10. Asmodeo
Una mañana en la que está Crowley tumbado sobre la mesa, pero despierto y Aziraphale está a su lado sentado en una silla leyendo en voz alta, la puerta de la casita se abre y la figura espigada de un hombre joven de ojos azules y cabello rubio, largo y ondulado se mete dentro arrastrando un saco.
A Aziraphale se le corta la voz de lo que leía con eso. Crowley se incorpora buscando su revólver que además lleva unos días olvidado por ahí.
—Oh,merd…—empieza el recién llegado al notarles ahí dentro, abriendo la boca y soltando el saco.
—¡Quieto! —grita Crowley apuntándole con el arma.
—¡Carámbanos! —exclama Aziraphale porque no se esperaba esto… y la verdad, los otros dos se giran a mirarlo sin haber esperado esa palabra. Tras unos segundos de parpadeo incómodo, Crowley se vuelve al recién llegado sin dejar de apuntarle.
—¿Quién eres? —pregunta agresivamente.
—Eh… Mira, tío, no quiero problemas —asegura el otro levantando las manos.
—¿Te he preguntado qué es lo que quieres? —entrecierra los ojos.
—Solo soy… nadie —vacila, nervioso—. Me he perdido en la montaña y he acabado aquí.
—¿Qué hacías por la montaña? —inclina la cabeza.
—Uhm. ¿Vender? —pregunta y se encoge de hombros.
—¿Vender qué? —Crowley frunce más el ceño.
—Eh… Mira, este es un refugio, público, ¿vale? No quiero problemas. Tomaré mis cosas y… —se agacha dispuesto a ello.
—Y una mierda que este es un refugio público —le corta, violentamente—. No se te ocurra moverte.
—¿Podemos calmarnos todos un poco? —protesta Aziraphale, riñendo a Crowley y levantándose.
Crowley le mira de reojo y pone los ojos en blanco mientras este se acerca al recién llegado.
—Howdy!—le sonríe—. Mi nombre es Aziraphale…
—Joder, ¿no quieres darle también tu estúpida cuenta bancaria? —protesta Crowley y el de blanco le fulmina.
—¿Por qué no te sientas aquí con nosotros un poco? Tenemos café y debes estar cansado —sigue, ignorando al pelirrojo, haciendo un gesto al recién llegado para que pase.
—Ehm… G-Gracias —responde este aun mirando a Crowley nervioso, porque no acaba por bajar el arma.
—¿Cómo te llamas?
—Uhm. John —vacila este—. Smith.
—¡Y una mierda! —protesta Crowley.
—Parece que el señor Smith tiene una familia de lo más prolífica —comenta Aziraphale también, mirando a Crowley de reojo.
—De verdad, no quiero molestar esta… Ehm… Lo que sea que esto que estáis haciendo, chicos —intenta sonreír un poco, de manera falsa, haciendo gestos con las manos para señalarlos a los dos—. Y ya va a hacerse tarde, muchas gracias por todo.
—Espera, ¡sé quién eres! —cae en la cuenta Crowley de repente y se baja de la mesa y lo toma de la barbilla girándole un poco la cara de un lado a otro, haciéndole tragar salva—. Eres el puto… este… ¡Como te llames!
Aziraphale parpadea con eso y el recién llegado mira al pelirrojo con una ceja levantada.
—Gracias, querido, eso es muy esclarecedor —asegura Aziraphale sarcásticamente.
—¡No! —protesta Crowley—. Sí sé quién es. Es uno de los idiotas que hay por los bosques ahora.
—Bueno, claramente.
—No. Me refiero a que es uno de los Diablos.
—¡Espera! —cae en la cuenta el hombre joven—. Tú eres la serpiente.
—EL Serpiente, de hecho.
—Yo soy Asmodeo —sonríe y se acerca teniéndole la mano.
—¡ESO! —Crowley sonríe como si recién acabara de acordarse de ello y se la toma de vuelta—. Te dije que conocía a este tío —se gira a Aziraphale señalando a Asmodeo.
Aziraphale aún le mira con una ceja levantada.
—Bueno ¿Y cómo te va? Hace siglos que no oigo nada de ti —pregunta Asmodeo.
—Ah, sí, no, eso. No, ya no estoy en el negocio —se encoge de hombros yendo a ponerse sus gafas de sol.
—¿Y este? —Asmodeo señala a Aziraphale.
—¡Por supuesto que yo no estoy inmiscuido en ninguna actividad de esa índole! —exclama este, indignado.
—Ignórale, como si no estuviera —interviene Crowley haciendo un gesto para que no haga caso de él.
—¿Discúlpame?—protesta Aziraphale que, la verdad, aún espera una presentación como Dios manda.
—Qué raro —comenta Asmodeo—. ¿No eres tú el que se fue a Tumbleweed a abrir una tienda de bordados o a ser pianista o algo así?
—Claramente no —Crowley fulmina a Asmodeo.
—Señor Asmodeo —interviene Aziraphale riéndose un poco imaginando eso sin poder evitarlo, este le mira—. Es una suerte haberle encontrado, tome asiento, por favor —le invita mientras va a poner agua al fuego.
Asmodeo vacila con eso y mira a Crowley.
—Yo no le llevaría la contraria —aconseja el pelirrojo yendo a sentarse como si se lo hubiera pedido a él.
El diablo vacila un poco, pero la verdad es que no siente que tenga muchas alternativas.
—¿Tú eras de los del grupo de Belcebú? —pregunta Crowley—. ¿Ya se ha muerto la hija de puta?
—Uy, no que yo sepa. Es mala hierba de las de verdad —se pasa una mano por el pelo después de quitarse el sombrero, acomodándoselo.
—¿Sabes a quién he visto? ¿Tú conociste a...? espera, ¿cómo se llamaba?—se gira a Aziraphale y vacila porque iba a llamarle por su nombre, pero no quiere que este tipo sepa quién es, bastante malo ha sido que se presentara antes—. Uhm... Ángel, ¿cómo se llamaba el tipo que vimos en el casino el otro día?
Aziraphale le mira con cierta cara con esa forma de llamarle y Crowley se encoge de hombros.
—Espera, ¿el viejo del casino clandestino en Blackwater? —pregunta Asmodeo.
—Sí, ¿llegaste a conocerle? —responde el pelirrojo girándose a él.
—Caballeros —les interrumpe Aziraphale dejando el café en la mesa—. Lamento interrumpir esta encantadora... reunión de exalumnos, pero...
Ambos le miran.
—Tengo preguntas —declara sentándose en la punta de la mesa.
Crowley suspira un poco con eso y Asmodeo mira a Aziraphale sonriendo de ladito.
—¿Conoce las empresas MorningStar? —pregunta este último.
—Directo a la cabeza—se burla Crowley en un carraspeo.
—¿MorningStar? —Asmodeo se lo piensa, acariciándose la barbita mientras Aziraphale fulmina un poco al pelirrojo—. No me suena...
—¿Que no te va a sonar? Tío, ¿de dónde sale la pasta que te pagan? —protesta Crowley.
—Usualmente de las manos grasientas de alguien que alguien más se ha encargado de... —se detiene mirando a Aziraphale que parece que vaya a ponerse un alzacuellos en cualquier momento—. Negociar para obtener honradamente a cambio de un bien o servicio —carraspea.
—Espera, ¿tú sabes lo que son? —pregunta Aziraphale a Crowley cayendo en la cuenta de ello de repente.
—Eeeeh... —Crowley vacila con eso.
—Espera, ¿no son los del despacho de abogados en Valentine? —se acuerda, Asmodeo.
—¿Despacho de abogados? —Aziraphale parpadea un poco.
—Yo estoy casi seguro de que están en Saint Denis —asegura Crowley tomándose su café
—No, no. Hay un picapleitos en Valentine, seguro. Levi, me parece que se llama —sigue Asmodeo, pensando.
—¡Oh! —Aziraphale saca su diario para tomar nota de eso.
—Estoy casi seguro. Creo que trabaja con la corte de justicia de Saint Denis, pero creo que están en Valentine por una cuestión de impuestos.
—Todo es una puta cuestión de impuestos —protesta Crowley—. Pero ¿son del mismo grupo?
—¿A qué te refieres? —pregunta Aziraphale.
—Pues si no lo son, tienen negocios con ellos seguro —responde Asmodeo.
—Pero ¿cómo lo sabes? —vuelve a preguntar el de blanco.
—¿Te han hecho algún trabajito o qué? —pregunta Crowley, sonriendo de ladito.
—Pues… ¿a quién no? —se encoge de hombros.
—¿Sabes si cobra caro? No tenía ni idea que hubiera tantas prestaciones laborales ahora —se burla Crowley—. En mis tiempos si te pillaba la justicia te ibas del estado y a cascarla.
Asmodeo se ríe y Aziraphale mira a uno y luego al otro un poco indignado, porque nadie le está prestando atención a sus preguntas.
Fulmina al pelirrojo y este carraspea un poco cuando lo nota.
—Lo que pasa es que... todo el mundo tiene una ligera idea de cómo funciona esto, pero nadie lo sabe seguro —le explica a Aziraphale.
—¡Es que no puedo creer que hayas esperado hasta AHORA para explicarme esto! —protesta este.
—¿Sí sabes que llevo como una semana durmiendo? —se devuelve.
—Oh, venga. No te hagas el inocente, ¡no te enteraste de todo esto en Blackwater!
—¿Todo esto qué? ¡Si no te he dicho nada!
—¡Justo de eso me quejo!
—Uuuh, problemas en el paraíso... —susurra Asmodeo burlonamente, haciendo a Crowley sonrojarse.
—Es que sí que te lo he contado...
—Hazlo de nuevo —se cruza de brazos, esperando.
Crowley mira a Asmodeo de reojo y luego carraspea.
—Lo haré en otro momento —casi suplica y el de blanco bufa.
—Por mí no te cortes, esto es divertido —se burla un poco Asmodeo. Crowley le fulmina con eso.
—Mejor volvamos al tema —sentencia el de blanco y luego se vuelve a Asmodeo—. ¿Qué es lo que hace el señor Levi el abogado?
—Pues solo es un abogado, ya sabes —se encoge de hombros—. A veces algunas personas se meten en problemas y los abogados los sacan de ellos.
—Digamos que yo tuviera un… c-conocido que tuviera un problema legal —propone mirando a Crowley de reojo, este se sonroja un poco otra vez.
—Te diría que vigilaras mejor tus compañías… Ángel —sonríe Asmodeo mirando a uno y luego al otro.
Aziraphale abre la boca, indignado con eso y Crowley aprieta los ojos.
—No me llamo ángel, para usted es señor F…
—Serpiente —le interrumpe Crowley.
—¿Qué? —Aziraphale le mira.
—¿Los dos os llamáis Serpiente? —Asmodeo le mira divertido.
—¿Algún problema? —Crowley le sostiene la mirada, igualmente sonrojándose un poquito.
—Está bien, señor y señor Serpiente —se burla un poco.
—De todos modos, eso no responde a mi pregunta —insiste Aziraphale sin negarse a esto, aunque sí le pone un poco nervioso, como cuando le dijo al médico que él se llamaba Crowley.
—Supongo que podría aceptar el caso de tu amigo sin problema —Asmodeo se encoge de hombros.
—¡Que no es mi amigo! —protesta.
—Claro que no, señor Serpiente —insiste Asmodeo.
—¿Podemos superar ya este tema? —protesta Crowley.
—Volviendo a la discusión —carraspea Aziraphale—. Entonces ¿el señor Levi es el abogado de las empresas MorningStar?
—Sí, eso es lo que creo.
—Y debe tener en su despacho algunas declaraciones de personas asociadas a esas empresas —sigue, mirando a Crowley de reojo, que levanta las cejas con eso al imaginar que está pensando en conseguir esas declaraciones de algún modo.
—Ángel, no creo que sea buena idea… —le advierte.
—A este paso no es como que tengamos muchas más opciones—responde él, mirándole con cara de circunstancias.
—¿Estás seguro de esto?
—¿Acaso tienes una mejor idea?
—Pero… —le discute.
—Señor Asmodeo —Aziraphale le nombra, ignorando al pelirrojo—. ¿Estaría dispuesto a dar testimonio ante un tribunal?
—¿Qué? —preguntan los otros dos a la vez.
—¿Qué? —Aziraphale se vuelve a Crowley sin entender su reacción.
—Pensaba que querías robar en el despacho de abogados, ¡no pedirle ayuda a este idiota! —protesta.
—No vamos a robar en un despacho de abogados, no seas ridículo, Crowle… —empieza y se detiene a sí mismo a medias al notar la fulminación del pelirrojo—. S-Serpiente.
—¿Por qué iba a darte él testimonio?
—Pues no lo sé, quizás porque tú no quieres… —se gira al chico con su sonrisa dulce—. ¿No ha pensado nunca en abandonar el camino del crimen, Señor Asmodeo?
—Ugh, deja de decirle eso a todo el mundo, ¡Suenas como si fueras a dar catequesis! —protesta Crowley.
—¿De qué va esto? —pregunta Asmodeo entrecerrando los ojos.
—Quiero echar a perder la carrera política de Metatrón Archangel —explica Aziraphale, haciendo que Crowley ponga los ojos en blanco, porque de verdad con las sutilezas y Asmodeo frunce el ceño.
—Espera. Tú eres Aziraphale Fell —le señala. Los otros dos levanta las cejas con eso—. Claro que sí —se levanta y se va a buscar en su bolsa.
—Pero ¿cómo sabes…?
—Mira —le tiende un papel y el de blanco o toma para abrirlo. Crowley se abalanza un poco sobre su hombro para verlo también cuando lo despliega.
Es un dibujo de Aziraphale con la leyenda "SE BUSCA. VIVO O MUERTO" Debajo está escrito su nombre y que debe ser llevado a audiencia con Metatrón Archangel en la Mansión Braithwaite en Saint Denis, Lemoyne. La recompensa que marea ligeramente a Crowley al intentar contar el número por la cantidad de ceros.
Aziraphale abre la boca con esto sin poder creerlo.
—Esta todo New Hannover empapelado con esto. La verdad, no había visto a casi nadie con tantos ceros en la recompensa.
—Pero…what the fuck?—protesta Crowley, quitándole el cartel de las manos a Aziraphale para verlo bien.
—Esto es malo… muy, muy malo —se lamenta el de blanco hundiéndose las manos en el pelo.
—Oh, sí, nunca es divertido cuando esto pasa —Asmodeo lo consuela un poco—. Pero en realidad deberías alegrarte, has salido bastante bien… deberías haber visto que hicieron con mi nariz en mi primer cartel.
Aziraphale le fulmina con eso porque no es esa parte la que le preocupa.
—¡No es eso! ¡Es que ahora van a pensar todos que soy una mala persona! —protesta porque en realidad le preocupa poco haber salido o no guapo.
—¿Qué cojones, Ángel? ¡No! A nadie le importa si eres buena persona ¡El problema es que ahora todo el mundo va a venir por ti! —le protesta Crowley porque ¿qué pasa con las prioridades de todos?
—¿Qué?
—¡Han puesto un precio a tu cabeza lo bastante alto para que todos los caza-recompensas del país dejen lo que están haciendo para intentar capturarte y llevarte con tu tío como dice aquí! —Crowley protesta, igualmente guardándose el cartel doblado en los pantalones.
—T-Tú… ¿Crees que eso pase? —le mira un poco desconsolado.
—No, seguro van a estar todos ocupados contando con los dedos cuantos miles de millones son esos ceros y ni siquiera se van a molestar —replica sarcásticamente—. ¡Pues claro que eso va a pasar! —exclama.
—P-Pero yo no he hecho nada, de verdad no soy un bandido —insiste lloriqueando un poco y Crowley nota que Asmodeo está disimuladamente intentando escabullirse por la puerta aprovechando la distracción porque seguro puede ir a por un poco de ayuda a Blackwater y engañar a un par de tíos con más músculo que cerebro que un tercio de todos esos ceros no son tanto dinero.
El pelirrojo vuelve a apuntarle con el revolver.
—No me obligues a dispararte —le fulmina antes de que salga por la puerta y este aprieta los ojos.
—No, pero… Crowley, ¿qué vamos a hacer ahora? —pregunta Aziraphale tan desesperado que se le ha olvidado otra vez el asunto del nombre secreto.
—Pues hay que…
—Espera, ¿Tú eres el puto Crowley? ¿En serio? —Asmodeo le interrumpe.
—Joder.
—Es… tiene que ser una broma. ¿El Serpiente es el que se hizo caza-recompensas después de largarse? —vuelve a preguntar—. Oh, hermano, hay un lugar especial en el infierno para gente como tú.
—Sí, ya lo sé —responde Crowley, agresivo—. Vivo en él.
—¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Llevarlo de vuelta a Blackwater y entregarlo? Podemos ir a medias… yo te he dicho lo del cartel.
—¡Claro que no me va a entregar! —exclama Aziraphale, indignado con esa idea.
Crowley... vacila. Porque le iría muy bien esa pasta y solo sería entregarlo a las autoridades que al final, lo único que harían sería llevarlo de vuelta a casa.
—¡No estarás hablando en serio! —protesta de nuevo Aziraphale al ver que no hay respuesta.
—No voy a entregarlo… y pobre de ti que hagas un movimiento raro ahora —sigue el pelirrojo sonrojándose un poco sin dejar de apuntar a Asmodeo con el arma.
—Aww. Tan romántico —se burla el diablo a ver si consigue distraerle lo bastante para poder irse.
—Cállate y siéntate ahí —protesta este, igual sonrojándose y señalando a una silla a donde Asmodeo no le queda más remedio que ir—. Necesito pensar. Vamos fuera un segundo, Fell.
Aziraphale suspira porque hasta aquí el llamarle Ángel que tan bonito sonaba, pero no es momento de quejarse de ello así que hace lo que le dice.
Crowley se va detrás y se para un segundo, antes de salir.
—Un solo ruido y esto no lo cuentas —amenaza al otro cerrando la puerta antes de girarse a Aziraphale.
—Crowley… esto es un desastre. Sandalphon debió avisar a mi tío de que nos vio en Armadillo —explica el rubio.
—Sí, ya me imagino que debe haberle llegado el mensaje…
—¿Qué vamos a hacer? No pueden atraparme… pero ¡tampoco puedo ser un proscrito!
—¿Exactamente qué sería lo malo de que te atrapen? —le mira de reojo.
—¡Crowley! —protesta frunciendo el ceño.
—Solo digo que al final estamos yendo a Lemoyne de todos modos y que pues si podemos sacarle unos cuantos a ceros a tu tío ya de paso.
—Probablemente va a cargarme la muerte de Muriel a mí —suspira con eso.
—Ugh —Crowley aprieta los ojos.
—Pero supongo que podría conseguirme un abogado… —explica y levanta las cejas porque justo estaban hablando de Levi hace unos minutos.
—¿Qué? No… No. Ese tipo… —niega con la cabeza el pelirrojo al notar qué es lo que está pensando—. Fell, ese tipo debe ser uno de esos tipos sin ningún sentido de la moral ni escrúpulo que…
—Bueno, nadie parece tener la más mínima de todos modos. Ya has visto lo que bien que me está yendo a mí teniéndola.
—De todos modos, ¿Cómo vas a entrar en Valentine sin que nadie te reconozca?
Aziraphale le mira con la boca abierta porque no había pensado en eso y vuelve a apretar los ojos.
—Y además hay que… hacer algo con este idiota —sigue Crowley y señala a la puerta con el pulgar.
—Pues ¿hacer de qué? Dejar qué se vaya —le mira, agobiado.
—¿Qué crees que va a pasar si hacemos eso?
—¿Nos dará las gracias? —propone de manera un poco esperanzada, pero hasta él sabe que eso es tener mucha fe.
—Creo que podría entregarlo a él, pero no estoy seguro de que los hombres de tu tío no hayan ido ya a hablar con él Sheriff de Blackwater y me retengan a mí también.
—Pero es que… ¿De veras crees que me entregaría? —le mira todo desconsolado —. De verdad yo no la maté.
—No, porque no va a llevarte con él… pero sabe que quieres ir a Valentine, así que, aunque lo llevemos a la comisaría de Strawberry u otro pueblo, seguro va a decírselo a alguien y nos estarán esperando ahí cuando lleguemos —se lamenta porque acaba de caer en la cuenta de ello.
Aziraphale se muerde el labio y Crowley le mira de manera un poco preocupada también.
—Tienes que matarle —sentencia el rubio.
—¿Qué? —el pelirrojo levanta las cejas.
—No voy a hacerlo yo, me están buscando ya por un asesinato. ¡No puedo ahora asesinar a alguien y que sí sea culpable! —exclama.
—¡Oh! ¿Y yo sí puedo? —protesta Crowley de vuelta.
—Tú eres el… forajido o lo que sea, ¡yo soy una buena persona! —se señala a sí mismo el muy cínico.
—¡Tú eres el que quiere matarlo! —exclama sin poder creerlo y entonces se oye como se rompe un cristal de una ventana en la parte de atrás de la cabaña, así que ahí se van los dos corriendo.
Crowley dando la vuelta a la construcción y Aziraphale a través de la puerta.
Asmodeo ha lanzado una silla a través de esta al notar que está atrancada para poder salir.
—¡Quieto ahí! —grita Aziraphale al verle subiéndose para saltar por ella, pero obviamente el otro hombre no hace ni caso.
Crowley corre pistola en mano pensando que joder, al final sí que va a tener que matarle él y le dispara varias veces al verle salir. Finalmente, una bala le alcanza la pierna al diablo, haciéndole caerse de bruces y gritar de dolor a unos cuantos metros de ahí.
Ahí va Crowley corriendo tras él a acercársele a donde ha caído, volviendo a cargar el revólver y sin dejar de apuntarle.
—Estás… Muerto… Hijo de… Puta —le anuncia, sin aire por la carrera, sujetándose el costado que aún no tiene curado del todo.
Asmodeo se retuerce en el suelo, sujetándose la pierna y gritando insultos, mientras Aziraphale se acerca a ellos, de manera menos rápida, esquivando raíces y dando saltitos por encima de las hojas.
—¿Qué coño te pasa, psicópata? ¡Me has disparado! —le grita Asmodeo a Crowley.
—¡Te dije que no te movieras de donde estabas! —se defiende el pelirrojo.
—¡Anda y que te den! —chilla igual, enfadado, aun sujetándose la pierna, tirado en el suelo.
—A ver, déjeme ver —pide Aziraphale, arrodillándose a su lado—. Soy médico.
—Claro, ahora el malo soy yo —protesta Crowley poniendo los ojos en blanco.
—Y una mierda vas a ponerme las manos encima, ¡matasanos! —Asmodeo le escupe a Aziraphale—. No te creas que eres mejor que tu novio, el gatillo fácil.
—Señor Asmodeo, ¡no me obligue a ser descortés! —le riñe el de blanco, limpiándose el escupitajo con un pañuelito.
Crowley se sonroja un poco y decide irse a hacer algo útil.
—Voy por una cuerda para atarlo —anuncia.
—¡Te parece que hay algo más descortés que haberme disparado a bocajarro! —chilla Asmodeo con eso.
Crowley sonríe y piensa para sí mismo "Espera que veas que pretende quitarte la bala con una cuchara de madera" mientras se aleja.
—Primero tiene que calmarse y dejar de gritarme —insiste Aziraphale con voz mesurada a lo que Asmodeo bufa—. Y ahora suéltese la pierna para ver la herida.
El diablo le mira de reojo, pero acaba por hacer lo que le dice. El de blanco sonríe un poco con eso y pone las manos sobre el muslo del otro buscando el agujero, sin mirar, porque ya se está empezando a marear un poco.
—Joder —protesta Asmodeo echando atrás la cabeza y se ríe de nervios porque es que… es hombre muerto. Él solo venía a refugiarse unos días en el puto bosque, ¿es que no iba a volver a tener buena suerte nunca más?
—Vale, necesito que levante la pierna, tenemos que ver si hay agujero de salida —explica Aziraphale tomándole de la corva de la rodilla.
Asmodeo la levanta como le piden y el de blanco sonríe después de palparle un poco porque sí ha salido por el otro lado.
—Tiene suerte, no parece haber roto el hueso ni tampoco la femoral —le suelta la pierna sin querer tocarla más para no desmayarse él con la sangre—. Tengo material médico en la cabaña. Le limpiaremos y coseremos la herida —cuando hablamos en plural es que hablamos de que Crowley lo hará—. ¿Puede levantarse?
—¿Suerte? Que concepto de la suerte más jodido tienes… —se burla un poco, sin moverse.
—Vamos, le ayudaré —se pone de pie y se quita la tierra y las hojas de los pantalones con las manos sin ayudarle ni mierda.
Asmodeo se incorpora un poco y vuelve a tocarse la pierna, que joder, le va a doler por días mientras Crowley se acerca de vuelta con las cuerdas.
—No creo que eso sea necesario por ahora, querido… apenas si debe poder caminar —le mira Aziraphale.
—Ya, bueno. No le pasa nada en las manos —replica Crowley mientras Asmodeo mira a uno y a otro porque no estaría de más que alguien le echara una mano para levantarse.
El pelirrojo es el que acaba por hacerlo, sosteniéndolo de debajo de la axila.
—Hay que llevarle a la cabaña y coserle la herida, por lo menos ha salido la bala —explica Aziraphale.
—¿Vas a curarle? —Crowley parpadea un poco con eso, porque ¿no que tenían que matarle?
—No, vas a curarle tú. Yo no puedo ver la sangre —explica pacientemente mientras el pelirrojo medio lo carga y Asmodeo da saltitos a su lado de vuelta a la cabaña.
—¿Yo? —protesta Crowley.
—Lo harás bien, si los diablos creen que tenías talento para poner una tienda de bordados es que seguro puedes coser una herida —se encoge de hombros adelantándose y dejando al otro con la boca abierta y un palmo de narices.
La verdad, Asmodeo se ríe un poquito con eso a pesar de que sigue quejándose del dolor a cada saltito.
—Joder —protesta Crowley, frunciendo el ceño con eso.
—Te tiene completamente dominado, ¿eh? —se burla Asmodeo.
—Cállate —replica el pelirrojo moviéndole de manera que tenga que apoyar la otra pierna un poco y le duela, pero sin poder negarlo, cuando por fin llegan dentro.
