la sensación de hacerlo en lugar de ser incomoda fue de plenitud. Syaoran la aceptaba sin prejuicios. Le colocó el retrato de su mesita de noche en las manos, era su familia, fue triste descubrir que él no aparecía en la fotografía.

—Les piqué el orgullo, son personas reconocidas en la comunidad de la ciudad, incluso la zona en la que vivimos es exclusiva para migrantes chinos con méritos destacables. Es por eso que mantienen sus tradiciones y creencias bien arraigadas.

La hermana de Syaoran era una adolescente preciosa, saltaba a la vista que los hijos le hacían justicia a la gracia sublime de los padres.

—Estaban empecinados con emparejarme con una chica perteneciente a la comunidad, ahora que recuerdo, nuestros roces comenzaron al hacerme novio de Cheryl.

Syaoran colocó un segundo retrato encima del anterior, señalando un punto especifico de la imagen, se trataba de la clásica belleza norteamericana, rubia, blanca y de ojos azules. Una punzada de celos la invadió, estuvo apunto de preguntarle por qué guardaba una foto de su ex cuando se percató de la presencia de un batallón entero de gente alrededor de ellos.

Lo curioso fue descubrir los pompones y los llamativos uniformes que vestían.

—Eras porrista —exclamó Sakura atacándose de risa. Al inició intentó disimular su diversión cubriéndose la boca, su mente se negó a colaborar, imaginarlo deletreando el nombre del equipo de fútbol y no luciéndose con el balón fue de lo mejor.

Sakura terminó tumbándose de espaldas en la cama con las piernas encogidas para aminorar el dolor en su estómago por la risa. Syaoran encontró su venganza provocándole cosquillas, ella gritó, desahogando su jubilo con lágrimas hilarantes.

—Detente —suplicó, no podía más. Aunque le dolía la espalda y las costillas, no podía parar de reírse.

A Syaoran el sonido de una voz femenina en su habitación no pudo encantarle más. Agradecía la distracción de Sakura al desviarse de su pesaroso tema familiar con algo tan tonto, tocarla aunque fuese con fines inocentes, no le sentaba bien en ese momento, así que resolvió dejarla por la paz.

—Me uní al equipo de animación por Cheryl, quería estar con ella el mayor tiempo posible. Después le cogí el gusto a las actividades, yo era uno de los encargados de las acrobacias, te demostraré que ser porrista es algo más que cantar rimas.

Sakura se mordió un dedo acomodándose en el suave colchón, era una cama amplia y las sábanas olían a él, era relajante. Syaoran caminó al extremo libre de la habitación estirando los brazos y el cuello, dio una respiración profunda pegando un par de brincos antes de ejecutar su siguiente maniobra.

Una sucesión de volteretas delantera, vertical y dos traseras pasaron frente a sus ojos en unos segundos, como acto final el presumido de Syaoran se sostuvo en el piso con una sola mano sosteniendo el peso invertido de su cuerpo sin que su rostro expresara dificultad. Sakura tuvo que aplaudirle en compensación por burlarse de él.

—Dime una cosa —susurró ella, dibujando círculos en la cama con un sonrojo calentándole las mejillas—, ¿sigues en contacto con ella?

—Te refieres a Cheryl —Syaoran ladeó la cabeza sin signos de agotamiento por los ejercicios que recién realizó—. Bueno, a veces me envía mensajes a mi perfil en la red social, los he leído todos sin dar respuesta a ninguno. Soy igual de resentido que mis padres.

Él se arrodilló junto a la cama, apoyando los antebrazos en el borde. Ese mínimo hundimiento la llevó a quedar un poco más cerca de Syaoran, entre más lo conocía, más le fascinaba.

—Cheryl es enfermera, pero su pasión por la animación no acabó en la secundaria, su sueño real era formar parte de las porristas de un famoso equipo de fútbol americano en Dallas y supe que finalmente lo logró —Sakura notó la añoranza en su voz, y eso no la detuvo de aceptar la caricia que le dio en la mejilla—. La quería mucho, de verdad lo hice. A pesar de eso, fui el primero en ensuciar nuestra relación.

Ni la expectativa de una historia que implicaba infidelidad fue suficiente para acallar el golpeteo del corazón de Sakura. El intenso color ámbar en los ojos de Syaoran la tenía atrapada como una criatura indefensa en la red de una mortífera araña.

—Los meses que siguieron a mi destierro fueron difíciles, tomé varios empleos inútiles que me ponían de mal de humor, estaba cansado y me dormía en clases la mayor parte del tiempo, hasta que conocí a unas personas que me ofrecieron dinero fácil… —tragó saliva buscando el valor de pronunciar las palabras, no quería alejar a Sakura con su excesiva sinceridad así como tampoco era capaz de repetir el mismo error dos veces—. Deshonré el nombre de mi familia y le mentí a mi novia trabajando como bailarín exótico… me desnudaba para un montón de mujeres a cambio de dinero.

Sakura parpadeó asimilando la frase que Syaoran acababa de decirle, la culpabilidad impregnada en su voz era casi dolorosa, el brillo de sus ojos vaciló con sus secretos desvelados.

—Entonces, ¿tú…?

—¡No me prostituía! —aclaró Syaoran con un leve sonrojo cruzando el dorso de su nariz—. Pasados dos años mis padres se enteraron y es por eso que tengo prohibido hablar con Meiling. Me dio miedo que los rumores llegaran también a Cheryl y se lo confesé, por supuesto que no le agradó la idea y comenzamos a llevarnos mal desde entonces.

—¿Nunca la engañaste? ¿Nunca, nunca?

Desde ahí, tenía un excelente vistazo del escote de Sakura, el cierre de su sudadera deportiva había superado su límite. Apostaba a que esa ropa le pertenecía a Nadeshiko, que no era tan dotada como ella. Syaoran se dio una cachetada mental para esquivar los pensamientos pecaminosos en un momento tan serio.

Era difícil considerando que Sakura estaba tan indefensa sobre su cama.

—Técnicamente, no, no cohabité con nadie fuera del trabajo. Las clientas tenían permitido tocarnos a cambio de propinas, eran manoseos superficiales pero, de todos modos, Cheryl lo interpretó como un engaño. Hizo lo que hizo en gran parte por mi culpa.

Sakura evitó opinar, no sabía cómo reaccionaría ella ante esas circunstancias. Ahora entendía el por qué Syaoran no tenía problemas en invadir el espacio personal de otras personas y también explicaba el que se hubiese desnudado en su oficina sin vergüenza.

El nuevo dilema era otro.

—¿Tus ahorros alcanzaron para costearte este lugar por año?

Syaoran sonrió.

—¿Has escuchado hablar de los Host Clubs? —Syaoran tiró de ella cual vándalo, obligándola a sentarse en el borde la cama, la ligereza con la que manipuló su cuerpo la dejó sin aliento. Se hizo un espacio entre sus piernas quedándose de rodillas frente a ella, la delgada tela de sus leggins apostó en su contra, forzándola a sentir el calor proveniente de él entre sus muslos—. ¿O acaso eres tan buena niña que no sabes lo que son?

Las neuronas de Sakura se conectaron con el recuerdo de las palabras de Keiya '¿trabajas en el barrio?' ¡Por supuesto! ¡El barrio rojo! Nunca había visitado la zona de noche, era famosa por la cantidad de bares y clubs de reputación cuestionable que albergaba. El aspecto de Keiya, ese departamento elegante… una cápsula efervescente detonó en su cabeza, ¡Syaoran trabajaba como acompañante!

—Creo que estás perdiendo el tiempo conmigo —puso sus manos en los hombros de Syaoran, mirándolo seriamente a los ojos—. La relación con Yue me dejó en la ruina, no tengo dinero. Estoy invirtiéndolo todo en mejoras de la cafetería.

—No me interesa tu dinero —increpó Syaoran.

—¿No? Tengo entendido que en esos establecimientos los hombres no solo te venden compañía, te enamoran para que los visites con frecuencia y van subiendo la tarifa al volverse muy cotizados. Además el precio del alcohol es una estafa, ganan comisión por consumo, ¿no es así? Desde ya te aviso que los tragos no me van bien, me emborracho con facilidad.

Syaoran suspiró. Era obvio que eso pasaría.

—No intento estafarte. Te lo conté porque quiero saber si estás dispuesta a continuar con este trato incluso después de conocer mi pasado.

Sakura no tenía bien definido cuál era su trato. Él le gustaba, pero no iba a dejarse llevar por esa emoción.

—El sueldo de la cafetería es ridículo si lo comparas con lo que obtienes en una noche en el club, ¿por qué querrías desperdiciar tu tiempo conmigo?

Sobre todo estando rodeado de mujeres cien veces más lindas que ella, y con más dinero. No lo comprendía.

—Creí que no podría llevarme bien con nadie aparte de Cheryl. En estos años he hablado con una cantidad exagerada de mujeres y con ninguna he conectado tan rápido como contigo.

Los dedos de Syaoran se aferraron al cierre de la sudadera de Sakura, la cremallera comenzó a descender casi de manera voluntaria. Quería detenerlo, él vería los rollitos que se le formaban en el abdomen estando sentada e iba retractarse de sus palabras. Se acobardó tanto que solo cerró los ojos con fuerza, clavando las uñas en los hombros de Syaoran.

Lo escuchó gruñir con su gesto desconsiderado, sin embargo, él iba a convertirse en el primer hombre que la vería en ropa interior. Y no la alentaba para nada que le sobrara experiencia con las mujeres.

—¿No te apetece llegar más lejos conmigo?

¿Qué clase de propuesta era esa? Sakura se escandalizó tanto que abrió los ojos de golpe, presenció una escena que jamás se borraría de su memoria. El sostén deportivo de su madre era dos tallas más chico, sus pechos lucían indecentes sobresaliendo de él sin importarles nada, era una suerte que sus leggins tuvieran una cintura alta, el pequeño bulto de carne que se le marcaba parecía discreto.

Sin embargo no fueron esas cosas las que la impresionaron. La expresión de Syaoran lo hizo. Ahogó un ruidito en su garganta al verlo lamerse el labio inferior con la mirada fija en su sostén, eso desató un sobresalto en ella, los vellos se le erizaron y antes de que esa concupiscente electricidad la delatara, se cubrió el pecho juntando los extremos de la sudadera.

—Yo no… no podría hacerlo con un hombre que se la pasa coqueteando con otras mujeres cuando no está conmigo —sentenció con tremendas ganas de llorar. ¿Cómo se atrevía a ser tan exigente? Estaba dejando escapar su única oportunidad posible de dormir con un hombre. Qué tonta era. ¿A qué hora aparecería el menú de retroceder el tiempo en esa mala novela interactiva que representaba su vida?

—El sábado es mi última noche de trabajo en el club, estaba considerando renunciar incluso antes de conocerte.

—¿Es porque te irás pronto?

Él asintió. Otra vez esa realidad la destrozó.

—Te invito, sería agradable que mi despedida oficial fuese contigo. No te preocupes por la cuenta, yo cubriré los gastos. Piénsalo, ¿sí?

—De acuerdo.

Las manos le temblaban, impidiéndole unir el broche de la sudadera. Syaoran terminó haciéndolo por ella antes de ponerse de pie.

—Durante los próximos noventa minutos, nuestro trato será estrictamente profesional. Ni tu mejor intento de seducción va entorpecer mi rigurosa rutina, Kinomoto.

—Tú mandas, Li.

Syaoran soltó una risita, deseaba escuchar esas palabras viniendo de ella en otro contexto.

—¿Puedes poner al horno las pechugas de pollo que dejé descongelando mientras me cambio de ropa? He tenido antojos de bibimbap durante el día, pero considerando tu dieta, comeremos algo más ligero después del entrenamiento.

—Está bien.

Sakura flotó a la sala reconsiderando la idea de entregarse a ese hombre. La ayudó a superar su depresión, entrenaría con ella, la alimentaría y la devolvería a su casa a una hora decente. ¿Por qué redundaba tanto en su decisión?


Jeje.

Estoy de vuelta. Tuve catarro en la semana y cero ánimos de existir. Ya siento la presión de diciembre y que esto no esté ni a la mitad. Me quedaré actualizando solo este por el momento, al ritmo que mantuve la semana en que inició. Nos leemos.