Sin previo aviso,la luz contenida en su palma se expandió de golpe. Fue un destello rápido, como una ráfaga de energía que cruzó el aire con un zumbido ensordecedor.El suelo bajo sus pies se agrietó instantáneamente, creando ondas de destrucción que se extendían hacia Bernardo.
El ataque no era solo una muestra de fuerza; era un recordatorio cruel de la abismal diferencia entre ambos.El cuerpo de Bernardo se tensó, sus músculos quemándose por el esfuerzo de resistir el impacto, pero incluso en su intento desesperado por avanzar, la presión lo obligaba a retroceder.
Peter bajó la mano lentamente, observando con calma el caos que había desatado. —Tienes fuerza, hermano. Pero no tienes lo necesario para controlarla.
El aire se volvió denso con un silencio aterrador.Peter, esta vez, no volvió a decir una sola palabra.Su presencia, antes acompañada de burlas y desdén, ahora se manifestaba en un mutismo perpetuo que resultaba aún más inquietante.El brillo en sus ojos reflejaba una frialdad calculadora, y esa calma sólo hacía que sus movimientos fueran aún más despiadados.
Sin previo aviso,los ataques de Peter se volvieron más precisos, más crueles.Cada golpe parecía diseñado para infligir un dolor insoportable sin causar la muerte inmediata.Su técnica era despiadada:apuntaba a las articulaciones, tendones y músculos. Un tajo dirigido al costado de Bernardo pasó a milímetros de perforar un órgano vital; otro golpe alcanzó su muslo, cortando profundamente pero evitando la arteria principal. Era como si Peter estuvieradiseccionándolo con frialdad, jugando con él como un depredador con su presa.
En sus manos, elmana denso se transformó completamente, tomando la forma de unaespada de luz pura.El filo resplandecía con un blanco cegador, tan intenso que el aire a su alrededor parecía vibrar. Cada movimiento del arma dejaba una estela brillante en el aire, como si estuviera tallando el espacio mismo. Era un arma letal en las manos de alguien que sabía exactamente cómo usarla.
El primer golpe de la espada cayó con precisión milimétrica.El filo rozó el hombro de Bernardo, abriendo un corte profundo que ardió como fuego. La luz pura que componía el arma no solo hería la carne; también quemaba el mana de su víctima, debilitándolo lentamente.Bernardo retrocedió, jadeando, mientras un dolor insoportable recorría su cuerpo.
Otro golpe siguió, esta vez dirigido a la rodilla. Bernardo apenas logró esquivarlo, pero el filo de luz dejó una herida superficial queprovocó un destello de dolor tan agudo que casi lo hizo colapsar.Cada ataque era calculado para desestabilizarlo, para quebrar su cuerpo y su espíritu.Peter no buscaba una victoria rápida; estaba disfrutando el proceso de destrucción.
Bernardo intentó contraatacar, lanzando un puñetazo hacia el rostro de su hermano, peroPeter se deslizó hacia un lado con una gracia casi etérea.La espada de luz brilló de nuevo y, en un movimiento casi imperceptible,atravesó el costado de Bernardo, perforando su carne sin tocar ningún órgano vital.La sangre comenzó a fluir, pero el verdadero daño era el mana ardiente que dejaba la hoja al pasar.
El suelo bajo sus pies estaba cubierto de grietas y sangre.Bernardo jadeaba, su cuerpo temblando mientras intentaba mantenerse en pie.Pero Peter no le dio respiro. Otro corte se dirigió hacia su brazo izquierdo, dejando una herida profunda que casi inutilizó el miembro. Cada golpe estaba acompañado por el zumbido ensordecedor de la espada de luz, un recordatorio constante del poder abrumador de Peter.
El silencio de Peter seguía siendo absoluto, pero su crueldad hablaba más fuerte que cualquier palabra.Era un verdugo implacable, y Bernardo estaba comenzando a darse cuenta de que no solo estaba luchando contra su hermano, sino contra un poder que lo superaba en todos los sentidos.
El enfrentamiento se había convertido en un espectáculo de brutalidad despiadada.La espada de luz de Peter cortaba el aire con precisión letal, y cada impacto resonaba como el eco de un verdugo que no daba tregua.La sangre de Bernardo manaba sin cesar, goteando de sus heridas y creando charcos oscuros que brillaban débilmente bajo el resplandor de la luz pura.Era un recordatorio cruel y tangible de su agonía, de lo cerca que estaba del abismo.
Peter avanzaba como una tormenta implacable, cada movimiento cargado de una intención brutal.No buscaba simplemente derrotar a su hermano; quería destrozarlo, reducirlo a nada más que un eco de lo que alguna vez fue.La espada de luz bailaba en sus manos, su filo desgarrando no solo carne, sino también la resistencia de Bernardo.Un tajo descendente rozó su clavícula, dejando un surco profundo que hizo brotar un grito ahogado de su garganta. El dolor era insoportable, como si el filo estuviera ardiendo directamente en sus nervios.
Bernardo intentó retroceder, sus piernas temblorosas luchando por sostenerlo.Su visión estaba borrosa, su cuerpo empapado de sudor y sangre.Pero Peter no le dio tiempo para recuperarse.Otro golpe cayó, esta vez hacia su abdomen.Bernardo apenas tuvo tiempo de alzar el brazo para desviar el ataque, pero el impacto lo lanzó hacia atrás, estrellándolo contra el suelo con un estruendo sordo. El aire escapó de sus pulmones en un jadeo agonizante, y por un instante, el mundo pareció detenerse.
—¿Eso es todo? —murmuró Peter con desdén, su voz baja pero cargada de veneno.No levantó la voz; no lo necesitaba. La superioridad absoluta en su tono era suficiente para aplastar cualquier chispa de esperanza que pudiera quedar en Bernardo.
Con un movimiento fluido, Peter levantó la espada de luz y la dejó caer en un arco rápido hacia la pierna de Bernardo.El filo no cortó por completo, pero atravesó músculos y tendones, arrancando un alarido desgarrador de su hermano mayor.El sonido de carne siendo desgarrada se mezcló con el eco del choque, creando una sinfonía macabra que llenó el espacio.
Bernardo, con un esfuerzo sobrehumano, se giró y trató de usar su otra pierna para impulsarse hacia atrás.Pero Peter fue más rápido. Un pisotón dirigido al torso lo dejó inmóvil, con las costillas crujiendo bajo el peso de su hermano menor.El aliento se le cortó, y su cuerpo entero convulsionó mientras intentaba procesar el dolor.
—Qué patético, Bernardo. Pensé que podrías entretenerme al menos un poco más —dijo Peter, su voz fría como el acero.
Bernardo intentó hablar, pero las palabras se atascaban en su garganta.El sabor metálico de la sangre llenaba su boca, y cada respiración era un esfuerzo monumental.Su mente era un torbellino de pensamientos rotos: recuerdos, resentimientos, y el grito lejano de una voluntad que se negaba a rendirse, aunque su cuerpo estuviera al borde del colapso.
Peter giró la espada de luz en su mano, observándola con una expresión casi aburrida.Sin previo aviso, levantó el arma y la dejó caer hacia el hombro de Bernardo.El impacto fue devastador, arrancando otro grito desgarrador mientras la carne se abría bajo la presión del filo ardiente.No era un ataque mortal, pero el dolor era suficiente para hacer que cualquiera deseara la muerte.
—Esto no es una pelea, hermano —dijo Peter, inclinándose ligeramente para que sus palabras fueran un susurro cruel al oído de Bernardo—. Esto es una ejecución lenta.
Bernardo jadeaba, su cuerpo temblando como si cada fibra de su ser estuviera a punto de desmoronarse. Pero, incluso en ese estado,su mirada, aunque apagada, aún tenía un destello de desafío.Un desafío que no era para Peter, sino para el destino mismo.
Cada golpe, cada puño y cada patada resonaban como si las mismísimas armas arcanas estuvieran chocando en un combate ancestral, liberando un eco que estremecía hasta el alma.Sin embargo, el poder que acompañaba cada ataque de Peter era abrumadoramente horrendo, una fuerza que no solo buscaba herir, sino aplastar cualquier fragmento de esperanza que quedara en su oponente.
Bernardo, con cada fibra de su ser, intentaba contraatacar.Su estrategia había cambiado: ya no lanzaba golpes al azar, sino que apuntaba directamente a los puntos vitales de su hermano menor.Un gancho directo a la mandíbula, un codazo al cuello, una patada al estómago.Pero la fuerza de sus ataques carecía del impacto necesario.Era como si estuviera golpeando una pared inamovible, un muro de puro poder que absorbía cada intento de agresión y lo devolvía con una crueldad multiplicada.
Peter no titubeó.Su siguiente puñetazo golpeó el torso de Bernardo con una fuerza devastadora, el sonido del impacto resonando como un trueno.Las costillas de Bernardo crujieron bajo la presión, y el aire se escapó de sus pulmones en un jadeo ahogado.Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, un rodillazo directo al abdomen lo dejó encorvado, incapaz de sostenerse por completo.
Bernardo reaccionó por instinto.Llevó ambos puños hacia arriba, dirigiéndolos al mentón de Peter en un intento desesperado de romper su postura dominante.El golpe conectó, pero el efecto fue insignificante.Peter apenas se movió; su cuerpo, fortalecido por el mana denso que lo rodeaba, absorbió el impacto como si fuera un simple roce.—¿Eso es todo lo que tienes? —dijo Peter, con una sonrisa burlona mientras se relamía, como si disfrutara del dolor que infligía.
Sin dar tiempo a respirar, Peter atacó de nuevo.Una patada giratoria aterrizó directamente en la pierna izquierda de Bernardo, el impacto tan fuerte que lo obligó a caer de rodillas.El dolor explotó como un incendio en su muslo, los nervios gritando por el daño.Antes de que pudiera reaccionar, Peter levantó su pierna y pisoteó el hombro de Bernardo, presionándolo contra el suelo destrozado.La fuerza del golpe era tal que una pequeña nube de polvo se levantó alrededor de ellos.
Bernardo se negó a quedarse abajo.Con un esfuerzo que parecía imposible para su cuerpo maltrecho, usó la mano libre para golpear el tobillo de Peter. Era un golpe dirigido a un punto sensible, pero carecía de la energía para siquiera desestabilizarlo.Peter lo miró con desdén, como si su intento fuera una broma.
—¿Vas a seguir intentando, hermano? —preguntó Peter, su voz baja, casi un susurro cargado de malicia.Con un movimiento fluido, levantó a Bernardo del suelo agarrándolo por el cuello y lo lanzó contra una de las columnas que todavía permanecía en pie.El impacto fue brutal.La columna se resquebrajó, y Bernardo cayó al suelo con un golpe sordo, su cuerpo sintiéndose como una masa de dolor puro.
A pesar de todo, Bernardo se levantó tambaleante, la sangre cubriendo su rostro y empapando su ropa.Su puño derecho se elevó una vez más, temblando pero decidido.Lanzó un golpe directo al pecho de Peter, impactando justo en el corazón.El golpe conectó, pero no logró nada más que provocar una leve risa en su hermano menor.
—Débil. Siempre has sido débil —dijo Peter mientras levantaba su espada de luz.Con un movimiento rápido, la deslizó por el costado de Bernardo, creando una herida que inmediatamente comenzó a derramar sangre.Bernardo retrocedió, presionando su mano contra la herida mientras sus piernas tambaleaban.
Cada segundo que pasaba era una pesadilla. Cada golpe de Peter no solo era físico; era un recordatorio de la abrumadora diferencia entre ellos, de cómola fuerza desmedida de Peter lo convertía en un titán, mientras que Bernardo apenas podía resistir como un hombre roto.
Peter, sintiendo cómo la fuerza de Bernardo comenzaba a desvanecerse pero notando un incremento inesperado en su velocidad, decidió intensificar su ofensiva.Sus ataques, ya brutales, se tornaron aún más implacables, precisos y despiadados. Cada movimiento era un acto de agresión meticulosa, diseñado no para terminar rápidamente la pelea, sino para desgarrar a su hermano tanto física como mentalmente.
Bernardo, jadeante y tambaleándose, intentó mantenerse firme.Aunque su cuerpo estaba al borde del colapso, su velocidad se había incrementado casi por instinto, permitiéndole esquivar algunos de los golpes que, de otro modo, habrían sido fatales. Pero su resistencia no era suficiente; Peter lo alcanzaba, lo golpeaba, y luego lo dejaba caer solo para alzarlo de nuevo con otro ataque.Era un baile macabro en el que Bernardo apenas podía mantenerse en pie.
De repente,el ojo sano de Bernardo captó algo extraño.En medio de sus movimientos desesperados, su mirada se cruzó con la de Peter, y durante un instante que pareció eterno, pudo ver algo más allá del rostro de su hermano:una bola de luz extremadamente deslumbrante que emanaba de su cuerpo.El brillo era tan intenso que Bernardo sintió cómo la retina de su único ojo ardía, como si estuviera mirando directamente al sol.
—¡ARGH! —gritó Bernardo, llevándose una mano al rostro.La luz, aunque efímera, casi lo dejó completamente ciego de su único ojo sano. Sus pensamientos se desbordaron en confusión y temor:¿Qué demonios era eso? ¿Era el mana de Peter o algo más?
Peter notó su reacción y sonrió con una satisfacción oscura.—¿Lo viste, hermano? —dijo con un tono burlón mientras balanceaba su espada de luz con una gracia mortal—. Es mi poder. Algo que tú nunca podrás alcanzar. Esa luz que ves... es la diferencia entre nosotros.
Aprovechando la distracción momentánea de Bernardo,Peter se movió con una velocidad devastadora.En un parpadeo, apareció detrás de su hermano y propinó una patada giratoria directamente en la espalda baja de Bernardo.El impacto fue tan feroz que lo envió volando varios metros, su cuerpo girando sin control en el aire antes de estrellarse contra el suelo.
Bernardo, tosiendo sangre, intentó levantarse una vez más.Pero antes de que pudiera siquiera apoyar las manos en el suelo,Peter ya estaba sobre él.Con una velocidad inhumana, levantó su espada de luz y la bajó en un arco hacia el brazo de Bernardo, deteniéndose a centímetros de cortarlo por completo.
—¿Vas a seguir luchando, o simplemente quieres morir aquí como el inútil que eres?—preguntó Peter, inclinándose hacia él, con una sonrisa tan cruel como la luz que emanaba de su espada.
Bernardo no respondió, pero algo en sus ojos, incluso mientras se llenaban de lágrimas de dolor y desesperación, no dejó de brillar.Era una chispa diminuta, un fuego débil que, a pesar de todo, se negaba a extinguirse."No puedo detenerme aquí",pensó, mientras intentaba levantarse una vez más, incluso sabiendo que el siguiente ataque de Peter podría ser el último.
Bernardo sintió cómo la rabia comenzaba a arder en lo más profundo de su ser, una llama que se negaba a ser sofocada por los golpes y el desprecio.Cada palabra cruel de Peter era un recordatorio de su propia lucha interna, un combustible que avivaba esa llama, convirtiéndola en un fuego voraz.El dolor en su cuerpo era insignificante en comparación con la humillación de ser tratado como un simple peón, una herramienta para las ambiciones despiadadas de su hermano menor.
Con cada latido acelerado de su corazón, la resolución creció en él como una fuerza inquebrantable.Sus músculos temblaban, no solo por la fatiga, sino también por el mana que, aunque inestable, comenzaba a responder a su voluntad.Las gotas de sangre que caían de sus heridas parecían marcar el suelo con un juramento silencioso: no sería derrotado.
—¡No seré tu sacrificio!—rugió Bernardo, su voz cargada de una mezcla de furia y desafío. Era un grito que resonaba no solo en el campo de batalla, sino también dentro de su propia mente, arrancando las cadenas de la duda y la resignación.Cada palabra escapó de su garganta como un eco de su propia alma, afirmando que no era un objeto, no era un escalón para las ambiciones de Peter.
Peter se detuvo, sorprendido por la intensidad del grito de su hermano.Su espada de luz todavía brillaba con un resplandor mortal, pero por un breve instante, su expresión mostró una mezcla de desconcierto y fastidio. —¿Eso es todo lo que tienes? Palabras vacías. Nada de lo que digas cambiará lo que eres: un miserable fracaso.
Bernardo no respondió con palabras.En lugar de eso, apretó los puños con fuerza, sus uñas clavándose en sus palmas hasta que la sangre comenzó a gotear.Un aura oscura y turbulenta empezó a emanar de su cuerpo, un indicio de que su mana, aunque caótico, estaba siendo convocado de una manera más agresiva que nunca.
Con un rugido de pura voluntad, Bernardo canalizó su energía restante hacia un ataque desesperado.El suelo debajo de él se resquebrajó mientras impulsaba su cuerpo hacia adelante, lanzándose contra Peter con toda la velocidad y fuerza que podía reunir.Su puño, cubierto de mana enrojecido por su propio dolor, se dirigió directo al rostro de su hermano.
Pero Peter, con la misma calma cruel que había mostrado durante toda la pelea,alzó su espada de luz para interceptar el ataque.La colisión de energías creó una onda expansiva que desgarró el aire y lanzó fragmentos de piedra en todas direcciones.
—No estás aquí para alimentarme, dices.—La voz de Peter era un susurro venenoso mientras la espada bloqueaba el golpe de Bernardo con facilidad.Su sonrisa se ensanchó, convirtiéndose en una mueca de pura maldad—. Pero eso es todo lo que eres, hermano: un sacrificio.
Antes de que Bernardo pudiera retirarse, Peter giró con una precisión quirúrgica, lanzando un tajo con su espada que rozó el hombro de Bernardo.Aunque no lo cortó profundamente, el impacto fue suficiente para desequilibrarlo y enviar un dolor abrasador por su brazo.Aprovechando la oportunidad, Peter lo golpeó en el estómago con su rodilla, expulsando el aire de los pulmones de Bernardo en un gemido ahogado.
—Admite tu lugar, Bernardo,—gruñó Peter, agarrándolo por el cuello con una mano mientras la espada en la otra brillaba aún más intensamente—.Solo estás prolongando lo inevitable. Eres débil, y siempre lo serás.
Pero Bernardo, aunque atrapado y con el cuerpo destrozado, todavía tenía esa chispa en sus ojos.Su puño tembló, no por el miedo, sino por el esfuerzo de mantenerse en pie, de seguir luchando.Y en su mente, una verdad ardía más intensamente que nunca: no iba a ceder, no iba a morir como un sacrificio.
Las palabras brotaron de su garganta como un torrente indomable, cargadas de una ferocidad que parecía provenir de lo más profundo de su ser.Cada sílaba era un grito de guerra, un clamor desesperado por su propia existencia.En ese instante, no era solo una declaración, era un juramento grabado en el aire, como si el mismo universo lo estuviera escuchando.
—¡No caeré! ¡No seré tu sombra ni tu sacrificio, Peter!—bramó Bernardo, y la intensidad de su voz reverberó por todo el campo de batalla.
El odio y la determinación se arremolinaban dentro de él, chocando como tormentas en conflicto.Podía sentir cómo esa mezcla caótica de emociones quemaba su interior, destruyendo las cadenas de la desesperanza y reemplazándolas con un propósito incandescente.Cada golpe de su corazón bombeaba no solo sangre, sino también mana, que comenzaba a fluir como un torrente indomable por su cuerpo.
Su cuerpo, aunque maltrecho, empezó a responder a esa energía interna.Las heridas que cubrían su piel parecían perder importancia frente a la fuerza que se acumulaba en sus extremidades.Los temblores en sus manos desaparecieron, reemplazados por un agarre firme y decidido.Las piernas, que momentos antes habían vacilado bajo el peso de la batalla, ahora se plantaban firmemente en el suelo destrozado, como raíces que se hundían profundamente en la tierra.
Peter, aún empuñando su espada de luz con una confianza imperturbable,se permitió una sonrisa burlona al observar cómo Bernardo intentaba levantarse una vez más.—Sigues resistiendo, hermano. Pero la resistencia no es más que el preludio del colapso.—Sus palabras estaban llenas de veneno, diseñadas para aplastar cualquier chispa de esperanza.
Pero Bernardo lo ignoró.Sus ojos, uno ensangrentado y el otro cargado de resolución, se fijaron en Peter como si quisiera atravesarlo con la mirada.Alzó su mano, y el mana que fluía dentro de él empezó a concentrarse en su palma, formando una esfera irregular de energía cruda.Era inestable, chisporroteaba con una ferocidad que reflejaba la lucha interna de Bernardo, pero estaba llena de potencial destructivo.
—No entenderías lo que es luchar por algo más grande que tu propio ego, Peter.—La voz de Bernardo era grave, casi un gruñido, mientras la esfera de mana crecía en tamaño y brillo.
En un abrir y cerrar de ojos, Bernardo cargó hacia adelante, su cuerpo impulsado por una velocidad renovada y una fuerza que brotaba de su deseo de sobrevivir.Con cada paso, el suelo bajo sus pies se rompía en fragmentos, dejando un rastro de destrucción a su paso.Lanzó un puñetazo directo al rostro de Peter, acompañado por la esfera de mana en su mano, que rugía como una bestia desatada.
Peter levantó su espada para bloquear el ataque, pero la intensidad del golpe hizo que retrocediera un paso.Por primera vez en toda la batalla, su expresión mostró una fracción de desconcierto.El impacto envió una onda de choque que hizo vibrar el aire y arrancó pedazos de roca del suelo.
—Eso es todo lo que tienes, Bernardo. Sigue intentándolo, me estás entreteniendo.—Aunque había retrocedido, Peter seguía manteniendo su aire de superioridad, como si el resultado de la batalla ya estuviera decidido.
Pero Bernardo no se detuvo.Sus ataques comenzaron a caer como una lluvia implacable, cada golpe lanzado con una furia que buscaba romper el dominio de Peter. Aunque muchos de sus movimientos eran interceptados por la espada de luz, algunos lograban rozar a su hermano menor, dejando marcas de quemaduras y pequeños cortes en su piel.
Peter contraatacó con un tajo lateral, pero Bernardo, impulsado por su determinación,se agachó justo a tiempo y lanzó un golpe ascendente que impactó en el costado de Peter.El joven guerrero gruñó de dolor mientras era lanzado unos pasos hacia atrás.
—¿Sientes eso, Peter?—espetó Bernardo, con una sonrisa amarga que asomaba en su rostro ensangrentado—.Es lo que significa ser humano. Sentir dolor, miedo... y aún así luchar. Tú nunca entenderás eso.
El odio que había sentido antes se había transformado en algo más profundo: un deseo inquebrantable de demostrar que no sería derrotado, que su existencia era más que el capricho de su hermano.
Cada impacto resonaba como un eco dentro del alma de Bernardo, un recordatorio visceral de las cadenas que había llevado durante toda su vida.La sangre que brotaba de sus heridas se mezclaba con el sudor y la tierra, convirtiéndose en una marca de resistencia, un emblema de su lucha por sobrevivir.Peter, con cada golpe que lanzaba, no solo buscaba destruirlo físicamente, sino quebrar lo que quedaba de su voluntad. Pero Bernardo se negaba a ceder.
—No solo lucho contra ti, Peter.—Las palabras de Bernardo salieron como un gruñido, cargadas de una mezcla de furia y determinación—.Lucho contra todo lo que me ha intentado aplastar desde siempre.
Peter, con su espada de luz danzando en el aire como una extensión de su voluntad, lanzó un corte descendente con una precisión mortal.El filo brillaba con un resplandor casi divino, prometiendo una devastación que pocos podrían resistir.Bernardo giró sobre su eje, esquivando el golpe por un suspiro de distancia, mientras la energía de la espada cortaba el suelo, dejando una grieta humeante a su paso.
En ese instante, la lucha dejó de ser una batalla física y se convirtió en una guerra de ideales.Con cada paso que Bernardo daba hacia adelante, con cada golpe que lograba conectar, estaba reclamando algo que le había sido negado durante toda su vida: el derecho de ser más que una sombra, de existir fuera del control de su hermano.
Peter respondió con una furia casi mecánica, sus ataques precisos y despiadados, dirigidos a puntos estratégicos para desgastar a Bernardo.Lanzó un tajo horizontal, obligando a su hermano a retroceder, pero Bernardo, en lugar de acobardarse, utilizó el retroceso para impulsarse hacia adelante, esquivando un golpe vertical y lanzando un puñetazo directo al torso de Peter.El impacto fue como el rugido de un trueno, y aunque Peter apenas se tambaleó, su expresión mostró una breve chispa de desconcierto.
—¿Eso es todo lo que puedes hacer, Bernardo?—Peter escupió las palabras con desdén, aunque una leve fisura en su tono traicionaba su confianza absoluta—.No importa cuánto luches, siempre estarás un paso detrás de mí.
Pero Bernardo ya no escuchaba sus palabras.Cada herida que adornaba su cuerpo, cada gota de sangre que caía al suelo, era un recordatorio de que aún estaba vivo, de que aún podía luchar.Con un rugido que parecía surgir desde las profundidades de su alma, Bernardo cargó hacia adelante, sus puños envueltos en un aura de mana que chisporroteaba como llamas descontroladas.
Peter levantó su espada para bloquear, pero el golpe de Bernardo fue más fuerte de lo que había anticipado.La colisión envió una onda de choque a través del aire, haciendo temblar el suelo y lanzando fragmentos de roca en todas direcciones.Por primera vez, la figura perfecta de Peter mostró un signo de debilidad, un ligero tambaleo que Bernardo no dejó pasar desapercibido.
La lucha se había convertido en algo más que un enfrentamiento entre dos hermanos.Con cada golpe recibido, con cada herida infligida, Bernardo estaba desafiando no solo a Peter, sino a la idea misma de que estaba destinado a ser menos, a vivir a la sombra de alguien más.Sus ojos, uno hinchado y casi cerrado, ardían con una intensidad que parecía rivalizar con la propia luz de la espada de Peter.
Con un grito de guerra que rasgó el aire, Bernardo lanzó un gancho ascendente que impactó en el costado de Peter, seguido por una patada lateral que lo envió retrocediendo varios metros.El sonido del impacto fue como el de un martillo golpeando un yunque, reverberando por todo el campo de batalla.Aunque su cuerpo temblaba de agotamiento, Bernardo avanzó, cada paso una declaración de que no se rendiría.
—Esta lucha no es solo contra ti, Peter.—Las palabras de Bernardo resonaron con una fuerza que parecía desafiar al mismo destino—.Es contra todo lo que intentó quebrarme, y no pienso perder.
La batalla seguía, cada golpe más brutal, cada movimiento más desesperado.Pero en ese caos de destrucción, en ese intercambio frenético de fuerza y voluntad, Bernardo no solo estaba luchando por sobrevivir: estaba luchando por algo mucho más grande, por el derecho de ser dueño de su propia existencia.
Las partículas blancas revoloteaban con un fulgor burlón, como si quisieran recordarle a Bernardo lo pequeño que era frente al poder de su hermano.Cada fragmento luminoso se deslizaba por el aire con un movimiento etéreo, bañando la escena en un resplandor que solo acentuaba su desesperación.Sin embargo, dentro de él, algo comenzaba a encenderse, una chispa diminuta que se negaba a ser apagada.
Bernardo permaneció inmóvil, sus ojos oscilando entre los seis clones que ahora lo rodeaban.Cada uno de ellos tenía el porte arrogante y la mirada implacable de Peter, sus movimientos sincronizados como si fueran una extensión de una mente única.El verdadero Peter observaba desde la distancia, su rostro inmutable, aunque sus ojos parecían evaluar cada respiración entrecortada de su hermano.
Bernardo apretó los dientes, sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba concentrar el poco mana que le quedaba.Lanzó un golpe al primero de los clones, un puñetazo rápido dirigido al abdomen, pero el impacto fue como golpear una barrera invisible.La fuerza se disipó sin causar daño alguno.El clon apenas se movió, solo giró la cabeza hacia él con una sonrisa fría que imitaba la de Peter.
—No tienen sustancia... pero tampoco necesitan tenerla para derrotarte —dijo Peter, su voz resonando desde todas las direcciones, como si los clones fueran extensiones de su voluntad.
Bernardo retrocedió un paso, pero los clones avanzaron en perfecta sincronía, cerrando el círculo alrededor de él.Sin perder el ritmo, lanzó un gancho hacia el costado de otro clon, solo para sentir cómo su puño atravesaba el cuerpo ilusorio, dispersando momentáneamente las partículas blancas que lo formaban.A pesar de lo inútil del esfuerzo, siguió golpeando, cada puñetazo una declaración de resistencia.
Por un instante, su puño rozó algo más sólido, un núcleo momentáneo que pareció reaccionar a su toque.Una chispa de mana corrió por el clon, haciéndolo vacilar y tambalearse antes de recomponerse. Bernardo lo notó, aunque sabía que no era más que un destello efímero.Esa chispa no duraría, pero le daba un fragmento de esperanza.
—Interesante... incluso cuando estás contra las cuerdas, todavía encuentras formas de resistir.—La voz de Peter sonaba curiosa, casi divertida, mientras uno de los clones se movía hacia Bernardo con velocidad implacable.
El clon más cercano lanzó un golpe recto, y Bernardo apenas logró esquivarlo, el aire cortado por el ataque rozándole la mejilla.Sin embargo, no tuvo tiempo para recuperarse. Otro clon atacó desde su punto ciego, conectando una patada que lo envió tambaleándose hacia atrás.El impacto fue como un mazo golpeando su costado, robándole el aire de los pulmones y arrancándole un gruñido de dolor.
Aunque sus movimientos eran más lentos, Bernardo no se detuvo.Reuniendo la poca energía que le quedaba, dio un giro rápido, lanzando una patada baja que atravesó a uno de los clones, dispersando su forma en una explosión de partículas blancas.Por un momento, los otros clones parecieron detenerse, como si evaluaran su estrategia.
—¿Crees que puedes ganar con chispas? —dijo Peter, cruzando los brazos mientras observaba desde la distancia—. Esto es un juego que no puedes ganar, Bernardo. Yo no solo soy más fuerte... también soy más rápido, más astuto. Y estos clones... son solo una fracción de lo que puedo hacer.
El sudor se mezclaba con la sangre que goteaba de la frente de Bernardo, pero en lugar de sucumbir a la desesperación, sus labios formaron una sonrisa tensa, casi desafiante.
—¿Sabes algo, Peter?—dijo, su voz débil pero teñida de una determinación que no podía ser ignorada—.Incluso una chispa puede encender un incendio... y tú no vas a apagarme.
Con esas palabras, Bernardo cargó hacia el clon más cercano, su cuerpo movido más por pura voluntad que por fuerza física.Lanzó una serie de golpes rápidos, cada uno dirigido a ese núcleo efímero que había sentido antes. Aunque los primeros ataques atravesaron el aire sin efecto,un puñetazo bien dirigido encontró su objetivo, y el clon estalló en una ráfaga de luz.
Por un instante, Bernardo pensó que podría equilibrar las cosas, pero los otros clones se abalanzaron sobre él sin piedad.Uno lo golpeó en el costado, otro le conectó una patada en la pierna, y un tercero lanzó un puñetazo que lo envió al suelo.A pesar de los ataques, Bernardo se levantó, tambaleándose pero con los ojos brillando con una intensidad feroz.
Las partículas blancas seguían danzando a su alrededor, burlándose de su esfuerzo. Pero Bernardo sabía que esta lucha no era solo contra los clones, ni siquiera contra Peter. Era una pelea para demostrar que no sería borrado, que no sería reducido a una sombra.
Con la respiración pesada y el cuerpo magullado, Bernardo se plantó, listo para enfrentar lo que viniera.Porque incluso en el abismo de la derrota, él había decidido arder como una chispa que se niega a morir.
Bernardo, con un movimiento rápido y desesperado, saltó a un lado, esquivando un golpe que estuvo a punto de aplastarlo.Aprovechó el impulso para empujar a uno de los clones con una fuerza que lo hizo tambalearse.El clon gruñó, una reacción extrañamente humana que solo intensificó la tensión en el aire.
Sin perder tiempo, Bernardo extendió la mano hacia uno de los fragmentos metálicos incrustados en su cuerpo.Con un grito de dolor que resonó como un eco de su furia, arrancó la pieza afilada de su carne, dejando un rastro de sangre que goteaba lentamente por su brazo.Su rostro estaba marcado por una mezcla de sufrimiento y determinación, pero sus ojos brillaban con algo más: una chispa de rabia inquebrantable.
Con la pieza metálica en mano, Bernardo giró sobre sus talones, y con una precisión brutal, la hundió profundamente en el cuello del clon más cercano.El impacto fue crudo, despiadado; la "sangre" que brotó era un flujo de partículas de luz que chisporroteaban en el aire antes de disiparse.El clon se desmoronó en el suelo, dejando atrás solo un tenue rastro de energía residual.
Peter observó la escena con un brillo curioso en sus ojos.Su hermano, el mismo que consideraba inferior, había logrado algo más allá de lo que esperaba.Pero lo que realmente captó su atención fue lo que sucedió después: un destello repentino y eléctrico recorrió la mano de Bernardo, iluminando por un instante el espacio que los rodeaba.
—¿Naturaleza de rayo? —pensó Peter, su mente procesando lo que acababa de presenciar.Sus ojos se entrecerraron con interés, mientras su lengua se deslizaba lentamente por sus labios, como si estuviera saboreando el desafío que ahora se presentaba ante él.Esa chispa... ese destello eléctrico. Desde cuándo eres capaz de usar esa naturaleza, Bernardo.
El silencio fue roto por un crujido en el suelo bajo los pies de Peter, como si el peso de su creciente interés se hubiera materializado.Sabía que su hermano ocultaba muchas cosas, pero este nuevo poder era más que una simple sorpresa; era un enigma que ahora exigía su atención.
—Parece que te has guardado algunos secretos, hermano —murmuró Peter con una sonrisa perversa, su voz apenas audible pero cargada de burla.Su mirada, antes teñida de desprecio, ahora brillaba con un peligroso entusiasmo, como si este descubrimiento hubiera convertido la batalla en un juego mucho más interesante.
Bernardo, por su parte, respiraba con dificultad.La sangre seguía goteando de las heridas que cubrían su cuerpo, pero esa chispa en su mano lo hacía sentir un poco más vivo, un poco más fuerte.Sabía que Peter lo estaba estudiando, evaluando cada uno de sus movimientos, pero no le importaba. Esa chispa eléctrica era la manifestación de algo que había estado enterrado dentro de él durante mucho tiempo, algo que ahora no podía seguir reprimiendo.
—No pienses que esta pelea será tan sencilla —dijo Bernardo, levantando la vista hacia su hermano.Su voz estaba cargada de cansancio, pero también de una voluntad inquebrantable.—Si quieres jugar conmigo, tendrás que estar dispuesto a quemarte.
La sonrisa de Peter se ensanchó, mostrando sus dientes como un depredador que acaba de encontrar una presa interesante.
—Entonces ilumíname, Bernardo. Déjame ver cuánto has estado escondiendo.
El aire entre ambos se cargó de tensión, la electricidad que emanaba de Bernardo parecía resonar con la energía misma del ambiente.Los clones restantes ajustaron sus posiciones, preparándose para volver a atacar, mientras Peter avanzaba lentamente, su espada de luz centelleando con una intensidad aún mayor.
La chispa en la mano de Bernardo brilló con más fuerza, como si respondiera al desafío de su hermano.En ese momento, ambos sabían que la batalla estaba lejos de terminar.Lo que se desataría a continuación sería algo más que una lucha; sería un choque de voluntades, un enfrentamiento entre dos fuerzas que se negaban a retroceder.
Peter aun desde su asiento miraba a su hermano, recordando cosas, que no debia saber.
María, la madre de Bernardo, era mucho más que una simple figura materna; su reputación como una estratega brillante y una combatiente prodigiosa la había convertido en una leyenda viva.En el campo de batalla, en las intrigas de los negocios y en cualquier tema que requiriera intelecto y precisión, María era una fuerza imparable.No era extraño que los rumores hablaran de su capacidad para prever movimientos con una claridad casi profética, y esa misma agudeza la hizo ver algo especial en Bernardo desde antes de su nacimiento.
Bernardo, un ser marcado desde su concepción, no era un niño cualquiera; el mundo mismo parecía inclinarse a su favor.Los ancianos susurraban que el viento soplaba distinto cuando él estaba cerca, que la tierra vibraba suavemente bajo sus pequeños pies, como si el universo reconociera su llegada.Era un "amado por el mundo", un título que no se otorgaba con facilidad, sino que se ganaba cuando las fuerzas primordiales depositaban su favor en un individuo.
Pero ese favor universal, esa chispa de grandeza que apenas comenzaba a formarse,provocó el miedo más oscuro en el corazón de un hombre: el emperador humano.Este hombre, el primero en despertar su mana y alcanzar el pináculo del poder entre los mortales, vio en Bernardo no a un niño, sino a una amenaza.Un potencial tan abrumador que podía desplazarlo, arrebatándole su posición de supremacía.
Lo que sucedió fue tan cruel como inaudito.Bajo el velo de la oscuridad, en un acto que sería enterrado profundamente como un secreto prohibido,el emperador tomó una decisión impensable: atacar a un recién nacido.En su paranoia y miedo al cambio, el hombre más poderoso de la humanidaddesató su poder contra el pequeño cuerpo indefenso de Bernardo, lisiándolo antes de que pudiera siquiera dar su primer paso.La naturaleza misma parecía rugir en protesta, pero ni el mundo pudo evitar el daño infligido por un hombre cegado por el miedo.
La ironía era amarga.¿Qué tan ridículo sería que el primer humano despierto, aquel que debía ser el protector de su gente, atacara a un bebé?Si la verdad saliera a la luz, la humanidad se partiría entre quienes buscarían justicia y quienes temerían que la grandeza de Bernardo desbordara sus propias expectativas.Por eso, aquel acto despreciable se mantuvo oculto, disfrazado como una desgracia cualquiera que había dejado a Bernardo marcado para siempre.
Sin embargo, lo que el emperador no comprendió fue queel favor del mundo no se podía apagar tan fácilmente.Aunque herido, aunque marcado por un dolor indescriptible,Bernardo continuó creciendo, fortaleciéndose, incluso cuando el peso del mundo parecía empujarlo hacia el abismo.María, con su astucia y amor inquebrantable, fue el escudo que protegió a su hijo, asegurándose de que, aunque las cicatrices lo acompañaran, su espíritu permaneciera intacto.
Ahora, en cada mirada de Bernardo, brillaba un fuego que ni siquiera el emperador había podido apagar.Su existencia misma era un testamento de resistencia, una promesa de que algún día,el niño que había sido lisiado por el miedo de un hombre se alzaría, y el mundo que lo amaba lo vería reclamar lo que siempre había sido suyo.
El nacimiento de Bernardo fue un evento que sacudió los cimientos del mundo mismo.En el momento en que dio su primer llanto,una aurora de luz iridiscente, que abarcó un radio de tres kilómetros, iluminó el cielo con una intensidad nunca antes vista.Este fenómeno, sin precedentes, marcó a Bernardo como el más poderoso entre los "amados por el mundo".Incluso los hijos posteriores de María, quienes ya habían demostrado ser prodigios con un potencial colosal, jamás habían desplegado un aura tan monumental al nacer.
La aurora de Bernardo no solo fue un espectáculo visual;fue un mensaje que resonó más allá de los límites de lo humano.Era un recordatorio de que este niño no solo era especial, sino único, un ser destinado a reescribir las reglas de su tiempo. Sin embargo, este milagro no fue recibido con alegría universal.Todos los altos mandos de la humanidad sabían que un fenómeno de tal magnitud no podía pasar desapercibido para la Madre Primigenia.
La Madre Primigenia, la fuerza primordial que gobernaba el equilibrio del mundo, observó con desdén el surgimiento de tal potencial entre los humanos.Para ella, los humanos siempre habían sido criaturas ambiciosas y peligrosas, ansiosas por dominar lo que no entendían. El nacimiento de Bernardo fue la gota que colmó el vaso, una afrenta directa al equilibrio natural.Como respuesta, la Madre Primigenia desató un castigo sobre la humanidad, debilitándolos en su conjunto y otorgando bendiciones adicionales a las bestias mágicas.Este acto fue su forma de inclinar la balanza, asegurándose de que los humanos no crecieran lo suficiente como para desafiar a las demás razas.
Los altos mandos de la humanidad entendieron el mensaje con claridad.Sabían que la existencia de Bernardo era tanto una bendición como una maldición.Por un lado, representaba la cúspide de la evolución humana, un ser que podría llevarlos a alturas inimaginables.Por otro, era una chispa que podría encender la ira de las fuerzas primordiales del mundo.
Y así, desde el momento de su nacimiento, Bernardo cargó con un peso imposible.Mientras su aurora se disipaba en el horizonte, el mundo entero comenzó a cambiar.Las bestias mágicas, ahora más poderosas y astutas, se convirtieron en una amenaza constante, mientras que la humanidad debía lidiar con su propia fragilidad recién adquirida.Aunque el bebé no tenía control sobre lo que había provocado, su existencia se convirtió en un faro de esperanza para algunos y en un símbolo de peligro para otros.
María, consciente de las implicaciones, protegió a su hijo con un celo incomparable.No era solo su amor de madre lo que la impulsaba, sino también su entendimiento de que Bernardo representaba la única posibilidad de redimir a la humanidad frente a la mirada de la Madre Primigenia.Si alguien podía restaurar el equilibrio sin caer en la destrucción, era él, el niño cuya aurora había desafiado al cielo mismo.
Durante dos décadas, el castigo de la Madre Primordial se mantuvo como una sombra constante sobre la humanidad.Aunque su amor por todos sus hijos era innegable,ella entendía demasiado bien la naturaleza autodestructiva de los humanos.A lo largo de la historia del planeta, las primeras cinco extinciones masivas habían sido tragedias inevitables, causadas por eventos naturales.Sin embargo, la sexta, la que nació de las manos humanas, fue la más devastadora de todas.Los humanos no solo erradicaron a casi todas las formas de vida del planeta, sino que transformaron la Tierra en un cementerio de ecosistemas, donde solo ellos mismos y los microorganismos más resistentes sobrevivieron.
Y ahora, dos milenios después, el peso de ese pasado aún se sentía.La Madre Primordial, en su infinita sabiduría, sabía que si dejaba que la humanidad alcanzara nuevamente un poder absoluto, se repetiría la misma historia. Por ello, su castigo no era un acto de odio, sino de prevención. Sin embargo, su juicio recaía más severamente sobre los "amados por el mundo", aquellos bendecidos con potencial desbordante.Para ella, cada uno de estos prodigios era un peligro que podía alterar el frágil equilibrio entre las especies.
Entonces, ¿cómo era posible que Peter, un muchacho talentoso pero común, no un "amado por el mundo", conociera estos oscuros secretos sobre su hermano mayor?La respuesta era tan irónica como simple:lo escuchó por casualidad.No había sido elegido para cargar con ese conocimiento, pero el destino tenía sus propias maneras de enredar los hilos.Peter, al descubrir la verdad, comenzó a tramar en silencio su ascenso.
El sacrificio de Bernardo, según los antiguos ritos y secretos que había oído, no era simplemente su muerte.Todo lo que él era, todo su potencial, su poder y la bendición que la Madre Primordial le había otorgado, pasarían a Peter. Era un rito cruel e irónico, porque Peter no era más que un sustituto, alguien que tomaría lo que Bernardo nunca tuvo la oportunidad de ser.Así nació en Peter una ambición oscura y desbordante, alimentada por la certeza de que su hermano, cuya existencia siempre lo había eclipsado, era la llave para su gloria.
Ahora, sentado en su trono hecho de luz, Peter observaba con una mezcla de desprecio y satisfacción cómo Bernardo luchaba.Como una bestia rabiosa, su hermano mayor despedazaba a sus clones con una furia incontrolable, un huracán de músculos, sangre y desesperación.Los ataques de Bernardo eran rápidos, casi brutales, pero carecían del filo necesario para destruir por completo a los clones, cuya resistencia nacía del propio mana de Peter.
—Mírate, hermano —murmuró Peter, sin despegar los ojos del campo de batalla—.Toda esa fuerza, toda esa rabia... desperdiciada en alguien que nunca fue capaz de alcanzar su potencial. Pero no te preocupes, Bernardo.Yo seré lo que tú nunca pudiste ser.
Bernardo, ajeno a las palabras de Peter, seguía luchando, su cuerpo empapado en sudor y sangre.Cada golpe que propinaba, cada aliento que tomaba, era un grito contra el destino que le había sido impuesto. Sin embargo, las palabras de Peter resonaban en su mente, como un eco lejano que no podía ignorar del todo.Mientras despedazaba a otro clon, alzó la vista hacia su hermano menor, sentado en ese trono de luz que parecía burlarse de su sufrimiento.
Y entonces, por un breve instante,Bernardo dejó de luchar.Su ojo se clavó en Peter, no con odio, sino con una determinación renovada.Porque aunque el mundo lo había abandonado, aunque el destino lo había traicionado, sabía que no podía permitir que su hermano se convirtiera en el monstruo que el mundo temía.
Peter, sintiendo aquella mirada, simplemente sonrió, pasándose la lengua por los labios.Sabía que el tiempo de Bernardo se agotaba, y que pronto, todo lo que él era, pasaría a sus manos.
Peter levantó una ceja, sorprendido e irritado por lo que presenciaba.Su hermano, quien momentos atrás parecía estar al borde de la derrota,había comenzado a transformarse de una manera que desafiaba toda lógica.El cuerpo delgado y maltratado de Bernardo crecía frente a sus ojos, sus músculos tensándose y expandiéndose con una fuerza palpable.La piel morena de Bernardo ahora adoptaba un tono rosado vibrante, como si la sangre misma del planeta fluyera directamente por sus venas.
Lo que más perturbó a Peter fue el comportamiento del mana ambiental.Lo veía danzar alrededor de Bernardo como un perro leal que finalmente había encontrado a su verdadero dueño.Ese mana, que para Peter siempre había sido algo que debía dominar y doblegar, se entregaba sin resistencia a su hermano.Esto le provocó una rabia sorda, un odio que lo quemaba desde dentro.
—¿Por qué a ti, Bernardo? —murmuró, con la mandíbula apretada y las manos temblando—. ¿Qué tienes tú que yo no tenga?
Pero Bernardo no respondió con palabras.Usando su mano desnuda como si fuera una lanza,la hundió sin titubeos en el cráneo de un clon, partiendo hueso y cerebro en un solo movimiento.El clon se desplomó como un muñeco de trapo mientras Bernardo desaparecía en un destello de velocidad. Antes de que Peter pudiera comprender lo que ocurría,Bernardo perforó el pecho de otro clon con sus dedos extendidos, hundiéndolos hasta el fondo con una precisión escalofriante.
La sangre brotaba en chorros gruesos, manchando el suelo y salpicando el rostro de Bernardo, quien ahora parecía más bestia que hombre.Los dedos de ambas manos perforaban carne como si fuera mantequilla, hundiéndose con un sadismo casi primitivo.Cada movimiento era rápido, eficiente y brutal, como si todo su cuerpo estuviera diseñado únicamente para destruir.
Y entonces, con un rugido que resonó como un trueno,Bernardo liberó un rayo de mana puro que atravesó los cuerpos de los clones restantes.Sus figuras se carbonizaron en un abrir y cerrar de ojos, sus gritos ahogados siendo lo último que quedó de ellos antes de que se desmoronaran en cenizas.
El último clon intentó atacar por la espalda, pero Bernardo no le dio oportunidad.Con un movimiento fluido y feroz,partió al clon desde el centro con sus propias manos, desgarrando carne y hueso como si no fuera más que papel.La sangre manaba a borbotones mientras los restos del clon caían al suelo con un sonido húmedo y grotesco.El campo de batalla quedó en un silencio sepulcral, solo roto por el sonido del mana aún zumbando alrededor de Bernardo, como un coro que anunciaba su renacimiento.
Peter, aún sentado en su trono de luz, apretó los puños mientras su rostro se contraía en una mueca de furia y desconcierto.La transformación de su hermano era algo que no había anticipado, algo que no podía controlar.
—Esto... esto no es posible —espetó, su voz cargada de incredulidad y rabia—. ¡No debería ser tú! ¡Yo soy el que merece ese poder!
Bernardo giró lentamente la cabeza hacia Peter, su mirada era la de una fuerza desatada, incontrolable, pero consciente.Sus labios, manchados de sangre ajena, se curvaron en una leve sonrisa mientras el mana seguía abrazándolo como una segunda piel.
—Tal vez el mundo decidió corregir su error, Peter —respondió, su voz grave y cargada de una amenaza palpable—. O tal vez... simplemente nunca debiste intentar jugar a ser dios.
Peter apretó los dientes, su cuerpo temblando de pura ira.Sabía que la lucha no había terminado, pero por primera vez, sintió el miedo latente de enfrentarse a alguien que ya no era simplemente su hermano.Bernardo no era solo un hombre; ahora era un monstruo, un avatar de furia y voluntad, y todo lo que Peter había planeado parecía desmoronarse ante sus ojos.
El aire entre ellos se tensó como un tambor listo para estallar.Con cada respiración, con cada movimiento, el mundo parecía detenerse por un instante, solo para ser destrozado por la tormenta desatada entre los dos hermanos.Bernardo sabía que este momento sería su última página, el epílogo de su existencia.La sangre que fluía de sus heridas no lo debilitaba; al contrario,era como el combustible que alimentaba la llama de su determinación.
Peter y Bernardo, de pie frente a frente,eran el retrato de dos fuerzas opuestas.La mirada de Peter, seria y calculadora, irradiaba ambición fría y la determinación de aplastar cualquier obstáculo en su camino. Por otro lado, el unicoojo de Bernardo brillaba con una calma inquietante, como si hubiera aceptado su destino, pero decidido a escribirlo con sus propias manos.
Y entonces, sucedió.Con un movimiento casi imperceptible, ambos se lanzaron el uno contra el otro, sus cuerpos convirtiéndose en borrones mientras el campo de batalla se llenaba con un torrente de golpes.Cada puño y cada patada sobrepasaban la velocidad del sonido, creando explosiones sónicas que sacudían el aire y el suelo.
Bernardo, ahora en su elemento, era como un río imparable.Sus movimientos fluían con una gracia brutal, cada golpe dirigido no solo con fuerza, sino con una precisión quirúrgica. Sin embargo, Peter igualaba su velocidad con una furia calculada, bloqueando y devolviendo cada ataque con la precisión de un depredador acechando a su presa.
El impacto de sus golpes creaba ondas de choque que partían rocas y levantaban escombros.Los ecos de la pelea resonaban como truenos, y cada colisión de sus cuerpos enviaba chispas de mana en todas direcciones. A pesar de su cuerpo desgastado,Bernardo se mantenía firme, impulsado por algo más profundo que el odio o la venganza: el deseo de redescubrir quién era realmente.
—¿Esto es todo lo que tienes? —gruñó Peter mientras conectaba un golpe directo al rostro de Bernardo, enviándolo hacia atrás con la fuerza de una bala de cañón.
Bernardo escupió sangre, pero su expresión seguía siendo serena.Lentamente, se levantó entre el polvo y los escombros, limpiándose la sangre de los labios con el dorso de la mano. Su voz, aunque débil, resonó con una fuerza que hizo eco en el campo de batalla.
—No se trata de lo que tengo... se trata de lo que soy.
Con esas palabras, Bernardo cargó de nuevo, desapareciendo en un destello antes de reaparecer frente a Peter con una velocidad que lo tomó por sorpresa.Su puño impactó directamente contra el torso de su hermano, enviándolo varios metros hacia atrás mientras la tierra bajo ellos se partía como vidrio bajo presión.
Peter gruñó al incorporarse, su mirada ahora teñida de frustración y furia.No podía entender cómo alguien que debía estar derrotado aún tenía fuerzas para seguir luchando.Esa serenidad en los ojos de Bernardo comenzaba a enloquecerlo.
—¡Eres un desperdicio! —rugió Peter, liberando una ráfaga de mana que iluminó el cielo como un relámpago furioso—. ¡Todo lo que tienes debería ser mío!
Bernardo, jadeante pero imperturbable, enfrentó la tormenta de su hermano sin retroceder.La energía de Peter lo golpeaba como cuchillas, cortando su piel y quemando su carne, pero él avanzaba, un paso tras otro, como si el dolor fuera irrelevante. Sus manos, aún manchadas de sangre, comenzaron a brillar con un aura tenue pero firme.
—Tal vez siempre debiste tenerlo, Peter... pero nunca entendiste que ser amado por el mundo no es un don, sino un peso que quema el alma.
Los dos se lanzaron de nuevo al combate, chocando con una ferocidad que superaba cualquier enfrentamiento anterior.Las cicatrices del terreno eran testigos del caos, mientras que el cielo se oscurecía, como si incluso el planeta contuviera la respiración ante la lucha de los hermanos.
Cada golpe resonaba como campanadas fúnebres, anunciando el inminente final de uno de ellos.Y aun así, en medio de la violencia, Bernardo no podía evitar preguntarse: ¿Era esto lo que el mundo había querido para él? ¿Ser un guerrero, un mártir, una chispa en medio de la oscuridad que su hermano representaba?
Pero ya no importaba.La sangre que manchaba el suelo, el ruido ensordecedor, el dolor abrasador en cada fibra de su cuerpo... Todo convergía hacia un único propósito:enfrentar lo inevitable, con el alma desnuda y la voluntad inquebrantable.
El campo de batalla era un caos de destrucción y energía desbordada.Los dos hermanos se movían a velocidades tan absurdas que sus figuras eran apenas destellos borrosos entre el aire denso, lleno de polvo y chispas de mana. Cada explosión sónica que creaban al moverse resonaba como el eco de truenos, rompiendo las rocas y dejando grietas profundas en el terreno.Ambos, impulsados por el mana que saturaba el ambiente, parecían bailar en un macabro vals de violencia.
Cada movimiento era un juego mortal, un despliegue de poder que, por un instante, incluso parecía teñirse de nostalgia. Peter y Bernardo se lanzaban golpes devastadores, no solo para destruir al otro, sino también como si estuvieran recreando, por última vez, una perversa versión de sus días de infancia.Un último acto de "diversión" entre hermanos, ahora convertidos en enemigos mortales.
Las ondas de choquede sus movimientos transformaban el pequeño espacio en una trampa de destrucción.El lugar temblaba como si estuviera vivo, desgarrado por la intensidad de su combate.Peter, con su estilo de lucha preciso y agresivo, sincronizaba sus ataques con explosiones de mana para intentar desequilibrar a Bernardo. Pero este último, con su cuerpo ahora fortalecido y regenerado, parecía ser capaz de absorber cada impacto como si su resistencia estuviera fuera de toda lógica.
Bernardoaprovechó un instante en el que Peter dejó abierta su defensa.Con un movimiento que cortó el aire como un relámpago,lanzó una patada directa al estómago de su hermano,impactando con tal fuerza que el cuerpo de Peter se arqueó violentamente hacia adelante. El sonido de huesos crujientes se mezcló con el gruñido de dolor de Peter, quien fue lanzado hacia atrás como un muñeco de trapo, estampándose contra una roca que se rompió bajo su peso.
Sin detenerse,Bernardo se impulsó hacia adelante con otra explosión sónica,moviéndose como una flecha letal.Su puño impactó directamente en el rostro de Peter, con tal violencia que varios dientes salieron disparados como fragmentos de vidrio, perdiéndose entre el polvo y los escombros. La sangre brotó de la boca de Peter, salpicando el aire, mientras un rugido de furia escapaba de su garganta.
—¡Maldito bastardo! —escupió Peter, literalmente, mientras se limpiaba la sangre y escupía los dientes restantes con desprecio.Su mirada, aunque desfigurada por el dolor, brillaba con un odio puro y abrasador.—Esto no es una pelea... ¡es una ejecución!
Bernardo, sin embargo, no respondió.Sus ojos seguían siendo serenos, esa calma perturbadora que parecía hundirse en el alma de Peter como un puñal.Pero su silencio no era indiferencia; en su interior,su mente era un torbellino de emociones.Podía sentir el mana fluyendo como un río furioso dentro de él,obedeciendo cada comando de su cuerpo como si fuera parte de su ser.En contraste, sabía que Peter luchaba contra la resistencia del mana que tanto anhelaba controlar. Y eso lo enfurecía.
—¿Eso es todo lo que tienes, Peter? —preguntó Bernardo, finalmente, con un tono neutral, casi melancólico—. ¿Todo este tiempo, toda tu rabia... y sigues siendo tan débil?
Peter gruñó, levantándose a duras penas.Su rostro estaba desfigurado por el golpe, pero su furia era un fuego que lo impulsaba más allá del dolor.
—¡Débil! ¡Débil es depender de un mundo que te regala todo! —bramó Peter, liberando una explosión de mana que hizo temblar el aire a su alrededor—. ¡Yo he luchado por cada gramo de poder que tengo, mientras tú... tú solo existes para ser adorado!
La tensión entre ellos alcanzó su punto máximo.Peter cargó contra Bernardo, liberando un aluvión de golpes que parecían querer desgarrar cada fibra de su ser. Bernardo los bloqueaba, los desviaba, moviéndose como una corriente de agua que fluía en perfecta armonía con el caos que lo rodeaba. Pero en su interior,sentía la presión de cada impacto.Sabía que su cuerpo no podía aguantar mucho más, no importa cuánta energía absorbiera del mana ambiental.
"Esto no puede durar para siempre," pensó Bernardo, mientras desviaba otro golpe dirigido a su rostro.Cada movimiento le costaba más esfuerzo, pero no podía permitirse dudar. Esta pelea no era solo por él;era por todo lo que había soportado, todo lo que había perdido.Era el grito final de un hombre que había sido marcado desde su nacimiento, condenado a cargar con un destino que nunca pidió.
Las explosiones sónicas continuaron, cada una más devastadora que la anterior.El aire era un remolino de escombros y energía pura, y el terreno que una vez fue estable ahora estaba reducido a un campo de ruinas.Ambos sabían que el final se acercaba,pero ninguno estaba dispuesto a retroceder.
Bernardo se quedó quieto, imponente, mientras observaba a su hermano desplomado en el suelo.Su unico ojos oscuro parecían atravesar más allá de la carne, juzgando directamente el alma de Peter, escarbando en las inseguridades que este había intentado enterrar bajo años de ambición y envidia.Una sonrisa torcida y casi compasiva se formó en los labios de Bernardo, como si estuviera frente a un niño que aún no entendía las reglas del mundo.
—Es cierto, hermano... no somos iguales.—Su voz resonó con una calma cortante, cada palabra cargada de un peso que se hundía profundamente en el orgullo herido de Peter—.Después de todo, ¿cómo podríamos serlo?
Hizo una pausa, su expresión cambiando a una mezcla de diversión y desdén.Dio un paso hacia adelante, inclinándose ligeramente, pero manteniendo la suficiente distancia como para que Peter supiera que no podía alcanzarlo ni siquiera en ese estado.Sus palabras, aunque suaves, eran como cuchillas cuidadosamente afiladas.
—Soy alguien que nunca podrás igualar.—Bernardo extendió los brazos, como si estuviera mostrando un paisaje que solo él podía ver—.Donde tú encajas, yo destaco. Donde tú intentas brillar, yo soy la luz misma.
Peter intentó levantarse, su cuerpo temblando mientras la furia hervía en su interior, pero la mirada de Bernardo lo aplastó como una montaña.Cada palabra que su hermano decía se clavaba en él como una aguja ardiente, perforando las ilusiones que había construido sobre sí mismo.
—No te confundas.—La voz de Bernardo se endureció, su tono adquiriendo un filo gélido que lo hacía aún más intimidante—.El que te adulen no es destacar, Peter. Es simplemente llamar la atención por el apellido que llevas, por algo que jamás ganaste por mérito propio.
Señaló su propio pecho, la sonrisa en sus labios transformándose en algo más feroz, más desafiante.
—Yo, en cambio, soy reconocido por lo que soy. Por lo que he logrado. Por lo que he sufrido. Tú solo eres una sombra detrás de un nombre, un eco vacío que intenta gritar más fuerte que el original.
Peter apretó los puños, sus dientes rechinando mientras intentaba reunir suficiente fuerza para contraatacar, pero cada palabra de Bernardo lo hacía tambalearse más.El odio y la desesperación chocaban en su interior, incapaces de romper las cadenas de la verdad que su hermano acababa de lanzar sobre él.
—¿Lo ves, hermano?—Bernardo dio media vuelta, con una seguridad que irradiaba desde cada fibra de su ser—.Por eso nunca seremos iguales. Porque mientras tú te conformas con ser un reflejo, yo soy el maldito sol.
Peter se incorporó con un movimiento fluido, sus heridas cerrándose rápidamente gracias al flujo del mana de luz que lo rodeaba.La sangre que antes corría libremente por su rostro desapareció, y aunque escupió un poco de lo que quedaba junto con algunos dientes rotos, su semblante estaba marcado por una arrogancia renovada.
—Hermano, deja de decir tantas pendejadas.—Su tono era burlón, pero la rabia subyacente se filtraba en cada palabra—.Admito que yo también he soltado una que otra, pero vamos, ambos sabemos por qué estamos aquí. He venido para matarte y, sobre todo, para renacer.
Bernardo lo miró con una mezcla de desdén y diversión mientras Peter pasaba una mano por su mandíbula, comprobando la estabilidad de lo que quedaba de su sonrisa.
—Oh, pero no te ves tan seguro ahora, hermano.—Peter escupió al suelo, dejando una pequeña mancha oscura—.¿Y qué demonios estás usando para lucir así? Porque luces... diferente.
Bernardo bajó la mirada hacia sus propios brazos, estudiándolos como si recién notara los cambios en su cuerpo.La tonalidad rojiza de su piel contrastaba enormemente con el tono moreno que había llevado toda su vida.Sus músculos parecían tensos, casi al borde de romperse, y un aura pesada emanaba de él como un río de lava contenida.
—Oh, esto...—Bernardo levantó un brazo, admirando las líneas rojizas que ahora cruzaban sus extremidades como venas encendidas—.Es solo un estado de sobrecarga.
Peter inclinó la cabeza, una ceja arqueada en clara confusión.
—¿Estado de sobrecarga?—repitió, con un tono que mezclaba escepticismo y curiosidad.
—¿Qué pasa? ¿No lo sabes?—Bernardo respondió con una sonrisa casi burlona, ladeando la cabeza—.Pensé que tú, de entre todas las personas, lo sabrías. Déjame iluminarte, hermanito: cada ser humano, incluso los despiertos como nosotros, tiene un limitador. Algo que impide que vayamos más allá de ciertos límites.
Peter bufó, su expresión convirtiéndose en una mueca de desprecio mientras cruzaba los brazos.
—¿Nosotros? Te recuerdo que tú eres un lisiado, hermano.
La sonrisa de Bernardo se desvaneció instantáneamente, reemplazada por una mirada cargada de furia.
—Peter, cierra tu inmunda boca.—Su voz era baja, un gruñido profundo que resonó con un peso peligroso—.Por Dios, mocoso, ¿nunca te enseñaron modales?
Peter abrió la boca para replicar, pero Bernardo levantó un dedo, interrumpiéndolo con un tono sarcástico que rebosaba tensión.
—Tu falta de respeto supera los 9 mil.
Por un instante, el aire pareció detenerse.Peter, que había estado preparándose para otra burla mordaz, no pudo evitar soltar una carcajada inesperada.
—¡Oye! Entendí esa referencia.—Peter se llevó una mano a la frente, sonriendo ampliamente mientras sacudía la cabeza con incredulidad—.¿En serio, Bernardo? ¿Tú?
Bernardo soltó una risa por lo bajo, un sonido casi incongruente con el ambiente de batalla que los rodeaba.
—Lo sé, siempre quise decirlo.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, pero la tensión no desapareció.Aunque hubo un breve instante de camaradería, ambos sabían que esto no cambiaría el destino de su enfrentamiento.La sonrisa de Peter se desvaneció, y sus ojos brillaron con una intensidad renovada. Bernardo, por su parte, se preparó, con una expresión de determinación inquebrantable.
—¿Listo para renacer, Peter?—preguntó Bernardo, su tono burlón pero cargado de amenaza.
—¿Listo para morir, hermano?—replicó Peter, ajustando su postura.
El aire se cargó de energía mientras ambos se preparaban para el siguiente asalto, el último vestigio de ligereza disipándose por completo.
Bernardo dejó caer su brazo, su musculatura aún vibrando con la fuerza residual de su sobrecarga.Una ligera sonrisa cínica se formó en sus labios mientras observaba a Peter con calma.
—Este limitador, Peter, está en cada uno de nosotros, un mecanismo natural del cuerpo humano para evitar que nuestros músculos se desgarren con simples movimientos.—Hizo una pausa y se señaló a sí mismo—.Pero en este estado de sobrecarga, ese límite se rompe. Los músculos, los huesos, los tejidos... todo se compromete.
Antes de que Peter pudiera interrumpir con una burla, Bernardo se movió.Su figura desapareció en un destello fugaz, dejando un rastro de ondas sonoras que vibraron en el aire.Cuando reapareció, su mano atravesaba el pecho de un guardia desprevenido.El hombre no tuvo tiempo ni siquiera de comprender lo que había sucedido antes de que su cuerpo inerte fuera lanzado a los pies de Peter, dejando un charco oscuro en el suelo.
—Como por ejemplo esto.—Bernardo señaló el cadáver con un movimiento indiferente de la mano, su tono casi didáctico.
Peter lo miró, una mezcla de disgusto y admiración cruzando su rostro mientras daba un paso atrás para evitar el rastro de sangre que se extendía hacia él.
—¿Y cuál es el precio de jugar a ser un dios, hermano? Porque, al menos según mi lógica, un estado como este te pasa factura rápidamente.—Peter cruzó los brazos, inclinando la cabeza mientras hablaba con un tono casi burlón—.Lo malo es que esto debe consumir una cantidad absurda de mana y tensionar tu cuerpo como si fuera una cuerda a punto de romperse.
Bernardo asintió con tranquilidad, aunque su respiración se había vuelto apenas perceptiblemente más pesada.
—Exactamente, Peter. Este estado drena mana como un río seco bajo el sol y deja mi cuerpo en un estado lamentable después de un uso prolongado.
Peter sonrió ampliamente, aunque una chispa de incredulidad cruzó sus ojos.
—Ya veo... Entonces, a menos que tengas habilidades relacionadas con la sangre o la vida, terminarás como un cascarón vacío tras unos cuantos momentos de "gloria". ¿No crees que es un poco estúpido jugarte la vida así?
Bernardo dejó escapar una risa corta y sin humor, un sonido seco que reverberó en el ambiente cargado de tensión.
—Tienes toda la razón, hermano. Es estúpido. Muy estúpido.
Peter se inclinó hacia adelante, con una sonrisa de superioridad pintada en su rostro.
—Entonces, ¿por qué lo haces? ¿Cuál es el punto de arriesgar tanto?
Bernardo dio un paso hacia adelante, la sangre fresca de su última víctima goteando de sus dedos.Su sonrisa desapareció, reemplazada por una mirada firme y cargada de algo más profundo que la simple determinación.
—Porque hay algo que tú no sabes, hermano. Algo que jamás has entendido... y nunca entenderás.
La atmósfera cambió.El aire parecía volverse más pesado, el mana del ambiente fluyendo hacia Bernardo como un torrente incontrolable.Sus ojos, ahora brillando con un leve destello carmesí, se clavaron en los de Peter, quien sintió un escalofrío recorriendo su espalda.
—¿Y qué es eso, Bernardo?—preguntó Peter, su tono aún teñido de burla, pero con una nota de inquietud que no pudo disimular.
Bernardo sonrió de nuevo, pero esta vez no había nada de humor en su expresión. Solo certeza, y un peligro latente que hizo que incluso Peter sintiera un nudo en el estómago.
—Que algunos nacemos para morir luchando, mientras otros solo observan desde las sombras, soñando con un poder que jamás comprenderán.
Bernardo dejó escapar una carcajada tranquila, casi burlona, mientras su cuerpo regresaba lentamente a su estado natural.Su piel rojiza volvió al tono moreno original, pero el aura que lo rodeaba era distinta. Ya no era una fuerza descontrolada; era algo calculado, peligroso, como un arma perfectamente afilada lista para desatarse en el momento exacto.
—Yo no soy cualquier persona, Peter, y allí entra mi siguiente estado.—La sonrisa despreocupada de Bernardo no hizo más que aumentar la tensión en el aire—.Han pasado años, hermano. Mi aparente caída al abismo, esa espera de la muerte que todos creyeron inevitable... solo fue una farsa. Un truco de mi parte.
Peter apretó los puños, sus ojos parpadeando con incredulidad mezclada con furia.
—¿Una farsa? No eres más que un idiota que intenta darle sentido a su patética vida.
Bernardo rió por lo bajo, ignorando las palabras de su hermano mientras continuaba.
—Este estado que ves, este flujo absoluto, es el resultado de años de perfeccionarlo. Mi mente, mi cuerpo, incluso mi alma, están alineados en un solo propósito. No soy el mismo hombre que conociste, Peter. No más.
Movió su mano con un gesto elegante, y una enorme ola de mana se materializó frente a él, golpeando directamente el rostro de Peter.La explosión sacudió el lugar, pero Peter apenas se inmutó, su cuerpo brillante con la protección del mana de luz.
—¿Eso es todo? Qué débil.—Peter se burló, limpiando una pequeña mota de polvo de su hombro mientras sonreía con desdén—.¿De verdad esperas vencerme con algo tan patético?
Bernardo, lejos de sentirse ofendido, alzó una ceja y sonrió con una calma casi perturbadora.
—¿Y quién dijo que te estaba atacando a ti?
Peter frunció el ceño, notando el cambio en la dirección de la mirada de Bernardo. Lentamente, giró la cabeza hacia atrás.Allí, parado con una expresión de desdén, estabaThomas, el primo de ambos y uno de los mayores abusadores de Bernardo en su juventud.
—Thomas.—La palabra escapó de los labios de Peter como un susurro, cargada de sorpresa y algo de incomodidad.
Thomas dio un paso al frente, su postura desafiante como siempre.
—Ha pasado tiempo, ¿no, idiota?—Las palabras de Bernardo salieron con un tono cargado de burla, pero sus ojos brillaban con un fuego contenido—.¿No querías verme en mi peor momento? Pues aquí estoy. Ven, Thomas. Ayuda a Peter a matarme. Al menos intenta hacer algo útil con tu vida.
Thomas levantó una ceja, pero en lugar de reaccionar, una sonrisa sarcástica cruzó su rostro.
—¿Así que ahora el pobrecito Bernardo intenta provocarme? Vaya, qué patético.
Bernardo inclinó la cabeza hacia un lado, como un depredador estudiando a su presa.
—Oh, ¿ya veo? Eres un cobarde que no se mueve.
Thomas dio un paso más hacia adelante, su expresión ahora cargada de furia.
—¿Cobarde? No me hagas reír. No necesito moverme para aplastarte.
Peter, entre tanto, observaba en silencio, el desconcierto dibujándose en sus facciones.Él conocía bien a Thomas y su arrogancia, pero había algo en la forma en que Bernardo hablaba, en cómo manejaba la situación, que lo incomodaba profundamente.
Bernardo alzó una mano, deteniendo cualquier palabra que pudiera salir de los labios de Thomas o Peter.
—No te preocupes, Thomas. Tendrás tu oportunidad. Pero antes, déjame decirte algo: tu arrogancia es tan insignificante como siempre. Juntos o separados, no son nada.
El aire en el lugar pareció volverse más pesado.Las ondas de mana se arremolinaban a su alrededor, el flujo absoluto de Bernardo listo para desatarse una vez más.La sonrisa que adornaba su rostro no era de felicidad, sino de absoluta confianza.
—Vengan los dos. Al menos intenten matarme. Prometo que será entretenido... para mí.
El eco de sus palabras se mezcló con el silencio tenso del ambiente. Peter y Thomas intercambiaron miradas, sabiendo que este enfrentamiento sería mucho más de lo que habían anticipado.
—¡No te metas, Thomas! —rugió Peter, sin apartar la vista de Bernardo.
El grito resonó en el lugar, un eco de furia que detuvo a Thomas en seco, aunque solo por un momento.Peter se giró hacia su hermano, su expresión transformada en pura rabia. En un abrir y cerrar de ojos, Peter cerró la distancia entre ellos, lanzándose hacia Bernardo con una rapidez devastadora.
Un golpe ascendente impactó directamente en el abdomen de Bernardo, arrancándole el aire de los pulmones y dejándolo brevemente paralizado.Fue un golpe perfectamente calculado, inesperado, pero brutal en su ejecución.Bernardo, aunque sorprendido, apenas logró esbozar una sonrisa torcida antes de que el siguiente ataque llegara.
Peter no le dio respiro.En un frenesí de movimientos, lo golpeó una y otra vez antes de que su cuerpo pudiera tocar el suelo.Cada impacto era un estruendo, un trueno que sacudía el aire y reverberaba en las paredes, como si el mismo espacio se estremeciera ante la intensidad del combate.
—¿Qué pasa, hermano? ¿Es todo lo que tienes?—gritó Peter mientras lanzaba un puñetazo directo al rostro de Bernardo, que apenas tuvo tiempo de girar su cabeza, evitando que el impacto lo dejara inconsciente al instante.
Bernardo sintió cómo cada golpe hacía vibrar sus huesos, el dolor trepando como fuego por todo su cuerpo.Era como si Peter no solo buscara vencerlo, sino desmantelarlo, pieza por pieza.El rostro de Bernardo, sin embargo, no mostraba miedo, solo determinación y algo más... diversión.
Cuando finalmente tocó el suelo, el impacto levantó polvo y pequeñas piedras, marcando un cráter bajo su cuerpo.Pero incluso en su estado vulnerable,Bernardo reaccionó, alzando su brazo derecho en un movimiento instintivo.La extremidad, ya desgarrada por la pelea, se levantó como una última barricada contra la tormenta de violencia que se desataba sobre él.
—¿Eso es todo, Peter?—jadeó Bernardo, con la voz ronca pero cargada de burla—.Pareces más desesperado de lo que me esperaba.
Peter, furioso, levantó ambos brazos, dispuesto a lanzar un golpe que podría haber acabado con todo.Pero en el último momento, algo en la mirada de Bernardo lo detuvo. No era miedo lo que veía en los ojos de su hermano, sino algo completamente distinto.Una chispa de desafío, un fuego que no se apagaba, incluso en ese estado destrozado.
—Sigues hablando como si no estuvieras a punto de morir.—Peter apretó los dientes, retrocediendo un paso mientras su mana crepitaba a su alrededor.Una luz dorada rodeaba su cuerpo, intensificándose con cada segundo que pasaba.
Bernardo se levantó con lentitud, su cuerpo temblando bajo el peso del dolor, pero su sonrisa burlona permanecía intacta.
—No estoy hablando, Peter. Te estoy enseñando que, incluso cuando crees tener el control, siempre hay algo que no ves venir.
En ese momento, el polvo alrededor de Bernardo comenzó a agitarse de manera antinatural.Su brazo derecho, que había servido como un escudo, ahora brillaba con un leve resplandor rojizo.Era un brillo que prometía más destrucción, más caos, pero también una resistencia casi inhumana.
Peter lo miró con incredulidad, mientras una sombra de duda cruzaba por su rostro.
—¿Qué demonios...?
—Te lo dije, Peter. No somos iguales. Y mientras sigas subestimándome, solo prolongarás lo inevitable.
El ambiente se volvió más pesado.Las energías de ambos hermanos chocaban entre sí, creando ondas de presión que hacían retroceder a Thomas, quien observaba desde una distancia segura con una mezcla de fascinación y terror.
—¿A qué esperas, Peter?—Bernardo dio un paso adelante, su voz cargada de un desafío que se sentía como una daga clavándose en el orgullo de su hermano—.Ven, dame lo mejor que tienes. Pero te advierto... no será suficiente.
Peter gruñó, preparándose para el siguiente asalto. Pero en su interior, sabía que Bernardo no estaba jugando.Algo en él había cambiado, y esa certeza lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
La pierna de Peter impactó contra el torso de Bernardo con la fuerza de un ariete, lanzándolo hacia atrás como si fuera un muñeco de trapo.El sonido seco del impacto resonó como un trueno, y los guardias que observaban desde lejos sintieron un escalofrío recorrerles la espalda. Aun así, Bernardo se negó a caer por completo.
—¡No!—su grito desgarró el aire, cargado de desafío y furia, una declaración de que aún no estaba acabado.
El único ojo de Bernardo brilló con una mezcla de locura y determinación, un destello que contrastaba con su rostro ensangrentado y su cuerpo maltratado.Ese destello no era miedo, ni siquiera ira pura, era diversión.En medio de aquel caos, Bernardo encontró algo que Peter no podía arrebatarle: el placer enfermizo de pelear con todo lo que tenía.
El ambiente era sofocante.El sonido de sus golpes, los rugidos de esfuerzo, y las ondas de mana que se desataban a cada movimiento llenaban el lugar.Cada intercambio entre los hermanos era brutal, una coreografía de violencia que no dejaba espacio para errores.
Para los guardias que miraban desde las sombras, no había duda alguna de quién estaba ganando.Para ellos, Bernardo no era más que un saco de carne siendo destrozado por el implacable Peter.
—No sé por qué sigues intentándolo, hermano.—Peter caminó hacia él, su voz cargada de desdén mientras el dorado resplandor de su mana lo envolvía como una armadura divina—.Esto no es resistencia, es terquedad inútil. ¿Crees que estás logrando algo?
Bernardo se tambaleó mientras trataba de mantenerse de pie.Su cuerpo estaba al límite, cada músculo desgarrado, cada hueso temblando bajo la presión de los ataques de su hermano.Pero no dejó de sonreír, una mueca torcida y ensangrentada que parecía burlarse de la aparente victoria de Peter.
—Lograr algo...—jadeó Bernardo, escupiendo un denso chorro de sangre que aterrizó cerca de los pies de su hermano—.Claro que lo estoy logrando, imbécil. Estoy... jodiéndote la paciencia, y eso... ya vale la pena.
Peter frunció el ceño.Esa sonrisa, esa maldita sonrisa, era un recordatorio constante de que Bernardo no era alguien que simplemente aceptaría su derrota.
El cuerpo de Bernardo temblaba, pero su mente era un torbellino de resistencia.Cada fibra de su ser gritaba que debía detenerse, que no había esperanza contra alguien tan poderoso como Peter, pero algo en él, algo profundo y primitivo, se negaba a ceder.No podía darse el lujo de caer, no ahora.
En ese instante, el silencio entre ellos se rompió con un movimiento repentino.Bernardo, con una velocidad que desafiaba las expectativas de su condición,arremetió hacia Peter, lanzando un puñetazo directo hacia su mandíbula.No fue un golpe perfecto, no fue certero, pero tenía algo que los golpes de Peter no tenían: intención pura, un grito desesperado encapsulado en un movimiento.
Peter bloqueó el ataque con facilidad, pero en el fondo algo lo inquietó.
—Sigues levantándote, Bernardo. ¿Por qué? Esto es inútil.
—Porque soy más terco que tú.—Bernardo rió entre dientes, su voz era un eco ahogado por el dolor—.Y porque, hermano, mientras tú me estés golpeando... no estás pensando. Y eso me da la ventaja que necesito.
Los guardias intercambiaron miradas, algunos retrocedieron un paso.Uno murmuró en voz baja:
—¿Cómo sigue levantándose ese tipo? Es un maldito loco.
—No es locura, es que tiene más agallas que cualquiera de nosotros.—respondió otro, aunque su tono mostraba más miedo que respeto.
La batalla no era solo un enfrentamiento físico, era un choque de voluntades.Y aunque los golpes de Peter parecían la sentencia final, Bernardo sabía que su resistencia era su arma más poderosa.Si podía hacer que Peter perdiera el control, entonces tendría una oportunidad. Solo una, pero eso era suficiente para él.
Cada golpe de Peter era un relámpago de furia, y el sonido de los impactos resonaba como si una tormenta estuviera descargando sobre el cuerpo de Bernardo.A pesar del dolor y las fracturas que se acumulaban,Bernardo no cedía, se cubría con sus brazos, pero su expresión seguía siendo una mezcla de burla y satisfacción.Aunque parecía estar desmoronándose, su cuerpo no era el único componente de la pelea.Era su voluntad, su mente, la que seguía luchando.
Peter lo observó, sabiendo que su hermano no se estaba rindiendo, pero en ese momento algo en él cambió.La frustración comenzó a infiltrarse en sus movimientos, y eso fue suficiente para que Bernardo comenzara a entenderlo.Sin perder la oportunidad,Bernardo reaccionó ante la velocidad de Peter, logrando bloquear algunos de sus golpes, pero cuando la patada a su rodilla aterrizó, la situación cambió.
El impacto fue brutal.Bernardo, que había estado sosteniéndose con el peso de su propio cuerpo, se vio obligado a doblarse, perdiendo el equilibrio de inmediato.Su rodilla, ya afectada por las secuelas de su sacrificio, crujió como si se tratara de madera rota,y una ola de dolor agudo lo atravesó por completo.Su cuerpo, ya al límite, se desplomó hacia el suelo con un rugido sofocado.El suelo absorbió el peso de su caída, y Bernardo se quedó allí, jadeando con desesperación.
—Sabes, hermano,—dijo Peter, acercándose mientras sus respiraciones pesadas se entrelazaban—,no sé si es tu forma de resistir lo que me repugna o si es que... en el fondo, sigues creyendo que puedes ganar.
Bernardo, con su cuerpo torturado por las heridas, levantó la cabeza, esa mirada burlona aún brillando en su ojo herido.Pero en su mente, la desesperación comenzó a tomar forma, como una sombra que se arrastraba por el borde de su visión.Estaba al borde del abismo, y por primera vez en mucho tiempo, la muerte parecía ser una opción más cercana.
—Oh, créeme, Peter,—respondió, aunque su voz estaba quebrada por el dolor—.No me importa ganar... Solo me importa que sigas golpeándome, porque cuando me golpeas, me haces sentir vivo.
Peter lo miró, incrédulo, confundido por las palabras de su hermano.Pero esa confusión no fue suficiente para que su furia disminuyera.Un último golpe, más fuerte,una patada a su abdomen.La fuerza con la que impactó no solo envió a Bernardo al suelo, sino que sus pulmones fueron comprimidos hasta el punto de que la respiración se convirtió en un esfuerzo doloroso.
El cuerpo de Bernardo, ya al borde de la ruptura, emitió un quejido ahogado.A pesar de la brutalidad de los golpes,algo en él se negaba a ceder.Su cuerpo,como un trozo de carne desgarrado, parecía una carcasa vacía. Pero en su corazón, en su mente, aún persistía el pensamiento:si muero, será a mi manera. No a la de él.
Peter miró a su hermano con desprecio, su respiración entrecortada, pero había algo más en sus ojos.No solo enojo, no solo odio. Había una pequeña chispa de incertidumbre,como si algo en el fondo de su ser comenzara a cuestionar lo que estaba sucediendo.Pero no podía detenerse, no podía pensar en eso ahora.La pelea aún no había terminado.
Los golpes caían a una velocidad masiva, pero Bernardo solo se cubría, en un movimiento una patada de Peter golpeo la rodilla de Bernardo destrozándola, Bernardo solo miro la pierna.
El crujido que resonó en el aire fue grotesco, una sinfonía de hueso partiéndose y carne desgarrándose.Bernardo, en lugar de gritar o mostrar un ápice de sufrimiento en su rostro,simplemente inclinó la cabeza con morbosa curiosidad, observando cómo su propia sangre manchaba el suelo bajo él.
—Vaya... realmente es cierto que las piernas de un humano son seis veces más fuertes que los brazos.
Su voz tenía un matiz casi académico, como si no estuviera sufriendo una herida devastadora, sino realizando un experimento.El hueso blanco y desnudo sobresalía de la piel como una grotesca estructura,un recordatorio de la fragilidad del cuerpo humano, incluso en alguien como él.
Peter, en cambio,no compartía la diversión de su hermano.Su expresión de satisfacción inicial se tornó en un leve desconcierto.No porque le preocupase el dolor de Bernardo, sino porquesu reacción no tenía sentido.
—Eres un maldito lunático.—Peter escupió con desdén, preparando otro golpe—.¿Acaso no sientes nada?
Bernardo inclinó la cabeza, su único ojo brillando con una mezcla de ironía y algo más oscuro... algo perturbador.
—Oh, lo siento... y lo disfruto.
El solo admitirlo pareció hacer que el dolor se volviera más soportable, o al menos que su mente lo convirtiera en algo más.El sufrimientono era una debilidad para él, sino una revelación, una chispa que encendía su existencia.
Peter no le dio tiempo a seguir hablando.Su puño descendió con violencia sobre el rostro de Bernardo, aplastándolo contra el suelo con un impacto que hizo temblar la tierra.El suelo se agrietó bajo su cráneo, y la sangre salpicó como una pincelada grotesca en el campo de batalla.
Pero incluso entonces, cuando la oscuridad amenazaba con devorarlo, cuando su propio cuerpo temblaba al borde de la destrucción, Bernardo sonrió.
—Hermano... sigues sin entenderlo, ¿verdad?
Peter apretó los dientes, su furia apenas contenida.
—¡Entender qué, maldito demente!
Bernardo, con su cuerpo destruido y su sangre empapando el suelo, se rió...y esa risa resonó en la mente de Peter como un eco perturbador.
Su pierna, cuyos músculos se habían transformado en hueso debido a su enfermedad, no podía soportar el golpe. La sangre brotó mientras los huesos que ahora formaban el 80% de esa pierna sobresalían de su piel, un espectáculo desgarrador que hacía que cada respiración de Bernardo fuera un desafío. El dolor era agudo y punzante, como si cada fibra de su ser estuviera gritando por liberarse del tormento.
Pero extrañamente el muchacho no se quejaba es como si el abrazara todo es dolor esperando algo.
Tal vez era la mente ya rota de tu Bernardo, ya había enloquecido, aunque fueron entrenado para soportar cantidades masivas de dolor y daño, pero Bernardo este lunático, había estado acumulando daño tras daño, muchas de las heridas eran irreversibles, como el daño en su cuenca ocular, sin ese ojo es para que Bernardo se vuelva loco por el simple aire que chocaba con su cuenca vacía, las terminaciones nerviosas, estaban expuestas pero Bernardo permanecía impasible casi gozando esto.
Bernardo observó su pierna destrozada con una calma inquietante, como si analizara un problema matemático en lugar de enfrentar su inminente ruina.La información llegó a su mente con la frialdad de un diagnóstico ya conocido, uno que había convivido con él desde que tenía memoria.
Fibrodisplasia Osificante Progresiva.
Un nombre complicado para una enfermedad aún más cruel. Una maldición que lo había atormentado desde los cinco años, endureciendo lentamente su carne, robándole la movilidad y convirtiéndolo, poco a poco, en una estatua de su propio sufrimiento.Pero ahora... ahora había llegado más lejos de lo que jamás había esperado.
El enemigo silencioso se había infiltrado en su corazón.
No solo su cuerpo, sino su mismo núcleo vital estaba bajo ataque. Las raíces primordiales, aquellas que se formaron con él en el vientre de su madre, estaban comenzando a calcificarse, a morir en vida.Cada latido era un recordatorio de su fragilidad, cada contracción de su corazón era una soga apretándose lentamente alrededor de su destino.
Peter lo miró con desdén, sin comprender la gravedad de lo que sucedía dentro de su hermano.Para él, Bernardo solo era un saco de huesos y carne destrozado, un lisiado que se resistía a morir.
—¿Qué diablos es tan gracioso?—preguntó con fastidio, viendo la sonrisa torcida en el rostro ensangrentado de su hermano mayor.
Bernardo soltó un leve suspiro, sin apartar la vista de su pierna.
—Sabes, hermano... pensé que me quedaba más tiempo.
Su tono no era de desesperación. No era de tristeza.Era de aceptación, de un hombre que comprendía el destino cruel que se cernía sobre él.Incluso sin la pelea, incluso sin Peter, él ya estaba condenado.
Pero entonces, Bernardo hizo algo inesperado.
Su risa resonó entre los escombros y la sangre, una carcajada ronca y desgarrada, teñida de locura y determinación.
—Pero qué idiota sería si dejara que esta mierda me detuviera.
El mana en su cuerpo se agitó como un huracán descontrolado.Sus músculos, sus huesos, su propia existencia se negaban a sucumbir.Porque si su destino era convertirse en piedra... entonces sería la piedra más maldita y afilada con la que Peter se hubiera topado jamás.
Bernardo tambaleó, con la respiración pesada y errática, mientras la realidad a su alrededor se desmoronaba como un sueño febril.Su pierna, ahora una ruina de hueso y sangre, temblaba bajo su peso, pero su determinación lo mantenía en pie.
Peter lo observaba en silencio.Sus ojos no mostraban compasión ni crueldad, solo la expectación de un depredador que sabía que su presa estaba a punto de colapsar. Pero Thomas, su primo, tenía menos paciencia.La espada de agua en sus manos se retorció como una serpiente líquida antes de dispararse directo al pecho de Bernardo.
Fue un movimiento rápido, certero... letal.
Bernardo, sin embargo,giró su cuerpo en el último segundo.El filo acuoso pasó rozando su costado, cortando carne y arrancando un trozo de su abrigo empapado en sangre.Y aun así, en medio del dolor y la debilidad, encontró fuerzas para sonreír.
—¿Eso es todo, idiota? —se burló, su voz era apenas un susurro ahogado por el agotamiento, pero su tono estaba impregnado de una burla venenosa.
Thomas apretó los dientes con frustración.
—¡Deja de jugar, lisiado! —rugió, invocando otra corriente afilada de agua.
Bernardo se inclinó hacia un lado, esquivando con la precisión de un hombre que ya no le temía a la muerte.Pero su cuerpoestaba perdiendo la batalla.Cada movimiento lo hacía sentir como si miles de agujas perforaran su carne; cada latido era un martillazo dentro de su propio pecho.
No voy a caer.
Su visión era un torbellino de luces y sombras.El rostro de Peter se desdibujaba entre la sangre y el sudor.Thomas era una mancha azulada en el caos.
No voy a caer.
Sus piernas temblaban.Su respiración era un cuchillo clavado en sus costillas.
—¡No voy a caer!—murmuró entre dientes, sus palabras más para sí mismo que para los demás.
Y entonces,sonrió.
Porque aunque su cuerpo estuviera en ruinas, aunque cada fibra de su ser suplicara descanso,sabía que aún tenía una última carta por jugar.
Con cada golpe recibido, con cada herida infligida,la lucha se transformaba en algo más grande; era un grito sordo contra toda expectativa impuesta y un desafío a las sombras que amenazaban con consumirlo.La batalla no solo era contra Peter; era contra todo lo que había intentado destruirlo desde dentro.
Mientras las partículas blancas danzaban a su alrededor como fantasmas burlones, Bernardo comprendió que esta pelea era divertida, no importaba su muerte solo quería destrozar a su arrogante hermano menor y claro mutilar al imbécil de Thomas.Era un enfrentamiento entre luces y sombras, entre quien realmente era y quien los demás querían que fuera. Este era el juego de Bernardo y nadie lo podría detener.
El mundo a su alrededor se reducía al retumbar de los golpes, al olor a sangre en el aire y a la adrenalina quemando su cuerpo como fuego líquido.Cada impacto era una sinfonía de dolor y resistencia, una danza macabra entre la muerte y su propia voluntad de no ceder.
Peter lo golpeó de nuevo, directo al estómago.Un chorro de sangre brotó de los labios de Bernardo, pero él solorió.La carcajada salió entrecortada, casi sofocada por el propio líquido vital que inundaba su boca.
—Vaya,hermano... —escupió al suelo, su único ojo centelleando con un brillo maníaco—.Parece que realmente quieres matarme.
Peter apretó los dientes.
—¡Cállate!
Levantó el puño para otro golpe, pero algo cambió en Bernardo.Su postura ya no era la de un hombre a punto de derrumbarse, sino la de un demonio que disfrutaba cada segundo de su sufrimiento.
Las partículas blancas danzaban en el aire como copos de ceniza sobre un campo de batalla.Se adherían a su piel, a sus heridas abiertas, a la sangre que fluía libremente por su cuerpo.Eran el recordatorio de que su enfermedad lo estaba matando, pero también de que su carne marchita aún podía causar estragos antes de pudrirse por completo.
—¿Sabes, Peter?—murmuró, su voz ronca pero llena de algo que hizo que su hermano dudara por una fracción de segundo—.Esto es divertido.
Y con un movimiento brusco,su mano, aún temblorosa pero letal, se cerró en torno al cuello de Peter.
Los ojos de su hermano menor se abrieron de par en par.
—¡Tch! —Peter intentó golpearlo de nuevo, pero Bernardohundió sus dedos en su piel, clavando sus uñas como garras en la carne.
—No me importa morir aquí.—Bernardo inclinó la cabeza, una sombra burlona en su rostro destrozado—.Pero antes de eso...
Sus pupilas se posaron en Thomas, el bastardo que durante años se regodeó de su sufrimiento.
—Voy a hacer quegrites hasta desgarrarte la garganta.
Thomas retrocedió un paso.
—¡Mierda! —gruñó, creando otra espada de agua—. ¡Peter, suéltate de ese enfermo demente!
Pero Peter no podía moverse.
El poder de Bernardo no residía en su fuerza, sino ensu capacidad de arrastrar a los demás a su propio infierno.
Este era su juego.Y nadie lo detendría.
Peter gruñó, tratando de liberarse, pero los dedos de Bernardo se clavaban más y más en su piel, como si fueran garfios dispuestos a desgarrarlo.La presión en su tráquea se volvía sofocante, y por primera vez en mucho tiempo,el menor sintió el filo del miedo rozándole la nuca.
—¡Suéltame, maldito lunático! —Peter intentó golpearlo de nuevo, pero Bernardo, aún con la rodilla destrozada y el cuerpo al borde del colapso,giró bruscamente y lo lanzó contra el suelo con una brutalidad animal.
Peter impactó con violencia, el aire escapando de sus pulmones en un jadeo entrecortado.
Bernardo escupió sangre, pero su sonrisa seguía ahí,ensangrentada, perversa.
—¿Qué pasa, hermano?—se burló, limpiándose la boca con el dorso de la mano—.¿No es esto divertido?
Thomas no perdió la oportunidad.
—¡Maldito engendro!
La espada de agua se disparó como una lanza directa al corazón de Bernardo.
Pero él ya lo había visto venir.
Con un giro de muñeca, desvió el ataque con una facilidad insultante, dejando que el filo líquido pasara a centímetros de su rostro antes de evaporarse en el suelo.
—¿Eso es todo?—se burló, girando su único ojo hacia Thomas—.¿Toda tu jodida vida fuiste un matón y eso es lo mejor que puedes hacer?
Thomasgruñó, frustrado.
—¡Cierra la boca, monstruo!
Bernardorió de nuevo, aunque la tos ahogó parte de su diversión.Su visión era un caos de colores distorsionados, de dolor punzante en cada parte de su cuerpo, de huesos que se sentían como dagas dentro de su propia piel.
Peroeso solo lo hacía más emocionante.
—Ven aquí, Thomas —dijo con una calma escalofriante, extendiendo los brazos como si lo invitara a un abrazo—.Muéstrame qué tanto me odias.
Thomas vaciló.
Y fue en ese instante queBernardo se lanzó.
Como un depredador que había estado esperando pacientemente el momento de desgarrar la garganta de su presa.
Bernardo se movió con una rapidez antinatural, su cuerpo ignorando el dolor, su mente ardiendo en una mezcla de locura y furia.
Thomas apenas tuvo tiempo de reaccionar.
Los dedos de Bernardo se cerraron alrededor de su rostro con una fuerza monstruosa, hundiendo sus uñas en su piel.Thomas gritó, intentando zafarse, pero Bernardo no lo soltó.Con un movimiento violento, lo estrelló contra el suelo, la piedra resquebrajándose bajo el impacto.
—¡AHHH! —Thomas aulló, su nariz rompiéndose bajo la presión, la sangre brotando como un río carmesí.
Bernardo lo miró desde arriba,su único ojo brillando con un sadismo primitivo.
—¿Dónde está toda tu arrogancia ahora, imbécil?—preguntó con una risa gutural.
Peterse levantó a duras penas, su mirada llena de rabia.
—¡No te atrevas a tocarlo!
Bernardogiró la cabeza lentamente, disfrutando cada segundo del terror reflejado en los ojos de su hermano menor.
—¿Oh? ¿Te preocupa, Peter? —Su tono era venenoso, burlón.Su mano aún sujetaba la cara de Thomas, sus dedos enterrándose más en su piel—.Eso es nuevo.
—¡SUÉLTALO!
Peter se lanzó hacia adelante, peroBernardo ya lo esperaba.
Con un movimiento brutal,levantó a Thomas del suelo y lo arrojó con todas sus fuerzas contra su hermano menor.
El impacto fue desastroso.Los cuerpos chocaron con violencia, huesos crujieron y ambos cayeron al suelo enredados en un torbellino de dolor y desesperación.
Bernardo se tambaleó, su cuerpo finalmente cobrando factura por el daño recibido.Su pierna destrozada ardía como el mismísimo infierno, cada respiración era una batalla, perosu sonrisa no desaparecía.
—Vamos, Peter. No me digas que ya acabaste.
Peter se apartó de Thomas con dificultad, su mandíbula tensa, la sangre corriendo por su frente.
—Tú... ¡ERES UN PUTO MONSTRUO!
Bernardo inclinó la cabeza, su ojo brillando con una diversión oscura.
—¿Y qué si lo soy?
El caos apenas estaba comenzando.
Peter, aún con la respiración agitada, se reincorporó. Su cuerpo temblaba, pero no solo por el esfuerzo:era furia, era miedo.
Bernardo lo observaba con su única mirada afilada,una bestia disfrutando del sufrimiento ajeno.La sangre manchaba su rostro y su cuerpo, pero él solo se pasó la lengua por los labios con una calma perturbadora.
—Vamos, Peter...haz algo más que gritar como un niño asustado.
El insulto prendió fuego en el interior de su hermano menor.Con un rugido, Peter arremetió contra Bernardo, su puño destellando con poder.
Pero Bernardo no esquivó.
El impacto resonó como un trueno.Su cabeza giró violentamente hacia un lado, su cuello chasqueó de forma espantosa, y una hilera de sangre salió disparada de su boca.
Pero seguía sonriendo.
—¿Eso es todo?—su voz salió ronca, rota...pero burlona.
Peter sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su golpe había tenido toda su fuerza,y aun así, Bernardo ni siquiera se tambaleó.
—¡CÁLLATE!
Otro golpe. Otro impacto brutal en el rostro de su hermano mayor. Luego otro. Y otro más.Peter lo golpeó con la misma rabia con la que se había contenido durante años.
Pero algo andaba mal.
Cada puñetazo hacía a Bernardo reír más fuerte.Su expresión era de éxtasis absoluto.
—Más, más... ¡vamos, Peter!—jadeó, dejando que su sangre chorreara desde su nariz rota.
Peter, frustrado y con el miedo creciendo en su pecho,levantó su pierna y la hundió en el estómago de Bernardo con tanta fuerza que la tierra tembló bajo sus pies.
Bernardo finalmente se dobló, escupiendo un grumo espeso de sangre.Pero en lugar de caer, su risa se convirtió en carcajada.
Peter retrocedió, su corazón latiendo desbocado.Bernardo no estaba resistiendo... estaba disfrutando.
—Tienes cara de haber visto un fantasma, hermano.¿Te das cuenta ahora?
Peter no respondió. Sus manos temblaban.
Bernardo se enderezó lentamente, su cuerpo destrozado, pero su espíritu más despierto que nunca.Su único ojo ardía con locura.
—No puedes matarme.
El aire se volvió pesado. Thomas, que apenas lograba moverse,tragó saliva con miedo.
Bernardo flexionó sus dedos y el sonido de sus huesos acomodándose resonó como el crujido de ramas secas.
—Pero tranquilo...yo sí puedo matarte a ti.
El infierno estaba a punto de desatarse.
Peter se movió rápidamente, saltó y pateó hacia la cara de su hermano, quien fue arrastrado por el piso por la fuerza del golpe.El sonido del impacto resonó en el callejón, un eco cruel de la brutalidad del momento, como si el mismo suelo temblara ante la violencia desatada.
Bernardo gruñó entre dientes, sintiendo cómo las armas clavadas en su espalda lo anclaban al suelo como un insecto atrapado en una red de acero.Cada punzada de dolor era una chispa avivando la locura en su interior.
Peter aterrizó con gracia, su mirada cargada de desprecio.Él lo tenía contra el suelo, lo tenía vencido.O al menos, eso creía.
—¿Dónde quedó tu diversión, hermano?—Peter escupió a un lado, acercándose con pasos seguros—.Ya no te ríes.
Bernardo jadeó,su cuerpo estremeciéndose por el daño recibido.Pero entonces, sin previo aviso...
Sonrió.
Una sonrisa amplia, oscura, manchada con su propia sangre.Un rictus macabro de pura satisfacción.
—Ah, Peter... —su voz salió rasposa, rota—.Te equivocas... Esto apenas empieza.
Antes de que Peter pudiera reaccionar,Bernardo crujió su propio cuello y, en un movimiento antinatural, arrancó las armas clavadas en su espalda con un violento tirón.
Sangre. Tanta sangre.
La carne se desgarró aún más,pero su expresión no era de sufrimiento, sino de deleite.
—Mierda... —susurró Thomas al ver la escena, un sudor frío recorriéndole la nuca.
Bernardo se incorporó lentamente, su cuerpo herido, pero con una presencia que hacía que el aire a su alrededor se sintiera denso, sofocante.Un demonio alzándose de su propio infierno.
Peter retrocedió un paso. Un solo paso.Pero Bernardo lo vio.
—¿Qué pasa? ¿Acaso sientes miedo?
Peter apretó los dientes y arremetió contra su hermano con otro golpe.Pero esta vez...
Bernardo lo atrapó.
Su mano, aún ensangrentada, se cerró alrededor del puño de Peter como un cepo mortal.La sonrisa nunca desapareció de su rostro.
—Mi turno.
Y con una fuerza monstruosa,torció la muñeca de su hermano hasta que un crujido seco llenó el aire.
Peter sintió el impacto del puño de Bernardo como un martillo descendiendo con brutalidad sobre su rostro.El sonido del golpe fue seco, contundente, una sinfonía de huesos crujiendo y piel desgarrándose.Su cabeza se inclinó hacia un lado, y por un instante, su visión se tornó borrosa.
Pero el dolor solo lo hizo enfurecer más.
—¡Maldita escoria!—rugió, escupiendo sangre, su mirada encendida por el odio.
Bernardo, en cambio, solo sonrió.Su expresión estaba cubierta de sangre, pero sus ojos reflejaban algo más que simple resistencia.Algo primitivo. Algo monstruoso.
Un ser que no debía seguir en pie... y sin embargo, ahí estaba.
Peter vio con horror cómo los dientes arrancados de su hermano volvían a emerger de sus encías, despuntando como pequeñas cuchillas afiladas.El cuerpo de Bernardo, maltrecho y al borde del colapso, simplemente... se reconstruía.
Tienes mucha razón, en varias cosas, pequeño también tienes muchos errores, el primer error es pensar que "Yo soy debil". Bernardo hablo y golpeo a Peter.
—Soy lo mejor que tu padre pudo haber hecho.—Bernardo habló con voz firme, cada palabra impregnada de una convicción inquebrantable.
Peter gruñó con rabia y se lanzó nuevamente contra él, peroBernardo lo esperaba.
En un instante,su brazo se disparó como una bala y su puño destrozó el estómago de Peter, hundiéndolo en su propio cuerpo.
El hermano menor ahogó un grito, sintiendo cómo su piel y músculos cedían ante la abrumadora fuerza de Bernardo.La sangre burbujeó en su garganta.
—Y no soy presumido...—continuó Bernardo, presionando su puño más profundo, disfrutando del sufrimiento reflejado en los ojos de su hermano.
Peter intentó golpearlo de nuevo, pero su cuerpo no respondía con la misma velocidad.El dolor lo estaba quebrando.
—Soy todo lo que tú...—Bernardo inclinó su rostro hacia él, su aliento caliente rozando la oreja de Peter—.Nunca, en tu miserable vida tan patética e insignificante, podrás llegar a ser.
Y con una sonrisa macabra,lo lanzó contra el suelo con tanta fuerza que el impacto dejó una grieta en la piedra.
Peter intentó levantarse, pero su cuerpo se estremecía, cada fibra de su ser clamando por descanso.El dolor era una maldición, pero la humillación era aún peor.
Bernardo, en cambio, se irguió con calma, su rostro aún cubierto de sangre,su único ojo brillando con un fulgor inquietante.
—¿Sabes qué es lo más intrigante?—murmuró, su voz arrastrándose como veneno.
Peter apretó los dientes, su cuerpo convulsionando por la furia contenida.
—Se dice que toda persona tiene derecho a ser estúpida...—Bernardo rió con burla—.Pero algunos, como todo tu linaje, abusan del privilegio.
Peter intentó replicar, pero Bernardo continuó, su tono ahora más sombrío,más frío, más afilado que cualquier cuchilla.
—Han agotado mi finita paciencia.
Thomas, que había estado expectante, sintió un escalofrío recorrer su espalda.Por primera vez, la presencia de Bernardo se sintió como un abismo insondable, un vacío que amenazaba con devorarlos enteros.
—Aunque he perdido uno de mis ojos...—Bernardo se llevó los dedos a la cuenca vacía con una sonrisa torcida—.Mi visión sigue intacta.
Su voz no era la de un hombre derrotado,era la voz de un condenado que había aceptado su destino... y había decidido arrastrar a todos con él.
—Acepto esta oportunidad.
Dio un paso adelante, la sangre chorreando de su pierna destrozada, pero aún asísu postura era imponente, inquebrantable.
—Yo les abriré sus inmundos ojos.
Thomas tragó saliva, su agarre sobre su espada de agua temblando por primera vez.
—Lucharé...—Bernardo avanzó un paso más—.Fracasare...—Su sonrisa se ensanchó, su único ojo clavado en ellos con una intensidad sobrehumana—.
—Asesinaré... y seré asesinado.
Cada palabra caía sobre ellos como una sentencia de muerte.
—Pero rendirme...—Bernardo inclinó la cabeza, su sombra alargándose bajo la luz mortecina del callejón—.Ese es un destino que me niego a aceptar.
Y en ese instante,el verdadero horror comenzó.
Thomas se sorprendió ya que en un parpadeo vio Peter volver hacia el, pero al siguiente parpadeo vio un puño, dirigirse a su cara.
Bernardo con una gran sonrisa uso todo su fuerza, peso y velocidad para hundir el puño en la cara de Thomas, el cual salió sangrando por los ojos, nariz y boca,.
Bernardo se levanto tambaleándose.
Thomas en cambio apretó los dientes y una pequeña esfera apareció en su masticar chicles ahora Bernardo hablo con calma pero reconoció que era esa cosa.
Thomasmiró su mano, con la esfera brillando débilmente entre sus dedos. El aire a su alrededor se volvió pesado, como si el tiempo mismo hubiera decidido ralentizarse, presagiando el cambio.Era claro que la esfera contenía un poder aterrador.
—¿Quieres masticar chicles ahora?—Bernardosoltó una risa burlona, disfrutando la agonía en la cara deThomas, a pesar de la furia que se acumulaba en su interior. Sin embargo, Bernardo lo reconoció al instante.Medicina de rango F, pensó, una sonrisa cruel cruzando sus labios.
Thomas, que apenas se podía mantener en pie, apretó los dientes con furia, su mano temblando ligeramente mientras la esfera resplandecía. Lafuerza de un guardiánestaba por activarse, y el poder que emanaba de él era palpable, el aire parecía vibrar ante su cercanía.
Bernardoevaluó rápidamente la situación. El golpe aThomashabía sido devastador, pero esta medicina... esto era una trampa para ganar tiempo. En los círculos de luchadores, solo los más desesperados usaban tales técnicas. Pero no importaba. El destino deThomasya estaba sellado.Su juego estaba lejos de terminar.
Esa cosa debió costar alrededor de 4 créditos de oro, tanto dinero para nada, Bernardo pensó
—La fuerza de un verdadero despierto, eh...—dijoBernardocon una sonrisa sardónica."Todo eso para no llegar ni a la mitad de lo que soy."
Thomasdejó escapar una risita amarga, ya sabiendo que no había vuelta atrás. La esfera, casi como un latido, hizo que una ola de energía lo invadiera, y la transformación comenzó. Sus ojos brillaron con una intensidad feroz, sus músculos se tensaron, y una aura peligrosa se desató alrededor de él.De repente, se convirtió en algo completamente distinto, más fuerte, más rápido. La transición fue casi instantánea.
—Es triste que gastes tanto para ser tan débil.—Bernardo observó fríamente, sabiendo que el verdadero poder estaba en algo mucho más complejo que una medicina barata.
Elpuño de Thomasvoló hacia él con la fuerza de un huracán, peroBernardo, con su velocidad sobrehumana,esquivó con una gracia letal.Un movimiento brusco y sin esfuerzo.
—Tienes el poder de un despertado...—Bernardo se burló, alzando una ceja, su cuerpo ahora en guardia."Pero todavía no sabes lo que significa ser uno de verdad."
Thomascerró los ojos mientras labola azulse desintegraba en su cuerpo, y en un abrir y cerrar de ojos, su figura cambió por completo.Sus músculos se expandieron, su cuerpo seagrandócomo si cada fibra de su ser fuera absorbida por una fuerza imparable. La transformación fue grotesca, las venas y arterias sobresaliendo de su piel, ardiendo como si la sangre en sus venas estuviera hirviendo.
Una espesa aura azulenvolvía su cuerpo, como llamas azules que danzaban furiosas alrededor de su figura. Su respiración era profunda, casi gutural, y su rostro, una máscara de dolor, se iluminaba con una intensidad cegadora. Los ojos deThomasse volvieron completamente azules, un brillo sobrenatural en su mirada. Elpoder que emanaba de élera palpable, un tsunami de energía desbordante que parecía destrozar el aire mismo.Este era el despertar más brutal, el poder de un guerrero que no solo había alcanzado el límite de la humanidad, sino que lo había superado, como una bestia desatada.
Bernardoobservaba todo con una calma inquietante, su mirada fría e implacable, incluso mientras elpoder de Thomasse desataba frente a él.Este no era un poder común. La transformación deThomasera mucho más que simplemente un aumento de fuerza; era una monstruosidad, una representación de lo que ocurría cuando la naturaleza humana se desbordaba.
Peter, a su lado, se mantuvo alerta, viendo cómoThomasse preparaba para lanzarse hacia ellos. Ambos sabían que estaban más allá de lo que cualquier "despierto" común podría alcanzar.La pelea no era solo una cuestión de poder físico; se trataba dealmas fracturadas, dementes rotasque buscaban algo que ni ellos mismos comprendían. Pero algo era claro:su lucha ya no se regía por las mismas reglas.
—¿Eso es lo mejor que puedes hacer?—murmuróBernardo, su voz baja pero llena de desdén. Sus ojos brillaban con una chispa de curiosidad, pero también con unaextraña fascinación."Lo que sea que estés haciendo, no te va a salvar."
La tensión entre los tres hombres era palpable. La energía deThomasera destructiva, peroBernardoyPeterya sabían que ellos también habían cruzado un umbral que muchos nunca conocerían. La línea entre lo humano y lo monstruoso era ahorauna mancha borrosa.
Bernardo, aún con su cuerpo roto y casi al borde del colapso, estaba dispuesto a demostrarle aThomasque, sin importar el poder que adquiriera, jamás podría alcanzar el verdadero potencial que él yPetercompartían.
Elgolpe de Thomasfue brutal. La fuerza del impacto envió aBernardovolando, y se estrelló contra la pared con un estruendoso ruido, el crujido de su cuerpo resonando en el aire.El dolor fue insoportable, pero a través de la oscuridad de su visión, unachispa de desafíose encendió en su corazón.Thomas, cegado por la euforia de su poder, no se dio cuenta de queBernardono estaba derrotado. A medida queThomasse acercaba,Bernardose movió con unaagilidad impía, sus músculos destrozados por el dolor, pero su voluntad aún intacta.
Con unmovimiento rápido,Bernardousó la fuerza residual deThomaspara redirigir su propio cuerpo, aprovechando la inercia del golpe para tomar ventaja.Golpeó con los brazos y las piernas, sus movimientos como los de una serpiente, rápidos y letales. Elimpacto de su ataquefue una explosión de energía, y aunque susheridasle dolían como mil cuchillos, lasatisfacciónde golpear aThomasde nuevo le dio unsinfín de fuerzas renovadas.
—¿Cómo es que la basura sin habilidades innatas se atreve a jactarse de ser poderosa?—se burlóBernardo, su voz rasposa pero llena de veneno."Eso es una ofensa para el verdadero poder."
Apenas terminó de hablar, su manobrilló con una intensidad sin igual, un resplandor que parecía devorar la luz misma a su alrededor.El mana de naturaleza eléctrica surgió con furia, pero no era el tipo común de electricidad.Rayos negros, cargados de una energía oscura y venenosa, comenzaron a rodear su cuerpo como una tormenta. Losrayos eran diferentes, no solo en su color, sino también en su intensidad,una energía corrompidaque parecía consumir todo a su paso,como si la propia naturaleza estuviera siendo quebradapor la fuerza descontrolada de su poder.
Thomas, viendo la energía que emanaba deBernardo, retrocedió ligeramente, aunque su orgullo le impedía mostrarmiedo.El poder de Bernardoera unfenómenoextraño, algo que no podían entender del todo, pero el hecho de quesu hermano mayorfuera capaz de mantenerse tan desafiante a pesar de todo lo que había sufrido lo hacía sentir una mezcla deirritaciónymiedo.
—¿Crees que con esa electricidad corrompida me vas a asustar?—gritóThomas, apretando los dientes mientras su cuerposeguía expandiéndosey suaura azulse volvía más densa, cubriéndolo como unescudo protectivo.
PeroBernardono iba a detenerse.Los rayos negrosarremetieron contraThomascomo unalluvia oscura, elaire zumbandocon la electricidad pura que desbordaba de su cuerpo.Las corrientesatravesaron su cuerpo, haciéndolo tambalear mientras la energía le consumía. Elrugido de la tormentaque generóBernardoresonó en el aire, como si el mismísimo cielo estuviera de su lado.
—¡No tienes idea de lo que es el verdadero poder!—gritóBernardo, mientras su poder continuaba arremetiendo contraThomas."Esto no es solo una tormenta. Es mi destino."
La batalla no era solo una lucha física, eraun choque de voluntades, depersonalidades y destinosque se habían entrelazado desde siempre, yBernardono iba a dejar que su hermano, lleno de arrogancia, se saliera con la suya.
Los rayosarremetieron contraThomascon una furia inhumana, transformándose enmandíbulas eléctricasque se cerraron con un estrépito sobre su torso,rasgando su pielydevorando su carnecon un poder devastador. Losgritos de dolordeThomasfueron ahogados por el rugido de los rayos, que parecíanalimentarse de su sufrimientomientras lo mantenían inmovilizado en el suelo.Bernardono se detuvo. Con unmovimiento brutal,su pie aplastó la cara de Thomas, haciendo que su cráneo se estrellara contra el suelo con unruido espantoso.Thomasquedó desorientado, su cuerpo tambaleando bajo el peso de la brutalidad de su hermano mayor.
Bernardorespiró con dificultad, lafuerzade sus movimientos drenando lo poco que quedaba de energía en él. Aun así, susojos brillaban con una intensidadque mostraba su determinación a seguir luchando, aseguir aplastandotodo lo que se le interpusiera.
—Ya lo dijo una vez la profesora Sam—murmuróBernardo, su voz teñida de unaoscuridad inquietante."Si nos toca caminar por el mismo infierno, es mejor caminar como un demon King que como un demonio común."
La sonrisa de Bernardose hizo mássiniestra, sus ojos reflejaban una mezcla deorgulloydesdén, como si estuviera listo para recibir el juicio de su propio infierno personal.
—No lo crees, hermanito?—dijo mientrasmiraba a Peter, quien, una vez más, se habíarecuperadode los embates de la lucha, como sinadade lo que había sucedido le hubiera hecho mella.
Peter, con losojos llenos de ira y frustración, observaba a su hermano mayor, pero no era capaz deentendercompletamente lo que acababa de presenciar. ¿Cómo podíaBernardoseguir tanintacto?¿Por qué no caía?Lafuria de Peterse estaba mezclando con laadmiración, un sentimiento incómodo que le costaba aceptar.
Bernardono necesitaba respuestas.Había hablado.Y lo había hecho con lafuerzade alguien que había caminado mucho más allá de los límites de su humanidad, alguien que había decidido que, si iba a ser un demonio,sería el más aterradorde todos.
Peterdio un paso adelante, listo para continuar la lucha, pero en sus ojos también había unareverencia no deseada, algo que parecía reconocer en su hermano. A pesar de laviolenciay ladestrucciónque se había desatado,Bernardoera inquebrantable, y eso lo hacía máspeligrosoque cualquier otra cosa que pudiera enfrentar.
Elaire estaba cargadode electricidad y tensión, como si el mismomundo estuviera conteniendo el aliento, esperando ver qué másBernardopodría hacer en estedesgarrador enfrentamientoentre los dos hermanos.
—Sigamos, hermano.—La voz dePeterera una mezcla de emoción contenida y desafío. Movió el cuello, dejando escapar un sonidoseco y brutal, como si cada vértebra fuera un mecanismo de guerra preparándose para la batalla.
Entonces,su cuerpo comenzó a brillar. Unacapa de luz blanca y metálicalo envolvió, moldeándose a su piel como una segunda armadura.Bernardoalzó una ceja, su ojo restante observandocon curiosidadel fenómeno que tenía ante sí.
—Interesante manera de usar tu maná de naturaleza luz.—Su tono no era de burla, sino de un genuino interés analítico. Sin embargo, no le pasó desapercibido elalto consumo de concentración y energíaque requería la técnica.
Peter sonrió con arrogancia.
—Esta es la Armadura de Lugh.
El nombre hizo queBernardo frunciera el ceño por un instante, su expresión cargada deextrañeza y desinterés.
—¿Lugh? —repitió, con un deje deincredulidaden la voz.
Peter chasqueó la lengua y negó con la cabeza, adoptando una expresión defastidio fingido.
—Eres un hombre con poca cultura, hermano.—Suspiró teatralmente, como si la ignorancia de Bernardo le causara un sufrimiento insoportable.
Bernardo lo miró con desdén, sin inmutarse.
—Déjame ilustrarte.—Peter sonrió con superioridad mientras la luz de su armaduraparpadeabacon un fulgor aún más intenso. —Lugh es el dios celta de la luz y del sol.Un serimponente, invencible en combate, dueño de todas las artes y habilidades. Un dios que no necesita un dominio único porque los posee todos.
Bernardorodó los ojos, cruzándose de brazos.
—Vaya, qué inspirador.Un dios que lo sabe hacer todo.Me pregunto si también era buenorecibiendo una paliza.
Peter apretó los dientes.
—Idiota.
La tensiónse disparóen el aire.Los destellos de la luzque envolvían a Peter chocaban contra laschispas oscurasque danzaban en los dedos de Bernardo, como dosfuerzas opuestas preparándose para colisionar.
Era el choque entre laluz y la sombra, entreun dios y un demonio, entredos hermanos destinados a destruirseen un enfrentamiento quenadie más en el mundo podría igualar.
Peter dejó escapar una carcajadaseca y llena de desprecio, su expresión reflejando un disgusto absoluto.
—Tanto tiempo en la academia y ni siquiera prestaste atención a las clases normales.—Su tono goteaba sarcasmo y burla. —No solo eres un lisiado, también un idiota en lo académico.
Bernardo seencogió de hombros, sin molestarse en responder de inmediato. Su ojobrilló con burla y desafíoantes de lanzar su réplica con una tranquilidad exasperante.
—Saber algo de cultura antigua no sirve para aquel que morirá.
Peter lo miró con una mezcla de burla e irritación.
—Tal vez tengas razón, Bernardo...—dijo con una sonrisa torcida. —Pero eso no quita que eres un imbécil que ni siquiera supo entender historia antigua.
La atmósferase cargó de electricidad, literalmente.Chispas oscuras crepitabanalrededor de Bernardo, mientras laluz metálicaque envolvía a Peter vibraba como si respondiera a la provocación.
No era solo una pelea. Erauna guerra de ideales, de orgullo, de poder absoluto. Y ninguno de los dos tenía intención de ceder.
Peter entrecerró los ojos, su mueca de burla transformándose en una expresiónmás seria y analítica.El aire vibrócon la energía que Bernardo estaba manipulando.
—Dejando todo esto de lado, me sorprende que tengas las reservas necesarias para mantener esta armadura de luz.—La voz de Bernardo era un susurro cargado de ironía. —Pero ya que estás mostrando algo como esto, ¿te parece si te muestro cómo se hace una verdadera armadura?
Peterfrunció el ceñomientras observaba cada movimiento de su hermano con cautela.Sabía que Bernardo no desperdiciaba energía sin motivo.
Pero lo que más le inquietabano era la amenaza implícita, sino la sonrisa que apareció en el rostro de su hermano mayor.
Era una sonrisaamistosa, casi fraternal. Una que no encajaba en el contexto de la pelea.
—Déjame mostrarte algo que debes seguir, después de todo, sigo siendo tu hermano mayor.
Bernardo levantó la mano y trazó un círculo en el aire.
El manáse congregó de inmediato, atrayendo colores que parecían arremolinarse en una danza caótica:rojo, como la sangre en el campo de batalla;azul, como el acero frío antes de desgarrar la carne;negro, como la sombra de la muerte acechando;gris, como la ceniza de la destrucción.
Era una visión imponente. Algo que no pertenecía a esta era.
Peter apretó los dientes,un escalofrío recorriéndole la espaldaal ver cómo aquella energía cobraba forma.
La armadura que se manifestó parecía salida de una era antigua, de un tiempo donde los dioses caminaban sobre la tierra y la guerra no era solo una batalla, sino un arte sagrado.
Cada placa de metal, cada filigrana grabada en su superficie, exudaba el peso de incontables conflictos.
Bernardose cruzó de brazos, divertido ante la reacción de su hermano.No lo hacía por necesidad, sino por burla.
—Esta es la armadura del dios de la guerra, Ares.
El simplenombrehizo queel suelo crujierabajo sus pies.El peso de la historia mismaparecía retumbar con cada sílaba pronunciada.
Peter apretó los puños, su armadura de luz resplandeciendo aún más, como si intentararebelarse contra la presencia de algo que la eclipsaba por completo.
Pero Bernardo solorió con tranquilidad, como si todo esto fuera un simple juego. Un juego dondeél era el único que conocía las reglas.
Peter se congeló en su lugar, su cuerpo traicionado por un temblor que oscilaba entre laemocióny elhorror absoluto.
Podía sentirlo, más de lo que podía verlo:la energía mágica de Bernardo era varias veces superior a la suya.
Moldeo. Control. Ajuste. Potenciación.
Cada una de estas cualidades estabaperfeccionadaen la armadura de su hermano mayor.No era solo poder bruto, era un arte refinado, una manifestación tangible de una diferencia abismal.
Petertragó saliva, su mandíbula tensa mientras sentía que su propia armadura de luz comenzaba a vibrar,como si reconociera su inferioridad ante aquella monstruosidad bélica.
Pero entonces, Bernardosuspiró.
Como si todo esto hubiera sidonada más que un capricho.
—Pero esta armadura no es necesaria…—su voz sonó hasta desinteresada, mientrasalzaba la mano con una calma casi insultante—.Solo lo hago para darte un buen ejemplo de lo que debes hacer a futuro.
Y con un movimiento fluido,la armadura de Ares se desvaneció.
Miles de motas de luz variocolorse dispersaron en el aire, flotando a su alrededor como cenizas de una deidad olvidada.Era un espectáculo hermoso y aterrador a la vez.
Peterexhaló con fuerza, solo ahora dándose cuenta de que había contenido la respiración.
Bernardolo miró con esa misma sonrisa fraternal de antes.
Pero Peter sabía lo que significaba.
No era orgullo. No era cariño.
Eracondescendencia absoluta.
Elolor a sangreimpregnaba el aire, un aroma ferroso que se mezclaba con el polvo y la energía densa que crepitaba entre los dos hermanos.
Peter respiró hondo, ignorando todo.
Bernardo, al igual que él, cambió su expresión.La tranquilidad había desaparecido.
Su mirada se tornóseria, afilada como un cuchillo al rojo vivo.
El ambiente mismo respondió.
Pequeñas rocas comenzaron alevitar y luego explotaron bajo la presión del manáde ambos hermanos. El aire crepitaba con energía pura, una danza de fuerzas opuestas que amenazaban con desatarse en cualquier momento.
Y Bernardo fue el primero en moverse.
Su puño se hundióviolentamenteen el estómago de Peter, arrancándole un jadeo.No le dio tiempo a recuperarse; su pierna se elevó en un giro letal, impactando con brutalidad en las costillas de su hermano menor.
Pero Peterno se movió ni un centímetro.
Bernardoretrocedió, frunciendo el ceño.
—Ya veo… la luzse comporta de manera extraña.—Su tono era frío, analítico—.No pude dañarte.
Peterenderezó su postura, sintiendo la ardiente energía recorrer su cuerpo.La Armadura de Lugh lo protegía de formas que ni siquiera él comprendía del todo.
No lo aceptó.
Volvió a la carga,rápido como un relámpago.
Puños. Patadas.
Cada golpe era una explosión de pura intención asesina.Pero no llegaban.
Los brazos y piernas de Peter los detenían con precisión perfecta.
La armadura de luz no solo le daba resistencia, sino también un aumento de fuerza monstruoso.
Y entonces…
Un solo golpe.
Directo. Aplastante.
Los dientes de Bernardosalieron volando.
El crujidoresonó como un disparo en la noche.
Se tambaleó, sintiendo la sangre caliente llenar su boca, pero antes de poder reaccionar…
—Oye, esto es tuyo.—La voz de Peter era tranquila, casi burlona.
Bernardolevantó la vista.
En la mano derecha de su hermano,había un gran trozo de carne desgarrada.
Un escalofrío reptó por su espalda.
—¿Qué…?
Bajó la mirada.
Había un hueco en su costado.
El dolor lo alcanzó un segundo después, una ola abrasadora que perforó su sistema nervioso como un torrente eléctrico.
Petersonrió.
—No te mortifiques, hermano.Solo fueron dos costillas.
—Mierda, eso duele.
Bernardo escupió un poco de sangre y soltó una risa seca, entre la burla y la adrenalina.
—Pero al menos te llevaste las costillas que ya estaban dañadas por el cáncer.
Peter frunció el ceño, pero su mirada no se apartó del cuerpo de su hermano.Lo que vio lo dejó helado.
Las fibras muscularesde Bernardose movían como serpientes bajo la piel, contorsionándose,tejiéndose unas con otrasen un proceso grotesco y antinatural.Los huesos desgarrados crujieron y empezaron a formarse de nuevo, brotando como ramas de un árbol maldito.
En segundos, la herida estaba desapareciendo.
—Tu regeneración… —murmuró Peter—.Es absurda. Para alguien que es considerado un lisiado… esto es…
Bernardosonrió con suficiencia, limpiándose con el dorso de la mano la sangre que aún bajaba por su boca.
—Lo sé, soy así de impresionante.—Alzó la cabeza con orgullo—.No hay necesidad de que digas lo obvio.
La arrogancia en su vozsolo hizo que Peter apretara los dientes.
Bernardono deberíaser tan fuerte.
Y sin embargo…lo era.
En un momento se volvió a lanzar y su puño fue detenido con facilidad por Peter. ambos comenzaron a intercambiar golpes de puños, Peter defendía con magistral habilidad y la fuerza de Bernardo se incrementaba.
Bernardo logro conectar un golpe al pecho de Peter, las venas recorrían su brazo moreno, mientras que su puño estaba allí sin ocasionar daño sobre Peter. Peter dio una sonrisa burlona y Bernardo contesto con mas fuerza sus golpes constantes en el pecho de Peter.
Peter detuvo a su hermano tomándolo por la cabeza.
Bernardo sintióla presión en su cabeza, los dedos de Peter se aferraban a su cráneo con una fuerza descomunal.El aire a su alrededor vibraba con la energía contenida en el choque de ambos hermanos.
—¿Qué sucede?—Peter sonrió, con burla y superioridad—.Pensé que al descartar tu armadura era porque tenías la confianza para humillarme en una lucha.
Bernardo apretó los dientes,su orgullo le ardía más que cualquier golpe recibido.
—Con esta poca fuerza jamás me derrotarás.
La frase fueun veneno que se deslizó en la mente de Bernardo,una burla directa que no solo lo retaba, sino que lo hacía arder en furia.
Peter era fuerte, sí.Su armadura de luz lo protegía de los golpes como una segunda piel impenetrable. Pero Bernardo…Bernardo no necesitaba esa mierda.
Una risa oscura escapó de sus labios.
—Poca fuerza, dices…—Su tono bajó, peligroso.
Peter sintió algo extraño,como si su agarre se debilitara por un instante.
Entoncesocurrió.
Los músculos de Bernardo explotaron en poder puro.Su piel se tensó, las venas latieron con un brillo enfermizo ysu energía eléctrica negra se arremolinó en su brazo derecho.
—No necesito fuerza para romperte…
Peterintentó reaccionar, pero fue demasiado tarde.
Bernardo alzó su mano y con un movimiento brutal,hundió sus dedos en la armadura de luz.El metal divino crujió.
Peter arrojo a su hermano hacia el piso, su rodilla golpeo la cara de Bernardo, tirandole todos los dientes, el rodillazo en la cara impulso el cuerpo que caía hacia atrás, un puño en el estomago de Bernardo, seguido de otro golpe esta vez en el hombro de Bernardo que lo obligo a caer.
Peter extendió su mano y una lanza de luz se formo.
Veamos si puedes mantener consciente después de esto, hermano.
Peter se giro y vio a su hermano ileso.
Que hiciste?.
Nada especial, solo salte entre las capas de espacio.
Peter frunció el ceño.No era posible.
No era posible.
—¿Qué demonios acabas de decir?—Su voz vibró con una incredulidad helada.
Bernardo, de piesin un solo rasguño,escupió sangre y sonrió.
—Nada especial… solo salte entre las capas de espacio.
Peter sintió un escalofríosubiendo por su columna.
Espacio.
Manipulación del espacio.
—Eso es imposible.
Bernardo giró su cuello, dejando que sus huesos crujierancomo una sinfonía de ruptura.
—¿Tú crees que solo tú puedes hacer cosas sorprendentes, hermanito?
Peterapretó la lanza de luz en su mano, sus pensamientos giraban como una tormenta descontrolada.Saltos espaciales.Eso estabamás allá de lo que cualquier Despierto normal podía hacer.
—No deberías ser capaz de eso.—Su voz tembló apenas.
Bernardose encogió de hombros.
—Supongo que la vida está llena de sorpresas…
Peter sintiósu garganta secarsemientras observabacómo la silueta de su hermano parecía distorsionarse, como si la realidad misma no supiera dónde colocarlo.
Pero como, ambos hablaron al mismo, ambos concientes de que el otro no tenia naturaleza de mana espacial.
Ambos hermanos comenzaron a luchar una vez mas solo que esta vez se movian entre las capas superficiales que componian el espacio. Pero era obvio que Peter al tener la natrualeza luz estaba ganando en rapidez y potencia.
En un momento Peter apareció tenia la pierna de su hermano en su mano derecha y el cuerpo de su hermano mayor estaba enterrado en el sedimento,
Bernardogruñó, sintiendo cómo su cuerpose hundía más en la tierra, su piel raspándose contra la piedra y el sedimento compacto.La presión del agarre de Peter era aplastante.
—Te tengo.—Petersonrió, satisfecho.
Bernardo, sin embargo,rio entre dientes, escupiendo un poco de sangre.
—¿Seguro?
Peterfrunció el ceño.Fue solo un instante,pero el cuerpo de su hermano vibróen una distorsión imposible.
Y entoncesdesapareció.
Peterapretó los dientes.Sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
No pudo reaccionar a tiempo.
El puño de Bernardo emergió de la nada y le golpeó el rostro con una fuerza que quebró el aire.
Petersalió disparado hacia atrás, girando sobre sí mismo antes de estrellarse contra una formación rocosa, la cualse partió en pedazos.
Sangre brotó de su boca.
Bernardose sacudió el polvo, flexionando el cuello.
—No importa qué tan rápido seas, Peter… si no sabes desde dónde vendrá el golpe.—Su voz estaba teñida de diversión oscura.
Peter,con un hilo de sangre bajando por su frente,escupió a un ladoy sonrió con desafío.
—Entonces tendré que golpearte lo suficientemente fuerte como para que no puedas moverte en absoluto.
Ambos hermanos se lanzaron una vez más, moviéndose entre las capas del espacio como depredadores en una cacería sin fin.
Peter lanzo a Bernardo, y lo siguió con un rodillazo con una fuerza abrumadora resonó en el lugar.
Pero al final Bernardo logro detener el ataque con sus dos manos.
Bernardo aprovecho y tomo de la cara a su hermano y le dio un cabezazo aunque el lastimado fue el, su puño una vez mas ataco el pecho de su hermano.
Pero Peter lo tomo del cuello.
QUE sucede no hace tiempo me tenias en la misma situación, hermano.
La mano de Peter presiono el cuello de su hermano y su traqueo comenzó a ser aplastada.
Suéltame, Bernardo se prendió en llamas lo que obligo a su hermano a retroceder.
Petersoltó a Bernardo, su manohumeaba, la piel chamuscada por las intensas llamas que su hermano había invocado.Frunció el ceño, sacudiendo la mano para disipar el dolor.
Bernardojadeó, llevándose una mano al cuello, su traqueadoloridapor la presión que había sentido.El aire entraba con dificultad en sus pulmones.
—Bastardo...—murmuró con una sonrisa ladeada, aunque su voz salióronca y forzada.
Peterno respondió, pero su mirada hablaba por él:no pensaba detenerse.
Bernardose inclinó hacia adelante, las llamas en su cuerpoaumentaron, pero esta vezse tornaron negras y azules,pulsando como si tuviesen vida propia.
—Haces que esto sea más divertido, Peter.
Peterapretó los puños, su armadura de luzbrillaba intensamente, como si respondiera a la amenaza de su hermano.
Ambosse observaron por un instante.
Un instante de calma antes del verdadero choque.
Luego, sin advertencia,se lanzaron el uno contra el otro.
El suelo tembló.
La tierra se partió.
El choque de sus golpesdesgarró el aire, creando ráfagas de viento y explosiones de energía pura.
El duelo entre hermanos había alcanzadosu punto máximo.
