Capitulo XVIII

"Penumbras"

.

"…y el Sol ha muerto en el cielo y una maligna niebla todo lo cubre."

La Odisea de Homero

.

Una espesa niebla caía sobre la ciudad de Juuban, haciendo que el día se sienta más húmedo de lo habitual para esa época del año. Los pocos rayos del Sol que se filtraban eran débiles, parecía como si el astro hubiera perdido parte de su brillo.

Los medios seguían hablando del extraño eclipse que había tenido lugar el día anterior. Un eclipse total que nadie había previsto, un elipse total que se había visto en cada rincón del mundo, eso era algo inédito. Pero había más. Tenía esa extraña sensación desde el momento en que el Sol se había ocultado detrás de la sombra de la Luna. Eso la inquietaba. Observó, en silencio, a la mujer de cabellos azules, sentada enfrente suyo. No quería interrumpir su concentración. La había llamado porque necesitaba confirmar sus sospechas. Más bien, necesitaba confirmar que estaba siendo extremista.

Ami hacía cálculos con su notebook. Rei podía observar cómo cientos de números se reflejaban en los anteojos de su compañera. En silencio, dio un sorbo a su taza de café. Volteó su mirada para ver a Makoto ir y venir entre las mesas. Suspiró.

-Es imposible...- susurró Ami, sin despegar sus ojos de la notebook.

-¿Qué? ¿Qué has visto? - preguntó Rei, alarmada. Observó a Ami titubear, nerviosa. Eso la asustó aún más. - Dime...- Ami se sacó los anteojos, al mismo tiempo que levantaba su mirada hacia ella.

-El Sol...

-¿Qué ocurre con él?

-Se está enfriando... Su radiación ultravioleta ha disminuido un 5% con respecto al día de ayer. También han desaparecido cientos de manchas solares. - Un escalofrío recorrió el cuerpo de Rei. Lo que su amiga describía se parecía tanto a sus pesadillas.

-Pero...

-No se detiene...- continuó Ami, mientras se volvía a colocar los lentes y tipiaba en su notebook. - Esta disminución se está acelerando. A este paso...

-¿Qué? - Rei levantó la voz, al ver que Ami no se aminaba a continuar la frase.

-Se apagará por completo en un mes...- Ami hizo una pausa para pasar saliva. - O, quizás antes...- Los ojos de Rei se llenaron de lágrimas. Llevó su mano a su cabeza, justo antes de perder el conocimiento y caer al suelo.

.

*•. .•*•. .•*

.

-Ya veo. - meditó, llevando su mano derecha hacia su barbilla. Estaba parado junto a la puerta, apoyando su espalda contra la pared. Levantó la vista para ver a Minako, quien, sentada junto a la cama de Usagi, tomaba su mano sin despegar sus ojos de ella. - Eso quiere decir que...- susurró, sin aminarse a continuar la frase.

-Dime, Koichi... ¿tú sabes quién era? - Mamoru estaba parado junto al hombre de cabellos blancos. Aun intentaba procesar lo que había sucedido. Koichi suspiró, incómodo.

-Su nombre es Hades...- Mamoru abrió los ojos con sorpresa.

-¿El Dios del Inframundo? Pero...

-Ella logró liberarlo de su cárcel...

-Eso es imposible...- dijo Minako, sin moverse del lugar en el que estaba. - ¿Un dios? - Se puso de pie, permaneciendo de espaldas a los hombres. Koichi notó cierto nerviosismo en ella. Observó como apretó los puños con fuerza. Ella volteó a verlos, con los ojos llorosos. - ¿Cómo podemos vencer a un dios? - Koichi bajó su mirada hacia el suelo. Ni siquiera podía mirarla a los ojos, le dolía demasiado verla llorar.

-Hace miles de años, incluso muchos antes de la caída del Milenio de Plata, el reino de los dioses se había convertido en una amenaza para la supervivencia de la raza humana. Por esa razón, Serenity se encargó de derrotar, uno a uno, a todos los dioses del Olimpo, condenándolo para siempre al Tártaro. Al ser la semidiosa suprema, descendiente de Titanes, la reina Serenity era la única que tenía el poder suficiente para matar a los dioses. - Koichi suspiró. Levantó su mirada para observar a la mujer que yacía en aquella cama de hospital. Mamoru y Minako hicieron lo mismo, entendiendo que era lo que Koichi quería decir. - Cómo heredera del Milenio de Plata, Usagi es la única que tiene la capacidad de derrotar a Hades. Y ellos lo saben, por eso...

-Por eso la buscan...- Mamoru terminó la frase que Koichi no se atrevió a terminar, mientras trataba de contener sus deseos de llorar. - Y.… el accidente...

-¿Hace cuánto ocurrió?

-Fue hace poco más de dos meses.

-Ya veo... Coincide con el momento en que la tumba de Keres fue descubierta...

-¿Por qué? - llorisqueó Minako. Rápidamente se secó las lágrimas con su mano. - ¿Por qué ahora que todo parecía en paz? ¿Por qué cuando, por fin, iba a cumplir su sueño? ¡Es tan injusto! Ella nos ha salvado tantas veces. ¡Se supone que nosotras somos sus guardianas! ¡Pero siempre es ella la que termina salvándonos a todos!

-No es así. - Minako se sorprendió. Levantó la mirada para enfocar los ojos azules del hombre. - Ustedes la han salvado cientos de veces, de diferentes maneras. Ustedes le han entregado su vida y sus poderes. Incluso, le han posibilitado vivir su amor prohibido. Gracias a Venus, Serena y Endymion pudieron sellar su amor para siempre... ¿lo recuerdas? ¿Recuerdas esa noche, Mina? - Minako se sonrojó ante el recuerdo. - Fue por esa promesa a la luz de la Luna que pudieron reencontrarse en todas sus siguientes vidas.

-¿Es en serio? - dijo Minako, con cierta molestia. Volteó a ver al príncipe. - Tú lo planeaste todo... ¡¿por qué lo hiciste!?

.

•.

-¡Espera Endymion!- gritó la pelirroja, mientras seguía sus pasos. Estaba furiosa. - ¡No puedes dejarme así! - Él detuvo sus pasos para voltear a verla nuevamente.

-Ya te he dicho que lo siento, Beryl. Pero no puedo engañarte. Tú no mereces estar con un hombre que no te ama.

-Es por esa mujer, ¿no es cierto? ¡Por ella estás rompiendo nuestro compromiso!

-No sé de qué hablas. - Endymion trataba de hacerse el desentendido.

-El rumor ha corrido por todo el palacio... la han visto merodeando por los jardines. ¡Ella es una diosa, Endymion!

-¡Ya te he dicho que no sé de lo que hablas!

-¡Esto no se va a quedar así! ¡Ella me las va a pagar! ¡Juro ante los dioses que su imperio va a caer!

-No sabes lo que dices, Beryl.- la mujer sonrió de manera desquiciada. Eso lo hizo estremecer. ¿Hasta dónde podía llegar?

-Metalia me va a ayudar... ¡me ha propuesto un trato! - Endymion abrió los ojos con sorpresa. Había escuchado hablar del demonio ancestral miles de veces. Aunque, no eran más que historias con poco fundamento. ¿Acaso el malévolo ser era real?

-¿Qué dices? ¿Metalia? Es sólo un cuento para niños.

-Metalia es real. Y me ayudará a vengarme. La princesa de la Luna deseará no haberse metido nunca en tu vida, Endymion...

•.

.

-Tuve que hacerlo. - titubeó Mamoru.- Sabía que su vida corría peligro, sabía lo que Beryl haría. Y tuve miedo de perderla para siempre... Creí que, si uníamos nuestras almas por toda la eternidad, tendríamos mejor suerte en la próxima vida. Si acaso Beryl llegaba a cumplir con sus amenazas, si llegaba a acabar con su vida, yo iría tras ella, con la seguridad de que volveríamos a encontrarnos. - Mamoru suspiró. Lucía consternado. Quizás por eso, Minako no se atrevió a reprocharle, a decirle todo lo que estaba pensando. Mamoru desvió su mirada hacia su amada. - Me equivoqué... Jamás debí hacerlo. Ella me había hablado de la profecía de la Torre Sagrada... Si la hubiera escuchado... ¡Todo es mi culpa! Todo lo que ha pasado y lo que está pasando es mi culpa. - Mamoru ya no pudo evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos. - Ella tenía razón... cada vez que estamos juntos, cosas terribles ocurren...

Koichi colocó la mano en su hombro, mientras lo dejaba desahogarse. De reojo, observó a Minako. Notó que estaba molesta. Cómo, de seguro, lo hubiera estado Venus de saberlo. Suspiró.

-Podremos con esto... Saldrán adelante, como lo han hecho todas las otras veces. Quizás no sea fácil, quizás vuelvan a aparecer cientos de obstáculos, pero su amor siempre ha sido más fuerte.

.

*•. .•*•. .•*

.

El intenso olor a alcohol impregnó sus fosas nasales. Se incorporó de prisa, como pretendiendo hacer que nada había pasado.

-Espera, tranquila. - le dijo Ami, tomándola de los hombros. La observó con sorpresa, estaba sentada justo enfrente suyo. Luego observó a Makoto, parada junto a ella, sostenía un algodón justo delante de sus narices. Era el olor que la había hecho reaccionar. Olor a coñac.

-Lo siento...- dijo, retirando el algodón. -El coñac fue lo más fuerte que encontré. - Makoto se alejó para tirar el algodón en un cesto de basura cercano. Entonces reparó que estaba recostada en un banco, en los vestuarios en los que los empleados del bar cambiaban su atuendo.

-¿Qué fue lo que pasó? - preguntó, aturdida, mientras observaba como Ami tomaba su pulso controlándolo con su reloj de pulsera.

-Te desmayaste, ¿no lo recuerdas? - respondió Makoto, para evitar que Ami pierda la cuenta. - No podíamos hacerte reaccionar.

-Recuerdo... que me sentí algo mareada y luego...- Rei tomó su cabeza.

-Tu pulso es normal, pero... estás algo pálida. - Ami bajó los párpados de Rei para chequear su color. - ¿Has estado comiendo bien?

-Estoy bien... - dijo, bajando sus pies del banco para ponerse de pie.

-Ah, no espera, ¿adónde crees que vas? - Makoto la tomó de los hombros haciendo que vuelva a sentarse. - No te irás de aquí hasta no asegurarnos de que estás bien.

-Chicas, por favor. Sólo me bajó la presión, eso es todo.

-Pues, con más razón. - continuó Ami.- Makoto ¿puedes traerle un café con mucha azúcar o una gaseosa? – Makoto afirmó con la cabeza. Inmediatamente se dirigió a la cocina, para volver enseguida, con una botella de Coca-Cola, que le entregó a Rei. La morocha la abrió y bebió un sorbo. Suspiró. -Tú... lo sabías ¿no es así? - preguntó Ami.- Por esa razón, me pediste que investigara.

-Fue una visión confusa, la verdad es que no estaba segura de nada... Pero...

-¿Qué? ¿Qué más?

-Las puertas del inframundo han sido abiertas... La Tierra se verá sumida en las tinieblas del infierno. Ella lo hizo, ella las abrió...- Ami abrió los ojos, con una mezcla de sorpresa y miedo. Sintió deseos de llorar.

-Fue mi culpa...- dijo, Rei alzó la cabeza y miró a su amiga. - Zakuro le entregó el anillo para protegerme... ¡Si no fuera tan débil! - acabó diciendo Ami, mientras cerraba los ojos con fuerza. Rei colocó la mano sobre la de ella.

-No es así, no es tu culpa... Si él quiso protegerte es porque le importas...- sonrió, para luego volver a ponerse seria. - Tal parece que siempre estaremos atados a nuestra vida pasada y a los lazos que en ella creamos. - acabó diciendo, con un dejo de nostalgia.

-Rei... ¿Qué ha pasado? - intervino Makoto, al notar la tristeza de su amiga detrás de sus palabras. - ¿Está todo bien con Yuichiro?- Rei guardó silencio, pero Makoto pudo observar cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. En cuestión de segundos, Rei rompió en llanto, mientras tapaba su rostro con sus manos. Había estado conteniendo su angustia demasiado tiempo.

-Él... terminó conmigo...- dijo, entre lágrimas. - Supo de Jomei y de nuestro pasado... Me pidió que le asegurara que no sentía nada por él, y no pude hacerlo... Yo... yo creí estar muy segura de lo que sentía por Yuichiro... pero desde que él entro en mi vida... ya no sé...

-Te entiendo... Me pasa algo parecido... Motoki y yo discutimos el otro día, como nunca lo hicimos. Lo amo. Pero, no puedo olvidar el amor que sentí en el pasado por Neprhite... y Naoki, pues no puedo sacarlo de mi cabeza.

-Chicas... de verdad siento por lo que están pasando. - se atrevió a decir Ami.- Zakuro es... ni siquiera puedo describirlo, pero se ha convertido en alguien demasiado especial es muy poco tiempo, él despierta en mi todo tipo de sentimientos, me hace feliz. En ningún momento me di cuenta de que todo eso que siento cada vez que lo veo es el amor que alguna vez Mercuri sintió por Zoycite. Supongo que nunca me detuve a pensar en lo que podía significar para ustedes que esos sentimientos del pasado surgieran nuevamente.

-Pero eso no importa ahora. - Rei se puso de pie, con la frente en alto. Se apresuró a secar sus lágrimas. - No es momento de lamentarse ni llorar por amor, la Tierra nos necesita... Y también Usagi... Debemos encontrar la forma de detener lo que se avecina...

.

*•. .•*•. .•*

.

-¡Minako, espera! - Koichi corrió para alcanzarla. Ella caminaba rápidamente, ni siquiera aminoró su paso. Seguía molesta. Molesta con él. También con Mamoru. ¿Por qué le importaba? ¿Por qué demonios le afectaba que esté molesta? - Espera, ¡hablemos! - dijo, mientras caminaba rápidamente para seguir sus pasos.

-¡Ya te dije que no tengo nada que hablar contigo!

-¡Eres una caprichosa! - gritó, mientras la detenía, tomándola del brazo. Ella volteó bruscamente, quedando frente a él. Durante algunos segundos, sus rostros quedaron muy cerca, tanto que hasta podía sentir su aliento. Ella siempre olía tan bien. Era tan sensual y cautivadora. Casi tanto como la misma Afrodita. Se alejó de él, incómoda, frunciendo el ceño.

-¡Y tú eres una pesadilla! ¡¿Cuándo dejarás de ser mi sombra!?

-¡Sólo te sigo para evitar que cometas una estupidez! Venus era una mujer madura, responsable... Pero, tú... ¡sólo eres una niña mimada y rebelde!

-¡Tú ni siquiera me conoces!

-¡He sido testigo de cómo te autodestruyes noche a noche! ¿Qué es lo que intentas probar? ¿Qué las drogas y el alcohol pueden acabar contigo antes que cualquier entidad maligna? - Minako guardó silencio, mientras enfocaba sus ojos en los del hombre enfrente suyo. La tristeza que vio reflejada en ellos la hizo estremecer.

-¿De que serviría? Volvería a reencarnar, con la misma misión y los mismos poderes. Es como un castigo eterno para un pecado que nunca cometimos. - Suspiró. - Aquella promesa a la luz de la Luna, también condenó nuestras almas para siempre.

-Lo siento... de haberlo sabido...

-¿Por qué no me lo dijiste?

-¿Crees que hubiera cambiado si Serena lo sabía? Ella también lo amaba con locura, hubiera elegido hacerlo.

-Quizás... pero...

-¿Qué caso tiene? Pensé que era una buena opción. En una nueva vida, quizás, no serían el regente de la Tierra y la diosa de la Luna. Funcionó demasiado bien, supongo.

-¿Te das cuenta de todo lo que ha provocado? La profecía siempre fue cierta. Al unir sus almas se condenaron al tormento eterno. ¡Y han condenado a la humanidad también! En cada una de sus vidas han sufrido por no poder vivir su amor. Y cuando por fin se encontraron en una vida en la que no hay obstáculos ni diferencias, la oscuridad ha surgido una y otra vez para intentar separarlos. ¡Esto no acabará nunca!

-Tal vez no... pero podemos hacer que valga la pena cada batalla, cada lágrima derramada. - Minako bajó la mirada, intentando ocultar sus lágrimas.

-Ya no puedo con esto, Koichi…- confesó, sorprendiéndose ella misma de sus palabras. Koichi observó como las lágrimas rodaban por sus mejillas. Se acercó un poco más para secarlas con su mano. Ella se sorprendió. Levantó su rostro para verlo a los ojos.

-Pero yo estoy contigo, no tienes que poder sola con todo. Encontraremos la manera... juntos. – Minako no dijo más. Sentía un nudo en la garganta que le impedía hablar. Seguía molesta. Pero, por alguna razón, no podía odiarlo como pretendía hacerlo. Recargó su cabeza sobre su hombro, mientras dejaba que sus lágrimas cayeran libremente. Después de todo, se sentía bien tener con quien llorar. Él no dudo ni un instante, la abrazó sin mediar palabras.

Sobre ellos, el Sol adquiría un color extraño, entre anaranjado y rojizo, como al atardecer, cuando se oculta tras el horizonte. Sin embargo, apenas daban las 12 del mediodía.