Capítulo 20: ¿Tú me odias?
Samantha tarareaba en voz baja para sí misma mientras caminaba hacia una puerta, subiendo unas escaleras de hormigón. El blanco de sus dientes se muestra cuando llega a su destino.
Había venido hasta aquí, el apartamento en el que su mejor amiga Yuka se alojaba actualmente, creyendo que muy seguramente estaría en casa ahora. La última vez que la vio fue durante la gala, luego de eso no logró comunicarse con ella. Estaba tan contenta con lo ocurrido anoche que se había ido a la cama sin siquiera intentar localizar a su amiga. Se despertó hace unas horas, con el abrasador momento aún en su mente, pero descubriendo que su amiga nunca le devolvió las llamadas ni respondió sus mensajes. Lejos de preocuparse, decidió ir primero a verificar si había llegado a casa.
El lugar no era muy grande y la cabeza de Samantha no estaba lejos del techo, pero estaba a solo dos paradas del autobús hacia el trabajo de su amiga.
Llamó tres veces fuertemente a la puerta principal, luego fue insistente con el timbre. Logró escuchar un ruido desde dentro y alguien que se aproximaba a toda prisa. Para su alivio, su amiga atendió. Para su sorpresa, estaba en un aspecto algo cuestionable: su cabello alborotado, su cara pálida y su torso desnudo que apenas se cubría con un edredón que parecía haber arrastrado consigo.
—"¡Sammy!", exclamó para luego jadear, "¡Qué sorpresa verte! No sabía que ibas a venir".
Por su reacción, parecía que se acababa de despertar.
—"Te llamé varias veces y te envié mensajes", indicó.
—"¡Oh! ¡Eso!", se llevó una mano a la cabeza. "Disculpa, es que tuve una… emergencia"
Samantha arqueó una ceja. "¿Emergencia?"
—"¡Sí!", asintió salvajemente. "Verás, tuve que… salir urgentemente de la gala y… en el camino mi celular murió"
—"Oh…", soltó, "Pero… ¿Está todo bien?"
—"¡Sí! ¡Nada de qué preocuparse!", aseguró con una sonrisa forzada.
La perra mestiza no estaba muy convencida con la respuesta de su amiga, y su expresión se tornó algo seria. Sospechaba que le estaba ocultando algo. De todas maneras, prefirió no ahondar mucho por el momento.
—"Y dime, ¿Cómo te fue anoche?", preguntó con total naturalidad, intentando pasar a otro tema.
—"Oh, pues…", intentó responder Samantha, pero el recordar lo sucedido hacía que se cubriera la cara.
—"Sammy, ¿Qué pasa?", preguntó preocupada al notar su reacción.
Los ojos de la perra mestiza parecieron brillar cuando apartó sus manos.
—"¡Lo besé!", declaró, casi gritando a los 4 vientos, con una sonrisa radiante.
Yuka se quedó en silencio, inusualmente vacilante.
—"¡Júramelo!", exclamó y su amiga asintió salvajemente aún con la sonrisa.
Samantha comenzó a contarle a su amiga exactamente lo que sucedió. Su voz tembló por momentos, pero no estaba ni remotamente angustiada, al contrario, irradiaba tanta plenitud de una manera frenética que sería muy molesta si a ella no le agradara tanto.
Para Yuka era un pequeño consuelo ver a su amiga en ese estado, en lugar de a cómo estaba hasta hace unos días. Nunca la había visto sufrir un dolor emocional como ese antes. Había llorado hasta que pudo respirar, había gritado hasta quedarse sin voz, había suplicado y rogado volver a ver al único hombre al que ella realmente había amado con locura.
—"¿Crees que fui demasiado rápido? O… ¿No tendría que haberle dicho todo eso?", preguntó la perra mestiza con un poco de preocupación en su voz para luego soltar una risa nerviosa.
Yuka disintió. "Al contrario, lo que hiciste estuvo bien".
—"¿Tú crees?"
Yuka asintió. "Ahora ese capullo estará loco por ti".
—"Ojalá...", suspiró, "No me gustaría volver a arruinar algo…", soltó inquieta, pero una palmada tranquilizadora en el hombro le hizo pensar lo contrario.
—"No arruinaste nada", dice Yuka sin juicio ni duda en su declaración, lo que hace que su amiga se sienta agradecida. "Además, ese capullo se lo merecía", agregó luego, con ese tono despreocupado. "Él no tiene ni la menor idea del gran partido que se está perdiendo".
La perra de origen japonés sonrió a su amiga, haciendo que ella le devolviera la sonrisa, casi como un reflejo.
—"Y si él no quiere volver a salir contigo, entonces yo lo haré", se ríe de su propia broma. Broma a medias. Su amiga también se ríe ante los elogios.
—"Hablando de salir, ¿Te apetece ir a tomar algo?", propuso Samantha con mucha energía.
Yuka pensó por un momento, con sus orejas retrocediendo mientras lo hacía.
—"Oh… No creo que… sea un buen momento", respondió torpemente y sus orejas se pusieron un poco rosadas.
Samantha arqueó una ceja. "¿Qué estás haciendo?"
Su amiga no respondió. Permaneció inmóvil con un rostro ilegible.
—"Yuka, ¿Estás bien?", preguntó su amiga con cierta preocupación.
—"¿Eh?", soltó de manera poco inteligente, volviendo al a realidad. "¡Sí! ¡Muy bien! Solo… ¡Estaba descansando!", respondió de manera poco convincente, acompañado de una sonrisa incómoda.
La perra mestiza no pasó por alto la diversión que brillaba en los ojos de su amiga. Antes de que pudiera siquiera considerar algo, una voz de barítono resonó en la silenciosa y oscura sala del apartamento de su amiga. La cabeza de Samantha se inclina hacia la voz. Alzó la vista y pudo notar una extraña figura que se acercaba.
—"uhm...", replicó aquella persona somnolienta. "¿Qué... pasa aquí?"
La sonrisa de Yuka se suavizó un poco y se relajó. Le dio la impresión de que su amiga se había estado preparando para sonsacarle el tema a la fuerza, pero se sintió bastante aliviada de que no tendría que intentarlo.
—"Bueno, no esperaba decírtelo ahora, pero ya que salió el asunto…", pronunció la perra de origen mientras se hacía a un lado para dejar acercarse a aquella persona. "Quiero presentarte a alguien", enunció con entusiasmo.
—"¿Todo va bien?", murmura aquel individuo, todavía somnoliento, levantando la mano para frotarse los ojos cansados y luego colocarse un par de anteojos.
Grande fue la sorpresa para Samantha cuando pudo ver con claridad a aquel sujeto. Lo conocía. Desafortunadamente lo conocía, y esperaba no volver a topárselo.
—"¡Samantha!", exclamó el macho una vez que su vista se aclaró. "¿Cómo estás? Ha pasado tiempo, ¿No? ¿Cabello nuevo?"
Las sorpresas no acababan ahí, ya que aquel Aussiepoo de lentes estaba completamente sin ropa. Esto hizo que Samantha pegara un chillido, se cubrió la cara y se giró inmediatamente.
—"Anoche probé algo llamado 'mula de Moscú'", siguió hablando como si nada. "Te lo recomiendo. Se oye raro, pero sabe bien. Incluso no creerás lo que pasa al mezclar…"
—"¡Entiendo!", alzó la voz mientras levantaba la mano y hacía un gesto para que se detuviera.
Yuka soltó una risita para luego apegarse a su lado.
—"Así que… ¿Ya se conocían?", preguntó con curiosidad.
—"Sí, ella…", intentó responder Dolon, pero Samantha lo interrumpió de nuevo.
—"¡Es una larga historia!"
—"Oye, nunca me platicaste sobre tu amiga", se quejó un poco. "Esta chica es increíble. No sabes los masajes que hace. Masaje japonés, tailandés, vietnamita…"
—"¡Ya entendí!", lo interrumpió por tercera vez y con una voz más irritada.
Temiendo que la situación se agravie, Yuka decide dirigirse ante el aussiepoo de lentes.
—"Encanto, ¿Por qué no me preparas un poco de café?", pidió con un tono que oscila entre el entusiasmo exagerado y la beligerancia.
—"¿Soy tu encanto?", preguntó intrigado.
—"Lo eres", respondió con una sonrisa, sus ojos bailando divertidos.
El aussiepoo de lentes se retiró mientras la perra de origen japonés siguió observándolo con una sonrisa. Para cuando regresó hacia su amiga, notó que el rostro de ésta se contrae en una mezcla de curiosidad e irritación.
—"¿Qué significa esto?", murmura entre dientes.
—"Nada. Solo estoy... ya sabes, pasando el rato", le guiñó el ojo de manera pícara.
Samantha frunció el ceño y entrecerró los ojos. "¿Pasaste la noche con él?", preguntó de manera acusatoria y Yuka respondió positivamente.
Parecía que no era la primera vez que la perra de origen japonés tenía este tipo de actitudes de invitar a su apartamento a gente que acababa de conocer. La perra mestiza recordaba en más de una ocasión cuando había ido a verla y la encontraba en alguna situación incómoda, ya sea con machos o hembras. Podía tolerarlo de ella, después de todo tenía alma fiestera. Sin embargo, el hecho de topársela junto a Dolon era algo que no podía imaginarse ni siquiera en sus peores pesadillas.
—"Supongo que… Vas a echarlo, ¿Verdad?", preguntó más como sugerencia.
—"De hecho…", Yuka volteó un momento para ver al macho en su cocina, "Me gustaría seguir pasando un rato más con él", se rió alegremente.
Samantha no estaba muy contenta con su respuesta y su expresión se tornó seria.
—"¿Qué tan largo el rato?"
—"Dame unas dos… o…", volvió mirar brevemente al macho en su cocina, "tres horitas", fue su respuesta final.
Con eso, la perra de origen japonés cerró la puerta abruptamente. Aun estando fuera, Samantha podía oír el sonido de risas de aquellos dos individuos. Maldijo la situación entre dientes y se marchó de ahí.
MIENTRAS TANTO
Frisky se sienta sola en el sofá de la sala, jugueteando con los pulgares mientras veía algún aburrido programa de diseño de casas en la televisión. Presiona su cara contra su puño y lucha por no dejarse llevar por los pensamientos negativos. Su cuerpo ha estado sufriendo algo feroz que le estaba poniendo de los nervios. Esos pensamientos no la abandonaron desde que los escuchó. En cambio, se convirtió en un sentimiento persistente que identificó como una especie de miedo más tarde.
Esto se estaba poniendo mal bastante rápido, y ella no quería mostrarlo, por eso decidió guardárselo para sí misma, ocultándolo por todos los medios necesarios, pero se estaba volviendo cada vez más difícil.
La cocker spaniel desvía su mirada del televisor y echa un vistazo rápido al resto de la sala. Tiene pocas pertenencias, lo cual no es sorprendente, pero se pregunta por qué no debería tener más. Su propia casa está adornada con cosas hermosas, y nada aquí le llama la atención. Los únicos espacios ocupados son su altar, el lugar donde guarda su equipo de herramientas y su gabinete de libros. Ella pasa algún tiempo deliberando sobre dicho gabinete. Su mejor amiga siempre había sido aficionada a leer, y nunca le faltaban motivos para resistirse a un buen rato de ocio. Es algo que le encanta de ella: tener un vicio simple y pausado le parecía equilibrado. Ella había intentado cultivar ese gusto en su pareja. Todavía recuerda cuando estaban hacinados en la habitación del apartamento de él, la cual era más pequeña y apestaba a desinfectante. No había ventanas grandes como las que tenía en su casa, y el único mueble era una mesa móvil colocada cerca de la pared a menos que estuviera en uso, una pequeña silla de madera y la cama. La mayor parte de la comida la pedían a domicilio y era bastante cuestionable, pero comían de todos modos, sin importarles realmente.
Frisky finalmente se levantó del sillón y se dirigió lentamente hacia la cocina, tratando de preparar algo con la poca comida que tenían, creyendo que eso le ayudaría a distraerse mejor. Se estremeció ante una repentina intrusión y la fuerte voz que la acompañaba.
—"¡Buenos días, cariño!", se escuchó de un Heeler con mucho entusiasmo.
—"¡Rad! ¿Estás… aquí?", su voz tenía un dejo de sorpresa, conmoción y alivio.
—"¿Qué pasa?", se limitó a preguntar, mientras dejaba sus cosas en el pasillo, sin molestarse en levantar la vista. "¿Acaso no me echabas de menos?", bromeó.
—"Sí, es solo que no esperaba verte tan pronto".
Rad sonrió, caminó hasta ella y le dio un pequeño beso.
—"Me permitieron salir antes", informó, mientras le sujetaba las manos. "¿No es genial?"
—"Sí… muy genial", responde, tratando de no dejar que su agitación y agotamiento se filtren demasiado en su voz.
—"¡Lo sé!", exclamó con entusiasmo. "Pensé que tendría que estar al menos unos meses, pero me alegra que hayan sido bastante considerados".
Una sensación de curiosidad invadió a la cocker spaniel.
—"¿Hablaste… con tu madre… o… Bandit… o Chilli?", preguntó, arrastrando un poco las palabras.
La ligera sonrisa del Heeler grande aún brillaba en blanco mientras disintió.
—"No. Vine directamente hacia aquí", informó. "Pensaba llamarlos cuando llegara a casa, pero tenía muchas ganas de estar contigo primero".
Una sensación escalofriante para la cocker spaniel que se convirtió en un hecho seguro. Su novio no estaba al tanto de lo que ocurrió con su hermano y su cuñada. Eso hizo que Frisky se tensara un poco. Las incertidumbres de qué pasaría empiezan a pesar en sus entrañas. No puede evitar buscar en los ojos de Rad. Su ansiedad le dice que él podría enloquecer con la noticia. Cierto era que hubo una ocasión anterior donde le comentó sus dudas sobre una situación similar y él supo reaccionar pacíficamente. Sin embargo, todo era distinto. Ahora tenía pruebas. Ya no se trataba de encontrar cosas sobre las que discutir, se trata más del desafío y menos de pensar que el otro está equivocado.
Ambos permanecen en silencio durante unos segundos. Las emociones se arremolinan dentro de ella, muchas de las cuales no puede nombrar. La necesidad de comunicarle la noticia pisotea cualquier otro pensamiento. Se conoce a sí misma lo suficientemente bien como para saber que también se está mostrando en su rostro: Rad es el amor de su vida. Sabe que no podría ocultar su estado de ánimo a su prometido por completo.
Ella se aclara la garganta y elige ser honesta. "Rad, escucha…"
—"¿Tengo algo en la cara?", preguntó en tono ligero y burlón
—"¿Qué? ¡No! ¡No, no hay nada malo en tu cara!".
Él se ríe entre dientes. "Te quiero", le dice, dándole otro beso.
—"Yo también te quiero", responde ella, con voz cansada, y levanta la vista. "Lo siento…"
Rad arqueó una ceja. "¿De qué te estás disculpando?"
Frisky era alguien de pocas palabras y siempre sabía qué decir. Pero por una vez, las palabras no llegan, y se queda tambaleándose, tratando de poner las palabras en el orden correcto.
—"Mira…", dijo ella lentamente, alargando la palabra. "Lo que pasa es que…"
—"¡Ah! Ya entiendo", interrumpió, "Es por lo de la comida"
Ella se mostró confundida. "¿Qué?"
—"Descuida", hizo un gesto de desdén con la mano, "No importa si no la tienes lista. Podemos ordenar algo"
—"Pero es que…"
—"¿Qué prefieres?", las palabras salen rápidamente de la boca de su novio, "¿Comida china o italiana?"
—"Rad…", murmura ella, pero él la interrumpe.
—"¡Lo tengo!", prorrumpió, "¿Qué te parece si mejor salimos?"
—"¿Salir?"
Rad asintió. "Podemos ir a comer al lugar que tú elijas. La última vez lo hice yo y… todavía me arrepiento", recordó, soltando una pequeña risa.
El Heeler mayor irradiaba tanta serenidad y tan buen humor que algo en la mente de la cocker spaniel le hacía echarse hacia atrás a la hora de comunicarle la noticia.
—"Rad... Yo no tengo muchas ganas de salir", responde honestamente y por un instante, una vez más se tambalea "...Yo…"
El Heeler mayor muestra los dientes en respuesta, otra sonrisa que se siente subrayada con entusiasmo, y cree saber lo que su novia quiere decir: "Estás cansada, ¿Verdad?".
Frisky arqueó una ceja. "¿Cansada?"
En lugar de palabras, Rad le da un beso en la sien. Frisky lo vuelve a mirar y nota una mirada en sus ojos que ella no puede describir.
—"No te preocupes. Si quieres yo puedo hacer el almuerzo", propuso, mientras sus dedos suaves acarician la barbilla de su novia.
La cocker spaniel se estremeció un poco. Parecía algo sorprendida por la repentina actitud de su novio, y casi se esforzó en hablar: "Rad…"
—"Shh…", la hace callar poniéndole el dedo índice en los labios, "tranquila, no tienes que preocuparte de nada", le dice en voz baja, con total tranquilidad mientras ella escucha, con los ojos cerrados. Sus suaves dedos le hacen pequeñas caricias a la mejilla de su novia. "¿Por qué no te echas una siesta?", él ofrece, "Incluso si quieres podemos dormir juntos un rato… o terminar de ver esa película de los payasos del espacio", dice luego y se ríe.
Ella hace una mueca. "Cuando lo dices así, me siento culpable…", murmura y hace un suave ruido de reprimenda.
—"¿Por qué deberías sentirte culpable?", cuestiona incrédulo y vuelve a besarle la sien. "¿Acaso no hiciste la cama?"
Ella desvía su mirada. "Ah…", es lo único que suelta.
Al voltear, Rad examinó la sala de estar, notando que no estaba tan ordenada como de costumbre. Luego se movió un poco y se dirigió la habitación. Revisó el dormitorio. De manera inusual para alguien como Frisky, la cama estaba deshecha.
—"¡Vaya! ¿Así que por esto te sentías culpable?", dice al aire, riéndose entre dientes.
La cocker spaniel no hace comentarios al respecto. No es que a ella no le molestara el desorden, es solo que desde que se enteró de cierta noticia tenía tantas cosas por su mente que dejó aquello como algo muy fuera de plano. Incluso equilibrando la ayuda con su amiga y un trabajo de medio tiempo, no le habría costado nada ordenar un poco. Sin embargo, nunca había nada que limpiar. Ella hacía que la casa se viera ordenada mientras su novio todavía estaba en el trabajo, lo que honestamente era una tarea pequeña dado el poco espacio que había y lo pequeños que eran los desórdenes. Esta vez era muy distinto. De hecho, parecía ser el desorden más caótico que Rad había visto jamás en la casa.
—"¿Todo va bien?", murmura él desde el pasillo, notando la mirada perdida de su novia.
—"¿Eh?", responde Frisky torpemente, regresando a la realidad.
El Heeler mayor estudia la cara de su novia, quien se mantiene paciente e inexpresiva.
—"¿Pasa algo con la lavadora?", preguntó él, refiriéndose al desorden.
Frsiky negó con la cabeza. "No. Ya te lo dije, no esperaba vinieras tan pronto", le recordó.
—"Vaya-vaya…", se cruzó de brazos mientras ponía una mirada pícara, "parece que no soy el único alborotador de esta casa".
Ella hizo un pucherito ante la risa de su novio. Él estudia su rostro durante un rato más, pero todo lo que ve es calma. Luego de eso, volvió a la cocina, sacando un cartón de leche de la nevera y tomó unos tragos antes de dejar que sus ojos recorrieran a su novia una vez más. Empezó a parlotear durante lo que parecieron horas y habló sobre muchas cosas: su progreso en el trabajo, y el cómo pronto obtendría un ascenso o lo bien que le estaba yendo al resto del equipo; sobre cómo la cocina se ha vuelto casi comestible y cómo casi puede comer el pescado gefilte sin arcadas.
Sin embargo, ella no parecía estar escuchándolo. Tiene un par de picos de pánico al pensar en las reacciones de su pareja. Cierra los ojos, contando hacia atrás desde diez.
Desgraciadamente, toda esa charla tuvo que ser interrumpida.
—"¡BANDIT ENGAÑÓ A CHILLI!", vociferó ella con todas sus fuerzas.
Sorprendido por su repentino grito, Rad casi se desplomó, y puede escupir la leche que estaba bebiendo, debido a la conmoción de ese comentario. Salió de la nada, dejándolo tartamudeando. "¿¡Q-Q-Q-QUÉ!?'', preguntó después de limpiarse los restos de leche que salpicaron en su cuerpo.
La cocker spaniel no pareció calmarse incluso después de escuchar a su novio gritar: "¡BANDIT ENGAÑÓ A CHILLI CON WENDY!"
El Heeler mayor permaneció un poco estupefacto mientras intentaba procesar aquellas palabras. Finalmente logra dar un resoplido molesto.
—"Cariño, ¿Otra vez vas a empezar con…?", no le da tiempo a terminar su frase cuando su novia le interrumpe.
—"¡No! ¡Esta vez es cierto! ¡Fue Chilli quien me lo dijo!"
La expresión de la cocker spaniel no era molesta, pero el Heeler mayor podía ver lo tensa que estaba. Casi nerviosa, como si acabara de confesarle algo grave.
Rad casi farfulló sobre sus palabras. ''¿E-E-En serio?'', pronunció, dejando que su novia apartara la mirada. No solo se la veía tensa y casi nerviosa, sino también seria.
Frisky le dio a su novio una breve explicación de lo que pasó ese día y lo que su mejor amiga le confesó, aunque convenientemente ignoró lo que le dijo al oído. Ella siente una punzada de culpa y una ligera satisfacción. La mirada de curiosidad en el rostro de Rad se desvaneció para ser reemplazada por incertidumbre y un toque de tristeza. Por primera vez, siente que el silencio que comparte con su novia es incómodo. Esa quietud de la vez anterior no se comparaba con lo que sentía en este momento.
Ella susurró un rápido "lo siento" al final. Él solo pudo parpadear un par de veces, procesando una y otra vez aquellas funestas declaraciones. Luego soltó un 'oh…', pero aún no se lanzó a sus comentarios. Después de otros segundos de silencio, parece poder pronunciar algo.
—"Bueno… no… no sé qué decir", no fue la respuesta más inteligente, pero sí fue bastante honesto.
Frisky resopla. "Pensé que quizás merecías saberlo"
—"Entiendo…", dice él con súbita comprensión. "¿Alguien más lo sabe?"
Frisky disiente lentamente. "No lo creo. Por la manera en que ella reaccionó creo que no quiere hablar con nadie sobre el tema"
—"Entiendo…", murmura él para, acto seguido sacar su teléfono.
Ella lo observó juzgadoramente. "¿Qué crees que estás haciendo?"
—"Voy a llamarlo", respondió, sin apartar su vista del dispositivo.
—"¡No!", clamó para acto seguido poner sus manos sobre el celular de su pareja.
Rad reaccionó entre sorprendido y molesto. "¿¡Qué te pasa!?"
—"Lo siento…", retrocedió un poco, "pero no puedes hablar con él"
Rad frunció el ceño. "¿Por qué no?"
—"Porque Chilli sabrá que yo te lo dije", responde con cierta preocupación en su tono.
Aquella respuesta no dejó satisfecho al Heeler mayor.
—"¿En serio eso es lo que te preocupa?", cuestionó.
—"Rad, entiende, ella me lo dijo a mí y yo solo te lo he dicho a ti", alegó, "si Chilli se entera de que te dije algo, ella… ella…", suspiró cabizbaja, "no sé cómo reaccionaría…"
El Heeler mayor desvió su mirada. "Debiste pensar en eso antes de decírmelo…"
—"¡Te dije que lo hice porque creí que merecías saberlo!", replicó para luego cambiar su tono, "pero la verdad es que…", se tomó unos segundos antes de proseguir, "me preocupa toda esa situación y no sé cómo ayudarla", confesó angustiada.
La mirada que la cocker spaniel le dio fue demoledora, como si acabara de dejar caer algo pesado con lo que había estado luchando.
Rad reflexionó sobre aquellas palabras. "¿Pretendes que yo te ayude?"
—"¡No!", exclamó, "Bueno… ¡No sé!", se llevó las manos a la cabeza.
Rad suspiró molesto. "Cariño, entiendo que estés confundida, pero ¿Cómo quieres que te ayude si ni siquiera me dejas hablar con él?"
—"¿En serio quieres hacer eso?", manifestó con aire indignada.
—"Claro que sí", asiente afirmativamente. "Necesito saber cómo está".
Sin decir absolutamente nada, ella se cruzó de brazos e inmediatamente apartó la mirada. Sus ojos, poco antes ardientes, más recientemente apagados, estaban ahora lívidos.
—"Frisky…"
Ella no respondió. Permaneció inmóvil, con aquella mirada fulminante.
—"No vas a hacerme una escena en este momento", le replicó él.
Ella siguió sin responder. A él le molestaba lo bastante terca que podía llegar a ser en ciertas ocasiones.
No se intercambian otras palabras durante varios segundos hasta que finalmente, el Heeler mayor se pellizca el puente de la nariz e inhala profundamente. "Muy bien, si así es como quieres estar entonces haz lo que quieras", dice tajantemente para comenzar a caminar hacia el cuarto, pero las palabras de su novia le detienen.
—"Tu hermano fue un bastardo…", se expresó con una voz áspera.
Ni que decir tiene que aquellas palabras no cayeron bien al Heeler mayor.
Sin mirarla correctamente, Rad se volvió lentamente hacia ella. "¿Qué acabas de decir?"
—"Sabes perfectamente lo que dije", ello lo miró con desdén, siseando, "Y sabes que es verdad".
El Heeler mayor estuvo confundido, durante aproximadamente cinco segundos. Todavía estaba enloqueciendo por dentro, preguntándose: '¿Cómo? ¿Por qué?'. Su cabeza temblaba suavemente, como si estuviera negando todo lo que escuchó, todo lo que estaba experimentando. A pesar de todo esto, su cuerpo y su cerebro se mantuvieron conectados en algún nivel. Intentaba no perder los estribos.
—"Sea verdad o no, necesito hablar con él. Necesito que me diga su versión de lo que ocurrió'', dice genuinamente. Realmente quería estar seguro de que él estaba bien. Tenía que saberlo con seguridad. Quería llegar al fondo de todo esto.
De repente, ella se congeló ante esas palabras. Sin embargo, él estaba confundido al verla endurecerse en los músculos y encogerse. Una mirada derrotada grabó sus facciones y su espíritu de lucha se desinfló por completo.
—"¿Quieres hacer eso? ¡Muy bien! ¡Hazlo!", vociferó muy cabrada, "Sabía que era un error decírtelo…", fue lo último que dijo para, acto seguido, dirigirse al baño y cerrar bruscamente la puerta.
El Heeler mayor vio aquella transformación, preguntándose qué había dicho para causar tal reacción. Parecía molesto, molesto por el extraño comportamiento de su novia, pero también podía ver un poco de preocupación en su tono.
Él puso los ojos en blanco de una manera tan fuerte como lo había hecho nunca. "¡Bueno, gracias por arruinarme el día!"
MAS TARDE
La chow-chow se encontraba aprensiva dentro de una cafetería. Se había reunido con Bella y la madre de Snickers, aunque esperaba solamente la presencia de ésta última. Ambas madres habían tratado de organizar un nuevo encuentro, pero debido a un conflicto de programación de actividades tras otro, la poodle rosa inevitable terminó uniéndoseles.
Fue Bella justamente quien había sugerido que se encontraran en la pequeña cafetería, ya que había un parque contiguo donde sus respectivos hijos podrían jugar mientras ellas estarían tranquilas.
Tanto la poodle como la perra salchicha conversaban libremente. Casi susurraban, pero eran lo suficientemente fuertes como para que la chow-chow pudiera entender sus palabras. Terminaron de comer y estaban absortas en su conversación.
—"Entonces… ¿Pasarás las fiestas en casa?", preguntó la madre de Snickers.
—"No realmente", Bella se examinó a sí misma en un espejo de mano, revisando sus dientes en busca de detritos no deseados del almuerzo.
—"Todavía no se deciden, ¿Verdad?", dedujo la perra salchicha.
La poodle negó lentamente con la cabeza: "Mm, no. De hecho, todavía debatimos si es buena idea ir de vacaciones antes o después de las fiestas, pero para ser honesta, me gustaría que Bob y yo hiciéramos algún viaje juntos. Tú sabes, solo los dos".
—"¿Cómo una escapada?", volvió a deducir la madre de Snickers y la poodle asintió afirmativamente.
—"Ya de por sí es algo complicado que todos nos reunamos para ese día, y cuando ocurre… no es tan agradable", confesó. "No me malentiendas. Por supuesto que adoro volver a verlos a todos y pasar un rato con ellos, pero llega un punto en que te preguntas "¿Por qué hacemos esto todos los años?", y… "¿Realmente es obligatorio?""
—"… Eso tiene sentido", admitió la madre de Snickers.
—"El punto es que pensé "¿Y si este año hago algo diferente?", y luego pensé más y me di cuenta de que Bob y yo no tenemos un rato a solas desde hace bastante tiempo. Es así como llegué a la conclusión de que el viaje juntos no es tan mala idea".
—"Eso puede ser un problema", manifestó la madre de Snickers. "¿Quién se supone que cuidará de los pequeños?".
—"También pensé en eso y estoy segura de que mis padres o los padres de Bob estarán de acuerdo en encargarse de ellos por unas semanas".
La madre de Snickers murmuró: "¿Ya tienes un lugar en mente?".
—"Varios, de hecho", responde Bella. "Todo depende de lo que prefiera Bob. Aunque me gustaría que fuera un lugar con un clima más tranquilo. Estoy un poco harta del sol y la playa"
—"¿Una cabaña en las montañas, quizás?", intentó adivinar.
—"No se oye tan mal…", asintió lentamente. "Solos los dos en una cabaña, alejados de todos y disfrutando de la noche algente…", se imaginó risueña. "Me quedaría a vivir en un lugar como ese".
—"Ojalá no lo hagas", dice la madre de Snickers, "sería una lástima perder a una madre consejera como tú".
—"Madre consejera…", repite Bella irónicamente, y no logra ocultar el divertido fruncimiento de sus labios mientras toma un sorbo de su capuchino. "¿Es tu optimismo o tu sentido del humor?"
—"Lo digo en serio. No siempre estamos de acuerdo, y definitivamente no estoy de acuerdo con varias de tus ideas. Pero no creo que seamos tan diferentes".
Mientras ambas madres seguían inmersas en su conversación, la chow-chow permanecía en silencio, recordando los pensamientos que se arremolinaban en su cabeza ante las palabras aparentemente insensibles de su vecino.
"Vete, por favor…"
Divagaba y deliraba, jugueteando con sus manos mientras su mirada estaba perdida. Trataba de verse tan bien como puede, pero considerando las circunstancias, le estaba costando demasiado.
Se encuentra preguntándose cómo o por qué sucedió todo, pero no hay una buena explicación. Por mucho que quisiera evitar la situación por completo, había una esperanza persistente, que tal vez, solo tal vez, no había sido ella quien empujó a su vecino a ese estado, y desesperadamente, tal vez egoístamente, se aferró a esa esperanza.
—"¿La tierra a Wendy?", siseó Bella.
—"¿Qué?", suelta, parpadeando para salir de su aturdimiento onírico y volver a la realidad.
—"Estás muy callada", dijo la poodle con tono suave.
—"Lo siento…", se disculpó, cabizbaja.
—"¿Pasa algo?", preguntó la poodle y la perra salchicha puso una mirada preocupante.
—"Yo… ah… eh… bueno…", intenta excusarse, pero, al final, todo lo que sale es un galimatías. Le lleva un tiempo vergonzosamente largo inventar: "Estoy… bien. Solo… No me había dado cuenta de lo mucho que… necesitaba un rato para pasarlo bien con ustedes".
—"¿En serio?", Bella le dedicó una mirada curiosa.
—"¡Sí! ¡Así es!", responde rápidamente, sonriendo un poco, pero sonando fingido.
La risa de Wendy se parece más a un silbido, pero es mejor que nada. Solo la madre de Snickers se percata de ello. Por la manera en que su amiga reaccionó, puede imaginar la exasperación y el dolor que debe estar sintiendo. Está claro que tiene mucho dolor.
—"¡Yo también estoy feliz!", exclama la poodle alegre. "¿Sabes? A veces me preocupaba que tuvieras que trabajar tanto y no te podías dar un pequeño gusto con nosotras".
—"Sí…", es lo único que suelta Wendy, con sus ojos mirando a cualquier parte menos a la poodle.
—"¡No me malinterpretes!", se apresura a añadir Bella, "entiendo por qué lo haces y nunca te lo reprocharía, pero a veces extrañaba tu presencia y tus charlas sobre fitness", alega, con sinceridad evidente en su voz. "De hecho, estaba a punto de pedirte algunos consejos. A esta edad me vendría bien un cuerpo más flexible y formado como el tuyo", dice medio en broma.
Wendy no sabe si tomarlo como un elogio, por lo que solo suelta una risita incómoda.
—"Yo también me uniría…", se metió la madre de Snickers en la conversación, "pero mi cuerpo no es apto para ese tipo de prácticas… o de entrenamientos en general", se lamentó un poco.
—"Tú sí que tienes suerte…", reconoció Bella, dirigiendo su mirada a Wendy, "A esa edad y con ese cuerpo cualquier hombre desearía estar contigo".
La chow-chow agradeció, casi murmurando, con una mirada perpleja, apenas sonriendo.
—"Dime, ¿Ya encontraste un nuevo galán?", pregunta la poodle, súbitamente curiosa.
Aquella pregunta hizo estremecer a la perra salchicha, mientras que la chow-chow se congeló por completo. Respiró lentamente por la nariz y contuvo la respiración mientras contaba hasta cuatro. La madre de Snickers reconoció que se trataba de una de sus técnicas para calmarse. Esperó pacientemente mientras ella se centraba y esperaba que la frenética preocupación que bullía en su interior no se reflejara en su rostro.
Los engranajes de la cabeza de Wendy se habían detenido, pero de todos modos logró tartamudear una respuesta: "N-n-no".
—"¿En serio?", cuestionó la poodle, "¡Pero si tenías a tantos pretendientes! ¿Qué pasó con ese bóxer con el que salías?"
La chow-chow intenta encontrar las palabras correctas, pero es la perra salchicha quien responde por ella.
—"Las cosas simplemente no funcionaron. Y… A Wendy no le gusta hablar sobre eso", declara, con su voz cambiando de tono y apretando los dientes en la última parte.
—"Ohh…", soltó la poodle, comprendiendo la insinuación en las palabras de su amiga. "Bueno, no te preocupes…", dijo, volviendo su mirada a la chow-chow, "ya sabes lo que dicen, 'hay muchos peces en el mar'".
Wendy no respondió, solo asintió lentamente.
—"Entonces… ah… Yo estaba pensando en pasar las fiestas en las montañas azules", dice la madre de Snickers, tratando de cambiar de tema para evitar un tenso ambiente. "Puedes pasarla conmigo si quieres", dirigió su mirada a Wendy.
Una casi sonrisa parecía formarse en el rostro de la chow-chow.
—"¿Saben? Creo que deberíamos reunirnos después de las fiestas", sugirió Bella.
La madre de Snickers adopta una pose reflexiva, con el dedo índice apoyado en la barbilla.
—"No es mala idea…", parece estar de acuerdo, "¿Tú que dices, Wendy?", pregunta, mirando a su amiga.
La chow-chow frunció los hombros y levantó los brazos.
—"Supongo que… puede estar bien", dice, aunque con una voz algo apagada.
—"También deberíamos invitar a Chilli", mencionó Bella, "Así volveríamos a estar el grupo reunido nuevamente".
Aunque la poodle hizo aquella nueva sugerencia de manera positiva, ni a la chow-chow ni a la perra salchicha pareció caerles bien la idea.
—"Hablando de ella…", dirigió su mirada a la chow-chow, "¿Sabes cómo está? Sé que volvió del viaje, pero apenas me dicho poca cosa"
La voz de Wendy se apaga por completo. Respiró estremecida, dejando el doloroso silencio que sigue. Justo cuando parecía que estaba a punto de decir algo, cualquier cosa que rompa el estado de ánimo, la madre de Snickers habla de nuevo.
—"¡Wendy! ¡Acabaste tu té!", exclama señalando, "¿Por qué no vas a pedir otro?", sugirió.
—"Si quieres yo puedo ir…", se ofreció Bella.
—"¡No! ¡Deja que vaya ella!", interrumpió la madre de Snickers, farfullando.
La poodle no insistió en el tema y la chow-chow se levantó de la silla para dirigirse hacia el mostrador. Una vez que estuvo lo suficientemente lejos, la madre de Snickers se volvió hacia Bella y le dirigió una mirada juzgadora.
—"¿Qué?", preguntó la poodle, sin entender nada de lo que había pasado.
—"¿No recuerdas lo que te pedí?", replicó, con un dejo de genuina molestia presente en su voz.
—"Sí, por supuesto, pero no entendí tu mensaje…", saca tu celular y se pone a leer, "¿A qué te referías con 'No decir nada que pueda incomodar a Wendy?', ¿No pudiste ser más específica?"
La madre de Snickers suspiró. Reconocía que la poodle tenía razón. El problema era que no podía ahondar mucho en ese asunto. Entonces ¿Cómo mencionarlo siquiera? Apartó la mirada de Bella durante un milisegundo.
—"No está pasando por un buen momento", confesó.
—"¿Qué es lo que le sucede?", preguntó con cierta preocupación
—"Digamos que tiene un… problema de amor", atinó a decir, gesticulando sus manos.
—"Acaso ella… ¿Volvió con su ex?"
—"¡No-no-no!", agitó las manos con vehemencia. "Nada de eso. Es solo que… creo que se enamoró de alguien"
—"¿¡Se enamoró de alguien!?", repitió con incredulidad y su amiga asintió en respuesta. "Pero… no entiendo, ¿Cuál es el problema?"
—"Es… alguien inalcanzable"
—"¿Inalcanzable?", preguntó curiosa, "¿Te refieres a que es alguien con quien nunca tendrá una oportunidad?"
—"Exacto", le dio la razón.
—"No lo entiendo…"
—"¿Qué cosa?"
—"¿Por qué concentrarse en un sujeto así? Ella podría tener a cualquier hombre si quisiera"
La madre de Snickers disintió. "Ella no es como todas. Ella no ama por amar"
Bella arqueó una ceja, completamente confundida.
—"¿Qué significa eso? ¿Acaso se enamoró de él para siempre?"
La madre de Snickers resopló. "Es posible…"
—"Eso no pasa"
—"Te digo que sí sucede! ¡No me discutas!", replicó.
A lo lejos, la perra mestiza y la perra de origen japonés estaban ataviadas con sus mejores vestimentas. Después de un largo desayuno, paseaban tranquilamente por el parque cercano, hablando de todo y de nada en absoluto.
Cada cierto intervalo, Yuka revisaba su celular para ver los mensajes que le enviaba aquel macho de lentes que acabó de conocer. Al leerlos, soltaba una risita. Samantha, lejos de alegrarse, se mostraba un tanto disgustada.
—"¿En serio le diste tu numero?", cuestionó.
—"No pude evitarlo. Hicimos planes para vernos en la noche", alegó con una sonrisa.
Samantha frunció el ceño. "¿Vas a volver a verlo?".
—"¿Qué tiene de malo?", ahora era Yuka quien cuestionaba.
—"¡Lo conoces hace menos de un día!", espetó, levantando un poco el tono.
—"Sí, y le conocí todo", dijo en tono jocoso, causándole un nuevo disgusto a su amiga. "No puedo creer que nunca me hayas hablado de él", manifestó luego.
—"Sí lo hice…", respondió por lo bajo.
—"No. No lo hiciste", replicó.
—"Sí, sí lo hice", repitió, insistiendo.
La perra de origen japonés reflexionó sus palabras e intentó hacer memoria. Le tomó solo unos segundos llegar a una curiosa conclusión.
—"Espera… ¿Él era el torpe y desagradable mamarracho que se vestía como payaso y hacía comentarios soeces?"
Samantha asintió. "El mismo…"
—"Ohh… Ahora entiendo por qué apenas lo mencionabas", razonó.
—"¿Realmente piensas seguir viéndolo?", preguntó la perra mestiza con tono tolerante.
Asintiendo con la cabeza, la perra de origen japonés le preguntó a su amiga: "¿Qué me lo impide?"
—"Ya deberías saber la clase de ser indeseable que es ese tipo", respondió molesta.
—"Sammy…", se detuvo y se cruzó de brazos, "¿En serio quieres hablar de tipos indeseables? O… ¿Acaso quieres que te recuerde del tipejo con el que siempre piensas?"
Los ojos de Samantha se abrieron como platos y apartó su mirada rápidamente.
—"¡E-e-e-él es diferente!", intentó excusarse.
—"¡Oh!", jadeó Yuka, intentando con todas sus fuerzas reprimir su diversión. "¡Estás celosa!".
Samantha regresó la mirada a su amiga. "¿Perdón?", preguntó confundida,
—"Temes que empiece a salir de nuevo con alguien y ya no tenga tiempo para ti", explicó Yuka con una sonrisa burlona y un dejo de descaro en el rostro.
—"¡Oye!", gruñó Samantha, "¡Eso no es cierto!"
Yuka se rió entre dientes. "Tranquila, Sammy…", hizo una mueca y levantó la mano en un ataque de pasión excesivamente dramático. "Yo siempre tendré tiempo para ti", mueve las cejas de manera sugerente. Samantha se encuentra entre la risa y la burla, así que lo que sale es una extraña amalgama de ambas.
La perra mestiza se puso reflexiva por un momento. Ni por nada del mundo confiaba en Dolon. Tenía un terrible presentimiento, pero como aparentemente él no le había hecho ningún daño a su amiga, en realidad no podía hacerle nada a él… Aún. Conociendo a Dolon y sus extravagancias, estaba casi segura de que arrastraría a Yuka a un juego desagradable. Pensó en su amiga y en la frecuencia con la que parecía involucrarse con gente que tenía gustos raros y luego cortaba vínculos a los pocos días de conocerse. Quizás este sería otro de esos casos, pero ella tenía sus dudas razonables. Quizás era simplemente ella asumiendo lo peor y siendo un poco paranoica.
Después de asimilar el tema, Yuka ahora centra su mirada en su amiga, aunque ésta todavía no puede mirarla directamente a los ojos.
—"Hablando de seres indeseables, ¿Puedes volver a decirme cómo quedó ese capullo?", pregunta con voz suave.
Esta vez Samantha estaba sonriendo, apenas capaz de contenerse. No tuvo problema en volver a contarle lo de anoche, con lujo de detalle. Revivir el momento de alguna manera la hacía sentir tan vivaz y llena de energía.
—"¡Ah, creces tan rápido!", Yuka la abraza y le alborota el cabello, ignorando el grito de disgusto de su amiga. "Ahora prepárate para cuando recibas su llamado", dice, finalmente liberando a su amiga del abrazo no deseado.
Samantha reaccionó perpleja. "¿Cómo estás segura de que me llamará?"
—"Lo dejaste con las ganas y ahora acaba de ver una nueva versión de ti que querrá conocer con más detenimiento", explicó.
Samantha simplemente suspiró sabiendo que la respuesta de su amiga tenía algún tipo de significado ulterior detrás de ella.
—"Te recomiendo que tengas tu teléfono al alcance en todo momento", le instó Yuka. "Es muy probable que te llame por algo del trabajo como excusa. Así que sea lo que sea que él te proponga, lo rechazarás. Entre más te hagas la difícil será mucho mejor".
—"¿Estás realmente segura?", volvió a cuestionar.
—"¿No me crees?", arqueó una ceja.
—"No se trata de eso", cuando su amiga no respondió ni la miró a los ojos, continuó. "Quiero decir… él es genial y yo… no soy tan especial", confesó. Su baja autoestima siempre se las arreglaba para reflotar.
—"¡Sammy!", la regañó, "Eres hermosa, peligrosa, valiente, brillante y mucho más, ¿Cómo no vas a ser especial?"
—"Es que no soy como las mujeres con las que él siempre sale", espetó.
—"¡Exacto! ¿No lo ves? ¡Eres única?".
Samantha dudó por un momento. "¿Cuál es tu punto?"
—"Bueno, eres una entre 7.4 mil millones de personas, ¿Verdad?"
—"Correcto..."
—"Yo también", su amiga no respondió y optó por indicarle que continuara. Ella intentó suavizar la afirmación con números. "Las probabilidades de que una persona conozca a otra son el número de personas que la primera persona conoce en toda su vida dividido por la población mundial".
La perra mestiza frunció el ceño y las comisuras de su boca se tensaron mientras procesaba aquel comentario.
—"Entonces… ¿Las probabilidades están en mi contra?", trastabilló Samantha.
—"¿Qué te hace pensar eso?".
—"Quiero decir… él conoce a muchas mujeres que son mucho más guapas que yo", pronunció las últimas palabras con un énfasis extra con la esperanza de dejar en claro su punto de vista. Su amiga no pareció captar nada de eso o simplemente no le importó. Sintiendo que no tenía intención de responder, prosiguió, "¿Por qué elegir a alguien como yo?". Suspiró, mirando hacia otro lado. Sus ojos dorados brillaban temerosamente.
—"Las decisiones tienen poco peso en el gran esquema de las cosas si me preguntas", objetó, "Además, me parece un poco narcisista interactuar solo con personas que son como tú".
—"… ¿Piensas que una decisión no significa nada?", espetó, "Entonces… si él me besó… ¿Eso lo convierte en un acontecimiento fortuito o del destino?".
—"Creo que no todo puede ser fruto de la casualidad", respondió con sinceridad, "Y también creo que es la idea de que los números no mienten".
Los ojos dorados de la perra mestiza se clavaron en la cara de la perra de origen japonés y ella supo que no podía evitarla ahora. Estaba bastante segura de que podía decirle cualquier cosa y que ella no lo juzgaría. O si la juzgaría, Yuka le daría un golpe en el hombro, pero eso también estaba bien entre ellas.
Yuka levantó una mano para darle una palmadita en el hombro y estudiarla más de cerca. Los sus ojos de su amiga parecía que se suavizaban y una genuina sonrisa irónica atravesaba su rostro.
Samantha dejó escapar un suspiro, aliviada un poco por su respuesta. Pero aun así no estaba completamente satisfecha.
—"¿Cuáles son las probabilidades de que me llame pronto?"
—"No puedo decirlo", si su respuesta la tomó por sorpresa, estaba haciendo un buen trabajo para disimularlo, "pero… ¿Quién sabe? ¿Quizás el destino también esté de tu lado en esto?", se limitó a mirarla. Su expresión era una mezcla de simpatía y diversión.
Samantha se rió entre dientes. "No sé cómo lo haces…"
—"Si puedo verte sonreír, entonces soy capaz de todo", dijo con una carcajada después de sus palabras.
Las dos continuaron cambiando e intercambiando historias. Un fuerte ruido chirriante las sacó de sus pensamientos. Al mirar a su alrededor, notaron que estaban cerca de un parque infantil.
Los pasos de Samantha se detienen abruptamente, aparentemente teniendo problemas para moverse.
—"¿Qué pasa?", preguntó Yuka al notar la reacción de su amiga.
Con la boca abriéndose y cerrándose silenciosamente como un pez dorado, la perra mestiza logra levantar el brazo y señalar a un grupo de 3 niños que estaban jugando, entre ellos se destacaba una muy especial: una chow-chow cachorrita.
—"E-e-e-es… es ella", logra pronunciar, con un más que notable tartamudeo.
A la perra de origen japonés le toma varios segundos tratar de entender la reacción de su amiga y qué era lo que lo preocupaba.
—"¿Ella es la hija…?", preguntó y su amiga asintió salvajemente, sin darle tiempo a terminar. "¡Es perfecto!", exclamó con una sonrisa ante la mirada confusa de su amiga. "Es tu oportunidad para hablar con ella".
Los ojos de Samantha se abrieron como platos. "No estarás hablando en serio…"
—"Hablo muy en serio", aseveró.
La perra mestiza se llevó las manos al pecho mientras respiraba profundamente, tratando de calmarse.
—"N-n-no creo que sea buena idea. Ella… ella se está divirtiendo y… además… se está haciendo tarde", se excusó, pensando que era una excusa suficiente, pero su amiga la miró juzgadoramente.
—"Sammy…", pronunció, como si la regañara.
—"¿Sabes qué? ¡Deberíamos volver! Creo que aún me falta de limpiar el departamento", dijo y empezó a caminar en dirección contraria, pero su amiga le cortó el paso.
—"¡No-no-no-no-no-no-no!", le agitó el dedo índice con vehemencia a tan solo unos centímetros de su rostro. "No vas a tener otra oportunidad como esta. Debes aprovecharla", sentenció.
Aunque Samantha no hizo comentario alguno, Yuka siguió evitando que retrocediera demasiado. En verdad, una parte de la perra mestiza quiere huir porque este tipo de casualidades es lo que ha comenzado a temer desde aquel problema que ella misma ocasionó. El contacto que había logrado mantener con la hija de su jefe y el cómo logró profundizar su cariño hacia ella, o la tendencia cada vez mayor a pasar tiempo con ella, son cosas ahora veía muy lejos porque ni siquiera estaba segura de sus sentimientos. Lo más probable es que pensar que ella quisiera verla era su tonto y viejo corazón hablando.
Durante el proceso de recuperación hubo lágrimas desbordantes y promesas de que Samantha nunca volvería a hacer algo tan estúpido. Ni siquiera fue capaz de hablar con la pequeña aquella última vez que la vio porque no estaba segura de que su corazón pudiera soportar un nuevo suplicio. La recuperación ya de por sí era un proceso largo y lento, pero ciertamente esta vez no la enfrentaría sola.
—"Bueno, ¿Qué estás esperando? Debes ir", todavía insiste Yuka, con la esperanza de ayudar a su amiga y tratar de desatar el lío desde cualquier ángulo disponible.
A juzgar por la facilidad y la certeza con que había lanzado la idea, probablemente Samantha no debería haberse sorprendido. La naturaleza de su amiga es salvaje, brillando con vacilación en un momento solo para ser reemplazada por la valentía testaruda al siguiente.
Pero para su honesta sorpresa, aunque mucho más pequeña que la idea casi infarto de hace un momento, Samantha da un paso atrás de inmediato.
—"Y… ¿Si ella no quiere verme?", preguntó la perra mestiza con aprensión.
—"Bueno, nunca lo sabrás si ni siquiera le preguntas", espetó.
Samantha comenzó a gesticular incoherentemente. Justo cuando se preparaba para huir nuevamente, Yuka la agarró del brazo.
—"¡Sammy!", reprendió, su constante negatividad le estaba empezando a irritar.
La perra mestiza hizo una mueca y desvió su mirada. Se hizo el silencio.
Yuka la soltó y trató de incitarla de nuevo, esta vez más suavemente. "¿Por qué estás tan preocupada?".
La perra mestiza seguía negándose a hablar, luciendo cada vez más incómoda. Su amiga hizo ademán de tomar su mano y luego recordó con quién estaba hablando
Finalmente, un poco más tranquila pudo pronunciar algo. "Temo que me vea y salga huyendo".
—"¿Es eso todo lo que crees que eres? ¿Una aparición?"
—"No…", el tono de Samantha no dejaba lugar a dudas. "Pero..."
—"¡Pero Nada!", Yuka sintió que tenía que ser más agresiva. "¡Ve ahora mismo!"
Samantha se puso rígida. Yuka volvió a agarrarla del brazo, pero ella se retorció. Muy bien, eso quizás fue demasiado agresivo.
—"¡No es la gran cosa!", vociferó Samantha.
—"¡¿No es gran cosa?!", Yuka se escandalizó, "¡No dejaré que hables así!".
—"¡Suéltame!", clamó.
—"¡Vamos, Sammy!", incitó Yuka, empujando a su amiga.
—"¿Samantha? …", la voz de la pequeña llegó suavemente.
Ambas hembras dirigieron su mirada en la misma dirección que oyeron aquella voz. La chow-chow cachorrita estaba parada a tan solo unos metros de ellas, con una mirada que no denotaba ningún tipo de sorpresa… ni otra emoción siquiera. Desconocían cuanto tiempo llevaba ahí.
Samantha se mostró perpleja. Verla desde lejos había sido una cosa, pero de cerca y escuchar su voz de nuevo había sido otra.
—"¡J-j-j-Judo! ¿E-e-e-eres tú?", pronunció con una pequeña risita nerviosa.
—"Yo estoy sobrando, así que ¡Adiós!", dijo Yuka soltando a su amiga y saliendo del lugar a toda prisa.
—"¡Yuka!", vociferó molesta.
A la perra mestiza a veces le irritaba el comportamiento de su mejor amiga. Sabía que en el fondo solo buscaba lo mejor para ella, pero sus métodos poco prácticos eran demasiado cuestionables para ella. Ignorando ese asunto, se giró para ver a la hija de su exjefe. Ella permaneció en el mismo lugar y siguió dedicándole esa mirada inexpresiva.
Tragando saliva, Samantha se tambalea nerviosa hasta ella. No queriendo que la viera tan abatida, Intentó parecer despreocupada, pero a pesar de todos sus esfuerzos sabía que no lograría disimularlo por mucho tiempo.
—"H-h-hola", pronunció, moviendo la mano temblorosamente.
La pequeña no respondió, solo continuó mirándola fijamente.
—"¿C-c-cómo estás?", preguntó luego, sin obtener respuesta nuevamente.
La expresión de Samantha decayó. Tenía un pensamiento predominante rondando por su cabeza. Algo le dijo que no lo dijera.
Se arriesgó:
—"Tú… ¿Me odias?"
…Siguió sin obtener respuesta.
La perra mestiza estaba cada vez más confundida, no podía entender lo que sea que estaba sucediendo. Ni siquiera tenía claro por qué hizo aquella pregunta. Quizá sólo quería que las cosas marcharan en una dirección positiva, aunque para este punto ya no le importaba si todo era negativo o positivo, solo quería que aquella pequeña le dijera algo.
Un pequeño sollozo amenazó con salir, por lo que creyó que no tenía sentido seguir así. Se dio la vuelta y se preparó para marcharse.
—"Samantha…", pronunció.
La perra mestiza se dirigió a ella tan rápido como pudo que no la sobresaltó, incluso después de un largo silencio: "¿Sí?"
—"¿Qué estás haciendo aquí?", preguntó.
—"Yo… estaba caminando con una amiga", respondió con toda la calma que pudo reunir.
—"Oh…", soltó la pequeña.
Ninguna de las dos volvió a hacer comentario alguno. Un silencio largo se prolongó durante varios segundos.
—"Fuiste tú, ¿Verdad?", preguntó la pequeña, como si interrogara.
Samantha casi se sobresalta con aquella pregunta que vino de la nada. "¿Q-q-q-qué?"
—"¿Fuiste tú quien me trajo ese peluche de calamar?"
Samantha se alivió un poco. "¿Siempre lo supiste?"
—"No al principio, pero luego recordé que era igual a uno que vi en la tienda del acuario y te ofreciste a comprarlo", explicó. "No estaba realmente segura si habías sido tú, pero lo sospechaba".
Samantha asintió positivamente. "¡Muy bien!", la felicitó con una sonrisa, "Siempre supe que eras igual de inteligente que tu padre".
Judo no respondió ante ese comentario y nuevamente permanecieron en silencio.
—"¿Es verdad que papá te despidió?", logró preguntar después de un rato.
La sonrisa serena de la perra mestiza se quiebra. Asiente lentamente, cabizbaja.
—"Pero ¿Por qué?"
Samantha suspiró. "Porque… lo que hice no estuvo bien", respondió con una voz un tanto temblorosa.
La chow-chow cachorrita parpadeó confusa.
—"Pero… ¿No estaban saliendo?"
La perra mestiza levantó la cabeza rápidamente.
—"¿Quién te dijo eso?", preguntó asombrada por su pregunta.
—"Nadie, yo sola lo supuse", respondió con sinceridad.
Samantha soltó una risita nerviosa. "Judo…", se acercó y luego se agachó para estar a su altura. "Lo que viste ese día… fue… fue un error", intentó explicar. Su voz se convirtió en un susurro.
—"¿Qué quieres decir?", se mostró incrédula.
La perra mestiza pensó un momento, esperando poder expresarse correctamente. Aunque en realidad, no había forma de arreglar aquella situación.
—"Yo besé a tu padre, pero… fue mi culpa. Yo… no tendría que haber hecho eso", declaró, con un dejo de melancolía.
La chow-chow cachorrita esperó a que continuara, y cuando no lo hizo, preguntó:
—"Entonces, ¿Por qué lo hiciste?"
No había forma de que Samantha respondiera eso; simplemente se limitó a mover la cabeza de un lado a otro.
—"¿No lo sabes?", probablemente ni siquiera necesitaba preguntar.
Samantha volvió a mover la cabeza de un lado a otro. "No… no lo sé".
Un gran silencio incómodo se prolonga entre ellas. Las palabras y los sentimientos de la perra mestiza parecían entrelazarse en su mente y su lengua, de ahí la vacilación. Tampoco ayudó el hecho de que se sentía incapaz de hablar con aquella y tenía miedo de abordar muchos temas.
La chow-chow cachorrita se quedó en silencio tanto tiempo que decidió hablar. "Samantha…", pronunció.
—"¿Sí…?", volvió a dirigir su mirada a la pequeña.
—"Tú… ¿Amas a mi papá?"
Aquella pregunta dejó fuera de sí a la perra mestiza. No era una condena, sino una pregunta, pero parecía que ella lo sabía todo. Todo lo que ella quería decirle. Cosas que ella no podía explicarle, pero que deseaba poder hacerlo. Lo deseaba... pero la vida a menudo requería que se tomaran ciertas decisiones por el bien de muchos.
Ella formuló sus palabras con cuidado. "¿Q-q-q-qué dices?". Su voz estaba demasiado controlada, demasiado cautelosa, pero ella estaba tan vulnerable que no pudo mirarla a los ojos.
—"Tú… te preocupas mucho por él, ¿verdad?", murmuró.
—"¡Por supuesto!", respondió rápidamente, "¡Claro que me preocupo por él! ¡Hice todo por él! Yo...", su voz flaqueó.
—"¿Lo amas?", repitió.
Se detuvo, haciendo una mueca de dolor de cabeza que se hizo notar mientras unas lágrimas se hicieron visibles. Intentó encontrar palabras, excusas, algo, pero no le salieron: "Yo…". Finalmente, se obligó a tragarse su dignidad y orgullo. "Sí… lo amo", confesó. "Pero…"
—"¿Pero…?", preguntó la pequeña cuando no obtuvo respuesta después de un rato.
—"… Pero él no me ama a mí", fue su dolorosa respuesta.
La perra mestiza intentó continuar, pero de repente se quedó sin palabras. Con un pequeño jadeo, se llevó las manos a la boca y algunas lágrimas corrieron por sus mejillas. Sollozó un breve instante, entre temblores suaves.
Para Judo, ver llorar a aquella chica con la que tenía cierta confianza... Fue un poco impactante. Tanteando, se acercó lentamente hacia ella y le dio un abrazo.
Completamente perpleja, Samantha pudo girar un poco la cabeza y notar como aquella pequeña le dedicaba una mirada de confianza.
—"Por favor no me mires ahora mismo…", protestó, avergonzada.
Otra ronda de lágrimas brotó de sus ojos. Sin arrepentirse, Judo simplemente se quedó allí, esta vez dándole pequeña palmaditas en la espalda.
Cuando la mayor parte del llanto de Samantha se había calmado, Judo pudo formar unas palabras.
—"Estás sufriendo y nadie quiere que sufras, pero está bien si sientes dolor porque significa que te preocupas y que amas. Y no olvides que tú también eres amada", indicó con una sonrisa.
Su tono la conmovió más que cualquier otra cosa. Su corazón se encoge ante esa expresión tierna y cariñosa, la forma en que su voz y su rostro se iluminan cuando le habla.
—"Sí…", asintió lentamente, "Tienes razón…"
—"¿Por qué nunca me dijiste que te gustaba mi papá?", preguntó, dubitativa.
La perra mestiza se estremeció internamente ante el recuerdo de encuentros anteriores. Con esto en mente, Samantha pudo responderle a Judo con franqueza:
—"¿Recuerdas cuando eras un poco más pequeña y me preguntaste si yo estaba saliendo con tu padre?", preguntó y la pequeña asintió en respuesta. "Bueno… yo te fui sincera. Te dije la verdad en aquel momento", dice con honestidad. "Aunque… no me preguntaste si me gustaba", dice un poco en broma y ambas sueltan una risita. "El punto es que… No quería traicionar tu confianza. Tú... Decías que tu padre solo tenía ojos para tu madre y... deseabas que volvieran a estar juntos".
—"Supongo que puedo entenderlo…", concedió. "Pero no tienes de que preocuparte. Está bien si él te gusta".
Las siguientes palabras de la perra mestiza fueron bajas, casi difíciles de escuchar, incluso ahora con sus sentidos mejorados.
—"Creí que… ibas a estar molesta conmigo por eso".
—"Lo estaba al principio", admitió, "pero ¿Sabes qué me molestó más? ¡Que ni siquiera te quedaste en mi fiesta!", prácticamente se quejó.
Samantha negó lentamente con la cabeza. "No pude…", suspiró, "No podía simplemente ir y luego quedarme como si nada hubiera pasado".
—"¡Pero la fiesta fue divertida! Incluso te habría presentado a todos los amigos que hice"
Ella le dedicó una sonrisa educada. Una que no estaba acostumbrada a ver en su rostro normalmente serio. Uno que había comenzada a exhibir hace poco y que a la perra mestiza realmente le gustaba ver en ella.
—"Lo siento... Yo… no tenía idea…", se rascó la cabeza, avergonzada.
—"¿Qué tal si vienes a la próxima?", propuso.
Samantha se quedó en silencio por unos segundos, absorta por aquella invitación.
—"Tú… ¿Quieres que yo vaya a tu próxima fiesta de cumpleaños?"
La chow-chow cachorrita asintió. "O puedes invitarme a la tuya", sugirió medio en broma.
El rostro de la perra mestiza reflejaba una mezcla de incertidumbre y alivio.
—"Vaya. Creí que… me odiabas", soltó sus dudas.
—"¿Cómo podría odiarte? Eres mi amiga", respondió la pequeña sin convicción.
Judo le dio una pequeña sonrisa a Samantha. Era solo una sonrisa amistosa promedio, pero refrescante al mismo tiempo.
La perra mestiza no dejaba de pensar en lo encantadora que era aquella pequeña. Tenía una sensación agradable, una que no había sentido desde anoche. Así que se dijo a sí misma que simplemente debía seguir adelante, que podía hablar con ella todo lo que quisiera, incluso en medio de una tristeza persistente.
Los hombros de Samantha se relajan de inmediato y un evidente alivio comenzaba a recorrer su cuerpo, provocando una ola de diversión en él a través del doloroso tema.
Ambas estuvieron platicando un rato más. Hubo más lágrimas desbordantes y abrazos, hasta que la chow-chow cachorrita avisó que debía irse. La perra mestiza comprendió y se despidió de ella, no sin antes agradecerle por la charla. La pequeña se fue y ella no dejó de mirarla, con una pequeña sonrisa en los labios.
Samantha caminó unos metros e inesperadamente alguien salió de entre los arbustos.
—"¡Yuka!", exclamó.
—"¿¡Y!? ¿¡Cómo te fue!? ¡Cuenta!", pidió, meciéndose de un lado a otro con entusiasmo.
Samantha resopló. "Todo está bien…", soltó al aire.
—"¿Solo bien?", cuestionó su amiga.
—"Está bien, está bien…", suspiró, "Las cosas están más que bien", admitió con una sonrisa.
—"¡Shōri!", clamó como grito de victoria. "¿Lo ves? ¡Te dije que podías hacerlo!"
Samantha frunció el ceño. "Solo no vuelvas a hacer lo que hiciste".
—"Oye, necesitabas un pequeño empujoncito", intentó justificarse.
El ceño fruncido de Samantha se intensificó y emitió un gruñido exasperado.
—"A veces eres un poco cabezota…", espetó.
—"Al menos no soy rencorosa… y tú tampoco", señaló Yuka. "¿Me contarás lo que te dijo? Oh, ¿A quién engaño? De alguna u otra manera, sé que me lo contarás todo".
—"Sí… definitivamente lo haré", convino Samantha, con una expresión más relajada.
