CAPÍTULO VII
Habían pasado unas horas desde aquel enfrentamiento de un señor con un Lycanroc, nunca pensó que lo podría vencer y de que el sujeto fuera a escapar. Estaba marchando a paso firme en el bosque, podía oír el viento golpeando en las hojas de los árboles y de las pisadas en el pasto, pero no había alguna señal de cualquier Pokémon en los alrededores, ni mucho menos de Snivy, sin importar cuánto la llamara.
Todo parecía calmado hasta que escuchó algo, en primera instancia no le prestó atención, siguió con normalidad. Se oyó otra vez, Amelia se empezó a preocupar y aceleró un poco más el paso. Se emitió otra vez, pero con más fuerza, parece que algo la estaba siguiendo, inició a caminar más rápido. Se escuchaban pisadas que iban intensificando cada paso que daba. Ella comenzó a correr. La estaba alcanzando, Amelia corrió a todo pulmón para escapar.
Al final del oscuro túnel de árboles se veía una luz, era la salida para zafarse del ente que lo perseguía. Cuando estaba lo suficiente cerca, dio un salto como si ella diera un chapuzón.
La luz blanca cubría su cuerpo y su campo de visión. Estuvo en la nada por un corto momento hasta que todo se volvió oscuro progresivamente.
Segundos después, la mujer inició a abrir los ojos lentamente. Lo borroso se estaba volviendo claro. Recuperó la consciencia. Estaba acostada de cara. Lo único que podía observar era pasto largo y unas flores con pétalos blancos y otras con pétalos amarillos. Con ayuda de sus brazos comenzó a pararse poco a poco.
Antes de ponerse erguida, observó su alrededor: ella estaba en un pastizal con flores y unos contados árboles a lo lejos. Quedó caminando un poco mientras admiraba el paisaje. Era hermoso y con un aire cálido. Se sentía muy agradable, algo que Amelia nunca había sentido desde que ocurrió el desastre en el pueblo y cuando entró al bosque.
Parece que esas sensaciones negativas que había experimentado durante el día desparecieron y fueron reemplazados por un aire grato. Se había olvidado completamente de buscar a Snivy, solo se enfocó de apreciar y sentir el agradable paisaje. A pesar de todo, por alguna razón, no había Pokémon en los alrededores. La mujer estaba completamente sola en medio de una inmensa pradera.
Pudo recordar un momento del pasado. Fue un día cuando recorrían el campo en camioneta, ellas se detuvieron en la casa de una agradable señora que les ofreció almorzar adentro. Ella estaba acompañada de un bonito Growlithe, era dócil y cariñoso.
Dentro del hogar, la señora preparó comida para Amelia y para Snivy. Empezaron a comer Amelia estaba comiendo en la mesa, mientras Snivy estaba comiendo comida Pokémon en un plato en el suelo. La comida estuvo muy deliciosa. Disfrutaban cada bocado que saboreaban. Les encantó y quedaron satisfechas. Cuando terminaron de comer, la señora les preguntó:
—¿Ustedes quieren más?
—No, gracias —dijo con cortesía—, estamos satisfechos, ¿verdad, Snivy?
—¡Sni-vy! —felizmente.
—Muy bien.
—Bueno —limpiándose la boca con una servilleta—, ya terminamos. Muchísimas gracias por habernos recibido.
—De nada. ¿Por qué no se van a descansar en el banco de afuera?
—Sí, eso haremos.
Salieron de la casa y a su lado izquierdo había un asiento largo de madera. Ambos se sentaron. Bajo la sombra del techo sobresaliente, observaron el paisaje: en frente había una hermosa llanura con pasto largo y algunas flores blancas. A lado izquierdo de la casa había un bosque a unos metros más allá.
El día estaba despejado con algunas nubes, los rayos del sol calentaban el aire y corría un viento suave. El ambiente estaba perfecto. Ellas estaban relajadas. Notó que su Pokémon se acurrucó para poder descansar. La mujer la acarició por un rato con ternura. Fue un bonito momento.
Amelia siguió recorriendo por algunas horas, tan larga fue su caminata que se hizo de tarde; en efecto, estaba atardeciendo. Ella estuvo caminando por la despejada planicie con tranquilidad. Esto le recordó cuando andaba por la pradera cuando vivía sola, marchaba sin problemas mientras el sol se escondía. Las luces de color anaranjado-rojizo cubrían los campos verdes a la vez que corría un viento suave y fresco.
Le vino a la mente esos momentos que pasaba con su querido Pokémon cuando el sol se estaba yendo a la otra mitad del mundo. Las dos iban por la carretera de vuelta a casa cuando Amelia dio un fuerte suspiro mientras conducía.
—¿Sni? —El Pokémon se dio cuenta.
—¿Qué ocurre, Snivy?
—¿Snivy snivy? —mientras la miraba preocupada.
—¿Lo que me pasa? Oh, no es nada.
—¿Vy?
Hubo unos segundos de silencio antes de que la mujer respondiera.
—Bueno la verdad es me siento algo molesta porque no hemos vendido lo suficiente en estos días, parece que ya no quisieran nuestros productos. ¿Acaso será culpa de nosotras por no hacer tanta publicidad o que no nos ubicamos en el lugar adecuado?
Snivy negó con la cabeza.
—Supongo que tienes razón.
Hubo un silencio que duró un par de segundos.
—Oye, Snivy —dijo la mujer—, me gustaría contarte algo. Hace tiempo cuando yo era más joven tenía un compañero en la escuela. Éramos amigos por varios años, disfrutábamos mucho de la compañía del otro y nos ayudábamos con los problemas del colegio. Por mucho tiempo pensé que fuimos un dúo perfecto —Ella empezó a ponerse roja—, me imaginé también que en algún futuro podríamos haber sido novios, lo tenía muy considerado —dando un suspiro—.
"Lamentablemente no todo fue perfecto. Con el pasar del tiempo se volvió más inmaduro, él solo quería pasarla bien solo o con sus amigos que tener una relación seria conmigo. Después de darme cuenta de esto y de reflexionar un poco, le dije las siguientes palabras:
"'Tenemos que terminar, lamentablemente no podemos seguir juntos por la forma que te comportas, eres muy inmaduro para llevar una relación seriamente. Tú no eres de mi tipo. Lo siento profundamente'. Después de eso no nos vimos nunca más. Hasta el momento no sé sobre qué fue de él. Y bueno, eso sería la historia de mi único amor. Talvez en un futuro encuentre a una persona que sea mi pareja por varios años. No sé, talvez tú podrías tener un Pokémon que te haga compañía".
Snivy se sonrojó por un momento y Amelia se dio cuenta. Dio unas pequeñas risas.
—Ya estamos cerca de casa. Mañana será un mejor día.
Y siguieron su rumbo hacia su hogar.
En el presente, pasaron las horas y ya era de noche. Predominaba en el cielo las estrellas y la luna que iluminaba el campo. El aire estaba tibio, perfecto para dormir al aire libre. Amelia estaba muy cansada de seguir caminando, tenía que recuperar fuerzas para mañana. En el lugar había muy pocos árboles, pero pudo encontrar uno cerca. Se acostó en el pasto y puso su cabeza en la base del tronco.
La mujer estuvo mirando el cielo por un momento, le llamaba la atención una estrella que era la más brillante de la bóveda celeste. También observó la luna, estaba casi completamente redonda. Faltaba unos pocos días para que fuera luna llena.
Se acordó de aquellos primeros días con Snivy. El Pokémon le costaba mucho dormir, teorizaba que era por el trauma de ver a sus familiares muertos de forma brutal. Para que conciliara el sueño, la mujer la mecía en sus brazos con delicadeza y le murmuraba una canción de cuna.
La serpiente hierba se tranquilizaba al escuchar la dulce melodía. Después, ella se quedaba profundamente dormida. La rutina lo hizo por mucho tiempo hasta que el Pokémon conciliara el sueño por si sola. Fue una bonita experiencia.
Pudo recordar un hecho que le pasó antes. La joven Amelia estaba recorriendo felizmente un campo verde y amplio, hasta que se percató de que alguien sentado arriba de una colina, ella fue hacia su lado y le preguntó amigablemente:
—Hola, señor. ¿Cómo te llamas? Me llamo Amelia.
Él no dijo palabra alguna.
—Señor, le acabo de hacer una pregunta: ¿cómo se llama usted?
Silencio absoluto. Ella se puso seria.
—¿Me estás escuchando, sí o no?
El sujeto giró la cabeza lentamente y la quedó observando con una mirada y sonrisa siniestra.
—Emm... Señor —dijo atemorizada—, ¿por qué me miras de esa forma?
Inmediatamente él la embiste, la tumba al suelo, la agarra con brusquedad del cuello.
—¿Qué me estás haciendo? —intentando liberarse con todas sus fuerzas— ¡Suéltame por favor!
El tipo, con su otra mano, saca un afilado cuchillo y lo pone en el cuello de Amelia, desde ese momento se quedó paralizada del miedo. Con la otra mano empezó a bajarse los pantalones y los calzoncillos. Ella cerró los ojos para no ver lo que venía después. Todo se veía oscuro, hasta que escuchó una voz a la distancia.
—¿Snivy?
Era la voz de su Snivy.
—¿Snivy, en dónde estás?
De repente ella abrió los ojos y se dio cuenta que no estaba en el campo, sino que en su cama dentro de la casa. Ella despertó haciendo un ligero grito y con sudor en la frente. Estuvo asustada por unos segundos.
—¿Snivy? —dijo el Pokémon con cara de preocupación. Estaba al lado de ella en la cama. Al parecer ella trató de despertarla de un mal sueño.
—¿Qué pasó? —jadeando y con la frente sudada— ¿Acaso todo fue una pesadilla?
Se sintió aliviada al darse cuenta.
—Qué susto. Soñé que iba ser violada.
Snivy se acercó y le dio un abrazo para consolarla.
—Muchas gracias. Volvamos a dormir tranquilas, ¿sí?
—Vy.
Volviendo hacia el presente. Amelia se durmió después de unos minutos una vez que cerró los ojos. La noche pasó con normalidad y llegó el amanecer.
Se despertó del profundo sueño. Se tomó unos segundos para despabilarse. Ella enderezó su espalda para sentarse y estirarse los brazos. El sol, radiante como siempre, aparecía en las montañas iluminando el campo y el cielo.
Hablando de amaneceres, se acordó de un bonito momento. Era una mañana despejada, el sol salió y con eso comenzó a calentar el ambiente e iluminar los hogares. La luz atravesó las ventanas de la casa, Amelia con su Pokémon comenzaron a despertar.
—Buenos días, Snivy.
—Snivy.
Era una mañana cualquiera, pero era un día especial. Después de la mujer se vistiera, se subieron a la camioneta con los productos en la parte trasera y salieron de la vivienda. Antes de ir a trabajar, se fueron a otra parte. Luego de recorrer por varios minutos, llegaron al cementerio.
—Aquí es.
Se bajaron del vehículo. Al lado había un puesto donde se vendían flores y Amelia compró dos ramos diferentes. Ambas entraron al recinto. Fueron caminando por el mausoleo viendo las tumbas de otras personas. El Pokémon serpiente hierba quedó asombrada por el tamaño del terreno. Le tomó un rato para encontrar las tumbas que quería visitar.
—Ya llegamos.
Snivy estaba confundida. Amelia dio una explicación.
—Para que sepas, estas son las tumbas de mis padres. Ambos murieron por una extraña enfermedad. Se fueron de este mundo hace años atrás.
La mujer sacó las flores secas y se llevó los recipientes para llenarlos de agua de una llave más allá. Una vez llenos, los colocó sobre las tumbas y en ellos puso las flores nuevas. Tras realizar la tarea, se quedó observando las sepulturas con las bonitas flores por un rato.
Recordó a sus queridos padres, recordó esos bonitos momentos en la que la pasaron bien, en donde ellos la cuidaron por gran parte de su vida. Los amaba mucho, pero que lamentablemente ya no estaban para acompañarla más. Unas lágrimas salieron de sus ojos, recorrieron su cara y cayeron al suelo. Snivy se dio cuenta y empezó hablar con ella, al final dio un salto hacia el pecho de ella y le dio un abrazo para consolarla. Al percatarse, Amelia le dijo emocionada:
—Muchas gracias por comprenderlo, Snivy.
Los ojos del Pokémon iniciaron a humedecerse. El abrazo duró unos largos segundos hasta que Amelia dijo:
—Volvamos al trabajo, ¿sí?
—¡Sni-vy!
Volviendo a la planicie, después de realizar ese descanso por la noche, era buen momento para reanudar con su búsqueda.
Amelia caminó rápidamente por la pradera, recorrió varios metros, subiendo y bajando por las suaves colinas sin que se cansara. Estaba llena de energía. Al cabo de unos minutos pudo ver un conjunto de árboles a la distancia: era la entrada a otro bosque. Fue en dirección a ese lugar. Cada vez sentía que estaba más cerca de encontrar a su Snivy.
