XXV Hazel
—Yo voy a leer —dijo Hades —Hazel XXV
—Me sigue sin parecer justo que ni Piper ni Jason tengan capítulo —dijo Leo
—Aquí envidias no —bromeó Piper
—No les queda bien ser envidiosos —comentó Jason
—Ni lis quidi biin sir invidiisis —masculló Leo
Todo olía a veneno. Dos días después de partir de Venecia, Hazel todavía no podía quitarse el ponzoñoso aroma a eau de monstruo vacuno de la nariz.
—Por eso ese perfume es tan caro —bromeó Connor
—Es de los bueno —asintió Katie
—Solo en Italia podrías encontrar algo así —dijo Hermes
—Le venené —dijo Leo
—Es italiano, no francés —comentó Piper
—Pero se entiende —dijo Leo
El mareo no contribuía a mejorar la situación. El Argo II navegaba por el Adriático, una preciosa y reluciente extensión azul, pero Hazel no podía apreciarlo por culpa del continuo balanceo del barco.
—Es que sí debe ser bastante estresante estar tanto tiempo en un barco —comentó Miranda
—Más si te mareas —asintió Will —como que lo vuelve el doble de malo
—Definitivamente lo volvía muy malo —asintió Hazel
—Es muy triste que no puedas disfrutar las vacaciones de tus sueños —dijo Leo
Hazel resopló
En la cubierta trataba de mantener la vista fija en el horizonte: los acantilados blancos que siempre parecían estar a solo un kilómetro y medio hacia el este. ¿Qué país era ese, Croacia? No estaba segura. Solo deseaba volver a estar en tierra firme. Lo que más le repugnaba era el turón. —Awww tu pequeña mascota —dijo Travis
—No sé, no me gustó mucho de mascota —dijo Hazel
—Pero definitivamente era una mascota muy peculiar —señaló Leo
—Eso claramente, te daba estatus —bromeó Connor
—Claro, sobre todo con su olor —dijo Hazel con una mueca
La noche anterior, Galantis, la mascota de Hécate, había aparecido en su camarote. Hazel se despertó de una pesadilla pensando: «¿Qué es ese olor?», y encontró al roedor peludo posado sobre su pecho mirándola fijamente con sus pequeños y brillantes ojos negros. Nada como despertarte gritando, retirar las mantas y brincar por tu camarote mientras un turón corretea entre tus pies, chillando y tirándose pedos.
—Una experiencia que para entender tienes que vivir —bromeó Leo
—No te puedo contar como es porque no lo vas a entender hasta que lo vivas —dijo Rachel
—Se necesita sufrirlo en carne propia —asintió Hazel
—Claro, solo de esa manera vas a tener una opinión más certera —comentó Connor
—La nueva atracción es experiencias con turones, totalmente en vivo —dijo Travis
—Se van a arrepentir de algo así —dijo Hazel
Sus amigos corrieron a su camarote para ver si estaba bien. La presencia de la comadreja resultaba difícil de explicar. Hazel advirtió que Leo hacía esfuerzos para no gastar ninguna broma.
—Es que Hazel, era una situación con demasiado material para bromas —señaló Leo
—Sí lo era un poco —admitió Piper
—Ahora lo sé —dijo Hazel
—Aunque Leo no hizo todas las bromas que quería hacer —dijo Jason
—Soy respetuoso a veces —comentó Leo
—Muy a veces —dijo Piper
Por la mañana, cuando la excitación se hubo apaciguado, Hazel decidió visitar al entrenador Hedge, ya que él podía hablar con los animales. Encontró la puerta de su camarote entreabierta y oyó al entrenador dentro, hablando como si estuviera manteniendo una conversación telefónica con alguien, solo que no había teléfonos a bordo. Tal vez estuviera enviando un mensaje Iris mágico. Hazel había oído que los griegos los usaban mucho.
—Nuestro medio de comunicación preferido —dijo Percy
—Y el único —dijo Miranda
—Claro que no, también están los mensajes por medio de las ninfas del aire —señaló Travis
—Tienes toda la razón, aunque casi no lo usamos —comentó Percy
—Claro, cielo —estaba diciendo Hedge—. Sí, lo sé, cariño. No, es una noticia estupenda, pero…
La voz se le quebró de la emoción. De repente, Hazel se sintió fatal por escuchar a escondidas.
Habría retrocedido, pero Galantis chilló a sus pies. Hazel llamó a la puerta del entrenador Hedge.
—Traicionada por tu mascota —dijo Leo negando con la cabeza
—Fue muy rápida para venderme —comentó Hazel
—De todas maneras iba a ser muy raro escuchar solo una parte de la conversación —señaló Rachel
—Pero no se habría quedado con la duda —dijo Leo
Hedge asomó la cabeza, ceñudo como siempre, pero con los ojos enrojecidos.
—¿Qué? —gruñó.
—Ejem… lo siento —dijo Hazel—. ¿Se encuentra bien?
El entrenador resopló y abrió la puerta de par en par.
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Bueno, una pregunta válida —dijo Bianca
—Aunque en realidad a nadie le gusta que le hagan esa pregunta —comentó Will
—Es la pregunta que más se hace y la que menos gusta —coincidió Thalia
—Y que a nadie le gusta contestarla —señaló Percy
No había nadie más en el camarote.
—Me… —Hazel recordó por qué estaba allí— me preguntaba si podría hablar con mi turón.
Los ojos del entrenador se entornaron. Bajó la voz.
—¿Estamos hablando en clave? ¿Hay algún intruso a bordo?
—Bueno, más o menos.
—Se podría decir —asintió Piper
—Depende de cómo lo vea —dijo Leo
—Exactamente, es cuestión de perspectiva —comentó Hazel
—Como todo en la vida —comentó Miranda
Galantis se asomó por detrás de los pies de Hazel y empezó a parlotear. El entrenador se mostró ofendido. Contestó parloteando a la comadreja. Parecía que estuvieran manteniendo una acalorada discusión.
—Fue digno de ver —comentó Hazel
—Nos podemos imaginar —asintió Connor
—Creo que es algo que todos debería apreciar al menos una vez en la vida —dijo Hazel
—Ojalá algún día se pueda —comentó Travis
—Es algo que todos queremos hacer —coincidió Miranda
—¿Qué ha dicho? —preguntó Hazel.
—Muchas groserías —masculló el sátiro—. Lo esencial es que ha venido a ver cómo va.
—¿Cómo va qué?
—Pues supongo que tú —dijo Apolo
—O va a pasar algo —dijo Perséfone —con los turones nunca se sabe
—Bueno, vas a tener una espectadora —señaló Thalia
—No me gustan mucho los espectadores —murmuró Hazel
—Casi siempre te ponen aún más nervioso —asintió Leo
El entrenador Hedge pateó con su pezuña.
—¿Qué se yo? ¡Es un turón! Nunca responden claramente. Y ahora, si me disculpas, tengo, ejem, cosas…
Le cerró la puerta en las narices.
—Me encantan los buenos modales —dijo Hermes
—Es que en realidad es muy difícil hablar con los turones —comentó Grover
—Se ve que no son conversadores casuales —dijo Bianca
—Ni el turón ni el entrenador —mencionó Percy
—No sé por qué no les gusta conversar, si es muy divertido —agregó Tyson
—Porque ellos no son divertidos, grandullón —dijo Percy
Después de desayunar, Hazel se quedó ante el pasamanos de babor, esperando a que se le asentara el estómago. A su lado, Galantis corría arriba y abajo por la barandilla expulsando gases, pero el fuerte viento del Adriático ayudaba a llevárselos.
—Una pequeña misericordia —dijo Leo
—No todo podía ser tan malo —dijo Piper
—Aunque pobres de los espíritus del viento —comentó Zoé
—Definitivamente se llevan el peor tipo de trabajo —asintió Rachel
Hazel se preguntaba qué le pasaba al entrenador Hedge. Debía de estar empleando un mensaje Iris para hablar con alguien, pero si había recibido buenas noticias, ¿por qué parecía tan desolado? Ella nunca lo había visto tan afectado. Lamentablemente, dudaba que el entrenador pidiera ayuda en caso de necesitarla. No era precisamente un sátiro cordial y campechano.
—Bueno, ahora entiendo todo —dijo Hazel
—Hay cosas que no se pueden mantener en secreto mucho tiempo —comentó Will con una mueca
—Sí, definitivamente no habría podido —coincidió Leo —aunque lo logró por más tiempo del que esperaba
—Fue una sorpresa —coincidió Piper
Se quedó mirando los acantilados blancos a lo lejos y pensó en el motivo por el que Hécate había enviado a Galantis, la comadreja.
«Ha venido a ver cómo va».
Iba a pasar algo. Hazel sería puesta a prueba.
—Definitivamente —coincidió Apolo
—Ya sabes, no hay cosa más divertida que esa —dijo Thalia
—Todos sabemos que es una de las mejores cosas para vivir —resopló Percy
—Es como entrar a un exámen en el cual solo sabes tu nombre —señaló Hazel
—Sí me ha pasado —dijo Leo
No entendía cómo se suponía que tenía que aprender magia sin ninguna formación. Hécate esperaba que venciera a una hechicera superpoderosa: la mujer del vestido dorado que Leo había descrito a partir de su sueño. Pero ¿cómo?
—Con magia —dijo Connor encogiéndose de hombros
—Bueno, pero no sabía usar magia —dijo Hazel
—El mejor momento para aprender —bromeó Leo
—No hay nada mejor que aprender cosas cuando estás bajo presión —comentó Percy
—Claro, así funciona mejor —asintió Rachel
Hazel había pasado todo su tiempo libre tratando de descubrirlo. Había mirado fijamente su spatha intentando darle el aspecto de un bastón. Había intentado invocar una nube para que ocultara la luna llena. Se había concentrado hasta que se le habían puesto ojos de bizca y los oídos se le habían taponado, pero no había pasado nada. No podía manipular la Niebla.
—No es exactamente así como funciona —señaló Calipso
—Yo lo he visto y no creo que sea tan difícil, luego los escucho y es más fácil un exámen de trigonometría —dijo Miranda
—También me sentía así —admitió Hazel
—Solo es difícil las primeras veces —comentó Calipso
—Eso siempre lo dicen las personas cuando algo siempre es difícil —señaló Katie
—Concuerdo —dijo Piper
Durante las últimas noches, sus sueños habían empeorado. Se hallaba otra vez en los Campos de Asfódelos, vagando sin rumbo entre los fantasmas. Luego estaba en la cueva de Gaia, donde Hazel y su madre habían muerto mientras el techo se desplomaba y la voz de la diosa de la tierra aullaba de ira.
Hazel hizo una mueca
—Sí, como que los sueños no ayudaban mucho en esas épocas —dijo Leo
—Tampoco es que haya pasado hace mucho —señaló Piper
—Y tampoco era que estuviéramos en un lugar que ayudara mucho con los sueños —comentó Jason
—Estaba todo en nuestra contra —coincidió Frank
Se encontraba en la escalera del piso de su madre en Nueva Orleans, cara a cara con su padre, Plutón. Sus dedos fríos le agarraban el brazo. La tela de su traje de lana negro se retorcía lleno de almas recluidas. Plutón clavaba sus ojos oscuros y furiosos en ella y decía: «Los muertos ven lo que creen que van a ver. Igual que los vivos. Ese es el secreto».
—¿Qué? —preguntó Bianca
—Definitivamente un buen consejo —dijo Hades
—Aunque no está tan entendible —señaló Hermes
—Claro que lo es —dijo Hades
—Siento que parece la frase de un película —comentó Travis
—Un poco —dijo Miranda
Él nunca le había dicho eso en la vida real. No tenía ni idea de lo que significaba.
—Y como decía, no está lo suficientemente claro —dijo Hermes
Hades resopló, pero bueno, al menos estaba haciendo el intento, eso debía contar para algo ¿no? Por lo menos estaba un poco satisfecho de no haber abandonado del todo a sus hijos
Las peores pesadillas parecían atisbos del futuro. Hazel recorría un túnel oscuro dando traspiés mientras la risa de una mujer resonaba en torno a ella. «Controla esto si puedes, hija de Plutón», decía la mujer a modo de provocación. Y siempre soñaba con las imágenes que había visto en la encrucijada de Hécate:
—Bueno, ya me vas a quitar el trabajo —dijo Rachel
—Yo que tú me iba preparando —bromeó Will
—No gracias, puedes quedártelo —dijo Hazel
—Que dice que es un trabajo tóxico —comentó Travis
—Hay cosas más tóxicas —dijo Rachel encogiéndose de hombros
Leo cayendo a través del cielo;
Leo alzó las cejas sorprendido, porque solo cayó del cielo de cierta de manera —¿Sabías eso?
—No en realidad, solo vi que caías, pero no en donde —dijo Hazel
—Pero aun así —dijo Leo
Percy y Annabeth tumbados inconscientes, posiblemente muertos, delante de unas puertas metálicas negras; y una figura amortajada cerniéndose sobre ellos: el gigante Clitio envuelto en la oscuridad.
Percy y Annabeth hicieron una mueca
—Tal vez sí le vayas a quitar el trabajo a Rachel —murmuró Leo
—No, porque todos hemos tenido ese tipo de sueños —señaló Hazel
—Eso es bastante cierto —dijo Percy
A su lado, en lo alto del pasamanos, Galantis parloteaba con impaciencia. Hazel estuvo tentada de tirar al estúpido roedor al mar de un empujón. «Ni siquiera puedo controlar mis sueños —quería gritar—. ¿Cómo se supone que voy a controlar la Niebla?»
Estaba tan abatida que no reparó en la presencia de Frank hasta que estuvo a su lado.
—Sí estabas distraída —bromeó Connor
—Sabes que es verdad cuando ni siquiera te das cuenta de tu persona favorita —comentó Miranda
—Bueno, es que también había muchas cosas en que pensar —señaló Bianca
—No cuando está tu persona favorita —dijo Katie
—Al menos no todo el tiempo —dijo Chris
—¿Te encuentras mejor? —preguntó él.
Le cogió la mano y cubrió por completo con sus dedos los de ella. A Hazel le costaba creer lo mucho que había crecido. Se había transformado en tantos animales que no sabía por qué debía sorprenderle una transformación más…, pero de repente había adquirido su peso exacto. Ya nadie podría llamarlo «regordete» ni «peluchito».
Hazel se sonrojó
—A ver, nadie lo llamaba así —dijo Piper
—Yo creo que te proyectaste con lo último —comentó Travis
—Yo también creo que andaba buscando un apodo de novios y se le ocurrió ese, pero le dio pena —dijo Leo
Hazel se sonrojó aun más —Eso no fue lo que pasó
—Tu sonrojo dice otra cosa —bromeó Piper
Ahora parecía un jugador de fútbol americano, robusto y fuerte, con un nuevo centro de gravedad. Sus hombros se habían ensanchado. Caminaba con más seguridad. A Hazel todavía le asombraba lo que Frank había hecho en el puente de Venecia. Ninguno de ellos había presenciado la batalla, pero nadie albergaba la menor duda con respecto a ella. El porte entero de Frank había cambiado. Hasta Leo había dejado de hacer chistes a su costa.
—Tampoco soy tan idiota —dijo Leo
—Tan, es la palabra clave —bromeó Piper
Leo le aventó un cojín en la cara
—Tú mismo lo dijiste —se defendió Piper
—Estoy… estoy bien —logró decir Hazel—. ¿Y tú?
Él sonrió, y se le formaron unas arrugas en los rabillos de los ojos.
—Estoy más alto. Por lo demás, sí, estoy bien. En realidad, no he cambiado por dentro…
—Es un alivio —dijo Percy
—Definitivamente, creo que sería muy malo si también te cambiara por dentro —asintió Jason
—Es más complicado cambiar a alguien por dentro que por fuera —señaló Apolo
—Es bueno saberlo —murmuró Percy
—Aunque dijo "más complicado", no imposible —comentó Annabeth
—Genial —dijo Rachel
Su voz poseía un ápice de su antigua indecisión y su embarazo: la voz de su Frank, siempre preocupado por ser torpe y meter la pata. Hazel se sintió aliviada. Le gustaba esa parte de él. Al principio su nueva apariencia la había sorprendido. Había temido que su personalidad también hubiera cambiado.
—Bueno, no tienes nada de qué preocuparte —dijo Frank con una pequeña sonrisa
—Ahora lo sé —dijo Hazel
—Es agradable que las cosas no cambien —asintió Jason
—Definitivamente lo era —coincidió Hazel
Pero ya estaba empezando a tranquilizarse en ese sentido. A pesar de su fuerza, Frank era el mismo chico adorable. Todavía era vulnerable. Todavía le confiaba su mayor debilidad: el trozo de leño mágico que ella llevaba en el bolsillo de su chaqueta, al lado de su corazón.
—Lo sé, y me alegro —Hazel le apretó la mano—. No… no eres tú quien me preocupa.
—No me gusta que esto sea tan invasivo —se quejó Hazel
—Todos nos sentimos de la misma manera —asintió Piper
—Tú no tienes derecho a opinar, no tienes un capítulo —dijo Leo
—Pero he tenido en los otros libros —argumentó Piper
—Pero ahorita no —dijo Leo
Frank gruñó.
—¿Qué tal le va a Nico?
Ella había estado pensando en sí misma, no en Nico,
—Típico de las hermanas menores —bromeó Miranda
—Oye —se quejó Katie dándole un manotazo
—Pero Hazel es la hermana mayor —señaló Rachel
—Claro que no —dijo Nico
—Claro que sí —dijo Hazel con una pequeña sonrisa
—Entonces, típico de los hermanos mayores —bromeó Zoé
—Así me gusta más —dijo Katie
pero siguió la mirada de Frank hasta lo alto del trinquete, en cuya verga Nico se hallaba encaramado. Nico aseguraba que le gustaba hacer guardia porque tenía buena vista.
—Claro, ahora se le llama "hacer guardia" —dijo Thalia rodando los ojos
—Sí estaba haciendo guardia —masculló Nico
—Y de todas maneras nos atacaron —bromeó Leo
—Esa cosa era indetectable —dijo Nico
En nombre de su novio, Will le aventó un cojín a Leo
—Eso, defiende a tu hombre —gritó Rachel haciendo que ambos se sonrojar
—Esta bien Rachel, bienvenida a tu destrucción —masculló Will
Hazel sabía que ese no era el verdadero motivo. La parte superior del mástil era uno de los pocos sitios a bordo donde Nico podía estar solo. Los demás le habían ofrecido el camarote de Percy, ya que Percy estaba… ausente. Nico se negaba rotundamente.
—Bueno, sería inapropiado —dijo Nico sonrojado
—Pero no estaba —dijo Percy —creo que habría estado bien
—Era extraño estar ahí —señaló Nico encogiéndose de hombros
—Bueno, en realidad es entendible, sí se sentía extraño —comentó Piper
Se pasaba la mayor parte del tiempo en las jarcias, donde no tenía que hablar con el resto de la tripulación.
—Hades hace lo mismo en las reuniones familiares —dijo Apolo
—Creo que es porque nadie quiere tener que ver con la familia —masculló Hades
—Oye, somos una buena familia —dijo Hermes
Los semidioses resoplaron
Desde que se había convertido en una planta de maíz en Venecia, se había vuelto más solitario y taciturno.
—No sé —reconoció Hazel—. Ha pasado mucho. Fue capturado en el Tártaro, lo hicieron prisionero en la vasija de bronce, vio caerse a Percy y a Annabeth…
—Y prometió llevarnos a Epiro —Frank asintió con la cabeza—. Tengo la sensación de que Nico no se lleva bien con los demás.
—¿Por qué necesitaban hablar de mí? —masculló Nico
—Porque eres un buen tema de conversación —dijo Hazel con una pequeña sonrisa
—Eso es cierto —asintió Will
Nico le dio un codazo y se sonrojó
—Ay dioses —susurró Bianca incluso más jóvenes sus padres eran algo vergonzosos, y con todo y eso, como los extrañaba
Frank se irguió. Llevaba una camiseta de manga corta beige con un dibujo de un caballo y las palabras PALIO DI SIENA. La había comprado hacía un par de días, pero ya le quedaba demasiado pequeña. Cuando se estiraba se le veía el ombligo. Hazel se dio cuenta de que lo estaba mirando fijamente. Apartó la vista rápidamente, ruborizada.
—Mira, que fijada —dijo Travis riéndose
—Pero apartó la vista —dijo Rachel
—Ay dioses —murmuró Hazel
—Y se escandalizan de que uno se duerme en los establos —dijo Percy
—Cállate —dijo Annabeth
—No necesito recordar eso, gracias —dijo Zoé —soy muy joven para la terapia
—Esa la pagas tú —bromeó Percy con Annabeth
—Nico es el único familiar que tengo —dijo—. No es alguien que caiga bien a todo el mundo, pero… gracias por ser amable con él.
Frank sonrió.
—Eh, tú aguantaste a mi abuela en Vancouver. Hablando de personas que «no caen bien a todo el mundo»…
—Están a mano —dijo Connor
—Si eso no es amor, no sé qué sea —dijo Chris
—Es lo mínimo que alguien debe hacer para conquistarte —bromeó Rachel
—Lo bueno es que tú no tienes personas que no le caigan bien a todo el mundo —dijo Will
—Eso es porque no han conocido a mi padre —dijo Rachel
Todos le dieron a Reyna una mirada apenada
—¡Me encantó tu abuela!
Galantis, la comadreja, se acercó a ellos correteando, se tiró un pedo y huyó.
—Uf —Frank despejó el olor con la mano—. Por cierto, ¿qué hace esa cosa aquí?
Hazel se alegró de no estar en tierra firme. Con lo agitada que se sentía, estarían saliendo oro y piedras preciosas alrededor de sus pies.
—¿Qué acaso no hay piedras preciosas en el mar? —preguntó Travis
—Supongo que sí, pero probablemente estaban demasiado lejos —dijo Hazel
—Yo puedo confirmar que sí las hay —dijo Percy —pero sí están lejos
—Y las de la tierra no están taaan abajo —señaló Hazel
—Hécate la ha enviado a observar —dijo.
—¿Observar qué?
Hazel trató de consolarse con la presencia de Frank, su nueva aura de firmeza y fuerza.
—No lo sé —dijo por fin—. Una especie de prueba.
De repente el barco dio un bandazo hacia delante.
—Ahí está tu prueba —dijo Thalia
—No se tardó mucho en manifestarse esa prueba —murmuró Hazel
—Al menos no te hizo vivir con la ansiedad de saber cual es la prueba —comentó Percy
—Hay que ver el lado positivo —asintió Thalia
XXVI Hazel
Ella y Frank se desplomaron uno encima del otro. Hazel se practicó a sí misma sin querer la llave de Heimlich con el puño de su espada y se hizo un ovillo en la cubierta, gimiendo y escupiendo el sabor a veneno de catoblepas.
—Qué horror —dijo Miranda con una mueca
—Sí, definitivamente no fue algo que recomiende —dijo Hazel
—Eso no lo intente hacer en casa —comentó Percy
—Ni ninguna de las cosas que se han escuchado en los libros —señaló Piper
En medio del dolor, oyó que el mascarón de proa del barco, el dragón de bronce Festo, chirriaba en señal de alarma y escupía fuego. Hazel se preguntó vagamente si habían chocado contra un iceberg… pero ¿en el Adriático, en pleno verano?
—De nuevo con el Titanic —dijo Travis negando con la cabeza
—Podría ser una piedra —dijo Rachel encogiéndose de hombros
—Incluso una piedra pequeña puede hundir un barco —bromeó Will
El barco se balanceó hacia babor con un enorme alboroto, como si unos postes de teléfono se estuvieran partiendo por la mitad.
—¡Ahhh! —gritó Leo en algún lugar detrás de ella—. ¡Se está comiendo los remos!
—¿Qué se puede comer los remos? —preguntó Bianca
—Algo que jamás quieres conocer —murmuró Leo
—Bueno, lo que sea come madera y no semidioses, es ganancia —dijo Percy
—Pero sí nos puede dejar tirados en medio del mar —dijo Leo
«¿De qué habla?», se preguntó Hazel. Trató de levantarse, pero algo grande y pesado le inmovilizaba las piernas. Se dio cuenta de que era Frank, quien mascullaba al tiempo que trataba de salir de debajo de un montón de cuerda suelta.
—Lo siento —murmuró Frank
—No te preocupes, a todos nos tomó desprevenidos —dijo Hazel
—Y vaya que lo hizo —resopló Piper —ni siquiera nos dio tiempo de agarrarnos de nada
—Fue cero recomendable —asintió Jason
El resto de tripulantes se movía atropelladamente. Jason saltó por encima de ellos con la espada desenvainada y corrió hacia la popa. Piper estaba en el alcázar, disparando comida con su cornucopia y gritando:
—¡Eh! ¡EH! ¡Cómete esto, estúpida tortuga!
—¿Una tortuga? —preguntó Esperanza con confusión
—Pero las tortugas son pequeñitas —añadió Sammy
—A menos que sea una tortuga Laúd —dijo Rachel —aunque en medio del océano no sé
—Pero de todas maneras eso no es tan grande para causar estragos a un barco —dijo Will
«¿Tortuga?»
Frank ayudó a Hazel a levantarse.
—¿Estás bien?
—Sí —mintió Hazel, llevándose la mano al estómago—. ¡Vete!
—Bueno, estaba más o menos bien —dijo Hazel
—No estaba tan bien, pero tampoco era de urgencia —dijo Will
—Exactamente —coincidió Hazel
Frank subió la escalera corriendo y se descolgó la mochila, que inmediatamente se convirtió en un arco y un carcaj. Cuando llegó al timón ya había disparado una flecha y estaba preparando la segunda. Leo manejaba frenéticamente los mandos del barco.
—Los remos no se repliegan. ¡Sacadla! ¡Sacadla!
—Sí, definitivamente no me gustan las tortugas —dijo Leo
—Pero yo quería una de mascota —dijo Esperanza tristemente
—Puede ser una de peluche —bromeó Leo
—O puede ser un perrito del infierno —dijo Percy
—Cállate Percy, no ayudes —masculló Leo
En las jarcias, Nico tenía el rostro demudado de la impresión.
—¡Por la laguna Estigia…! ¡Es enorme! —gritó, desesperado—. ¡Babor! ¡A babor!
—Estaba horrible —dijo Nico
—Bueno, para ti estaba horrible, para alguien más probablemente no —dijo Thalia
—Esta vez estoy con Nico, esa cosa era horrible —comentó Piper
—Se veía la maldad en sus ojos —asintió Jason
El entrenador Hedge fue el último en llegar a cubierta. Compensó su tardanza con entusiasmo. Subió la escalera dando brincos y blandiendo su bate de béisbol y, sin vacilar, galopó como una cabra hasta la popa y saltó encima del pasamanos gritando alegremente:
—¡Ja, JA!
—Bueno, a alguien sí le gustan las tortugas —dijo Connor
—Él se la estaba pasando en grande —asintió Leo
—Al menos alguien tenía que disfrutarlo —dijo Piper
—Y ya que no era nuestro tipo de diversión, estaba bien que fuera el suyo —asintió Frank
Hazel se dirigió al alcázar tambaleándose para unirse a sus amigos. El barco dio una sacudida. Se partieron más remos, y Leo gritó:
—¡No, no, no! ¡Maldito sea tu caparazón, hija de tu madre!
Leo resopló
—Leo está como "perdonen las palabrotas que voy a decir"— bromeó Travis
—Tapen los oídos de los niños pequeños —dijo Leo riendo
—No vayan a aprenderse las maldiciones tan fuertes —comentó Piper
Hazel llegó a la popa y no dio crédito a lo que veían sus ojos. Al oír la palabra «tortuga» había pensado en una adorable criatura del tamaño de un joyero posada en una roca en medio de un estanque. Al oír las palabras «tortuga enorme», su mente había tratado de hacer ajustes: vale, tal vez fuera como la tortuga de las Galápagos que había visto una vez en el zoo, con un caparazón lo bastante grande para montarse encima de ella.
—Pero no creo que se pueda comer los remos —dijo Katie
—Pero eso no le impidió intentarlo —murmuró Jason
—Estaba dando una buena batalla —asintió Frank
—Ella no se iba a quedar solo con el intento —dijo Leo
—Fíngelo hasta que lo logres —señaló Bianca
No se había imaginado una criatura del tamaño de una isla. Cuando vio la inmensa bóveda con escarpados cuadrados negros y marrones, la palabra «tortuga» simplemente se quedó corta. Su caparazón se parecía más a una masa continental: colinas de hueso, relucientes valles nacarados, bosques de quelpos y musgo, ríos de agua marina cayendo por los surcos de su caparazón.
—Pero suena bonita —dijo Miranda
—Y yo solo he escuchado que estaba horrible —asintió Rachel
—Es que era bonita, pero horrible —dijo Piper
—Claro, eso tiene mucho sentido —dijo Thalia rodando los ojos
—Su caparazón era bonito, el resto de ella no —señaló Jason
En el lado de estribor del barco, otra parte del monstruo se elevó del agua como un submarino.
¡Lares de Roma, ¿era su cabeza?! Sus ojos dorados eran del tamaño de piscinas para niños, con unas hendiduras oblicuas a modo de pupilas. Su piel relucía como el camuflaje militar mojado: marrón con motas verdes y amarillas. Su boca roja sin dientes podría haberse tragado la Atenea Partenos de un bocado.
—Bueno, definitivamente nadie educó bien a esa tortuga —se quejó Connor
—O al contrario, estaba demasiado bien educada —señaló Miranda
—Estaba educada para la maldad —asintió Hazel
—Creo que esa es una mejor explicación —dijo Chris
Hazel observó como partía media docena de remos.
—¡Basta ya! —dijo Leo gimoteando.
El entrenador Hedge trepaba por el caparazón de la tortuga, golpeándola en vano con su bate de béisbol y chillando:
—¡Toma esto! ¡Y esto!
—Un deporte extremo —dijo Leo
—Debería haber participantes de eso en los Juegos Olímpicos —dijo Rachel
—Sí, que vuelva la buena diversión —asintió Dionisio
—Antes había muy buenos juegos —coincidió Hermes
Jason salió volando de la popa y aterrizó en la cabeza de la criatura. Intentó clavar su espada dorada justo entre los ojos de la tortuga, pero la hoja resbaló de lado, como si la piel fuera de acero engrasado.
—Estúpida tortuga —murmuró Jason
—¿Es algo así como el león de Nemea? —preguntó Percy
—Creo que sí, no estoy seguro que algo pudiera atravesar a esa cosa —dijo Jason
—Bueno, nadie imaginó nunca que las tortugas pudieran ser tan malas —dijo Rachel
Frank disparó flechas a los ojos del monstruo sin éxito. Los transparentes párpados interiores de la tortuga se abrían y se cerraban con extraordinaria precisión y desviaban cada disparo. Piper lanzó melones al agua gritando:
—¡Ve a buscarlos, estúpida tortuga!
Pero la tortuga parecía empeñada en comerse el Argo II.
—Seguramente se veía más rico que todo lo demás —dijo Travis
—Es una fuente alta en nutrientes —dijo Will
—De un sabor delicioso —comentó Rachel riendo
—Lo óptimo para tener una dieta adecuada —coincidió Katie
—Libre de conservadores —bromeó Percy
—¿Cómo se ha acercado tanto? —preguntó Hazel.
Leo levantó las manos, exasperado.
—Debe de ser el caparazón, supongo. Es invisible al sónar. ¡Es una puñetera tortuga indetectable!
—Aparte de todo —dijo Thalia
—Bueno, única en su especie —dijo Annabeth
—Gracias a los dioses —comentó Piper —imagínate encontrarte con toda una familia de esas
—No, gracias —dijo Frank
—Es algo que nadie quiere presenciar nunca —dijo Leo
—¿El barco puede volar? —preguntó Piper.
—¿Con la mitad de los remos rotos? —Leo pulsó unos botones y giró la esfera de Arquímedes—. Tendré que probar con otra cosa.
—Genial —dijo Rachel
—Bueno, eso es malo —dijo Bianca
—Pero todavía hay esperanza de salir de ahí —dijo Chris
—Todavía lo esperábamos —coincidió Leo
—¡Allí! —gritó Nico desde arriba—. ¿Puedes llevarnos a ese estrecho?
Hazel miró adonde estaba señalando. A unos ochocientos metros hacia el este, una larga franja de tierra avanzaba paralela a los acantilados de la costa.
—Eso podría funcionar —asintió Thalia
—Está convenientemente bien ubicado —dijo Annabeth con el ceño fruncido
—Ni nos digas —murmuró Piper
—Bueno, no te va a sorprender lo que va a pasar a continuación —suspiró Hazel
Resultaba difícil saberlo con seguridad desde lejos, pero la extensión de agua que se interponía entre ellos parecía solo de veinte o veinticinco metros de ancho: posiblemente lo bastante ancha para que el Argo II pasara, pero sin duda no lo bastante para la concha de la gigantesca tortuga.
—Esperemos que funcione —dijo Rachel
—Pues por lo que dijeron hace rato, no estoy muy seguro —dijo Chris
—Es que depende de cómo lo veas —señaló Leo
—De cualquier lado que lo veas fue lo mismo —comentó Piper
—Que poco positivismo —masculló Leo
—Pero era la verdad —dijo Piper encogiéndose de hombros
—Sí. Sí —al parecer Leo lo entendió. Se volvió hacia la esfera de Arquímedes—. ¡Jason, apártate de la cabeza de esa cosa! ¡Tengo una idea!
Jason todavía estaba dando tajos en la cara de la tortuga, pero cuando oyó a Leo decir «Tengo una idea», tomó la única decisión inteligente. Huyó lo más rápido posible.
—No sé si eso es un cumplido o no —se quejó Leo
—Claro que es un cumplido —dijo Hazel
—No sonó como uno —masculló Leo
—Pero sí lo es —dijo Hazel
—¡Vamos, entrenador! —gritó Jason.
—¡No, yo me ocupo de esta! —dijo Hedge, pero Jason lo agarró por la cintura y se lo llevó.
Lamentablemente, el entrenador se resistió tanto que a Jason se le escapó la espada de la mano y se cayó al mar.
Jason hizo una mueca
—Genial, ahora tienen una espada menos —dijo Thalia
—Pero espera, yo he visto que todavía tienes tu espada —dijo Rachel
—Ah, es que también pasó algo con eso —comentó Jason
—Pero esto es sin spoilers —señaló Leo
Jason se encogió de hombros
—¡Entrenador! —se quejó Jason.
—¿Qué? —dijo Hedge—. ¡Estaba ablandándola un poco!
La tortuga dio un cabezazo contra el casco y por poco tiró a toda la tripulación por el costado de babor. Hazel oyó un crujido, como si la quilla se hubiera hecho astillas.
—Eso se pone cada vez peor —dijo Percy
—Y sí —dijo Leo
—Todavía falta muchas cosas —asintió Piper
—Eso suena bastante malo —dijo Apolo
—Un minuto más —dijo Leo, moviendo las manos a toda velocidad sobre el tablero.
—¡Puede que no sigamos aquí dentro de otro minuto! —Frank disparó su última flecha.
—¡Lárgate! —gritó Piper a la tortuga.
Por un instante, dio resultado.
—Lastima que diga que solo por un instante —dijo Katie
—A veces un instante es mejor que nada —dijo Jason
—En eso tienes cierta razón —añadió Thalia
—Gracias —suspiró Jason
La tortuga se apartó del barco y hundió la cabeza bajo el agua. Pero luego volvió a salir y embistió todavía más fuerte. Jason y el entrenador Hedge se cayeron sobre la cubierta.
—¿Estás bien? —preguntó Piper.
—Sí —murmuró Jason—. Sin arma, pero bien.
—El entrenador también está bien, gracias —bromeó Connor
Piper se sonrojó —Es que ya había visto que él estaba bien
—Sí claro —dijo Leo riendo
—Es tan creíble eso —dijo Rachel
Piper se sonrojó aun más
—¡Fuego en el casco! —gritó Leo, girando su mando de Wii.
Hazel pensó que la popa había explotado. Detrás de ellos brotaron unos chorros de fuego que alzanzaron la cabeza de la tortuga. El barco salió disparado hacia delante y arrojó otra vez a Hazel al suelo.
—Divertidisimo —resopló Hazel
—Pero el fuego se veía increíble —señaló Leo
—En eso tienes razón —admitió Jason
—Le dio el toque —coincidió Piper
Se levantó y vio que el barco daba saltos sobre las olas a una velocidad increíble, seguido de una estela de fuego como un cohete. La tortuga ya estaba a cientos de metros detrás de ellos, con la cabeza chamuscada y humeante.
—Pobrecita —dijo Miranda
—-No, ningún pobrecita. Nos estaba haciendo la vida imposible —señaló Leo
—Pero, ¿a ti te gustaría que te chamuscar la cabeza? —preguntó Connor con fingida seriedad
—Sí —respondió Leo encogiéndose de hombros
—-Es que también a quien le preguntas —dijo Miranda negando con la cabeza
El monstruo rugió de impotencia y partió detrás de ellos; sus aletas surcaban el agua con tal fuerza que empezó a alcanzarlos. La entrada del estrecho se encontraba todavía cuatrocientos metros por delante.
—Una distracción —murmuró Leo—. No lo conseguiremos a menos que usemos una distracción.
—Sí, definitivamente necesitan una —dijo Apolo
—El caso es que les funcione —señaló Hermes
—Eres la alegría de la huerta —resopló Apolo
—Pues es la verdad —se defendió el dios de los mensajeros
—Una distracción —repitió Hazel. Se concentró y pensó: «¡Arión!».
No tenía ni idea de si daría resultado, pero enseguida vio algo en el horizonte: un destello de luz y vapor. El resplandor atravesó la superficie del Adriático como un rayo. En un abrir y cerrar de ojos, Arión estaba en el alcázar.
—Ese caballo es increíble —dijo Bianca
—Lo sé —dijo Hazel entusiasmada
—Yo siempre he querido montarlo —dijo Bianca
—Dioses míos —suspiró Will
—Tal vez algún día se pueda, aunque probablemente sea con muchos insultos —comentó Hazel
—Sí, tal vez algún día —murmuró Bianca aunque ya no se veía tan entusiasmada
Will y Nico intercambiaron una mirada
«Dioses del Olimpo —pensó Hazel—. Adoro este caballo». Arión resopló como diciendo: «Pues claro. No eres tonta». Hazel se montó en su lomo.
—Piper, no me vendría mal un poco de tu capacidad de persuasión.
—Tendrán una oportunidad —dijo Hermes y mirando a Apolo, añadió —¿Ves? Puedo ser positivo cuando la ocasión lo amerita
Apolo resopló
—Hubo una época en que me gustaban las tortugas —murmuró Piper, aceptando la mano que la chica le ofrecía para subir—. ¡Pero ya no!
—Definitivamente no —dijo Leo con una mueca
—Pero a Esperanza sí le gustan y ni modo —señaló Katie
—No sé, me gusta más la idea del perrito del infierno —añadió la niña
Leo le dio una mala mirada a Percy, él solo se limitó a encogerse de hombros
Hazel espoleó a Arión. El caballo saltó por encima del costado del barco y cayó al agua a todo galope. La tortuga nadaba rápido, pero no podía alcanzar la velocidad de Arión. Hazel y Piper pasaron silbando alrededor de la cabeza del monstruo, mientras Hazel lanzaba estocadas con su espada y Piper gritaba órdenes al azar como «¡Sumérgete!», «¡Gira a la izquierda!», «¡Mira detrás de ti!».
—Bueno, mientras no se confundan para quien son las órdenes —comentó Hermes
—Eso acabaría muy mal —señaló Hefesto
—Lo bueno es que Arión no se desconcentró en ningún momento —dijo Perséfone
—Al menos —dijo Hades
La espada no causaba ningún daño. Cada orden solo surtía efecto un instante, pero la tortuga se estaba irritando mucho. Arión relinchó despectivamente cuando la tortuga intentó morderle, y le llenó la boca de vapor de caballo.
—Todos los insultos que se ha de haber llevado esa tortuga —dijo Percy
—Sí, y no creo que hayan sido insultos de los leves —comentó Hazel
—Yo creo que fueron insultos tan malos como los que Leo le dijo a la tortuga —bromeó Travis
—Yaaaa —se quejó Leo
Pronto el monstruo se había olvidado por completo del Argo II. Hazel seguía lanzándole estocadas a la cabeza. Piper seguía gritando órdenes y usando la cornucopia para disparar cocos y pollos asados que rebotaban en los globos oculares de la tortuga.
—Eso es muy genial —dijo Rachel
—Gracias. Ese siempre había sido mi sueño —bromeó Piper
—Un pendiente menos en tu lista de cosas por hacer —señaló Reyna
—Claro que ya lo marqué —asintió Piper
En cuanto el Argo II hubo entrado en el estrecho, Arión puso fin a su hostigamiento. Siguieron al barco a toda velocidad, y un momento más tarde estaban otra vez en la cubierta. El fuego de los cohetes se había apagado, aunque las humeantes rejillas de ventilación de bronce todavía destacaban en la popa.
—No es por nada, pero me parece que fue muy fácil —dijo Hermes
—La verdad es que yo también estoy de acuerdo —asintió Artemisa —parece como si fuera algo elaborado
—Las cosas nunca pueden ser fáciles —suspiró Thalia
—Ya nos dimos cuenta —dijo Piper con una mueca
El Argo II avanzaba con dificultad impulsado por la vela, pero su plan había funcionado. Estaban fuera de peligro en aguas poco profundas, con una isla larga y rocosa a estribor y los escarpados acantilados blancos del continente a babor. La tortuga se detuvo en la entrada del estrecho y les lanzó una mirada torva, pero no hizo ningún intento por seguirlos. Saltaba a la vista que su caparazón era demasiado ancho.
—Ni modo —dijo Connor
—¿Pero ahora no están encerrados ustedes? —preguntó Bianca
—¿Por qué todos lo vieron menos nosotros? —masculló Leo
—A veces necesitas una perspectiva externa —bromeó Percy
—Eso lo explica —dijo Leo
Hazel desmontó, y Frank le dio un fuerte abrazo.
—¡Buen trabajo! —dijo.
Ella se ruborizó.
—Gracias.
Sus amigos empezaron a hacer ruiditos molestos
—Dioses —se quejó Hazel
—Es un poco molesta la falta de privacidad —dijo Frank
—¿Un poco? —preguntó Percy
—Un poco demasiado —señaló Leo
Piper se deslizó del caballo a su lado.
—Leo, ¿desde cuándo tenemos propulsión por reacción?
—Oh, ya sabes… —Leo trató de hacerse el modesto, pero no lo consiguió—. Es una tontería sin importancia que he preparado en mi tiempo libre. Ojalá pudiera daros más de unos segundos de fuego, pero por lo menos nos ha servido para escapar.
—Una tontería, dice —murmuró Travis
—No te quedó el papel de modesto —dijo Piper
—¿Disculpa? ¿Cómo no iba a quedarme si yo soy demasiado modesto? —preguntó Leo
—Buscas la definición de modesto y obviamente aparece Leo —dijo Connor
—Gracias —dijo Leo
—Y para achicharrar la cabeza de la tortuga —dijo Jason agradecido—. Y ahora, ¿qué?
—¡Matémosla! —dijo el entrenador Hedge—. ¿Hace falta preguntarlo? Estamos lo bastante lejos. Tenemos ballestas. ¡Preparaos, semidioses!
Jason frunció el entrecejo.
—En primer lugar, entrenador, me ha hecho perder mi espada.
—Sí, eso definitivamente es una complicación —dijo Thalia
—Y no es como que puedas ir a la tienda de espadas y simplemente comprar otra —señaló Chris
—Sin embargo, que eso pudiera pasar es una buena idea —dijo Travis
—Así como las donuts monstruo, una tienda de armas para semidioses — asintió Connor
—Chicos, no —suspiró Quirón
—Pero piénsalo, es una buena idea —dijo Travis
—¡Oye! ¡Yo no te he pedido que me evacuaras!
—En segundo, no creo que las ballestas sirvan. Ese caparazón es como la piel del león de Nemea. Y la cabeza es igual de dura.
—Entonces le tiramos un proyectil por la garganta —propuso el entrenador—, como hicisteis con el monstruo gamba en el Atlántico. Lo iluminaremos desde dentro.
—Esa de hecho no es mala idea —dijo Clarisse
—Aunque deben tener demasiado cuidado con eso —señaló Deméter
—No sería el primer monstruo que incendiamos —dijo Leo encogiéndose de hombros
—Y probablemente tampoco el último —comentó Miranda
—Más que probable —asintió Piper
Frank se rascó la cabeza.
—Podría funcionar. Pero luego tendríamos un cadáver de tortuga de cinco millones de kilos bloqueando la entrada del estrecho. Y si no podemos volar con los remos rotos, ¿cómo sacamos el barco?
—¡Esperamos y arreglamos los remos! —dijo el entrenador—. O navegamos en la otra dirección, pedazo de zopenco.
—Pues sí, Frank —dijo Travis riendo
—Claro, no sé cómo no me di cuenta antes —dijo Frank rodando los ojos
—Necesitas poner más atención para la próxima —comentó Leo
—Ah sí claro, no lo olvidaré. Aunque ni siquiera supe que era un zopenco —murmuró Frank
Hazel le dio una pequeña sonrisa divertida
Frank se quedó confundido.
—¿Qué es un zopenco?
—¡Chicos! —gritó Nico desde lo alto del mástil—. Navegar en la otra dirección no creo que dé resultado.
—Ay no, ahí van las malas noticias —dijo Rachel
—Ahí van más malas noticias —dijo Piper —te faltó agregar el más
—Me disculpo por mi error —comentó Rachel
—Pero bueno, definitivamente parece que no hay cosas fáciles de hacer —señaló Perséfone
—Quién sabe por qué —resopló Luke
Señaló más allá de la proa. Unos cuatrocientos metros por delante de ellos, la franja de tierra larga y rocosa formaba una curva hacia dentro y se juntaba con los acantilados. El canal terminaba en una estrecha V.
—No estamos en un estrecho —dijo Jason—. Estamos en un callejón sin salida.
—Genial, suena increíble —dijo Will
—Estacionamos mal el carro —dijo Leo negando con la cabeza
—Por eso hay que poner atención al camino —bromeó Connor
—Para la próxima —prometió Leo
—No gracias —dijo Jason
Hazel notó frío en los dedos de las manos y los pies. En el pasamanos de babor Galantis, la comadreja, estaba acuclillada mirándola con expectación.
—Es una trampa —dijo Hazel.
—Nos lo esperábamos un poco — dijo Miranda
—Nosotros no —suspiró Piper
—Nos tomó mucho por sorpresa —asintió Jason
—Pensamos que le habíamos ganado a la tortuga —suspiró Leo
—Me acabo de dar cuenta que una tortuga nos ganó —dijo Piper con una mueca
Los demás la miraron.
—No, no hay peligro —dijo Leo—. Lo peor es que tenemos que hacer reparaciones. Podrían llevarme toda la noche, pero puedo hacer volar otra vez este barco.
La tortuga rugió en la boca de la ensenada. No parecía interesada en marcharse.
—Pero haganle caso a Hazel —dijo Miranda
—Ella es la que sabe cosas —asintió Rachel
—Lamentamos no haberte hecho caso —dijo Piper
—Está bien, tampoco yo estaba segura de lo que estaba pasando —dijo Hazel encogiéndose de hombros
—Bueno… —Piper se encogió de hombros—, por lo menos la tortuga no puede alcanzarnos. Aquí estamos a salvo.
Era un comentario que ningún semidiós debía hacer.
—Es que también tú, Piper —dijo Thalia negado con la cabeza
—Es como si te estuvieras poniendo de carnada para el universo —bromeó Percy
—Parece que retas al universo — coincidió Thalia
—Lamento mi terrible error — suspiró Piper
—Que no vuelva a pasar —dijo Will
Las palabras apenas habían salido de su boca cuando una flecha se clavó en el palo mayor, a quince centímetros de su cara.
La tripulación se dispersó para ponerse a cubierto menos Piper, que se quedó paralizada, mirando boquiabierta la flecha que había estado a punto de atravesarle la nariz.
—Bueno, una no está preparada para cosas como esa —dijo Piper
—No, pues creo que nadie estaría preparada para eso —dijo Rachel con una mueca
—Si hay una próxima vez, tampoco creo estar preparada —comentó Piper
—Es algo que nunca va a pasar —comentó Percy
—¡Agáchate, Piper! —susurró Jason. Pero no cayeron más proyectiles.
Frank estudió el ángulo de la flecha en el mástil y señaló con el dedo hacia lo alto de los acantilados.
—Allí arriba —dijo—. Un solo tirador. ¿Lo veis?
—¿Desde esa distancia? —preguntó Bianca impresionada
—La verdad es que es bastante increíble —dijo Thalia
—Definitivamente lo es —asintió Will
El sol le daba en los ojos, pero Hazel vio una diminuta figura en lo alto del saliente. Su armadura de bronce brillaba.
Poseidón tenía una idea bastante buena de quien podía ser, porque por supuesto, tenían que encontrarse a alguien en medio del océano. Aunque tal vez se alegraba un poco de que Percy no estuviera ahí, no estaba seguro de cómo se desarrollaría eso.
—¿Quién demonios es? —preguntó Leo—. ¿Por qué nos está disparando?
—¿Chicos? —la voz de Piper sonó aflautada—. Hay una nota.
Hazel no lo había visto antes, pero había un rollo de pergamino atado al astil de la flecha. No sabía por qué, pero eso la cabreó. Se acercó hecha una furia y lo desató.
—Bueno, después de todo, creo que es justo —dijo Rachel
—Hazel contra un rollo de pergamino —bromeó Connor
—E iba ganando el pergamino —dijo Hazel con una mueca
—Pero aún puedes darle la vuelta —señaló Miranda
—Aún hay esperanza —asintió Katie
—¿Hazel? —dijo Leo—. ¿Seguro que no hay peligro?
Ella leyó la nota en voz alta:
—Primera línea: «La bolsa o la vida».
—¿Cuál bolsa? —preguntó Miranda
—¿A lo mejor se refiere a la estatua? —señaló Rachel
—Como se ve que nunca han vivido en un barrio inseguro —bromeó Leo
—Me lastima que no hayas entendido la referencia, Miranda —dijo Connor negando con la cabeza
—Sí bueno, y sigo sin entenderla — murmuró Miranda
—Yo tampoco la entiendo —susurró Lena
Esperanza se encogió de hombros
—¿Qué significa eso? —se quejó el entrenador Hedge—. Yo no veo que tengamos ninguna bolsa. ¡Y si espera que entreguemos nuestras vidas, lo tiene claro!
—Hay más —dijo Hazel—. «Esto es un atraco. Enviad a dos de vuestro grupo a lo alto del acantilado con todos vuestros objetos de valor. No más de dos. Dejad el caballo mágico. Nada de volar. Nada de trucos. Subid a pie».
—Genial, nueva forma de robar —resopló Will
—Técnicamente no es tan nueva —comentó Hermes —Sin embargo es muy eficiente
—Nos acorraló y luego nos asaltó —dijo Hazel con el ceño fruncido
—Nos tuvo justo donde quería —coincidió Jason
Los chicos del Argo hicieron una mueca
—¿Subir por dónde? —preguntó Piper.
Nico señaló con el dedo.
—Allí.
Una estrecha escalera labrada en el acantilado subía a la cima. La tortuga, el canal sin salida, el acantilado… Hazel tenía la sensación de que no era la primera vez que el autor de la carta cazaba por sorpresa un barco en ese lugar.
—No, definitivamente no —dijo Poseidón
—Creo por eso es tan eficiente su ,método, son años de práctica —dijo Apolo
—Serí tonto que si tiene años para prácticar no lo sepas hacer —señaló Calipso
—Hay sus excepciones —dijo Apolo mirándola con una ceja levantada
Se aclaró la garganta y siguió leyendo en voz alta:
—«Y me refiero a todos vuestros objetos de valor. De lo contrario, mi tortuga y yo acabaremos con vosotros. Tenéis cinco minutos».
—Nunca pensé que una tortuga pudiera ser usada como amenaza —dijo Katie
—Tampoco yo. No fue algo bonito de descubrir —dijo Leo
—Cambió toda mi perspectiva sobre las tortugas —señaló Piper
—Una tortuga puede dar más miedo que cualquier otro monstruo —coincidió Frank
—Las tortugas no son amigos —dijo Leo
—¡Usemos las catapultas! —gritó el entrenador.
—«P. D —leyó Hazel—: Ni se os ocurra usar las catapultas».
—¡Maldita sea! —exclamó el entrenador—. Ese tío es bueno.
—Que triste —dijo Connor
—¿Hay un micrófono dentro del barco o algo así? —preguntó Rachel
—O lee muy bien los labios y el lenguaje corporal —señaló Will
—¿Desde esa distancia?
—Bueno, pudo disparar con bastante eficiencia una flecha, yo creo que sí —añadió Reyna
—Genial —murmuró Rachel
—¿Está firmada la nota? —preguntó Nico.
Hazel negó con la cabeza. Había oído una historia en el Campamento Júpiter, algo acerca de un ladrón que trabajaba con una tortuga gigante, pero, como siempre le pasaba, cuando necesitaba información se quedaba en lo más recóndito de su mente, fuera de su alcance, y eso la sacaba de quicio.
—Siempre pasa —asintió Percy
—La información nunca está disponible cuando la ocupas —se quejó Jason
—Es como cuando después de una pelea se te ocurre la respuesta perfecta —comentó Zoé
—Sí se siente así —dijo Percy
—Es una manera de describirlo —coincidió Piper
—Una manera bastante eficiente —dijo Jason
La comadreja Galantis la observaba, esperando para ver lo que hacía. La prueba todavía no ha llegado, pensó Hazel. No había bastado con distraer a la tortuga. Hazel no había demostrado que podía controlar la Niebla…, principalmente porque no podía controlarla.
—Yo creo que por eso —asintió Rachel
—Me parece una buena razón para no controlarla —condición Miranda
—Pregunta totalmente hipotética para una tarea ¿Un mortal puede aprender a usar La Niebla? —preguntó Zoé
Percy y Annabeth intercambiaron una mirada, ninguno de los chicos respondió, porque en realidad nadie sabía. Así que a regañadientes miraron a los dioses.
Apolo se removió un poco incómodo —Bueno, ha habido sus excepciones
Zeus resopló
—Aunque esas excepciones les costó más trabajo de lo normal, aunque claro, aprender el sendero de Hécate va por el mismo camino —dijo Apolo
Varios se veían igual de confundidos que antes, pero obviamente los dioses no iban a dar más explicaciones exactas, así que Hades tuvo que continuar la lectura.
Leo examinó la cima del acantilado y murmuró entre dientes.
—La trayectoria no es buena. Aunque pudiera armar la catapulta antes de que ese tío nos acribillara a flechazos, no creo que pudiera acertar. Está muy lejos, y casi recto hacia arriba.
—Sí —masculló Frank—. Mi arco tampoco sirve. Tiene mucha ventaja, estando encima de nosotros. Yo no podría alcanzarlo.
—Sí, sería demasiado malo —dijo Percy
—Ese básicamente es un tiro imposible —asintió Bianca
—No hay tiros imposibles —dijeron Apolo y Artemisa al mismo tiempo
Los chicos que utilizaban el arco se voltearon a ver, claro, ellos lo decían porque eran dioses y sí, probablemente no hubiera tiros imposibles, pero con los mitad divinos no funcionaba de la misma manera
—Y, ejem… —Piper se acercó a la flecha clavada en el mástil—. Me da la impresión de que es un buen tirador. No creo que quisiera acertarme. Pero si quisiera…
No hizo falta que terminara la frase. Quienquiera que fuese el ladrón, podía acertar a un objetivo a decenas de metros de distancia. Podía dispararles a todos antes de que reaccionasen.
—Definitivamente —asintió Hermes
—Y creo que sería como un juego de niños para él —suspiró Poseidón. En realidad durante mucho tiempo no había pensado en él —en muchos de los hijos mitológicos que tenía por ahí, de hecho—, pero a Percy y sus amigos todos parecían seguirlos
—Entonces ahora viene la verdadera prueba —dijo Calipso
—Sí —dijo Hazel con una mueca
—Iré yo —dijo Hazel.
No le gustaba ni un pelo la idea, pero estaba segura de que Hécate lo había tramado todo como un retorcido desafío. Esa era la prueba de Hazel: su ocasión para salvar el barco. Por si necesitaba alguna confirmación, Galantis correteó por el pasamanos y saltó sobre su hombro, lista para el viaje.
—Bueno, un afirmación nunca está de más —dijo Apolo
—Como si no te pusiera lo suficientemente nerviosa tener que enfrentarte al tirador y ahora llevabas una observadora —dijo Thalia
—No puede haber nada más divertido —confirmó Hazel
—Claro, te la pasarás en grande —asintió Bianca
Los demás se la quedaron mirando. Frank cogió su arco.
—Hazel…
—No, escuchad —dijo—, el ladrón quiere objetos de valor. Yo puedo ir allí arriba e invocar oro, joyas, lo que quiera.
—Pero si lo ve, te puede tener de rehén —dijo Perséfone
—Pero los vivos solo ven lo que quieren —murmuró Hades. Bueno, al menos había dado una pista, no era exactamente una gran ayuda en la misión de su hija, pero era mejor que nada. Aunque con todo lo que había pasado, no creía que su hija lo valorara del todo, y no podía culparla.
Leo arqueó una ceja.
—Si le pagamos, ¿crees que nos dejará marchar de verdad?
—No tenemos muchas opciones —dijo Nico—. Entre ese tipo y la tortuga…
Jason levantó la mano. Los otros se quedaron callados.
—Yo también iré —dijo—. La carta dice que vayan dos personas.
—Eso también es cierto —dijo Connor
—Y mejor no desatar la ira de alguien que puede disparar desde tan lejos —señaló Chris
—Aunque es un poco preocupante, ¿para que querría a los dos ahí? Es ponerse en desventaja —comentó Annabeth
—Solo que piense que no tienen oportunidad —murmuró Thalia
—Bueno, pero no le íbamos a dar el gusto —dijo Hazel
Llevaré a Hazel allí arriba y le cubriré la espalda. Además, no me gusta la pinta que tiene esa escalera. Si Hazel se cae… yo puedo usar los vientos para evitar que nos peguemos un buen trompazo.
—Me gusta la idea —asintió Perséfone
—A mí no mucho, pero bueno —murmuró Thalia
—Pero de hecho es una buena oportunidad tenerlos a ambos —dijo Artemisa
—Hacemos buen equipo —coincidió Jason
—Claro que sí —dijo Hazel con una pequeña sonrisa
—Ese tipo no sabrá que lo golpeó —dijo Connor
Arión relinchó en señal de protesta, como diciendo: «¿Vas a ir sin mí? Estás de coña, ¿no?».
—No me queda más remedio, Arión —dijo Hazel—. Jason… creo que tienes razón. Es el mejor plan.
—Ojalá tuviera mi espada —Jason lanzó una mirada furibunda al entrenador—. Está en el fondo del mar, y no tenemos a Percy para que la saque.
—Percy, recolector de objetos profesional —bromeó Travis
—Y además no cobro mucho —dijo Percy
—Pues deberías —dijo Connor
—Para los desconocidos 250 dracmas, para los amigos 500 —comentó Leo
—Una increíble oferta —asintió Percy
—Lo sé, tengo muchos consejos financieros más —dijo Leo
El nombre de Percy los sobrevoló como una nube. El ambiente en la cubierta se volvió todavía más oscuro. Hazel estiró el brazo. No se lo pensó. Simplemente se concentró en el agua e invocó oro imperial. Una idea estúpida. La espada estaba demasiado lejos, probablemente a muchos metros bajo el agua. Pero notó un rápido tirón en los dedos, como si un pez hubiera picado en un sedal, y la espada de Jason salió volando del agua hasta su mano.
—Te están quitando el trabajo —señaló Connor
—Bueno, esta vez lo paso porque era una situación extraordinaria —dijo Percy —pero no pueden estar en mi negocio
—Lo siento —dijo Hazel —no me volveré a meter en tus asuntos
—No te metas con la mafia del agua —dijo Leo riendo
—No es recomendable —añadió Percy
—Toma —dijo, entregándosela.
Jason se quedó con los ojos como platos.
—¿Cómo…? ¡Estaba a casi un kilómetro!
—He estado practicando —dijo ella, aunque no era verdad.
—Mira, tienes la espada, no pidas explicaciones —bromeó Katie
—Sí, tampoco se puede todo, Jason —dijo Rachel negando con la cabeza
—No le busques tres pies al gato —dijo Leo
—Los gatos no tienen tres pies —añadió Thom amablemente —tienen cuatro
Algunos le dieron una sonrisita divertida
—Sí Leo, duh. ¿Cómo no vas a saber cuantos pies tiene un gato? —dijo Piper negando con la cabeza
—Lo siento por mi ignorancia —dijo Leo con fingida tristeza
Esperaba no haber maldecido sin querer la espada de Jason al invocarla, como le ocurría con las joyas y los metales preciosos.
—Realmente no lo creo, es distinto —dijo Jason
—¿Pero lo es? —preguntó Hera
Jason y Hazel hicieron una mueca
—Tal vez deberías dejar la espada —señaló Hazel
—No, no pasó nada y la maldición se rompió —dijo Jason encogiéndose de hombros —confío en ti
Hazel le dio una pequeña sonrisa
Sin embargo, pensó, las armas son distintas. Después de todo, había sacado un montón de pertrechos de oro imperial de la bahía del glaciar y los había distribuido entre la Quinta Cohorte. En esa ocasión había salido bien.
—Creo lo mismo —dijo Jason
—Entonces no hay nada más que hablar —dijo Katie
—Todo había salido como se supone —añadió Reyna —entonces está bien
—Eso espero —murmuró Hazel
Decidió no preocuparse por ello. Estaba tan furiosa con Hécate y tan cansada de ser manipulada por los dioses que no pensaba permitir que ningún problema sin importancia se interpusiera en su camino.
—Bueno, si no hay más objeciones, tenemos que ir a ver a un ladrón.
—Siento pena por el ladrón que se tenga que enfrentar a una Hazel furiosa —dijo Rachel
—Yo también —coincidió Will
—Creo que nadie quisiera ver nunca a Hazel enojada —dijo Miranda
—No es para tanto —murmuró Hazel
—Lo es —asintió Nico
—Yo creo que todos dan miedo cuando se enojan —comentó Zoé
—Yo creo exactamente lo mismo —añadió Bianca
—Bueno, no creo que ustedes se queden atrás —dijo Thalia —si tenemos en cuenta todo
—Tienes razón —asintió Leo
—Aunque creo que Zoé se vería como una chihuahua enojada —bromeó Connor
—¡Oye! —se quejó Zoé riendo
Percy se estaba divirtiendo, pero lo dijo completamente sin pensar —No le digas así a mi hija
Por un momento todos se quedaron en silencio, Annabeth se sonrojó y Zoé le dio una sonrisa brillante
Percy por un momento quería retractarse, pero al final de cuentas eso es lo que era, y las cosas estaban cambiando
