Capitulo 3: Por primera vez Fuiste útil

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Henry se detuvo, su semblante impasible, mientras observaba el impacto que había causado con ese simple movimiento."Parece ser que se han alejado lo suficiente,"murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro, pero cargada de la autoridad de alguien acostumbrado a dictar el curso de los acontecimientos.Bernardo, su hijo, estaba ahora cerca del pueblo de suministro—aquel enclave pequeño pero vital que funcionaba como un punto de control estratégico para laAcademia de la Humanidad.

El pueblo no era más que un conjunto de edificaciones funcionales, construido para servir a los estudiantes y personal de la academia en su lucha interminable contra las amenazas del vacío. Ubicado a50 kilómetros de la academia, su importancia radicaba en que se encontraba en una posición clave para controlar los recursos y las comunicaciones. Pero ahora, su proximidad a Henry lo convertía en un lugar peligrosamente cercano al epicentro de una tormenta inminente.

Henry cerró los ojos por un breve instante y extendió su percepción.Allí estaba.Lo sentía como una barrera invisible, una prisión intangible que envolvía el espacio."Un sello,"pensó, su mente procesando los detalles rápidamente. La barrera, diseñada para bloquear el espacio en un área de30 kilómetros, era poderosa, creada por alguien con un dominio excepcional del mana. Sin embargo,Henryno parecía preocupado; su rostro se mantuvo sereno, como si ya hubiera contemplado y descartado cualquier amenaza que pudiera suponerle.

Interesante,"reflexionó en silencio."Ellos piensan que esto es suficiente para detenerme. ¿Qué tan poco me entienden?"Una leve sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en sus labios.El sellono era más que un pequeño obstáculo, una distracción momentánea que no haría más que añadir un poco de sabor al inminente conflicto.

En la distancia, aquellos que mantenían elsello activocomenzaron a sentir la perturbación. Sus cuerpos se tensaron al detectar la presencia deHenry, aunque su energía parecía estar contenida. Uno de los operadores, un hombre joven con una capa azul celeste, palideció al percibir la magnitud de lo que se acercaba."Esto no es posible,"murmuró, mientras una gota de sudor recorría su frente."La barrera debería ser impenetrable..."

—¿Qué sucede? —preguntó su compañero, una mujer con una mirada severa pero ahora teñida de preocupación.
—Hay algo... algo enorme. Se está moviendo hacia nosotros. No puedo explicar lo que estoy sintiendo, pero... es como si la barrera estuviera temblando.

La mujer frunció el ceño y activó un cristal de comunicación."Reporte inmediato. Parece que algo está interfiriendo con la estabilidad del sello. ¿Posible enemigo? Preparen refuerzos."

No. Un nueva voz sono a espaldas de los presentes.

No hagan nada esa barrera fue impuesta por un experimento, no hagan nada y que nadie de la academia se acerque a ese lugar en las próximas horas.

Señor.. todos asintieron y comenzaron a mandar ordenes para seguir el pedido de la voz.

Henry, mientras tanto, caminó lentamente, sus pasos resonando como un eco en la tierra misma. Aunque su energía estaba contenida, la presión de su presencia se sentía como una tormenta latente."Bernardo,"pensó, su mente volviendo a su hijo. Aunque estaba dispuesto a protegerlo, sabía que el camino que tenía por delante estaría lleno de obstáculos que solo él podría enfrentar."Esto no es solo por ti, es por algo mucho más grande..."

El terreno a su alrededor comenzó a cambiar a medida que se acercaba al perímetro del sello. La barrera se manifestaba como un leve resplandor en el horizonte, un muro de fuerza invisible que intentaba frenar lo inevitable.Henrylevantó la mirada y su semblante se endureció."Veamos de qué está hecho tu sello,"murmuró con un tono que, aunque bajo, parecía cargar todo el peso de un titán dispuesto a aplastarlo todo a su paso.

"Tantos esquemas para terminar con la vida de un humano que está en el fondo del rango H,"musitó Henry, su voz cargada de un desprecio glacial que cortaba el aire como una hoja afilada."¿No los hace a ustedes peores que un lisiado?"

Sus palabras resonaron con fuerza, como si estuviera arrancando el velo de hipocresía que cubría a quienes lo enfrentaban. Un murmullo incómodo recorrió a los que estaban cerca, y algunos evitaron mirarlo directamente, sintiendo el peso de la verdad que se escondía en esa sentencia.

Henry continuó, sus ojos brillando con una intensidad implacable mientras sus labios se curvaban en una sonrisa casi imperceptible."Aunque, debo admitirlo..."Hizo una pausa, mirando a su alrededor como si inspeccionara un campo de batalla invisible."No hay mejor lugar que este para un sacrificio."

Se giró levemente, su postura relajada pero cargada de una amenaza latente."La academia, la cuna de la humanidad..."pronunció esas palabras con una mezcla de burla y solemnidad, como si estuviera mordiendo cada sílaba."Pero incluso la cuna más segura tiene grietas, ¿no? Los alumnos, esos futuros protectores, solo están a salvo mientras permanecen dentro de esas paredes doradas. Afuera..."Henry dejó que su voz se apagara momentáneamente, dejando que el silencio hiciera eco de su sentencia."...afuera, son tan desconocidos para las autoridades como cualquier otra alma perdida."

Los rostros de los presentes comenzaron a cambiar, una mezcla de indignación y duda emergía mientras las palabras de Henry se infiltraban en sus pensamientos. Algunos de los más jóvenes, novatos en esta lucha, intercambiaron miradas nerviosas, preguntándose si realmente estaban dispuestos a seguir órdenes que parecían carecer de honor.

"¿Qué opinas, Ryan?"dijo Henry de repente, fijando su mirada en el joven. Su tono era sereno, pero cargado con un desafío implícito."¿Vale la pena? Tantas maniobras, tantos recursos, tanta energía... para deshacerse de alguien que, según ustedes, apenas merece estar aquí."

Ryan apretó los dientes, sintiendo cómo las palabras de Henry se clavaban en su interior. Su mente se debatía entre el deber hacia su clan y la creciente sensación de estar atrapado en un juego en el que los ideales habían sido reemplazados por conveniencias.

En el fondo, los subordinados murmuraban entre sí:
—¿Qué quiso decir con eso de la academia? —preguntó uno, visiblemente inquieto.
—Es cierto. Fuera de las instalaciones no somos más que peones... —respondió otro, con un destello de resentimiento en su voz.
—¡Silencio! —gruñó un superior, intentando mantener el control. Pero incluso él sabía que las palabras de Henry habían plantado una semilla de duda.

Henry se detuvo nuevamente, dejando que su mirada abarcara el campo."Si este es el mejor plan que pudieron idear..."murmuró, dejando que la frase flotara, inacabada pero cargada de juicio."...entonces, quizás deberían reconsiderar quién está realmente en el fondo del rango."

"¿De verdad creen que un simple rango de 30 kilómetros puede detenerme?"dijo Henry, su tono cargado de burla y una confianza tan inquebrantable como una montaña. Dio un paso al frente, su presencia abrumadora aplastando la moral de los presentes como si fuera una onda expansiva."Puedo percibir mi entorno en un radio de más de 500 mil kilómetros... A mi alrededor, cada partícula, cada latido, cada soplo de viento. Nada escapa a mi vista."

La tensión en el aire era casi asfixiante. Los subordinados intercambiaban miradas llenas de asombro y temor, mientras intentaban procesar el alcance inimaginable de las palabras de Henry. Sus respiraciones se volvieron erráticas, conscientes de que estaban frente a un ser cuyo poder trascendía cualquier parámetro humano.

"Somos los sangrientos generales,"continuó Henry, su voz resonando como un trueno,"las armas vivientes con la fuerza suficiente para desintegrar los antiguos países que una vez conformaron la humanidad. Cada gobierno, cada nación, cada frontera... borrados en un abrir y cerrar de ojos por nuestra voluntad."

Los recuerdos de antiguas leyendas cobraron vida en las mentes de los presentes. Historias susurradas sobre los generales sangrientos, aquellos seres que alguna vez habían traído el caos al mundo, ahora parecían no solo posibles, sino palpables en la figura de Henry.

Henry levantó la mirada, fijándola en el sello de 30 kilómetros que los envolvía."¿Y piensan que este diminuto espacio, estas humildes y ridículos 30 kilometros, es un buen campo de batalla para un despierto como yo?"

Hizo una pausa, dejando que la incredulidad y el desprecio en su voz se asentaran en la mente de todos. Sus palabras parecían un golpe directo, no solo a sus oponentes, sino al mismísimo concepto de su plan. Algunos intentaron esconder su incomodidad, mientras otros no podían evitar retroceder un paso ante la abrumadora verdad.

"Esto es patético,"murmuró Henry para sí mismo, pero lo suficientemente alto como para que lo escucharan."Un desperdicio de recursos, de estrategia... y de tiempo. Pero si este es el terreno que eligieron para morir, no voy a discutirlo."

En las sombras, Ryan sintió cómo su pecho se comprimía. Sus manos temblaban, no solo por la inmensidad del desafío frente a él, sino por la forma en que Henry demolía cualquier esperanza con cada palabra."¿Cómo se supone que lo derrotemos?"pensó, mientras miraba de reojo a su padre, Carlos, esperando alguna señal, alguna respuesta que lo liberara de su creciente desesperación.

"¡Silencio!"rugió uno de los superiores, intentando mantener el control entre los soldados que comenzaban a flaquear. Pero incluso él no pudo evitar tragar saliva con fuerza. Sabía que el miedo había comenzado a infiltrarse, imparable como una gota de veneno en un lago.

Henry, sin inmutarse, dejó escapar una risa breve, fría y carente de alegría."No se preocupen,"dijo con un tono que oscilaba entre la burla y la amenaza."No importa cuán pequeño sea este campo de batalla, lo suficiente para mí será demasiado para ustedes."

El peso de sus palabras cayó sobre ellos como una sentencia, marcando el inicio de un enfrentamiento que prometía ser tanto una masacre como un espectáculo de destrucción absoluta.

"Irónico, ¿no lo crees, Madre Primordial?"rugió Henry, su voz cargada de un desprecio que resonaba como un trueno en la vastedad del lugar. Su mirada, fría y desafiante, se alzó hacia los cielos mientras las palabras caían como golpes implacables."Que el lugar más seguro para la nueva generación de la humanidad... sea su tumba. Y que aquí, en este santuario fallido, tu hijo más amado sea sacrificado."

El aire pareció temblar ante su declaración, como si incluso la naturaleza misma contuviera el aliento. Las hojas de los árboles comenzaron a agitarse de forma errática, impulsadas por un poder invisible que emanaba de Henry. Una energía descomunal se liberó de su cuerpo, como un torrente imparable demanáque envolvía la zona.

Elmanáde Henry no era como cualquier otro: no fluía como un río tranquilo ni mostraba la serenidad de un mar en calma. Era un torbellino salvaje, furioso, un verdadero eco de su voluntad. A cada segundo, crepitaba, rugía y desgarraba el ambiente como una bestia liberada de sus cadenas. Los árboles comenzaron a crujir bajo la presión, sus raíces temblando como si intentaran escapar de la tierra misma.

"¡Madre Primordial!"exclamó Henry, su voz ahora transformada en un grito lleno de furia y desafío."¿Dónde estás? ¿Por qué callas ante esto? Tu creación más preciada, tu 'humanidad', ha convertido tu legado en un juego de sacrificios y muertes. ¡Mira lo que han hecho!"

A medida que sus palabras resonaban, los presentes no podían evitar retroceder. Algunos cayeron de rodillas, incapaces de soportar el peso de la energía que ahora parecía envolverlo todo. Los más fuertes intentaban mantenerse en pie, sus cuerpos temblando mientras elmanádescontrolado los presionaba como si fueran meras hormigas ante una tormenta.

Un joven soldado, incapaz de soportar la presión, susurró entre dientes:"¿Qué... qué clase de monstruo es este hombre?"Sus ojos estaban abiertos de par en par, llenos de un miedo puro y paralizante.

En el fondo, Ryan observaba con una mezcla de asombro y terror. Sentía cómo el poder de Henry casi aplastaba su espíritu, pero lo que más lo inquietaba era la pasión detrás de sus palabras. Ese grito no era solo un despliegue de fuerza; era una súplica, una acusación, una declaración de guerra contra la mismísima esencia del mundo.

Los cielos comenzaron a oscurecerse, como si respondieran al llamado de Henry. Truenos rugieron a lo lejos, y la tierra misma pareció estremecerse bajo sus pies. Henry respiró profundamente, su pecho subiendo y bajando como una forja ardiente. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y una extraña melancolía.

"¡Si no vienes a responder por tu creación, entonces seré yo quien traiga juicio a este mundo!"gritó una vez más, y con ese grito, elmanáalcanzó su punto álgido, envolviendo la zona en un resplandor oscuro y apocalíptico.

Henry alzó la mirada hacia los cielos cuando un rayo resonó con un estruendo atronador. Pero este no era un rayo común; no era azul ni dorado, no traía consigo esperanza o iluminación. Era un rayo negro, denso y opresivo, una manifestación pura de ira y desprecio. La misma conciencia del planeta Tierra parecía hablar a través de aquel destello oscuro, condenando lo que estaba por suceder.

Henry apretó los dientes, su semblante endurecido mientras sentía el peso de esa acusación cósmica. El significado era claro:la Tierra lo culpaba a él.Aquel rayo era el juicio del mundo hacia Henry y su papel en la tragedia inminente, el sacrificio de uno de sus hijos más amados:Bernardo.

"¿La Madre Primordial me desprecia?"pensó Henry, con una mezcla de burla y resignación. Un amargo humor se dibujó en su rostro, una sonrisa torcida que reflejaba la ironía de su situación."¿De verdad me estás culpando, Madre? ¿A mí? Qué patético resulta todo esto. Muy bien... que así sea."

Su burla no era solo hacia la Madre Primordial, sino también hacia sí mismo. La risa amarga resonó en su pecho como un tambor, y esa leve carcajada pareció arrastrar consigo una sombra más profunda."Nuestra amada madre me desprecia,"murmuró, con un tono cargado de sarcasmo y rabia contenida."Perfecto. Si esto es lo que quiere, si esto es lo que el mundo exige..."

Henry dirigió su mirada hacia el horizonte, donde los enemigos se preparaban. Cada fibra de su ser irradiaba una energía abrumadora, un preludio al caos que estaba a punto de desatarse.

"¿Están preparados?"dijo en voz alta, su tono firme y gélido. Su mirada recorría las figuras que se alineaban contra él, cada una incapaz de comprender la magnitud de lo que estaban a punto de enfrentar."Porque ustedes serán mi desahogo."

La última palabra salió de sus labios como una sentencia. La atmósfera se tensó aún más, como si el mundo mismo se encogiera bajo la presión del poder que emanaba de él. Sus músculos se tensaron, y sumanácomenzó a fluir con mayor intensidad, liberándose en ondas que desgarraban el aire y hacían vibrar el suelo.

"Y necesito liberar mucha tensión,"continuó, esta vez con un deje de placer oscuro en su voz."Así que prepárense, porque voy a arrancarles hasta la última gota de vida, no porque lo necesite, sino porque quiero sentir su sufrimiento... porque ustedes serán el altar donde este mundo pagará por todo lo que ha hecho."

Un aura negra y carmesí comenzó a rodearlo, creciendo en tamaño y densidad. Los enemigos, aunque temblaban ante la escena, trataban de mantener su compostura, aferrándose a la esperanza de que los números o las estrategias pudieran contenerlo. Pero dentro de sus corazones, el miedo germinaba como una semilla envenenada.

"¡No duden, ataquemos juntos!"gritó uno de los líderes enemigos, intentando reunir fuerzas para lo inevitable. Sin embargo, su voz era un eco vacío frente al rugido creciente de la energía de Henry, que parecía retumbar como un tambor de guerra.

Desde las sombras, un observador murmuró:"No es un hombre... es una tormenta. Estamos condenados."

La atmósfera estaba cargada de electricidad, como si el propio aire se negara a respirar.Ryanobservó a su padre,Carlos, con el monóculo en su ojo, el leve destello dorado reflejando la lucha interna que marcaba su rostro. Su padre, aunque aparentemente sereno, mantenía una calma tensa, cada músculo de su cuerpo preparado para cualquier movimiento, cualquier cambio en el viento. Era un hombre de control, pero incluso él podía sentir cómo el mundo se balanceaba al borde del precipicio.Cada fibra de su ser estaba alerta. Algo monumental estaba a punto de desatarse, y él no estaba dispuesto a dejar que su hijo se convirtiera en una víctima más en esa tormenta.

La tensión se volvía insoportable,como un hilo tenso a punto de romperse, un punto de inflexión que parecía colgar de la realidad misma. Lapresióncrecía, hasta que el aire comenzaba a sentirse denso, como si cada respiración fuera un esfuerzo.Ryan, con su mirada fija enCarlos, sentía el peso del legado de su familia, un peso que era tanto un manto protector como una condena. Aunque en su mente luchaba contra el miedo, el respeto por su padre, por el hombre que le había dado la vida, por el que lo había protegido en todo momento, era más grande que cualquier duda.El monóculo brilló de nuevo, un pequeño reflejo de oro que parecía una luz en la oscuridad, marcando el camino que debía tomar.

Carlosno apartaba la vista de él, y aunque su calma era solo una fachada, en su interior el rugido de la tormenta se hacía más fuerte, más cercano. Sabía queHenryestaba al acecho. ¿Pero sería él capaz de enfrentar lo que venía? ¿Sería capaz de proteger a su hijo en esta encrucijada?Las emociones se agolpaban en su mente, y por un momento, lacarga emocional de su responsabilidadlo abrumó. Pero no podía dudar, no podía flaquear. Porque el siguiente paso sería decisivo.

Ambos estaban al borde de una batalla que ni uno ni otro deseaban, pero que parecía inevitable. En sus mentes, lasestrategias y decisiones se cruzabana una velocidad vertiginosa. Sin embargo, lo que pesaba más era ladecisión del sacrificioque cada uno podría tomar, sabiendo queel futuro de su familia, de su linaje, podría depender de ellos.

Eldestello doradodel monóculo deRyanbrilló intensamente, sus ojos reflejando la imagen en el cristal como si intentara penetrar el alma misma de su padre. Ahí, en ese preciso momento, los datos sobre la habilidad deCarlossurgieron con una claridad aterradora, como una verdad demasiado grande para comprenderla por completo. El monóculo era mucho más que un simple dispositivo, era unvínculo ancestralentre generaciones, un portal hacia el poder más ancestral y devastador de la familia.

Habilidad de rango A: Ira del Gobernante del Rayo
Naturalezas: Rayo, luz.

La descripción del poder se desveló en la mente deRyancomo una tormenta de imágenes vívidas. Era laherencia de un linaje, un legado transmitido a través de generaciones, protegido por lasdeidades del trueno,los señores supremos del rayo. Su padre,Carlos, no solo era un hombre formidable; su sangre era portadora de unpoder divinoque el mismocielorespetaba.

La activación de la habilidad transformaba el entorno entero.El cielo se oscurecía, y losrelámpagos iluminaban el horizontecomo una fuerza que desbordaba todo control. Elaire cargado de electricidad estáticahacía que el cabello de todos los presentes se erizara, como si la mismanaturalezarespondiera al llamado de su portador.Ryanpodía sentirlo, ese escalofrío, ese miedo, esamagnificencia oscuraque amenazaba con tragarse todo a su paso.

El poder de su padre aumentaba suvelocidadde manera monstruosa,cinco veces superior a la velocidad común. Era una ráfaga deluz y rayo, un torbellino defuerza absolutaque atravesaba cualquier defensa convencional. En ese momento, la distancia entreCarlosy su enemigo se reduciría a nada.Ryan, atrapado en su reflexión, comprendió la magnitud de ese poder, pero también sintió undesgaste interno, como si la energía vital de su padre se viera constantemente drenada por cada uso de esta habilidad. Uncostoque lo dejaba vulnerable, agotado, un sacrificio en cada golpe.

El rayo era50% la velocidad de la luz, y si el portador de la habilidad seguía laluz misma, entonces su poder sería aún más rápido y devastador. La descripción continuaba, detallando que cuandoCarlosdesataba su poder, los enemigos no solo sentían elterror físico, sino que unaola de desesperaciónlos envolvía.Algunos caían de rodillasante la magnificencia de la tormenta, mientras otros intentaban huir, sabiendo queenfrentarse a élen ese estado era un acto suicida.Ryan, con el monóculo brillando intensamente, sintió una mezcla derespeto absolutoytemor absolutohacia su propio padre. Sabía que este poder no solo era un regalo, sino también unamaldita carga.

El monóculo, reflejando esaluz dorada, le mostró la cruel verdad:Carlosestaba dispuesto a usar ese poder, pero cada vez que lo hacía, una parte de él se desangraba lentamente. Elprecio de la grandezaera algo que Ryan no podía ignorar. ¿Podría soportar este sacrificio eterno de su padre? ¿Podría él mismo llegar a comprender el abismo que implicaba poseer tal poder?

Debemos estar listos para cualquier cosa—dijoRyan, esforzándose por mantener una voz firme, aunque el leve temblor en sus palabras traicionaba el tumulto interno que lo consumía. Cada sílaba era como un clavo que trataba de fijar su mente al presente, de aferrarse a un resquicio de cordura en medio de la tormenta que se avecinaba. Sus manos temblaron un instante antes de cerrarse en puños, un intento por contener el miedo que rugía en su interior."¿Estoy realmente preparado para esto? ¿O me estoy engañando a mí mismo?", pensó, con el corazón latiendo como un tambor de guerra.

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