Capitulo 3: Por primera vez Fuiste útil

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Este poder no era solo físico, ni meramente energético.Era un estado de ser, una fuerza cósmicaque transciende las leyes naturales.Los despiertos superiores,aquellos que ya habían cruzado el umbral de la humanidad para abrazar el reino de la trascendencia, no necesitaban demostrar su supremacía; su mera existencia era unadeclaración silenciosade que los inferiores nunca comprenderían lo que significaba estar en lo más alto.

Henry, en su ascenso hacia lasubcapa celestial 23, ya comenzaba a sentir cómo el poder lo envolvía, como si el universo mismo se abriera ante él, permitiéndolever y sentirlas capas de realidad que los demás no podían ni imaginar.

Ladiferencia dimensional fue el fenómeno que se creo y se estudio desde la primera invasión del Vacío hacia la tierra, esteera un concepto tan profundo y complejo que solo unos pocos lo comprendían verdaderamente. Se decía que un ser de lasegunda dimensiónestabaatrapadodentro de su propio plano, incapaz de interactuar de manera directa con aquellos que habitaban latercera dimensión. Para ellos, el mundo era plano, limitado a solo dos ejes, donde las posibilidades de interacción con algo fuera de su plano erannulas. No podíantocar, ver ni alterarnada fuera de su dimensión, ya que las leyes que regían su existencia solo les permitíanmoverse en una realidad lineal y bidimensional.

Pero para los seres de latercera dimensión, el concepto de interacción con dimensiones inferiores era completamente distinto.Ellos podían percibir y manipularlas estructuras de las dimensiones inferiores sin mayor esfuerzo. De hecho, al moverse a través de su propia dimensión tridimensional, podían fácilmentepenetrar las limitacionesde la segunda, alcanzando con facilidad todo lo que existiera dentro de esa realidad,al igual que una mano que atraviesa un plano dibujado en un papel.

Henry, ahora al borde de la trascendencia, comprendía que este principio dimensional no solo aplicaba a las realidades físicas, sino también a lafuerza de un ser trascendidoen comparación con aquellos que aún no habían alcanzado un nivel superior. Los humanos que se mantenían en rangos inferiores a veces se sentíancomo seres atrapados en la segunda dimensión, incapaces de comprender completamente la magnitud de los seres que transcendían las limitaciones del cuerpo humano.

LatrascendenciadeHenryestaba llevando su ser más allá de esas dimensiones físicas,abriéndole puertas hacia planosque otros ni siquiera podíanintuir.La capacidad de interactuar y alterar las realidades a su alrededor no era solo un poder físico, sino unahabilidad mental y existencialque definía a los seres que cruzaban ese umbral, creando una diferencia abismal con aquellos que permanecían en planos inferiores. En estenuevo nivel, lainteracción con seres de dimensiones inferioresno era solo posible, sino inevitable.

A medida que su poder crecía, ladiferencia dimensionalentreély el resto del mundo se volvía cada vez más palpable, como si fuera unalínea de separación invisible,donde cualquier intento de aquellos inferiores por comprender su esencia era condenado al fracaso.Henryse convertía, así, en un ser de múltiples dimensiones, capaz depercibir y alterarla realidad a una escala que nadie en lasegunda dimensión de la humanidadpodría imaginar.

Elrango de manáera uno de los aspectos más complejos y elusivos en el mundo de losdespiertos, pues a diferencia de otros sistemas de poder, no tenía un límite fijo. Elgrado de manáno solo determinaba elpotencialde un ser, sino también sucompatibilidad con el manáque fluía a través de su ser, una corriente vital que los unía con las energías primarias del mundo.A mayor grado de maná, mayor poder y conexióncon las fuerzas cósmicas que regían la realidad.

Había dos maneras principales de ascender en este sistema tan particular:

La primera era elbautismo mundial, un ritual profundo y transformador, donde un ser debíasometerse a la purificaciónque le otorgaba lamadre primordial. Cada vez que un ser ascendía de un rango a otro, debía pasar por este proceso, que no solo limpiaba el cuerpo, sino quereconectaba al individuo con el flujo universal del maná.Era un paso crucial, pero lleno desacrificioydificultad,pues quienes pasaban por el bautismo sentían como si su alma misma fuera llevada al límite de su resistencia.

La segunda forma de ascenderera a través dela herencia de nacimiento.Algunos pocos nacían con una conexión natural y profunda con el maná, como si fuera suderecho de nacimiento.Estos individuos no necesitaban elbautismo mundial, ya que laherencia de sus ancestrosles otorgaba un acceso directo a los grados más altos de maná, otorgándoles un poder que otros debíanganar a través de la lucha.Sin embargo, este poder también venía con unagran responsabilidad, pues aquellos que heredaban el maná debíancontrolarloo enfrentar sudestrucción interna.

Henry, al estar tan cerca de alcanzar lasubcapa celestial 23, comenzaba a comprender la magnitud de su propia conexión con el maná.A su alrededor, el color de su maná se volvía más profundo, más oscuro, una señal inequívoca de que estaba cruzando una línea en la que pocos se atrevían a entrar.

Cuanto más alto era elsubnivelde maná,más oscuro se volvía su color. En los rangos más bajos, el maná podría ser de un azul brillante, puro y sereno. Pero a medida que se ascendía, el color se tornabaoscuro,vibrantey lleno de unaintensidad salvaje, como si reflejara lasprofundidades del poderque ese individuo poseía. Para los seres comoHenry, su maná comenzaba a tenertonos oscuros y densos, como unanoche estrelladaque ocultaba una inmensa energía dentro de su profundidad.

Este cambio de color no solo reflejaba el poder alcanzado, sino también lacompatibilidadcon el maná. El maná deHenryno solo estaba vinculado a él, sino que parecíaformar una unidad con su ser, convirtiéndolo en unafuerza formidableque desbordaba cualquier comprensión común.

A través de estosrituales de ascensióny de laherencia de nacimiento, los seres comoHenrypodían alcanzar niveles de poder que desafiaban las leyes mismas de la realidad, entrando en un plano dondesolo unos pocos elegidospodían seguir.

Los humanos, al nacer, estabanpredispuestosa alcanzar un límite en sumaná original, un umbral que solo les permitía ascender hastados gradosadicionales al despertar. Este límite era unaley natural, una restricción impuesta por el propio mundo, que evitaba que los humanos alcanzaran un poder ilimitado sin undesafío realque forzara su evolución. Así, losdespiertosque se encontraban en rangos inferiores tenían unpotencial limitadopara crecer, a pesar de su arduo esfuerzo. Este sistema mantenía un equilibrio en el mundo, asegurando que solo los más capaces pudieran trascender.

Sin embargo, como ocurre con todo en la naturaleza,siempre hay excepciones. Dos caminos que desafiaban esta regla:

El Primero.- Los humanos amados por el mundo.Aquellos seleccionados por el propio planeta, considerados comohijos del destino,eran seres que no tenían unlímitecon su grado de maná. Para ellos, elcielo era el límite,y sus fuerzas fluían sin restricciones. Estos individuos eran raros, casi comoleyendas vivientes. Elmanáde estos seres se conectaba directamente con laenergía primordialdel planeta, desbordando los límites impuestos a los demás. Los humanos amados por el mundo no solo ascendían rápidamente, sino que sufuerzaera tal que se sentíanuno con el planeta,capaces de alterar realidades a su alrededor con solo su presencia.

El segundo.- Sucedía con el segundo, tercer y hasta el esquivo cuarto despertar.Para la mayoría de losdespiertos, el despertar solo ocurría una vez, un momento crucial en el que elmanádel ser se activaba por completo. Sin embargo, algunos individuos excepcionales experimentabandespertares múltiples, cada uno más poderoso que el anterior. Elsegundo despertarabría las puertas a unpoder inimaginable, elevando al ser a unadimensión superiorde existencia, donde su capacidad de conectar con el maná se multiplicaba. Eltercer despertarera un umbral que algunos nunca cruzaban, pero aquellos que lo lograban alcanzaban niveles de poder casidivinos, desafiando las leyes del universo. Y elcuarto despertar, el más raro de todos,transformaba al seren una entidad que no solo caminaba entre dimensiones, sino quecontrolabael flujo de la energía misma. Los humanos que alcanzaban este nivel de poder estaban más allá de cualquier limitación, y su existencia se volvíaleyendaentre los más poderosos.

Henry, al estar tan cerca de alcanzar elsubnivel celestial 23, estaba comenzando a rozar eseumbral de poderque solo unos pocos alcanzaban, el tipo de poder que solo los humanosamados por el mundoo aquellos con un despertar extraordinario podían comprender.Su maná ya no era solo un poder, sino una parte integral de su ser,desbordando las leyes naturales y alcanzando unadimensión que nadie más podría entender.

Era como si el mundo mismo le ofreciera la oportunidad deromper las barrerasque definían a todos los demás, permitiéndole ascender más allá de los límites establecidos por la naturaleza. En su despertar,Henryno solo había alcanzado un poder sin igual, sino que el mismoplanetaparecía aceptar su existencia,apoyando su ascensión.

Henry, al estar tan cerca de alcanzar elsubnivel celestial 23, estaba comenzando a rozar eseumbral de poderque solo unos pocos alcanzaban, el tipo de poder que solo los humanosamados por el mundoo aquellos con un despertar extraordinario podían comprender.Su maná ya no era solo un poder, sino una parte integral de su ser,desbordando las leyes naturales y alcanzando unadimensión que nadie más podría entender.

Era como si el mundo mismo le ofreciera la oportunidad deromper las barrerasque definían a todos los demás, permitiéndole ascender más allá de los límites establecidos por la naturaleza. En su despertar,Henryno solo había alcanzado un poder sin igual, sino que el mismoplanetaparecía aceptar su existencia,apoyando su ascensión.

Entre los tres hombres,solo Henryposeía una característica rara y única:un segundo despertar. Su primer despertar lo había colocado en ungrado intermedio de maná, un estado raro que estabapor encima de la media, pero que no alcanzaba los niveles de los más poderosos. Este tipo de maná verde, conocido comomaná Natura, era algo peculiar, pues su esencia eralíquida, fluyendo de manera constante y adaptable, como si estuvieraen equilibrio con la naturaleza misma.

Elmaná Naturatenía un tono verde, vibrante y lleno de vida, evocando la conexión del ser con el mundo natural que lo rodeaba. Aunque este tipo de maná no era el más fuerte de todos,Henryposeía una capacidad única: en vez de estar atado a los rangos inferiores,su segundo despertar le ofrecía la posibilidad de ascender al reino de los grados superiores, un paso que la mayoría de losdespiertossolo podían soñar.

Elgrado verdede maná Natura normalmenteno superaba la cima de los grados intermedios Ya que era la base de los rangos intermedios, ya que estaba diseñado para conectar al usuario con las energías másbásicasyfundamentalesde la naturaleza. Aquellos que poseían este grado podían sentir lascorrientes de la vidafluyendo a su alrededor, pero rara vez alcanzaban niveles de poder que pudieran alterar el curso de la existencia.

Sin embargo,Henryestaba a punto de cruzar un umbral que no muchos se atrevían a imaginar. Con susegundo despertar,su maná Naturacomenzaba a transformarse, a expandirse, y a adquirir unanueva forma, similar a un líquido que, en lugar de fluir sin rumbo,se dirigía hacia la perfección. La oportunidad de ascender a losgrados superioresde maná estaba ahora al alcance de su mano. Esto significaba queHenrypodría entrar en un nivel de poderinimaginable, donde no solo se conectaría con la naturaleza, sino confuerzas cósmicas que trascendíanla realidad misma.

Perotodo esto dependía de una cuestión fundamental: la suerte. La suerte deseguir con vidapara alcanzar esaescalera hacia lo sublime.Porque en este mundo, incluso los más poderosos no estaban exentos de lamuerte repentina, yHenrylo sabía bien. Cada momento que pasabacerca de alcanzar ese poderera un momento más cerca de una lucha imparable, donde no solo sus enemigos lo acechaban, sino que también lo hacía supropio destino.

Su ascensiónpodría cambiar el equilibrio del mundo, perola línea entre la vida y la muerteera tan fina queni siquiera su poder recién despertadopodría garantizar que alcanzara ese nivel. En un mundo donde losdespiertospodían derribarimperiosy desafiarleyes universales, lo único queHenrynecesitaba ahora era sobrevivir lo suficiente paraver su maná alcanzar su verdadera forma.

Actualmente,Henryse encontraba en un nivel extraordinario: elgrado azul profundo, conocido también comomaná eterna. Este grado era extremadamente raro y poderoso, otorgado solo a aquellos que habían alcanzado una comprensión tan profunda de su maná que lanaturaleza mismaparecía alinearse a su favor. Elmaná eternono solo representaba un nivel de poder, sino que era unvínculo especialcon el planeta, una conexión tan fuerte que otorgaba al portador unaayuda directade la misma energía quesustenta la vida.

Se le daba el nombre demaná eternaporque aquellos que poseían este gradoentraban en una etapa de evoluciónque los acercaba a loque se consideraba la inmortalidad. El flujo de maná en su interior se volvía tan constante y estable que su conexión con la naturaleza les permitíarestaurarse y mantenerse, mucho más allá de lo que el cuerpo humano podría hacer por sí mismo. A diferencia de losgrados inferiores, que dependían de la fuerza física y el control del maná, los portadores delmaná eternoya no solo eranhumanos comunes:su existencia se elevabaa un estado casidivino.

Henry, al estar en este grado, ya no era simplemente undespiertocon un poder formidable, sino que había tocado un umbral en el que las leyes de la vida y la muerte comenzaban a volverseelásticas. Sumanáno solo lo dotaba de fuerza, sino de unacapacidad curativaque desafiaba las normas de la biología humana, unpoder regenerativotan profundo que su cuerpo podíarecuperarse de heridas letalesmucho más rápido que cualquier ser mortal.

Este grado demaná azul profundole confería a Henry no solo la capacidad dedesatar poderosas olas de energía, sino también lahabilidad de extender su vida, dándole una ventaja vital sobre muchos de sus enemigos. Aquellos que alcanzaban elmaná eternose acercaban alprimer indicio del camino hacia la inmortalidad, como si, al conectarse con las fuerzas primordiales de lanaturaleza, estuvieranrompiendo las cadenas de su humanidad.

Pero a pesar de todo este poder,Henryaún no había alcanzado su máxima expresión. Su poder aún se encontraba endesarrollo, y el siguiente paso eraseguir creciendo,hacia un nivel aún más allá de lo que él podía imaginar. Lainmortalidadno era algo que se concediera sin más; era algo que solo los másdignos y poderosospodían tocar. Henry sabía que cada ascenso en sumanálo acercaba a unumbral peligroso, uno que desafiaba no solo sus fuerzas, sino su propia existencia.

Sumaná eternoera ahora unamarca imborrablede su conexión con lavida misma, pero lalucha por la inmortalidadestaba lejos de ser sencilla. La verdadera pregunta era siHenrypodría sobrevivir el tiempo suficiente para alcanzar ese estado, pararomper las leyes de la muertey realmentetrascenderen unaentidad inmortal.Solo los másfuertespodían enfrentar tal destino, y Henry estaba decidido a ser uno de ellos.

Todas estas razones eran las quetodos los presentes temían de Henry. No solo era un ser ubicado en unacapa celestial mayor, un nivel que ya lo ponía por encima de los más poderosos, sino que estabaa un solo paso de ascender a una dimensión superior. Este ascenso no era solo unsalto de poder, sino unatransformación radicalen su existencia, una que lo haría trascender los límites de la comprensión humana.

Losque lo observabansentían la presión de supresencia opresiva, como si el mismo aire a su alrededor se volviera más denso, cargado de una energía inquebrantable. Henry no era solo un hombre, ni siquiera un simple ser despierto.Era un fenómenoque se alzaba sobre todo lo conocido, un ser en el que convergían las fuerzas de la naturaleza y del cosmos, capaz dealterar el curso de los eventoscon solo un pensamiento.

A lo largo de la historia de losdespiertos, pocos habían alcanzado un nivel como el suyo. Su capacidad para manipular elmaná eterno, junto con laproximidad a una dimensión superior, lo convertían en algo más que humano. Su poder no solo provenía de sumaná, sino de laconexión misma con las fuerzas cósmicas, algo que solo los máselevadosde la raza humana podían soñar, pero queHenryya estaba a punto de tocar.

El hecho de queestuviera a un punto de ascendera unadimensión superiorera lo que realmente aterrorizaba a aquellos que lo observaban. Esteascensono significaba simplemente un incremento en su poder o una mejora en su maná.Era un cambio de naturaleza, un salto a una existencia en la que su presencia podríatraspasar las fronteras de las dimensionesmismas, llevándolo a un plano donde ni siquiera los más poderososdespiertospodrían desafiarlo.

Henry estaba al borde de alcanzar algo quecambiaba no solo su vida, sino la estructura misma de la realidad. Si lograba ascender, se convertiría en algo más allá de todo lo que los humanos habían conocido, y su poder podría ser tan grande queni siquiera los dioses podrían preverlo.

Y así, todos los presentes lo sabían:Henry no solo era un hombreal borde de alcanzar lainmortalidad, sino que su ascenso a unadimensión superiorlo convertiría en algo mucho más peligroso, algo que ellos no podríandetener, comprender, ni siquiera imaginar.

Actualmente, paraRyan, este monstruo estaba justo frente a él. El hombre que una vez había considerado un igual, ahora se había transformado en unabestia inalcanzable, un ser cuyo poder lo sobrepasaba de una manera que no podía ni imaginar. Su propio grado de maná,verde profundo, estaba a solo un paso de evolucionar algrado azul claro, pero esa pequeña evolución parecíainsignificanteal lado de lo queHenryhabía alcanzado. La diferencia entre ellos eraabismal.

Ryan se encontraba atrapado en unacomparación despiadada.Henry, que había llegado a la cima delmaná eterna, un nivel que solo los más poderosos y despiertos lograban tocar, habíaforjado su fuerzaen la brutalidad, en lamatanza de caminantes del vacío, enfrentándose a seres que representaban lamuerte misma. Cada victoria, cada lucha, había sido una forja de poder, cada enemigo derrotado un peldaño más hacia su inalcanzable ascenso.

En cambio,Ryanhabía obtenido su poder en losbrazos seguros de su familia, creciendo en un entorno protegido, lejos de los horrores y desafíos que Henry había tenido que enfrentar. Lasombra del legado de Henryse cernía sobre él, densa y oscura, como una nube negra que cubría todo lo que él había logrado.El peso de esa sombralo aplastaba, recordándole en cada momento que, por mucho que él hubiese ascendido, estabalejísimos de alcanzarla grandeza de su padre.

Lafuerza de Henryno solo era temida por su nivel de maná, sino por lo querepresentaba: labrutalidad de la guerra, lamatanza sin piedadde aquellos que se atrevieron a desafiarlo, y unadeterminación implacableque lo había llevado a unpoder incomprensiblepara Ryan. Este contraste entre ellegado de guerrade Henry y lavida protegidade Ryan se sentía como unabrecha insalvable, un abismo que solo aumentaba latensiónentre ellos.

Ryanse sentía atrapado entre la admiración y el temor hacia su propio padre. Cada paso que daba hacia elgrado azul claroparecía una burla ante la magnitud de lo queHenryhabía alcanzado. Mientras tanto, su corazón se retorcía con laangustia de la comparacióny lacerteza de que su vida estaba a punto de dar un giro irrevocable. Todo lo que había conocido estaba a punto de cambiar, y con ello, también lo haría su lugar en este juego de poder.

Los presentes estabanhorrorizados, elsilencioque los envolvía eraopresivo, casi tangible. Podían ver lafigura de Henryfrente a ellos, pero lo más aterrador de todo era que no podían sentir suenergía, unaausencia palpableque los helaba hasta los huesos. Como si el aire mismo lo hubiera absorbido, como si su presencia se hubieraborrado de la realidadmisma.

Un ser cercano a alcanzar elrango C, elumbral hacia el dominio de los reyes celestiales, estaba justo frente a ellos, a una distancia de un solopasode cruzar ese umbral. Para ellos, Henry no era simplemente un hombre, no era un ser que podría ser comprendido en sus términos humanos.Era una deidad, unadeidad sangrienta, que había caminado por elcampo de batalla, dejando atrás un rastro de cuerpos rotos y almas destruidas. Supoderno era algo que los mortales pudieran ni siquieraintuir; era unvacío absoluto, un abismo quetragabatodo a su alrededor.

Henry estaba a punto de ascendera un nivel que lo convertiría en algo mucho más grande que cualquier ser humano.El reino de los reyes celestialesera donde los máselevadosdescansaban, dondelas leyes del universose doblaban a su voluntad, donde laeternidadse encontraba al alcance de su mano. Y Henry estaba a punto deentraren ese reino, dejando atrás toda conexión con los mortales, con los seres desu dimensión, convirtiéndose en algo tan distante de ellos que ni siquiera podríansoñarcon desafiarlo.

Los ojos de los presentes, aquellos que aún respiraban en el mismo espacio, erantestigos del fin de una era, de una transición en la que el hombre que tenían frente a ellos dejaría de ser solo un ser de carne y hueso para convertirse en algo muchomás allá de todo entendimiento humano. Latensiónse cortaba con cuchillo, porque sabían que no soloestaba por ascender, sino que una vez lo hiciera, el mundo tal como lo conocíannunca volvería a ser el mismo.

Laatmósferaera un campo de batalla en sí misma, cargada de un peso casi tangible que hacía difícil incluso respirar. El aire parecía vibrar alrededor deHenry, cada partícula impregnada con la promesa de caos inminente.Mientras se preparaba para la confrontación, su figura irradiaba una mezcla de calma helada y furia contenida, como un volcán a punto de estallar. Sus músculos, tensos y definidos, parecían hechos de hierro vivo, respondiendo al llamado de la inminente lucha.

La determinación en sus ojos era un faro que brillaba incluso en la penumbra de la sala. Sabía que proteger a su hijo no era solo un deber, sino una cuestión de honor y sangre.Ryan, aunque a salvo detrás de él, sentía la aplastante intensidad de la energía de su padre, su propio cuerpo temblando al captar las ondas de poder que emanaban de ese hombre que parecía más una fuerza de la naturaleza que un ser humano.

Lased de sangreque rodeaba a Henry no era un mero rastro de hostilidad; era un aura que distorsionaba la realidad a su alrededor. Los presentes comenzaron a retroceder involuntariamente, como si sus instintos más primitivos clamaran por alejarse de esapresencia abrumadora.El rugido sordo de la energíase hizo más evidente, un murmullo oscuro que perforaba la mente de los más débiles, haciéndoles imaginar el sabor metálico de la sangre y el eco de gritos lejanos.

—¿Cómo puede alguien soportar esto? —murmuró uno de los subordinados de Carlos, el sudor frío resbalando por su frente.
—No lo sé, pero... esto no es humano. —La voz de otro se quebró, sus ojos fijos en Henry, incapaz de apartar la mirada del hombre que parecía haber trascendido los límites mortales.

Henry, ajeno a sus murmullos o quizás simplemente indiferente, dejó escapar un profundo respiro.Cada paso que daba hacia adelante hacía que el suelo crujiera bajo su peso, no por su físico, sino por la presión inhumana de su energía. El azul profundo de su maná chisporroteaba a su alrededor, danzando como relámpagos que iluminaban la penumbra, un recordatorio visual de que se encontraba a un paso de cruzar a una dimensión superior.

En ese instante, la tensión se volvió insoportable. Los presentes, congelados en sus lugares, no sabían si Henry era un protector o una calamidad esperando ser desatada. Solo una cosa era segura: la batalla no sería una simple confrontación; sería un enfrentamiento de proporciones épicas donde la fuerza, la sangre y la voluntad decidirían el destino de todos.

Los presentes sintieron un escalofrío que parecía arraigarse en sus huesos cuandoel brillo heladoen los ojos deHenryperforó el ambiente. No era simplemente una mirada; era una sentencia.Ese resplandor gélido hablaba de destrucción absoluta y salvación impía, como si solo él tuviera el poder de decidir quién viviría y quién sucumbiría en aquel lugar cargado de tensión.

El aire, denso y sofocante, parecía vibrar con su presencia, y con cada instante que pasaba, la idea de enfrentarlo se tornaba más absurda. Algunos de los presentes retrocedieroninvoluntariamente, sus movimientos pequeños, casi imperceptibles, pero suficientes para delatar su miedo. No podían controlar el impulso instintivo de alejarse de algo que parecía tan lejano a lo humano, como siHenryhubiera trascendido la carne para convertirse en un emisario del juicio final.

—¿Qué demonios... somos nosotros siquiera dignos de estar aquí? —murmuró uno de los más jóvenes entre los subordinados, su voz rota, incapaz de ocultar el temblor en sus palabras.
—Calla. Si te escucha, ni siquiera quedarán cenizas de ti. —La reprimenda de su compañero no contenía más fuerza que un susurro, cargado de pánico contenido.

Otros intercambiaban miradas nerviosas, sus ojos reflejando el mismo pensamiento:estaban al borde del abismo, y cualquier movimiento en falso los arrastraría al vacío. Pero nadie se atrevía a hablar en voz alta. La sed de sangre que emanaba deHenryparecía casi audible, un rumor sin palabras que arañaba la cordura de aquellos que no podían apartar la vista de su imponente figura.

El suelo bajo sus pies parecía vibrar débilmente, como si la misma tierra temiera el poder de ese hombre.Y en el centro de todo,Henrypermanecía inmóvil, como una estatua forjada de hielo y acero, su presencia tan monumental que hacía que el entorno pareciera irrelevante. Aquel brillo helado en sus ojos no era solo una amenaza; era una promesa escrita en el lenguaje del caos y la muerte.

No pasarán, te lo prometo, Bernardo; al menos déjame ser tu padre por primera vez en mi vida.

El pensamiento deHenryresonó en su mente como un grito silente mientras el peso de la culpa y la responsabilidad lo aplastaban. Su pecho ardía, pero no por el poder que hervía en su interior, sino por el torbellino de emociones que lo consumía. Su hijo,Bernardo, representaba todo aquello que nunca había sido capaz de proteger, todo lo que había dejado atrás en su obsesión por la fuerza, la gloria y la supervivencia.

Los recuerdos invadieron su mente, golpeándolo como una tormenta implacable.Risas infantiles, el eco distante de una voz llamándolo "papá", momentos tan fugaces que parecían desvanecerse como humo en el viento. En su lugar, ahora solo quedabanpromesas rotasy un vacío que amenazaba con devorarlo desde adentro. Había pasado su vida perfeccionando el arte de la guerra, despojándose de todo rastro de humanidad para convertirse en un arma viviente. Pero en este momento,no era un guerrero ni un general sangriento; era un hombre enfrentando el peso de lo que había perdido.

El aura de maná azul profundo que lo rodeaba chisporroteó, reaccionando a la intensidad de sus emociones, y las corrientes de energía se tornaron más violentas, casi descontroladas. Henry apretó los dientes mientras sus manos temblaban, no de miedo, sino de resolución. Este no era el momento para sucumbir a los lamentos del pasado. Si había algo que podía hacer, aunque llegara tarde, era redimirse en el único acto que importaba ahora: proteger a su hijo.

—Esta vez no fallaré, Bernardo.Seré el padre que necesitas, aunque tenga que cargar con el infierno para hacerlo.

El rugido del poder desatándose llenó el aire, arrancando un jadeo colectivo de los presentes. Lafigura de Henrycomenzó a brillar intensamente, como si estuviera absorbiendo la luz misma.Sus ojos, normalmente duros y fríos, parecían más humanos por un instante, un destello de vulnerabilidad que desapareció tan rápido como había llegado. Todo lo que importaba era el presente. La tormenta dentro de él estaba lista para arrasar con cualquier cosa que amenazara lo único que todavía consideraba sagrado:su hijo.

Cada uno de esosrecuerdos, como fragmentos de un espejo roto, reflejaba los errores de Henry, alimentando una ira que no era furia ciega, sino un fuego calculado, disciplinado. El dolor que lo había marcado a lo largo de los años ahora se transformaba en unallama ardiente, una fuerza imparable que iluminaba su determinación. No era la ira de un hombre común, sino la rabia redentora de alguien que había visto demasiado, perdido demasiado, y estaba dispuesto a sacrificarlo todo para corregir su legado.

Mientras Henry se envolvía en su tormenta interior,Ryan lo observabadesde la distancia, sintiendo cómo la tensión se intensificaba como un campo de fuerza invisible que aplastaba todo a su alrededor.Sus manos temblaban ligeramente, no por falta de valor, sino porque la enormidad de lo que estaba frente a él lo abrumaba. Sabía que enfrentarse a Henry no sería una simple batalla de fuerza o habilidad; sería una lucha contra una voluntad que había trascendido los límites de la mortalidad.

El contraste entre ambos era evidente.Ryan, aunque fuerte y decidido, no podía igualar la intensidad de Henry, un hombre cuya vida había sido forjada en la brutalidad de incontables guerras y conflictos.El hijo había crecido en la relativa seguridad del legado de su familia, mientras que el padre había caminado por senderos llenos de espinas, pagando el precio con sangre y sacrificio.

Ryan tragó saliva, intentando calmar el temblor en su pecho.Sus pensamientos lo traicionaban, recordándole las historias que siempre había escuchado sobre Henry: el hombre que podía aplastar montañas con su presencia, el guerrero cuya mera mención era suficiente para infundir miedo en los corazones de sus enemigos. Pero este no era solo un guerrero legendario; este era su padre, y eso lo hacía todo mucho más difícil.

¿Qué espero lograr?—murmuró Ryan para sí mismo, susurrando al aire pesado.Sus ojos se llenaron de duda, pero no retrocedió.Había una línea invisible que lo separaba de Henry, y aunque sabía que cruzarla lo colocaría al borde de la destrucción, no podía simplemente quedarse quieto.

Henry levantó la mirada, y en ese instante, el mundo pareció detenerse. Sus ojos, encendidos con una intensidad helada, se fijaron en Ryan. No había rastro de compasión ni piedad; eran los ojos de un hombre que había abrazado su destino sin titubear. Y, sin embargo, detrás de ese brillo feroz, había un peso que solo un hijo podría reconocer:el peso de la culpa y el amor no dicho.

El aire entre ellos vibraba como una cuerda tensada a punto de romperse. Ryan apretó los puños, sabiendo que, aunque enfrentarse a Henry lo aterrorizaba, no podía permitirse flaquear."Si no lo hago yo, ¿quién más?"pensó, mientras la chispa de la resolución reemplazaba sus temores.El monstruo y el hombre estaban en un mismo lugar, y la batalla que se avecinaba no sería solo de fuerza, sino de emociones contenidas y verdades sin pronunciar.

Los pensamientos de Ryanfluían como un río turbulento, una mezcla de dudas y estrategias, de temor y orgullo. Una parte de él se aferraba a la idea de que, si lograban derrotar a Henry,el titán que se alzaba frente a ellos caería de su alto pedestal. Pero incluso en esa posibilidad había algo que lo inquietaba. ¿Qué se sentiría al ver caer a alguien tan poderoso? ¿Sería un triunfo... o una derrota para su propio legado?.Pero incluso mientras alimentaba esa esperanza, su corazón pesaba con una mezcla de pavor y reverencia.

La habilidad de su padre, Carlos, había sido siempre una fuente de inspiración y reverencia para Ryan. La habilidad de su padre, aunque formidable y conocida por muchos, era una chispa tenue en comparación con la conflagración que representabaHenry. Era conocida por su precisión y efectividad, por ser una fuerza inquebrantable en las circunstancias más oscuras.

Pero ahora, compararla conla destreza magistral de Henryera como intentar medir una chispa contra una tormenta. Henry no solo era un guerrero; era un fenó hombre no solo dominaba la técnica, sino que su rango, su aura, y el poder casi sobrenatural que irradiaba, parecían aplastar cualquier intento de comparació rango, su fuerza, su sola presencia dominaban el campo, haciendo que la comparación con Carlos, aunque respetable, pareciera casi insignificante.

Era como estar ante una tormenta que prometía devastación y, sin embargo, maravillarse con la magnificencia de su furia. La idea de entrar en combate contrael coloso frente a élllenaba el corazón de Ryan con emociones encontradas.El temor era inevitable, un instinto primario que gritaba en su interior, advirtiéndole del peligro insuperable. Pero junto al temor, crecía un respeto profundo, casi reverencial, hacia Henry. No era solo por su poder, sino por lo que representaba: la cúspide de lo que un humano podía llegar a ser, un guerrero que había trascendido las limitaciones mundanas.

Mientras estas emociones lo consumían, Ryan apretó los puños, intentando contener el temblor que traicionaba su fachada de determinación."Si Henry cae, ¿qué quedará de nosotros?", pensó con un nudo en la garganta. La grandeza de Henry no era solo un símbolo de amenaza, sino también un pilar de fortaleza que, de alguna manera, mantenía el equilibrio en ese mundo desquiciado.Derribarlo sería como derribar a un dios, pero también podría significar abrir una puerta a un futuro que nadie estaba preparado para enfrentar.

El respeto y el miedo chocaban dentro de él, creando un torbellino de pensamientos y emociones. Cada mirada hacia Henry reforzaba esa dualidad. Ryan sabía que el hombre frente a él no se rendiría fácilmente, que no importaba cuántos se alzaran contra él, seguiría luchando como si llevara consigo el peso de un mundo entero. Y, sin embargo, la posibilidad de enfrentarlo lo empujaba hacia adelante, no porque creyera que podría ganar, sino porque era lo que debía hacer.

Latensióncrecía con una intensidad casi tangible, como si el aire mismo se hubiera solidificado bajo el peso del momento. Cada segundo avanzaba con la lentitud de un goteo implacable, un recordatorio cruel de que la calma que sentían era solo el preludio de una tormenta inevitable. Era como si incluso el tiempo hubiera decidido detenerse, congelado ante la magnitud de lo que estaba por desatarse.

Lossubordinados, que hasta hace poco murmuraban con nerviosismo, guardaron un silencio inquietante. Nadie osaba hablar, ni siquiera moverse; los ecos de sus pensamientos eran más ruidosos que cualquier palabra que pudieran pronunciar. Sabían que lo que estaba a punto de ocurrir trascendería las simples disputas entre hombres.Esto no era una batalla ordinaria; era un choque de voluntades que marcaría el destino de todos los presentes.

En sus mentes, una certeza se asentaba: las decisiones que tomaran en los próximos instantes no solo definirían sus vidas, sino que quedarían grabadas en la memoria del mundo como un momento de cambio.Un instante crucial donde héroes y mártires nacerían, y donde los débiles serían aplastados por la fuerza despiadada de los más fuertes.

Henry permanecía inmóvil en el centro de la escena, su presencia dominando por completo el ambiente. Sus ojos, helados e impenetrables, parecían capaces de ver a través de los temores y dudas de cada uno.Era un volcán a punto de erupcionar, y todos podían sentirlo en sus huesos.

Ryan tragó saliva, sintiendo el amargo sabor de la incertidumbre en su boca mientras una gota de sudor recorría lentamente su frente, marcando su temple quebradizo. En su interior, un torbellino de emociones lo consumía.El deber hacia el clanexigía que enfrentara lo inevitable, que alzara su espada contra el hombre que había sido un pilar en su vida. Pero ese hombre era también su padre, y el lazo que los unía latía con fuerza, empujándolo hacia una contradicción imposible de resolver.

Su mente estaba atrapada en un ciclo interminable de preguntas y reproches:"¿Cómo puedo hacer esto? ¿Es este el precio del liderazgo? ¿Qué clase de hijo soy si lo traiciono? ¿Qué clase de líder seré si no actúo?"La lógica y el corazón libraban una batalla feroz dentro de él, desgarrándolo desde las entrañas.

A su alrededor, la atmósfera se tornaba más sofocante con cada segundo.El miedoera palpable, como una niebla espesa que envolvía a todos los presentes, paralizándolos en su lugar. Pero también había un rayo tenue de esperanza, una sensación vaga de que, tal vez, habría una solución, un desenlace que no implicara la destrucción total de todo lo que conocían.

Y sin embargo, lo que dominaba el ambiente era ladesesperación, una emoción tan cruda y violenta que parecía emanar de cada rincón. Ryan no podía ignorar el peso del momento, el hecho de que las decisiones tomadas en los próximos instantes no solo definirían el futuro del clan, sino que también determinarían la naturaleza misma de su relación con Henry. ¿Sería recordado como el hijo que traicionó a su padre o como el líder que sacrificó todo por su gente?

Mientras sus manos temblaban ligeramente al apretar el mango de su arma, un pensamiento le atravesó como un rayo:"¿Qué habría hecho él en mi lugar?"Pero Henry, con su mirada helada y su figura imponente, parecía más allá de cualquier consideración humana.Era un gigante en todos los sentidos, un titán cuya caída arrastraría consigo a todo lo que estuviera cerca.

Con un último vistazo aHenry,Ryansintió cómo una oleada de determinación lo invadía. La presión de la situación lo aplastaba, pero su mente se aclaraba con cada instante que pasaba. No podía dejar que el sacrificio de su padre fuera en vano.Henryya lo había aceptado, estaba dispuesto a arriesgar todo por un futuro incierto. Sin embargo,Ryanse veía atrapado en un torbellino de emociones, su alma desgarrada entre la necesidad de enfrentar a su padre y la oscura sensación de que, al hacerlo, traicionaba el único lazo que le quedaba.

El peso del mundo parecía haberse concentrado en su pecho, aplastando cada respiración. Los recuerdos de su infancia, de los días tranquilos que compartieron, se desvanecían en un abismo de caos y desesperación.Henryestaba echándose atrás, tal vez por un sentimiento de culpa hacia su inútil primogénito, ese ser que no había sido capaz de cumplir con las expectativas del padre en este final de los tiempos. La amarga verdad golpeaba aRyancon una fuerza devastadora: él no era más que un peso muerto, incapaz de seguir el ritmo de la batalla que se avecinaba.

Debo encontrar una manera de derrotarlo,Henryno puede ganar. —se dijo a sí mismo con un gruñido ahogado, la rabia comenzando a hervir en sus venas. La fragorosa lucha interna era tan profunda que lo consumía casi por completo. La idea de tomar el lugar deHenry, de hacercontribuciones a la familia, le resultaba casi imposible, pero sabía que era su única oportunidad para dejar de ser un lastre.

La tensión creció alrededor de él como un manto invisible, su mente oscura se llenó de pensamientos desesperados.Ryanno era tonto; entendía la magnitud de lo que tenía que hacer. El sacrificio, el dolor, todo eso palidecía frente a una verdad aún más aterradora: sino se decidía, la oscuridad lo consumiría. Y lo que había sido un hombre con la luz de esperanza en su alma ahora se enfrentaba a una decisión mortal, la que definiría su existencia y su relación conHenry, tal vez para siempre.

En ese momento decisivo, todo estaba en juego: no solo sus habilidades o sus vidas, sino también los hilos invisibles que tejían sus destinos juntos en esta oscura trama familiar. El aire parecía electrificarse con cada segundo que pasaba, cargado de una tensión que amenazaba con desbordarse. Los presentes contenían la respiración, como si el más mínimo sonido pudiera desencadenar el caos.

Ryan, el primogénito deCarlos, intentaba encontrar fortaleza en su interior. Pero la sombra deHenryse cernía sobre él como un depredador al acecho. A pesar del terror que latía en su pecho, se sumió en un autoengaño desesperado, una fantasía tejida con los hilos de su orgullo herido y su necesidad de aprobación."Puedo hacerlo. Debo hacerlo. Por mi padre, por nuestro linaje...", se repetía mentalmente, aunque cada palabra sonaba vacía incluso en su mente.

Su confianza, aunque frágil como el cristal, se centraba en la figura de su padre.Carlos, con su porte firme y mirada decidida, parecía inquebrantable frente aHenry. Pero Ryan sabía que esta seguridad era tan falsa como su propia valentía. A pesar de que los tres—Henry, Carlos y él—podían ser considerados "despiertos" en el mismo nivel, esa idea no era más que una máscara que ocultaba una verdad ineludible. El abismo entre ellos no era simplemente una diferencia de poder; era un precipicio colosal, un recordatorio brutal de la distancia entre un hombre y un monstruo.

MientrasRyanintentaba mantener la compostura, sus manos temblaban levemente, traicionando el miedo que intentaba esconder."¿Cómo puede alguien enfrentarse a algo así y esperar salir entero?", pensó mientras sus ojos se fijaban en Henry. La figura del hombre irradiaba una calma aterradora, la calma de alguien que sabía que estaba en control absoluto. Era como mirar a un depredador que sabía que sus presas no tenían escapatoria.

En la periferia, los subordinados intercambiaban miradas de incertidumbre y susurros ansiosos."¿De verdad piensa enfrentarse a Henry? Está loco..."dijo uno en voz baja."Es valiente, pero eso no lo salvará,"respondió otro, con una mezcla de pena y resignación en su tono.

El propioCarlos, aunque su rostro permanecía estoico, sentía una corriente de inquietud recorriéndolo."Ryan no entiende... No sabe lo que significa estar frente a Henry. Este no es un combate, es una sentencia de muerte."Pero no podía detener a su hijo; las decisiones ya estaban tomadas, y las consecuencias serían inevitables.

Por su parte, Henry permanecía inmóvil, como una estatua tallada en acero. Su mirada atravesaba a Ryan como si ya pudiera ver el desenlace. Pero detrás de esa fachada helada, sus pensamientos eran un torbellino."¿Por qué se enfrenta a mí? ¿Es orgullo, o desesperación?"Aunque no lo mostraría, una pequeña parte de él sentía una punzada de reconocimiento. En Ryan veía un eco lejano de sí mismo, de la juventud impulsiva que alguna vez lo llevó al límite de la destrucción.

El escenario estaba preparado, y las piezas se movían hacia un choque inevitable. Ryan, aunque sabía que era una mentira, se aferró a la idea de que podía enfrentar lo imposible. El abismo frente a él era vasto, pero en su corazón, una chispa de esperanza todavía luchaba por arder, incluso si esa esperanza lo consumía en el proceso.

Henrydio un leve paso hacia adelante, pero aquel movimiento insignificante desató unaonda de energíaque se extendió como un rugido invisible, propagándose a una velocidad abrumadora.50 metros. 100 metros. 500 metros.La energía no cesaba.1 kilómetro. 2. 3. 4. Finalmente, 5 kilómetros.Aquellos en las cercanías sintieron cómo el aire mismo vibraba con una intensidad que parecía presionar sus pulmones, como si el mundo hubiera contenido la respiración frente a ese monstruo.

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