Historias de amor para contar por la noche

Foolish One


Sinopsis

Mis cartas están sobre la mesa, las tuyas en tu mano. Lo más probable es que esta noche ya tengas planes. Y lo más probable es que me hablaré a mí misma para quedarme dormida. Me das la suficiente atención como para mantener mis esperanzas demasiado altas. No seas tonta, deja de revisar tu bandeja de entrada en busca de confesiones de amor que nunca llegarán. Vas a caer. Fuerte. Vas a aprender por las malas en lugar de sólo alejarte.

Disclaimer

Twilight y sus personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo, que solamente es publicado en Fanfiction /. / Net


—Oh, hola, Jasper—Alice entra a la cocina justo cuando Jasper está insertando monedas en la máquina expendedora.

—Hey, Alice—él responde.

Alice toma una cuchara y la mete a su taza rosa, agita lentamente sin quitarle los ojos de encima.

Edward y yo compartimos una mirada divertida. El silencio en la habitación es ensordecedor y es interrumpido por Edward mordiendo su galleta Ritz.

Jasper se está inclinando para pescar sus Lays y Alice sigue agitando su café.

—¿Cómo estás? —continúa ella.

Más silencio que es interrumpido por mí mordiendo mi mini zanahoria.

—Estoy bien—Jasper asiente, mirándola sobre el hombro—. ¿Tú?

—¡Genialmente! —responde ella, demasiado animada.

Es vergonzoso de ver.

—Bueno—él resuelve patosamente y sale de la cocina, rumbo a su escritorio.

Alice despotrica entre dientes y deja la taza en la mesa, junto a mi brazo.

—No quiero esto—dice malhumorada y sale de la cocina también, por el lado contrario.

Ella no agitaba nada en su taza. Sólo tiene agua.

—Eso fue…—inicia Edward.

—Horrible—me río y él lo hace conmigo.

—¿Cuántas veces crees que hayan tenido sexo? —pregunta.

Arrugo la nariz y le doy una mirada de reojo. Vuelve a reír.

—Yo creo que una. Y no salió como Alice lo esperaba—respondo. Podría decir que tuvieron más encuentros, pero si Alice se quedó esperando por dos semanas la llamada del chico que vino a instalarnos nuevos teléfonos luego de intercambiar tres palabras, creo que una relación sexual con ella es suficiente para que empiece a planear la boda.

—Es una loca.

Trago y alcanzo mi te helado. Sí, lo es.

—Dale un respiro, simplemente está enamorada de él.

—Y ese fue su error: enamorarse de Jasper. El tipo es emocionalmente inaccesible.

—Bueno, pero no lo mataría ser amable por una sola vez.

Edward me da otra mirada.

—Como si ella fuera a tener suficiente con una sola vez.

Me río entre dientes y echo a mi boca el último trozo de mi sándwich.

—Creo que tienes razón.

—Hey—Rose entra a la cocina y abre el refrigerador—, ¿les importa si me uno?

—Seguro—Edward limpia la mesa, deshaciéndose de nuestra basura para hacerle un espacio a Rosalie.

—¿Qué comieron? —pregunta ella mientras pica botones en el microondas—. Tengo sobras de espagueti a la boloñesa, del restaurante italiano del centro.

—Yo comí pasta Alfredo y Bella comió un triste sándwich—responde Edward.

Rose hace un puchero y ruedo ligeramente los ojos.

—Era lo único en mi refrigerador.

Alice vuelve a entrar a la cocina, pero pasa de largo y la vemos entrar al baño de mujeres.

—Entonces…—Rose cuchichea—¿ya se enteraron?

—¿De? —pregunto en un susurro también.

Ella tiene una sonrisa en su boca roja y sus ojos brillan con la información del rumor.

—De Alice y Jasper. La terminó para salir con María, la recepcionista de Clearwater Tech.

—¡Noo! —chillo bajito.

Ella asiente y abre el microondas cuando avisa que su comida está lista.

—Así es—se sienta frente a nosotros—. Terminó con ella el viernes, en el bar, frente a Ángela y Jessica.

—Y, por supuesto, ellas contaron todos los detalles a toda la oficina—dice Edward, terminando con sus galletas saladas.

—Pues claro. Y, naturalmente, estoy continuando con la cadena de transmisión de información—acepta Rosalie.

Nadie dice nada cuando Alice abre la puerta del baño y luego la de la cocina. Otra vez camina en silencio y Rose lo rompe después de envolver su primer bocado de espagueti en su tenedor.

—¿Y cómo van las cosas con Tanya, Edward? —pregunta.

—Van bien. Iremos a Portland este fin de semana.

Suspiro.

Claro.

Me había olvidado de Tanya.

A veces es difícil recordar que Edward tiene una novia.

Y que no soy yo.

xxx

Luego del almuerzo, Mike, nuestro jefe, convoca a la reunión regular de los lunes.

Camino con paso decidido hacia la sala de juntas, sintiéndome todavía molesta por tener que escuchar los planes de Edward con Señorita Rubia Estúpida y su viaje a Oregón.

Me siento junto a la ventana y sonrío en mis adentros cuando Alice toma el asiento junto a mí.

No me apetece sentarme junto a Edward justo ahora. Sus palabras del almuerzo siguen muy vivas en mi mente y sólo me hacen querer rodar los ojos de irritación, pero me apresuré a festejar internamente porque tan pronto como Jasper entra a la sala y toma asiento, Alice se levanta para ir a sentarse junto a él.

Ni siquiera tengo que levantar la vista para saber que la presencia que está a punto de sentarse a mí lado es Edward.

—Adivina quién acaba de agendar una reunión con el gerente regional de Masen's—cuchichea con una sonrisa en su boca.

—Wow, no defraudas.

—Pero claro que no—se ríe bajito—. Y tú vas a acompañarme.

Eso me hace mirarlo rápidamente. Le frunzo el ceño y su sonrisa divertida y cejas subiendo y bajando me hacen sonreír.

—¿Y Mike ya sabe eso?

Edward se encoge de hombros.

—No será nada difícil. Le diré que el corporativo ya aprobó la comisión dividida—me guiña—. Ni siquiera se dará cuenta y firmará sin ver la hoja.

—Eres demente—pico su costado y él aleja mi mano con un golpe.

Masen's es la nueva cadena de supermercados que está abriendo en la región y dado que aquí en Platt Bakery vendemos galletas y postres es demasiado importante convencer a Masen's de poner nuestros productos en sus anaqueles.

Y Edward está a punto de saltarse las reglas para compartirme la comisión de ventas. Es toda una mente maestra.

—¿Cuándo iremos? —pregunto mientras seguimos esperando a que Mike se aparezca por aquí.

—El miércoles—responde—. Antes del almuerzo.

—Suena bien—le sonrío y me sonríe de vuelta.

Junto con Rosalie y Eric, Edward y yo formamos parte del departamento de ventas de la sucursal de Forks. Nos llevamos buenas comisiones y aunque Rosalie y Eric se hayan peleado por los contactos de Masen's, Mike decidió que se lo daría a alguno de nosotros dos.

Dado que ni Edward ni yo nos gritamos frente a toda la oficina.

Mike les dijo que no sabían trabajar en equipo y que deberían de aprender de mí y de Edward.

Nos rodaron los ojos y Eric escondió el mouse de Edward por el resto del día. A él no le importó mucho. Pasamos el rato jugando una versión barata de Mario Kart porque lo único que se necesitaba era presionar las teclas de flechas en el teclado.

¿Cómo apagó la computadora a las 5 de la tarde? Fácil, desconectó el multi contacto, haciendo que la computadora de Eric se apagara antes de que él pudiera guardar los cambios que hizo en sus archivos.

Fue un buen día.

Garabateo espirales y flores en mi cuaderno de notas mientras Mike está lidiando con los chicos de Finanzas y les explica las nuevas órdenes de corporativo.

Edward me da un toquecito con su pluma en mi rodilla mientras me muestra su bloc de notas. Ha dibujado a Mike siendo devorado por una enorme galleta.

Sofoco una carcajada, haciendo que un sonido extraño salga por mi nariz y me detengo antes de que Mike me dé una mirada reprobatoria. Los hombros de Edward tiemblan y las arrugas alrededor de sus ojos están marcadas mientras ríe en silencio.

Para cuando la reunión termina, Edward nos ha dibujado en el techo de Masen's, con los bolsillos llenos de dinero.

xxx

Son las 5:10 PM cuando Edward se levanta de su silla y me alza las cejas.

—¿Nos vamos?

—Oh, Bree viene retrasada—le digo, sonriéndole desde mi lugar. Mi auto está en el taller, así que Bree, la persona con quién vivo y mi mejor amiga, pasará por mí.

—Mmm, de acuerdo—dice, colgándose su mochila al hombro—. Entonces nos vemos mañana.

—Sip—asiento.

Edward deja un trozo de papel doblado por la mitad sobre mi escritorio y me da una última sonrisa antes de apretar mi hombro.

—Descansa, Swan.

—Bye, Edward.

Lo veo perderse por la puerta antes de alcanzar el papel.

Es otro dibujo.

Ahora estamos dentro de una taza gigante llena de billetes, mientras chopeamos galletas y sonreímos.

En el encabezado escribió: "tú y yo, por siempre"

Su toque sigue quemándome el hombro y el corazón me hace thump thump.

Hoy fue un buen día.

xxx

—Creo que voy a renunciar—Bree rompe el silencio durante la cena con un largo y cansado suspiro.

Dejo de soplarle a mi bocado de espageti y la miro.

—Odio todo—otro suspiro—. Odio lo que hago. Odio a mi jefe. Odio a mis compañeros. Odio la paga.

—¿Enserio?

—Ya te lo había dicho—rueda los ojos, harta. Su boca está curveada hacia abajo y sus hombros caen.

Dejo mi bocado sobre el plato otra vez.

—Ya sé, ya me lo habías dicho, me refería a lo de renunciar.

—No lo soporto más. Y luego está esa cosa con Diego.

Hago un puchero.

—Me evita como si tuviera lepra o como si cargara con las siete plagas.

Mi boca intenta formar una sonrisa sin ganas, mis labios apenas y se mueven.

—No te metas con alguien del trabajo. No cagues en el plato donde comes—entierra su cabeza en sus manos, su cabello oscuro cae como una cortina a su alrededor.

Bufo.

—Demasiado tarde.

—No es demasiado tarde—su voz sale amortiguada entre sus dientes—. Todavía no te follas a Edward.

—Pero ya estoy enamorada de él. Eso es incluso peor.

—No—asegura, levantando su cabeza y clavándome en mi asiento con su mirada furiosa—. Es peor enamorarte y salir y besar y tocar y luego terminar. Dejas de tener lo que tenías. Es peor que esa persona se convierta en un extraño del que sabes todo.

—Lo siento—digo en un susurro. Uso mi tenedor para mover la comida en mi plato sin ganas.

Un silencio pesado cae en el comedor. La vela en el centro parpadea.

—¿Ya tienes una opción? —pregunto luego de un rato. Mi estómago está hecho un nudo desde que él cruzó mi mente, desde que lo imaginé cenando con su estúpida y fea novia rubia.

—Me llamaron de Staples—dice—. El viernes. Para el puesto de coordinadora de almacén.

—Eso es bueno, ¿no?

—No—responde. La breve sonrisa que se me formó en la boca se me borra—. No lo sé—continúa y luego su barbilla tiembla—. ¡Sólo quiero a Diego de vuelta! —luego viene el llanto.

Me hago chiquita en mi asiento y mi mente vuelve a llenarse de Edward siendo feliz con la adorable Tanya. Mis ojos también se llenan de lágrimas.

Bree empuja la silla lejos y marcha furiosa hacia su habitación.

Aun sale vapor de mi porción de espagueti, pero trato de comerlo. No me cae bien en la barriga y mis bocados me saben a mocos.

xxx

Más tarde, estoy frotando mis piernas con loción corporal luego de mi ducha cuando un golpe en mi puerta llama mi atención.

—Pasa—respondo.

Bree viene en pijamas y con su cabello húmedo. Ajusto bien la bata a mi alrededor y termino con la crema. Bree se sienta suavemente en mi cama y juega con mi cojín peludo y redondo.

—Lamento lo de hace rato—comienza—. Estuvo del asco.

—No te preocupes—respondo—. Te entiendo. Estás perdonada, aunque me hayas hecho llorar.

Me mira entre sus pestañas y sonríe levemente.

—¿Yo?

Suspiro y me siento en la silla de mi tocador para cepillar mi cabello.

—No—resuelvo—. Yo sola me hice llorar.

—Lamento lo de Edward también—agrega.

—Yo también, Bree. Yo también lo lamento.

Se queda en silencio y la veo por el espejo, me observa atentamente mientras me deshago de los nudos.

—Y lo de Staples no es tan malo—sonríe con un poco más de ganas—. Es más trabajo, lo cual puede ser entretenido y también es más paga. Finalmente podré comprarme un teléfono nuevo.

Me río con ella.

—Ya te hace buena falta. Y puede que me compres uno a mí.

—Mmm, claro—bufa.

Las suaves risas se esfuman y vuelve a mirarme entre sus pestañas.

—Aunque podemos dejar los actuales para un descuento.

—De acuerdo—acepto, contenta. Luego mi sonrisa se borra—. Pero ¿y Diego?

Bree rueda los ojos.

—Será bueno irme a Staples. Dejaré de verlo todo el tiempo. Él puede seguir con su vida y yo con la mía. Cada quién por su lado—alza las palmas, como si estuviera aplacando a una multitud.

—¿Cuándo vas a renunciar?

—Mañana llamaré a Staples, les daré una respuesta. Me dieron de límite el miércoles. Y, según lo que digan, renunciaré ese mismo día.

—Wow.

—Wow—dice—. Será bueno. Puedo tener una oportunidad. Una oportunidad para olvidarme de él.

Ojalá el universo me diera una oportunidad a mí también.

Para olvidarme de Edward.

O para quedarme con él.

xxx

Al día siguiente, antes de medio día, Edward sale de la oficina de Mike con una hoja en su mano, se sienta suavemente en su silla y veo cómo esconde la hoja debajo de su teclado.

No digo nada, sólo continúo dando clics y llenando nuevas órdenes de galletas. Tal vez tome un break en unos quince minutos. Traje mi Kindle conmigo, así que retomaré el capítulo que interrumpí ayer antes de la desastrosa cena con Bree.

Mike ni siquiera saldrá de su oficina hoy. Es día de reuniones por videollamada con el corporativo y cuando tiene demasiado trabajo echa las persianas, justo como ahora, así que puedo perder el tiempo como a mí me plazca.

Tal vez Edward quiera perderlo conmigo antes del festejo de cumpleaños de Jasper.

Rosalie suena su nariz sonoramente frente a mí y la veo. Me da una mirada de disculpa. Se ve de la mierda.

—Lárgate antes de que me enfermes—le digo.

—Demasiado tarde. Ya dejé mis virus aquí—dice, pasando su pañuelo doblado por el borde de mi monitor.

—¡Asqueroso! —chillo.

Edward ríe a mí costa, junto con la rubia enfermiza y esta deja su asiento para caminar hacia el baño.

—Psst—Edward llama mi atención y desvío la mirada de Rosalie, que ya se perdió en la puerta del baño de mujeres.

—¿Qué?

Él saca la sospechosa hoja de debajo de su teclado y me la muestra.

"Autorización de ventas conjuntas," leo el encabezado en negritas. Luego veo la parte inferior de la hoja con tres firmas.

Mi boca forma una O. Edward sonríe.

—¿Cómo conseguiste las firmas? —cuchicheo para que Eric no escuche.

—Fácil—Edward se encoge de hombros—. Le dije a corporativo que Mike ya lo había autorizado.

—¿Y te creyeron? —tomo la hoja en mis manos y leo cómo autorizaron la división de comisiones de nuestra primera venta entre Edward y yo.

—Seh—él lleva sus manos detrás de su cabeza y se relaja en su asiento—. Les caigo bien.

—¿Crees que te quieran firmar un aumento de sueldo para mí?

—¿Por qué desperdiciaría esa oportunidad en alguien más y no en mí?

—¡Porque me amas! —chillo bajito, regresándole la hoja cuando Rose viene hacia acá.

—¡Pero por supuesto! Pero me amo más a mí—resuelve.

Mi mente se queda ganchada en la primera parte de su comentario.

—Me siento de la mierda—nos anuncia Rose al sentarse. Antes de que podamos decirle algo, vuelve a levantarse para ir a tocar la puerta de Mike.

Al mismo tiempo, Ángela se acerca a nosotros, trayendo consigo una caja vacía de Kleenex.

—Estoy haciendo la recolecta para el pastel de Jasper—agita la caja y algunas monedas suenan ahí.

Estoy abriendo mi cajón para alcanzar mi bolso cuando Edward saca su billetera, estirando su pierna.

—El mío y el de Bella—le dice a Ángela, enterrando un billete en la caja.

Le sonrío.

—Gracias. Eh, Ángela, ¿comprarán pastel de helado? —pregunto.

Ella se ajusta sus anteojos.

—También venía por otra cosa—dice, girándose a Edward—. ¿Crees que podamos conseguir un pastel de helado con Tanya, Edward?

Mi sonrisa se congela en mi rostro y la borro lentamente, enfrentando mi computadora.

—Oh, sí, también vende de esos. Le preguntaré—luego alcanza su celular—. ¿De qué sabor?

—A Jasper le gusta de chocolate.

—Genial. Te lo haré saber.

Ángela se va contenta y yo me quedo ahí, malhumorada. Siento el rostro demasiado tenso.

La asombrosa Tanya acaba de abrir su brillante pastelería y envió cupones de descuento para toda la oficina e invitaciones para la inauguración (a la cual no fui). Usé su estúpido y colorido cupón para recoger una cucaracha que maté en el baño.

Una voz chillona y molesta se escucha a través del teléfono de Edward.

—Hey—él saluda de regreso. Una interrupción—. Genialmente. Escucha, mi compañero Jasper cumple años hoy y están organizándole un festejo y me pidieron que…—otra interrupción—¿tienes pasteles de helado de chocolate? Quieren uno de esos.

Ruedo ligeramente los ojos. Asco con sus pasteles.

—Oh—él se escucha sorprendido. Estoy comenzando a hacer un baile feliz interno porque seguramente ella no vende de esos y podremos comer un pastel de la pastelería de siempre. Luego Edward me mira y lleva su teléfono a su hombro, como no queriendo que Tanya escuche—. ¿Crees que esté bien que Tanya traiga el pastel?

Lo miro con cara de cautela.

—¿Por? —y mi tono sale demasiado asqueado.

—Como que quiere verme, ¿crees que esté bien que se quede un rato al festejo?

Mi ojo está a punto de temblar.

Trago un gran nudo en mi garganta.

—No creo que a Mike le importe que ella venga—resuelvo.

Edward me da una ligera sonrisa.

—Oye, Tanya, claro, puedes traerlo y quedarte un rato.

Logro escuchar una exclamación infantil.

Este día acaba de empeorar: no comeré pastel y tendré que estar en presencia de la encantadora Tanya.

—Me voy—Rose anuncia en su regreso—. Mike me dejó ir a casa. Guárdenme una rebanada de pastel.

—Que te mejores—Edward le dice mientras ella alcanza su bolso—. ¿Vas al médico?

—Sí—ella carraspea, tratando de aliviar su garganta—. Nos vemos.

Si finjo estar enferma por los mocos de Rosalie en mi monitor… ¿Mike me dejara ir antes de que la lagartona llegue?

xxx

Malas noticias: no pude fingir estar enferma porque uno de mis clientes me llamó diciéndome que su pedido semanal no llegó a su sucursal de Port Angeles.

Entonces tuve que revisar tres veces el sistema para asegurarme de que procesé la orden correctamente. Luego tuve que bajar al almacén para pelearme con Tyler, el coordinador de almacén.

Después tuve que llamar a Port Angeles para asegurarles que el pedido semanal de galletas llegaría en una hora.

Tyler estaba demasiado molesto (como si fuera mi culpa que él se haya equivocado), así que tuve que hacer su trabajo y revisar que el pedido estuviera completo antes de partir.

Para cuando regresé a la oficina, Lagartona Rubia estaba sentada en mi silla, jugando con mi lapicero.

Le entrecerré los ojos desde la puerta.

—¿Se resolvió? —Edward me preguntó.

—Sí, Riley prometió conducir más rápido que de costumbre.

—Genial—Edward asiente. Los ojos de rata de Tanya observan nuestro intercambio. Ya noté que su mirada mordaz se deslizó por todo mi cuerpo—. Eh, Tanya, ese es el lugar de Bella, ¿por qué no te sientas acá? —palmea el escritorio de Rose—. Rosalie no vino hoy.

—De acuerdo, cariño—ella acepta, dándome una sonrisa que no le regreso.

Detengo el respaldo de mi silla para evitar que siga girando y me siento.

Uuughh. Esa bruja dejó el asiento caliente.

Edward está ignorando a Tanya, dando clics y tecleando algo. Ella está hurgando en su portalápiz y alcanza mis post-its para escribir algo ahí.

De acuerdo, ella no tiene manera de saber que esos son mis post-its porque estaban en el escritorio de Edward (suele robarlos para hacerme dibujos en ellos) pero, aun así.

Estoy a punto de alcanzar el auricular de mi teléfono para llamar a Bree, con la esperanza de ignorar a la pareja del año junto a mí, cuando Ángela pasa a mi lado, cargando con una caja llena de artículos de fiesta.

—Bella, ¿estás ocupada?

—No, ¿necesitas ayuda? Claro, te ayudo—respondo rápidamente, dejando mi silla de un brinco.

Ángela me pone a inflar globos. Estoy esforzándome en no ver a través de la pared de cristal, pero mis ojos se mueven por voluntad propia y observo el intercambio entre Tanya y Edward.

Hablan en cuchicheos y ríen bajito. Ella ya arrastró la silla de Rose para estar más cerca de él y le acaricia el antebrazo en ocasiones. Hay un momento en el que él se concentra en su computadora y Tanya observa alrededor, entonces rápidamente se acerca para dejar un beso en su mejilla, cuidando de que nadie la vea.

Rechino los dientes y el globo en mis manos revienta.

Los ojos de todos atraviesan la pared de cristal para descubrir de dónde proviene el ruido.

Tanya aprovecha la conmoción para dejar un beso sobre la boca de Edward.

Nuestras miradas se cruzan y sus mejillas se tiñen de rojo.

Tengo la satisfacción de ver cómo él la reprende por eso.

Por mi propia cordura, me alejo del vidrio y comienzo a pegar los globos junto a la pancarta de "¡Feliz cumpleaños, Jasper!"

Durante los festejos, Edward y yo solemos pasarla juntos, pero es obvio que eso no pasará con su noviecita aquí.

Trato de zafarme de la repartición de pastel, pero la idiota de Ángela escanea a la multitud para ver quién no tiene una rebanada todavía y me tiende una.

No le sonrío de vuelta.

No se lo merece.

Sonidos de exclamación y de aceptación se escuchan cuando la gente comienza a comer su pastel.

—Es delicioso.

—¡Que rico!

—Excelente pastel, Tanya.

Es todo lo que dicen.

Ugh. Ni que fuera la gran cosa. Dudo que sea tan delicioso, sólo lo dicen para quedar bien. Aplasto mi rebanada con furia, deshaciendo el betún y el helado en mi plato.

Ella acepta los halagos y comienza a hablar sobre la receta. La bloqueo. Su voz de mosquito resulta molesta en mis oídos, así que sólo veo cómo su mandíbula se mueve mientras habla. Abre y cierra la boca sin callarse.

Todos están embelesados observándola, así que soy la primera en prever el desastre que se aproxima.

María, la de Clearwater Tech y la nueva novia de Jasper, está en la puerta de la sala de juntas. Y Alice no la ha visto.

Jasper la ve antes que el resto y se apresura a ir a su encuentro. María ya sonríe y Jasper coloca una mano en su espalda para guiarla.

Mis ojos aterrizan rápidamente en Alice y su bocado se queda suspendido en el aire cuando los ve.

La lagartona finalmente cerró su bocota, así que Jasper ya puede llamar la atención de todo el mundo para presentarles a María.

Él aún no ha terminado de hacerlo, cuando Alice ya está saliendo por la puerta.

Los ojos de todos la siguen y decido que esto ha sido suficiente.

No tengo por qué estar aquí viendo como Tanya desviste con la mirada a Edward y casi lo monta frente a todo el mundo. En un intento por calmarla despistadamente, él ha enterrado sus manos en los bolsillos de su pantalón, pero ella sigue enredando su mano en su brazo y la otra la pasa por su pecho.

Los ojos verdes de Edward se cruzan con los míos en demasiadas ocasiones, se ve tan incómodo y me implora con la mirada que lo salve.

Pero no lo haré.

Hay alguien que la está pasando igual de fatal que yo y ella acaba de salir por la puerta.

Cuando Tanya comienza a besar a Edward en la boca, arrojo mi plato lleno de helado derretido a la basura y voy hacia la puerta. Los ojos de Edward me siguen por toda la habitación mientras Tanya sigue dejando besos en su boca.

Mi primer instinto es ir al escritorio de Alice, pero ella no está ahí.

Luego intento en el baño.

Sollozos ahogados salen del último cubículo y me acerco lentamente.

—¿Alice?

Los sollozos se acaban de pronto.

—¿Alice, estás aquí? Soy Bella.

—¿Necesitas algo? —pregunta con voz dulce—. Dame un minuto y salgo.

—Sólo quería saber cómo estabas.

Alice no dice nada, pero unos segundos después, el cubículo se abre.

Su rostro está rojo por el llanto y sin decir nada, camina hacia mí y me abraza. Y sip, mi cárdigan ya está lleno de mocos.

—¿Ellos siguen aquí? —pregunta.

Mi mente va directo a Edward y a Tanya, después Jasper y María llegan.

—Sí, Alice—susurro, frotando su espalda—. Están comiendo pastel.

—No terminé mi pastel—lloriquea—. ¡Y estaba delicioso!

—Dudo eso—mascullo.

Alice se aleja y se limpia la nariz con un trozo de papel amasado.

Me estiro para darle una sanita. Me da una sonrisa temblorosa.

—¿No te gustó el pastel? —pregunta.

—No lo probé. No me gusta el chocolate.

—A todo el mundo le gusta el chocolate—dice con voz nasal.

—¿Ya estás mejor?

—No—dice—, pero necesitaba una lloradita.

Me río bajito y ella hace lo mismo.

—Gracias por venir. Ya puedes regresar a la fiesta.

—Se está muy bien aquí—digo mirando a mí alrededor y ajustando mi cárdigan a mí alrededor, como si tuviera frío.

Tenemos un sofá pequeño en el baño y nos vamos a sentar allá. Alice enciende una vela aromática y en silencio, nos hacemos compañía.

Cada una pensando en diferentes personas, aunque al final sea lo mismo.

xxx

Antes de dejar el baño, me llega un mensaje de Bree. En Staples están contentos por su confirmación y empieza el lunes. Está en camino a la oficina de su jefe para emitir su renuncia.

Me siento feliz por ella.

Me hace creer que tengo el control de mi vida, que algún día podré hacerlo sin dejar atrás la mitad de mi corazón, sin desgarrarme el alma.

Pero sólo puedo soñar.

xxx

—Increíble—mascullo al ver que Tanya sigue aquí cuando salgo del baño.

Ella ahora está hojeando mi libro de sopa de letras. Y ese no estaba en el lugar de Edward, lo que significa que lo tomó deliberadamente de mi revistero.

Maldita lombriz.

Camino, molesta, hacia allá, sin más remedio que aceptarlo y seguir con mi vida.

Ya perdí mucho tiempo fuera de mi lugar y, para mi mala suerte, aún tengo trabajo que hacer.

—No soy buena con las sopas de letras, amor—le está diciendo a Edward cuando llego.

No me sorprende. Tiene la inteligencia de un panda.

—No son tan difíciles—él le dice y descuelga su teléfono.

—Edward me prestó tu libro de sopa de letras, Isabella—me dice—. No te molesta, ¿verdad?

—No, claro que no—mascullo.

—¡Genial! —ríe bajito. Suspiro para no rodar los ojos—. Aunque no soy nada buena en esto.

Edward ha comenzado una llamada con un cliente y eso llama la atención de Tanya. Apoya la barbilla en su mano y lo observa embelesada.

¿Así me veo yo?

Arrugo la nariz en disgusto mientras observo lo estúpida que luce.

Tiene dos marcas de acné en su pecho, cubrió una espinilla en su mejilla con maquillaje, su nariz de cerdo se arruga en un gesto de ternura mientras sigue viendo a mi… a su novio, le hace falta volver a teñir su cabello rubio (si es que desea mantener esas mechas de un rubio más oscuro), sus ojos saltones dan miedo y necesita unas pinzas para las cejas porque ya le están saliendo los vellos otra vez.

Podría prestarle las mías.

La odio.

Es horrible.

¿Qué ve Edward en ella?

Mis pechos son más grandes. Y tengo más caderas y trasero.

Si le cubres la cabeza con una bolsa de papel, pasarías un buen rato tratando de descifrar si es un chico o una chica… a menos que veas su… bloqueo mis pensamientos y dejo mi escrutinio para después sólo para encontrarme con los ojos de Edward clavados en mi cara.

Borro mi mueca de desagrado y me concentro en mi monitor.

¿Vio cómo observaba con odio y asco a su novia?

Bree ya me envió un mensaje.

Bree: Ya se lo dije. Intentó contra ofertarme, pero me negué. Le dije que también eran asuntos personales. Sólo me pidió entrenar a Fred. Mi último día es el jueves.

Sonrío en mis adentros.

Bella: Estoy feliz por ti, Bree.

Bree: ¿La bruja sigue ahí?

Bella: ¡Sí! ¿Qué rayos le pasa? ¿Acaso no tiene trabajo?

Bree: Deberías de correrla.

Bella: JA, no tengo el poder de hacerlo.

Bree: ¿Enserio?

Tanya ya se puso de pie y ahora masajea los hombros de Edward mientras él continúa al teléfono.

Bree: Pensé que tenías más poder.

Edward se está despidiendo de su cliente y cuelga.

—Me voy, cariño—anuncia Tanya—. Esa fiesta estuvo in-cre-í-ble.

Finalmente, pienso.

—De acuerdo, te veo mañana—él le dice.

Tanya alcanza su bolso del lugar de Rosalie.

—¿No vas a acompañarme a mi auto?

Edward no dice nada, sólo se levanta.

Tanya me da una última mirada, pero no se despide de mí. Ni siquiera me molesto en verla partir.

Edward deja que ella camine al frente y cuando cierra la puerta principal tras él, tardo un minuto en deliberar.

¿Debería o no? Respiro profundamente y el escozor en mi pecho y el nudo en mi garganta son suficientes para impulsarme fuera de mi silla.

Doy dos golpes en la puerta de Mike y un "adelante" amortiguado se escucha del otro lado.

—Bella—me reconoce y regresa a su pantalla.

—Hola.

—¿Vienes a salvarme de toda esta montaña de trabajo?

Me río bajito y tomo su pelota antiestrés en mi mano.

No tengo mucho tiempo para hacer lo que vine a hacer.

—No, lo siento, Mike. Quiero hablarte de algo.

—¿Sí? —otra mirada breve.

Boqueo, sin encontrar las palabras correctas.

—Vamos, chica, escúpelo.

—La novia de Edward estuvo aquí por horas—digo atropelladamente.

Él deja de teclear y me mira directamente.

—¿Sí? —me anima a continuar.

—Y creo que… bueno… no lo sé, pero cuando mi mamá vino a Forks de visita y pasó por mí quince minutos antes de las 5… bueno… me hiciste correrla y tuvo que esperarme en el estacionamiento, aunque estuviera nevando.

Mike permanece en silencio y mi corazón se agita al saber que Edward puede volver en cualquier momento.

—¿Dónde está Edward?

—Acompañó a Tanya a su auto.

Mike asiente en silencio, moviendo su cabeza de arriba abajo.

—Lamento haber sido grosero contigo y con tu madre ese día. Creo que no estaba de humor.

—No, no lo estabas.

—Creo que ese día, más temprano, te grité, ¿cierto?

—Sí, sí lo hiciste, Mike—bufo una risa sin humor.

—Lamento eso también.

—De acuerdo—acepto. Él ya no dice nada, así que dejo en paz su pelota y camino hacia la puerta—. De acuerdo, Mike.

Por suerte, Edward aun no vuelve y me siento lentamente en mi silla, tratando de calmar mis nervios. Las manos me tiemblan, así que formo puños que dejo sobre la mesa.

Miro al frente sin alejar la vista de mi monitor cuando Edward regresa. Suspira y se pasa una mano por el cabello. Finjo teclear un correo sólo para parecer ocupada y concentrada.

—Hey, Be…—su teléfono timbrando lo interrumpe—. ¿Hola? De acuerdo, voy enseguida—cuelga y luego hace su camino hacia la oficina de Mike. Dos golpes a la puerta y entra.

—¡Psst, Bella! —Eric llama mi atención y lo miro. Tiene su silla girada hacía mí—. ¿De qué tanto hablan con Mike?

Ay, Eric.

—¿Qué? —arqueo las cejas, fingiendo que no sé de lo que habla.

—¿Les está dando nuevos clientes potenciales?

—¿Qué? No—resuelvo—. No sé qué pasa.

—Bueno, acabas de salir de su oficina y ahora Edward está ahí.

Le ruedo los ojos, fingiendo molestia.

—Cállate, Eric, sólo fui a pedir permiso para salir más temprano.

—¿Y Edward?

Le doy otra mirada fea.

—¡No lo sé! Pregúntale.

Me hace una mueca, no gustándole mi tono.

—¿Y por qué vas a salir más temprano?

Lo miro, aburrida.

—Ocúpate de tus asuntos.

Él me arroja un lápiz, pero cae en el escritorio de Rose.

Le muestro el dedo.

La reunión entre Edward y Mike me parece eterna y sólo observo el reloj en la esquina de mi monitor.

Finalmente, Edward sale de ahí seguido de Mike, quién hace su camino al baño.

El rostro de Edward está sepulcralmente quieto y se sienta en silencio.

Debí haber controlado mi furia. Ahora le he causado problemas.

Por el resto del día, Edward no dice nada.

A las 5, la oficina comienza a vaciarse y son las 5:15 cuando Bree ya me está esperando afuera (cuando mi auto vuelva a averiarse, tendré que esperarla más tiempo porque Staples queda más lejos que su actual trabajo, maldición). Edward no muestra señales de irse así que apago mi computadora y alcanzo mi bolso en silencio.

—Eh, Bella—llama mi atención.

—¿Qué pasa?

—Lamento si Tanya… eh… lamento si te pusimos incómoda en algún momento.

Mi corazón se acelera. ¿Mike le dijo que yo dije algo?

—No te…

—Mike me habló de eso.

Mierda. Mierda.

Estúpido Mike. Le poncharé las llantas de su carro.

—Dijo que se quedó más tiempo del que debería y que vio las demostraciones de afecto en la fiesta.

—Oh—ahora puedo respirar tranquila.

—Y Tanya se puso melosa contigo aquí, así que…

—No te preocupes—resuelvo—. ¿Mike fue muy duro contigo?

—No—dice—, pero no volveré a traer a Tanya.

—Oh.

—Mi decisión—se apresura a explicar—, no la de él.

—De acuerdo.

—De acuerdo—acepta con voz apagada.

—Nos vemos mañana entonces.

—Espero que vengas lista para atrapar a Masen's—su sonrisa ligera acaba con mis nervios.

—Siempre estoy lista—le correspondo el gesto y chocamos los cinco antes de irme.

xxx

Edward está usando su camisa azul de la suerte y se coloca el saco cuando es hora de ir a esa reunión de Masen's. Los ojos inquisitivos y entrometidos de Eric nos observan.

—¿A dónde van ustedes dos? —pregunta, su boca rozando con el borde de su taza.

¿Quién bebe café a medio día, de todas formas?

—Qué te importa—le responde Edward, que acomoda su silla. Río bajito mientras alcanzo mi bolso.

—Rose, ¿a dónde van? —Eric patea la silla de la rubia.

Ella continúa picando botones en su calculadora y escribiendo en su agenda. Creo que está organizando sus finanzas personales.

—No sé ni me importa, Yorkie—responde con voz aburrida.

Edward y yo nos reímos de él mientras Eric observa la nuca de Rose con ojos entrecerrados.

Antes de irnos, Edward le arroja un lápiz, dándole en la frente y por tratar de esquivarlo, Eric tira un poco de café sobre su camisa.

Lanza una maldición y nos despedimos felices. Rose le da una mirada sobre su hombro y se ríe también de él.

—De acuerdo, Swan, recuérdalo, no nos rendiremos hasta no tener todas las sucursales de Masen's.

—¿Todas? Wow—digo antes de subir al auto de Edward—. Eso es mucho, incluso para ti.

Edward está colocándose el cinturón de seguridad.

—Todas las del noroeste del pacífico—corrige.

—Eso está mejor—dejo mi bolso en mi regazo y Edward enciende su estéreo, subiéndole el volumen cuando Radiohead comienza a sonar. Agita su cabeza al ritmo de la música y partimos hacia Masen's en un silencio cómodo.

Edward me deja cambiarle a la música cuando las canciones de Radiohead se acaban y decide llegar a la gasolinera de último momento. Todavía tenemos tiempo de sobra para llegar a Masen's así que no discuto.

Hay un labial en el portavasos y le ruedo los ojos. La escuálida de Tanya no pierde la oportunidad de marcar territorio.

—No tardo—Edward promete antes de bajar del auto para cargar gasolina.

Espero a que le esté dando la espalda al coche para bajar la ventanilla y arrojar el labial lejos.

—Adiós, idiota—mascullo.

Le doy una sonrisa inocente a Edward cuando regresa y ahora decidimos sintonizar a The Doors.

La sala de espera de Masen's huele a canela y tiene modernas decoraciones de Halloween. Hay una calabaza de cristal sobre el escritorio de la recepcionista y ella nos da una sonrisa cuando termina de hablar con unos hombres que parecen de mantenimiento.

—Hola, somos de Platt Bakery—comienzo.

Ella nos da una sonrisa más grande.

—Claro, es bueno tenerlos aquí. El señor Masen está terminando una llamada en este momento, pero los estábamos esperando.

—Genial—Edward murmura, apoyándose confiadamente en la mesada.

—Estoy segura de que lograrán convencerlo—su sonrisa es contagiosa, así que me encuentro sonriéndole también—. Además, ustedes dos se ven muy bien juntos ¡e incluso sus atuendos combinan! ¡Es maravilloso!

Edward y yo compartimos una mirada y caigo en cuenta de que ambos usamos camisa azul y saco negro. Y ella acaba de confirmar lo que yo ya sabía desde hace mucho tiempo: nos vemos muy bien juntos.

—Gracias—Edward es quién responde ya que yo estoy demasiado sorprendida de que alguien más vea lo obvio. No sólo está en mi cabeza. Todavía tengo algo de cordura.

—¿Hace cuánto tiempo que están juntos?

Edward y yo boqueamos cuando el timbre del teléfono nos impide formular una respuesta. La recepcionista dulce contesta y nos mira.

—Sí, acaban de llegar. Enseguida, Sr. Masen—luego cuelga—. Él está listo para recibirlos, acompáñenme.

Edward nos deja pasar primero y, en silencio, caminamos por un largo pasillo alfombrado.

La recepcionista da dos golpes en la puerta y abre.

El Sr. Masen es un hombre maduro, aunque no tiene canas ni arrugas. Nos da la bienvenida con una sonrisa y un apretón de manos.

Es hora de sacar las tácticas peligrosas si es que queremos que todo el noroeste del pacífico sea nuestro.

La reunión transcurre tranquilamente mientras Edward enlista los productos que tenemos para ofrecerle a Masen's y yo le cuento sobre los beneficios y los precios al mayoreo.

Mal para mí, el señor Masen no hace ningún comentario sobre lo bien que nos vemos juntos, pero sólo porque él es un profesional.

Aunque está bien, acabo de enterarme que ese tipo de comentarios hacen sentir incómodo a Edward.

A mí no.

Me caen bien en el corazón y mi mente vuela ante todas las posibilidades.

La reunión termina con sonrisas y apretones de manos luego de dejarle nuestras tarifas y precios al señor Masen. Nos vamos con la promesa de enviarle una primera cotización.

Edward me da una gran sonrisa cuando cierra la puerta de la oficina del señor Masen tras nosotros y chocamos los cinco. Sus dedos se enredan con los míos al terminar y agita nuestras manos al aire, así que abrazo el dorso de la suya con mis dedos.

—¡Eres la mejor, Swan! —medio grita, medio susurra.

—¡Tú eres el bueno!

—Será mejor que nos vayamos antes de que la recepcionista venga por nosotros—murmura, bajando nuestras manos entrelazadas.

Mi corazón está por salírseme del pecho mientras avanzamos por el pasillo, prendados el uno del otro.

—¿Listo? —la chica dice—. ¿Cómo les fue?

—Muy bien—Edward responde por los dos y ella nos da una sonrisa incluso más grande.

—Me alegro. Les dije que no les sería difícil. ¡Qué tengan un buen día!

Edward y yo regresamos la despedida y abro la puerta antes de que Edward pueda alcanzarla, él sólo termina por detenerla y cuando salimos al frío aire de afuera, miro a Edward.

—Eh… ¿me das mi mano? —pregunto con un hilo de voz, viendo nuestras manos todavía entrelazadas.

Sus ojos verdes sorprendidos caen a nuestra unión y me suelta rápidamente. La mano se me congela en segundos.

—Oh—ríe bajito—. Sí, lo siento.

—No te preocupes—sonrío enserio. Todo mi interior da vueltas mientras siento todavía su toque en mi piel e intercambiamos miradas.

—Eh… andando entonces—Edward murmura luego de que sus ojos se hayan quedado enganchados a los míos por unos segundos.

—Andando.

El viaje de regreso a la oficina está lleno de música animada y dúos de karaoke. Edward hace las notas de fondo mientras canto algunas estrofas y nos turnamos para hacer el coro. Esto es maravilloso. Incluso los momentos inoportunos y molestos de esta semana se me olvidan mientras sus ojos brillantes y divertidos caen en mí, mientras alcanza mi mano y cierra mi puño para usarlo como un micrófono y él abriendo la puerta de nuestro edifico para mí me hace vibrar completa.

Estamos a punto de tomar el ascensor cuando el amable guardia de seguridad llama mi atención.

—¿Bella? —me sonríe, así que le regreso el gesto y las risas entre Edward y yo se detienen—. Hay un paquete para ti.

—Oh.

Edward está deteniendo las puertas del elevador con su mano y lo animo a seguir sin mí.

Me entretengo abriendo mi paquete. Son unas compras que hice por Amazon, hay artículos para mí y para Bree. El guardia de seguridad no me presta mucha atención, sólo continúa leyendo su revista. Regreso al estacionamiento para dejar la caja en el maletero de mi auto.

Estoy a punto de tomar el ascensor hacia la oficina cuando me encuentro otra vez con Edward saliendo de él.

—Psst, Bella.

—¿Qué? —lo miro, ladeando mi cabeza.

Sigue de muy buen humor y estira su brazo, tendiendo su mano para mí. No lo pienso mucho y enredo mis dedos con los suyos, ajustando mi bolso en mi hombro. Me guía hasta la puerta y volvemos a salir al aire frío de afuera.

—¿Qué está pasando? —me río, confundida.

—Mike se fue. Arriba tienen música puesta, unos pierden el tiempo y otros salieron a tomar almuerzos largos.

Trotamos por el estacionamiento hacia su auto otra vez.

—¿Cómo que se fue?

—Meh, asuntos personales, pero andando, nuestra reunión con Masen's debe ser celebrada—nos detenemos junto a la puerta del copiloto.

—¿Vamos a tomar un almuerzo largo? —le meneo las cejas.

Edward ríe.

—Así es, tú y yo, nena—dice con voz jocosa—. Así que andando—abre la puerta para mí y entro, fingiendo que él llamándome "nena" no es lo mejor que hay.

Terminamos en el restaurante italiano del centro y nos arremolinamos en nuestros asientos para entrar en calor. No tardamos mucho en hacerlo (la luz amarilla de las lámparas ayuda a eso) y decidimos compartir la pizza margarita.

Edward forma bolitas con la masa de nuestro pan y pronto lo imito.

—Bree y yo estábamos planeando un viaje a Los Ángeles para este verano—le digo—, pero no será posible.

Edward frunce el ceño y hace que una de sus bolitas de pan ruede hacía las mías. Le sonrío levemente y le regreso una.

—¿Por qué?

—Acaba de renunciar—él alza las cejas—. Staples la llamó con una oferta.

—¿Y era buena?

—Sí, le doblaban el sueldo y además ya estaba muy harta. Te dije que ella y Diego terminaron, ¿no?

—Oh—asiente—. ¿Tan mal lo llevaba?

—Horriblemente—arqueo mi boca hacia abajo—. Se estaba deprimiendo demasiado.

—Bueno, si yo saliera con alguien del trabajo y termináramos y aun así tuviera que verla todo el tiempo, estaría igual.

—Creo que la ruptura es suficiente como para todavía tener que verse después.

Edward asiente y ahora me lanza dos bolitas.

—Bueno, ¿y con quién saldrías del trabajo? —pregunto, moviéndome a aguas peligrosas.

Edward resopla una risa y pronto comenzamos a jugar futbol con nuestros dedos y bolitas de pan.

—Tengo una novia, ¿recuerdas?

Sí, Edward, ni cómo olvidarla, ruedo los ojos.

—En un caso hipotético.

—Mira, creo que ahí vienen nuestras bebidas—cambia el tema demasiado pronto y le entrecierro los ojos mientras la mesera llega y deja nuestros vasos en la mesa.

—¿Con quién…? —el timbre de mi teléfono sonando lo interrumpe y ambos observamos mi bolso mientras rebusco ahí.

Es un número desconocido, pero aun así respondo.

—¿Hola?

—Hola, ¿Isabella Swan? —es una mujer de voz suave.

Frunzo el ceño.

—Sí, ¿quién habla?

—Hola, Isabella, soy Siobhan Wilkins, de Volturi, te llamo respecto a tu postulación, ¿tienes un minuto para hablar?

Debí haber puesto una cara de confusión y horror para que Edward me esté dando una mirada ansiosa justo ahora.

—Eehh… ¿puedo regresarte la llamada en un minuto?

—Oh, por supuesto—la mujer responde—. Hasta luego.

—Bye.

Cuelgo y observo mi teléfono como si fuera una granada sin seguro.

—¿Quién era? ¿Qué querían?

—Creo que es algo sobre Bree, espera un minuto, ya regreso—me despido de Edward y prontamente avanzo hasta el baño del restaurante.

Llamo a Bree primero. No tarda en responder.

—Hola, Bella—saluda felizmente.

—Oye, ¿tienes idea de por qué una tal Siobhan de Volturi está llamándome para una supuesta postulación que hice?

—Oh—Bree se queda callada por un momento—. Espera, déjame ver…—ella tarda unos segundos en los que me muerdo las uñas.

Yo nunca me postulé para nada. No quiero dejar Platt. No estoy lista. Me gusta mi trabajo y lo que hago, me agradan mis compañeros y mi jefe. No estoy lista. No quiero irme.

—Oh—ahora Bree suena asustada.

—¿Qué?

—Es mi culpa—dice—. Me equivoqué. Me postulé en Volturi y por error adjunté tu currículo en lugar del mío.

—¿Por qué tienes mi currículo?

—Se quedó en mi nube aquella noche en la que los actualizábamos, ¿te acuerdas? Y Bree suena muy parecido a Bella. No leí bien.

—No suenan nada igual.

—Claro que sí. Incluso tienen la misma inicial.

—Bueno, ¿y qué se supone que le diga ahora a esta señora?

—Dile que sí, escucha lo que tenga por decirte.

—No quiero irme de Platt…

—¿Acaso no habías dicho que sería bueno irte para así superar a Edward?

Me quedo callada.

—Sólo escucha lo que Siobhan quiera decirte.

—No estoy lista para dejar Platt. No quiero irme.

—¿No quieres irte de Platt o no quieres dejar de verlo?

—Cierra la boca.

—Ya lo hice yo, ¿por qué no lo intentas?

—Cierra la boca, Bree.

—Be…—le cuelgo antes de que continúe.

Rebusco en mi registro de llamadas el teléfono de Siobhan y espero unos segundos en la línea.

—¡Hola, Bella! —saluda animada.

—Hola, Siobhan. ¿De qué querías hablarme?

—Sobre tu postulación, recibimos tu aplicación para la vacante de Manejo de Proyectos, pero tenemos otra vacante que se alinea más a tu experiencia, es ventas y marketing digital, ¿estás interesada?

—Se-seguro—tartamudeo.

—¡Genial! Eres una candidata que cumple con muchas de nuestras necesidades y nos gusta tu currículo, ¿te parece bien si te envío toda la información por correo electrónico?

—Claro—me miro al espejo. Luzco verdosa y nerviosa. Tengo el pulso en los oídos.

—Excelente. Te daré todos los detalles por ahí y espero seguir escuchando de ti.

—Por supuesto. Gracias, Siobhan.

—¡Gracias a ti, Isabella! Hasta luego.

—Hasta luego—termino la llamada y permanezco unos minutos observando la pantalla de mi celular, con el estómago hecho nudos y deseando que esa vacante no sea tan buena como para hacer que me replantee todo mi futuro en Platt. De todas formas, no me iré.

No puedo irme.

Todavía no.

Cuando regreso a la mesa, la pizza ya está ahí y Edward está jugando en su teléfono.

Le doy una sonrisa cuando me deslizo en el sillón, aunque él no me vea. Un mechón de cabello cobrizo le cae en la frente y su camisa azul arremangada lo hace ver guapísimo.

—¿Qué? ¿Todo bien? —deja su teléfono a un lado y da un sorbo a su fresada.

—Sí, todo bien—asiento con todo y cabeza—. Bree les da mi número a desconocidos que ofrecen créditos y boletitos de rifas.

Edward ríe, con su rebanada de pizza entre sus dientes blancos y cuadrados. Le regreso el gesto y alcanzo mi bebida.

—¿En qué estábamos? —comento, para dejar de pensar en las llamadas que me quitaran el sueño el resto de la semana.

—Me estabas diciendo con quién saldrías de la oficina—responde Edward.

—No, yo no estaba diciendo nada—alzo un dedo, deteniéndolo.

—Bueno, era tu turno.

—Mmm.

Ojalá tuviera el valor de decírselo, de decirle que estoy enamorada de él desde el momento en que atravesó la puerta de la oficina por primera vez, desde que lo vi sentarse en el sofá, esperando a que Mike lo recibiera, desde que vi su andar despreocupado hasta la oficina de Mike en donde lo entrevistaría, desde que nuestros ojos se cruzaron cuando salió de ahí y se dirigió a la puerta.

Me gustaría decirle que cuando escuché los rumores de que él era a quién Mike eligió de entre todos los candidatos, hice que Eric tomara el otro escritorio para dejar el suyo libre y así Edward pudiera sentarse a mi lado.

No fue muy difícil convencer a Eric. Sólo bastó una cucaracha muerta en su cajón (él odia las cucarachas).

Si tuviera el valor suficiente, le diría a Edward en este momento que el viernes anterior a que él comenzara a trabajar en Platt, esperé a que todos se fueran para poder limpiar su escritorio y dejarlo listo.

Podría decirle que dejé mi pluma ahí para que él tuviera una razón por la cual hablarme.

Le diría que cuando no puedo dormir por la noche, pienso en todas las posibilidades. Pienso en mí confesándole mi amor y en él riendo y besándome, pienso en nosotros dentro de un par de años, desayunando juntos mientras nos reímos de cómo ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso. Pienso en una boda y en una luna de miel. Pienso en su mano enredada con la mía mientras nos besamos. Pienso en sus brazos rodeándome. Pienso en mí pasándole una mano cariñosamente por su cabello.

Pienso en nosotros.

Ojalá pudiera decírselo.

Edward carraspea y me saca de mi ensoñación, está desviando la mirada hacia la pizza y traga. Finalmente alejo mis ojos de él.

—No sería correcto—es todo lo que respondo y dejamos el tema por la paz.

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Ignoro el correo de Siobhan. No lo abro siquiera.

Tamborileo mis dedos sobre el escritorio en un gesto ansioso.

Tengo miedo de que esa oferta sea demasiado tentadora. No dejará de rondarme la mente.

Ojalá sea una oferta mediocre. Ojalá Siobhan sea una mujer grosera de Recursos Humanos que se harte de mí luego del segundo correo. Ojalá no respondan ni me busquen más.

Así puedo ponerlo como excusa por no dejar Platt cuando me pregunten por qué sigo aquí cuando hayan pasado diez años.

xxx

Se rumorea que algunos se irán temprano. Edward y yo pasamos el resto del día hablando sobre las series que estamos viendo en el momento.

Veo a Ángela y a Rosalie entrar por la puerta principal cargando con bolsas de artilugios para fiestas.

Nuestra fiesta de Halloween es este viernes y ellas juran que será la mejor fiesta del año. Incluso mejor que la de Navidad.

—¿Ya tienen su disfraz? —Rosalie nos pregunta y Edward se levanta para ayudarla con las bolsas en sus manos.

—Sí, seré una bruja—respondo sólo para hacerla molestar.

Ella bufa y me ve mal.

—Bella, ¿no tienes imaginación? —molesta, sigue a Ángela hasta su escritorio.

—¿Dónde está tu espíritu? —Edward le sigue la corriente al reclamarme y lleva las bolsas hasta allá.

Le sonrío a la distancia y veo a Alice pasar llevando su bolsa consigo.

—¿Te vas ya? —le pregunto.

—Duh, el jefe no está, Bella—me sonríe y agito mi mano a modo de despedida.

En el estacionamiento, Edward y yo chocamos los cinco cuando nos despedimos. Sus dedos se quedan enredados en los míos otra vez por unos segundos mientras me sonríe.

—Buen trabajo hoy, Swan.

—Gracias por la comisión—le sonrío y las arrugas alrededor de sus ojos se pronuncian.

Fue un buen día.

xxx

Bree quiere arruinar mi día al tratar de obligarme a leer el correo de Siobhan.

No lo logra.

Se va molesta a su habitación y yo me sirvo un tazón de helado.

A veces hay días buenos.

Cuando Edward me sonríe todo el tiempo, cuando nuestras manos se rozan, cuando es todo mío. Cuando Tanya no puede alcanzarlo.

xxx

El jueves al mediodía otro correo de Siobhan llega. Vuelvo a ignorarlo.

Además, estoy muy ocupada procesando órdenes y dándole seguimiento a otras.

Pero pareciera que Bree está conectada a Siobhan porque apenas han pasado cinco minutos y ella ya está preguntándome sobre eso.

Bree: ¿Ya revisaste la propuesta de Siobhan?

Bella: No.

Bree: ¿Por qué no?

Bella: Ya sabes por qué.

Bree: No te cierres las puertas. Ni te cierres tú misma.

Ruedo los ojos.

Bella: Lo haré, pero más tarde.

Bree: De acuerdo. Tu decisión.

Pues no lo parece, pienso.

Un poco bastante harta de lo mismo, abro el correo de Siobhan para echarle un vistazo a su propuesta.

De todas formas, no dejaré Platt. Eso ya lo decidí. Aun no me puedo ir. Si tan sólo soy un poco más paciente… bien dicen que la paciencia es una gran cualidad.

Puedo esperar un poco más. El mundo no se va a terminar por esperar ni desear. Me aferro al momento en el que Edward alzará la vista y me dirá que terminó con Tanya porque quiere estar conmigo. Me aferro a sus sonrisas fáciles y suaves, a los ojos verdes que me mirarán a la cara mientras su boca rosa se abre para decir "te amo." No falta mucho. Lo sé.

A veces sus ojos me lo dicen, su mirada se oscurece después de un rato de estar viéndome, sus roces se sienten anhelantes, me deja apoyar mi cabeza en su hombro y en ese momento lo siento por todo el cuerpo: él me quiere de la misma forma, pero aún no se atreve a decírmelo.

Y si me voy… si me voy ya no podrá decírmelo.

Tengo que estar aquí para él, para asegurarle que lo sigo esperando, que el hecho de irme no significa que ya no lo quiero, que me he rendido, no significa que dejé hundir el barco. Quiero que esté seguro de que estoy a bordo, sentada y acercándome a la orilla para alcanzar su mano y ayudarlo a subir.

Pienso en todo esto mientras leo la propuesta. Es buena. Mismo horario y alrededor de 40% más de salario (incluso considerando mis comisiones) aunque, obviamente, son más responsabilidades.

Edward se está acercando, está regresando del baño y me apresuro a responderle el correo a Siobhan. No me comprometo, pero tampoco la rechazo. Simplemente le digo que gracias, que lo pensaré mientras busco una contraoferta en mi actual trabajo.

Edward me da una sonrisa.

—Había una cucaracha muerta en mi cubículo—le arrugó la nariz—. Y Eric entró al de al lado y la pateé hacia él.

Jadeo mientras río.

—Gritó—finaliza casualmente.

—Oh por Dios, pobre tipo—chocó los cinco con él y todo mi interior se retuerce cuando vuelve a entrelazar las puntas de nuestros dedos—. ¿Supo que eras tú?

—No tengo idea—resuella.

La puerta del pasillo se abre de repente y Eric está ahí.

—¿Quién fue? —ordena saber con voz fuerte, molesto—. ¿Quién lo hizo?

—¿Quién hizo qué, Yorkie? —Rose pregunta, girando su silla para verlo.

—Caballeros, hagan una fila—les ordena—. No pararé hasta encontrar al culpable.

—No me formaré para algo que no sé—Edward murmura, llevando sus manos hacia su nuca y desparramándose en su silla.

—Descubriré al culpable de haberme lanzado una cucaracha muerta en el baño.

La oficina entera ríe y Eric se molesta aún más.

—Muy bien—acepta, llevando las manos a su cintura—. Los estaré vigilando y se encontrarán con una en el lugar en donde menos lo esperan.

—¿Todos o sólo los hombres? —picotea Rosalie.

—Todos. Sé que las mujeres entran al baño de hombres… así como nosotros entramos al suyo cuando se nos acaba el papel.

Una ronda de quejas por parte de las chicas se alza y él avanza hasta su lugar.

—¿Entras al baño de hombres, Bella? —Edward me pregunta en voz alta para que Eric escuche.

—Sí, a lanzar cucarachas muertas—me río.

Eric se apresura a verme sobre su hombro y me entrecierra los ojos.

Edward y yo intercambiamos otra risa.

Al final del día, Ángela vuelve a decirnos que no olvidemos nuestro disfraz para el día siguiente y Edward y yo nos hacemos compañía hasta el estacionamiento.

—Más te vale usar ese disfraz, eh—lo amenazo.

—Sí, sí, claro—me sonríe y entra a su Volvo.

Bree no tiene nada que hacer ahora que es una desempleada, así que la obligo a teñirme el cabello con un tinte de fantasía para mi disfraz.

Lo hace sin necesidad de que le ruegue demasiado y pasamos el rato viendo una película y hablando de maquillaje.

Me hizo el favor de recoger mi disfraz de la tienda y ahora lo observo desde mi cama cuando es hora de ir a dormir.

Será genial. Incluso podríamos ir a beber algo luego del trabajo, Ángela lo mencionó. Tal vez Edward no tenga planes para mañana en la noche.

xxx

Siempre llego más temprano que Edward así que estoy atenta a la puerta para verlo tan pronto como llegue y verlo metido en ese disfraz.

Las chicas ya me preguntaron si en verdad me teñí el cabello y ya vinieron a tocarlo y a echar ojeadas. Quedó bastante bien. Pensé que el tono cobrizo no se vería sobre mi cabello chocolate, pero incluso lo hace ver mejor. Un poco más oscuro del color esperado, pero está bien. Bree hizo un buen trabajo.

La puerta se abre y sonrío al verlo.

Se ve bastante bien. Y algo sexy.

Edward lleva el cabello peinado hacia un lado y cuando se deshace de su abrigo, veo que lleva las mangas arriba, dejando ver sus antebrazos.

Me sonríe tan pronto como me ve.

—Miren nada más: Bella Pelirroja Swan—sus ojos pasean por todo mi cuerpo y cierro los puños sobre mis rodillas.

—¿Qué onda, Fred?

Se ríe entre dientes y luego Rose lanza un gritito cuando lo ve.

—¡Es genial! ¡Qué creativos!

Edward fue el de la idea. No yo. Pero estuve de acuerdo porque es una muy buena idea. Somos una pareja, un gran dúo y si él iba a disfrazarse de Fred yo tenía que disfrazarme de Daphne. Incluso llevo mi pañoleta verde al cuello y él lleva su pañuelo naranja.

El resto de la mañana la oficina está en completo silencio porque todos nos apresuramos a terminar con nuestro trabajo del día antes de que comience la fiesta.

Los chicos del almacén también están invitados, así que Ángela logró hacer que la fiesta fuera allá en lugar de acá arriba. Incluso montaron la estación de karaoke y una bola disco.

Edward me cuenta de la ocasión en la que una fiesta en su antiguo trabajo se salió de control porque alguien vertió vodka en la fuente de sodas. Apoyo mi barbilla en una mano y me río mientras me cuenta sobre su pasado. Él ya deshizo su peinado porque sigue pasándose las manos por el cabello y un mechón le cae en la frente.

Se me hace un nudo en la garganta mientras veo sus ojos brillantes por la diversión y mi mano pica por alcanzar su mano.

Trago, pero luego mis ojos se llenan de agua y lo disimulo con una carcajada.

¿Qué si se lo digo? ¿Qué si le digo que lo quiero? ¿Y si lo beso? ¿Me besaría de vuelta?

Siento que lo extraño incluso teniéndolo frente a mí.

Lo anhelo tanto.

La suerte está en el aire. Es muy probable que no tenga planes esta noche y así podría ir al bar luego de la fiesta.

Si le digo que lo quiero, él me lo dirá de vuelta… es tan obvio.

No sé cómo llamarle a esta situación, pero sé que no puedo llamarlo "mío," no del todo.

Pero es que se siente tan correcto. Él parece feliz siempre que está conmigo. Nunca hay silencios incómodos y somos tan compatibles. Tenemos tantas cosas en común y sé que él también lo sabe. Lo nota.

Él mismo me lo dijo un día. Dijo que a veces sentía que tenía más cosas en común conmigo que con Tanya.

¿Qué sigue haciendo ahí? ¿Está dejando que el tiempo corra? ¿También está esperando el momento indicado? Porqué sé que él es el indicado. Él es lo que la vida hizo para mí. No puedo ser la única que lo piensa, ¿verdad? Tanya no se ríe de sus bromas. No como yo. Ella no logra entenderlo del todo.

Hace un tiempo, Edward me dijo que el tema de los hijos era algo complicado con Tanya. No estaba muy segura todavía. Yo no tendría problema en tener a sus hijos. ¡Oh, qué asombroso sería que estuviéramos juntos por mucho más tiempo para tener un bebé!

Salgo de mi ensoñación porque Ángela me pide ayuda para comenzar a llevar los aperitivos al almacén. Edward se queda ahí en su escritorio, sin nada que hacer y comienza a jugar en su teléfono.

Unos veinte minutos después la fiesta comienza y Mike y Jasper son los que se encargan de la música. Alice abre el karaoke y le aplaudimos mientras comemos pizza y papas fritas.

La gente comienza a cuchichear y me acerco a la multitud frente a la mesa.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Alguien puso vodka en la fuente de sodas—me susurra Rose.

Mi mirada va hacia Edward rápidamente, que está cantando "Tequila" junto a Jasper.

Sonrío.

—¿Enserio?

—Sí—ella asiente, sirviéndose—. Ay por Dios, esto sabe delicioso.

Me río junto a ella y sirvo dos vasos, para llevarle uno a Edward.

Entre cuchicheos, acordamos mantenerlo en secreto para que Mike no se entere. Es diabético, así que él no come nada de esto.

Está entretenido riéndose de Edward y Jasper mientras bebe de su botella de agua.

—Hey, Tequila—llamo a Edward cuando termina de cantar—, ¿adivina qué?

—¿Qué? —pregunta con una sonrisa y toma el vaso que le tiendo.

—Alguien, no sabemos quién, llenó la fuente de sodas de vodka.

Sus ojos se abren ante la sorpresa y comienza a reír.

—Oh, no creerás que fui yo, ¿cierto?

—Simplemente se me hace muy sospechoso que me hayas contado esa historia justo hoy.

—Las coincidencias son muy comunes—resuelve y sus ojos brillan con travesura sobre el borde de su vaso.

La música cambia repentinamente gracias a Jasper y Mike camina alrededor, sonriendo, luego de un rato.

—Wow, chicos, tienen sed—comenta señalando la fuente de sodas—. A este paso necesitaremos más refresco.

Asentimos en voz alta y le echa un vistazo a su reloj.

—¿Saben qué? Iré a la tienda por más, ¿qué dicen? Aun es temprano.

Un coro de síes y vitoreos se alza y él se ríe, contento.

—De acuerdo, de acuerdo, no tardo. No vayan a terminar la fiesta sin mí.

—Claro que no, Jefe—Eric le palmea la espalda.

Mientras esperamos a Mike, no podemos evitar bailar y la fuente de sodas en verdad se termina. Los chicos del almacén comienzan la fila para el limbo y Eric hace trampa en cada ocasión, ganándose abucheos.

Rosalie es la que sostiene la botella de tequila y Edward pasa los shots para quién no pueda pasar por debajo de la barra. Me obligan a beber tres y la única contorsionista que es capaz de pasar en cada ocasión es Alice.

—¡Ya llegó Mike! —Seth grita desde la puerta y Rose corre a esconder el tequila.

Estoy un poco mareada, pero me siento peor cuando miro hacia la puerta y veo a Tanya hablando con Maria.

¿Qué hace ella aquí? Nadie la invitó. No debería de estar aquí. Esta es una fiesta laboral.

—Bella, aquí—Ángela me ordena y miro hacia la cámara. Ella está tomando una foto mía y de Edward. Su brazo rodeando mis hombros cae lentamente cuando Tanya se acerca y nos observa.

—Eh, hola—Edward la saluda—, ¿qué haces aquí?

Los ojos de Tanya siguen clavados en mí y luego se clavan en mi mano que sigue sobre la cintura de Edward. La alejo lentamente y entrelazo mis dedos frente a mí. Todo me da vueltas.

—Vine con Irina—dice—. Laurent la invitó—sus ojos siguen pegados a mi rostro. Le sostengo la mirada—. ¿Por qué no me invitaste tú? —ella finalmente lo mira.

—¡Ángela! Déjame ver la foto—me apresuro a decir, deteniéndola antes de que se aleje.

—No sabía que…—escucho decir a Edward.

—Diablos, ¿incómodo demasiado? —Ángela cuchichea a mi lado mientras me muestra la foto.

Me río bajito con ella.

—Pobre tipo—finaliza y me jala hacia la mesa—. El mundo es pequeño, ¿quién hubiera pensado que Laurent estaba saliendo con la empleada de Tanya?

No digo nada, sólo me encojo de hombros.

Rose ya se encargó de verter más vodka en la fuente de sodas y estoy a medio vaso cuando necesito ir al baño.

Estoy algo borracha y las escaleras hacia la oficina se ven peligrosas.

—Cuida esto por mí—le digo a Jasper, dejando mi trago a su lado. Él asiente distraídamente mientras se ocupa de la playlist.

Edward está hablando con Laurent. Tanya e Irina están con ellos y ambas tienen un trago y un plato con pizza en sus manos.

Me aferro al barandal fuertemente y camino sosteniéndome de la pared hasta llegar al elevador. Presiono nuestro piso y me balanceo en mi lugar.

Miro el reloj.

Tengo que dejar de beber ahora si es que no quiero conducir ebria. Son las 6:15 PM y todo parece indicar que la fiesta se alargará, así que está bien.

Me ajusto mi diadema y mi pañoleta frente al espejo del baño. Tanteo en la parcial oscuridad de la oficina para encontrar mi labial entre el desastre de mi bolso y cuando estoy a punto de salir para regresar a la fiesta, unas voces me detienen.

Son Edward y Tanya, discutiendo en el pasillo hacia nuestra oficina.

Me fundo en la oscuridad y escucho.

—Ya te lo dije. No sabía que alguien más pudiera venir—dice él—. Después de lo del otro día…

—Me parece sospechoso, es todo.

—¿Sospechoso por qué? Es una fiesta del trabajo.

—¿Has estado bebiendo?

—¿Eso qué importa? Alguien alcoholizó la fuente de sodas.

Un bufido por parte de Tanya.

—¿Y qué hay sobre lo otro?

—¿Qué cosa?

—¿Disfraces a juego? ¿Con ella? ¿Enserio?

Abro la boca, ofendida. Maldita lombriz. Lo hace sonar como si yo fuera lo peor del mundo.

—¿Qué tiene de malo? Se ven geniales.

—Vengo aquí, sin haber sido invitada por ti y lo primero que veo es a ustedes dos posando para una foto como si fueran… ¡yo soy tu novia!

—Ah, claro, casi lo olvido—la respuesta de Edward está llena de sarcasmo.

—¿Qué se supone que eso significa?

—Es una fiesta de Halloween. Del trabajo. Trabajamos juntos. Es mi amiga. Por eso tenemos disfraces a juego.

—Pero me haces quedar como estúpida frente a todos.

—No veo por qué. No trabajas aquí.

Silencio por parte de Tanya.

—¿Qué? ¿Vas a ir a conseguir un disfraz morado ahora?

—No, más bien… mejor me voy.

—¿Qué? No, espera.

—Adiós, Edward.

—Oye, Tanya…

—Nos vemos.

—¿Cuándo?

—Yo te diré cuándo—responde con voz dura.

Pasos alejándose. Luego un suspiro cansado y muy tenuemente el llamado al elevador.

—Lo que me faltaba—Edward dice bajito y me apresuro a correr hacia los baños.

La puerta de la oficina se abre cuando estoy a punto de perderme por el pasillo, así que mejor hago como que cierro la puerta.

Las luces de las computadoras iluminan un poco la estancia y Edward detiene sus pasos cuando me ve avanzar.

—Hey—lo saludo como quién no quiere la cosa.

—Hey—me sonríe levemente—. Pensé que estabas abajo.

—Una vejiga necesita vaciarse luego de todos esos tragos.

—Sí, dímelo a mí.

—Te espero entonces—le sonrío y él me regresa el gesto.

Me siento sobre su escritorio mientras él se pierde en el baño.

Debería sentirme mal por causarle problemas con su novia, pero como él lo dijo: no es nuestra culpa. La chica simplemente está loca. Ya todos sabemos que tiene una novia, no es necesario que lo esté recordando todo el tiempo.

Ruedo los ojos y con eso, todo me da vueltas.

Sigo borracha. Me presiono los parpados con los dedos y alzo la cabeza cuando la puerta del pasillo se abre.

—¿Borracha, Bella? —Edward pregunta.

—Ya sé que fuiste tú.

Edward deja salir una risa entre dientes y se sienta a mi lado, nuestros muslos rozándose. Patea su silla para alejarla y cruza los brazos sobre su pecho.

—¿Nos vamos?

—Discutí con Tanya—dice de pronto.

Es la primera vez que me habla de ella directamente. Todo lo que sé de su relación y de ella es porque lo escucho cuando el resto de nuestros compañeros se lo preguntan.

El hecho de que nunca me hable de ella también me convence de que le gusto, de alguna forma.

—Oh, ¿enserio? ¿por qué?

—Tonterías, que al parecer son ¿importantes?

—Es común tener ese tipo de desacuerdos—ofrezco, sin saber bien qué decir.

—Es sólo que a veces no la entiendo mucho… o siento que no me entiende muy bien.

Me pongo de pie rápidamente y me planto frente a él con un valor que nunca tuve. Él parece sorprendido y confundido porque ladea la cabeza y una sonrisa de confusión comienza a nacer en las comisuras de su boca.

—¿Qué…?

—Estoy enamorada de ti—se lo confieso. Las manos me tiemblan, al igual que las piernas. Su sonrisa se borra y sus brazos cruzados caen lentamente a sus costados—. Y… no creo que debas de estar con ella. Y… ¡mierda! ¡sólo quería que lo supieras! —chillo, llevando mis palmas al frente, como aplacando a la multitud inexistente. Siento la adrenalina correr por mi cuerpo entero.

—Bella…—se pone de pie y alzo mi cara para lograr ver la suya—no sé qué quieres que…

—¡Nada! —me apresuro a detenerlo—. No digas nada, sólo…

—Lamento si malinterpretaste…

—Por favor, no—cierro los ojos con fuerza—. No digas eso. No digas nada.

Silencio de su parte.

—Tengo una oferta de trabajo…—las palabras salen de mi boca sin medirlas. Es un vómito que estuve sosteniendo durante tanto tiempo—y quería decírtelo si es que me… si es que decidía irme.

—¿Te vas?

Me miro las manos sin querer ver su cara luego del tono decepcionado que le puso a sus palabras. Inhalo y cierro los puños para verlo a los ojos una vez más.

Tiene el ceño ligeramente fruncido y otro mechón le cae en la frente. Mi mirada cae en su boca entreabierta y me voy hacia él.

Estampo mi cuerpo contra el suyo y lo sostengo de las mejillas, como siempre quise, mientras lo beso.

Edward exhala pesadamente contra mi boca y atrapo su labio inferior entre los míos. Por unos segundos, él no hace nada y estoy a punto de alejarme, avergonzada y decepcionada, pero después él le corresponde a mis labios y sus brazos se enredan en mi espalda fuertemente.

Jaloneo el cabello de su nuca mientras nuestras bocas se besan y mi palma en su pecho siente el latido acelerado de su corazón. Una de sus manos pasa por mi costado y se queda en mi espalda baja, justo arriba de mi trasero, acercándome más a él. Delineo su labio inferior con mi lengua y llevo mi mano libre a su espalda. Antes de que pueda intentar otro movimiento, Edward entierra su lengua en mi boca y un ligero gemido se le queda atorado en la garganta. Entierra sus dedos en mi cabello y su brazo a mi alrededor me aprieta más, así que termino de pegar mi cuerpo entero al de él.

Nos besamos por lo que parece una eternidad, pero al mismo tiempo se sienten como un par de segundos.

Necesito más de él. Me alejo para recobrar la respiración, pero Edward guarda sus labios para sí mismo y finalmente se aleja después de reposar su frente contra la mía por un segundo.

—Lo lamento—susurro y limpio mi boca, suponiendo que mi labial está hecho un desastre.

Edward se limpia con su pulgar.

Unos segundos en un silencio pesado.

Mi corazón martilleando contra mi pecho.

Mi embriaguez diciéndome que estuvo bien confesarle mis sentimientos y besarlo.

Mi lado cuerdo diciéndome que estuvo mal.

—¿Te vas a ir? —pregunta en un susurro.

—No lo sé.

—¿Por qué lo dijiste?

—Sólo quería que lo supieras.

—¿Qué supiera que te vas a ir o que estás enamorada de mí?

Me miro los pies.

—Ambas.

—¿Estás borracha?

—Un poco, pero lo dije enserio. ¿Tú estás borracho?

—No.

Los susurros deben de terminarse, los toques y besos prohibidos no pueden volver a repetirse, no hasta que él termine con ella. Me giro sobre mis talones para salir de ahí. Necesito aire fresco.

Edward viene detrás de mí y lo confirmo cuando se coloca a mi lado frente al elevador.

No decimos nada más.

La fiesta abajo sigue en su apogeo.

Rescato mi trago olvidado, que está justo donde lo dejé. Ya ni siquiera lo voy a beber, pero ocupa mis manos.

El resto de la noche la paso con las chicas, esperando que el alcohol se me baje.

Los ojos verdes de Edward se enganchan con los míos en repetidas ocasiones.

Un rato más tarde, logro verlo despedirse de Mike y de Jasper y luego hace su camino hacia arriba.

Me muevo hacia la rampa del almacén y logro ver por la ventana de la cortina el parachoques de su auto.

Se ha ido.

Y ya va siendo hora de que yo también lo haga.

xxx

No se lo cuento a Bree.

Sólo le hablo de la fuente de sodas.

Y del karaoke.

Dejo que el agua de la regadera se lleve la pintura naranja de mi cabello. La veo arremolinándose en el desagüe, desapareciendo como desearía que esta noche desapareciera.

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Pero es que no puedo olvidarlo.

Me arrepiento de haberlo hecho.

De haberme confesado.

Pero no me arrepiento de sus labios contra los míos.

Fue todo lo que siempre soñé.

Justo como lo imaginé.

Sus labios saben a toda una vida.

Lo amo.

Pero no sé si lo arruiné.

Me quedo dormida con mis labios cosquilleando.

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No me arrepiento de habérselo dicho.

Me siento ligera, me quité un gran peso de encima.

Pero conforme la noche del domingo se acerca, la ansiedad de verlo mañana comienza a llenarme.

Me siento como una niña una noche antes del primer día de clases.

Todo puede pasar.

Mañana podría ser el inicio de todo.

O podría ser el final de todo.

Pero estoy segura de que algo sucederá.

xxx

Edward no me habla ni me mira durante toda la mañana del lunes.

Está claro que es el final de todo.

Me muevo por el mundo con el corazón roto, pertenezco al club de los desahuciados.

Yo tampoco le hablo. Ni lo miro.

Me concentro en mi pantalla y juego solitario en línea. También juego Mario Bros cuando todo está calmado y aburrido.

Lo arruiné.

O tal vez él está igual de nervioso que yo y está esperando el momento indicado para decirme que necesita hablar conmigo.

La hora de la comida se llega y estoy tan aburrida que la tomo media hora antes. Camino hasta la cocina y mastico mi comida mientras veo un episodio de la serie del momento.

La puerta de la cocina se abre y se cierra y en cada ocasión espero ver a Edward, pero nunca es él.

No es hasta cuando regreso a mi escritorio que una conmoción ocurre.

Estoy cerrando mi cajón, dejando mi cepillo de dientes ahí cuando la puerta del pasillo se abre y Alice sale.

—¿Dónde está? —demanda saber con un chillido. Todos la miran y sus ojos aterrizan en Edward a mi lado.

Todos la seguimos con la mirada mientras corre hacia él.

—¡Edward! —lo llama. Él la mira rápido y extrañado—. ¿Por qué no habías dicho que le pediste matrimonio a Tanya?

Oh.

Jadeo y me congelo en mi lugar.

Gritos llenan el lugar mientras yo me quedo en pausa.

Edward me mira rápidamente luego de eso, pero yo sólo veo a Alice a su lado.

¿Qué ha dicho?

La multitud nos rodea, demandando saber más al respecto.

Cierro mi boca entreabierta y clavo mi mirada en mi monitor.

Entonces así es como se siente.

Así se siente un corazón roto.

Con el mundo girando a tu alrededor mientras tú estás en pausa, con el pulso en tus orejas, con un hoyo formándose en tu pecho, con un nudo en la garganta.

Alice demanda saber la razón del secreto.

—Oh, no lo sé…—él comienza—. ¿Quién te lo dijo?

No lo está negando. Es verdad. Él se va a casar con ella. No conmigo. Luego de besarme, se va a casar con ella.

Su confirmación es como si una pared de ladrillos me cayera encima. Todo mi cuerpo tiembla.

—Acaba de publicarlo. Compartimos usuarios el viernes en la fiesta.

El teléfono de Alice pasa de mano en mano mientras ven lo que sea que Tanya haya publicado.

Los ojos de Edward están clavados en mi rostro.

Respiro por la boca, buscando aire, todos me están sofocando a mi alrededor. Mis manos están congeladas sobre el teclado.

El alboroto parece llamar la atención de Mike porque sale de su oficina y después lo ponen al tanto.

Ya sacaron a Edward de su silla y están abrazándolo y chocando los puños y palmeándole la espalda.

A mí me patean en el piso.

Vuelvo a cerrar la boca e inhalo, mientras mis ojos se llenan de lágrimas.

Sin pensarlo más, voy a mi correo y le escribo a Siobhan.

Lo haré. Me reuniré con ella.

Cierro los puños y aprieto los labios para evitar que mi barbilla tiemble.

No llores, no llores, no dejes que te vea llorar, me repito mentalmente.

Siobhan responde. Pregunta que si puedo ir a Volturi hoy a las 3:30 PM.

Acepto.

El escándalo y las felicitaciones se terminan.

Todo está en silencio.

Sus ojos verdes siguen clavados en mí.

Inhalo profundamente otra vez, aunque duela respirar y mi inhalación sea temblorosa.

Uso el escritorio de apoyo para empujar mi silla y me levanto lentamente.

Edward se recarga en su asiento, como esperando una reacción de mi parte, pero paso de largo y voy a la oficina de Mike.

Toco dos veces y él me deja entrar.

—¡Bella! —me sonríe.

—Hola, Mike.

—¿Qué te trae por aquí?

—Eh… ¿crees que pueda salir temprano hoy?

Él continúa dando clics en su computadora.

—Seh, ¿qué tan temprano?

—¿3?

—Wow—alza las cejas—. Claro, seguro.

Intento sonreírle, pero no importa porque él ni siquiera me está viendo.

—Muy bien. Gracias.

—De nada, chiquilla—me sonríe por última vez y salgo de ahí.

Faltan 45 minutos para eso, así que, en lugar de huir al baño a llorar, regreso a mi lugar y termino con mis pendientes del día.

Le dejo un mensaje a Bree.

Bella: Se va a casar, Bree.

Bree: Oh no.

Bree: Ay Bella.

Bree: Cuánto lo siento.

Eso hace que me den ganas de llorar otra vez.

Bella: Yo también.

Bree: ¿Cómo estás, nena?

Bella: Intentando no llorar frente a él.

Bree: Lo siento tanto.

Bella: A las 3:30 me reuniré con Siobhan.

Bree: Oh.

Bree: ¿Enserio? ¡Eso es genial!

Bella: De acuerdo.

Bree: De acuerdo, nena.

Espero que mis respuestas le den una idea de cómo me siento.

A las 3, comienzo a reunir mis cosas y tanto como Rose y Edward lo notan. Sólo que ella es la única que dice algo.

—¿Te vas ya?

—Sí, tengo un asunto que atender.

—Oh, de acuerdo. Hasta mañana.

—Hasta mañana, Rose.

Salgo de ahí sin mirarlo ni una sola vez.

Sin sonreírle.

Sin felicitarlo.

Sólo me voy.

En el auto logro llorar.

Pero tengo que controlarme porque tampoco puedo llegar a Volturi luciendo como una loca.

xxx

La reunión con Siobhan va bien.

Me dice que puedo empezar el lunes, si es que logro un rápido acuerdo en Platt.

Le digo que lo lograré.

Ya en casa, puedo llorar.

Busco el perfil de Tanya para ver su publicación.

Quiero enterrarme el cuchillo.

Pero tal vez tengo la suerte de que su cuenta sea privada.

Es mejor así, supongo.

Fui tan estúpida.

Pero es que todo parecía tan… a mi favor.

¿Si no lo hubiera besado… él le habría pedido matrimonio? ¿Yo lo causé?

Jamás debí de haberle dicho nada.

Pero es que cuando mi cabeza caía en su hombro, parecía que él estaba a punto de apoyarla sobre la mía y entrelazar nuestras manos.

Parecía que vendría conmigo.

Me dio la atención que alimentó mis estúpidas e ilusas fantasías.

Pero es que sus ojos suaves que se oscurecían luego de unos segundos enganchados a los míos me lo decían todo.

Sentí que me miraba con amor, un amor que seguramente me inventé yo.

Morí muchas veces sólo para vivir un poco más con él.

Lo perdí sin tenerlo.

Sin que fuera mío.

Lo voy a extrañar, posiblemente lo haga por siempre, pero ya no puedo hacer más.

Y lo peor de todo es que ella no me lo quitó, él la eligió.

Tuve mi corazón en la mano y se lo tendí, pero él eligió otro.

Y probablemente eso será lo que más duela.

Lo tendrá todo con ella.

La foto perfecta, la familia brillante, las fiestas y los bastones de caramelo.

Los regalos, el café matutino, las noches en vela, el amor hasta entrando la madrugada, la misma cama, la rutina, mensajes de amor, acuerdos, el mejor sofá, compras conjuntas, crianza, el saber el paradero del otro… todo lo que yo quería, lo tendrá con ella.

xxx

Finalmente le cuento a Bree todo.

El beso. Mi confesión. Su respuesta. Las felicitaciones. Siobhan.

Ella me abraza y me pasa pañuelos.

En algún momento unas lágrimas se le salen mientras me da palabras de apoyo.

Luego volvemos a abrazarnos porque las dos tenemos el corazón roto.

No logro dormir.

Uso demasiado maquillaje la mañana siguiente para cubrir mis ojeras y uso cucharas heladas para bajar las bolsas debajo de mis ojos.

Todavía es temprano cuando entro a la oficina de Mike.

Me siento en la silla frente a él y hablo hasta que me presta atención.

—¿Qué ocurre?

—Voy a renunciar, Mike—exhalo, dejando caer mis hombros.

Él alza las cejas.

—¿Por qué? —ladea la cabeza.

—Tengo una oferta en otro lugar y… bueno, es mejor.

Él une las puntas de sus dedos, en gesto pensativo.

—De acuerdo, eh… déjame hablarlo con el corporativo, podemos mover algo de…

—No, por favor… no lo hagas—lo detengo con voz suave—. No me retengas, por favor, no quiero una contra oferta.

—¿Quién de esos idiotas fue malo contigo? —entrecierra los ojos, mirando sobre mi hombro por el cristal de su oficina.

Me río bajito.

—Nadie. Sólo… cosas personales… crecimiento.

Su boca se curvea hacia abajo.

—Ay, Bella, no seas tan mala conmigo.

Otra risa.

—Lo siento, Mike.

—Bueno…—se rasca la ceja—estas cosas pasan, ¿cierto? La gente renuncia—asiento en silencio—. Alice me había dicho que le interesaba Ventas.

—¿Enserio? Bueno, ella sería buena. Es buena con las personas.

—Sip, Servicio al Cliente—medio rueda los ojos.

—Claro.

—Bueno, si no te vas por el dinero ¿entonces por qué es?

—Ya te lo dije: crecimiento.

Me entrecierra los ojos.

—Pero ¿qué vas a hacer en otro lugar? Seguramente tu jefe será un idiota y no tendrás un mejor amigo y…

—Basta, Mike.

Él suspira y se recarga en su silla.

—Bueno, Bella… serás una gran pérdida.

Hago un mohín.

—¿Cuánto tiempo te dieron?

—¿Una semana? —mi tono sale más como pregunta.

—Tu última semana… wow—asiente, pensativo—. Bueno, gracias por decírmelo con tiempo.

Otro mohín.

—Gracias, Mike—me pongo de pie lentamente y alcanzo el pomo de la puerta.

—¿Bella?

—¿Sí?

—¿Es por Edward?

La respiración se me atora en la garganta.

—No, Mike—mi respuesta sale en un murmullo leve.

Su cara me lo dice todo: no me cree.

—De acuerdo, Bella.

Le doy una sonrisa que parece más una mueca y salgo de ahí.

Todo parece apuntar a que será un largo día, pero Ángela me manda un mensaje un rato más tarde.

Ángela: ¿Estás ocupada? ¿Me ayudas a ordenar mi gabinete? Tengo que organizar los talones de cobro.

Bella: Claro.

Logro matar dos horas y media ahí. Me siento en el piso, en la esquina de la oficina, junto a Ángela mientras ella trabaja en su computadora y yo ordeno hojas en gabinetes y carpetas.

Es algo estúpido según ella, pero el corporativo quiere pruebas de todo.

El almuerzo a solas no está nada mal, pero Ángela se me une y hablamos de películas.

El miércoles Edward se va a una reunión con un cliente y desaparece por dos horas.

Es genial. Puedo estar en mi escritorio trabajando y cuando él llega, meto el solitario y Mario Bros entre mis pendientes.

Y el jueves finalmente mi secreto se sabe.

Y, otra vez, es Alice la que lo anuncia.

Estoy frente a la máquina expendedora, tratando de comprar unas gomitas o unas Lays. Edward está comiendo justo detrás de mí, pero me vio abrir la puerta así que no tuve más remedio que ir a conseguir mi snack. No me iba a dar la vuelta y regresar por donde vine.

—¡Bella! Mike acaba de decírmelo. ¡Es una pena!

Luego Rosalie entra a la cocina y hurga en el refrigerador

—¿De qué hablas? —pregunto.

—De ti yéndote.

—¿Qué? ¿Te vas? —Rose se envara y me frunce el ceño.

—Oh, eso… sí, me voy.

Por un breve segundo, mis ojos se encuentran con los de Edward.

—¿Te vas a ir? —parece que no pudo detener a su lengua. Su voz atraviesa el lugar como un cuchillo que va directo a mi corazón.

—¿Tampoco sabías? —Rose le pregunta, pero él no le responde. Sigue observándome.

—Se lo dije a Mike el otro día—respondo.

—¿Vas a Ventas? —pregunta Rose.

—Sí—asiento—. Y a Marketing Digital…—comienzo, sintiéndome algo incómoda con el hecho de que Edward escuche sobre mi futuro cuando yo no quiero ni necesito saber nada del suyo—, pero el sueldo base de Ventas era casi el doble de este, sin considerar comisiones, así que…

—¡Uhh, chica rica! —Alice me golpea el hombro y me hace sonreír naturalmente por primera vez en toda una semana.

—¿A dónde te vas? —continúa Rosalie.

—Volturi.

Geeenial—canturrea.

—Sí, creo—logro alcanzar mis gomitas y salgo de ahí, seguida de Alice, que me está pidiendo que le hable sobre mis clientes.

Alice hace que el resto del día sea más llevadero. Siento los ojos de Edward sobre mí en varias ocasiones, pero lo ignoro lo mejor que puedo porque mis idas al baño se tratan sobre llorar y mis tardes son tan depresivas que cargo con la caja de pañuelos alrededor de casa.

No he dejado de llorarle en toda esta semana.

Y me hace sentir tan patética.

Estoy enojada conmigo misma. Yo fui la culpable. Yo misma me inventé una vida que no tenía y que no tendría.

Me aferré a algo inexistente.

No era yo.

Nunca fui yo.

La oficina comienza a vaciarse muy rápido así que me apuro en recoger mis cosas y ni siquiera me molesto en apagar correctamente mi computadora. Simplemente apago el monitor cuando, por el rabillo del ojo, veo claramente cómo Edward me mira y abre la boca para decir algo, se ve decidido, así que alcanzo mi bolso y camino rápidamente hacia el perchero, de donde tomo mi chaqueta y salgo de la oficina.

Termino de arrojar mi celular y de cerrar mi bolso en el pasillo y en el elevador me coloco la chaqueta.

Para cuando estoy saliendo del estacionamiento, Edward todavía no se ve por ningún lado.

Esa noche, la ansiedad no me deja dormir.

Pienso en las posibilidades de él hablándome por última vez mañana. Encontrando el momento perfecto en donde no tendré escapatoria.

Y habrá muchos momentos así porque sé que Ángela hará una fiesta de despedida.

Todos saben eso, así que ni siquiera llevarán almuerzo.

Maldición, ojalá no hubiera ninguna fiesta.

Ojalá pudiera desaparecerme de una buena vez y no volver ahí.

Estoy decidiéndome sobre no volver cuando recuerdo que dejé mi billetera en mi cajón.

Con un suspiro derrotado, apago mi luz de noche y cierro los ojos.

No sé en qué momento me quedo dormida, pero el despertador suena cuando siento que apenas he dormido cinco minutos.

Lo observo por un rato y unos minutos después, salgo de la cama.

xxx

Todos hacen un gran alboroto desde el primer momento de la mañana.

Usualmente, sólo saludamos y recibimos respuestas desperdigadas por aquí y por allá, pero hoy todos me sonríen, palmean mi hombro, me saludan directamente y preguntan cómo me siento.

Él no ha dicho nada.

Ni me ha mirado.

Yo tampoco lo he hecho.

Paso la primera parte de la mañana con Alice, a quién sigo explicándole algunas de mis tareas. Antes de que ella se siente a mi izquierda, muevo mi silla hacia allá y dejo que ella se siente frente a la computadora. Conscientemente le doy la espalda a Edward todo el rato, pero lamentablemente tengo que ocupar parte de su escritorio para apoyarme cómodamente.

Él no dice nada.

De todas formas, nunca usa esa esquina, siempre tiene una torre de archivo muerto que nunca lleva a la gaveta por desidia y flojera.

Más tarde, Ángela pasea por los escritorios con su conocida caja de Kleenex como alcancía para recopilar el dinero para mi pastel.

Cruzo los dedos para que no sea un pastel de la linda Tanya.

—Edward, dame tu dinero, estás completamente embarcado en esto. Deberías de poner más dinero, es el pastel para tu mejor amiga—le dice Ángela a mis espaldas.

Rose y Alice se ríen y me miran. Yo observo mis manos y dejo mi rostro en blanco.

Edward no dice mucho tampoco, sólo lanza un "mmhm" condescendiente y lo escucho moverse.

Después de eso, Ángela se desaparece. Alrededor de una hora después, Rose deja su lugar y sale de la oficina. Entonces entran con manos llenas de bolsas de comida y un gran pastel. Ellas sólo avanzan hasta la cocina y hago mi mejor esfuerzo para ignorar el suave tarareo a mis espaldas.

Edward tararea Uptown Girl de Billy Joel y Alice se aburre de las explicaciones, así que me ayuda a limpiar mi escritorio y se va por un momento para traer sus cosas.

Yo me quedo sentada en el suelo, hurgando en mis cajones. Me encuentro con el montón de dibujos de Edward a través de los años y con el estómago hecho nudos, los saco sin verlos más y los coloco sobre mi escritorio.

Angela y Rosalie están encerradas en la sala de reuniones, seguramente decorando para la fiesta y veo los pies de Alice a mi lado antes de escucharla.

—Oh, ¿esto es basura? —pregunta y sé que se refiere a los dibujos.

Estoy a punto de responderle cuando Edward habla.

—Me quedaré esos.

Me muerdo el interior de la boca.

¿Para qué? Por lo que a mí respecta, él puede olvidarme fácilmente, él sí puede deshacerse de mí, ¿por qué quiere guardar eso si no me quiere a mí?

Está siendo innecesariamente cruel.

Bien, puede quedárselos. Planeaba tirarlos, de todas formas.

Ya todo acabó.

Le regalo algunos artículos de papelería a Alice y dejo otros sobre el escritorio de Rose. En mi cumpleaños del año pasado, Edward me regaló una tarjeta en donde escribió una tonta broma en un lado y en el otro pegó una foto de ambos. Esa la pegué en mi pizarrón de corcho con una tachuela.

Alice la quita y la deja en la caja llena de mis cosas. Hay un par de revistas, algunos artículos de cuidado personal, artilugios y mis tres tazas de café que estaban en la cocina.

Sin que se dé cuenta, entierro la tarjeta en el bote de basura y la ayudo a organizar sus cajones entre charla intrascendente.

Mike sale de su oficina y aplaude para llamar nuestra atención.

—Vamos, todos, sala de juntas, tengamos nuestra fiesta. Bella, ven acá.

Le doy una pequeña sonrisa y pronto la sala de reuniones se llena.

El menú es de Wendy's y el pastel está en el centro de la mesa, afortunadamente no es de Tanya.

Mis ojos se mueven por la habitación, siguiendo los movimientos de Edward, preparándome para una salida rápida en caso de que él intente hacer algo.

Paso el rato con Alice, Angela y Rose y él habla con Mike, Jasper y Eric.

Algunas veces siento sus ojos sobre mí y mi corazón se acelera por la ansiedad.

Me escapo al baño un rato después del pastel y noto que la tarjeta desechada está ahora sobre la pila de dibujos en su escritorio.

Ruedo los ojos con dolor y sollozo silenciosamente en el baño.

Esas cosas ya no importan. No volverán a importar. No lo tendré a él. Lo tuve por un momento, de alguna forma. Tuve su pasado, pero ella tiene su presente y tendrá su futuro, lo tendrá para siempre.

Él se casará con ella, no conmigo, ella tiene cosas que yo no tengo, cosas que él prefiere. No soy yo quién sostenga su mano, no soy yo a quién le contará sus problemas o sus sueños, no dormirá conmigo, no acariciará mi cuerpo, no es mi olor el que él quiere, no son mis ojos, no son mis manos… no soy yo.

Y supongo que eso está bien. Sólo que duele. No puedo sentirme feliz por él, no deseo que sea feliz con alguien más, todavía no. No estoy en ese punto todavía.

Justo ahora, sólo quiero que esté conmigo, que venga a buscarme, que me mire a los ojos y que me diga que me eligió a mí, que estaba equivocado, que ella no es la indicada para él.

Quiero decirle que conmigo no tiene por qué ceder, quiero que sepa que cuando le diga "siéntate, tenemos que hablar" no tiene por qué sólo escuchar y asentir, quiero que sepa que conmigo es diferente, que no quiero ganar la discusión, quiero que le diga al mundo entero que es mi olor el que ama, que yo soy su cómplice.

Antes de que mi llanto se vuelva más incontrolable, seco mis mejillas y respiro profundamente para calmarme. Tengo la obligación de regresar a la fiesta.

—¡Bella! —Mike llama mi atención cuando entro. Edward no está por ningún lado. Todos me miran—. Oye, puedes irte ahora si quieres, ya sabes, para que puedas descansar un poco más antes de tu nuevo empleo.

Una ronda de afirmaciones se alza y me hacen sonreír. Eso suena a gloria.

—¿Enserio?

—¡Claro! —él dice, animado, aun sostiene su plato vacío de pastel—. Llévate el pastel sobrante, así puedes recordarnos el fin de semana.

Mike es tan gentil.

—Ay, Mike, claro que los voy a recordar—le respondo. Ángela ya está sirviendo el pastel en un contenedor de cartón.

—Y ya sabes, esta puerta siempre estará abierta.

Le sonrío con ojos acuosos porque no quiero irme, no quiero dejar de venir a Platt, no quiero dejar de ver a los únicos compañeros de trabajo que en verdad me han agradado en toda mi vida y, sobre todo, no quiero dejar de ver a Edward, no importa lo mucho que duela.

Antes de que pueda llorar más, Mike me atrae para un abrazo y su loción me llena los pulmones. El resto de mis compañeros forman un círculo a mi alrededor y abrazo a cada uno de ellos. Lamentablemente, el abrazo que más añoro no lo tengo porque él está desaparecido en algún lugar.

Tal vez sea mejor así.

Tal vez está escondiéndose porque no quiere lidiar conmigo.

Sin perder más tiempo, me despido con un gesto de mano y Angela y Rose me acompañan hasta el estacionamiento.

Rose carga mi bolso y mi pastel y Angela carga mi caja de cartón.

—Voy a extrañarte, Bella—dice Rose cuando todas mis pertenencias están en los asientos traseros de mi auto.

—También voy a extrañarte, Rose—sorbo mi nariz. El aire frío me la ha congelado y está amenazando con escurrir.

Les doy un último beso y abrazo y las veo caminar de regreso hacia el edificio.

Estoy a punto de entrar a mi auto cuando su voz me detiene.

—¡Bella! —grita a mis espaldas.

Sin pensarlo mucho, me giro rápidamente y lo observo trotar hasta mí, me grabo esta escena en la mente para poder recordarla después, me lleno los ojos de él y finalmente se detiene frente a mí.

—Pensé que no iba a alcanzarte—dice. Su voz es suave y aliviada, como si verme le quitara un gran peso de los hombros.

Me miro los pies sin decir nada más y apuño las llaves de mi auto con fuerza. Ya soy experta en actuar como si estuviera bien, así que me quedo ahí, para escuchar lo que sea que tenga por decirme.

—Bueno, sigo aquí—respondo en un murmullo y alzo mi mirada.

—Yo… eh… bueno, espero que te vaya muy bien—comienza, enterrando sus manos en los bolsillos de su pantalón, no está usando su chaqueta y se estremece de frío—. No quiero que te vayas, será triste no tenerte por aquí…

—Sí…—son palabras que calan y que se entierran en mi pecho, intento ignorarlas, pero no puedo, necesito escucharlo decirlas.

—Voy a extrañarte. No me diste tiempo para prepararme. Todo fue tan repentino.

Me mira a los ojos, como esperando que yo le responda lo mismo.

—Y quería disculparme por… la fiesta… no era mi intención…

—No te disculpes—lo detengo con voz dura—. Está bien.

—Yo… eh… me imagino que… es decir…

—Edward—lo detengo—. No tienes por qué decir algo más.

—Te escribí algo—dice y saca un sobre del bolsillo trasero de su pantalón. Me lo tiende.

La anticipación hace que casi quiera arrancárselo de las manos, pero me detengo.

¿Qué pudo haberme escrito? ¿Es una carta de disculpas en donde dice que actuar de esa forma no era su intención? ¿Es una carta en donde me confiesa su amor? Las manos me pican por alcanzarla.

Cierro los puños y una epifanía llega a mi cabeza.

¿Qué más da?

Ya nada importa.

Sus disculpas me lastimarán porque sé que nunca podremos ser, porque me dirá que no se siente de la misma manera que yo, sin importar que me haya besado por una eternidad, sin importar que pasó sus manos por mi cuerpo y me haya pegado a él.

Su confesión de amor no hará ninguna diferencia. Incluso empeorará todo porque ambos sabremos que estamos enamorados el uno del otro, pero que él sigue con alguien más.

Lo único que puede hacer una diferencia es que me diga a la cara en este momento que terminó con Tanya.

Pero si sigue con ella… ¿qué más da? ¿cuál es el punto?

Y es obvio que sigue con ella porque de otra forma, ya me lo hubiera dicho.

Inhalo profundamente y el aire frío me perfora los pulmones. Sorbo mi nariz otra vez.

Coloco ambas manos sobre el sobre y él hace intento de dármelo, pero lo llevo hacia él y lo presiono sobre su abdomen, regresándoselo, diciéndole que se lo quede, que no me importa nada más.

El entendimiento se refleja en sus ojos y su rostro se ensombrece.

—Gracias Edward, pero ya tengo que irme.

Su mandíbula se endurece y asiente lentamente con su cabeza. Sus pobladas cejas caen sobre sus ojos verdes.

Entro a mi auto y lo enciendo. Él se queda de pie ahí y estoy saliendo del estacionamiento cuando lo cruza en dirección al edificio. Edward se aleja por mi espejo retrovisor.

Probablemente lo extrañe para siempre. Por tanto tiempo creí que éramos el uno para el otro, pero él no cree eso.

Sé que tenía que irme. Lo amo, pero no puedo destruirme a mí misma por amor. No puedo hacerme eso. No me lo perdonaría. Creo que siempre habrá un espacio en mi corazón que llevará su nombre y que lo llevaré a donde sea que vaya, que cargaré con el peso de lo que casi fue.

Ojalá no me hubiera mirado nunca así, como si pudiera amarme en algún punto.

Realmente quería que fuera él, lo deseaba tanto, pero ahora entiendo que él nunca quiso que fuera yo. Y tendré que vivir con eso por el resto de mi vida. Hay algunas cosas que no puedes desaprender, que no puedes olvidar.

Pensaré en ellos dos todo el tiempo, por días, por semanas, por meses y, con suerte, algún día dejará de doler.

Es el amor de mi vida, pero lamentablemente, yo no soy el de la suya. Sé con certeza que tenía que irme, sé que tomé la decisión correcta, pero a veces tomar las decisiones correctas también duele.

Lo voy a extrañar por siempre.

Lo voy a querer para siempre, ¿ya qué más da? Al fin de cuentas, ya es la pérdida de mi vida.


Otra vez ando por aquí.

Espero que les haya gustado este relato. Ya vendrán historias más alegres, pero en verdad tenía que escribir esto. Tenía que sacarlo. Me estaba consumiendo viva.

Háganme saber qué les pareció. Nos seguimos leyendo. Espero que más pronto que tarde.