Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen ni la historia ni los personajes del libro espero que les guste
Asesino de brujas
Libro 1
La bruja blanca
(La desgracia nunca llega sola)
Cap.4
El Robo
Kag
Nos vestimos con nuestros disfraces en soleil et Lune esa noche. El ático del teatro, nuestro refugio y lugar favorito, nos otorgaba un almacén infinito de disfraces: vestidos, capas, pelucas, zapatos e incluso ropa interior de cualquier tamaño, forma y color. Esa noche, Koga y yo pasearíamos bajo la luz de la luna como una joven pareja enamorada, vestidos con las telas caras y lujosas de los aristócratas, mientras Gogo nos seguía como acompañante.
Me acurruque contra el brazo fornido y lo mire con adoración.
-Gracias por ayudarnos.
-Ah, Kagome. Sabes cuanto detesto esa palabra. Ayudar implica que estoy haciéndote un favor.
Sonreí con burla y puse lo ojos en blanco.
-Dios prohíba que hagas algo por la bondad de tu corazón.
-No hay bondad en mi corazón. -Koga guiño un ojo con picardía, me acerco más a el e inclino el cuerpo para susurrar en mi oído.
Su aliento era demasiado cálido sobre mi cuello-. Solo oro.
Cierto. Lo golpee con el codo en un gesto aparentemente inocente y me aparte. Después de la pesadilla de desfile, habíamos pasado la mayor pare de la tarde planeado como burlar las defensas de tremblay, que habíamos confirmado después de un paseo rápido junto a su mansión. El primo de Koga vivía cerca de tremblay, así que con suerte nuestra presencia no había levantado sospechas.
Era como Koga lo había descrito: un jardín cerrado con rotaciones de guardias cada cinco minutos. El aseguraba que habría guardias adicionales adentro, al igual que perros entrenados para matar.
Aunque el personal de tremblay probablemente estaría dormido cuando entráramos a la fuerza, eran una variable adicional sobre la que no teníamos control. Y luego estaba la cuestión de localizar la bóveda: una hazaña que podía llevar días, y solo teníamos las horas previas a que Tremblay regresara a casa.
Trague con dificultad y juguetee con mi peluca rubio y apilada en alto con gomina, y reacomodé la cinta de terciopelo en mi garganta. Percibiendo mi ansiedad, Gogo me toco la espalda con la mano.
-No estes nerviosa, kag. Estarás bien. Los árboles de Brindelle ocultaran la magia.
Asentí y me obligué a sonreír.
-Si. Lo se.
Avanzamos en silencio mientras tomábamos la calle de Tremblay y los árboles etéreos y delgados del parque Brindelle resplandecieron suavemente a nuestro lado. Cientos de años atrás, los árboles habían funcionado como bosque sagrado para mis ancestros. Sin embargo, cuando la iglesia había tomado control de Belterra, los oficiales habían intentado quemarlo hasta los cimientos… y habían fracasado. Los árboles habían crecido de nuevo con sed de venganza. En cuestión de días, habían extendido de nuevo su altura colosal sobre la tierra y los colonizadores se habían visto obligados a construir alrededor de ellos. Su magia aun resonaba a través del suelo debajo de mis pies. Antigua e inmutable.
Después de un momento, Gogo suspiro y toco otra vez mi espalda. Prácticamente a regañadientes.
-Pero, de todos modos, necesitas ser cuidadosa.
Koga giro la cabeza para mirarla, frunciendo el ceño.
- ¿Disculpa?
Ella lo ignoro.
-Hay algo… esperándote en la casa de Tremblay. Tal vez es el anillo, pero también puede ser otra cosa. No puedo verlo con claridad.
- ¿Qué? -Me detuve abruptamente y giré para verla-. ¿A qué te refieres?
Ella me observo con una expresión dolorosa.
-Lo dicho. No puedo verlo. Esta borroso y desdibujando, pero sin duda hay algo allí. -Hizo una pausa, inclinando la cabeza mientras me observaba o, mejor dicho, mientras observaba algo que yo no podía ver. Algo cálido, húmedo y fluido debajo de mi piel-. podría ser maligno. Creo que sea lo que sea no te hará daño. Pero sin duda es… es poderoso.
- ¿Por qué no me lo habías dicho antes?
-Porque no podía verlo antes.
-Gogo, hemos planeado esto todo el día…
-Yo no hago las reglas, kag -replico-. Solo veo lo que tu sangre me muestra.
A pesar de las quejas de Koga, Gogo había insistido en pinchar nuestros dedos antes de partir. A mí no me había importado. Como Dame rouge, Gogo no canalizaba su magia a través de la tierra como yo y las demás dames blanches. Su magia provenía del interior.
Provenía de la sangre.
Koga deslizo una mano nerviosa por su cabello.
-Quizás deberíamos haber reclutado otra bruja de sangre para nuestra causa. Quizás Enju habría sido mejor para…
-Si, como no -gruño Gogo.
-No podemos confiar para nada en Enju -añadí. Él nos miró con curiosidad.
-Sin embargo, le habéis confiado el conocimiento de esta misión crucial…
-Solo porque le hemos pagado -resople.
-Además, está en deuda conmigo. -con expresión repulsiva, Gogo acomodo su capa para protegerse de la brisa otoñal fría-. La ayude a aclimatarse a cesarine cuando abandono el aquelarre de sangre, pero eso fue hace aproximadamente un año. No estoy dispuesta a seguir poniendo a prueba de su lealtad.
Koga asintió con cortesía, dibujando una sonrisa, y hablo apretando los dientes.
-Sugiero que pospongamos esta conversación. No quisiera que me asaran en una hoguera esta noche.
-A ti no te asarian – susurre mientras caminaba de nuevo-. No eres una bruja.
-No -coincido, asintiendo pensativo-. Aunque sería útil.
Siempre he creído que es injusto que vosotras las mujeres os llevéis toda la diversión.
Gogo pateo un guijarro suelto hacia la espalda de Koga.
-Porque la persecución es un regalo maravilloso.
Se giro para fulminarla con la mirada, mientras succionaba la punta de su dedo índice, en el que el pinchazo que Gogo habían hecho aún era visible.
-Siempre eres la víctima, ¿verdad, cariño?
Lo golpee con el codo de nuevo. Esta vez, más fuerte.
-Cállate, Koga.
Cuando abrió la boca para discutir, Gogo le dedico una sonrisa felina.
-Cuidado. Aún tengo tu sangre en mi sistema.
El la miro con indignación.
- ¡Solo porque me has obligado a dártela!
Ella se encogió de hombros, completamente desvergonzada.
-Necesitaba ver si te sucedería algo interesante esta noche.
- ¿Y bien? -Koga la fulmino con la mirada, expectante-. ¿Ocurrirá algo?
-Ya quisieras saberlo, ¿verdad?
- ¡Increíble! Por favor, dime cual ha sido el objetivo de permitir que succionaras mi sangre si no planeabas compartir lo que…
-Ya te lo he dicho. -Gogo puso los ojos en blanco, fingiendo aburrimiento y observo una cicatriz en su muñeca-. Solo veo fragmentos y el futuro siempre cambia. La adivinación no es mi fuerte. Pero mi tía, vaya, ella puede ver miles de posibilidades solo con saborear una gota…
-Fascinante. No imaginas cuanto disfruto estas cálidas conversaciones, pero preferiría no saber los detalles de la adivinación del futuro por la sangre. Sin duda lo comprendes.
-Tú mismo has dicho que sería útil ser una bruja -recalque.
- ¡Estaba siendo caballeroso!
-Ah, por favor. -Gogo resoplo y le lanzo otro guijarro con una patada, sonriendo cuando este golpeo de lleno en el pecho-. Eres la persona menos caballerosa que conozco.
Él nos fulmino con la mirada, intentando en vano detener nuestras risas.
-Entonces esta es mi recompensa por ayudaros. Después de todo, quizás debería regresar a casa de mi primo.
-Ah, cállate, Koga. -Pellizque su brazo y el dirigió su mirada siniestra hacia mí. Le mostré la lengua-. Has accedido a ayudarnos y no es que no vayas a recibir nada a cambio. Además, ella ha bebido solo una gota. Saldrá pronto de su sistema.
-Mas le vale.
Como respuesta, Gogo movió un dedo. Koga maldijo y salto como si sus pantalones estuvieran en llamas.
-Eso no es gracioso.
De todos modos. Me reí.
Demasiado pronto, la mansión de Tremblay apareció ante nosotros. Construida con una piedra pálida bonita, se cernía incluso sobre las construcciones adineradas de sus vecinos, aunque daba la impresión clara de opulencia venida a menos. La vegetación subía con firmeza desde la base y el viento sacudía las hojas secas por el jardín enrejado. Las hortensias mustias y las rosas llenaban los parterres junto a un naranjo excesivamente exótico. Las ventajas de su comercio en el mercado negro.
Me pregunte si Kaede le gustaban las naranjas.
- ¿Tienes el sedante? -le susurro Koga a Gogo. Ella avanzo a nuestro lado y asintió mientras extraía un paquete de su abrigo-. Bien ¿Estas lista, kag?
Lo ignore y sujete el brazo de Gogo.
- ¿Estas segura de que no matara a los perros?
Koga gruño con impaciencia, pero Gogo lo hizo callar con otro movimiento de su dedo. Ella asintió una vez más antes de hundir una uña afilada en su antebrazo.
-Una gota de mi sangre en el polvo por cada perro. Es solo lavanda seca -añadió, alzando el paquete-. Los hará dormir.
Solté su brazo, asintiendo.
-Bien. Vamos.
Me coloque la capucha sobre la cabeza y camine en silencio hacia la reja de hierro que rodeaba la propiedad. Aunque no oía sus pasos, sabía que los dos estaban detrás de mí, manteniéndose cerca en las sobras de la vegetación.
La cerradura de la puerta era simple y fuerte y estaba hecha del mismo hierro que la reja. Respire hondo. Podía hacerlo, habían pasado dos años, pero sin duda, absolutamente, podía romper un cerrojo sencillo.
Mientras inspeccionaba, una cuerda dorada resplandeciente surgió del suelo y rodeo la cerradura. La cuerda latió un segundo antes de serpentear sobre mi dedo índice y unirnos. Suspire aliviada. Luego respire hondo para apaciguar mis nervios. Como si percibiera mi vacilación, dos cuerdas más aparecieron y flotaron hacia donde Gogo y Koga esperaban y desaparecieron dentro de sus pechos. Fruncí el ceño ante esas cosas endemoniadas.
No puedes conseguir algo a cambio de nada, lo sabes, susurro una voz despreciable en lo profundo de mi mente. Una rotura por una rotura. Tu hueso por la cerradura… o quizás tu relación. La naturaleza exige equilibrio.
La naturaleza podía irse a la mierda.
- ¿Algo va mal? -Koga avanzo con cautela, moviendo los ojos entre la puerta y yo, pero él no veía las cuerdas doradas como yo.
Los patrones existían solo dentro de mi mente. Me gire para mirarlo, con un insulto listo en mi lengua.
Cobarde inservible. Por supuesto que no podía quererte.
Ya te has enamorado de ti mismo.
Y eres horrible en la cama.
Con cada palabra, la cuerda entre él y la cerradura latía más brillante. Pero… no. Me moví antes de poder cambiar de opinión y retorcí mi dedo índice con brusquedad. El dolor recorrió mi mano. Apretando los dientes, vi las cuerdas desaparecer y volver a la tierra en un torbellino de polvo dorado. La satisfacción salvaje recorrió mi cuerpo cuando la cerradura se abrió como respuesta.
Lo había logrado.
La primera fase de mi trabajo estaba completa.
No me detuve a celebrarlo. En cambio, abrí la puerta con rapidez, con cuidado de no tocar mi dedo índice, que ahora sobresalía en un ángulo extraño, y entre, Gogo entro conmigo por la puerta frontal, Koga la seguía de cerca.
Antes, habíamos determinado que Tremblay había contratado a seis guardias para patrullar la casa. Tres estarían en el exterior, pero Koga se ocuparía de ellos. Era bastante habilidoso con los cuchillos. Me estremecí y me escabullí por el jardín. Mis objetivos del exterior tendrían un destino más amable. Con suerte.
Ni siquiera había pasado un segundo cuando el primer guardia apareció rodeando la mansión. No me moleste en ocultarme; en cambio, retire mi capucha y le di la bienvenida a su mirada. El vio la puerta abierta primero e inmediatamente tomo su espada. La desconfianza y el pánico recorrieron su rostro mientras buscaba en el jardín algo fuera de lugar… y entonces me vio. Recé una plegaria silenciosa y sonreí.
-Hola. -Una docena de voces hablaron dentro de la mía y la palabra surgió de modo extraño y amoroso, amplificada por la presencia subyacente de mis ancestros. Sus cenizas, absorbidas hacía tiempo por la tierra hasta convertirse en tierra, y el aire, los árboles y el agua, resonaron debajo de mí. A través de mí. Mis ojos brillaban más de lo habitual. Mi piel resplandecía lustrosa bajo la luz de la luna.
Una expresión soñadora atravesó el rostro del hombre mientras me observaba y relajo la mano sobre su espada. Le hice señas para que se aproximara. El obedeció y camino hacia mi como en trance.
- ¿Esperarías conmigo? -pregunte con la misma voz extraña.
El asintió. Separo levemente los labios y sentí que su pulso se aceleraba. Cantándome. Alimentándome. Continuamos mirándonos hasta que apareció el segundo guardia. Lo miré y repetí el proceso. Cuando el tercer guardia llego. Mi piel resplandecía más que la luna.
-Han sido tan amables. -Extendí las manos hacia ellos a modo de súplica. Me observaban con voracidad-. Lamento mucho lo que estoy a punto de hacer.
Cerré los ojos, concentrándome, y el dorado exploto detrás de mis parpados como una telaraña infinita e intrincada. Sujeté uno de los hilos y lo seguí hasta un recuerdo del rostro de Koga, hasta su cicatriz, hasta la noche apasionada que habíamos compartido. Un intercambio. Cerré los puños y el recuerdo desapareció mientras el mundo giraba detrás de mis parpados. Los guardias cayeron al suelo, inconscientes.
Desorientada, abrí los ojos despacio. La telaraña desapareció. Mi estomago dio un vuelco y vomite sobre los rosales. Probablemente habría permanecido allí toda la noche, sudando y vomitando por la arremetida de mi magia reprimida, de no haber oído el gemido suave de los perros de Tremblay. Gogo debía de haberlos encontrado. Me limpié la boca con una manga, me sacudí mentalmente y avance hacia la puerta principal. Esa noche no era una noche para la aprensión.
El silencio invadía el interior de la mansión. No podía oír a Koga y a Gogo. Avance por el vestíbulo y asimile mi entorno: los muros oscuros, los muebles elegantes, las baratijas, las alfombras grandes con diseños de mal gusto cubrían en el suelo de caoba y los cuencos de cristal, los cojines con borlas y los asientos de terciopelo cubrían cada superficie. Muy aburrido, en mi opinión. Atestado. Anhelaba arrancar las cortinas pesadas de los barrotes y permitir la entrada de la luz plateada de la luna.
-Kag. -El siseo de Koga surgió de la escalera y estuve a punto de morir del susto. La advertencia de Gogo cobro vida con una claridad aterradora. Hay algo esperándote en la mansión de Tremblay-. Deja de soñar despierta y sube.
-Técnicamente no estoy soñado porque no estoy dormida. -ignore el escalofrió que bajo por mi columna y acelere el paso para unirme a él.
Para mi sorpresa y satisfacción, Koga había encontrado una palanca en el marco de un gran retrato dentro del estudio de Tremblay: una joven de penetrantes ojos marrones y cabello como el carbón. Toque el rostro de la muchacha con arrepentimiento.
-Kaede. Que predecible.
-Si. -Koga movió la palanca, el retrato se abrió y expuso la bóveda oculta detrás de la pintura-. Con frecuencia, confunden idiotez con sentimentalismo. Este es el primer lugar en el que he buscado.
-Señalo la cerradura -. ¿puedes abrirla?
Suspire, mirando mi dedo roto.
- ¿No puedes abrirla tu?
-Solo hazlo -dijo el con impaciencia – y rápido. Los guardias podrían despertar en cualquier momento.
Cierto. Mire con desprecio la cuerda dorada que yacía entre la cerradura y yo antes de empezar a trabajar. Esta vez apareció más rápido, como si me hubiera estado esperando. Aunque me mordí el labio con fuerza suficiente como para hacerlo sangrar, un gemido leve escapo de mi cuando me rompí un segundo dedo. La cerradura cedió y Koga abrió la bóveda.
Tremblay había guardado muchos artículos tediosos allí. Mientras apartábamos su sello, documentos legales, cartas y acciones, Koga vio con avaricia una pila de joyas detrás de los objetos. Eran más que nada rubies y granates, aunque vi un collar de diamantes particularmente atractivo. La caja entera resplandecía con las couronnes doradas que cubrían sus paredes.
Lo aparte todo con impaciencia, ignorando las quejas de Koga. Si Tremblay había mentido, si no tenía el anillo…
En el fondo de la bóveda, yacía un cuaderno de cuero pequeño. Lo abrí con brusquedad; a duras penas reconocí los bocetos de las niñas que debían de ser Kaede y su hermana antes de que un anillo de oro cayera de entre las páginas. Aterrizo sobre la alfombra sin hacer ruido; era en todos los sentidos ordinario, excepto por el pulso titilante y prácticamente imperceptible que tiraba de mi pecho. Conteniendo la respiración, me agache para sujetarlo. Era cálido sobre mi palma. Real. Las lágrimas ardieron en mis ojos y amenazaban con caer. En mi dedo, el anillo dispersaría los encantamientos. En mi boca, me haría invisible. No sabía porque, una peculiaridad de magia, tal vez, o de Midoriko, pero no me importaba. Me rompería los dientes contra el metal si me mantenía oculta.
- ¿Lo has encontrado? -Koga guardo el resto de joyas y las couronnes en su bolso y miro el anillo con expectación-. No parece gran cosa, ¿verdad?
Tres golpes precisos resonaron desde el piso inferior. Una advertencia. Koga entrecerró los ojos y avanzo hacia la ventana para mirar el jardín. Me coloque el anillo en el dedo mientras él estaba de espalda a mí. La joya pareció emitir un suspiro suave ante el contacto.
- ¡Mierda! – Koga se giró, con los ojos descontrolado y todos los pensamientos sobre el anillo abandonaron mi mente-. Tenemos compañía.
Corrí hacia la ventana. Los guardias invadían el jardín camino a la mansión, pero eso no hizo que el miedo apuñalara mi estómago. No, el causante fue ver los abrigos azules que los acompañaban.
Chasseurs.
Mierda. Mierda, mierda, mierda.
¿Por qué estaban ellos allí?
Tremblay, y su esposa y su hija estaban reunidos juntos a los guardias que yo había dejado inconscientes. Me maldije por no haberlos escondido en alguna parte. Un error torpe, pero la magia me había desorientado. Falta de práctica.
Para mi horror, uno de los guardias ya había comenzado a despertar. No dudaba que les diría a los Chasseurs cuando recobrara por completo la consciencia.
Koga ya estaba en movimiento; cerro la bóveda y coloco el retrato en su lugar.
- ¿Puedes sacarnos de aquí? -Sus ojos estaban abiertos de par en par llenos de pánico… desesperados. Ambos podíamos oír a los guardias y a los Chasseurs que rodeaban la mansión. Pronto, todas las salidas estarían bloqueadas.
Me mire las manos. No solo temblaban por los dedos rotos. Estaba débil, demasiado débil, por el esfuerzo de la noche. ¿Cómo me había permitido volverme tan inepta? El riesgo del descubrimiento. El riesgo había sido demasiado grande…
- ¡kag ¡-Koga me sujeto por los hombros y me sacudió despacio-. ¿Puedes sacarnos de aquí?
Las lágrimas invadieron mis ojos-
-No -susurre-. No puedo.
El parpadeo, su pecho subía y bajaba con rapidez. Los Chasseurs gritaban algo abajo, pero no tenía importancia. Lo único que importaba era la decisión tomada en los ojos de Koga mientras nos mirábamos.
-De acuerdo. -apretó mis hombros una vez-. Buena suerte.
Luego, se giró y salió corriendo de la habitación.
Continuara…
Glosario:
soleil et Lune: sol y luna
Dame rouge: dama roja
Pd:
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