Capitulo 3: Por primera vez Fuiste útil

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

A su lado,Carlospermanecía inquebrantable, como un muro que soportaba el embate de un mar embravecido. Sus ojos, profundos y oscuros como la tormenta que parecía arremolinarse sobre ellos, observaban la tensión que impregnaba el aire. Podía ver el miedo en su hijo, pero también notaba algo más: un destello de voluntad, de determinación naciente, como una chispa intentando encender una hoguera en medio de un vendaval. Sin embargo,Carlosno podía permitirse distracciones.Henryera un oponente que no conocía límites, un hombre que había renunciado a todo por proteger a los suyos, incluso si eso significaba volverse contra su propia sangre.

"¿Cómo llegamos a esto?", se preguntabaCarlos, sintiendo que su lealtad hacia su familia se enfrentaba con la absurda pero inquebrantable necesidad deHenrypor proteger a los suyos. El dilema era un nudo en su pecho, una lucha interna que no podía permitirse resolver ahora. La batalla que se avecinaba no sería solo un choque de habilidades o fuerza bruta; sería un enfrentamiento de ideologías, delegadosque habían sido escritos en sangre, y dedestinosque habían comenzado a entrelazarse mucho antes de que cualquiera de ellos pudiera entender su propósito.

Ryan, mantente firme. No importa lo que pase, recuerda quién eres y por qué estamos aquí —dijoCarlosfinalmente, su voz profunda y cargada de un peso que parecía ir más allá de las palabras. Pero por dentro, su mente calculaba cada posible desenlace, cada movimiento que podría hacer la diferencia entre la victoria y la derrota."Henry... ¿será este el día en que finalmente te detendré? ¿O será este el día en que pierda a mi hijo?"

En la distancia, el aire se cargó de una energía palpable. Un trueno resonó, aunque no había tormenta a la vista, y ambos hombres supieron que el tiempo de prepararse había llegado a su fin.Henryestaba cerca, y con él, la promesa de una lucha que cambiaría sus vidas para siempre.

El aire parecía haber adquirido un peso tangible, sofocante y ominoso.Cada inhalación era como tragarse fragmentos de vidrio, una sensación que calaba hasta los huesos. Lossubordinados, en un intento desesperado por mantener la compostura, intercambiaron miradas cargadas de temor y resignación. Algunos apretaron los puños con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos, buscando anclar su valentía en un gesto físico, mientras otros retrocedieron un paso, casi de forma instintiva, como si sus cuerpos entendieran mejor que ellos la magnitud del peligro que se avecinaba.

Uno de ellos, un joven de cabello oscuro y ojos inquietos, susurró apenas audible:
¿Qué demonios estamos haciendo aquí? Esto no es un combate... esto es un sacrificio.

Su compañero, un veterano con cicatrices que cruzaban su rostro como mapas de batallas pasadas, lo miró de reojo antes de murmurar con amargura:
Es una lección que todos aprendemos tarde o temprano. Los grandes no luchan, arrasan, y nosotros... somos el polvo que levantan.

Las palabras del veterano resonaron en el silencio, ahogadas únicamente por el sonido cada vez más fuerte de la tensión en el aire, como si el mundo mismo contuviera el aliento. Lapresiónaumentaba con cada segundo que pasaba, como unaolla a presión lista para estallar, y en los ojos de muchos se podía leer un pensamiento común:"Este es el fin."

En ese momento, un trueno desgarró el cielo, aunque no había una nube que lo justificara. Fue como una advertencia de la naturaleza misma, un recordatorio de que lo que estaba a punto de suceder trascendía cualquier enfrentamiento común. La tierra pareció temblar bajo sus pies, como si compartiera su miedo, y una sensación abrumadora de inevitabilidad se apoderó de todos los presentes.

Uno de los más jóvenes tragó saliva y dejó escapar un pensamiento en voz alta, casi como un rezo:
Si el cielo ruge así... ¿qué clase de monstruo está a punto de desatarse?

Ryan sentía cómoel sudor goteaba por sus sienes, trazando caminos helados que contrastaban con el calor que su cuerpo irradiaba de pura tensión. Su mente era un torbellino descontrolado, un laberinto de pensamientos contradictorios que se atropellaban entre sí.Cada fibra de su ser gritaba que huyera, que se rindiera ante la evidencia de su inferioridad, pero esa posibilidad era un cuchillo que desgarraba su orgullo y su sentido del deber.

Frente a él,Henryse erguía como una fuerza de la naturaleza, imponente y sereno, pero con una intensidad latente que amenazaba con consumirlo todo a su alrededor. Solo mirarlo era suficiente para que la duda y el miedo brotaran en Ryan como espinas enredadas."¿Cómo puedo siquiera imaginar enfrentarme a él? Soy apenas una sombra, y él... él es un titán."

Sin embargo,una chispa de determinacióncruzó como un relámpago en su pecho. Su respiración se aceleró mientras esa chispa se encendía, desafiando la oscuridad que amenazaba con consumirlo. Sus manos temblaban, pero las apretó con fuerza, intentando transformar ese temblor en un arma. No podía permitir que todo por lo que su familia había luchado se desmoronara frente a sus ojos.El legado de los suyos estaba en juego, y aunque la sola idea de enfrentarse a Henry era una sentencia de muerte, el fracaso sería un destino aún más cruel.

"No se trata de mí,"pensó Ryan,"se trata de lo que representamos, de lo que somos. Si debo caer, al menos lo haré como parte de esta familia, no como su punto más débil."

A su alrededor, el aire parecía pulsar con la energía contenida de lo inevitable. Las sombras se alargaban como garras, y el silencio se sentía vivo, cargado con una expectativa casi dolorosa. Ryan tragó saliva, su mirada ahora fija en Henry.El miedo seguía ahí, pero ahora ardía junto a él una obstinada resolución. Si iba a enfrentarse a la tormenta, lo haría con todo lo que tenía, incluso si no era suficiente.

La atmósfera vibraba con una intensidad asfixiante, cargada de emociones que parecían competir por dominar el espacio:miedo, como un grito ahogado en el pecho de todos;esperanza, quebradiza, como un hilo frágil que amenazaba con romperse; y unanecesidad desesperada de conexión familiar, desbordada por las tensiones que amenazaban con desgarrarlos desde dentro. Sin embargo, toda esa carga emocional parecía inútil frente al hombre que había iniciado este desastre.

Henry, ese hombre idiota, con un inexplicable arranque de paternidad, había decididodefender a su primogénito: un hombre que no era más queun lisiado, incapaz de ofrecer algo valioso en este mundo cruel y despiadado. Sus acciones no eran más que un desafío absurdo a la lógica que gobernaba la supervivencia.El hijo al que defendía no era solo débil; era un peso muerto que arrastraba al resto hacia el abismo.

Mientras tanto,Carlos se mantenía firme, como un pilar solitario en medio de una tormenta desgarradora. Su postura era una mezcla de pragmatismo frío y una responsabilidad abrumadora.Sabía que no tenía el lujo de vacilar; no podía darse el permiso de caer en los mismos sentimentalismos que Henry. La mirada de Carlos se endureció, sus pensamientos claros y calculados."Esto no se trata solo de ti, Henry. Esto se trata de todos los que dependen de nosotros para sobrevivir."

A su alrededor, los pocos presentes que aún tenían el valor de mirar la escena mantenían sus respiraciones entrecortadas, incapaces de decidir si se atrevían a intervenir o si la mejor opción era simplemente desaparecer antes de que la inevitable explosión los alcanzara.Algunos intercambiaban miradas nerviosas, mientras otros apretaban los dientes, conscientes de que el equilibrio precario en el que todos estaban a punto de desmoronarse.

Carlos respiró hondo, su cuerpo tenso como un arco listo para disparar.Su mirada se clavó en Henry, no con rabia, sino con la fría resolución de alguien que sabe que el tiempo para las palabras se había agotado."Si no puedes entender lo que está en juego, Henry, entonces no me dejas opción."

La tensión se convirtió en un nudo insoportable, creciendo con cada segundo que pasaba, hasta alcanzar un punto crítico en el que el silencio mismo parecía cargado de anticipación. El aire, denso y casi tangible, presionaba los pulmones de todos los presentes, mientras cada alma contenía la respiración ante la inminente explosión de violencia.

Ryan cerró los ojos por un instante, un refugio momentáneo de la tormenta externa.Dentro de su pecho, el tamborileo constante de su corazón le recordaba que seguía vivo, que aún tenía algo por lo que luchar."No puedo retroceder ahora."Era una declaración silenciosa, dirigida tanto a sí mismo como al abismo que se extendía ante él.

Sumanácomenzó a despertar, irradiando desde lo más profundo de su ser.Cada célula de su cuerpo parecía cobrar vida con una energía frenética y ardiente, una corriente eléctrica que iluminaba su interior como un faro en la oscuridad.La magia lo envolvía, como un río que fluía a través de su piel, huesos y alma.A medida que esa fuerza crecía, sintió cómo su cuerpo se llenaba de un calor casi insoportable, pero a la vez reconfortante.

Era más que poder; era un recordatorio de esperanza, una chispa que no podía apagarse, incluso frente a la amenaza que los rodeaba. En ese instante,el sonido de los latidos de su corazón y el rugido silencioso de su manáse entrelazaron, creando una sinfonía que resonaba únicamente dentro de él.

El aire a su alrededor comenzó a distorsionarse. Pequeñas partículas de energía flotaban como motas de polvo en un rayo de sol, pero estas irradiaban una luz dorada y vibrante, dejando claro que algo estaba cambiando."Aún hay vida en mí. Aún hay esperanza."Ryan apretó los puños y abrió los ojos, su mirada decidida enfrentando el horizonte incierto.

En el fondo de su mente, un pensamiento surgió como un eco distante:"Esto no es solo una batalla. Es una declaración de que no caeré sin luchar."

No puedo fallar.Las palabras, cargadas de emociones contrastantes, emergieron de dos almas diferentes y, sin embargo, conectadas por los hilos del destino.El susurro escapó tanto de los labios de Henry como de Ryan, resonando en la atmósfera cargada como una plegaria silenciosa al universo.

Para Henry, esas palabras eran una confesión de culpas enterradas y errores acumulados.Su ambición lo había cegado durante años, llevándolo a tomar decisiones que, en el fondo, sabía que habían distanciado a su familia. Ahora, al borde de una batalla definitiva, el peso del arrepentimiento se clavaba como dagas en su conciencia. Miró a Ryan, su primogénito, y supo con una certeza cruel que después de este día, ese rostro familiar, con todos sus defectos y virtudes, sería solo un recuerdo.

Lo lamento... demasiado tarde para todo.—Henry cerró los ojos un breve instante, sus palabras no salieron en voz alta, pero las sintió quemar en su pecho.Sabía que esta batalla no solo decidiría el destino de Ryan, sino también el suyo propio.

Ryan, por su parte, murmuró la misma frase con un peso diferente. Su fracaso anterior, su incapacidad para cumplir la misión que su familia le había encomendado, era una carga que lo perseguía como una sombra implacable.La presión del legado familiar y el miedo al desprecio lo estrujaban por dentro, pero también alimentaban una chispa de obstinación.

Esta vez será diferente. No puedo permitirme otra caída.—Su voz, aunque baja, llevaba una firmeza nueva.El fracaso ya no era una opción; no podía permitirse que la vergüenza lo consumiera una vez más.

Dos hombres, dos vidas entrelazadas, dos razones para resistir.Mientras el viento azotaba con violencia, cargado del olor metálico de una tormenta en ciernes, ambos sabían que la batalla que se avecinaba no solo era una lucha por el presente, sino un juicio final por el pasado y un salto desesperado hacia un futuro incierto.

En el silencio que siguió,el eco de sus susurros se perdió entre los latidos de la tierra misma, como si el mundo estuviera expectante de lo que estaba por desatarse.

Con esadecisión grabada en su mente, Ryan abrió los ojos, dejando que el brillo dorado de su monóculo reflejara la intensidad de su renovadadeterminación. Sus músculos se tensaron, su respiración se estabilizó, y una energía latente comenzó a emanar de su cuerpo. Sus ojos se fijaron en su padre, quien lo observaba con una mezcla de orgullo silencioso y preocupación contenida.

La batalla que se avecinaba no solo sería un enfrentamiento físico.El choque de poderestraería consigo un eco profundo, resonante, capaz de redefinir los cimientos mismos del legado familiar. En este oscuro capítulo lleno deincertidumbre, cada acción sería un paso en el camino hacia un futuro incierto, donde el resultado dictaría no solo quién viviría, sino qué quedaría de la conexión que los unía.

El aire se volvió más pesado, como si la atmósfera misma presintiera el inminente desgarro entre el presente y el destino que los aguardaba. Ryan respiró hondo, como si pudiera absorber el peso de todo aquello.El destino estaba a punto de revelarse, un lienzo oscuro y vacío esperando las marcas del conflicto que estaba por venir.

Élestaba listo, o al menos, eso se repetía una y otra vez en su mente. Sin embargo, el terror de lo desconocido seguía acechando en su interior, una sombra que se rehusaba a desaparecer. Aun así,en su pecho ardía una chispa, una rebelión contra el miedo, una afirmación de que, sin importar cuán aterrador fuera el camino por delante, lo enfrentaría con cada fibra de su ser.Había demasiado en juego, y el fracaso no era una opción.

Carlos, desde su posición, no pudo evitar notar el cambio en su hijo. Aunque no lo dijo en voz alta,el corazón le dolíaal ver la carga que Ryan llevaba, pero sabía que las palabras no aliviarían la tormenta. "Está listo", pensó para sí mismo. "O al menos, cree que lo está".La prueba sería brutal, pero no había forma de detener el destino.

El escenario estaba dispuesto; el primer movimiento estaba a punto de realizarse.

Henry dio un paso, y el mundo pareció detenerse.El simple movimiento desencadenó una oleada de energía oscura que hizo temblar el suelo bajo sus pies, como si el planeta mismo temiera su presencia.Carlos, inmóvil, lo enfrentó con una calma gélida, pero el resto de los presentes retrocedió instintivamente, sus cuerpos reaccionando al terror primigenio que emanaba de Henry.

Lased de sangreque Henry exudaba era casi tangible, un hedor opresivo que se entrelazaba con el aire y hacía que los corazones se aceleraran al borde del pánico.Su maná monstruoso, un torrente indomable de poder puro, se expandió como una tormenta invisible, aplastando las voluntades más débiles y cubriendo el área con una niebla sofocante que parecía devorar la luz.

—¿Qué... qué es este sentimiento...? —murmuró uno de los subordinados, con el rostro pálido y las piernas temblando. Apretó su arma con fuerza, pero su cuerpo no respondía; era como si el mismo instinto de supervivencia lo obligara a quedarse inmóvil.

—Es como si la muerte misma estuviera aquí... —añadió otro, cayendo de rodillas mientras trataba de recuperar el aliento.

La atmósferase volvió un infierno asfixiante, donde cada respiración dolía como si los pulmones se llenaran de fragmentos de vidrio. Algunos intentaron resistir, pero sus pensamientos estaban consumidos por una única certeza:no eran más que presasfrente a un depredador cuya mera presencia bastaba para aniquilar sus esperanzas.

Carlos, en contraste,no se movió ni un milímetro. Su postura relajada era un contraste deliberado con el caos que se desataba a su alrededor. Solo él podía sostener la mirada ante el colosal aura de Henry, su propia energía comenzando a elevarse lentamente como una marea tranquila que precede al tsunami.

—¿Esto es todo lo que pueden soportar? —la voz de Henry resonó con un eco profundo, reverberando como un trueno contenido—. Si no pueden manejar esta pequeña muestra, será mejor que se retiren... ahora.

Su sonrisa era una mezcla de burla y desprecio, pero en el fondo de sus ojos ardía algo más oscuro: una furia alimentada por años de arrepentimientos y errores, lista para desatarse.

Los subordinados comenzaron a retroceder aún más, mientras los pocos que permanecían de pie se debatían entre quedarse y huir. Ryan, con las manos apretadas en puños y el sudor recorriendo su rostro, sentía que el peso de aquella energía lo aplastaba. Sin embargo,sus ojos nunca se desviaron de Henry.

La batalla no había comenzado aún, pero ya estaba claro quién dominaba el campo.

Henry, entiendes que lo que hacemos es por el bien de la familia.—Las palabras de Carlos cortaron el aire como un látigo, cargadas de una mezcla de lógica fría y urgencia. Su mirada penetrante buscaba atravesar el muro de terquedad que sabía que Henry había levantado—.Solo necesitas sacrificar a ese lisiado que estás protegiendo. Ese fue el trato: el lisiado a cambio de dejar ir a María y a los otros tres niños.

La voz de Carlos resonaba con una calma ensayada, pero el cansancio y la frustración eran palpables en cada palabra.Él no hablaba como un hombre que disfrutaba de la crueldad, sino como alguien que veía el sacrificio como una necesidad, un mal menor para un bien mayor.

Te prometo—continuó, su tono ahora más bajo, casi susurrante, mientras fijaba sus ojos en los de Henry—,nuestra familia nunca tendrá contacto con ellos.

Carlos inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera apelando a cualquier resto de lógica o humanidad que quedara en Henry. Pero en su interior, una chispa de rabia comenzaba a arder.¿Por qué ahora, de todas las veces, ese idiota de Henry había decidido ser humilde?¿Por qué ahora, cuando proteger al "lisiado" podría condenarlos a todos?

Henry permaneció inmóvil, sus ojos como dos pozos oscuros que no reflejaban emoción alguna.Pero el aire a su alrededor se tornó más denso, más cargado, como si sus emociones reprimidas comenzaran a manifestarse en el ambiente.

¿El bien de la familia?—respondió finalmente, su voz un gruñido bajo y peligroso—.¿De qué familia hablas, Carlos? La que está dispuesta a matar a uno de los suyos para salvar su propia piel? ¿Esa familia?

Carlos apretó los dientes.Las palabras de Henry eran un golpe directo, pero él no podía permitirse flaquear.

El lisiado no importa, Henry.Es un peso muerto, una carga que no tiene lugar en este juego. Si dejarlo ir significa que María y los otros niños podrán vivir una vida sin miedo, ¿acaso no es eso suficiente?

La risa de Henry fue baja y amarga.Su maná se agitó como un océano en tormenta, y la presión en el aire aumentó aún más, haciendo que los subordinados cercanos cayeran de rodillas, jadeando por aire.

¿Suficiente?—espetó Henry, dando un paso hacia Carlos, su presencia opresiva ahora completamente desatada—.No me hables de suficiente, Carlos. No después de todo lo que hemos sacrificado ya.

La tensión entre ambos hombres era casi insoportable.Carlos mantenía su postura firme, pero por dentro sabía que la razón no bastaría.Henry ya había cruzado un umbral que no podía desandarse.

Mientras tanto, los subordinados que presenciaban la escena intercambiaban miradas nerviosas. Algunos se susurraban entre ellos, con las manos temblando.

—Esto va a acabar mal... —murmuró uno, mientras otro simplemente negó con la cabeza, incapaz de apartar los ojos del enfrentamiento.

La atmósfera estaba cargada no solo de poder, sino también de resentimientos profundos y conflictos no resueltos,como si toda una vida de decisiones equivocadas y ambiciones rotas culminaran en ese momento. Y en el centro de todo, Henry, con su maná enloquecido y sus ojos fijos en Carlos, estaba listo para desatar el caos.

¿Realmente piensas que Bernardo, ese lisiado inútil, tiene el mismo valor que los tres menores?—La voz de Carlos se alzó, cargada de frustración y algo más profundo: una mezcla de desesperación y resentimiento.—¿Acaso deseas que ellos también se vuelvan sacrificios?

El aire entre los dos hombres se volvió aún más pesado, como si el mundo mismo escuchara cada palabra con expectación.Carlos dio un paso adelante, su mirada fija en Henry, buscando algún atisbo de lógica en esos ojos llenos de furia descontrolada.

Bernardo ya perdió todo futuro, Henry.—Carlos extendió un brazo, como si con ese gesto pudiera razonar con él, forzarlo a ver la verdad que ambos conocían—.Pero Maya, Mary y Luis... ellos aún tienen una vida por delante.

Henry permaneció en silencio, su rostro una máscara indescifrable, pero la agitación de su maná lo traicionaba.El poder que emanaba de él hacía temblar el suelo bajo sus pies y provocaba que los subordinados más débiles dieran pasos hacia atrás, incapaces de soportar la presión.

¿Deseas que ellos sean sacrificios para que la rama de la familia Q'illu prospere?—insistió Carlos, su voz ahora teñida de una fría acusación. Sus palabras eran como cuchillas, cada una dirigida con precisión quirúrgica hacia las grietas en la determinación de Henry—.Sabes que como ramas secundarias de la familia, nuestro único propósito es servir a la rama principal.

El silencio que siguió a esas palabras fue ensordecedor.Algunos de los subordinados se miraron entre sí, sus rostros reflejando un eco del resentimiento y la impotencia que Carlos acababa de expresar. Nadie se atrevía a intervenir, y sin embargo, todos sentían el peso de la verdad detrás de sus palabras.

Henry alzó la vista lentamente, sus ojos ardiendo con una mezcla de ira y dolor.

¿Propósito?—murmuró, su voz un gruñido bajo que hizo que incluso los más valientes retrocedieran instintivamente—.¿Propósito para quién? ¿Para esos parásitos que nos ven como piezas descartables en su tablero?

Carlos apretó los puños.Sabía que Henry era terco, pero esta vez parecía poseído por una convicción irracional, una que no podía ser desmantelada con lógica ni con la presión de la tradición familiar.

Esto no es solo sobre nosotros, Henry.—Carlos alzó la voz, su tono cortante—.Es sobre ellos. ¿No ves que esta es la única manera de protegerlos? Maya, Mary y Luis necesitan vivir, necesitan un futuro. Si Bernardo es el precio, entonces es un precio justo.

El estallido de maná que siguió fue como una explosión silenciosa.Henry dio un paso adelante, y la presión se intensificó tanto que incluso Carlos tuvo que reajustar su postura para no tambalearse.

Dices que es un precio justo...—susurró Henry, su voz temblando de rabia contenida—.¿Para quién, Carlos? ¿Para ti? ¿Para la rama principal? ¿O acaso para tu propia conciencia rota?

Los relámpagos que chisporroteaban en la atmósfera parecían responder al estado emocional de ambos hombres, iluminando sus rostros con un resplandor intermitente y amenazante.Cada palabra que Henry pronunciaba resonaba con el peso de años de resentimiento acumulado, como si todo lo no dicho finalmente hubiera encontrado su momento de liberación.

Si crees que sacrificar a uno de los nuestros nos hará libres, entonces eres más ciego que ellos.—Henry señaló hacia el horizonte, hacia el lugar donde imaginaba a los miembros de la rama principal observando desde las sombras—.Ellos no se detendrán, Carlos. Hoy es Bernardo. Mañana serán los demás. ¿Qué harás entonces? ¿Volverás a llamarlo un precio justo?

La confrontación había dejado de ser solo sobre Bernardo o los tres menores.Era una colisión de filosofías, de principios arraigados en sus respectivas experiencias de vida.El choque entre la fría lógica de Carlos y la ardiente rebeldía de Henry estaba alcanzando un punto crítico, y la tensión en el aire prometía que el desenlace sería brutal.

Un perro humilde que no muerde la mano de su amo...—Henry dejó escapar una risa amarga, cargada de desprecio, mientras sus ojos brillaban con un resplandor carmesí. Lased de sangreen su mirada era tan intensa que incluso los más endurecidos entre los presentes sintieron un escalofrío recorriéndoles la espina dorsal. El maná que emanaba de su cuerpo comenzaba a retorcerse y a contaminar el aire, como un depredador a punto de lanzarse sobre su presa.

Es momento de que empieces a pensar como un líder; tu hijo está esperando la ofrenda.—El anciano, que había permanecido en un segundo plano, dio un paso al frente. Su voz era fría, calculadora, cada palabra una sentencia implacable que caía sobre Henry como un golpe invisible—.Eres el único obstáculo entre la supervivencia de los demás y la inminente ruina. ¿Es tan difícil comprender tu papel en esto?

Henry no respondió de inmediato. En cambio, sus labios se curvaron en una sonrisa torcida, cargada de furia contenida y una amenaza silenciosa. Sus puños se apretaron, y el suelo bajo él comenzó a agrietarse, incapaz de soportar la presión de sumanáenloquecido.

¿Un líder?—repitió Henry, con una risa ronca que resonó como un eco siniestro en el ambiente—.¿Quieres que piense como un líder, viejo? Entonces escucha bien: un líder protege a los suyos, no los entrega como sacrificios para satisfacer las ambiciones podridas de otros.

El anciano frunció el ceño, su mirada afilada como un cuchillo.No era un hombre que se dejara intimidar fácilmente, pero la energía opresiva que exudaba Henry estaba comenzando a traspasar incluso su férreo autocontrol.

Típico de ti, Henry.—El anciano entrecerró los ojos, sus palabras goteando veneno—.Siempre dejando que tus emociones gobiernen tu juicio. Es por eso que nunca serás más que una sombra de lo que podría haber sido esta familia.

El aire chisporroteó con electricidad pura.Las palabras del anciano parecieron encender un fuego aún más intenso en el corazón de Henry. El rostro de este último se endureció, sus ojos se encendieron con un brillo homicida, y su cuerpo comenzó a emanar un aura tan densa y mortal que parecía estar arrancando la misma vida del entorno.

Hablas mucho para alguien que ya está muerto.—Las palabras de Henry fueron apenas un susurro, pero la amenaza en ellas era clara como el día.

El anciano se mantuvo firme, aunque sus subordinados retrocedieron instintivamente, el sudor cubriendo sus frentes.Sabían que estaban a punto de presenciar algo que no se olvidaría fácilmente: una tormenta de sangre y destrucción que borraría todo rastro de racionalidad en este lugar.

Entonces, ven y demuestra tu "liderazgo", Henry.—El anciano extendió sus manos, su propiomanácomenzando a manifestarse como una niebla gélida que contrarrestaba el calor abrasador de la presencia de Henry—.Veamos si tu fuerza basta para salvar a tu "preciado" hijo.

El enfrentamiento entre ambos ya no era solo una discusión.Las energías enfrentadas comenzaron a hacer que el suelo temblara y las paredes crujieran, como si el mundo mismo estuviera al borde de colapsar bajo la presión de sus poderes.Los presentes apenas podían respirar, atrapados en medio de una tormenta que prometía devorar a todos por igual.

Los subordinados y Ryan permanecieron en tensión, listos para actuar pero aterrados ante la monstruosa presencia de Henry.A pesar de que sus cuerpos estaban preparados para el combate, sus mentes luchaban por procesar el abrumador poder que emanaba de él. Incluso el más veterano de los guerreros sentía que sus rodillas podían ceder en cualquier momento."¿Cómo se supone que enfrentemos esto?"pensó uno de los hombres, sus dedos temblando sobre la empuñadura de su espada.

Ryan intentaba mantener la compostura, pero la presión que sentía era aplastante. Sus ojos dorados captaban cada movimiento, cada leve fluctuación en el aura de su padre, y la realidad era innegable: si Henry desataba toda su fuerza, el resultado sería un desastre."¿Este es el hombre que se suponía debía superar?"Una chispa de miedo se mezcló con su determinación, un recordatorio de lo lejos que estaba de estar a la altura de su progenitor.

Mientras tanto, las palabras del anciano resonaban en la mente de Henry como un eco ominoso."Es momento de que empieces a pensar como un líder; tu hijo está esperando la ofrenda."Cada sílaba era como una daga enterrándose más profundamente en su conciencia.Su corazón latía con fuerza, no solo por la ira que hervía en su interior, sino también por la desesperación de proteger a Bernardo, su hijo mayor.

"¿Protegerlo?"pensó Henry, su mirada oscureciéndose."¿Cómo proteger a alguien cuando todo está en mi contra? Incluso mi propio linaje exige su vida como precio."La contradicción lo desgarraba, pero había tomado una decisión. Si el mundo entero estaba dispuesto a condenar a Bernardo, él mismo sería el azote que rompería esa condena.

El silencio en la habitación era sepulcral, roto únicamente por la vibración del maná que crepitaba como un fuego voraz a su alrededor. Los subordinados contenían la respiración, sus ojos alternando entre el anciano y Henry, conscientes de que cualquier movimiento en falso sería su fin."Estamos atrapados entre dos monstruos", murmuró uno de ellos, demasiado bajo para que otros lo oyeran, pero lo suficiente como para que el temor se hiciera eco en sus compañeros.

Ryan, a pesar de su terror, dio un paso adelante.—Padre... —su voz era firme, aunque contenía una pizca de duda—. ¿Realmente vale la pena todo esto? ¿Es este el camino que elegiste?

Henry giró lentamente la cabeza hacia su hijo, su mirada ardiente atravesándolo como un rayo.—No elegí este camino, Ryan. Me lo impusieron. Pero si piensan que sacrificaré a Bernardo para apaciguar a un montón de cobardes, están a punto de aprender lo que significa enfrentarse a alguien que ya no tiene nada que perder.

El suelo tembló bajo sus pies mientras su maná se expandía, opresivo y despiadado.Los subordinados, al borde del pánico, retrocedieron instintivamente, mientras Ryan intentaba mantenerse firme. Pero incluso él sentía el peso del poder de su padre aplastando su espíritu.

El anciano, sin embargo, permanecía inmóvil, sus ojos fríos como el hielo.—Henry, eres tan predecible. Tu terquedad será tu ruina... y la de todos los que intentas proteger.

La chispa final estaba por encender la tormenta.

El rostro de Henry permaneció impasible, pero su maná chisporroteó como un volcán al borde de la erupción.—¿Quieres decepcionar a Peter y a su madre, tu esposa?—continuó el anciano, su tono burlón cortando el aire como un cuchillo afilado—.¿En serio quieres que Laura se decepcione de su marido solo por un lisiado inútil?

Las palabras resonaron como un eco venenoso en la mente de Henry, despertando un torbellino de emociones.Peter... su hijo menor, el orgullo de la familia, el único que había heredado el talento natural que hacía que todos los miembros de la familia Q'illu vieran en él una promesa.Peter era más que su hijo; era su legado, su apuesta más grande para el futuro.Desde el momento en que nació, Henry lo había sobreprotegido, moldeado, entrenado para que fuera más fuerte, más brillante, mejor que él. Lo había entregado todo para que Peter llegara más lejos de lo que él nunca podría imaginar.

Pero ahora, esas decisiones volvían a él como un boomerang lleno de espinas.El anciano estaba manipulándolo, apretando los hilos de sus emociones más profundas, recordándole que había sacrificado a Bernardo para asegurar el futuro de Peter.Y sin embargo, allí estaba, defendiendo a su primogénito como un verdadero idiota, tal como lo veía Carlos.

Carlos sonrió, cruelmente satisfecho al ver el conflicto interno que crepitaba en los ojos de Henry.
—Eres un verdadero estúpido, Henry —dijo con un tono de superioridad—. ¿Por qué actuar con conciencia ahora? Ya cruzaste esa línea cuando vendiste a Bernardo. Ahora, ¿qué vas a hacer? ¿Arruinar lo que tanto trabajaste para Peter?

Los subordinados escuchaban en completo silencio, el aire cargado con la electricidad de la confrontación.Algunos intercambiaron miradas, temerosos de que la tensión escalara a una explosión incontrolable."¿Es este hombre realmente tan ingenuo?"se preguntaba uno de ellos mientras veía a Henry luchar contra sus propios demonios internos.

Henry finalmente habló, su voz baja pero cargada de un peso tan intenso que hizo que todos contuvieran la respiración.—Carlos... siempre has sido bueno con las palabras. Manipulador. Calculador. Pero hay algo que nunca entendiste...

El suelo tembló ligeramente mientras su maná se intensificaba, cada partícula del aire pareciendo chisporrotear con una carga invisible.—Lo que haces por ambición y conveniencia... yo lo hago por arrepentimiento.

Carlos frunció el ceño, su mirada dura ahora teñida con una chispa de incertidumbre.—¿Arrepentimiento? ¿Es eso lo que llamas esta estupidez? Estás destruyendo a Peter y a Laura por un lisiado que no tiene nada que ofrecer.

Henry alzó la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de ira y determinación.—No. Estoy destruyendo tus expectativas. Bernardo puede que sea un lisiado para ti, pero es mi hijo, y ya no dejaré que lo sacrifiques para cumplir tus malditos planes.

La atmósfera explotó con la opresiva energía de Henry.Sus subordinados retrocedieron, algunos incluso cayendo de rodillas, incapaces de soportar la intensidad.Ryan tragó saliva, luchando por mantenerse de pie.El anciano, sin embargo, mantuvo su compostura, aunque su sonrisa había desaparecido.

Entonces, Henry... —dijo con un tono helado—. Parece que tendré que recordarte tu lugar.

La batalla era inevitable.

Henry permaneció en silencio, su rostro una máscara impenetrable que escondía el caos que rugía en su interior.Sabía que las palabras del anciano eran ciertas, un eco cruel de la realidad que ya había aceptado en lo más profundo de su ser.Bernardo no escaparía, no esta vez. Este día marcaría su final, y con él, el último fragmento de redención que Henry podía haber alcanzado como padre.

La idea de perder a su primogénito lo llenaba de horror; cada palabra del anciano era como un golpe certero, desgarrando las pocas esperanzas que se había atrevido a albergar.Más allá del miedo, más allá de la ira, lo que sentía era una culpa aplastante. Bernardo no había pedido ser parte de esta guerra absurda, y ahora estaba pagando el precio de las decisiones tomadas por un padre demasiado débil para protegerlo cuando más lo necesitaba.

Un destello dorado atravesó el aire, reflejándose en el monóculo de Ryan.observaba la escena con una mezcla de tensión y desesperación, incapaz de intervenir. Ryan entendía el peso de lo que se estaba desarrollando, pero el miedo lo tenía paralizado.Sus pensamientos eran un torbellino:"¿Por qué no hacemos nada? ¿Por qué permitimos que ellos decidan quién vive y quién muere?"

Henry miró al horizonte, donde sabía que María estaba esperando su momento.Ella lo mataría, no por odio, sino por justicia. En el fondo, lo entendía.Era su castigo por todas las decisiones egoístas que había tomado; por haber sacrificado la felicidad de su familia en pos de un futuro que ahora parecía más sombrío que nunca.

Sin embargo, lo que lo destrozaba no era su propia muerte.Era el conocimiento de que Bernardo no tenía escapatoria.Ese hombre, el enviado de la familia principal, estaba allí para asegurarse de que el sacrificio se llevara a cabo sin problemas.Su presencia era una sentencia escrita en piedra, un recordatorio de que ni siquiera Henry, con todo su poder, podía cambiar el destino que ya había sido decidido.

El anciano dio un paso adelante, su mirada fría perforando a Henry.—Acepta la realidad, Henry. Es lo mejor para todos. Tu resistencia no cambiará nada, solo alargará lo inevitable.

Henry no respondió.No porque estuviera de acuerdo, sino porque sabía que cualquier palabra que pronunciara sería inútil.Su único deseo, su única plegaria, era que de alguna manera Bernardo pudiera sobrevivir.Pero incluso eso era un sueño vacío.El peso del destino era demasiado grande, y por primera vez en su vida, Henry se sintió completamente impotente.

Henry abrió los ojos de golpe, un destello de sorpresa y horror cruzando su mirada mientras giraba la cabeza hacia la dirección exacta por la que Bernardo intentaba escapar.Su corazón latió con furia, el sonido de la sangre rugiendo en sus oídos mientras procesaba lo que acababa de comprender.

Así que Peter... interesante.—La voz del Henry resonó con burla, una sonrisa torcida enmarcando su rostro mientras sus ojos brillaban con un rojo intenso y malévolo.

La risa del hombre fue corta, pero su eco parecía impregnarse en el aire como una marca indeleble de amenaza.El brillo carmesí de sus ojos dejó claro que había percibido lo que Henry ya temía:Peter estaba cazando a su hermano mayor.

Carlos y Ryan se tensaron al unísono, un escalofrío recorriéndolos.Era difícil asimilar la crudeza de esa revelación.Carlos frunció el ceño, sus pensamientos tambaleándose entre la lógica de la decisión y la moralidad que aún intentaba preservar.

—¿Qué clase de locura...? —murmuró Ryan en voz baja, incapaz de contener la conmoción. Su mente se llenó de imágenes conflictivas: el sobrino menor, siempre protegido, siempre idealizado, ahora transformado en el ejecutor de un destino cruel e inevitable.

Henry no dijo una palabra, pero su rostro lo decía todo.El hombre que siempre había sido una figura imponente y casi indomable ahora parecía quebrarse por dentro, su silencio un grito ahogado de desesperación.Sabía lo que significaba esa revelación, y el peso de su propio fracaso se volvió insoportable.

Tú lo preparaste para esto, Henry.—El hombre que habia sido enviado por la familia principal hablo, su tono una mezcla de burla y certeza implacable—.Le diste las herramientas, le diste la ambición... Y ahora está cumpliendo con lo que tú le enseñaste.

La opresiva aura de Henry titiló por un momento, como una tormenta a punto de desatarse.Su maná comenzó a arremolinarse a su alrededor, frío y cortante como el filo de una guadaña. A pesar de la tormenta interna que lo consumía, aún no se movía.Pero el suelo bajo sus pies empezó a resquebrajarse, reflejo del conflicto que amenazaba con destrozarlo desde adentro.

Carlos, por su parte, apretó los puños mientras intentaba mantener la calma.—Henry, tú sabías que esto era inevitable. Si no es Peter, sería alguien más. La familia no puede arriesgarse por un lisiado.

Henry finalmente levantó la cabeza, sus ojos encontrando los del hombre.Había algo peligroso en su mirada, un brillo de furia contenida mezclada con un abismo de culpa y tristeza.

Si Peter levanta su mano contra Bernardo, será el día en que pierda a ambos hijos.—Su voz era baja, pero cada palabra estaba cargada con la fuerza de un juramento inquebrantable.El suelo tembló ligeramente a su alrededor, la atmósfera volviéndose más opresiva con cada segundo que pasaba.

Ryan observó a su padre con una mezcla de terror y asombro.Nunca había visto a Henry tan vulnerable y a la vez tan aterrador.Sabía que el conflicto que estaba a punto de desatarse no sería solo físico; sería una guerra de voluntades y emociones que marcaría el destino de todos los presentes.

La tensión creció hasta alcanzar un punto insoportable, envolviendo el ambiente en una atmósfera asfixiante.Las palabras del anciano seguían repitiéndose en la mente de Henry, cada una como un golpe que alimentaba la lucha interna que lo desgarraba. Su cuerpo estaba inmóvil, pero en su interior un torbellino de emociones lo devoraba: ira, impotencia, desesperación y una culpa tan pesada como una montaña.

"Bernardo se ha convertido en presa, y Peter... en su cazador."El pensamiento se repetía como un eco, cruel e ineludible.Sabía que esto había sido inevitable desde el momento en que comenzó a moldear a Peter, enseñándole a ser implacable, a no mostrar piedad, a aplastar cualquier debilidad.Ahora, ese entrenamiento estaba a punto de culminar de la manera más trágica imaginable: con el asesinato de un hermano por otro.

Lo entrené para esto,—murmuró Henry para sí mismo, sus palabras apenas un susurro que ni siquiera Carlos pudo escuchar.El reconocimiento lo atravesó como un rayo; había creado un monstruo con sus propias manos.

El aire parecía espesarse aún más, cargado con la tensión emocional que se mezclaba con el opresivo maná que emanaba de Henry.Su corazón latía con fuerza, no por el temor de lo que estaba por ocurrir, sino por la innegable certeza de que, al final del día, todo lo que había tratado de proteger se desmoronaría.

Carlos, observando la reacción de Henry, habló con cautela, pero su voz no carecía de firmeza.—¿Sigues esperando un milagro, Henry? Sabes cómo terminará esto. Entrenaste a Peter para ser perfecto, para no dudar ni titubear.Y Bernardo... ya no es más que una sombra.

El comentario perforó a Henry, aunque su rostro permanecía impasible.Era cierto. Bernardo, quien una vez fue un heredero prometedor, había sido reducido a un símbolo de fracaso y debilidad.Su cuerpo roto, incapaz de alcanzar las expectativas de un linaje que no toleraba la mediocridad, lo había condenado.

Sin embargo, Henry no podía borrar de su mente las memorias de un tiempo pasado.Recordaba los primeros pasos de Bernardo, las risas que compartieron, las promesas que le hizo cuando era niño.Promesas de protección, de guiarlo, de asegurarse de que creciera fuerte.Ahora, esas promesas estaban en ruinas, aplastadas por el peso de su propia ambición y los sacrificios que había estado dispuesto a hacer.

¿Cómo llegó todo a esto?—se preguntó, sus ojos cargados de dolor mientras miraba hacia la dirección en la que Bernardo huía, o al menos intentaba hacerlo.

Peter, por otro lado, era la viva imagen de todo lo que Henry había deseado en un hijo.Fuerte, disciplinado, letal.Pero ese mismo orgullo que sentía por Peter ahora lo llenaba de un amargo arrepentimiento.El niño que había criado con tanto esmero estaba a punto de convertirse en el verdugo de su hermano, y todo porque Henry había tomado la decisión de ofrecer a Bernardo como sacrificio para la familia.

No hay marcha atrás, Henry.—La voz de Carlos lo arrancó de sus pensamientos. Su tono era frío, casi cruel, pero también cargado de una pragmática lógica—.Si detienes a Peter ahora, no solo traicionarás a la familia principal, sino que pondrás en peligro todo por lo que has trabajado.

Henry no respondió de inmediato.Sus ojos permanecieron fijos en el horizonte, en la dirección en la que Peter seguramente ya estaba acechando a Bernardo.El sonido de su respiración era lento y profundo, como si intentara contener el torrente de emociones que amenazaba con desbordarse.

Si Peter mata a Bernardo, pierde su humanidad. Pero si dejo que esto continúe, yo pierdo la mía.—La declaración fue apenas un susurro, un pensamiento fugaz que ni siquiera Carlos llegó a oír.

La tormenta que se arremolinaba en su interior comenzó a manifestarse en el entorno.Su maná, oscuro y opresivo, crepitó en el aire como una tormenta a punto de estallar.El suelo bajo sus pies tembló levemente, y los subordinados que lo rodeaban intercambiaron miradas nerviosas, sintiendo que algo dentro de Henry estaba a punto de romperse.

Carlos dio un paso adelante, sus ojos entrecerrados mientras evaluaba la situación.—Henry, no lo hagas más difícil de lo que ya es. Tu hijo menor es el futuro.Bernardo... él es solo un sacrificio que debe cumplirse.

Pero Henry no estaba escuchando.En su mente, una imagen persistía: Bernardo, atrapado, vulnerable, enfrentando un destino que él mismo había decidido.Y Peter, con el rostro endurecido por la determinación, cumpliendo con la voluntad de su padre sin saber que ese acto destruiría lo poco que quedaba de su alma.

La batalla que se libraba dentro de Henry ahora era tan feroz como cualquier enfrentamiento físico.Era una guerra entre el padre que quería proteger a sus hijos y el líder que había dedicado su vida a servir a la familia, sin importar el costo.Y mientras esa guerra continuaba, el tiempo para tomar una decisión se agotaba rápidamente.

Carlos tragó saliva, sintiendo cómo el sudor le resbalaba por la frente, dejando un rastro frío y pegajoso en su piel.La figura de Henry frente a él, envuelta en un aura opresiva y amenazante, era como un titán que proyectaba una sombra inmensa, imposible de ignorar.El silencio de Henry era un arma en sí misma, un acto deliberado de intimidación.Ese silencio no era vacío, sino cargado de un cinismo hiriente, una amenaza contenida que dejaba claro que cualquier palabra podría desatar el caos.

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX