La fría brisa nocturna susurraba entre los árboles, como si la misma naturaleza temiera lo que acechaba en las profundidades de la cueva. La entrada, un oscuro y estrecho pasaje, parecía tragar la luz del día, envolviendo todo en una penumbra inquietante. Las sombras danzaban en las paredes de piedra, creando formas grotescas que parecían moverse y retorcerse con vida propia.
Al adentrarse en la cueva, el aire se tornaba más denso y helado. Cada paso resonaba en el silencio, como un eco de advertencia que se perdía en la oscuridad. Las paredes estaban cubiertas de un moho negro y húmedo, y el suelo era un terreno desigual de rocas y tierra fría. Un ligero goteo, casi imperceptible, resonaba en la lejanía. Aquel era un abismo de secretos, un refugio para lo desconocido
Bakugo abrió los ojos lentamente, sintiendo un frío intensamente penetrante a su alrededor. La oscuridad de la cueva lo envolvía, y un olor a moho y descomposición sacudía sus sentidos. Tratando de mantenerse tranquilo, se sentó y se esforzó por escuchar cualquier sonido que pudiera ayudarlo a entender su situación.
A su lado, una tenue luz brillaba débilmente, iluminando las paredes de la cueva cubiertas de hongos y sustancias viscosa. Bakugo se levantó de un salto, sintiendo la tierra húmeda bajo sus pies. Su mente empezaba a trabajar, recordando fragmentos de lo sucedido, entonces recordó los últimos acontecimientos, entró en una cueva y se encontró con una de esas aberraciones con la cual perdió la batalla y ahora era su cautivo.
Justo en ese momento, un sonido sordo resonó a sus espaldas. Miró hacia atrás, y con horror vio una sombra moverse rápidamente entre las rocas. Bakugo apretó su puño, tratando de mantener la calma.
Fue entonces cuando lo vio. A unos pocos metros de distancia, en una hendidura de la roca, brillaron unos ojos amarillos que lo observaban fijamente. Aquella criatura tenía una piel escamosa, verde como el musgo, y su figura era una mezcla entre un humano y un reptil. Bakugo se quedó sin aliento. La criatura hizo un movimiento lento, como si estuviera considerando qué hacer.
—¿Qué miras criatura asquerosa? —espetó enojado
La criatura dejó escapar un sonido gutural, casi como un lamento. Bakugo sintió que su instinto de huida se intensificaba, pero al mismo tiempo, esa reacción lo intrigó sobremanera.
Bakugo le prestó mayor atención, apenas cinco metros, se encontraba la criatura. No era un animal, ni un humano… era una mezcla grotesca de ambos. Un cuerpo humanoide y desgarbado, con piel escamosa de un verde enfermizo, salpicada de llagas purulentas. Sus dedos largos y huesudos terminaban en garras afiladas y curvadas como las de un reptil.
La cabeza, demasiado grande para su cuerpo, albergaba un rostro que era una mueca de horror perpetuo: ojos amarillentos, saltones y brillantes, una boca llena de dientes irregulares y afilados como cuchillas, y una lengua bífida que se movía con una inquietante lentitud. La criatura lo observaba fijamente, sin parpadear, con una intensidad que helaba la sangre.
Bakugo, a pesar de su reputación de valentía casi legendaria, sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal. No era miedo al dolor físico, sino una profunda y visceral repulsión, un horror ancestral que le recordaba la fragilidad de la existencia humana frente a lo verdaderamente monstruoso. Había enfrentado a innumerables criaturas de pesadilla nacidas de ese virus maldito, pero esta… esta era diferente.
Bakugo se obligó a concentrarse. El instinto de supervivencia, ese feroz instinto que lo había mantenido vivo en situaciones de muerte inminente, le exigía acción. La criatura no se movía, simplemente los observaba, estudiándolo con una inteligencia inquietante. Su mirada parecía penetrar su alma, desentrañar sus más profundos miedos.
De repente, la criatura abrió la boca, emitiendo otra vez un sonido gutural, un gruñido que resonó en la cueva con una fuerza aterradora. El sonido parecía vibrar en los huesos, una vibración que se extendía hasta lo más profundo de sus entrañas.
Bakugo, sin embargo, se mantuvo firme. Él no se rompería. No ante una criatura, por repugnante que fuese. Con movimientos precisos y silenciosos, preparó poder usar sus habilidades, el momento de la curiosidad había terminado, debía hacer algo al respecto.
Con una rapidez palpable, preparó sus manos e intentó provocar una de sus explosiones, pero esta no tuvo el impacto de siempre. Debido a que su fuerza mermó, puesto que tenía muchas horas sin comer y sin dormir apropiadamente.
—¡Maldición! —gritó con frustración. —¿Que voy hacer? —pensó sin quitarle la vista de encima a la criatura
Contrario a lo que pudo creer, la terrible abominación tan solo le observaba, no parecía dispuesta a atacarlo a él, lo cual le causó confusión, pues la misma criatura fue quien lo adentró al interior de aquella cueva con suma violencia. Ahora, simplemente lo miraba.
—¿Qué quieres de mí? ¿No vas a comerme?
Conocía de sobra a aquelas criaturas, aunque devoraban personas, era más bien un gusto sádico, pues no representaban lo más alto de su cadena alimenticia, en cambio, se alimentaban de animales y algunas plantas. Sin embargo, eran cruelmente agresivas y violentas, saber todo eso y compararlo con ese extraño comportamiento actual, le resultaba raro, aunque fascinante.
—Oye tú —rendido, se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas—. Entiendes lo que digo ¿cierto?
La criatura no respondió de ninguna forma, por el contrario, continuó observando en silencio. Sus ojos grandes y amarillos serían capaces de penetrar cualquier mirada. Bakugo tragó saliva, logrando ponerse nervioso.
—Bien, ya que no quieres hacer nada, entonces me marcho
Se levantó del suelo, pero apenas dio un par de pasos, la bestia se acercó tan rápido que no la vio venir. Un grito horrible salió desde su pecho, atravesó la garganta y fue a parar al rostro del experimentado cazador, como si la criatura lo reclarama suyo. Bakugo se quedó petrificado, sin entender lo que quería la horrible cosa esa.
—Ya está bien, me quedo —cruzó los brazos y volvió a sentarse en el suelo
Aquel repugnante ser lanzó un gruñido, con sus grandes patas comenzó a caminar dando la espalda hacia Bakugo, mientras este la observaba, aquella existencia sacada de un cuento de horror se acercó a un recipiente y lo llenó de agua de un pequeño charco cerca. Como era de esperar, el líquido estaba sucio, aún así, la criatura lo llevó hasta donde se encontraba el cazador y se lo dejó a un lado.
—No pretendes que beba eso ¿o sí? —preguntó enojado y con asco
Esta vez la respuesta fue inmediata, la criatura lanzó un alarido que hizo a Bakugo taparse los oídos
—Está bien, beberé —agarró el cuenco con agua y fingió beber un sorbo— ¿Qué le sucede a esta cosa?
Como si pareciera satisfecha, la bestia mitad hombre mitad reptil bufó, después dio la espalda y se alejó. Bakugo aprovechó para tirar el agua, tenía sed, pero aún podía aguantar un poco más, no estaba tan desesperado como para beber esa asquerosidad.
—Piensa Katsuki, no puedes usar tus habilidades, debes huir apoyado de tu ingenio
El híbrido de humano y bestia se sentó frente a la pared contraria de la cueva, sin despegar la vista de su rehén.
—Oye, tengo hambre. Sé que me entiendes ¿puedes conseguirme comida?
Durante unos segundos, la bestia lo miró en silencio, después de levantó, alejándose unos cuantos metros. Bakugo sonrió con triunfo, no esperó más y se puso en pie, echando a correr con todas sus fuerzas, como nunca antes había hecho.
Pero a pocos segundos de intentar huir, la criatura fue tras él, con una rapidez superior a cualquiera que hubiese visto antes el cazador, llegó hasta él, de un salto se posicionó enfrente y luego con su larga y grande cola lo agarró de la cintura, sujetándolo tan fuerte que le hizo emitir un pequeño grito.
—¡Suéltame bestia inmunda! —gritó colérico
Como un intento vano y desesperado, quiso atacarlo con una de sus explosiones, esperando que esta vez fuera diferente a la anterior, pero el resultado no fue lo que hubiera querido, su pequeña explosión no tuvo ningún alcance favorable, solo alcanzó a prender parte de su ropa.
—Bájame, apaga esto —ordenó mientras intentaba inútilmente de apagar el fuego
De manera sorprendente la criatura obedeció, pero no soltándolo, si no rasgando lo que quedaba de algunas prendas, dejando a Bakugo casi desnudo. Con el cazador a cuestas, regresó al sitio donde se encontraban antes. La criatura movió la cola para tener al hombre frente a ella y lanzó otro bufido al tiempo que lo miraba a los ojos.
Bakugo sintió un escalofrío, a pesar de los grandes y amarillos ojos, la mirada de esa cosa parecía casi humana. Nunca antes vio algo así, había enfrentado a muchas de esas mutaciones y todas eran tan bestiales como estúpidas, esta por el contrario, casi podría jurar que era inteligente, que al menos guardaba algo de humano en ella, por primera vez sintió compasión.
Ver aquella bestial criatura, recordó el día que descubrió sus habilidades, en aquel entonces aún tenía 23 años y estaba en una relación, él y su pareja, un hombre, vivían en los suburbios. Cuando todo comenzó, se sabía poco del maldito virus, pero pronto se esparció, sobre todo en grandes ciudades. Apenas notaron cuando ya se podía llamar invasión. Algunas personas como él desarrollaron pequeñas mutaciones, pero conservando la mayor parte de su humanidad, esas personas fueron enseguida discriminadas.
Fue una tarde, cuando huyendo con su novio, sintió un ardor incontrolable que le causó un terrible dolor, apenas gritó un poco para desahogarse, un gran fuego salió desde sus manos, logrando herir al hombre que amaba. Al saber lo que hizo, el miedo y horror por causarse un daño mayor hizo que huyera deprisa, mientras escuchaba la voz masculina gritándole que volviera, pero él no dio marcha atrás, desde entonces comenzó una vida solitaria, esperando que su amado se hubiera salvado durante ese tiempo que no supo de él.
Volvió al presente, recordando su oscura suerte, sabiendo que debía seguir viviendo, no podía quedarse en el pasado, porque ese dolía mucho más que saber que tenía los días contados dentro de esa cueva.
—Ya suéltame, no volveré a escapar
En respuesta, su captor bufó enojado, continuaba sosteniendo su cuerpo en el aire, agarrado con la cola. Bakugo se sintió nervioso cuando los profundos ojos amarillos lo observaron con fascinación, en ese momento creyó que sería su fin, esa cosa lo devoraría, no tenía duda.
Pero no fue comérselo aquello que hizo, sino que lo acercó hasta él, como si lo oliera, luego, su gran ocico se abrió, Bakugo cerró los ojos, aceptando por fin su destino. Esperó unos segundos, pero no fueron aquellos filosos y asquerosos dientes lo que sintió a su alrededor, si no la larga lengua bífida, lamiéndolo desde el ombligo hasta el cuello, como si lo saboreara.
La repulsión fue inmediata, haciéndolo sentir una arqueada, pero no vomitó. Abrió los ojos y observó a la criatura, la maldita cosa no se detuvo, por el contrario, habiendo probado su piel, repitió un par de veces aquella acción.
—No, basta —jadeó asustado, nunca en su vida había sentido tal asco— Detente
Para sorpresa del joven cazador, la bestia se detuvo, pero solo dejó de lamerlo, continuó mirando ese pequeño cuerpo firmemente agarrado con su cola, lo elevó y bajó unos cuántos centímetros, como si le analizara. El rostro de Bakugo estaba sonrojado, seguro la criatura quería comérselo, pero aquellos lengüetazos lo hicieron sentirse cohibido y acalorado, así que evitó mirarla a los ojos.
—¿Qué demonios? —pensó preocupado
La criatura lo puso finalmente de pie, soltándolo, pero justo cuando el cazador pensó que lo dejaría en paz, la bestia simplemente comenzó a tocarle la cara con su larga y repugnante cola escamosa. Recorrió sus mejillas y la pasó por el cuello. Bakugo estaba nervioso, no entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero un nuevo temor se apoderó de él.
No quería moverse y causar que esa cosa se pusiera violenta, así que se quedó quieto. La horrible abominación continuó explorándolo, como si su cola percibiera mejor que sus gigantescas manos.
Con miedo y asco a partes iguales, Bakugo cerró los ojos, esperando que pronto terminara aquello, pero parecía que solo estaba comenzando. Debido al fuego, se quedó solo en ropa interior y parte de la camisa, dejando al descubierto su bien tonificado pecho, que al igual que su firme abdomen lo mostraban como un hermoso hombre, aunque a sí mismo no se consideraba tal.
Pese a que hizo un esfuerzo enorme por pensar en algo más agradable, fue imposible. La cosa continuó tocándolo con su gran cola, la punta de esta se paseó con descaro por todo su abdomen, rozándole el ombligo y con posterioridad metiéndose un poco dentro de él.
A unos cuántos segundos de haber hecho eso, continuó tocándolo, deslizando sus escamas por la piel suave de Bakugo, subió por el pecho y le acarició el cuello, en un sentido que pronto se tornó erótico para Bakugo, esa zona siempre fue sensible para él. Abrió los ojos, dispuesto a hablar.
Pero no se lo permitió la criatura, apenas el cazador abrió la boca, esta introdujo su cola dentro de ella, lo suficiente para causarle un arcada que casi lo hace vomitar, pero eso no impidió que la bestia continuara invadiendo esa zona. Bakugo negó varias veces, sin poder siquiera gritar del horror, mientras la criatura escarbaba en su garganta. Creyó que iba a morir, que devolvería lo poco que había comido en las últimas horas y terminaría ahogándose con ello.
Aún intentaba asimilar lo que esa cosa hacía con él, cuando la lengua bifida hizo también de las suyas. El monstruo se agachó un poco, sin llegar hasta la altura del pequeño Bakugo, pero lo suficiente para alcanzarlo. Moviendo con rapidez su lengua, la acercó al cuerpo casi desnudo del cazador hasta tocarle una de sus tetillas, agitándose de arriba hacia abajo, logrando que se estremeciera.
—Esta cosa —pensó abrumado— ¿Tiene apetito sexual?
¡Ni pensarlo! No quería, simple y sencillamente no era posible, impensable. Un monstruo así no podía tener deseos por un humano, quizás ni entre bestias, Bakugo jamás vio un comportamiento semejante, tenía miedo, mucho.
Sin poder reclamar por la cola dentro de su boca, intentó retroceder, pero apenas dio unos pasos, la bestia introdujo más la parte de su cuerpo dentro de él, provocando otra arcada, por lo que decidió mejor dejarse. La lengua bífida continuó moviéndose por su tetilla, saboreando sin parar.
Si el horror no era suficiente, Bakugo sintió como su miembro comenzó a reaccionar ante esas acciones, un simple acto reflejo, no tenía nada que ver conque aquello le gustara en algún sentido. Eso se lo dijo una y otra vez.
La criatura notó pronto la reacción justo abajo, el bulto que cada vez resaltaba más por debajo de la ropa interior. Como si entendiera la situación, lejos de detenerse y por extraño que resultara, el monstruo pareció estar fascinado, se notaba en sus grandes y amarillos ojos, Bakugo sintió más asco que nunca.
—No, por favor no —pensó con terror, de solo imaginar que terminaría siendo violado por tan desagradable ser
CENSURADO
Bakugo abrió de nuevo los ojos, la lengua también se retiró, mientras él, tenía los ojos llorosos, su gran valentía, fuerza y determinación, ahora estaban por los suelos.
Pensó que todo había terminado, que la bestia sació sus instintos más primitivos, hasta que notó con gran horror, como esta también logró excitarse, pues su gran pene estaba erecto, pudo verlo justo enfrente cuando se puso de pie. Un terror indescriptible acudió a él, ahora si no tenía salvación, si esa cosa pretendía penetrarlo, sin duda lo partiría en dos y moriría.
—Tiene que ser mentira —pensó con pánico
Justo cuando creyó que su suerte estaba echada, lo que hizo el monstruo no fue lo que pensó, casi como si pudiera leer el miedo en sus desorbitados y perdidos ojos, la enorme criatura se agarró el sexo y lo masturbó frente a Bakugo. El cazador miró asombrado lo que estaba haciendo, no podía creer que la bestia inmunda se estuviera tocando así, casi como si fuera un humano.
CENSURADO
Aunque quiso no ver fue imposible, dentro de todo se sentía fascinado por la situación, la abominación andaba en dos patas como humano, aunque sus cuatro extremidades eran como las de un reptil, su cabeza, enorme e imponente, se parecía más a un lagarto que a una persona, sin embargo, su pene era casi humano. Antes no lo notó, porque no le importaba, vio tantas mutaciones que antes fueron hombres o mujeres andarse sin ropa, con los genitales al descubierto, pero era la primera vez que veía uno masculino así, erecto.
CENSURADO
Gracias por leer este capítulo, para verlo completo ir a mis perfiles de Amor Yaoi o AO3, me encuentran con el mismo nombre. Tengan bonito día.
